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Por experiencia propia, les puedo decir, que no hay nada más considerado y
respetable para un migrante andino de un pueblecito pequeño, que haya un
doctor de la universidad que asista a una reunión de su comunidad en Lima.
Tomarse un trago, cantar o escuchar una canción, o ver a un danzante de
tijeras compartir una danza, son gestos importantísimos de solidaridad. Más
aún que sea uno de los suyos que triunfó. Pero, de los muchos que triunfan
sólo unos pocos son capaces de compartir con los de abajo, un trozo de su
alegría, de su baile o de su canto profundo en quechua. Son los que tienen
gran éxito y están al lado de la historia, con un pie en la sierra, donde
resultan felices renovando sus fuerzas, y otro en Lima, incluso el hecho de
cantar un huayno asumiendo cosas nuevas o pueden contar la historia de
una ciudad diferente como es la capital peruana.
Naturalmente, José María es odiado por la capa señorial hacendataria de los
opresores, pero profundamente amado por personas como el honorable
violinista de Insúa, Máximo Damián. Cuando este no hablaba castellano,
aprendía a tocar violín, y no era valorizado por nadie. Arguedas le dijo
“tocas lindo, cantemos tal canción; ven a mi casa”. Nació una amistad que
duraría hasta el día de su partida. Por su parte, el violinista contó a su
gente, que hay un doctor de la universidad, que no se ha olvidado de su
tierra, que canta lindo, que cuenta en quechua, que es capaz de llevarlo a su
mesa.
Arguedas cierta vez expresó, acorde a sus ideales que “el socialismo en el
Perú tendría que ser mágico”. Lo que para él identificaba el afectivo
reencuentro de una sociedad con la naturaleza del mundo andino (el cielo,
el suelo, las estrellas, el río), con la danza, con la poesía, con el derecho de
la gente a tener sus propios dioses, sus propios ritos, de bailar lo que le
gusta bailar, de entonar una canción señorial ayacuchana que combina la
belleza del español de comienzos del siglo XX con la linda letra del
quechua, el mismo que circula y cada uno lo toma porque le agrada y llena
algo que uno siente.