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B. L.

De Césaro Guajardo

CNCiv., sala M, 11/08/97, B. L. De Césaro Guajardo.


Personas físicas. Nombre. Atributo de la personalidad. Derecho a
la identidad. Inscripción en el Registro Civil. Apellido paterno.
Progenitores de origen brasileño. Costumbre de anteponer el
apellido materno. Inscripción del menor con el segundo apellido
paterno.
Dictamen del Asesor de Menores de Cámara
I. Llegan los autos a mi despacho para que me expida con relación al recurso de apelación
deducido contra la disposición R y D Nº 38/97 del Registro del Estado Civil y Capacidad de
las Personas de la Ciudad de Buenos Aires, que denegara el pedido efectuado por Jorge
Danilo Barboza De Césaro y Silvia Patricia Guajardo para inscribir a su hijo B. L. con el doble
apellido de Césaro Guajardo.
El fundamento del decisorio es que de acuerdo con el art. 4º de la ley 18.248, al niño se
lo debe inscribir como Barboza en primer apellido por ser el primero del padre, sin perjuicio
de que el mismo en el caso pudiera corresponder a la madre de este último, que fuera
anotado así siguiendo una costumbre del Brasil de donde es oriundo.
II. Adelanto mi opinión contraria a la disposición de referencia porque vulnera la esencia
de un atributo inherente a la personalidad, como lo es el nombre en sentido genérico, que
indica que, de acuerdo con normas consuetudinarias en general (art. 17, código civil) y
legales en particular (en nuestro país ley 18.248), el apellido de las personas define siempre
el linaje paterno, salvo que la persona tuviera un origen extramatrimonial y no hubiese sido
reconocida por el padre o que tuviese además del apellido del padre el de la madre, con lo
cual también denunciaría su linaje materno.
Ese principio, con ciertas modalidades, se cumple en todos los países del mundo
occidental, sea su derecho de raíz continental o anglosajona. Debe hacerse la salvedad de
que en el derecho anglosajón, o sea en las Islas Británicas y en los Estados Unidos de
Norteamérica y en un país con importantes vínculos culturales y mutuas influencias de ese
carácter con los británicos como lo es Portugal y su descendiente el Brasil, se puede
anteponer al apellido paterno el materno; éste, cuando se lo utiliza, porque se trata de una
opción no obligatoria, viene a quedar como un 'segundo nombre' o 'primer apellido'.
III. De acuerdo con el principio expuesto el decisorio vulnera la esencia del nombre como
atributo inherente a la personalidad.
Ello tiene singular gravedad porque el nombre, junto con los demás atributos, determina
la individualidad del ente personal o sea que identifica a la persona y esa identificación
unida a aspectos dinámicos de la personalidad constituyen su identidad, de donde la
providencia en cuestión concluye atacando a un derecho personalísimo como lo es el
derecho a la identidad, que tiene por objeto proteger la integridad espiritual de la persona.
Insisto, la imposibilidad de inscribir a mi representado con el apellido que corresponde
al linaje del padre en su rama paterna, agravia la integridad espiritual de su personalidad,
en los aspectos que hacen a su identidad.
IV. Un análisis pormenorizado del asunto permitirá comprender cuanto digo y estimo
que llevará a V.E. a revocar el decisorio, como ya lo he solicitado.
El art. 4º de la ley 18.248 establece que “los hijos matrimoniales llevarán el primer
apellido del padre. A pedido de los progenitores podrá inscribirse el apellido compuesto del
padre o agregarse el de la madre…”.
En el caso, Jorge Danilo Barboza De Césaro pretende inscribir en esta Capital de la
República a su hijo con el apellido De Césaro. A primera vista la solicitud chocaría de manera
frontal con la disposición antes citada, en cuanto los hijos llevarán “el primer” apellido del
padre y no el segundo. Así lo han entendido el Director del Registro Civil y el Sr. Fiscal de
Cámara –cuyo dictamen antecede al mío-, para sostener que debe denegarse la petición.
