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© Universidad Distrital Francisco José de Caldas
© Centro de Investigaciones y Desarrollo Científico
© Ricardo García Duarte, Jaime Andrés Wilches Tinjacá,
Hugo Fernando Guerrero Sierra, Mauricio Hernández Pérez
(Editores)
Editorial UD
Universidad Distrital Francisco José de Caldas
Carrera 24 No. 34-37
Teléfono: 3239300 ext. 6202
Correo electrónico: publicaciones@udistrital.edu.co
Introducción
De la paz signada hacia los retos de un país
excluido por el conflicto armado 25
Mauricio Hernández Pérez
Jaime Andrés Wilches Tinjacá
Hugo Fernando Guerrero Sierra
Primera parte
La institucionalidad de la paz 33
Segunda parte
La región olvidada, el territorio potenciado 161
Tercera parte
El acuerdo y sus partes, la paz y sus actores 287
Cuarta parte
Comunicar la paz:
hacia la reconstrucción del relato nacional 435
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Quinta parte
La paz, un asunto local, una preocupación global 519
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Capítulo a manera de prólogo
Entre la guerra que se va
y la paz que no llega
Ricardo García Duarte*1
Clausewitz, ese maduro y discreto príncipe del análisis de las guerras, sentenció,
calculador y prometedor, la advertencia de que si sus protagonistas quisieran ani-
quilarse mutuamente, no por ello se convertirían en los ilusorios jugadores entre-
gados in abstracto a los golpes que se propinan. Decía a este respecto el tratadista:
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Prólogo
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La Colombia del posacuerdo: retos de un país excluido por el conflicto armado
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Prólogo
Cuanto más frecuentes sean los periodos de inacción, tanto más rápidamente po-
drá ser reparada una falta, tanto mayor firmeza adquirirán las hipótesis del co-
mandante, y, por consiguiente, tanto más acá de la línea de los extremos se man-
tendrá este, fundando toda su actividad sobre probabilidades y conjeturas. (p. 27)
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Prólogo
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La Colombia del posacuerdo: retos de un país excluido por el conflicto armado
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Prólogo
a la modificación de ciertas estructuras, como las que tienen que ver con el ré-
gimen sobre la propiedad de la tierra en el mundo rural.
De entrada, un punto como este último, el primero de la agenda, aparecía
con ribetes de complicación. Sin embargo, el tema fue evacuado sin grandes
traumatismos, con el acuerdo inicial de que el Estado constituiría un banco
de tierras, para propiciar la redistribución de tierras entre los pobladores más
vulnerables del campo, una operación que tenía un antecedente favorable en la
Ley de Víctimas y Tierras de 2011, la misma que facilitaba algo parecido, por la
vía de la recuperación en beneficio de las víctimas del despojo.
Tampoco el tema de la ampliación de la democracia y menos el punto del
narcotráfico y los cultivos ilícitos fueron problemas que hicieran tardar deses-
peranzadoramente la negociación.
El aspecto que, por el contrario, representó una insufrible dificultad para
que las partes se allanaran a un consenso fue el de la justicia que se debía apli-
car contra los insurgentes responsables de crímenes y delitos atroces cometidos
durante el conflicto armado, antes de que ellos pudiesen acceder a la legalidad.
Varios obstáculos se alzaban en este diferendo que resultó el más sensible, y que
en el pasado se solucionaba despachando el asunto por medio de indultos y am-
nistías. Ahora, los obstáculos estribaban en las posiciones políticas que pudiesen
emerger entre las partes y, sobre todo, las limitaciones provenientes del contexto,
que intervenían como efectos de constricción en los campos jurídico y moral.
En un comienzo, la guerrilla mostró una posición negativa frente a la justicia
transicional, a la que no se acogería por considerarla una exigencia de rendi-
ción. Su fuerza en el terreno de la guerra no era, sin embargo, suficiente para
mantener una posición que conduciría a un callejón sin salida o, en todo caso, a
empujar al Gobierno a una posición insostenible, dados los compromisos inter-
nacionales del Estado colombiano.
En la imposibilidad de que el Gobierno cambiara de posición, radicaba una
de las constricciones insuperables del entorno, sobre todo del jurídico, repre-
sentado en la Corte Penal Internacional, la cual no aceptaría una amnistía para
los delitos atroces. Las normas internacionales que han surgido del Tratado de
Roma, y que dieron nacimiento a dicha corte, no permitirían simplemente este
tipo de amnistías.
De ahí, entonces, que las FARC no tuvieran más remedio que aceptar la jus-
ticia transicional, a no ser que estuvieran en disposición de regresar a la guerra
abierta, algo que ya parecía alejarse en el horizonte de su existencia. Esta guerri-
lla carecía de la fuerza para imponerle al Estado y a las instancias internaciona-
les una amnistía total, pero tenía la suficiente capacidad de perturbación para
conseguir finalmente el propósito de que, a cambio de someterse a esa justicia,
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Prólogo
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Prólogo
Por último, las inhabilidades. De todos los puntos de la matriz fue el único
que las FARC rechazaron de tajo fundamentalmente por dos razones. Primero,
de nuevo, ninguna guerrilla entra a una negociación de paz para saltar a un
precipicio y desaparecer, sino para transformarse en una fuerza política legal
[…] Segundo, la transición ordenada a la paz requiere que los comandantes
participen en política. En La Habana nos decían: ¿Cómo quieren que nosotros
hagamos una transición a la vida civil si nos dejan por fuera del sistema y
descabezan a la organización? ¿Qué va a pensar la guerrillerada si ve que sus
líderes desaparecen del escenario? (p. 4)
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Prólogo
Referencias
Centro Nacional de Memoria Histórica. (2013) ¡Basta ya! Colombia: memorias de
guerra y dignidad. Bogotá: Imprenta Nacional.
Clausewitz, C. (1972). Arte y ciencia de la guerra. Ciudad de México: Grijalbo.
Jaramillo, S. (14 de enero de 2018). La inclusión política garantiza que no se
repita la violencia. El Tiempo, p. 4.
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Introducción
De la paz signada hacia
los retos de un país excluido
por el conflicto armado
Mauricio Hernández Pérez
Jaime Andrés Wilches Tinjacá
Hugo Fernando Guerrero Sierra
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Introducción
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La Colombia del posacuerdo: retos de un país excluido por el conflicto armado
cidieron imponer sus intereses por las vías de hecho. En esta coyuntura, y en
un tono más optimista que se logra identificar desde su título Esta guerra que
se va… territorio y violencias; desigualdad y fragmentación social (2017), estable-
ció las dinámicas, los obstáculos y retos de la articulación entre instituciones
estatales y el modelo socioeconómico como una variable fundamental para la
comprensión de la naturaleza del conflicto, de las estrategias de sus actores en
la búsqueda de una salida negociada y su tránsito a escenarios de posconflicto.
Un acumulado de 1200 páginas escritas, distribuidas en 34 capítulos con
aportes de 38 autores sobre las más diversas temáticas (prácticas políticas y
modelo económico, retos del posconflicto, escenarios para la transformación
del conflicto, el rol de la cultura, régimen político, sociedad civil, territorio,
drogas, fuerzas armadas, actores sociales, pedagogía de la paz y comunidad
internacional, entre otros) dan cuenta del escenario ideal para que se identifi-
cara la necesidad de continuar con el proyecto, esta vez, en lo que ha dado en
llamarse posacuerdo, y que revela la emergencia de distintos individuos y colec-
tivos que comienzan a pujar por la visibilización de sus demandas, los apoyos
y las resistencias que tienen al modelo de paz que se construyó en cinco años
de negociación y posiblemente, lo más problemático, pero más interesante, la
pregunta de cómo podremos reconstruir el tejido social, ausente y silenciado
por los ruidos de la guerra y la exaltación conveniente a la represión y al odio.
En el camino de este proyecto, en los textos que se presentan a continua-
ción, se han sumado nuevas voces, que aportan desde sus investigaciones,
trayectorias y experiencias un caleidoscopio de situaciones, actores y prácti-
cas que se vuelven indispensables indagar, trabajar e intervenir, si es que se
quiere que la dimensión armada del conflicto no siga sembrando por sus ca-
minos semillas de tristeza, dolor y resignación, y que, por el contrario, brote,
de esta historia fragmentada de nación, experiencias de reparación, tolerancia
y movilización social.
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Introducción
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La Colombia del posacuerdo: retos de un país excluido por el conflicto armado
Frente 21 de las FARC, con el fin de identificar las posibles potencialidades que
existen en los territorios de guerra para construir confianza y afianzar la paz
estable y duradera. Esta segunda parte la cierran Karen Betancourt, José Luis
Foncillas y Freddy Guerrero, que identifican algunas prácticas de memoria de
víctimas del conflicto armado en el municipio de Tumaco y su relación con la
construcción de escenarios de paz durante el periodo comprendido entre 1999
y 2015; los autores muestran importantes acciones locales de resistencia y enca-
ramiento de la marginalidad y la violencia del conflicto armado.
La tercera parte, “El acuerdo y sus partes, la paz y sus actores”, está com-
puesta por seis capítulos y pretende, desde sus diferentes andamiajes teóricos y
procedimentales, analizar las trayectorias de los actores sociales que tienen un
aporte crucial en la refrendación de los acuerdos de paz. El primer capítulo, es-
crito por Mauricio Hernández Pérez y Jaime Andrés Wilches Tinjacá, da cuenta
de cuáles serán algunos de los retos y funciones que la sociedad civil organi-
zada pro-paz en Colombia tendrá que asumir frente al país, ya no en clave de
conflicto armado, sino de posconflicto bélico (posacuerdo). El capítulo plantea
una legítima preocupación por cómo entender y justificar hoy día el accionar y
acumulado de paz de la sociedad civil organizada en Colombia hacia un nuevo
escenario donde el conjunto de capacidades y los incentivos que dinamizan su
razón de ser han cambiado. El segundo capítulo, elaborado por Marisol Raigosa
Mejía y Alba Lucía Cruz Castillo, abarca una reflexión teórica sobre el proceso
de reintegración social en Colombia a partir de testimonios de desmovilizados
de diferentes grupos armados al margen de la ley (FARC, EPL y AUC), con el
propósito de desentrañar —desde sus vivencias— aquellos elementos que en la
operatividad y puesta en marcha de la política se tornan como problemáticas y
que son asumidas por ellos como demanda o expectativa, pero que en ocasio-
nes no son cubiertas mediante la oferta institucional o social acerca del proceso
de reintegración, lo que produce una relación fragmentada entre el desmovili-
zado y las instituciones del Estado colombiano. El tercer capítulo, de Marcela
Gaitán Forero, Luz Dary Sarmiento y Lucas Uribe Lopera, desarrolla una re-
flexión desde la psicología en la que se señala que los procesos institucionales
por los que pasan los niños, niñas y adolescentes desvinculados del conflicto
armado no son procesos aislados de su vida, sino que hacen parte integral de
su historia personal y que el éxito de un programa institucional de desvincula-
ción no depende exclusivamente de quienes lo diseñan e implementan, ni de su
marco normativo o los recursos invertidos, sino que variables como el locus de
control, los autoesquemas y las ideas irracionales influyen en una experiencia
de reintegración exitosa, manifestada en la expansión de capacidades de las
personas que hacen parte de dicho proceso. El capítulo cuarto, escrito por Mi-
guel Andrés López Martínez, da cuenta de la existencia de dos circunstancias
que podrían tornar ineficaz la vía judicial contenciosa para las víctimas del
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Introducción
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La Colombia del posacuerdo: retos de un país excluido por el conflicto armado
La quinta y última parte, “La paz un asunto local, una preocupación global”,
reúne tres capítulos en los que, desde diversas ópticas, se evalúan las experien-
cias y retos de la comunidad internacional en su involucramiento con la supe-
ración del conflicto armado en Colombia. El primero de estos capítulos, escrito
por Hugo Fernando Guerrero Sierra, Camila Andrea Fúquene Lozano y Federico
Lozano Navarrete, presenta un análisis cimentado en un doble propósito. El pri-
mero conducente a analizar las cuatro etapas en las que se han desarrollado di-
ferentes grados de alineación entre las amenazas a la seguridad identificadas por
Estados Unidos y el abordaje que el Estado colombiano ha dado a problemáticas
internas como el conflicto armado, los grupos armados ilegales (GAI) y el narco-
tráfico. El segundo analiza cómo, paralelamente, tanto la guerra fría como el 11-S
permitieron que el neoconservadurismo modificara sus prioridades temáticas de
lo doméstico a lo internacional y profundizara su influencia en la política exterior
de ese país. El segundo capítulo, de María Eugenia Vega y Hadrien Lafosse, di-
rige la mirada hacia el trapecio geográfico compuesto por la frontera compartida
entre Colombia, Brasil y Perú, región donde convergen múltiples actores e intere-
ses de importancia estratégica en los planos local, subregional y global, y donde
se hace presente, en todas sus facetas, el concepto de seguridad multidimensional.
Los autores destacan que aspectos como el tráfico ilegal de especies y la biopira-
tería, el narcotráfico o las actividades extractivas legales e ilegales, que a su vez
se retroalimentan con el marco general del conflicto interno colombiano y sus
efectos sobre los países vecinos, ponen de manifiesto que en la actualidad los pro-
blemas de seguridad abarcan aspectos militares, políticos, económicos, sociales y
medioambientales. El último capítulo, escrito por Alexander Arciniegas Carreño,
argumenta que, en coyunturas fluidas —como es el caso de la implementación de
un acuerdo de paz—, la presencia de actores internacionales que puedan ser ga-
rantes de imparcialidad para las partes y que además cuenten con conocimiento
técnico para el manejo de estos contextos (Organización de las Naciones Unidas)
es fundamental en el propósito de consolidar el fin del conflicto y avanzar en el
proceso de construcción de la paz.
La propuesta editorial que en esta oportunidad el lector tiene en sus manos, que
como ya se dijo hace parte de un ambicioso “programa de investigación”, no hubie-
se sido posible sin el apoyo recibido por parte de la Universidad Distrital Francisco
José de Caldas y el patrocinio del Centro de Investigaciones y Desarrollo Científico
(CIDC) que, entre otras muchas labores, garantizó el trabajo idóneo y transparente
de los pares evaluadores que con su criterio, ojo crítico, comentarios y recomenda-
ciones otorgaron el aval y reconocimiento correspondiente a este libro como pro-
ducto y resultado del proyecto de investigación en el que se inscribió y que llevó
por título El conflicto armado interno, como posible expresión invertida del modelo de
desarrollo y de la política en Colombia: tercera parte: la paz desde las lógicas de la guerra:
negociaciones y posibilidades de construcción social, bajo la dirección del profesor
Ricardo García Duarte y la coordinación académica de Jaime Andrés Wilches
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Introducción
Recomendaciones al lector
El resultado, en lo sucesivo, tendrá que ser evaluado por quienes se aproximen
desde la lectura a la pluralidad de propuestas analíticas y de reflexión que las
siguientes páginas ofrecen. Como en Rayuela de Julio Cortázar, se invita a los
lectores a mantener la vista en el conjunto del libro para, con ello, ofrecer ma-
neras diferenciadas de leer los veintitrés capítulos que lo conforman. Para esto,
el lector podrá optar por una lectura normal o tradicional, es decir, secuencial
de principio a fin. Podrá, igualmente, proceder por el orden que desee. Sin
embargo, y a diferencia de la propuesta de Cortázar, ni los autores ni los edi-
tores ofrecen un “tablero de dirección” que indique cómo enfrentar la obra de
manera discontinua, pero sí hacen una única recomendación: como quiera que
se lea el libro, no se ha de prescindir de ninguno de sus capítulos. Solo así, el
conjunto de reflexiones, hipótesis, metodologías y conclusiones a las que se lle-
gan en estos, y por tanto al libro en su totalidad, podrá ser evaluado, aceptado
o rechazado para, posteriormente, construir nuevas reflexiones y visiones mul-
tidimensionales. Como sea, y al igual que el protagonista central de la historia
de Cortázar, los autores firmantes y usted, estimado lector, hacen las veces de
Horacio Oliveira, aquel personaje que siempre busca algo, pero que no sabe
qué es exactamente. Ese algo, quizás, es lo que hemos estado anhelando todos
y cada uno de los colombianos: la construcción de una paz estable y duradera.
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Primera parte
La institucionalidad de la paz
Transformaciones críticas de la
ruralidad en Colombia y los desafíos
institucionales para la construcción
de un modelo económico incluyente
Gina Paola Rico Méndez*
Leslie Hossfeld**
Introducción
Colombia enfrenta uno de los mayores retos institucionales de su historia re-
ciente. La firma de los acuerdos de paz entre el Gobierno del presidente Juan
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Transformaciones críticas de la ruralidad en Colombia y los desafíos institucionales
para la construcción de un modelo económico incluyente
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Gina Paola Rico Méndez • Leslie Hossfeld
Elementos conceptuales:
una nueva mirada a la nueva ruralidad
Schejtman y Berdegué (2003, citados por Ramírez-Miranda, 2014, p. 125) sugie-
ren la existencia de una nueva ruralidad caracterizada por la acelerada inser-
ción de las economías rurales en el proceso de globalización; la disolución de
los límites y las características distintivas de los mercados de alimentos locales,
regionales, nacionales y globales, y el requisito indispensable de la competen-
cia global impuesta a las comunidades rurales. En este sentido, vale la pena
mencionar los aportes de Sassen (2005) haciendo referencia a la ciudad global,
donde sugiere que el crecimiento económico de estas ciudades está cada vez
más desconectado de su hinterland ampliado o incluso de su propia economía
nacional, lo cual lleva a la formación (al menos incipiente) de sistemas urbanos
transnacionales (Sassen, 2005, p. 30). Esta idea sobre la ciudad global trae consi-
go la pregunta acerca de qué pasa con lo rural dada la emergencia de la ciudad
global. La marcada diferencia entre estos dos espacios, que hasta ahora habían
sido considerados como constitutivos del Estado, se transforma para dar paso
a un nuevo modelo de gobernanza sobre lo rural.
En trabajos previos, Rico Méndez (2016, 2017) propone la existencia de un
cambio importante en los fundamentos analítico-normativos de la concepción
de Estado. Tanto desde perspectivas liberales como críticas, las teorías sobre el
Estado moderno sugieren la existencia de un modelo ideal de unidades polí-
ticas conformadas por un centro urbano encargado de gobernar el territorio y
la población propias y de la periferia (Bates, 2010; Levi, 1989; Poulantzas, 1978;
Tilly, 1992). Sin embargo, en términos prácticos, la consolidación de este Esta-
do se ha visto limitada por la capacidad de gobiernos centrales para no solo
llevar el aparato burocrático a todos los espacios del Estado, sino además hacer
efectivo el ejercicio de gobierno a través de este aparato. Casos como el colom-
biano evidencian la limitada capacidad estatal para gobernar en la totalidad
del territorio (González, Bolívar y Vázquez, 2002; Jackson y Rosberg, 1982), sin
hablar de los problemas de consolidación de la nación que han acompañado la
debilidad estatal (Hobsbawm, 1990; Patiño, 2010).
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Transformaciones críticas de la ruralidad en Colombia y los desafíos institucionales
para la construcción de un modelo económico incluyente
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Gina Paola Rico Méndez • Leslie Hossfeld
Para el caso colombiano, estos cambios se pueden agrupar en cinco áreas temáti-
cas: 1) económica: descenso en la demanda laboral en zonas rurales por cambio
tecnológico, des-territorialización de la producción de alimentos y agricultura
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para la construcción de un modelo económico incluyente
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Gina Paola Rico Méndez • Leslie Hossfeld
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para la construcción de un modelo económico incluyente
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Gina Paola Rico Méndez • Leslie Hossfeld
para reducir la acidez del suelo e incrementar sus nutrientes (con adiciones
apropiadas de fósforo y cal) y el desarrollo de semillas adaptables a estas con-
diciones ecológicas, resultaron en la expansión de agricultura a gran escala en
esta región. Si bien la expansión de la frontera agrícola hacia el Cerrado ha
incrementado significativamente la productividad agrícola y ganadera en Bra-
sil, las transformaciones radicales en el uso del suelo para agricultura se han
convertido en una amenaza dada la disminución del carbono retenido por la
biomasa y el suelo, importantes reguladores del intercambio de energía y masa
con la atmósfera (Batlle-Bayer, Batjes y Bindraban, 2010; Brannstrom, Jepson,
Filippi, Redo et al., 2008).
El éxito económico que representa el Cerrado (Cremaq, 2010), denominado
como un “milagro” de la producción agroindustrial, ha apalancado la expansión
de este modelo en otros países del continente. En el caso colombiano, el Gobierno
divulgó en 2014 la política para el desarrollo integral de la Orinoquía: Altillanu-
ra - Fase I, y concretada a través de la Ley 1176 de 2016 o Ley ZIDRES (Zonas de
Interés de Desarrollo Rural Económico y Social). Estos instrumentos de política
tienen el objetivo de expandir la frontera agrícola hacia esta región del sureste
colombiano, dado su potencial agrícola, pecuario y forestal. El modelo de de-
sarrollo de esta región incorpora ideas tomadas del modelo implementado en
el Cerrado Brasilero para la formulación de la política, al punto de que algunos
medios han denominado la altillanura como el Cerrado colombiano. La políti-
ca sugiere, entre otras, la necesidad de implementar cambios en la legislación
nacional sobre los límites a la concentración de la propiedad para zonas aleja-
das de centros urbanos e inversión pública para infraestructura agrícola (por
ejemplo, sistemas de irrigación), con el fin de incentivar la inversión privada
(Rico Méndez, 2017). Esta propuesta de política se desarrolla en el contexto de
expansión de proyectos agroindustriales; inversionistas privados han adopta-
do estrategias como la fragmentación de predios entre varias personas jurídicas
(sobrepasando los límites sobre el número de hectáreas por persona) para la
implementación de proyectos agroindustriales (Oxfam, 2013).
Al respecto, el observatorio Land Matrix recolecta y reporta datos sobre los
acuerdos a nivel mundial sobre transacciones de tierras para producción agro-
industrial y extracción forestal, y que se han constituido en una base de da-
tos importante para detectar posibles acaparamiento de tierras (Land Matrix,
2015). De acuerdo con Land Matrix, en Colombia entre 2001 y 2012 se firmaron
al menos 27 contratos para el uso de tierras (venta, arriendo o concesión) ma-
yores a 200 hectáreas, con fines de explotación agrícola, forestal o minera, de
los cuales 17 están localizados en áreas correspondientes a la altillanura. Se
puede decir, entonces, que dadas las transformaciones expuestas por la transi-
ción nutricional, el aumento en la participación del comercio internacional de
productos agrícolas, los desarrollos tecnológicos en agricultura y la posibilidad
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Transformaciones críticas de la ruralidad en Colombia y los desafíos institucionales
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Gina Paola Rico Méndez • Leslie Hossfeld
Transformación política
Para Moore (1966), el avance de las democracias occidentales obedece, entre
otras, al debilitamiento de la aristocracia de la tierra y al balance adecuado
entre los poderes central y local, estos últimos soportados en la propiedad
de la tierra. En Colombia, este balance nunca se produjo, por el contrario, la
confrontación entre las élites de Bogotá y los poderes locales ha provocado la
fragmentación de la sociedad y disputas constantes por el poder reflejadas en
la desestabilización del territorio (Safford y Palacios, 2002). Recientemente, el
proyecto de país de las élites rurales soportado en un modelo de seguridad
no estatal de autodefensa se movió hacia el centro del control político, lo que
generó transformaciones importantes en la comprensión sobre la legitimidad
estatal y la gobernabilidad.
Durante el siglo XX, las disputas ideológicas entre élites rurales y urbanas
produjeron un modelo en el cual se combinan modernidad y tradición; la pri-
mera tiende a dominar las ciudades, la segunda, al campo; lo que algunos auto-
res podrían denominar modernización sin modernidad (González, 2007; Melo,
1990). Por otro lado, autores como González, Bolívar y Vásquez (2002) sugieren
que la historia política del país se ha caracterizado por la presencia diferenciada
del Estado, caracterizada por “la coexistencia de instituciones políticas de carác-
ter formalmente democrático con redes de poder de hecho, de corte clientelista
y territorios con escasa presencia estatal, donde diferentes actores luchan por el
control territorial” (p. 73). En últimas, una teorización sobre la construcción del
Estado sugiere que Colombia ha enfrentado a lo largo de su historia diversos
retos que han imposibilitado la consolidación del Estado-nación moderno que se
proclama en lo jurídico.
Dado este pasado, hoy en día el país se enfrenta a sus retos internos de
estabilización y a un contexto internacional cambiante. Como se mencionó an-
teriormente, las transformaciones en la producción agrícola y las demandas
en términos de seguridad alimentaria están generando impactos significativos
en la gobernanza rural. Uno de los cambios más significativos tiene que ver
con la decisión del Gobierno central de aceptar la delegación de funciones de
gobierno con agentes privados en zonas rurales alejadas de centros urbanos.
Uno de los elementos de política pública que tiende a facilitar este modelo es
la implementación de la llamada ley ZIDRES, la cual abre la puerta a un nuevo
modelo económico en el campo, pero también se constituye en un estilo de go-
bernanza diferente, en el cual las alianzas público-privadas asumen funciones
centrales de gobierno, como la prestación de servicios públicos, la construcción
de infraestructura pública y la prestación de servicios de seguridad.
Con respecto al último punto, es importante mencionar que el acuerdo
entre el Gobierno del presidente Santos y las FARC, más que el punto final
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Transformaciones críticas de la ruralidad en Colombia y los desafíos institucionales
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Transformación social
En términos sociales, uno de los síntomas más relevantes de la transformación
de la ruralidad en Colombia es el concepto y función del campesino. En círcu-
los académicos especializados en estudiar la ruralidad colombiana, siempre se
habló de la necesidad de una reforma agraria (Machado, 2013; Vargas , 1987).
Para algunos, desde la perspectiva de los Gobiernos liberales, el objetivo de una
potencial reforma agraria era crear una clase media campesina con capacidad
productiva que tuviera la facultad de proveer a las ciudades de su sustento
alimenticio, mientras garantizaba desarrollo económico en el campo. Sin em-
bargo, los intentos de reforma agraria se convirtieron en un instrumento de
pacificación de fuerzas sociales, dado su rol como estrategia contrainsurgente y
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Gina Paola Rico Méndez • Leslie Hossfeld
Transformación legal
Dados los mencionados cambios en la estructura económica, política y social de
la ruralidad en Colombia, estamos ante la introducción de un importante cam-
bio legal. El marco que proveen los acuerdos para la finalización del conflicto
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Transformaciones críticas de la ruralidad en Colombia y los desafíos institucionales
para la construcción de un modelo económico incluyente
entre el Gobierno de Santos y las FARC tienen grandes retos, tanto en lo legal
como en lo institucional. En lo legal, se han visto los obstáculos enfrentados por
el Gobierno para la aprobación de los acuerdos, primero por la consulta popu-
lar que resultó en un fallido plebiscito refrendatorio y luego en el legislativo y
la Corte Constitucional. En últimas, este trabajo sugiere que la transformación
legal iniciada con la Ley de Víctimas de 2011 tiene como finalidad mejorar la
seguridad jurídica para inversionistas en el sector agroindustrial, por lo que
medidas como el catastro rural buscan ajustar derechos de propiedad en zonas
rurales, mientras el marco de política que proveen las ZIDRES se constituye
en un elemento esencial para la expansión de la frontera agrícola hacia zonas
tradicionalmente abandonadas por el Estado. Así, los procesos de reforma legal
iniciados por el Gobierno Santos buscan aclarar la estructura de los derechos
de propiedad, a fin de promover inversiones de capital a gran escala en la agri-
cultura. Esto tiene implicaciones importantes para las poblaciones rurales que
tenían la alternativa de quedarse en el campo como parte de la fuerza de trabajo
o emigrar a las áreas urbanas.
En otro ámbito de la política pública agrícola, se observa que el contexto
del comercio internacional de bienes agrícolas orientado por el principio de
ventajas comparativas hace de Colombia un lugar ideal para la expansión de
la siembra de cultivos como la palma de aceite, Así, la demanda doméstica
e internacional, las condiciones ecológicas en algunas regiones de Colombia
(con zonas geográficas ubicadas en selva tropical cálida, donde la palma de
aceite crece con éxito), la fuerte influencia de la organización de los produc-
tores (Fedepalma) y las condiciones sistémicas del poder político a finales de
1990 y 2000 crearon el contexto adecuado para la expansión del cultivo de
palma. Esto resultó en un fuerte apoyo gubernamental para este sector. Con
la llegada de Álvaro Uribe a la presidencia, las políticas agrícolas brindaron
apoyo a proyectos agrícolas a gran escala, como la palma de aceite a través de
subsidios, crédito barato para grandes agricultores, alivio de la carga tributa-
ria y promoción pública para la expansión de este cultivo. La idea de la pro-
ductividad del agronegocio de la palma se extendió debido a su potencial de
crecimiento económico, lo que a su vez aceleró el proceso de acaparamiento de
tierras sustentado en políticas de desarrollo rural. Acemoglu et al. (2013) sugie-
ren que las fuerzas paramilitares y los políticos compartieron un conjunto de
preferencias de política que era una forma de incentivo institucional para que
ambos agentes colaboraran para expandir el agronegocio de la palma aceitera.
En ese sentido, se observan incentivos provenientes de entidades del sector
rural como Finagro, el Ministerio de Agricultura, y del sector económico como
Procolombia, con políticas para la atracción de inversión extranjera en el sector
agroindustrial (Procolombia, 2016).
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Referencias
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idence from Colombia. Journal of the European Economic Association, 11(S1),
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Gina Paola Rico Méndez • Leslie Hossfeld
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Transformaciones críticas de la ruralidad en Colombia y los desafíos institucionales
para la construcción de un modelo económico incluyente
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Gina Paola Rico Méndez • Leslie Hossfeld
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para la construcción de un modelo económico incluyente
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Las víctimas ante el reto de la paz:
de las negociaciones al
cumplimiento de los acuerdos
Néstor Calbet Domingo*
Introducción
En octubre de 2012, a través de una conferencia internacional en Oslo, se hizo
pública la instauración de una mesa de conversaciones de paz entre el Gobierno
de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que
pondría fin al conflicto armado colombiano. Esta fase se iniciaba con la adop-
ción del Acuerdo general para la terminación del conflicto y la construcción de una
paz estable y duradera (en adelante acuerdo general), que contenía una agenda
de seis puntos por discutir, entre ellos los derechos de las víctimas del conflicto
armado. En noviembre de 2016 se firmó el acuerdo final después de más de cua-
tro años de diálogos y de haber perdido un plebiscito sobre un primer acuerdo
firmado en agosto de 2016.
El proceso de negociaciones de paz de Colombia fue uno de los procesos
que ha contado con mayor participación ciudadana en la elaboración de unos
acuerdos de paz. Una participación que desde un inicio se reivindicó como un
requisito fundamental para el proceso de paz, y así quedó definido en el propio
acuerdo general. Para ello se habilitaron diversos mecanismos participativos
*
Doctorando en Derechos Humanos de la Universidad de Deusto, España. Investigador del
Institut de Drets Humans de Catalunya y especialista en procesos de paz y resolución de
conflictos.
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Las víctimas ante el reto de la paz: de las negociaciones al cumplimiento de los acuerdos
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Néstor Calbet Domingo
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Las víctimas ante el reto de la paz: de las negociaciones al cumplimiento de los acuerdos
aspectos de fondo del conflicto para ponerle fin, como la cuestión agraria o la
participación política (Gómez Isa y Zambrano, 2013), cuestiones que no supon-
drían unas reformas de carácter estructural, pero sí sustanciales para la confi-
guración de país. De ese modo, la agenda incluyó un punto específico sobre
los derechos de las víctimas y tres puntos sustantivos sobre desarrollo agrario,
participación política y drogas ilícitas. Los dos primeros puntos sustantivos son
relativos al origen del conflicto, mientras que el tercero, siendo consecuencia de
este, se ha convertido en uno de los sustentos de la guerrilla, que transciende
a nivel social e internacional (Pizarro Leongómez y Moncayo Cruz, 2015; Sán-
chez, 2013). Los dos puntos restantes se relacionan con las cuestiones técnicas
de la finalización de la violencia y la desmovilización de las FARC, y el sistema
de verificación e implementación del acuerdo de paz. Es decir, que, si bien el
proceso se desarrolló con el fin último de la finalización de la violencia armada,
se incluyeron aspectos de más alcance, que establecían las bases para el inicio
de la construcción de la paz, y que requerían la participación ciudadana.
Agenda Participación
Roles
• Cuba • Chile
Gobierno de Colombia FARC
• Noruega • Venezuela
Tiempos Lugar
Contexto
Sin alto el fuego
Medidas de desescalada del conflicto armado.
En confidencialidad
Las FARC declararon cinco alto el fuego
unilaterales.
Nada está acordado hasta que todo esté acordado.
La mesa es autónoma a lo que pase en Colombia
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Néstor Calbet Domingo
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Néstor Calbet Domingo
cialmente afectados por el conflicto armado. Eso fue posible gracias a que desde
un inicio el proceso de paz colombiano concibió la participación ciudadana
como uno de los pilares de las negociaciones. Se habilitaron diversos mecanis-
mos de participación y recepción de propuestas, a través de los cuales se pre-
tendió escuchar las distintas voces ciudadanas, y así se respondió a la enorme
heterogeneidad del país y al impacto diferencial que tuvo el conflicto armado
en territorios y comunidades (Acevedo Arango, 2017; Informe Preliminar Foro
Nacional de Víctimas, 2014).
El acuerdo general para la terminación del conflicto establecía los mecanis-
mos habilitados para la participación ciudadana en la mesa de conversaciones.
Esta participación se previó con: 1) la recepción de propuestas enviadas a la
mesa por parte de ciudadanos y organizaciones; 2) consultas a expertos sobre
los temas de la Agenda, y 3) espacios de participación sobre los puntos de la
agenda y la construcción de la paz.
Colombia ha sido un país donde la violencia armada ha afectado de mane-
ra significativa a la población civil; pero, a la vez, la población se ha agrupa-
do en organizaciones que han llevado a cabo iniciativas imaginativas para la
construcción de la paz en medio del conflicto (García-Durán, 2006; Lederach,
2007). El hecho de que las organizaciones ya llevaran tiempo trabajando para
la paz les permitió mantener un mayor peso en la mesa, realizar aportaciones
sustantivas de alto valor para la construcción de la paz y disponer de fuerza y
legitimidad en las demandas.
Las organizaciones de la sociedad civil entendieron que su participación
en las negociaciones de paz era fundamental y buscaron aprovechar los me-
canismos participativos y la apertura de nuevos espacios que les permitieran
incidir en las conversaciones. A pesar de las reticencias iniciales las delegacio-
nes, fueron capaces de percibir la utilidad e interés de estas aportaciones, que
enriquecían sus propias visiones y perspectivas de paz, por lo que accedieron a
abrir nuevos espacios participativos, y llegaron a solicitar la presencia de orga-
nizaciones en la mesa de conversaciones.
Una de las primeras medidas que se habilitó para la participación ciuda-
dana fue el envío de propuestas por medios físicos y electrónicos, y se creó
una página web especialmente para ello, a través de la cual se recibieron más
de diez mil propuestas. Esta herramienta facilitaba un canal de acceso para
realizar propuestas desde los territorios y organizaciones, pero no implicaba
un proceso de deliberación previa para la elaboración de las propuestas. El
envío de propuestas era abierto a todo aquel ciudadano colombiano, pero tan
importante como una propuesta es su elaboración. En caso de realizarse con un
proceso de deliberación, las propuestas toman mayor relevancia al ser fruto de
una reflexión, y así adquieren mayor riqueza y legitimidad.
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64
Néstor Calbet Domingo
1 Como lo demuestra la asistencia de más de tres mil personas en los cuatro foros de víctimas, la gran
expectativa en el país por la visita de víctimas a La Habana y las más de diecisiete mil propuestas
enviadas, tanto por medios físicos como electrónicos (Comunicado Conjunto, 15 diciembre de 2015).
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Néstor Calbet Domingo
Verdad
La verdad en un proceso de paz se enfoca en el esclarecimiento de los hechos
relacionados con el conflicto armado. El esclarecimiento de la verdad debe ser-
vir para la construcción de un relato de los hechos —qué paso, cómo, quién
hizo qué—, pero también para dar una explicación de esos hechos, es decir, el
por qué sucedieron, qué consecuencias tuvieron y qué impacto humano y social
conllevaron (Hayner, 2014). La labor del esclarecimiento de la verdad debe ir
acompañada de la satisfacción de las necesidades de las víctimas, y también
tiene que servir para contrarrestar la impunidad, y de esta manera promover el
reconocimiento de responsabilidades. La verdad, pues, es un pilar fundamen-
tal para la memoria, que propicia la garantía de no repetición, la no impunidad
y establece las bases para una paz justa y duradera (Rebollo e Izagirre, 2016).
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Las víctimas ante el reto de la paz: de las negociaciones al cumplimiento de los acuerdos
• Reconocimiento: -- Participación
-- Responsabilidades • Imparcialidad.
-- Rechazo • Independencia.
• Promover convivencia. • Transitorio.
• Participación.
Mecanismo extrajudicial:
Pos-Comisión:
Se creará un Comité de Seguimiento y Monitoreo a la Implementación de las Recomendaciones del Informe Final.
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Las víctimas ante el reto de la paz: de las negociaciones al cumplimiento de los acuerdos
Justicia
El segundo componente de la justicia transicional que contempla el SIVJRNR
es la impartición de la justicia que, en el marco de la finalización de un conflicto
armado, se compone de unos estándares fijados por el derecho internacional
que ofrecen un marco normativo general. Así, existe un margen de maniobra
para los Estados a la hora de configurar los modelos de justicia en los procesos
de paz. Este margen facilita la configuración de sistemas adaptables a cada si-
tuación, según las características de cada contexto y de cada proceso. Pero a la
vez se establecen unos límites que deben ser respetados, basados en los princi-
pios de no impunidad y de reparación a las víctimas, lo que obliga a la investi-
gación de los crímenes de guerra y de lesa humanidad, y el procesamiento de
los responsables.4 De ese modo, el derecho internacional prevé la concesión de
amnistías, excepto para graves violaciones de los derechos humanos y del dere-
cho internacional humanitario, lo que obliga a la investigación, el juzgamiento
y la sanción (Barbosa, 2017).
4 Dos documentos que suponen una referencia a nivel jurídico para los procesos de justicia tran-
sicional son: “Principios de justicia de lucha contra la impunidad” de 2005 de la Comisión de
Derechos Humanos de las Naciones Unidas, y “Principios y directrices básicos sobre el derecho
de las víctimas”, de 2005 del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Hu-
manos.
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Néstor Calbet Domingo
5 Análisis sobre los resultados y costos de la Ley de Justicia y Paz, Contraloría General de la
República, febrero de 2017.
6 En cuanto al derecho internacional, se aplicaría el artículo 6.5 del Protocolo Adicional II a los
Convenios de Ginebra, que permite el establecimiento de amnistías lo más amplia posible.
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Las víctimas ante el reto de la paz: de las negociaciones al cumplimiento de los acuerdos
la cuestión era con qué fórmula podría lograrse. El debate se recrudeció ade-
más por las declaraciones del vocero de las FARC Iván Márquez en febrero de
2015, al anunciar que los guerrilleros no iban a pagar un solo día de cárcel (El
Espectador, 2015).
Ante las dificultades para sacar adelante un acuerdo que regulara la impar-
tición de justicia, se procedió a la creación de una subcomisión de justicia en
julio de 2015, llamada Subcomisión Jurídica, conformada por tres delegados
de cada una de las partes. En dos meses esta subcomisión elaboró un princi-
pio de acuerdo que presentaba una propuesta a la hora de establecer justicia,
a partir del establecimiento de una justicia restaurativa y reparadora. Así, el
acuerdo presentado el 23 de septiembre de 2015, atiende a “las necesidades y
la dignidad de las víctimas y se aplica con un enfoque integral que garantiza la
justicia, la verdad, y la no repetición de lo ocurrido”,7 en la que se prioriza las
reparaciones para las víctimas frente a las sanciones punitivas. El sistema de
justicia se elaboró a partir de tres principios: la no impunidad para crímenes de
graves violaciones de los derechos humanos y de lesa humanidad, la prioriza-
ción de la verdad y la centralidad en las víctimas y su reparación. El acuerdo
establece que los reglamentos deberán respetar el derecho de las víctimas a una
justicia pronta y eficiente. El sistema se desarrolló a partir de la creación de la
JEP acompañada de una ley de amnistía; mecanismos que buscan garantizar los
derechos de las víctimas.
Respecto a la amnistía, se elaboró un documento como propuesta que fue
radicado en el Congreso como ley de amnistía e indulto,8 el cual contempla
la aplicación de una amnistía o indulto para aquellos delitos políticos —de
rebelión— o conexos —porte ilegal de armas y conductas no prohibidas por el
derecho internacional humanitario, y un tratamiento penal diferencial, pero
equivalente para los cuerpos de seguridad del Estado. En esta ley se excluyen
de la amnistía aquellos delitos de lesa humanidad, genocidio y graves críme-
nes de guerra, los cuales deberán ser procesados a través de la JEP.
La JEP supone una jurisdicción especial con funciones judiciales sobre
asuntos de graves infracciones al derecho internacional humanitario y a gra-
ves violaciones de los derechos humanos. Se compone de unas Salas de Jus-
ticia, de un Tribunal Especial para la Paz y de una Unidad de Investigación y
Acusación que podrá presentar las acusaciones ante el tribunal, funcionando
a la vez como fiscalía.
7 Sexto principio del componente de justicia del SIVJRNR, acuerdo de paz del 24 de noviembre
de 2016.
8 Ley 1820 aprobada por el Congreso el 30 de diciembre de 2016.
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Finalidad:
Satisfacer derechos de las víctimas, consolidar la paz.
No amnistía: Funciones:
• Lesa humanidad. • Acabar con la impunidad juzgando y sancionando
a responsables de graves violaciones de derechos
• Genocidio. humanos.
• Graves crímenes de guerra. • Obtener verdad.
-- Toma de rehenes
• Contribuir a la reparación de las víctimas.
-- Tortura
-- Desplazamiento forzado
-- Desaparición forzada Amnistía:
-- Ejecuciones Extrajudiciales Para delitos políticos y conexos a partir de la ley de am-
-- Violencia sexual nistía prevista en el Anexo I del acuerdo y que se aprobó
en el Congreso el 30 de diciembre de 2016.
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Procedimientos
Quienes no reco-
Para quienes reconozcan delitos muy Quienes reconozcan tardíamente
nozcan delitos muy
graves. delitos muy graves.
graves.
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Las víctimas ante el reto de la paz: de las negociaciones al cumplimiento de los acuerdos
Consideraciones finales
Que la participación en los diálogos fuera posible y que tuviera un significati-
vo impacto en los Acuerdos fue resultado, primero, de la voluntad de la mesa
para que así fuera. Se cumplió con el principio recogido en el acuerdo general
que señalaba que las discusiones se regirían con la participación ciudadana
que el proceso requería. Para ello se estableció una configuración metodo-
lógica que permitiera una participación sustancial de la sociedad civil, para
lo cual se habilitaron un conjunto de mecanismos que resultaron funcionales.
Segundo, debido a que las organizaciones ciudadanas cumplieron un papel pri-
mordial, llevando a cabo iniciativas para que la ciudadanía aportara su parecer
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Néstor Calbet Domingo
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Néstor Calbet Domingo
Los retos del proceso de paz no terminan con la firma de los acuerdos. La
participación en las negociaciones ha ampliado los debates de la mesa y ha
permitido la incidencia en los acuerdos, pero en la fase posacuerdos debe servir
para supervisar, apoyar y colaborar en la implementación y el cumplimien-
to de los compromisos adquiridos por las partes. Esta participación tiene que
ser facilitada y promovida en todos los proyectos del posconflicto y en todo el
proceso: planificación, ejecución, seguimiento y evaluación. Con la firma de los
acuerdos de paz se abre una ventana de oportunidad para la construcción de la
paz y la superación definitiva del conflicto. Pero para ello existen ciertos retos
relevantes para el posconflicto, como es la percepción de impunidad, la cual
deberá ser valorada por parte de las víctimas en tanto que se sientan satisfechas
con las reparaciones y la verdad obtenida en detrimento de la justicia punitiva
que finalmente será impartida.
Otro reto que deberá afrontar la justicia transicional, y que se acordó en la
renegociación, es la limitación temporal de sus mecanismos. La Sala de Reco-
nocimiento de Verdad y Responsabilidad podrá recibir informes de denuncias
hasta dos años después del establecimiento del Tribunal para la Paz, con pró-
rroga de máximo un año, mientras que el plazo para la conclusión de las fun-
ciones de la JEP será de diez años más cinco años para terminar su actividad
jurisdiccional. La cantidad de delitos, víctimas y hechos victimizantes por aten-
der podrá suponer la imposibilidad de conocimiento exhaustivo de los hechos.
En el sistema de justicia se ha priorizado la verdad ante la justicia punitiva, que
han limitado conscientemente y que puede traer insatisfacción y concepción
de impunidad en caso de que no se apliquen los mecanismos de atención y re-
paración a las víctimas. Igualmente, se corre el riesgo de no obtener suficiente
verdad, debido a la falta de incentivos para contarla en delitos considerados no
graves, que serán amnistiados. La tarea de esclarecimiento en este caso deberá
ser asumida por parte de la Comisión de la Verdad, que cuenta con un mandato
ambicioso, pero con limitaciones que le van a dificultar cumplir su misión.
Quizás las dos grandes preocupaciones que mantienen las víctimas para
el posconflicto son, por un lado, las garantías de no repetición. En el Informe
Anual de las Naciones Unidas sobre Colombia, se reportó el asesinato de 127 lí-
deres sociales entre enero de 2016 y febrero de 2017. La otra gran preocupación
es que no se consiga una implementación de los acuerdos, pues de ello depen-
derá en las correlaciones de fuerzas políticas que se configuren en el Congreso
a partir de las elecciones de 2018. Para esto, la implicación de las organizaciones
será fundamental, al igual que el trabajo que desarrollen las misiones de veedu-
ría y verificación establecidas en los acuerdos, especialmente en la Comisión de
Seguimiento, Impulso y Verificación a la Implementación (CSIVI).
La participación ciudadana será clave para la construcción de la paz, para
lo cual hace falta mantener el espíritu de lo acordado y la incidencia desde las
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Las víctimas ante el reto de la paz: de las negociaciones al cumplimiento de los acuerdos
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De las políticas públicas del
posacuerdo a la evolución
institucional para una paz
estable en Colombia
David González Cuenca*
Ana María Montes Ramírez**
Carlos Antonio Pinedo Herrera***
Introducción
El conflicto en Colombia no es una situación meramente relativa a un grupo de
ciudadanos y al esfuerzo estatal por regular su comportamiento para lograr la
seguridad del resto de la población. El conflicto en Colombia obedece a cir-
cunstancias tan variadas política, económica e históricamente desarrolladas,
por lo que un acuerdo sobre la terminación del conflicto generará, de manera
concomitante, un variado portafolio de acciones estatales en procura de garan-
tizar su sostenibilidad; además, requerirá inversiones que garanticen nuevas
*
Profesional en Relaciones Internacionales y Estudios Políticos, magíster en Relaciones y Ne-
gocios Internacionales de la Universidad Militar Nueva Granada. Docente investigador de la
Universidad Militar Nueva Granada, docente de Cátedra del programa de Gobierno y Rela-
ciones Internacionales de la Universidad Santo Tomás, Bogotá, y de la Facultad de Relaciones
Internacionales de la Escuela Militar de Cadetes José María Córdova, miembro del grupo de
investigación PIREO. Correo electrónico: dagocrack@gmail.com, david.gonzalez@unimilitar.
edu.co
**
Abogada, especialista en Derecho Administrativo de la Universidad Libre de Colombia,
magíster en Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nuestra Se-
ñora del Rosario. Docente de la Universidad Militar Nueva Granada Programa y de la
Universidad Libre, Bogotá. Correo electrónico: ammonra58@hotmail.com, ana.montes@
unimilitar.edu.co
***
Profesor de la Universidad Militar Nueva Granada. El aporte a este capítulo es derivado del
proyecto de investigación para la tesis doctoral titulado Estudio comparado de las principales
expresiones conceptuales en los diferentes enfoques estratégicos de la seguridad y defensa
en Iberoamérica, en búsqueda de un instrumento de análisis para la cooperación (UNED-
IUGM-2017).
85
De las políticas públicas del posacuerdo a la evolución institucional para una paz estable en Colombia
86
David González Cuenca • Ana María Montes Ramírez • Carlos Antonio Pinedo Herrera
87
De las políticas públicas del posacuerdo a la evolución institucional para una paz estable en Colombia
Estado bajo el concepto propuesto por Weber consta de territorio, poder políti-
co, población y soberanía (Franzé, 2004); de lo que se colige que al entregar te-
rritorio a las FARC, el Gobierno Pastrana aportaba el elemento estructural para
la territorialidad del Estado colombiano, situación que pudo haber concluido
en un conflicto territorial significativo (Cardona, 2001).
Sin embargo, el fracaso político trajo consigo medidas que marcarían el es-
pectro nacional e internacional. El Plan Colombia y la internacionalización de
la responsabilidad relacionada con el narcotráfico generaron los recursos nece-
sarios para la reestructuración de la fuerza pública y a nivel interno la imagen
de las FARC decayó a los ojos de los ciudadanos del común, lo que facilitó el
accionar militar de los dos periodos de Gobierno de Álvaro Uribe.
Lo anterior se encuentra directamente relacionado con el nivel de manio-
brabilidad interna del conflicto. Si bien es cierto que el conflicto armado co-
lombiano tiene su origen en la disparidad social engendrada por más de 200
años de políticas económicas que no han permitido el desarrollo de toda la
población y que han fomentado la disparidad y la violencia, también es cierto
que los grupos armados que nacieron como respuesta a la inequidad mutaron
y se convirtieron en actores preponderantes en los procedimientos criminales
directamente relacionados con el narcotráfico, motivo por el cual la lucha anti-
drogas internacional fortaleció la posibilidad de enfrentar a nivel interno a los
grupos al margen de la ley (Ortiz, 2006).
