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03 de Octubre:

Tránsito de San Francisco

Loado seas, mi señor, por nuestra


hermana la muerte corporal
MONICIÓN DE ENTRADA

Bienvenidos a esta celebración en la que recordaremos el Tránsito de San Francisco de


Asís, su paso definitivo a las manos del Padre, que desde el atardecer de aquel 3 de
Octubre de 1226, la familia franciscana conmemora. Enfermo y con las cinco llagas de
Cristo en su cuerpo, junto a la ermita de la Porciúncula, Francisco se despidió del
mundo, celebrando su muerte como una Pascua de liberación, pues moría en Cristo
para resucitar a la vida definitiva. Mandó que leyeran el relato de la Pasión según san
Mateo y poco después se presentaba la Hermana Muerte liberadora. Viéndola entrar
en su chabola, el Poverello la saludó cortésmente diciendo: "¡Bienvenida seas,
Hermana Muerte!" y rogó al médico que le asistía, que anunciara a todos esta visita
porque, añadió Francisco: "Ella es quien me ha de introducir en la vida eterna".
Que esta celebración nos ayude a discernir cómo vivimos nuestro ser cristianos,
cuánto de servicio a los demás hay en nuestro día a día, cuántas veces echamos una
mano al que camina a nuestro lado.

Canto de entrada

SALUDO DE CELEBRANTE

+ En el nombre del Padre,...

Que la cercanía de Dios Padre, el ejemplo servicial de su Hijo y la protección del


Espíritu Santo estén con todos ustedes.
ACTO PENITENCIAL

Antes de compartir la Palabra, reconozcamos ante Dios y ante los hermanos, en unos
instantes de silencio, aquello que hace que nuestras manos y nuestra vida no se
entregue incondicionalmente, aquello que en nosotros no es minoridad, ni servicio
(silencio)

- Por las veces que nuestras manos no están abiertas, ni acarician, ni adoptan un gesto
de entrega. Señor, ten piedad

- Por las veces que nuestras manos se cierran y se convierten en puños que golpean,
amenazan y dañan. Cristo, ten piedad

- Por las veces que nuestras manos no ofrecen amistad sincera, ni consuelan las
penas, ni se aferran a otras con fuerza derribando los muros del odio. Señor, ten piedad

Oración: Dios todopoderoso, tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros


pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén

LECTURA BÍBLICA
Monición
En esta segunda carta a Timoteo, San Pablo nos comunica, que hemos sido llamados a trabajar
por el Evangelio: con tesón y sin dejarnos desanimar, por los sufrimientos o vicisitudes que se
nos puedan presentar. Dios nos da gratuitamente la salvación, por medio de nuestro Redentor
Jesucristo, quien vino a resplandecer la vida y la inmortalidad. Escuchemos atentamente:

Lectura de la segunda Carta a Timoteo


.
Pablo, apóstol de Cristo Jesús por decisión de Dios, que nos prometió la vida en Cristo Jesús,
a su querido hijo Timoteo. Vengan sobre ti de Dios Padre y de Cristo Jesús, nuestro Señor, la
gracia, la misericordia y la paz. Doy gracias a Dios, a quien sirvo con conciencia limpia como
mis antepasados, cuando constantemente te recuerdo en mis oraciones noche y día. Al
acordarme de tus lágrimas, siento un gran deseo de verte, para llenarme de alegría. Recuerdo
tu fe sincera. Así eran tu abuela Loide y tu madre, Eunice, y estoy convencido de que la
recibiste de ellas.
Por eso te invito a que reavives el don de Dios que recibiste por la imposición de mis manos.
Porque Dios no nos dio un espíritu de timidez, sino un espíritu de fortaleza, de amor y de buen
juicio. No te avergüences, pues, del martirio de nuestro Señor ni de mí, al verme preso. Al
contrario, sufre por el Evangelio, sostenido por la fuerza de Dios.
Él nos ha salvado y nos ha llamado para una vocación santa, no como premio a nuestros
méritos, sino gratuitamente y por iniciativa propia. Esta llamada, que nos concedió en Cristo
Jesús desde la eternidad, acaba de manifestarse ahora con la aparición de Cristo Jesús, nuestro

