Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
Iba a comenzar este ensayo diciendo algo así como “En estos tiempos en que los mexicanos
vemos con desconsuelo y enojo que la realidad nos muestra que su crudeza
son “estos tiempos” los que lo demuestran, de que la historia de nuestro país ha sido
prácticamente en todas sus etapas una muestra de que seguimos cometiendo los mismos
errores, de que carecemos de una consciencia histórica que nos permita resarcirlos. Pero
ante todo, y por la búsqueda de una aportación literaria que al menos me permita una
reflexión individual sobre la literatura mexicana, que fue la semilla de este trabajo, espero
poder aportar también a la reflexión sobre la literatura como medio para fortalecer la
Literatura Mexicana del Siglo XX, apoyándome sobre todo en Las batallas en el desierto
(1981), de José Emilio Pacheco, esto porque se adecua más al tipo de análisis que pretendo
hacer, aunque haré mención también de otras obras y de cómo aportan al retrato y posterior
Me permito pasar a un tono un poco más “académico” para citar a Alberto Vital
Díaz, quien menciona que “una historia de la literatura debería ser al mismo tiempo registro
y examen de una serie muy peculiar de acontecimientos y registro y examen de una serie
Caro 2
muy peculiar de discursos” (1), haciendo hincapié en el examen de acontecimientos del que
habla. La literatura puede servir como medio para observar las situaciones históricas,
continúa diciendo: “En este punto, autores como Gérard Genette y Fernando Lázaro
Carreter han intentado entender el estatuto del texto literario como un acto de habla
enunciador” (1). Creo que, para entender la importancia de la literatura en el ámbito social
también en la historia.
Es aquí donde planteo mi tesis; un documento literario puede llegar a tener la misma
mostrar una documentación fiel y lo más objetiva posible de los hechos, pero las distintas
visión objetiva. En el caso del literato, la objetividad queda en un segundo término, porque
es precisamente la visión subjetiva la que hace puede darle al lector una visión propia, a
sabiendas de que está leyendo no sólo una versión ficcional de los hechos, sino una opinión
y una perspectiva personal del autor, o en dados casos, múltiples visiones a través de
permiten lo dicho, una mejor idea general de la verdad, sin preocuparse por creerle o no al
autor: “Me acuerdo, no me acuerdo: ¿qué año era aquél?” (Pacheco 2) Así inicia Las
narrador y protagonista, quien relata su historia en retrospectiva y, por lo tanto, ésta puede
estar sujeta a la estabilidad de su memoria. Sin embargo, esto parece ser un juego textual en
que nos mete Pacheco, para intentar adivinar el año en que se sitúa la novela. Después de
preguntarse qué año era, Carlos enumera una lista de auténticas referencias de la cultura
Ya había supermercados pero no televisión, radio tan sólo: Las aventuras de Carlos
Lacroix, Tarzán, El Llanero Solitario, La Legión de los Madrugadores, Los Niños
Catedráticos, Leyendas de las calles de México, Panseco, El Doctor I.Q., La
Doctora Corazón desde su Clínica de Almas. Paco Malgesto narraba las corridas de
toros, Carlos Albert era el cronista de futbol, el Mago Septién trasmitía el beisbol.
Circulaban los primeros coches producidos después de la guerra: Packard, Cadillac,
Buick, Chrysler, Mercury, Hudson, Pontiac, Dodge, Plymouth, De Soto. Íbamos a
ver películas de Errol Flynn y Tyrone Power, a matinés con una de episodios
completa: La invasión de Mongo era mi predilecta. Estaban de moda Sin ti, La
rondalla, La burrita, La múcura, Amorcito Corazón. Volvía asonar en todas partes
un antiguo bolero puertorriqueño: Por alto esté el cielo en el mundo, por hondo que
sea el mar profundo, no habrá una barrera en el mundo que mi amor profundo no
rompa por ti (2).
Y ahora me pregunto, ¿no es esta lista una serie de elementos representativos de una
época? Claro está que hablamos de cultura popular, pero son este tipo de cosas las que nos
dan cuenta de cómo se vivía en un periodo histórico específico, porque son con frecuencia
resultado de acontecimientos más “profundos” como los políticos, sociales, e incluso los
mercantiles, por ejemplo. Podemos ver, por ejemplo, una cultura mexicana un tanto
influenciada por E.E.U.U., pero era una transculturización que apenas estaba en sus inicios,
y no en el auge al que llegó, por ejemplo, en los 80’s y 90’s. Además de hablar de los
remembranza hablando del año de la poliomielitis y del gobierno de Miguel Alemán (3), lo
cual nos sitúa aproximadamente en 1948, lo cual, como dato curioso, sitúa al narrador en el
año 2000, si tomamos en cuenta la mención final sobre Mariana, quien tenía en la época del
relato veintiocho años y al final se dice que tendría ochenta (30). Esto da cuenta de una
Para el impensable año dos mil se auguraba -sin especificar cómo íbamos a lograrlo-
un porvenir de plenitud y bienestar universales. Ciudades limpias, sin injusticia, sin
pobres, sin violencia, sin congestiones, sin basura. Para cada familia una casa
ultramoderna y aerodinámica (palabras de la época). A nadie le faltaría nada. Las
máquinas harían todo el trabajo. Calles repletas de árboles y fuentes, cruzadas por
vehículos sin humo ni estruendo ni posibilidad de colisiones. El paraíso en la tierra.