Aun cuando los componentes del conflicto colombiano son tan diversos
como la población misma, la problemática medular radica en las funciones del
Estado como la entelequia que ostenta el poder, la fuerza y con ello la justicia y
la posibilidad de brindar seguridad a cualquier nivel a la población.
El uso de la fuerza ha sido una constante histórica desde los albores de la
vida republicana a mediados del siglo XIX, incluso la decisión de unificar el
ejército suscitó importantes reacciones en los Estados que conformaban la Gran
Colombia. Luego de la atomización del territorio bolivariano, aun cuando el Es-
tado colombiano contaba con la fuerza canalizada en un ejército institucional,
la pugna por el poder generó grupúsculos armados de ciudadanos que ejercían
micropoderes a lo largo de la geografía nacional; unos territorios eran conser-
vadores y otros tantos liberales. Desde el Gobierno central, no solo se evitaba
la regulación de estas conductas violentas, sino que además se potenciaba y se
protegía la actuación de aquellos que convergieran con los intereses políticos
del Gobierno de turno (Bushnell, 1994).
Lo anterior permite establecer que desde el punto de vista hobbesiano, aun
cuando se cuente con una organización institucional de relevancia como lo es
el Ejército Colombiano, el mismo Estado ha sido descuidado en la monopoliza-
ción de la fuerza y, por tanto, ha deslegitimado el principio fundamental de la
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seguridad que hace que el ciudadano se someta a las normas internas en procu-
ra de protección y seguridad (Bodenheimer, 1940). Al reunir los dos elementos
de análisis, se encuentra que a nivel internacional se han tenido consecuencias
económicas y políticas, como la búsqueda del desarrollo económico y la imple-
mentación de políticas de apertura y tratados internacionales en procura de
fomentar la industrialización de una economía otrora agropecuaria.
Pese a lo anterior, se está llegando a un punto de estancamiento en el cre-
cimiento económico, lo que obedece a una tendencia regional derivada de la
situación del precio del petróleo a la baja y muy permeada por el proceso polí-
tico de Venezuela, por cuanto ese Estado fue el estabilizador de las necesidades
económicas de las diferentes naciones latinoamericanas que comulgaron con el
modelo político venezolano por más de diez años (Gamboa, 2015).
Cabe destacar que en el análisis realizado por Gamboa se evidencia que, aunque
el crecimiento económico latinoamericano ha mermado, las economías menos
vulneradas por la desprotección económica del Gobierno venezolano son aque-
llas que fortalecieron sus procesos internacionales sin generar dependencia del
Estado venezolano. Así es como México, Chile, Colombia y Perú continuaron
con un crecimiento superior según el pronóstico del FMI para la vigencia 2015.
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del HSBC, donde Michael Geoghegan nos convertía en un pequeño felino al lado
de Indonesia, Vietnam, Egipto, Turquía y Sudáfrica .
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Son tres puntos los que ha asumido el Gobierno Santos para el posiciona-
miento regional del Estado colombiano: en primero, la lucha por los derechos
humanos, situación que le diferencia del anterior Gobierno en relación con las
calificaciones obtenidas en las evaluaciones realizadas por las diferentes agen-
cias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). El segundo punto radi-
ca en convertir las fronteras en polos de desarrollo económico y social, lo que
ha regulado de manera positiva las relaciones con Brasil, Perú y Ecuador, e
incluso con Venezuela; lamentablemente la situación política interna del Estado
vecino ha impedido la estructuración de actividades tendientes al desarrollo
económico de la zona de la frontera oriental. Finalmente, el tercer punto, es la
intención de tener una presencia más activa en los organismos multilaterales,
lo que ha sido un elemento diferencial, debido a que el desarrollo y los logros
de la política exterior han sido ostensibles y demostrables tratándose de alian-
zas, cooperación y relevancia de Colombia en el sistema internacional. De lo
anterior se colige la importancia de mantener acciones y posiciones coherentes
con la pretensión de ser un actor influyente en el sistema internacional; por tal
razón, la responsabilidad estatal juega un papel fundamental, y también es de-
terminante el acatamiento juicioso de la normatividad internacional.
Sin dejar de lado la importancia de los logros de la seguridad democrática,
Colombia tuvo que dejar de ser el país ensimismado, cuyo discurso internacio-
nal expone sus necesidades de colaboración en relación con el conflicto interno,
y debió enfrentar un papel en el cual se posicionó como un vocero regional en
capacidad de aunar esfuerzos con sus aliados en temas económicos, sociales
y políticos en la arena internacional. Respecto de la vocería internacional, sin
demeritar la trascendental experiencia brasileña en materia de diplomacia y su
importancia como potencia media consolidada, el Foro de Davos en 2011 per-
mitió que se tuviera en cuenta la posición colombiana en materia de seguridad
transnacional.
Cuando se observa la importancia del desarrollo económico en las zonas
de frontera, se comprende la necesidad de dar continuidad al proceso de se-
guridad que debe tener un desarrollo constante, debido a que el peligro de
perder la vida y la propiedad genera repercusiones económicas desfavora-
bles, en especial cuando lo que se pretende es el afianzamiento de relaciones
comerciales conjuntamente benéficas y protegidas por los estados partícipes
de cada frontera, de allí la importancia de la participación de Colombia en
escenarios multilaterales de carácter decisivo, como el Consejo de Seguridad
de la ONU.
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mas se apliquen para castigar a aquellos que transgreden los derechos propios
vulnerando los ajenos; la deslegitimación de la justicia como una obligación del
Estado implica el deseo de justicia por mano propia.
¿Cómo reconciliar a la víctima con el victimario? Para ello se requiere que el
victimario asuma el error en la vulneración del derecho y posteriormente ofrezca
disculpas por la transgresión, a lo que se sumaría probablemente la magnificencia
de la víctima al no exigir un castigo, por sentirse resarcida moralmente; siendo
el Estado un veedor de tal proceso y aplicando los castigos pertinentes en las
ocasiones que lo ameriten (Villa, Tejada, Sánchez y Téllez, 2007).
Este punto amerita de nuevo una observación contextualizada: en Colom-
bia todos los ciudadanos son víctimas, en mayor o en menor medida; algunos
han sido sujetos pasivos de violencia sexual, uno de los crímenes de guerra
más deplorables y execrables; otros han sido sometidos a torturas y tratos
ignominiosos; hay quienes han presenciado la muerte de sus familiares y mu-
chos han sido sacados de sus tierras bajo amenaza de muerte; un sin número
de ciudadanos perdió su libertad por el secuestro extorsivo o por su represen-
tatividad política y hay quienes han sido compelidos a votar por determinado
candidato. Y los que menos han sufrido probablemente han sido víctimas de
la delincuencia común que se engendra en la falta de oportunidades de edu-
cación y de trabajo.
El nacimiento de los mal llamados paramilitares tiene tras de sí la nece-
sidad de “autodefenderse”; la médula del problema estriba en el nacimiento
de un grupo antagónico a la guerrilla, patrocinado por industriales y gana-
deros que requerían protección a su persona y a sus bienes; argumento que
fue bien visto en el programa de seguridad denominado Convivir (López,
2007). El proyecto no se quedó en la simple prestación de seguridad, pues
se inició un círculo vicioso en el que las autodefensas “limpiaban” las zonas
de influencia guerrillera y sacaban de allí a aquellos que les favorecían, a su
vez la guerrilla hacía lo propio para recuperar territorio; análisis posteriores
demostrarían que los territorios en pugna eran puntos estratégicos para el
tráfico de estupefacientes.
En resumen, la guerrilla surge de las víctimas de los terratenientes que abu-
saron de la inoperancia estatal, las autodefensas son víctimas de la guerrilla
que optaron por hacer uso espurio de la fuerza, con el beneplácito de algunos
funcionarios públicos, y a la mitad se encuentra la sociedad civil, que requiere
la seguridad y la justicia de un Estado que lleva más de 200 años sin lograr
superar la brecha socioeconómica, que es el principal factor de desigualdad y
de violencia ilegítima. A estas alturas de la historia, no es pertinente dividir los
actores entre buenos y malos, por cuanto todos en mayor o menor medida son
víctimas; la polarización engendra más violencia. Comenzar de nuevo requiere
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un plano objetivo las FARC son todo eso. Han sufrido vulneración de derechos
en sus inicios, han conculcado derechos de otros ciudadanos, en principio su
modelo ideológico pretendía la justicia social bajo las bases de los postulados
socialistas y se han valido del secuestro extorsivo y el narcotráfico para finan-
ciar su organización.
La solución militar
Es innegable que el Gobierno Santos ha heredado, con justo merito, el impul-
so que tiene la fuerza pública en trabajos de inteligencia y operaciones en con-
tra de blancos de alto valor y campañas de largo aliento. El mejor ejemplo de
ello es la muerte en combate del principal cabecilla militar de las FARC, alias
“Mono Jojoy”; sin embargo, es claro que el impacto de estas bajas fue de ca-
rácter estratégico-mediático en los frentes interno y externo, ya que confirman
que, como “organización insurgente”, las FARC se veían en franco declive.
No obstante, las bajas de cabecillas no causaron el esperado colapso orga-
nizacional que se preveía, basados en la experiencia de las primeras victorias
de este tipo, como fueron las de alias “Martin Caballero” y el “Negro Acacio”,
que efectivamente sí dieron paso a la desarticulación total de las estructuras
que lideraban.
Pasado el tiempo, las FARC se vieron involucradas en lo que se podría de-
nominar guerra de redes a la colombiana; verbigracia, los años de aislamiento de
sus estructuras y mandos, estos fueron llevados a asumir esquemas de mando
y control diferentes, más sofisticados pero, sobre todo, más descentralizados.
Para ello se contó, por un lado, con la iniciativa táctica de sus mandos medios
con mayor capacidad de decisión y maniobra, lo que trajo consigo el hecho
de aprovechar las oportunidades que la fuerza pública ofrece para desarrollar
acciones de guerrilla clásica, y así lograr impacto sobre la percepción de se-
guridad; por otro, se les permitió a sus mandos lucrarse del negocio del nar-
cotráfico, y de esta manera conseguir un factor perverso de cohesión hacia la
organización.
Así las cosas, el panorama de seguridad evolucionó de una amenaza basada
principalmente en la explotación de su control territorial con un mando unifica-
do, férreo y centralizado a una estructura que cada vez se asemejaba más a una
insurgencia de corte global que mantenía, por decirlo así, su reserva estratégica
armada en la sombra.
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David González Cuenca • Ana María Montes Ramírez • Carlos Antonio Pinedo Herrera
La solución conciliada
A estas alturas de la evolución del conflicto, y con una problemática amalga-
mada, es poco probable la perfecta conciliación de situaciones racionalmente
convenidas; este postulado tiene su base en la percepción que la propia gue-
rrilla tiene del conflicto. Dentro de los mecanismos de solución de conflictos se
encuentra el análisis y el uso de la teoría de elección racional que permite sope-
sar los diferentes argumentos y medir las potenciales consecuencias de las de-
cisiones que se puedan tomar para abordar la solución del conflicto planteado.
No obstante, este conflicto fuera de género no posibilita la cabal contraposi-
ción de argumentos para llegar a una conclusión lógica como podrían plantearlo
Aristóteles y Hegel, debido a que no se consigue una verdad absoluta, por cuanto
ninguna de las partes considera la posibilidad de estar en un error. Este debate
es más schopenhaueriano, pues radica en la audacia de cada uno de los interlo-
cutores y en la pericia que tengan para que el auditorio nacional e internacional
apruebe el argumento, independientemente de la verosimilitud de este.
En ese orden de ideas, la salida dialogada requiere comprender la cosmovi-
sión de la guerrilla, lo cual se encuentra permeado por la realidad de los guerri-
lleros que podrían llamarse “de base”; los fundadores y los ideólogos originales
de las FARC ya no se encuentran con vida, los actuales planteamientos no son
los mismos que pudo haber hecho Manuel Marulanda, y con la situación de
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Conclusiones
No me gusta la palabra posconflicto, porque conflicto siempre habrá…
prefiero hablar de construcción de paz.
Sergio Jaramillo
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David González Cuenca • Ana María Montes Ramírez • Carlos Antonio Pinedo Herrera
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Fortalecimiento del Estado
colombiano como reto clave de la
construcción de paz
Javier Fernando Torres Preciado*
Introducción
Los retos que enfrenta un país después de un prolongado y degradado conflicto
interno son diversos, y Colombia que atraviesa por un escenario de este tipo no
es la excepción. Las particularidades históricas del país hacen hincapié en cierto
tipo de desafíos que resultan más apremiantes cuando se quiere construir paz.
Los retos pasan por temas económicos, sociales y políticos; en lo económico en
lo relacionado con la necesidad de recursos abundantes y sostenidos para cons-
truir paz, estímulos al campo y a la industria para su desarrollo y la generación
de empleo. En lo social, el objetivo principal es reducir la inequidad, una de las
causas del descontento de la población, ofreciendo más oportunidades e igual-
dad al grueso de los ciudadanos; por ejemplo, en educación como estrategia
fundamental de movilidad social y, por supuesto, apostar por la construcción
de una sociedad tolerante. En relación con lo político, resulta imperativo fortale-
cer la democracia, abriendo espacios de participación para los sectores histórica-
mente excluidos. Es precisamente de este último elemento del cual se desprende
un aspecto fundamental que tiene que ver con la consecución de los dos prime-
ros (el económico y el social), el cual está relacionado con el fortalecimiento y
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Fortalecimiento del estado colombiano como reto clave de la construcción de paz
1 Cuando se habla de diferentes actores armados que han hecho presencia por décadas (especial-
mente desde mediados del siglo XX) en diferentes zonas del país, se hace referencia a bando-
leros, autodefensas campesinas, guerrillas de izquierda, grupos paramilitares y narcotráfico,
entre otros.
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Javier Fernando Torres Preciado
2 El financiamiento de los grupos armados se ha basado en recursos tanto legales como ilegales;
de los primeros hacen parte los recursos públicos que tienen las regiones para su inversión en
diferentes sectores, los cuales han llegado a manos de grupos armados ilegales por medio de la
contratación; de los segundos hacen parte principalmente los relacionados con narcotráfico y
minería ilegal.
3 Con el concepto deficitario se intenta recoger, de acuerdo con los autores trabajados en este
capítulo y que explican el proceso de formación del Estado en Colombia, lo que es una de sus
principales características en términos de vacíos, relativa incapacidad y tareas aún pendientes;
en otras palabras, el carácter deficitario del Estado colombiano proviene de su debilidad en
aspectos fundamentales como monopolio de la violencia, control y presencia territorial y admi-
nistración de justicia.
4 El texto reconstruye principalmente lo que fue el proyecto paramilitar con el auspicio de algu-
nas élites regionales.
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Fortalecimiento del estado colombiano como reto clave de la construcción de paz
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Fortalecimiento del estado colombiano como reto clave de la construcción de paz
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Javier Fernando Torres Preciado
Este vistazo a los estudios sobre el proceso histórico de formación del Estado
en Colombia se basa en las propuestas teóricas tradicionales que interpretan y
explican el proceso de fortalecimiento y construcción del Estado en Colombia,
señalando las tradicionales causas del recurrente carácter deficitario del Estado
colombiano. El panorama teórico resulta útil para entender el papel del Estado
en Colombia en los momentos de centralización y descentralización política
y administrativa, así como en los futuros desafíos que este tendrá de cara a la
construcción de paz, momento cuando el Estado se erige como el actor clave y
fundamental para impulsar el proceso.
5 El carácter centralista de la Constitución de 1886 obedeció al deseo de control político por parte
del centro, que estaba latente desde inicios del siglo XIX, la heterogeneidad y la desarticulación
se manifestó en las particularidades regionales y sus dinámicas propias diferentes a las del
centro (Uribe y Álvarez, 1987).
6 Alberto Lleras Camargo (1958-1962), Guillermo León Valencia (1962-1966); Carlos Lleras (1966-
1970) y Misael Pastrana (1970-1974).
7 Tesis de Oquist (1978) acogida por Bejarano y Segura (1996), en la cual se describe parte del
proceso de formación estatal durante el Frente Nacional, donde se sostiene que la violencia
política generó un derrumbe parcial de Estado.
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Fortalecimiento del estado colombiano como reto clave de la construcción de paz
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gional ganó el primer pulso a mediados de la década de los ochenta con la re-
forma descentralizadora de 1986, con la cual se empezaron a elegir alcaldes por
medio de voto popular; con esto se buscaba otorgar autonomía a las regiones
para el manejo de sus asuntos de acuerdo con sus necesidades. En resumen, el
periodo pos Frente Nacional heredó sus problemas, pero estos fueron encara-
dos de diferentes maneras por cada Gobierno; por ejemplo, con Turbay y su cri-
minalización de la protesta, con Betancur y su negociación de paz, y con Barco
y sus programas sociales junto con las negociaciones de paz.
8 Para Dávila (1997), el Frente Nacional y el proceso constituyente de 1991 guardan semejanzas en térmi-
nos de pacto y persistencia de actores e instituciones, aunque en 1991 se enfatizó el carácter democrático.
9 El texto de Leal (1990), Al filo del caos, es una compilación de diversos autores y temáticas, pero
vale señalar que todos los trabajos convergen en subrayar que la crisis del Estado es una crisis
de legitimidad.
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Fortalecimiento del estado colombiano como reto clave de la construcción de paz
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Javier Fernando Torres Preciado
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Fortalecimiento del estado colombiano como reto clave de la construcción de paz
Conclusiones
La amenaza y el obstáculo al fortalecimiento del Estado en Colombia son los ac-
tores armados, cualquier diseño institucional en presencia de estos grupos será
desvirtuado parcialmente y generará efectos colaterales indeseados. El desafío
para un Estado que busca fortalecerse es dominarlos, derrotarlos o integrarlos
al régimen político cuando sea viable y necesario. El contexto de un conflicto
armado es el que desvía y desvirtúa un proceso centralizador o descentraliza-
dor, ya que los dos se han implementado en diferentes momentos históricos,
desde el Frente Nacional con la herencia de la violencia de los años cuarenta y
la emergencia de grupos excluidos del régimen en la década de los sesenta, y
luego en la década de los ochenta y noventa con la complejización del conflicto
armado producto del fortalecimiento de guerrillas y paramilitares, junto con el
ascenso del narcotráfico como motor y financiador de los anteriores.
Centralización y descentralización han enmarcado y señalado la ruta del
proceso de formación del Estado en Colombia. Pero la explicación parcial a las
dificultades en la implementación de estos procesos es la presencia constante
de actores armados que han tenido la capacidad de adaptarse al reformismo y
cambios en el régimen político, le han puesto su impronta y lo han desviado. La
centralización y descentralización han sido, entre otras, intentos de fortalecer el
Estado, darle legitimidad y restarle argumentos a los actores armados para su
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Javier Fernando Torres Preciado
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Javier Fernando Torres Preciado
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La paz desde concepciones y
discursos pontificios:
Francisco y el caso colombiano
Laura Camila Ramírez Bonilla*
Introducción
La tarde del 6 de septiembre de 2017, el papa Francisco arribó a Bogotá para
un viaje apostólico de cinco días. Treinta y un años después de la última visita
de un pontífice a Colombia, el país había dejado de ser una “nación católica”,
por mandato constitucional, para ser un Estado laico, de libertad de conciencia
y culto. Según el Pew Research Center, los católicos pasaron de representar al
91 % de la población nacional, a mediados del siglo XX, para congregar a cerca
del 74 %, en la segunda década del siglo XXI.1 Evidentemente, ni la carta políti-
ca ni el régimen religioso eran las únicas transformaciones de esas tres décadas.
Colombia había sido testigo de la escalada de violencia más significativa, tanto
de la guerra contra del narcotráfico, exponencial desde mediados de los años
ochenta, como del conflicto armado interno que experimentaba desde 1964. Un
nuevo evento histórico convocó a la cabeza del catolicismo a Bogotá, Medellín,
Cartagena y Villavicencio: la paz. Sin eufemismos mayores, la firma e imple-
mentación del acuerdo final suscrito entre la guerrilla de las Fuerzas Armadas
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La paz desde concepciones y discursos pontificios: Francisco y el caso colombiano
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Laura Camila Ramírez Bonilla
El énfasis era civilista y espiritual a la vez. Ante el temor latente de una “guerra
total”, la Constitución declaró de manera expresa que toda acción bélica que des-
truyera indiscriminadamente los territorios y sus habitantes era “un crimen con-
tra Dios y la humanidad que hay que condenar con firmeza y sin vacilaciones”.
Por tanto, rechazaba la carrera armamentista y la definía como “la plaga más
grande de la humanidad”, toda vez que bajo el uso inapropiado de la ciencia pro-
piciaba un sistema de disuasión y contención del adversario que distorsionaba
el concepto de la paz (Constitución Gaudium et spes, 1965, capítulo V, sección 1).2
La guerra, entendida como una “antigua esclavitud” de la que era necesario
liberarse, debía ser considerada como una actividad “absolutamente prohibi-
da” entre las naciones. “Esto requiere el establecimiento de una autoridad uni-
versal reconocida por todos, con poder eficaz para garantizar la seguridad, el
cumplimiento de la justicia y el respeto de los derechos” (p. 82). El capítulo V
de Gaudium et spes era una lectura particular del sistema internacional, sus pro-
blemas y sus actores. El llamado a que las instituciones supranacionales, y no la
carrera armamentista, fueran el mecanismo de contención de la actividad bélica
fue uno de los planteamientos centrales del documento. El discurso no reiteró
la retórica anticomunista que dominaba entre las jerarquías eclesiásticas locales
—y vaticanas— de la época, pese a la presión del contexto global. En contraste,
priorizó conceptos universales, como la paz, el diálogo o la justicia, para pro-
curar consensos mínimos, de ahí su llamado a “edificar una comunidad inter-
nacional”. El tono distaba de las teorías realistas que entonces prevalecían en la
comprensión de las relaciones entre Estados.
Según Gaudium et spes, la paz “no es la mera ausencia de la guerra, ni se re-
duce sólo al establecimiento de un equilibrio de las fuerzas adversas, ni surge
2 “Sea lo que fuere de este sistema de disuasión, convénzanse los hombres de que la carrera de
armamentos, a la que acuden tantas naciones, no es camino seguro para conservar firmemente
la paz, y que el llamado equilibrio de que ella proviene no es la paz segura y auténtica” (Cons-
titución Gaudium et spes, 1965, capítulo V, sección 1).
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La paz desde concepciones y discursos pontificios: Francisco y el caso colombiano
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Laura Camila Ramírez Bonilla
es nuestra Paz, que hizo de los pueblos uno... Y viniendo nos anunció la paz a
los de lejos y la paz a los de cerca”, indica el pontífice citando Ef 2,14-17. Supone
una suerte de estado espiritual y armonía con los mandatos de Dios. Religión y
política no parecen escindidas.
En conexión con este punto de partida, el texto se organizó en cinco capí-
tulos: el primero, sobre “la ordenación de las relaciones civiles”, un conjunto
de derechos y deberes de la “persona humana” en sus relaciones con el otro
o “convivencia civil”. El segundo capítulo se detiene en “la ordenación de las
relaciones políticas”, que parte de considerar que toda autoridad que el gober-
nante posee proviene de Dios. El principio pone en tensión el orden laico del
Estado-nación moderno y occidental. Si bien distingue la esfera religiosa y la
política, supedita la segunda a la primera. Aunque subyace una lectura más
secular, la base de la argumentación continúa siendo de carácter sacra. No es
extraño que esto persista, pues en últimas se trata de una entidad religiosa.
Para la encíclica, “la autoridad consiste en la facultad de mandar según la
recta razón”, en correspondencia con el bien común. Así, define deberes para
el gobernante y el ciudadano, demanda apego a la ley y exige una división
tripartita de poderes. El tercer capítulo asume que la “ordenación de las rela-
ciones internacionales” debe regirse por la ley moral, la verdad, la justicia, la
solidaridad activa y la libertad. En este apartado rechaza la carrera armamen-
tista de la época y pide atender los problemas de las minorías étnicas y los
exiliados políticos. Por su parte, la “ordenación de las relaciones mundiales”,
tema del cuarto capítulo, habla de la interdependencia de los Estados, la nece-
sidad de una autoridad de alcance mundial más efectiva y el reconocimiento
a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Declaración Universal
de los Derechos del Hombre (1948) como un punto de partida de esa institu-
cionalidad global. Finalmente, el último capítulo se detiene en la incidencia de
los cristianos en la “acción temporal”: “exhortamos de nuevo a nuestros hijos
a participar activamente en la vida pública y colaborar en el progreso del bien
común de todo el género humano y de su propia nación” (núm. 146). Se trata
de un texto actualizado a su tiempo, tan político como teológico, tan doctrinal
como pragmático.
Siguiendo el discurso eclesiástico y la literatura que analiza el tema, es po-
sible identificar nueve ejes en torno a los cuales el catolicismo construye una
suerte de doctrina de la paz: primero, la paz como derecho y deber, condición
indispensable para ejercer los demás derechos y obligaciones de todo ciudada-
no. Segundo, la paz como proyecto promotor del desarrollo integral, tendiente
más a una mirada humanista que economicista. Tercero, la paz desde la pro-
tección y difusión de los derechos humanos, ligada a una pastoral y una ética de
los derechos humanos con perspectiva cristiana. Cuarto, la paz como obra de la
justicia: “orden social más justo, fraterno y participativo”, donde la paz implica
131
La paz desde concepciones y discursos pontificios: Francisco y el caso colombiano
una “distribución equitativa de los frutos del desarrollo” (SRS, 26f). Quinto, la
paz como fruto del amor, de un trabajo íntimo y espiritual. Sexto, la paz como un
cuerpo indivisible, señala Juan Pablo II: es “de todos, o de nadie” (SRS, 26f). Sépti-
mo, la paz como un ejercicio del diálogo, que para el cristiano representa su com-
promiso con medios no violentos de transformación de los conflictos. Octavo, la
paz como una obra ecuménica, que se manifiesta en la participación creciente de
todos los cristianos (católicos y no católicos), con motivación teológica y en re-
chazo a la violencia (Ut Unum Sint), un trabajo que exige diálogo interreligioso
(Ramírez Bonilla, 2009, pp. 42-43). Y noveno, la paz como un trabajo a escala
global: más allá de que las causas del conflicto violento tengan origen local, su
impacto y superación involucran acciones y agentes internacionales.
En últimas, hablamos de una definición que trasciende la “paz negativa” y
conmina a pasar del plano conceptual a la experiencia. Así lo evidencia Caritas
Internationalis y su ejercicio con comunidades afectadas por la violencia y ac-
tores en conflicto. Términos como construcción de paz o peacebulding, utilizado
por primera vez por las Naciones Unidas a inicios de los años noventa, han
sido adaptados en el discurso eclesial en función de dos ejes: las relaciones y la
participación.
Para este enfoque, las relaciones son la base para generar cambios sociales
duraderos, acciones humanitarias, desarrollo, prevención de conflictos, recons-
trucción y reconciliación. Esto explica el énfasis y el monitoreo constante a la
interacción entre “las co-partes y los beneficiarios de los programas” (Caritas
Internationalis, 2002, p. 4), como punto de partida. Caritas Internationalis (2002)
considera que “la participación fluye de manera natural cuando se trata de un
proceso centrado en las relaciones”, de ahí que la paz demande la intervención
de actores múltiples (p. 81).
Para Caritas Internationalis (2001), “la Construcción de Paz tiene lugar aún
antes de que un conflicto violento estalle (una medida preventiva), o después
de que termina el conflicto violento”, mediante la articulación de cinco prin-
cipios operativos (pp. 91-95): primero, ser globalizante. “Ver la totalidad del
panorama para poder efectuar un cambio verdadero”. Esta condición implica
abordar las diversas fuentes de conflicto violento en una sociedad y asumir
una visión multidimensional del problema (Secretariado Nacional de Pastoral
Social [SNPS], 2007, p. 12). Segundo, fortalecer las relaciones interdependientes,
entendiendo que “la construcción de paz involucra un sistema de personas,
roles y actividades interconectados. La interdependencia tiene que ver con la
conexión entre lo que hacemos y la manera como lo hacemos” (SNPS, 2007, p.
13). Tercero, ser sostenible, es decir, que sea un proyecto a largo plazo que per-
mita consolidar continuidad en la respuesta y transformación de los conflictos
violentos. Estos “tienen lugar a través de generaciones y no podemos esperar
a que la construcción de la paz tome menos tiempo” (SNPS, 2007, p. 13). Cuar-
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Laura Camila Ramírez Bonilla
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La paz desde concepciones y discursos pontificios: Francisco y el caso colombiano
3 El plebiscito por la paz del 2 de octubre de 2016 es uno de los ejemplos más recientes de estas
controversias.
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Laura Camila Ramírez Bonilla
sus formas”. De nueva cuenta la exhortación era a los líderes políticos y reli-
giosos, los Estados, las instituciones internacionales, las empresas y los medios
de comunicación. Al mismo tiempo, renovaba el compromiso de la institución
eclesiástica: “La Iglesia Católica acompañará todo tentativo de construcción de
la paz también con la no violencia activa y creativa” (Francisco, 2017).
Este tipo de mensajes suelen empezar con ideas marco, concisas, que per-
miten entender la paz como un proceso en conexión con un conjunto especí-
fico de valores, actitudes y condiciones morales y materiales —individuales y
colectivas—. Las primeras referencias son de tipo teológico, con citas bíblicas y
preceptos básicos del catolicismo, para continuar con problemáticas concretas: el
terrorismo, la corrupción, la migración, el crimen organizado, el medio ambien-
te, las crisis económicas, la pobreza, etc. El extenso repertorio de temáticas, de
nuevo, demuestra que el concepto eclesiástico de la paz no está supeditado, úni-
camente, a la antítesis de la violencia. Entendida como un proceso, la paz remite
a un andamiaje amplio de factores sociales, culturales, políticos, económicos y
espirituales, que deben articularse.
El discurso suele ser un llamado de atención. Su argumentación plantea
diagnósticos generales, posibles soluciones y dirige responsabilidades a acto-
res concretos. No anuncia un plan de acción en concreto. Desde el Vaticano II es
evidente la edificación de una retórica coherente en el tiempo, propia, actuali-
zada, con énfasis y prácticas variadas. Siguiendo el estilo conciliar, el lenguaje
y el análisis secular, que revisa factores sociológicos, antropológicos y políticos
de los principales problemas de las sociedades contemporáneas, se mezcla con
una narrativa religiosa, quizá no tan teológica como la de Pacem in terris, pero
sí apegada a lo divino y su dominio sobre otras esferas de las sociedades y los
individuos.
135
La paz desde concepciones y discursos pontificios: Francisco y el caso colombiano
136
Laura Camila Ramírez Bonilla
4 Además de los movimientos y ciudadanos a favor del proyecto político de las FARC, se su-
maron desde la izquierda el Polo Democrático y el Movimiento Progresistas, del exalcalde de
Bogotá, Gustavo Petro. Sin dejar de mencionar sectores sin personería jurídica como el Partido
Comunista Colombiano (PCC), el Movimiento por la Defensa de los Derechos del Pueblo (MO-
DEP), el Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario (MOIR), el Partido del Trabajo de
Colombia, entre otros.
5 En este campo se destaca el Partido Alianza Verde. También al comité del “Sí” se unió el movi-
miento político MIRA, de origen cristiano.
6 El Directorio Nacional del Partido Conservador decidió apoyar la campaña del “Sí”, aunque
varios de sus miembros se apartaron de dicha determinación y respaldaron el “No”, entre ellos,
el expresidente Andrés Pastrana y la excandidata presidencial Martha Lucía Ramírez.
7 El Partido Social de la Unidad Nacional, colectividad a la que pertenece el primer mandatario
de la República. A esta coalición se unió el partido Cambio Radical, del vicepresidente Germán
Vargas Lleras que, sin embargo, un año más tarde tomó distancia de varios de los proyectos de
implementación del Acuerdo Final, entre ellos, la Justicia Especial para la Paz.
8 Entre otros, los excandidatos presidenciales Sergio Fajardo y Antanas Mockus.
9 Entre el centro, los independientes y algunos liberales es posible destacar los nombres del exal-
calde de Bogotá, Jaime Castro, y académicos como Pedro Medellín, Carlos Esteban Jaramillo,
Hernando Yepes Arcila y Andrés Vernaza, entre otros.
10 Es importante destacar que la diversidad religiosa no es un fenómeno exclusivo de la Cons-
titución de 1991. Lo que sí se fractura con dicha carta política es el monopolio religioso en
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La paz desde concepciones y discursos pontificios: Francisco y el caso colombiano
manos del catolicismo y el estado confesional vigente desde 1886. La diversidad de expresiones
religiosas es una realidad histórica, rastreable incluso desde la colonia. No obstante, hasta 1950
se crea la Confederación Evangélica de Colombia (Cedec), en respuesta a la persecución de
minorías religiosas en La Violencia liberal-conservadora. Desde la década de los sesenta, las
congregaciones cristianas han mostrado un crecimiento permanente en el país. No obstante, es
a partir de 1991 cuando dicho incremento se dinamiza y acelera.
11 “Un voto informado y a conciencia, que exprese libremente su opinión, como ejercicio efectivo
de la democracia y con el debido respeto de lo que la mayoría finalmente determine”, informó
un comunicado del Departamento de Comunicación Social de la CEC, el 17 de agosto de 2016.
ACIPrensa (18 de agosto de 2016).
12 Mons. Rubén Salazar Gómez, presidente CEC, “Comunicado de la Conferencia Episcopal de
Colombia sobre algunos temas de la situación del país”, 11 de julio de 2013, Bogotá.
138
Laura Camila Ramírez Bonilla
Más allá del anuncio de un cese temporal de sus acciones violentas, el pueblo
colombiano clama por un compromiso de las FARC y el ELN de un cese de-
finitivo de hostilidades. Invitamos al Estado a favorecer las condiciones para
alcanzar este propósito, y, por otro lado, proponer una pedagogía que permita
a todos comprender el alcance de esta negociación.
La exhortación era también a la sociedad civil, para que venciera “la desespe-
ranza y la apatía”, además de reiterar en la cuestionada estrategia de comunica-
ción y pedagogía que la administración de Santos desplegó frente al proceso.13
Sin embargo, su postura se mantenía: “¡Es la hora de la paz! El diálogo, el per-
dón, la reconciliación y la justicia son el camino para la paz”. Monseñor Luis
Augusto Castro Quiroga, entonces presidente de la CEC, fue aún más enfático:
“La otra alternativa es la guerra, seguir la guerra, acentuar la guerra [...] Yo les
pido a los colombianos que sigan apoyando el proceso de paz” (El Tiempo, 18
de agosto de 2016).
En febrero de 2016, al conmemorarse la asamblea plenaria de obispos nú-
mero 100, el tema regresó. “Renovamos nuestro empeño para trabajar por la
paz que es don de Dios expresado por Cristo […]”. Ante la preocupación pun-
tual por la justicia transicional y la posibilidad de que delitos de lesa humani-
dad quedaran impunes, los jerarcas pidieron confianza a los colombianos: “El
proceso jurídico en elaboración lo va logrando, así como lo espera la sociedad
nacional e internacional, las víctimas y el mismo Papa Francisco”. Finalmente,
ante la intranquilidad por los problemas del agro, la posesión de la tierra y los
campesinos víctimas de despojos, la jerarquía saludó lo pactado en Cuba: “El
punto número uno del acuerdo de paz, abre una ventana con el fin de generar
una política de desarrollo agrario integral”.14
A menos de tres meses del plebiscito, la CEC en asamblea plenaria emitió
un nuevo documento sobre la paz. El análisis fue amplio y crítico, aunque re-
iterativo del apoyo al proceso. “La Iglesia [...] ve con esperanza el diálogo que
13 Mons. Luis Augusto Castro, presidente CEC, “Mensaje de la XCIX Asamblea Plenaria del Epis-
copado”, 9 de julio de 2015, Medellín.
14 Mons. Luis Augusto Castro, presidente CEC, “Comunicado a Colombia desde la Conferencia
Episcopal”, del 15 al 19 de febrero de 2016, Asamblea Plenaria de Obispos, Bogotá.
139
La paz desde concepciones y discursos pontificios: Francisco y el caso colombiano
15 Buscar “una paz social integral” era el llamado de los jerarcas a sus pastores. La Iglesia, siguien-
do las palabras del Papa Francisco, debía convertirse además en “hospital de campaña”, para
atender los efectos de la Guerra.
16 Mons. Luis Augusto Castro, presidente CEC, “Mensaje de la 101a Asamblea Plenaria de los
Obispos de Colombia. Artesanos De La Paz”, 8 de julio de 2016, Bogotá.
17 Las razones del sacerdote, en fondo y forma, eran muy cercanas a las ya expresadas por el
Centro Democrático y algunas iglesias evangélicas, incluida la llamada ideología de género:
“el Gobierno de Colombia se compromete a fomentar la organización y las actividades de los
homosexuales”, argumentó el prelado, señalando que la sigla LGTBI se repetía no menos de 40
veces en el texto del acuerdo final (García Isaza, 1 de septiembre de 2016).
140
Laura Camila Ramírez Bonilla
La polarización política que por esos días vivieron los ciudadanos permeó
a la institución eclesiástica y su laicado organizado. El director del Centro Cul-
tural Cruzada, entidad de raigambre conservadora, radicó el 16 de septiembre
en la CEC una carta titulada: “Reverente y filial petición a los obispos de Co-
lombia: ¡rechacen los acuerdos de La Habana!”. La misiva, firmada por miles
de feligreses, pedía a los jerarcas católicos sentar una posición ante “una verda-
dera rendición a las metas comunistas y anticristianas de las FARC”. Además
de señalar como preocupante la “reforma rural integral” y el orden jurídico
por implementarse, por “balcanizar” y acabar con la unidad territorial del país,
se alertaba por las 144 veces que el “enfoque de género” estaba incluido en el
acuerdo final: “la ideología de género implantará un concepto de vida iguali-
tario en todos los campos, destruyendo la familia y dando condiciones prefe-
rentes a las minorías amorales que se hacen llamar LGTB” (Voto católico, 22
de septiembre de 2016). Curiosamente, el mismo monseñor Castro Quiroga,
en una entrevista con la emisora radial RCN, desmintió tal preocupación días
después del plebiscito. “Yo estoy convencido que la ideología de género no está
en los acuerdos. Se habla de género para hablar del drama de la mujer en la
guerra, no tiene nada que ver con la ideología de género”. La reacción atendía
al balance sobre cómo habían operado las campañas del “Sí” y el “No” y sus
respectivos argumentos. “Parte de las técnicas y formas que usaron para impul-
sar a la gente para votar por el “No” fue asustándola. Los asustaron diciéndoles
que esto afectaría la familia y la gente se comió el cuento, especialmente ciertos
grupos”, añadió el prelado, presidente de la CEC (RCN Radio, 16 de octubre de
2016). ¿Por qué estas reflexiones no se expresaron con vehemencia durante la
campaña? Los resultados de los comicios y los debates suscitados después mos-
traron que las prevenciones morales de los más conservadores del cristianismo,
en especial las preocupaciones por el enfoque de género fueron subestimadas
por los partidarios del “Sí”.
De trasfondo, la posición de “neutralidad” de la CEC, desde su inicio, res-
pondió también al clima de división que la paz generaba entre los colombianos.
La entidad que había promovido durante años la salida negociada al conflicto
no podía en la coyuntura política del país pedir a sus fieles que apoyaran el
“Sí”. Abstenerse de hacer campaña a favor del acuerdo ponía en evidencia,
una vez más, la heterogeneidad de la Iglesia, como institución y comunidad;
la coexistencia de posiciones divergentes entre el episcopado; la imposibilidad
de que los católicos más conservadores y tradicionales no reprodujeran las
reservas morales promovidas por la campaña del “No” y la dificultad de que
los prelados partidarios del “Sí” precisaran un discurso más concreto, con men-
sajes directos y aprehensibles en términos de comunicación. Que el episcopado
colombiano haya desistido de hacer campaña por el “Sí” contrastaba también
con el apoyo explícito que el papa Francisco había dado a la aprobación de los
acuerdos. Pero paradójicamente, promover un voto a conciencia e informado,
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La paz desde concepciones y discursos pontificios: Francisco y el caso colombiano
que dejara en libertad a los feligreses de ejercer su elección, fue la decisión más
respetuosa al Estado laico y secularización del orden social que pudo tomar el
episcopado, tras un Estado confesional de un siglo, con intervención de la Igle-
sia en la vida electoral del país.
La Iglesia católica no fue la única entidad religiosa que discutió sobre el
plebiscito por la paz. Se estima que las congregaciones protestantes —evangé-
licas y pentecostales en su mayoría— que se adhirieron a la campaña del “No”
movilizaron alrededor de dos millones de votos entre sus fieles, según el presi-
dente de la Confederación Evangélica de Colombia (Marcos, 12 de octubre de
2016).18 El día cuando se firmó el acuerdo de Cartagena, Miguel Arrázola, pastor
de Iglesia Ríos de Vida, calificó el acto como un “rito satánico”: “no es más que un
intento de burlarse de Jesús Príncipe de paz” (El Espectador, 27 de septiembre de
2016). El argumento central de estos sectores del protestantismo fue, de nuevo,
la imposición de una “ideología de género” en lo pactado en La Habana. Desde
este punto de vista, el “Sí” contenía un “subtexto” que atentaba contra la familia
—nuclear—: dar igualdad de derechos a la comunidad LGBTI. Además de las
predicas en los cultos de algunas iglesias, se “viralizaron” videos y audios, men-
sajes de chat y anuncios en redes sociales que partían de convicciones morales
y de fe para oponerse al acuerdo.
Si gana el ‘Sí’ […] Correrá la ideología confusa de género por el país: con
libertad. Nuestros hijos van a estar expuestos día y noche, a través de esta-
ciones de radio y cadenas de televisión, a creer en ideologías que tú y yo no
compartimos. Les enseñamos una cosa en casa y escuchan otra cosa en la calle
¿Tú estás de acuerdo?
18 Esta entidad calcula que en Colombia hay cerca de 10 millones de cristianos (Marcos, 12 de
octubre de 2016).
19 En 2017 el youtuber cristiano, Oswaldo Ortiz, que argumentaba que detrás de la “ideología
de género” de los acuerdos estaba el “lobby gay”, se integró a las filas del partido Centro De-
mocrático (Véase: canal SuperOO Tv. “Humberto de la Calle en representación de Colombia
afirmó que no se nace hombre o mujer” https://www.youtube.com/watch?v=rKHdGf6citM).
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La paz desde concepciones y discursos pontificios: Francisco y el caso colombiano
los colombianos se volcaron a apoyar la paz con las FARC, pero tampoco cerra-
ron las puertas a la salida negociada al conflicto. En el corto y mediano plazo,
se produjo una recomposición del campo político. El fortalecimiento de algunos
actores, como los partidos de derecha y las congregaciones evangélicas en su po-
tencial electoral, coincidió con el debilitamiento de otros, como el presidente Juan
Manuel Santos y su coalición de Gobierno, además de haberse profundizado la
polarización política. De manera errática, dicha división presentó la realidad po-
lítica en blanco y negro, ligada únicamente a las disyuntivas de la paz, al margen
de otras problemáticas —como la corrupción, la criminalidad, el desempleo, el
deterioro ambiental, la pobreza, entre una larga lista—, y desprovista de mati-
ces internos, sin mayores disidencias ni visiones antagónicas en otros proyectos
políticos. La participación de solo el 37,4 % del censo electoral —el porcentaje
más bajo de las últimas dos décadas, según la Registraduría Nacional— cues-
tionó aún más la consulta y la contundencia de la victoria del “No”. La de-
cisión de mandar a las urnas la ratificación del acuerdo final se mostró poco
estratégica por parte del ejecutivo, cuando no un tanto triunfalista, en medio de
la tensión Gobierno-oposición a las negociaciones de paz y el tímido entusiasmo
que despertaba el proceso entre un amplio sector de la ciudadanía. Aunque la
refrendación popular fuera en sí misma valiosa como antecedente del pacto entre
las partes, en términos jurídicos no era indispensable para la ejecución de lo acor-
dado. En la distancia, la polarización entre el “Sí” y el “No” puso en evidencia la
complejidad y volatilidad de las transacciones, necesidades y capacidades políti-
cas de los ciudadanos y los gobernantes en Colombia.
En la coyuntura, las revelaciones que el gerente de la campaña del “No” por
el partido Centro Democrático, Juan Carlos Vélez, hizo al diario La República,
dos días después de los comicios, enrareció el ambiente. “Unos estrategas de
Panamá y Brasil nos dijeron que la estrategia era dejar de explicar los acuerdos
para centrar el mensaje en la indignación”, afirmó el político, a quien el expre-
sidente Uribe desautorizó en Twitter. Satisfecho por haber logrado un triunfo
inesperado con una campaña “barata”, centrada en redes sociales y en contra
de las encuestas, Vélez explotó el inconformismo y la desinformación de los
ciudadanos. “Estábamos buscando que la gente saliera a votar verraca. […] En
emisoras de estratos medios y altos nos basamos en la no impunidad, la elegi-
bilidad y la reforma tributaria, mientras en las emisoras de estratos bajos nos
enfocamos en subsidios. En cuanto al segmento en cada región utilizamos sus
respectivos acentos. En la Costa individualizamos el mensaje de que nos íba-
mos a convertir en Venezuela” (Ramírez Prado, 4 de octubre de 2016). Casi en
paralelo, la ciudadanía a favor del proceso de paz se lanzó a las calles.20 Bajo la
consigna “¡Acuerdo ya!”, una nutrida movilización se manifestó la tarde del 5
20 “Paz a la calle” fue una de las iniciativas ciudadanas lideradas por jóvenes en este contexto.
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21 A la reunión también asistieron Oscar Iván Zuluaga, Martha Lucía Ramírez, Carlos Holmes,
Iván Duque y Alejandro Ordoñez (CNN Español, 5 de octubre de 2016).
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La gira en Europa de Juan Manuel Santos tomó un nuevo tono con su escala en
el Vaticano, donde tenía previsto entrevistarse con el papa Francisco. Con el fin
de propiciar un acercamiento entre el “Sí” y el “No”, sorpresivamente, Álvaro
Uribe se sumó al encuentro. El expresidente arribó a Roma de manera intem-
pestiva para reunirse con el pontífice unos minutos después de la visita proto-
colaria de Santos. Finalizadas las entrevistas individuales, Francisco convocó a
la misma mesa a los dos políticos. La fotografía que reprodujeron los medios
de comunicación produjo una imagen inédita y casi emblemática: la cabeza del
catolicismo, de sotana blanca, sentado en su escritorio de la Biblioteca Pontificia
hablando y escuchando con atención al presidente y al expresidente del Estado
colombiano, adversarios políticos, depositarios de dos proyectos distintos fren-
te a la guerra y la paz. A simple vista la figura retrataba a un padre, a un rector
de escuela, a un maestro llamando al orden a un par de rebeldes. La idea de que
una autoridad religiosa —la principal del catolicismo— fuera la que llamara al
orden a dos autoridades políticas deja en evidencia el poder del pontífice y la
facilidad con que lo divino y lo terreno se cruzan. Pese al esfuerzo, los buenos
oficios del pontífice no rindieron los frutos esperados. El exmandatario Álvaro
Uribe desistió de aceptar la nueva versión del acuerdo y descartó la posibili-
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La paz desde concepciones y discursos pontificios: Francisco y el caso colombiano
dad de una conciliación. Unos días más tarde, durante el mensaje de “Urbi et
Orbi”, el 31 de diciembre, Francisco regresó al tema, como el karma aquel por lo
irresuelto: “Pedimos concordia para el querido pueblo colombiano, que desea
cumplir un nuevo y valiente camino de diálogo y de reconciliación”.
Francisco en Colombia
La visita del papa Francisco a Colombia tuvo un efecto reflejo concreto: el apoyo
al proceso de paz con las FARC. ¿Se trató de una visita pastoral? Sí. ¿Se trató de
una visita política? También. La primera dimensión estaba ligada a la investi-
dura del pontífice, líder de una religión que, aunque en paulatina disminución
de fieles, continúa representado la mayor fuerza confesional en el país. El Papa
ofreció un mensaje de paz a la luz del Evangelio y su proyecto pontificio, buscó
un diálogo con sus feligreses, el laicado organizado, el clero diocesano, la je-
rarquía local y latinoamericana (Celam) y las congregaciones religiosas. Por su
parte, la segunda dimensión, la política, respondió al menos a tres escenarios.
Primero, el carácter de la coyuntura política al arribo de Francisco. La con-
fluencia de una Colombia indiferente y desencantada de los procesos, partidos
y actores políticos, otra Colombia que se declaraba traicionada con el acuerdo
de paz y los resultados en el plebiscito y otra Colombia expectante por la des-
movilización de las FARC, en respaldo al proceso de paz, aunque no siem-
pre a la gestión de Santos. El panorama de polarización política que redujo
la realidad nacional a uribistas y antiuribistas, los del “Sí” y los del “No”, las
derechas y las izquierdas, complejizó aún más el escenario, caracterizado por
el creciente pesimismo de la ciudadanía25 y una baja popularidad del primer
mandatario26. El encadenamiento de escándalos de corrupción a todos los nive-
les —el de Odebrecht el más publicitado—, el descrédito de instituciones como
el Congreso o las altas cortes de justicia y el proceso electoral por venir en 2018
reforzaron el turbulento ambiente político.
Segundo, la implementación de los acuerdos pactados con las FARC en 2016,
la infraestructura institucional, financiera y humana que dicha tarea exigía, y
los trámites que se estaban efectuando en la Cámara y el Senado para construir
el aparato legal —a través del mecanismo de Fast Track—. Los obstáculos pa-
saban por los cuestionamientos a la JEP, las condiciones de las zonas veredales
donde estaban reunidos los excombatientes, los registros de deserciones —800
de aproximadamente 10.000 desmovilizados— (Criollo, 12 de noviembre de
25 En agosto de 2017, 69 % de los encuestados por Gallup en su estudio bimestral de favorabili-
dad indicaban que Colombia estaba empeorando. Encuesta Gallup Poll - Colombia, octubre de
2017. El documento completo se encuentra en internet.
26 La misma encuesta Gallup registraba el 72 % de desaprobación a su mandato.
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29 Francisco, “Discurso del Papa Francisco a las autoridades de Colombia”, Bogotá, 7 de septiem-
bre de 2017. Texto completo disponible en: https://goo.gl/7i1tPu
30 Sobre la doctrina social de la Iglesia y la noción de política ver Olmos (s. f.).
31 Pío XI, Alocución a los dirigentes de la Federación Universitaria Católica, 18 de diciembre de
1927.
