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DE LA ASUNCIÓN
Brazo del Evangelio En este brazo del crucero encontramos el retablo de San José. Su autor es
desconocido, aunque probablemente fuera el mismo del retablo mayor. Se apoya sobre un pequeño
altar y está compuesto por un banco con cuatro ménsulas decoradas con rico follaje, un cuerpo con
una profunda hornacina flanqueada por estípites y un segundo cuerpo a modo de ático curvo, que
repite el modelo de hornacina y estípites, separados entre sí por una amplia cornisa. La rica
decoración, similar a la del retablo mayor, aunque los colores predominantes son diferentes, está
compuesta por placas geométricas con abundante follaje y quebradas molduras. La imagen de San
José, con el Niño Jesús en brazos, sigue la iconografía tradicional. En la pequeña hornacina del
tímpano hay una escultura pequeña, vestida con túnica de tisú blanca, que representa a Jesús Niño.
Esta imagen formó parte, hasta principios del siglo XX, de un interesante paso alegórico que
procesionaba el Miércoles Santo. Era conocido por el “Niño del Paraíso” y se alzaba sobre un risco
de flores, bajo un árbol ostentosamente decorado, en actitud de expulsar a Adán y Eva del Paraíso.
Esto explica la pervivencia de estas dos Figuras Bíblicas – ahora delante del paso del Señor del
Lavatorio– y que representaban el arranque de toda una catequesis plástica. En el centro de este
lado del crucero se levanta un interesante retablo de yesería, erigido para dar culto a la Virgen del
Pilar, a la que aluden los motivos secundarios. Así debe interpretarse la pequeña escultura que
corona el ático; es una figura infantil, que porta escudo y espada y que parece representar a
Santiago72. El retablo fue realizado en 1864 por Juan Montilla y Juan de la Torre, fecha y autoría
que constan grabadas en el mismo. Tiene un cuerpo con cuatro columnas acanaladas y un ático
curvo y contracurvo, con los siguientes elementos decorativos: columna coronada sobre cordero
eucarístico que sostiene una cruz y cruz de Malta. La cornisa que separa el cuerpo del retablo del
ático es una doble franja, compuesta de una banda con cabezas de angelitos y decoración vegetal. El
resto de la decoración del retablo, además de los elementos vegetales, tiene otros del rococó, como
frisos y cartelas. Su policromía se resuelve en colores marrón, verde y blanco. Ocupa el nicho
principal la imagen de una Virgen Dolorosa con la advocación de Amargura, titular de la Cofradía
del mismo nombre que procesiona el Miércoles Santo. Es imagen de candelero, que en 1944
sustituyó a la primitiva titular, hoy venerada con el nombre de “Virgen de la Guía” en el Santuario
de la Patrona. La polémica envuelve su autoría. Según testimonio de la donante, Doña Emilia Reina
Salas, fue esculpida por el gran imaginero sevillano Antonio Illanes. Sin embargo, sus rasgos e
impronta estilística se asemejan a la obra del artista hispalense José Ribera. En cualquier caso se
trata de una excelente talla. Tiene grandes ojos, pronunciado entrecejo, boca entreabierta y hoyuelo
en la barbilla. Acredita una gubia de primera fila la delicadeza en el tallado de las manos, con dedos
largos y finos. A ambos lados, en nichales avenerados, hay dos ángeles eucarísticos de factura
moderna. Completan la decoración de este lado del crucero dos pinturas: El Traslado de Cristo al
sepulcro y Santa Rita. El primero es una pintura de mediados del s. XVII, copia de otra del autor
italiano Federico Barocci73 denominada “El entombment” o “Tansporto di Cristo al sepulcro”. El
tema de esta pintura representa el traslado de Cristo al sepulcro por los santos varones José de
72 La relación entre la Virgen del Pilar y el apóstol Santiago, como Patronos de España, parece
quedar reflejada en las imágenes primitivas que tuvo el retablo. 73 Federico Fiori, llamado Il
Baroccio, Urbino (1528-35, g1612). Pintor, grabador y dibujante. Fue, después de Rafael, el artista
más importante de Urbino. Se formó en la escuela de los Zucarro. Trabajó en la corte española.
