-¡Perdone! ¿Es este el cementerio, el camposanto, donde
van a hacer la resurrección de Lázaro? -Sí, este es. —Ah, bien. -Un momento, diez monedas para entrar. -¿Diez monedas? -Te lo dejo en dos. -¿Dos monedas? Córcholis, ¿y por qué? -Porque soy el guarda del cementerio y vosotros entráis y me lo pisáis todo, me estropeáis los setos y me chafáis el césped, y me tenéis que recompensar por todos los engorros y daños que me hacéis. Dos monedas o no ves el milagro. -¡Bien! ¡Qué espabilado, eh! —Dos monedas vosotros también, me da igual que traigáis niños, me da igual, ellos también miran. Sí, vale: media moneda. Bájate del muro, desgraciado. ¡Quiere ver el milagro gratis, el muy listo! Hay que pagar, ¿no? Dos monedas... no, no has pagado. Dos monedas, también vosotros, dos monedas para entrar. -¡Vaya listo, ese! Saca dinero de los milagros. Ahora a ver dónde está el Lázaro ese... ¡Pondrá el nombre en la tumba! La otra vez vine a ver el milagro de otro, me pasé medio día esperando y luego el milagro fue allí al fondo. Me quedé aquí como un pasmarote, mirando. Pero esta vez, como me sé el nombre, me he enterado, encuentro el nombre en la tumba, ¡y soy el primero! ¿Lázaro?... (mientras busca) me pongo... ¿Lázaro? me pongo delante de la tumba, y quiero verlo todo desde el principio. ¡Mira! ¿Lázaro? Y aunque encuentre la tumba donde pone Lázaro, ¡si no sé leer...! ¡Bueno, lo adivinaré! Me quedo aquí. Me salió mal la otra vez, espero que ahora salga bien. ¿Quién se acerca? ¡No, no empecemos con los empujones! ¡Yo he llegado antes, y quiero estar delante! ¡No me importa que seas bajito! Los bajitos madrugan para coger sitio. ¡Qué listo, eh! ¡Es bajito y se pone delante! ¿Qué quieres, que nos pongamos en escalera? ¡Los bajitos delante, y los grandullones detrás! ¡Y además, el bajito llega tarde, y como si hubiese llegado antes! ¡No me empujes, que me tiras a la tumba! ¡Rediez! No me importa, echaos atrás. ¿Eh? ¡Ah! ¡Ahora resulta que las mujeres también empujan! -¿No llega? ¿No es la hora del milagro? -¿No hay nadie que conozca al tal Jesucristo, y pueda ir a avisarle de que ya hemos llegado? No se puede esperar siempre para los milagros, ¿verdad? -Que pongan un horario y lo respeten, ¿no? -¡Sillas! ¿Quién quiere sillas? ¡Mujeres! ¡Coged una silla! ¡Dos monedas una silla! ¡Coged una silla para sentaros, mujeres! ¡Que cuando sea el milagro y el santo haga salir a Lázaro de pie, hablando, cantando, moviéndose, os va a dar tal susto cuando le brillen los ojos, que os vais a caer de culo y os vais a golpear la cabeza en una piedra y os quedaréis tiesas! ¡Muertas! Y el santo sólo hace un milagro al día. ¡Coged una silla! ¡Dos monedas! —¡Hay que ver, sólo piensa en ganar dinero, eh! -Entonces, ¡no va a ir nadie a...? -¡No empujes! ¡No me interesa! -¡No os subáis a las sillas! ¡Mira el listo! ¿Habéis visto? ¡El bajito se sube a las sillas! -No te apoyes, que ahí delante está la tumba y... -¿Llega? ¡No llega! -¡Sardinas! ¡A las ricas sardinas! ¡Dos monedas las sardinas! ¡Dulces! ¡Tostadas! ¡Qué ricas! ¡Qué ricas las sardinas! ¡Para resucitar a