32 Este llamado a que los católicos se involucren en la política es reiterativo en el discurso ponti-
ficio. ACIPrensa, “Un buen católico debe entrometerse en política, dice el Papa”, septiembre 16
de 2017. https://goo.gl/defZj5 [Consultado 28 de diciembre de 2017].
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37 Estas víctimas se cuentan del ataque con un cilindro de gas que propinó la guerrilla al templo
donde se resguardaban los civiles en medio de los combates.
38 Francisco, Discurso Gran Encuentro de Oración por la Reconciliación Nacional, 8 de septiem-
bre de 2017, Villavicencio.
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de difusión que tuvieron las actividades del papa Francisco en Colombia supe-
ró a cualquier acto simbólico de reparación, homenaje o memoria que el Esta-
do o la ciudadanía hubieran hecho para las víctimas. Los testimonios obraron
como activadores de la(s) memoria(s), fungieron no como archivo, sino como
conjunto de voces escuchadas, de los sin voz, de los que perdieron la vida y la
dignidad en la violencia. Con el rosto de sus protagonistas, y casi de manera
inédita, los colombianos pudieron conocer las experiencias personales de estos
cuatro sobrevivientes, sensibilizarse, solidarizarse o proyectarse en ese pasado
traumático traído al presente. Televisión, radio, internet, redes sociales y pren-
sa estaban enlazadas transmitiendo el evento. El pontífice indicó:
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Conclusiones
En su visita a Colombia, el papa Francisco no usó eufemismos para referirse
al núcleo de la agenda: la paz. Fue claro e incluyente, pastoral y político. La
diversificación de medios, pero en especial su carisma y versatilidad para em-
plearlos, remiten a sus palabras: “quien comunica se hace prójimo, cercano”.
Así, el discurso del pontífice fue contundente. Su público no se circunscribió a
los católicos. Apuntó a la sencillez del lenguaje, sin restar profundidad a los sig-
nificados, a amoldar sus palabras en virtud del auditorio y a ser gráfico y ejem-
plificador para facilitar la comprensión. El tono fue doctrinal, pues su esencia
es de líder religioso, pero no cae en dogmatismos. Los matices del contenido
son variables, en ocasiones conserva y en otras es muy progresista, no dejó de
recurrir al patriotismo y supo hacer uso de metáforas para referirse a actores o
tendencias respecto a la paz. Y pese a la espontaneidad que le caracteriza, en el
uso del lenguaje no verbal es experto. En este pontífice la forma y el fondo im-
portan. Sus gestos comunicativos fueron asertivos. Envió mensajes de manera
continua, coherente, claro. Logró un espacio de reflexión y comunicación con
los colombianos que no había alcanzado el Gobierno para compartir la trascen-
dencia y la complejidad de la firma de la paz.
El primer pontífice jesuita y latinoamericano de la historia es en la actuali-
dad el promotor de la paz que menos desconfianza genera entre los colombia-
nos. En efecto, se trata de un líder global cuyos discursos y acciones trascendían
del plano religioso, tiene altos niveles de popularidad y capacidad de dirigirse
y ser escuchado por los más poderosos del mundo. Sin duda, es un personaje
consciente de su propio poder, con una geopolítica y unas convicciones par-
ticulares sobre el orden social y el quehacer de los Estados y los ciudadanos.
Ciertamente, la instrumentalización de la religión con fines políticos no es cosa
nueva en Colombia. Un país con una historia de un siglo de Estado confesional
conoce de cerca dichos artilugios. Pese a los réditos políticos de su visita al país
y su actividad por la paz, el pontífice tendió puentes que como sociedad tene-
mos el deber ético y moral de evaluar y, por qué no, reforzar.
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Segunda parte
La región olvidada,
el territorio potenciado
Minería criminal en Colombia.
Necesidad de su construcción como
amenaza en la agenda de seguridad
y defensa del posacuerdo *
Introducción
El fenómeno de la minería criminal se viene desarrollando a nivel internacional
como una de las nuevas amenazas de la agenda de seguridad y defensa. En la
Colombia del posacuerdo, a pesar de la imprecisión jurídica en su conceptuali-
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Necesidad de su construcción como amenaza en la agenda de seguridad y defensa del posacuerdo
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Alexander Emilio Madrigal Garzón • Catalina Miranda Aguirre
Referentes teórico-conceptuales
Tras la construcción de la agenda de seguridad y defensa, luego del fin de la
Guerra Fría y la consecuente ampliación del concepto de seguridad nacional, un
conjunto de términos permite abordar la minería criminal como amenaza, con-
siderando su rol en la dimensión de impacto y recursos del carácter cambiante
de la guerra,1 dada la estrecha relación entre la extracción legal e ilegal de ya-
cimientos minerales y la conflictividad violenta. A continuación, se presenta
un marco de referencia para interpretar la minería criminal como amenaza a la
seguridad y defensa nacional.
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Minería criminal en Colombia.
Necesidad de su construcción como amenaza en la agenda de seguridad y defensa del posacuerdo
3 Se plantea aquí una crítica a la concepción tradicional de los estudios en seguridad y defensa
que no permiten comprender los cambios en el sistema internacional, amparados en perspec-
tivas teóricas de las relaciones internacionales de orden racionalista u objetivista frente a los
enfoques reflectivistas, constructivistas o subjetivistas (Sodupe, 2003). Este campo de estudio
ha evolucionado (Buzan y Hansen, 2009) para considerar “amenazas existenciales”, particular-
mente acerca de la fuerza militar como fuerza ofensiva, a perspectivas reflectivistas —como la
de los estudios críticos en seguridad (Booth, 2005)—, bajo las que se “discuten las condiciones
en las cuales se usa la fuerza y como dichas condiciones se construyeron socialmente, llevando
a que un determinado uso sea aceptado como un comportamiento estándar en la política inter-
nacional” (Battaleme, 2013, p. 161). Dicho planteamiento es fundamental en este artículo, dado
que para generar una respuesta institucional del Estado colombiano frente a la amenaza de la
minería criminal es necesario “construir socialmente” dicha amenaza, entendiendo los cambios
en el uso de la fuerza militar en la nueva agenda de seguridad y defensa internacional.
4 La declaración sobre seguridad en las Américas (2003) en el marco de la Conferencia Especial
sobre Seguridad de la Organización de Estados Americanos (OEA), celebrada en México, reno-
vó y actualizó los conceptos y enfoques de la Conferencia de Chapultepec (1945), abordando
enfoques sobre seguridad multidimensional, amenazas tradicionales y nuevas amenazas, den-
tro de las cuales se incluyen aspectos de “carácter político, económico, social, salud y ambien-
tal, así como de criminalidad que forman parte de las amenazas emergentes. […] En síntesis, se
formularon análisis sobre la interdependencia entre seguridad y desarrollo” (OEA, 2003).
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Necesidad de su construcción como amenaza en la agenda de seguridad y defensa del posacuerdo
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10 Por ejemplo, en el caso del oro, la actividad minera se realiza a través de la extracción del metal
de las rocas que contienen los lodos de oro. Esto puede realizarse a cielo abierto o construyendo
túneles que se cavan en cuerpos rocos. También se puede extraer de cuerpos de agua —minería
aluvial— (Global Initiative against Transnational Organized Crime, 2016).
11 Traducción de los autores.
12 Para afectos de este artículo, se entenderá como impacto aquellos efectos o daños que tiene una
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Minería criminal en Colombia.
Necesidad de su construcción como amenaza en la agenda de seguridad y defensa del posacuerdo
en la población, pues por las condiciones actuales, es aún más complejo distin-
guir entre civiles y combatientes. No obstante, para efectos de este trabajo, es
necesaria una visión más amplia. Se propone aquí distinguir tres objetos de im-
pacto de la minería criminal en Colombia: recursos estratégicos, vida humana
y monopolio de la violencia legítima.
El primero refiere al impacto ambiental, especialmente en los recursos es-
tratégicos del Estado. Por ejemplo, las consecuencias de la minería ilegal y
criminal en Chocó están determinados por el uso irresponsable de sustancias
y maquinaria, lo que afecta su biodiversidad. De acuerdo con la Contraloría
general de la República (2013), el despliegue de maquinaria pesada en el cau-
ce del río San Juan ha alterado su hidromorfología y su hidrodinámica y esto
ha provocado contaminación. El uso de este tipo de herramientas y sustancias
químicas han contribuido a la contaminación y sedimentación de las fuentes
hídricas y la erosión progresiva de los suelos, entre otros (Torres Gutiérrez y
Pinzón Salcedo, 2013).
A nivel nacional, se ha encontrado que “la tasa de pérdida de bosques na-
turales por esta actividad para el periodo 2013-2014, reporta 223 ha de bosques
eliminados mensualmente de las cuales 192 ha se localizan en Chocó” (Oficina
de las Naciones Unidad contra la Droga y el Delito, 2016, p. 45). Adicionalmen-
te, por el uso irresponsable de químicos, “al menos 80 ríos colombianos estarían
contaminados con mercurio. […] Los departamentos de Chocó, Bolívar y Antio-
quia son los que más presentan esta riesgosa práctica” (Posada, 2017).
En segundo lugar, la utilización indiscriminada de este metal no solo tiene
consecuencias sobre el medio ambiente, sino que además impacta directamente
al individuo en dos sentidos: primero, la contaminación de las fuentes hídri-
cas ha afectado la fauna de estos ecosistemas, así como el agua de consumo
humano; segundo, tal envenenamiento ha deteriorado los ecosistemas necesa-
rios para el adecuado desarrollo de la piscicultura (sobre todo artesanal). Los
individuos, entonces, al beber el agua y consumir peces con un contenido de
mercurio altamente perjudicial para la salud han desarrollado patologías que
están atentando contra su integridad y adecuada calidad de vida. De acuerdo
con una investigación realizada por el diario El Tiempo, las personas que han
estado en constante exposición al mercurio tienden a sufrir de afectaciones en
los riñones, el hígado, el sistema nervioso, los huesos y los músculos, además
de presentar perjuicios en el sistema nervioso central, malformaciones congéni-
tas, entre otros (Escobar, 2015).
La incapacidad de proteger el medio ambiente y la vida, la salud y el bien-
estar de dos de los componentes esenciales de un Estado-nación (población y
territorio) representa una falla estructural en el ejercicio legítimo de la sobera-
guerra o conflicto armado en la sociedad civil (personas o bienes). En Colombia, los impactos pue-
den ser entendidos en el marco de la Ley 1448 del 2011 y los hechos victimizantes que esta describe.
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Alexander Emilio Madrigal Garzón • Catalina Miranda Aguirre
No solo permite el acceso a los recursos naturales, que es clave para mantener
las economías ilícitas que financian el conflicto, por ejemplo, la minería ilegal,
la producción de drogas ilícitas o el tráfico de madera” sino que “permite “go-
bernar” a la población local a través del cobro de impuestos, otra fuente de
ingresos. (Idler, 2016, p. 21)
13 Cabe anotar que en Colombia la financiación proveniente del sector minero de la economía
tuvo su origen en acciones extorsivas que “se incrementaron a raíz de las políticas nacionales
de incentivar las exploraciones y explotaciones mineras, especialmente el petróleo” (La Rotta,
1996, p. 110). En el sector aurífero, se fueron desarrollando cuotas extorsivas a la pequeña mine-
ría, “impuestos mineros” a empresas y propietarios de retroexcavadoras, motobombas, dragas,
barequeros artesanales, dueños de cantinas, tiendas y pequeños graneros (La Rotta, 1996, pp.
112-113), a manera de impuestos, como lo señaló Idler (2016).
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medio ambiente” (Ley 599, 2000, artículo 338). Como se demuestra, los factores
asociados a la criminalidad no están presentes en las tipologías penales exis-
tentes en Colombia para tratar los conflictos en torno a la minería, con lo cual
se desconoce la relación casi simbiótica entre las fuentes de financiación de la
conflictividad en el país y la extracción de minerales.
Por esta razón, es necesario un tratamiento diferenciado que considere que
la ilegalidad e ilicitud en la minería son factores necesarios por atender, pero
no unitarios en las complejidades del conflicto colombiano y su relación con el
crimen organizado. En palabras del Global Initiative against Transnational Or-
ganized Crime (2016),15 es fundamental distinguir entre mineros artesanales y
tradicionales que trabajan sin una licencia y los mineros ilegales asociados con
grupos armados y el crimen organizado, pues al no establecer una distinción
entre la minería informal e ilegal, los Gobiernos criminalizan, y de esta manera
eliminan el sustento de poblaciones altamente vulnerables y aumentan su ries-
go de convertirse en víctimas de tráfico de personas o, incluso, miembros de
grupos armados (pp. 5 y 6).16
Para Marguerite Cawley (2014), la falta de claridad en la terminología deno-
ta un problema, pues
Esto quiere decir que en el interior del Gobierno ya se ha pensado en esta ca-
tegoría como un concepto necesario para entender que los actos criminales en
torno a la minería no pueden tratarse únicamente como ilegales o ilícitos.
El tratamiento penal frente a las actividades ilegales asociadas a la minería
es insuficiente y no responde a las necesidades que enfrenta el país. En princi-
pio, los actos delictivos están asociados con la intervención penal en el ámbito
medioambiental, de conformidad con el artículo 8 de la Constitución Política de
Colombia (1991), que consigna como una “obligación del Estado y de las perso-
nas proteger las riquezas culturales y naturales de la Nación”, además del Acto
legislativo 01 de 1968, el Decreto Ley 2811 de 1974, el Código Penal, tratados
internacionales que han sido suscritos por Colombia,17 entre otros.
15 Global Initiative against Transnational Organized Crime es una red de profesionales expertos
en la ejecución de la ley, gobernanza y desarrollo dedicados a buscar nuevas e innovadoras
estrategias y respuestas al crimen organizado.
16 Traducción de los autores.
17 Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano de 1972 y 1992, Conferencia de las
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Alexander Emilio Madrigal Garzón • Catalina Miranda Aguirre
Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible 2012 y 2915, Reunión de las Partes en la Conven-
ción Marco sobre Cambio Climático.
18 Por ejemplo: “en el Bajo Cauca converge la minería considerada criminal, la cual se presenta
cuando en los diferentes tipos de minería, llámese formal, ilegal, informal o ilícita, confluyen
los GAOML. La convergencia puede darse por diferentes aspectos, como cuando estos grupos
a través de la violencia y la criminalidad establecen normas de convivencia, para regular el
comportamiento individual y social de los mineros de la zona, al dar solución a problemas pú-
blicos; de igual forma, ‘al participar directa o indirectamente de la actividad económica, en sus
diferentes fases’, como lo señalan Kugler, Verdier y Zenou (2003), o a través del cobro ilegal de
tributos a mineros y empresas legales por diferentes aspectos. Todo con el propósito de generar
control territorial, social e institucional del orden criminal, para maximizar ganancias, fortale-
cer el accionar criminal y la economía subterránea” (Maldonado Sarmiento y Rozo Gutiérrez,
2014, p. 125).
19 Los GAO, oficialmente reconocidos por el Estado colombiano a 2017, son el Clan del Golfo, Los
Pelusos y Los Puntilleros, que representan una nueva amenaza híbrida que afecta la estabili-
dad institucional y el control territorial del Estado. Son herederos de los grupos emergentes
posdesmovilización y actualmente poseen estructuras armadas sólidas, generan alto nivel de
hostilidades y tienen control territorial; todo ello conduce a que desborden las capacidades de
la Policía Nacional. En ese orden, el Ejército Nacional se convierte en la fuerza terrestre vital
para controlar este fenómeno que es quizás, una de las principales amenazas que pueden afec-
tar la construcción de una paz estable (segura) y duradera (sostenible).
177
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Necesidad de su construcción como amenaza en la agenda de seguridad y defensa del posacuerdo
En el caso colombiano hay una minería que viene irrumpiendo con mucha
fuerza, que es la minería abiertamente criminal. Que es llevada a cabo por or-
ganizaciones armadas e ilegales, en asocio a veces y con capitales grises, para
poder, sin cumplir ninguna norma ni estándar, tomar provecho y capturar
los recursos naturales, con gran sacrificio de intereses políticos, económicos,
culturales y sociales y naturales. Y esto, de no tenerse cuidado, va a ser, a mi
juicio, uno de los factores de las nuevas violencias. (El Tiempo, 11 de mayo de
2013)
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21 El diario El Colombiano publicó una noticia en la que se presentaron las siete líneas que diri-
girán ahora la operatividad del Ejército, dentro de las que se incluye la protección del medio
ambiente y recursos, “la fauna y la biodiversidad existente en el país para garantizar el dis-
frute de los colombianos y como forma de apoyo a entidades vigilantes de la biodiversidad”.
De igual manera, en la misma noticia, se incluyó una declaración del general (r), Jaime Ruiz
Barrera, quien precisó que en los años venideros, el Ejército debe comenzar a preparase para
enfrentar los daños ambientales por la minería ilegal: “Hay previsiones de protección al medio
ambiente, sobre todo por los daños causados en los territorios por la minería ilegal que son de
tal magnitud, que deben enfrentarse a ese problema con seriedad, ya hay tareas por cumplir y
en eso se está preparando el Ejército” (Macías, 2016). En la actualidad, dicha función la cumple
principalmente la Brigada Contra la Minería Ilegal (BRCMI) del Ejército Nacional de Colombia.
179
Minería criminal en Colombia.
Necesidad de su construcción como amenaza en la agenda de seguridad y defensa del posacuerdo
Consideraciones finales
Este último aparte plantea, como recomendaciones, algunas preguntas por re-
solver en futuras investigaciones, reconociendo que este capítulo es un primer
acercamiento sobre el que es necesario profundizar y debatir críticamente con
los actores sociales e institucionales involucrados y los aportes de la comuni-
dad académica a nivel nacional e internacional.
La primera parte desarrolló los referentes teóricos que permiten entender
a la minería criminal como una amenaza en el marco de los conceptos que es-
tructuran una agenda de seguridad y defensa tras la Posguerra Fría. Emerge
así un fenómeno que hace necesaria la respuesta institucional que, en este caso,
debe centrarse en el combate al crimen organizado, bajo el marco de la acción
unificada del Estado.
También se señaló cómo la minería criminal es un caso por interpretar a
partir del carácter cambiante de la guerra en dos de sus dimensiones: la pri-
mera, el impacto sobre los recursos estratégicos del Estado, la vida humana y
el monopolio legítimo de la fuerza, por tanto, su soberanía; la segunda, en la
dimensión de recurso se evidenció que la minería criminal es la “nueva coca
del posconflicto”, al ser una fuente de financiación ilegal de los GAO por su
rentabilidad y manejo operativo, aprovechando los vacíos en la regulación del
mercado. En síntesis, los impactos y los recursos hacen parte del desarrollo de
las operaciones de estos grupos, lo que contribuye a la degradación y prolon-
gación del conflicto en el país. Existe una correlación entre la extracción ilegal
de yacimientos mineros y la dinamización, criminalización y complejización
del conflicto.
Frente a las recomendaciones que derivan de este análisis, lo primero que
debe señalarse es que el asunto de la minería criminal no está adecuadamente
tipificado, así se haya empezado a reconocer esta amenaza como un problema
real del país. Es necesario entender, construir e institucionalizar la amenaza de
acuerdo con las realidades sociales, de seguridad, jurídicas, pero también eco-
nómicas de cara al escenario de posacuerdo. Esto también implica comprender
el cambio en la agenda de seguridad y defensa en el posacuerdo y, por tanto,
los roles de la fuerza pública.
Se necesita disponer de una claridad jurídica que sea consciente de esta ame-
naza y su impacto en múltiples escenarios. Esto facilitará los alcances operacio-
nales de la fuerza pública, definiendo quién tiene la capacidad para atender
esta problemática. Al respecto, se sugiere hacer una caracterización de actores,
considerando las dimensiones cambiantes de la guerra; esto quiere decir: quié-
180
Alexander Emilio Madrigal Garzón • Catalina Miranda Aguirre
nes son, cómo y dónde operan, cuáles son sus incentivos, qué recursos usan,
entre otros.
Finalmente, quedan abiertas preguntas para futuras investigaciones en te-
mas relacionados con las respuestas institucionales, experiencias exitosas y lec-
ciones por aprender, debates teóricos sobre nuevos roles de la fuerza pública
frente a este tipo de amenazas, la difusa comprensión entre legal e ilegal en el
mercado criminal, el análisis de los eslabones de la cadena económica y estu-
dios comparados entre países y otros tipos de dinámicas del crimen transnacio-
nal organizado, etc.
Además, se invita a la academia, servidores públicos y comunidades afecta-
das a realizar estudios que incidan en la toma de decisión de política pública.
Asimismo, sistematizar las experiencias hasta ahora adelantadas como la de
la Brigada Contra la Minería Ilegal del Ejército Nacional (BRCMI), la Unidad
Nacional de Intervención Contra la Minería Criminal de la Policía Nacional
(ANM), el Ministerio de Ambiente, la Fiscalía General de la Nación, las Cor-
poraciones Autónomas Regionales (CAR) y demás instituciones nacionales e
internacionales.
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Las Zonas Veredales Transitorias de
Normalización como una apuesta
por la transición de las FARC a la
vida civil
Jhenny Lorena Amaya Gorrón*
Introducción
El fin del conflicto en Colombia con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia (FARC) es una realidad que como la guerra se ha vivido desde múl-
tiples escenarios; tiene diferentes formas de percibirse, interpretarse y narrarse
en el complejo mundo de las representaciones sociales y políticas de los colom-
bianos. No obstante, existe un consenso en cuanto a la realidad de la guerra,
y es aquel que deja en evidencia las vidas que se han salvado, los cuerpos de
soldados que ya no se han mutilado, las familias víctimas que se han evitado,
los recursos que se han ahorrado y el cese a las hostilidades de todas las partes
que hacían que la ruralidad colombiana fuera un campo de batalla entre cam-
pesinos sin alimentos ni oportunidades.
A pesar de la profunda polarización de la sociedad colombiana, reflejada en
las urnas del plebiscito y los mensajes de odio y apatía de minorías preponderan-
temente urbanas y de sectores tradicionales de la política partidista, el proceso de
paz empezó a implementarse contra viento y marea. Con serias dificultades, pero
en estricto cumplimiento de lo pactado entre las FARC y el Gobierno nacional,
y con la vigilancia del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, quienes
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como una apuesta por la transición de las FARC a la vida civil
verificaron desde los territorios las transformaciones reales que trajo consigo el
proceso de paz y el fin del conflicto, especialmente en las zonas afectadas histó-
ricamente por la guerra, fueron elegidos ciertos espacios para ser epicentro de la
construcción de paz; se instalaron 26 Zonas Veredales Transitorias de Normali-
zación (ZVTN) y Puntos Transitorios de Normalización (PTN).
Este capítulo cuenta las vivencias de la construcción de paz desde las ZVTN
en el sur colombiano, donde se agruparon los frentes del Bloque Sur de las FARC,
protagonistas de las historias que se narran en las siguientes líneas y muestran la
realidad del fin del conflicto y la última marcha de esta guerrilla como un movi-
miento armado hacia una organización social y política legal en Colombia.
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Fuente: archivo ETCR Agua Bonita. Fuerzas Alternativas Revolucionarias del Común (FARC).
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Fuente: archivo fotográfico del Centro de Estudios Regionales del Sur (Cersur)
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321 guerrilleros de las FARC salieron ese día desde El Arenoso hacia Agua Bo-
nita, donde se iniciaría la construcción de paz; entre ellos “Iván Márquez” y
“Jesús Santrich”, miembros del Secretariado de las FARC, y con estos los co-
mandantes “Wilmer Díaz”, “Wilmer Medina”, “Franklin Smith”, “Federico
Montes”, entre otros que fueron buscados por años para ser aniquilados. Emer-
gieron de los campamentos portando sus armas y banderas del Partido Comu-
nista, otras alusivas a la paz y a sus fuerzas revolucionarias.
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como una apuesta por la transición de las FARC a la vida civil
caravana dirigida por la ONU y la Oficina del Alto Comisionado para la Paz.
Fue un recorrido de siete horas hasta llegar a la ZVTN Agua Bonita.
El traslado desde el PPT hacia la ZVTN se dio en el marco de una polémica nacio-
nal porque las FARC aparentemente estaban impedidas para hacer política antes
de dejar las armas. En este sentido, sectores minoritarios de la opinión pública,
el Gobierno y el Mecanismo de Monitoreo señalaron que las marchas de agrupa-
miento fueron utilizadas para hacer proselitismo (El Espectador, 23 de marzo de
2017). La marcha de El Arenoso no fue la excepción, además se caracterizó por te-
ner un amplio apoyo campesino y una manifestación de aprecio y agradecimiento
con las FARC, como se puede apreciar en las imágenes que ilustran estas líneas.
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Después de cinco horas de caravana pausada, los 30 vehículos y los 321 farianos
se habían convertido en más de 80 vehículos, contando las motos, y alrededor
de 500 personas que llegaron hasta el centro poblado de La Montañita. Allí,
literalmente todo el pueblo se había aglomerado en la calle para ver pasar a los
guerrilleros de las FARC que habían escogido su municipio para cumplir su
palabra de desarme. Ante los ojos estupefactos de la ONU, la caravana de las
FARC desvió su ruta para pasar por el centro del pueblo, la iglesia, la alcaldía
y la policía y saludar a las autoridades, quienes dieron la bienvenida a la civili-
dad de los ahora excombatientes.
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Una hora más tarde, cuando atardecía en La Montañita, los guerrilleros de los
frentes 14 y 15 fueron recibidos por las delegaciones del frente 3, que ya los
esperaban en Agua Bonita para iniciar su primera noche en la zona veredal.
En efecto, tal como aconteció en todo el país, las FARC llegaron a las ZVTN
y los PTN sin los alistamientos que se habían acordado con el Gobierno nacio-
nal que les garantizaran condiciones básicas para su agrupamiento. En todo el
territorio nacional, a pesar de estar en un acuerdo de paz con garantes interna-
cionales y el auspicio del Estado colombiano y otros aportantes, las FARC lle-
garon a Agua Bonita a construir sus cambuches, con sus guerrilleros cansados
después de la larga marcha de 53 años, los pocos plásticos, maderos y carpas
que tenían a la mano para pernoctar y amanecer el domingo 19 de febrero, que
sería el día de la entrada triunfal.
Foto 9. Recibimiento a las FARC de pobladores de las veredas Agua Bonita, Juntas,
Cedro y Cedrito
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Jhenny Lorena Amaya Gorrón
desplazamiento del día anterior, quienes arribarían con los guerrilleros hasta
la vereda donde los pobladores locales estarían esperándolos para hacerles un
recibimiento, brindarles el almuerzo al mejor estilo del asado caqueteño y com-
partir unas palabras entre medios de comunicación, pobladores, guerrilleros y
familiares que habían asistido a buscar a sus seres querido desaparecidos por
la guerra.
No obstante, esta puesta en escena tuvo que ser editada porque el compo-
nente del Gobierno y la ONU dentro del MMV se abstuvieron. Su argumenta-
ción señalaba que las acciones realizadas por las FARC con la comunidad el día
anterior eran de proselitismo armado; por ello decidieron no acompañar la ca-
ravana final, que se desplazó dos kilómetros desde el punto donde pernoctaron
las FARC el 18 de febrero hasta la zona campamentaria, en la que rompieron
sus últimas filas y se mezclaron con la población civil en medio de un ameno
recibimiento.
Foto 10. Última formación en armas de las FARC en la vereda Agua Bonita,
La Montañita
Las FARC arribaron de la última marcha con sus rostros cansados después de tra-
jinar y combatir por 53 años. Si bien no llegaron derrotados, estaban diezmados
por las deserciones ahondadas con el escepticismo y la oposición a los acuerdos
divulgada por los medios masivos de comunicación. Sin embargo, su disciplina
y organización quedó intacta para iniciar la construcción de un nuevo país; sus
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sueños son más grandes que las incertidumbres y sus convicciones más fuertes
que la desesperanza y la pobreza que permanece en la realidad que pasó por
sus ojos en esta larga marcha de medio siglo que hoy parece llegar a su fin en
los nuevos ETCR.
Al final de la marcha el pueblo los esperó; los campesinos sentados bajo el sol
resplandeciente del mediodía recibieron a los tres frentes de Caquetá pertene-
cientes al Bloque Sur. Allí los hombres y las mujeres que algún día bajaron de
la cordillera para combatir en los planes, las sabanas y las llanuras se reencon-
traron con el pueblo campesino del que nacieron las FARC.
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nombres que concursaron para denominar la zona de Agua Bonita, entre ellos
fue ganando adeptos el nombre de “Héctor Ramírez”, antiguo comandante del
frente 49, miembro del Estado Mayor del Bloque Sur y recordado por su caris-
ma, vocación y capacidades militares. Este personaje fue rememorado por su
liderazgo en el frente 2, su seudónimo de “Cuñado” y su osadía para combatir
los paramilitares de Puerto Torres, en Caquetá.
La vereda Agua Bonita está ubicada a 13 km del casco urbano del municipio
de La Montañita; al norte limita con la vereda El Cedrito, al occidente con El
Cedro; al oriente con Las Juntas y al sur con el centro poblado del municipio de
La Montañita; su población es de 30 familias y 70 personas aproximadamente.
Su extensión es de 24 km2 y sus actividades productivas son la ganadería de
leche, cacao, plátano, piscicultura, yuca y caucho.
La ZVTN Agua Bonita tuvo una extensión de 3.3 km2; una población de las
FARC de 301 personas, alrededor de 200 milicianos adscritos a los antiguos
frentes que se agruparon en esta zona y cerca de 100 exprisioneros que salieron
gradualmente de las cárceles y acudieron a Agua Bonita para recibir orientacio-
nes de sus mandos.
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los calendarios de los colombianos, esa fecha estaba marcada como el histórico
1 de junio, cuando las FARC iniciarían la entrega de armas en todo el territorio
nacional y se finalizaría con la figura de las ZVTN). Sin embargo el 29 de mayo,
mediante el decreto 901, el Gobierno nacional amplió el plazo de las ZVTN y
los PTN hasta por dos meses más para garantizar que se culminara con la in-
fraestructura de las zonas y se diera la dejación de armas con todas las garantías
para las partes y el debido protocolo del Mecanismo Tripartito de Monitoreo y
Verificación.
La dejación de armas inició con la rotulación de todo el armamento y la
georreferenciación de las caletas donde estaban almacenados los explosivos,
las municiones y demás instrumentos de la guerra. En la rotulación cada gue-
rrillero llevó su arma para que se le pegara un adhesivo con un código de
barras que debía ser verificado y leído todos los días por parte del personal
de dejación de armas de la ONU. No obstante, después la agotadora labor
de revisar arma por arma un día tras otro, la comandancia de las FARC en
Agua Bonita decidió construir un armerillo de madera y ordenó a cada uni-
dad depositar el armamento, a excepción de 36 fusiles que serían usados para
prestar el servicio de seguridad con los centinelas nombrados. A partir de en-
tonces los guerrilleros de la zona hicieron una dejación anticipada para evitar
el tortuoso inventario cotidiano.
Cuando llegó el momento de la dejación en Agua Bonita el proceso fue muy
simple, ya que solo consistió en pasar las armas del armerillo a los cajones de
almacenamiento. Durante una noche de desarme se realizó el procedimiento
por los delegados de la ONU, el admirable mayor uruguayo Cesar Datry y
el comandante “Duberney” de las FARC. Este acontecimiento, a pesar de su
poca resonancia, fue un suceso significativo en la conciencia de los antiguos
guerreros; en los cajones, con las armas, se quedaba parte del alma. Algunos
no pudieron ocultar sus lágrimas, también se leyeron poemas y se contaron
las historias sobre los fierros; los más viejos recordaron las hazañas para con-
seguir las primeras armas y las muchas vidas perdidas y salvadas. Dejar el
arma fue recuperar las manos, como dejar el nombre de guerra fue retornar a
la identidad perdida.
El tiempo en Agua Bonita fue ya el tiempo de empuñar los libros con los
cursos brindados por el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) (Rojas, 3 de
octubre de 2017) en temas como agroecología, culinaria y computadores; tam-
bién fue el tiempo de la salud, con la afiliación al sistema se seguridad social
que les permitió asistir a citas de especialistas, practicarse cirugías, radiogra-
fías, vacunaciones y parir en una sala de parto, lejos del frío de la montaña o la
espesura de la selva.
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También fueron los días del diseño y la construcción de los complejos habita-
cionales. Para concertar los planos de la zona (foto 14) se realizaron 14 reunio-
nes entre las FARC, la OACP, los ingenieros de la Unidad Nacional para la Gestión
del Riesgo de Desastres (Ungrd) y los contratistas, que acordaron los detalles de
la obra de acuerdo con los parámetros permitidos. Así se construyó, en tiempo
récord de seis meses, una ciudadela para la capacitación y la reincorporación
de las FARC a la vida civil con la fuerza de más de cien exguerrilleros que se
movilizaron para edificar sus nuevos hogares.
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y el gran reto de edificar una paz estable y duradera en un país que aún no se
apropia de su misión histórica de ser constructores de paz y reconciliación.
Se estima que las cifras de los menores víctimas vinculados al conflicto arma-
do superan abismalmente las de los menores desvinculados conocidas por el
ICBF en el cumplimiento de su misionalidad, más aún si estudiamos el con-
flicto colombiano desde una perspectiva de larga duración, donde en todos los
conflictos armados al interior del país, tales como la Guerra de los Mil Días
(1898-1901), las guerras entre liberales y conservadores y las guerras de guerri-
llas, han utilizado a niños, niñas, adolescentes y jóvenes como sus principales
actores en el frente de batalla. (El País, 14 de noviembre de 2016)
En las FARC, los menores estuvieron presentes desde el inicio de la historia
guerrillera, pues al ser este un movimiento militar de extracción campesina y de
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filiación política y parental, conllevó a que dentro de sus filas nacieran varias ge-
neraciones de hijos de guerrilleros que tuvieron el mismo destino que sus padres.
En muchas regiones donde las FARC hicieron presencia desde el momento
de su fundación, como el sur de Tolima (Planadas, Chaparral, Rioblanco), el
norte de Huila (Algeciras, Tello, Baraya, Colombia) o el sur de Meta (Macarena,
Uribe, Mesetas), los niños crecieron bajo la tutela del poder militar del grupo
subversivo, que venía junto con las carencias socioeconómicas y la presencia
diferencial del Estado, que solo se manifestaba para contrarrestar la presencia
guerrillera. En estos territorios se hizo costumbre que adolescentes y jóvenes
tomaran el camino de las armas como alternativa de vida.
A pesar de ser una realidad conocida a nivel local, nacional e internacional,
solo hasta las negociaciones de paz, que iniciaron en octubre de 2012 y sus años
siguientes, se logró conocer la complejidad de la situación vivida con los me-
nores de las FARC.
El 12 de febrero de 2015 las FARC anunciaron desde La Habana su decisión
de no incorporar a sus filas a menores de 17 años y su compromiso de construir
con la delegación del Gobierno un protocolo que permitiera la entrega gradual
de los menores que estaban en las filas de esta guerrilla. Ya desde 2014, las
FARC iniciaron la entrega de menores al Comité Internacional de la Cruz Roja
(CICR); el 4 de mayo tres menores fueron entregados al Comité, y el 20 de fe-
brero de 2015, en el departamento de Cauca, se hizo lo propio con dos menores
indígenas. Así lo señalaron las partes en negociación en el numeral f del punto
4 del comunicado conjunto número 70, por el cual:
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Garantizar que todos los menores de 18 años que salgan de las FARC-EP cuen-
ten con las herramientas necesarias para la reconstrucción y consolidación de
sus proyectos de vida en el marco del restablecimiento pleno de sus derechos,
la reparación integral, la reincorporación y su inclusión social, mediante la
articulación institucional y la participación activa de estos, sus familias, comu-
nidades y organizaciones sociales de sus comunidades de origen.
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Fuente: NC Noticias
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Conclusiones
Con el acuerdo de paz se inició el declive de un largo ciclo de confrontaciones
que se expandieron en la historia de los colombianos durante doscientos años.
También representó para muchas regiones del país el fin de la violencia política
entre el Estado y la guerrilla y el cese de las hostilidades y del control territorial
que ejercía el poder insurgente en territorios como Caquetá. Actualmente, acu-
dimos a una coyuntura histórica, una contracción en el tiempo-espacio de larga
duración donde pueden transformarse las estructuras sociales, políticas y eco-
nómicas siempre y cuando la ideología de los colombianos logre los cambios
cualitativos que les permitirán construir una sociedad con bienestar y transfor-
mar afirmativamente los conflictos que han desatado la historia de violencia
que ha caracterizado esta esquina del continente americano.
Los procesos de paz, igual que la guerra, requieren para su desarrollo con-
diciones concretas que alimentan la confrontación o promueven la dignidad
y la reconciliación como base del bienestar para una sociedad que puede ir
reconstruyendo los tejidos culturales necesarios para vivir sin la violencia per-
petuada durante los últimos cincuenta años. La dejación de armas de las FARC,
el material de guerra entregado a la ONU, con la extracción de más 950 caletas,
multimillonarios bienes y la vinculación al proceso de paz de más de 10000
integrantes en todo el país, demuestra las capacidades reales de los ejércitos
que contaban con los recursos, la logística y las redes de poder necesarias para
prolongar la confrontación armada, cada vez más degradada, durante muchos
años; esto, sin posibilidades de victoria para ningún ejército y con una irrepa-
rable derrota para todos los colombianos y la nación fallida de América Latina.
El fin de la confrontación con la insurgencia mediante un diálogo de paz es el
reinicio del proyecto de nación para los colombianos.
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Las ZVTN son el punto de inflexión del fin de la guerra y el reinicio del pro-
yecto de nación. Más allá de ser una categoría para la implementación del pun-
to 3 del acuerdo, se convirtieron en territorialidades para la transición de una
ciudadanía armada a una ciudadanía para la paz y la reconciliación. Allí, los
guerrilleros ingresaron al Estado Social de Derecho en las mismas condiciones,
limitantes y frustraciones que padecen todos los colombianos con su democra-
cia, pero con la gran diferencia que este grupo tiene la convicción de transfor-
mar sus realidades locales y nacionales; para esto las ZVTN fungieron como
escenarios para hacer una comunidad política sin armas.
La reincorporación es un eslabón en la construcción de una cultura para la
paz y el desarme de una sociedad que ha vivido en la cotidianidad de la guerra;
se trata de un proceso que hará que los seres humanos que conformaron los
ejércitos transiten ahora hacia la civilidad y donde los territorios configurados
a partir de las dinámicas de la guerra, la marginalidad y la exclusión se reincor-
poren a la vida política, productiva y cultural de una nación del siglo XXI que
garantice los derechos que las democracias liberales lograron desde la Revolu-
ción francesa del siglo XVIII o la Revolución cultural del mayo francés de 1968.
La reincorporación debe ser una política de Estado y una contribución de
todos, especialmente de aquellos que se beneficiaron del conflicto armado y la
explotación del campo o de quienes han sido priorizados para la implementa-
ción temprana de los acuerdos de la Reforma Rural Integral o de la sustitución
de cultivos de uso ilícito, como es el caso de los 16 municipios de Caquetá,
donde sus ciudadanos tienen el deber histórico y la oportunidad política para
transformar sus condiciones materiales e impulsar el futuro de una nación.
La reunificación familiar como eje del proceso de reincorporación de los ex-
combatientes de las FARC y especialmente de los menores que formaron filas
de guerra, implica no solo un reto para el Estado, sino también para la socie-
dad, que bajo falsos paradigmas mediáticos asumió una postura un tanto aleja-
da de la perspectiva real de los menores guerreros. Reconstruir el tejido social
es el desafío en la reconfiguración de la nación colombiana; la implementación
de escenarios pedagógicos en el proceso de transición, fungirán como ruta de
formación cultural para una exitosa reincorporación.
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Nacional en Leticia (Amazonas)*
Emilmar Sulamit Rodríguez Caldera**
Douglas E. Molina O.***
Ana Milena Molina****
Introducción
Desde que terminó la Segunda Guerra Mundial, el concepto de paz ha sido
ampliamente discutido en diversos institutos de investigación que lo vinculan
principalmente con la solución pacífica de conflictos (López, 2011, p. 85). A
partir de esta controversia surgió una amplia gama de reflexiones en torno de
la paz, cada una en diferentes ámbitos, que toman en consideración su papel
* El presente capítulo hace parte del proyecto de investigación La ecología social como articulador
de la gobernanza y la seguridad ambiental. Caso la triple frontera Perú-Colombia-Brasil. Código INV-
DIS-2369. Financiado por la Universidad Militar Nueva Granada.
** Magíster en Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Javeriana. Licenciada en
Estudios Internacionales de la Universidad Central de Venezuela. Profesora investigadora del
programa de Relaciones Internacionales y Estudios Políticos modalidad a distancia de la Uni-
versidad Militar Nueva Granada. Docente de cátedra de la Escuela Militar de Cadetes José
María Córdova. Miembro del grupo de investigación PIREO. Dirección electrónica: sularodri-
guez@gmail.com, emilma.rodriguezc@unimilitar.edu.co
*** Magíster en Desarrollo Rural de la Pontificia Universidad Javeriana. Especialista en Gerencia
de Proyectos Educativos de la Universidad Cooperativa de Colombia. Politólogo con énfasis
en Gestión Pública de la Pontificia Universidad Javeriana. Profesor investigador asociado de la
Universidad Militar Nueva Granada, la Pontificia Universidad Javeriana y la Escuela Superior
de Guerra. Miembro del Grupo de Investigación PIREO. Dirección electrónica: douglasemoli-
na@gmail.com
**** Candidata a doctora en Derecho Ambiental de la Universidad de Alicante, España. Profesional
en Relaciones Internacionales de la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Profesora investigadora
del programa de Relaciones Internacionales y Estudios Políticos modalidad a distancia de la
Universidad Militar. Dirección electrónica: ana.molina@unimilitar.edu.co
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Grupos ambientales juveniles como constructores de paz ambiental:
caso Brigada Ambiental de la Polícia Nacional en Leticia (Amazonas)
a nivel social, político, ambiental y demás; fue así como se establecieron los
estudios para la paz.
Esta nueva concepción de la paz no ha llamado la atención únicamente en la
academia, distintos sectores sociales la han acuñado a su realidad, preocupán-
dose por divulgar su importancia en países en conflicto. En el caso colombia-
no, el proceso de paz entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
(FARC) y el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos ha renovado el interés
de los jóvenes por participar políticamente para construir una sociedad pacífica
con alto sentido de responsabilidad moral.
Un ejemplo de lo anterior es el papel que desde 2003 viene jugando la Red
Nacional de Jóvenes de Ambiente, Territorio y Paz, y que, en actual contexto
de las negociaciones entre los grupos insurgentes y el Estado, ha participado
en actividades y proyectos de conservación, restauración y construcción de paz
ambiental, con el objetivo de armonizar las relaciones inter e intrasubjetivas
de los colombianos con su entorno (Alvarado, Ospina, Botero y Muñoz, 2008;
Botero, Ospina, Arcesio Gómez y Gutiérrez, 2008; Alvarado, Ospina y Vasco,
2016).
Por consiguiente, el objetivo del presente capítulo es establecer un breve
marco conceptual acerca de dicha categoría, e indagar cómo los adolescentes
miembros del grupo juvenil “Amigos de la naturaleza” de la Policía Nacional en
Leticia, Amazonas, abordan y entienden la construcción del concepto de Ama-
zonía, los problemas ambientales en la zona y su relación con la paz ambiental.
En este orden de ideas, el presente escrito estará dividido en cuatro partes:
primero se analizará la evolución del concepto de paz, luego se abordará el
concepto de paz ambiental y sus características en el caso colombiano; más ade-
lante se enunciará el papel de los jóvenes en la construcción de paz ambiental,
después se mirará el rol de la Brigada Juvenil “Amigos de la naturaleza” de la
Policía Nacional en Leticia y se indagará por los problemas ambientales en la
zona y su relación con la paz ambiental. Finalmente, se darán algunas conclu-
siones al respecto.
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bianos desde la mirada del voluntariado como una acción participativa en fa-
vor del ambiente” (Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, 2017).
El programa está dirigido a jóvenes que son capacitados para convertirse en
promotores ambientales comunitarios, de modo tal que se vea fortalecida la ges-
tión ambiental a través de la participación con la promoción del diálogo, el lide-
razgo y el empoderamiento de la población infanto-juvenil en sus comunidades
(Pineda, 2012). Por ejemplo, en el caso de Antioquia, desde 2002 se conformaron
mesas ambientales derivadas de la iniciativa denominada Red para la Gestión
Ambiental en el Territorio (Pgate); dichas mesas están integradas por actores es-
tratégicos (organizaciones sociales, juntas de acción comunal, adultos, jóvenes,
algunas ONG, instituciones prestadoras de servicios, entre otras) que influyen en
la toma de decisiones y ameritan capacitación y orientación para la participación
en los asuntos de gestión y gobernanza ambiental (Quiñones, 2012).
Desde el enfoque educativo de la Pgate, una de las iniciativas más destaca-
bles es la conformación de Comités Interinstitucionales de Educación Ambien-
tal Municipal (Cideam) desde los cuales “se formulen los planes municipales
de educación ambiental, los Proyectos Comunitarios de Educación (Procedas)
e incluso los Proyectos Ambientales Escolares (PRAE), como estrategias de la
educación ambiental en el territorio” (Quiñones, 2012, p. 7). Estas acciones in-
volucran de manera activa a los jóvenes, estimulando la capacidad crítica frente
a las problemáticas ambientales del entorno en el que se encuentran, al tiempo
de otorgarles herramientas que permitan el empoderamiento frente a los pro-
cesos decisorios y de participación ciudadana.
Los jóvenes, como la futura generación que seguirá al frente trabajando en
la construcción de nación, necesitan ser incluidos de manera más activa en los
procesos de discusión y toma de decisiones en materia ambiental, ya que úni-
camente a través de la articulación de las problemáticas nacionales con la so-
ciedad será posible enfrentar los retos ambientales que se presenten a futuro,
salvando vidas durante este proceso. Aunque en el país se han generado nota-
bles avances que permiten la participación de la comunidad, aún se requiere
fortalecer la comunicación entre las comunidades, empresas y el Estado, con el
fin de fortalecer el marco normativo ambiental y contribuir al proceso de paz.
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caso Brigada Ambiental de la Polícia Nacional en Leticia (Amazonas)
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Después de un tiempo de debate entre los miembros de cada grupo, las res-
puestas fueron plasmadas en pliegos de papel para luego proceder a su sociali-
zación y conclusiones sobre la actividad.
De dicho ejercicio es oportuno resaltar la percepción de estos jóvenes sobre
el Amazonas:
Para el grupo 3, el espacio amazónico “es considerado uno de los más valiosos de-
partamentos; ya que posee inmensa riqueza en flora y fauna”, también es “cultura”.
En las discusiones se lograron percibir algunas de las amenazas o daños al
ambiente, entre las que se resalta un serio problema con el manejo de los resi-
duos y desechos sólidos en Leticia, puesto que no cuentan con los procedimien-
tos y el lugar de recepción final adecuado; la caza de animales exóticos para su
venta; el inadecuado uso y manejo del agua potable y residual; la deforestación,
entre otros. Por lo tanto, al plantear la pregunta, desde la brigada juvenil, ¿cuá-
les son las acciones que ejecutan para la protección del Amazonas?, los jóvenes
manifestaron lo siguiente:
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Grupos ambientales juveniles como constructores de paz ambiental:
caso Brigada Ambiental de la Polícia Nacional en Leticia (Amazonas)
Hacer campañas para reciclar residuos sólidos y con ello prevenir enfermeda-
des, contaminación. Por ejemplo: contaminación a nuestros ríos y lagos. Tala
de árboles (grupo 3).
El departamento del Amazonas lo vemos con más cultura para las generacio-
nes. También con ayuda de los ciudadanos concretaremos el buen vivir, sin
basura, aire fresco y saludable (grupo 1).
234
Emilmar Sulamit Rodríguez Caldera • Douglas E. Molina O. • Ana Milena Molina
Para poder proteger nuestra región amazonense tenemos que advertir a las
personas que cuidemos lo que tenemos a nuestro alrededor. Para poder verlo
en un futuro como de las más grandes selvas del mundo con mayor naturale-
za, convirtiéndola en el pulmón del mundo (grupo 4).
Conclusiones
Es importante entender que el Amazonas es un espacio cosmogónico trascen-
dente, en donde los jóvenes encuentran un lugar para apropiar y entender su
relación con la naturaleza. Además de ser un área geográfica fronteriza, es un
espacio que les puede brindar certezas e incertidumbres, dados los fenómenos
sociales y problemáticas ambientales actuales, que les permiten hacer continúas
reflexiones sobre el restablecimiento de la unicidad con el entorno natural que
los rodea. Los jóvenes empiezan a detallar una tensión entre lo que significa
conservar el entorno natural y las perspectivas de explotación y de desarrollo
económico, que implican algún grado de degradación ambiental.
Dentro de este contexto, las iniciativas para involucrar y empoderar a los
jóvenes colombianos en los temas de gestión y gobernanza ambiental, como la
puesta de la Policía Nacional, especialmente con el grupo juvenil “Amigos de la
naturaleza” en Leticia, es una importante acción para promover la construcción
del concepto de Amazonía, considerando los problemas ambientales de la zona
y cómo están vinculados a una definición más compleja, como la paz ambiental.
A partir de la discusión suscitada en el grupo focal realizado con los jóve-
nes de las brigadas se puede destacar su percepción sobre la Amazonía, a la
que consideran como un espacio de vital importancia, no solo para Colom-
bia sino para el mundo, por las riquezas minerales, hídricas y de diversidad
biológica que contiene; por lo tanto, la preservación y protección de dicho
territorio es corresponsabilidad no solo de los actores sociales que hacen vida
allí, sino de otros agentes que desde el centro de poder toman decisiones que
pueden afectar los ecosistemas existentes y en consecuencia la habitabilidad
de la especie humana.