Estimo que tanto el magistrado que me precede como el funcionario del Registro, llegan
a esa conclusión porque se han estancado en un primer momento de análisis del asunto. En
efecto, una evaluación más profunda vinculada con los aspectos que he señalado en el
punto anterior, llevan a la convicción de que la interpretación formal del art. 4º de la ley
18.248 contraría el espíritu de la ley del nombre y avanza sobre arraigadas costumbres en
materia de apellido.
En esos términos lesiona el derecho del niño a la identificación (conf. arts. 7º de la
Convención sobre los Derechos del Niño; 75, inc. 22, CN), máxime cuando a través de esa
identificación se consolidan los primeros aspectos del ya citado derecho personalísimo a la
identidad. El niño tiene derecho a llevar como primer apellido el paterno, en el sentido de
que éste define su linaje paterno o sea en la línea del padre.
Esa es la recta interpretación de la ley del nombre que recogiera normas
consuetudinarias en nuestro país y que coincide con el uso común del derecho comparado.
En cuanto a la costumbre sobre este punto en la República Federativa del Brasil, de la
que el padre del menor que represento es nacional, también impone que los hijos llevarán
el apellido del padre, al cual le podrá anteceder el de la madre. Agrega el Cónsul General en
el informe de autos del 27 de febrero de 1997 (véase expediente agregado en página sin
foliar), que el primer apellido –el materno- desaparece en la segunda generación.
V. Se ha acreditado con la documentación acompañada que los padres del recurrente
Jorge Danilo Barboza De Césaro son Santo Danilo De Césaro y María Norma Barboza De
Césaro. Con ello queda claro que el primer apellido de aquél corresponde a su madre –
Barboza- en tanto que el segundo –De Césaro- a su padre. Adviértase además que
confirmando lo anterior en orden al valor de un apellido u otro, el peticionante firma Jorge
De Césaro, dejando de lado el apellido Barboza, lo que es más propio de un segundo
nombre, como puede interpretarse al apellido materno, que de un primer apellido.
Pero en realidad, lo anterior viene a demostrar que las costumbres tanto nacionales
como extranjeras coinciden en el punto de que todas las personas llevarán el apellido del
padre, pudiendo agregar el de la madre. Es necesario transmitir el del padre y ello
constituye según Plíner una regla universal, de modo que el apellido paterno se perpetúa
de generación en generación. El apellido materno del padre nunca se transmite a los hijos,
pues ese segundo apellido lo recibe cada cual de su propia madre, individualizándose por
ambas líneas de filiación (conf. autor cit., en su obra “El Nombre de las Personas”, Astrea,
2ª ed., págs. 181/182).
La diferencia entre un sistema como el nacional, con el de otros como el del Brasil, podría
resultar del orden en que se agrega el apellido materno en cada caso. Sin embargo del art.
4º de la ley 18.248 no surge plenamente que el primer apellido sea el que proviene de la
línea paterna. La norma dice que podrá “agregarse el de la madre”, pero no especifica si se
agregará adelante o atrás del apellido del padre.
Aun cuando, estrictamente se pueda sostener que agregar significa unir o juntar cosas a
otras, de modo que si se agrega el apellido materno es porque se lo hace después del
paterno, una situación semejante se daba con el art. 23 de la ley 19.134, reproducido hoy
por el art. 332 del código civil, ref. por ley 24.779 sobre adopción, que autorizan a que el
adoptado agregue al apellido del adoptante el suyo propio, decidiéndose por la
jurisprudencia que esa norma justifica anteponer el apellido del padre de sangre al del
adoptante “pues consigna la palabra agregar sin indicar el orden, lo cual permite establecer
la prelación u ordenamiento meritando las circunstancias del caso” (conf. CNCiv., sala J,
agosto 31-1994, “S., F. J.” publ. en diario La Ley, del día 8/6/95, fallo Nº 93.224, con nota
favorable sobre “El apellido del adoptado” de Mazzinghi, Jorge A.; también, sala I, octubre
6-1994, publ. en ED 163-360 y citado favorablemente por D’Antonio, Daniel, en su reciente
obra “Régimen Legal de la Adopción; ley 24.779”, pág. 201, Rubinzal Culzoni edit., abril de
1997).
