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ASESORAMIENTO SEXOLÓGICO:
claves metodológicas

Xamu Diez Arrese


Ana García Mañas
Juan Lejárraga Vera
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Publicar es la única manera de dejar de corregir, según Borges, y


esperamos que así sea. Lo hacemos no sin reservas, pues hemos
retocado el manual cientos de veces, y seguramente seguiríamos
puliéndolo aquí y allá hasta el infinito.
Tras varios años dando la asignatura de Asesoramiento sexológico en
el máster de sexología de Incisex, tanto en virtual como en presencial,
hemos considerado útil publicar nuestros apuntes de clase, junto con
dos anexos: uno, con algunas consultas reales que hemos atendido a lo
largo de los años, a modo de ejemplo (pero no necesariamente
ejemplares); y otro, con varios artículos que hemos publicado en el
boletín de Incisex y cuyo contenido nos parece relevante para el
asesoramiento.
No hemos pretendido ser exhaustivos en las consultas de ejemplo ni
en los artículos; presuponemos que el lector ya tiene una formación
sexológica. De no ser así, recomendamos familiarizarse con los
conceptos fundamentales en el siguiente enlace del portal de Incisex:
http://www.sexologiaenincisex.com/contenidos/conceptos/sexologia.p
hp
Para profundizar en la episteme sexológica, dos libros de Efigenio
Amezúa descuellan por encima de todos:
-Teoría de los sexos. Revista Española de Sexología, nº 95-96, 1999.
-El ars amandi de los sexos. La letra pequeña del asesoramiento y la
terapia sexual. Revista Española de Sexología, nº 99-100, 2000.

Xamu Díez Arrese


Ana García Mañas
Juan Lejárraga Vera
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INDICE DE MATERIAS

Asesoramiento sexual sexológico

• Asesoramiento o lo que se hace


o El asesoramiento como proceso de colaboración
• Sexual o a quién se hace. Los destinatarios
• Sexológico o qué, desde dónde y quién lo hace
o Los contenidos
o El abordaje
o Los profesionales
• Objetivos del asesoramiento

Indicaciones generales

• Relacionadas con proporcionar un nuevo marco de


comprensión
o Sobre las respuestas abiertas
o Sobre los términos que utilizamos
o Sobre la adaptación del lenguaje
o Sobre las unidades diagnósticas
o Sobre la importancia de lo importante

• Relacionadas con el objetivo de reforzar la idea de


diversidad
o Sobre evidenciar y dar valor a las diferencias
o Sobre dar información y datos por supuesto
o Sobre la jerarquía en ideas, prácticas y placeres
o Sobre legitimar sus propios significados y experiencias
o Sobre las generalizaciones de las expresiones
o Sobre la problematización
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• Relacionadas con el objetivo de fomentar la autonomía


o Sobre decidir por los usuarios
o Sobre su autorespuesta
o Sobre el sistema de refuerzos
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Asesoramiento sexual sexológico

Asesoramiento o lo que se hace

Se podría definir como una interacción verbal, oral o escrita, síncrona


o asíncrona, entre un profesional de la sexología y un usuario (o
varios). De un servicio que ofrece atención profesional y de calidad,
en el que el profesional plantea interrogantes o información
seleccionada y oportuna partiendo de la información verbal o no
verbal que el usuario aporta. Para que éste pueda resolver dudas o
dificultades o satisfacer su curiosidad, con el fin último de aumentar
su capacidad para tomar decisiones y mejorar su vida. (Definición del
Manual de asesoramiento sexual. Una propuesta metodológica. Ana
García Mañas, Nerea Sancho Esnaola y Fuensanta Pastor Ortiz;
documento en preparación.)

Asesoramiento es el concepto más cercano en castellano a counseling.


También se llama consejo asistido.

Su principio general es que las personas estamos capacitadas para


resolver nuestros propios problemas, si se nos da la oportunidad y
ayuda necesaria.

En el asesoramiento se trabaja fundamentalmente con el presente y se


plantea la intervención como apoyo para el cambio de experiencias,
significados, contextos, conductas... que, por el motivo que sea, están
generando vivencias insatisfactorias. No plantea, por tanto, cambios
relacionados con valores u objetivos personales del usuario.
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El asesoramiento como proceso de colaboración

El Asesoramiento se establece como un proceso de colaboración entre


usuario (o usuarios) y asesor (o asesores), donde ambas partes son
activas y no hay “pacientes” en el sentido médico del término, aunque
no tanto en sentido de padecer una insatisfacción, malestar o
inquietud. Y donde la parte profesional se responsabiliza del proceso
de intervención informando y facilitando herramientas y estrategias,
mientras que la parte usuaria se compromete a responsabilizarse de su
propio cuidado.

Lo que entre otras cosas significa romper con el formato de pregunta–


respuesta, heredero seudointeractivo de una larga tradición de
manuales médicos de asesoramiento sobre el ars amandi, que se
remonta como poco al Retrato del amor conyugal (1686) de Nicolas
Venette, desde una perspectiva medicalizante de la sexualidad (Porter,
R. y Hall, L. The facts of life: The creation of sexual knowledge in
Britain, 1650-1850. Yale University Press, 1995).

En dicho modelo, desde una perspectiva medicalizante de la


sexualidad, toda pregunta tiene su respuesta de antemano y la
interacción resulta entonces ficticia ya que las características
peculiares de quien pregunta apenas hacen variar un ápice la
respuesta.
Sin embargo, debido a que el sexo nos hace únicos, y que las
peculiaridades se integran en la biografía de cada cual, la experiencia,
y por ello la sexualidad, se convierte en única e irrepetible y por tanto
ni objetiva ni objetivable.
En definitiva, generamos un proceso de colaboración que trata de
atender a los usuarios que consultan y no ya de responder a las
preguntas que estos usuarios traen.
Este cambio es un salto cualitativo necesario e importante, que
elevamos a la categoría de axioma de la intervención: atender a quien
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consulta y no a la pregunta.

Sexual o a quién se hace. Los destinatarios

Hablamos de asesoramiento sexual sexológico, pero insistiremos


cuanto haga falta en que sexo es lo que somos y no aquello que
hacemos o tenemos, pese a que hagamos y tengamos precisamente por
ser sexuados.
Sexual, o de los sexos, no se refiere entonces a los contenidos o la
temática, sino a los destinatarios de la intervención, los usuarios.
Unos usuarios que son hombres y mujeres, o parejas formadas por
hombres y/o mujeres y que no pueden no ser sexuados. Por lo que
decir asesoramiento sexual, o de los sexos, resulta no sólo una
matización innecesaria, sino una adjetivación que puede llevar a
confusión.
Por ello, "asesoramiento sexológico" será la formulación que
utilizaremos a partir de este momento para referirnos a este tipo de
intervenciones profesionales.

Sexológico o qué, desde dónde y quién lo hace

Matizamos el carácter sexológico de la atención y lo hacemos además


desde una triple vertiente. De una parte, los contenidos; de otra, su
abordaje; y por último, los profesionales que la llevan a cabo.

Los contenidos serán todos aquellos aspectos y cuestiones


relacionadas con el hecho de ser los hombres y mujeres que somos,
siéndolo además en relación. Por ello, no están centrados en el
funcionamiento conductual o funcional de los genitales, la pericia
orgásmica, la profilaxis amatoria, o la planificación familiar. Como
tampoco se circunscriben a las urgencias más o menos mediatizadas
del momento.
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El abordaje de dichos contenidos lo realizamos desde el mapa de


hecho sexual humano y las diferentes “unidades epistémicas” que de
él se derivan. Tomando este marco de reflexión epistemológica, con
sus planos de individuación (los modos, los matices de esos modos y
las peculiaridades en los matices de los modos), y pasándola por cada
uno de los grandes campos conceptuales (sexuación, sexualidad,
erótica, amatoria, pareja, procreación), junto con el relato de su
experiencia, intervenimos en la situación que traen al asesoramiento.

Además de este marco propio de nuestra disciplina, disponemos de


otros dos elementos definitorios de nuestra intervención: la actitud
comprensiva o comprensividad y el enfoque biográfico.

Sobre la comprensividad, Efigenio Amezúa dice en Sexologemas


(cuando los genitalia no dejan ver el sexo): "Esta actitud se basa
fundamentalmente en la curiosidad científica e intelectual; en buscar
la explicación o comprensión de un fenómeno y de sus
manifestaciones. No se trata de justificar unas conductas, ni siquiera a
los sujetos de ellas. Se trata de observar -escuchar, si se prefiere- lo
que sucede y así poderlo explicar." (Revista española de sexología, nº
135-136, 2006, p. 14)

Y sobre el enfoque biográfico: "La biografía de cada sujeto es el


laboratorio en el que se crean las conexiones de lo que se llama, por
un lado, biología y por otro, cultura. De este laboratorio sale el
resultado de otra realidad. El concepto de biografía da cuenta de esta
realidad distinta de las anteriores." (Amezúa, E. y N. Foucart, N. El
libro de los sexos: Educación Sexual V. Guía para el Profesorado: 3ª y
4ª parte: diálogos y controversias. Revista española de sexología, nº
129, 2006, pp. 52-53).
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Así, en las intervenciones sexológicas, todo abordaje médico, moral,


psicológico, psicopatológico, religioso... queda desarticulado, sin tener
cabida alguna.

Los profesionales responsables de la intervención son sexólogos, y no


otros profesionales desde otras disciplinas, pues son quienes tienen el
conocimiento y la destreza para articular, gestionar, desarrollar y, en
definitiva, aplicar este abordaje de los contenidos, esta teoría, a la
experiencia sexualmente significativa que traen los usuarios, en los
centros de asesoramiento y atención sexológica.

Con todo ello, el carácter “sexológico” se logra por el abordaje


conceptual garantizado por el sexólogo, y por los contenidos que los
usuarios ofrecen por el hecho de ser sexuados. Se genera así un
diálogo intenso entre el usuario con sus experiencias y el profesional
con su cuerpo teórico (conceptual y metodológico).

Desde ahí, se puede entender fácilmente que, por ejemplo, una


consulta sobre diferencias en la demanda de orgasmos compartidos en
una pareja se atienda de forma radicalmente diferente (y sin entrar en
cómo) desde la medicina, la psicología o la sexología.

Objetivos:

Con independencia de la temática que traiga el usuario en su consulta,


desde este modelo los objetivos básicos que perseguimos en cualquier
intervención son:

Proporcionar un nuevo marco de comprensión: A través de ideas y


conceptos que ayuden a las personas a comprender su peculiar modo
de ser sexuado y a vivirse de la forma más satisfactoria posible.
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En la línea de esto:

Reforzar la idea de diversidad: Dando valor a cada forma de ser y


sentirse sexuado, legitimando todas las posibilidades y promoviendo
su cultivo.
Y por último, conjugando algunas de las aportaciones del
asesoramiento rogeriano y la intervención desde la sexología
sustantiva.

Aumentar la autonomía: Proporcionando herramientas y trabajando


con los recursos personales de quien consulta y que contribuyan a
resolver las vivencias insatisfactorias que sus experiencias les generan
o sencillamente las situaciones percibidas como conflictivas.
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INDICACIONES METODOLÓGICAS GENERALES RELACIONADAS CON


EL OBJETIVO DE
PROPORCIONAR UN NUEVO MARCO DE COMPRENSIÓN.

1.1. Las respuestas abiertas

Situamos esta indicación como primera y dentro del primer objetivo


ya que marca el punto de partida en el modelo de intervención
propuesto.

Si tenemos presentes los tres objetivos básicos y elementales


(proporcionar un nuevo marco de comprensión, reforzar la idea de
diversidad e interdependencia y fomentar la autonomía individual y
relacional), veremos que difícilmente se puede avanzar en ellos con
respuestas de tipo cerrado.

Las respuestas abiertas buscan sobre todo fomentar la autonomía de


quien consulta al no ofrecer una solución de validez supuestamente
generalizada a la cuestión que plantea. En coherencia con nuestro
marco teórico -en el que cada sujeto es único- carece de sentido dar
respuestas tipo a sujetos distintos.

Por tanto, es en respuestas abiertas donde se encuentra la posibilidad


de aportar a quien consulta ideas, términos, planteamientos, etc., que
permitirán la adquisición de un nuevo marco de comprensión con el
que pueda comprender un poco mejor lo que sucede.

De igual manera, este tipo de respuestas también ofrecen la


posibilidad de dar pasos en la dirección del resto de objetivos
propuestos.

No se trata de afirmar que únicamente con una respuesta abierta ya se


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consiguen todos los objetivos sino de subrayar que es la puerta de


entrada; es sólo la primera indicación de otras necesarias para tales
fines.

Muchas veces quienes consultan plantean una pregunta cerrada,


cuando no directamente dicotómica, del tipo:

“¿Es normal?, ¿Estoy embarazada?, ¿Hago bien?, ¿Soy


homosexual?...”

Donde cabe suponer que la expectativa del usuario que formula así su
consulta es precisamente que la respuesta recoja claramente un “sí” o
un “no” por parte del profesional. Un “haz esto” o “haz lo otro”. Lo
que, por otra parte, tanto se ve en servicios de atención puntual.

Ofrecer una respuesta abierta a una pregunta cerrada, que sea de


utilidad y con la que se sientan atendidos, no siempre resulta sencillo.
Sin embargo, sabemos que respondiendo preguntas, sobre todo cuando
también se hace de forma cerrada, sólo contribuimos a crear usuarios
dependientes de cada pequeña respuesta. Por lo que creemos que el
esfuerzo merece la pena.

En la línea de no responder preguntas sino de atender a quien consulta


y su consulta, entendemos que más interesante que responder con
respuestas cerradas (incluso cuando éstas son correctas) es hacerlo de
manera que nos permita promover la adquisición de otros puntos de
vista desde los cuales percibir los asuntos que traen de manera no
problematizante o, al menos, en menor grado.

Como se verá en la siguiente indicación con más detenimiento, para


ello en ocasiones parte de la respuesta que se ofrece es justamente la
propia consulta que realizan, solo que reformulada o parafraseada.

Ahí se puede aprovechar para introducir esos términos, ideas,


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enfoques, planteamientos que, sin alterar la información que da el


usuario, ayuden a ir "abriendo camino".

Por ejemplo, cuando se consulta sobre si se es homosexual o


heterosexual por haber tenido determinada práctica, pensamiento o
incluso determinado sueño, una posibilidad de respuesta cerrada, y a
la vez correcta (pero no óptima), podría ser “no necesariamente”.

Mientras que una respuesta abierta daría pie, entre otras cosas, a
distinguir lo que son deseos de lo que son gestos, la importancia del
papel que juega el imaginario y, fundamentalmente, que de un suceso
biográfico no se puede extrapolar una condición determinada ni para
un lado ni para otro.

Otro ejemplo, claro y sencillo a la vez, es hablar de cuándo un


embarazo es posible y no sólo de las múltiples posibilidades de que no
tenga lugar.

Resumiendo

Los datos puntuales y las respuestas cerradas podrán tener alguna


utilidad en determinados recursos como, por ejemplo, las guías breves
o campañas de información puntual en torno a temas específicos.

No obstante, cuando la intervención se ubica en la vivencia de los


individuos en sus relaciones, teniendo en cuenta la gran diversidad
existente, difícilmente van a sernos de utilidad.

No se trata, por tanto, de resultar ambiguos, generalistas o de “irse por


las ramas” sino de atender al principio según el cual “no importa tanto
lo que se hace (o no se hace) sino cómo se vive aquello que se hace (o
no se hace)”. Se trata justamente de “coger el tronco” de la vivencia y
aportar lo necesario para que quien consulta pueda comprender mejor
qué está sucediendo y por dónde podría seguir.
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1.2. Los términos utilizados

Otro elemento que ayuda a promover un marco para que quien


consulta pueda comprenderse más y mejor es ofrecer nuevos términos
que contribuyan a este cambio.

Es de sobra conocido que lo que no tiene palabra no puede pensarse y


que la existencia de palabras concretas que den cuenta de las
cuestiones que los llevan a consultar facilita enormemente el proceso
de pensar sobre dichas cuestiones.

De igual manera podemos decir que los términos confusos,


polisémicos o directamente mal utilizados (por otra parte tan
ampliamente empleados y divulgados) limitarán, cuando no
impedirán, la comprensión de muchas de estas situaciones.

Por ello, consideramos que es una labor prioritaria dentro de la


intervención que el profesional emplee su vocabulario, y por tanto
ofrezca a quienes consultan otros términos más claros, precisos y
rigurosos.

Entre el lenguaje técnico y científico y el lenguaje vulgar y popular,


existe un tercer nivel de lenguaje, que llamamos de divulgación o
común, y que es precisamente el que aquí más nos interesa.

Dicho interés radica en que en su gran mayoría son términos y


formulaciones sencillas que ya están en circulación. Por lo que no
precisan especial explicación ya que acostumbran a entenderse con
rapidez cuando se emplean correctamente.

Por el mismo motivo, entendemos que no es recomendable utilizar


todas esas palabras y formulaciones confusas, polisémicas, coletillas
determinadas, alejadas de su semántica original o, como se verá, por la
connotación que poseen.
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De todas las formas en que este ofrecimiento de términos puede


realizarse destacamos dos: paráfrasis y paréntesis.

Paráfrasis

Tal y como se define en la RAE, se trata de una explicación o


interpretación amplificativa de un texto para ilustrarlo o hacerlo más
claro o inteligible. O también, frase que, imitando en su estructura otra
conocida, se formula con palabras diferentes.

Por lo que se trata entonces de hacer una devolución a quien consulta


parafraseando su propia formulación, de manera que nos permita
introducir esos otros términos que posiblemente permitan explicar
mejor, de forma más descriptiva, precisa y útil la situación, la duda o
inquietud sobre la que están consultando.

Por ejemplo, para una consulta del tipo:

“No sé qué me pasa que últimamente durante las relaciones sexuales


noto mucha molestia hasta el punto de tener que parar”

Podemos usar la fórmula de lo que hemos entendido para hacerle la


devolución con un parafraseo del tipo:

“Si te he entendido bien, comentas que dentro de vuestras relaciones


eróticas o en vuestros encuentros amatorios, cuando decidís practicar
una penetración vaginal peneana o de otro tipo, sucede que...”

Donde aparte de exponerle lo que se ha entendido por la ambigüedad


de los términos, pues bien puede estar refiriéndose a otra cosa, en
apenas dos líneas se aprovecha para:
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- Introducir los términos sexológicos de relación erótica o


encuentro amatorio, de manera que, en el contexto de la
oración, se entienden perfectamente.

- Dicho término de relación o encuentro connota que se refiere


al contexto global y no a una u otra práctica concreta.

- Para el gesto al que se refiere quien consulta se usa un


término preciso y claro: penetración (para indicar que se trata
de una introducción y, por ejemplo, no una caricia) vaginal
(indicando así el lugar y descartando, por ejemplo, lo anal).

- Se matiza además que dicha penetración puede ser peneana o


de otro tipo. No sólo para indicar así las diferentes
posibilidades que puede haber sino también para favorecer que
si sólo se producen molestias por un tipo de penetración se
pueda especificar.

- Por último, y por si hiciera falta, se indica que los gestos que
se realizan en un encuentro pertenecen al terreno de la decisión
y no, por ejemplo, de algo que “hay que hacer”

Pese a ser sólo un ejemplo, se puede comprobar cómo este recurso a la


paráfrasis resulta altamente eficaz para el ofrecimiento de nuevos
términos y construcción de un marco de comprensión más útil para
quien consulta.

Paréntesis

El segundo recurso que vemos interesante para ofrecer nuevos


términos en la intervención es el uso de paréntesis (cuando el medio es
escrito) o modulación en la voz (cuando el medio es hablado).
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La manera de emplear este recurso puede ser muy variada. En


principio, destacamos de nuevo las dos que nos parecen más efectivas:

- Breve explicación general

Si consideramos que el significado del término que se va a


utilizar puede llegar a no entenderse correctamente, una
posibilidad es emplear dicho término y, entre paréntesis,
describir mínimamente su significado.

“[…] en vuestra amatoria (cómo os lo montáis, las cosas que


hacéis) o en vuestra erótica (vuestros deseos, las cosas que
deseáis) […]”

- Término adecuado

Cuando en una consulta se ha introducido un término vulgar y


consideremos conveniente informar del término adecuado para
referirse a ello tanto porque precisemos utilizarlo como
simplemente por darlo a conocer, podemos mencionar dicho
término y, entre paréntesis, el que se ha empleado en la
consulta.

“Por tanto, cuando dices que tu vulva (sexo; lo de ahí abajo;


coño; etc.) la notas...”

En ambos recursos, u otros que se puedan utilizar, se trataría


de que una vez realizados se mantuvieran en la línea discursiva
de forma que se facilite su adquisición y empleo por parte de
quien consulta.
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Qué términos

Del conjunto de términos, expresiones y formulaciones que


consideramos importante cuidar y ofrecer a quien consulta para
facilitar la adquisición de ese marco desde el que comprender mejor lo
que sucede, destacamos las siguientes:

Relaciones eróticas – encuentros amatorios

En vez de relaciones sexuales, tener sexo, practicar sexo, hacerlo,


enrollarse o cualesquiera de los vulgarismos y eufemismos que están
en circulación actualmente (como por desgracia se ven a mansalva en
la literatura de muchas disciplinas y medios de comunicación).

Expresiones todas ellas carentes de significado en el corpus teórico


sexológico y que no hacen sino ahondar en la confusión e imprecisión
que muchas veces no es sino parte del origen de muchas de las
situaciones que posteriormente llevan a los usuarios a consultar en
este tipo de servicios.

Tal y como ya se ha avanzado, los términos de erótica y amatoria


hacen referencia a todo el encuentro y por tanto, aunque no sólo, a
todo el conjunto de gestos o prácticas que en él se realizan y no a uno
en concreto.

Por otro lado, introducir estos términos permite tirar del hilo de su
significado y hablar así de deseos, sensaciones, placeres, anhelo del
otro, gustos y satisfacciones en los encuentros.

De tal manera que dé pie a matizar que aquellos encuentros que no


sucedan bajo el halo de los deseos, por ejemplo en encuentros
autoimpuestos o similares, será complicado vivirlos como eróticos
pues son de otro orden.
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Lo que también dará pie, si se considera oportuno, a comentar que no


todo aquello que sucede entre cuerpos, imaginarios o genitales es
inherentemente erótico.

Penetración vaginal, penetración anal

En vez de sexo, sexo anal, hacerlo, hacerlo por detrás, el acto o,


nuevamente, cualesquiera de los abundantes vulgarismos que están en
circulación actualmente para referirse a estos gestos.

Con la idea de no seguir alimentando la confusión existente en todo


esto, resulta necesario emplear expresiones descriptivas y, por ello,
clarificadoras.

En este sentido, al hablar de penetración hacemos referencia a la


acción. A la introducción. Si estamos refiriéndonos a ello, qué mejor
que decirlo tal cual en vez de insistir en “decirlo sin decirlo”
utilizando todo tipo de subterfugios y formulaciones generales y
ambiguas para ello.

Dicho sea de paso, especificar que es peneana, cuando así lo es, o de


otro tipo, envía un mensaje implícito de que el pene no es el objeto
por excelencia o sobreentendido sino que es sencillamente una
posibilidad entre otras que existen.

Exactamente lo mismo sucede, lógicamente, con vaginal.

Cabe la posibilidad de que cuando alguien habla, por ejemplo, de


“sexo anal” no se refiera únicamente a la introducción de un pene u
otro objeto en el ano sino a todo aquello que se puede hacer con y en
el ano.

Lo que no deja de ser un claro y contundente ejemplo más de esa


confusión a la que nos referimos.
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Por ello, hablar de penetración cuando es introducción, de pene


cuando es pene, de caricia cuando es caricia o “aquello que se haga o
con lo que se haga” cuando la formulación sea abierta, vemos que
resulta más claro, preciso y adecuado que la confusa e incorrecta
referencia a sexo, el ambiguo hacerlo o cualquier otro de ese estilo.

A propósito de coito

Aunque pueda parecer (y probablemente así lo sea) una batalla


perdida, no queremos dejar de subrayar que coito proviene del latín y
significa encuentro, unión, juntarse, ir con. No otra cosa; y en ningún
caso hace referencia a una penetración sea del tipo que sea.

Es casi seguro que la expansión de su uso se debe a la reticencia a usar


términos antiguos o pasados de moda como fornicación o cópula.
Quizá por la connotación religiosa que lleva la primera o la zoológica
que lleva la segunda.

Es posible que, tratando de evitar esos dos términos, se piense que


resulta más moderno, técnico, e incluso culto hablar de penetraciones
en términos de coito. Cuando se matiza coito anal, no cabe mucha
más interpretación.

Como la intervención profesional no va (no ha de ir) de la mano de la


moda y más bien es todo lo contrario a un uso culto del término,
vemos interesante dejar de mancillar nuevamente un término más,
aplazar su uso y recuperarlo cuando se pueda en su legítimo
significado de encuentro.

Por ello, insistimos en la importancia del empleo explícito de


penetración vaginal o anal cuando se esté haciendo referencia a dichas
prácticas.

De la misma manera, es preferible usar felación, cunnilingus o incluso


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caricias bucogenitales en vez de sexo oral.

Tema, situación, lo que te/os trae aquí, lo que os ocurre

En vez de problema, caso, problemática, trastorno y otras del estilo,


más frecuentemente vistas en otras disciplinas.

El motivo para ello es doble.

Por un lado, expresarse en términos de problema (independientemente


de si aparecen o surgen en la consulta) transmite explícitamente que
aquello por lo que se consulta es, en sí mismo, un problema.

Por el otro, si quien consulta emplea dichos términos y posteriormente


quien atiende dicha consulta también los emplea, se está transmitiendo
que ciertamente aquello que sucede es un problema.

Sabiendo que, en términos generales y sobre todo cuando entramos en


el mundo de la vivencia, las cosas no son problema sino que el
problema acostumbra a ser el problema que nos hacemos con las
cosas, cuidar estos términos nos parece importante. Es decir que, en
rigor, muchas de las consultas que se realizan vienen por la
problematización que han realizado de la experiencia.

Nuevamente, apostamos por la fórmula descriptiva y en términos


generales para expresar el motivo de su consulta.

Así, al decir “lo que os trae aquí”, “lo que os ocurre”, no se entra en la
evaluación de esos sucesos. No se apoya la tesis problemática y
tampoco se contrasta. Sencillamente, para referirnos a ello y como su
propio nombre indica, utilizamos el artículo neutro “lo”.

Eso sirve tanto para cuando la consulta se refiere a la


problematización de alguna experiencia (independientemente del
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grado de problematización, la duración de ésta, etc.) como para una


inquietud, una mera pregunta.

El detalle del plural

Su empleo no está reservado exclusivamente a cuando nos


comunicamos con más de un individuo a la vez.

Desde Masters y Johnson, en sexología se entiende que por ser


sexuados aquello que sucede (tanto lo que les hace consultar como por
lo que no consultarían jamás) sucede en relación. En la pareja.

No sólo eso, sino que además lo que sucede, sucede justamente por ser
esa relación la que es y no otra, y ser esos dos sexuados los que son y
no otros.

Incluso, una de las cuestiones que a priori pueden considerarse más


individuales, o propios del sujeto, como es la transexuación de la
identidad sexuada, tiene un trascendental e insoslayable componente
de relación con el otro, en lo que a la percepción propia y ajena (en
términos hombre y mujer) se refiere.

En consecuencia, la intervención sexológica se dirige a la relación, por


medio de la presencia de uno, del otro o de los dos.

Esto, que quizá sea lo que más cuesta comprender durante el periodo
de formación de profesionales de la sexología (no digamos ya con
profesionales de otras disciplinas), lógicamente también cuesta
comprenderlo a quien consulta.

De hecho, no es extraño encontrarse con usuarios que verbalizan algo


similar a “No, no, esto es cosa mía no de mi pareja; me pasa a mí” o a
la inversa.
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Por lo que hablar en plural siempre que se pueda, permite dar pasos en
esta importante dirección.

Dificultades comunes

En vez de disfunciones, trastornos y, en general, todo tipo de unidad


diagnóstica proveniente de otras disciplinas y recogidas tanto en el
DSM como en el CIE.

Como la siguiente indicación va destinada exclusivamente a este


punto de las unidades diagnósticas, no nos detenemos demasiado en él
ahora.

Tan sólo subrayamos que las unidades diagnósticas son nociones


pertenecientes a otros campos y que en sexología y, por ende, en el
asesoramiento sexológico, no tienen lugar (Amezúa, E., Teoría de los
sexos, Revista española de sexología, nº 95-96, 1999).

También podemos afirmar que a la vista de los resultados en la


población general, dichas nociones ampliamente divulgadas y
popularizadas no han hecho sino contribuir de manera significativa a
la problematización de la experiencia erótica y amatoria de los
usuarios.

Sin duda, es un buen momento para recuperar, todas las veces que
haga falta, el axioma formulado por Havelock Ellis y rescatado por
Efigenio Amezúa, que dice así: “En el terreno de la sexualidad se dan
más variedades cultivables que trastornos curables”.

No es, por tanto, una forma políticamente correcta de expresarse, de ir


a la moda, o una manera de “quitar hierro al asunto”. El asunto, esta
vez sin comillas, es nombrar, y por ello construir, aquello que sucede
desde unas nociones o desde otras. Y, en términos de su utilización, de
hablar en coherencia con el corpus teórico de esta disciplina.
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La noción de dificultades comunes nos traslada a otro escenario en el


que los sexos, por el mero hecho de ser sexuados, se van a encontrar
con dificultades y por ello también con facilidades.

Dificultades, y facilidades, en y por su peculiar y único modo de ser,


organizarse y entenderse en el encuentro con el otro en y por su
también peculiar y único modo de ser sexuado.

Añadiendo el adjetivo comunes, se matiza además que dichas


dificultades acostumbran a surgir tanto en el transcurso de la propia
biografía como en el conjunto de hombres y mujeres precisamente por
su hecho de ser sexuados.

Por todo ello, ni deseos inhibidos (¿deseos de qué?), ni precocidades


(¿antes de qué?), ni retardamientos (¿tarde para qué?), ni vaginismos
(¿también anismos?), ni impotencias peneanas (las cognitivas son otra
cosa), ni anorgasmias (todo individuo lo ha sido), ni...

Peculiaridades

En vez de parafilias, trastornos, aberraciones, desviaciones, y en


general toda esta agrupación de términos que desde hace décadas dan
cuenta de los gestos y deseos no aceptados socialmente.

Gestos y deseos que, en buena medida, primero se ha los ha


condenado religiosamente, luego se han penado judicialmente y por
último se intentan de curar médicamente.

No cabe duda de que la religión, el derecho y la medicina son tres


disciplinas bien distintas que, en consecuencia, pertenecen a esferas
distintas y que se construyen, regulan y ejercitan con fines también
distintos.

Sin embargo, resulta llamativo comprobar cómo de manera constante


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y sistemática en la regularización de estos gestos y deseos han ido


siguiendo la misma línea moral e incluso operando de manera
coordinada y continuista en su impulso normativo y combativo (Peter
Conrad, Deviance and Medicalization: From Badness to Sickness.
Temple University Press, 1992).

Al igual que sucedía en el caso anterior sobre dificultades y


diagnósticos, el asunto de fondo son las nociones y lo que con ellas se
pretende nombrar.

Producto de la infinita diversidad producida por el proceso de


sexuación y en tanto la intervención está centrada en la experiencia de
los individuos en relación y no en la regulación y normalización social
de sus gestos y deseos, hablamos de la peculiar y única forma de ser.
Ser, hacer, desear, percibirse… O sea, peculiaridad.

Subrayando, si hiciera falta insistir, que tan peculiar y único es el


deseo o la práctica en torno a la asfixia, que en torno a la felación, por
ejemplo.