A causa de las acciones humanas, los jóvenes de la brigada, desde su pers-
pectiva de ciudadanos y estudiantes en formación para la protección del am-
biente, destacan que las principales problemáticas que afectan a Leticia son el
manejo de los residuos y desechos sólidos, puesto que no cuentan con los pro-
cedimientos y el lugar de recepción final adecuado, la caza de animales exóti-
cos para su venta, el inadecuado uso y manejo del agua potable y residual, la
deforestación, entre otros.
Al respecto, es de suma importancia acotar que tales problemáticas se agra-
van en la zona de la triple frontera por la convivencia de poblaciones no solo
pertenecientes al Estado colombiano, sino al peruano y brasileño; por lo tanto,
235
Grupos ambientales juveniles como constructores de paz ambiental:
caso Brigada Ambiental de la Polícia Nacional en Leticia (Amazonas)
Referencias
Aigneren, M. (2009). La técnica de recolección de información mediante los gru-
pos focales. Centro de Estudios de Opinión. Recuperado de file:///C:/Users/
Docentes.faedis.UMNG/Downloads/1611-5142-1-PB.pdf
Alvarado, S., Ospina, H., Botero, P. y Muñoz, G. (2008). Las tramas de la subje-
tividad política y los desafíos a la formación ciudadana en jóvenes. Revista
argentina de sociología, 6(11), 19-43.
Alvarado, S., Botero, P. y Ospina, H. (2010). Subjetividades políticas: sus emer-
gencias, tramas y opacidades en el marco de la acción política. Mapeo de 61
experiencias con vinculación de jóvenes en Colombia. Utopía y praxis latinoame-
ricana, 15(50).
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Espacialidades de resistencia en
Colombia: el pacto de paz de los
indígenas de Gaitania (Tolima) y la
construcción de territorialidades
campesinas en los Llanos del Yarí
Erika Andrea Ramírez*
Camilo Ernesto Gómez Alarcón**
Introducción
Durante las últimas cinco décadas la nación colombiana ha vivido en medio del
conflicto armado, el cual ha tenido en sus expresiones locales la representación
más profunda de su complejidad. De los escenarios locales de la guerra, donde
los actores interactúan en la cotidianidad, han surgido iniciativas de paz que con-
densan la necesidad de parar la confrontación bélica a partir de la participación
comunitaria, así como llevar a cabo ejercicios locales de regulación campesina y
étnica. Muchas de estas han tenido como contexto el ejercicio de territorialidad y
tienen como eje común la expresión de una soberanía no estatal.
Estos ejercicios locales de territorialidad y soberanía han tenido como una
de sus expresiones el acuerdo de paz entre el pueblo Nasa, que reside en el
corregimiento de Gaitania, en el municipio de Planadas, departamento del To-
lima y el frente 21 de la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de
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Espacialidades de resistencia en Colombia: el pacto de paz de los indígenas de Gaitania (Tolima)
y la construcción de territorialidades campesinas en los Llanos del Yarí
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Erika Andrea Ramírez • Camilo Ernesto Gómez Alarcón
desde los centros de poder; el espacio y el tiempo son por tanto esclavos del ca-
pital y sus determinaciones económicas. Es contra estas concepciones que surge
el giro espacial, como una necesidad de entender el territorio no solo como un
contenedor de la historia, sino como un productor de la historia misma. Así el
espacio es materialidad, pero también es representación.
Henri Lefevbre es uno de los representantes de este giro espacial. En su tex-
to La producción social del espacio, propone que existen diversos elementos que
constituyen el espacio social, elementos que hacen del espacio un escenario de
batalla en el que están en juego las fuerzas del logos y el anti-logos, en su clásico
sentido nietzscheano, así:
243
Espacialidades de resistencia en Colombia: el pacto de paz de los indígenas de Gaitania (Tolima)
y la construcción de territorialidades campesinas en los Llanos del Yarí
Las representaciones del espacio tienen como fin la dominación del espacio:
“El espacio dominante, el de los centros de riqueza y de poder, se esfuerza en
moldear los espacios dominados —de las periferias— y mediante el uso de
acciones a menudo violentas reduce los obstáculos y todas las resistencias que
encuentra” (Lefebvre, 2013, p. 107). El espacio:
Estas representaciones construidas desde los espacios de poder por los tecnó-
cratas son siempre puras, numéricas y se pueblan posteriormente de hombres
y de paisaje; el espacio concebido es la pretensión de los núcleos de poder de
dominar cuanto sucede en el pasado, presente y futuro de un territorio. Este es-
pacio abstracto y concebido desde la “Verdad de la ciencia” es puesto en duda
por los espacios de representación, que según Lefevbre representan el espacio vi-
vido, es decir, todas las prácticas espaciales que subvierten las concepciones del
espacio que se imponen desde el poder:
244
Erika Andrea Ramírez • Camilo Ernesto Gómez Alarcón
que están teniendo lugar en el espacio; los espacios concebidos son las planifi-
caciones territoriales que se imponen desde el poder, y los espacios vividos son
las resistencias que construyen comunidades organizadas a las planificaciones
del espacio impuestas desde el poder.
Siguiendo la triada concebida por Lefevbre, Oslender propone el concepto
de espacialidades de resistencia, que identifica cómo las espacialidades creadas
por los movimientos sociales en su construcción de espacios de representación
se oponen a los espacios de dominación establecidos desde el poder y el Estado.
Agnew y Oslender pusieron en duda la concepción clásica de soberanía como
un ejercicio de poder ligado exclusivamente a los Estados nacionales. Agnew
manifiesta que los estudios sobre el espacio han sucumbido a la llamada “tram-
pa territorial”, que consiste en “Pensar y actuar como si el mundo estuviese
enteramente constituido por Estados que ejercen su poder sobre bloques de
espacio y de este modo se convierten el único referente geográfico-político de
la política mundial” (Agnew, 2005, p. 437).
Contrariando la idea clásica de soberanía, en la que solo los Estados nacio-
nales son depositarios de la misma, Agnew y Oslender (2010) sostienen que
existen múltiples redes de soberanías territoriales ejercidas por actores no es-
tatales; estas son llamadas por ellos territorialidades superpuestas, que son los
ejercicios por movimientos sociales, grupos guerrilleros, comunidades étnicas,
entre otras, y desafían el tejido espacial del Estado (Agnew y Oslender, 2010).
Estos autores han realizado su trabajo de campo en nuestro país, ya que consi-
deran que:
Estas nociones serán tenidas en cuenta en este trabajo a la hora de leer los es-
pacios de resistencia existentes en la región de los Llanos del Yarí, en la zona
limítrofe entre Meta y Caquetá, y en la región de Gaitania, Tolima, que desafían
a modo de “territorialidades superpuestas” la soberanía estatal.
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Espacialidades de resistencia en Colombia: el pacto de paz de los indígenas de Gaitania (Tolima)
y la construcción de territorialidades campesinas en los Llanos del Yarí
Cualquier hipotética respuesta debe buscar la causa en los suelos, puesto que
el clima es semejante al de la selva circundante, tanto de caatinga como de
selva alta. Puede pensarse en la fuerza del viento N.E y S.E, que se activa como
resultado de la gran superficie descubierta de obstáculos arbóreos, pero esto
es realmente un efecto y no una causa. (Domínguez, 1975, p. 139)
1 Título del libro de Claudia Leal, A la buena de dios, colonización en La Macarena, ríos Duda y
Guayabero.
246
Erika Andrea Ramírez • Camilo Ernesto Gómez Alarcón
[...] una forma de producción social del espacio que se encuentra determinado
directamente a una mirada que observa e interpreta lo que ve, produciendo
paisajes al mismo tiempo que los mira. Por lo tanto, el paisaje sería un espacio
visto e interpretado. (Urreo, 2010, p. 17)
Los paisajes en el Yarí son el crisol que da cuenta de las políticas estatales,
fundamentalmente represivas, y de las apuestas comunitarias por construir lu-
gares dignos para la vida campesina. En estos territorios la mayoría de las loca-
ciones que son tradicionalmente construidas por los Estados, como las vías, las
escuelas y los centros de salud, han sido edificadas por las comunidades como
una práctica de resistencia al abandono estatal al que fueron sometidos en su
proceso de colonización. En el Yarí la mayoría de las materialidades que existen
son comunitarias y tienen inscritas en sí mismas unas prácticas alternativas que
han configurado la vida en la región.
Para describir cómo el paisaje en los Llanos del Yarí se convierte en una es-
pacialidad de resistencia o espacio vivido, se narra en una viñeta etnográfica la
historia de construcción del caserío y los hechos que suceden en un día en una
de las fincas. Esto permitirá observar los espacios de representación en la vida
comunitaria, en la vida cotidiana y en la economía.
247
Espacialidades de resistencia en Colombia: el pacto de paz de los indígenas de Gaitania (Tolima)
y la construcción de territorialidades campesinas en los Llanos del Yarí
El caserío en el que se llevaba a cabo la reunión tenía como uno de sus símbo-
los una piel de jaguar extendida en la caseta comunal, memoria de antiguos
tigrilleros y muestra de que estamos en la Amazonía, “la tierra del mariposo”.
Me dijo uno de los habitantes de ese caserío, que esa piel la había colgado
don Mello, porque se había peleado con dos indios quienes se rumoraba que
se convertían en tigres para cazar; “eso llegaban con unos borugos gigantes y
ellos todos aruñados; entonces acá nos marichamos y un indio nos dijo que
ellos tenían el hechizo para transformase en tigres; entonces un día don Mello
discutió con ellos, porque no le querían pagar una remesa y ellos le dijeron
que no se metiera con ellos, que porque cuando el río suena…, refiriéndose
pues a que ellos se convertían en tigre, y don Mello les dijo que él no le tenía
miedo a cristiano ni a tigre; y fue y mató un mariposo para demostrarlo y lo
colgó en la caseta”.
El caserío El Edén contaba también con dos tiendas, una gallera, la caseta co-
munal que es la construcción más grande del caserío, una escuela y 20 casas.
Todas las construcciones de este caserío son en madera y los habitantes utili-
zan vistosos colores para decorar las fachadas de sus casas.
La finca El Manao, que esa noche nos prestó acogida, era una gran casa de
madera con un inmenso salón en el que dormían en chinchorros, hamacas y
carpas los jornaleros que se dedicaban al cuidado del ganado y a la raspa de
coca, esta era la finca de don Lucho, las mascotas de los niños de allí eran una
boruga y un loro amazónico que para sorpresa de todos había aprendido a
hablar.
Don Lucho nos dijo que esa mañana debía dirigirse a rozar un potrero para la
siembra de unos pastos, pero que mejor había decidido quedarse con nosotros
para contarnos la historia de la fundación del caserío, ya que “esas historias se
van olvidando y entonces los hijos de uno nunca van a saber las briegas que
tuvimos que pasar para hacer de estas sabanas un espacio habitable”.
248
Erika Andrea Ramírez • Camilo Ernesto Gómez Alarcón
Este caserío fue fundado en el año 2009, es un caserío nuevo. Este caserío se
fundó el 3 de julio, yo no solo he fundado El Edén, sino que también fundé
otro caserío en esta área, llamado Villa Chigüiro, y de los errores que cometi-
mos en Villa Chigüiro aprendimos unas experiencias que nos sirvieron para
que este caserío nos quedara mejor. Los caseríos se fundan por las necesida-
des, es que se miraba en Villa Chigüiro cuando eso era montaña y selva, las
personas pensamos en fundar un pueblo, por la necesidad de tener un sitio de
abastos y de reuniones para los fincarios, pero allá cometimos muchos errores,
[...] porque allá llegamos e hicimos el croquis del pueblo y allá llego todo el
mundo y se le entregó lotes, lotes y lotes. Entonces el pueblo se fundó, pero en
puros lotes y ninguno quería construir, aplazaba el tema de la construcción;
entonces ya llegaba usted a construir y le decían, no ese lote es mío y entonces
ya no había donde construir.
Pero no había casas, no había nada porque eran puros lotes. Otro error que
cometimos fue que en Villa Chigüiro nosotros no miramos que todo tenía que
tener una higiene, que la casa que se fundara tenía que tener una taza sanita-
ria digamos; entonces allá eso se hizo un desorden tenaz, porque la gente no
construyó su pozo séptico y las casas no tenían taza sanitaria, es que nosotros
acostumbrados a vivir en finca, no sabíamos que en un pueblo no tener sanita-
rio ya es desaseo, porque en la finca uno no tiene sanitarios, uno va como dicen
donde Rosa, “rozando el Fundillo con el pasto”, y eso uno abona la tierra con
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Espacialidades de resistencia en Colombia: el pacto de paz de los indígenas de Gaitania (Tolima)
y la construcción de territorialidades campesinas en los Llanos del Yarí
los desechos de uno, pero en el pueblo la cosa es distinta, eso comienzan las
enfermedades y todas esas cosas.
Pero la gente que vino nueva se cedió, se tuvo que acostumbrar a los regla-
mentos que estaban fundados, pero porque ya estaban fundados unos regla-
mentos y en estos reglamentos nosotros los llamábamos, porque siempre que
llegaba la persona, usted era medio amigo de alguien entonces usted invitaba
a esa persona, pero usted le decía, mano pero la cosa allá es así, usted tiene
que asumir esto, esto y esto; usted lleva una carta de recomendación, usted
debe cumplir con unas reuniones, usted tiene que pagar algo, así, entonces
ya la persona llevaba una idea, pero hay algunas personas que les daba como
duro, porque hay muchas personas que les piden y no es fácil dar, es duro
para sembrar.
Tabla 1. Variación del precio del queso en los Llanos del Yarí en 2011
Mes Precio/arroba
Enero 65.000
Febrero 70.000
Marzo 45.000
Abril 30.000
Mayo 35.000
Junio 35.000
Julio 40.000
Agosto 60.000
250
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Septiembre 65.000
Octubre 70.000
Noviembre 90.000
Diciembre 120.000
251
Espacialidades de resistencia en Colombia: el pacto de paz de los indígenas de Gaitania (Tolima)
y la construcción de territorialidades campesinas en los Llanos del Yarí
El territorio, desde esta perspectiva, es una noción. A pesar de tener una base
física en la que se concreta (el paisaje), habita en la mente y forma parte funda-
mental de la identificación de los seres humanos con un paisaje, con una socie-
dad, con una parentela, con una historia, con una tradición, con una memoria.
La concepción del territorio es una construcción colectiva e histórica, basada
en la experiencia de cada sector particular de una sociedad y en las variables
formas de organización de las relaciones entre los seres humanos y la natura-
leza. (Ardila, 2006, p. 264)
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5 Para ahondar acerca de la justicia comunitaria en los Llanos del Yarí, se puede consultar el
artículo de Espinosa, González y Ramírez (2010). Justicia comunitaria en los Llanos del Yarí, la
justicia al margen de qué. En Revista Ciudad Paz-ando.
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6 En 1955 el Estado colombiano lanzó la primera operación contra las guerrillas de Villarrica
y el Sumapaz. Desde esta fecha comienzan las operaciones de persecución a los núcleos co-
munistas de Marquetalia (1964), Riochiquito, El Davis, El Pato (1965) y Guayabero. En 1966,
después de más de diez años de constantes combates, los núcleos guerrilleros se reúnen y
lanzan el programa agrario de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, dando
origen a las FARC.
7 Quintín Lame a fines de 1914 se reunió con los cabildos de las comunidades indígenas de
Tolima, Huila, Tierradentro, Cauca y Valle, con la idea de llevar a cabo un levantamiento
general, que se planeó para el 14 de febrero de 1915. La idea de este levantamiento era la de
formar una ‘república chiquita’ de indios, que operara al margen de la de los blancos.
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8 Entrevista a Germán Raúl Tupaque, gobernador indígena del resguardo de Gaitania en abril de 2013.
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Para llegar a ese acuerdo duramos dos años, ya que el grupo armado que había
en la comunidad no quería los diálogos, y la comprensión de los problemas
es la solución para acabar un conflicto. Nosotros en esos 18 años cuando ini-
ciamos éramos 1.700 indígenas, hoy en día somos 2.400 y esperamos que la
fuerza pública nos respete las decisiones de nosotros, ya que después de que
aclaramos la situación con la guerrilla fue el problema con la fuerza pública.
Ellos cometieron un error muy grande al armar a los indígenas para ayudar a
sacar a “Tirofijo” de Marquetalia… (Entrevista a Ovidio Paya, 2013. Realizada
por Gómez)
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y la construcción de territorialidades campesinas en los Llanos del Yarí
Más de tres años en ese proceso, negociando con los señores comandantes
de las FARC, pero lo logramos en 1996 por primera vez; sentarnos un grupo
armado y un resguardo indígena a tener una negociación [...]. Fue duro pero
ahí estamos, cada dos años estamos celebrando el tratado de paz, comemos,
tomamos chicha, porque para nosotros es algo muy grande y de igual manera
le hacemos un reconocimiento a esos grandes pensadores que fueron los que
dieron la idea para llegar a donde hemos podido llegar, porque ahorita sí po-
demos decir que somos una comunidad, porque ahorita sí se ve el desarrollo,
la comida, tenemos vías carreteables, pues en malas condiciones, porque el Es-
tado no nos colabora mucho, y lo que hemos hecho es con esfuerzo propio [...].
Nosotros no necesitamos de asesorías, fue algo que lo hicimos muy interna-
mente y de todas maneras fue un logro muy bonito y somos ahora el ejemplo,
a mí me han llevado al departamento de Cauca para que dé a conocer cómo
fue el proceso de paz. He tenido ese privilegio, de estar delante de mucha gen-
te en algunos resguardos de la zona norte, dando a conocer nuestros tratados
de paz, y nos hemos presentado en diferentes departamentos, inclusive he
viajado a dar a conocer el proceso de paz en otros países [...]. Ese ejemplo que
nosotros hemos podido dar al Gobierno que le ha quedado duro, nosotros lo
hicimos y no necesitamos de recursos económicos, sino con esfuerzo propio
lo logramos hacer.
Yo siempre he dicho que para los conflictos armados siempre debe haber diá-
logo, pero tras ese diálogo debe haber una disponibilidad personal, para llegar
uno y respetar el derecho a la vida, eso es lo que nosotros hemos tenido muy
en cuenta; por eso, nosotros, ese pacto que hicimos hace 16 años que cumpli-
mos en junio, completamos 16 años de hacer el tratado de paz, y créame que
no ha vuelto a morir el primer indígena a punta de bala como anteriormente
caían. Ahorita, el que se muere es de una enfermedad, de los años, eso es lo
que ha sucedido (…). Para la fuerza pública y el Estado le ha sido difícil acep-
tar el tratado de paz, inclusive hemos sido amenazados directamente por la
fuerza pública, porque ellos no comparten ese tratado de paz, dicen que es ile-
gal y que no está bajo los términos del Estado. Los únicos que pueden negociar
es el Gobierno, y eso no es así, nosotros, el pueblo Nasa somos un gobierno,
con autonomía, y lo puede haber para acordar el respeto a la vida de nuestra
gente (Entrevista a Ovidio Paya, 2013. Realizada por Gómez).
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Erika Andrea Ramírez • Camilo Ernesto Gómez Alarcón
Conclusiones
En este capítulo se evidenciaron las distintas cotidianidades que se vivieron en
algunos territorios donde las FARC tuvieron una hegemonía militar por más de
cincuenta años. En el caso del pacto de paz del resguardo indígena de Gaitania
con el frente 21, las relaciones entre población civil y actores armados no siem-
pre fueron pacíficas, pero a través de ejercicios locales de soberanía el resguar-
do y los guerrilleros llegaron a un acuerdo de no agresión que ha perdurado
hasta nuestros días.
En las coyunturas de los procesos de paz en Colombia las posturas e iniciati-
vas de los actores armados, económicos, políticos y sociales se develan, se con-
frontan y se radicalizan. Los sujetos políticos, desde los partidos políticos hasta
la ciudadanía no organizada, adoptan posturas sobre su apoyo o desacuerdo con
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Espacialidades de resistencia en Colombia: el pacto de paz de los indígenas de Gaitania (Tolima)
y la construcción de territorialidades campesinas en los Llanos del Yarí
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Erika Andrea Ramírez • Camilo Ernesto Gómez Alarcón
y que han sido denominados por esta razón como zonas rojas o salvajes, des-
conociendo las distintas identidades políticas que nuestro dinámico y tortuoso
proceso de construcción de nacionalidad y estatalidad ha generado.
Referencias
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Espacialidades de resistencia en Colombia: el pacto de paz de los indígenas de Gaitania (Tolima)
y la construcción de territorialidades campesinas en los Llanos del Yarí
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Prácticas de memoria y paz de las
víctimas del conflicto armado en
Tumaco (Nariño)
Karen Betancourt*
José Luis Foncillas**
Freddy A. Guerrero***
Introducción
La paz implica condiciones de orden estructural, por supuesto con direcciona-
miento estatal en tanto que este es el último responsable de ese derecho supre-
mo que se asocia al papel clásico de garantizar la seguridad en sus contornos
interestatales, así como al interior del territorio mismo. Sin embargo, esta paz
estructural redunda en abstracciones si no son materializadas en lo local y en
las experiencias concretas, y si además de las condiciones materiales que la
harían posible no se aborda en contextos específicos, con los procesos comuni-
tarios, en las prácticas de enfrentamiento a las violencias presentes; también si
no se consideran las expectativas de futuro diferenciadas culturalmente.
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Prácticas de memoria y paz de las víctimas del conflicto armado en Tumaco (Nariño)
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Karen Betancourt • José Luis Foncillas • Freddy A. Guerrero
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Prácticas de memoria y paz de las víctimas del conflicto armado en Tumaco (Nariño)
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Karen Betancourt • José Luis Foncillas • Freddy A. Guerrero
de Cali, titulada Prácticas de memoria de las víctimas del conflicto armado en el mu-
nicipio de Tumaco, en la que se indaga el derecho a la memoria y el sentido de
construcción social de la misma por parte de algunas víctimas del municipio
de Tumaco.
Se parte de considerar que efectivamente el tema de la memoria adquiere re-
levancia en cuanto que las medidas de reparación simbólica han sido diseñadas
en Colombia, principalmente desde enfoques y conceptualizaciones jurídicas
y psicológicas configuradas por profesionales, muchos de ellos del centro po-
lítico administrativo y académico del país, lejos de las zonas de conflicto. Esto
significa que se corre el riesgo de que al ser aplicadas no sean relevantes para
las víctimas y por tanto no lleguen a ser aceptadas ni crear condiciones para la
convivencia como fundamento de una paz asociada a la reconciliación (riesgo
que debe afrontar la Comisión para el esclarecimiento de la verdad, la convi-
vencia y la no repetición) y cuyos sujetos, eje de ese resurgimiento de condicio-
nes de paz y democracia, son precisamente las víctimas.
Aproximarse a las prácticas de memoria de las víctimas del conflicto arma-
do en Tumaco, hace visible las significaciones que los tumaqueños expresan
por diversos dispositivos para dar sentido a las preguntas sobre qué pasó, el
porqué de lo sucedido, y de forma paralela, realizar reclamos públicos sobre
justicia y no repetición; sin duda, exigencias desde un contexto y características
culturales propias. Se pretendió indagar entonces sobre las prácticas de memo-
ria que han sido efectuadas por las víctimas de Tumaco y que resultan signifi-
cativas para ellas, así como de otras prácticas que no han podido ser ejecutadas
pero que serían deseables, proponiendo futuros diálogos entre la población
víctima y el Estado para encontrar medidas de reparación simbólica adecuadas
para remediar lo dañado y fundamentar desde allí escenarios de paz posibles.
La investigación fue desarrollada atendiendo a la metodología cualitativa,
con el método fenomenológico. No se parte de una hipótesis a demostrar, sino
de una pregunta problema de referencia: ¿cuáles son las prácticas de memoria
de víctimas del conflicto armado en el municipio de Tumaco y su relación con
la construcción de escenarios de paz (cultura de paz)? Por supuesto, el inte-
rrogante anclado a los derechos de las víctimas obliga al uso de categorías de
los derechos humanos (DD.HH.), aunque esto no impide la atención sobre las
categorías que van emergiendo a lo largo de la indagación, las cuales resultan
fundamentales para las interpretaciones sobre el sentido de estas prácticas.
Un aspecto importante en esta pesquisa remite también al sentido de satis-
facción de estas prácticas, considerando que las acciones de reparación sim-
bólica y material no solo deben llevar al cumplimiento de formalidades, sino
a generar un contexto de complacencia que permita condiciones y en donde
parte de la justicia sea alcanzada en el reconocimiento de la injusticia misma.
267
Prácticas de memoria y paz de las víctimas del conflicto armado en Tumaco (Nariño)
Prácticas de memoria
En la indagación sobre las prácticas de memoria se identificaron un conjunto de
ellas que fueron sistematizadas de acuerdo con el tipo de práctica; se consideró
la definición ya dada y se incluyeron aquellas que parecieran en principio más
vinculadas a las prácticas cotidianas ajenas a la memoria. No obstante la inten-
cionalidad de la memoria les daba el sentido, como por ejemplo la oración, que
se constituye de esta forma no solo en dispositivo religioso y psicosocial para
el encaramiento del duelo, sino que configura un mecanismo de representación
mnemónica importante para una parte de los entrevistados.
En segunda instancia se clasificó, de acuerdo con el hecho, si estas prácti-
cas circulan en el ámbito público o privado. Esto sirve como indicador de las
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Karen Betancourt • José Luis Foncillas • Freddy A. Guerrero
persona asesinada, mostrar que la víctima fue un buen padre, un buen esposo,
un buen hijo. En palabras de Miriam Paloma, cuya madre fue asesinada por
paramilitares cuando tenía cuatro años: “Me gustaría que la sociedad conociera
y recordara a mi madre, para que sepan que ella era una buena madre y una
buena persona” (entrevista a Miriam Paloma, 9 de agosto de 2015).
Amalia, cuyo padre fue asesinado por Los Rastrojos, al hacer memoria insis-
te en que su papá era una buena persona: “Recordamos a mi padre como una
excelente persona, buen padre, buen hijo, buen marido, buen vecino, le gustaba
servir a la comunidad, perteneció al Comité nacional de cacaoteros durante
siete años y él luchaba por el gremio” (entrevista a Amalia, 2 de septiembre de
2015).
Este mismo anhelo de hacer memoria pública se encuentra en la buena ima-
gen del familiar asesinado; en el deseo de Salomón de que la historia de su hijo
desaparecido sea recordada y que otras personas lo recuerden como alguien
bueno. Con setenta años, manifestaba en tono sereno y complacido: “Es muy
bonito cuando colocan las fotografías en el parque (en la Galería fotográfica de
la Memoria) y después algunos vecinos o conocidos nos dicen: ‘vi a tu hijo en
el Parque Nariño, y me recordé de él y de cómo era’ y nos narran algún detalle.
Eso nos da alegría porque vemos que la gente se acuerda de él” (entrevista a
Salomón, 26 de noviembre de 2015).
Estas funciones de la memoria se muestran satisfactorias para sus promoto-
res en tanto la práctica misma da cumplimiento a este deseo y por lo tanto su
ejecución misma lo garantiza; es una suerte de performatividad, pues al reali-
zar la práctica se conoce y se recuerda a la madre, al padre, al hijo.
En la mayoría de los casos se generó una doble victimización, asesinaban
y se justificaba el hecho al atribuirse a la víctima acusaciones respecto de su
pertenencia o de simpatía con los bandos armados contrarios al del perpetra-
dor. Las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), autoras del mayor número
de asesinatos desde 1999 hasta 2007 en Tumaco, argumentaban sus asesinatos
diciendo que esas personas tenían vínculos con la guerrilla; este ha sido un es-
tigma muy doloroso para muchos de los familiares.
Estas versiones de los actores victimizantes se difundieron ampliamente en
un contexto social donde esos grupos armados eran muy poderosos, tanto en lo
criminal como por sus vínculos con la institucionalidad y la fuerza pública. Es
por ello que sus argumentos se difundieron masivamente y fueron asimilados
por muchas personas desinformadas como verdaderos, llegando a convertirse
en algo que se daba como un hecho, incluso en los casos donde los actores vic-
timizantes no dieron ninguna justificación del asesinato. Se escuchaba la frase
usual que había sido promovida por los grupos armados: “En algo andaría
metido, a nadie lo matan por nada” (diario de campo, 17 de marzo de 2015).
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Prácticas de memoria y paz de las víctimas del conflicto armado en Tumaco (Nariño)
Fueron tan difundidas esas versiones que como mínimo sembraron la duda en
la población en general y el dolor y la doble victimización en los familiares de
las víctimas.
Las personas entrevistadas en este proyecto vivieron en Tumaco y por eso
sienten este estigma social que flota, aún hoy, en el ambiente. Es también por
ese estigma generalizado que los familiares tienen el deseo de dignificar el
nombre en el ámbito público. El testimonio de Miriam Paloma, cuya madre fue
asesinada, es elocuente en este sentido:
También quiero que el que le disparó a mi mamá se retracte, pues en una de-
claración dijo que mi mamá era una guerrillera como para que le bajaran la
pena y eso empañó el nombre y la memoria de mi mamá y de alguna manera
la mía. Creo también que es importante decir que el Estado tuvo que ver con
la muerte de mi mamá puesto que los señores del Ejército fueron los que ven-
dieron declaraciones de mi mamá, quien estaba colaborando con la justicia,
por tanto, deben investigar al que manejaba el batallón en esa época para que
también pague. (Entrevista a Miriam Paloma, 29 de agosto de 2015)
Lo que queremos saber, todos los que estamos aquí, es el verdadero móvil que
causó la muerte a nuestro familiar. ¿Ustedes se pueden imaginar todo el daño
que causaron a mi familia cuando asesinaron a Jaime Enrique Angulo?, un ser
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Karen Betancourt • José Luis Foncillas • Freddy A. Guerrero
Este testimonio expresa con elocuencia ese deseo de las víctimas de que se lim-
pie el nombre manchado de su familiar y que se narre la verdad, algo que va-
loran como necesario para su satisfacción. Es a su vez representativo, pues si
los mecanismos judiciales de justicia y verdad permitieran idealmente reparar
a las víctimas, se observaría que la demanda de la verdad está sustentada por
la plenitud de la verdad, por el arrepentimiento de los victimarios y el recono-
cimiento de los efectos del daño; lo que se demanda, por las conclusiones del
testimonio, no satisface lo deseado, por lo tanto la insatisfacción se da no solo
en el plano judicial, sino en el personal: “Por eso no quiero escuchar, señora
Magistrada, a estos señores”.
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Prácticas de memoria y paz de las víctimas del conflicto armado en Tumaco (Nariño)
Otro ejemplo que ilustra este tema es el caso de Manuel Rodríguez, que
desde el asesinato de su hijo, Dubian David Rodríguez, en 2013, ha insistido
en escenarios públicos en que se limpie el nombre de su hijo. Fue significativo
que en un acto de memoria organizado en Tumaco por la Corte Constitucional,
el 5 de noviembre de 2013, Manuel tomó el micrófono y le reclamó al alcalde
Víctor Gallo, presente en ese momento junto a los Magistrados de la Corte, que
se retractara del pronunciamiento radial donde afirmó que la muerte de su hijo
había sido por un ajuste de cuentas, versión mantenida por la Policía Nacional
y que el alcalde había repetido en un medio local.
Manuel Rodríguez es uno de los pocos casos en Tumaco que ha vencido el
miedo, ha seguido el caso en la Fiscalía y ha perseverado en la búsqueda de jus-
ticia por el asesinato de su hijo. Esto lo hace a pesar de haber recibido múltiples
amenazas en su contra; lo más significativo es que manifiesta que lo hace por-
que su anhelo es que se conozca la verdad. Es un caso excepcional de valentía,
pero no es excepcional lo que, a nivel de satisfacción expresa, un deseo de que
se conozcan las verdaderas causas del asesinato de su hijo, “que se limpie el
nombre de mi hijo”.
Pero detrás de esta estigmatización de las víctimas como supuestos miem-
bros del grupo armado contrario hay una lógica perversa que justifica los ase-
sinatos, y es el argumento de que, si la persona pertenecía a un grupo armado
ilegal, entonces sí era lícito su asesinato. Esta lógica también ha sido utilizada
en Tumaco por las FARC y por la fuerza pública. Fue muy esclarecedora en este
sentido la intervención de la magistrada Uldi Jiménez en uno de los momentos
de la ya mencionada audiencia de febrero de 2014. Cuando el postulado Jorge
Enrique Ríos respondió a una de las víctimas, argumentando que había asesi-
nado a su esposo porque pertenecía a la guerrilla, la magistrada lo interrumpió
y afirmó enfáticamente que nada justificaba un asesinato, además le pidió que
no siguiera justificando ningún homicidio diciendo que fue perpetrado por te-
ner vínculos con la guerrilla.
Esa argumentación perversa de los grupos armados se ha instaurado en el
inconsciente colectivo. Es común escuchar en las calles la frase “lo mataron
porque pertenecía a un grupo armado”, denotando cierta aceptación del asesi-
nato de personas pertenecientes a algún grupo ilegal. Como manifestó la Corte
Constitucional: “La dignidad humana (es) entendida como intangibilidad de
los bienes no patrimoniales, integridad física e integridad moral, vivir sin hu-
millaciones” (sentencia T-881 de 2002).
Los asesinatos o las desapariciones cometidas fueron en primer lugar un
daño físico, el peor que se puede realizar, quitar el bien más precioso, que es
la vida, y nada puede justificar ese hecho. Pero en segundo lugar es un daño a
la “integridad moral”, a su nombre, a su memoria, a su dignidad, acusándole
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Karen Betancourt • José Luis Foncillas • Freddy A. Guerrero
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Prácticas de memoria y paz de las víctimas del conflicto armado en Tumaco (Nariño)
bienestar cuando las prácticas de memoria permiten “que otros tomen concien-
cia del daño que se produjo a su familia” (diario de campo, 12 de septiembre
de 2015). Es un deseo sentido por los allegados el que la sociedad conozca lo
que vivieron los familiares de la víctima, el dolor por el que tuvieron que pasar,
como una manera de disminuir la indiferencia y generar solidaridad, con la
esperanza de que eso contribuya a la no repetición.
Otro deseo relacionado con la satisfacción, manifestado por siete de las víc-
timas (diario de campo, agosto y septiembre de 2015), es el que los victima-
rios conozcan las consecuencias que provocaron sus actos violentos, desde un
convencimiento de que, si conocen esas consecuencias dolorosas a través de
fotografías y relatos, esto puede redundar en un cambio de actitud y una de-
jación de las armas. En una primera oportunidad esta afirmación pareció sor-
prendente durante la investigación, no obstante al ser repetida por diferentes
personas se encuentra que puede tener una base objetiva y pragmática, ya que
las víctimas conocen a los victimarios, muchos viven en sus mismos barrios de
habitación, por esto es probable ponderar los efectos que la memoria puede
tener sobre ellos.
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Karen Betancourt • José Luis Foncillas • Freddy A. Guerrero
las personas que trabajaron con ella reviste el mantener viva la memoria y los
ideales de esta líder nariñense.
La actual directora de la Pastoral Social de la diócesis de Tumaco, afirma:
En estas prácticas hay una fuerte intencionalidad pedagógica, que tiene el obje-
tivo de educar a las nuevas generaciones desde la indignación sobre los hechos
violentos. Pero además, tanto en Yolanda como en Miller, sus propósitos de jus-
ticia y defensa del bien común trascienden la persona misma y se constituyen
en afrenta a las ideas y prácticas que representaban y representan.
Estas prácticas de memoria denotan un deseo de que ese crimen no quede
en el anonimato y la impunidad (CNMH 2013), entendiendo que esta se ubica
en el orden moral y no jurídico; en el sentido de lo que afirma Wiesel (1990): “la
memoria del mal debe ser un escudo contra el mal”, una herramienta pequeña
pero poderosa que tienen las víctimas en su lucha contra la impunidad. Esto
se ha dado en Tumaco, ya que las prácticas de memoria han empoderado a los
familiares de las víctimas, moldeando actitudes que han contribuido a fomen-
tar los derechos humanos, impidiendo justificar la violencia. Un ejemplo de la
fuerza que puede tener ese repudio moral es que las propias AUC afirmaron
que fue el repudio social e institucional tras el asesinato de Yolanda Cerón, el
que ocasionó su decaimiento en Tumaco y puso un freno a sus hechos delictivos
(testimonio del postulado Jorge Enrique Ríos en la audiencia de afectaciones de
Justicia y Paz, enero de 2014).
Los líderes y lideresas víctimas se constituyen así en unas figuras que apelan
y construyen la memoria colectiva, son la bisagra que vincula las representa-
ciones privadas con las públicas, son el referente simbólico y alegórico que con-
densa tanto el conjunto de hechos de violencia como la demanda igualmente
múltiple de justicia, son en cierto sentido la figura inversa del chivo expiatorio,
a este se le sacrifica para resolver simbólicamente la crisis, en nuestro caso estos
líderes y lideresas son los receptores en sus existencias de la crisis del conflicto;
su sacrificio no se torna reparador sino demandante de justicia.
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Prácticas de memoria y paz de las víctimas del conflicto armado en Tumaco (Nariño)
Las palabras de Salomón coinciden con las de otros entrevistados que quieren
verdad y justicia. Otras entrevistas recogidas, afirman: “las fotos de las víctimas
que se exponen en la Casa de la Memoria son para mí un reclamo de justicia”
(diario de campo, 21 de agosto de 2015). A pesar de que muchas de las víctimas
no creen que se vaya a llegar prontamente a una verdad judicial, el hecho de
hacer públicas esas historias es un reclamo asertivo de ese deseo; como afirma
Mate (2011), es para ellas justicia, porque se hace público que lo que pasó no
fue justo.
El deseo de justicia desborda los alcances que la memoria puede otorgar,
por lo que no satisface suficientemente el deseo; aunque estas prácticas no con-
lleven la reparación material del daño, sí son reparación simbólica, porque re-
conocen la vigencia del derecho de las víctimas, a pesar de que pase mucho
tiempo y nunca sea posible una reparación total (Mate, 2011). Es de notar que
en otros casos del país, como la masacre de Trujillo, la memoria ha sido un ins-
trumento de denuncia que ha permitido que muchos años después se llegara a
condenas judiciales, por lo que la memoria es un instrumento que puede llevar
a la consecución de la justicia esperada.
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Karen Betancourt • José Luis Foncillas • Freddy A. Guerrero
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Prácticas de memoria y paz de las víctimas del conflicto armado en Tumaco (Nariño)
especial los ejercicios de memoria. Para las víctimas es necesaria una repara-
ción material, pero si se limita a lo económico puede tener efectos degradantes,
como un trato meramente paternalista que los convierte en meros receptores de
ayuda. Se hace por tanto necesaria una simultaneidad entre medidas económi-
cas y simbólicas.
La construcción de la memoria es una oportunidad para crear puentes entre
el Estado y la sociedad civil, y así fortalecer y recuperar la confianza en la ins-
titucionalidad y en un Estado Social de Derecho. Trabajar de manera conjunta
para reestablecer escenarios, diseñar herramientas, rutas y políticas públicas,
en vista a hacer memoria recogiendo la mirada de las víctimas y su dignifica-
ción, es un camino para construir paz y respeto a los derechos humanos. De
las experiencias relatadas se hace evidente que en los procesos de memoria las
iniciativas y las acciones de las comunidades han precedido las estatales. De
ahí la importancia que el Gobierno reconozca, valide y acoja estas prácticas,
máxime con la puesta en marcha en 2017 de la Comisión para el esclarecimiento
de la verdad, la convivencia y la no repetición como mecanismo del más tardío
proceso de justicia transicional en Colombia.
Al igual que las mujeres de la Asociación Nacional de Familiares de Secues-
trados, Detenidos y Desaparecidos (Anfasep) en Perú, reclamaban al Estado y
a la sociedad ser reconocidas no solo como víctimas indefensas y frágiles, sino
como personas ciudadanas activas defensoras de los derechos humanos y la
justicia, es de considerar que la memoria en Tumaco tiene capacidad de posi-
cionar políticamente a las víctimas como agentes de una sociedad sin violencia,
reconociendo en ellas sus luchas y apoyando las consignas que adelantan. Es
necesario cambiar el imaginario que se tiene de las víctimas y empezar a con-
siderarlas actores en la construcción de una cultura de paz y de respeto a los
derechos, entre otras maneras, a través de sus trabajos de memoria.
Una política pública de memoria para Tumaco no puede ser elaborada desde
el centro del país, debe ser un ejercicio territorial donde participen directamen-
te las víctimas. Es insuficiente reducir la memoria a la creación de monumen-
tos, que muchas veces son pensados desde parámetros ajenos a los territorios y
sin ser consultados con las poblaciones afectadas.
Estas iniciativas se deben construir en clave de pluralidad, pues cada terri-
torio ofrece unas características y modos de vida particular. No es lo mismo la
memoria de la zona andina del departamento de Nariño, con población mestiza
e indígena, que de la zona costera, donde la población es mayoritariamente
afrocolombiana, pues utilizan distintos lenguajes o códigos para representarse
y realizar las exigencias al Estado. Solo de esta manera las medidas que se lle-
guen a adoptar tendrán un sentido reparador.
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las víctimas que piden dignificación será clave para que realmente se produzca
o no. Además de diseñar correctamente un instrumento de política pública se
debe contar con los recursos para su ejecución. En la etapa del posacuerdo, esta
se convierte en una oportunidad de acercarse a la realización de este propósito
en la construcción de los planes de desarrollo, quedando como objetivo del ente
territorial la contribución a los procesos de reparación simbólica de las víctimas
de Tumaco.
Es importante recalcar que el Congreso de la República expidió la Ley 1734
de 2014, por medio de la cual se crea la Cátedra de la paz, de carácter obligatorio
en los establecimientos educativos del país; no obstante es necesario hacerla via-
ble en los currículos escolares y universitarios. Es imperioso crear herramientas
pedagógicas que permitan obtener la comprensión del porqué de las condiciones
que han hecho posible la violencia, esto con el propósito de la no repetición. Las
víctimas esperan así que la sociedad que supere el conflicto armado sea erigida
sobre el duelo compartido (Hite, 2013). Un equipo de profesionales deberá darse
a la tarea de construir instrumentos pedagógicos de memoria y trabajar temas
como la dignificación de las víctimas y la memoria de los líderes.
Si bien el énfasis en las prácticas de memoria y las recomendaciones tienen
un componente de demanda de justicia, no es esta de carácter vengativa o retri-
butiva, sino parte de las condiciones de construcción de paz; una paz positiva
con justicia social y materialización de oportunidades para el desarrollo de una
cultura de paz desde la cual están comprometidas las prácticas de memoria de
gran parte de los pobladores de Tumaco.
Finalmente, para investigaciones regionales en el suroccidente colombiano
implica considerar iniciativas que cruzan variables, como hechos victimizantes,
enfoques diferenciales y contextos que hacen posible cierto tipo de prácticas de
memoria, así como su apropiación pública y los efectos en términos de movi-
lización y demanda de transformaciones y resistencias. Estos aspectos permi-
tirán reconocer los márgenes estatales y las posibilidades de transformación
en territorios que han sido víctimas del conflicto, pero también de la exclusión
histórica y social.
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Prácticas de memoria y paz de las víctimas del conflicto armado en Tumaco (Nariño)
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Tercera parte
Introducción
En el intento de respuesta a la pregunta, ¿cuáles serán algunos de los retos y
funciones que la sociedad civil organizada pro-paz en Colombia tendrá que
asumir frente al país ya no en clave de conflicto armado sino de posconflicto
bélico (posacuerdo)? el escrito que se desarrolla a continuación se encuentra
dividido en tres partes. En la primera se plantean algunas líneas conceptuales y
reflexiones sobre lo que se entiende por sociedad civil organizada pro-paz en el
actual contexto colombiano; en segunda instancia, se abordan algunas reflexio-
nes sobre los resultados del plebiscito refrendatorio de los acuerdos de paz y
que de una u otra manera colocaron en duda el trabajo de esta sociedad civil;
por último, se presentan algunas consideraciones sobre la funcionalidad que
esta sociedad civil tendrá que prestar en lo concerniente al futuro del país de
*
Magíster en Estudios Políticos y Filósofo de la Universidad Nacional de Colombia. Diplomado
en Cultura de Paz de la Universidad Autónoma de Barcelona (España). Docente investigador
del programa de Negocios y Relaciones Internacionales de la Universidad de La Salle. Direc-
ción electrónica: mhernandezp@unisalle.edu.co
**
Candidato a Doctor en Comunicación de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Ma-
gíster en Estudios Políticos. Politólogo y Comunicador Social. Coordinador académico del
proyecto El conflicto armado interno como posible expresión invertida del modelo de desarrollo y de la
política en Colombia. Tercera fase: la paz desde las lógicas de la guerra: negociaciones y posibilidades
de construcción social. Docente investigador del programa de Negocios y Relaciones Interna-
cionales de la Universidad de La Salle. Dirección electrónica: jawilches@unisalle.edu.co
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Funciones y retos de la sociedad civil organizada “pro-paz” en el escenario de vida cotidiana en Colombia
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Mauricio Hernández Pérez • Jaime Andrés Wilches Tinjacá
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Funciones y retos de la sociedad civil organizada “pro-paz” en el escenario de vida cotidiana en Colombia
1 Por limitaciones de espacio dentro del presente documento, no se pueden presentar más ele-
mentos de los aquí dispuestos. Las personas interesadas en consultar en profundidad sobre
cada una de estas iniciativas podrían introducir una búsqueda por nombre de iniciativa en
bases de datos, exploradores y buscadores para indagar por información adicional.
292
Mauricio Hernández Pérez • Jaime Andrés Wilches Tinjacá
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Funciones y retos de la sociedad civil organizada “pro-paz” en el escenario de vida cotidiana en Colombia
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Mauricio Hernández Pérez • Jaime Andrés Wilches Tinjacá
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Funciones y retos de la sociedad civil organizada “pro-paz” en el escenario de vida cotidiana en Colombia
pasó con el trabajo de las organizaciones, los colectivos, las personas y aquellos
quienes han demostrado una capacidad acumulada en lo concerniente a la ar-
ticulación y organización en pro de la paz? Y, en definitiva, ¿qué pasó con el
trabajo pro-paz en Colombia? Será acaso que la sociedad civil pro-paz, hoy día,
¿insiste, persiste y no desiste en su trabajo de construcción de paz?
Al respecto tendría que examinarse con detenimiento los resultados totales
arrojados por la Registraduría Nacional; paradójicamente, la mayoritaria
opción por el Sí se dio en las regiones que históricamente han sido afectadas
por la presencia de grupos armados irregulares, y con ello acciones y episodios
de conflictividad armada. En otras palabras, aquellos quienes han sido
directamente afectados por la guerra anhelaron la paz (por lo pronto la paz
entendida como la paz “desarmada”, el silencio de los fusiles2); y lo hicieron
explícito al marcar por el Sí. Mientras que para quienes se encuentran en la
periferia, o al margen de esta, no necesariamente ello se convirtió en algo
deseable, o no por lo menos en los términos en los que estaba planteado en el
acuerdo.3
Mediante un ejercicio simple de comparación y superposición entre la carto-
grafía que muestra la presencia de diferentes expresiones armadas en diversas
regiones del país con la cartografía de los resultados del plebiscito, se podría
evidenciar que la gran mayoría de las zonas y departamentos (salvo quizá, An-
tioquia) afectadas por situaciones de conflictividad armada coinciden, en su
gran mayoría, con los espacios donde ganó el Sí, mientras que la relación con-
traria también se dio: las regiones y departamentos que no han sufrido direc-
tamente los embates de conflicto armado apostaron por el No, como se puede
observar en los mapas expuestos (figura 1).
2 Así se titula un documental de Natalia Orozco, periodista ganadora del premio de periodismo
Simón Bolívar en Colombia. En él se recogen los cuatro años de diálogo entre las FARC y el
Gobierno para encontrarle una salida al conflicto armado. Se estrenó en las salas de cine de
Colombia el 20 de julio de 2017.
3 Suponiendo, claro está, que este hubiese sido leído y comprendido en su totalidad y no tergi-
versado, tanto por quienes votaron el Sí, como por quienes lo hicieron por el No.
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Funciones y retos de la sociedad civil organizada “pro-paz” en el escenario de vida cotidiana en Colombia
Pero, ¿qué es “lo estructurado” en esta vida cotidiana? Corresponde ello a la aper-
tura de un escenario de posacuerdo bélico o de posconflicto para Colombia, pro-
ducto o resultado de las negociaciones entre las partes que consolidaron nuevas
reglas de interacción y relacionamiento social, político, económico y cultural entre
quienes fueron actores directos de la guerra y el resto de los ciudadanos; esto pue-
de leerse en el acuerdo firmado, cuyo contenido tendrá incidencia no solo sobre las
partes que lo pactaron, sino sobre el conjunto total de los colombianos (y dentro de
estos, sobre unos más que otros). Esto trae consigo una situación de incertidumbre
en tanto constituye un escenario aún no experimentado, aún no vivido. De una u
otra manera, la escena del posacuerdo dejará de plantearse como de posibilidad
para convertirse en el escenario de la cotidianidad, en el que se resignifica el pro-
yecto de país, no solo en función del pasado, de lo que ocurrió (la conflictividad
armada), sino de lo que esto supondrá como reto: el futuro mismo.4
En segunda instancia, la sociedad civil tendrá que demostrar una capacidad
de “redefinición” y acción de cara a un nuevo contexto en el que se ha desvin-
culado a uno de los actores armados: las FARC. Si bien esta agrupación no ha
sido el único actor dinamizador de violencia bélica5 sí ha sido uno de los más
representativos en términos de incidencia y confrontación durante la última
mitad de siglo. Frente a esto, la sociedad civil organizada tendrá que revitalizar
su discurso, sus proyectos y sus acciones, lo cual supondría una nueva manera
de pensar la paz en el territorio, en una clave multidimensional, y por ello mis-
mo holística; más allá de eso, se tendrá que definir en función de lo que la vida
cotidiana le develará.
En tercer lugar, y aludiendo a lo sostenido por el Informe Nacional de De-
sarrollo Humano para Colombia: “Como quiera que sea, la sociedad civil no
debería olvidar que es un poder, que el poder existe para ser usado y que usarlo
4 Quizá valdría la pena resaltar que, hablando de miedos, fue ese miedo hacia lo desconocido,
hacia lo incierto, hacia lo que no se ha experimentado, lo que, eventualmente, podría explicar
los resultados del plebiscito, pues ante lo desconocido los colombianos optaron por lo que les
era más “seguro”, cercano y habitual (aunque de diferentes maneras y con disímil nivel de
cercanía): la conflictividad armada.