Es del caso destacar que en el citado comentario de Mazzinghi, al ponderarse el
pronunciamiento que tuvo como preopinante a la Dra. Wilde, se señala que “el argumento
aunque pueda parecer forzado, tiene la virtud de conducir a un buen resultado, paliando,
sin torturarla, el rigor de una norma infeliz”.
Dicho párrafo es perfectamente aplicable a nuestro caso para interpretar la norma del
art. 4º de la ley 18.248 en el sentido que mejor ampare el derecho a la identidad del niño,
que como hemos dicho, a la postre es el objetivo a tener en mira en el asunto de que se
trata.
Es que si se puede afirmar que el apellido de la madre puede ser colocado antes o
después del del padre, la pregunta que surge es qué apellido llevará la descendencia de esa
persona en la siguiente generación. La respuesta es siempre la misma más allá de la
formulación legal que puede ser poco clara, corresponde al intérprete arbitrar la aplicación
que asegure la transmisión del apellido paterno porque el mismo es el que entronca a un
niño con su familia, según se ha visto y resulta de la costumbre de nuestro países y que en
el caso resulta de aplicación obligatoria según lo que establece el art. 7º de la Convención
sobre los Derechos del Niño y el art. 17 del código civil.
La mención del art. 17 cit. es imprescindible porque también se puede sostener que la
formulación del art. 4º de la ley 18.248, remite a una cuestión diferente a la planteada en
autos. En efecto, esta última norma reglamenta lo que ocurría con mayor frecuencia en
nuestro medio según normas consuetudinarias, pero no ha previsto el supuesto de
inscripción de un apellido en el extranjero en los términos en que se registra el del
recurrente.
En ese caso, si se supone que la ley tiene un vacío, cabe recurrir a la norma
consuetudinaria según el art. 17 del código civil, por tratarse de una situación “no reglada
legalmente”. Y la costumbre, insisto, dice como lo señala Plíner en la obra y en la cita que
ya mencioné, que el padre comunica a sus hijos el apellido paterno.
Lo expuesto implica que en un caso como el de autos, la expresión “primer apellido del
padre”, que menciona el citado art. 4º, obliga a determinar el apellido del padre por la vía
paterna, porque según hemos visto puede ser que el primer apellido del padre no remita a
su linaje paterno, sino que sea el apellido de la madre del mismo. En tal caso, anotar al hijo
con ese apellido que remite al linaje materno del padre configura una manifiesta violación
al derecho a la identidad del niño que de acuerdo con nuestra costumbre tiene derecho a
que su apellido defina su situación de hijo de un padre que lo entronca en la familia paterna.
Es que nuestra jurisprudencia ha entendido siempre que estaba implícito en las normas del
código civil el reconocimiento de la costumbre inmemorial de que el hijo llevara el apellido
de su padre (conf. Plíner, ob. cit., pág. 171).
Nada de esto parece haber sido percibido por la autoridad administrativa que ha
denegado la autorización de inscribir a mi pequeño representado con el apellido que define
su situación familiar en la rama paterna en sucesivas generaciones, correspondiéndole a
este ministerio de menores formular la petición pertinente para que se subsane el error.
Por ello a V.E. solicito que revoque la disposición R. y D Nº 38/97 del Registro del Estado
Civil y Capacidad de las Personas, de la Capital Federal, y ordene la inscripción del menor
que represento como B. L. De Césaro Guajardo.
Toda vez que se encuentran en juego garantías de orden constitucional de mi
representado, hago expresa reserva del caso federal.- Junio 27 de 1997.- A. C. Molina.
