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SÍMBOLO Y LENGUAJE

Q:. H:. Manuel Eduardo Contreras Seitz

R. Logia "Reflexión" Nº 103

Gran Logia de Chile

Introducción

“No se manejan impunemente lo símbolos, sobre todo cuando concretizan


mitos de carácter universalista.” /.../ “El lector racionalista haría mal en
impacientarse ante estos relatos simbólicos, ya que la Verdad no se muestra
siempre desprovista de velos”. (Ambelain, El Secreto Masónico).

Tradicionalmente, el símbolo ha sido un intermediario entre dos realidades: una


perceptible, conocida; y otra desconocida, menos perceptible que la primera,
por lo cual esa relación se transforma en el vehículo que posibilita la búsqueda
de la esencia, por medio del conocimiento; esencia que será de variada
naturaleza: espiritual, cognitiva o de algún otro tipo.

Lo que el simbolismo pone en relieve es, precisamente, el conocimiento


subjetivo. El uso del simbolismo conlleva una forma de introspección a través
de la asociación libre, de la relación existente entre la historia individual y
colectiva, así como con las leyes que rigen todas las cosas. Esto ocurre sólo
cuando nos aseguramos de la presencia de ambos elementos y no nos
extraviamos en cómodos prejuicios o asentamos nuestro pensamiento en
interpretaciones preestablecidas.

Los símbolos contienen conceptos difíciles de sustituir por explicaciones, si es


que no imposibilidad o, cuando menos, inconveniencia sobre todo en aquellos
casos en los que la "frescura" de su significado deba estar presente y
completar el sentido de ceremonias o rituales. Allí actúan de manera silenciosa
pero efectiva, sin obstruir con palabras el desarrollo del acto.

Todos aquellos elementos que forman parte de nuestra cadena simbólica


(imágenes, objetos, gestos, vestimenta, etc.) comunican al iniciado ideas que
necesitarían extensas descripciones o relaciones para ser entregadas por
medio de la palabra. Estos símbolos se dinamizan a la luz de sus diversas
interpretaciones o cuando son internalizados conscientemente por quien los
percibe.

Podemos, entonces, suponer que nuestra capacidad de comprensión de un


símbolo aumentará en la medida en que nuestro conocimiento previo posea
mayor cantidad de definiciones que nuestra percepción pueda aplicar a la
aprehensión, a la internalización de dicho símbolo. El activar este tipo de
conocimiento permite ofrecer un marco semántico para interpretar y asimilar la
información nueva. La generación de esquemas de interpretación incrementa
las probabilidades de que el contenido de los materiales sea codificado con
éxito.

El aprendizaje por la vía simbólica es activo porque cuando aprendemos,


realizamos un conjunto de operaciones y de procedimientos mentales que nos
permiten procesar la información que estamos recibiendo, y es constructivo,
porque estos procesos que llevamos a cabo nos permiten construir significado
que va a depender de la interacción entre la información que tenemos
almacenada en nuestra memoria y la nueva que recibimos.

¿Cómo poder desentrañar, entonces, una relación específica entre la forma


simbólica y el signo lingüístico, o mejor, la constitución cultural de éste, llamada
lengua o idioma? Debemos aclarar que, cuando pensamos o nos expresamos,
lo hacemos en un dialecto específico, con incidencias de cognición colectiva y
de acervo cultural que permean toda construcción o imaginario humano, aun
cuando se trate de la expresión de ideas universales.

No pretendo dar la respuesta a ello, sino sólo manifestar unas cuantas


reflexiones en torno al tema.

Desarrollo

“Cuando el oído es capaz de oír, entonces vienen los labios que han de
llenarlos con sabiduría”. (El Kybalión).

El lenguaje simbólico tiene el poder de actuar en la vida cotidiana, y se dice


que quienes se acercan a él de la manera adecuada podrán observar dentro de
sí mismos la profunda acción transformadora ejercida por la energía que se
encuentra detrás de nuestros símbolos tradicionales.

Uno de los principales trabajos que tiene el iniciado, quizás el más importante
de ellos, es el de dedicarse al estudio, la comprensión, la explicación y, por
sobre todo, la incorporación en su vida cotidiana, de los significados ocultos de
los símbolos que nos rodean, los que han sido heredados desde la Tradición y
el Arte Real.

