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¿Tiene usted algo negativo que le pasó en las últimas 24 horas o en la semana
pasada? Si no lo tiene pues, ¡lo tendrá! El Señor Mismo dijo, “En este mundo
tendrá problemas.” Pero Él también dijo, “¡Anímese! Porque yo he vencido al
mundo.”1 También el apóstol Juan dijo, “Esta es la victoria que vence al mundo:
nuestra fe.”2 Cuando circunstancias negativas entran en nuestras vidas, es
importante saber que podemos confiar en Dios que es fiel en medio de nuestros
retos.
El Señor dijo, “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras jamás pasarán.” 3 Eso
significa que su palabra es más cierta que todo lo que sentimos y más verdadera
que cualquier circunstancia que tengamos en nuestras vidas. ¿Qué es la fe? Creer
en la palabra de Dios.
Especialmente necesitamos saber que la palabra de Dios es más cierta que
nuestro sentimiento cuando nos golpe lo negativo. ¿Cuánta fe dice el Señor que
se necesita para hacer frente a situaciones? ¿Cuál es la cantidad más pequeña de
la fe? Jesús dijo, “Porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de
mostaza…”4 Un grano de mostaza es una semilla redonda y pequeña. Pienso que
es por Su gracia que El dice que necesitamos solamente un grano de mostaza. Yo
agradezco que El no diga que necesitamos la fe del tamaño de una naranja o una
manzana.
Si sólo “sentimos” algo y no hacemos nada más, damos vueltas en espiral
descendente. Pero si tomamos ese grano de mostaza de la fe y elegimos
voluntariamente creer en Dios por Su Palabra un poco, a pesar de que nuestros
sentimientos estén gritando a 180 grados en la otra dirección, entonces Dios tiene
algo con que trabajar. Nos pide que confiemos en El, “a vivir por fe, no por
vista.”5La Biblia dice en Romanos 1:17 que vamos “de fe en fe.” Tomamos a Dios
en Su palabra, luego un poco más y un poco más.
Muchas veces la gente me ha dicho, “Un buen cristiano no debe sentirse así.” O
he escuchado a otra gente decir, “Si yo fuera usted, no me sentiría de esa
manera.” El hecho es que usted se siente de esa manera, así que ¿qué va a hacer
al respecto?
¿Alguna vez ha visto usted este diagrama del tren? El motor representa la Palabra
de Dios, la Biblia, lo que es la verdad: “El hecho.” El vagón del carbón representa
nuestra fe en la Palabra de Dios. Y por último, el furgón de cola representa
nuestros sentimientos. Es el motor lo que arrastra el tren, no el furgón de cola.
Está bien tener sentimientos. Usted fue creado a la imagen de Dios como un ser
emocional y usted sí que tiene sentimientos. Pero los sentimientos no son dignos
de confianza. Necesitamos poner la fe en Dios y en Su Palabra.
Creo que nuestro mejor ejemplo, como siempre, es el Señor Jesucristo Mismo. Si
usted lo mira a El en el huerto de Getsemaní, la misma noche antes de ir a la cruz,
Jesús no estaba diciendo, “El hijo de Dios no debe sentirse de esta manera.” El no
estaba diciendo, “Si yo estuviera confiando en Dios no me sentiría de esta
manera.” Si usted se fija en estos pasajes, podrá ver que El sentía todo lo que
había de sentir. El versículo dice, “El comenzó a entristecerse y a angustiarse en
gran manera…´´Mi alma está muy triste hasta la muerte. ´”6 Fíjese en las palabras
en las Escrituras que le describen durante esos momentos. El estaba
profundamente inquieto, angustiado, agónico – todos sentimientos. Pero El estaba
confiando en el Padre en medio de sus sentimientos, diciéndole al Padre, “…no
como Yo quiero, sino como Tú.”7
Ellos tenían un hijo de 17 años que siempre les creaba problemas. El había creado problemas para
su madre, para su padre, y para sus hermanos y hermanas. Ellos habían hecho todo lo que sabían
hacer por él y simplemente no funcionó. Así que en el camino hasta su casa, por primera vez, ellos
Le dieron gracias a Dios por su hijo y Le alabaron a Dios por su hijo.
Su hijo había estado sólo esa noche en casa y mientras ellos se dirigían hacia la entrada de su
casa, cada luz estaba encendida. Ellos oraron, “Padre, Te damos gracias y Te alabamos por
nuestro hijo. Incluso Te alabamos y Te damos gracias porque las luces estén encendidas.”
Después entraron en la cocina y allí estaba el mayor desastre que jamás usted haya visto. En el
mostrador había bandejas de hielo y latas de refresco, pan y mayonesa, mostaza, carne fría,
galletas y papas fritas. Ellos se detuvieron y dijeron, “Señor, Te alabamos y Te damos gracias por
nuestro hijo. Incluso Te alabamos y Te damos gracias por este lío.”
Ellos continuaron alabando a Dios y dándole gracias a Dios por su hijo, todo ese día, al día
siguiente y al día después. El próximo día, domingo por la tarde, hubo un golpe en la puerta del
cuarto de dormir. Y el hijo les dijo, “Mamá y Papá, ¿puedo entrar para hablar con ustedes?” El
continuó, “Mamá, Papá, yo he estado pensando mucho, especialmente en los últimos días.
Ustedes saben por todo el tiempo que puedo recordar, me he sentido desgraciado, infeliz, y
frustrado. Ustedes saben que no puedo desahogarme con mis amigos, porque yo necesito a mis
amigos. Tengo que ser amable con mis amigos. Tampoco puedo desahogarme con mis maestros
porque quiero sacar por lo menos notas satisfactorias. Es que me doy cuenta, Mamá y Papá, que
he estado desahogarme con la familia. Simplemente quiero decirles que no voy a hacerlo más.