2º instancia.- Buenos Aires, agosto 11 de 1997.-
Visto y Considerando: Recurren los peticionantes Jorge Danilo Barboza De Césaro y Silvia
Patricia Guajardo la resolución Nº 38/97 del Registro Nacional de las Personas que denegó
el pedido de inscripción del hijo de los recurrentes con el segundo apellido paterno con
fundamento en lo prescripto por el art. 4º de la ley 18.248, por el cual al niño se lo debe
inscribir con el primer apellido paterno.
En el caso, el padre del menor, de nacionalidad brasileña, lleva como primer apellido –
Barboza- el correspondiente a su madre, y como segundo apellido –De Césaro- el paterno.
Ello, por así estar dispuesto en la ley del país de origen.
De los elementos que se encuentran glosados en el expediente que corre por cuerda, se
obtiene que los hijos llevarán el apellido del padre, al cual se le podrá anteceder el de la
madre. Agrega el Cónsul General de la República Federativa del Brasil en el referido informe
de fecha 27/2/97 que el primer apellido –correspondiente al materno- desaparece en la
segunda generación.
Asimismo se encuentra acreditado en el expediente referido que los padres del
recurrente son Santo Danilo De Césaro y María Norma Barboza.
La ley nacional 18.248 en el art. 4º, consagra el principio de la transmisión del apellido
paterno al establecer que los hijos matrimoniales llevarán el primer apellido del padre. A
pedido de los progenitores podrá inscribirse el apellido compuesto del padre o agregarse el
de la madre.
Ahora bien, en el presente caso, la aplicación literal de la norma en cuestión llevaría a
una conclusión contraria al espíritu de la ley del nombre y a un apartamiento de la
costumbre en materia de apellido.
En efecto, las costumbres tanto nacionales como extranjeras coinciden en el punto de
que todas las personas llevarán el apellido del padre, pudiendo agregar el de la madre (así
fue receptado por el art. 4º de la ley de nombre). Según Plíner, ello constituye una regla
universal, de modo que el apellido paterno se perpetúa de generación en generación. El
apellido materno del padre nunca se transmite a los hijos, pues ese segundo apellido lo
recibe cada cual de su propia madre, individualizándose por ambas líneas de filiación (conf.
Plíner, Adolfo, El nombre de las personas, págs. 181/182, Astrea-Depalma, 1989, 2ª ed.).
Por ello, cabe concluir que anotar al hijo con el primer apellido del padre, el cual –por su
nacionalidad- remite al linaje materno del padre, configura, como sostiene el Sr. Asesor de
Menores de Cámara, una manifiesta violación al derecho de identidad del niño que de
acuerdo con nuestra costumbre tiene derecho a que su apellido defina su situación de hijo
de un padre que lo entronca en la familia paterna. Nuestra jurisprudencia ha entendido
siempre que estaba implícito en las normas del código civil el reconocimiento de la
costumbre inmemorial de que el hijo llevará el apellido de su padre (conf. Plíner, ob. cit.,
pág. 171) (del dictamen de la Asesoría de Cámara).
Por lo expuesto, y oídos los Sres. Fiscal y Asesor de Menores de Cámara, el Tribunal
resuelve: Revocar la disposición Nº 38/97 del Registro de Estado Civil y Capacidad de las
Personas de la Capital Federal, debiéndose proceder a la inscripción del menor de autos
como B. L. De Césaro Guajardo. Regístrese, notifíquese a los Sres. Fiscal y Asesor de
Menores de Cámara y, oportunamente, devuélvase.- H. Daray. C. H. Gárgano. G. S. Álvarez.

Fuente
Córdoba, J. (31 de mayo de 2010). B. L. De Césaro Guajardo. Publicado en: Fallos DIPr. Cita Online:
http://fallos.diprargentina.com/2010/05/b-l-de-cesaro-guajardo.html

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