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El 5 de agosto de 2010 un derrumbe en la mina chilena de San José deja a 33

obreros atrapados. Al día siguiente los equipos de rescate llegan al punto de


derrumbe, a 400 metros de profundidad, pero un nuevo accidente interior en la mina
obstruye la vía de ventilación y dificulta el rescate.

Se logran los primeros objetivos: Instalar una sonda que sirva como vía de
comunicación con los mineros así como canal para enviarles víveres y medicinas.
Así, tras el primer mes los familiares pueden realizar la primera videoconferencia
con los mineros en directo.
Mientras tanto, las labores de los expertos se centraban en poner en marcha un
operativo que consiga liberar a cada uno de los obreros. Y así lo hicieron, tras casi
24 horas de trabajo ininterrumpido y 53 días de trabajo con técnicos y geólogos,
construyeron la cápsula 'Fénix 2', el aparato de 54 cm de diámetro encargado de
evacuar uno a uno a los obreros hacia la superficie. Finalmente, los 33 mineros
lograron sobrevivir durante 70 días a 700 metros de profundidad. La llegada a la
superficie del último trabajador, el capataz Luis Urzúa, fue el colofón a una
operación de salvamento ejecutada de forma impecable.
La historia a la resilencia humana de estos trabajadores y la gran labor de rescate
ha inspirado la producción de una película: 'Los 33'.

El país celebra el rescate de los trabajadores, atrapados en la mina San José desde
el 5 de agosto. - La operación, de 22 horas, funcionó como un reloj.- El último en
salir, el jefe Urzúa, llegó a la superficie a las 21.55 hora local (2.55 del jueves en la
península española).- "Chile es ahora más respetado en el mundo entero", subraya
el presidente Piñera

Sobre las nueve y media de la noche del martes (hora local), la cápsula Fénix
descendía por el conducto en busca del último minero. Mientras, las cámaras
situadas en el interior de las galerías para retransmitir en directo la operación
enfocaban a Luis Urzúa, El jefe de turno, el líder de los mineros, se paseaba como
un animal enjaulado por las galerías. Daba gritos, se jaleaba a sí mismo, los
rescatadores le aplaudían.

Al fin la cápsula llegó y Urzúa comenzó su ascenso por el túnel de 66 centímetros


de diámetro, cubierto de agua y completamente oscuro. Diez minutos después
estaba en el exterior. Un grito de júbilo llenó el campamento Esperanza, y Chile
suspiró al fin. Los 33 mineros rescatados habían pasado 70 días atrapados en las
galerías de la mina San José. Entre vítores a Urzúa lo envolvieron en la bandera y
acudió a saludarle afectuosamente el presidente Sebastián Piñera, omnipresente
en todo el proceso. Antes de que comenzaran los fastos y todos empezaran a cantar
el himno, Urzúa tuvo tiempo de hacer una petición: "Que esto no vuelva a pasar",
en referencia a las malas condiciones de trabajo en la mina, responsables del
derrumbe.

La alegría de la celebración estuvo mezclada con cierta solemnidad. Urzúa besó a


sus familiares, pero mientras en las calles de Copiapó sonaban las vuvuzelas y en
el campamento cantaban las familias de los rescatados, siguió hablando con el
presidente de las condiciones en la mina. Dentro de la mina, los rescatadores
desplegaron una bandera con un mensaje: "Misión cumplida, Chile".

Minutos después, Piñera recogía el guante lanzado por Urzúa en su discurso ante
las cámaras de todo el mundo: "Lo dijimos desde el primer día. Esto no va a quedar
impune. Ha sido una gran lección para mejorar procedimientos, no solo en la
minería", dijo. Las condiciones de los trabajadores ocuparon el centro de su
alocución, al lado de soflamas patrióticas, religiosas y demostraciones de alegría:
"Los que tengan que pagar, pagarán", insistió, antes de concluir con un
agradecimiento a todo el equipo de rescate el trabajo desempeñado y un mensaje
que refleja la ola de orgullo nacional que ha inundado el país andino: "Chile es ahora
más respetado, más valorado en el mundo entero. No es el mismo país que
teníamos 69 días atrás".
El presidente, que anunció que todos los supervivientes serán recibidos con honores
en la Casa de la Moneda, aseguró: "Hoy día siento que Chile está preparado para
grandes cosas. Estamos preparados para enfrentar los desafíos que el futuro nos
va a traer".

