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Síntomas y sistemas familiares.

Diagnóstico relacional
José A. Soriano

Índice
1. Introducción. Instrumentos diagnósticos
2. Las triangulaciones: manipulatorias (neurosis) y desconfirmadoras (psicosis)
3. Daño psicológico sin triangulación. Pseudotriangulaciones
4. Lo cognitivo, lo emocional y lo pragmático en el individuo y en la familia
5. Aproximaciones a las clasificaciones psiquiátricas clásicas (DSM, CIE).
Aportaciones de Cancrini y otros
6. Diagnóstico relacional

1. Introducción: Instrumentos diagnósticos

Desde la perspectiva sistémica, el diagnóstico psiquiátrico se ha contemplado


siempre con suma precaución. Sin embargo, acercarse a la psicopatología
individual sin perder el acento en los procesos relacionales responde a un
esfuerzo de integración donde el respeto por la complejidad no excluya,
paradójicamente, ninguna variable. En la emergencia de patología psíquica se
articulan, con distinto grado de influencia, factores físicos, psicológicos
individuales y ambientales. El paso de tiempo y el subjetivismo del observador
modifican la importancia de cada exigencia, sea externa o interna. En una
misma familia unos mitos adquieren mayor grado de significación que otros,
algunos acontecimientos dejan huellas más profundas o determinados
órdenes jerárquicos influyen de distinta manera sobre cada miembro del
sistema.

Para los hijos, el entorno familiar constituye el espacio de relación más


significativo. En su seno se hallan las principales referencias sobre su
persona y sobre la trascendencia del trato con los demás. Encontrar
seguridad y códigos relacionales claros será crucial, al cimentar la salud
mental. El individuo en desarrollo, por su dependencia, se muestra
extraordinariamente sensible a dos circunstancias familiares clave: el
funcionamiento parental y la armonía entre sus cuidadores. La riqueza y
bondad en ambos aspectos van a aportarle un enorme capital para afrontar
con recursos el futuro. Referente a los trastornos mentales, incluso la
mayoría de tendencias morbosas que vengan reflejadas en los genes
encontrarán profilaxis en un sólido ambiente psico-social. Así se reconoce en
Psiquiatría al hablar de etiologías multifactoriales.

El término parentalidad se refiere a las funciones básicas que deben cubrir


los adultos en la crianza de sus hijos. Destacan dos aspectos:

- La socialización, que incluye dos funciones: las normativas, para el


aprendizaje de normas y límites de convivencia, preparando el contacto
social, y las protectoras, que procuran abrigo frente a los riesgos
externos. Ambas pueden fallar por defecto o por exceso.
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- La nutrición emocional- cuidados físicos y efectivos que aseguran al


individuo que existe como tal para los demás (se le reconoce), que se le
aprecian sus cualidades (es valorado) y que se le quiere (es digno de
recibir amor). Dichos contenidos protegen la integridad individual y animan
a aceptar las exigencias acordes con las expectativas sobre su persona.
Deben recibirse de forma constante, inequívoca y directa.

Fallan más raramente, al pertenecer a un nivel básico e indispensable para la


persona, pero su ausencia conlleva una mayor carga nociva.

Por su parte, la conyugalidad alude a la relación de pareja. Las familias de


origen dejan notar sus influencias desde los primeros compases, aportando un
doble legado: sus modelos de reglas y su propia existencia como potentes
sistemas de referencia donde encajar la pareja. Salvador Minuchin y la
Escuela estructural insisten en la importancia de unos límites definidos entre
los cónyuges y los demás subsistemas familiares. Protegido de injerencias
externas, aunque sin llegar a un extremo aislamiento, el subsistema conyugal
puede dedicarse mejor a sus tareas: el apoyo mutuo y el cuidado de las
cuestiones que se comparten. Entre estas últimas, una de muy especial:
ejercer de padres.

