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ARISTÓTELES. (Tr. 2012.) ÉTICA NICOMAQUEA.

SIGLO 21

ÉTICA NICOMAQUEA
LIBRO I DEL BIEN HUMANO EN GENERAL

I. El bien a lo “que todas las cosas aspiran” (p. 5)


II. “El fin último será entonces no sólo el bien, sino el bien soberano” (p. 6)
Ciencia soberana la política “se sirve de las demás ciencias prácticas y legisla
sobre lo que debe hacerse y lo que debe evitarse, el fin que le es propio abraza
los de todas las demás ciencias, al punto de ser por excelencia el bien humano. Y
por más que este bien sea el mismo para el individuo y para la ciudad, es, con
mucho, cosa mayor y más perfecta la gestión y salvaguarda del bien de la ciudad”
(p. 6)
“Es cosa amable hacer el bien a uno a uno solo; pero más bello y más divina es
hacerlo al pueblo y las ciudades” (p. 6)
III. “Lo bueno y lo justo de cuya consideración se ocupa la ciencia política,
ofrecen tanta diversidad y tanta incertidumbre” (p. 7) que se llega a pensar que
existe por convención y no por “naturaleza, que es lo que se les ha de presentar a
los alumnos de las ciencias.
“Y además, como el joven es secuaz de esas pasiones, escuchará estas
doctrinas vanamente y sin provecho, toda vez que el fin de esta ciencia no es el
conocimiento, sino la acción” (p. 7)
VI. (NOCIÓN DEL BIEN)
“Lo que existe en sí mismo y la substancia son por naturaleza anteriores a lo
que existe con relación a otro, que no es sino especie de excreencia y accidente
del ser, de suerte que no podría haber una Idea común al bien absoluto y el bien
relativo” (p. 12).
“A más de esto, el bien se toma en tantos sentidos como el ente, puesto que se
predica de la substancia, como ser y la inteligencia; y de la cualidad, como de las
virtudes; y de la cantidad, como la medida; y de la relación, como lo útil; y del

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tiempo, como la ocasión; y del lugar, como el domicilio conveniente, y de otras


cosas semejantes. Y siendo así, es manifiesto que el bien no puede ser algo
común, universal y único, pues si así fuese, no se predicaría en todas las
categorías, sino en una sola.” (p. 12)
“Es evidente, en efecto, que podríamos designar los bienes según una doble
acepción: unos por sí mismos, otros por razón de aquellos. Separando pues, los
bienes esenciales de los bienes útiles, examinemos si los bienes que los son por
sí mismos pueden referirse predicativamente a una Idea única.” (p. 13)
Al cuestionarse sobre cuáles bienes se fundamentan independientemente de
todos los demás se concluye que por su interdependencia (intelección, la visión y
ciertos placeres y honores), pero para ubicarlos como bienes en sí se caería solo en
la Idea, “de ser así, vana será la forma” (p.13). “Ahora bien, los conceptos de
honor, de intelección y de placer son distintos y diferentes y precisamente en
tanto que bienes. Así pues, no es el bien un término general regido por una Idea
singular.” (p. 14)
Se da en este razonamiento dos puntos de vista que en la actualidad se
conservan en cuanto a la concepción del Bien, la primera “aun admitiendo que sea
una unidad el bien que se predica en común de los bienes, o algo separado y
existente en sí mismo, manifiesta cosa es que en tal caso no podría ser
practicado ni poseído por el hombre, que es precisamente lo que buscamos”. (p.
14) Y una segunda “Podría, con todo, pensar alguno que es en todo caso mejor
conocer el Bien en sí con la mira de los bienes posibles y hacederos, como quiera
que teniendo a aquél por arquetipo, sabríamos mejor cuáles son los bienes
apropiados a nosotros, y sabiéndolos acertaríamos en su logro”(p. 14)
VII “Lo que se persigue por sí mismo lo declaramos más final que lo que se
busca para alcanzar otra cosa; y lo que jamás se desea con ulterior referencia,
más final que todo lo que se desea como ulterior referencia; más final que todo
lo que se desea al mismo tiempo por sí y por aquello; es decir, que lo

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absolutamente final declaramos ser aquello que es apetecible siempre por sí y


jamás por otra cosa.” (p. 15) Esto en referencia a los finales que se convierten en
instrumento para lograr otros, ejemplo el dinero.
Analizando todos los bienes se concluye que el “bien autosuficiente es aquel que
por sí sólo toma amable la vida ya de nada menesterosa; y tal bien pensamos que
es la felicidad. Ella es aún más deseable que todos los bienes, y no está en la
enumeración de éstos... Es manifiesto, en suma, que la felicidad es algo final y
autosuficiente, y que es el fin de cuanto hacemos” (p. 16).
Estadios del vivir (p. 16)
 El vivir, es común a las plantas, la vida de nutrición y crecimiento.
 La vida sensitiva, es común al caballo y ambas no son lo propio al hombre.
 Vida activa de la parte racional del hombre que tiene dos partes:
- Una que obedece a la razón.
- La que es propiamente poseedora de la razón y que piensa.
En esta aparecen dos partes en las que se quiere significar el sentido de la vida
como actividad.
En el acto del hombre en cuanto bien, “es la actividad del alma según la razón o
al menos no sin ella; y si decimos de ordinario que en un acto cualquiera es
genéricamente el mismo, sea que lo ejecute un cualquiera o uno competente,
como es el mismo, por ejemplo, el acto del citarista y del buen citarista, y en
general y en todos los demás casos, añadiéndose en cada uno la superioridad de
la virtud al acto mismo (diciéndose así que es propio del citarista tañer la citara,
y del buen citarista tañerla bien)... y como, de otra parte, cada obra se ejecuta
según la virtud que le es propia, de todo esto se sigue que el bien humano resulta
ser una actividad del alma según la virtud”
“Ni un día ni un corto tiempo hacen a nadie bienaventurado y feliz” (Método)
“...Ni tampoco en todas las cosas se ha de exigir dar la razón de la causa de la
misma manera, sino que en algunas bastará con establecer correctamente los