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Salvador, que ha destruido la muerte y ha hecho resplandecer en su Evangelio la vida y la
inmortalidad.
Este es el mensaje para el que fui hecho predicador, apóstol y maestro, y por el que ahora
padezco esta nueva prueba. Pero no me avergüenzo, porque sé en quién he puesto mi
confianza y estoy convencido de que tiene poder para guardarme hasta aquel día lo que
deposité en sus manos.
Toma como norma la sana doctrina que has oído de mí sobre la fe y el amor según Cristo
Jesús. Conserva el precioso depósito con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros.
Ya sabes que todos los de Asia me han abandonado, entre ellos Figelo y Hermógenes. Que el
Señor bendiga a la familia de Onesíforo, pues a menudo vino a confortarme y no se avergonzó
de mis cadenas. Apenas llegó a Roma, se puso a buscarme hasta que me encontró. El Señor le
conceda que alcance misericordia ante el Señor aquel día; tú conoces mejor que nadie los
servicios que me prestó en Efeso.

Palabra de Dios.

SALMODIA
(Salmo 133)

Antífona: “Ved que dulzura, que delicia convivir los hermanos unidos.”

No hay un ungüento que iguale a la concordia,


Ni suavidad como el amor sincero.
Ruede, Señor, el trato entre nosotros
Sin que chirríen gestos ni palabras.

Aromen la verdad y la franqueza


Cuantas palabras pronunciemos todos.
Danos, oh Dios, tu amor como un perfume,
Fragancias en nuestros rostros diferentes.

Danos anchura y corazón templado


Para enfrentarnos al error del otro
Sin derramar el odio o el desprecio.

La paciencia, el perdón son un rocío


Que baja de tu monte,
y la sonrisa abierta hacia el hermano
tendrá la misma luz que tu sonrisa
y el mismo brillo que tus dulces ojos
Cuando nos miras con amor de Padre.

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ALELUYA
“Felices los que escuchan la Palabra de dios y la practican”.

EVANGELIO
Monición

La muerte de Francisco fue una evocación casi litúrgica de la Pascua de Jesús. Al sentir su
inminencia hizo leer a uno de los hermanos presentes el relato de la Pasión de Jesús según San
Juan. Escuchemos con atención algunos pasajes de este conmovedor relato.

+ Lectura del Santo Evangelio según San Juan (13,1-5.12-17.33-35)

Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que le había llegado la hora de salir de este
mundo para ir al Padre, como había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó
hasta el extremo. Estaban comiendo la cena y el diablo ya había depositado en el corazón de
Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle. Jesús, por su parte, sabía que el
Padre había puesto todas las cosas en sus manos y que había salido de Dios y que a Dios
volvía. Entonces se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura. Echó
agua en un recipiente y se puso a lavar los pies de los discípulos; y luego se los secaba con la
toalla que se había atado.

Cuando terminó de lavarles los pies, se puso de nuevo el manto, volvió a la mesa y les dijo:
¿Comprenden lo que he hecho con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen
bien, porque lo soy. Pues si yo, siendo el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también
ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Yo les he dado ejemplo, y ustedes deben hacer
como he hecho yo.
En verdad les digo: El servidor no es más que su patrón y el enviado no es más que el que lo
envía. Pues bien, ustedes ya saben estas cosas: felices si las ponen en práctica.

Hijos míos, yo estaré con ustedes por muy poco tiempo. Me buscarán, y como ya dije a los
judíos, ahora se lo digo a ustedes: donde yo voy, ustedes no pueden venir.
Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Ustedes deben amarse
unos a otros como yo los he amado. En esto reconocerán todos que son mis discípulos, en
que se amen unos otros.» Palabra del Señor.

Homilía

CEREMONIA DE TRANSITO
Monición

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Vamos a recordar con gozo la “hora en que nuestro Padre san Francisco voló al Cielo”, su
transito. Esta celebración conserva su pleno sentido, cualquiera que sea la hora o el momento
en que se haga, para seguir renovando en nosotros los valores evangélicos y hasta humanos de
aquella muerte, preciosa realmente a los ojos de Dios y de los hombres.
Por favor prender sus velas.