Parentalidad y conyugalidad son dos aspectos referidos a la pareja parental,


con influencia recíproca. Ambas se modifican con el ciclo vital y según
cambios de entorno. Admiten diferencias individuales y culturales.

Juan L. Linares aporta una aproximación a los principales cuadros


psicopatológicos observando la función parental y el grado de armonía
conyugal. Propone directrices conceptuales útiles a través de metáforas-guía,
una expresión que evita la rigidez clasificadora y elude reducir la
psicopatología, de forma lineal, a un producto exclusivo de la incompetencia
de los progenitores. Algunas entidades clínicas se acomodan mejor que
otras a un esquema concebido con la relatividad que preside toda reflexión de
talante sistémico. Aunque su desarrollo admite conexiones entre los distintos
cuadros y grados variables de disfunción, presentaremos, de forma sintética,
las cuatro combinaciones extremas de funcionamiento parental y conyugal.

2. Las triangulaciones: manipulatorias (neurosis) y


desconfirmadoras (psicosis)

Parentalidad conservada con Conyugalidad armoniosa:

El interés sincero por el bienestar y el desarrollo de los hijos, con la


armonía conyugal como telón de fondo, representa el mejor terreno para la
crianza. Las funciones parentales se mantienen funcionales incluso en los
casos de separación conyugal, si los padres consiguen un nuevo equilibrio
emocional en el marco de las relaciones de adultos. Con mecanismos
compensatorios propios, la pareja parental sana lleva ventaja ante la
enorme labor de buscar consenso y coherencia, repartir tareas, aceptar
errores y resolver problemas. Los hijos quedan a salvo ante eventuales
trampas relacionases constituyendo, asimismo, otra fuente de

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enriquecimiento emocional para sus padres. La patología psíquica que pueda


aparecer encontrará siempre unos márgenes de seguridad. Trastornos
psicosomáticos menores y cuadros traumáticos, como la toxicomanía A de
Cancrini, destacan en este apartado.

Parentalidad conservada con Conyugalidad disarmónica:

El sincero interés por el bien de los hijos puede quedar en segundo plano
cuando los cónyuges se enzarzan en una relación conflictiva. En tales
condiciones, la formación de un triángulo, con la inclusión de un hijo, puede
equilibrar la pareja. Guerin y col. (1996) destacan el mecanismo triangular
por el cual cada actor queda supeditado a los otros dos, sin poder adoptar
una posición personal independiente ni encontrar lugar para el autoexamen.
La triangulación de un hijo es una propuesta relacional nociva, puesto que
compromete la autonomía individual y provoca una alerta constante. En dos
de las principales áreas de la nosología psiquiátrica se observa como una
parentalidad primariamente conservada se deteriora, de forma secundaria, por
la existencia de una conyugalidad disarmónica:

1. Neurosis: Ansiedad, irritabilidad, inseguridad, problemas de concentración,


dificultades para centrar la atención o para dirigir la actividad son síntomas
propios de situaciones desorientadoras y conflictivas. El neuroticismo se
asocia a una gran susceptibilidad a estímulos de recompensa y de castigo.
Un hijo expuesto a una triangulación manipulatoria vive en las condiciones
experimentales que se relacionan con la aparición de síndromes
neuróticos. La pareja parental con relación simétrica inestable, a pesar de
mantener la nutrición emocional y la protección de exterior, emite mensajes
enfrentados que deterioran la función sociabilizante de la parentalidad. Al
no existir acuerdo, las instrucciones de un progenitor llevan al hijo a
enfrentarse con el otro, sin descubrir pautas claras y universales. Dicha
disfunción parental se ha denominado doble parentalidad o, en términos
de Bridgman (1984), parentalidad incompatible.

La ansiedad invasora se categoriza como trastorno por ansiedad


generalizada, la interacción intergeneracional erotizada recuerda los
mecanismos clásicos de la histeria, la desmesura en la duda se tilda de
obsesión, el pavor por ser triangulado apunta a la evitación fóbica, los
temores centrados en la salud física preparan el terreno para la hipocondría y
los demás trastornos somatoformes. Por último, intuir o llegar a descubrir la
instrumentación de uno mismo en el juego diádico conyugal conduce a la
desmoralización crónica, propia de la distimia.

