Você está na página 1de 8

PROCESOS CONTEMPORANEOS DE ESTADOS UNIDOS

DALIA GONZÁLEZ GARCIA


“TRAICION AL SUEÑO AMERICANO”,ARIANA HUFFINGTON
11-DICIEMBRE-2017

En Estados Unidos la promesa de que, con trabajo y disciplina, cada generación


tendrá la oportunidad de hacerlo mejor que la anterior es lo que comúnmente se
conoce como sueño americano. Un sueño que tienen solamente principalmente la
clase media, un auténtico sentido social de esa nación, es el apoyo de su economía
y fundamento de su modelo politico.
La clase media estadounidense está en peligro, y su progresivo retroceso amenaza
con la conversión de Estados Unidos en una nación tercermundista, en la que sólo
existan dos clases, la de los ricos, que viven en casas bonitas, con vigilantes, con
armas (tipicamente) para proteger a sus hijos de los malos, y el resto de la sociedad.
La intención de Traición al sueño americano es hacer sonar una señal de alarma
para evitar la caida de esa clase media. El gobierno estadounidense ha invertido en
los últimos años muchos millones de dólares para impedir la caida de su sistema
financiero, pero muy poco para evitar el progresivo debilitamiento de las pequeñas
empresas y de los asalariados, cuando la devastación económica de la clase media
es mucho más desestabilizadora y amenazante, a medio y largo plazo, que la crisis
de los bancos demasiado grandes para quebrar.
Huffington hace un buen comentario en el que no tiene problema alguno en subrayar
la responsabilidad de esa peligrosa situación. Dice que al pueblo estadounidense
se le ha vendido la idea muy americana según la cual el trabajo duro y el juego
limpio le garantizarían cierta prosperidad y estabilidad, mientras Wall Street se
ocupaba de una transferencia masiva de riqueza de la clase media a los más ricos
del país. Los trabajadores comunes han sido tratados como la contraparte de un
juego de suma cero en favor de Wall Street. Los resultados han sido devastadores.,
una clase media en vías de extinción, una caída catastrófica de la movilidad social
y económica, y en último caso la quiebra de los fundamentos de la democracia.
Una realidad paralela: España y la Unión Europea
En Traición al sueño americano la autora se centra a la realidad estadounidense,
pero en el mundo globalizado del siglo XXI, con las economías tan interrelacionadas
entre sí no es difícil plantear una relacion entre varias de las cuestiones economicas
que aborda Huffington con respecto a Estados Unidos y las que se relacionan en
España y otros países de la Unión Europea, altas tasas de interes, condiciones
economicas debiles en el ambiente laboral, adelgazamiento de la seguridad social
(pensiones, cobertura al desempleo), deterioro de la sanidad y de la educación,
endeudamiento, , problemas hipotecarios etc. Traición al sueño americano consta
de cinco capítulos. Al final de cada uno se cuenta en primera persona una historia
protagonizada por un miembro de la clase media que explica su situación y cómo
ha llegado a ella. Este complemento ilustra bien la sensibilidad de la autora, que,
lejos de hacer un análisis socioeconómico, da sentido humano a la crisis y propone
una mirada esperanzada y constructiva hacia el futuro. indica la autora que la
experiencia de escribir este libro y recorrer luego el país para hablar de él le ha
dejado un sentimiento de esperanza. Porque le ha impresionado la resistencia, la
creatividad y la compasión de la gente a lo largo y ancho de Estados Unidos. Le han
convencido de que podemos cambiar las cosas si exigen más de sus dirigentes
políticos y económicos, y más, mucho más, de nosotros mismos. Y por eso, desde
la publicación del libro, en sus conferencias, ha concentrado su atención en los
pasos que, como individuos, como familias y como país, se han de dar para detener
nuestra uan llamada caida libre.