Canto franciscano:

Monición

Cuando Francisco presintió ya próxima su muerte reaccionó exclamando gozoso: “Bienvenida sea mi
hermana muerte”. De hecho, la muerte fue para el, no el final, sino la Pascua, el paso o “transito” de
este mundo al Padre.

Lectura de la Leyenda Mayor de San Buenaventura

Acercándose, por fin, el momento de su tránsito, hizo llamar a su presencia a todos


los hermanos que estaban en el lugar y, tratando de suavizar con palabras de
consuelo el dolor que pudieran sentir ante su muerte, los exhortó con paterno afecto
al amor de Dios. Después se prolongó, hablándole acerca de la guarda de la paciencia,
de la pobreza y de la fidelidad a la santa Iglesia romana, insistiéndoles en anteponer
la observancia del Santo Evangelio a todas las otras normas.
Sentados a su alrededor todos los hermanos, extendió sobre ellos las manos,
poniendo los brazos en forma de cruz por el amor que siempre profesó a esta señal, y,
en virtud y en nombre del Crucificado, bendijo a todos los hermanos tanto presentes
como ausentes. Añadió después: "Estad firmes, hijos todos, en el temor de Dios y
permaneced siempre en él. Y como ha de sobrevenir la prueba y se acerca ya la
tribulación, felices aquellos que perseveraren en la obra comenzada. En cuanto a mí,
yo me voy a mi Dios, a cuya gracia os dejo encomendados a todos". (Y de manera
especial los religiosos, que renunciaron al siglo, están obligados a hacer más y
mayores cosas, pero sin omitir éstas. Debemos amar a nuestros enemigos y hacer el
bien a los que nos tienen odio. Debemos guardar los preceptos y consejos de nuestro
Señor Jesucristo. Debemos, igualmente, negarnos a nosotros mismos. Y poner
nuestros cuerpos bajo el yugo de la servidumbre y de la santa obediencia, según lo
que cada uno prometió al Señor. Pero aquel a quien ha sido encomendada la
obediencia y que es tenido por mayor, sea como el menor. Y siervo de los otros
hermanos. Y con cada uno de los hermanos practique y tenga la misericordia que
quisiera que se tuviera con él si estuviese en caso semejante. Tampoco se deje llevar
de la ira contra el hermano por algún delito suyo, sino con toda paciencia y humildad
amonéstelo y sopórtelo benignamente. Nunca debemos desear estar sobre otros, sino,
más bien, debemos ser siervos y estar sujetos a toda humana criatura por Dios.
Concluida esta suave exhortación, mandó el varón muy querido de Dios se le trajera
el libro de los evangelios y suplicó le fuera leído aquel pasaje del evangelio de San
Juan que comienza así: Antes de la fiesta de Pascua. Después de esto entonó él, como
pudo, este salmo: A voz en grito clamo al Señor, a voz en grito suplico al Señor, y lo
recitó hasta el fin, diciendo: Los justos me están aguardando hasta que me des la
recompensa.

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Cumplidos, por fin, en Francisco todos los misterios, liberada su alma de las ataduras
de la carne y sumergida en el abismo de la divina claridad, se durmió en el Señor este
varón bienaventurado.

EVOCACION DE LA MUERTE DE FRANCISCO

Monición

La memoria de la muerte feliz de Francisco suscita en nosotros regocijo y esperanza; Francisco quiso
proclamar también ese regocijo y esa esperanza al pedir que le cantaran el salmo 141 en el momento de
su muerte, palabras que nosotros queremos repetir ahora que aún nos debatimos en los peligros de esta
vida.

(Lector continúa)

Antífona: “Oh alma santísima, en cuyo transito salen a tu encuentro los ciudadanos del
cielo, se regocija el coro de los Ángeles y la Trinidad gloriosa te invita diciendo: Quédate
con nosotros para siempre”.