5 Aún quedan pendientes el Ejército de Liberación Nacional (ELN), uno que otro grupo disidente
de las FARC, grupos neo-narcoparamilitares, así como organizaciones dedicadas al negocio
del narcotráfico, que optan por la vía armada para llevar a cabo su accionar o, como lo señala
el informe de Ideas para la Paz (2017): “nuevas formas de crimen organizado y saboteadores
armados”.
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Mauricio Hernández Pérez • Jaime Andrés Wilches Tinjacá
bien es jugarse a la paz” (PNUD, 2003, p. 459). Pero jugarse la paz —y jugár-
sela bien—, exige ser incluyente con aquellos con quienes no necesariamente
se establecen afinidades ideológicas o intereses comunes. Es aquí donde se en-
cuentra uno de los tantos retos de la sociedad civil organizada en tiempos de
posacuerdo bélico: ¿qué hacer con quienes no están interesados?; es decir, ¿la
sociedad civil desorganizada (no organizada)? ¿Cómo incluir en su trabajo a
aquellos sectores de la sociedad civil que no están asociados? ¿Con los no agre-
miados? ¿Con los escépticos o indiferentes? O simplemente con los que saben
que algo importante está aconteciendo en el escenario futuro del país pero que
no identifican con claridad exactamente de qué se trata, ya bien porque no les
interesa, porque no les afecta o porque lo desconocen.
Aun así, quedan dudas sobre la voluntad y las motivaciones que movilizan
a la sociedad civil no-organizada, la cual ha mostrado su descontento frente al
acuerdo con las FARC, pero que tuvo cierta “flexibilidad” ante el proceso de
desmovilización de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) en 2003 y que
posteriormente se evidenció a través de los resultados en la “Gran encuesta de
la parapolítica” (Semana, 5 de mayo de 2007), en la que un 25 % de los colom-
bianos era tolerante con los paramilitares, aun cuando la mayoría no lo era con
los parapolíticos. En definitiva:
Si bien es cierto que la paz no se hace entre amigos sino entre enemigos, se podría
indicar que, de la misma manera, el papel de la sociedad civil organizada tendrá
su razón de ser, no por la movilización y el accionar que logre efectuar entre igua-
les, sino entre quienes se muestran indiferentes a estos procesos; es precisamente
allí en donde se tendrá que efectuar un trabajo lo suficientemente robusto que
permita un cambio de mentalidades y nuevas actitudes hacia el futuro.
En relación con los actores, los partidos políticos tendrán que abogar por
la implementación (no dilación en el Congreso de la República) de un paquete
de reformas que además de responder a lo acordado en La Habana tienda a
cubrir las deficiencias históricas que en los niveles estructurales y sistémicos
han sido descuidados por nuestra clase política. En últimas, se trata de que
hagan su labor y que la hagan bien, es decir, que no caigan en el juego sucio de
crear nuevos focos de polarización (para nada sana) bajo la excusa del legítimo
ejercicio democrático de la oposición.
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Funciones y retos de la sociedad civil organizada “pro-paz” en el escenario de vida cotidiana en Colombia
Conclusiones
Para finalizar, se presenta un esbozo de algunos de los posibles retos y funciones
que las diferentes experiencias tendrán que enfrentar en el contexto del posacuer-
do. Para esto, se resalta en la tabla 1, en la primera columna, el tipo de experien-
cia a la que se ha hecho mención y de los que algunos ejemplos se encuentran
consignados en el anexo al final. Continúa una columna con puntos generales
del Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y
duradera firmado el 24 de noviembre de 2016 y que guardan relación con aspectos
misionales o funcionales a nivel de veeduría, seguimiento, acompañamiento o
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Referencias
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duradera. (24 de noviembre de 2016). Recuperado de http://www.altoco-
misionadoparalapaz.gov.co/procesos-y-conversaciones/Documentos%20
compartidos/24-11-2016NuevoAcuerdoFinal.pdf
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iniciativas. Bogotá: Punto aparte editores.
Guerrero, H. y Wilches, J. (Eds.). (2015). Perspectivas multidimensionales de la paz
en Colombia. Bogotá: Grupo Editorial Ibáñez.
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Anexo: ejemplos de experiencias de la sociedad civil organizada pro-paz en Colombia
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(1974-2016)6
Tipo de
Experiencias nacionales Experiencias regionales Experiencias locales
experiencia
Protección, defen- Movimiento “No Más” (1999); Comunidades de Paz del Bajo Atrato Comunidad de Paz San José de Apartado (Antio-
sa y resistencia Ruta Pacífica de las Mujeres (San Francisco de Asís (1997), Nues- quia, 1997); Comunidades de Autodeterminación,
frente a la violen- (1995); Colectivo de Objeción de tra Señora del Carmen y Natividad Vida y Dignidad del Cacarica (Antioquia, 1999);
cia. Conciencia (1998); Mujeres de Ne- de María; Proyecto Nasa (1980); Comité Todos Unidos por la Vida y la Paz de
gro (1995); Confluencia Nacional Comunidades indígenas de Cauca, Murindó; Asociación de Campesinos del Carare-
de Redes (1998). Chocó y Antioquia (1990); Consejo Opón (Santander, 1987); proyecto Global (Cauca,
Comunitario Mayor de la Asocia- 1987); Comunidad de la Paz de La India (Santan-
ción Campesina integral del Atra- der, 1987); Granja Escuela Miravalle; programa
to (Cocomacia) (1982); Autoridad jóvenes agricultores del Valle del Cauca; Comu-
del norte del Cauca (ACIN) (1993); nidad de Paz de la Natividad de María (Chocó,
Asociación de cabildos indígenas 1998); Comunidad de Paz Nuestra Señora del
del norte del Cauca (2000); Munici- Carmen (Chocó, 1999); Resistencia indígena co-
pios del oriente antioqueño (2001); munitaria de Caldono (Cauca, 2000); Territorio
Unión territorial interétnica del río de Paz de San Pablo (Nariño, 2000); Comunidad
Naya (2002). de Paz del municipio de Cimitarra (Santander,
1987); Asamblea comunitaria El Olival (Santan-
der, 2003); Guardia indígena del norte del Cauca;
Asociación campesina del valle del río Cimitarra
(Antioquia, sur de Bolívar).
Funciones y retos de la sociedad civil organizada “pro-paz” en el escenario de vida cotidiana en Colombia
6 Elaborado por Mauricio Hernández con base en: Cinep-Datapaz; PNUD-Banco de Buenas Prácticas para Superar el Conflicto; Fescol-Premio Nacional de Paz;
Hernández, 2004; Sandoval, 2004; Rettberg, 2006; García, 2006, Villegas, 2006 y Grupo de Memoria Histórica, 2009.
Tipo de
Experiencias nacionales Experiencias regionales Experiencias locales
experiencia
Diálogo y Comisión de Conciliación Nacio- 14 consejos departamentales de paz; Pacto de no agresión en el resguardo Páez de Villa
negociación. nal (1995); Red Nacional de alcal- Asociación de Municipios del Alto Lucia; pacto de convivencia de la cárcel Modelo
des por la paz; Comisión Civil de Ariari (AMA); Barrancabermeja ciu- de Bucaramanga; resolución pacífica de conflic-
Facilitación entre ELN y Gobierno; dad-región de paz. tos urbanos en la Comuna 2 (Popayán); La María,
Ideas para la Paz (1999); Observa- territorio de convivencia, diálogo y negociación
torio de Paz; Comité de búsqueda (Cauca, 1999).
de la paz (1995); Comisión facili-
tadora de la sociedad civil (1998);
100 municipios de paz (2001); Co-
misión de facilitación civil proce-
so ELN-Gobierno-sociedad (1999);
Mesa de diálogo y negociación en
La Habana.
Comunicación Medios para la paz (1998); Herbin Colectivo de comunicaciones de Escuela de Comunicación Radiofónica (Chocó);
para la paz y la Hoyos (“Las voces del secuestro”) Montes de María (1994); proyecto Correo por la paz (Valle, 2003); Desplazamiento:
convivencia. (1997); Marta Rodríguez de Silva editorial Caja Mágica (Sucre, Bolí- un reto a la solidaridad (Valle, 2004); Doce del
(documentalista). var, Atlántico, 2003). día-D3 (programa de Telepacífico) (Valle, 2002);
colectivos de comunicaciones Mundo Posible;
emisora indígena Radio Libertad (Cauca, 1994);
Radio Pa’yumat: la voz del pueblo Nasa (Cau-
ca, 2002); Campaña 100 días por no a la guerra
(Santander, 2005); cine club “La Rosa Púrpura
del Cairo” (Bolívar, 2002); Colectivo de comuni-
Mauricio Hernández Pérez • Jaime Andrés Wilches Tinjacá
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Tipo de
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Experiencias nacionales Experiencias regionales Experiencias locales
experiencia
Educación para la Movimiento de niñas y niños por Escuela de paz y convivencia (Pro- 100 territorios de paz y 100 experiencias de partici-
paz y la conviven- la paz (1996); Red de jóvenes por grama por la Paz, 1987); Red de Jus- pación (Redepaz); Escuela de convivencia pacífica
cia. la paz; Semana por la paz (1988); ticia Comunitaria y Tratamiento de y solidaria; Catalizadores de Esperanza; Escuelas
Vía crucis nacional por la vida, Conflictos (Justapaz); Jóvenes cons- de vida: una estrategia por el desarrollo social y
la justicia y la paz (Conferencia tructores de paz; Cultupaz (1999); comunitario; Orugas y mariposas para la nueva
Episcopal de Colombia, 1996); Nodo de mujeres indígenas. vida; Escuela La Salle para la paz y la vida; El cuer-
Movimiento por la no-violencia po como territorio de paz; Convivencia y conflicto
en Colombia; Movimiento por escolar; Programa de estudios políticos y resolu-
la vida (1985); Programa de paz ción de conflictos; Juguemos pa’ vivir; Paz-eando
de la Compañía de Jesús (1987); con la convivencia; Escuela de puertas abiertas;
Justapaz (1990); Cultupaz (1999); Delinquir... no paga; Melodías lúdicas y acción pe-
programa pedagogía de paz y dagógica para el desarrollo de los niños y niñas;
convivencia (1999); alianza edu- Investigación desde el aula, Institución Educativa
cación para la construcción de una Carrizales; Institución Educativa Granja-Escuela
cultura nacional de paz; red de Amalaka; Ícaro por la vida; Corporación Maestra
justicia comunitaria y tratamiento Vida; Escuela de paz y convivencia; Pedagogía del
de conflictos. perdón y la reconciliación; Comunarte; Baloncolí,
deporte por la paz; Escuelas de convivencia y paz;
Corporación Escuela de Música Montecarmelo; Te-
jedores de paz (Santander, 2000); Proyecto Utopía
de la Universidad de La Salle (Yopal).
Desarrollo y paz. Red de Programas de Desarrollo Grupo gestor para el desarrollo sosteni- Consejos municipales de paz; comités locales de
y Paz (Redprodepaz) (2000). ble del Casanare; Programa de desarro- producción agropecuaria; Propuesta ciudadana
llo y paz del Magdalena Medio (1995); por el desarrollo y la paz de Aguachica; Lerma,
los 15 programas de desarrollo y paz; experiencia de paz; Desarrollo rural comunitario;
Asociación Supradepartamental de mu- Red de bandas y escuelas de música de Medellín;
nicipios de Alto Patía (Asopatia, 1995); Instituto de Investigación y Desarrollo en Preven-
Corporación Desarrollo para la Paz del
ción de la Violencia y Promoción de la Convivencia
Social (Cisalva) (1994); Círculo de lectores infantil
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Experiencias nacionales Experiencias regionales Experiencias locales
experiencia
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Tipo de
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Experiencias nacionales Experiencias regionales Experiencias locales
experiencia
Fortalecimiento y Planeta Paz (2000); Iniciativa de Asamblea Constituyente de Antio- Consulta popular de Aguachica; Pueblo soberano
ampliación de la seguimiento al Plan Colombia-Paz quia (2001); Asamblea Constituyente de Mogotes (Santander, 1997); Asamblea Municipal
democracia. Colombia; Mesas ciudadanas para de Tolima (2001); Asamblea Consti- Constituyente de Tarso (Antioquia, 2001); Micoahu-
una agenda de paz (2000); Inde- tuyente de Nariño por un mandato mano (2002), San Luis (Antioquia, 1995), Samanie-
paz (1994); Escuela de formación popular (2003); Consenso por la paz go (Nariño, 1998), Floridablanca (Santander, 2000),
de liderazgo democrático; Viva de los gobernadores del sur del país; Sonsón (Antioquia, 2000), Guatapé (Antioquia,
la ciudadanía (1990); Iniciativa de Asamblea Constituyente del orien- 2002), Granada (Antioquia, 2002); Asambleas Co-
mujeres colombianas por la paz te antioqueño (2002); Escuela para munitarias de Paz de Argelia, El Olival (Santander,
(2001); Red nacional de Asambleas formadores y formadoras en demo- 2003), El Hato, Tibú (Norte de Santander, 2000);
Constituyentes (1997); Paz Colom- cracia y paz; Cartografía de la espe- Comunidad Viva de Pensilvania (Caldas, 1999);
bia, acción convergencia (2000); ranza; encuentro entre académicos, Red de mujeres y organizaciones del departamen-
Mandato ciudadano por la paz, la líderes y gobernadores indígenas; to del Meta; Políticas públicas y desarrollo del te-
vida y la libertad (1997). Laboratorios de paz del oriente an- jido social; Consenso de mujeres barco de la paz;
tioqueño (2002); gobernadores del Consejo municipal de paz de Piedecuesta; Cultura
sur del país-Alianza sur; Proyecto para la paz en el río Cajambre; Formación y difu-
Nasa de los cabildos indígenas del sión en derechos humanos para la construcción de
norte del Cauca (Jambaló-Caldono- territorios de paz; Fortalecimiento del liderazgo y
Toribío, 1980). la convivencia en la comunidad del río Anchicayá;
Línea de intervención social de la central de coope-
rativas agrarias; Red de participación ciudadana;
Pueblos Hermanos, Lazos Visibles; Corporación
consejo comunitario realizadores de sueños; Cen-
tro de convivencia y cultura en San Gil; Comité de
derechos humanos resguardo Kwet Wala; Promo-
ción de los derechos humanos de las comunidades
en riesgo; Casa de la juventud del municipio de El
Tambo; Plan de Alimentación y Nutrición Esco-
lar (Panes); Empresa comunitaria San Rafael; la
jurisdicción ordinaria y la jurisdicción indígena;
Asociación municipal
Funciones y retos de la sociedad civil organizada “pro-paz” en el escenario de vida cotidiana en Colombia
Tipo de
Experiencias nacionales Experiencias regionales Experiencias locales
experiencia
Promoción de la Ciudadanos y ciudadanas por Acompañamiento a indígenas reclu- Comité de mujeres trabajadoras de La Piangua;
paz. la paz (2009); Alianza de orga- sos; Fomento de los derechos de la Fiesta por la vida; Centro Juvenil Amanecer; Pre-
nizaciones sociales y afines por infancia y de la juventud en Montes vención de la vinculación en el conflicto de niños,
una cooperación para la paz y la de María; Mesa Regional de Dere- niñas y jóvenes; Formando Formadores; Red de
democracia en Colombia; Colom- chos Humanos en Montes de María; jóvenes por la paz; Red juvenil de objeción de
Mauricio Hernández Pérez • Jaime Andrés Wilches Tinjacá
bianos y colombianas por la paz; Derechos Humanos en el Macizo conciencia; Objeción de conciencia; Organización
Fundación Antonio Restrepo Bar- Colombiano; Asociación de mujeres Cultural Nuevo Milenio; Club Deportivo Los Co-
co; Centros de Reconciliación. organizadas en el oriente de Antio- lorados; Corpades (1998); Clubes juveniles de paz
quia (1997). de Facatativá y Tocaima (Cundinamarca, 2000);
Manapaz (Medellín); Programa Paz y Reconcilia-
ción de la Alcaldía de Medellín; Fundación Social
Macoripaz (Riosucio, Chocó, 2003); Comunidad
de Bojayá.
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Tipo de
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Experiencias nacionales Experiencias regionales Experiencias locales
experiencia
Articulación y or- Redepaz (1993); Asamblea per- 24 mesas departamentales de traba- Mesas municipales de trabajo por la paz (alrede-
ganización. manente de la sociedad civil por jo por la paz; Red nacional de her- dor de 150 en todo el país); Misión humanitaria de
la paz (1998); Alianza nacional de manamiento de pueblos hermanos verificación en Buenaventura.
mujeres contra la guerra y por la “Lazos Visibles”; Derrotemos la
paz; Red de universidades por la guerra (1992); Seminario paz inte-
paz y la convivencia (1997); Em- gral y sociedad civil (1995).
presarios por la paz (1995); Red
nacional de mujeres por la paz
(1991); Medios para la paz; Des-
tino Colombia (1998); Asamblea
permanente de la sociedad civil
por la paz (1998); Colombia va
(1999); Mesa nacional de concerta-
ción de mujeres (2000); Asamblea
por la paz (1996); Concejo Nacio-
nal de Paz (1997); Primer foro na-
cional de trabajadores por la paz
(1998); Congreso nacional de paz
y país (2002).
Atención a vícti- Corporación por la vida y la paz Unidades móviles de atención a víctimas del con-
mas (desplazados, (1992); Proceso de formación de flicto armado; Erradicación del trabajo infantil en
refugiados, se- terapeutas y multiplicadores en ac- la minería artesanal en los Andes; Programa Al-
cuestro, minas). ciones psicosociales en un contexto ternativas a la Violencia (Equipo PAV Colombia);
de violencia sociopolítica; Plan de Soberanía alimentaria en la zona centro del Valle;
acción de derechos humanos y De- Productores de vida; Banco de alimentos; Solu-
recho Internacional Humanitario ciones sostenibles para desplazados de la zona
departamento del Magdalena para centro del Valle; Retorno de comunidades despla-
18 municipios con población en zadas del Valle del Cauca; Fortalecimiento de los
situación de desplazamiento; Re- comités municipales de atención a la población
activación económica y social para desplazada; Acciones comunitarias para la reubi-
las familias en zonas de conflicto; cación de comunidades desplazadas; Promoción
Servicio jesuita a refugiados; Capa- de los derechos humanos y el Derecho Internacio-
citación, orientación y asesoría en nal Humanitario; Promoción de la inclusión social
derechos humanos; Recuperación de las mujeres en situación de desplazamiento;
psicosocial y seguridad alimentaria Atención a los resguardos indígenas de la comu-
en el Atrato Medio; Fundación para nidad Páez; Atención básica y desarrollo integral
el Desarrollo Humano y Comunita- para el restablecimiento de la población desplaza-
rio (Fundehumac); Pastoral social da; Proyecto de restablecimiento de la comunidad
regional del suroriente colombiano. afrodescendiente del Bajo Calima; El retorno de la
alegría; La piel de la memoria; Fondo Comunita-
rio de Ahorro y Crédito (FOCO) de mujeres inmi-
grantes populares de Cali (programa de economía
solidaria para mujeres migrantes por el conflicto
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Tipo de
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Experiencias nacionales Experiencias regionales Experiencias locales
experiencia
Memoria, verdad, Red nacional de mujeres (1992); Madres de La Candelaria (1998); Simposio internacional justicia restaurativa y paz
justicia y repara- Iniciativa de mujeres colombianas Fundación Forjando Futuros y Aso- en Colombia (Valle, 2005); Píldoras para la memo-
ción. por la paz (2001); Proyecto “Co- ciación Tierra y Vida; Asociación ria (Medellín, 2004); Centro de acercamiento para
lombia Nunca Más” (1990); Movi- de mujeres del oriente antioqueño la reconciliación y la reparación (2005); Organiza-
miento de Víctimas de Crímenes (1994); Proceso de comunidades ne- ción Wayuu Munsurat (2004).
de Estado (Movice) (2005); Hijos e gras.
Funciones y retos de la sociedad civil organizada “pro-paz” en el escenario de vida cotidiana en Colombia
Otras. Gustavo Moncayo y Yuri Tatiana Hernando Hernández Pardo; Juan Manuel Ro-
Moncayo (1997); Cabo William Pé- dríguez de Niños Forjadores de Paz del Colegio
rez; Gonzalo Sánchez Gómez. Alférez Real de Cali; Municipio de San Carlos
(Antioquia).
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Reflexiones para el escenario del
posacuerdo: desencuentros con la
política de reintegración social y
económica en Colombia a través de
las voces de sujetos desmovilizados
entre 2008-2016
Marisol Raigosa Mejía*
Alba Lucía Cruz Castillo**
Introducción
Este escrito abarca una reflexión teórica sobre el proceso de reintegración social
en Colombia desde dos elementos: el primero, la constitución de la política
pública vista desde los periodos presidenciales de Álvaro Uribe Vélez y Juan
Manuel Santos Calderón; las principales características de esta política y algu-
nas especificidades en torno a conceptos y categorías que se instalaron en ella.
La segunda parte es una aproximación a las demandas, tensiones y rupturas
presentes en esta política a partir de las narrativas de diversos sujetos desmo-
vilizados en ambos períodos.
El capítulo recoge testimonios de siete desmovilizados de diferentes grupos
armados al margen de la ley, de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Co-
lombia (FARC), el Ejército Popular de Liberación (EPL) y las Autodefensas Uni-
das de Colombia (AUC), con el propósito de desentrañar desde sus vivencias
*
Magíster en Políticas Públicas y Especialista en Análisis de Políticas Públicas de la Universidad
Nacional de Colombia. Socióloga de la Universidad de Caldas. Docente investigadora del pro-
grama de Trabajo Social de la Universidad de La Salle. Miembro del grupo de investigación en
Trabajo Social, Equidad y Justicia Social.
**
Estudios de Doctorado en Antropología Social. Magíster en Estudios de Familia y Desarro-
llo. Especialista en Política Social. Trabajadora Social. Docente investigadora del programa de
Trabajo Social de la Universidad de La Salle. Miembro del grupo de investigación en Trabajo
Social, Equidad y Justicia Social.
323
Reflexiones para el escenario del posacuerdo: desencuentros con la política de reintegración social y
económica en Colombia a través de las voces de sujetos desmovilizados entre 2008-2016
324
Marisol Raigosa Mejía • Alba Lucía Cruz Castillo
Sierra Leona, Afganistán, Somalia y, por supuesto, Colombia (FIP, 2014). Este
proceso se dio a conocer a mediados de la década de los ochenta del siglo XX
en países de África y Centroamérica que, para este caso particular, con la fina-
lización de la Guerra Fría se vieron inmersos en conflictos internos (FIP, 2014,
Cartagenaddr.org, 2009).
Según Naciones Unidas (2014), el programa de DDR tiene como objetivo
concebir medidas para hacer frente a los problemas de seguridad que se des-
encadenan luego del proceso; dificultades que se presentan como consecuencia
de la ausencia de condiciones de vida dignas y sostenibles en el tiempo para las
personas que se desmovilizan. Como un complemento a dicho objetivo, el pro-
ceso está compuesto por redes de apoyo a exintegrantes de Grupos Armados
Ilegales (GAI) para la generación de capacidades. En Colombia, también se han
hecho apuestas que le apuntan al fomento de las capacidades en términos de
reintegración y acompañamiento a comunidades receptoras, con el propósito
de promover una reintegración pacífica y duradera entre los exmiembros de los
GAI y las comunidades.
De esta forma, el proceso consta de tres etapas. La primera de ellas es el des-
arme: entendida como la actividad a través de la cual se hace una recopilación,
control y eliminación de armas pequeñas, municiones, artefactos explosivos
y armas ligeras y pesadas que pertenecían a los combatientes y a la población
civil. Es seguida por la etapa de la desmovilización, en la cual los integrantes
de los GAI dejan de ejercer actividades militares. Esta etapa se desarrolla desde
el momento en el que se hace el procesamiento individual de los combatientes
y se les traslada a zonas especiales de acantonamiento. Para ese momento ya se
requiere un apoyo inmediato, que garantice en términos materiales lo que se
ha denominado la reinserción1. Esta fase se caracteriza por ser asistencial, por
brindar a los exintegrantes de los GAI un apoyo financiero en el cubrimiento de
sus necesidades básicas y las de sus familias hasta por un año.
Por último, se encuentra la etapa de la reintegración, que hace referencia
a la generación de capacidades de los exmiembros de los GAI que ahora, en
condición de civiles, deberán obtener empleo e ingresos propios. Esta etapa
del proceso de DDR requiere un esfuerzo social y económico continuo, que se
tendrá que ir desarrollando en el corto, mediano y largo plazo. Cabe resaltar
que los beneficios para la población que es acogida en esta etapa, cobija no solo
a los desmovilizados y sus familias, sino también a las comunidades receptoras
y a las víctimas (ACR, 2015).
1 El DDR, con sus siglas en inglés “Disarmament, Demobilization and Reintegration” reconoce la
reinserción como una fase implícita en el proceso de desmovilización.
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económica en Colombia a través de las voces de sujetos desmovilizados entre 2008-2016
lleven a cabo las entidades que brinden estos servicios, y teniendo en cuenta la
historia académica de la población en proceso de reintegración, la ACR, con el
apoyo del SENA, fomentará programas que implementen dichas metodologías,
buscando pues que esta población no sea excluida de los criterios de formación
para el trabajo y el desarrollo humano.
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Marisol Raigosa Mejía • Alba Lucía Cruz Castillo
Un plan de Estado y de sociedad con visión de largo plazo, que busca promover
la incorporación efectiva del desmovilizado con voluntad de paz y de su familia
a las redes sociales del Estado y a las comunidades receptoras. La Política busca
asegurar la superación de su condición a través de: a) la integración de la oferta
social y económica del Estado; b) el acompañamiento para incrementar la pro-
babilidad de que las intervenciones mejoren las condiciones de calidad de vida
de la población desmovilizada y de sus familias; y c) la construcción de un mar-
co de corresponsabilidad que por un lado, apoye al desmovilizado a regresar y
convivir constructivamente en su entorno familiar y comunitario, y por el otro,
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Demandas o expectativas
En relación con las demandas o expectativas se especifican las siguientes:
Si bien es cierto que la ACR cumple con la oferta educativa a los reintegra-
dos, estos mismos cuestionan la calidad y la metodología de enseñanza en el
contexto de la formación para adultos: “fuimos los primeros bachilleres re-
insertados del proceso de reinserción, hicimos un bachillerato en 18 meses…
eso no sirvió mucho” (entrevistado 3, 2016); se puede inferir que algunos no
se encuentran satisfechos con esta porque la calidad es baja: “el sistema de
educación, todo este sistema de educación está mandado a recoger, esto hay
que cambiarlo y sobre todo la base primaria y la base de los que reciben mala
educación y nos forman” (entrevistado 5, 2016). Aunque esta visión no es ge-
neralizada, es importante que los procesos educativos que se les brindan a los
excombatientes sean un medio para contribuir a una mejor calidad de vida,
además deben estar acorde con la formación de adultos en procesos de vida
laboral y activos socialmente.
Según la investigación La reincorporación social del desmovilizado a través de
proyectos productivos (Arismendy, Reyes y Rodríguez, 2007), los reportes del
SENA aseguran que en 2005 más de 500 desmovilizados fueron capacitados por
esta institución; de estos, 165 desmovilizados fueron vinculados a empresas
colombianas y 300 abandonaron el proceso formativo; cifras que demuestran
dos cosas, la primera, la baja incorporación de la empresa en la integración
social como apuesta institucional, y la segunda el poco acompañamiento a los
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Marisol Raigosa Mejía • Alba Lucía Cruz Castillo
En el mundo de la vida se tejen los diversos sentidos que le dan contenido a las
actitudes, los valores y lo colectivo, espacio que reclama la emergencia de un
sujeto que se hace en la interacción del mundo, y que a través del lenguaje ha
ido y está objetivizando nuevas formas de habitarlo, nuevos contenidos para
leer la interacción. (p. 97)
Según los relatos de los entrevistados se puede afirmar que existe poca parti-
cipación de las personas reintegradas en las actividades y procesos de segui-
miento y acompañamiento a la reincorporación de la vida civil; en relación con
ello, las personas reintegradas tienen reparos en la ruta y afirman que esta no
da respuesta a sus necesidades más próximas, como vivienda, asistencia prima-
ria, entre otras. Es decir, la ruta no tiene una atención de emergencia que pue-
da ser trascendental en el proceso de reincorporación; no cuenta con acciones
enfocadas a establecer una serie de derechos iniciales que los reintegrados ven
como necesarias para entrar a la vida civil. Adicionalmente, no se sienten escu-
chados ni incluidos en el proceso: “los desmovilizados tienen cero. Por mucho
los leerán, los estudiarán los oirán, pero tener participación es estar involucra-
do, poder discutir…” (entrevistado 5, 2016).
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Marisol Raigosa Mejía • Alba Lucía Cruz Castillo
que dejaron las armas, sino como sujetos que construyeron un mundo de lo
político.
Los entrevistados coinciden en afirmar que desean reconstruir su vida y para ello
necesitan procesos que contemplen posibilidades de llevar a cabo sus proyectos,
ya que asumen cambios radicales en su cotidianidad: “cuando finalizó ese proce-
so, mi vida cambió mucho, porque el hecho de estar allá, bueno… primero es que
han pasado muchos cambios desde que dices ‘voy a volverme revolucionario en
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Reflexiones para el escenario del posacuerdo: desencuentros con la política de reintegración social y
económica en Colombia a través de las voces de sujetos desmovilizados entre 2008-2016
este país’ y después volver otra vez, vuelve uno con otra mentalidad y definiti-
vamente es mejor esta situación ahora que estoy como una persona civil” (entre-
vistado 3, 2016); es para ellos un nuevo comienzo, su punto de partida es cero,
no hay nada construido. Por ello parte de su demanda es un marco institucional
que ofrezca estas garantías y les permita desde allí construir un proyecto para in-
sertarse en la sociedad; un proceso que, reconocen, no es rápido, “pero pues, eso
depende del tiempo, luego que lo conocen a uno ya lo aceptan, aunque siempre
está el miedo de decir lo que uno fue” (entrevistado 2, 2016).
Asimismo, los excombatientes tienen el deseo de volver a trabajar, de retomar
labores de la vida cotidiana: “debe ser excelente porque trabajar sin miedo es
salir adelante” (entrevistado 1, 2016); las personas en proceso de integración
necesitan reparar el miedo producido por la guerra, aparte de esto al momento
de su decisión de desmovilización se enfrentan con un reto que puede conver-
tirse en obstáculo, este se encuentra en el ámbito y la capacitación laboral.
En este sentido, la inserción laboral del desmovilizado se torna una acti-
vidad compleja generada por la existencia de una tendencia estigmatizadora
por parte de la sociedad civil y la empresa privada, por lo que se abstienen
de darles trabajo porque los consideran malos o ladrones: “todo es difícil al
principio, pero lo más difícil es conseguir trabajo (…) es que al principio fue
muy duro, nadie me daba trabajo” (entrevistado 1, 2016). Esta realidad lleva
a los desmovilizados a emplearse en la informalidad con gran frecuencia: “yo
hago cosas, yo arreglo lavadoras, yo arreglo neveras, entonces ahí tengo como
bandearme, pero un trabajo, así laboral fijo, no tengo” (entrevistado 7, 2016),
asunto que se torna en un factor de incertidumbre permanente en el proceso:
“yo no sé hacer nada en la vida y tenía miedo de pensar de qué iba a vivir”
(entrevistado 1, 2016).
Las posibilidades de un trabajo digno aseguran para ellos beneficios como
la seguridad social, que a la vez garantiza condiciones de calidad de vida, “yo
llegué hace dos años y medio a conseguir trabajo, no tengo ni salud, ni siquiera
he podido conseguir salud, me afilié al Sisben (el Sistema de Selección de Bene-
ficiarios para Programas Sociales) cuando llegué, luego me fui para Cali unos
días, me metí en una casa como en Ciudad Bolívar, donde no había nada, esta-
ba desocupada, pero me salió nivel 57, es decir, que no tengo derecho a nada”
(entrevistado 7, 2016), “yo tengo trabajo, pero no con todas las de la ley: sí, yo
no tengo EPS (…) no tengo pensión, no voy a tener toda la vida la capacidad
para trabajar” (entrevistado 1, 2016). Cuando el excombatiente decide volver
a la vida civil, los desmovilizados encuentran en estos factores sus primeros
obstáculos, lo cual genera que la materialización de un proceso que ofrece ga-
rantías no sea real.
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Marisol Raigosa Mejía • Alba Lucía Cruz Castillo
Es evidente que hay una forma de amoralidad política en buena parte de la so-
ciedad. Desde cuando se promueve el arreglo informal con el oficial de tránsito,
hasta cuando se dan regalos o se profieren amenazas a altos jueces y funciona-
rios para influir en sus decisiones. Cuando el poder público opera en beneficio
de sectores, quebrantando la consigna de defender el bien común, resulta que
lo moral y lo ético se rinde impiadosamente al interés. Sin embargo, la demo-
cracia brinda la posibilidad de elegir a los gobernantes, y es en primer lugar
esa eventualidad la llave maestra de cualquier forma de libertad y cambio. En
segundo lugar, es un campo donde se tiene que trabajar para reconstruir la
confianza en las instituciones públicas; es así como a la sociedad no le queda
claro que todo acto de elección implica un acto de valoración inevitablemente
moral, ético.
La reconstrucción de una legitimidad política está, por lo tanto, condicio-
nada a la posibilidad de reconstruir una base normativa y comunicacional
intersubjetivamente válida, a la cual se puede apelar tanto para establecer cri-
terios compartidos de preferencias y valoraciones en el balance de los fines y
los medios como para atribuir responsabilidades éticas y políticas a los actores
públicos y a los ciudadanos. Los fundamentos de esa normatividad ya no pue-
den situarse, como en el caso de la filosofía política clásica, en una cosmología
racional del universo, ni tampoco, como en el caso de la filosofía política de
la ilustración, en la estructura categorial a priori de la razón humana misma,
juzgada universal e inamovible. Debe fundarse, por el contrario, en reglas cuya
universalidad esté desde el comienzo garantizada, y debe tender hacia valores
cuya validez pueda ser admisible ecológicamente y reconocida como benéfica
en el tiempo de desarrollo de esta y las próximas generaciones de humanos.
Es importante comprender que la confianza institucional está ligada con
una cultura democrática que tiene aspectos incluyentes tolerantes para toda
la sociedad. Lo que se debe lograr es que los intereses de cada individuo sean
escuchados y atendidos, de esta manera se irán generando lazos de confianza
en las instituciones, tanto de manera general como interpersonal.
La confianza es un elemento central donde el conjunto de actitudes se en-
cuentran asociados con la comunidad y la pertenencia a asociaciones, que de
la misma manera implican la participación cívica y la participación política de-
mocrática; lo que a su vez ayuda a construir instituciones sociales y políticas
necesarias para un gobierno democrático y efectivo.
El excombatiente espera que la institución pueda ser vista como un
generador de seguridad frente a su proyecto vital. En este sentido existe un reto
para el Estado, pues las instituciones han sido vistas por ellos como ineficientes
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Reflexiones para el escenario del posacuerdo: desencuentros con la política de reintegración social y
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económica en Colombia a través de las voces de sujetos desmovilizados entre 2008-2016
Tensiones
En relación con las tensiones dentro de los procesos de reintegración, los des-
movilizados reconocieron las siguientes como las más relevantes:
El proceso de paz está pensado para que todos los territorios por igual puedan
vivir en armonía y calidad de vida, lo cual de inicio deja de lado enfoques dife-
renciales a nivel territorial. Por esa razón es necesario hacer un llamado a que
cada espacio sea visible en el proceso y desde allí se reconozca la complejidad
del conflicto y sus particularidades, lo que hace que los discursos de quienes
vieron la guerra en los territorios sean diferentes alrededor de la paz y los te-
mores o dudas sobre el mismo sean diferenciales. Por un lado, está la visión
positiva de algunos desmovilizados, en donde se dice
[...] que es algo muy bueno, porque la vida de mucha gente va a cambiar, los
niños ya no van a tener que ir a dar plomo por mandarle plata a los papas para
comer, sería una nueva forma de vida para todos, ¡ojalá que se pueda arreglar
eso! Porque es bueno, además si no lo piensan por el lado de uno deberían
pensarlo por los soldaditos, a mí me daba pensar porque yo vi a muchos jo-
vencitos allá muertos, que eran del ejército y tenían como la edad de mi hijo,
peleaban peleas que no eran de ellos. (Entrevistado 1, 2016)
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Marisol Raigosa Mejía • Alba Lucía Cruz Castillo
de los territorios, sino por el contrario, dejar vía libre a las multinacionales para
que entren y exploten los recursos:
[...] por ejemplo en la firma de ese tratado de paz los que están detrás de todo
eso son las grandes multinacionales, entonces, ¿cuál paz y cuál postconflicto?,
si se supone que el postconflicto es precisamente para sanar todas las heridas
y tener un país mejor, pero nada, a nosotros lo que se nos va a venir es algo
más peligroso y más difícil, porque es que ahorita la gente ya no va a tener la
disculpa de la guerrilla. (entrevistado 7, 2016)
Es muy claro que el proceso de paz no convence a todas las personas, existen
muchas falencias que no permiten avanzar a una paz duradera, ya que varios
ciudadanos que viven en los campos y territorios de guerra no piensan igual a
los que habitan en las zonas urbanas; ellas no saben lo que pasa realmente en la
cotidianidad, que constantemente ve muerte y tragedia.
Finalmente es una voz de reclamo, porque no existe la certeza de que la
ausencia de la soberanía que ejercen los grupos armados sea cubierta por un
Estado que no tiene la capacidad para atender los reclamos de los pobladores
de las regiones; según la percepción de los entrevistados se duda de la cober-
tura y efectividad estatal para gobernar los territorios. Frente a esta situación,
para la Fundación Paz y Reconciliación (2017) existen hasta hoy cinco tipos de
zonas en los territorios que abandonaron las FARC: 1) con presencia del ELN; 2)
con presencia de bandas criminales; 3) con aumento de la delincuencia común;
4) con expresiones de disidencias de las FARC; 5) con esfuerzo de recuperación
del Estado.
Desde que inició el proceso de paz, uno de los retos que se advirtió en ma-
teria de sostenibilidad de la paz tiene que ver con las garantías en la seguridad
de los territorios en los que operó la guerrilla. Los riesgos de que estos espacios
fueran cooptados por otros grupos ha estado latente; las consecuencias de estas
nuevas disputas pondrían a estos espacios ante nuevos escenarios de violencia.
En la región del sur de Córdoba, el bajo Cauca antioqueño y el Pacífico colom-
biano, este ocupamiento ya se ha expresado en asesinatos selectivos, desplaza-
mientos forzados e intimidación de las estructuras armadas emergentes contra
la población civil.
Dentro del proceso de paz, los desmovilizados ven con preocupación algunas
situaciones cotidianas que pueden causar tensión en relación con la oferta del
Estado y las condiciones particulares de cada individuo, así como con sus ne-
cesidades vitales; se puede afirmar que existe una tensión visible entre las con-
diciones y los tiempos para realizar un proceso de incorporación a la vida civil
y los plazos que le son exigidos a los excombatientes para la participación en
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Reflexiones para el escenario del posacuerdo: desencuentros con la política de reintegración social y
económica en Colombia a través de las voces de sujetos desmovilizados entre 2008-2016
[...] por lo general tienen que entrar a trabajar... pero el modelo está tan mal
diseñado que, por ejemplo, para las atenciones psicosociales o las formacio-
nes para el trabajo ellos tienen que ir en horario de oficina, entonces si están
trabajando, uno de los problemas es que el patrón va a decir, o muchos de los
patrones no sabían que era desmovilizado o una desmovilizada, y si empieza
a pedir permiso y usted de un momento le tiene que decir no, es que yo soy
desmovilizado. (Entrevistado 5, 2016)
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Marisol Raigosa Mejía • Alba Lucía Cruz Castillo
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Reflexiones para el escenario del posacuerdo: desencuentros con la política de reintegración social y
económica en Colombia a través de las voces de sujetos desmovilizados entre 2008-2016
Rupturas
El sistema de reintegración crea unas rupturas fundamentales que en la ma-
yoría de las ocasiones se vuelven obstáculos para continuar o decidir llevar un
proceso de reincorporación a la vida civil por cuenta propia, sin el acompa-
ñamiento estatal. Entre ellas se destacan las siguientes, desde las voces de los
desmovilizados:
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Marisol Raigosa Mejía • Alba Lucía Cruz Castillo
[...] puede ser que el Estado sí tenga las herramientas, pero las van a aplicar
donde no deben aplicarlas, o sea, eso se vuelve es un negocio donde cuatro se
lucran de eso y el resto de la gente, ¡naaa!, eso cada vez me decepciona más, la
verdad, la verdad yo me he reintegrado solo, reinserción como tal no, los que
realmente se reinsertaron fueron los que no tenían que insertarse, quiero decir
por oportunistas, los que se las picaban de doctores, toda esa clase de gente
en sí, todos los que verdaderamente se reinsertaron se acomodaron y tienen
muy buenos puestos, pero la tropa como tal no, y yo hago parte de la tropa,
yo lo que he hecho en todo este tiempo es reinsertarme solo, yo mismo me he
abierto el camino. (Entrevistado 7, 2016)
Sobre este último aspecto vale la pena poner en consideración una de las pro-
puestas teóricas de la escritora Chantal Mouffe (2007). La autora ha venido de-
sarrollando la idea de que reconocer la constitución antagónica de la vida social
es una necesidad que enfrenta la política democrática en aras de lograr una ela-
boración de los antagonismos por la vía de las relaciones agonistas y la defensa
de una democracia pluralista, que permita la construcción de un nosotros/ellos
a partir del modelo del adversario legítimo. Un elemento importante para tener
en cuenta en su planteamiento es la diferencia que establece entre la política
entendida como algo asociado convencionalmente a un conjunto restringido
de prácticas, instituciones y personas, y lo político como algo constitutivo de la
vida social caracterizada por el antagonismo:
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Reflexiones para el escenario del posacuerdo: desencuentros con la política de reintegración social y
económica en Colombia a través de las voces de sujetos desmovilizados entre 2008-2016
Conclusiones
La reintegración se ve afectada por las grandes distancias que hay entre las ex-
pectativas de los excombatientes y la oferta institucional del Estado. Esto puede
desencadenar una ruptura del proceso de reintegración social y terminar en
reincidencia a la vida de ilegalidad y exclusión social de los participantes. Para
evitar la desconfianza, incertidumbre y posterior deserción, es fundamental el
apoyo a procesos de empleabilidad, lo que se traduce para el excombatiente
en menores riesgos de ser discriminado y vivir de una manera digna física y
psicológicamente.
Respecto del estigma, la sociedad es la responsable también de este pro-
ceso de reiteración del excombatiente, por lo que las instituciones estatales
deben apostarle a la prevención de los prejuicios y la sensibilización de la
sociedad, formando en principios de solidaridad y de confianza social para
el posacuerdo.
De igual manera, es prioritario generar un acompañamiento psicosocial
dentro del proceso (que abarque el restablecimiento familiar), ya que en las ins-
tituciones estatales no se visibilizan tratamientos comunitarios que abarquen
a los familiares de los desmovilizados. El componente comunitario es de vital
importancia para la continuación exitosa del proceso y al mismo tiempo lograr
que los desmovilizados consigan reintegrase, tener una nueva vida, un trabajo
decente y optar por un futuro mejor.
El proceso de paz es un acuerdo que tiene grandes ventajas como falencias.
Es un gran paso para dejar de lado la guerra y establecer nuevas formas de
relacionarse. Algunos colombianos creen que el acuerdo es importante porque
beneficia a los que han vivido la guerra y podrán volver a tener paz dentro de
su territorio, otras personas creen que este acuerdo está hecho solo para favo-
recer intereses políticos y que solamente beneficia a unos pocos, evidenciando
de nuevo la desigualdad, además de entregarle al país a las multinacionales.
Al tener visiones tan divididas frente al proceso, es importante contar con
ambas partes, pues la diversidad de opinión es la que logra consolidar grandes
resultados. Se debe tener en cuenta el porqué de que el proceso de paz tenga vi-
siones negativas y positivas, para que no se vuelva a caer en actos de violencia
ni vulneración de derechos humanos. La confianza es indispensable en todos
los procesos que se lleven a cabo; cuando una persona decide desmovilizarse
siente desconfianza por parte del Estado y de su grupo de combate, pues los
348
Marisol Raigosa Mejía • Alba Lucía Cruz Castillo
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351
Las variables psicológicas y su
incidencia en la expansión de
capacidades esperadas en el proceso
de reintegración del conflicto
armado en Colombia*
Marcela Gaitán Forero**
Luz Dary Sarmiento***
Lucas Uribe Lopera****
Introducción
Colombia es un país con uno de los conflictos armados internos más largos, por
lo cual se ha configurado también en uno de los territorios que ha registrado los
más altos niveles de reclutamiento de menores de edad por parte de los grupos
armados ilegales, situación necesaria para mantener el pie de fuerza requerido
por dichos grupos. Por lo anterior, se han realizado numerosos estudios nacio-
nales e internacionales que buscan ofrecer un análisis sobre el conflicto armado
en Colombia, las condiciones que llevan a esto y las secuelas que quedan para el
niño, la niña y el adolescente luego de ser recuperados de las filas de combate.
Dichas investigaciones han mostrado que las huellas que dejan estas acciones
para retornar a la vida civil son catalogadas como de alto impacto psicológico
*
Artículo elaborado a partir de una investigación realizada para optar por título de Magíster en
Estudios y Gestión del Desarrollo, Universidad de La Salle.
**
Magíster en Estudios y Gestión del Desarrollo de la Universidad de La Salle. Trabajadora Social
de la Universidad Nacional de Colombia. Dirección electrónica: mmgaitanf@unal.edu.co
***
Magíster en Estudios y Gestión del Desarrollo de la Universidad de La Salle. Especialista en
Evaluación y Gerencia de Proyectos de la Universidad Industrial de Santander. Trabajadora
Social de la misma institución. Dirección electrónica: luz.sarmiento@savethechildren.org
****
Magíster en Estudios y Gestión del Desarrollo de la Universidad de La Salle. Especialista en
Psicología Social de la Universidad Pontificia Bolivariana. Psicólogo de la Universidad Coope-
rativa de Colombia. Dirección electrónica: lucasuribe@acr.gov.co
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Las variables psicológicas y su incidencia en la expansión de capacidades esperadas en el proceso de
reintegración del conflicto armado en Colombia
(Carmona, Moreno y Tobón, 2011; Ruiz, 2002; Romero, Restrepo y Diaz, 2009;
Springer, 2012).
Este fenómeno del reclutamiento de menores de edad, configurándose en
una clara violación de los derechos de infancia y adolescencia, ha requerido de
la intervención estatal que, a partir de diversas estrategias institucionales, ha
buscado promover la desvinculación de los grupos armados, restituir los dere-
chos de esta población y garantizar un proceso de reintegración a la vida civil.
En este contexto, las instituciones a cargo de los diferentes procesos de des-
vinculación y reintegración han sido el Instituto Colombiano de Bienestar Fa-
miliar (ICBF) y la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR). Dichas
entidades, a partir del trabajo constante sobre esta problemática, han ido cons-
truyendo una ruta de desvinculación y reintegración, que ha significado un
avance, teniendo efectos positivos sobre su impacto en las vidas de niños, ni-
ñas, adolescentes y adultos que participan de ella, además de configurarse en
un aprendizaje para las instituciones. Sin embargo, ha sido interesante observar
que aun cuando la ruta de desvinculación y reintegración ha venido ganando
claridad, con definición de etapas, procedimientos, recursos e indicadores de
ejecución e impacto, su implementación no ha garantizado el éxito del proceso
en el cien por ciento de la población que se vincula a ella.
En este sentido, en el inicio de este trabajo, se partió de entender que los
procesos institucionales por los que pasan los niños, las niñas y adolescentes
desvinculados, no son aislados de su vida, sino que, por el contrario, hacen
parte integral de su historia personal, una historia que se va construyendo y
deconstruyendo a partir de eventos y personas significativas, que a su vez han
cobrado esta significatividad desde las experiencias, los saberes y las expectati-
vas de ellos mismos. Es en este orden que se entiende que el éxito de un progra-
ma institucional no depende únicamente de quienes lo diseñan e implementan,
ni de su marco normativo o los recursos invertidos, sino que está permeado
por las experiencias y características vitales, individuales y comunitarias de sus
participantes, lo que desde el Enfoque de las Capacidades Humanas es llamado
por Martha Nussbaum como “las capacidades básicas e internas”.
En este orden de ideas, tomando como base elementos del área psicológica,
la hipótesis es que “variables psicológicas como el locus de control, los autoes-
quemas y las ideas irracionales, son factores que influyen en una experiencia
de reintegración exitosa, manifestada en la expansión de capacidades de las
personas en proceso de reintegración”.
Registradas estas consideraciones de orden conceptual, se pasa a exponer
la estructura del escrito. En los primeros tres numerales se desarrolla el marco
contextual y teórico que da cuenta del problema que da origen al proceso de
investigación, y de la postura asumida por los autores en aspectos relacionados
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Las variables psicológicas y su incidencia en la expansión de capacidades esperadas en el proceso de
reintegración del conflicto armado en Colombia
Si se toma por cierta esta afirmación, se entiende que los desvinculados se ven
sometidos entonces durante su permanencia en el grupo armado a un “estan-
camiento” en la expansión de sus capacidades, pues una gran cantidad de lo-
gros y experiencias dentro del contexto de guerra no les son útiles dentro de
la legalidad. El problema aumenta si se tiene en cuenta que la infancia y la
adolescencia son una etapa del ciclo vital fundamental para el desarrollo de ca-
pacidades. Muchas de las capacidades que no se trabajen en esta etapa pueden
verse limitadas más adelante. Al respecto, el Informe de Desarrollo Humano
2014 expresa:
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Una de las tareas que corresponde a una sociedad que quiera promover las
capacidades humanas más importantes es la de apoyar el desarrollo de las ca-
pacidades internas, ya sea a través de la educación, de los recursos necesarios
para potenciar la salud física y emocional, del apoyo a la atención y el cariño
familiares, de la implantación de un sistema educativo, o de muchas otras
medidas. (2012, p. 41)
Por lo anterior, y teniendo en cuenta que para los sujetos que participaron en la
investigación las variables de políticas públicas, justicia e instituciones son simi-
lares, el escrito se centró en un análisis desde el individuo que permitiera enten-
der cómo algunas características personales de los desvinculados influyen en la
relación de estos con las oportunidades, privaciones y riesgos que se habían ge-
nerado en el contexto desde el comienzo de su proceso de regreso a la vida civil.