Aunque manierista, la predilección por los efectos dramáticos le convirtió en un precursor del
Barroco. Realizó varias obras con este mismo tema, si bien realizadas en técnicas diferentes, óleo,
tiza sobre aceite, grabado…. Una de ellas se encuentra en la Iglesia de la Cruz de Senigallia (Italia),
otra en el Mueso Getty de San Francisco (EEUU).
Arimatea y Nicodemo; en la parte superior izquierda aparecen las “Marías” y San Juan, que sujetan
a la Virgen y en la parte inferior derecha a María Magdalena de rodillas ante el cuerpo de Cristo. El
fondo del mismo tiene un edificio, que puede ser una Iglesia o incluso el palacio de Pilatos, y una
gran peña con tres cruces que representa el Calvario. Este cuadro se ha denominado comúnmente
como El entierro; sin embargo, la escena representada es la descrita anteriormente. Técnica y
estilísticamente este cuadro coincide con el realizado por Barocci, con la única diferencia de que
son simétricos, es decir, como si se viera el original a través de un espejo. Toda la escena se
distribuye siguiendo un esquema compositivo en diagonal. Es de estilo manierista, aunque ya
imbuido del espíritu barroco. Esta pintura se encuentra en muy mal estado de conservación y
necesitada de una buena limpieza y restauración. El lienzo de Santa Rita, obra de Muñoz Contreras,
presenta la curiosidad de que en su reverso aparece la autoría y la propiedad del cuadro con una
leyenda que dice: Es propiedad de Dª Mª de los Santos Muñoz y CardªS quien como dueña siempre
en cualquier época o circunstancias tiene acción a ella y por su fallecimiento quien esta Sra deje
designado. Lo pintó José Muñoz CªS Año de 1861. Nave principal Siguiendo el orden de nuestra
visita por el lateral izquierdo de la nave central, encontramos en el quinto tramo de la iglesia el
retablo de San Francisco, adaptado al nicho del muro; es de arco de medio punto y presenta
elementos de gran dinamismo como son los estípites y las volutas envueltas hacia dentro. La
imagen de San Francisco de Asís es de candelero y de calidad aceptable y fue realizada en el siglo
XVIII. El Santo viste hábito franciscano y porta un báculo de plata. En este retablo aparecen el
símbolo franciscano (brazos y cruz). Encima de este retablo hay una pintura de San Buenaventura
iluminado por el Espíritu Santo y visitado por un ángel. A continuación hay un retablo adaptado al
nicho del muro con arco de medio punto y de estilo similar al comentado anteriormente, en el que
se ubica una imagen de Santa Clara, de vestir. Por encima de este retablo se encuentra una pintura
en la que se representa a un Papa entregando la corona a un rey por intercesión de un franciscano.
En el tercer tramo está abierta la puerta lateral de entrada al templo. Sobre ella hay un lienzo con
San Pascual Bailón y San Francisco adorando al Santísimo Sacramento. En los tramos segundo y
primero se sitúa el coro, en el que se encuentra una antigua sillería adosada a sus paredes y en el
centro un facistol74. Bajo el coro, en el segundo tramo, encontramos un retablo en lamentable
estado de conservación, que enmarca una pintura alusiva al martirio de Santa Bárbara. Es un lienzo
de finales del s. XVII o principios del s. XVIII que representa a la santa junto a sus verdugos y ante
el juez. La parte superior la ocupan unos angelitos portadores de los símbolos de la Pasión (cáliz y
hostia). El centro del mismo está ocupado por la figura de la Santa con la mirada dirigida al cielo; a
sus lados se encuentran las figuras del gobernador Marciano y los verdugos dispuestos
74 Atril grande donde se ponen el libro o libros para cantar en la iglesia. El que sirve para el coro