En este sentido, para no dejarse llevar por lo llamativo y espectacular


de algunos titulares, conviene, una vez más, dedicarse a la letra
pequeña. Donde, dicho sea paso, se encuentran las claves de cada cual
y donde se aprecian con nitidez, por ejemplo, que en los detalles de
qué gusta de lo que gusta existe muchísima más diversidad de lo que
los titulares permiten entrever (incluso en las prácticas más
generalizadas).

Posibilidades de embarazo

En vez de riesgo de embarazo.

Pues un embarazo es en sí mismo positivo o a lo sumo neutro si se


describe como fenómeno natural. Lo que no nos cabe duda es de que
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en ningún momento es un hecho negativo.

En el mapa del hecho sexual humano el embarazo está integrado en el


campo conceptual de la procreación, el concepto de interés básico, es
el de concepción, del que se deriva posteriormente el de aconcepción
y por último el de anticoncepción. No se trata de un concepto que hace
referencia a un hecho arriesgado, sino posible.

Referirse genéricamente al embarazo en terminología de riesgo lleva


ineludiblemente a entrar en la dinámica de la prevención. Y entrando
en ella, a transmitir que los embarazos son sucesos que en sí mismos
han de ser evitados. Como si de los accidentes de tráfico se tratara.

Otra cosa bien distinta es que un embarazo en concreto, para un


hombre, una mujer o una pareja en concreto, en un momento concreto
de la biografía de cada cual, no venga bien o no sea deseado.

Y, por supuesto, es bien distinto que un tercero considere o determine


que un embarazo es necesariamente nocivo (y por ello considerado
riesgo y prevenible) para determinada población. Por ejemplo, el tan
recurrente como cansino tema de los embarazos en la adolescencia.

(Para una genealogía de la visión del embarazo adolescente como


problema, véase el artículo de Ofra Koffman “Children having
children? Religion, psychology and the birth of the teenage pregnancy
problem”, History of the Human Sciences, Published 2012, doi:
10.1177/0952695111426383)

Este aspecto, al tratarlo específicamente en todas las indicaciones


relacionadas con el objetivo de fomentar la autonomía individual y
relacional, no será objeto de nuestra atención ahora.

Por otra parte, en gran cantidad de consultas se pregunta cuál es la


probabilidad de que un embarazo suceda, pero no se expresa
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claramente si dicho embarazo sería deseado o no.

En el caso de que sea buscado, no es muy difícil comprobar la torpeza,


por parte de quien atiende, si dicha consulta se entiende en clave de
“riesgo de embarazo”.

Tanto con el fin de no cometer este tipo de errores como de expresarse


con la objetividad y el respeto escrupuloso que todo consultante
merece, vemos conveniente referirse al embarazo en términos de
posibilidad y probabilidad.

Donde la respuesta será igualmente útil tanto si el embarazo es


buscado como si no lo es. Lo que permite abordar, además, cuándo un
embarazo es posible y cuándo no lo es, junto a las probabilidades de
que esto suceda en el caso de ser posible.

Dicho sea de paso, al abordar la cuestión del embarazo de forma


rigurosa y objetiva (pues entendemos que no es otra la función) en
términos de posibilidad y probabilidad, evitamos, y de paso anulamos,
la tendencia discursiva imperante, de orden estratégico, basada en “la
cultura del miedo”

Según dicha línea, con casi cualquier gesto donde exista contacto con
el esperma masculino, se “corre el riesgo” de que se produzca un
embarazo en la mujer. Lo que, es necesario afirmarlo con
contundencia, no es cierto.

Esto, no tenemos reparos en reconocerlo, puede contribuir a


incrementar la cautela en muchos individuos a la hora de incluir sus
genitales en las relaciones eróticas que mantengan y en las que no
deseen un embarazo.

Como tampoco tenemos dudas en afirmar que con esta estrategia


atemorizante lo que suele lograrse es aumentar la angustia, por
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desinformación y desconocimiento, de dichos individuos. Lo cual es


deontológicamente inaceptable.

Esto se ve perfectamente en consultas del tipo:

“Ayer mi chico y yo nos enrollamos en su casa. Aunque no nos


quitamos la ropa interior en ningún momento, su pene por dentro sí
que rozó con mis braguitas bastante rato. Los dos teníamos todo
mojado y aunque él me ha dicho que no eyaculó, sí que me han dicho
que en ese líquido hay espermatozoides. Pensaba que era imposible
pero ahora ya no sé si puedo quedarme embarazada. Es urgente, por
favor, denme una respuesta rápido. Somos muy jóvenes y si eso pasara
sería horrible. Gracias.”

La apuesta, como no podía ser otra, es incidir en la línea de


proporcionar conocimiento de procesos, en este caso de la concepción,
y que abordaremos más detenidamente en el punto de la
autorrespuesta.

Nuevamente, trabajar en esta línea, con las posibilidades y


probabilidades, nos sirve también para las consultas de individuos y
parejas que buscan un embarazo y por un motivo u otro, no lo están
logrando.

No es muy difícil ver lo poco acertado, cuando menos, que resulta la


vía de “ojo que cualquier cosa produce un embarazo” para este tipo de
situaciones y consultas.

Sobre las manidas expresiones de “con protección” o “seguro” sucede


algo bastante parecido pues no dejan de ser subproductos provenientes
de esa cultura del miedo.

Con el agravante de que, al parecer, lo único que puede “salir mal” de


un encuentro es que se produzca un embarazo o se transmita algún
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tipo de infección, ya que sólo se refieren a ello.

Como si lo que de verdad importara en una relación erótica fuera el


intercambios de fluidos alrededor de los genitales. Olvidándose, por
tanto, de todo lo que hay “detrás” de esos genitales en
funcionamiento: hombres y mujeres con expectativas, placeres,
incertidumbres, miedos, deseos, curiosidades, juegos, etc., y que, por
la misma lógica, también pueden “salir mal”

Es cierto que éstas no suelen ser cuestiones que afecten a la “salud


pública”. No obstante, reiteramos que nuestro interés no es dicha salud
pública, sino las vivencias de los individuos en relación. Y, con toda
seguridad, no siempre son coincidentes.

La propuesta, una vez más, se basará en utilizar una formulación


descriptiva para indicar exactamente aquello a lo que estemos
haciendo referencia. Para este punto relacionado con la posibilidad de
embarazo, se hablaría por tanto de la utilización o no utilización de
métodos y recursos anticonceptivos.

Infecciones de transmisión genital

En vez de enfermedades de transmisión sexual.

El cambio de enfermedades a infecciones obedece a cuestiones de


precisión terminológica médica y por ello no nos detenemos en
exceso.

Baste mencionar que la infección hace referencia a un


microorganismo (virus, bacteria, hongo o parásito) que posteriormente
podrá generar o no una enfermedad (SIDA), mientras que pueden
existir enfermedades no producidas por microorganismo alguno
(tumor).
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Por el mismo motivo no nos explayaremos en que transmitir y


contagiar no son lo mismo, pues el contagio sucede sin poder evitarlo
(gripe) y la transmisión precisa del intercambio directo de fluidos
corporales (VIH).

Es decir, que cuando se habla de infecciones de transmisión se está


haciendo referencia a aquellas situaciones en las que un
microorganismo patógeno se introduce en el cuerpo por medio de un
intercambio de fluidos y, por tanto, puede ser evitable.

Donde sí nos detenemos es en la adjetivación de estas infecciones


transmisibles como sexuales.

Atendiendo al significado, al decir sexual se estaría indicando que


dichas infecciones se transmiten entre los sexos por el hecho de ser
sexuados, cuando esto no es cierto.

Por ello, si se quiere acotar la alta variedad de infecciones a


únicamente las que se transmiten a través de los fluidos genitales, qué
mejor manera, tal y como venimos manteniendo a lo largo de todo este
punto, que describirlo tal cual y decir entonces infecciones de
transmisión genital.

De lo contrario, seguiremos alimentando la confusión existente en


torno a la falsa polisemia del adjetivo sexual.

Espéculo pequeño o de menor tamaño

En vez de espéculo virginal.

Aunque no desarrollaremos mucho este punto pues entendemos que


una vez señalado está casi todo dicho, no podemos dejar de indicarlo.

Mezclar un concepto que corresponde al orden moral de cada


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individuo y su intimidad como es la virginidad, con un aparato técnico


correspondiente al orden científico como es un espéculo, es a todas
luces un despropósito.

Referirse a dichos aparatos, utilizando su descripción, indicando así


que existen espéculos de diferente tamaño, donde uno es de mayor
tamaño y otro de menor, y que será el profesional que los emplea
quien determina cuál es más adaptado a cada vagina, entendemos que
es la formulación más acertada para evitar dicha mezcla de campos,
órdenes o áreas.

Preliminares

Por último, nombramos así este punto ya que no existe formulación


alternativa a diferencia del resto de términos traídos a esta indicación.

Se trata, por tanto, de extinguir su uso así como sus sinónimos:


prolegómenos, calentamiento, juegos introductorios, etc.

La definición de la Real Academia de la Lengua de preliminar no


podía ser más clara a este respecto: “Que sirve de preámbulo o
proemio para tratar sólidamente una materia.”

Lo que en el contexto de un encuentro amatorio acostumbra a


significar: “hacer lo que se necesita para pasar a lo realmente
importante”

Traduciéndose lo realmente importante, en general, como la


penetración (peneana) vaginal.

Más allá de la presunción de heterosexualidad que del uso de dicho


término pueda desprenderse, también plantearíamos la necesaria
extinción de su empleo si se refiriera a una penetración anal (y donde
tanto hombres como mujeres tienen ano).
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Y es que expresarse en términos de preliminares plantea de forma


nada tácita que la razón, o incluso el requisito, para que una relación
erótica pueda considerarse como tal es la penetración (peneana
vaginal) por lo que “en las relaciones sexuales son importantes los
preliminares”.

De ahí a establecer unas relaciones eróticas de primera y de segunda


va un mínimo paso. Transmitiendo que las de primera, las
interesantes, las importantes, las de verdad, son las que integran
penetraciones.

Lo que no quita para que realmente en determinados gestos o prácticas


existan unas condiciones que conviene atender para que no se
produzcan lesiones, dolencias o puedan, sin más, realizarse
físicamente.

Por ejemplo, un mínimo de erección peneana si va a producirse una


penetración vaginal o anal, así como una mínima dilatación y
lubricación de la vagina o ano que vaya a ser penetrado con cualquier
objeto.

Exactamente igual que sucedería si se pretende realizar una postura


gimnástica determinada, que se ha de prestar atención a “estirar y
calentar los músculos” para que no se produzcan lesiones.

Sin embargo, prestar atención a las condiciones necesarias


simplemente es eso. Disponer los elementos para que aquello que se
desea realizar pueda hacerse sin inconveniente alguno.

Lo que no hace es transmitir que hay prácticas más importantes que


otras.

En definitiva, en las relaciones eróticas no existen los preliminares


puesto que, en sí mismas, no existe orden jerárquico alguno, ni
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cronológico ni de relevancia.

Resumiendo

Se trata de expresar correctamente aquello sobre lo que se está


hablando. Ofreciendo nuevos términos que ayuden y permitan
comprender mejor lo que ha sucedido o está sucediendo.

No vemos ventaja alguna en emplear un lenguaje vulgar; es más,


muchas de las consultas se generan por la ignorancia y la
incomprensión que promueve dicho lenguaje.

Cabe la posibilidad de argumentar que “si no hablamos con sus


palabras corremos el riesgo de que no se nos entienda”. Puesto que no
se está hablando en lenguaje técnico sino en el común o de
divulgación y en su gran mayoría son términos sencillos, este extremo
entendemos que es realmente poco probable.

De hecho, afortunadamente en pocas consultas, por no decir ninguna,


observamos que quien atiende se exprese en términos de “polla
empalmada, picor de coño, correrse, cuando te echas un polvo” o
similares pertenecientes, esas sí, al lenguaje vulgar.

Otro asunto bien distinto es que se desconozcan, no exista el hábito o


no se posea este enfoque. Razones todas ellas que tienen bastante más
que ver con el profesional que atiende y su deontología profesional
que con el usuario y su capacidad de comprensión.

Por otro lado, no se trata de ofrecer un diccionario y mucho menos de


corregir a quien consulta, sino que en ocasiones se ofrecen con un
objetivo tan básico como el de que las conozcan para cuando tengan
que usarlas. Por ejemplo, en una consulta médica.

Finalmente, se propone una serie de formulaciones, términos y


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expresiones como alternativas a otras que están en circulación y que


vamos comprobando que ayudan a ir adquiriendo un nuevo marco de
comprensión a quienes consultan.
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1.3. Lenguaje adaptado

Mientras la indicación anterior se centraba en la necesidad de emplear


correctamente el lenguaje y algunos términos, en esta ocasión nos
centraremos en tratar de adaptar el lenguaje utilizado a quien consulta,
sin perder de vista todo el punto anterior.

Si antes nos hemos referido al lenguaje vulgar, en esta ocasión le


tocará el turno al tercer nivel, el lenguaje técnico o científico.

Si el objetivo es proporcionar un marco de comprensión a la vez que


resultar inteligibles, resulta bastante evidente que emplear un lenguaje
técnico, con su terminología, destinada para la comunicación entre
profesionales, como es el lenguaje científico, poco se va a lograr.

En ese sentido, de poco o nada iba servir expresarse, por ejemplo, en


términos de: eupareunia, alosexación, egogínia, focalización sensorial,
sexuación eidética, y un largo número de términos que únicamente
tienen sentido y utilidad en el diálogo entre profesionales.

El esfuerzo consiste por tanto en “bajar” dicho nivel de lenguaje al


común o de divulgación, lo que significa pensar con los conceptos, no
podría ser de otra manera, pero utilizando otras palabras para
trasladar sus contenidos, de modo que resulten entendibles.

No obstante, cabe la posibilidad de que en un momento determinado


de una consulta se vea conveniente referirse a un término concreto
como complemento o ayuda para la adquisición de ese marco de
comprensión.

En esos casos, vemos conveniente detenerse a explicar adecuadamente


dicho término para que realmente ayude y no confunda su utilización.
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Por ejemplo, en una consulta relacionada con transexualidad, y para


abordar la alosexación, se podría decir algo similar a esto:

“Cuando hablamos de identificar a los demás como hombres o


mujeres es lo que denominamos alosexación. Y hace referencia
justamente a ese mecanismo automático e inevitable por el cual
distinguimos a los demás (y viceversa) como hombres y mujeres a
través de los rasgos que tengamos a disposición. Lo que no significa
que dichos individuos se sientan los hombres o mujeres que a nosotros
nos parece que son.”

Exactamente lo mismo sucede con otros términos también técnicos


pero de otras disciplinas: medicina, pedagogía, psicología,
antropología, etc., y que fruto del diálogo interdisciplinar forman parte
del propio vocabulario profesional habitual pero que no tiene mucha
utilidad e interés emplearlo en la intervención con los usuarios de los
servicios de asesoramiento.

Por otra parte, aunque estamos refiriéndonos al lenguaje técnico de


ésta u otras disciplinas, similar ininteligibilidad sucedería al utilizar
palabras “cultas” o de escasa circulación.

Por ejemplo si se emplea “lacónico” en vez de un sinónimo de mayor


circulación como “breve” es más probable que quien consulta no
entienda o tenga mayores dificultades para hacerlo.

Con respecto a los individuos que solicitan un asesoramiento


sexológico, vemos tres variables básicas que queremos destacar.

Edad

Pues resulta bien diferente el diálogo con un adolescente, alguien de


30 años o una mujer de 65 años.
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En determinados servicios de atención sincrónica o “en tiempo real”


(presencial, chat y teléfono) una de las primeras cosas que se pregunta
es justamente este dato de la edad. Lo que favorece la adaptación del
lenguaje empleado.

Sin embargo, cuando la consulta es por email o en un foro, conocer


este dato no siempre es posible.

En estos casos, a veces la forma de escribir de quien consulta también


puede dar pistas (que no datos) sobre la edad. Por ejemplo, escribir
con “estilo sms” acostumbra a ser frecuente en la adolescencia.

Conocer la edad facilitará no sólo el ajuste a unos términos


comprensibles, sino también la adaptación de lo que se cuenta a los
contextos y significados que estos puedan tener.

Siendo éste un aspecto interesante también para las siguientes dos


variables.

El país de origen

De manera progresiva, y sin salirnos de la lengua castellana, en el


Estado español cada vez existe más población latinoamericana que,
también progresivamente, utiliza cada vez más los servicios públicos y
privados de asesoramiento sexológico.

Pese a compartir idioma, existen multitud de términos, vulgarismos y


expresiones que poseen significados diferentes, incluso absolutamente
diferentes, por lo que en ocasiones la comunicación no resulta
sencilla.

Por ejemplo, si a lo largo de una consulta expresan que “se cuidan”


significa que utilizan algún tipo de recurso anticonceptivo y por lo
común que ella usa algún tipo de anticonceptivo hormonal.
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O la expresión “estar parado” por 'tener una erección'.

O también la expresión “venirse”, que en general hace referencia a la


eyaculación en él, aunque también se utiliza para el orgasmo en ella.

Tal y como venimos sosteniendo en estas dos últimas indicaciones, no


se trata de “pasarnos a su registro” sino de tratar de entenderse y
comunicarse de la manera más eficaz posible, sin perder de vista la
importancia del lenguaje común o de divulgación.

Por ello, preguntar sin reparo alguno todo término, palabra o


expresión sobre la que se tenga duda o se desconozca resulta un
recurso altamente eficaz.

De hecho, conviene tener en cuenta que si como profesionales


preguntamos por una palabra que no entendemos, es más probable que
esa persona se sienta más segura y cómoda para preguntarnos
también, a su vez, cuando digamos algo que no entienda. Abrimos así
una comunicación bidireccional que facilita el entendimiento por
ambas partes.

Otros idiomas

Puesto que la procedencia inmigrante no es solo latinoamericana sino


de multitud de países cabe la posibilidad de que acuda a estos
servicios alguien con escaso dominio de la lengua castellana, aunque
es menos probable por las barreras idiomáticas.

En el caso de idiomas probablemente desconocidos (chino, rumano,


árabe…) si no contamos con la posibilidad de un traductor (como
podría suceder en centros de atención especializada a un colectivo en
concreto) será especialmente útil disponer de variedad de recursos
gráficos, dibujos, materiales audiovisuales, folletos explicativos en
diferentes idiomas, etc., que permitan salvar algunas de estas barreras
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idiomáticas.

Tanto en este caso como en el anterior, para asegurar que se nos


entiende, podemos pedirles que repitan o resuman la información que
consideran más importante antes de terminar la atención.

Lo que resulta de especial relevancia cuando se han propuesto tareas o


se ha pautado algún tipo de tiempo o acción. Por ejemplo:

“¿Puedes repetirme cuánto tiempo tenéis que esperar para hacerte la


prueba de embarazo, y cuándo vais a volver?”

Grado de escolarización

En servicios públicos y gratuitos de vez en cuando se realizan


consultas en las que aparecen abundantes limitaciones lingüísticas
como muchas faltas de ortografía en consultas escritas, demasiado
argot o desconocimiento de términos básicos y generales.

Un ejemplo de una consulta de este tipo podría ser:

“tengo un problema no e podido tener relaciones el no puede


penetrarme no se a que se deve o que puedo acer. gracias”

Aunque sea cierto que puede tratarse de simple rapidez, teclado


defectuoso o desinterés al escribir, también es probable que se trate de
un individuo con cierto grado de analfabetismo y que por ello tenga
algunas dificultades de comprensión.

Con el fin de facilitar la inteligibilidad de las aportaciones del


profesional, en estas situaciones convendrá utilizar un lenguaje
sencillo utilizando, por ejemplo, frases cortas, directas y claras.
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Resumiendo

Una de las dificultades que surge con frecuencia en los asesoramientos


sexológicos suele ser la notable carencia de vocabulario que posee la
población en general. Por ejemplo cuando se emplea vagina para
referirse a la vulva, flujo para la lubricación vaginal, o excitación para
la erección.

Las consultas también dan por ello una oportunidad de plantearse


enriquecer el vocabulario de quien consulta para así ayudar a definir
los conceptos. No podemos olvidar que los conceptos definen y
configuran la realidad; de ahí la importancia de utilizarlos con
corrección.

Cabe señalar que adaptar el lenguaje no significa, lógicamente,


contestar en “estilo sms” o escribir con faltas de ortografía, sino poder
reconocer que ese individuo tiene determinados registros y utilizar el
lenguaje de divulgación para tratar de conectar con ellos.

De la misma manera, es frecuente que haya usuarios que traten al


profesional de usted, tanto como fórmula social de respeto como por
procedencia canaria o latinoamericana, donde dicho trato es común.

En este sentido, entendemos que es importante que tanto los usuarios


de los servicios como los profesionales se puedan expresar de la
manera que les sea más cómoda.
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1.4. Las unidades diagnósticas.

Tal y como ya se ha avanzado en la indicación sobre los términos


utilizados, punto 1.2, a propósito de las dificultades comunes y las
peculiaridades, en el marco teórico de la sexología (Amezúa, E.,
Teoría de los sexos, Revista española de sexología, nº 95-96, 1999) y,
por lo tanto, para el asesoramiento sexológico, no se contempla la
existencia de unidad diagnóstica o trastorno alguno.

Al hablar de unidades diagnósticas nos referimos exclusivamente a


aquellas que, en la actualidad, están recogidas en el DSM-IV-TR
sección 11 y en el CIE-10 secciones F64. F65 y F66.

No obstante debido a la gran divulgación realizada y la alta


popularización de éstas, sin pretender entrar en los intereses alejados
de todo anhelo y fundamento científico que han llevado a esta
situación, nos encontramos en un momento en el que dichas unidades
diagnósticas son, como se dice, de dominio público.

Un diagnóstico clínico, o sea, clasificatorio no es ni más ni menos que


un recurso de utilidad estrictamente técnica para la orientación en la
intervención por parte de un especialista en la materia en torno a una
situación o un fenómeno concreto que sucede en un individuo.

Trasladar este recurso, perteneciente y destinado exclusivamente al


ámbito profesional sanitario o psicopatológico, a la población en
general ha tenido el efecto de problematizar la experiencia erótica y
amatoria de los sujetos sexuados en relación. Afirmación que
realizamos con contundencia.

Así pues el diagnóstico se ha convertido en una poderosa unidad


comunicacional cargada de significados y connotaciones generalmente
negativas, ante la cual tanto el individuo como su alrededor conocedor
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de tal diagnóstico (pareja, familia, amistades,…) reacciona y, por ello,


se relaciona.

Lo que genera toda una serie de interacciones diferentes al momento


previo del diagnóstico, reforzando, verbalmente o desde el silencio,
una construcción de la realidad en la que el diagnóstico se sitúa como
eje central en la experiencia del individuo y su entorno.

Tan poderosas son estas unidades comunicacionales, el significado de


estas etiquetas clasificatorias pesa tanto en la experiencia de los
individuos, que se han cosificado e integrado en la propia identidad.

Cosificado, cuando el individuo en su relato se refiere a ellas en


términos de tener: tengo vaginismo, dispareunia, eyaculación precoz,
etc. En el sentido, suponemos, de que se tiene algo que se puede quitar
o hacer desaparecer.

Como si de un virus o una enfermedad se tratara (“tengo gripe”) que


estuviera presente el 100% del tiempo, cuando lo cierto es que todas
estas unidades diagnósticas únicamente suceden en determinados
momentos y situaciones.

Es decir, que cuando se está haciendo la compra, no “se tiene”


vaginismo o eyaculación precoz pero sí gripe.

Algo similar, si cabe más grave, sucede al integrarse la unidad


diagnóstica en la identidad del individuo y definirse éste con aquella,
usando el verbo ser: soy anorgásmica, impotente, eyaculador precoz,
etc.

Dicho sea de paso, y como apunte nada baladí, puesto que el verbo ser
problematiza más que el verbo tener por su connotación identitaria, en
todas las unidades diagnósticas referidas a las peculiaridades eróticas
y amatorias se usa el verbo ser.
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Así, no se dice que tal individuo tiene exhibicionismo o pederastia


sino que se sentencia diciendo que es exhibicionista o pederasta.

Cuando, al igual que sucedía con el verbo tener, en la vida cotidiana


(hacer la compra, pagar los recibos, aparcar el coche, yendo al trabajo
o estudiando) no se es anorgásmica, eyaculador precoz, exhibicionista
o pederasta.

Es decir, un escenario alejado de toda lógica en el que la parte ha


logrado definir el todo.

Autodiagnósticos

Pese a todo lo que se pueda razonar sobre este sinsentido y su escasa o


nula solidez científica, tal y como hemos señalado al principio de este
punto, gran parte de la población no sólo cree de verdad en la
existencia de las unidades diagnósticas sino que además, al divulgarse
también cómo identificarlas, efectivamente se diagnostican ellos
mismos.

Y lo hacen tanto consigo como con los otros. Es a lo que nos


referimos con autodiagnóstico y se materializa en consultas, por todo
lo comentado muy frecuentes, del tipo:

“Soy eyaculador precoz ¿qué puedo hacer para solucionarlo?”

“Tengo vaginismo ¿qué puedo hacer para solucionarlo?”

Sucede, además, que en este tipo de consultas al nombrarse el


diagnóstico, se entiende que no hace falta dar muchos más detalles.
Reforzando así la idea de ser considerada como, por ejemplo, la gripe.

Cabe suponer que si se desconociera la existencia de todo este


conjunto de unidades diagnósticas, las consultas que se realizaran
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abundarían en muchos más detalles concretos de lo que está


aconteciendo.

Por ejemplo, y para quien se autodiagnostica como eyaculador precoz,


igual indicaría el tiempo que transcurre, lo que hacen cuando esto
sucede, gestos que acortan o alargan este tiempo, incluso para qué les
gustaría que el tiempo fuera mayor.

No obstante, y al contrario de lo que pudiera parecer, este tipo de


consultas favorece enormemente avanzar en la adquisición de un
nuevo marco de comprensión, que es justamente el objetivo que aquí
nos ocupa y con ello en la resolución de dicha consulta.

Como en el marco teórico sexológico las unidades diagnósticas


carecen de sentido y por ello no se contempla su existencia, en un
primer momento la intervención consiste básicamente en ir poniendo
en cuestión y desmontando dicho planteamiento.

Comentando, por ejemplo, que el término precoz hace referencia a un


“antes de algo” y qué es ese algo para quien consulta. Que si
generalmente suele ser “antes del orgasmo en su pareja” qué sucedería
si en el tiempo que transcurre hasta su eyaculación su pareja tuviera
uno o varios orgasmos. Dónde establecería la línea temporal que
distingue entre la precocidad en él y el retardo en su pareja.

O también, que desde dónde empieza a contar. Si desde que se siente


excitado o desde que tiene una erección o cuando comienza una
práctica determinada. Si sucede con cualquier gesto o sólo con uno o
unos en concreto. Si ha notado diferencias dependiendo del lugar: un
coche, un baño público, el dormitorio, la sala, etc.

Cuestiones todas estas que contribuirán poco a poco a describir un


nuevo escenario donde se ubique en el lugar que corresponda la, ahora
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sí, insatisfacción erótica por motivo de eyaculación más rápida de lo


deseado.

De similar manera, en principio, se abordarían las de este tipo cuya


formulación está centrada en una unidad diagnóstica determinada.

Cuando el formato de intervención no permite el diálogo directo (foro,


email) se puede atender la consulta manteniendo la idea de desmontar
la unidad diagnóstica en cuestión aunque de manera más discursiva.

Por ejemplo, se puede comenzar diciendo algo similar a esto:

“No comentas mucho de qué es exactamente lo que os ocurre, desde


cuándo, vuestra edad, lugares o contexto en el que tenéis vuestros
encuentros, si ocurre siempre o en qué momento, si son 3 segundos o
3 minutos, etc., y sería conveniente para ajustar mejor la respuesta a
vuestra particular situación. Por lo que sólo puedo ofrecerte algunos
comentarios e ideas generales con respecto a este tema.”

Para luego ya seguir con todo el hilo argumental que hemos


comentado anteriormente.

Resumiendo

Pese a que en el asesoramiento sexológico no se trabaja con las


unidades diagnósticas como tales, los usuarios que participan de estos
servicios sí que lo hacen.

En tal grado que en multitud de ocasiones acuden incluso con un


autodiagnóstico que posiblemente hayan encontrado en internet,
libros, revistas, etc.

Lo que significa, primeramente, que lo que les sucede les genera


suficiente malestar como para buscar información sobre ello.
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Al centrarse la intervención en la experiencia y los significados de


estos usuarios, el punto de su insatisfacción o su malestar resulta
central y de gran interés.

Desde el marco teórico sexológico, desmontar conceptualmente estos


diagnósticos resulta bastante sencillo por lo que el autodiagnóstico se
convierte en un facilitador de la intervención de cara a aportar un
nuevo marco para la comprensión de lo que les sucede.
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1.5. La importancia de lo importante

Como última indicación metodológica general relacionada con el


objetivo de proporcionar un nuevo marco de comprensión situamos
este punto que frecuentemente se pasa por alto y vemos conveniente
subrayar.

Cuando se consulta a un servicio de asesoramiento sexológico


generalmente es porque existe algo que, cuando menos, preocupa a
quien consulta sobre un tema o una situación determinada.

De tal manera que en muchas consultas el profesional ha de


compaginar en su intervención lo que denominamos la doble vía de la
importancia.

Por un lado, lo que el usuario entiende como importante, o sea, su


demanda, y por el otro lo que el profesional entiende también como
importante, o sea, su probable necesidad. Ambas vías consideramos
que son importantes y ambas vemos conveniente atenderlas.

Como en el punto 2.4 de “legitimar sus propios significados y


experiencias” ya abordamos la importancia atribuida por el usuario no
nos detenemos en esto ahora.

Simplemente avanzamos que, en coherencia con la perspectiva


comprensiva de nuestra intervención, lo que para el usuario es
importante, necesariamente ha de ser acogido y, por tanto, también se
convierte en importante para el profesional.

Pues, nuevamente, es el usuario y su experiencia, y no la consulta y su


tema, el objeto de la intervención.

Con respecto a lo que el profesional entiende también como


importante, sucede que generalmente, además de la cuestión
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específica sobre lo que se consulta, hay otras cuestiones que no se


mencionan explícitamente o que pueden estar en un segundo plano,
detrás de la consulta.

Ocuparse también de dichas cuestiones, más allá de atender la propia


demanda de origen, puede resultar interesante o útil tanto para la
resolución de la propia consulta realizada como de consultas similares
futuras. De ahí el interés en abordarlas por el profesional, pese a que
no estén formuladas explícitamente en la consulta.

Pongamos como ejemplo las consultas en las que se ha descubierto


que el otro miembro de la pareja ve o posee material pornográfico, y
se pregunta por el significado de ello y si es o no normal.

En la respuesta, además de abordar la cuestión que se plantea,


podemos tratar también otras cuestiones que quizá subyazcan, como la
deseabilidad de quien consulta, la posible ruptura de pactos tácitos
dentro de la pareja o la creencia en la nocividad de la propia
pornografía, entre muchas otras cuestiones posibles.

Dependiendo de cómo se elabora dicho consulta o de los elementos


que aparezcan en ella, abordar algunas de esas cuestiones “periféricas”
a la consulta puede contribuir a que se comprenda la consulta de otra
manera.

Algo muy similar suele ocurrir con las dificultades comunes


(eyaculaciones, erecciones, dolores, orgasmos…) ya que, si bien la
consulta va dirigida a solucionar algo concreto, lo que con frecuencia
suele estar por detrás es el disfrute y la satisfacción en sus encuentros.

Por ello, una línea de trabajo importante que se puede llevar es la de


proponer encuentros amatorios en los que la penetración vaginal, el
orgasmo, la erección o la cuestión concreta sobre lo que se consulta no
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sean la condición sine qua non del placer.

O, mejor dicho, encuentros en los que el disfrute no esté supeditado a


una sola carta, cuando justamente esa carta sea la que está generando
dificultades y sobre la que se consulta.