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Las variables psicológicas y su incidencia en la expansión de capacidades esperadas en el proceso de
reintegración del conflicto armado en Colombia
En busca de la respuesta
La pregunta de investigación que orientó este análisis fue: ¿qué relación
existe entre las variables psicológicas y la expansión de capacidades que los
desvinculados han tenido en su regreso a la vida civil? Para su abordaje, desde
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Las variables psicológicas y su incidencia en la expansión de capacidades esperadas en el proceso de
reintegración del conflicto armado en Colombia
Ocupación (5) si la persona está ocupada en el sector formal; (3) si está en el sector in-
económica. formal; (2) si no es económicamente activo; y (0) si está desocupado.
(5) si la persona reporta aportes en los doce meses del año; (4 y 3) si reporta
aportes en más de seis meses (cambia el valor si actualmente está trabajan-
Estabilidad en
do); (2) si está trabajando, pero reporta aportes por menos de seis meses; y
ocupación.
(1 y 0) si reporta aportes por menos de tres meses (varía si actualmente está
aportando o no).
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Estrato (5) si el NNA vive en estrato 3 o 4; (3) si vive en estrato 2; y (0) si vive en un
socioeconómico. estrato menor al 2.
Tenencia de (5) si la tenencia es propia; (3) si es tenencia familiar; (1) otras formas de
vivienda. tenencia.
Acceso a servicios (5) si tiene acceso a servicios públicos; y (0) si no tiene acceso a servicios
públicos. públicos.
c. Una vez establecidas las variables a utilizar como referencia para identi-
ficar aspectos de la expansión de capacidades de las personas en proceso
de reintegración, desde su regreso a la vida civil y habiendo asignado un
valor a cada una según el dato, se procedió a agrupar estas variables en
categorías, obteniendo el resultado que se muestra en la tabla 2:
Variables Categoría
Nivel educativo.
Formación.
Nivel de formación para el trabajo.
Ocupación económica.
Emprendimiento.
Capturas.
Legalidad.
Reincidencia.
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Variables Categoría
Estrato socioeconómico.
Tenencia de vivienda.
Habitabilidad.
Acceso a servicios públicos.
Hacinamiento.
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Para cada núcleo temático se diseñaron preguntas orientadoras, las cuales es-
tructuraron un guion de entrevista flexible que fue adaptado en cada diálogo,
teniendo en cuenta el desarrollo de este, así como el abordaje de temas emer-
gentes y relevantes para el objetivo de la investigación.
El análisis de los resultados se realizó teniendo en cuenta las variables psi-
cológicas de estudio y las categorías emergentes que dieron cuenta de su cons-
trucción y manifestación.
Descripción Resultados
Estos resultados podrían obedecer a que un locus de control interno puede fun-
cionar como herramienta adaptativa, especialmente ante dificultades, pues hace
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promiso personal, lo cual es más cercano al locus de control interno. En estos casos se
encontró un total aprovechamiento de las oportunidades generadas en el proceso
de reintegración: vinculación a procesos de educación formal y capacitación para
el trabajo, inversión de las ayudas económicas en vivienda e ideas productivas, ge-
neración de vínculos saludables con tutores y profesionales que han acompañado
el proceso de reintegración, proyecto de familia, permanencia en la legalidad.
En los dos casos contrarios, en los que los niños fueron reclutados de forma
obligatoria, la desvinculación y la permanencia en el proceso de reintegración
estuvo igualmente mediada por factores externos. En cuanto al avance en el
proceso de reintegración, en estos dos casos se observó compromiso con al-
gunos componentes del proceso y avance en las categorías de legalidad, pro-
ductividad y seguridad. Sin embargo, las oportunidades ofrecidas no han sido
totalmente aprovechadas en lo relacionado con la formación, el avance institu-
cional y la habitabilidad.
Autoesquemas
El resultado del cuestionario de autoesquemas no mostró diferencias significati-
vas en autoconcepto y en autoimagen entre los grupos de análisis. Sin embargo,
es importante resaltar que ambos conceptos puntuaron muy bajo en los tres
grupos, casi una desviación estándar por debajo del promedio. Por su parte,
en la autoestima sí se evidenció una diferencia entre los grupos de análisis, con
una puntuación más ajustada en el grupo de personas en proceso de reintegra-
ción que más capacidades ha desarrollado. Los resultados generales se pueden
evidenciar en la tabla 6:
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Las variables psicológicas y su incidencia en la expansión de capacidades esperadas en el proceso de
reintegración del conflicto armado en Colombia
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control teóricamente encaja bien con bajos autoesquemas, puesto que para una
persona con un concepto desfavorable de sí mismo, es más sano no atribuirse
muchas responsabilidades sobre su propia suerte. Sin embargo, esta investi-
gación solo pretendió identificar este tipo de relaciones y no profundiza en
las mismas.
Por otra parte, es importante señalar que en los autoesquemas que se trabajaron
en el presente estudio, solo se evidenció una diferencia en cuanto a la autoes-
tima del grupo de análisis que mayor nivel de capacidades desarrolló con res-
pecto de los otros dos. Es decir, mientras los otros dos grupos estuvieron cerca
del límite inferior en términos de autoestima, el grupo de mayor avance en la
expansión de capacidades se estableció más cerca del promedio.
Como en los casos anteriores, por el tipo de estudio y por el comportamiento
de los demás autoesquemas, no se podría ser concluyente al afirmar que efectiva-
mente las personas en proceso de reintegración que han expandido en mayor
medida sus capacidades desde su regreso a la vida civil gozan de una mejor
autoestima que los demás. De confirmarse en otros estudios esta hipótesis, to-
davía haría falta revisar si es la autoestima la causa de mejor expansión de
capacidades o, por el contrario, es la mayor expansión de capacidades la causa
de una mejor autoestima.
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Las variables psicológicas y su incidencia en la expansión de capacidades esperadas en el proceso de
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Ideas irracionales
Con relación a las ideas irracionales, luego de revisar los resultados de la aplica-
ción de IBT en los tres grupos de análisis, los resultados permitieron identificar
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se presenta con menor fuerza en estas personas que en las que han desarrollado
capacidades en un menor nivel. Este resultado evidencia consistencia con los
resultados en cuanto al locus de control, pues es lógico hacer una asociación en-
tre esta idea irracional y un locus externo dado que, quienes están influenciados
por esta idea, tienden a culpar al destino, la suerte u otras personas por lo mal
que se sienten (Navas, 1981), al igual que en la teoría expuesta anteriormente
de la atribución causal. Dicha consistencia refuerza la hipótesis de que quienes
se atribuyen mayor responsabilidad con los eventos que ocurren en su vida,
tienden a desarrollar mayor capacidad. En este sentido se podría pensar en un
locus de control interno como una capacidad interna que es fértil en el sentido
planteado por Nussbaum (2012).
En este sentido, se podrían interpretar los resultados con respecto a la idea
irracional: “evitación de problemas”. Esta creencia se expresa en la frase “es
mucho más fácil evitar las dificultades y responsabilidad que afrontarlas” (Na-
vas, 1981, p. 80). Es decir, hace referencia a un esquema de pensamiento que
tiende a no afrontar las situaciones o conflictos que le plantea la vida. Aunque
no tan directamente como en el caso de la “irresponsabilidad emocional”, la
“evitación de problemas” también podría asociarse con el esquema de pensa-
miento que hace una atribución causal externa de sus circunstancias. Los re-
sultados obtenidos de las pruebas cuantitativas mostraron cierta consistencia
en este sentido, pues el grupo de análisis que ha desarrollado en menor grado
capacidades en la vida en la legalidad es a la vez el que mayor puntuación mar-
ca en promedio en relación con la idea irracional de “evitación de problemas”.
Otra de las ideas irracionales en las que se evidenció una diferencia signifi-
cativa es en el “perfeccionismo”. Esta idea se asocia con pensamientos del tipo
“siempre hay una solución única y perfecta para cada problema, y esta es la que
debemos encontrar, o de lo contrario fracasaremos” (Navas, 1981). Es decir, es
un esquema de pensamiento que puede derivar en frustración, ansiedad o an-
gustia, pues autoimpone estándares muy altos o inalcanzables y conlleva a que
la persona se juzgue a través de estos.
Este resultado es muy importante, teniendo en cuenta, que contrario a las
dos ideas irracionales anteriormente expuestas, la idea de “perfeccionismo” tuvo
la puntuación más alta en el grupo de mayor expansión de capacidades, lo cual
podría interpretarse como negativo, pues en estudios previos se ha identificado
una correlación entre esta idea irracional y el enfado y la ansiedad generalizada
(Zwemer y Deffenbacher, 1984), sentimientos ambos que, teóricamente se
buscarían disminuir en una persona que atraviesa un tránsito de la vida dentro
de un grupo armado ilegal y la vida civil. Sin embargo, aunque en primera
medida se podría suponer que es un contrasentido que las personas que
presentan una idea irracional que estaría asociada a enfado y ansiedad, sean
las que mayor nivel de capacidades hayan desarrollado, no necesariamente
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Marcela Gaitán Forero • Luz Dary Sarmiento • Lucas Uribe Lopera
existe una contradicción en este aspecto, pues tendría sentido lógico asociar el
“perfeccionismo” con la atribución causal interna dada la naturaleza de ambas
teorías; de esta manera habría una consistencia en los resultados expuestos
hasta el momento.
Finalmente, en el análisis cualitativo, además de encontrarse coherencia con
los resultados ya expuestos en cuanto a “irresponsabilidad emocional”, “evi-
tación de problemas” y “perfeccionismo”, se halló que la mayor parte de los
entrevistados al margen de los resultados de su proceso y como producto de
su historia de vulneración de derechos (en la familia y el grupo armado), ha
fortalecido la idea irracional de “independencia extrema” con énfasis en el in-
dividualismo y la desconfianza en el otro.
El análisis de las historias de vida evidenció que, aunque esta idea, conver-
tida en un rasgo de personalidad, le ha permitido a los entrevistados generar
relaciones estratégicas en función de la supervivencia y el logro de algunos
componentes del proyecto de vida, ha limitado también la generación de víncu-
los más desinteresados y la participación en espacios sociales y políticos.
Conclusiones
A partir de los hallazgos realizados frente a la pregunta específica de investi-
gación, se encontró una relación positiva entre una mayor expansión de capaci-
dades y un locus de control ajustado, una autoestima fuerte y un mayor nivel de
perfeccionismo. En contraste el locus de control externo y la fuerza en las ideas
de evitación de problemas e irresponsabilidad emocional, se asoció con menor
desarrollo de capacidades.
Los resultados del estudio permitieron identificar una posible relación en-
tre esquemas de pensamiento de atribución causal interna y el desarrollo de
capacidades en la legalidad. En otras palabras, los resultados sugirieron que
las personas que tendían a asumir una mayor responsabilidad sobre su historia
pasada, su presente y su futuro, tenían de igual forma una mayor tendencia a
aprovechar mejor las oportunidades del contexto para la expansión de sus ca-
pacidades. En este sentido, se podría abrir un espacio para la discusión acerca
de si la atribución causal interna se podría interpretar, dentro de la teoría del
desarrollo humano como una variable psicológica fértil, es decir, que favorece
el desarrollo de otras capacidades.
En el análisis de los autoesquemas, los resultados cuantitativos respecto a la
autoimagen y el autoconcepto no presentaron variación que pudiera correlacio-
narse con la expansión o no de capacidades. Por su parte, en la autoestima sí se
evidenció una diferencia entre los grupos de análisis, con una puntuación más
ajustada en el grupo de personas en proceso de reintegración que más capaci-
dades ha desarrollado.
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Las variables psicológicas y su incidencia en la expansión de capacidades esperadas en el proceso de
reintegración del conflicto armado en Colombia
Desde la perspectiva cualitativa se encontró que las dos personas que mos-
traron un locus de control con tendencia hacia lo externo, presentaron también
mayores dificultades para autodefinirse y reconocer y expresar sus cualidades
y capacidades; mientras que en los tres casos en los que se detectó avance en to-
das las capacidades esperadas, se evidenció mayor asertividad en el momento
de hablar de la forma en que los entrevistados se perciben y en el reconocimien-
to que hacen de sus avances en el proceso de reintegración, lo cual demuestra
un desarrollo positivo de los autoesquemas.
Con base en el análisis de las historias de vida que mostraron una relación
entre los autoesquemas positivos y los avances en el proceso de reintegración,
se detectó que los dos factores actúan en doble vía, es decir, los autoesquemas
positivos facilitan el avance en el proceso, y a su vez este incide directamente
en el refuerzo de los autoesquemas. Sin embargo, esta conclusión no fue general
para los tres casos, observándose matices en los que el proyecto de vida se vio
reforzado o debilitado por intervenciones externas.
Finalmente, en cuanto a las ideas irracionales, en la aplicación de las escalas
cuantitativas las diferencias en la medición de la “irresponsabilidad emocio-
nal” y la “evitación de problemas” mostraron mayor presencia de estas ideas
en la población con menor expansión de capacidades.
Por su parte, la idea de “perfeccionismo”, aunque desde la teoría tendría
un efecto negativo, al puntuar de forma más alta en la población con mayor
expansión de capacidades, ha sugerido una influencia positiva que debe ser
analizada con mayor detalle.
En el análisis cualitativo se observó que efectivamente la dependencia, la
evitación de problemas y la culpabilización externa, actúan como factores que
limitan la consolidación autónoma de un proyecto de vida y la expansión de ca-
pacidades en todos los ámbitos. Por otra parte, una idea irracional presente en la
mayor parte de los entrevistados fue la independencia extrema que, producto del
contexto de vulneración de derechos y de la vinculación al grupo armado, aun-
que ha sido útil como mecanismo de protección ante posibles adversidades del
entorno, ha limitado el fortalecimiento de vínculos significativos, redes de apoyo
y desarrollo de la capacidad de participación en escenarios sociales y políticos.
Ahora bien, teniendo en cuenta los resultados del estudio y las conclusiones
que lo anteceden, así como lo expuesto por Nussbaum frente a la tarea que
tiene la sociedad en promover el desarrollo de las capacidades internas, como
base para el aprovechamiento real que se puede hacer de las oportunidades
generadas para desarrollar capacidades combinadas, es preciso destacar algu-
nas conclusiones relacionadas con los requerimientos que deben cumplir, en el
contexto de posacuerdo, los programas orientados a generar condiciones reales
para la reincorporación de los desmovilizados a la vida civil.
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reintegración del conflicto armado en Colombia
Referencias
Carmona, J., Moreno, F. y Tobón, F. (2011). La carrera de las niñas en los grupos
guerrilleros y paramilitares de Colombia: un estudio desde el punto de vista del
Agente. Medellín: Fundación Universitaria Luis Amigó.
Consejo Nacional de Política Económica y Social. (2010). Conpes 3673 de 2010:
Política de prevención del reclutamiento y utilización de niños, niñas y adolescen-
tes por parte de los grupos armados organizados al margen de la ley y de los grupos
delictivos organizados. Bogotá: autor.
Departamento Administrativo Nacional de Estadística. (2014). Pobreza moneta-
ria y multidimensional 2013. Recuperado de http://www.dane.gov.co
Fajardo, L. (2014). Reclutamiento de niñas y niños como crimen internacional de las FARC
en Colombia. Bogotá: Fondo de publicaciones Universidad Sergio Arboleda.
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Introducción
El desplazamiento forzado (DEFO) es una de las manifestaciones del conflic-
to armado colombiano que ha cobrado el mayor número de víctimas en las
últimas décadas. De las 8.625.631 que se han reportado en el Registro Único
de Víctimas, para 2017, 7.338.916 experimentan este flagelo (Unidad para las
Víctimas, 2018). Detrás de estas cifras dramáticas subyace una tragedia huma-
nitaria que ha escandalizado a algunas autoridades y a amplios sectores de la
sociedad. La sentencia T-025 de 2004, en la que la Corte Constitucional declaró
el estado de cosas inconstitucional, es un claro ejemplo de la sensación de per-
plejidad que genera el fenómeno.
La población en situación de desplazamiento (PSD) se enfrenta a la viola-
ción de varios de sus derechos fundamentales. El desarraigo y el éxodo ponen
*
Una versión del presente escrito fue propuesto para su publicación como artículo de investiga-
ción en la revista Principia Iuris, impulsada por la Universidad Santo Tomás sede Tunja, que
se encuentra contenida en el volumen 14, número 27 de 2017, bajo el título: Demandas escasas
y sentencias tardías: en busca de razones para una jurisdicción especial de víctimas (páginas 118-143).
La participación en esta publicación se hace con fines de divulgación de su contenido a una
audiencia más amplia, ya que los principales hallazgos y conclusiones aquí consignados se
encuentran publicados en un medio de divulgación académica más restringido.
** Candidato Externo a Doctor en la Universidad de Ámsterdam. Magíster en Derecho Administrati-
vo del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. Abogado de la Universidad Santo Tomás sede
Tunja. Correos electrónicos de contacto: maloma11@hotmail.com, maloma11ster@gmail.com.
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Los retos de la justicia contencioso administrativa ante el desplazamiento forzado. En busca de razones para
una jurisdicción especial de víctimas
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Miguel Andrés López Martínez
y Bolívar, 2010; Uprimny, Bolívar, Rangel y Doncel, 2011). La otra, tiene que ver
con los derechos a la verdad y la justicia; por una parte, las sentencias de un
juez contencioso administrativo que ordena la reparación por DEFO, también
declaran la responsabilidad estatal con base en un juicio sobre la conducta de
los funcionarios públicos, que le permite a las víctimas conocer las condiciones
del despojo y la participación de los actores responsables1. Por otra parte, una
declaratoria de responsabilidad puede generar mayor compromiso de las auto-
ridades en la búsqueda, juzgamiento y sanción de los agentes legales e ilegales
que propiciaron el despojo. Al menos eso se puede esperar del mandato consti-
tucional de repetir en contra de los funcionarios que con su dolo o culpa grave
causaron los perjuicios.
A pesar de las ventajas que ofrece el mecanismo judicial contencioso admi-
nistrativo, algunos evidencian dificultades a la hora de brindar reparación a las
víctimas del DEFO. La primera de ellas es que se puede tornar en excluyente y
propiciar desigualdad, ya que no todos los afectados logran acceder al juez. Se-
gún el profesor De Greiff (2006) en un contexto de violación masiva de derechos
solamente aquellas víctimas mejor educadas y más informadas logran acceder
a la justicia, mientras que otras, por ejemplo, aquellas de las zonas rurales, tien-
den a perder esta oportunidad. A lo anterior debe sumarse que quienes hacen
uso de la vía judicial no obtienen siempre los mismos resultados (De Greiff,
2006, p. 458).
La segunda dificultad es que puede existir una considerable distorsión tem-
poral entre el momento de reclamación judicial y el de su decisión definitiva.
Las sentencias del juez pueden tardarse tanto a la hora de proferirse al punto
de quedarse cortas ante la situación de sus beneficiarios, que tiende a empeorar
con el paso del tiempo, que puede llegar incluso al extremo de perder la vida
(Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, 2011). En el caso colombia-
no dicho fenómeno puede ser tristemente evidenciado en la situación de los
líderes de restitución de tierras, quienes han sufrido la persecución de ejércitos
anti-restitución, cuya cruel tarea se cumple mucho más rápido que la del juez.
El resultado se evidencia en los 381 casos de homicidio en contra de defensores
de Derechos Humanos, muchos de ellos buscando la restitución de tierras para
comunidades étnicas y campesinas, que entre 2010 y 2016 se han reportado por
el Programa Somos Defensores (2017).
1 Aunque en teoría no siempre debe evaluarse la conducta concreta de las autoridades para en-
dilgarles responsabilidad patrimonial, porque existen argumentos en los que solo basta ve-
rificar la antijuridicidad del daño (títulos de imputación objetivos: riesgo excepcional, daño
especial), en el caso concreto de la responsabilidad por DEFO estos últimos ostentan algunas
limitaciones que los hacen inaplicables. Las razones que nos condujeron a tal apreciación las
desarrollamos en el texto intitulado Exploración conceptual de la responsabilidad del Estado frente al
desplazamiento forzado, al que remitimos amablemente a los lectores (López, 2013).
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Los retos de la justicia contencioso administrativa ante el desplazamiento forzado. En busca de razones para
una jurisdicción especial de víctimas
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una jurisdicción especial de víctimas
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2 Decreto 2569 de 2000. Artículo 12. Desplazamientos masivos. Se entiende por desplazamiento
masivo, el desplazamiento conjunto de diez (10) o más hogares, o de cincuenta (50) o más
personas. Se entiende por hogar, el grupo de personas, parientes, o no, que viven bajo un
mismo techo, comparten los alimentos y han sido afectadas por el desplazamiento forzado por
la violencia.
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una jurisdicción especial de víctimas
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Los retos de la justicia contencioso administrativa ante el desplazamiento forzado. En busca de razones para
una jurisdicción especial de víctimas
2178 personas
(Londoño y Carrillo,
82 (primera instancia)
8.821 personas 2010).
La Gabarra
260 (Caso La Gabarra,
2.658 hogares 5300 personas
fundamento 2)
(Verdad Abierta,
n.d.).
43 (primera instancia)
479 personas
Filogringo
538 (Caso Filogringo,
102 hogares
fundamento 4)
81 (primera instancia)
6118 personas
6.000 personas (El
Alto Naya
82 (Caso Alto Naya Espectador, 2011).
1699 hogares
fundamento 4)
270 hogares
Tamalameque: 39 personas-16 (Colectivo de
hogares Abogados José
Alvear Restrepo,
4 (primera y segunda 2007).
Bellacruz La Gloria: 822 personas-231
instancia)
hogares
3.000 personas-600
Pelaya: 751 personas-185 hogares familias (Verdad
Abierta, 2007, 2011).
392
Miguel Andrés López Martínez
4 En la legislación colombiana se han establecido dos mecanismos procesales para que los ciu-
dadanos puedan reclamar la reparación de perjuicios cuando éstos son cometidos por la acción
y omisión de autoridades o de particulares que cumplen funciones públicas, a saber: la acción
de grupo y la reparación directa. En el primer caso, se trata de una acción que pueden interpo-
ner varios ciudadanos (mínimo 20) cuando han sido individualmente afectados por un evento
común, como por ejemplo, un atentado con carro-bomba que tiene efectos sobre la propiedad
de los vecinos del sector en el que se detona el artefacto explosivo. Al sufrir perjuicios por una
misma causa, el ordenamiento jurídico busca facilitar el trámite de su solicitud de reparación
ante los jueces y brindar una sola sentencia que ordene el pago de una suma general de dinero
de la que tendrán que desagregarse las que correspondan a cada víctima. Lo anterior implica
que el daño se considera plural pero no colectivo, de manera que no se puede entender que
al reparar a uno de los afectados lo sean también quienes no han recibido compensación. Este
mecanismo ofrece la posibilidad de otorgar indemnización a quienes logren probar que fueron
afectados por la misma causa, incluso después de haberse proferido la sentencia. En el caso de
la reparación directa, los ciudadanos pueden recurrir ante los jueces para reclamar reparación
sin que sea necesario adelantar algún tipo de solicitud previa ante las autoridades presunta-
mente responsables. Basta con indicar y probar que se ha sufrido un perjuicio como consecuen-
cia de una acción u omisión de una autoridad estatal, sin que deba probarse la violación de una
norma jurídica concreta. En lo que resulta de interés en este trabajo, la diferencia entre los dos
mecanismos radica en la posibilidad de iniciarse o no por un grupo de mínimo 20 ciudadanos
afectados por un hecho común, y en que para el caso de las acciones de grupo el juez tiene el po-
der de beneficiar a quienes no demandaron inicialmente pero fueron perjudicados, ordenando
a los responsables indemnizar a quienes en el futuro demuestren ser víctimas del mismo hecho.
Esta aclaración puede obviar algunos detalles importantes en la comparación entre acciones de
grupo y la pretensión de reparación directa. Por esa razón, se sugiere ampliar el contenido de
cada una en los correspondientes referentes normativos. Para la acción de grupo: ley 472 de
1998, artículos 46 a 67 y ley 1437 de 2011, artículo 145. Para el medio de control de reparación
directa, ley 1437 de 2011, artículos 140 y 159 a 195.
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Los retos de la justicia contencioso administrativa ante el desplazamiento forzado. En busca de razones para
una jurisdicción especial de víctimas
(Reparación
(Acción de (Acción de (Acción de
directa)
Fechas grupo) grupo) grupo)
21/
Primera instancia 22/julio/2004 27/octubre/2005 24/febrero/2000
noviembre/2005
Segunda
26/ene/2006 15/agosto/2007 15/agosto/2007 18/febrero/2010
instancia
394
Miguel Andrés López Martínez
Los resultados muestran que las demandas fueron escasas y sus sentencias tar-
días. Nos corresponde ahora señalar algunas posibilidades de respuesta ante la
ineficacia de la vía judicial contencioso administrativa.
5 En el artículo 61 de la Ley 472 de 1998 se contempló una posibilidad similar, pero para intentar
la conciliación antes del período probatorio.
395
Los retos de la justicia contencioso administrativa ante el desplazamiento forzado. En busca de razones para
una jurisdicción especial de víctimas
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Miguel Andrés López Martínez
violación sea cometida por personas que actúen en ejercicio de sus funciones
oficiales. (Organización de Estados Americanos, 1969)
El deber de respetar y asegurar que se respeten las normas sobre derechos hu-
manos y DIH implica permitir a las víctimas un acceso equitativo y efectivo a la
justicia (Organización de las Naciones Unidas, Asamblea General, 2006, págs.
Fundamento II-3). Lo anterior se traduce en un esfuerzo por minimizar todos
los inconvenientes que puedan obstaculizar la garantía de los recursos de pro-
tección (Organización de las Naciones Unidas, 2006, p. Fundamento VIII-12).
La propuesta cuenta con suficiente respaldo en normas internacionales. Por
ello debería ser objeto de protección inmediata a través de la acción de tute-
la. En otras palabras, si el juez contencioso no diera trámite preferente a las
pretensiones de reparación de la PSD, sobre las del resto de ciudadanos en
condiciones distintas al DEFO, las víctimas podrían contar con el recurso de
amparo para conminarlo a que decida primero su demanda (Uprimny, Sánchez
y Bolívar, Concepto jurídico en el proceso T-24060 AC. Respuesta a Oficio UPT-
A-460/2010, 2010).
El uso del recurso de amparo sería legítimo en este caso porque con ello
se buscaría proteger el acceso material a la justicia. Se trataría de proteger un
derecho fundamental que se traduce en la tutela judicial efectiva, es decir, en el
hecho de que los ciudadanos puedan ver realizados sus derechos en las senten-
cias del juez. Ello implica la obligación de impulsar todas las condiciones que
sean necesarias para que el acceso al servicio sea real y efectivo (Araújo, 2011).
El ejercicio de poner a la PSD en el primer puesto de la lista de espera, por
encima de otras víctimas que reclamarían el cumplimiento de su sentencia fa-
vorable, tiene las mismas explicaciones que mencionaron anteriormente, frente
al trámite preferente de la demanda. Sin embargo, para evitar injusticias frente
a los demandantes que triunfaron antes, sería necesario que las autoridades
discutieran el orden de prioridades con las víctimas y el juez. El alto participativo
en el camino podría ser el momento oportuno para hacerlo. De esta manera tam-
bién se reduciría la demanda posterior de acceso al servicio de justicia.
Finalmente, el juez debería desarrollar un proceso de seguimiento de sus
órdenes. Proponemos que se lleve a cabo a través de audiencias en las que
pueda verificarse el grado de cumplimiento de los acuerdos alcanzados. Sería
conveniente que se convirtieran en espacios de diálogo con las víctimas para
ajustar algunas medidas de reparación cuando estas evidencien su ineficacia.
Podría además expedir órdenes para que las autoridades responsables dieran
trámite preferente al pago de indemnizaciones, restitución de derechos y cum-
plimiento de medidas de satisfacción, rehabilitación y de no repetición. Sería
importante que dicho mandato se reforzara con un proceso de seguimiento
continuo a través de autos y audiencias (Peña, 2011).
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Los retos de la justicia contencioso administrativa ante el desplazamiento forzado. En busca de razones para
una jurisdicción especial de víctimas
Conclusiones
Existen dos circunstancias que pueden tornar ineficaz el mecanismo judicial
contencioso administrativo para las víctimas. La primera, que muy pocas se
acercan al estrado judicial. Gracias a la revisión de antecedentes teóricos, nos
atrevemos a afirmar que ello se debe a la pérdida de la capacidad de interlo-
cución con las autoridades y de organización y asociación para superar la tra-
gedia humanitaria, que sufren quienes experimentan el desplazamiento (daño
político). La segunda limitación, distorsión temporal de los fallos, obedece a
factores externos a la PSD: la congestión que caracteriza a nuestros estrados,
marcada por cuellos de botella que aún no se han superado.
En aras de mejorar el canal judicial, quedan sobre la mesa de discusión tres
propuestas con algunos argumentos que las justifican, pero sin ninguna evi-
dencia que nos asegure su funcionamiento eficaz. Aparece entonces un nuevo
interrogante que preferimos dejar pendiente: ¿Acaso el juez contencioso está en
capacidad de asumir los cambios propuestos? Las circunstancias de congestión
en los despachos, el aumento preocupante de hechos victimizantes en el último
año y la creciente demanda de justicia nos llevan a pensar que estamos ante una
tarea imposible6.
Las propuestas aquí esbozadas pueden generar descontento entre otros ciu-
dadanos reclamantes de reparación por causas diferentes, lo que sugiere la ne-
cesidad de pensar en un aparato institucional especializado en la atención de
las víctimas del conflicto. Se trataría de un esfuerzo institucional coherente con
el que se viene haciendo para atender la demanda de justicia criminal. En otras
palabras, si se asume un compromiso y esfuerzo de implementar una justicia
para los perpetradores, resulta apenas lógico y justo que se haga uno similar
para llevar justicia a sus víctimas en forma de reparación. Por eso, desde estas
páginas nos permitimos dejar una propuesta en “puntos suspensivos”: es nece-
sario construir una jurisdicción especial para la reparación de las víctimas del
conflicto armado. El papel de los jueces y magistrados especializados para la
restitución de tierras es importante, pero se limita al estudio de solicitudes de
restitución, su competencia no llega hasta el reconocimiento de otros remedios
(Ley 1448, art. 91).
El diseño institucional que hasta ahora se ha elaborado para la implemen-
tación de los acuerdos de paz con las FARC, refuerza el que ya se había esta-
blecido en la Ley de víctimas (Ley 1820 de 2016, artículos 14 y 41), pero no lo
amplía, lo que sugiere que sus limitaciones y obstáculos se mantienen. En un
contexto en el que la restitución de tierras es todavía una tarea pendiente y casi
6 Según Codhes, para 2011 el número de personas en desplazamiento ascendió a 5’445.406. Para
2012 los números se tornaron más aterradores: 130 eventos de DEFO, 43.133 almas en éxodo (en
2011 fueron 73 eventos y 29.521 respectivamente) (Codhes, 2012).
398
Miguel Andrés López Martínez
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una jurisdicción especial de víctimas
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una jurisdicción especial de víctimas
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La asociatividad en la construcción
de paz en Colombia
Amanda Vargas Prieto*
Introducción
El Acuerdo de Terminación del Conflicto entre el Gobierno Santos y las FARC ha
implicado la realización y promulgación de una normativa específica para asegu-
rar el proceso de paz e iniciar una vía de posacuerdo gracias al mecanismo deno-
minado Fast Track (vía rápida). El punto 1 del acuerdo denominado “Hacia un
Nuevo Campo Colombiano Reforma Rural Integral”, reconoce que la efectividad
y el buen desarrollo de la Reforma Rural Integral depende de la participación de
las comunidades, con espacios de participación para la transformación e inciden-
cia en la planeación, implementación y seguimiento de los diferentes planes y programas
acordados (Gobierno de Colombia y FARC, 2016). De manera específica reconoce
a la Economía Solidaria y Cooperativa, el punto 1.3.3.1 establece el fortalecimiento
de las capacidades productivas y de las condiciones de acceso a los instrumentos de desa-
rrollo rural (medios de producción, asistencia técnica, formación y capacitación, crédito
y comercialización, entre otros acordados (Gobierno de Colombia y FARC, 2016)
orientando al desarrollo de la Economía Solidaria y Cooperativa para estimular
formas asociativas de trabajo basadas en la solidaridad.
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Amanda Vargas Prieto
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La asociatividad en la construcción de paz en Colombia
autores en la década del 2000, el Banco Mundial utiliza el capital social como
instrumento de las políticas de desarrollo.
Granovetter (1985) plantea el enraizamiento como “un concepto infrasociali-
zado del hombre”, en extremo funcionalista. Es decir que se considera al hom-
bre como agente racional al que no le afecta el comportamiento de los otros.
Así se desconoce la importancia de las relaciones interpersonales y las redes
sociales para la generación de confianza, para el establecimiento de expectati-
vas y para la creación y cumplimiento de normas (Coleman, 2001). Granovetter
introduce al análisis de los sistemas económicos la idea de organización social
y relaciones sociales desde una perspectiva que conserva la continuidad e his-
toricidad del proceso económico (Cortés y Sinisterra, 2010).
De acuerdo con Cortés y Sinisterra (2010), diversos autores aportaron en
la definición de capital social, Putnam et al. (1993) define capital social como
“las características de la vida social —redes sociales, normas y confianza— que
permiten a los participantes actuar juntos de una forma más efectiva para con-
seguir objetivos compartidos” (Putnam et al., 1993, p. 147). Sin embargo, los
autores plantean que James Coleman fue quien propuso la funcionalidad del
concepto en el estudio de la política y la economía:
El capital social se crea mediante las relaciones entre los diferentes agentes y
la realización de acciones colectivas. Se generan acciones de intercambio que
suceden gracias a los intereses comunes. Así, es fundamental identificar el ob-
jeto de interés y por otra parte es necesario saber qué le da continuidad a esta
relación. Con respecto a la continuidad, esta depende de acuerdo con Coleman
(1990) a la confianza y distribución consensuada de derechos, los cuales esta-
blecen normas que son consideradas recursos de la estructura social y las que
dan viabilidad a la relación entre intercambio e interacción y por otro lado vin-
culan los planes individuales y colectivos.
Se identifican tres formas básicas: las relaciones sociales o redes sociales,
la confianza y las normas sociales (Coleman, 1990; Putnam et al., 1993; 2001).
Las relaciones sociales se explican porque generan en los individuos un conjunto
de obligaciones y expectativas que les otorga mayor o menor confianza en las
estructuras sociales, “además que proveen los medios necesarios para organizarse
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La asociatividad en la construcción de paz en Colombia
Conclusiones
El objetivo de este capítulo era reflexionar teóricamente sobre cómo los proce-
sos de asociatividad territorial pueden ser una herramienta de desarrollo en el
marco del posacuerdo. Para esto se desarrollaron dos partes. La primera carac-
teriza las comunidades cognitivas e identifica el vacío teórico que existe, sobre
la falta de análisis de diferentes comunidades cognitivas fuera de las organiza-
ciones. Estas comunidades cognitivas pueden ser las redes, las colectividades,
entre otras. De esta manera se decide estudiar el concepto de capital social para
ampliar el análisis al territorio. Al definir el capital social, se identifican tres
condiciones básicas: las normas sociales, las relaciones sociales y la confianza.
Al desarrollar estas condiciones el capital social aumenta y este a su vez mejora
la gobernanza a nivel estatal, pues aumenta la participación ciudadana en la
toma de decisiones y mejora el control de los gobernantes. Este trabajo puede
ser evaluado de acuerdo con la vitalidad de las estructuras asociativas (núme-
ros de asociados y actividades realizadas), los comportamientos (participación
ciudadana, entretenimiento colectivo) y las actitudes (confianza en los conciu-
dadanos y en las instituciones).
Una de las propuestas más importantes en el acuerdo de paz firmado con
la guerrilla de las FARC es el desarrollo de las organizaciones solidarias, par-
ticularmente las cooperativas agrarias, con el fin de incentivar el progreso del
campo. Con el fin de entender cómo la asociatividad puede incentivar el desa-
rrollo en Colombia se analizan sus cuatro fases en América Latina. Las teorías
de la modernización, el estructuralismo, la dependencia, el neoliberalismo y
las aproximaciones críticas al desarrollo como discurso cultural latinoameri-
cano de los años noventa. Finalmente, y después del análisis, se elige la nueva
412
Amanda Vargas Prieto
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La asociatividad en la construcción de paz en Colombia
414
Amanda Vargas Prieto
415
Marcos, aprendizaje social y la
percepción de justicia en el proceso
de paz entre el Gobierno colombiano
y las FARC
Claudia M. Pico*
Álvaro A. Clavijo**
Introducción
La guerra que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el
Gobierno colombiano han sostenido por más de 50 años llegó a su fin con el
acuerdo firmado entre el gobierno de Juan Manuel Santos, y la cúpula de ese
grupo rebelde en el 2016. Esta versión del acuerdo fue firmada tras el rechazo
popular que tuvo la primera versión del acuerdo en el plebiscito celebrado el
2 de octubre de ese mismo año. Sin embargo, meses después de la firma la
opinión popular se mantiene dividida, los ánimos caldeados y la posibilidad
de consenso en torno a las posibilidades de reconciliación cada vez más lejana.
En este capítulo se analizan las diferencias discursivas entre promotores y de-
tractores del acuerdo y se plantea que una ruta efectiva para la construcción del
país en el posacuerdo debe estar acompañado de un discurso más responsable
que dé cuenta del contenido de los acuerdos y del reconocimiento de la existen-
cia de problemas socioeconómicos de naturaleza estructural.
417
Marcos, aprendizaje social y la percepción de justicia en el proceso de paz
entre el Gobierno colombiano y las FARC
Las concepciones que nos guían de acá en adelante y de las que se deriva la
idea de justicia, […] están compuestas por una parte por la naturaleza peculiar
de las prescripciones legales, como reglas formales de las relaciones sociales
y por el otro por los propósitos ideales de la vida social que determinan los
contenidos materiales de las normas. (1894, p. 5)
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Claudia M. Pico • Álvaro A. Clavijo
[...] la persistencia del conflicto (se debe a) la inhabilidad de los grupos que
dirigen la sociedad y manejan el Estado para operar con mayores márgenes
de soberanía en el contexto internacional de un lado y del otro, la incapacidad
de construir consensos básicos en torno a un régimen político democrático,
garante de la convivencia ciudadana, la igualdad jurídica, el amparo de los
derechos sociales y el imperio de la ley. (p. 32)
El referido ideal se combina en este caso bajo la forma de las posibilidades nor-
mativas del acuerdo y las realidades y expectativas del pueblo colombiano en
torno a él y a su cumplimiento. De ahí que resulte relevante aproximarse a esas
expectativas con un estudio de la percepción de justicia que hay tras la firma
de los acuerdos de paz en Colombia. Para ello se hará una breve reconstrucción
de los hechos históricos que rodean este acuerdo como recurso para describir la
naturaleza del conjunto de relaciones sociales que se han tejido en las últimas
décadas y la forma en que se condicionan las opiniones sobre lo que se consi-
dera justo o injusto.
El trabajo plantea que el largo historial de desconfianza producto de un con-
flicto tan prolongado, tiene incidencia sobre la idea de justicia de los colom-
bianos y favorece las divisiones que se han registrado. Al mismo tiempo, se
verifica que las prácticas discursivas de los grupos, tanto de partidarios como
de detractores, inducen falta de consistencia en las opiniones individuales so-
bre algunos problemas de justicia distributiva y suponen desviaciones de con-
ductas racionales que son críticas para entender el clima de desconfianza en
torno al posacuerdo. Por último, se plantea que para crear un ambiente prolon-
gado de reconciliación se precisa la moderación en las prácticas discursivas que
inciden en la polarización y crean ideales de justicia que no necesariamente se
compadecen con la realidad del acuerdo de paz entre el Gobierno colombiano
y las FARC.
¿Pagaría 5 dólares por participar en una lotería que ofrece un 10 por ciento de
posibilidades de ganar 100 dólares y un 90 por ciento de posibilidades de no
ganar nada?
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Marcos, aprendizaje social y la percepción de justicia en el proceso de paz
entre el Gobierno colombiano y las FARC
1 Se refiere a los agentes que no enfrentan ninguna restricción para saciar sus deseos maximiza-
dores (Ayala, 1999)
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Claudia M. Pico • Álvaro A. Clavijo
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Marcos, aprendizaje social y la percepción de justicia en el proceso de paz
entre el Gobierno colombiano y las FARC
Este largo historial está acompañado además por una creciente violencia polí-
tica que ha creado una sucesión de abusos en los derechos humanos: la escala
de terror político2 de los últimos años así lo demuestra (ver figura 3). La califi-
cación de 5 que se presenta de forma sistemática permite suponer que Colom-
bia ha experimentado un historial prolongado de abusos de derechos humanos
como producto de las acciones armadas de las guerrillas (FARC, ELN y EPL), el
paramilitarismo, el Estado y la delincuencia común3.
Así, el conflicto, la desigualdad y la violencia política se pueden citar como
características recurrentes de la historia nacional reciente, sin embargo, para
el 2016 la escala de terror político tuvo una variación positiva que no se había
producido en el país desde 1979 cuando el nivel registrado fue de 3, nivel que
implica que hay incidencia de asesinatos y de violaciones de derechos civiles
que no afectan a la totalidad de la población, esto permite inferir que si bien el
conflicto colombiano no ha llegado a su fin, sí ha registrado un descenso impor-
tante en su intensidad.
2 La Escala de Terror Político (ETP) de la Universidad de Carolina del Norte utiliza informes
anuales de Amnistía Internacional y del Departamento de Estado de Estados Unidos para cla-
sificar a los países en una escala de cinco puntos – desde el nivel 1 (estado de derecho seguro,
sin prisioneros políticos, la tortura es algo raro) al nivel 5 (asesinato político, brutalidad y terror
con impacto nacional) Ver: www.terrorscale.org.
3 De acuerdo con los datos registrados por el Centro Nacional de Memoria Histórica (2013) el
40 % de las muertes generadas por el conflicto armado fueron ejecutadas por grupos parami-
litares, el 20 % por la guerrilla de las FARC, el 3 % por el ELN y el 30 % por otros grupos no
identificados.
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Fuente: www.terrorscale.org
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entre el Gobierno colombiano y las FARC
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Marcos, aprendizaje social y la percepción de justicia en el proceso de paz
entre el Gobierno colombiano y las FARC
“El Gobierno que pasó de ne- “Las sanciones ordinarias que se impon-
gar la impunidad a justificar drán cuando no exista reconocimiento de
que los máximos responsables verdad y responsabilidad, cumplirán las
no vayan a la cárcel” (Uribe ci- funciones previstas en las normas penales,
tado por Lewin, 2016) sin perjuicio de que se obtengan redencio-
nes en la privación de libertad, siempre y
cuando el condenado se comprometa a con-
tribuir con su resocialización a través del
trabajo, capacitación o estudio durante el
Sistema penal
tiempo que permanezca privado de la liber-
tad. En todo caso la privación efectiva de li-
bertad no será inferior a 15 años ni superior
a 20 en el caso de conductas muy graves.
Las denominadas sanciones alternativas y or-
dinarias sí incluirán privaciones efectivas de
la libertad como cárcel o prisión o cualquier
medida de aseguramiento.” (Gobierno Na-
cional, 2016, p. 147)
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Claudia M. Pico • Álvaro A. Clavijo
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Marcos, aprendizaje social y la percepción de justicia en el proceso de paz
entre el Gobierno colombiano y las FARC
Pregunta 18. Una persona ha sido víctima de grupos armados quienes la han obligado
a abandonar su propiedad y han ejecutado a varios miembros de su familia. Aunque
varias personas opinan que un acuerdo de paz los beneficia, esta persona considera que
los puntos del acuerdo garantizan impunidad para sus agresores.
En este caso, 55 % consideraron injusta la expropiación, una vez la expresión fue
reformulada con la palabra restitución esta proporción se redujo a 14 %. Como
se indicó en el apartado anterior, el programa de restitución de tierras contempla
dentro del reparto diversos tipos de terrenos dentro de los que se cuentan los
baldíos y solo en casos excepcionales se contempla la expropiación por lo que el
escenario de la pregunta 8 es más probable en una eventual refrendación.
El segundo caso en el que se puso en evidencia la falta de consistencia en
las respuestas de los participantes corresponde a la participación en política, al
respecto se preguntó lo siguiente:
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Claudia M. Pico • Álvaro A. Clavijo
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Marcos, aprendizaje social y la percepción de justicia en el proceso de paz
entre el Gobierno colombiano y las FARC
Pregunta 2. Una pequeña fotocopiadora tiene un empleado que ha trabajado allí por
seis meses y ha ganado $9.000 por hora. Otros negocios competidores han contratado
personas igualmente confiables a $7.000 la hora. El dueño del primer negocio decide
reducir el salario de su empleado a $7.000.
Pregunta 9. Una pequeña fotocopiadora tiene un empleado que ha trabajado allí por
seis meses. Este empleado deja su trabajo y el propietario decide reemplazarlo por una
persona cuyo pago será de $7.000 por hora.
Pregunta 4. Una compañía está ganando poco. Está ubicada en un país que experimen-
ta una recesión, con un desempleo alto pero con inflación baja. Hay muchos trabajadores
ansiosos por trabajar en la empresa. La compañía decide reducir los salarios 7 % al año.
Pregunta 19. Una compañía está ganando poco. Está ubicada en un país que expe-
rimenta una recesión, con un desempleo alto y una inflación de 12 %. La compañía
decide incrementar los salarios solo en 5 % al año.
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Claudia M. Pico • Álvaro A. Clavijo
Pregunta 7. Una pequeña compañía emplea varios trabajadores y les paga los salarios
promedio. La compañía ha estado perdiendo dinero, los productores deciden reducir el
salario de los actuales trabajadores en 5 %.
Pregunta 14. Una pequeña compañía emplea varios trabajadores y les paga los sa-
larios promedio. Hay condiciones de desempleo en el área y la compañía podría re-
emplazar los actuales empleados con unos mejores a un mejor precio. La compañía,
sin embargo, ha generado beneficios. El productor reduce el salario de los actuales
trabajadores en 5 %.
Pregunta 11. Un popular modelo de automóvil registra escasez y ahora los clientes
deben esperar dos meses para su entrega. Un vendedor ha estado vendiendo los autos
al precio listado. Ahora el vendedor los está ofreciendo $200.000 por encima del precio
original.
Pregunta 20. Un popular modelo de automóvil registra escasez y ahora los clientes
deben esperar dos meses para su entrega. Un vendedor ha estado vendiendo los autos a
un precio $200.000 por debajo del precio de lista. Ahora solo los vende al precio listado.
Conclusiones
El presente trabajo exploró la incidencia de la existencia de marcos en deci-
siones asociadas con la justicia. Se comprobó que en ciertas circunstancias se
registra falta de consistencia en los procesos de decisión como producto de esos
marcos, lo que permite suponer que para el grupo evaluado las ideas de justicia
son relativas a las circunstancias.
Se sometió a prueba el postulado de Kahneman y Tversky (1981) para el caso
de los acuerdos de paz entre el gobierno colombiano y las FARC. Para ello se
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Marcos, aprendizaje social y la percepción de justicia en el proceso de paz
entre el Gobierno colombiano y las FARC
usaron dos recursos: el primero consistió en hacer un breve balance del contex-
to que rodea el acuerdo y el historial de negociación entre estos dos grupos. Se
planteó que este historial ha profundizado la desconfianza de los colombianos
y que puede constituir una potencial fuente de disenso de cara a lo que sería la
implementación de los puntos concertados y firmados el 24 de noviembre de
2016. Así mismo, se ofrece una hipótesis de la posible existencia de aprendizaje
social por el largo historial de negociación entre el Gobierno y este grupo arma-
do, que puede ser revisada más detalladamente en futuros trabajos.
Una vez contextualizadas las interacciones que se han gestado en el conflic-
to se procedió a evaluar mediante una encuesta, con la construcción de escena-
rios hipotéticos, si se registraba falta de consistencia en la toma de decisiones
individuales con cambios en los marcos que se derivaron de los recursos dis-
cursivos de los opositores del acuerdo y aquellos contenidos en los acuerdos.
La evidencia muestra que en general los participantes valoran como justos la
mayoría de los puntos acordados. Así mismo se comprueba que si bien el pro-
blema semántico incide en la idea de justicia de los participantes, los disensos
no tienen como única fuente las variaciones en el discurso, por lo que para
garantizar el éxito del acuerdo requirirá un ejercicio que permita la reducción
de la desconfianza que se ha gestado por el largo historial de la confrontación
armada en el país.
Así las cosas, este estudio pone en evidencia que el discurso incide en las
valoraciones de justicia de los colombianos y que por tanto la claridad y mo-
deración en las prácticas discursivas y la pedagogía en torno al contenido real
de los acuerdos resulta clave para que se alcance un consenso colectivo amplio
fundado en un ideal de justicia que favorezca la reconciliación y siente las ba-
ses para la implementación que supone retos importantes en el mediano plazo,
como la superación del histórico clima de desconfianza que se ha creado en
torno a este tipo de procesos.
Los avances recientes en materia de escala de terror político y los primeros
saldos del acuerdo de paz con una reducción de muertes y acciones asociadas
con el conflicto armado constituyen evidencia de aprendizaje social y del re-
conocimiento de necesidades de los actores involucrados en el conflicto. Sin
embargo, los costos de la implementación, los asesinatos de líderes sociales y
la oposición a la participación política de las FARC suponen retos importantes
en el posacuerdo.
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434
Cuarta parte
Introducción
El 27 de septiembre de 2016 Colombia vivió un momento histórico, el Gobier-
no de Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
(FARC) firmaron el acuerdo de paz que ponía punto final a más de medio siglo
de conflicto armado interno. El presidente Santos quería refrendar lo acordado y
planteó un plebiscito para el 2 de octubre, en el que los colombianos, contra to-
dos los pronósticos votaron en contra del acuerdo: ganó el no por un 50,2 %, con
una abstención de más del 60 % (Registraduría Nacional del Estado Civil, 2016).