Los Estados Unidos del Tercer Mundo


El primer capítulo del libro desarrolla las causas del progresivo deslizamiento de ese
país hacia un paradigma social tercermundista, esto es, con una clase media tan
debilitada que prácticamente desaparece yse une a la clase pobre. Se analizan las
razones por las cuales se ha apretado tanto a la clase media como para asfixiarla.
Mucha gente en la parte superior de la cadena alimenticia de la economía ha hecho
un gran trabajo con el extrangulamento de la clase media. Pero los perdedores en
esas apuestas no fueron los inversores de Goldman Sachs, fueron millones de
americanos cuyo único crimen fue invertir con gran optimismo en el sueño
americano tan sólo para descubrir que había sido sustituido por un sofisticado
fraude.

La crisis económica ha provocado unos recortes presupuestarios que perjudican


directamente a la clase media, ya que suponen una menor inversión en educación,
asistencia médica y servicios sociales. Y lo trágico es que estos servicios se
recortan cuando más personas los necesitan. Un aspecto que la autora examina
con detenimiento es la financiarización de la economía. El sector financiero
representaba el 2,5 del PIB estadounidense en 1947, y el 8,3 en 2006: el sector
económico que produce y hace cosas de valor se reduce mientras que el sector
dedicado a conferir valor a cosas se expande. Se ha producido, por tanto, una
perversión de las necesidades, (extraño nombre) el sector financiero ha de ser una
herramienta de la economía de un país, no convertirse en la economía en sí misma.
A ello ha colaborado en gran medida la clase política con la aprobación de medidas
legislativas que favorecen al estamento financiero. La crisis de deuda también
parece llamar la atención de la autora. El déficit presupuestario pone a Estados
Unidos en una situación parecida a la de un paciente a punto de sufrir un infarto, se
puede intervenir con un proceso medico para posponer lo inevitable, pero lo que
realmente necesita el paciente no son medicamentos que controlen enfermedades,
sino un cambio de vida hacia estilos más saludables. Las autoridades fiscales
necesitan recordar que el manejo del déficit implica mucho más que el recorte del
gasto. Necesitan pensar en grande y reorientar su economía de tal modo que sea
de nuevo un motor para la producción y la productividad, no un vehículo para las
apuestas y la especulación. Por último, existe una peligrosa alteración de
prioridades., el excesivo gasto militar, que sustrae recursos económicos de áreas
más importantes, pone en peligro la estabilidad de Estados Unidos. En la mentalidad
de un país del Tercer Mundo, el pueblo pasa privaciones mientras el ejército dispone
cada vez de más recursos, y hay infinidad de países que ejemplifican este hecho.
Una característica de las naciones en decadencia es el creciente gasto militar a
expensas de otras prioridades esenciales, como sucedió en la europa antigua.

Pesadilla en la calle mayor


Este segundo capítulo indaga en los sentimientos y emociones de incertidumbre,
angustia y miedo que vive la clase media estadounidense, cuando ve que el paro
crece, los negocios cierran, el gasto público disminuye, las hipotecas se ejecutan y
las deudas con los bancos crecen sin cesar.
La autora propone un breve recorrido por la historia de la clase media en Estados
Unidos, a la que define como la espina dorsal de la nación: ya los padres fundadores
comprendieron la importancia de que las clases medias y bajas tuvieran interés en
la prosperidad de la nación y de las instituciones políticas, y Tocqueville apuntó la
igualdad general en la condición del pueblo como uno de los pilares de la
democracia estadounidense. La clase media se enriqueció entre 1945 y 1980 en
una proporción muy similar a la de la clase más adinerada. Pero con la revolución
de Reagan esto cambió drásticamente.