Otro caso sobre las importancias de unos y otros se da cuando, por


ejemplo, una chica pregunta si es posible el embarazo por penetración
anal, y si sigue siendo virgen.

Donde aparte de decir que un embarazo no es posible, se podría


explicar cómo y cuándo un embarazo sí es posible.

De la misma manera, sobre la cuestión de la virginidad se puede decir


simplemente que el himen permanece intacto con una penetración anal
(su demanda), que el himen puede romperse sin que haya penetración
vaginal así como estar intacto tras la penetración vaginal, y
aprovechar para introducir, por ejemplo, los plurales hablando de
primeras veces, placeres, que todas las prácticas son verdaderas y no
sólo algunas concretas como la penetración vaginal (su posible
necesidad).

Comentando además que lo que se hace es una cosa, cómo se vive


aquello que se hace es otra, y que, generalmente, la que más peso
acostumbra a tener es esta última.

Resumiendo

En muchas consultas hay puntos, temas o aspectos que no son


introducidos directamente por el usuario como pregunta o cuestión
explícita pero que probablemente influyen significativamente en que
la situación sea vivida como problemática.

Los motivos pueden ser muy diversos. Desde no haber reparado en


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ello, hasta no poder formularlo abiertamente. Por lo que no es cuestión


de atender con suspicacia, sino de tener la capacidad, de forma
ajustada, de “ver más allá” de la consulta.

Por ejemplo, cuando alguien pregunta por la ausencia o la dificultad


de logro de orgasmos en su pareja femenina, con una formulación
similar a esto:

“A mi mujer cada vez le cuesta más tener orgasmos y no sé por qué


puede estar pasando esto.”

Una vía, atendiendo a su demanda, puede ser contribuir a dar pistas


para tratar de comprender cómo funcionan la excitación y el orgasmo.

Pero también, atendiendo a su posible necesidad, sabemos que por


detrás posiblemente haya otras cuestiones también relevantes: la
creencia de que sin orgasmos no hay placer, de que todos necesitamos
orgasmos, la preferencia de los criterios masculinos de satisfacción
sobre los femeninos, la falta de conocimiento mutuo acerca de las
diferentes necesidades, etc., suelen ser algunas de ellas.

Según por dónde vayan dichas cuestiones en quien consulta, se


generará un escenario en el que lo que se hace o no se hace, se viva
(elemento clave) como insatisfactorio.
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Indicación extra sobre el profesional: Algunos límites

Cuánto contar y preguntar

Entendida como una invitación a ser concisos preguntando y contando


lo suficiente como para que, garantizando la atención a quien consulta,
no se sienta desbordado o invadido. Así como adecuarse a lo que está
consultando para no irse demasiado por las ramas.

Por ejemplo, cuando una mujer pregunta si está embarazada, no


precisa conocer los detalles hormonales de la menstruación como si
estuviese en clase de biología, sino algo más práctico y resumido.

Se trataría, por ello, de ofrecer a quien consulta los elementos


necesarios que le permitan o contribuyan a resolver el motivo de su
consulta.

Respecto a las preguntas que realizamos, básicamente en formatos de


intervención sincrónica, conviene evaluar si son o no importantes y
necesarias para la intervención.

Tanto para no hacer perder el tiempo al usuario, como para no invadir


terrenos íntimos en los que no es preciso entrar.

Qué se atiende y qué no.

Pese a que en todo momento se atiende a quien consulta, es probable


que en ocasiones no se atienda a lo que consulta por diferentes
motivos. En este sentido, conviene distinguir entre:

Lo que no se sabe contestar: Puesto que no existe el profesional


omnisciente, habrá consultas que no se sepan contestar.

Por ejemplo: ¿qué se hace con los óvulos congelados en las clínicas de
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reproducción asistida cuando las personas propietarias que los querían


utilizar mueren?

Dicho sea de paso, un aspecto que consideramos interesante es


transmitir con naturalidad que algo no se sabe, puesto que si el
profesional lo hace es más probable que el usuario pueda asumir
también sus limitaciones y no tratar de ser “perfecto” o de “controlar
toda la información”

Lo que no se quiere contestar: por ejemplo: la media de tamaño del


pene.

Lo que no se puede contestar: Lo sepamos o no. Donde entra todo lo


relacionado con diagnósticos médicos y tratamientos: por ejemplo, si
tiene o no que tomar un anticonceptivo o si tiene o no una ITG y cuál.

Lo que se puede explicar de forma sencilla:

“No conozco esa información”

“La media es una cuestión estadística, no hay un tamaño más


adecuado que otro si lo que nos interesa es el placer”

“Lo lamento, no soy personal sanitario por lo que no puedo ofrecerte


un diagnóstico, ni proponerte un tratamiento.”

Lo que no corresponde contestar: Recordando así el adjetivo de


sexológico de la intervención, que define tanto a quien atiende como
profesional de la sexología como al marco teórico de la intervención.
Lo que significa al menos dos cosas:

• Que no se han de conocer todos los campos (ginecología,


farmacología, psicología, urología…) sino el campo
sexológico. Y esto es la ciencia de los sexos que no las ciencias
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del sexo. Un efecto secundario de esto es la cantidad de


posibles miedos e inseguridades que se eliminan al abordar
únicamente las consultas desde este campo, sin intrusismos.

• Que se podrá proporcionar una aportación sexológica a


consultas de contenido de otros campo como el sanitario. Por
ejemplo, una consulta de infecciones genitales puede tener
espacio para hablar de disfrutes, de satisfacciones y de
negociación en pareja.

En los casos de irrefrenable apelación a otras ciencias, se habrá de


citar la fuente y explicitar su procedencia extrasexológica.

Por ejemplo, formulándolo de una manera similar a:

“No soy médico, no obstante la Asociación de Fibromialgia sostiene


que esos efectos secundarios de los medicamentos suelen tener los
efectos que experimentas”.

En cualquiera de los casos, conviene poder derivar si el usuario lo


solicita:

“No tengo esa información, quizá llamando a una clínica o en algún


texto legal la puedas encontrar; yo te puedo ayudar a buscarla con
tiempo”

“La media es una cuestión estadística, y si quieres conocer el dato


exacto puedes buscar en los últimos estudios, aunque sea cual sea la
media, no hay un tamaño más adecuado que otro si lo que nos
interesa es el placer”

“No soy médico y no te puedo dar un diagnóstico ni proponerte un


tratamiento, pero puedes acudir a tu servicio de salud porque puede
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que necesites ayuda de profesionales sanitarios. Si me dices la zona


donde vives te puedo ayudar a buscar un recurso"
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INDICACIONES METODOLÓGICAS GENERALES RELACIONADAS CON


EL OBJETIVO DE
REFORZAR LA IDEA DE DIVERSIDAD E INTERDEPENDENCIA.

2.1. Sobre evidenciar y dar valor a las diferencias

Para el objetivo de reforzar las ideas de diversidad e interdependencia,


uno de los principales puntos que hay que tener en cuenta es
justamente la promoción de la diferencia como un valor.

Como la sexuación produce diferencias en cada individuo en su


proceso de hacerse de uno u otro sexo, el conjunto de todos estos
individuos resulta necesariamente diverso. De ahí que se diga que
somos diferentes porque somos sexuados.

Lo que se materializa en que las posibilidades de ser hombres y


mujeres resultan infinitas, siendo este hecho de diversidad un gran
valor ya que nos hace ser únicos.

Con frecuencia sucede, sobre todo por influencia del contexto


sociocultural, que esto no siempre es percibido y vivido así,
especialmente con algunos aspectos o rasgos de estas diferencias.

A resultas de ello, muchos usuarios (con mayor o menor inquietud o


angustia) acuden a las consultas buscando pautas de normalidad o
marcas de comparación al sentirse diferentes del resto, pues dichas
diferencias no las viven como positivas.

Cuando se pregunta, por ejemplo, por el tamaño, forma o aspecto de


los genitales (o de otra parte del cuerpo), por el volumen o la cantidad
de los gemidos de la pareja en sus encuentros o cualquier otro aspecto
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que pueda ser relacionado con la “normalidad”, es bastante probable


que se esté situado en la vivencia de lo diferente como desviación
negativa de la norma.

Desde un punto de vista sexológico, entendemos que merece la pena


detenerse aunque sea someramente en esta cuestión y explicitar estas
diferencias, dándoles el valor que tienen. Tanto presentándolas como
consecuencia primera del proceso de sexuación y como parte del
hecho de ser sexuados, como transmitiendo que la atracción entre
individuos nace justamente de esa diferencia sexuada.

Lo singular y determinado limita

La utilización de plurales es un recurso lingüístico rápido, sencillo y


eficiente para reforzar la idea de diferencia y diversidad.

Sabemos que no es lo mismo hablar de sexualidad que de


sexualidades, de placer o placeres, de deseo o deseos, de penetración o
penetraciones, de pareja o parejas, etc. Con los plurales dotamos de
mayor coherencia a las intervenciones que realizamos.

Por ejemplo, cuando en un momento de la intervención decimos:

“Los pequeños y grandes placeres, gustos y satisfacciones que uno


puede obtener de un encuentro erótico, pueden ser múltiples y
distintos a los que puede obtener el otro”

Nos interesa mucho además el juego y margen de maniobra que da


formularlo en plural al permitir hablar también de lo pequeño y lo
grande:

“El placer, gusto y satisfacción que uno puede obtener de un


encuentro erótico, puede ser distinto al obtenido por otro”
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Otro recurso lingüístico que tenemos y que resultan de gran ayuda son
los artículos indeterminados, pronombres indefinidos y demás
fórmulas similares.

Por un lado, contribuyen a evidenciar las diferencias transmitiendo


que, por ejemplo, no existe “la pareja” como único modelo posible
sino que al expresarlo como “una pareja”, dejamos claro, entre otras
cosas, algo tan importante como que cada pareja es diferente.

Por otro lado, evitamos magnificar, entre otras cosas, determinadas


prácticas y gestos eróticos formuladas con artículos determinados
como, por ejemplo, la penetración vaginal o anal, situando dichas
prácticas en el mismo nivel que el resto de cosas que se pueden hacer
en un encuentro erótico.

Así, en lugar de comentar algo similar a esto:

“Si en un momento determinado de vuestro encuentro erótico decidís


realizar la penetración vaginal/anal”

Podríamos decir esto otro, utilizando los plurales:

“Si en un momento determinado de vuestro encuentro decidís realizar


penetraciones vaginales/anales”

O bien, utilizando un pronombre indefinido:

“Si en un momento determinado de vuestro encuentro decidís realizar


alguna penetración vaginal/anal”

Donde incluso se pueden conjugar ambas posibilidades.

Si en vez de la penetración pensamos en el beso, la caricia, el jadeo o


el baile, todavía se ve más clara la gran limitación que supone el uso
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del singular y los artículos determinados para referirse a las prácticas


que se realizan durante los encuentros eróticos.

Resumiendo

La diversidad, en tanto producto de la sexuación, es un hecho cuya


categoría de valor consideramos conveniente promover en las
intervenciones profesionales. De ahí que lo hayamos formulado como
objetivo de toda intervención.

Existen tantos modos de ser hombre y mujer como hombres y mujeres


existen, lo que genera infinita diversidad también de formas,
vivencias, gustos, deseos, prácticas y expresiones.

Pese a que en el contenido de la intervención se pueda transmitir esto,


existe también la posibilidad de acompañar con coherencia y así
rematar dicho discurso desde el propio lenguaje cuidando
precisamente el modo en el que lo transmitimos.

En este sentido, el uso en el lenguaje del singular y de lo determinado


tan usado en muchos campos, limita los diversos y múltiples modos de
poder ser, tener y hacer, por lo que generalmente entorpece nuestra
labor.

Como alternativa, se sitúan los plurales, los indeterminados,


indefinidos y demás fórmulas similares, pues dejan la puerta abierta a
otras posibilidades a la vez que ejercen una fuerte influencia al
equiparar toda esta variedad de posibilidades que existen por el hecho
de ser sexuados.
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2.2. Sobre dar información y datos por supuesto

Otro de los puntos que consideramos importantes al atender una


consulta con el objetivo de reforzar la idea de diversidad e
interdependencia, es precisamente éste, relacionado con la
información y datos que conocemos y desconocemos cuando alguien
consulta.

Evidentemente, y con independencia del formato en el que


intervengamos, va a resultar imposible conocer todos los datos en
relación con la consulta. De todos modos, habrá datos e informaciones
que no consideremos relevantes y otros que sí veamos necesario
conocer.

Atendiendo al principio de diversidad y sobre la base de que “es mejor


no suponer nada”, este desconocimiento por nuestra parte será
gestionado de manera diferente dependiendo del formato en el que
intervengamos.

Cuando la intervención se produce en directo o en sincronía con quien


consulta (teléfono, chat, videoconferencia, presencial) tenemos un
recurso muy sencillo para cubrir la posible necesidad de conocer algún
dato y así no tener que suponer nada: preguntar.

Sin embargo, cuando la intervención se produce en diferido o en


asincronía con quien consulta (foro, correo electrónico) no es tan
sencillo manejar este desconocimiento, pues no sólo no vamos a
trabajar con toda la información sino, de hecho, con muy poca.

Aunque en ocasiones podemos trabajar sin dicha información, es muy


probable que, antes o después, algo tengamos que suponer.

Dicho sea de paso, hay ocasiones en las que, si vemos que se puede y
va bien, podemos aprovechar justamente la falta de información para
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abarcar más posibilidades y exponer así un planteamiento genérico.

Por ejemplo, si en una consulta vemos interesante transmitir un


mensaje determinado sobre “el abandono a la experiencia sensorial” y
en su consulta no queda claro si tiene o no tiene pareja, podemos
decir:

“Sería interesante saber si tienes pareja o no. En cualquier caso...”

Al resaltar la conveniencia de conocer ese dato, comentamos lo que


consideremos oportuno para esa consulta.

En los momentos en que no podamos cumplir aquello de “no dar


información y datos por supuesto”, trataremos de cumplir uno un poco
más modesto, que es “suponer lo menos posible”. Lo que no quita
para que, en todo caso, se tenga espacial cuidado en cumplir el
principio de diversidad.

Llegado el momento en el que entendemos que no tenemos más


remedio que suponer algo, es importante expresar clara y directamente
que estamos suponiendo ese dato en concreto.

Por ejemplo, como fórmula genérica podríamos comentar algo similar


a esto:

“No indicas ... y sería importante para ajustar mejor la respuesta a


tu/vuestra situación en concreto. Para no abrir demasiado el abanico
de posibilidades, voy a suponer (por un criterio de frecuencia [por
ejemplo]) que ...

En el caso de que no sea así, no tienes más que volver a escribirnos y


matizar estos detalles, ¿vale?”.

Donde se hace explícita la suposición concreta que se realiza y se


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indica, además, el criterio que hemos estimado oportuno. Por último,


se invita a que si ese dato que hemos supuesto es erróneo, nos vuelva
a escribir para que lo exponga y así lograr una atención más
individualizada.

Consultas de una y dos líneas

No son del todo infrecuentes las consultas que, bien por correo
electrónico o a través de foros, únicamente realizan un breve
comentario sobre su situación, a modo de gran titular de una o dos
líneas, a veces incluso sin formular explícitamente una demanda.

Nos referimos a consultas del tipo:

“Mi pareja y yo ya casi no tenemos relaciones ¿qué puedo hacer?”

Lógicamente una opción interesante y bastante recomendable es


atenderles pidiéndole o pidiéndoles que nos den un poco más de
información de qué y cómo les sucede, desde cuándo, sus edades,
cuánto tiempo llevan en relación, qué cosas han intentado hacer para
solucionarlo, qué dice su pareja, etc.

Y eso tanto para no dar palos de ciego, como sobre todo para ayudar a
construir el relato donde aparecerán esos detalles, al tiempo que
contribuimos a ir desmigando algunos aspectos de su dificultad
contada de esa forma tan breve.

No obstante, si nos quedamos simplemente en trasladar estos puntos


para que consigan desarrollar un poco más su situación, corremos el
riesgo de que no contesten y la consulta, por ello, se pierda.

Por otra parte, consultar un problema o una dificultad perteneciente al


territorio de la intimidad propia o de la relación no es cosa fácil, por lo
que muchas veces estas consultas son pequeños “globos sonda” que
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realizan los usuarios para ver si han “acertado” con el sitio y, de ser
así, comentar el grueso de la situación que viven.

Lo que nos lleva a plantear que siempre, por breve que sea la consulta,
podemos contar algo.

Por eso, además de subrayar la conveniencia de contar con más


detalles para ajustarnos mejor a su situación, lo que podemos hacer es
sencillamente ofrecerle algunas claves generales en torno al tema que
ha consultado, que le ayuden a percibir que puede mejorar su
situación.

Por ejemplo, siguiendo con el ejemplo anterior, podemos decirle:

“No comentas mucho en tu consulta (qué es exactamente lo que os


ocurre, vuestra edad, si tu pareja es hombre o mujer, desde cuándo
sucede esto y desde hace cuánto estáis juntos, si ya habéis intentado
alguna cosa para mejorar esto (haya funcionado o no), qué dice tu
pareja de todo esto, etc.) y sería conveniente para ajustar mejor la
respuesta a vuestra situación en concreto. Mientras tanto, algo os
puedo comentar esperando que os sea de utilidad, aunque sólo pueda
ofrecer comentarios e ideas generales con respecto al tema sobre el
que consultas.”

Donde además de indicar algunos de los datos que contribuirían a


generar un relato más preciso, le comentamos generalidades
relacionadas con las frecuencias percibidas como bajas y los
desajustes en la erótica y la amatoria. Por otro lado, como ya
comentamos en la indicación de los términos que usamos, vamos
introduciendo el término situación y la perspectiva del plural,
formulando lo posible, precisamente, en plural.
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Supuestos que pueden resultar caros

Existen datos que muchas veces no se han contado en la consulta pero


que quien la atiende, por el motivo que fuera, los ha supuesto sin
percatarse de ello. O sea, se lo ha inventado. Lo que puede hacer que
se vaya al traste toda o gran parte de la intervención, cuando la
suposición resulta errónea.

A continuación destacamos las suposiciones más frecuentes y que


consideramos más importante tener en cuenta en asesoramiento
sexológico:

Sexo

En ocasiones no sabemos muy bien si quien consulta es hombre o


mujer. De la misma manera, hay veces en que tampoco sabemos, o no
tenemos del todo claro, el sexo de la pareja.

Si algunas veces puede no influir demasiado, en otras es claramente


determinante.

Cuando apenas influye, podemos resolver esta falta de información


formulando las frases en genérico, con términos y formulaciones del
tipo: individuos, pareja, relaciones de pareja, lo que a cada cual le
guste, etc.

Cuando nos parece que es importante intervenir con el dato concreto,


no tendremos más remedio que hacer explícito el supuesto indicando,
en la medida de lo posible, el motivo de suponer eso y no otra cosa.

Cabe subrayar que suponer el sexo de quien consulta y/o el de su


pareja, si empezamos a hablar sobre la relación de pareja, es probable
también que estemos refiriéndonos a si la relación es heterosexual u
homosexual, con lo que la suposición sería doble e incluso triple.
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Un ejemplo de esto podría ser:

“No comentas tu sexo ni el de tu pareja y resulta importante para


atender más ajustadamente tu consulta pues muchas veces, aunque no
siempre ni en todos los casos, hay cosas que cambian dependiendo de
si se es hombre o mujer, de si se está en una relación con alguien del
mismo o del otro sexo.

Puesto que este tipo de consultas generalmente la hacen hombres en


relaciones de distinto sexo, voy a tratar de contestar a tu consulta
desde este supuesto. Lógicamente si no es así, sólo tienes que
hacérnoslo saber y trataremos de entrar en esos modos y matices
diferentes.”

Donde se hace explícito el supuesto, se indica el motivo para ello y se


invita a que vuelva y nos cuente si hay algún error.

Orientación del deseo

Es muy fácil y frecuente realizar esta suposición sin darse cuenta, y se


convierte en una de las que más importancia adquieren a la hora de
tenerla presente.

Como en el caso anterior, una posible manera de resolver esto, si


vemos que no es relevante (por ejemplo, en infecciones de transmisión
genital), es referirnos al otro en términos de “tu pareja”.

Lógicamente, atender a alguien cuyos encuentros eróticos son con


individuos del mismo sexo en clave y terminología de distinto sexo (o
a la inversa) puede suponer perder casi toda la posibilidad de
intervención.

Por supuesto, con la correspondiente disculpa posterior añadida y


necesaria, en el caso de que conteste y haga notar esta suposición
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errónea. Si sucede esto, no hay mucha vuelta de hoja pues se ha


fallado.

Por si hiciera falta indicarlo, no se trata de una cuestión de corrección


política, sino de deontología profesional y de coherencia con el
objetivo de promover la idea de diversidad.

Flaco favor hacemos a la consecución de tal objetivo si nuestra


intervención no está impregnada de la diversidad, en este caso, de las
orientaciones del deseo.

Como en el punto anterior, una posible formulación puede ser ésta:

“Desconozco si mantienes encuentros eróticos con individuos de tu


mismo sexo o de diferente sexo y conocer esto ayudaría a atender más
ajustadamente tu consulta pues aunque no siempre ni en todos los
casos, muchas veces hay cosas que cambian dependiendo de este
matiz.

Así que trataré de comentarte las cuestiones generales de los


encuentros eróticos que sirven para ambas y si ves que algo precisa
de más matización, nos lo puedes hacer saber cuando quieras”

Así comunicamos que nos falta ese dato, pero esta vez optamos por
cubrir ambas posibilidades invitándole a que vuelva y nos especifique
algo más si considera necesario.

La relación

Nos referimos en este punto a suponer si quien consulta mantiene o no


una relación de pareja y, de hacerlo, cuánto tiempo llevan juntos, qué
tipo de relación tienen o cómo se relacionan.

Nuevamente, si por el relato de la consulta no se tiene claro este


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aspecto y lo consideramos necesario, conviene hacer explícito ese


desconocimiento y continuar la atención, bien indicando qué se va a
suponer, aduciendo algún criterio pero subrayando que, en todo caso,
es un supuesto; o bien indicando que precisamos ese dato para
completar la atención.

Por ejemplo, en el momento en el que fuésemos a proponer alguna


idea para que hicieran, podemos comentar algo similar a esto:

“Desconozco si en estos momentos estás o no en una relación de


pareja. Conocerlo resulta importante pues dependiendo de tu
situación se abren unas u otras vías que se podrían probar”

Así transmitimos el motivo de la necesidad de esa información,


quedando a criterio del profesional optar por suponer que sí, que no,
ofrecer ideas para ambos supuestos, comentar ideas sólo para quien
consulta o esperar a que en su contestación aporte este dato.

Hablando ya de las propias relaciones sabemos que muchos aspectos


de la interacción dependen tanto del tiempo que lleva la relación como
el grado de desarrollo de esa relación. Es decir, no es lo mismo una
relación de 3 años viéndose a razón de 3 veces por semana que
viéndose todos los días o si están conviviendo, etc.

Por otro lado, es conveniente que aunque en su consulta se refiera a su


pareja, no supongamos ingenuamente lo que popularmente va con
ello.

Así, al igual que se trata de no suponer si conviven o no, si están


casados o no, también se trata de no dar por supuesto que por ser
pareja se ven con frecuencia, mantienen una exclusividad de
encuentros eróticos, hablan o se entienden hablando, comparten más
intimidad, etc. pues sabemos que puede no ser así. Lo que nos sirve
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para indicar y dar pistas de que en nuestra comprensión de los


fenómenos hay muchas formas posibles de estar en pareja.

Edad

La edad, o más bien el grupo de edad, es otro de los datos que cuando
no lo comentan podemos llegar a inventarnos sin darnos cuenta
dependiendo de, por ejemplo, cómo se expresa, qué cosas dice o qué
le está ocurriendo.

Si esto sucediera, puede llevarnos a errores probablemente mal


recibidos por quien es atendido, con la consiguiente pérdida de su
interés y el deterioro de nuestra imagen profesional.

Como en el resto de punto anteriores, si podemos elaborar la atención


a pesar de desconocer este dato, optamos por ello.

Cuando veamos conveniente utilizar este dato, tendremos que hacerlo


explícito. Según venimos formulándolo, sería algo así::

“No comentas nada de tu edad y sería interesante. Aunque lo que


consultas puede suceder a cualquier edad, suele ser en la etapa adulta
cuando ocurre con más frecuencia, por lo que voy a suponer que
andas por esos años.”

Donde se le especifica que suponemos esa edad o etapa, el motivo y


dejamos abierta la posibilidad a que suceda en cualquier etapa por si
acaso hemos errado y buscando además que no se lleve la sensación
de que lo que consulta le sucederá pronto o tarde.

Que, dicho sea de paso, es bien diferente a decir:

“Por lo que dices, imagino que tienes alrededor de 15 años. Pues


bien, a esa edad...”
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Donde no se explica que precisamos conocer la edad y transmite más


una pretensión de clarividencia por parte del profesional que un
intento por ajustar la atención a quien consulta.

Por otro lado, al no dejar ninguna puerta abierta a otra posibilidad,


resultará más complicado ajustar la nueva respuesta en el caso de que
la suposición haya sido errónea.

Discapacidad

En este punto nos referimos fundamentalmente a discapacidades


físicas y sensoriales. No es una situación tan frecuente en
asesoramiento, pues cuando hay alguna discapacidad se suele
especificar en el propio relato.

No obstante, la incluimos al considerar que no está de más tener


presente esta posibilidad sobre todo cuando se responde, por ejemplo,
en asuntos de movilidad, agilidad, posturas...

Por otra parte, este punto también nos sirve para otras características
del individuo como altura, peso, envergadura... Así como lógicamente,
también con relación a su pareja, las características de ésta y la
interacción de ambas.

Puesto que en este caso no tendría mucho sentido comentar que no


sabemos si existe alguna limitación física o sensorial, una manera
sencilla de tener esto en cuenta y resolverlo de manera genérica
cuando, por ejemplo, estamos realizando una propuesta o lanzando
una idea, es incluir alguna formulación de este tipo:

“En la medida en que te/os resulte cómodo o posible”


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Resumiendo

Siempre que se pueda, se trata de no dar información y datos por


supuesto. Cuando no sea posible, tratamos de suponer la menor
cantidad de información posible y lo explicitamos puesto que así, si
hemos errado en nuestro supuesto, ya hemos anticipado que era una
suposición debida a que no hemos recibido ese dato y era importante
para atender la consulta.

Sin embargo, si damos conscientemente una información por


supuesto, no lo indicamos y erramos, es cuando independientemente
de lo que digamos podemos perder lógica y gratuitamente
profesionalidad ante el usuario.

Por otro lado, conviene prestar atención a la construcción que estamos


haciendo de la consulta pues puede suceder que, sin darnos cuenta,
también estemos dando por supuesto algunos datos. Entre otros,
destacamos el sexo, orientación, edad, etc., de quien consulta.
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2.3. Jerarquías en ideas, prácticas y placeres

Históricamente, por lo que respecta a hombres y mujeres, se ha


llevado constantemente la diferencia al territorio de la desigualdad, lo
que ha generado no pocas jerarquizaciones y vivencias
insatisfactorias.

Con respecto a ideas, prácticas y placeres, se puede decir que se ha


llevado la misma lógica y ha sucedido lo mismo.

Como decíamos en el punto 2.1 relacionado con dar valor a las


diferencias, si existen tantos modos de ser hombre y mujer como
hombres y mujeres existen, la siguiente conclusión lógica y necesaria
es que cada cual desarrollará sus propias preferencias en ideas,
prácticas y placeres dependiendo de su biografía y en coherencia con
su peculiar y único modo de ser.

Esto, que en principio es sencillo, no se suele percibir así socialmente,


y dependiendo de las épocas y los momentos hay algunas prácticas,
ideas y placeres que social o popularmente se valoran más que otras.

Lo que no sería mayor problema si no fuera porque en multitud de


ocasiones se tiende a llevar esta mayor o mejor valoración al terreno
de la obligatoriedad. Cruzándose así la línea entre el desear y el deber.
Entre lo que gusta y lo que, al parecer, se tiene que hacer.

Por todo ello, entendemos que ni los deseos eróticos, ni las prácticas
amatorias, ni los placeres pueden, ni deben, ser ordenados en escalas
de valores desde referentes externos al individuo.

No obstante, muchas veces estas modas tienden a desviar al usuario


del reconocimiento y aceptación de sus propios deseos o referentes
internos al tratar de adaptarse a la norma en un proceso que en
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ocasiones escapa de la propia conciencia y control.

Es el caso, por ejemplo, del modelo de la cópula, donde no sólo se


exige que se desarrolle sin problema o dificultad alguna, sino que
también se ha de tener orgasmos y además mediante la penetración
vaginal.

O el caso de muchas parejas (da igual ya si los individuos que


componen la relación son del mismo o distinto sexo) que desean tener
orgasmos simultáneamente, y acuden a consulta con dichas demandas.

Como las penetraciones de cualquier tipo y manera son posibilidades


de la amatoria, al igual que los besos, las caricias, o los masajes,
también de cualquier tipo y manera, no tiene sentido establecer unas
prácticas como necesariamente más satisfactorias, mejores o
preferibles.

Si se hubiera dedicado la mitad de libros, manuales y diagnósticos a


“el beso”, “cómo besar bien: técnicas y modalidades”, las consultas tal
vez estarían llenas de usuarios con vivencias problematizadas (o
cuando menos intensamente inquietos) con este asunto y realizando
posiblemente consultas de este tipo:

“¿Lograré la abertura, humedad y carnosidad suficiente cuando


llegue el momento de besar? ¿Cómo sabré si le está gustando o lo
estoy haciendo bien?”

“Cuando beso me sale mucha saliva, ¿qué puedo hacer?”

“Creo que no me gusta demasiado besar y doy los menos besos


posibles ¿qué me pasa?, ¿puede ser esto un problema?”

“Me encanta besar, cualquier zona además y podría estar así durante
horas. ¿Eso es que soy un enfermo?”
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Con la intervención sexológica podemos ofrecer ideas y


planteamientos para ayudar a los usuarios a trascender los modelos del
momento y que puedan elegir y sentirse a gusto, en la medida de lo
posible, con sus deseos y aquello que les produce placer. Puesto que,
precisamente por ser sujetos sexuados, todos somos distintos y a cada
uno le gustan cosas diferentes, todas ellas igual de válidas.

Un apunte: las jerarquías del profesional

Cuando decimos que todas son igual de válidas nos referimos


exclusivamente a que de todas se puede llegar a disfrutar. A lo que no
estamos refiriéndonos, en coherencia con todo eso, es que los usuarios
tengan que disfrutar de todas ellas. Y, desde luego, tampoco nos
referimos a que tengan que realizar prácticas y modos que no son los
suyos.

Matizamos esto pues muchas veces en los discursos que los


profesionales desarrollan en sus atenciones y publicaciones vemos una
clara tendencia a ello.

Por ejemplo, cuando durante una intervención se dice algo como esto:

“Disfrutad o aprended a disfrutar de todo el cuerpo, no sólo de los


genitales”

Donde aparte de decirle lo que han de hacer (este punto lo tocaremos


más adelante en detalle) se transmite de forma implícita la idea de que
es mejor (y por lo tanto, no diferente) disfrutar de todo el cuerpo que
sólo de los genitales. O, incluso, se puede hasta entender que hasta
ahora lo hacían mal, escasa o pobremente.

Si bien el probable objetivo que esté detrás sea desjerarquizar dichas


ideas, prácticas y placeres, la consecuencia de tal intervención es una
nueva jerarquización. No ya desde los imperativos de moda, sino esta
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vez desde los imperativos del profesional. Lo que, en nuestra opinión,


resulta más grave si cabe.

