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Lo maté envenenándolo.
Lo que era crucial era asegurar que este acto no creara ningún problema en mi
vida. No había nada más importante para mí que la vida que iba a llevar.
“La vida que iba llevar”. Pensándolo ahora como un ser al que no le es
posible vivir como un humano, es algo atrozmente irónico… Pero a pesar de todo,
esa fue la razón por la que lo envenené.
Un hijo devoto, algo raro para aquél pueblo... En otras palabras, algo típico
para el hijo de esa tonta mujer… cuidando arduamente de su padre, pero a pesar de
sus esfuerzos, el padre moría debido a su enfermedad.
Por supuesto, no podía permitirme ningún error en cuanto a qué veneno usar.
Tenía que estar seguro de que fuera un veneno que no fuera fácilmente detectable…
Uno que no dejara evidencias.
En una ciudad cercana, aún más oscura que aquella en la que vivía… En un
lugar llamado Ogre Street, escuché que había un hombre chino que manejaba
cuestionables medicinas orientales. Si utilizaba una medicina secreta, de un país
poco conocido para la medicina occidental, sería capaz de matar a mi padre sin dejar
evidencia alguna o la posibilidad de problemas futuros.
Si aprendí bien las enseñanzas de mi madre, las enseñanzas que hace mucho
deseché como si fuera basura, volvieron completamente a la vida.
A la vez, sentí que el matar a mi padre, envenenarlo, era como una buena
obra para el beneficio de llegar al cielo.
Me parecía que matar a mi padre era el acto más noble y orgulloso que podría
lograr.
¿Parecía?