Habermas (cit. en Azcona 1988) y Azcona (1988:65), señalan que "las


cosmovisiones expresadas lingüísticamente se hallan entretejidas con formas de vida — esto
es, con la práctica diaria de individuos en sociedad—, de tal modo que éstas no pueden ser
reducidas a las funciones del conocimiento y dominio de la naturaleza externa ".
Estas
arrojan luz sobre temas recurrentes en toda cultura, tales como nacimiento,
muerte, enfermedad, etc., y ofrecen las posibilidades de que la vida humana
tenga sentido. Ahora bien, la adecuación cognitiva de las cosmovisiones se
halla también reflejada en la práctica diaria de la vida.
Esto implica que el individuo no se mueve sólo en un mundo que se encuentra
determinado socialmente, en cuanto a normas lingüísticas, actitudinales o de
comportamiento gregario, sino que también se halla imbuido en un mundo
donde se comparten aspectos semiológicos comunes, los cuales implican las
funciones transformadoras de los hechos, objetos o aspectos naturales en
constructos culturales, acciones o lenguaje, como parte de la realidad cotidiana
del ser humano.
Cuando nos hallamos frente a la expresión de un determinado concepto, a
través de su manifestación simbólica, necesariamente se produce un proceso
de decodificación de sentidos, que aporta el significado necesario a la
introducción del YO en el desentrañamiento de tales instancias. Pero este
proceso no es un mero esfuerzo cognitivo-intelectual que llega a su fin con el
‘desciframiento’ o explicación mediante palabras más o menos rebuscadas – o
simples – de tal o cual representación. Todo lo contrario, es en ese momento
en que el trabajo recién comienza. ¿Por qué? La Iniciación se nos presenta
como un ritual pletórico de símbolos los cuales, de tener nosotros la capacidad
necesaria, serían suficientes para darnos a conocer la totalidad de la
enseñanza tradicional que la F\M\ puede entregarnos. Sin embargo, el
aprendizaje es paulatino y gradual. Precisamente porque no basta la
conjunción imagen – palabra.
Cuando expresamos, construimos. Ni más, ni menos. Nuestra relación con el
medio es lingüística, por lo tanto, toda obra humana se hace por medio del
lenguaje. Desde allí arte la construcción. ¿Qué quiero decir con esto? Que el
desentrañamiento de la enseñanza simbólica es el paso primero hacia la
construcción del masón. El masón no es un hombre cualquiera, es un hombre
que trata de elevarse por sobre el horizonte de la contradicción y sintetiza en su
praxis cotidiana los principios que ha sabido develar a partir de la reflexión
profunda, consciente e integral de la simbólica que poco a poco va intuyendo y
conociendo a través de la F\M\ No es que no tenga oportunidad de conocer los
símbolos por otros medios, pero quizás en ninguna otra parte hallará tan clara y
herméticamente ligadas lo esotérico con lo exotérico.
Trataré de ejemplificar un concepto (el G\A\D\U\) con un principio (el de
Mentalidad), sólo para dar una idea más específica a lo que me refiero.
Inevitablemente, cuando ingresamos a la Orden y se nos presenta en la
Iniciación esta idea, por nuestra propia conformación cognitiva, biológica y
cultural, tendemos a asociarla con una imagen, es más, el G\A\D\U\ tiene
innumerables representaciones pictóricas que aluden y hacen referencia, por
una parte, a un cierto concepto vinculado con la divinidad cristiana – no
olvidemos los orígenes protestantes y deístas de la Mas\ moderna – y, por otro,
con determinadas representaciones iconográficas de conceptos abstractos y
universales, que son los que determinan esta relación símbolo-lenguaje. Si
pensamos en el G\A\D\U\ como el TODO y aplicamos el principio en comento,
diríamos que el TODO es mente y que el universo es mental, ergo, el