Existe una notable diferencia entre transmitir un mensaje de


obligatoriedad y uno donde se ofrezca una posibilidad. En ese sentido,
si vemos interesante invitar a explorar los disfrutes que puede brindar
el cuerpo, es bien distinto formularlo como en el ejemplo anterior o
como algo similar a esto:

“Explorando con vuestros cinco sentidos las múltiples y variadas


sensaciones de todo el cuerpo es posible que podáis encontrar otros
disfrutes además del disfrute que ya conocéis de los genitales”

Donde además de invitar a la exploración de todo el cuerpo a través de


los sentidos, no existe partícula negativa alguna referida al modo y
área que hasta ese momento se dedicaban. Convirtiéndose así en una
posibilidad y no en una alternativa.

Resumiendo

Es evidente que social y popularmente existe toda una serie de ideas,


prácticas y placeres totalmente jerarquizados y que esto, como es
lógico, posee una extraordinaria influencia en todos los individuos.

Más allá de si se comparte o no, mucho o poco, esta escala de valores,


en las intervenciones profesionales trabajamos para que las ideas que
tengan y desde donde se muevan, las prácticas que se realicen y los
placeres que se obtengan obedezcan lo máximo posible a referentes
internos del propio individuo y de la propia relación, y lo menos
posible a referentes externos de otros, donde incluimos a los propios
profesionales.

Sabemos que cuando las cosas se hacen en coherencia con uno mismo,
tienen más probabilidad de ser vividas de forma satisfactoria, siendo
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este uno de los motivos básicos para trabajar e incluir aquí este punto.

Es decir, se trata de conocer y reconocer que lo que es, es y lo que


gusta, gusta. Que una cosa es la idea de que los placeres son muchos y
todos válidos y otra es que los propios profesionales se conviertan en
proselitistas transmitiendo a los usuarios que tienen que encontrar el
placer en todas las prácticas por igual.

Por último, nos hemos centrado en aspectos concretos de la amatoria


por la frecuencia de las consultas que se producen sobre este tema. No
obstante, existen muchos más y relacionados con otros campos
conceptuales.

Algunos de estos son: si se ha de convivir o no y cuándo, si se tienen


hijos o no, cuándo y cuántos, quién pide salir a quién, cuándo se
conoce a la familia del otro, si en la primera cita ya se puede follar o
no, qué sucede cuando uno tiene un encuentro erótico fuera de la
pareja, qué es lo más y lo menos importante en una relación de pareja,
etc…

En fin, que la lista es, desafortunadamente, inagotable y casi siempre


muy coincidente con titulares de determinadas revistas de venta al
público.
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2.4. Legitimar sus propios significados y experiencias

El siguiente aspecto que entendemos fundamental para la atención de


consultas, como continuación y complemento del punto anterior, se
basa en algo tan elemental como comprender que los usuarios, las
consultas que realizan y sus estados son completamente legítimos.

Incluimos así lo relacionado con los órdenes jerárquicos que puedan


tener, pero no solo. Como nuestro objeto de trabajo son las
experiencias sexualmente significativas de los individuos y las de
estos en relación, entendemos que no puede ser de otra manera. Hacer
lo contrario significaría rechazar dicho objeto de intervención y, por
consiguiente, a los propios usuarios.

Los usuarios podrían organizarse desde otras ideas, pero se organizan


desde las ideas que tienen, podrían manejar otras escalas de valores
pero manejan las que manejan, podrían tener más habilidades y
herramientas pero tienen las que tiene, podrían hacer otras cosas pero
hacen las que hacen, podrían saber más cosas pero saben las que saben
y, en definitiva, podrían tener otra biografía pero tienen la biografía
que tienen.

Es más, entendemos que la consulta que realizan y cómo la hacen, es


por ser justamente como son. Podrían ser mejores y podrían ser
peores, pero para bien o para mal son justamente lo que son y como
son.

De hecho, si hubiera que elegir, la elección sería que son lo mejor que
podrían haber sido habiendo vivido lo que han vivido. Lógicamente,
dicha elección es vacía pues, como decimos, son lo que son, pero no
estéril, ya que favorece un proceso de colaboración. Vemos que lo
contrario tiende a favorecer un proceso de confrontación.
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Por lo que desestimar este punto y desde ahí llegar a deslegitimar al


usuario, sus significados y experiencias que trasladan en las consultas,
nos parece un grave desacierto. No sólo en el orden estratégico de la
intervención (pues se gastará mucho tiempo y energía en tratar que
quien consulta sea otro) sino fundamentalmente en el orden
deontológico y epistemológico de la profesión (pues se trata de
nuestro objeto de estudio e intervención)

Ocuparse de las preocupaciones, tranquilizar tranquilizando

Teniendo en cuenta lo anterior, cuando un individuo o una pareja toma


la decisión de acudir a un servicio de asesoramiento sexológico,
aunque pueden existir muchos motivos, es frecuente que exista algo
que, cuando menos, le preocupa.

De manera que, por muy buenas intenciones que existan detrás,


cuando se les dice de entrada cosas relacionadas o similares a “no te
preocupes” o “no tienes por/de qué preocuparte”, a parte del propio
mensaje, también estamos transmitiendo de una forma implícita
(aunque no demasiado) que no deberían estar preocupados.

Dependiendo, además, de cómo se enfatice esta expresión, incluso


puede llegar a transmitirse que no debería estar preocupado “por esta
tontería”. En cualquier caso, lo que nos parece importante destacar es
que estamos generando, entendemos que sin pretenderlo, un espacio
en el que su preocupación no es legítima.

Sucede exactamente lo mismo cuando, ante un determinado nivel de


ansiedad o nerviosismo, respondemos con un contundente “tranquilo”.
A lo que perfectamente pueden contestar con un claro y todavía más
contundente: “No estoy tranquilo, y creo que tengo motivos para no
estarlo”.
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Y es que tanto si se quiere como si no, si quien consultaba ya venía


por un problema que le preocupaba, ahora estamos creando otros de la
nada: Lo que le preocupaba (1), que no tendría que estar preocupado
(2) y que, además, debería estar tranquilo (3).

Si estimamos que la atención va a resultar más eficaz cuando todo esto


no interfiera, será parte de la intervención encontrar la vía para ello.

No se trata, por tanto, de considerar si está justificada o no (cualquier


situación puede llegar a generar ansiedad, nerviosismo o preocupación
en quien consulta), sino de ayudar a que disminuya en el caso de que
interfiera con la resolución satisfactoria de dicha consulta.

Pero diciéndole que se tranquilice, hay muchas probabilidades de que


solo se pueda empeorar la situación. Los fuegos no se apagan gritando
“¡Fuego!”, ni gritando “¡Extintor!”, sino usando uno.

Grandes clásicos populares...

Una de las circunstancias en que es más frecuente encontrarse


ansiedad, nerviosismo o preocupación en una consulta es cuando hay
un posible embarazo y éste no se desea.

En estas consultas uno de las herramientas que disponemos, y que


puede contribuir de manera eficaz a rebajar o minimizar estos estados,
es explicar los procesos de ovulación, fecundación y menstruación, así
como las opciones y recursos disponibles en caso de no querer seguir
adelante con el embarazo.

De este modo, además de permitir una reinterpretación de lo que le ha


sucedido que probablemente le servirá para ésta y otras ocasiones
(cuándo es imposible, cuándo es más probable), abrimos el abanico de
opciones (anticoncepción de emergencia...).
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Incluso, conociendo dónde vive, le podemos indicar los lugares en los


que acceder a esos recursos con sus requisitos, antes de que llegue la
situación que le generaba ese estado de ansiedad, nerviosismo o
preocupación: el embarazo.

Otros casos son, por ejemplo, consultas en las que uno comenta que
lleva una temporada sin erección y que si por eso ya es impotente o
tiene que ir al médico o qué pueden hacer.

O también, una madre que bañando a su hijo se ha excitado, que cómo


puede suceder eso y lo que significa.

Podemos contribuir a legitimar estas consultas, como en tantas otras


del estilo, diciendo por ejemplo:

“Que te preocupe lo que ha ocurrido, básicamente significa que te


importa lo relacionado con…”

Donde con una formulación sencilla se nos ofrece la oportunidad


precisamente de explicitar la inquietud, dándole así el valor que
merece. Lo cual dista bastante de restarle importancia.

...y profesionales

Por lo que respecta a los profesionales, existen también determinados


comentarios ya convertidos en manidos recursos tipo eslogan que no
hacen sino restar validez a significados y experiencias a base de
afirmaciones falsas, al menos, para quien consulta.

Vemos que sucede esto cuando, por ejemplo, se dice:

“Con el preservativo se siente igual porque es muy fino”

O también, la típica frase:


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“El tamaño no importa”

Este tipo de aseveraciones dejan de acoger precisamente lo que


pretendemos resaltar en este punto. Que cuando alguien está
preguntando, por ejemplo por tamaños, formas y demás, es porque le
importan, le inquietan o al menos le interesan.

Exactamente igual que comentábamos con las preocupaciones, si


estimamos que esta atribución de importancia interfiere en la vivencia
o vemos que afecta sustancialmente en la consulta que trae tendremos
que dedicar un tiempo a desarrollar, por ejemplo para los tamaños, la
idea de qué se puede hacer, y qué no, con ellos.

En qué sentido puede ser más importante (rozamiento de paredes


vaginales/anales, efecto visual, valor simbólico) y en qué menos
(estimulación de más zonas, percepción del propio placer, disfrute del
encuentro erótico...).

Y en coherencia con el hecho sexual humano, invitar a la reflexión


sobre en qué consiste un encuentro erótico entre dos sexos desde el
enfoque sexológico (que además del posible cruce de genitales y
fluidos, fundamentalmente trata del encuentro de dos biografías
sexuadas).

Resumiendo

Pese a que sepamos o intuyamos que hay cuestiones que si bien


pueden preocupar en el momento, luego se solucionan rápidamente o,
en apariencia no trascienden de lo anecdótico, se trata de no intervenir
sobre ellas como si fueran banalidades ingenuas, ignorantes o
exageradas, sino dudas, preocupaciones, inquietudes, agobios,
angustias… que los usuarios tienen o pueden tener, y que es parte de
nuestro trabajo acogerlas y atenderlas, pues trabajamos justamente con
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las vivencias de los sexos.

Cada consulta y cada usuario o pareja precisará de su modo concreto


de realizarlo. Otro recurso habitual y frecuente, además de contar
procesos como hemos dicho antes, es el uso de la paradoja para
despistar esa percepción de la situación metiéndonos así en un campo
nuevo o aparentemente nuevo donde esa ansiedad, nerviosismo o
preocupación no esté operando. Por ejemplo, es lo que sucede con la
prohibición del modelo de la cópula elaborado por Masters y Johnson.

Pero diciendo sin más que no importa no se contribuye a que quien


consulta se acepte y menos aún se transmite lo que comentábamos en
el punto 1.5 sobre las importancias de los usuarios.

Por último, conviene subrayar que aunque aquí hemos mencionado


fundamentalmente los puntos de las preocupaciones, nerviosismos y
ansiedades, el razonamiento también es completamente aplicable a
miedos, vergüenzas, expectativas, vivencias, deseos, etc., pues, en
definitiva, se trata de transmitir a los usuarios que sus significados y
experiencias, en tanto suyas, y en coherencia con el resto de puntos
que vamos abordando, son legítimas.
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2.5 Generalizaciones en las expresiones

Con motivo de explicitar la diversidad y multiplicidad de ideas,


prácticas y placeres (por ejemplo) que entre los sexos suelen ponerse
en juego en una relación erótica y en sus propias vidas en general,
comentábamos en el punto 1.2 la conveniencia de utilizar los plurales
frente a los singulares.

Tratando de dar todavía un paso más allá en esta línea, toca ahora
señalar que usando los plurales, según a lo que nos estemos refiriendo
y, sobre todo, dependiendo de cómo construyamos el verbo siguiente,
corremos el riesgo de deslizarnos por los terrenos de la generalización,
por lo que habrá que tener especial cuidado en su formulación.

Si bien es cierto que una generalización puede ser un recurso útil a la


hora de desarrollar un ejemplo o describir un proceso en términos
generales, también lo es que, cuando nos referimos a los sujetos o sus
relaciones y dependiendo de cómo se formule se pueda llegar a
convertir en una homogeneización carente de rigor o directamente
falsa.

Por ejemplo:

“Los hombres son más altos que las mujeres”

Lo que siendo cierto en términos de mayoría (hay más hombres altos


que mujeres altas) resulta una afirmación falsa en términos de
totalidad (pues hay mujeres más altas que hombres).

Esto que se ve claro para un rasgo o carácter sexuado como la


estatura, es también aplicable para el resto de rasgos y situaciones.

De hecho, no es infrecuente observar de vez en cuando


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generalizaciones del tipo:

“Los hombres son más agresivos” “Las mujeres hablan más” “Las
parejas comparten todo”

Afirmaciones todas ellas falsas, atendiendo a la totalidad de hombres,


mujeres y parejas, por el simple hecho de la intersexuación.

Por lo tanto, si quisiéramos lanzar este mensaje, podríamos hacerlo,


por ejemplo, de la siguiente manera:

“Los hombres suelen ser más altos que las mujeres” (alterando la
construcción del verbo posterior e indicando así que no siempre ni en
todos los casos.)

“Hay muchos hombres que son más altos que la mayoría de mujeres”
(matizando que no la totalidad.)

En definitiva, se trata de conjugar en las intervenciones dos


consecuencias directas del proceso de sexuación. Una, que por ser
sujetos sexuados somos únicos, diversos e irrepetibles. Dos, que por
tratarse de rasgos sexuados, existen mayorías, tendencias y
predominancias.

De ahí lo conveniente de evitar hablar de “los hombres”, “las


mujeres”, “las parejas”… sin mayor matización y buscar
formulaciones alternativas que permitan enviar el mensaje deseado sin
acompañarlo de información falsa y fácilmente contradicha.

Por otra parte, como es fácilmente contradicha también restará


credibilidad al profesional cuando un usuario encuentre abundantes y
notorias anécdotas, experiencias o excepciones que contradigan, o no
coincidan con la información dada.
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Por todo ello, si en algún momento de la intervención creemos


conveniente realizar una generalización, por ejemplo para resaltar lo
habitual de una situación, tenemos el recurso de avisar diciendo algo
similar a esto:

“Con frecuencia ocurre que...”

O también:

“Esto no tiene por qué cumplirse siempre pero muchas veces...”

Datos estadísticos

Por otra parte, si en un momento de la intervención, sobre todo en los


formatos de email o foro, vamos a usar datos estadísticos, lo
especificaremos teniendo claro que, para resultar lo rigurosos y
profesionales que nuestra intervención exige, necesariamente se debe
citar la fuente del estudio, siendo ésta de suficiente reconocimiento
profesional u oficial:

“Hay muchas mujeres que no tienen orgasmos solo con penetración


vaginal, estadísticamente (según XXX) pueden llegar a ser un X%,
aunque aquí, más interesante que la estadística y los números, tal vez
sea que conozcas tu propio cuerpo, las sensaciones que te producen
placer…”

Las fuentes de datos estadísticos que en principio podemos considerar


de interés y rigor son las institucionales (CIS, Instituto Kinsey,
Instituto Guttmacher...) o las procedentes de estudios clínicos. No
suelen aguantar el más mínimo escrutinio crítico las promovidas y
patrocinadas por intereses comerciales (laboratorios farmacéuticos,
marcas de preservativos), y menos todavía las que aparecen en
revistas y periódicos de tinte sensacionalista.
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Términos absolutos

Cuidado y atención especial requieren los términos absolutos del tipo:


siempre, nunca, todo, nada… pues nuevamente desde la idea de
diversidad sabemos que las cosas forman parte de un continuo y que la
realidad se empeña obcecadamente en mostrar y evidenciar tales
hechos diversos.

Con las generalizaciones y los términos absolutos más que transmitir


mensajes relacionadas con lo habitual, lo que logramos es dejarnos
opciones y posibilidades fuera, restando así individualidad y, como
consecuencia, capacidad de cambio.

Y es que no es lo mismo entender y cambiar una situación cuando se


percibe como personal y situacional, que cuando se presenta como
algo grupal y estable, siendo en este último caso más difícil de
modificar.

De la misma manera, cambiar un “siempre” se percibe como más


difícil que cambiar un “algunas veces”.

Por último, conviene tener en cuenta que cuando los usuarios (y en


realidad casi todos nosotros) utilizan en sus relatos estos términos,
frecuentemente indican más una actitud o una perspectiva
(generalmente negativa) de la situación que viven, cuando no
directamente un reproche, que una expresión cuantitativa real.
Algunos ejemplos de esto son los típicos:

“Tú nunca dices/haces esto”

“Siempre estás/estamos igual”

“Nunca se me levanta”,
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“Nunca tengo ganas”,

“En cuanto la meto, siempre me corro”,

“Siempre me pasa igual”

De tal manera que diciendo a alguien que nunca ha hecho u ocurrido


algo, se genera un escenario en el que parece más difícil que empiece
a hacerlo en ese momento o, por lo menos, no invita a hacerlo.

Por todo ello, si en una intervención en vez de utilizar esos términos


usamos otros del tipo: “a veces”, “puede ocurrir que”, “puede
pasar…” etc., dejamos opciones y posibilidades abiertas

Resumiendo

Por el concepto de sexuación sabemos que existen rasgos, con su


correspondiente variabilidad, que se dan más en un sexo que en otro y
por el concepto de intersexualidad sabemos que ambos sexos se
sexúan en uno y otro modo de sexuación, por lo que no es posible
hablar de “los hombres”, “las mujeres” o “las parejas” de manera
homogénea.

Se trata, pues, de no generalizar.

No obstante, si se hace con idea de, por ejemplo, mostrar el carácter


común y generalizado de una situación o un hecho conviene prestar
atención pues dependiendo de cómo construyamos la frase, no resulta
difícil desplazarse a un mensaje homogeneizador.

En este sentido, recursos como “generalmente”, “habitualmente” o


“suele suceder” pueden sernos de utilidad.

Los términos absolutos tienden a anular la posibilidad de variabilidad


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y dificultan sobremanera los procesos de cambio. Suelen denotar más


una actitud que un hecho.

Por último, si utilizamos datos estadísticos, hemos de ser rigurosos y


citar su origen para dar pie a que quien consulta pueda contrastar
dicha fuente.
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INDICACIONES METODOLÓGICAS GENERALES RELACIONADAS CON


EL OBJETIVO DE
FOMENTAR LA AUTONOMÍA INDIVIDUAL Y RELACIONAL.

3.1. Sobre decidir por los usuarios

Es posible que se trate de uno de los puntos que más hay que tener en
cuenta, tanto por las consecuencias que acarrea, como por la cantidad
de veces que ocurre en intervenciones de todo tipo.

Cuando se dice a quien consulta lo que ha de hacer o no ha de hacer,


cuando se realizan juicios de valor, tanto positivos como negativos, se
dificulta, frena o directamente impide el desarrollo de la autonomía
individual y relacional de quien o quienes consultan.

De forma más sutil o no tan evidente, pero sí en la misma línea,


sucede cuando quien atiende expresa consejos o recomendaciones a
quien consulta.

Imperativos, mandatos y órdenes.

Existen determinadas formulaciones gramaticales y frecuentes


mensajes directos que establecen o subrayan lo que está bien o está
mal, lo que es mejor o peor, lo que tiene que hacer el usuario e incluso
lo que debería hacer, pensar o sentir. Son, por tanto, formas altamente
frecuentes y explícitas de decidir por quien consulta.

Algunas de estas formulaciones y mensajes que vemos


constantemente en las atenciones de los servicios de asesoramiento
sexológico, y que consideramos importante erradicar, son del tipo:
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“Tienes que...”

“Deberíais...”

"Tendrías que..."

“Lo que te pasa es...”

“Lo que necesitáis es...”

Con respecto a formulaciones concretas de obligación que vemos con


frecuencia en las intervenciones y que, igualmente, creemos
conveniente extinguir, destacamos como muestra las siguientes:

“Habla con tu pareja”

“Pide cita con tu médico”

“Usa anticonceptivos”

Pues trabajando como trabajamos con las posibilidades y con lo que


esas posibilidades permiten, resulta preferible (a la vez que coherente
con todo el discurso que articulamos) transformar esos mensajes y
formulaciones en opciones en las que los usuarios puedan elegir,
además de recibir la información que nos parece conveniente
transmitir.

Por ejemplo, una alternativa a esas tres formulaciones destacadas,


donde se sige transmitiendo la información y donde se deja opción al
usuario, pues no se decide por él, es:

“Quizá preguntando a tu pareja puedas saber…”

“Tu médico te puede dar un diagnóstico…”


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“Utilizando anticonceptivos podéis lograr…”

Es decir, al ofrecer una posibilidad es el usuario quien asume la


autonomía y la responsabilidad, con lo que se favorece así su sentido
crítico ante el proceso de toma de decisiones relacionadas con su
experiencia y su vida.

Juicios de valor negativos y positivos

Un juicio de valor negativo del tipo “Esto está mal” o también “no
has hecho bien”,, transmite al usuario, entre otras cosas, que es el
profesional quien decide lo que está mal.

Transmite, por tanto, que quien consulta no tiene esa función e incluso
esa capacidad. Con lo que establecer la relación de acompañamiento y
ayuda que buscamos se complica extremadamente.

En el otro lado de la misma moneda, con respecto a los juicios de


valor positivo del tipo “esto es bueno” o también “has hecho bien”,
nos encontramos en una situación similar, con idénticas implicaciones
y consecuencias.

Pues si bien es cierto que los elogios y halagos bien utilizados sirven
para destacar que quien consulta ya sabe cosas y subrayan lo que está
haciendo competentemente (lo que es de gran interés), así formulado
(como juicio de valor positivo) también transmite indirectamente que
podría haber estado mal, o que en otra ocasión le podemos decir que
está mal lo que hace.

Así que se hace necesario tener especial cuidado al realizar


felicitaciones y elogios para que no sean confundidos con juicios.

Por ejemplo, cuando un usuario nos dice que ha hecho algo


determinado y vemos interesante destacar esa acción, sencillamente
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podemos aplaudirla destacando su utilidad o el beneficio que puede


sacar de ello para ese y sucesivos momentos.

Así, si queremos destacar que en sus encuentros eróticos existen


penetraciones vaginales y/o anales y en ellas han utilizado un
preservativo, en lugar de formular un juicio de valor positivo del tipo:

“Está muy bien que utilices preservativo, felicidades”

Podemos formular un pequeño elogio diciendo:

“Las relaciones eróticas se suelen disfrutar más cuando podemos


dedicarnos a ellas al 100%, sin estar pensando, por ejemplo, en el
miedo a un posible embarazo o una infección de transmisión genital.
Vosotros, al usar correctamente este método anticonceptivo eficaz
para ambas cosas, esto lo tenéis resuelto.”

Un apunte: El objetivo de las relaciones eróticas

Mención especial merece, por coherencia sexológica, la omnipresente


formulación acerca del objetivo de las relaciones eróticas y por ello le
dedicamos este punto aparte.

Cuando en una intervención se afirma que:

“El objetivo de las relaciones eróticas es disfrutar”

No se está haciendo otra cosa que: deci(di)r cuál es y tiene que ser (y
por tanto cuál no) el motivo o el objetivo por el que las personas
deben realizar sus encuentros amatorios, cuando estos pueden ser
realizados por otros muchos motivos.
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Algunos de ellos pueden ser, por ejemplo, curiosidad, transgresión,


despecho, generosidad, compasión, procreación, etc., desde los que
también puede existir satisfacción con independencia de que exista, o
no, disfrute en el momento del encuentro.

Nuevamente, si se estima necesario hablar de los placeres y disfrutes


de los encuentros eróticos, podemos encontrar una manera de
transmitir esa idea sin necesidad de emplear órdenes con mayor o
menor sutileza.

Por ejemplo, con el empleo de condicionales:

“Cuando el objetivo de las relaciones eróticas es el disfrute…”

“Si lo que buscamos en un encuentro son disfrutes o placeres…”

Resumiendo

Con los imperativos, juicios de valor, recomendaciones y demás


fórmulas similares en las que se decide por el usuario directa o
indirectamente, es probable que quien consulta trate de hacer las cosas
tal y como le dice el profesional (pues para eso se supone que es quien
sabe) o que sencillamente, ni tan siquiera se plantee cómo le gustaría
hacerlas (lo que no es menos grave).

Es decir, que seguirá basando sus significados en referentes externos


(aunque sean los del profesional) y no en los referentes internos
necesarios para el descubrimiento, adquisición y desarrollo de su
propio modo de hacer individual y relacional.

Por otro lado, y entrando ya en los terrenos de la ética y deontología


profesional, cabe subrayar que la función del profesional no es
dictaminar qué es lo bueno para el usuario pues, pese a quien pese, lo
desconoce.
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Por supuesto, tampoco se trata de que sepamos lo que está bien o lo


que esté mal y nos callemos o no lo digamos para conseguir que el
otro lo descubra por sí mismo, entrando con ello en planteamientos de
hacer que “descubran la verdad” sin decírselo.

Se trata de comprender y aceptar con escrupuloso respeto que sobre la


experiencia y la vivencia singular de los individuos, que es sobre lo
que trabajamos, son los propios individuos y parejas quienes saben lo
que conviene más o menos.
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3.2. Sobre su autorespuesta.

Tal y como hemos comentado en el punto anterior, si el profesional


que atiende una consulta no decide bajo ningún supuesto sobre lo que
el usuario ha de hacer, pensar, sentir o vivir, corresponde entonces a
quien consulta esta responsabilidad.

Esto es una consecuencia clara y directa del planteamiento por el que


construimos a quien consulta como un sujeto capaz, competente y
experto en su propia vivencia.

Desde ese punto de partida, y por simple coherencia, la situación


satisfactoria concreta final sólo puede surgir del propio
individuo/relación. Esa es la clave central de este punto.

Al hilo de lo comentado en el punto 1.1 de las respuestas abiertas, y en


general durante todo este documento, es responsabilidad del
profesional promover y facilitar dicho proceso de decisión y elección;
sin entrar en qué decisión o elección concreta deba ser.

Cuando proporcionamos conocimientos, ofrecemos otros posibles


puntos de vista o aumentamos las posibilidades que se abren desde
otras visiones de las situaciones y fenómenos. De este modo,
contribuimos a alimentar su capacidad de decisión al explicitar nuevas
posibilidades primero, y después colaborando en el proceso de
elección entre dichas opciones posibles y deseadas.

De tal manera que se puede considerar un indicador de calidad de la


intervención cuando, además de solucionar el asunto que traía el
usuario (o estar en mejor vía de solucionarlo), se ha aportado
herramientas para manejar otros asuntos similares en el futuro.
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Un ejemplo frecuente en asesoramiento sexológico donde esto se


puede ver con rapidez es cuando, por ejemplo, se consulta por la
elección de un recurso anticonceptivo según su eficacia y por tanto la
posibilidad de establecerlo como método anticonceptivo individual o
de esa relación.

En este tipo de consultas, como en tantas otras, la diferencia entre que


sea el profesional quien decida o sea el propio individuo o la propia
pareja quien decida, produce resultados distintos.

Cuando se atiende situando como central el anticonceptivo y su


eficacia, básicamente se construye una situación en la que los usuarios
han de adaptarse a las posibilidades y limitaciones de estos
anticonceptivos.

Mientras que cuando se atiende situando como central al usuario y su


experiencia, se construye una situación en la que los anticonceptivos
son un recurso a disposición de los usuarios que les permiten, primero,
ampliar prácticas en un encuentro erótico (en este caso penetración
vaginal peneana) y, después, contribuir al disfrute de dicha práctica en
la medida en que evitan consecuencias no deseadas que justamente esa
práctica puede ocasionar.

De forma que cada usuario ha de optar si utiliza o no este tipo de


recursos y, si así lo desea, decidir cuál es el que se le adapta mejor
basándose en el propio modo de hacer de ese individuo o de esa
pareja.

Como hemos dicho, los anticonceptivos son un ejemplo tan repetido


que nos detenemos en él. Y es que situar el anticonceptivo y la
prescripción sistemática de su uso como central en la intervención
genera situaciones tan ridículas como la de hablar de anticonceptivos a
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hombres y mujeres cuyos encuentros eróticos son con individuos de su


mismo sexo.

Resumiendo

Tan importante es no decidir por los usuarios como favorecer los


procesos necesarios para que sean los propios usuarios quienes
determinen qué va bien y qué no va bien.

Dicho favorecimiento no es posible concretarlo puesto que al estar


centrado en quien consulta, su experiencia y conocimientos, habrá de
ser aquello que ese individuo o esa pareja precise, que será distinto a
lo que precise otro individuo u otra pareja.

Lo que es común a todos, y es lo que pretendemos trasladar en este


punto, es que sólo quienes consultan podrá determinar cuáles son las
situaciones en las que son capaces de vivirlo con un grado de
satisfacción suficiente como para que, al menos, no genere ese
malestar, inquietud o duda por el que han consultado.
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3.3. Sobre el sistema de refuerzos

Como última indicación que tener en cuenta dentro del objetivo de


fomentar la autonomía individual y relacional, nos queremos referir
tanto a hacer explícito lo que un usuario ya sabe, le funciona o está
haciendo bien en el momento que realiza la consulta, como a su
manera.

Pese a que este punto (o algunos de sus detalles más generales) bien
pudiera incluirse en apartados anteriores, pues en buena medida se
desprende de ellos, lo elevamos a la categoría de indicación como
manera de destacar que cuando atendemos a un usuario (y
probablemente más cuando este usuario está angustiado o
problematizado por una situación determinada) se puede cometer el
error de creer o interpretar que toda la intervención ha de empezar
desde el principio.

Sin embargo, la experiencia insiste en demostrar que esto no sólo a


veces no es así, sino que directamente nunca es así.

Entendemos, incluso, que esta creencia o interpretación sobre la


situación acerca de la que el usuario consulta supone construir
explícitamente a ese usuario como un individuo torpe, ignorante e
inútil.

Es decir, no sólo se coincide con la probable sensación de incapacidad


o capacidad mermada que el usuario o la pareja tenga de sí mismo
cuando consulta, sino que además la alimenta y refuerza, tendiendo a
anular en gran medida el necesario proceso de colaboración usuario-
profesional que buscamos.
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Entre otras razones, porque inevitablemente se ubica al profesional


como el que sabe y al usuario como el que no sabe, no puede o, peor
aún, no quiere.

Nuevamente, cambiar esta perspectiva supone entender que el usuario


es el que más sabe de su situación, que tiene la capacidad de
solucionarlo (siendo esa su función y no la nuestra) y, sobre todo, que
sólo él va a saber cuáles son las soluciones satisfactorias.

Asimismo, supone comprender que lo que está ocurriendo en esa


consulta es que quien consulta, con esta situación, no está logrando
encontrar dichas soluciones satisfactorias. Y encontrar es claramente
un verbo bien diferente a poseer o ser capaz.

Sabemos que cada persona vive con unas herramientas y estrategias


que le permiten solucionar o cuando menos apañar sus dificultades y
problemas comunes, los del día a día y que generalmente son estas
herramientas y estrategias las que le resultan útiles para llevar una
vida satisfactoria.

Las personas que entran en procesos de consulta traen con ellas sus
propios modos de hacer basados en sus conocimientos, experiencias,
significados y expectativas adquiridos a lo largo de su vida.

Como las soluciones satisfactorias vendrán desde ellos, precisamos


conocer y explicitar sus herramientas y capacidades.

No sólo para que “se animen” o para reforzar su percepción de


competencia, sino fundamentalmente porque no lo podemos hacer de
otra manera si van a ser sus soluciones y su modo de hacer.

Se hace prioritario detectar y evidenciar, por tanto, que hay cosas que
ya saben, que hay estrategias que les funcionan y cuáles son para que
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junto al usuario se evalúe si es posible adaptarlas a situaciones


presentes y futuras.

Cuando, por ejemplo, vamos haciendo las siguientes preguntas:

¿Qué conoces de esto?