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hechos –como en el caso de los principios propios–, y aquí el hecho es lo primero


y el principio. De los principios algunos son contemplados por inducción, otros
por sentido, otros por alguna costumbre, y unos de una manera y otros de otra.
Debemos, por tanto, esforzarnos en ir hacia los principios atendiendo en cada
caso a su naturaleza, y poner luego toda nuestra diligencia en definirlos
correctamente...” (p. 18)
VIII. FELICICDAD.
“... en la noción que hemos dado de la felicidad se encuentran, al parecer, los
caracteres que suelen exigirse para constituir la felicidad. Para algunos, en
efecto, la felicidad parece consistir en la virtud; para otros en la prudencia; para
otros aún en una forma de sabiduría, no faltando aquellos para quienes la
felicidad es todo eso o partes de eso con placer o no sin placer, a todo lo cual hay
aun quienes añaden la prosperidad exterior como factor concomitante” (p. 19).
Esto en relación a lo efectivo de la definición propinada por é.
Las virtudes se orientan a lo deleitoso “Más, por supuesto, serán bellas y buenas, y
una y otra en el más alto grado, pues el hombre virtuoso juzga bien de ambos
atributos... La felicidad, de consiguiente, es lo mejor y lo más bello y lo más
deleitoso, y no hay de porqué separar entre sí estos atributos, como los están en
la descripción de Delos: Lo más bello es la perfecta justicia; lo mejor la salud;
pero lo más deleitoso es alcanzar lo que se ama” (p. 20)
IX: Para algunos la felicidad es un regalo de los dioses pero sin caer en este fin
se puede afrimar que es el fruto del obrar humano, ya que “la felicidad es una de
las cosas más divinas, puesto que el premio y fin de la virtud es, con toda
evidencia, algo supremo y divino y bienaventurado” (p. 21).
⦋A modo de diferencia⦌ “l política pone su mayor cuidado en hacer a los
ciudadanos de tal condición que sean buenos y obradores de buenas acciones”
(p. 22).

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X. En cuanto a quienes hablan de la felicidad como de los casos de fortuna, dice:


“No es en ello donde está el verdadero éxito o el fracaso; y por más que la vida
humana necesite complementariamente de los favores de la suerte, como hemos
dicho, los actos virtuosos son los árbitros de la felicidad, y los contrarios de los
contrarios.” (p. 23)
En relación a quienes buscan afirmar que los actos virtuoso ya no existen, “Y de
los actos de virtud los más valiosos son también los más duraderos, toda vez que
en ellos pasan su vida los dichosos con mayor aplicación y continuidad, sin ello,
al parecer, la causa de que no pueda darse olvido con respecto a tales actos.” (p.
24)
Así la fortuna o el destino formulen muchas y variadas vicisitudes el hombre
virtuoso logra “más con todo esto, aun en estas circunstancias se difunde el
resplandor de la hermosura moral cuando un hombre lleva con sinceridad
muchos y grandes infortunios, no por insensibilidad al dolor, sino porque es bien
nacido y magnánimo. Sí, como hemos dicho, los actos dominan soberanamente la
vida, ningún hombre feliz podrá volverse miserable, pues no obrará jamás lo
aborrecible y ruin.” (p. 24)
Afirma que el hombre virtuoso siempre sacará el mayor provecho a los
accidentes que se le presenten a ejemplo del zapatero que saca del cuero el mejor
zapato. Desde el proceder del hombre feliz jamás será desdichado “por más que no
tenga la perfecta bienaventuranza si viene a caer en las desgracias de Príamo. Ni
es tan poco un tipo tornasolado ni fácilmente mudable. No será removido de su
felicidad fácilmente, ni por los infortunios ordinarios, sino por los que sean
grandes y muchos. Y por el contrario, una vez que salga de ellos tampoco podrá
volver tal hombre a ser feliz en poco tiempo, sino si acaso de una época larga y
completa, en el curso de la cual venga a conquistar cosas grandes e ilustres” (p.
25)

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XI. “la felicidad pertenece a las cosas venerables y perfectas. Y parece


asimismo ser así por ser la felicidad un principio, pues por causa de ella hacemos
todo lo demás, y a lo que es principio y causa de los bienes le disputamos algo
venerable y divino” (p. 27)
“Siendo la felicidad una actividad del alma conforme a la virtud perfecta,
consideremos ahora la naturaleza de la virtud... la virtud que debemos
considerar es la virtud humana, ya que el bien y la felicidad que buscamos son el
bien humano y la humana felicidad. Y por virtud humana entendemos no la del
cuerpo sino la del alma, y por la felicidad una actividad del alma.” (p. 28)
“A unas virtudes las llamamos intelectuales; a otras morales. Intelectuales son
por ejemplo, la sabiduría, la comprensión y la prudencia; morales, la liberalidad
y la templanza” (p. 30)

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