G\A\D\U\ es mente y es uno con el Universo. ¿Consecuencias y aplicaciones
prácticas? Lo primero quiere decir que todo nuestro sistema –conocido y no
conocido- se rige por el dinamismo de lo que en términos amplios llamamos
una ‘mente’. Si llegamos a comprender este principio las potencialidades son
máximas. En un complemento necesario, Escudero (2007) señala en relación
con el “efecto túnel” lo siguiente:
El efecto túnel es un proceso que existe en la naturaleza. /.../ Merced al mismo,
las partículas microscópicas se adentran en una barrera y la atraviesan, sin
pasar por posiciones intermedias. Se trata de un fenómeno puramente
cuántico, sin analogía en la física clásica. /.../ El efecto túnel guarda relación
con los procesos en los que intervienen electrones, otras partículas y átomos.
¿Cómo podemos apreciar esta digresión en términos mucho más prácticos? El
ejemplo lo tenemos a la vista. Cuando asistimos a una tenida en Lo\,
comenzamos el ritual mucho antes de llegar e ingresar en el templo. Nos
mentalizamos desde que llegamos a la casa y nos despojamos de las
vestiduras profanas para ‘re-vestirnos’ con un traje especial. Especial no por la
confección ni por su tela, sino por lo que significa. Desde dentro hacia afuera,
cada prenda de ropa va cargando en nuestros sentidos un efecto actitudinal
simbólico, hasta llegar a la humita, última prenda con la que coronamos la
primera parte del acto. En seguida, llegamos a la casa mas\, donde nos recibe
la fraternidad de los H\H\, lo cual dispone nuestro espíritu a la recepción e
interacción, precisamente, de estos elementos invisibles pero existentes, que
se traspasan en aquello que, en lenguaje vulgar, llamamos las “buenas
vibraciones”. Nótese que estamos hablando de una interacción lingüístico-
pragmática. Luego, todo el ritual que se inicia en el templo tiene, exactamente,
esta doble dimensión: la pragmasimbólica y la lingúística. El M\ de Ceremonias
nos invita a guardar silencia para recibir a los Oficiales de la Lo\ (V\M\, 1er y
2do Vig\) y es el silencio el que debe primar, tal como lo ordena el V\M\:
¡Silencio en Logia, Hermanos Míos! El silencio también es parte del lenguaje,
tal como los músicos, los matemáticos y los filósofos saben de antaño. Pero en
nuestra Logia es un bien aún más preciado, puesto que lleva por nombre
“Reflexión”. La reflexión no se hace a partir del bullicio, sino a partir del silencio
interior.
Por eso, cuando comentamos una plancha, cuando extraemos de ella su
contenido simbólico y lo interpretamos desde nuestra óptica y conocimientos
previos, lo que estamos haciendo es sintonizar todas esas energías previas,
concentradas ahora al máximo por medio del R\E\A\A\ que practicamos en
nuestras tenidas y afloradas para transmitir el fruto de esa concentración, de
esa reflexión como luz que se eleva desde las columnas hacia el firmamento, al
zenit, irradiando a todos los H\H\. Es más, cuando llegamos al momento
culminante del traspaso energético, manifestado en la Cadena de Unión, donde
las manos entrelazadas, sin guantes, desnudas, para dejar fluir la fuerza
integral de la kundalini. En ese momento solemne, el V\M\, o quien designe,
cierra la cadena –completa el círculo simbólico-energético o bandhan– con un
mensaje y un recordatorio: ¡Que las virtudes masónicas nos acompañen en el
mundo profano! No son otras virtudes, no son otros conceptos, no son otras
normas de conducta, no es otro espíritu. Es más, realizamos un acto de habla
explícito de compromiso al refrendar esta frase con el ¡Así sea!, es decir,
asumimos que la cotidianeidad estará permeada por aquella mentalización, por
aquella energía de la cual nos nutrimos en Lo\, de manera consciente y
efectiva.