El resultado del plebiscito supuso una derrota para Santos y una victoria para
el expresidente Álvaro Uribe, abanderado del no y quien desde el comienzo del
proceso de paz se había mostrado contrario a negociar con la guerrilla. Aunque
el Gobierno y las FARC suscribieron un nuevo acuerdo que fue aprobado por el
Congreso en noviembre de ese mismo año, el resultado del plebiscito hizo visible
la polarización política que vive el país y que protagonizan estos dos líderes. La
disputa Uribe-Santos es una señal de que la política contemporánea, fuertemen-
te mediatizada, se centra cada vez más en los líderes y menos en los partidos
(Blondel y Thiébault, 2010), de ahí que en los últimos años se haya producido un
resurgimiento de las publicaciones académicas sobre el liderazgo.
437
Estilo de liderazgo de Uribe y Santos: ¿rasgo de la personalidad o estrategia política?
438
José Manuel Rivas Otero
1 Esta revisión teórica se centra en los trabajos sobre estilos de liderazgo y toma de decisiones,
pero la literatura acerca del liderazgo político es más amplia; para profundizar en los enfoques
y teorías véase Rivas y Alcántara (2015).
2 “Creo, además, que prospera aquel que armoniza su modo de proceder con la condición de
los tiempos y que, paralelamente, decae aquel cuya conducta entra en contradicción con ellos”
(Maquiavelo, 2004, p. 135).
439
Estilo de liderazgo de Uribe y Santos: ¿rasgo de la personalidad o estrategia política?
3 Estos políticos profesionales no solo viven para la política sino de la política (Weber, 2006).
4 Otro de los enfoques de los estudios del liderazgo es el posicional-contingente, que enfatiza en
la posición del líder dentro de su entorno y del contexto en el que actúa (Northouse, 2001).
440
José Manuel Rivas Otero
5 Esta técnica se puede utilizar para evaluar estilos de liderazgo de presidentes o primeros minis-
tros, pero también de líderes insurgentes y opositores (Hermann y Sakiev, 2011; Rivas y Tarín,
2017) y de la sociedad civil (Hermann y Pagé, 2016).
441
Estilo de liderazgo de Uribe y Santos: ¿rasgo de la personalidad o estrategia política?
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José Manuel Rivas Otero
443
Estilo de liderazgo de Uribe y Santos: ¿rasgo de la personalidad o estrategia política?
a estos dos líderes porque ambos ocuparon, en momentos distintos, cargos con
capacidad decisoria en materia de guerra y paz ―Uribe, la presidencia de la
República, Santos, el Ministerio de Defensa y la presidencia de la República―.
Para comprobar la evolución de los estilos de liderazgo se delimita el rango de
tiempo 2006-2016 porque comprende etapas clave en la vida política de ambos
líderes: presidente (2006-2010), expresidente aliado del Gobierno (2010-2012)
y jefe de la oposición (2012-2016) en el caso de Uribe; ministro de Defensa
(2006-2009), candidato presidencial (2010) y presidente (2010-2016) en el caso
de Santos.
Los estilos de liderazgo se operacionalizan a través de una tipología de ela-
boración propia basada en los trabajos de Hermann (1986, 1999) y construida
por la posesión de atributos evaluados con el LTA. Esta técnica de análisis de
contenido se implementa en seis pasos o fases analíticas. En primer lugar, se
selecciona el material sobre el que se va a realizar el análisis. Se utilizan en-
trevistas —solamente las respuestas del líder— realizadas por sujetos ajenos
a la investigación y tomadas de medios de comunicación diversos —prensa,
radio y televisión— y de otras fuentes secundarias —investigaciones académi-
cas, fundaciones, ONG, páginas web—. La base de datos de elaboración propia
comprende 83 entrevistas a 15 líderes colombianos entre 1982 y 201610. Se usan
entrevistas porque son un material más espontáneo que los discursos y de fácil
acceso, aunque su principal inconveniente es que la realización del análisis está
sujeta a la disponibilidad de entrevistas.
En segundo lugar, se descompone el texto en unidades de codificación, que son
los elementos lingüísticos que se cuantifican en cada una de las categorías y dimen-
siones. En el análisis de contenido se distinguen tres tipos de unidades de análisis:
palabras —y grupos de palabras—, frases —y cuasi-frases— y textos completos
(Alonso, Volkens y Gómez, 2012). La técnica LTA contabiliza palabras y grupos
de palabras11. Asimismo, se tiene en cuenta el sentido de las palabras y grupos de
palabras dentro del texto, por lo que el conteo se realiza de forma manual.
En una tercera fase se crea el esquema de clasificación que contiene las di-
mensiones y las categorías en las que se agrupan las unidades de codificación.
Tomando como referencia el trabajo de Hermann (1999), el análisis se efectúa
10 Líderes en la base de datos: Virgilio Barco (Colombia), Jaime Bateman (Colombia), Belisario Be-
tancur (Colombia), Alfonso Cano (Colombia), Álvaro Fayad (Colombia), Antonio García (Co-
lombia), César Gaviria (Colombia), Timoleón Jiménez (Colombia), Iván Márquez (Colombia),
Manuel Marulanda (Colombia), Antonio Navarro Wolf (Colombia), Tanja Nijmeijer (Colombia),
Andrés Pastrana (Colombia), Manuel Pérez (Colombia), Gustavo Petro (Colombia), Carlos Piza-
rro (Colombia), Nicolás Rodríguez (Colombia), Ernesto Samper (Colombia), Juan Manuel Santos
(Colombia), Jesús Santrich (Colombia), Julio César Turbay (Colombia), Álvaro Uribe (Colombia).
11 Las unidades de codificación son palabras en inglés. Se utilizan entrevistas en inglés o traducidas
a este idioma para disponer de una mayor cantidad de material con el que comparar y calcular las
medias.
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José Manuel Rivas Otero
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Estilo de liderazgo de Uribe y Santos: ¿rasgo de la personalidad o estrategia política?
446
José Manuel Rivas Otero
Normas Reglas
1. Se aplica a cualquier tipo de líder ejecuti- 1. Se han de incluir tres o más entrevis-
vo, legislativo, de oposición o insurgente, tas de cada líder, cuyas respuestas
en cualquier contexto o periodo histórico. sumen entre 7.000 y 15.000 palabras.
447
Estilo de liderazgo de Uribe y Santos: ¿rasgo de la personalidad o estrategia política?
Normas Reglas
13 Además, en agosto de 2015 se realizó una prueba de fiabilidad del método. Seis investigadores
independientes —tres titulares y tres suplentes— del Grupo de Investigación de Partidos Polí-
ticos de la Universidad Nacional de Colombia, dirigido por David Roll, replicaron el conteo de
palabras de dos líderes políticos contenidos en la base de datos de líderes mundiales —Aslan
Masjádov y Dokú Umárov— y se obtuvieron correlaciones muy altas −cercanas a 1− en todas
las categorías (Rivas y Tarín, 2017).
14 La fórmula es: f – t > σ.
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José Manuel Rivas Otero
Contexto histórico-biográfico
Desde su independencia, la historia de Colombia ha estado marcada por la vio-
lencia política. Durante el siglo XIX se sucedieron varias guerras civiles entre los
partidos Liberal y Conservador; tras un periodo de relativa tranquilidad durante
el primer tercio del siglo XX, el asesinato del líder liberal liberal, Jorge Eliécer
Gaitán, en 1948 desencadenó una nueva etapa de enfrentamiento partidista, co-
nocida como La Violencia, que culminó con la dictadura del general Rojas Pinilla
en 1953. En 1958, liberales y conservadores acordaron el retorno de las elecciones
y pactaron el establecimiento de un régimen político, el Frente Nacional (1958-
1974), que excluía del poder al resto de fuerzas políticas colombianas.
La conformación del Frente Nacional puso en evidencia que la participación
política en Colombia “era cosa de élites” (Salamanca, 2008, p. 20), de ahí que a
mediados de la década de 1960 fuerzas políticas que habían sido excluidas por
el régimen, fundamentalmente de origen rural, declararan “la guerra al Esta-
do” (Nasi, 2010). Con la creación de los primeros grupos insurgentes, las FARC,
el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el Ejército Popular de Liberación
(EPL), comenzó el conflicto armado interno.
Con la llegada a la presidencia de Belisario Betancur en 1982 se iniciaron las pri-
meras políticas de paz en el marco de una negociación con los grupos insurgentes,
en lo que fue el primer intento de encontrar una solución pacífica al conflicto arma-
do colombiano desde su irrupción en 1964 (Nasi, 2010). Desde entonces, el tema de
la paz se ha convertido en el “punto nodal de la vida política del país” (Palacios,
2001, p. 41) y la mayor parte de los líderes políticos, tanto ejecutivos como insur-
gentes, han intentado poner fin al conflicto por la vía de la negociación.
En 2002, el fracaso de los diálogos de paz entre el Gobierno del presidente
Andrés Pastrana y las FARC y el empeoramiento de la seguridad pública,
motivó a la presidencia a Álvaro Uribe que, a diferencia de sus antecesores,
le apostó a la solución militar del conflicto y el combate de las organizaciones
guerrilleras mediante su Política de Seguridad Democrática. En mayo de 2006
y después de lograr un amplio apoyo para reformar la Constitución, Uribe se
convirtió en el primer presidente reelecto de Colombia.
449
Estilo de liderazgo de Uribe y Santos: ¿rasgo de la personalidad o estrategia política?
El año anterior, Juan Manuel Santos, del opositor Partido Liberal, se incor-
poró a la coalición uribista conformando el Partido Social de Unidad Nacional
―Partido de la U― que ejerció como principal soporte político del presidente
Uribe en el Congreso. El 19 de julio de 2006, Uribe nombró a Santos ministro de
Defensa. Como titular de esta cartera, aplicó una política de mano dura contra
la insurgencia, especialmente de las FARC. En mayo de 2009, Santos renunció
como ministro y advirtió: “si el presidente [Uribe] se lanza, lo apoyo y lucharé
por su reelección desde la posición que él quiera” (Amat, 2009). Casi un año
después, en abril de 2010, fue nombrado candidato por el partido oficialista y
durante su campaña electoral se mostró partidario de continuar con las políti-
cas de Uribe. De hecho, tras una holgada victoria en segunda vuelta en junio
de ese año, su mandato comenzó con una fuerte ofensiva contra la insurgencia.
Aunque todo parecía indicar que sería un presidente continuista de las po-
líticas de su antecesor, una de sus primeras medidas fue normalizar las rela-
ciones diplomáticas con la vecina Venezuela, prácticamente rotas durante el
Gobierno de Uribe. Después de unos acuerdos exploratorios a puerta cerrada
desde comienzos de 2012, el Gobierno de Santos y las FARC firmaron en agosto
un acuerdo general para ponerle fin al conflicto. Este hecho provocó la ruptura
con Uribe, quién se opuso a la negociación y terminó creando junto con algu-
nos de sus seguidores una fuerza política, Centro Democrático, que pronto se
convirtió en el principal partido de oposición al Gobierno. En junio de 2014,
Santos fue reelegido presidente con una campaña centrada en el logro de la paz
a través de la negociación (Rivas y Roll, 2016, p. 374).
Después de cuatro años de diálogos y meses de incertidumbre, el 27 de sep-
tiembre de 2016 el Gobierno y las FARC firmaron el acuerdo final de paz que
puso fin al conflicto armado entre el Estado y el grupo insurgente. Sin embargo,
el acuerdo fue rechazado en plebiscito por un margen muy estrecho. A pesar de
que en apenas un mes se alcanzó un nuevo acuerdo de paz —se aprobó por el
Congreso en noviembre de ese mismo año— el plebiscito supuso una derrota
electoral del planteamiento negociador de Santos y una victoria de las tesis de
Uribe, quien había liderado la campaña a favor del no.
450
Tabla 4. Estilos de liderazgo: resultados de la evaluación Uribe-Santos (2008-2016)
Fecha Palabras falta de complejidad Tendencia a Identificación con el Desconfianza hacia
Líderes Autoconfianza
entrevistas conceptual1 resolver problemas grupo otros grupos
x2 s2 x2 s2 x2 s2 x2 s2 x2 s2
0,40 0,22 2,00 1,56 0,56 0,31 0,32 0,30 0,45 0,44
f f-x f f-x f f-x f f-x f f-x
Á. Uribe 21/01/2008 1.246 0,32 -0,08 1,93 -0,07 0,24 -0,32 0,24 -0,08 0,80 0,35
Á. Uribe 5/5/2009 792 0,13 -0,27 2,15 0,15 0,25 -0,31 0,51 0,19 0,51 0,06
Á. Uribe 23/07/2010 2.713 0,41 0,01 5,79 3,79* 0,37 -0,19 0,48 0,16 0,26 -0,19
Á. Uribe 16/06/2011 7.184 0,18 -0,22 5,55 3,55* 0,14 -0,42 0,32 0,00 0,72 0,27
Á. Uribe 22/06/2012 2.443 0,37 -0,03 3,68 1,68* 0,20 -0,36 0,33 0,01 1,27 0,82'
Á. Uribe 13/06/2013 2.856 0,28 -0,12 3,29 1,29 0,56 0,00 0,04 -0,28 0,60 0,15
Á. Uribe 4/4/2014 1.325 0,60 0,20 1,74 -0,26 0,45 -0,11 0,23 -0,09 2,26 1,81'
Á. Uribe 29/08/2015 929 0,11 -0,29 2,05 0,05 0,22 -0,34 0,54 0,22 1,29 0,84'
Á. Uribe 1/6/2016 2.080 0,38 -0,02 1,39 -0,61 0,14 -0,42 0,05 -0,27 1,59 1,14*
J. M. Santos 7/2/2008 574 0,17 -0,23 1,39 -0,61 0,17 -0,39 0,00 -0,32 0,17 -0,28
J. M. Santos 24/05/2009 1.046 0,57 0,17 3,73 1,73' 0,67 0,11 0,38 U,06 0,19 -0,26
J. M. Santos 24/06/2010 1.565 0,26 -0,14 3,71 1,71* 0,58 0,02 0,00 -0,32 0,00 -0,45
José Manuel Rivas Otero
J. M. Santos 20/06/2011 8.523 0,16 -0,24 2,04 0,04 0,47 -0,09 0,06 -0,26 0,47 0,02
J. M. Santos 3/7/2012 2.394 0,33 -0,07 3,22 1,22 0,58 0,02 0,13 -0,19 0,17 -0,28
J. M. Santos 25/04/2013 2.205 0,27 -0,13 4,49 2,49* 1,32 0,76* 0,14 -0,18 0,18 -0,27
J. M. Santos 15/05/2014 1.330 0,23 -0,17 2,48 0,48 1,13 0,57* 0,00 -0,32 0,23 -0,22
J. M. Santos 19/07/2015 1.905 0,26 -0,14 1,36 -0,64 1,15 0,59* 0,26 -0,(6 0,16 -0,29
J. M. Santos 6/6/2016 2.710 0,44 0,04 1,40 -0,60 0.63 0,07 0,07 -0,25 0,26 -0.19
*f-x>s
451
Fuente: elaboración propia
Estilo de liderazgo de Uribe y Santos: ¿rasgo de la personalidad o estrategia política?
La tabla 4 recoge los resultados del análisis LTA. En términos generales, la mi-
tad de las entrevistas analizadas puntúan en al menos alguna categoría —9 de
18— y la otra mitad se mantiene en torno a la media de los líderes colombianos.
Uribe y Santos cumplen con el criterio propuesto por Hermann (1999)15 en la
categoría autoconfianza: el primero en las entrevistas de 2010, 2011 y 2012 y el
segundo en las de 2009, 2010 y 2013. Sin embargo, Uribe muestra desconfianza
hacia otros grupos en 2012, 2014, 2015 y 2016; mientras que Santos manifiesta
tendencia a resolver problemas en 2013, 2014 y 2015. En las categorías falta de
complejidad conceptual e identificación con el grupo, ambos líderes se sitúan
en torno a la media colombiana.
En consecuencia, como se observa en la tabla 5, Uribe y Santos exteriorizan
estilos de liderazgo distintos a lo largo de estos años. El líder paisa muestra un
estilo autoconfiado entre 2010 y 2012 y un estilo desconfiado en 2012 y entre
2014 y 2016. Por el contrario, Santos exhibe un estilo autoconfiado en 2009, 2010
y 2013 y bombero (alta tendencia a resolver problemas) de 2013 a 2015. En las
demás entrevistas, estos líderes no evidencian estilos de liderazgo, por lo que
se clasifican como administradores.
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José Manuel Rivas Otero
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Estilo de liderazgo de Uribe y Santos: ¿rasgo de la personalidad o estrategia política?
Por otro lado, la mayor falta de complejidad de Uribe en abril de 2014 podría
deberse a que el mes anterior su partido, Centro Democrático, había logrado
convertirse en la segunda fuerza más votada en las elecciones legislativas y
en las que el expresidente encabezó una lista cerrada para el Senado. En este
caso, el éxito electoral y la expectativa16 de asumir un cargo institucional —los
congresistas no tomaron posesión hasta julio— podrían explicar el alto puntaje
de ese año [Factor 2].
Como se puede ver en la figura 2, los resultados en autoconfianza son más
dicientes. Uribe comienza con puntuaciones en torno a la media entre 2008 y
2009, experimenta una subida de casi cuatro puntos en 2010 —manifestando
un estilo de liderazgo autoconfiado entre este año y 2012— y después va de-
creciendo hasta volver a valores cercanos a la media a partir de 2014. El incre-
mento de los puntajes entre 2010 y 2012 puede deberse a varios factores; por
un lado, Uribe confiaba en la continuidad de sus políticas ya que en junio su
candidato Santos arrasó en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales
al obtener casi el 70 % de los votos [Factor 2]; por otro lado, en julio de 2010, a
escasos días para que dejara la presidencia, la situación económica del país era
muy favorable [Factor 3] y los datos macroeconómicos respaldaban su gestión,
entre 2002 y 2010 el PIB de Colombia se había triplicado (Banco Mundial, 2017).
16 Días después de las elecciones legislativas un ciudadano presentó una demanda ante el Conse-
jo de Estado en la que pedía que se anulase la elección de Uribe como Senador por no cumplir
con los requisitos legales. Esta fue rechazada en agosto de ese año.
454
José Manuel Rivas Otero
Santos, por su parte, tiene dos momentos de mayor autoconfianza, entre los
años 2009 y 2010, y en 2013. El aumento en el primer periodo puede deberse a
dos factores: por una parte, a que entre su renuncia al Ministerio de Defensa
en abril de 2009 y su toma de posesión de agosto de 2010 no ocupó ninguna
posición institucional [Factor 1]; y por otra, a su vaticinada y efectiva victoria
en las elecciones presidenciales [Factor 2]. El incremento de la autoconfianza de
Santos desde mediados de 2012 —y de la simultánea pérdida de autoconfianza
de Uribe— puede deberse al descenso de la intensidad del conflicto [Factor 4]
previo al inicio de la negociación con las FARC, anunciada al mundo por Santos
el 16 de agosto de 2012 pero que había comenzado en febrero de ese año con la
mediación de terceros países. Estos diálogos dieron sus primeros frutos en abril
del año siguiente con la firma del primer acuerdo de paz sobre el tema agrario
suscrito por el Gobierno colombiano y la guerrilla, pero esto no significó la
relajación del conflicto armado; de hecho, a la semana siguiente del mismo se
retomaron los enfrentamientos, de ahí que la autoconfianza de Santos descien-
da progresivamente en los años posteriores.
En tendencia a resolver problemas, Uribe y Santos muestran resultados muy
distintos sobre todo a partir de 2012. Como recoge la figura 3, hasta ese año
los puntajes de ambos líderes se situaban en torno a la media, aunque los de
Santos —excepto en 2008— eran considerablemente más altos. Durante todo el
periodo analizado, Uribe se mantiene con porcentajes por debajo de la media
colombiana, excepto en 2013 donde se sitúa en torno a ella. En lo que respecta a
Santos, tras una leve subida en 2012, un mes antes del anuncio oficial de la mesa
de diálogo con las FARC, en abril del año siguiente logra puntuar, al manifestar
un estilo bombero que mantiene hasta 2015. Un factor ya mencionado que po-
dría explicar el cambio de estilo de Santos hacia una mayor tendencia a resolver
problemas entre 2012 y 2015 puede atribuirse al descenso de la intensidad del
conflicto [Factor 4], resultado del debilitamiento que sufrió el grupo insurgente
durante el periodo de Santos como ministro de Defensa y sus primeros años de
su mandato. Además, en agosto de 2013, un mes después de la primera entre-
vista en la que Santos muestra tendencia a resolver problemas, el Gobierno y la
guerrilla anunciaron el primer acuerdo de paz.
455
Estilo de liderazgo de Uribe y Santos: ¿rasgo de la personalidad o estrategia política?
Con relación a los resultados de identificación con el grupo, Uribe y Santos ma-
nifiestan tendencias similares aunque con intensidades muy distintas. Como se
muestra en la figura 4, en todos los años salvo 2013 Uribe obtiene puntajes más
altos que Santos en esta categoría, aunque no llega en ningún momento a mani-
festar un estilo paraguas (alta identificación con el grupo). Llaman la atención
dos subidas; en 2009 —y 2010 en el caso de Uribe— y en 2015. El aumento de la
identificación con el grupo de Santos en mayo de 2009 puede deberse a la au-
sencia de posición institucional [Factor 1] que pudo afectar positivamente a esta
categoría. Los factores que podrían explicar el incremento de la identificación
con el grupo de Uribe durante 2009 y 2010 no son fácilmente identificables; en
otros trabajos sobre estilos de liderazgo (Rivas y Tarín, 2017) se ha observado
que los puntajes en esta categoría son más altos en líderes de oposición o que no
ocupan una posición institucional [Factor 1], por lo que el poco tiempo que le
quedaba de mandato, la certeza de la no reelección y la necesidad de construir
identidad de grupo como líder situado fuera del marco institucional podrían
estar detrás de este cambio.
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464
Una paz ¿colombiana?, imaginarios
políticos reforzados por los medios
de comunicación
Nathalia Bonilla Berríos*
Introducción
Los medios de comunicación en Colombia han sido los responsables de formar
un imaginario del conflicto armado al pueblo desde los inicios de La Violencia
y a través de los procesos de paz con diferentes grupos armados ilegales. Tras
un cúmulo de discursos repetidos con el pasar de los años, el rol de la prensa
ayudó a determinar los resultados del plebiscito por la paz en 2016. Mientras
la prensa internacional giraba a favor de la campaña del “sí” y el optimismo
que conllevaba presenciar un hecho histórico, a nivel doméstico, la prensa co-
lombiana ofreció espacio a una pluralidad de voces que, en vez de fortalecer la
responsabilidad social de los medios de comunicación en informar y formar a
sus audiencias, generó muchas dudas sobre la legitimidad del acuerdo de paz,
firmado el 26 de septiembre de 2016 entre el Gobierno de Juan Manuel Santos
y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Lo que pasaría el
día después del plebiscito fue una incógnita que caló muy hondo en la psiquis
colectiva. En este capítulo, se buscará analizar el uso de la palabra paz, si existe
un imaginario mediático —o colombiano— sobre el término y cómo los medios
de comunicación colombianos reforzaron narrativas de periodismo de guerra
durante el proceso de paz, la campaña del plebiscito y el período del posacuerdo,
465
Una paz ¿colombiana?, imaginarios políticos reforzados por los medios de comunicación
466
Nathalia Bonilla Berríos
igual. El proceso de paz y la campaña del plebiscito supuso una lucha ideológica
entre Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe, figura que encabeza el “uribismo” como
movimiento opositor al Gobierno Santos. Es importante destacar que una de las
principales promesas de campaña electoral de Santos, candidato a reelección
por la coalición de partidos denominada “Unidad Nacional”, en los comicios
presidenciales de 2014, fue la búsqueda de la paz con las FARC (Semana, 2014).
En su lucha por un futuro distinto para Colombia, Santos alejaba su discurso
del que imperó durante los dos términos de Uribe como presidente, entre 2002
y 2010. Caicedo (2016) argumenta que, al llegar al poder, la administración de
Uribe, viendo los esfuerzos infructuosos de la administración de Andrés Pas-
trana (1998-2002) prefirió dejar a un lado el concepto de “paz” y enfocarse en
el término “seguridad”. Su discurso giró —y aún permanece en la actualidad
con los seguidores de su plataforma—, en torno a la distinción de nosotros, el
Gobierno, y ellos, las FARC. En aquel entonces, la guerrilla no fue vista como
un grupo armado ilegal sino como un grupo terrorista al cual había que vencer
y del cual había que proteger a la población. Cuando sucedió el poder a Santos,
presto a ocupar la silla presidencial y abierto a la posibilidad de emprender un
diálogo de paz con este grupo, Uribe lo criticó por considerar que no se podía
negociar con grupos terroristas. Según Castellanos (2014), la visión de Uribe “se
evidencia a través de la dramatización que aquellos que están de acuerdo con
que se lleve a cabo un proceso de paz son descalificados, cuestionados, ridiculi-
zados, puestos bajo sospecha e incluso puestos bajo peligro” (p. 196).
Entender esta postura política es relevante pues la división ideológica y el uso
del lenguaje entre ambas figuras políticas y sus partidos políticos marcaron la
producción y difusión de imaginarios sobre la paz y el proceso para alcanzarla.
Tan pronto Santos anunció su plataforma para la reelección y durante los meses
de negociaciones de paz en La Habana, Cuba, lo que prevaleció en los medios de
comunicación locales fue un contenido dirigido a responder la duda creada de si
la paz que fuera acordada respondía al imaginario solo de Santos. En ese sentido,
Valencia (2014) considera que gran parte de los medios se dieron a la tarea “de
sembrar dudas sobre la decisión del presidente y sobre el interés de la guerrilla
por sacar adelante el proceso de paz. Ese mismo lenguaje, con el que alimentan
el odio y el escepticismo que la mayoría de los colombianos sienten frente a las
FARC (no gratuito, claro está), lo han utilizado para descalificar la tarea de Cuba
como país intermediario, o de las Naciones Unidas y de la Universidad Nacional
en el proceso de selección de las víctimas que han estado yendo a Cuba.” (p. 40).
La duda que imperó en el proceso fue creada por el uribismo. Según Caicedo
(2016), la fundación del partido Centro Democrático fue en respuesta a los planes
de Santos de iniciar un diálogo con las FARC, bajo la premisa de que la paz debía
ser impuesta por el Estado y no producto de un proceso de diálogo que solo trae-
ría consigo inseguridad. Según explica el autor,
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Una paz ¿colombiana?, imaginarios políticos reforzados por los medios de comunicación
El imaginario mediático
Las visiones contrarias y oficialistas sobre la palabra “paz” han sido reproduci-
das por los medios de comunicación en Colombia sin mucha interpretación a lo
largo de la historia. Por más de 50 años, el periodismo que se ejerce en la pren-
sa, la radio, los canales de televisión y, ahora el internet (y hasta cierto punto,
las redes sociales por el creciente periodismo ciudadano) se ha nutrido princi-
palmente de la propaganda que emite el Estado y su contraparte, las guerrillas
y los paramilitares. Una información que, cabe destacar, es muy controlada.
(Vázquez, 2009, p.354) y que, tiene dos emisores, el que la produce y el que la
publica y, que conste, que no siempre hay conexión entre las intencionalidades
de cada uno de estos dos emisores (Correa, 2008).
En ese sentido, la prensa se ha acostumbrado al papel de reproductor de
imaginarios sin cuestionar la veracidad o el impacto de sus contenidos en la
psiquis de sus audiencias. Valencia (2014) explica que Caracol TV, RCN TV,
Casa Editorial El Tiempo y Caracol Radio, son las principales empresas me-
diáticas con mayor acogida en el pueblo colombiano. El autor los califica de
monopolios, por sus grandes contratos publicitarios, así como también por su
incidencia para que el relato público sea homogéneo sobre el conflicto armado
y el proceso de paz con las FARC. Para Valencia (2014):
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Una paz ¿colombiana?, imaginarios políticos reforzados por los medios de comunicación
Creo que ni siquiera lo han pensado en su real magnitud porque los medios
vivimos de los afanes diarios. Profesionales especializados hay, pero es nece-
sario trazar planes. Los medios pueden jugar un papel muy importante. (Con-
sejo de Redacción, 2015, p. 11)
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Nathalia Bonilla Berríos
Es importante tener en cuenta que los periodistas, más allá de ser comunicado-
res, son ciudadanos del país y sus vidas han sido trastocadas por imaginarios que
han percibido del conflicto desde su infancia. Por ende, la labor de reconstrucción
de narrativas de memoria y reconciliación, que son vistas como parte esencial
de la cobertura posconflicto, es una tarea que los periodistas deberían reconocer
como propia porque “a partir de sus percepciones personales se construyen las
piezas periodísticas que se publican en los medios” (Tamayo y Vélez, 2007, p. 31).
A diferencia de los profesionales que trabajan en las urbes desde un escrito-
rio, son muy pocos los periodistas que cubren en las regiones donde se ha des-
envuelto principalmente el conflicto armado. La editora de la revista Cosmos,
Gloria Castrillón, enfatizó en este punto al reconocer, en su entrevista con el
Consejo de Redacción (2015), que los periodistas colombianos no fueron incisi-
vos con las negociaciones ni maximizaron la oportunidad de ver qué opinaba
la gente en las regiones sobre el proceso de paz. Según indicó, la labor de los
comunicadores en terreno era esencial porque
Los voceros están en La Habana, pero la realidad está cercana a los periodistas
de las regiones. Ellos son los que conocen las zonas de conflicto y son cercanos
a las comunidades que lo siguen viviendo, que lo sufren y padecen. Son esas
comunidades a las que en teoría les va a cambiar la realidad una vez se firmen
los acuerdos de paz. (Consejo de Redacción, 2015, p. 14)
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Una paz ¿colombiana?, imaginarios políticos reforzados por los medios de comunicación
[…] las imágenes son acompañadas por las voces desencajadas de los convo-
cantes a seguir la guerra, gritan, manotean, intimidan, anuncian muerte para
lograr otra victoria. Esta comunicación ideologizada en nada contribuye a per-
donar, cesar odios, desarmar mentes, abolir lenguajes de ofensa. (p. 55)
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Una paz ¿colombiana?, imaginarios políticos reforzados por los medios de comunicación
A este punto, se desconoce qué significa una paz colombiana. Los imaginarios
de la paz son los que imperan en los medios de comunicación, cuyo rol ha sido
reproducirlos sin mucha interpretación. Esto implica una tarea urgente a resol-
ver porque, a juicio de Candela (2015), los periodistas colombianos han pasado
de “ser informadores a pregoneros del espectáculo para la paz”. Esa delgada
línea entre la propaganda y el periodismo se ha hecho más difusa. Nótese que
“el periodismo no tiene como misión que se haga la paz ni que se prosiga la
guerra” (Basternier, 2015). El informe “Pistas para narrar la paz”, financiado
por la Fundación Konrad Adenauer, parte de esa aseveración al reiterar que
los medios de comunicación no deben ser militantes de la paz ni los periodistas
deben abogar por ella sino añadirla como un tema más en su agenda editorial.
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Reflexiones sobre el conflicto armado
en Colombia a partir del cine*
Martín Agudelo Ramírez**
Introducción
El extremo septentrional de Suramérica es un lugar pródigo. Un auténtico pa-
raíso, hasta el presente azotado por una plaga de muerte causada por el odio
y la indiferencia. La ciudad de Babel se alza entre los actores armados de un
conflicto singular, todos ellos perdidos en el horizonte, sin capacidad alguna
para justificar sus luchas.
El arte, ciertamente, es un instrumento importante para registrar esas hue-
llas infaustas que se hacen presentes en un espacio extraordinario como es el
suelo colombiano. En este contexto, el cine se constituye en una pieza valiosí-
sima para emprender una aproximación sobre la crudeza de un conflicto dan-
tesco. Son numerosos los proyectos fílmicos recientes que muestran la cruenta
realidad que ha irrumpido en Colombia; un país constantemente atormentado
por el olvido de sus habitantes y en los que aparecen comprometidos fuerza
pública, guerrilla y paramilitares en medio de una población civil que resulta
ser la gran damnificada.
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Reflexiones sobre el conflicto armado en Colombia a partir del cine
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Martín Agudelo Ramírez
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Reflexiones sobre el conflicto armado en Colombia a partir del cine
El papel de la víctima
En lo que concierne a la víctima, son notables los proyectos cinematográficos
emprendidos en los últimos años. Algunos de ellos han introducido, con acto-
res naturales, personajes inolvidables que ponen en evidencia su propio dolor.
Son varios los directores comprometidos que evalúan el conflicto colombiano
de manera crítica y profunda, destacando el papel de la víctima. El cine recono-
ce el sufrimiento de los hijos de una tierra que grita desde lo más profundo de
sus “entrañas”. Como ejemplos notables se destacan los recientes filmes Porfirio
(Alejandro Landes, 2011) y La Sirga (William Vega, 2012). Ambas películas, a
través de sus planos, interpelan dando cuenta del registro de la violencia en los
rostros y miradas de sus protagonistas.
Porfirio relata una historia real. La película muestra los momentos vividos
por una víctima del conflicto (Porfirio Ramírez Aldana) antes de tomar una
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Martín Agudelo Ramírez
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Reflexiones sobre el conflicto armado en Colombia a partir del cine
Yo sí que conozco la muerte. Lo que necesita uno en este país para enriquecerse
es montar un cementerio privado, hermano. Sobran los clientes como mi papá
y mi mamá […] los descuartizaron, los colgaron después allá frente a la casa.
[…] Dijeron primero que eran guerrilleros, después que no, que paracos, des-
pués que narcos, después que… que el ejército. Pero al fin de cuentas lo que
uno sabe es que están muertos, hermano, como yo. (Guerra, 2014)
En un país marcado durante tantos años por la desdicha, y en donde los vivos se
sienten “más muertos” que los propios “muertos”, como lo señala el silletero de
la película de Ciro Guerra, las víctimas tienen sus propias maneras de afrontar
su padecimiento. Pero la mirada de Mañe se cruza con la comprensión que tiene
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para un joven que, a partir de la película, carga con la misma maldición que
se cierne sobre el barrio en el que vivía. El final del filme es dramático. Ronald
muere. El paraíso anhelado en la Tierra ha sido sacrificado por la paranoia pro-
veniente de unas huestes de la muerte, sin que podamos justificar jamás lo que
pasó. La imagen de la mano del joven asesinado, cuando la abre y deja ver su
pequeña bicicleta con la bandera tricolor colombiana, es espeluznante.
Los niños
Los colores de la montaña (Carlos Arbeláez, 2010) es un texto fílmico excepcional
en cuanto a sus imágenes. Su fotografía tiene la fuerza suficiente para saber
retratar lo que es el miedo. La película muestra, de manera dramática, el cerco
que se cierne sobre unos rostros inocentes. Manuel, Julián y Poca Luz, unos
niños que viven en las montañas de Antioquia, son los protagonistas de esta
historia de desventuras. Los chicos aún no han sido desplazados por el accio-
nar violento de los grupos armados, pero la región ya ha sido acorralada por la
peste endémica de la violencia.
Cuando se hace una aproximación al conflicto armado desde el cine se en-
cuentra en la apuesta de Arbeláez un testimonio invaluable. Los niños de La Pra-
dera no entienden bien lo que está sucediendo en la zona. Día a día se reduce el
número de compañeros que asisten a la escuela, los adultos viven en zozobra
constante, los esfuerzos de la maestra por imponer colores de esperanza se es-
fuman; en últimas, hay un aire que enrarece el espacio en el que han habitado.
Entretanto, Manuel, Julián y Poca Luz juegan. Mantienen sus lazos de amistad a
través de sus experiencias lúdicas, y el balón será un motivo más para fortalecer
sus vínculos. Pero la pelota se pierde en un campo minado; los niños la quieren
recuperar y el alto nivel de tensión es inevitable para todos los espectadores que
se encuentran en sus butacas por primera vez visionando este espejo sobre el ho-
rror. Este es el registro sobre el conflicto interno que Arbeláez entrega, ilustrando
muy bien en qué consiste esa atmósfera amenazante que proviene de una violen-
cia aterradora que impondrá el desplazamiento. No puede esperarse otro final.
Solo hay dos alternativas: salir de la región o morir en ella.
El desasosiego se apodera de niños que son víctimas del conflicto armado.
Los colores de la montaña describen un antes del desplazamiento. Pero también
encontramos el testimonio del séptimo arte sobre las tragedias presentes en los
niños que han salido de sus regiones, con sus sueños ya arrebatados. La guerri-
lla tiene una cuota de responsabilidad enorme. Son cuantiosos los casos de re-
clutamientos forzados de niños en las filas de los grupos insurgentes, así como
los de muertes y lesiones de menores de edad en los campos minados. Películas
como Pequeñas voces (Jairo Carrillo, 2011) y Alias María (José Luis Rugeles, 2015)
muestran los efectos del daño causado en ese grupo vulnerable.
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Martín Agudelo Ramírez
Pequeñas voces es un filme animado que muestra las huellas del conflicto en
los menores desplazados. Es “una historia contada por los niños que viven la
guerra, dibujada por ellos […]” (Carrillo, 2011). Sus protagonistas son Marga-
rita, Pepito, John y Juanito. Todos explican sus trágicas experiencias y qué los
conduce a salir de una tierra en la que se sentían bien. Los niños terminan vi-
viendo en una ciudad que no les gusta y en la que se sienten bastante extraños.
Al niño se le prepara para matar. Se trata de una víctima obligada a consumar
actos de victimario; el niño es presionado a que se convierta en un instrumento
de terror. He aquí una de las manifestaciones más degradadas del conflicto
interno en Colombia. En la película de Jairo Carrillo uno de los niños expre-
sa que “cualquier hombre armado inspira terror”. Las tinieblas desplazan las
ilusiones y lo único que queda es la desesperanza. En Pequeñas voces los niños
enseñan sobre la necesidad de terminar con una larga pesadilla. Son las voces
de los niños las que interpelan, para igualmente decir “no más”. Ellos quieren
soñar, jugar y retornar a los sitios de donde fueron desalojados; escucharlos es
un paso obligado para que se abra camino a la reconciliación.
El reclutamiento infantil es igualmente abordado en Alias María. La película,
rodada en la zona del Magdalena Medio, describe la tragedia de una niña de
trece años que es reclutada en la guerrilla, involucrándose como una víctima
más del conflicto armado. María se encuentra en embarazo y pasa por un mo-
mento difícil en el que debe resolver si tiene al bebé. Mientras define su dilema
se le encomienda la tarea de llevar a un recién nacido hasta el sitio en el que se
encuentra un comandante guerrillero de la zona.
El cine sobre el reclutamiento de menores pone en evidencia una de las fa-
cetas más brutales del conflicto interno en Colombia. El séptimo arte enseña
sobre la injusticia de despojar a los niños de su inocencia, al cubrir su vida de la
crueldad. Hay un espejo que nos muestra cómo el ensueño infantil es suplido
definitivamente por el terror. El cine, de esta manera, visibiliza unos actos atro-
ces que, como lo confirman testimonios abundantes, no pueden considerarse
como casos de vinculaciones realizadas por voluntad propia.
Conclusión
El cine sobre el conflicto armado en Colombia ha mostrado el horror. Encontra-
mos un escenario que posibilita recordar y pensar. Los hedores de la violencia
son bastante desagradables, pero tenemos que aceptar nuestras responsabilida-
des. El conflicto no puede asumirse como si fuera algo extraño para cada uno
de nosotros. ¿En dónde hemos estado durante los distintos episodios de una
tragedia que enluta al pueblo? ¿Por qué hemos sido tan indiferentes? “Visitar”
el cine de los últimos quince años sobre el conflicto armado en Colombia es una
oportunidad valiosa para evaluar la degradación y la miseria causadas por las
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Reflexiones sobre el conflicto armado en Colombia a partir del cine
490
Martín Agudelo Ramírez
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491
Reflexiones sobre el conflicto armado en Colombia a partir del cine
Filmografía
Rodrigo D no futuro (Dir. Víctor Gaviria, 1990)
La vendedora de Rosas (Dir. Víctor Gaviria, 1998)
Primera noche (Dir. Luis Alberto Restrepo, 2003)
La Sombra del Caminante (Dir. Ciro Guerra, 2004)
Heridas (Dir. Roberto Flores Prieto, 2006)
La pasión de Gabriel (Dir. Luis Alberto Restrepo, 2009)
Retrato de un mar de mentiras (Dir. Carlos Gaviria, 2010)
La sociedad del semáforo (Dir. Rubén Mendoza, 2010)
Impunity (Dir. Hollman Morris y Juan José Lozano, 2011)
Los colores de la montaña (Dir. Carlos Arbeláez, 2011)
Silencio en el paraíso (Dir. Colbert García, 2011)
Postales Colombianas (Dir. Ricardo Coral Dorado, 2011)
Pequeñas Voces (Dir. Jairo Carrillo, 2011)
Todos tus muertos (Dir. Carlos Moreno, 2011)
Porfirio (Dir. Alejandro Landes, 2011)
La Sirga (Dir. William Vega, 2012)
El Páramo (Dir. Jaime Osorio Márquez, 2012)
No hubo tiempo para la tristeza (Centro Nacional de Memoria Histórica, 2013)
Allá, Desplazados en la gran ciudad (Dir. César Romero y Natalia Zapata, 2013)
Ruta natural (Dir. Andrés Huertas, 2014)
Conversación con Dios; un Regalo a Bojayá (Dir. María Cecilia Aponte, 2015)
Carta a una Sombra (Dir. Daniela Abad y Miguel Salazar, 2015)
Alias María (Dir. José Luis Rugeles, 2015)
492
¿Cómo nos estamos comunicando?
El reflejo de las interacciones
sociales en el humor memético
colombiano*
Irene del Mar Gónima Olaya**
Introducción
En un principio...
El presente capítulo surge de un deseo por explorar el humor político como
escenario de disputa de discursos, y prácticas socioculturales, que se tejen como
universos de “historia” e “identidad”. Sentado sobre bases metodológicas de la
memoria histórica, el trabajo se vale de conceptualizar la memoria como un es-
pacio para la construcción e interpretación narrativa de las interacciones sociales,
es decir, de las cotidianidades; a partir de esto se comprende que la creación de
historias es un cúmulo de procesos en los cuales se desarrollan, reproducen, de-
safían o controvierten estructuras de organización social, las cuales coordinan y
mantienen modelos de relación (Centro Nacional de Memoria Histórica, 2013).
* El presente capítulo es la síntesis del trabajo: “Había una vez un tonto tan torpe… Estrategias
de la narrativa cómico-humorística en la construcción de imagen de Álvaro Uribe Vélez duran-
te el cierre de los Acuerdos de Paz, dentro del diálogo ‘memético’”. Presentado para optar por
el título de Magíster en Estudios del Discurso: comunicación, sociedad y aprendizaje.
** Antropóloga egresada de la Universidad de los Andes (Bogotá, Colombia), Magíster en Es-
tudios del Discurso: comunicación, sociedad y aprendizaje de la Universitat Pompeu Fabra
(Barcelona, España).
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¿Cómo nos estamos comunicando? El reflejo de las interacciones sociales en el humor memético colombiano
reflect deep social and cultural structures. In many senses, Internet memes can
be treated as (post)modern folklore, in which shared norms and values are
constructed through cultural artifacts such as Photoshopped images or urban
legends (…) I define an internet meme as: (a) a group of digital items sharing
common characteristics of content, form, and/or stance, which (b) were crea-
ted with awareness of each other, and (c) were circulated, imitated and/or
transformed via the Internet by many users. (pp. 15;41)
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1 Recientemente este tema ha sido el objeto de varias investigaciones como las producidas por
Batrich (2014); Adegoju y Oyebode (2015); Huntington (2016); Piata (2016); Roos, Rivers (2017).
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¿Cómo nos estamos comunicando? El reflejo de las interacciones sociales en el humor memético colombiano
Figura 1.
a.
b. c.
Con esto en mente, Ruiz Collantes explora, dentro de la mecánica del humor,
dos tipos de sistematización de la información, en los cuales se movilizan di-
ferentes estados de valoración. El autor entiende que el planteamiento de co-
micidad o humorismo dentro de un texto, pueden presentarse como dado en
un nivel en el cual, aun cuan manufacturado, se entiende como propio de la
situación acontecida; o, como postura explicitada abiertamente por el enuncia-
dor. Entonces, por ejemplo, una imagen como la de la figura 1 puede ser pre-
sentada, dentro de un texto o como texto mismo, como risible, sin una intención
jocosa o sin su dilucidación; por otra parte, puede convertirse en un vehículo
para configurar la comicidad dentro de un texto explícitamente intencionado
a la burla, lo que permite la articulación simultánea de otros mensajes. En tal
caso la representación es tomada como broma en un nivel literal, que funciona
como marco de valoración para (toda) la información presentada; así, el autor
del comentario humorístico no necesariamente asume la responsabilidad de las
implicaturas que genera.
A partir de esto, y volviendo sobre el concepto del ‘meme’ como género,
es decir, como herramienta de agencia que posibilita la (re)creación constante
de una estructura comunicativa, en el presente trabajo se parte de entender
que los “memes”, como discurso dialéctico, constituyen un escenario, es decir,
una estructura en la cual el registro cómico-humorístico está pactado entre los
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Irene del Mar Gónima Olaya
participantes desde el explicitar del mismo. En otras palabras, en este caso los
“memes” actúan como una escenografía pragmática que, más allá de las dife-
rentes configuraciones semánticas que lleven las expresiones dadas, enmarcan
la información en un universo dentro del cual ‘el sentido del humor’ se declara
abiertamente como estrategia retórica que guía el diálogo.
Frente a la noción de acción, la definición, dentro de la propuesta de Ruiz
(1986), toma forma desde un modelo que sintetiza diferentes elementos de la
teoría de la acción con otros de la teoría de la narración; de esta manera, las accio-
nes se entienden como procesos de transformación de estados que se configuran
narrativamente, teniendo como base una intencionalidad marcada por el sujeto.
A partir de ello se genera un canon de acción dibujado de la siguiente manera:
[...] si [el sujeto] reclama para sí una determinada cara y posteriormente sus ac-
tos contradicen la imagen que ofreció de sí mismo, dicho sujeto sí puede pasar a
constituir un sujeto risible para los demás, y ello no porque no posea determina-
das virtudes o sea acreedor de determinados defectos, sino porque ha demostra-
do ser un sujeto tonto-torpe que no es capaz de adecuar sus acciones a los fines
presupuestos por su reclamación explícita de una cara determinada. (p. 551)
500
Irene del Mar Gónima Olaya
Dado que la recolección de las imágenes excedía por completo las dimensiones
del trabajo, se hizo una reevaluación para concentrar la mirada exclusivamente
en el último año de negociaciones, es decir 2016. Con ello en mente, se desa-
rrolló la búsqueda de imágenes en Facebook, herramienta elegida como medio
de exploración, debido a su carácter de red de interacción digital masiva. Lo
anterior sucedió en las siguientes etapas:
Primero
Dentro de la plataforma se realizó una revisión sistemática de las páginas y
grupos que se dedican, específicamente, a la movilización de expresiones coti-
dianas de humor político colombiano, de modo tal que la obtención del corpus
se centrara en ellas. Se tomó como base la representatividad de cada página,
la fluidez del movimiento interactivo y su alcance poblacional y se procedió
a hacer una selección de grupos en los que se pudiera recoger la información.
Tras el proceso de descarte quedan en foco tres páginas de humor político
gráfico colombiano: “Álvaro Uribe Vélez NO es el gran colombiano”, “Memes
Política Colombiana” y “La naranja castro chavista”.
501
¿Cómo nos estamos comunicando? El reflejo de las interacciones sociales en el humor memético colombiano
Segundo
Por medio de las tres páginas nombradas, y tomando en cuenta la periodiza-
ción establecida, se da una recolección general que permitió generar una trama
de 335 imágenes. Partiendo de allí se siguió acotando el corpus para enfocar
las imágenes presentadas por una sola página: “La naranja castro chavista”. La
decantación se dio gracias a que los contenidos de las expresiones recogidas en
ella tienen un trato más continuo, en comparación con las otras dos páginas,
de los sucesos acontecidos durante la campaña de oposición, realizada por el
partido del senador Álvaro Uribe Vélez, Centro Democrático.
Tercero
El total de imágenes rondaba una cifra aproximada a 127, así que el trabajo se
fue cerniendo, entonces, a interpretar, la producción gráfica de cinco meses,
desde julio a noviembre. Para tal propósito, en el análisis final se seleccionaron
cinco “memes” de cada mes, elegidos representativamente por la constancia de
temas y elementos reiterativos en cada caso.
…y ¡Acción!...
A lo largo de este apartado expondré tres de los elementos básicos hallados en
las construcciones discursivas del humor político digital colombiano durante
el segundo semestre de 2016. Para la ilustración que se busca me valdré de la
exposición de algunas de las imágenes estudiadas, con el ánimo de entender la
trama que da paso a la(s) interpretación(es) que presentan los textos; es decir,
de leer y comprender la forma en que se narran la(s) historia(s).
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Irene del Mar Gónima Olaya
¿A qué me refiero con esto? Vamos por pasos. El primero es revisar cómo y
cuál es el tipo de acción que se construye del senador dentro de los “memes”.
Allí se encuentra radicada la primera de las características fundamentales
que buscamos escudriñar sobre el planteamiento humorístico que hacen las
imágenes: la conceptualización de la “lógica uribista”. El fenómeno es el si-
guiente: para configurar a Uribe como sujeto risible, las expresiones humorís-
ticas parten de un trabajo intertextual que remite a la lógica de su campaña de
oposición para proyectarla dentro de una cadena de valoración lógica disímil
—y en cierta medida inversa—, presentándole, con ello, como un tonto.