¿Qué has escuchado o leído?

¿Cómo has solucionado esta situación anteriormente?

¿Cómo crees que hiciste para que funcionara?

¿Qué harías si por ejemplo…?

Vamos moviéndonos en esa vía pues nos permite acercarnos y


detectar, para luego explicitar, esas pequeñas claves o determinados
modos de hacer con que los sujetos sexuados se organizan tanto en el
contexto de la consulta que traen como en el resto de contextos de su
vida diaria.

Curiosamente, otras veces ni tan siquiera se precisa buscar estas


herramientas puesto que ya vienen en el propio relato que hace el
usuario de su situación.

Un ejemplo breve y sencillo de esto lo tenemos cuando en una


consulta comentan:

“El otro día en la ducha cuando me estaba lavando los genitales vi


que tenía…”

Donde podemos dejarnos llevar por la inquietud de quien consulta y


quedarnos únicamente con los datos en torno a eso que vio, o
podemos escuchar todo el relato y destacar, por ejemplo y aparte del
cuidado e higiene genital propio, la responsabilidad que transmite y
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significa acudir a solicitar información por los cambios observados en


su cuerpo.

Por lo que este punto nos permite entrar de lleno en el terreno de la


responsabilidad. Rescatar y evidenciar estos aspectos nos facilita la
labor de ir dando pasos en la dirección de que sean los propios
usuarios quienes tomen conciencia de que lo que está funcionando o
están haciendo contribuye a estar mejor. Y que además se debe tanto a
cosas que están haciendo como al modo en que las están haciendo, por
lo que no son fruto del azar ni la casualidad.

Resumiendo

Como la construcción que hacemos de los usuarios es que son


individuos y parejas con capacidades, habilidades y herramientas, pese
a que se encuentren en una situación en la que perciben que no pueden
o no saben nada de nada, parte de nuestra función será ir buscando
esos modos de hacer que tienen, que saben, que les son propios, les
sirven, y hacen bien.

Que no se trata de buscar modos de animar gratuitamente sino que


precisamos conocer esas cosas pues la situación deseable, sea la que
sea, se encontrará con mucha probabilidad, o será mucho más fácil
lograrla, siguiendo justamente sus propios modos de hacer.

En ese sentido, cabe destacar que en el proceso de lograr esa situación


deseable, cuanto más se ajuste a sus propios modos de hacer tanto más
probable será, primero, que la situación lograda se mantenga en el
tiempo; y segundo, que si en otro momento precisan alcanzar una
nueva situación deseable, logren encontrarla siguiendo esa vía.

Hacerlo explícito será una de las maneras más potentes de reforzar y


avanzar en este objetivo.
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ANEXO CONSULTAS DE EJEMPLO (QUE NO EJEMPLARES)

1.

Consulta:

¿Tiene algo malo masturbarse?

Respuesta:

¡Hola!

Preguntas si masturbarse tiene algo malo y parecería que la respuesta


es simple y sencilla. O sí, o no. Pero en realidad dista bastante de ello
y ni es tan fácil, ni tan sencilla.

Si estuviéramos en un diálogo, cara a cara, te comentaría algo así


como: “depende, ¿has probado alguna vez? ¿te has quedado bien, a
gusto, relajado o por el contrario te has quedado con sensación de
culpa, más tenso o con malestar?”

De lo que respondieras iríamos tirando de ese hilo para saber tu


respuesta. Y digo tu respuesta puesto que en sí misma, la masturbación
no es ni buena ni mala, es lo que es.

Lo que me parece más interesante es ver cómo te quedas tú cuando te


masturbas o cómo te quedas cuando no te masturbas y te gustaría
hacerlo. Y si te fijas, en realidad ésa podría ser la respuesta a tu
pregunta. Pero como no estamos en un diálogo, no me queda más
remedio que hablarte en general.

Y en general, quien se masturba lo puede hacer por mucho motivos.


Algunos de estos pueden ser disfrutar, conocerse, relajarse, dormir
mejor, desfogar, aprender...
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Si después de masturbarse uno se queda bien, a gusto, sin malos rollos


y encima consigue lo que quiere, entonces yo no veo ningún lío con
masturbarse. De hecho le veo muchas ventajas. Todas las que te he
comentado. Disfrutar, conocerse mejor, aprender...

De igual manera, si después de masturbarse uno se queda mal, a


desagusto, con malos rollos... entonces puede ser que deje de tener
sentido masturbarse. Para empezar, por el malestar que genera. Y
hacer algo voluntariamente, con lo que se sabe que se va a quedar uno
mal, no sé si tiene mucho sentido, ¿no crees?

Otra cosa diferente son los fantasmas que hay alrededor de la


masturbación y que básicamente son falsos. Por ejemplo, que te
quedas estéril (sin poder tener hijos), sin capacidad de tener
erecciones, que te quedas ciego, te salen granos, pierdes memoria... y
así un largo, larguísimo listado de falsedades que se dicen. Así de
sencillo.

Bueno, espero que estos breves comentarios te sirvan para responderte


tú mismo a esa pregunta que te hacías. Si necesitas preguntar,
comentar o matizar alguna cosa más, no dudes en hacerlo que
estaremos encantados de escribirnos de nuevo.

Un abrazo!!
Samuel Díez Arrese, equipo Incisex

2.

Consulta:

Hola, tengo 15 años y quería saber si a esta edad es buena para tener
relaciones sexuales. Mis padres no me dejan pero es mi cuerpo. ¿Y es
dolorosa la primera vez? Gracias
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Respuesta:

Hola:

Gracias por la confianza al escribirnos a este foro para consultar tus


dudas.
Preguntas en primer lugar cuándo es adecuado empezar a tener
relaciones eróticas (sexuales). Esto es no es tan fácil de responder
como parece. Por lo pronto, el criterio de la edad no parece suficiente;
hay personas que maduran antes y otras después.

Por otro lado, no por ser maduro hay que hacer obligatoriamente
ciertas cosas. Por ejemplo, que por tener 18 años sea posible
(legalmente) conducir un coche no quiere decir que todos tengamos
que ponernos a conducir a esa edad.

Luego de entrada diría que uno puede empezar a tener relaciones


eróticas cuando lo desea. Es decir, no cuando “toca” porque ya se
tiene una edad, ni cuando te animan los demás, ni por no ser la única
del grupo que no tiene pareja, ni por creer que así vas a ser mayor…
Simplemente, cuando verdaderamente lo deseas. Hay una razón
importante para ello y es que si queremos disfrutar con las relaciones
eróticas, la primera condición es desearlo. Porque cuando hacemos
algo que no deseamos, ¿lo disfrutamos?
Por cierto, habría que ver qué es eso que deseamos. Cuando hablas de
“relaciones sexuales” entiendo, porque es lo habitual, que quieres
decir “penetración vaginal”, ¿no? Sin embargo, esa es solo una de las
prácticas que se pueden llevar a cabo en un encuentro erótico, esto es,
deseado.

Dices que tu cuerpo es tuyo, y eso es muy cierto, y me gustaría añadir


que puedes disfrutar con todo él, no solo con los genitales. Si lo que
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buscas en tus relaciones eróticas es disfrutar, ¿no disfrutas también


besándote, abrazando, acariciando, masturbando, lamiendo,
mordiendo, etc…? Lo digo porque a veces parece que esto de las
relaciones eróticas solo va de penetraciones y hay muchas más
opciones con las que se puede disfrutar; ¡basta con explorar!

¿Y ya está? Te decía al principio que contestar al cuándo era un poco


más complicado de lo que parecía. Te sugería que para disfrutar
conviene que el deseo esté presente. Además, ¿qué otros elementos
convendría que estuviesen presentes en esa primera penetración
vaginal para que fuese una experiencia satisfactoria? Bueno, cada cual
tiene que pensar por sí mismo y elaborar su propia lista. Para algunos
puede ser relevante el lugar. Es decir, no les valdría un parque o un
coche donde pudiera verles alguien y donde hubiese que estar atentos
a la gente que pasa. A otros, tal vez eso les resulte excitante... Por eso
te digo que cada cual tiene que confeccionarse su propia lista de
condiciones.

Otros elementos que en general suelen mencionarse para que resulte


una experiencia agradable: tener confianza con quien estés, que se
entiendan, que tengan tiempo para estar a solas, que usen preservativo
para evitar embarazos e infecciones de transmisión genital si es que
van a realizar una penetración vaginal...

Estar desnudo con alguien tiende a ponernos en una situación


vulnerable y por eso suelen mencionarse características que dan
seguridad (confianza de que no va suceder nada que no queréis que
suceda; comunicación para pedir lo que se desea y aclarar lo que no;
tiempo para que cada cual vaya a su ritmo; etc.). De modo que, aparte
del deseo, pueden ser útiles y convenientes otros elementos. Cuáles, es
cosa tuya.
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Los padres, en general, tienden a considerar que muchas de esas


condiciones no se dan hasta que no se tiene una edad. Como es obvio,
se pueden tener antes, pero también se pueden no tener incluso
después de esa edad. Total, que los padres suelen tener buenas
intenciones, aunque a veces no sepamos comunicarnos con ellos, o
aunque no los entendamos. No conviene verlos como enemigos,
porque suelen querernos y es probable que estén disponibles para
apoyarnos, especialmente si nos metemos en líos. Con independencia
de lo que decidas hacer con tu vida erótica, hablar con ellos puede
serte útil. ¿Cómo vivían sus deseos cuando tenían tu edad?
¿Obedecieron a sus padres? ¿Cuál sería su lista de condiciones? A lo
mejor hay algo que puedes aprender de ellos, algo que no se te había
pasado por la cabeza…

Preguntas también si duele esa primera vez, y vuelvo a asumir que te


refieres a la penetración vaginal. Esta pregunta suele estar relacionada
con el himen, una membrana que en muchas mujeres cubre la parte
externa de la entrada de la vagina. Lo que pasa es que hay muchos
tipos de himen (resistentes, elásticos, perforados, lobulados, etc.) y por
medio del ejercicio físico o la masturbación puede romperse el himen
aunque no haya habido penetración vaginal. Incluso, puede
mantenerse el himen a pesar de la penetración. Vamos, que no se
puede saber si cuando se te rompa, sangrará (en el caso de que se te
rompa y todavía lo tengas). A algunas mujeres sí les sangra y a otras
no. A algunas les duele bastante, a otras poco, y otras ni se enteran.

Además, el posible dolor en la penetración vaginal está relacionado


con la relajación, la lubricación, los nervios, etc. La vagina es un
músculo, así que si estás tensa, preocupada, angustiada, etc., se tensará
y volverá muy dificultosa la penetración. (Por ejemplo, si estás
nerviosa por la posibilidad de un embarazo o infección de transmisión
genital, usar un preservativo durante la penetración vaginal puede
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evitarte esos nervios.) Si además no estás excitada, o lo estás pero


desde que has empezado a excitarte no ha pasado suficiente tiempo,
no puede ponerse en marcha la lubricación natural de las paredes
vaginales, que disminuye el roce que provoca el pene al entrar en la
vagina.

Como ves, hay muchas cosas que están relacionadas. Es decir, que
para que las relaciones eróticas sean satisfactorias y la penetración no
sea dolorosa tienen que darse unas condiciones (¿cuáles? Insisto: las
que tú consideres) que sumadas la una a la otra van haciendo que todo
sea más fácil y agradable.

Disculpa que me haya alargado un poco con la respuesta, pero ya te


decía al principio que no me era posible responder solo con un simple
“si te apetece, hazlo”. Creo que es más útil si reflexionas acerca de tus
deseos, de cuáles de las distintas prácticas amatorias quieres realizar,
de qué condiciones crees tú que podrían ayudarte a disfrutar más, y no
solo durante ese momento, sino también después, al recordarlas,
sabiendo que has hecho lo que querías, con quien querías y como
querías. Después de todo, lo fundamental en tu sexualidad no son tus
padres, ni yo, sino tú misma, tus vivencias, tus experiencias, los
significados que para ti tienen, las satisfacciones que te proporcionan.

Si hay algo más que quieras comentar o preguntar, no dudes en


hacerlo.

Juan Lejárraga, equipo Incisex

3.

Consulta:

Mi problema es que siento que mi vagina está demasiado cerrada y al


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estar con mi pareja le cuesta mucho trabajo introducirlo y hay veces


que no podemos. ¿Qué puedo hacer para que sea menos difícil?

Respuesta:
Dentro de todas las cosas que pueden hacerse durante un encuentro, la
penetración vaginal simplemente es una práctica más ¡y ni siquiera
para todas las personas es la más placentera! Pero si os apetece
llevarla a cabo, podemos pensar en algunas claves que quizá os sean
útiles.

La vagina no es un hueco por el que pasan objetos según su tamaño,


es elástica: se adaptará al tamaño de un dedo, de un pene o de un
tampón y si un embarazo llega a su fin, se adaptará (aunque con
esfuerzo y dilatación) al paso también de un bebé. Esto puede hacerse
porque es una zona en la que existen músculos, de otra manera sería
imposible. Y los músculos del cuerpo pueden contraerse y relajarse
voluntariamente, pero para eso necesitan ser ejercitados.

Por lo tanto, más que hablar de vaginas abiertas o cerradas, sabemos


que la vagina es elástica y también que cuando existe excitación, la
vagina se lubrica. Esta lubricación hace que la penetración sea posible
y que no duela. Por eso una pregunta importante es si esa excitación
está presente o no en el momento en el que intentáis la penetración.

Durante un encuentro pueden pasar muchas cosas y el nivel de


excitación no siempre es el mismo, por lo que parece probable que
intentar la penetración en esos momentos de mucha excitación puede
facilitar la penetración. Una cosa que podríais intentar (si no lo estáis
haciendo ya) es a que seas tú la que se introduzca el pene de tu pareja,
es decir, que controles tú la presión y el movimiento. Cuando notes
que estás excitada, lubricada y con deseo de penetración, puedes
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colocarte en una posición que te resulte cómoda (por ejemplo encima)


y tratar de introducirte el pene tú misma.

Para aumentar el nivel de excitación, también se puede jugar con el


resto de partes sensibles de los genitales, como el clítoris, que está
fuera de la vagina y tiene muy poco que ver con la penetración, pero
que se puede estimular antes, durante y después. También podríais
probar usando lubricantes como la saliva u otros productos.

De tu consulta deduzco que hay veces que no se puede, pero que hay
otras en cambio en las que la penetración sí que es posible, aunque
difícil ¿verdad? Podríais pensar qué sucede en esas veces que sí se
puede que no ocurre en las veces que es difícil o directamente no
podéis. Por ejemplo ¿Estás más excitada? ¿Estáis en un lugar que os
proporcione mayor intimidad? Si ha sucedido alguna vez que no haya
habido ninguna dificultad ¿Qué condiciones estaban presentes ese día
que no suelen suceder? En las respuestas a estas preguntas podemos
encontrar muchas claves importantes.

Aparte de las dificultades que encontráis con la penetración vaginal,


no nos cuentas si vivís vuestros encuentros de forma satisfactoria, si lo
pasáis bien “entre o no entre”. Espero que os sirvan estas pequeñas
ideas y de todas formas, si ves que pasado el tiempo revolotea por
vuestras cabezas el “¿Nos volverá a pasar?” podéis acudir a un
especialista para que las dificultades no impidan otros disfrutes y
placeres y mientras tanto te ayude a identificar la musculatura vaginal
y a poder tensarla y relajarla de manera más controlada, es decir,
cuando tú consideres.

Un saludo y no dudes en consultar de nuevo si lo necesitas.

Ana García Mañas, equipo Incisex


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4.

Consulta:

Hace poco estuve con una chica hasta que llegamos a la cama. Yo
tengo un problema, que tengo el pene un poco de lado, no me dio
ganas de hacer nada pensando que eso no es normal y que ella se fuera
a reír de mi y contarlo por la calle. ¿Qué puedo hacer?

Respuesta:

Los tamaños, las formas, los olores, las inclinaciones... somos todos
distintos y nuestros cuerpos también. La sexuación, el proceso por el
que cada persona se convierte en un hombre y en una mujer, tiene
infinitos resultados: cada hombre y cada mujer es distinto a todos los
demás: eso hace que seamos únicos.

Eso sí, algo tienen en común: todos los cuerpos están preparados para
sentir placer y disfrutar, con el pene curvado, con más o menos kilos,
con un pecho más grande que otro... En nuestra sociedad el cuerpo se
cuida y se cultiva para exhibirlo, pero su potencialidad más importante
no es ser admirado por los otros sin producirnos sensaciones y darnos
placer.

En tu pregunta hay dos temas importantes: uno, este del aspecto del
cuerpo y sus potencialidades, y por otra parte creo que te refieres a
que mostrarnos desnudos ante otra persona puede producir muchas
reacciones. Mientras para unos es algo natural y fuente de placer para
otros se convierte en motivo de secreto. Hay quienes simplemente lo
viven en el terreno de lo íntimo.

Cuando mantienes relaciones con otras personas sueles mostrar una


faceta que para los demás es desconocida, y podemos tener miedo de
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que el otro nos rechace, de que piense que nos somos perfectos.
Seguro que esa chica también tiene algo que a ti no te parece ideal,
pero el deseo no está formado de partes, es algo global que a veces ni
nosotros mismos comprendemos ¡no podemos decidir por qué o por
quién sentimos atracción! Es curioso pero es justo en el encuentro con
el otro, aunque nos sintamos en ocasiones más temerosos, cuando
comprobamos que para el otro también somos atractivos.

Esperamos que estas claves te sean útiles. Si tienes alguna otra


pregunta o quieres volver a escribirnos, no dudes en hacerlo. Un
saludo!

Ana García Mañas, equipo Incisex

5.

Contenido:
Hola, ante todo daros la enhorabuena por la página, ayuda mucho
saber más cosas del sexo... Mi duda esta en que a la hora de estas con
una chica, no tengo ereccion completa, sino que se queda a la mitad y
eyaculo, y así es imposible tener una relacion sexual... me ha pasado
unas 5 veces y estoy bastante preocupado porque cuando me masturbo
sí que tengo ereccion completa.... le doy vuelta al motivo de por qué
no tengo la ereccion y ya no sé ni qué pensar, si es porque llevo el
calzoncillo prieto, o es tema de impotencia... ¿puedo tomar yo con 21
años viagra? ¿donde la compraría en tal caso?

Respuesta:

Hola:

En nuestros encuentros eróticos entran en juego multitud de factores


que nos influyen en mayor o menor medida y que hacen que cada
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encuentro, cada día, con cada persona, sea diferente. Cuando dos
tratan de poner en común sus peculiares maneras de vivir, sentir y
expresar su erótica, pueden darse multitud de posibilidades,
precisamente porque sus eróticas son muy distintas. Por eso, no hay
un modelo que nos diga cómo debe ser o qué debe incluir un
encuentro erótico. Es decir, que no es que cada cual se tenga que
ajustar a un modelo de encuentro preestablecido, sino que son más
bien los encuentros los que se amoldan a los sujetos y a sus deseos.

Dices que tienes algunas dificultades para tener una erección completa
cuando estás con una chica. Hablo de dificultades, ya que tienes
erecciones cuando te masturbas. De modo que no tendría sentido
hablar de impotencia, si acotamos de manera estricta el significado de
esa palabra a la incapacidad de tener una erección. Y si la entendemos
de manera amplia, ¿la ausencia de erección te dejaría “impotente”
para disfrutar con una chica o hacerla disfrutar? De entre la multitud
de cosas que pueden hacer con sus cuerpos dos que se desean, ¿nada
es disfrutable si no se introduce el pene en la vagina? Una vez que se
eyacula y se pierde la erección, ¿se acaba el encuentro y sus
posibilidades de disfrute?

A veces las dificultades de erección vienen simplemente de los


nervios, del querer quedar bien, de querer “dar la talla”, de obligarse a
tener una erección para poder penetrar... En esta situación (que no sé
si es la tuya, pero te lo cuento porque es bastante común) pasan varias
cosas. La primera es que al pensar en la erección dejas de pensar (al
menos en parte) en tu pareja y en las sensaciones agradables que estás
percibiendo, y como eso es justamente lo que trae la erección (no la
voluntad de que venga, sino las percepciones placenteras), pues
resulta fácil deserotizarse y que la erección decaiga.

La otra cosa que a veces ocurre es que en vez de estar en una situación
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deseada abandonado al disfrute, uno se pone el deber de hacer las


cosas de un determinado modo, y con eso ya tenemos el lío montado,
porque donde tendría que funcionar el deseo queremos que funcione el
deber: el deber de tener una erección, de penetrar, de cumplir con lo
esperado... Sin embargo, fíjate que cuando te masturbas (cuando tienes
erecciones completas) ya no te impones ningún deber y simplemente
te dejas llevar por los deseos y las sensaciones, ¿no? Pues ahí tienes
una pista.

Por otro lado, en un encuentro erótico con otro necesariamente


diferente a nosotros, tratar de ajustar nuestros deseos y nuestras
prácticas puede no ser fácil. Cada uno se conoce más o menos a sí
mismo, pero para conocer algo del otro es preciso un espacio de
exploración mutua, de tanteos. Es decir, sería raro que el otro supiese
exactamente (especialmente las primeras veces) qué nos gusta,
cuándo, con qué ritmo, presión, ángulo, etc. Es decir, que lo que nos
sucede a solas no es probable que nos suceda igual cuando estamos
con alguien, ya que entran en juego miles de factores distintos. De ahí
que posiblemente cuando estás solo sea más fácil que tengas una
erección de mayor consistencia que cuando estás con alguien: hay
menos distracciones y sabes exactamente cómo tocarte.

En cuanto al Viagra, es un medicamento que favorece la dilatación de


los vasos sanguíneos. Así, aquellos que tienen dificultades en la
erección debido a una estrechez de los vasos sanguíneos (en general,
hombres mayores) pueden optar a tomarlo, si el médico no lo
considera contraindicado. Por lo que nos cuentas de tus erecciones
durante la masturbación, no parece que tengas ningún problema de
circulación. (Si el calzoncillo prieto estuviese afectándote, también
tendrías que notar dificultades de erección durante la masturbación.)
Bueno, si tu situación es distinta de la que he imaginado, o hay algo
más que quieras comentar, no dudes en volver a escribirnos y
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seguimos hablando, ¿vale?


Saludos y que disfrutes de tus encuentros, con erección y sin ella

Juan Lejárraga, equipo Incisex

6.

Autora: nombre femenino

Consulta: Tengo una hija de 16 años, sale con un chico y siempre le


han gustado los chicos,ahora se siente atraida por una chica de la
clase, que está incesantemente detras de ella (es lesbiana) y mi hija
está sufriendo mucho, yo no se que aconsejarle,le ha pedido tiempo a
su novio para aclararse ¿debe experiementar con ella? no se que
decirle, necesitamos ayuda, por otra parte , siempre ha tenido
relaciones con chicos, aunque dice que se siente encandilada por la
bellea de algunas mujeres y yo no sé que quiere decir todo esto. Le
agradeceria mucho su opinion. Esto quiere decir que es Bisexual?, si
inicia una relacion con su compañera y es mas satisfactoria que con su
novio, podria tomar una orientacion hacia las mujeres? Gracias,
espero su respuesta.

Respuesta:

Hola!

Disculpa el retraso en atender tu consulta.

Planteas distintas cosas en tu consulta, todas ellas importantes y por


eso me gustaría ir por partes, para no dejarme ninguna por el camino.
Como no conocemos los detalles concretos ni de ti, ni de tu hija, ni de
ese chico y esa chica, tan sólo voy a poder comentarte aspectos
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generales en torno a este tema, que espero te sirva, al menos, como


punto de partida.

Te comento tres ideas sencillas (no siempre simples de aceptar) que


pueden ayudarnos a empezar:

1 - Su orientación es algo que sólo ella va a poder resolver.

2 - Esa resolución, no será del orden de la decisión, sino de la del


descubrimiento.

3 – Sea cual sea dicha orientación, no se podrá cambiar, aunque sí


podrá hacer (por diferentes motivos) “como si” no fuera esa.

Con respecto a la primera idea, es algo que todos nosotros, antes o


después, mejor o peor, con mayor o menor dificultad, hemos
terminado resolviendo. Y lo hemos hecho, generalmente o
mayoritariamente, más o menos en esas edades. En ese sentido,
podríamos decir tranquilamente que es “lo que le toca”.

Con respecto a la segunda idea, consideramos que es una matización


importante puesto que ya no se trata de “voluntad” que te atraigan
unas o unos. De la misma manera que tampoco es una decisión
voluntaria que te guste “ese” de entre esos o “esa” de entre esas. Así,
hablaríamos aquí de atracciones, gustos y deseos que, dicho sea de
paso, es bien diferente de hacer cosas, que esas, por lo general, sí son
decisiones.

Es decir, que te apetezca dar un beso a alguien no es una decisión


(sino más bien un descubrimiento) pero darlo sí es un acto que se
decide.

Y con eso entramos en la tercera idea. Además, si hasta ahora entraban


en juego cosas que sólo tu hija podía resolver, en este punto entras tú
también, pues (entre otras) una de tus funciones va a ser precisamente
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el grado de facilidad u obstrucción que puedes hacer para que se


conduzca en coherencia por la vía que resuelva o no.

Esto viene a ser como decir: si descubre que le gustan las chicas,
tendrá que decidir si se conduce en la vida con las chicas y para tomar
esa decisión balanceará los costes y los beneficios de la propia
decisión.

Evidentemente, la familia suele ser una variable muy poderosa que


puede contribuir mucho al costo o al beneficio (dependiendo del papel
que cumpla apoyando o impidiendo) la conducción coherente.

Muchas personas, como decía antes, resuelven esto sin mayor


problema. Sin embargo, hay bastantes veces en las que esto no es tan
sencillo, pues entran las dudas. Comentas que siempre ha estado con
chicos, pero que esta chica provoca que le entren dudas puesto que
además la belleza de algunas mujeres le encandila y, con todo ello,
planteas si debe experimentar.

Ocurre que ella está en una relación de pareja y nuevamente, decidir


experimentar será una decisión (y no ya un descubrimiento) que
tendrá sus costes y beneficios en la relación actual. Por la misma,
decidir no experimentar y estar con esas dudas “en la cabeza”
también.

Otra cosa distinta es la expectativa ante la experiencia. Para tomar


decisiones ajustadas, conviene ajustar también las expectativas. Y es
que si prueba básicamente sólo le va a dar información de la
experiencia de esa chica y no con las chicas, en general. Lo que no es
poco, pero tampoco es el todo. Sólo una parte. Esa chica y tu hija con
una chica.

De la misma manera que si prueba a salir con un chico y no funciona,


no significa que no le van los chicos, sino “sólo” significa que con ese
chico no ha ido y ella con un chico. Pero no ya los chicos.
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En resumen, que conviene distinguir entre lo que son decisiones (y sus


costes y beneficios) y condiciones (y sus descubrimientos con o sin
experimentación), que tus funciones podrán ser muchas, pero que,
desde aquí, entendemos que sería más interesante no decantarse por
una decisión u otra, sino por acompañarla y apoyarla en cada una de
esas decisiones que tome y, en la medida que se pueda, tratar de
resultar un beneficio en la decisión, independientemente de cuál sea
ésta, pues es un momento de confusión, pero también de
descubrimiento.

De momento, nada más. Espero que estas líneas te ayuden a situar un


poco más el tema, las distintas partes de la consulta y lo que tú, como
familiar, podrías hacer. Si quieres comentar, preguntar o matizar algo
más, vuelve a escribirnos cuando desees.

Un abrazo!!

Samuel Díez Arrese, equipo Incisex

7.

Consulta:

Hola, les escribo porque francamente estoy muy preocupada. Con mi


actual pareja, y desde que le conozco (hace ya unos años) mi vida
sexual es muy pobre. No creo que tengamos ningún problema, pues
desde que nos conocemos él siempre ha actuado así (es decir, no es
que haya habido un cambio en nuestra vida sexual común) pero a mí
me parece ¡tan extraño! Digamos que yo soy una persona muy activa
en este terreno, y acostumbrada a tener con otras parejas anteriores
una vida sexual muy satisfactoria, activa y reconfortante. He pasado
de tener sexo, prácticamente diario, a tener sexo una vez cada dos o
tres semanas, o incluso más tiempo.

Nada funciona para que se excite con más frecuencia: ni tocamientos


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o roces (a veces me aparta) ni verme en ropa interior, ni sentirme


desnuda a su lado, ni insinuarme provocativamente... nada.
Sencillamente dice que no le apetece, y por tanto tengo que esperar a
que a él le entren las ganas, lo cual sucede, como he dicho, cada cierto
tiempo. He intentado dialogar, la verdad, más que intentar dialogar no
hago, soy yo la primera interesada en saber si hay algún problema y
sobre todo en ayudar a superarlo, incluso ir a un psicólogo si es
necesario. De haber algún problema sabe que pondría todo mi interés
en superarlo y solucionarlo. Pero parece que hablar de esas cosas
muchas veces es un tabú con él, o sencillamente no sabe qué decir, no
lo sé, lo que sí sé es que por mucho que intente dialogar al final hablo
yo sola.

A veces pienso que pudiera ser cuestión de timidez e impulsos


inhibidos (en una ocasión me comentó que tenía problemas de
expresión de emociones y mencionó ASPERGER), pero más
confianza de la que le doy soy incapaz de darla, confianza, amor,
comprensión, diálogo... no sé que más hacer. Sabe que soy una
persona muy liberal en ese sentido, así que no debería tener miedo a
meter la pata de ninguna de las maneras, ni siquiera si sus tendencias
sexuales no fueran las que yo creía, no obstante, doy fe de que el
género femenino le gusta y ha tenido otras parejas, además de
frecuentar de vez en cuando antes de conocernos y cuando le entraba
el apurón, casas de citas. Y también doy fe de que sus relaciones
personales con sus amistades son de lo más normales, por lo que
tampoco me encaja lo de ASPERGER. Digamos que es una persona
muy diferente en ese sentido, jamás he tenido problemas con nadie en
este terreno (al contrario), sin embargo me encuentro con una persona
con la "que no se qué hacer, no sé cómo actuar"...es "extraña".
Extremadamente pasiva, siempre espera que yo haga (cosa que no me
molesta aunque no me gusta, pero es que también me gusta recibir un
poquito)...y muchas veces, en esa actitud, el termina sin tocarme
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prácticamente un pelo a mí. Y a todo eso he de esperar dos o tres


semanas.

Esta actitud me hace sentirme francamente mal, rechazada, no


deseada... y siempre me han hecho sentir de otro modo. Soy una
persona muy activa, pero parece que está consiguiendo que cada vez
me atraiga menos tener sexo con él...lo cual me asusta.

He comentado con él lo mal que me hace sentir su actitud, pero él


tampoco parece que sea una persona que ponga interés en
solucionarlo, en ir al médico a ver si el problema puede ser debido a
alguna cosa, o a un sexólogo ... el dice que fue siempre así, que
simplemente es menos activo que yo ...y que tal vez sea yo la
insaciable... pero no me parece raro tener ganas siempre, lo que me
parece raro es que no las tenga él casi nunca... ¿me podéis aconsejar?
Que puedo hacer con una persona así?...

Me gustaría saber si lo que me dice es realmente cierto, un problema


de tipo emocional unido a cansancio y falta de apetencia, o sí por el
contrario es porque tener relaciones con la misma persona le cansa y
prefiere tenerlas con otras (él me ha dicho que no, y además encaja
con que se ha comportado igual desde que le conozco) entiendo que
debería de tener más ganas...estoy acostumbrada a que el chico
simplemente pensando en acostarse, o un simple roce se empalme, y a
veces con él tengo que estar mucho tiempo para conseguir una
erección... Perdón por extenderme tanto, pero me el tema me preocupa
mucho. ¿Alguien me puede ayudar?
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Respuesta:

Hola!