Cuando alabamos al Señor por lo que no nos gusta, Lo incorporamos en lo negativo y soltamos Su
poder para que pueda funcionar. La alternativa es mantener tapado todo y no permitir que El entrar
en nuestra situación negativa. Yo creo que nos amargamos a medida que no damos gracias. No
quiero llegar a ser un amargado en la vida; entonces yo sé que necesito alabar a Dios y darle
gracias ahora.
Incorporamos a Dios en lo negativo dándole gracias y alabándole.
Santiago 3:8-10 dice, “Pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal
que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal. Con ella bendecimos al Dios
y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza
de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos,
esto no debe ser así.”
Estremecido por estas palabras fuertes, el pastor dijo, “¿Que quieres decir por cuánto tiempo he
estado maldiciendo a mi hijo?” El consejero le respondió, “Pues, la palabra maldecir significa hablar
mal de, o no hablar bien, de alguien. Y todo lo que acabaste de decirme es una forma de no hablas
bien de tu hijo. ¿Por cuánto tiempo has hecho eso?” El pastor bajó la cabeza y dijo, “Pues, me
figuro que lo he maldecido por toda su vida. Nunca jamás tuve nada bueno que decir sobre él.” Y el
consejero dijo, “¿No ha resultado bien, verdad?” El pastor le dijo que no.
El consejero dijo, “Quiero desafiar a ti y a tu esposa que por los próximos dos meses, cuando su
hijo venga a la mente, quiero que ustedes lo bendigan. Quiero que ustedes pidan las bendiciones
de Dios para él. Cuando hablen de su hijo en la casa, quiero que ustedes traten de recordar algo
bueno acerca de él. Quiero que hablen bien de él.”
El pastor dijo, “Creo que tengo todo de ganar y nada de perder así que voy a hacerlo.” El regresó a
su casa y le explicó todo a su esposa, quien estaba de acuerdo, y empezaron. Cuando ellos
oraban por su hijo, pedían las bendiciones de Dios para él. Cuando hablaban de su hijo, ellos
trataban de recordar unas cosas buenas acerca de él. Ellos continuaran haciendo eso día tras día.
Llegó el día. Ellos almorzaron. El hijo vino vestido de ropa vieja y haraposa. Traía el cabello largo y
un poco revuelto. Mientras que antes el padre le hubiera sido criticado y juzgado, esta vez entró
con una actitud de aceptación de su hijo, la bendición de él en su corazón. Le hacía preguntas a su
hijo y escuchaba sus respuestas. El padre le dio afirmación al hijo cuando era apropiado hacerlo. A
la terminación de ese almuerzo, el hijo miró al otro lado de la mesa y dijo, “Papá, no sé qué está
pasando aquí pero he disfrutado un poco de estar contigo.” Entonces el padre dijo, “Pues, yo he
disfrutado de estar contigo también, mi hijo.” El hijo dijo, “Pues Papá, ¿piensas que yo podría ir a la
casa y pasar aunque sólo sea esta noche en mi vieja cama y ver a Mamá y a la familia? Sólo por
esta noche.” El padre dijo, “Cierto hijo, nos encantaría tenerte.”
Durante el resto de ese día, el padre llevaba el corazón herido por darse cuenta de la diferencia
que había hecho el dejar de maldecir a su hijo y empezar a bendecirlo. Esa noche cuando el hijo
estaba en su cama en su cuarto de dormir, el padre entró lentamente y se sentó. El dijo, “Mi hijo,
¿me perdonas por todas las maneras en que te he tratado a través de los años?” Y el hijo dijo, “Sí
Papá, te perdono.” Y él puso sus brazos alrededor del cuello de su padre. Ese fue el comienzo de
la restauración de esa relación. Pero ¿cuál fue el verdadero comienzo? El verdadero comienzo fue
cuando el padre y la madre empezaron a bendecir a su hijo en sus corazones.
No lo entiendo, pero en una manera única Dios lo honra cuando bendecimos a otros y cuando no
los maldecimos. Cosechamos lo que sembramos. Si sembramos maldición, vamos a cosechar
maldición. Si sembramos bendición, cosechamos bendición. Y yo prefiero cosechar bendición,
¿usted también?
El Señor reconoce que tenemos quejas unos contra otros. Pero Él dice que
cualquiera que tenga queja, exactamente como el Señor a usted le perdonó, así
usted debe hacerlo también. Todos nosotros hemos sido heridos. Yo creo que las
heridas más profundas vienen de dentro de nuestras propias familias o provienen
de las personas que están más cerca de nosotros.
Hay tantas cosas que son absolutamente inexcusables. Pero no hay nada que es
imperdonable. Alguien ha dicho, “Perdonar es librar al prisionero solamente a
descubrir que el prisionero era usted.” Mi padre nunca me pedía perdón. Pero Dios
me pedía eso y lo hizo toda la diferencia.
Tal vez usted esté pensando, “¿Pues, que hago si la persona que necesito
perdonar ya ha muerto?” Las buenas nuevas son que Dios no está limitado por
tiempo. El es el mismo ayer, hoy y siempre. Yo creo que usted puede decirle al
Señor lo que hubiera dicho y El lo honrará.
¿Hay algo de herida muy profunda? O sea que Dios dé a usted la gracia a
perdonar y por hacerlo usted incorporará a Dios en lo negativo y soltará Su poder
a trabajar.