suele tener cuatro caras para poner varios libros para la ejecución. Representa el momento anterior
al suplicio, cuando el gobernador autoriza al padre de la santa a que sea él quien la decapite. Los
atributos de ésta son la torre con tres ventanas, que simbolizan la trinidad como baluarte del
cristianismo, el cáliz que simboliza el privilegio de no morir sin los sacramentos (otros, no
contenidos en este cuadro, son el cañón, de ahí el patronazgo sobre la artillería; el rayo, que mató a
su padre después de la ejecución, y la pluma de pavo real, símbolo de Heliópolis, ciudad natal de la
santa). Esta pintura se adjudica por algunos historiadores del arte al sacerdote lucentino Leonardo
Antonio de Castro (16561745) quien por estas fechas se encontraba pintando en el Santuario de la
Virgen de Araceli en Lucena. El retablo en sí consta de un arco de medio punto que se abre en el
vano a modo de embocadura y está dividido en casetones decorados con motivos geométricos que
centran un desarrollo vegetal. Tiene una moldura externa mixtilínea, recorrida por decoración
vegetal de acantos y volutas y rematada por crestería que alterna idénticos motivos. A los pies de la
Iglesia, en la pared que ciega la puerta natural de acceso, hay una hornacina con una imagen
moderna de la Inmaculada Concepción, en la versión popularizada tras las apariciones de ésta en
Lourdes a mediados del siglo XIX. Hasta hace poco tiempo en este lugar se encontraba una pintura
de Jesús Crucificado de marcado carácter tenebrista, que hoy está en la sacristía. Una vez en el lado
de la Epístola, encontramos, en el primer tramo, una hornacina que actualmente no contiene
ninguna imagen. En el segundo tramo no hay altar ni retablo pues en su muro hay un vano ocupado
por una puerta de entrada a la Iglesia desde el convento y un confesionario. En el tercer tramo hay
un retablo ocupado por la imagen de vestir de Ntra. Sra. del Pilar, colocada sobre una columna con
la cruz de Santiago, según la iconografía tradicional. Esta imagen estuvo colocada originalmente en
el retablo que actualmente ocupa la Virgen de la Amargura. En el cuarto tramo hay un retablo de la
segunda mitad del XVIII, con elementos del rococó pero de escaso valor artístico. Alberga una
imagen del evangelista San Marcos de tamaño menor que el natural, de los años setenta del pasado
siglo, obra del artista local Domingo Bordas. Esta imagen preside la Romería que se celebra en su
honor el veinticinco de abril, fiesta local celebrada expansivamente en el campo como ocurre en
otros pueblos de la ribera del Genil. Encima del retablo de San Marcos hay una pintura de “San
Francisco en las Cruzadas”. En el quinto tramo se encuentra el retablo de San Antonio de Padua
realizado en 1743 por el maestro lucentino Pedro de Mena. Se puede considerar como un rico
revestimiento del nichal excavado en el muro. El arco de medio punto exterior está decorado con
volutas, guirnaldas y cortinajes que, junto a frágiles estípites, molduras mixtilíneas y follajes que
enmarcan la hornacina central, completan el ornato del conjunto. En él se venera una imagen de San
Antonio de Padua de mediados del siglo XVIII, emparentada con las de San Pascual Bailón y San
Pedro de Alcántara que se encuentran en el retablo Mayor. Pudiera ser atribuible a Pedro de Mena
Gutiérrez que realiza el retablo o a alguno de los artistas lucentinos coetáneos. Representa al Santo,
en actitud oferente, con el Niño Jesús en el brazo derecho. Es costumbre inmemorial “robar” el
Niño por jóvenes casaderas y devolverlo una vez conseguido su propósito, por lo que podemos
encontrarlo sin él en alguna ocasión. Sobre este retablo hay una pintura de San Antonio predicando.