2. Psicosis- La desconfirmación es la modalidad de comunicación más dañina.


En las llamadas parentalidades incongruentes (Bridgman, 1984) se
producen triangulaciones desconfirmadoras, donde los mensajes se niegan
recíprocamente. Los cónyuges no hablan directamente de su terrible falta
de armonía, sino de forma velada, con la utilización de triángulo relaciona.
Al no especificarse en qué calidad participa el hijo en la interacción, la
nutrición emocional sufre un enorme deterioro, viéndose privada de
manifestaciones abiertas de amor, valoración o, incluso, reconocimiento. El
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desconcierto de receptor se manifiesta con un intenso sufrimiento. En tales


circunstancias la actividad pierde su rumbo, mientras se favorecen las
interpretaciones delirantes y las alteraciones perceptivas.

3. Daño psicológico sin triangulación. Pseudotriangulaciones


Parentalidad deteriorada con Conyugalidad armoniosa:

En una pareja funcional no existe lugar para las triangulaciones. Sin embargo,
las carencias pueden acontecer si falla la parentalidad. Dos entidades
presentan claras depravaciones en dicha tesitura:

1. Depresión mayor- Es necesaria una exploración cuidadosa en la historia


relacionar de la familia de origen para captar experiencias de rigurosa
socialización carentes de protección emocional adecuada. La desnutrición
emocional es difícil de identificar desde un contexto presidido por el
acuerdo en la pareja y la adaptación a la normativa social. El tipo de
parejas que van a constituir los futuros enfermos depresivos estarán
condicionadas a la necesidad de hallar, por fin- el afecto anhelado. Llueve
sobre mojado cuando, característicamente, atraen personas apremiadas
por demostrar su capacidad afectiva, más allá de sus capacidades reales,
a menudo limitadas por tristes experiencias tempranas en su propia
familia. Ante una necesidad imperiosa de protección y cuidado, resultará
desesperanzador que se produzca otro fracaso. Cuando emergen los
síntomas incapacitantes, habitualmente en la edad adulta, el malestar se
halla transferido en el tiempo y los desencadenantes inmediatos resultan
poco convincentes para explicar la profundidad de un cuadro que bloquea
ilusiones, satisfacciones y actividades, aproximando el deseo de morir. La
relación de pareja llegará a una situación de tablas, que denominamos
relación complementaria rígida: un cuidador abnegado, demostrando su
capacidad de sacrificio junto a un enfermo, fracasado ante todos, que
obtiene control relaciona a golpe de síntomas.

2. Trastorno límite de la personalidad: Cuando la conyugalidad armoniosa no


consigue impedir el fracaso combinado de las funciones parentales
(nutricias y socializantes), el terreno se encuentra abonado para que emerja
uno de los cuadros psicopatológicos de más complicado manejo. A medio
camino de la rotura psicótica, el trastorno "borderline" concentra un intenso
vacío afectivo acompañado de una enorme dificultad en el trato
interpersonal. El fallo primario y estrepitoso de la parentalidad, en contraste
con el acuerdo existente en la pareja, resulta difícil de comprender sin
acudir a un análisis de contexto en el que se produce. Condiciones
adversas y carencias arrastradas por los propios padres pueden encontrar
alivio en la relación conyugal, aunque se conviertan en obstáculos para la
dedicación serena en el cuidado de alguno de los hijos. La historia
trigeneracional puede explicar descuidos emocionales en las familias de
procedencia de los propios padres. En otras ocasiones, el vínculo
paterno-filial carece de una base firme, como en adopciones tardías o en
familias reconstituidas donde la nueva pareja no accede a la parentalidad.