Se implantó poco a poco la creencia de que el gobierno no era una solución, sino
un problema. Y que la mano invisible del mercado libre podía determinar mejor a los
ganadores y perdedores de la sociedad: A los estadounidenses se les ha predicado
la palabra sagrada de los mercados sin regulación como el camino verdadero a un
más alto nivel de vida. Como parte de la nueva religión, nos hemos transformado
de ciudadanos en consumidores y hemos sido adoctrinados en un catecismo según
el cual el mercado y no la igualdad de condiciones es la base de nuestro país. Al
mismo tiempo, el contrato social, y en especial sus cláusulas sobre la protección de
los trabajadores, los pobres y los recursos naturales comunes, es reducido a
cenizas. Desde el New Deal, empezamos a construir una red de seguridad social
para ayudar a los más vulnerables entre nosotros. Pero., quién necesita una red de
seguridad cuando las leyes de la oferta y la demanda están para protegernos? Con
este modelo los ricos son más ricos y la clase media tiene que ajustarse el cinturón.
Poco a poco se ha impuesto un modelo según el cual la clase media obedece las
leyes, mientras que la clase empresarial manipula el sistema y se asegura de que
su licencia para quebrantar las reglas esté prevista en las reglas mismas. El ejemplo
perfecto de esto es el uso recurrente de paraísos fiscales: las empresas evitan pagar
millones y millones de dólares a las arcas públicas mediante este mecanismo de
evasión de impuestos. Pero no hay paraísos fiscales para la clase media, que se ve
obligada a pagar religiosamente sus impuestos. Otro mecanismo por el cual se ha
empobrecido a la clase media en beneficio de las grandes empresas (bancos,
principalmente) es el de la burbuja inmobiliaria y las hipotecas de alto riesgo, lo cual,
de paso, sirvió para diseñar una oleada de sospechosos productos financieros que
estuvieron a punto de colapsar la economía. Toda esa letra pequeña, todos los
productos tóxicos diseñados por los bancos para sacar el máximo beneficio posible,
han hecho perder sus casas a muchas familias. No solo por la codicia de los bancos,
sino por la aprobación por parte del gobierno de un proyecto de ley de quiebras que
pone de manifiesto toda una bancarrota moral.

Pero las hipotecas no son, naturalmente, la única clase de deudas que asfixia a la
clase media. Las tarjetas de crédito han empezado a utilizarse como un salvavidas
de plástico con el que pagar las facturas para llegar a fin de mes. Esto genera una
espiral de deuda que crece y crece, lo cual, sumado a la cantidad de trampas y
trucos que incluyen los bancos en el contrato de una tarjeta de crédito (además de
los intereses disparatados que se imponen, cercanos al 30 por ciento) han
desencadenado una «crisis de tarjetas de crédito.

La gente las usa para pagar cosas verdaderamente esenciales, así el conflicto
aumenta porque resulta cada vez más difícil costear las cuotas. Cuando no pueden
abarcarlas, los bancos intentan compensar pérdidas en otras áreas, dan la espalda,
aumentan las tasas de interés e imponen toda clase de gastos y penalizaciones, lo
cual hace aún menos probable que los consumidores puedan pagar sus crecientes
deudas. El miedo, la ansiedad, la depresión, la rabia y otros síntomas de malestar
pueden tener un impacto profundo en la mente de los estadounidenses y hacer que
se tambalee su confianza en sí mismos, una característica fundamental e
idiosincrosica de los ciudadanos de ese país.