Conclusiones
“Es pues, siempre y doquiera, una misma enseñanza que se revela en infinitas
formas, adaptándose a la inteligencia y capacidad comprensiva de los oyentes;
una Doctrina secreta o hermética, revelada por medio de símbolos, palabras y
alegorías que sólo pueden entender y aplicar en su real sentido los oídos de la
comprensión; una doctrina vital que debe hacerse en nosotros carne, sangre y
vida, para obrar el milagro de la regeneración o nuevo nacimiento, que
constituye el Télos o ‘fin’ de la Iniciación”. (Lavagnini, Manual del Aprendiz).

Encontramos una serie de relaciones que entrelazan la vía simbólica con el


lenguaje. Si bien la primera cumple con una función comunicativa, su carácter
esencial es el de plantear o despertar la reflexión, producto de las variadas
interpretaciones que pueden hallarse en el esoterismo del símbolo. Este
proceso reflexivo sólo puede llevarse a cabo a través del lenguaje, por cuanto
cumple una serie de funciones esenciales para el ser humano: comunicar,
servir de soporte al pensamiento, ser medio de expresión, soportar la
autoafirmación del individuo, así como también lograr sostener una función de
carácter estético. De esta manera, el lenguaje pasa a ser una entidad
poseedora de simbolismo, pero de una manera distinta que al de la Tradición,
ya que, si bien es cierto es por medio de las palabras que efectuamos la
interpretación de los símbolos tradicionales y tratamos de expresar la
inconmensurabilidad de su significación, se trata de un elemento en el cual el
soporte material es lo variable y el contenido, lo estable, al contrario de lo que
sucede con el símbolo en general, ya que la riqueza de éste radica,
precisamente, en que su significante permanece a través del tiempo en las
distintas culturas y su significado es el que varía, manteniendo un contenido
básico, según las diversas interpretaciones que reciba de los individuos o
colectivos que analicen la imagen simbólica.
Asimismo, dentro de este ámbito, ningún aspecto escapa a la función
simbolizadora del lenguaje, ni siquiera el propio lenguaje, ya que éste se
convierte en elemento denotado por él, en lo que entendemos por la propiedad
de reflexividad. Esto quiere decir que es mediante el propio lenguaje que
hacemos referencia a sus características particulares, a su descripción, a su
estudio en los diversos aspectos que lo componen y a las mismas expresiones
lingüísticas que utilizamos a diario para comunicarnos.
El simbolismo masónico es un lenguaje comparable al simbolismo matemático;
conviene a todos los espíritus, incluso a los más racionales. Lejos de estar
superado, encuentra una justificación nueva en los progresos de la psicología y
de la sociología moderna que muestran cuanta necesidad tiene el espíritu
humano de los símbolos para comprender las realidades de la vida.
O tal como señala la Gran Logia en uno de sus documentos sobre la
Enseñanza del Simbolismo en el Grado de Aprendiz,
El mecanismo del símbolo está directamente relacionado con un fenómeno
psicológico que interviene en todos los procesos mentales; es la llamada
asociación de ideas, pero debemos advertir que puede también el símbolo
representar una sola idea.
El Símbolo, en Masonería, ha sido adoptado por su libertad de interpretación, lo
que permite, dentro de los límites razonablemente impuestos, una mayor
perfección en la personalidad humana, ya que tiende al desarrollo de ella sobre
la base de un esfuerzo reflexivo en el libre examen de sus diversas
interpretaciones.
Esta capacidad del simbolismo como lenguaje propio de la tradición masónica
iniciática, permite al aprendiz avanzar paulatinamente por una serie de
conocimientos graduales que implicarán la internalización de un sistema
valórico —moral y de autoconocimiento— de gran riqueza y complejidad que
pretende estimular en el recién iniciado el perfeccionamiento de su persona, en
primer lugar, para que por medio de este desbastamiento de la piedra original
de la cantera individual el masón pueda incidir en la sociedad no a través de
una pseudo cuota de poder, sino a través de su ejemplo, de sus virtudes
humanistas laicas y de sus cualidades que lo distingan más allá de cualquier
persona de bien, características que deberán darle el sello que la Orden busca
imprimir en todos los H\H\ La enseñanza masónica no es una metafísica. La
Iniciación masónica no es una Revelación definitiva de una Verdad única. La
vía iniciática brinda al individuo los instrumentos simbólicos indispensables a su
perfeccionamiento; no es un dogma sino un método. El lenguaje simbólico es,
por otro lado, lo que permite la unidad e identidad de la Orden, ya que siendo
uno de sus principios fundamentales la libertad de pensamiento, es de suyo
necesario encontrar opiniones divergentes a su interior entre los distintos H\H\;
sin embargo, nos encontramos unidos, precisamente, gracias a los símbolos y
a los ritos que nos caracterizan, nos enseñan y nos transmiten esa energía
espiritual que hace posible que todos los iniciados de todos los tiempos se
reúnan en una comunidad de sentimientos, pensamientos y acciones.
Ese enorme flujo de energía que cada uno de nosotros, como neófitos,
recibimos en la Iniciación, debe canalizarse hacia la depuración del yo interior,
para desbastar la piedra bruta y contribuir así a la Gran Obra del templo interior
decorado.
Bibliografía
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Azcona, José (1988). Para comprender la antropología, 2 vols., Verbo Divino,
España.
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com/seitz.html
Escudero, Roberto (2007). “Efecto túnel en superconductores”, en Investigación
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González, Federico; Francisco Ariza, Fernando Trejos, José Manuel Río, L.
Herrera, Mª V. Espín, Mª A. Díaz y A.
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Gran Logia de Chile (s/f). Manual de Instrucción para el Grado de Aprendiz.
Lavagnini, Aldo (1988). Manual del Aprendiz, Kier, Buenos Aires.
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Manuel Algora Corbi, Barcelona, Luis Cárcamo Editor. Disponible en:
http://www.spicasc.net/kyba.html
Vâlsan, Michel (1969). Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada,
compilación póstuma de la obra de René
Guénon, EUDEBA, Buenos Aires.
Wirth, Oswald (s/f). El libro del Aprendiz.

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