Por tu consulta entiendo que tienes con tu pareja menos encuentros de


los que a ti te apetecerían y que eso os lleva ocurriendo desde el
principio de la relación. Parece además que el hecho de que él no te
"busque" o de que no reaccione cuando tú le buscas a él te hace
sentirte menos deseada. Esto lo habéis hablado y tú le has planteado
que te supone una situación incómoda ¿Es así? Voy a intentar
contestarte por partes, ¿vale?

En realidad, solo vosotros dos sois los que podéis decidir si vuestra
"frecuencia" es la adecuada o no. Esto es así porque no hay un baremo
estándar que nos diga lo que es normal y lo que no lo es, lo que es
bueno o es malo. ¡Menos mal! Así, se trata más de buscar un ajuste en
vuestros deseos, ritmos y frecuencias más que en etiquetaros como "
muy poco deseante" o "demasiado deseante" Aquí todos somos únicos
y cada uno tiene unos deseos determinados y con una frecuencia
determinada.

Fíjate que en realidad si lo pensamos bien, que dos personas coincidan


en un momento determinado en querer hacer exactamente lo mismo
es, en principio, bastante difícil. Sin embargo, de vez en cuando
sucede. Los tiempos no son los mismos, los deseos a veces tampoco,
pero las parejas se encuentran y se disfrutan. Coincidir no es algo que
suela " salir solo" a veces hay que buscar esas coincidencias ¡o incluso
negociar! Con esto me refiero a que a veces se puede pedir y se puede
dar:

Que a los dos no os apetezca tener un coito en un mismo momento es


bastante posible. ¿Puede uno tener un orgasmo y otro no? ¿Puede uno
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excitar al otro aunque a él en ese momento no le apetezca estar


excitado? ¿Puede uno masturbar al otro? ¿O tiene que ser siempre
todos-todo? Y aquí cada pareja se organiza a su manera.

¿Qué pasa cuando la frecuencia "coital" es poca, es baja o es menos de


la que a uno le gustaría? ¿Significa eso que no hay deseo hacia el
otro? No. Significa a lo mejor que no es eso lo que apetece hacer en
ese momento.

Esto nos puede servir como clave porque a lo mejor podéis hacer algo
para que tú no te sientas rechazada o como dices muy bien "no
deseada" Porque sentir el deseo de la otra persona muchas veces es
importante, pero no solo buscando relaciones coitales se puede
mostrar el deseo, y ese deseo además, es difícil de medir en el otro
¡No existen dos personas iguales, y por lo tanto su manera de expresar
el deseo, y su manera de vivirlo, tampoco van a ser las mismas! Quizá
aquí esté una de las claves más importantes de todo este lío. En cómo
de importante es sentirse deseada por el otro, que quizá pese más que
el número de coitos o de encuentros, y en cómo el otro puede
mostrarnos su deseo.

También entras en una cosa muy interesante que eso de quién busca y
a quién le gusta que le busquen. Quién disfruta de hacer y quién
disfruta de que le hagan. "No me molesta hacer pero yo también
quiero que me hagan", dices. Por lo visto, en este sentido los dos
tendéis a dejaros hacer y a los dos os gusta que os hagan y os busquen.
¿Eso sería otra cosa que se podría negociar?

Aparte del coito, hablas de actividades en general que os excitan, y a


lo mejor hay algunas otras formas de crear contactos, que aunque no
sean excitativos, os hagan mostrar y entender vuestro deseo. Cuánto
os toquéis en un contexto no erótico quizá sea una clave para sentirte
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más o menos buscada o más o menos deseada.

No querer hablar sobre los problemas es una manera de afrontarlos


diferente. No significa (en principio) que no se quieran solucionar. No
todas las personas solucionan las cosas hablando, a algunas eso les
puede dar más ansiedad, mientras que a otras les pasa al revés, cuando
una situación les agobia y no la saben resolver, se quedan "mejor" si
pueden hablarlo. Aquí parece que vuestros estilos son distintos,
también.

Una idea para poder hablar de esto sin que nadie "se agobie" es que
pienses, y a lo mejor comentes con él, lo que hace que te hace sentir
bien. A veces, evidenciar lo que el otro hace que nos gusta, propicia
que eso se repita o que el otro sepa dónde "invertir" sus esfuerzos.
Hablar solo de lo que supone un problema y de lo mal que te hace
sentir, puede bloquear la situación si a ninguno se os ocurren
soluciones.

Dices una cosa en tu consulta que me gustaría recuperar para darle la


vuelta y es que esa persona es "extraña para ti" y a lo mejor por eso
mismo, porque todos somos únicos y peculiares, porque no somos
iguales ni actuamos igual ante las situaciones, porque no relacionamos
de la misma forma a las mismas cosas y porque cada uno somos
diferentes, sexuados... por eso a lo mejor nos buscamos y a veces nos
entendemos.

Espero que estas claves os sirvan. Si lo deseas, podemos hablar más a


fondo y en particular a través del chat o en la sala de terapia.

Un beso y hasta pronto!!

Ana García Mañas, equipo Incisex


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8.

Autora: nombre femenino; edad: 20 años

Consulta:
Hola! Tengo un problema. Mi novio, de la misma edad que yo,
llevamos ya casi 4 años saliendo, casi nunca hemos discutido y nos
llevamos muy bien. Mi problema es que desde junio mas o menos,
creo que lo veo mas como un amigo.

En junio se lo dije, pero seguimos, y hace un par de semanas otra vez


se lo dije, pero decidi seguir. Y la semana pasada le dije
definitivamente de cortar. Le dije que lo veia como un amigo y que me
sentia rara besandome con el o a veces estando con el, que lo
deajarmos o nos dieramos un tiempo y que a lo mejor despues me
arrepentia. Pero el esta muy enamorado de mi (soy casi lo unico que
tiene) y me dijo que le diera un tiempo (siguiendo como novios) para
hacer cosas diferentes y que asi quizas seguiria pensando en el como
novio, que no quiere dejarlo, que es de lo unico que ha estado seguro
en su vida...

Desde ahi hemos hecho algunas cosas diferentes, pero creo que sigo
igual, y no se como decirle de dejarlo como amigos para hacerle el
menos daño posible ya que ha sido una persona muy importante en mi
vida y me gustaría conservarlo, y porque es una grandisima persona
que no se merece nada de lo que le pasa.

Gracias!

Respuesta:

Hola!
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He leído tu correo varias veces y no termino de aclararme si tu


consulta va más dirigida a ver cómo terminar la relación de pareja o
va por ver si terminar o no con esta relación. Como no estamos en un
diálogo directo, he pensado que te hablo de las dos posibilidades y así
cubrimos las dos posibilidades.

Qué es lo que hace que dos se encuentren o se desencuentren, o lo que


es parecido, qué es lo que hace que una pareja se haga o se deshaga, es
muy diverso. Generalmente se piensa que es y debe ser el amor. Sin
embargo, hay otras muchas cosas.

Hasta tal punto que muchas veces dos personas hacen una pareja
porque disfrutan como amantes, o disfrutan de sus compañías, o
comparten unos intereses, o esos intereses son complementarios, o por
pena, o por no estar solos, o incluso, porque se resultan “cómodos”.
Por supuesto, hay personas a las que el sólo hecho de sentirse
deseadas, les es suficiente para estar con alguien. En fin, que aquí hay
de todo.

De igual manera, hay veces que dos deshacen una pareja porque no se
entienden como amantes, o porque la compañía ya no les gusta, o esos
intereses ya no son interesantes. O, en definitiva, por el motivo que
sea.

Hasta donde entiendo de la situación que cuentas, disfrutas de su


compañía y has dejado de disfrutarlo como amante. De hecho,
comentas que deseas seguir disfrutando de su compañía.

Por eso te comentaba que no hay un modo ni una razón rígida y única
de estar en pareja. Que cada cual tiene sus deseos y que eso es al final
lo interesante. Es posible entonces que el hecho de que ya no lo vivas
como amante, haga que deshagas esa relación. Pero también es posible
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que no. Eso ya lo tiene que valorar cada uno, incluso en términos de
compensación. Me compensa o no.

Cada cual entiende lo que es importante en una relación de pareja, lo


que busca. Como te decía, amantes, compañías, conversación, planes,
comunicación, no soledad, etc...

Por lo que cuentas, es probable que algo pasara (no necesariamente


algo concreto) en torno a ese junio para que te hiciera ese “click” y
dejaras de verlo o sentirlo como amante. Igual algo cambió en los
tiempos de veros, o en los espacios, o en las compañías, o en los
planes. Junio, sobre los 20 años, suele ser fechas de exámenes y ahí
también cambian a veces las dinámicas, las priorizaciones o la
interpretación que se hace de esos cambios y esas priorizaciones.

Tras Junio llega el verano y las vacaciones. Esas también son semanas
diferentes pues suelen cambian los ritmos, los planes, los tiempos, las
intensidades, etc... Esto no es nuevo (lleváis 4 años, o sea, 4 veranos)
pero igual ha habido algo diferente por ahí.

En cualquier caso, me parece interesante hacer un comentario sobre


eso que dices de los besos y te planteo una posibilidad. Se me ocurre
que suele ser bastante común que cuando nos ponemos a mirar si algo
va a ocurrir, nos dejamos cosas por el camino.

Me explico. Suele ocurrir que si nos ponemos a analizar los besos


(como has comentado, pero que posiblemente te haya ocurrido con
más cosas: caricias, abrazos, excitaciones...) nos perdemos la vivencia
del propio beso y por eso acostumbra a resultar una experiencia más
fría, más distante. Pues no estamos viviéndola, sino analizándola. No
sé si podrá haber algo de esto en lo que comentas.
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Haciendo repaso de las cosas que buscas (para ti y para el otro) en una
relación y las que encuentras en esta relación, resolverás qué es lo que
deseas. Si se da el caso de que decides mantenerla, tocará reajustar
estos desajustes que ves. Si resuelves deshacer la relación, tocará ver
cómo.

Suele haber un dicho por ahí, que no sé si lo habrás escuchado. Dice


así: que cada mástil aguante su vela. Y es un dicho que se puede
aplicar bastante bien para estas situaciones. Es decir, tú tendrás unos
líos que resolver, y él otros.

No sé nada de vuestro círculo social. Y digo esto, porque si dejáis la


relación, no sé en qué grado os seguiréis viendo. Si coincidís,
compartís amistades, si sois vecinos o compañeros de clase o de
trabajo o nada de todo lo anterior.

Ser tú quien deja la relación (es común compartir la decisión de hacer,


pero no la deshacer) generará casi necesariamente una sensación de
abandonadora y en él de abandonado. No suelen ser sensaciones
cómodas, desde luego. Pero digamos que “vienen con el paquete”
cuando la decisión es unilateral.

Otras posibles sensaciones que se generen pueden ser de pena,


tristeza, dolor, impotencia... Por supuesto, también alivio, esperanza,
ilusión... Nadie mejor que vosotros (desde luego mucho mejor que yo)
para saber cómo se gestiona cada uno en esas sensaciones. De ahí que
sea interesante que ambos podáis contar también con apoyos cercanos,
para ir remontando esas sensaciones no deseadas.

Ver cómo hacéis en “el después” de estar juntos, también suele


resultar importante pues probablemente contribuya a intensificar o
atenuar todas estas sensaciones, emociones y sentimientos.
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En cualquier caso, es lógico que llevando 4 años con tu pareja y más


teniendo 20 años para ambos sea una situación difícil, compleja y
complicada.

Y hablando de ambos, es posible que no sea mala idea que si lo ves


bien, ambos leáis tu consulta y esta respuesta, pues lo mismo os da pie
para comentar o entender otras cosas o desde otras perspectivas. Igual
sí o igual no. Por eso es una propuesta que te hago, para que lo
pienses.

De momento y sin saber más cosas, no te puedo decir gran cosa más.
Espero que estas ideas y planteamientos puedan ayudar(te-os) y
orientar(te-os) un poco más.

De todas formas, si quieres comentarnos más cosas, preguntar o


matizar lo que quieras, vuelve a escribirnos con total confianza, que
estaré encantado de seguir ajustando las repuestas a lo que necesites o
necesitéis.

Un abrazo, ánimo y buena suerte!!

Samuel Díez Arrese, equipo Incisex

9.

Autor: nombre femenino

Contenido:
Ultimamente estoy teniendo problemas con mi pareja en nuestra vida
sexual, he de decir que tengo un bebé de 4 meses y comprendo que el
cansacio y verme el cuerpo mas estropeado no ayuda, pero otro factor
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que me preocupa es la aficción que tiene mi pareja por el porno,


afición que puedo comprender en una persona soltera, pero no
compatible en una pareja, esto hace que mi deseo sexual baje aun mas
ya que a mi modo de ver el porno se utiliza cuando estas insatisfecho,
lo considero como una falta de respeto,me gustaria que me aclararais
si es normal que necesite ver porno o si el problema es mio me
gustaria saber como podria solucionarlo, siempre que la solución no
sea ver porno!! muchisimas gracias por adelantado

Respuesta:

Hola,

Leyendo tu correo me entra la duda de si tu consulta está referida más


al tema de consumo de pornografía audiovisual en pareja o a la falta
de apetito sexual que comentas tener. Estando o no ambas
relacionadas. En cualquier caso, por si ambas cuestiones las
consideras interesantes. voy a comentarte cosas sobre las dos.

Es frecuente que en muchas parejas durante los meses de lactancia


haya un parón en los encuentros eróticos relacionados con la
excitación. Las razones que comentas son claras: cansancio y
autoimagen.

Pero también hay otras como por ejemplo:


Cambios fuertes en los ritmos, los horarios y las funciones.
Cambios en la estructura convivencial (de ser dos se pasa a ser tres y
ese es un cambio muy radical).
Cambios en las autopercepciones (de mujer y hombre se pasa a
madre-mujer y padre-hombre o, en el caso de dos mujeres, quién da de
amamantar y quién no).
Cambios en las prioridades de la vida (donde el bebé, la intendencia,
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el descanso, las familias o círculo social íntimo... ocupan lugares más


preferentes que antes y por ello la prioridad de la satisfacción erótica
pierde puntos).
Cambios en los niveles hormonales de la madre, donde la prolactina se
incrementa considerablemente. (Hormona asociada al bajo deseo)
Etc.

De todos estos cambios y de cómo los vayáis resolviendo dependerá


que vuestra relación la viváis con mayor o menor satisfacción. Y
cuando hablo de la relación, hablo de toda, encuentros eróticos
incluidos.

Lógicamente que os sintáis apoyados, comprendidos, atendidos,


queridos y deseados puede resultar importante.

Una de las dificultades grandes cuando se tienen hijos, es la posible


“pérdida” de la pareja. De ahí que recuperar pequeños espacios
(físicos y temporales) a lo largo del día o de la semana de intimidad de
pareja pueda ser interesante para ambos.

No tanto de "reuniones" para abordar temas de gestión y


administración, sino para vivir la pareja, como antes de tener los hijos.
De sentiros de nuevo (en ese breve espacio que dan las siestas del
bebé o unas horitas de canguro por ejemplo) como dos que se desean
y comparten sus vidas y no ya tanto como dos que se organizan para
criar a un tercero. Ir recuperando pequeñas porciones de pareja puede
ser importante.
Un masaje mútuo, un baño, un juego de mesa, una película, una charla
sobre cada uno, un encuentro erótico... son actividades que se me
ocurren y que pueden ayudar a eso. Pero son mis ideas.

¡Seguro que vosotros tenéis más y mejores ideas!


licencia CC BY-NC-SA 3.0

Sobre el consumo de pornografía, así como la masturbación, y más


aspectos de la erótica individual, no es necesariamente incompatible
con la relación de pareja. Otra cosa bien diferente es que tú no lo veas
o lo vivas bien y entonces estamos hablando de otra cosa distinta. De
la pornografía en vuestra relación de pareja.

En principio, te diría que al corresponder este tema con la


individualidad de cada uno, la manera de resolverlo debería ser
coherente con la manera en la que resolvéis el resto de cosas
relacionadas con las prácticas o hábitos de uno y que de alguna
manera molestan al otro o no las vive bien.
Generalmente en estos casos, lo que se hace es negociar. Teniendo
claro (y como indicas lógicamente) que la negociación (para ser
provechosa) no pasa necesariamente ni porque a ti te tenga que gustar
el porno, ni porque él tenga que dejar de verlo.

Al hilo de lo que te comentaba antes, si el riesgo de tener hijos puede


ser perder de vista la intimidad de pareja, el riesgo de estar en pareja
puede ser perder de vista la intimidad individual.
Y si antes una posible solución pasaba por dedicar espacios y tiempos
a la intimidad de pareja, ahora coherentemente una posible solución
pasa por dedicar también espacios y tiempos a la intimidad individual.
A la tuya y a la suya. De forma que en ese tiempo, cada uno haga lo
que desee.

Dedicar espacios y tiempos, si hace falta se hace con agenda en mano


y calendario semanal. No es problema. Entiendo que si se precisa
cultivar el valor de la intimidad, la vuestra y la de cada uno, es más
importante que lo artificial que pueda resultar organizarse en tiempos
y actividades.
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Por otra parte, no te puedo decir por qué tu pareja consume


pornografía. Tan sólo, te puedo comentar que generalmente tanto este
consumo, como las masturbaciones, por ejemplo, no tienen que ver
con la insatisfacción en la relación de pareja, sino por satisfacción en
la actividad en sí misma. Es decir, porque gusta.

Bueno, espero que estas ideas y comentarios te sirvan un poco más


para aclarar tus dudas e inquietudes. Si tienes alguna matización que
hacer, comentario, pregunta o duda, vuelve a escribirnos con toda
tranquilidad, ¿vale?

Un abrazo, disfrutad de vuestra maternidad/paternidad, de vuestra


relación de pareja y de vuestra individualidad. Puesto que ninguna de
ellas es incompatible con el resto. ¡Merece la pena!

Samuel Díez Arrese, equipo Incisex

10.

Consulta:

¿Es la infidelidad una cuestion biológica o se trata de un problema


psicologico de autoestima? Saludos.

Respuesta:

¡Hola!

La infidelidad es un concepto inventado por los humanos en un


determinado momento histórico que actualmente podríamos definir de
manera amplia como la ruptura de un pacto de exclusividad, implícito
o explícito. Aunque el pacto suele hacer referencia a lo genital o
afectivo, los matices pueden ser múltiples.
licencia CC BY-NC-SA 3.0

Originalmente, el infiel era el que no tenía fe, o profesaba una fe


distinta de la propia. Visto en términos de acuerdos, el infiel sería el
que no modula sus acciones de acuerdo con pactos, o cuyos pactos son
distintos del que le califica de infiel.

Entendida así la infidelidad, difícilmente cabe entender que no


atenerse a la palabra dada, al compromiso de cumplir un pacto, sea
una cuestión biológica. (¿Qué genes o qué niveles hormonales podrían
estar implicados para que algunos -pero no otros- no pudieran
resistirse, por ejemplo, a besar a otros, aunque ya tuvieran pareja? La
propia formulación resulta abracadabrante.)

Considerar que la ruptura del pacto se debe a un problema de


autoestima se enfrenta a otras dificultades conceptuales. ¿Por qué
alguien que decide -y lo decide: no es que se deje arrastrar por un
impulso incontrolable- actuar según sus deseos (pongamos, besar a
alguien que no es su pareja) iba a tener un problema de autoestima?
¿Por qué desear algo supuestamente prohibido por el pacto de pareja
implica que uno se estima poco?

Es probable que las rupturas de pactos vengan más bien del


desconocimiento de sus términos (muchas veces son implícitos), de la
escasa elaboración de sus detalles (no estar con nadie más, ¿excluye
un flirteo electrónico, un beso fugaz, una aventura de una noche sin
continuidad...?), del diferente significado atribuido a la ruptura de los
términos del pacto (¿“si lo rompes, no quiero verte nunca más”? o
¿“me dolería que alguna vez lo incumplieras, pero no voy a echar por
la borda lo que hemos construido en este tiempo por una sola
acción”?), del establecimiento de pactos no realistas, etc.
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En fin, el asunto es fascinante, sobre todo si no lo reducimos a lo


biológico (los sujetos sexuados tenemos otros niveles de
complejidad), y no patologizamos lo que en realidad son desviaciones
de nuestra propia moral.

Para una discusión más amplia en términos de pactos,


complementariedades, lealtades, identidad, memoria, crecimiento,
significados, deseos..., puede resultarte sugerente la lectura de
Conyugal y extraconyugal. Nuevas geografías amorosas (Editorial
Fundamentos, 2001) de Rafael Manrique, así como Teoría de pareja:
Introducción a una sexología sistémica de Ester Pérez Opi y Joserra
Landarroitajauregui, publicado en el nº 70-71 de la Revista de
sexología.

Si hay algo que quieras comentar o matizar, aquí seguimos.

Un saludo ¡y hasta la próxima!

Juan Lejárraga, equipo Incisex

11.

Consulta:

Soy una persona, la cual le gustaria saber que tratamientos hay para la
eyaculacion precoz, asi mismo si los tratamientos o si hay alguno el
cual pueda incrementar los musculos del pene, esto ya que la medida
de mi miembro es muy pequena con un grosor no mas de 2 cm por 8
de largo. y a una edad de 24 años. Le agradeceria su pronta respuesta
de favor.
licencia CC BY-NC-SA 3.0

saludos cordiales...

Respuesta:

Hola:

Conviene empezar aclarando que el pene no tiene músculos: la


erección se produce porque una parte (los cuerpos cavernosos) se llena
de sangre como respuesta a un estado de excitación. La respuesta
erectil no es voluntaria, como tampoco lo es la eyaculación, que
sobreviene cuando superamos un determinado umbral de excitación.
Algunos alcanzan ese umbral muy rápido, ya sea porque se excitan
con mucha rapidez, ya sea porque su umbral es más bajo que el de
otros.

De modo que, en propiedad, no cabe hablar de eyaculación “antes de


tiempo” (que es lo que quiere decir precoz). Cada uno eyacula cuando
supera su propio y particular umbral. ¿Entonces? Si lo deseas, puedes
tratar de reconocer cuándo estás cerca de tu umbral eyaculatorio para
rebajar la excitación (parando, cambiando de postura, etc.) y continuar
una vez tu excitación se haya reducido.

Otra posibilidad consiste simplemente en que disfrutéis de vuestro


encuentro erótico, haya o no erecciones y eyaculaciones. Porque
aparte del uso del pene erecto, en los encuentros entre dos que se
desean caben muchas otras opciones de disfrute relacionadas con el
resto del cuerpo (manos, boca, pechos, espalda, lengua...) y los
sentidos (lo que se ve, se huele, se dice, se imagina...). El encuentro
erótico acaba cuando uno quiere, no cuando deja de haber erección.
licencia CC BY-NC-SA 3.0

Igual que con las orejas, los pechos y las manos (por mencionar otras
partes del cuerpo), los hay de muy diversos tamaños. Podemos
convenir que en términos absolutos unos penes son más pequeños que
otros. Ahora bien: ¿son tan pequeños que nos impiden disfrutar? De
momento, no se conoce ninguno que carezca de terminaciones
nerviosas como para impedir las sensaciones de placer propias. ¿Y
respecto a nuestra pareja? Aquí suele darse un reduccionismo: pensar
que solo disfruta con las sensaciones producidas por nuestro pene. Lo
que pasa es que en un encuentro erótico hay muchos otros elementos
en juego, a los que me he referido antes con brevedad, y que ponen en
su justa medida (para unos más, para otros menos) la relevancia del
pene.

Así pues, nuestra pareja también puede disfrutar, sin que sea
determinante el tamaño de nuestro pene, que pasados los 18 años
(edad aproximada en que termina el desarrollo corporal masculino) es
el que es: no hay tratamientos ni cirugías que puedan alterar sus
dimensiones de manera segura ni fiable (a pesar de alguna publicidad
engañosa que se puede encontrar por internet).

Si hay algo más que quieras comentar o preguntar, no dudes en


escribir de nuevo.

¡Saludos!

Juan Lejárraga, equipo Incisex

12.

Autora: nombre femenino

Consulta:
licencia CC BY-NC-SA 3.0

Hola he visto esta página por casualidad y bueno...confío en que me


ayuden. Tengo 29 años y llevo 15 con mi pareja. Nuestras relaciones
nunca han sido buenas, pero ultimamente las cosas han empeorado. Él
está cansado, desesperado, yo no disfruto, para mi es como una
tortura, el ya no me pide nada y yo a la mínima señal intento eludir, ya
no sé qué hacer esto me ha pasado desde siempre áhora tengo miedo
de que él me deje. Dice que me quiere mucho y que disfruta conmigo,
pero no en la cama. No sé qué podemos hacer.

Respuesta:

Hola,
Antes de nada, disculpa por la tardanza en la respuesta a tu correo.
Nos gusta responder en 24 horas pero no siempre nos es posible.

Pese a que comentas muchas cosas en tu mensaje, realmente no llego


a conocer la razón por la que habéis empezado a meteros en la rueda
de la insatisfacción en vuestra relación. Llevando 15 años juntos,
imagino que no se trata de insatisfacción en el conjunto de vuestras
relaciones, sino probablemente en las relaciones eróticas en concreto.
Y dentro de éstas, imagino que las que tienen que ver con la
excitación, por un motivo u otro.

Como, en este sentido, no especificas mucho en tu mensaje no tengo


más remedio que imaginar esto. Y desde ahí seguiré con la respuesta.
Si no es así, facilitaría mucho que nos lo aclararas un poco mejor de
cara a poder ofrecerte una respuesta más ajustada a vuestra situación.

Me gusta lo que comentas al final de tu mensaje: "No sé qué podemos


hacer" porque hablas en plural. Es decir, los dos. Y me gusta porque es
justamente desde ese planteamiento de donde solemos partir en la vía
de la o las soluciones deseadas. Muchas veces se tiende a pensar que
licencia CC BY-NC-SA 3.0

las cosas son problema de uno o de otro y a nosotros nos gusta


comentar que generalmente son dificultades y problemas comunes.
Comunes, en el sentido de frecuentes, que a cualquiera le puede pasar
y también comunes en el sentido de ambos.

Comentas que nunca han sido buenas, que no disfrutas, que es una
tortura, que él ya no pide, que está cansado, que tú eludes y que andáis
desesperados. Así puesto, no parece que estemos hablando de
relaciones eróticas donde el objetivo y su razón de ser pueda ser el
disfrute, sino más bien todo lo contrario ¿no crees?

En este punto, no estaría de más matizar que una relación no es erótica


por lo que se hace, sino por cómo se vive lo que se hace. A veces
caemos en la trampa de suponer que algo es en sí mismo erótico y por
ello, que tenemos obligación de que nos guste y lo pasemos bien. Y
no, las cosas no son necesariamente así.

Hay veces (desconozco si es vuestro caso) en que se persigue que una


relación sea satisfactoria y no se consigue. Bien porque no se desea,
bien porque no se vive bien, bien porque no te quedas a gusto. Si esto
se repite en el tiempo, se tiende a pensar que hay un problema ("no
consigo que me guste lo que se supone que me tiene que gustar").

Cuando la pregunta oportuna, casi ingenua, sería si realmente estáis


haciendo lo que deseáis, lo que buscáis, lo que os apetece. Si esa
búsqueda la estáis haciendo juntos o cada uno por su parte.

Como humanos que somos y en buena lógica, cuando tenemos un


problema que no conseguimos solucionarlo, lo que hacemos
habitualmente es evitarlo. Y por lo que comentas, es posible que estéis
ahora aquí. Él no pide, y tú eludes.
licencia CC BY-NC-SA 3.0

Lo que ocurre es que ésta es una solución que puede añadir más lío. O,
por lo menos, otro más. Es decir, que si antes había un tema de
insatisfacción, ahora está esa insatisfacción de fondo pero además un
distanciamiento más o menos evidente.

Esto se suele vivir como que las cosas están peor, pero en rigor no
tiene que ser así necesariamente. De hecho, como te he dicho antes, es
un intento de solución, así que para empezar ya es bastante: ¡Estáis
intentando solucionarlo!

No obstante, ocurre en estos casos algo muy curioso. Lo formulamos


como: "NO a lo que SI, para que NO a lo que NO" Que viene a ser:
renuncio a lo que me apetece para no tener que decir que no, a lo que
no me apetece.

La solución que proponemos suele ser muy simple, casi inocente. Y es


justamente "Sí a lo que SI y NO a lo que NO" Es decir, que busquéis
lo que os apetezca hacer y lo hagáis y no hagáis aquello que no os
apetece.

¿Y si apetecen cosas diferentes a uno y a otro? Como se suele decir:


"cruzaremos ese puente cuando lleguemos". Por eso, a mí me gusta
empezar con lo que apetece conjuntamente. A los dos. Que los dos
busquéis juntos y encontréis lo que sí os apetece. Luego ya se verá qué
se hace con los deseos no coincidentes.

Pero luego, porque por el camino, pueden pasar muchas cosas. Como
por ejemplo, que lo que vayáis encontrando en conjunto ya os sirva
para estar ambos satisfechos. Y las siguientes búsquedas vayan por
otro lado.

Pero esto que es tan simple y como te decía casi inocente (casi) no es
licencia CC BY-NC-SA 3.0

tarea fácil ni sencilla. Llevando 15 años juntos tenéis claramente una


ventaja y es que os conocéis muy bien. Y una desventaja, que tendréis
firmemente establecidos y acordados vuestros particulares "modos de
hacer"

Por eso, porque no es nada fácil muchas veces, os propongo que


acudáis a un profesional de la Sexología de vuestra zona, para que
justamente os ayude a encontrar esas apetencias compartidas,
conjuntas. Que consigáis que vuestras relaciones eróticas sean
precisamente eso, eróticas. Es decir, buscadas, apetecidas,
satisfactorias. Que os ayude a buscar, sin dar por supuesto qué se va a
encontrar. Nadie lo sabe, ni vosotros mismos. Es lo que se dice una
aventura, un viaje, una exploración. ¡Es vuestro viaje!

En este enlace podréis encontrar a sexólogos cualificados de vuestra


zona, en la sección "Cartera de Servicios" Se trata de la Asociación
Estatal de Profesionales de la Sexología.
www.aeps.es

Y hablando de viajes y aventuras, me gustaría que leyerais este poema


de Konstantivo Kavafis. Es sobre Ítaca. Seguro que le sacáis partido ;)
http://www.cica.es/aliens/gittcus/kavafis

Bueno, aunque el mensaje ha sido largo, espero que el azar y la


casualidad que te ha traído por aquí te haya servido algo y que te sirva
al menos para orientarte un poco más y saber cómo y por dónde seguir
vuestro camino hacia unas relaciones eróticas satisfactorias con y sin
excitación.
Si quieres comentar, aclarar, matizar o preguntar más cosas, no dudes
en hacerlo de nuevo. Un abrazo y ¡buen viaje!

Samuel Díez Arrese, equipo Incisex


licencia CC BY-NC-SA 3.0

13.

Contenido:

buenas. me gusta definir mi patología mental como escuchador de


voces, que es algo más humano que la esquizofrenia diagnosticada por
el insalud. llevo con este problema desde hace aproximadamente una
década, alternando periodos con tomas de antipsicóticos y otros sin
medicación.por supuesto, cuando me medico es casi imposible tener
relaciones, y al respecto no tengo ninguna pregunta.el problema viene
cuando estoy en condiciones de tenerlas. al margen de si las tengo con
una compañera estable o de modo esporádico, la mayor parte de las
veces en las que follo, se activa algo en mi cabeza y tengo
alucinaciones auditivas.a veces de tipo agresivo (negativas) y otras
simples ruidos o palabras sin mucho sentido.es esta relación directa
entre sexo y psicosis la que me preocupa, y por la que pido algún tipo
de orientación. sé que lo más lógico sería relacionar la psicosis con
una situación de estrés o nerviosismo, pero el problema es que
también me sucede en situaciones de calma. Gracias.