un muerto! ¡Dos monedas! -(Llama.) Eh, tú, el de las sardinas... ¡dale un cucurucho a Lázaro para que vaya sentando el estómago! -¡Calla, blasfemo! -¡Callaos! -¡Ya viene! ¡Ya viene! ¡Está aquí! -¿Quién es? ¿Cuál es? -Jesús! -¿Cuál es? -¿El moreno? ¡Uy, qué ojos de malo! -¡No, ese es Marcos! -¿El de detrás? -¿Cuál es? ¿El alto? -No, el pequeño. -¿Ese muchacho? -El de la barbita. -¡Uy, pero si parece un chiquillo, rediez! -¡Mira! ¡Detrás vienen todos! -¡Ahí va, si es el Juan! Le conozco, al Juan. (Llamando.) Juan! Jesús! ¡Qué majo es Jesús! -¡Anda, mira! ¡Si está también la Virgen! ¡Está toda la parentela! Será que siempre sale con toda esta gente... ¡Hala! -¡No le dejan que salga solo, porque está un poco loco! -(Llamando.) Jesús! ¡Majo! ¡Me ha guiñado un ojo! -Jesús! Jesús, haz el milagro de los panes y los peces como la otra vez, que estaban tan ricos! -¡Calla! ¡Blasfemo, cállate! —¡Silencio! De rodillas, ha hecho una seña de que nos arrodillemos, hay que rezar. -¿Dónde está la tumba? -Eh... es esa. -¡Oh, mira! Ha dicho que levanten la lápida. -¡Calla! -¡De rodillas, de rodillas, vamos, todos de rodillas! -¡Yo no! Yo no me arrodillo, porque no me lo creo. ¿Qué pasa? -¡Calla! -Déjame ver. -¡No! Bájate, bájate de la silla. -¡No! ¡Deja que me suba, que quiero ver! -¡Rediez! ¡Mira! ¡Han levantado la losa, está el muerto, está dentro rediez, es el Lázaro que apesta! ¿Qué es este tufo? -¡Hala! -¿Qué pasa? -¡Calla! -¡Dejadme ver! -¡Está lleno de gusanos, de moscardones! ¡Puah! ¡Lo menos lleva muerto un mes, se ha podrido! ¡Uy, qué faena le han hecho! ¡Menuda broma! ¡Esta vez no lo consigue, el pobre! —¡Seguro que no lo consigue, no le sale! ¡Imposible que consiga sacarlo! ¡Se ha podrido! ¡Menuda burla! ¡Qué desgraciados! ¡Le han dicho que llevaba muerto tres días! ¡Y lo menos lleva un mes! ¡Vaya papelón, pobre Jesús! -¡Yo digo que lo consigue igual! ¡Este santo hace el milagro aunque lleve podrido un mes! -¡Pues yo digo que no le sale! —¿Qué te apuestas? -¡Venga, apostemos! -¡Sí! ¡Dos monedas! ¡Tres monedas! ¡Diez monedas! ¡Lo que quieras apostar! -¿Las guardo yo? ¿Te fías? ¡Se fía! ¿Nos fiamos todos? ¡De acuerdo, yo guardo el dinero! —¡Callaos, eh, prestad atención! ¡Todos de rodillas, silencio! -¿Qué hace? -Reza. -¡Que te calles! -¡Eh! ¡Levántate, Lázaro! -¡Oh! Se lo puede decir incluso cantando, que sólo los gusanos de los que está lleno le van a salir... ¿Levantarse?... -¡Calla! ¡Se ha puesto de rodillas! -¿Quién? ¿Jesús? -¡No, Lázaro! ¡Rediez, mira! -¡Anda ya, imposible! -¡Déjame ver! -¡Oh, mira! ¡Ya va, ya va, está de pie, va, va, se cae! ¡Va, sube, está de pie!... -¡Milagro! ¡Oh! Qué prodigio. ¡Oh Jesús, qué criatura tan dulce eres, y yo que no creía! -¡Bravo, Jesús! -He ganado la apuesta, trae. ¡Eh! ¡No te pases de listo! -Jesús, fenómeno! -¡Mi bolsa! ¡Me la han robado! ¡Al ladrón! -¡Bravo, Jesús! -¡Al ladrón! -Jesús, bravo! Jesús! ¡Bravo!... ¡Al ladrón!
IV Laboratorio de Escritura Teatral (LET): El año del Elefante - La armonía del silencio - Kaiser - Ágata. Un evangelio - Contra la libertad - Repetición de la diferencia