América la "hermosa" ruinosa


Este juego de palabras da título al tercer capítulo, en el que se analiza el desolador
panorama que ofrece Estados Unidos desde el punto de vista de las
infraestructuras. Una de las señas de la identidad del país es su vertebración a lo
largo de su historia en torno a una potente infraestructura: autopistas, ferrocarriles,
puentes, tendidos eléctricos, canalizaciones de agua, presas, aeropuertos,
centrales energéticas, etcétera. En la actualidad, esa infraestructura presenta un
alarmante nivel de deterioro que implica ineficiencia para hoy y retraso económico
para mañana. Los datos son elocuentes: Estados Unidos invierte el 2,4 por ciento
del PIB en infraestructura, frente al 5 por ciento en Europa o el 9 por ciento en China.
Y el problema no es exclusivamente que la obsolescencia de las infraestructuras
haga poco competitivo a ese país, sino que se está perdiendo una oportunidad de
estimular el crecimiento, que no sólo genera una enorme cantidad de trabajo no
trasladable al extranjero, sino que hece productivos muchos sectores., el del acero,
el cemento, la madera, etcétera. Este estímulo sería una gran inyección a la
economía, como la que supuso el plan de obras públicas de Roosevelt en la Gran
Depresión.
En los apartados pequeños que componen este capítulo, la autora desglosa cada
una de las áreas en las que la infraestructura presenta graves problemas: la
canalización de agua potable (se pierden unos 27.000 millones de litros diarios de
agua por las obsoletas tuberías) la red eléctrica (con una demanda de electricidad
que aumenta y una construcción de estaciones de distribución que disminuye, lo
que genera apagones como el de verano de 2003, que dejó a oscuras a ¡55 millones
de personas) la red viaria (con vías congestionadas que hacen perder millones de
horas de trabajo y provocan accidentes) la red ferroviaria (que ha perdido
claramente la competición por la alta velocidad frente a otros países como los de la
UE, Japón o China) los puentes que se caen; las presas y diques que revientan; y
el que sea tal vez el más grave de todos los problemas: un sistema educativo que
falla de manera estrepitosa: Traición al sueño americano: “Nada acelera tanto
nuestra caída al estatus de un país del Tercer Mundo como nuestro clamoroso
fracaso en educar bien a nuestros hijos. Este fracaso tiene profundas
consecuencias para nuestro futuro. Históricamente, la educación ha sido el gran
igualador, el camino al éxito, el trampolín a la clase media y más allá. Era una
promesa hecha a nuestro pueblo, un derecho de nacimiento que concedíamos a
cada nueva generación: la oportunidad de aprender, de mejorar sus mentes y, en
consecuencia, sus vidas. Pero algo ha salido terriblemente mal y nos rezagamos
cada vez más."
¿Quién mató al sueño americano?
La respuesta es sencilla: el gran capital. La clase política ha puesto en segundo
plano los intereses de la clase media para promover los de los empresariales que
financian su reelección. Y en esto desempeñan un papel fundamental los lobbies o
grupos de presión que intentan influir en las decisiones de los políticos y senadores
para obtener beneficios y ventajas. Las cifras no mienten: hace tres años 13.700
personas trabajaban para grupos de presión y gastaban 3.500 millones de dólares
en dirigir la política del gobierno en favor de sus intereses particulares.
También la financiación de los partidos políticos y campañas electorales es una
clara muestra de ello: el sector financiero ha sido en los últimos veinte años el
principal donante para las campañas electorales. Ante esta perversión del
funcionamiento democrático la clase media se encuentra en etapa de analisis. Una
cita interesante es que: "Desafortunadamente, la clase media no dispone de una
bandada de miembros de lobbies para patrullar los corredores del poder y ofrecer
incentivos monetarios al Congreso y a la Casa Blanca para proteger al pueblo
estadounidense frente a los empresarios creativos que engordan sus cuentas de
beneficios y llenan sus arcas, mientras desaparecen nuestros empleos, nuestras
casas y nuestras pensiones. No existen traficantes de influencia para el sueño
americano."
Las relaciones clientelares que se establecen entre políticos y representantes de la
gran empresa corrompen todo el sistema y llegan a extremos tan absurdos como
que sean las propias grandes empresas las que determinan las leyes que deben
regularlas con el fin de evitar que no haya abusos ni accidentes. El capitalismo
amiguista que controla la democracia estadounidense está causando auténticos
estragos, de modo que los altos ejecutivos de Wall Street pueden quebrar la ley y
salir sin regaños. O peor aún, obtener beneficios gracias a las arcas públicas pese
a haber actuado de modo manifiestamente codicioso o negligente, ahí están los
rescates del gobierno a los grandes bancos.