Respuesta:
Hola,

Comentas varias cosas en tu interesante mensaje y por eso me gustaría


ir por partes, poco a poco.
Entiendo tu visión sobre los diagnósticos, pues en el terreno de la
Sexología también hay mucho de diagnóstico y poco de historias de
vida, de biografías. De hecho, en la Sexología que desde este Instituto
se elabora y desde la que trabajamos, no trabaja sobre los diagnósticos
(pues no se realizan) y sí sobre las personas y sus biografías sexuadas.
Recibo con optimismo tu escepticismo clínico.
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Pese a no ser ni Psiquiatra, ni Neurólogo, sino Sexólogo, esta relación


entre Sexo y Psicosis que comentas, la entiendo más entre Excitación
y Casuística. Es decir, que esas voces es más fácil que surjan en los
momentos de excitación.

En todo momento estamos “regulados” por el sistema nervioso


autónomo o vegetativo. Este sistema nervioso, puede ser simpático o
parasimpático. Cuando estamos excitados, el sistema nervioso que
actúa es el simpático.

Cuyas funciones entre otras son: dilatar las pupilas, aumentar los
latidos del corazón, dilatar los bronquios, disminuir las contracciones
estomacales, estimular las glándulas suprarrenales.... y en general
prepara al cuerpo para reaccionar ante una situación de estrés. Por
ejemplo, es un sistema que se activa con la lucha y la huída, así como
con la excitación antes mencionada.

De ahí que esas voces y ruidos, esas percepciones, puedan venir por
esto puesto que pese a sentirte calmado estás excitado, o sea, estás
simpático. Que tampoco es mal juego de palabras, ¿no te parece? ;P

Lo que me ha llamado la atención es eso que no te preguntas y que


justamente yo sí y si me lo permites, te lo planteo. ¿Porqué con la
medicación no puedes tener relaciones eróticas?

Es altamente probable que no puedas tener erecciones y por lo tanto,


como dices, no follar. Puede incluso que te baje el impulso o arrebato,
la llamada líbido. No obstante, no desactiva la Erótica pues hasta la
fecha no se ha fabricado fármaco alguno que tenga ese efecto.

Por ello me surge una pregunta. ¿Se pueden tener relaciones eróticas
licencia CC BY-NC-SA 3.0

sin arrebato o sin erección? Hasta donde conozco, las terminaciones


sensitivas y órganos sensoriales siguen funcionando igual. Es decir,
transmiten la información de si lo que están recibiendo es un estímulo
agradable o desagradable. Si gusta o no.

Hay un dicho popular que dice que “los árboles no nos impidan ver el
bosque”. Este es un principio que me gusta y que tal y como entiendo
las relaciones eróticas, aquí también puede ser aplicable: “Que el árbol
o árboles de follar no te impidan ver el bosque de la erótica”. A veces,
por voluntad o justamente por condición, tenemos la oportunidad de
despejar esos árboles que no nos dejan ver nuestro bosque. Y es claro
que renunciar a todo un bosque por unos árboles, es un mal negocio.
¿No crees? ;)

Por último, no quisiera despedirme sin ofrecerte alguna lectura que


puedas encontrar de interés.
Sobre el tema de la erótica (ese bosque) te invito a pasearte por el
Kiosko y por la sección de Conceptos de esta misma página y eches
un vistazo por sus diferentes artículos.

Sobre el tema de la esquizofrenia y la enfermedad mental, te invito a


leer a Thomas Szasz y su libro: “El mito de la enfermedad mental”.
Un psiquiatra muy crítico con la propia psiquiatría. Te dejo un enlace
para que te hagas una idea de cuáles son sus principales ideas. Pese a
no ser una fuente habitualmente fiable, en esta ocasión sirve para
hacerse una idea del discurso de este profesional. Espero que lo
encuentres de utilidad:
http://es.wikipedia.org/wiki/Thomas_Szasz

Bueno, espero que estas breves palabras te sirvan un poco y aclaren


algunos de los puntos que traías, así como arrojar un mínimo de luz a
otros que igual tenías más dejados. Gracias a ti, y si tienes alguna
licencia CC BY-NC-SA 3.0

pregunta, matización o comentario que quieras realizar, no dudes en


hacerlo.

Un abrazo!!

Samuel Díez Arrese, equipo Incisex

14.

Autor: (nombre masculino)

Contenido a:

Hola amig@s ,algunas veces pienso por que me tengo que sentir como
me siento pues no encajo en ningun sitio , por un lado tengo
sentimientos parecidos a las chicas transexuales desde mi infancia ,
pero no soy una chica transexual por que si lo fuera aria la transicion y
no estaria pegando la paliza ,gey no soy pues me gustan las mujeres,
enfemedades como ezquizobrenia se que no tengo nada de eso.Como
hombre no me siento al 100% pues añoro desde mi infancia tener
cuerpo de chica y no siento orgullo de ser hombre al contrario maldigo
haber nacido hombre.Como mujer no me siento al 100% y en el rol de
mujer quizas no me siente comod@ , la cuestion es que aunque la
etiquetas no importa pero por otro lado te identificas con el colectivo
que tiene tus sentimientos pero sentir que no encajas en ningun sintio
tambien te hace sentirte mal

Respuesta a:
Hola,

Planteas una consulta compleja, interesante y complicada de atender


sin una interacción más directa (chat o presencial) Sin embargo y
como siempre, algo se puede hacer, aunque sólo sea hablar de
licencia CC BY-NC-SA 3.0

generalidades que te puedan orientar más o menos en esta búsqueda


identitaria en la que comentas estar.

Desconozco tu edad así como lo masculinizado que es tu cuerpo


(complexión, bello, tono voz, barba...) y serían datos interesantes. Así
que vamos por partes.

Primeramente decirte que nadie excepto tú podrá resolver si eres


hombre o mujer. Y digo hombre o mujer, pues hasta donde el
conocimiento nos ha llevado, no hay una tercera posibilidad. Por ello,
no te puedo decir si eres hombre o mujer.

Lo que sí puedo decirte es que tu relato, la expresión de cómo te


sientes, se acerca mucho a lo que otras mujeres transexuales relatan en
sus biografías, o cuando las vemos en consulta. Sobre todo, en el
punto de maldecir haber nacido hombre (¿cuerpo sexuado
predominantemente en masculino?) y añorar (¿desear?) tener cuerpo
de chica desde la infancia.

Así como dependiendo de la “manga ancha o estrecha” que desde la


familia y el entorno inmediato se ha tenido, también suelen subrayar el
tema de la primera comunión y en general todo lo que estas mujeres
han vivido en sus cuerpos masculinos (erección, eyaculación,
afeitarse, el servicio militar obligatorio (en su tiempo), su vida laboral,
etc...) ¿Cómo has llevado y llevas el diálogo con cada una de estas
cosas?

Por lo general, también desde la infancia o desde la adolescencia


tienen escogido un nombre de chica que les gusta y de alguna manera
se identifican con él. Algunas incluso, en sus círculos más íntimos
solicitan que sean llamadas por ese nombre elegido. ¿Tienes o has
tenido tú un nombre femenino en algún momento?
licencia CC BY-NC-SA 3.0

Como sexólogos, entendemos que ser hombre o mujer ni es ni puede


ser una categoría y por lo tanto tampoco es una etiqueta. Ser hombre o
mujer es la esencia misma de nuestro ser. Nuestra columna vertebral
identitaria. De tal manera que cuando la columna tambalea, todo
nuestro ser y estar en el mundo, tambalea.

Generalmente todo el mundo, antes o después, con mayor o menor


dificultad, termina resolviendo si es hombre o mujer. Y generalmente
también, esto sucede o va sucediendo desde la infancia.
Una vez resuelto, se podrá “jugar” a que son categorías o etiquetas y a
decir que no existen o que hay que romperlas. Sin embargo, esto es un
tema más ideológico que identitario, pues ya digo que (en su
intimidad) se tiene resuelto. Quién está en el camino de resolverlo,
sabe (y sobre todo vivencia en su intimidad) la relevancia de sentirse
hombre o mujer.

Por otro lado, comentarte que no toda persona que se siente del otro
sexo necesariamente se mete en el circuito de la llamada reasignación
o de esa transición que tú indicas. Y así como no todos se meten,
tampoco lo hacen en el mismo grado.

Lo importante, como siempre, es que nos podamos vivir y expresar


con la coherencia suficiente y para ello vayamos alterando y
modificando lo que no nos gusta, persiguiendo y obteniendo lo que sí
nos gusta. Por ello, hay mujeres que optan sólo por reajustar su
nombre, o su vestimenta, o se hormonan, o se implantan pechos o se
operan los genitales, etc...

Es decir, van reajustándose hasta donde cada una quiere y desea, hasta
encontrar la coherencia suficiente en su vida que les permita vivirse y
relacionarse de forma satisfactoria.
licencia CC BY-NC-SA 3.0

En esa línea de coherencia en la vivencia de cada persona, tan


importante es resolver si se es hombre o mujer, como qué hombre o
qué mujer ser. O sea, cómo soy como el hombre que soy o cómo soy
como la mujer que soy. Por lo que se hace imprescindible la existencia
de modelos (en plural, en muchos plurales) de ser hombre y mujer
diferentes, diversos, posibles, posibilitadores y positivos.

Desde ahí, tu estar en el mundo, como hombre o como mujer, no


puede estar regulada por los roles. Pues los roles no dan la identidad,
solamente dicen algo (generalmente poco y además rígido) de las
maneras de esa identidad. En resumen, son dos cosas distintas.

Y así como los roles no marcan la identidad, tampoco lo hace la


orientación del deseo (que te atraigan hombres o mujeres). Dices que
te atraen las mujeres, por lo que en terminología sexológica, serías
ginerasta. Esa ginerastia en un hombre resultaría heterosexual y esa
ginerastia en una mujer resultaría lesbiana.

Bueno, espero que estas ideas, descripciones y planteamientos te


ayuden a ir resolviendo tu cuestión identitaria. Si deseas preguntar,
matizar, comentar cualquier cosa, no dudes en pasarte de nuevo por
aquí y escribirnos. Si quieres puedes hacerlo en el foro o si quieres
más privacidad puedes escribirnos también a la siguiente dirección de
correo: asesoría@incisex.com donde gustosamente te acompañaremos
en lo que podamos y nos solicites.

Un abrazo y buena suerte en tu búsqueda!!

Samuel Díez Arrese, equipo Incisex


licencia CC BY-NC-SA 3.0

Consulta b:

Hola, sobre las preguntas que me has hecho respondo, tengo 43 años
,sobre la primera comunion ,me vesti de flaile pues me sentia mejor
que con el traje tadicional de comunion ,hago vida normal de chico
entre comillas, si tengo un nombre de chica .Aunque en lo mas
prufundo de mi ser me sienta chica veo que quizas el sentimiento sea
mas platonico que real pues a la hora de la verdad sigo igual haciendo
vida de chico y quizas lo mio sea una parafilia que tengo desde mi
infancia , e intentado hacer vidad normal pero esos sentimiento estan
hay y por mucho que los ignore estan ,gracias

Respuesta b:

Hola de nuevo,

Me alegro de que te pases de nuevo por el foro y te animes a consultar.

Lo que entiendo de tu consulta es justamente lo que subrayas, que en


lo más profundo de tu ser, te sientes chica. Las personas que de alguna
manera estáis o habéis estado en diálogo con la identidad, tenéis la
“ventaja” de saber como nadie qué cosa (o fenómeno, si lo prefieres)
es esto de la identidad.

Ese es el punto que da la identidad. Si eres hombre o eres mujer. Y


ese, por lo que cuentas, sí que lo has tenido o estás teniendo tú, pues
comentas que desde la infancia ha existido una discordancia entre lo
que tú sentías ser y qué veía el resto, incluido tú en comparación con
los dos sexos de referencia.

Como bien comentas, es posible hacer vida de chico y sentirse chica.


Igual no es la mejor de las opciones pues puede generar un
licencia CC BY-NC-SA 3.0

sufrimiento, pero muchas veces “pelearse” con el resto vivir en


coherencia con lo que se siente, tampoco lo es pues también puede
generar sufrimiento.

Bajo mi criterio, “salir del armario” (es decir, mostrar al público algo
que estaba escondido y que pertenece al terreno de la intimidad) es
una decisión que cada uno y cada una podrá tomar o no, en función de
lo que entiende que es mejor o, al menos, menos malo.

Es entonces cuando quien decide, resuelve el grado de coherencia con


la que quiere vivir en su día a día. Es posible que no sea necesario
“salir” al gran público y baste con públicos más reducidos. Incluso, es
perfectamente posible que sólo se haga en foros y espacios privados, a
veces muy privados y muy reducidos. Por supuesto, también es
posible que el sentimiento de lo que se es, se guarde justamente en el
cajón de la intimidad al que corresponde, y nadie más lo conozca.

Cada opción (por así decirlo, pues muchas veces tampoco es tan
optativo) tiene unas satisfacciones y unos sufrimientos. Desde ahí, a
veces sólo es una cuestión de “reparto” de ambas atendiendo a apoyos,
expectativas, ilusiones, necesidades, hábitos, explicaciones,
cuestionamientos, etc…

Y hablando de espacios íntimos y privados, te animaría (si te apetece)


a que el próximo mensaje (si es que lo escribes) lo hicieras con tu
nombre de chica. A ver qué tal. ¿Te animas?

Sobre lo que comentas de parafilias y pese a no conocer apenas nada


de tu biografía, me inclinaría más por el no, que por el sí. Quienes se
manejan con éste concepto (profesionales del mundo sanitario, su
periferia o su herencia, pues de ahí viene esto) lo hacen en relación a
la erótica. Y dentro de ésa, a las excitaciones. A los deseos no
licencia CC BY-NC-SA 3.0

deseables socialmente, lo que en resumen es, a las minorías eróticas.


Que, en parte, por ser minorías y no mayorías están marginadas, a la
vez que incomprendidas.

Por lo que cuentas, no haces referencia a la excitación, sino a la


identidad. Y aquí me gustaría hacer un apunte, si me lo permites:
Cuando más a gusto estamos con nosotros mismos, cuanto más y
mejor nos vivamos, es más fácil que accedamos a contextos eróticos
deseados y satisfactorios. Por lo que a veces, se confunden ambas
cosas.

Puede pasar, por ejemplo, que si accedes a un encuentro erótico como


chica o como más chica que de habitual, te sientas más en coherencia
y desde ahí la erótica fluya más. Por otra parte, también puede pasar
que te sientas rara (o raro), por lo poco habitual y te bloquees. En
cualquier caso, como ves, el contexto erótico (donde se enmarcan las
llamadas parafilias) no da información “buena” sobre la identidad.
Pues son dos cosas distintas.

Bueno, espero que estos planteamientos e ideas te sirvan como


orientación. Tal vez se nos queden un par de comentarios en el tintero,
pero se haría una respuesta demasiado larga. Si no te importa, me
gustaría ir más poco a poco.

Estaremos encantados de leerte de nuevo si escribes (con nombre de


chica o de chico, como prefieras) nos cuentas más cosas y sigamos
con este diálogo. Así que gracias a ti, por supuesto, y hasta la
siguiente.

Un abrazo!! ;)

Samuel Díez Arrese, equipo Incisex


licencia CC BY-NC-SA 3.0

15.

Consulta a:

Me gustan las mujeres y los transexuales, travestis, o como se diga,


los hombres no me atraen.Tambien a veces me trasvisto en la
intimidad.Lo que me tiene muy preocupado y hecho un lio sobre mi
sexualidad a mis 43 años, mi pregunta es: soy bisexual?.Mil gracias!!.

Respuesta a:

Hola usuario:

Como dices que te gustan las mujeres y que los hombres no te atraen,
parece que tu orientación del deseo está bastante clara.

Pero dices algo más: te gustan también los transexuales o travestis.


Veamos este punto con más detalle. A veces se da esta identificación
entre unos y otros, ya que ambos se visten de mujer, si bien, en
puridad, son fenómenos distintos.

Un hombre transexual es alguien que se siente hombre aunque sus


genitales sean femeninos (vagina, ovarios) y su partida de nacimiento
afirme que es mujer. Una mujer transexual es alguien que se siente
mujer aunque sus genitales sean masculinos (pene, testículos) y su
partida de nacimiento afirme que es hombre.

Para evitar esta discrepancia entre cómo se sienten los transexuales y


cómo los categorizan los demás utilizando como criterio los genitales
y, en general, el aspecto físico, los transexuales suelen vestirse de
acuerdo al sexo (hombre o mujer) con el que se identifican, y algunos
de ellos se operan los genitales para ser más concordantes con el sexo
del que se sienten. Y digo ser más concordantes porque alguien se
licencia CC BY-NC-SA 3.0

puede sentir perfectamente mujer teniendo un pene, y hombre


teniendo una vagina. Los genitales no indican necesariamente el sexo
(hombre o mujer). Dicho de otro modo: el sexo (o identidad sexual)
está por encima de la apariencia de los genitales.

¿Y los travestis? Los travestis suelen ser hombres que sienten la


necesidad de expresar su feminidad a través de la ropa. En general,
consideran que su rol social masculino les impide mostrar este lado
femenino y solo a través de la ropa y complementos (tacones,
maquillaje, perfumes, peluca, depilación, etc.) sienten que pueden
liberar esta faceta de su personalidad. Casi todos los hombres travestis
se sienten atraídos por mujeres, aunque algunos, en su identificación
con ellas, fantasean o experimentan cómo sería un encuentro erótico
con un hombre.

Hechas estas generalizaciones a base de cuatro pinceladas para


situarnos (luego siempre están las peculiaridades de cada cual), vuelvo
a tu consulta.

Decía al principio que tu orientación del deseo estaba bastante clara,


ya que dices que te gustan las mujeres, pero no los hombres. ¿Y tus
dudas? Entiendo, entonces, que la posible confusión deriva de que al
gustarte las mujeres transexuales (¿también los hombres transexuales
si no se han operado y tienen vagina?), puede que alguna de ellas no
se haya operado y tenga pene. Y al gustarte una mujer con pene (estoy
suponiendo, corrígeme si me equivoco) te has preguntado si no será
porque te gustan también los hombres. ¿Es así?

Lo que pasa es que una mujer es una mujer con independencia de los
genitales que tenga entre las piernas. Por otro lado, un pene es un pene
y no un hombre. Es decir, que te puede gustar o excitar un pene y no
desear a un hombre. De modo que si estás con una mujer transexual y
licencia CC BY-NC-SA 3.0

te atrae su feminidad y también su pene (en el caso de que no esté


operada), eso no quiere decir que te gusten los hombres sino las
mujeres y los penes.

En cuanto al travestismo, no sé si es algo que te genera inquietud


porque lo asocias con la homosexualidad (ya digo que la mayoría de
hombres travestis se sienten atraídos por mujeres), o si lo vives con
placer, o si lo ocultas a tu pareja (en caso de tenerla), en fin, hay
muchas maneras de gestionar este deseo de vestirse de mujer por parte
de un hombre.

Si deseas comentarnos algo más, o preguntar algo más concreto, o


matizar alguna interpretación, por favor escribe de nuevo y te
atenderemos encantados. Si no, al menos espero haberte aclarado esa
duda acerca de tu orientación del deseo.

Un saludo cordial,

Juan Lejárraga, equipo Incisex

Consulta b:

Gracias por responder a mi consulta, aunque no me han quedado muy


claro algunas cosas. Sigo afirmando que no me gustan los hombres,
me atraen los transexuales, aunque no sé si a la hora de la verdad
sería capaz de montarmelo con alguno. En segundo lugar, el tema de
travestirme pues a veces a me siento mal cuando lo practico, me
genera un sentimiento de culpa e inquietud, pienso si seré homosexual
o bisexual. Esta última cuestión es la que quiero tener clara, si soy
bisexual o no.
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Respuesta b:

¡Hola de nuevo!

Si un hombre homosexual es aquel que siente atracción, deseo y


enamoramiento por otros hombres, parece que no hay muchas dudas
sobre tu homosexualidad, ya que escribes que no te gustan los
hombres.

Pero también afirmas que no tienes claro si eres homosexual o


bisexual. ¿Cómo entender esto en vista de la frase de arriba?

Mencionas en tu carta dos elementos que quizá te están despistando.


En primer lugar, te gusta travestirte, esto, es vestirte de mujer. Si te
fijas en la definición que daba antes de hombre homosexual (“aquel
que siente atracción, deseo y enamoramiento por otros hombres”), la
ropa no es un criterio clave ni definitorio. Incluso: no es un criterio en
absoluto. Igual que vestirte de cura o de atleta no te hace ni lo uno ni
lo otro, vestirte de mujer no produce en sí que te gusten los hombres.

Hay aquí un matiz, claro, y es que no te vistes casual u


ocasionalmente de mujer, sino con cierta periodicidad. Lo cual puede
hacer más agudas tus sospechas de que haya algo que no cuadra.
Bueno, pero es que vestirse de mujer es lo que suelen hacer los
travestis. Los cuales, que sepamos, se definen mayoritariamente (¿más
del 90%?) como heterosexuales. Como el porcentaje de
heterosexuales en la población general y el de travestis es
básicamente el mismo, podemos afirmar con bastante seguridad que
travestirse no guarda relación con la homosexualidad.

Vamos, pues, con el segundo punto: te atraen los transexuales. No


especificas cuáles, pero supongo que te refieres a las mujeres
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transexuales no operadas, es decir, aquellas transexuales que se


sienten mujeres, aunque al nacer las identificaron como hombres
porque tienen cromosomas XY, pene y testículos.

Supongo que te refieres a las mujeres transexuales no operadas (y no a


los hombres transexuales no operados, esto es, los que tienen vagina)
porque lo que imagino que te crea conflicto en tu orientación del
deseo heterosexual es que estas (mujeres) transexuales tengan pene. Y
quizá te gustaría “jugar” con ese pene (tocarlo, chuparlo, etc.).

De modo que, si te he entendido bien, la segunda fuente de dudas


acerca de si eres homosexual viene de que te excita la idea de estar
con una transexual (mujer) con pene.
¿Es esto lo mismo que sentir “atracción, deseo y enamoramiento por
otros hombres”? No; lo que te atrae -corrígeme si no es así- es una
mujer (transexual) con pene. Y como decía en el anterior correo, un
pene no es un hombre. Puede sonar raro, pero es así: hay mujeres a las
que les extirpan el útero y los ovarios por un cáncer, pero obviamente
siguen siendo mujeres; hay hombres que por un accidente se les
mutila el pene, o pierden los testículos en un accidente, y siguen
siendo hombres. ¿Por qué? Porque los genitales no definen la
identidad sexual, esto es, el sentirse hombre o sentirse mujer.

Insisto: “atracción, deseo y enamoramiento por otros hombres” no es


lo mismo que excitarse con penes.

En fin, si he entendido el doble origen de tu inquietud (vestirte con


ropa de mujer y excitarte ante la idea del encuentro con una mujer
transexual con pene), espero haber sido esta vez más claro.

Si deseas, no obstante, especificar en qué consiste tu atracción por los


transexuales (¿tanto hombres como mujeres?, ¿ con pene y con
licencia CC BY-NC-SA 3.0

vagina?, ¿acostarte con ellos pero no tener una relación amorosa?),


quizá pueda decirte algo distinto. Pero de entrada así es como entiendo
tu consulta.

Si te queda alguna duda pendiente, ya sabes dónde estamos.

Saludos,
Juan Lejárraga, equipo Incisex

16.

Autora: nombre femenino

Consulta:

Hola a todo el equipo de incisex, me pongo en contacto con vosotros


para hablaros sobre un problema que esta presente en mi vida y en la
de mi pareja desde hace algún tiempo.

Desde hace unos 3 meses, nuestras relaciones sexuales han disminuido


por "mi culpa". Tengo muchas cosas en la cabeza, estudios, trabajo,
problemas familiares, lo cual me produce cansancio y quebraderos de
cabeza.

Cuando estoy con mi pareja, no suelo tener deseo por hacer el amor
debido a no poder quitarme de la cabeza: que estoy cansada, que
mañana tengo que madrugar... y me siento muy triste porque
directamente no entiendo porque me sucede y porque siento que no
satisfago a mi pareja, quisiera saber como puedo relajarme, apartar
todo mi estrés de la cabeza y poder dedicar un tiempo a mi pareja sin
pensar en nada de lo que me rodea, muchas gracias y un saludo para
todos.
licencia CC BY-NC-SA 3.0

Respuesta:

Hola,

Lo que comentas, además de muy bien descrito y planteado, es muy


común, tanto en hombres como en mujeres. De hecho, casi te podría
decir que cada vez más común.

La erótica es muy delicada. Es propensa a cambios, variaciones,


incrementos, descensos... por muchas causas. En ese sentido, es muy
sensible.

Todo esto que indicas, preocupaciones, estrés, trabajo... lógicamente


influyen, como también influyen en el carácter, el ánimo, las ilusiones,
etc. Es decir, que seguramente no estás más "floja" en lo erótico y
pletórica en el resto de ámbitos de tu vida, sino que cabe la posibilidad
de que el "bajón" es probable que sea más generalizado y con ello,
también tu erótica y vuestra amatoria.

Por ello, no estaría de más plantear todo esto también en general. Es


decir, entender que puede ser transitorio donde puedas estar pasando
por una fase, una etapa, una racha, un momento, en el que en general
andas cansada, estresada.

Si las relaciones eróticas, los encuentros amatorios los mantienes y


mantenéis para disfrutar, obligarse a ello, no parece una buena idea.
Por eso una posible alternativa, como efecto balsámico, es darte y
daros una "tregua" en lo erótico. Esto es, no exigiros.

Por lo general y desde lo que comentas, lo erótico suele acompañar.


Vamos, que si estás animada, lo erótico puede que vaya bien y si estás
poco o nada animada, lo erótico se puede resentir.

De ahí, mi planteamiento va por la vía de que intentes hacer cosas que


hagan que estés mejor, que mejoren un poco y sobre todo, poco a
poco, tu cansancio, tu estrés, tus problemas familiares... y lo erótico ya
vendrá, porque acompaña.
licencia CC BY-NC-SA 3.0

Es decir, que tal vez sería buena idea que agenda en mano, reserves y
dediques dos o tres espacios de tiempo en la semana (tú decides de
cuánto tiempo cada uno) para hacer pequeñas cosas que te vengan
bien, que te apetezcan, que las disfrutes. No grandes, sino pequeñas.
Algo así como, por ejemplo, un baño con agua caliente, una película
de cine, una visita a un amigo, un teatro, un paseo, un masaje, unas
termas... ese tipo de cosas.

Actividades pequeñas, sin grandes costos, sin muchos esfuerzos, de


esas que generalmente tenemos pendientes para hacer y que por el
trajín diario no nos lo permitimos. Pues en estas semanas, la propuesta
que te hago es que justamente las hagas. No muchas, dos o tres por
semana es suficiente.

Dedica un poco de tiempo en pensar "qué me apetece hacer" y hazlo.


De ese orden, pequeñas alegrías para el cuerpo.

Dicho todo esto, es también bastante probable que en tu erótica haya


multitud de cosas que lejos de ir mal, las necesites más, si cabe. Por
ejemplo, todo el tema de la cercanía, de las caricias, los besos, las
miradas, sentirte próxima, apreciada y deseada. Hay veces que cuando
la parte más "lúbrica" de la erótica se tambalea, parece que toda la
erótica se tambalea y no es así. Está también la parte "no lúbrica" que
también resulta interesante cuidar y más en estos momentos cuando la
necesidad y las ganas de apoyo, de comprensión, de cercanía se hace
más intensa. Caminar por esta vía, sin duda, también puede contribuir
a que vuestra situación mejore, puesto que favorecerá que estés mejor
y más animada.

Como ves, todo esto no son más que propuestas, invitaciones, ideas,
vías por las que poder ir. Estoy seguro que muchas cosas las vais a
poder hacer vosotros mismos, pero si ves que os cuesta u os sigue
costando, no dudes tampoco en acudir a la consulta de un profesional
de la Sexología de vuestra zona, para que os ayude en este camino.
licencia CC BY-NC-SA 3.0

Si te apetece contar algo más, escribir de nuevo, o te quedan dudas o


preguntas, no dudes en hacerlas. Gracias a ti y por tus palabras, un
abrazo.
Samuel Díez Arrese, equipo Incisex

17.

Consulta:

Desde siempre me ha excitado mucho ver a una chica mojada


completamente vestida, sobre todo de oficinista o maestra. Mi pareja
lo sabe desde hace tiempo y gustosamente de vez en cuando hace
realidad mi fantasía. Mi pregunta es ¿es un gusto normal en los
hombres o es una parafilia? Es decir, a mí me excitan otras cosas y
tengo relaciones sexuales convencionales plenas, pero me siento un
poco avergonzado de que me excite eso aunque a mi pareja le parezca
bien. Por internet hay muchas páginas en inglés (sobre todo británicas)
de chicas mojadas con ropa, lo llaman wetlook (aspecto o look
mojado) pero en plan erótico no como información, y en español nada
de nada. Hay más gente a que le excite esto o soy un bicho raro.
GRACIAS.

Respuesta:

Desde siempre me han gustado este tipo de preguntas. ¿Y sabes por


qué? Porque son peculiares... Leer a alguien hablar de sus deseos, de
lo que realmente le gusta, permite comprobar que, a pesar de las
toneladas de publicidad con que nos bombardean, no consiguen
uniformarnos ni normalizarnos. Y es que como todos somos distintos,
en pura lógica todos tenemos gustos diferentes. (Visto así, la expresión
“gusto normal” es una contradicción en los términos...) Esta
multiplicidad de gustos convierte el mundo en un lugar más rico,
variado e interesante.
licencia CC BY-NC-SA 3.0

Así que tu atracción por mujeres con ropa mojada no es más que uno
de los infinitos resultados posibles de la sexuación del deseo erótico.
De su frecuencia nos habla la habitual aparición de mujeres con
transparencias o camisetas mojadas en las portadas de las revistas del
ramo. Claro está que en cada cual habrá luego distintas variantes; tú
mencionas las de oficinista y maestra, y otros tendrán otras. Y dentro
de esas variantes, cabría pensar en pelo largo o corto, con gafas o sin
ellas, jovencitas o maduras, elegantes o vulgares, con tatuajes o sin
ellos, de piel clara o morena, etc. Como ves, un mundo de
posibilidades que a unos excita y a otros deja indiferente, según la
peculiar combinación de que hablemos. Y ya que lo mencionas, lo
subrayo: las peculiaridades suelen percibirse temprano, de ahí que
consideres que las camisetas mojadas te excitan “desde siempre”.

Fruto de esa sexuación única y distinta, cada cual tiene sus


peculiaridades eróticas, sus gustos particulares. Y esto para la
Sexología sustantiva no es ni bueno ni malo, ni normal ni anormal.
Simplemente es. Otras ciencias, especialmente la Medicina y la
Psicología, han solido categorizar los deseos que no conducen a la
penetración vaginal como “perversiones” (etimológicamente, lo
perverso es lo que está dado la vuelta, lo que está al revés), y más
recientemente como “parafilias”. El mismo perro, con distinto collar.
Al final, se trata de patologizar lo que no es sino mera diversidad.
Baste recordar algunas de las peligrosas perversiones que no hace ni
100 años conducían a la degeneración moral: la masturbación, la
penetración anal, las caricias bucogenitales...

Tienes razón en que hay pocas cosas escritas que merezcan la pena
sobre estas cuestiones. Afortunadamente, en la sección de artículos
del portal de Incisex
http://www.sexologiaenincisex.com/contenidos/sexologia.php puedes
licencia CC BY-NC-SA 3.0

encontrar dos artículos sobre peculiaridades eróticas que tal vez te


ofrezcan un panorama distinto al habitual. Si te apetece, después de
leerlos, vuelve y nos comentas tus impresiones, dudas, etc. También
puede que te interese el número 93-94 de la Revista de Sexología, que
es una reedición del clásico libro de Ullerstam Las minorías eróticas.
Si lees en inglés, te recomiendo el artículo de Robert Börstling
Wetlook paraphilia - aspects of a sexual variation, que encontrarás en
la web del Instituto Hirschfeld: http://www2.hu-
berlin.de/sexology/GESUND/ARCHIV/P_WETLOOK.HTM

Por último, un detallito lingüístico-conceptual: las fantasías


desaparecen cuando “se llevan a cabo”; la realidad de las fantasías
radica en la imaginación: ese es su terreno de actuación, aquel en el
que todo sale bien, sin consecuencias negativas y según lo fantaseado.
A lo que te refieres es a que tu pareja accede a realizar uno de tus
deseos. ¿Ves la diferencia entre uno y otra?

