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1.

Acción humana y conducta (Acto de Hombre y Acto Humano)

El sujeto de lo moral y de lo inmoral es la voluntad libre.


Quedan fuera del objeto de estudio de la Ética los procesos y movimientos que no son libres, bien
porque en el momento en que se realizan escapan al conocimiento y a la voluntad (por ejemplo, el
movimiento reflejo del brazo cuando sufre inadvertidamente una quemadura), bien porque se trata de
procesos que no es posible dominar directamente a través del conocimiento y de la voluntad
(desarrollo físico, circulación de la sangre, etc.)
La Ética llama actos humanos a los que proceden de la voluntad deliberada, ya que el hombre ejerce
el dominio sobre sus actos a través de la razón práctica y de la voluntad, facultades que actúan en
estrecha unión. Las acciones no libres se denominan actos del hombre.
Lo moral, entendido genéricamente como opuesto a lo amoral (y no a lo inmoral), designa el modo
específicamente humano de gobernar las acciones.
Lo moral (en sentido genérico) y lo libre tienen exactamente la misma extensión. Todas las acciones
libres, y sólo ellas, son morales; todas las acciones morales, y sólo ellas, son libres.
Todo lo que el hombre libremente es (justo o injusto, generoso o egoísta) y todo lo que deliberada y
libremente hace, queda dentro del campo moral. El hecho de que lo que libremente se proyecta y se
realiza sea un comportamiento personal (privado), interpersonal o político no introduce ninguna
diferencia sustancial al respecto: el uso o abuso de bebidas alcohólicas que una persona hace en su
propia casa, el cumplimiento o incumplimiento de las obligaciones profesionales, y los actos
legislativos mediante los cuales una comunidad política se da a sí misma una determinada estructura
jurídica, son realidades igualmente morales. Y la razón es bien sencilla: todo lo que en el hombre no
es determinado por el instinto o por algún tipo de necesidad causal, ha de ser proyectado por la razón
práctica y querido por la voluntad, y esto es exactamente lo mismo que ser gobernado moralmente.
Pero para la Ética lo decisivo es que, en el mismo instante en que la persona humana decide apartarse
de lo razonable, esa decisión suya merece desaprobación, lo que muestra que su capacidad psicológica
de «obrar como le parece», lejos de ponerla fuera del ámbito de la moral, es precisamente lo que la
incluye en él.
El concepto de conducta pone de manifiesto una nota que la idea de libertad no explicita
suficientemente, sobre todo si esta última fuese entendida como simple libertad de coacción (como
«poder hacer» lo que se desea hacer, sin que nadie ni nada lo impida).
La Ética no se limita a enseñar que las acciones voluntarias pertenecen al reino de lo moral. Su
misión es orientarnos para que sepamos ordenar nuestras acciones voluntarias de modo que
sean moralmente buenas. La Ética debe reflexionar, por tanto, acerca de la bondad y de la
maldad específicas de las acciones libres.
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