Es decir, lo que nos encontramos dentro de las imágenes es que el accionar del
expresidente (en el espacio temporal de la actualidad inmediata) es proyectado
dentro de un modelo canónico narrativo, al que llamaremos ‘paz’, en el que la
consecución de ‘la paz’ se halla como objetivo último. Ahora bien, ‘la paz’ dentro
de este esquema narrativo, es equiparada a, es decir cobra significado desde la re-
solución exitosa de los diálogos entre las FARC y el Gobierno Nacional; cuestión
que se define no solo por la firma de los acuerdos de paz, sino por su refrenda-
ción constitucional. De esta manera, la cadena lógico-narrativa que guía la con-
secución del objetivo (es decir, que establece el camino de la acción) implica los
anteriores pasos de validación. Así pues, la ruptura de cualquiera de estos pasos
representa en este esquema el fracaso de ‘la misión’. Todo esto acontece, mientras
que el senador y su partido persiguen una lógica de acción diferente, en la que
la consecución de ‘la paz’ conlleva otros sentidos al cobrar significado desde la
conceptualización de ‘paz sin impunidad’ (Uribe, 2016). Esta situación propicia
un camino de oposición a los acuerdos por cuanto ‘la paz’ se vería invalidada
dentro de su esquema de acción por los términos pactados.
Figura 2.
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¿Cómo nos estamos comunicando? El reflejo de las interacciones sociales en el humor memético colombiano
Figura 3.
Frente a ‘su’ discurso, entonces, el senador que pide y aboga por la paz, no
elige ‘correctamente’ las pautas de su acción para la consecución del objetivo.
Percibimos así la conjetura que esto supone como cuestionamiento alrededor
del actuar del representante político: ¿invalidación de los acuerdos, y enfren-
tamiento armado como métodos para la consecución de ‘la paz’? Se exhibe la
evaluación de medios propuestos por el senador, frente a la finalidad que tiene
‘paz’ como esquema narrativo.
Desde esta proposición de Uribe como sujeto tonto, por medio de la contra-
posición entre el esquema ‘paz’ y aquel de ‘paz sin impunidad’, las imágenes
gestionan una cadena de asociaciones que se concentran en la manufactura y el
manejo de su ‘cara’ para crear implicaturas que apuntan a vincularlo y a leerlo
bajo un nuevo marco de referencia.
Esto quiere decir que asumir a Uribe Vélez bajo la figura del representan-
te político equivale también a leerlo ‘identitariamente’ a partir de una carrera
profesional que lleva construyendo desde hace más de tres décadas. Tal locali-
zación conduce a situarlo bajo unos presupuestos de experiencia, que cargados
con el aval de estudios académicos suponen un manejo de la administración
pública con cierto grado de inteligencia. Esta relación lógica, que es uno de los
componentes del canon de acción socialmente considerado dentro de la figura
del representante político democrático, da paso, a la hora de insertarse dentro
de la contraposición narrativa ya demarcada, para la construcción de una ‘cara’
de Uribe Vélez radicalmente opuesta. Entender a Uribe como un sujeto que no
puede ser un ‘tonto’ (dentro de las condiciones lógicas propias que requiere la
ubicación sociopolítica en la que se posiciona), permite que los manufactureros
de los mensajes reclamen para él una ‘cara’ diferente a aquella que propone el
dirigente político dentro de su discurso de posicionamiento identitario. De esta
manera se da paso a la representación de “Uribe actor activo —valga la redun-
dancia— del conflicto armado colombiano”.
Figura 4.
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¿Cómo nos estamos comunicando? El reflejo de las interacciones sociales en el humor memético colombiano
Con este reclamo se hace presente otro entramado de relaciones que comple-
mentan la representación de Uribe como sujeto ‘al margen de la ley’, pues se
sustenta que no solamente se le lee así porque actúa inscrito en los parámetros
de un ‘para-estado’ (o sea como actor del conflicto armado), sino también, en
cuanto tima o engaña a la población civil mediante la construcción de una ‘fa-
chada’, ‘cara’, con la que pretende ocultar y evitar la responsabilidad de asumir
el accionar que lleva en marcha. Esta construcción de Uribe como sujeto ‘cri-
minal’, al margen de la ley, es nuevamente el desenvolvimiento de su ser como
sujeto risible.
Figura 5.
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Figura 6.
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¿Cómo nos estamos comunicando? El reflejo de las interacciones sociales en el humor memético colombiano
Figura 7.
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Figura 8.
Así pues, los “memes” arman una narrativa desde la que (re)crean a Uribe
Vélez como un timador, manufacturándolo en resonancia con las presuposi-
ciones de las prácticas discursivas de persuasión religiosa. De esta forma, lo
montan desde una percepción de ‘riesgo’, en la que se le expone como un ser
con potencial para infligir daño, dado que, como estafador, no solamente tiene
la cualidad de construir una(s) “cara(s)” socialmente aceptada que posibilite el
encubrimiento de acciones no necesariamente vigentes dentro de los cánones
de legitimación social; sino que, además, puede persuadir, y movilizar a otros
bajo un actuar que supone un “peligro” para esos cánones de legitimación.
Bajo esta misma narrativa, tomando provecho de la representación construida
por la artista payanesa, se le establece como sujeto risible desde la torpeza que
conlleva, descuidadamente, poner en evidencia el mecanismo de su acción, de-
rribando con ello su ‘cara’ o imagen pública. Las expresiones gráficas remiten
al cuadro, y a la campaña, señalándolos como elementos que evidencian la otra
‘cara’ de Uribe; elaborando estos elementos como falencia en la construcción de
su imagen pública, y revelándolo como un sujeto ‘torpe’ que demuestra ser, en
vez de político, estafador, amenaza, actor del conflicto armado, etc.
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¿Cómo nos estamos comunicando? El reflejo de las interacciones sociales en el humor memético colombiano
3 Agencia social desde el reconocimiento de los sujetos como existencias insertas en un haz de
relaciones sociales, que implican ciertos modelos de acción, y que están en permanente inter-
acción.
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Dentro de las expresiones en las que hallamos a Uribe como niño, hay una
característica preponderante, en relación precisamente con su desarrollo como
agente social, la cual vale la pena rescatar. El senador es ubicado sobre el per-
sonaje del niño ‘malcriado’, que es consentido, rebelde, descontrolado; aparece
como una figura que se opone y desafía la autoridad desde una posición de
capricho, y encuadra su actuar con cierta condescendencia como una queja o
‘berrinche’ sin fundamentos. Con ello se articula, de cierta manera, una ‘anula-
ción’ de su participación dentro de la interacción; en tanto, como es explicitado
en la figura 9, su intervención es interpretada, si a mucho, como risible, pero,
más allá de eso, como irrelevante. En su caracterización como niño, Uribe Vé-
lez es retratado, entonces, como un sujeto descontrolado, bajo una orientación
cuestionable; el cual, no tiene cabida en la discusión como un interlocutor vá-
lido, puesto que su participación se convierte en un reclamo sin fundamentos,
que está dado para llamar la atención y causar una movilización de esquemas a
su favor. Desde ello esta figura se le relega como actor civil, y se le desautoriza
como autoridad gubernamental.
Figura 9.
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Figura 10.
Figura 11.
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Nos movemos bajo discursos que divergen en los sentidos —entiéndase por
sentido, de aquí en más, tanto el significado de un referente, como el curso de
una acción—. Aun cuando usamos referentes comunes que asumimos como ho-
mogéneos, sintiéndolos como unánimes. El humor, entonces, más que una rein-
terpretación de, en este caso tomándolo de ejemplo, la campaña de oposición, o
la figura del senador, es el explicitar de una de las dimensiones discursivas bajo
las que se mueve cognitivamente cierta parte de la población, que no es, como
absoluto, hegemónica, pero tampoco marginal. Con ella, y desde ella, interpre-
tar lo que viene representado el ‘otro’ cae, por supuesto, en un contrasentido;
puesto que se espera que tal ‘otro’, se mueva en el mismo sentido que el ‘uno’.
Ahora bien, en muchos espacios de la cotidianidad estamos acostumbrados so-
cialmente a acordar ciertos entendimientos que nos permiten interactuar; ello
no significa que nos movamos en un mismo sentido. No lo hacemos, porque ni
siquiera nosotros, como sujetos individuales o entidad colectiva, nos movemos
en un mismo solo sentido; nos hallamos en la multiplicidad.
Pienso que nos movemos dentro de ciertos universos semánticos, desde los
que generamos diferentes cadenas de significación que guían y dan sentido a
nuestras acciones; estas cadenas, sin embargo, no considero son absolutamente
unísonas, tampoco lo creo lineales, y en ningún momento unidimensionales.
Considero que nuestro actuar se enmarca en diferentes esferas de significado
que discurren paralelas en el tiempo e interconectadas espacialmente, y a partir
de allí nos movilizamos entre diferentes eventos, fenómenos, y circunstancias,
que se yuxtaponen, se contraponen, y bajo determinados marcos se oponen, sin
por ello perder la lógica que llevan, o anularse. Parece que usamos, asumirnos
y entendernos en un solo plano, aun cuando en la praxis diaria estamos nego-
ciando constantemente entre varios; a partir de prácticas que sabemos y desa-
rrollamos de cierto modo, e imaginarios o ‘ideales’ que, a pesar de entender
como tal y no hallarlos concretos en la práctica, vivimos y concretamos como
realidades en otros planos.
Ejemplo de ello es la noción del estado como sistema, y los imaginarios que
de ahí se desprenden. Sabemos por certeza propia, de experiencia rutinaria,
que las imágenes más abstractas de ‘El Estado’, como ‘Sistema’, no suceden en
la práctica en tanto el Estado como sistema en la práctica implica cotidianida-
des subjetivas con sentidos diversos. Y, sin embargo, vivimos la representación
del Estado como sistema en ciertos planos ‘ideales’, en los que todavía espera-
mos que el curso de acción de ciertas cosas, de otros planos más prácticos, sea el
de ‘esa realidad’. Entonces caemos constantemente en sorpresas que no son del
todo sorpresas, cuando nos hallamos ante situaciones que nos develan el estado
en su cotidianidad: como la corrupción en el aparato político que lo maneja, o
el uso de la violencia y la agresión como método de control; y otros dilemas
que hallamos diariamente en todas las primeras planas. Situaciones a las que
estamos habituados al saberlas como ‘realidad práctica’ del ‘imaginario’, pero
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Referencias
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2015 presidential election online campaign discourse. Discourse Studies,
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guerra y dignidad. Bogotá: Imprenta Nacional.
Centro Nacional de Memoria Histórica. (2013). Recordar y narrar el conflicto. Bogo-
tá: Centro Nacional de Memoria Histórica; University of British Columbia.
Dawkins, R. (2004). El Gen egoísta: las bases biológicas de nuestra conducta (10a ed.).
Barcelona: Salvat.
Geertz, C. (1973). La interpretación de las culturas. Barcelona: Editorial Gedisa, S.A.
Goffman, E. (1973). Ritual de la interacción. Buenos Aires: Tiempo Contemporáneo.
Piata, A. (2016). When metaphor becomes a joke: Metaphor journeys from
political ads to internet memes. Journal of Pragmatics, 106, 39-56.
Ruiz Collantes, X. (1986). La imagen para reír: semiótica del humorismo y la comici-
dad en la imagineria periodística. Tesis doctoral inédita. Universitat Autóno-
ma de Barcelona, Barcelona, España.
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Quinta parte
Introducción
Este capítulo analiza, en primer lugar, las cuatro etapas en las que se han
dado diferentes grados de alineación entre las amenazas a la seguridad
identificadas por Estados Unidos y el abordaje que el Estado colombiano ha
dado a problemáticas internas como el conflicto armado, los grupos armados
ilegales (GAI) y el narcotráfico. Esta conexión se ha configurado como eje de las
interacciones entre los dos países y ha propiciado la existencia de un debate sobre
las relaciones Colombia – Estados Unidos entre dos corrientes principales: una,
en la que las interacciones entre los dos países son entendidas desde la condición
de sumisión y dependencia de Colombia; y otra, que entiende la relación entre
los dos países como una de subordinación pragmática por parte de Colombia.
En segundo lugar, se analiza cómo paralelamente, tanto la Guerra Fría como el
*
Ph.D en Relaciones Internacionales y Globalización. Abogado. Docente investigador de tiempo
completo y director del Grupo de Investigación en Política y Relaciones Internacionales de la
Universidad de La Salle. Correo electrónico: hfguerrero@unisalle.edu.co.
**
Profesional en Negocios y Relaciones Internacionales de la Universidad de La Salle. Ha par-
ticipado en diferentes eventos académicos, en los que ha discutido temáticas relativas a las
relaciones entre Colombia y Estados Unidos y el manejo del conflicto armado.
***
Profesional en Negocios y Relaciones Internacionales de la Universidad de La Salle. Ha par-
ticipado en diferentes eventos académicos, en los que ha abordado temáticas relativas a las
relaciones entre Colombia y Estados Unidos y el manejo del conflicto armado.
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esa misma línea, autores como Tickner (2007), Guerrero (2011) y Borda (2012),
plantean que los gobiernos de Andrés Pastrana y Álvaro Uribe en particular
buscaron crear una imagen de Colombia como “país problema” frente a Es-
tados Unidos, con el objetivo de que ese país decidiera intervenir con recur-
sos y asistencia técnica en lo que esas administraciones consideraban como
prioritario. Los autores sostienen que el manejo que se le dio a la intervención
estadounidense profundizó la asimetría de la alineación y creó dinámicas de
subordinación cada vez más fuertes.
Pese a las divergencias expuestas, existen consensos en esta discusión. Los
autores abordados hasta el momento — y otros, como Duarte y Ostos (2005),
Pastrana (2011)— concuerdan, en identificar la pérdida de Panamá en 1903 con
el apoyo de Estados Unidos como un hito determinante. Para los autores, a
partir de allí, la asociación con ese país fue concebida por las élites colombianas
como el mecanismo principal para la obtención de sus objetivos. Asimismo, la
mayoría de los estudios revisados coinciden en identificar al PC como punto
máximo de alineación entre las problemáticas internas de Colombia y los inte-
reses estadounidenses. Los autores también dan cuenta del protagonismo de
la seguridad —en particular del narcotráfico y los GAI—, y, en menor medida
del comercio y la liberalización económica en la agenda de las relaciones entre
Colombia y Estados Unidos.
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grupo de interés político”. Por otro lado, personajes representativos del neocon-
servadurismo como Kristol (1995) lo describen como un modo de “persuasión”,
mientras que Ryan (2010) y Stelzer (2004) afirman que académicos neoconserva-
dores como Muravchik y Podhoretz lo definen como una forma de “sensibilidad”
o “tendencia”. Este capítulo tomará en cuenta la definición de tendencia presen-
tada por Podhoretz, que ha sido aceptada, tanto por académicos propios de la
tendencia como por periodistas y académicos críticos de la misma (Boot, 2004;
Drolet, 2010; Friedman, 2006; Homolar-Riechmann, 2009; Vaïsse, 2010a).
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1 De acuerdo con Vaïsse (2010b) el grupo de neoconservadores que caracterizó esta segunda
etapa o etapa intermedia estuvo compuesto por Pat Moynihan, Norman Podhoretz, Paul
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Wolfowitz, Charles Horner, Douglas Feith, Midge Decter, Nathan Glazer, Richard Perle, Jeane
Kirkpatrick, Eugene Rostow, Ben Wattenberg, Joshua Muravchik, Elliott Abrams y otros.
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2 De acuerdo con cifras de Russell Ramsey (1981) citadas por Alfredo Molano en su colaboración
al informe de la CHCAV, para 1953 la cifra de guerrilleros armados podía oscilar entre los
40.000 y 55.000, mientras la Fuerza Pública no contaba con más de 25.000 hombres.
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Por el contrario, Estados Unidos tenía un papel central en las estrategias de los
distintos gobiernos colombianos para enfrentar a los GAI. Varios de ellos, a lo
largo de esta etapa de la lucha contra el comunismo, se inscribieron activamen-
te en los mecanismos, idearios y políticas de seguridad estadounidenses con el
fin de involucrar a Estados Unidos en el combate a las guerrillas.
No obstante —afirma (Guerrero, 2011)—, durante los Gobiernos de Belisario
Betancur (1982-1986) y Virgilio Barco (1986-1990) se dieron los primeros inten-
tos por una salida negociada del conflicto. Esto representó un viraje frente a
la perspectiva militarista predominante en la lógica de la Guerra Fría y de las
políticas de seguridad estadounidenses.
Sin embargo, el fracaso de los acercamientos de Betancourt a una salida
negociada de la confrontación con los grupos guerrilleros —como lo señala
Guerrero (2011)— generó un escalamiento de la violencia y detonó el involu-
cramiento de otros actores en el conflicto. Ello, sumado a cambios en el sistema
internacional y en las prioridades de la política exterior estadounidense, dio
paso al segundo momento de la conexión entre las relaciones Colombia – Esta-
dos Unidos y el abordaje del conflicto armado: la narcotización.
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Estados Unidos a Irak. Por otra parte, pese a una negativa inicial, los condicio-
namientos a la liberación de los fondos planteados por Washington llevaron al
Gobierno colombiano a conceder inmunidad ante la Corte Penal Internacional a
los militares estadounidenses en Colombia (Bernal, 2015; Borda, 2012; Duarte y
Ostos, 2005). Adicionalmente, Castellanos (2014) muestra que, en términos dis-
cursivos, la estrategia llegó al punto de establecer un paralelo entre los grupos
armados en Colombia —en especial de las FARC— y Al Qaeda.
Para Rojas (2015), lo anterior obedeció a la intención de consolidar la imagen
de Colombia como un aliado incondicional de Washington para asegurar la
prolongación del PC y el sostenimiento de la política de Seguridad Democráti-
ca. Duarte y Ostos (2005) afirman que la percepción de debilitamiento militar
y político real de las FARC y el ELN gracias a las acciones ofensivas del Go-
bierno, que —a su vez— estaba relacionada con la profundización de la alinea-
ción de Colombia a los intereses de Estados Unidos y la Política de Seguridad
Democrática, recogió apoyo popular. La capitalización que hizo Uribe de ese
apoyo derivó en la ignorancia consciente en términos de violaciones a los de-
rechos humanos y, política exterior, del aislamiento de Colombia en la región,
incluyendo puntos críticos en las relaciones con Venezuela y Ecuador (Ardila
y Amado, 2009).
Paralelamente, la intensificación del PC permite observar la transición defi-
nitiva del neoconservadurismo a los asuntos de la política exterior de Estados
Unidos, a través del rol representado por George W. Bush como la personifi-
cación parcial de las ideas neoconservadoras y de la influencia de los discur-
sos y posturas de personajes como Paul Wolfowitz y Elliott Abrams frente al
desarrollo del PC en esta etapa. En ese sentido, Tokatlian (2004) resalta que
tanto Donald Rumsfeld (Secretario de Defensa) como Paul Wolfowitz (Subse-
cretario de Defensa) mantuvieron una visión sobre Colombia en la que primaba
el ejercicio militar en vez de una salida diplomática, dada la desconfianza que
generó el fortalecimiento de las FARC durante los diálogos con el Gobierno de
Pastrana y el escalonamiento de la violencia después del fracaso de estos. Si
bien Rumsfeld, Wolfowitz y Abrams coincidían en lo imperativo del abordaje
militar, Abrams consideraba que la forma cómo se estaba abordando la lucha
contra las drogas era insuficiente para reafirmar debidamente los principios y
las políticas estadounidenses.
Adicionalmente, la presencia de las ideas neoconservadoras en la etapa de
intensificación del PC fue visible a través de diversas publicaciones encontradas
en prensa. Es importante rescatar que si bien el PC no se planteaba como un
tema prioritario en el obituario periodístico neoconservador3, autores como
3 Commentary¸ por ejemplo, dedicó la mayor parte de sus publicaciones a tratar los temas en
Medio Oriente
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Conclusiones
Este capítulo pudo analizar la compleja yuxtaposición de dos procesos para-
lelos. En primer lugar, se lograron identificar el proceso y los canales a través
de los cuales se dio la influencia progresiva del neoconservadurismo en la po-
lítica exterior estadounidense. Al observar la transformación de la tendencia
neoconservadora de enfocarse en asuntos morales y domésticos a asuntos de
política exterior y seguridad, su transición del Partido Demócrata al Partido
Republicano y su subsecuente división entre pragmáticos y radicales, este texto
logró exponer que, si bien los gobiernos de Ronald Reagan y George W. Bush
no fueron plenamente neoconservadores, sí lograron visibilizar el ascenso de
la influencia del neoconservadurismo en la política exterior estadounidense.
En el caso de Reagan, esta influencia se evidenció a través de la alineación de
intereses con la participación de Paul Wolfowitz, Pat Moynihan y Elliot Abrams
en distintas recomendaciones adoptadas dentro de las estrategias de política
exterior. En el caso de George W. Bush, el ascenso del pensamiento neocon-
servador fue visible de tres formas: (1) a través de la influencia directa de Paul
Wolfowitz, Elliot Abrams, Douglas Feith y Lewis Libby en la formulación mis-
ma de la política exterior del país; (2) con la participación de think tanks, como
el AEI y el PNAC, como asesores del gobierno Bush; y (3) por medio de la
formulación de la ESN, un instrumento que definió el comportamiento de Esta-
dos Unidos en el escenario internacional,. Adicionalmente, se logró establecer
que, además de la influencia en la formulación de política y los think tanks, el
neoconservadurismo también influenció la política exterior estadounidense a
través de la prensa (The Public Interest, Commentary y The Weekly Standard).
De hecho, como se observó al final de la segunda sección, fue primordial-
mente a través de la prensa que el neoconservadurismo hizo visibles sus críticas
frente a la política exterior de la administración Obama en un momento en el que
su influencia directa estuvo limitada, principalmente, como consecuencia de la
invasión a Irak. En el caso del Gobierno de Donald Trump, aunque existen voces
encontradas dentro del neoconservadurismo frente a su política exterior y sobre
el grado de influencia que esa tendencia ha tenido en el primer año de su ad-
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Hugo Fernando Guerrero Sierra • Camila Andrea Fúquene Lozano • Federico Lozano Navarrete
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De Plan Colombia a Paz Colombia: el abordaje al conflicto armado desde la subordinación selectiva en las
relaciones Colombia – EEUU y el neoconservadurismo en la política exterior estadounidense
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De Plan Colombia a Paz Colombia: el abordaje al conflicto armado desde la subordinación selectiva en las
relaciones Colombia – EEUU y el neoconservadurismo en la política exterior estadounidense
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La triple frontera entre Colombia,
Brasil y Perú. Una mirada en torno
al posacuerdo desde la seguridad
ambiental
María Eugenia Vega*
Hadrien Lafosse**
Introducción
La discusión acerca de lo que representa la región amazónica en los niveles glo-
bal, subregional y local es uno de los temas que ha acaparado el debate público
en el tiempo reciente. Pero en términos prácticos esto no ha trascendido de una
actitud meramente declamativa y retórica. En todo caso, no puede decirse lo
mismo respecto de las comunidades locales, las organizaciones de la sociedad
civil y por supuesto la academia, quienes llevan décadas denunciando la grave-
dad de la ausencia de políticas por parte de los Estados involucrados.
*
Politóloga de la Universidad de Buenos Aires. MSc en Defensa Nacional, Escuela de Defensa
de la República Argentina. Doctoranda en Ciencias Sociales Universidad de Buenos Aires. Do-
cente de la Universidad de Buenos Aires, profesora visitante e investigadora en la Maestría en
Ciencia Política de la Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela. Actualmente profesora
investigadora de tiempo completo del Programa de Negocios y Relaciones Internacionales,
Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Universidad de La Salle, Bogotá: Integrante del
grupo de investigación Economía y Desarrollo Humano de la Universidad de La Salle. Correo
electrónico: maeuvega@unisalle.edu.co.
**
Pregrado en Comercio Internacional, Lycée marcelin Berthelot, Saint Maur, Francia. MSc en
Administración de Empresas, NEOMA Business School, Reims, Francia. Profesor investigador
de tiempo completo del Programa de Finanzas y Comercio Internacional, Facultad de Ciencias
Económicas y Sociales, Universidad de La Salle, Bogotá. Integrante del grupo de investigación
Economía y Desarrollo Humano de la Universidad de La Salle. Correo electrónico: hlafosse@
unisalle.edu.co.
547
La triple frontera entre Colombia, Brasil y Perú. Una mirada en torno al posacuerdo desde la seguridad ambiental
1 Entre las investigaciones sobre el tema destaca el trabajo de Veyrunes (2008), quien toma la
región amazónica en su conjunto desde la seguridad ambiental e indaga sobre cómo los dife-
rentes actores perciben las amenazas puntuales.
548
María Eugenia Vega • Hadrien Lafosse
2 Para ampliar sobre este particular se recomienda consultar Vega y Lafosse (2016).
3 Por ejemplo, es importante destacar que si bien la protección de esta región en términos am-
bientales y otros también se encuentra bajo la órbita del Tratado de Cooperación Amazónica
y por ende, la organización que se encarga de velar por su cumplimiento (Organización del
Tratado de Cooperación Amazónica —OTCA—), no serán objetos de análisis en este capítulo.
4 Desde una concepción preventiva de la seguridad, en su versión cooperativa busca establecer
relaciones colaborativas en lugar de confrontacionales entre los Estados, suponiendo que los
objetivos de seguridad son identificados como comunes y compartidos. Dentro de este esque-
ma, las medidas de confianza mutua —Confidence and security building measures— constituyen
el paso principal, son un tema central de la diplomacia preventiva, y su desarrollo posibilita
acciones que generan mecanismos de prevención de conflictos, en tanto contribuyen de manera
efectiva a la transparencia y a hacer predictibles los comportamientos. (Vega, 2008, p. 83)
549
La triple frontera entre Colombia, Brasil y Perú. Una mirada en torno al posacuerdo desde la seguridad ambiental
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María Eugenia Vega • Hadrien Lafosse
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La triple frontera entre Colombia, Brasil y Perú. Una mirada en torno al posacuerdo desde la seguridad ambiental
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María Eugenia Vega • Hadrien Lafosse
553
La triple frontera entre Colombia, Brasil y Perú. Una mirada en torno al posacuerdo desde la seguridad ambiental
5 Si bien Trapecio amazónico refiere estrictamente a la porción de territorio colombiano entre los
ríos Putumayo y Amazonas –debido a su forma aproximada a esta figura–, aquí se lo utilizará
en general considerando al sur del Trapecio amazónico colombiano y al área fronteriza colin-
dante que incluye las poblaciones de Leticia (Colombia), Tabatinga (Brasil) y la peruana de
Santa Rosa.
554
María Eugenia Vega • Hadrien Lafosse
ambiente, pero también aquellas actividades consideradas legales, como las ex-
tractivas o la agricultura extensiva que generan graves repercusiones, y que
sin dudas arrastran hacia conflictos socioambientales (Rezente y Tafner, 2005,
citado en Veyrunes, 2008).
Nuevamente puede observarse cómo se manifiestan aquí, de forma interre-
lacionada, las mencionadas ut supra cinco dimensiones de la seguridad, que
deja en descubierto no solo lo arbitrario de esta clasificación —obviamente váli-
da con el fin de ordenar una realidad compleja— sino sobre todo, los problemas
de tratamiento conceptual de las actuales dinámicas de seguridad. No obstante,
y en pos de precisar este trabajo, se entiende aquí que los elementos con con-
secuencias directas sobre la seguridad ambiental en la zona son la internacio-
nalización del conflicto colombiano y la ausencia de los respectivos Estados en
grandes extensiones de territorio. Efectivamente, la zona se caracteriza por una
fuerte presión del conflicto armado, donde la guerrilla de las FARC controla
las economías ilegales como el negocio de los cultivos ilícitos y el del coltán,
además que tradicionalmente sus acciones armadas han afectado la de por sí
deficiente infraestructura vial, de comunicaciones, eléctrica, petrolera y minera
(Escobar, 2013).
Resultan innegables, entonces, los impactos ambientales de todas estas ac-
tividades y de aquí vuelve a manifestarse el interés por asumir la perspectiva
de la seguridad ambiental, ya que gran parte de las consecuencias devienen del
narcotráfico. Efectivamente, engendran la destrucción del bosque tropical, la
agricultura y la contaminación de las cuencas hídricas dado el uso de químicos
de alta toxicidad que erosiona el suelo y pérdida de nichos ecológicos, del po-
tencial genético y de la cobertura vegetal. Lo mismo resulta como consecuencia
de las políticas de fumigación de las hojas de coca por parte del Estado colom-
biano. Todo esto “[...] contribuye a alterar el régimen de lluvias, el clima local y
aumentar las emisiones de gas carbónico” (Veyrunes, 2008, pp. 18-19).
El conflicto colombiano pone de manifiesto la manera en que los vecinos se
ven afectados directamente, desde múltiples factores, sea por los movimientos
migratorios o por las conexiones que el narcotráfico y la guerrilla sostienen con
el crimen organizado, las fuerzas de seguridad y las militares. Evidentemente,
de aquí surgen discusiones que no pueden agotarse en este espacio, aunque
vale la pena adelantar que algunos de estos aspectos serán sometidos a especu-
lación a medida que avanza esta investigación.
En definitiva, la región bajo estudio muestra cómo las amenazas a la se-
guridad ambiental se dan a partir de la confluencia entre relaciones sociales
conflictivas representadas por la historia más la aparición de nuevos actores de
los conflictos enmarcados en la dinámica de la globalización (Espitia, 2007, p. 78).
La ausencia del Estado en los tres casos resulta de un sistema de seguridad en
555
La triple frontera entre Colombia, Brasil y Perú. Una mirada en torno al posacuerdo desde la seguridad ambiental
crisis que posibilita el surgimiento de zonas grises, ya que hay vacíos de esta-
tidad. Es decir, la triple frontera manifiesta la relevancia “[...] de manejar una
agenda interméstica, teniendo en cuenta la vulnerabilidad de la soberanía de
los Estados, tanto interna como interdependiente, en un contexto de alta inter-
dependencia y globalización” (Sampó, 2003, p. 105).
556
María Eugenia Vega • Hadrien Lafosse
año 2005 hace explícito el refuerzo de las capacidades militares en esta zona
al prever que las amenazas y conflictos podrían presentarse ante la ambición
de otros Estados sobre sus recursos naturales. Así, a la par de que en los años
noventa se desactivaron las hipótesis de conflicto con los países vecinos en
el sentido clásico, el Amazonas incrementó su relevancia desde el punto de
vista de la defensa para Brasil, volcándose por ejemplo hacia el control de los
pasos fronterizos. De hecho, como expresa Sampó (citando a Cavagnari Filho,
2003), para ese entonces “[...] el intento de regionalización de la guerra en
Colombia despertó el interés del gobierno brasileño en la seguridad y defensa
militar del Amazonas” (p. 104). Su faixa de fronteira6 con respecto a Colombia
está directamente relacionada con el conflicto armado, que según el Ejecutivo
brasileño, es de donde proviene la principal amenaza externa de este país
(Moreira, 2009, p. 17 citado por Zárate, 2015, p. 89). Además, específicamente
en esta franja, Brasil da prioridad “al desarrollo sustentable, a la integración
nacional y a la cooperación con los países fronterizos en los aspectos relativos
a la seguridad y al combate a los ilícitos transnacionales” (Libro Blanco de
Defensa Nacional, 2016, p. 19)
De esta manera, perfectamente puede inferirse que para poder garantizar
el valor estratégico de esta eco región, ante todo debe evitarse que sus ve-
cinos —sobre todo Colombia—, permitan que sus amenazas internas gene-
ren un efecto de desborde, de forma que su política de defensa y seguridad
contempla la cooperación y la necesidad de integrar acciones con el resto de
los países que la componen (Rodríguez, 2008-2009). Ya la Política de Defen-
sa Nacional del año 2005 sostenía que “Para contraponerse a las amenazas
en la Amazonía, es imprescindible ejecutar una serie de acciones estratégicas
orientadas para el fortalecimiento de la presencia militar, efectiva acción del
Estado en el desarrollo socioeconómico y ampliación de la cooperación con
los países vecinos, visando a la defensa de las riquezas naturales y del medio
ambiente” (p. 13).
La agenda de seguridad de Brasil ha sido paulatinamente replanteada, es-
tableciendo prioridades que responden a la necesidad de crear un poder de
disuasión real para defender la zona y sus intereses. Para tal efecto contempla
como temas principales “la defensa de la soberanía sobre el área amazónica, la
protección de la biodiversidad y la cuestión del tráfico de drogas proveniente
de Colombia” (Del Sar, 2009, s/p). El mismo organismo público es taxativo en
este sentido:
6 De acuerdo con la Constitución Federal (artículo 20 inc. 29), “la faja de hasta ciento cincuenta
quilómetros de ancho, a lo largo de las fronteras terrestres, designada como franja de frontera,
se considera fundamental para la defensa del territorio nacional, y su ocupación y utilización
serán regladas por ley.”
557
La triple frontera entre Colombia, Brasil y Perú. Una mirada en torno al posacuerdo desde la seguridad ambiental
[...] uno de los focos de mayor interés de la defensa. Lo que se denomina Pan-
Amazonia, que equivale a la totalidad de Amazonia en América del Sur, tiene,
en números aproximados, el 40 % del área sudamericana y detiene un 20 % de
la disponibilidad mundial de agua dulce. La mayor parcela de extensión ama-
zónica pertenece a Brasil, alrededor del 70 %. Brasil afirma su incondicional
soberanía sobre la Amazonia brasileña, que tiene más de 4 millones de km2,
alberga reservas minerales de distintos órdenes y la mayor biodiversidad del
planeta. (p. 19)
558
María Eugenia Vega • Hadrien Lafosse
que favorezcan el desarrollo sustentable de las zonas fronterizas” (p. 74). Parte
de estas iniciativas se complementan en el 2013, cuando el Senado brasileño
“aprova projeto de lei que trata do Plano Nacional de Defesa e Desenvolvi-
mento da Amazônia e da Faixa de Fronteira. A proposta tem como objetivos
o desenvolvimento regional, a ampliação da produção sustentável, a redução
das desigualdades com a execução de políticas públicas, a implantação de in-
fraestrutura de transportes, energia e saneamento, o combate a organizações
criminosas, entre outras coisas”. (Colaboración UE – América Latina sobre CTF
2010-2015, p. 10)
Para brindar operatividad, las fuerzas armadas están dotadas de importan-
tes atribuciones en este sentido. Mientras la fuerza terrestre se enfoca en la
región amazónica a través de herramientas como el SIPAM y el SISFRON, o
el Programa Amazonia Protegida como parte de la Estrategia Brazo Fuerte8,
la fuerza aérea también se enfoca en la zona a través de diferentes tipos de
operaciones, como, por ejemplo, Agata 39. En el caso de la Armada, su empleo
ha sido reposicionado para tener mayor presencia en la desembocadura del río
Amazonas.
En resumen, para Brasil, aquello que atente contra la protección de la bio-
diversidad y del medioambiente es considerado como amenaza directa a la de-
fensa y seguridad nacionales, lo que puede resumirse en que: “La Amazonia
representa uno de los focos de mayor interés de la defensa” (Plan Estratégico de
Defensa Nacional de Brasil, 2008, numeral 10). Como contraparte, el país resal-
ta la importancia de la cooperación fronteriza sobre todo en la Pan-Amazonia
en términos de seguridad y tráficos ilícitos en el marco del Tratado de Coope-
ración Amazónica y de la Nueva Agenda Estratégica de Cooperación Amazó-
nica. No obstante, es de anotarse que no hay referencias específicas respecto
de la Triple Frontera en cuestión. Lo que queda claro es que el Estado brasile-
ño enfatiza el interés estratégico de la Amazonia, la necesidad de proteger sus
fronteras y la necesidad de cooperación internacional en esta región. Podría
8 Acciones específicas del Ejército brasileño, compuestas por planes que, en términos genera-
les, articulan el posicionamiento de efectivos para atender la concepción estratégica de uso,
presencia y disuasión. Entre otros, destaca el “Programa Amazonia Protegida - conjunto de
proyectos volcados hacia el fortalecimiento de la presencia militar terrestre en Amazonia. Prevé
la implantación progresiva de nuevos Pelotones Especiales de Frontera, además de la moder-
nización de los existentes. En una segunda etapa establece acciones para el fortalecimiento
de la estructura operativa y logística del Comando Militar de la Amazonia”. (Libro Blanco de
Defensa Nacional, 2012, p. 125)
9 Actividad conjunta de las Fuerzas Armadas brasileñas destinada a combatir delitos transfron-
terizos y ambientales, en coordinación con otros organismos federales y de los estados. “Sus
principales objetivos son la neutralización del crimen organizado, la reducción de los índices
de criminalidad, la cooperación con los países fronterizos y el apoyo a la población en la franja
de frontera” (p. 167)
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10 Para ampliar este y otros temas relacionados, se recomienda ver el trabajo de Novak, F. y Na-
mihas, S. (2014), sobre cooperación en seguridad fronteriza para el caso peruano y acciones de
cooperación de Colombia.
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María Eugenia Vega • Hadrien Lafosse
exacerbando así el problema del cambio climático global. Por otra parte, varios
de los pesticidas utilizados por los cultivadores de coca se encuentran entre
los más tóxicos. El Paraquat, prohibido en todos los países industrializados,
pero de uso frecuente en los cultivos de coca, es carcinógeno, neurotóxico y se
adhiere a los suelos hasta por 25 años, interrumpiendo los ciclos de nutrición
del bosque amazónico. (Política de Seguridad Democrática, 2003, p. 27)
11 Este herbicida químico no discrimina el tipo de cultivo y ha afectado seriamente a las poblacio-
nes en múltiples aspectos. De hecho, en el año 2008 el gobierno ecuatoriano demandó a Colom-
bia ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya por los efectos de vecindad de estas sobre
su territorio, ya que parte de este potente químico es arrastrado por el viento, contaminando a
su paso fuentes de agua y cultivos legales; la demanda fue desistida al llegarse a un acuerdo de
solución diplomática. A pesar de esto y otras consecuencias, las aspersiones con glifosato per-
sistieron hasta 2015, cuando y tras un fallo de la Corte Constitucional ordenó hacer seguimiento
a sus posibles efectos sobre la salud.
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La triple frontera entre Colombia, Brasil y Perú. Una mirada en torno al posacuerdo desde la seguridad ambiental
12 Aquí se encuentran las normas rectoras de la ley penal colombiana, que en su Libro II Parte
especial de los delitos en particular, trata en el Título XI De los delitos contra los recursos
naturales y el medio ambiente (arts. 328 a 339). En los Logros de la PISDP, publicados por el
gobierno nacional en el año 2013, se mencionan básicamente los que refieren a caza y pesca
ilegal, aprovechamiento ilícito de recursos naturales y el daño a recursos naturales (p. 33).
13 Debe aclararse aquí que los autores tienen presente la importancia que adquirió el medioam-
biente en los Acuerdos de La Habana, solo que no se los trabaja aquí por alejarse del particular
enfoque de esta investigación.
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La triple frontera entre Colombia, Brasil y Perú. Una mirada en torno al posacuerdo desde la seguridad ambiental
Como acaba de referirse, las zonas fronterizas no son percibidas en tanto es-
pacios de seguridad común ya que las amenazas para la región, aún en pleno
siglo XXI, son tratadas bajo la óptica de la soberanía nacional. De esta manera,
se conjugan medidas de construcción de la confianza mutua —el caso de los
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La triple frontera entre Colombia, Brasil y Perú. Una mirada en torno al posacuerdo desde la seguridad ambiental
572
Implementando la paz: la ONU y el
monitoreo del acuerdo de La Habana
Alexander Arciniegas Carreño*
Introducción
En virtud de las resoluciones 2261 y 2307 de 2016, el Consejo de Seguridad de
Naciones Unidas autorizó la implementación de una Misión Política de obser-
vadores internacionales en Colombia.
En tal sentido este artículo pretende precisar la naturaleza, tamaño, man-
dato y aspectos operacionales de la Misión de Naciones Unidas desplegada en
Colombia desde mediados de septiembre de 2016 para monitorear y verificar
el proceso de dejación de las armas de las FARC y el cese al fuego en el marco
del acuerdo de La Habana. Al mismo tiempo detalla una de las singularidades
del proceso de paz colombiano como fue el mecanismo tripartito de monitoreo
y verificación encabezado por la ONU. Posteriormente, y con fundamentos en
los informes mensuales divulgados por el Mecanismo de Monitoreo y Verifica-
ción, se revisa el proceso iniciado el 30 de noviembre tras la refrendación del
acuerdo de paz y concluido el 27 de junio de 2017 con la dejación de armas;
poniendo el foco en el caso de la zona veredal de Caño Indio. Todo lo anterior
573
Implementando la paz: la ONU y el monitoreo del acuerdo de La Habana
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Alexander Arciniegas Carreño
575
Implementando la paz: la ONU y el monitoreo del acuerdo de La Habana
3 Entrevista realizada el 16 de marzo por el autor a una de las oficiales de enlace dentro del com-
ponente civil en la sede regional Bucaramanga.
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Alexander Arciniegas Carreño
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Implementando la paz: la ONU y el monitoreo del acuerdo de La Habana
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Alexander Arciniegas Carreño
5 Ver: https://www.youtube.com/watch?v=o1IY-ez9tOw
6 Entrevista realizada a un funcionario de la ONU el 16 de marzo de 2017 en la ciudad de Buca-
ramanga.
7 Entrevista realizada el 10 de marzo de 2017 en la ciudad de Bucaramanga..
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Implementando la paz: la ONU y el monitoreo del acuerdo de La Habana
580
Alexander Arciniegas Carreño
dos personas muertas y otras dos heridas. El incidente más relevante pero que
no afectó el cumplimiento de los acuerdos ocurrió en el municipio antioqueño
de Yondó, en donde el mecanismo estableció que algunos integrantes de las
FARC salieron irregularmente del PPT (MMyV, enero de 2017).
En relación con la dejación de armas se ejecutaron tareas de planeamien-
to con base en la información aportada por la guerrilla sobre el armamento
y material inestable de sus estructuras; lo mismo que capacitaciones para los
observadores de la ONU dentro del mecanismo para la identificación, registro,
monitoreo y verificación del armamento, (MMyV, enero de 2017, p. 4).
A finales de diciembre la neutralidad del componente internacional del
MMyV fue cuestionada por sectores críticos del proceso de paz y por la propia
embajadora de Colombia ante la ONU, al publicarse un video en el que obser-
vadores de la misión bailaban con excombatientes de las FARC en un punto
de reagrupamiento y durante la celebración del fin de año. Como resultado
del escándalo la ONU separó de la misión a los 3 observadores y el supervisor
involucrados en el hecho (El Tiempo, 2017).
El 17 de enero las partes acordaron que antes del 31 del mismo mes, las
FARC iniciarían su traslado a las Zonas Transitorias y Puntos de Normaliza-
ción para iniciar la construcción de los alojamientos al tiempo que el Gobierno
proporcionaría los materiales de construcción necesarios. De esta manera las
actividades del MMyV se concentraron en acompañar el desplazamiento de los
6900 integrantes de las FARC a los 26 puntos temporales. De modo que fueron
planificados por el mecanismo en los términos del “Protocolo del capítulo de
seguridad para los desplazamientos de las FARC del acuerdo del CFHBD y
DA” un total de 36 desplazamientos en 14 departamentos de los cuales se con-
cretaron 32 que iniciaron el día 28 de enero contando con el apoyo de 14.098
hombres de la fuerza pública (MMyV, enero de 2017, 2016). Por otro lado, el
MMyV verificó la atención del Gobierno a las necesidades de los guerrilleros
concentrados con relación al suministro de alimentos, medicamentos, brigadas
de salud y atención a casos urgentes (MMyV, febrero de 2017, p. 4), en vista de
que había serios problemas con la atención médica.
Para acompañar los movimientos de las FARC en la sede nacional del MMyV
se implementó un plan de comunicaciones y de coordinación y un centro de
operaciones articulado con las sedes regionales y locales, que además contó con
el apoyo del Comando Estratégico de Transición (COTEC) del Ejercito Nacio-
nal, la Unidad Policial para la Edificación de la Paz (UNIPEP) y de la Oficina del
Alto Comisionado para la Paz (MMyV, febrero de 2017).
En consonancia con este mayor esfuerzo logístico y operativo durante el
mes de enero el MMyV completó su despliegue en las 8 sedes regionales y la
sub Sede Regional de Bogotá encargada del monitoreo y la verificación en las
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8 El primer incidente es la violación de una menor por parte de un integrante del Ejército, en el
segundo caso integrantes de la Fuerza Pública realizaron operaciones a menos de 3000 metros
de la ubicación de las FARC por lo que el MMyV concluyó la existencia de un incumplimiento
atribuible al Gobierno. Lo mismo que en el caso de los 3 militares que ingresaron a una PPT; en
el ataque armado contra alias “Mojoso” en el que pereció la mujer que lo acompañaba, a manos
del Bloque Sur de las FARC se concluyó que esta organización incurrió en una violación grave
del CFHBD. El cuarto hecho, en el que integrantes de la Fuerza Pública detuvieron a cinco
miembros de las FARC que se trasladaban armadas por fuera de su PPT, se tipificó como una
violación leve de los acuerdos. El quinto incidente fue caracterizado como una violación impu-
table a las FARC debido al desplazamiento de 3 de sus integrantes dos de los cuales portaban
armas cortas. (Ver Informe III MMyV, 2016).
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9 Estas sedes locales transitorias fueron: el Gallo (Córdoba), Agua Bonita (Caquetá) y Caño Indio
(Norte de Santander); en esta ultima el monitoreo se ejecuta desde la sede local aún sin estar
habilitada.
10 En cuanto al avance en la construcción de los campamentos de las FARC al interior de las zonas
y puntos transitorios es importante mencionar que Caño Indio apenas alcanza un 17 %, solo su-
perando a Monterredondo y La Guajira con 11 % y 0 % respectivamente. Mientras que Carrizal,
La Plancha y San José de Oriente alcanzaban porcentajes de avance superiores al 96 % 100 %.
11 Estas se resumen con proselitismo armado, realizar desplazamientos entre las ZTVN o efectuar
actividades de “pedagogía de paz” con la población civil sin coordinación con el mecanismo,
permitir el ingreso de persona civil a los campamentos.
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Argentina 84 7 91
Bolivia 51 0 51
Canadá 2 0 2
Chile 64 2 66
Cuba 10 1 11
Costa Rica 2 1 3
República Dominicana 10 3 13
España 15 5 20
El Salvador 33 8 41
Guatemala 17 2 19
Honduras 14 1 15
México 21 4 25
Noruega 0 3 3
Paraguay 34 4 38
Portugal 10 3 13
Reina Unido 2 1 3
Rusia 1 1 2
Suecia 5 2 7
Uruguay 19 2 21
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Consideraciones finales
El capítulo describió, el papel cumplido por la ONU en el proceso de verificación
del cese al fuego y de la dejación de armas de las FARC. En este camino se
dejó claro por qué este acompañamiento internacional a la implementación de
lo acordado por Gobierno y FARC se cumple dentro de una misión política
o DPA y no dentro de la lógica de una misión de mantenimiento de paz, que
como se expresó puede emplear la fuerza para el cumplimiento de su mandato.
Igualmente, fueron explicitados los aspectos institucionales de la Misión en
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Colombia y las tareas para las que fue facultada en virtud del mandato recibido
por el Consejo de Seguridad en enero del año anterior, entre ellas presidir y
coordinar el MMyV. En lo que respecta a este mecanismo el recuento detallado
de las actividades que desarrolló durante sus ocho meses de operaciones, en
donde los 514 integrantes del componente internacional fueron factor clave
para fortalecer la confianza entre las partes en el conflicto, tomar decisiones y
resolver incidentes a través de la regla del consenso.
De hecho, los resultados que mostró pueden hacer que el tripartito sea
uno de los aportes colombianos a otros procesos de paz en el mundo, como
lo sugirió recientemente Jean Arnault, jefe de la misión en su declaración al
Consejo de Seguridad. Desde el 1 de diciembre de 2016, o Día D, el MMyV
desempeñó un conjunto variado de tareas: la verificación y resolución de
violaciones al cese al fuego y de hostilidades; la verificación de la dejación de
las armas; verificación de la atención médica a los miembros de las FARC y
del abastecimiento logístico para las 26 zonas de concentración; seguimiento
de la construcción de la infraestructura en las zonas veredales; monitoreo de
la fuerza pública y de la concentración de los excombatientes; articulación con
autoridades gubernamentales locales, nacionales e internacionales, lo mismo
que con las comunidades locales.
En el caso de la zona veredal de Caño Indio, además de caracterizar este te-
rritorio desde el punto de vista geográfico y sociopolítico se buscó argumentar
cómo allí el proceso de dejación de armas y de reintegración de los excomba-
tientes estuvo desafiado por problemas como: la histórica ausencia estatal que
amplifica las dificultades que la propia geografía impone, las dilaciones para la
puesta en marcha de la zona veredal; la presencia de actores armados ilegales
y de cultivos ilícitos. Este caso es particularmente ilustrativo porque allí se reú-
nen de modo paradigmático las dificultades que el pos acuerdo deberá encarar
en buena parte de los territorios en donde las FARC caminan hacia la civilidad
después de hacer la guerra durante más de cinco décadas.
El pasado 14 de septiembre, el Consejo de Seguridad aprobó por una-
nimidad una segunda misión de la ONU para Colombia, hecho que resulta
fundamental, pues de la misma forma en que la participación de este actor mul-
tilateral contribuyó significativamente el avance del cese al fuego y desarme;
esta nueva misión apoyada en un componente civil desarmado y encargada de
acompañar la reintegración de excombatientes no solo en sus dimensiones so-
ciales, económicas y políticas sino principalmente, en relación con las garantías
de seguridad efectiva en los 242 municipios en los que operó la guerrilla; será
fundamental para la implementación y sostenibilidad de lo acordado. Sobre
todo, considerando que además del asesinato sistemático de líderes sociales,
entre noviembre de 2016 y enero de 2018 fueron ultimados 54 integrantes de las
FARC o sus familiares.
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Alexander Arciniegas Carreño
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Editores
Ricardo García Duarte.
Rector de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Politólogo especializado del
Instituto de Estudios Políticos de París (Sciences – Po). Magíster en Análisis de Proble-
mas Políticos, Económicos e Internacionales Contemporáneos. Abogado de la Univer-
sidad Nacional de Colombia. Par evaluador reconocido por Colciencias en la Categoría
Investigador Junior y catedrático en varias universidades. Analista de coyuntura nacio-
nal e internacional y autor de diferentes publicaciones y libros. Fundador de las revistas
Coyuntura Política y Esfera; y co-fundador de la revista digital Razón Pública.
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Este libro se
terminó de imprimir
en julio de 2018
en la Editorial UD
Bogotá, Colombia