Brazo de la Epístola Por último, en el brazo del crucero del lado de la Epístola, encima de la puerta
por la que se entra actualmente desde la residencia de ancianos y que comunicaba en su momento
con las dependencias del convento, se reserva otro espacio dedicado a la Virgen y su Asunción. En
él aparece un gran cuadro de la Inmaculada Concepción. Se atribuye a la escuela sevillana de la
primera mitad del S. XVII. Se trata de una composición de Gloria, equilibrada, en la que los ángeles
y querubines se agrupan simétricamente a ambos lados de la Virgen. En las esquinas superiores
aparecen músicos de escorzos y colorido manierista. La Virgen está representada como Inmaculada
Concepción, con túnica blanca y amplio manto azul, mirando hacia el cielo con postura y expresión
serenas. Es una obra con cierta calidad que pudo ser donación del fundador del convento y haber
sido la Virgen titular antes de presidir la iglesia la talla de la Virgen de la Asunción. En este mismo
lado del crucero, cerrando el largo circuito de altares y retablos, encontramos un retablo simétrico e
idéntico al de San José. La hornacina principal de este retablo alberga la imagen de Nuestra Señora
de la Asunción o de los Ángeles, titular del templo y que ocupó el centro del retablo mayor. Esta
imagen primitivamente tuvo ráfaga de plata, corona y atributos reales, que elevaban su excepcional
calidad. A pesar de estar considerada por todos los expertos como un valioso patrimonio del arte
barroco andaluz, esta imagen no se encuentra en buen estado de conservación. Aunque no esté
documentada su autoría, es considerada como obra de la genial escultora sevillana Luisa Roldán,
“La Roldana”75, figurando así en todos los tratados al respecto. Su ejecución se puede situar a
finales del XVII76 coincidiendo, tal vez, con la culminación de las obras del Convento. Representa
a la Virgen de pie, asunta al Cielo, elevada por una nube de preciosísimos ángeles que le sirven de
escabel. Gira la cabeza hacia abajo en un delicado escorzo mirando a quien la contempla. Es
bellísimo su rostro, ovalado y perfecto, con exquisita policromía marfileña original, que emparienta
con el más acendrado clasicismo. Facciones dulces, de suave modelado; ojos rasgados y finos labios
que se desgranan en recatada sonrisa. No menos delicadeza presenta el trazado del pelo, recogido
hacia atrás y resuelto en ondas y bucles que asoman por la toca. Genial podemos considerar el
dinámico movimiento que transmite, de efecto espiral, a lo que contribuye el increíble revuelo de
paños del manto y vestido, de ampuloso trazado y poderosos pliegues que recoge, con gracia
femenina, con sus manos bajo el pecho. Dicho manto y vestido conservan una magnífica policromía
de estofados de oro y motivos vegetales. De igual calidad son los cinco hermosísimos ángeles que
la sostienen y a los que debe el apelativo popular. Son todos de magnífica factura y preciosa
encarnadura. Porfían por elevar a María. Destaca el primero de la derecha, de cuerpo entero y casi
exento, que toca la cintura de la Virgen. Son niños murillescos, regordetes, de carnes prietas y
gráciles rostros andaluces. En este lugar, durante la permanencia de las RR. MM. Mercedarias que
regentaron el Hospital se veneró una talla de Ntra. Sra. de las Mercedes. En la hornacina superior,
contemplamos una imagen, de tamaño algo menor del natural, que representa a San Pedro
Nolasco77. Es la única huella de los Monjes Mercedarios en esta Iglesia, aunque fue la orden
femenina de las Mercedarias las que rigieron este Hospital Municipal.
75 Luisa Roldán (Sevilla, 1656 – Madrid, 1704). Escultora hija y
discípula de Pedro Roldán. Fue la única mujer que ostentó el título de escultor de Cámara Real
otorgado en 1692 por Carlos II. Entre sus obras destacan las esculturas de San Servando y San
Germán (Cádiz), Santa Clara en el convento de las Descalzas Reales (Madrid) y un San Miguel que
se encuentra en el Escorial y que se considera su obra cumbre. También realizó obras de cerámica
policromada de temática religiosa. 76 Por errata, en el Cuaderno del Alumnado dice “de mediados
del siglo XVIII” cuando es de finales del XVII. 77 San Pedro Nolasco (1189-1256) fue el fundador
de las Orden Mercedaria cuya primera finalidad era rescatar a los cautivos cristianos prisioneros de
los musulmanes. Fue canonizado por Urbano VIII en 1628.