(Se recita el salmo 141)

SALMO 141

[2]. Al Señor le imploro a grandes voces,


al Señor le suplico a grandes voces.
[3]. En su presencia explayo mi lamento
y ante él relato mi aflicción

[4]. cuando en mí desfallece mi espíritu,


pero tú, ¿no conoces mi sendero?
En el camino por donde pasaba
ocultaron una trampa.

[5]. Dirige a la derecha tu mirada


y ve cómo ninguno me conoce.
Lejos de mí está cualquier refugio,
nadie se preocupa de mi vida.

[6]. ¡A ti clamo, Señor, a ti te digo:


"Tú eres mi esperanza,
mi parte en la tierra de los que viven!"

[7]. Atiende a mi clamor porque estoy muy decaído.


Ponme a salvo de mis perseguidores, que son más fuertes que yo.

[8]. Sácame de la prisión para que dé gracias a tu Nombre.


una ronda harán los justos en torno a mí al saber los favores que me has hecho.

“Oh alma santísima, en cuyo transito salen a tu encuentro los ciudadanos del cielo, se
regocija el coro de los Ángeles y la Trinidad gloriosa te invita diciendo: Quédate con
nosotros para siempre.”

Monición
6
A este Francisco, elevado para siempre a la gloria del cielo, dirigimos nuestro saludo reverente
y cariñoso, y nos unimos a las generaciones franciscanas de todos los siglos, proclamando su
misma invocación tradicional:

“¡Salve, oh padre santo, luz de la Patria celeste, modelo de los Menores, espejo de virtud,
camino de la justicia, norma de vida! Condúcenos de este destierro terrenal al Reino de
los Cielos”

ORACIÓN POR LA PAZ

Señor, haz de mi un instrumento de tu paz.


Donde haya odio, que yo lleve Amor.
Donde haya ofensa, que yo lleve Perdón.
Donde haya discordia, que yo lleve la unión.
Donde haya duda, que yo lleve la Fe.
Donde haya error, que yo lleva la Verdad.
Donde haya desesperación, que yo lleve la Esperanza.
Donde haya tristeza, que yo lleve la Alegría.
Donde haya tinieblas, que yo lleve la Luz.

Oh Maestro,
concédeme que yo no busque ser consolado, sino consolar.
Ser comprendido, sino comprender.
Ser amado, sino amar.

Porque: dando se recibe,


perdonando se es perdonando,
muriendo se resucita a la Vida Eterna.

Amen.

ORACIÓN UNIVERSAL

Padre, sabes que nos sentimos necesitados de tu ayuda y de tu protección. Por ello te
dirigimos nuestras oraciones.
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1. Para que tu Iglesia no olvide que no vino a ser servida sino a servir. Oremos

2. Para que nuestras manos sean fraternas, acojan, abracen y apoyen a los demás,
especialmente a los más necesitados. Oremos

3. Para que nuestra comunidad cristiana sirva con generosidad en todos los ámbitos
de su misión. Oremos

4. Para que aprendamos de Francisco a ser menores con los otros, en la humildad y
en la actitud de servicio. Oremos

5. Por nuestro mundo, para que no falten hombres y mujeres que entreguen su vida
gratuitamente en servicio a los demás. Oremos

6. Para que nuestra comunidad parroquial viva la fraternidad franciscana como una
riqueza que se nos ha dado para vivirla y anunciarla. Oremos

7. Por toda la familia franciscana repartida a lo largo y ancho de nuestro mundo:


para que su vida sea testimonio de minoridad y de experiencia de Dios. Oremos

Oración: Acoge Padre las oraciones que te dirigimos y todas aquellas que llevamos
en nuestro corazón. Te lo pedimos por Jesucristo, tu Hijo, el cual vive y reina en la
unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén

BENDICIÓN FINAL

El Señor los bendiga y los guarde.


Amén

Haga brillar su rostro sobre ustedes y los conceda su favor.


Amén

Vuelva su mirada a ustedes y los conceda la paz.


Amén

Y la bendición de Dios Todopoderoso:


Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes.
Amén
Podemos ir en paz. Demos gracias a Dios. Canto final

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