El operativo funcionó como un reloj. A buen ritmo y sin problemas técnicos, concluyó
tras 22 horas de ascensos y descensos cada vez más rápidos al interior de la mina.
El viaje de la cápsula Fénix para sacar al primer minero, Florencio Ávalos, duró casi
una hora; el del último, en el que salió el jefe Urzúa, poco más de veinte minutos. El
ministro de Salud chileno, Jaime Mañalich, había avisado de que una neblina que
en el desierto de Atacama denominan camanchaca podría hacer que el ritmo
bajara, pero hasta el cielo pareció estar de parte de los mineros y no obstaculizó el
proceso.

Los liberados se encuentran en buen estado de salud. Tras saludar a sus familiares
más cercanos, todos pasaban un módulo de aislamiento, donde recibían también la
visita de un número reducido de familiares. Luego eran trasladados en helicóptero
al hospital de San José en Copiapó, capital de la región de Atacama. En días
pasados el Gobierno dijo que deberían permanecer 48 horas en el hospital, pero
ayer se informó de que algunos podrían salir antes porque se encontraban
perfectamente. Sin embargo, otros venían con lesiones muy graves en las encías y
deberán someterse a cirugía general.

El Ejecutivo anunció también que ayudará a los rescatados a encontrar nuevos


trabajos, al tiempo que las familias han indicado que corresponde a los propios
afectados decidir si van a volver a ejercer como mineros. La portavoz del Gobierno,
Ena Von Baer, dijo ayer que el Ministerio del Trabajo apoyará a los mineros en la
búsqueda de nuevos empleos. "Nos queda un desafío muy grande", subrayó.

Cuando la cápsula diseñada con la ayuda de la NASA bajó hasta los 622 metros de
profundidad, los chilenos pudieron ver cómo varios mineros descamisados
saludaban a su rescatador. A través de Internet y de la televisión presenciaron cómo
el primero de ellos en subir, Florencio Ávalos, se despedía de los compañeros con
los que había compartido 69 días de angustias y emprendía el viaje más largo: 15
minutos de suspense a lo largo de un oscuro túnel.

Su esposa lo esperaba al lado del presidente chileno, Sebastián Piñera, y su hijo


Byron, de ocho años, no podía contener las lágrimas. En el campamento, alrededor
de las hogueras, frente a una pantalla gigante o en lo alto de los cerros, cientos de
personas estallaron en aplausos. También los periodistas. El campamento se había
convertido en un lugar donde se subastaban las entrevistas con los mineros y se las
llevaba el que más dinero tenía.

Durante ese tiempo algunos familiares de los atrapados habían hablado mal de
otros, se habían producido disputas por ver quién abrazaría primero a su ser
querido. Pero en medio de todo eso, de pronto, se hizo evidente la única verdad: 33
hombres escaparon de la muerte.

El segundo en llegar fue Mario Sepúlveda, el hombre que había ejercido de


periodista durante las grabaciones de vídeo que filmaban a 700 metros de
profundidad. Siempre había provocado las sonrisas de los demás y ayer no podía
ser de otra forma. Desde antes de que asomara la cápsula a la superficie ya venía
gritando. Cuando apareció, abrazó al presidente; al ministro de Minería, Laurence
Golborne, le llamó "jefazo", y levantó el ánimo de todos los técnicos gritando el lema
que más se oyó esa noche en la mina: "¡Ceacheí, eleé, chi-chi-chí, le-le-lé, los
mineros de Chi-lé!".

Mientras lo metían en la camilla para someterse al primer chequeo médico, dijo a


los encargados: "Oigan, el asado no se me ha olvidado". Apenas había pasado una
hora y ya comparecía junto a su mujer y sus hijas ante las cámaras en un discurso
donde una vez más dejó muestras sobradas de que se encuentra ante ellas como
pez en el agua: "Estuve con Dios y estuve con el diablo. Me pelearon y ganó Dios,
me agarré de la mejor mano. Lo único que les pido es que no me traten ni como
artista ni periodista. Yo quiero que me sigan tratando como el Mario Antonio
Sepúlveda Espinaze... trabajador, el minero. Yo quiero seguir trabajando porque
creo que nací para morir amarradito al yugo, como digo yo. La vida a mí me ha dado
cosas muy lindas... me ha tratado muy mal, me ha tratado duro muy duro, pero ¿les
digo algo...? Creo que he aprendido cosas maravillosas y a tomar los buenos
caminos de la vida".