Cómo salvarnos de un futuro tercermundista


Después de trazar tan desolador panorama, la autora expone en el último capítulo
las recetas que ella considera necesarias para salvar a Estados Unidos de un futuro
tercermundista. Y lo hace apelando al optimismo que caracteriza a ese país, a esa
visión voluntariosa hacia el futuro que forma parte del ADN cultural estadounidense.
Naturalmente esa convicción no significa que la tarea sea fácil, tanto el sector
público como el privado van a tener que implicarse de forma seria y responsable, y
cada ciudadano habrá de aceptar una carga de responsabilidad individual. La clave
del éxito para evitar unos Estados Unidos tercermundistas consiste en una
combinación de esfuerzos individuales con iniciativas e inversiones
gubernamentales.

Respecto a la parte de lo gubernamental, las medidas que sugiere Huffington son:


- La ruptura del asfixiante control que los intereses empresariales del gran capital
ejercen sobre la política, mediante una reforma del sistema de financiación de las
campañas electorales.

- Una reforma completa, profunda y ambiciosa del sistema educativo.

- Un apoyo federal contundente a los gobiernos estatales y locales para generar


empleo mediante diversos incentivos, principalmente el apoyo a las pequeñas y
medianas empresas.

- Un drástico recorte en gastos militares, principalmente en el de operaciones


militares innecesarias para la seguridad nacional.

- Una legislación que proteja a la clase media de las ejecuciones hipotecarias, que
permita a los propietarios en quiebra renegociar sus hipotecas.

- Una regulación que evite las prácticas abusivas y los desmanes que los bancos
ejercen con sus prácticas crediticias.

- Una limitación de los excesos del mundo financiero, en tres direcciones: regular
los instrumentos financieros tóxicos, erigir un muro entre la banca comercial y la
banca de inversión (como se hizo ya en 1932) e impedir que los bancos sean
demasiado grandes para quebrar.

- Una aplicación de las nuevas tecnologías en la gestión del Estado. A todo ello se
suma la necesidad de unos medios de comunicación que, más que nunca, sean
independientes y valientes, y sirvan como contrapeso al poder, de modo que la
opinión pública sepa qué es lo que realmente está pasando.
Respecto al esfuerzo individual, Huffington apela a la acción directa: "Resulta cada
vez más claro que para arreglar las cosas no podemos confiar sólo en el gobierno.
Sí, necesitamos a nuestros líderes para hacerse cargo de las tareas de cómo evitar
convertirse en Estados Unidos del Tercer Mundo. Pero no podemos salvar a la clase
media y mantener el país como una nación del Primer Mundo sin que cada uno de
nosotros asuma un compromiso personal y actúe, sin que cada uno de nosotros
haga su parte. No podemos sentarnos a la vera del camino para quejarnos."
El compromiso personal implica medidas como trasladar el dinero desde los
grandes bancos de inversión a cooperativas de crédito y pequeños bancos locales,
mantener una actitud de alerta para protegerse de abusos cuando se pide un crédito
o se solicita una tarjeta de crédito; ser flexible ante cambios que una situación
económica determinada pueda conllevar; mantener una actitud constructiva y
optimista ante las situaciones adversas; ser solidario y apoyar a quien esté en
dificultades.
Para la periodista Arianna Huffington, la posibilidad de movilidad social que
representa el sueño americano se ha ido debilitando durante las últimas tres
décadas y actualmente está en caída libre.
Huffington formula un argumento convincente que explica por qué EE.UU. está en
el mejor camino para caer en el ruinoso abismo y hace hincapié en la lista de
soluciones necesarias.
Es una de las pocas personas en Estados Unidos comprometidas con un discurso
realista, que pone a la vista “los monstruosos elefantes de la sala” ocultos en el
discurso dominante. Y, aún más raro, lo hace de una manera agradable, interesante
y, sobre todo, encantadora.

Você também pode gostar