Bueno, cualquier otra cosa que quieras comentar, aquí nos tienes.

Saludos!!

Juan Lejárraga, equipo Incisex

CONSULTAS ACADÉMICAS

18.

Consulta:

Hola, soy estudiante de psicologia y actualmente estoy trabajando en


una investigación de la comunidad sorda y la manera en que llevan a
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cabo su sexualidad. Me gustaria que me respondiera algunas preguntas


un sexólogo.

1. El lugar donde se desenvuelve nuestro objeto de estudio ¿cómo


influye con su deseo sexual?

2. ¿Existe relación alguna entre el lugar donde vive nuestro objeto


de estudio y su inclinación sexual?

3. ¿En que momento de su desarrollo el ambiente le comienza a


entregar a una persona sorda ciega herramientas para descubrir su
inclinación sexual?

4 En el caso de los jóvenes sordos de padres oyentes (los cuales


son la mayoría) ¿cómo logra su identidad un joven Sordo o una
joven Sorda en medio de un mundo oyente?

5. ¿Qué rol cumple la sexualidad en el desarrollo de una persona


sorda?

6. ¿Es posible que el desarrollo de una identidad sexual se retarde


a causa de los sentimientos internos que reprime nuestro objeto de
estudio?

7. ¿Las personas que padecen de sordera requieren de alguna


necesidad especial o patrón de comportamiento propio para llevar
a cabo su sexualidad?

8. ¿Las manifestaciones de características sexuales se llevan a


cabo de la misma forma en todos los sujetos?

9. ¿Existen diferencias biológicas y fisiológicas entre una persona


sorda y una persona oyente respecto al plano de la sexualidad?

10. ¿Es posible que la salud sexual de una persona sorda se vea
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más en riesgo que en el otro lado de la población oyente?

Respuesta:

Es estupendo que estés investigando sobre la sexualidad de la


comunidad sorda porque eso es justamente lo que más falta hace:
investigación. Sin ánimo de quedarme en el juego de palabras, lo
primero que quiero decir es que sobre la sexualidad de los sordos
impera el silencio académico. Un examen de la bibliografía
especializada revela que apenas se han realizado estudios; las
muestras han sido escasas (en ocasiones basadas exclusivamente en la
experiencia del autor); y los resultados poco contrastados (los estudios
no se han repetido y muchas veces se han realizado hace 15 o más
años). Así las cosas, no sería descabellado decir que si quieres
respuestas a las preguntas que planteas tendrás que realizar las
investigaciones tú misma. Sin embargo... tal vez pueda darte algunas
pistas. Sigo tu orden.

1) La pregunta asume que hay un solo lugar de características


comunes (¿institución educativa para sordos?), y quizá no exista tal
homogeneidad. En todo caso, y aun admitiendo por razones
argumentativas una influencia más o menos parecida del entorno,
tampoco cabría predicar un efecto homogéneo sobre los sujetos
sordos, como si éstos carecieran de diversidad. De hecho, este punto
es central e innegociable en la episteme sexológica: todos los sujetos
sexuados son diferentes, y por ser diferentes tienen distintos deseos.

2) Sobre la orientación del deseo no parece que influya demasiado el


entorno. (Baste a modo de contraejemplo la cantidad de familias
heterosexuales y homófobas cuyos hijos resultan ser homosexuales.)
Conviene en todo caso no confundir las prácticas homosexuales
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(típicas de entornos cerrados en los que convive un solo sexo, como el


ejército, las cárceles... y las instituciones para sordos) con la
orientación del deseo.

3) No conozco datos sobre los sordos en particular, pero en el resto de


la población la horquilla va desde los 5 años (más o menos y en
algunos casos), hasta la pubertad y adolescencia (la mayoría), aunque
en otros la orientación del deseo se clarifica más tardíamente. Que se
descubra antes o después, por lo demás, no es indicativo de nada
(bueno o malo) sino que simplemente es un resultado más de las
diferencias en la sexuación.

4) Si te refieres estrictamente a su identidad sexual, su modo de


sentirse hombre o mujer, la respuesta dependerá mucho de la
interacción que realice con sus padres y con el grupo de pares. Como
sujetos sexuados, nuestra identidad se construye en relación con otros.

5) No creo que pueda contestarse a una pregunta tan general. ¿Qué rol
cumple la sexualidad en el desarrollo de un estudiante de psicología?
¿Acaso existe el estudiante de psicología? (Y eso que seguramente
sean los estudiantes más estudiados...)

6) Ahí tienes una hipótesis que investigar. (Aunque no sé cuáles son


los sentimientos internos que reprimen ¿todos los sordos?)

7) Quizá convenga aclarar que la sexualidad no es tanto algo que se


lleva a cabo, como si fuera una actividad, sino que es más bien una
vivencia. La sexualidad es el modo en que cada cual vive su peculiar
modo de ser hombre o mujer. Aun traduciendo sexualidad por
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conducta erótica, no me siento capaz de ofrecerte ninguna respuesta.

8) Debido a la diferente sexuación (otra palabra que encontrarás


desarrollada en la pestaña de conceptos), nada se manifiesta de igual
forma en todos los sujetos.

9) Que haya leído en la bibliografía existente, no existe ninguna


diferencia sustantiva.

10) En este punto la bibliografía académica es coincidente: los sordos


suelen tener mucha menor información sexual. En parte, por las
deficiencias históricas de la educación sexual para sordos (orígenes
tardíos, duración breve, impartido por profesores con escasa
formación y materiales inadecuados: no son suficientemente visuales).
En parte, también, por las dificultades lingüísticas: la terminología
erótica de la lengua de señas no se suele enseñar, y además resulta
complicado transmitir con ella mensajes abstractos. Y en parte,
simplemente, porque mucha de la información sexual que obtenemos
(todos) procede de conversaciones informales y el grupo de pares. En
el caso de los sordos, se pierden estas conversaciones que se escuchan
de pasada en familia o a otros, y los pares suelen compartir la misma
desinformación.
Respecto del abuso, la prevalencia es mayor que en la población no
sorda. Algunos autores lo atribuyen a la mayor ingenuidad en lo
tocante a las normas y valores, junto a una tendencia a obedecer a la
autoridad, el miedo a las amenazas, y la dificultad para entender lo
que les ha ocurrido.

Te apunto parte de la bibliografía que he consultado para responderte,


por si quieres ampliar más:
licencia CC BY-NC-SA 3.0

Della Reaves Fitz-Gerald and Max Fitz-Gerald "A Historical Review


of Sexuality Education and Deafness: Where Have We Been This
Century?" Sexuality and Disability, 1998, Volume 16, Number 4,
Pages 249-268.

Getch, Branca, Fitz-Gerald, & Fitz-Gerald. "A Rationale and


Recommendations for Sexuality Education in Schools for Students
Who Are Deaf". American Annals of the Deaf, 2001, Vol. 146, No. 5,
401-408.

Gabriel & Getch. “Parental Training and Involvement in Sexuality


Education for Students Who Are Deaf”. American Annals of the Deaf,
2001, Vol 146, No. 3, 287-293.

Jennifer Job “Factors Involved in the Ineffective Dissemination of


Sexuality Information to Individuals Who Are Deaf or Hard of
Hearing,” American Annals of the Deaf, 2004, Volume 149, No. 3,
264–273.

Magnolia Téllez Trejo. “La construcción de la sexualidad en


adolescentes sordos y sordas”. Archivos Hispanoamericanos de
Sexología. 2005, Vol. XI, No. 2.

Sebald, Ann M., “Child Abuse and Deafness: An Overview,”


American Annals of the Deaf, 2008, Vol. 153, No. 4, 376–383.

Yvette Q. Getch, Mike Young and George Denny. "Sexuality


Education for Students Who Are Deaf: Current Practices and
Concerns". Sexuality and Disability, 1998, Volume 16, Number 4,
269-281.

Por último, me gustaría recomendarte un librito estupendo que puede


darte una visión de conjunto para una comprensión del marco
sexológico en relación con la discapacidad. “Sexualidad:
licencia CC BY-NC-SA 3.0

Planteamientos y claves para la intervención profesional en el ámbito


de la Discapacidad” de Agustín Malón. Puedes descargarlo
gratuitamente desde esta web www.capaces.org, en la sección de
proyectos de discapacidad.

Si quieres preguntar alguna otra cosa, o contarnos más adelante qué


has descubierto, aquí estamos.

¡Suerte con la investigación!

Juan Lejárraga, equipo Incisex

19.

Consulta:

Es sólo una curiosidad personal, ¿se sabe cuándo se inventó el


preservativo? Y antes de su invención, ¿con que se practicaba sexo
seguro?

Respuesta:

Hola:

¡Las curiosidades personales son siempre bienvenidas! Se han


encontrado antecedentes del preservativo -entendiendo por tal una
funda que cubra el pene- en dibujos de cuevas egipcias que datan en
torno al 1350 antes de Cristo. No está muy claro si esa funda se
empleaba con fines rituales, o realmente con fines anticonceptivos. Al
menos desde entonces, el preservativo se ha ido perfeccionado con
diversos materiales y técnicas. La primera descripción escrita suele
atribuirse al anatomista italiano Gabrielle Fallopio(1523-62), quien
licencia CC BY-NC-SA 3.0

además describió el clítoris y los conductos o trompas que llevan su


nombre. Madame de Sevigné, en el siglo XVII, consideraba el
preservativo “una armadura contra el placer y una tela de araña contra
el peligro”, lo que da una idea de su comodidad y eficacia por
entonces. Con el descubrimiento por Goodyear (el de los neumáticos)
de la vulcanización del caucho en 1844, el preservativo pudo empezar
a fabricarse en masa y a precios asequibles. 1930 es otra fecha clave al
empezar a emplearse látex en los preservativos, que es el material más
común en la actualidad. No será hasta 1984 que se emplee el
poliuretano, para alivio de los alérgicos al látex. (Por cierto, el doctor
Condom, al que a veces se atribuye su invención, nunca existió.)

Preguntas también por otros métodos anticonceptivos del pasado.


Leyendo a algunos historiadores, parece que la anticoncepción “en
serio” empezó como quien dice anteayer, ya sea en 1960 con los
anticonceptivos hormonales, o 100 años antes con el preservativo de
caucho vulcanizado. Lo cierto es que desde siempre se ha intentado
controlar la reproducción. Los antiguos griegos ya empleaban la
abstinencia, el aborto, la retirada del pene y la prolongación de la
lactancia como forma de limitar la procreación.

Conviene aclarar que hasta principios del siglo XX no se distinguía


entre métodos anticonceptivos y abortivos. Es una creencia occidental
contemporánea pensar que primero se recurre a los métodos
anticonceptivos y, si fallan, se pasa a los abortivos. Con frecuencia la
inducción del aborto era la primera práctica realizada contra
embarazos no deseados; entre otros motivos, porque ese era un
método que las mujeres podían controlar sin contar con un médico o
su marido.

Hay otro sesgo en la interpretación histórica de los métodos


anticonceptivos. Tiende a considerarse como tales aquellos métodos
que impiden la fecundación tras la cópula heterosexual. Sin embargo,
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en los encuentros eróticos pueden darse muchas prácticas y tanto la


penetración anal como las caricias genitales con la boca o la mano han
sido desde siempre los métodos más eficaces de evitar la concepción.
De hecho, son los llamados métodos aconceptivos, esto es, que no
llevan a la concepción.

Bueno, si tu curiosidad te pide más, hay un libro fascinante que cuenta


muchas de estas cosas: Historia de los anticonceptivos de Angus
McLaren, ediciones Minerva, 1993. Al estar descatalogado, solo lo
encontrarás en librerías de segunda mano como iberlibro.com

Un saludo ¡y hasta la próxima!

Juan Lejárraga, equipo Incisex

20.

Consulta a:

Necesito información de sexualidad para el comienzo de la tesis, soy


estudiante de psicologia. Gracias.

Respuesta a:

¡Hola!

Nos encantaría poder ayudarte, pero vamos a necesitar para ello que
precises un poco más tu consulta porque el campo de la sexualidad es
muy amplio.

No me ha quedado claro si ya tienes elegido el tema de tu tesis,


incluso su línea argumentativa; o si simplemente te gustaría que tu
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tesis tuviese que ver con la sexualidad, pero todavía no sabes con qué.

Por cierto, ¿lees en algún otro idioma aparte del español? Lo digo
porque si vas a investigar, es probable que mucha bibliografía esté
escrita en inglés.

Sin conocer más detalles, y para que no te vayas en esta primera


respuesta de vacío, me atrevo a recomendarte dos textos muy
generales. Uno para que tengas una visión de conjunto (Anna Clark
Deseo. Una historia de la sexualidad en Europa. Cátedra, 2010) y
otro sobre los distintos conceptos que se han manejado para entender
el sexo (Efigenio Amezúa. “El sexo: historia de una idea” Revista
española de sexología, nº 115-116, Publicaciones del Instituto de
sexología, 2003).

Aparte, echarle un vistazo a Sexualidad humana de Rathus et al.


(Pearson, 2005) puede ayudarte a escoger un tema.

De todos modos, si nos vuelves a escribir con más detalles, podemos


darte referencias más específicas, o incluso hacerte alguna sugerencia.

Un saludo y ¡hasta pronto!


Juan Lejárraga, equipo Incisex

Consulta b:

Hola, si ya lo he pensado muy bien el tema del cual hablaré en mi


tesis para titularme de psicológa, pues bien mi tema es el siguiente:
"Factores que detonan la frigidez en la mujer", además de conocer los
factores que la provocan, creo que támbien haré un tratamiento para
este tipo de trastorno.
licencia CC BY-NC-SA 3.0

Espero que puedan ayudarme para mi investigacion. Gracias.

Respuesta b:

Al abordar la elaboración de una tesis, lo primero es delimitar el tema.


Cuando te planteas estudiar la frigidez como trastorno (factores
etiológicos y tratamiento), lo primero que conviene aclarar es el
propio objeto de estudio. Y aquí tropezamos con el primer obstáculo.

Un somero repaso histórico del concepto de frigidez (Cryle, 2009;


Moore y Cryle, 2010) revela algunas sorpresas. Por ejemplo, que un
autor clásico en estos asuntos es el papa Gregorio IX. En su escrito
pontificio De frigidis et maleficiatis, et impotentia coeundi (Sobre la
frigidez y los hombres hechizados, y la impotencia coital) del siglo
XIII, son los hombres los que son frígidos y eso les impide llevar a
cabo la penetración. Distingue además entre los frígidos (impotentes
con todas las mujeres) y los hechizados (solo con una, o algunas). ¿Y
por qué se mete en estos asuntos el Papa? Por razones del Derecho
Canónico: la frigidez suponía un obstáculo a la consumación del
matrimonio.

En su famosa obra de 1686, Retrato del amor conyugal, el médico


francés Nicolas Venette describía la frigidez masculina siguiendo la
terminología humoral hipocrática. Algunos hombres están fríos
debido “los defectos naturales de sus partes amorosas (...) que se
vuelven más fríos que el hielo cuando están con una mujer”. Esto, por
cierto, no lo considera Venette una enfermedad sino una deficiencia:
“un hombre que está tan pobremente dotado carece de calor, vigor y
simiente”. Estas serían las características que distinguirían al hombre
de la mujer, ya que las mujeres son por naturaleza frías. De ahí que la
licencia CC BY-NC-SA 3.0

frigidez femenina no existiese por entonces: ¿cómo va a ser un


trastorno ser fría (frígida), si ese es el estado natural de las mujeres?

Incluso Voltaire, en su Diccionario filosófico (1764), aclara que la


frigidez se refiere solo a los hombres y está relacionada con la
impotencia (en terminología médica actual, “disfunción erectil”).

No será hasta el siglo XIX que la frigidez empiece a considerarse un


asunto también femenino. En 1855 el médico Félix Roubaud plantea
justo eso en su Traité de l’impuissance et de la stérilité chez l’homme
et chez la femme (Tratado de la impotencia y la esterilidad en el
hombre y la mujer). Habrá que esperar unos 50 años más para que se
establezca que la impotencia solo es masculina y la frigidez solo
femenina.

Baste este repaso a algunas calas en la historia del concepto de


frigidez para comprobar cómo, en función del contexto social y
cultural, ha variado su significado. Tan es así, que hoy día sigue
interpretándose de muy diversas maneras.

Para algunos hace referencia a la incapacidad de la mujer de tener un


orgasmo; para otros, es simplemente la falta de deseo; o el dolor
durante la penetración; o la incapacidad de que se produzca la
penetración vaginal; o algún otro trastorno más general...

Cada uno de esas definiciones lleva asociada dentro del marco


epistemológico psiquiátrico actual una categoría diagnóstica distinta:
anorgasmia, deseo sexual hipoactivo, dispareunia, vaginismo,
disfunción sexual femenina...

Por si no está claro, me estoy refiriendo a las categorías del DSM, esto
es, del manual de la Asociación Psiquiátrica Norteamericana. Por
licencia CC BY-NC-SA 3.0

cierto, la categoría de frigidez desapareció del DSM en 1987, esto es,


en el DSM-III-R. Lo que quiere decir que básicamente ha dejado de
usarse en las revistas especializadas el concepto de frigidez (salvando
algún artículo de corte psicoanalítico).

De modo que, así de entrada, veo dos inconvenientes gordos para


estudiar la frigidez: no es un concepto preciso; es un concepto
científicamente abandonado.
Por tanto, parece necesario precisar un poco más qué es lo que deseas
estudiar: mujeres que no tienen orgasmos, cuyo deseo es bajo, que
experimentan un dolor inusual durante la penetración vaginal...

Una vez acotado el tema, viene una segunda decisión de peso: el


enfoque. Hay un enfoque psiquiátrico, representado por el DSM, que
patologiza lo que, para los sexólogos, son dificultades comunes.

De hecho, las críticas al DSM, especialmente en lo relativo a los


trastornos sexuales, son muy abundantes, incluso entre psiquiatras. La
nueva versión, el DSM-5, tiene prevista su publicación en 2013.

En esta dirección
http://www.dsm5.org/ProposedRevisions/Pages/SexualandGenderIden
tityDisorders.aspx)
puedes informarte acerca de las discusiones y los cambio previstos.
Por ejemplo, como resultado del trabajo de los grupos de estudio, ¡se
propone que desaparezcan el vaginismo y la dispareunia! Luego quizá
no eran conceptos muy afortunados...

Si decides abordar alguna de las dificultades comunes (¿cuál?) que


experimentan algunas mujeres en sus encuentros eróticos desde una
perspectiva sexológica, tu marco epistemológico será muy distinto a si
aceptas los planteamientos del DSM. Antes de tomar esa decisión,
licencia CC BY-NC-SA 3.0

quizá quieras familiarizarte algo más con la sexología. En tal caso, me


gustaría sugerirte que leyeras sobre los grandes conceptos del hecho
sexual humano, especialmente los relativos al ars amandi y a la
pareja.
http://www.sexologiaenincisex.com/contenidos/conceptos/sexologia.p
hp

En fin, quedamos a la espera de tus lecturas, reflexiones y decisiones


para que nos orientes de nuevo por dónde quieres ir en tu tesis, y así
podremos ayudarte mejor.

¡Saludos!

Juan Lejárraga, equipo Incisex

Referencias

-Cryle, P. "Les Choses et les Mots: Missing Words and Blurry Things
in the History of Sexuality" Sexualities, Vol. 12 (4), 2009.

-Moore, A. y Cryle, P., "Frigidity at the Fin de Siècle in France: A


Slippery and Capacious Concept" Journal of the History of Sexuality,
Vol. 19 (2), 2010.

21.

Consulta :

Hola! Somos un grupo de personas que estamos comenzando un


estudio acerca de la salud sexual en el marco de nuestro trabajo. Para
ello, queriamos comenzar con una lectura crítica de la definición de
licencia CC BY-NC-SA 3.0

salud sexual de la OMS del 2002. Ya tenemos bastante material pero


queriamos saber si vosotros teneis alguna publicación nacional o
extrangera que nos pudiese ayudar. Gracias.

Respuesta:

¡Hola!

Cuando parece que estamos abocados a la “salud sexual” como si


fuera el mejor de los mundos posibles, no solo es oportuno sino
necesario realizar un estudio de dónde viene el concepto y adónde nos
lleva. ¡Así que enhorabuena por la elección del trabajo!

El punto de partida, lógicamente, es la OMS y sus distintas


definiciones de salud sexual. Un examen cuidadoso de los cambios
que se han dado en la definición desde 1975 hasta 2002 arrojaría ya
algunas pistas de interés.

En esta línea descriptiva, os puede servir:

Weston M. Edwards and Eli Coleman“Defining Sexual Health: A


Descriptive Overview” Archives of Sexual Behavior. Vol. 33, 3,
(2004): 189-195

Una introducción crítica al “significado de salud sexual” lo


encontraréis en la web del Instituto Hirschfeld al buscar en Google el
entrecomillado.

Para una crítica del tufillo moral que desprende el concepto de salud
sexual, merece la pena leer:
Sandfort T. ; Ehrhardt, A. Sexual Health: A Useful Public Health
Paradigm or a Moral Imperative? Archives of Sexual Behavior, Vol.
33, 3, (2004): 181-187
licencia CC BY-NC-SA 3.0

Podéis encontrar diversas críticas desde la perspectiva feminista y


racial, respectivamente, en:
Women & Therapy, Volume 24 Issue 1 & 2, 2002. Linwood J. Lewis
“Examining Sexual Health Discourses in a Racial/Ethnic Context”
Archives of Sexual Behavior, Vol. 33, 3, (2004): 223-234

¿Cómo se ha producido esta deriva de la sexología a la salud sexual y


qué consecuencias tiene la medicalización de la sexualidad? Os
apunto dos referencias clave:

Parker, R., DiMauro, D., Filiano, B., Garcia, J., Munoz-Laboy, M. and
Sember, R.: Global transformations and intimate relations in the 21st
century: Social science research on sexuality and the emergence of
sexual health and sexual rights frameworks. Annual Review of Sex
Research, Vol. 15 (2004): 362-399.

Tiefer, L. (1996) “The Medicalization of Sexuality: Conceptual,


Normative, and
Professional Issues”, Annual Review of Sex Research, Vol. 7 (1996):
252–82.

La salud sexual lleva asociada la implementación de las “mejores


prácticas”. Para una crítica de ese concepto, resulta esclarecedor este
artículo:
Groopman, J. “Health Care: Who Knows 'Best'?” New York Review of
Books, Vol. 57, 2 , February 11, 2010.

Otras referencias útiles para abordar las cuestiones de fondo de la


medicalización y su imposición social son:

Conrad, P.; Schneider, J. W. (1992). Deviance and medicalization:


From badness to
licencia CC BY-NC-SA 3.0

sickness. Temple University Press

Lupton D. (1995) The imperative of health: public health and the


regulated body. Sage.

Greenhalgh P., Wessely S. ‘Health for me’: a sociocultural analysis of


healthism in the middle classes. British Medical Bulletin (2004) 69:
197–213

Por último, aunque quizá debiera haber sido la primera referencia,


“Sexología y salud sexual. Crítica a una salud sexual en crisis y
aportaciones saludables desde la sexología”, el capítulo de José
Ramón Landaarroitajauregui y Manuel A. Franco publicado en el libro
colectivo Sexualidad, psiquiatría y cultura (Editorial Glosa, 2005) es
probablemente la crítica más amplia y contundente en español del
concepto de salud sexual y su interesada confusión con la sexología.

Bueno, espero haberos aportado algo. Si más adelante queréis hacer


alguna consulta más específica, no dudéis en escribirnos de nuevo.
¡Ah!, y cuando terminéis, nos encantaría leerlo.

Saludos y ¡buen trabajo!

Juan Lejárraga, equipo Incisex

22.

Consulta:

¿La pornografia se usa en terapia sexual?, ¿en qué casos, de qué forma
y qué tipo de pornografia?, ¿qué nos define la linea en la que es
nociva o no?
licencia CC BY-NC-SA 3.0

Debo hacer una exposición no formal sobre este tema. Si tienen algún
material para recomendarme, se lo agradecería.

Respuesta:

¡Hola!

La pornografía es un asunto polémico que ha dado lugar a numerosos


debates. Como toma de contacto, puedes leer con provecho La
construcción sexual de la realidad de Raquel Osborne (Cátedra, 1993)
para una panorámica de las discusiones feministas a favor y en contra;
y Pensar la pornografía de Ruwen Ogien (Paidós, 2005) para un
enfoque analítico de un filósofo bien informado que escribe con
claridad.

En la última década los estudios sobre el porno han entrado en la


academia como objeto de análisis cultural (valgan como ejemplos el
seminal libro de Linda Williams Porn studies, Duke University Press,
2004, y un reciente número monográfico de la revista especializada
Sexualities, October 2009, http://sex.sagepub.com/content/12/5.toc)
desde disciplinas relacionadas con el cine, los medios de
comunicación y las humanidades.

Las relaciones entre la sexología y la pornografía, sin embargo, vienen


de más atrás. A principios del siglo XX las obras de los sexólogos se
difundían por los mismos circuitos clandestinos que la pornografía
(Cocks, H.G., “Saucy Stories: Pornography, sexology and the
marketing of sexual knowledge in Britain, c. 1918-1970”. Social
History, 2006, v29, 4, pp. 465-484.) Más adelante, en los años 60,
cuando la pornografía empezó a ser socialmente más aceptable, en vez
licencia CC BY-NC-SA 3.0

de temer que la vinculación con el porno pudiera perjudicarles -como


antaño sucedía cuando ésta tenía un estatus clandestino- los sexólogos
vieron una oportunidad de difundir sus ideas en un mercado mucho
más amplio. Así, proliferaron las columnas de asesoramiento sexual
en revistas pornográficas.

Será a finales de los 60 y principios de los 70 cuando se estrechen los


vínculos entre el porno y la terapia sexual. En aquellos años surgieron
unos talleres de reevaluación de las actitudes sexuales (Sexual Attitude
Reassesment, SAR, en las siglas inglesas) que eran parte de la
formación de los terapeutas. En esos talleres, entre otras actividades,
se proyectaban películas pornográficas -a veces comerciales, a veces
rodadas a propósito- en distintas pantallas simultáneamente. (Weiss,
Karin E. SAR Sexual Attitude Reassessment Seminars. A Retrospective
of SAR Early Years in Minnesota, Tasora, 2010.) La idea era saturar
las retinas y que las imágenes que pudieran resultar chocantes en un
principio, como por ejemplo discapacitados haciendo el amor, gente
de otras razas, del mismo sexo, etc., fuesen aceptadas después; o al
menos, que los prejuicios que cada uno tuviese se hicieran explícitos.
(Reiss, Ira. An Insider’s View of Sexual Science Since Kinsey. Rowman
& Littlefield, 2006.)

Valgan los párrafos precedentes de contextualización. Voy con tu


pregunta. Algunos sexólogos, efectivamente, consideran la
pornografía como una herramienta útil en terapia con la intención
básicamente de estimular a las parejas que buscan algo distinto y que
no saben qué o cómo. Importa destacar que cuando se recomienda el
uso de pornografía suele ser más bien a parejas que a individuos. En
última instancia, se trata de que, espoleados por la explicitud del
porno, sean capaces de hablar de lo que les gusta y crear ellos sus
propios escenarios eróticos.
licencia CC BY-NC-SA 3.0

El tipo de porno, evidentemente, dependerá de los conocimientos del


terapeuta, de los intereses de la pareja y de su familiaridad previa con
este tipo de material. Hay una serie de vídeos estándar que suelen
emplearse (Better sex videos, producidos por el Instituto Sinclair), que
supuestamente son de gente real y que vienen acompañados de
comentarios de un terapeuta. En verdad, la mayoría son actores porno
y los comentarios son de un nivel tan elemental que solo cabe pensar
que es una manera de vender porno más o menos suave encubierto por
la legitimidad científico terapéutica. Este tipo de vídeos “didácticos”
han proliferado en los últimos años, han ganado en explicitud y ya no
se ven batas blancas aparentando seriedad y distanciamiento (pienso,
por ejemplo, en la colección Expert Guide de Tristan Taormino).

De modo que al principio se usan los vídeos que uno conoce, los que
considera adecuados, los que te recomienda un colega (en la revista
especializada Journal of Sex & Marital Therapy hay una sección
donde se comentan películas nuevas que salen al mercado) hasta que
vas afinando el criterio para poder recomendar ciertos vídeos para
según qué perfil de usuario. Es decir, no hay unos vídeos fijos para
todos establecidos por no se sabe quién. Hay redes formales e
informales por las que circula la información. Es dífícil establecer
listas fijas. Además, con el tiempo cambian las modas (de ropa,
peinados, depilaciones, prácticas...), y hay parejas que pueden sentir
disgusto por una excesiva pilosidad o por un rasurado total, a otras un
corte de pelo ochentero les daría más risa que deseo, etc.

Lo que no acabo de entender es la pregunta por la nocividad. Por un


lado, está el que un vídeo propuesto no agrade a una pareja. Eso
siempre puede ocurrir y no hay manera de preverlo. Por supuesto, son
los clientes los que saben lo que les gusta y lo que no. El criterio es el
suyo. De hecho, si el terapeuta propone que vean una película porno y
ellos no quieren, pues ya está: no hay más que hablar. El porno es un
licencia CC BY-NC-SA 3.0

recurso para lograr un fin. Si no les interesa, el terapeuta tendrá que


usar otros recursos para lograr ese fin.

Por eso no entiendo la nocividad; no se fuerza a ver películas a nadie.


Y si las vieran sin saber dónde se metían, tampoco se iban a quedar
traumatizados. Al menos yo no conozco ningún estudio que haya
demostrado un efecto nocivo por el uso de pornografía en terapia. De
hecho, tampoco por el consumo de pornografía en sí (consulta, por
ejemplo, la siguiente revisión:
http://www.hawaii.edu/PCSS/biblio/articles/1961to1999/1999-effects-
of-pornography.html). Investigaciones más recientes (p. ej., ésta de
hace unos meses Popovic, M. “Pornography use and closeness with
others in men” Archives of Sexual Behavior, Vol. 40, 2, 2011,
http://www.springerlink.com/content/3216175830wq5860/) tampoco.

Y eso a pesar del sesgo interpretativo llevado por lo “políticamente


correcto”. En esta última investigación se analizó la cercanía
emocional con adultos significativos entre usuarios de pornografía y
no usuarios. ¿Resultado? Los usuarios de porno tenían una puntuación
total de cercanía a adultos más alta que los no usuarios. ¿Y cómo lo
interpreta el autor del artículo? Como que quizá el porno les deja un
vacío que intentan compensar luego acercándose más a los adultos...
Si los resultados hubieran sido al revés, habrían dicho que el porno los
insensibilizaba y los distanciaba de los seres queridos. En fin,
interpretaciones aparte (que habría descartar con nuevas hipótesis e
investigaciones), el dato está ahí: los usuarios de porno (en este
estudio) reportan mayor cercanía a adultos significativos que los no
usuarios. ¿Nocividad, pues? Que lo demuestren.
licencia CC BY-NC-SA 3.0

Con todo esto espero haberte dado alguna pista; si necesitas más
referencias, o hay algún punto que no ha quedado claro, no dudes en
escribir de nuevo. Siento que muchas referencias sean anglosajonas,
pero es de donde proceden la mayoría de las investigaciones.

Saludos!

Juan Lejárraga, equipo Incisex

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