La utopía al fin conquistada (3).
Pacheco habla con una clara ironía y un humor muy particular sobre el cinismo de
los gobernantes y las promesas que hacían (hacen) para satisfacer sus intereses personales.
años antes del 2000, por lo que sabemos que el autor era consciente de la podredumbre y la
No sólo Pacheco hace una representación fiel –aunque subjetiva, como acaso toda
obra literaria- de un periodo específico de la historia. El teatro también fue vehículo para la
crítica social y la reflexión social. En ¡Silencio, pollos pelones, ya les van a echar su máiz!
(estrenada en 1963), de Emilio Carballido, se habla sobre el pobre apoyo hacia el teatro en
nuestro país, a través de personajes que actúan como actores que bien pudieran estar
hablando por sus propias voces cuando mencionan el poco dinero que se destina al teatro
nacional, aunque tristemente la situación de ese entonces era muchísimo mejor que la que
Caro 5
vive el teatro en la actualidad en nuestro país. Y qué decir del retrato social que se hace en
Los signos del zodiaco (estrenada en 1951), de Sergio Magaña, donde se muestra la vida de
las vecindades, unidades habitacionales que para mi generación se ven sólo en la literatura,
cuenta de las relaciones entre los habitantes de la vecindad, relaciones forzadas por vivir en
específico, pero no por ello menos universales y actuales. Vasconcelos hablaba de algún
globalización, aunque auguraba un futuro mejor que lo que tenemos hoy día para nuestra
“raza”. Esperemos que la especie de profecía de Vasconcelos aún esté por suceder, aunque
como van las cosas, si es que sucede, es bastante obvio que faltarían muchos errores más
antes de reaccionar y cambiar para bien. Por otro lado, Justo Sierra, Leopoldo Zea,
Mauricio Beuchot y el mismo Vasconcelos, entre otros; todos están de acuerdo -y esto es
mejoramiento en todos los niveles vitales de nuestro país, es la educación. Nuestro país
los ámbitos para tener un sustento propio en cada materia. También necesitamos un
que debemos re-conocer la importancia de la filosofía, que puede ayudarnos a pensar los
problemas desde su origen y para su solución: “Como introyección de esa crisis, pero por
Caro 6
parecido, y a veces más grande, ya en franco camino del nihilismo. Eso ha provocado que
modernidad está en crisis, como lo dice Beuchot, y que la posmodernidad nos está llevando
necesario evitar los extremos a los que solemos llegar sin darnos cuenta, no elegir una
Por último, sobre la poesía del siglo XX podría hablar mucho y extenderme más de
literatura y su valoración como medio para forjar no sólo una conciencia, sino, mediante
ello, poder llegar a una identidad nacional. La poesía vive una crisis muy extraña: hay
muchos poetas y muy pocos lectores. Lo que digo no es nada nuevo, lo que nadie sabe es a
qué se debe este fenómeno, pero tampoco quisiera divagar pensando en eso. El principal
problema de tener pocos lectores no son las pocas ventas, porque vemos que eso no detiene
a los jóvenes para escribir poesía, aunque puede que lo haga paulatinamente; el problema es
que al no leer a figuras emblemáticas de la poesía del Siglo XX, por ejemplo, como Octavio
Paz, Efraín Huerta, José Gorostiza, Rosario Castellanos, Xavier Villaurrutia, José Emilio
Pacheco, por mencionar algunos, no podemos ver lo que ellos vieron. La poesía puede ser
un vehículo muy eficaz para la reflexión social, y no hablo de una poesía social explícita
que a veces raya en lo ensayístico, sino en un trasfondo que existe en toda poesía, que es lo
esencial. La poesía verse como un medio no sólo útil sino necesario; claro está que debe
haber goce en la lectura, pero en tanto leamos a los grandes poetas mexicanos, podremos,
Caro 7
por ejemplo, hacer una crítica social dura y franca mediante el humor, como lo hizo Efraín
espantosos acontecimientos que vive nuestra sociedad como lo hizo Rosario Castellanos
con su “Memorial de Tlatelolco” sobre la matanza del 68, o con la situación del indígena en
pasa en México. Pasa que la historia oficial no nos sirve, que ha sido maquillada para la
tercero. José Emilio Pacheco ironiza la ridícula memoria y conciencia histórica que
tenemos, haciendo notar que seguimos cometiendo los mismos errores, que no miramos en
encontrar una versión dentro de la cual sí sabemos prácticamente todo, puesto que es una
versión no oficial y producto de una cosmovisión individual que manifiesta sus intereses y
preocupaciones, y de esta manera expresa una realidad propia que, aunada a otras, puede
ayudarnos a reconocer los errores y las injusticias que se han cometido en nuestro país, y de
Obra citada:
Vital Díaz, Alberto. “Apuntes para una historia de la literatura mexicana”. UNAM. Web.