Durante los dos meses que duró la catástrofe se habló mucho de la promiscuidad
de los mineros en su vida privada. Se supo que varios de ellos tenían varias mujeres.
Incluso la esposa del presidente chileno, Cecilia Morel, indicó en una visita al
campamento de la mina San José que el estilo de vida de los mineros viene dado
por el hecho de que muchos trabajan muy lejos de sus casas.

Mario Antonio Sepúlveda también hizo referencia a esa cuestión en su intervención:


"Para aquellas personas que tienen la posibilidad de estar en la casa, llamar a sus
esposos, llamar a sus esposas... háganlo. Aquellas personas que tienen la
posibilidad de hablar con su esposo antes de hacer cosas indebidas. O el esposo
que tenga la posibilidad de hacer cosas indebidas, antes de engañar a su esposa,
yo creo que antes de hacer eso tienen que hablarlo. No terminar las cosas así como
así, nada más. Yo creo que el amor es lo más hermoso que puede existir en la vida.
Enterré 40 años de mi vida y voy a vivir muchos años más para hacer un nuevo
renacer".

Los psicólogos habían insistido mucho en que los 33 mineros que quedaron
atrapados el 5 de agosto no serían los mismos que iban a ser rescatados. Y en
efecto, salieron 33 hombres mucho más religiosos de lo que eran hace dos meses.
Llegaron con una camiseta encargada por el hermano de José Enríquez, el guía
espiritual de todos ellos, donde se leía: "Gracias, señor".

Como ejemplo, poco después de las cinco de la noche (hora local) emergía Samuel
Sávalos, de 43 años, que dijo haber experimentado un proceso de conversión que
le hizo sentirse "cerca de Dios" y alejarse de la droga y la bebida, adicciones que
marcaron sus últimos 21 años, según explicó su pareja, Ruht Guzmán Donoso, con
quien tiene un hijo de 18, uno de 9 y otro de 2, aunque nunca llegaron a casarse. Al
salir, Ávalos besó a Ruth, con la que dijo tener "una conversación pendiente". A
través de una de las cartas que Ruth mandó a Samuel en la mina, ella le pedía
matrimonio, a lo que él contestó: "Al salir lo hablamos".

El propio presidente, Sebastián Piñera, en la boca del pozo, no dejaba de mencionar


a Dios. Y también expresó en varias ocasiones algo que siempre estuvo presente
en muchas familias: el hecho de que fuesen 33 los mineros atrapados no era una
casualidad, sino una predestinación del cielo. Esa era la edad de Cristo, 33 días
tardó la perforadora del plan B en contactar con ellos, 33 minutos tardó la
ambulancia en un simulacro de la mina al hospital y el presidente recordaba que
estaban siendo rescatados el 13 del 10 del (20)10, que suma 33.

Los mineros y los familiares saben que después de la euforia del primer abrazo el
reencuentro no será un camino de rosas. Pero ya están mentalizados. La madre
de Daniel Herrera , el más mimado de todos los mineros, decía: "Ahora yo tengo
mucho que aprender con él, porque va a ser como volver a criarlo".

El minero boliviano, Carlos Mamani, fue liberado a las 8.09. Su esposa, Verónica
Quispe, le estaba esperando con una bandera de su país. Piñera le dio la bienvenida
a la "superficie, a la vida y a su esposa". Mamani, padre de una bebé de un año y
cuatro meses, llevaba sólo cinco días trabajando en la mina cuando el derrumbe del
5 de agosto lo convirtió en uno de los protagonistas de esta historia de resistencia
en las más adversas condiciones.

El minero boliviano fue saludado por el presidente de su país, Evo Morales, que
llegó poco antes de las dos de la tarde a Copiapó. "Sorprendido, impresionado del
trabajo que hizo el presidente de Chile, una acción humanitaria por los mineros
atrapados", declaró el dirigente, que conversó durante algunos minutos con
Mamani.

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