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La desesperada búsqueda de consuelo y la inadecuación en las relaciones


sociales se reflejan en un aparatoso cuadro caracterizado por la
inestabilidad relacional, con tendencia a idealizar incipientes relaciones para
demonizarlas al menor contratiempo. La relación terapéutica no escapa a
dicha eventualidad, pudiendo bloquear al terapeuta. Clásicamente, se ha
descrito una grave depresión escondida tras un cuadro repleto de
espectacularidad.

Parentalidad deteriorada con Conyugalidad disarmónica-

1. Trastornos bipolares Los argumentos biológicos predominan en un terreno


que ha quedado un tanto al margen de la psicoterapia. El interés familiar se
centra en el importante control de los síntomas que ofrecen los tratamientos
médicos. En estas familias destaca un patrón de parentalidad idéntico al de
la depresión mayor: desnutrición emocional con preservación de la
socialización. La diferencia con la depresión unipolar radica en el
desencuentro conyugal, que permite triángulos. El mapa relacional
ofrecido por los progenitores ha sido descrito por la Escuela de Heidelberg
como escindido, con tendencias contrarias irreconciliables. Más tarde se
verá el reflejo en mutaciones clínicas filiales capaces de oscilar de la
profunda depresión a la intensa y psicótica vitalidad.

Algunas historias conyugales paternas contienen momentos de intensa


felicidad alternados con tristes separaciones. Ninguna de las coincidencias
reseñadas son fáciles de evidenciar en la sesión terapéutica. Tampoco resulta
simple conseguir que se acepte manía y depresión integradas en una misma
narración, ante rígidas cogniciones normativas forjadas en el seno de
relaciones paradójicas.

2. Sociopatías: Familias y medios sociales desestructurados participan de


condiciones sórdidas donde se percibe el abandono y el caos. Ni se da
ni se recibe nada estable y seguro. Cuando la disarmonía conyugal se
acompaña de incapacidad para cuidar a los hijos, el terreno queda
abonado para el desarrollo de egocentrismo, la irresponsabilidad y el
comportamiento antisocial. La vivencia carencial, de quien no recibe
afecto ni protección, se refleja en su vida adulta con despreocupación
por el bienestar propio y ajeno. Atendiendo a un sálvese-quién-pueda, es
factible agarrarse a grupos marginales con posibles actividades
delictivas. Sin constituir un proyecto en sí mismos, los hijos nacen de
relaciones tan apasionadas como fugaces, proporcionando algún vínculo
para los padres. La sintonía sexual puede mantenerse intacta, a la par
del conflicto simétrico que caracteriza la pareja y que puede llegar al
maltrato. La parentalidad se hunde desde las primeras etapas, incluyendo
abusos y abandonos extremos que terminan alarmando a terceros. Sin
embargo, la nutrición emocional puede estar presente cuando algún
miembro de la pareja se aleja. Estas experiencias amorosas permiten, a los
hijos, la existencia de parejas.

3. Familias multiproblemáticas: La caotización del sistema familiar se produce


ante el fracaso parental y conyugal. El equilibrio funcional familiar no se

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logra a pesar de concentrar diversos miembros sintomáticos. Los servicios


comunitarios pueden sobreimplicarse.

4. Lo cognitivo, lo emocional y lo pragmático en el individuo y en la


familia

En las posiciones tradicionales correspondientes a la primera cibernética el


observador se situaba fuera del sistema para poder actuar sobre él. Era el
camino del racionalismo ya emprendido por multitud de científicos y por los
pioneros de la teoría sistémica que buscaban aprehender la realidad.

Pero la historia de la filosofía está construida también sobre un segundo


discurso que parte del sujeto y de la reflexión sobre sí mismo, desde Platón
a Kant. Es el discurso del postmodernismo que parte de la cibernética de 2º
orden.

El observador/terapeuta regido por la cibernética de primer orden se sitúa


fuera del sistema e interviene sobre él, a través de alguna de las posibles vías
de acceso, la cognitiva, la emocional o la pragmática.