Recorrido histórico-artístico por la Villa de Puente Genil
TEXTO COMPLEMENTARIO
EL MILAGRO DE LA PORCIÚNCULA
La escena representa una de las visiones milagrosas que tuvo S. Francisco a lo largo de su vida y
que guardan relación con la llamada “Indulgencia de la Porciúncula”, también conocida como el
“Perdón de Asís”, solicitada por este santo en julio de 1216 para que la concediera Honorio III a los
fieles. Según los franciscanistas, en el mes y año indicado, S. Francisco tuvo una visión celestial
cuando estaba orando en la capilla de la Porciúncula o de Santa María de los Ángeles (a 5 km. de
Asís). En esta visión se le aparecieron Cristo y La Virgen rodeados de espíritus celestiales; el Señor
le dijo que pidiera lo que quisiera para la salvación de los hombres. Francisco rogó por una
indulgencia para los que visitasen este lugar. Obtuvo como respuesta que se dirigiera a Perusa,
donde estaba el Papa Honorio III para comunicárselo y obtener el favor deseado. El Santo así lo
hizo, encontrando una actitud favorable en su santidad frente a la presión de los cardenales
presentes que pensaban que tal concesión desvaloraría las indulgencias de Tierra Santa y Roma.
Finalmente el Papa decidió que, en vez de plenaria, la indulgencia sólo fuera valedera una vez al
año y para el día 2 de Agosto, fecha en que se dedicó la capilla para tal fin. Así se vio elevada a la
categoría de los tres lugares más célebres de peregrinación de la cristiandad (Tierra Santa, Roma y
Compostela). Esta leyenda se ve ampliada tras otro acontecimiento. Transcurrió el tiempo sin que
Honorio, ocupado en atender las Cruzadas y la pacificación de Italia, autorizara la proclamación de
la otorgada indulgencia. Este hecho parece que atribuló a Francisco y en un momento dado de
oración, lleno de excesiva penitencia, llegó a dudar si estaba rozando los límites del suicidio. Para
apartar de sí esta tentación, nacida del cansancio y la debilidad, se levantó y desnudó saliendo al
oscuro monte en plena noche de invierno. Se arrojó sobre una zarza, lo que hizo manar sangre de su
piel, surgiendo de la planta rosas blancas y rojas, frescas como en mayo. Francisco volvió a tener un
mensaje angélico que le indicaba ir a la capilla donde le aguardaban de nuevo Cristo y la Virgen.
Llegó hasta allí envuelto en un halo celestial, habiendo recogido primero de la zarza florida doce
rosas blancas y doce rojas. Al entrar en la Porciúncula volvió a tener la visión de Cristo y su Madre
sobre brillantes nubes de Gloria. Francisco repitió su petición para que se concediera la indulgencia.
De nuevo la otorgó Jesús y le ordenó que se dirigiese otra vez al Papa para comunicar que la
indulgencia fuera el día en que el apóstol Pedro, encarcelado por Herodes, había visto
milagrosamente caer sus cadenas, es decir, el 1º de Agosto. También le indicó que, como testimonio
divino, llevara a Honorio III las rosas brotadas de la zarza. Francisco así lo hizo, portando tres rosas
encarnadas y tres blancas. Una vez más el Papa estuvo predispuesto a otorgarla, pero el Obispo de
Asís intentó reducirla a diez años, y, cuando fue a hablar, de manera milagrosa, de su boca surgieron
las mismas palabras que había pronunciado Francisco. Así quedó publicada y promulgada la gran
indulgencia plenaria que fue extendida posteriormente a las demás iglesias franciscanas. Hoy, la
pequeña capilla de la Porciúncula está rodeada por la construcción de Vignola de tres naves y gran
rotonda. Los cuadros que representan este milagro suelen presentar la segunda visión celestial
(como en el caso de la pintura que aparece en la iglesia cuyo estudio nos ocupa) porque aparecen las
rosas nombradas rodeando al Santo. Otro ejemplo es “La Visión de S. Francisco” de Murillo.
Indulgencia: Parcial o total remisión de las penas temporales que expían los pecados en esta y la
otra vida, después de la confesión y comunión, una limosna y la voluntad firme de renunciar al
pecado. Con el producto de las limosnas se movilizaron tropas (cruzadas) y se construyeron
hospitales y hospicios.