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Tema: La presencia del Cristo resucitado capacita a la iglesia para enfrentar y derrotar a
las fuerzas del caos y la muerte.
Clasificación: Expositivo
Lógica: Deductiva
Introducción
Puntos a desarrollar
A. La súbita tormenta
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B. Jesús camina sobre las aguas
1. Los discípulos ven a Jesús caminando sobre las aguas. Se aterrorizan pensando
que era un fantasma.
2. La caminata tiene un valor simbólico. En el AT encontramos varias referencias al
dominio divino sobre las aguas del caos (Espíritu Santo: Gn. 1.1-2 / Dios: Job. 9.8;
38.16; Sal. 77.19; Is. 43:16; 51.9-10; Hab. 3.5).
3. Del mismo modo, las palabras de Jesús tienen un valor simbólico. Jesús dice “Yo
soy” en referencia directa a la revelación de Dios a Moisés en el Monte Sinaí (Ex.
3). Por lo tanto, también hace referencia a los muchos “Yo soy” de Isaías 40 en
adelante (41.10, 13, 14, 27; 43.3, 10, 12, 25; 44.5 y 6; 45.3, 5, 7, 18, 19, 22; 46.9; 47.8;
48.17; 49.23 y 26). De aquí que lo normal es esperar una palabra de salvación
después de la frase.
1. Los discípulos contestan con temor y duda. Pedro, representando a los demás,
cuestiona la veracidad de la presencia de Jesús.
2. Pedro se hundió rápidamente. La clave para entender su fracaso está en el verbo
gr. “distazo”, que quiere decir literalmente tratar de mirar dos cosas a la vez. Por
eso, se traduce como dudar, tener la mente dividida o ser de doble ánimo. Por lo
tanto, Pedro se hunde porque su mirada alterna entre Jesús y la tormenta.
3. Después que Jesús sube a la barca, el viento cesa y los discípulos adoran a Jesús.
Conclusión
Este texto es mucho más que una historia de milagro. Es una alegoría donde la barca
representa la iglesia; y la tormenta representa la persecución y el sufrimiento. Pedro
representa a los discípulos que dudan de la presencia divina y abandonan a la
comunidad de fe porque cuestionan la presencia de Dios en sus medios. La única
constante es Jesús, como mediador de la presencia divina que salva y transforma la
humanidad.
Quiera el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo que calma la tormenta capacitarnos para
proclamar el Evangelio aún cuando tengamos que enfrentar los ataques de las fuerzas
del mal, del pecado y la muerte.
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