Los espacios cognitivo, emocional y pragmático se hallan bien


intercomunicados en el individuo y en la familia, lo que permite generalizar el
cambio aunque éste surja inicialmente en cualquiera de ellos. Si ocurre así, el
proceso se consolida, mientras que si el cambio permanece circunscrito a
uno de los tres espacios es fácil que pueda retroceder hasta su
desaparición. También es necesario su paso del plano individual al familiar
para su consolidación.

Los distintos modelos se han orientado preferentemente por algún canal,


siendo evidente la utilización del cognitivo por cognitivistas y psicoanalistas,
del pragmático por conductistas y psicodramatistas y del emocional por
guestálticos.

La intervención que cada modelo hace de su vía de intervención remite a la


correspondiente teoría que lo sustenta y es legítimamente discutible.

Los terapeutas sistémicos alumbrados por la cibernética de primer orden


también se decantaron por alguna de estas vías de acceso: los
comunicacionalistas de Palo Alto privilegiaron la vía cognitiva o
epistemológica; los estructuralistas de la costa este norteamericana eligieron
la vía pragmática, descartando lo introspectivo y lo emocional; la rama
europea de la terapia sistémica tiene bien presente el plano emocional de la
intervención.

La cibernética de 2º orden brinda al observador una posición privilegiada


para optimizar su capacidad técnica interviniendo en una encrucijada donde
convergen los espacios cognitivos, emocionales y pragmáticos de individuos y
familias. Con los instrumentos conceptuales que pone a su disposición
(circularidad, reflexividad, integración de objetividad y subjetividad) le facilita
moverse por tales espacios con comodidad y flexibilidad.

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El actor/observador debe saber que sus intervenciones generarán un proceso


de cambio a partir de uno de los tres espacios, cognitivo, emocional o
pragmático, y que éste puede generalizarse del individuo a la familia, o
viceversa.

5. Aproximaciones a las clasificaciones psiquiátricas clásicas


(DSM, CIE). Aportaciones de Cancrini y otros
Clasificación de las formas de sufrimiento psíquico según Cancrini

A principios de los 90, Cancrini (profesor de psiquiatría y psicoterapia de la


Universidad de Roma) propone una clasificación de los trastornos
psiquiátricos, tras revisar las clasificaciones nosográficas psiquiátricas clásicas
(Kraepelin, Jaspers), las de la psicodinámica clásica (Laplanche, -Pontalis,
Bergeret-Kernberg), la sistémica de Bowen sobre grados de diferenciación del
self y el concepto de ciclo vital familiar

Por un lado los conceptos de las clasificaciones fenomenológicas clásicas, los


criterios psicoanalíticos de fuerza del yo y de elección de los mecanismos de
defensa predominantes, nos permiten obtener una tipificación de las formas
de producción de síntomas (llamado también emergencia subjetiva), los
cuales hacen referencia a situaciones muy distintas.

El estudio desde el punto de vista de la emergencia subjetiva, nos lleva a


una clasificación de cinco áreas de pertinencia del trastorno
proporcionándonos una lectura horizontal de la situación. (Ver cuadro1).

La observación de los trastornos psiquiátricos en torno a los cambios de


fase del ciclo vital de la familia nos proporciona una lectura longitudinal de los
mismos. (ver cuadro 1). Los estadíos del ciclo están basados en la
clasificación de Milton Erickson.

La propuesta de Cancrini es que existen correspondencias significativas entre


los resultados obtenidos a partir de los dos sistemas de organización de los
datos, siendo esta diferenciación relevante desde el punto de vista de la
indicación y propuesta psicoterapéutica. Los datos se ordenan en tablas
basadas en la construcción de correspondencias, pero no deben concebirse
en términos de relación causal, sino en términos de manifestaciones
detectadas en una misma realidad psíquica utilizando distintos puntos de
vista. El ciclo vital de la familia, para que sea completo hay que integrarlo con
todas las situaciones psicopatológicas que se desarrollan dentro de otros
sistemas interpersonales.

Parámetros a utilizar para crear las correspondencias (cuadro 1):

Fases del Ciclo Vital Áreas de emergencias subjetivas

 Individuación hijo adolescente de las reacciones A. de las reaccciones


 Desvincluación A. de las neurosis

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 Joven adulto en fase individuación A. situaciones límite


 Familia con niño pequeño A. de las psicosis
 Adaptación a tercera edad A. de los desarrollos

A continuación describimos los diferentes trastornos de cada una


de las áreas:

• Área de las reacciones: en ella se aprecia una evidente cronología entre


los síntomas o trastorno psíquico y un acontecimiento externo (depresión
reactiva y algunos trastornos del anciano)

• Área de las neurosis: comprende desde el punto de vista de la emergencia


subjetiva, el carácter neurótico, la neurosis histérica, fóbica, de ansiedad,
obsesiva, trastornos de la función sexual, trastornos precoces de la pareja,
trastornos de ansiedad más o menos somatizada, trastornos depresivos,
trastornos psicosomáticos.

• Área de las situaciones límite: estas condiciones se habían definido a


caballo entre las psicosis y neurosis y se presentan como trastornos de la
personalidad con síntomas fugaces e inconstantes de tipo diverso
(neurótico o psicótico) aunque algunos autores incluyen formas graves de
neurosis obsesivas.

• Área de las psicosis: esquizofrenia catatónica, hebefrénica, paranoide,


simple pseudoneurótica, florida o reactiva, verdadera o defectual, brote
psicótico, autismo, carácter esquizoide, delirios, disociación, posición
esquizoparanoide, posición depresiva, psicosis, psicosis delirante crónica,
psicosis maniacodepresiva (cíclica, ciclotimia, crisis maniacas o depresivas,
trastorno afectivo bipolar), trastorno esquizoafectivo, trastorno
esquizofreniforme, trastorno límite de la personalidad, trastornos psicóticos
de tipo productivo.

Cancrini propone en su libro La caja de Pandora, Manual de psiquiatría y


psicopatología (Paidós, 1996) un glosario tanto para las neurosis como
psicosis, para aclarar las definiciones que se dan en cada área y que es
forzoso consultar ya que no provienen de una sola fuente como podría ser el
DSM-IV-R o ICD-10.

• Área de los desarrollos o patologías intersistémicas: son condiciones de


sufrimiento caracterizadas por la interacción recurrente entre los
trastornos de la personalidad del individuo y las respuestas de la realidad
social circundante como el desarrollo sociopático, el paranoico el deficitario.

• Comportamientos sintomáticos de segundo nivel: Son comportamientos que


a pesar de tener su origen en las dificultades propias de una de las áreas
anteriores que solo se ven al bloquear el síntoma que aparece como más
evidente, se desarrollan a lo largo del tiempo de una manera autónoma. Se
incluyen las toxicomanías, trastornos del comportamiento alimenticio y los
psicosomáticos.

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• Los trastornos de la infancia, adolescencia y tercera edad están


expresados también en términos de ciclo vital y emergencia subjetiva pero
no siempre están relacionados con alguna de las áreas.

6. Diagnóstico Sistémico. Puentes con las clasificaciones


psiquiátricas
Stierlin: familias centrífugas y centrípetas. Otras tipologías de la escuela
de Heildeberg.

Stierlin a partir de 1972, introduce un modelo o tipología de familias basado


en los modos de interacción, entendidos como estructuras o escenarios de
relación que ejercen una acción prolongada.

Los conceptos iniciales se denominaron familia o tipología centrípeta y familia


centrífuga y tuvieron su origen en el intento de describir dos constelaciones
familiares diferentes en el periodo de separación entre adolescentes y padres.

Si las fuerzas de la familia son dirigidas hacia fuera, las denominaremos


centrífugas y si son hacia dentro centrípetas.

Si predominan las fuerzas centrífugas, el ciclo de vida familiar y el


individual presentan una expulsión o separación inadecuada a la fase vivida,
es decir el niño o adolescente se evade o atenúa la atracción de la órbita de
los padres dando lugar a una autonomía prematura. El niño o adolescente es
rechazado, descuidado por parte de sus padres u otras personas de
referencia centrales y busca al máximo la importancia de los pares u otros
adultos. Las personas expulsadas, tienen luego una inmensa necesidad
de recuperar el calor y protección y buscan a padres y parejas sustitutivos
que satisfagan esta necesidad. Este modelo de separación, trata de aclarar la
secuencia y configuración que en los adolescentes da origen a diversas
formas psicopatológicas como la sociopatía.

Si predominan las fuerzas centrípetas, el niño o adolescente queda preso


más prolongada y fuertemente en el ghetto familiar y su separación de los
padres se retrasa, perdiendo importantes etapas de su individuación y
maduración. Los niños/adolescentes tienden a una posición de pasiva
dependencia, a no saber leer correctamente sus propias vivencias y a sentir
una lealtad intensa pensando que la supervivencia psicológica de sus padres
depende de él. Se explicaría así que a veces adolescentes mimados de
forma regresiva, se conviertan de pronto en tiranos despiadados. El trabajo
de liberación no realizado en el joven adulto, tiene muchas veces que
realizarse a posteriori en una terapia familiar o conyugal. En el ámbito de
psicopatología, este otro modelo puede aclarar secuencias que se dan en
ciertos tipos de esquizofrenia.

En estos intercambios o modelos, los hijos forman e influyen en sus padres,


como son formados e influidos por ellos (causalidad circular)

A medida que Stierlin y el grupo de Heidelberg (Wetzel, Wirrsching, Rucker)

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fue profundizando en el desarrollo de su modelo sobre los procesos de


separación en la adolescencia, tendió a hablar de fuerzas del vínculo y
expulsión en sustitución de los nombres anteriores, las cuales determinan
esencialmente si se logra el proceso de individuación normal.

Las modalidades externas del vínculo y la expulsión se observan en familias


con síntomas psicosomáticos graves y crónicos.

Olson y Beavers: tipologías experimentalistas

Dentro de las variedades expuestas para clasificar a las familias, hay dos
enfoques que cada vez tienen mayor grado de aceptación por parte de
diferentes profesionales y que están relacionados con conceptos que
pueden contribuir a su validez y con métodos empíricos que pueden usarse
con confianza.

El Modelo de Olson nace a principios de los 80 en la Universidad de


Minnesota y sigue vigente hasta la actualidad, existiendo multitud de trabajos
de investigación sobre él.

Las familias son evaluadas en dos dimensiones: la cohesión y la adaptabilidad


que surgieron de la adaptación conceptual de más de cincuenta ideas
propuestas por otros autores para describir la dinámica familiar y matrimonial.
La cohesión la define como “los lazos emocionales que tienen unos
miembros con otros” y las variables específicas que se usan para evaluarla
son: distancia emocional, independencia, límites, coaliciones, tiempo,
espacio, amigos, toma de decisiones, intereses y ocio. La adaptabilidad es
definida como “la habilidad del sistema marital o familiar de cambiar su
estructura de poder, relación de roles y reglas de relación en respuesta a
estresores de desarrollo y situacionales y las variables especificas son:
asertividad, control, estilos de negociación y reglas de relación.

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Modelo circunflejo de Olson


El modelo tiene una representación gráfica con la cohesión en abscisas y la
adaptabilidad en ordenadas. Las cuatro graduaciones de cada dimensión se
entrelazan dando lugar a 16 tipos diferentes de familias que según la
distancia al centro se reparten en 1. Balanceadas o equilibradas con valores
medios en las dos dimensiones 2.Medio con valores medios en una
dimensión y 3. Extremo, con valores también extremos para ambas
dimensiones. La salud se encuentra en el centro pero no de forma rígida
puesto que las familias evolucionan y en algunos grupos étnicos (italianos,
portorriqueños, hispanos) la cohesión puede ser culturalmente más fuerte.

El modelo se utiliza de dos formas: una escala de evaluación clínica para


profesionales (Clinical Rating Scale) y una escala de autoevaluación para
los miembros de la familia o pareja que es el cuestionario FACES (Family
Adaptability and Cohesion Evaluation Scale, 1985). El cuestionario ha sido

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validado con 1140 familias americanas y en España solo está validado


parte del mismo (Polaino-Lorente y col, 1995) aunque se han realizado
diversas investigaciones con la versión global (Millán, 1987 y Vecino 1990)

El Modelo sistémico de Beavers de evaluación de familias (1982) se


concibió para representar las observaciones directas y en vídeo de la
interacción familiar que se obtenía tras darles diferentes tareas a un grupo de
familias sanas y a otro disfuncional. El enfoque queda dimensionalizado en el
área horizontal correspondiendo a la adaptabilidad (interacción compleja de
características morfogénicas, en el sentido de competencia no de cambio) y
en el área vertical tenemos la cualidad estilística de una interacción
familiar vuelta hacia dentro para lograr satisfacciones (centrípeta) o hacia el
mundo exterior (centrifuga) o una combinación de las dos. Las familias se
evalúan globalmente en una escala de diez puntos como sanas, de nivel
medio o gravemente disfuncionales. Hay además trece subescalas que
abarcan diversos aspectos del funcionamiento de la familia como el poder
manifiesto, las coaliciones, la amplitud del afecto, la claridad de la
comunicación.

Este modelo no está validado en España y los estudios de correlación con el


modelo Olson son débiles. Los que desean utilizarlo deben seguir un
entrenamiento pero aunque es más complicado observar la interacción
familiar en lugar de pasar un autotest es útil para la evaluación inicial de la
terapia y se puede repetir para medir los resultados.

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Fig. 9. El Modelo Timberlawn

Gravemente perturbada Limítrofe Inestables Adecuada Óptima


Centrífuga

Probables Hijos
Sociópatas Probables Hijos
Probables
Limítrofes
Desórdenes
9. Conductuales
7.
4.
Mixta

5. Mixta 2. Adecuada 1. Óptima

8. Probables Hijos 5. Probables 3. Probables


Esquizofrénicos Hijos Hijos
Obsesivos Neuróticos
Centrípeta

‐ Límites pobres ‐ El sistema ‐ Comunicación ‐ Límites ‐ Negociación.


‐ Comunicación confusa varía desde lo relativamente bastante ‐ Elección
‐ Falta de foco de caótico a lo clara. claros. Individual.
atención compartido tiránico. ‐ Constantes ‐ Negociación ‐ Ambivalencia
‐ Los límites intentos de dolorosa. respetada.
fluctúan entre control. ‐ Dificultad de ‐ Intimidad.
ser rígidos o ‐ Control de los reconocer ‐ Calor.
pobres. instrumentos ambivalencia. ‐ Humor.
‐ Estallidos de de afedto. ‐ Períodos de
rabia. ‐ Distanciadora. buenas
‐ Depresión ‐ Ansiedad. relaciones
‐ Distanciadora ‐ Mal humor. combinadas
‐ Depresión. con luchas por
‐ Ambivalencia el control.
controlada por
represión

8. PERTURBADA CENTRÍPETA 6. LIMÍTROFE 3. INESTABLE 2. ADECUADA 1. ÓPTIMA


9. PERTURBADA CENTRÍFUGA CENTRÍPETA. CENTRÍPETA
7. LIMÍTROFE 4. INTESTABLE
CENTRÍPETA CENTRÍFIGA
5. INESTABLE MIXTA

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Bibliografía:

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