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Capítulo 4.

La construcción social del delito


El presente capítulo hace un recorrido por las principales teorías sociológicas
del delito, buscando la comprensión de cómo se construye las nociones de delito y
delincuente, las cuales impregnan nuestros modos de percibir la realidad social.
Además, nos permitirá cuestionar los sentidos naturalizados sobre la problemática
y deconstruir la correlación entre pobreza y delito.

En el primer apartado de dicho capítulo, "Comprender el delito.


Aproximaciones a las teorías sociológicas contemporáneas”; los autores comienzan
definiendo lo que significa delito y se pone énfasis en que no hay una sola definición
del mismo ya que diferentes escuelas, teorías y disciplinas han tratado sobre la
temática. Desde el ámbito sociológico, la criminalidad es un problema de la
modernidad; desde un análisis semántico, delito deriva de delinquere, lo que
significa abandonar y apartarse del sendero; en las enciclopedias puede
encontrarse definido como una conducta antijurídica y punible que infringe el
derecho y es penada; desde el orden filosófico, Foucault sostiene que el delito
aparece junto al sistema penal cuando el Estado se hace cargo del conflicto social;
y, por otro lado, pero dentro de la misma disciplina, Aristóteles hace mención a un
tipo de delito natural , que es cuando el ser humano utiliza la razón, la cual, para él
fue implantada por los dioses y está dotada de motivación hacia conductas correctas
y evasión hacia conductas incorrectas (tomado por la religión católica).

Lo interesante frente a estas posturas es destacar que el delito y el derecho


siempre estuvieron presentes y son construcciones históricas y políticas basadas
en el comportamiento de la población en cierto espacio y tiempo.

Por lo dicho anteriormente, los autores hacen un recorrido sobre la


configuración del delito a lo largo del Siglo XX basándose en las siguientes teorías:

A) La escuela de chicago

B) Ecología del delito

C)Teoría del control social


D) Teoría de la anomia o tensión

E) Teoría del etiquetamiento o rotulación

F) Teorías multifactoriales

A) La escuela de chicago y las teorías culturistas

Dicha escuela se origina en EEUU basada en el supuesto de que hay valores


que fomentan una actividad delincuencial, afirmación que implicó un corte con la
teoría naturalista. Además, se centraba en dos conceptos principales dentro de la
Teoría sociológica de la desviación social:

1) El principio de aprendizaje (el delito se aprende de otros)

2) El aprendizaje en el delito se da con otros significativos.

B) Ecología del delito

Los nuevos estudios enfocan su mirada en la configuración urbana y el


sujeto.

Esta teoría denominada “Ecología del Crimen” busca explicar por qué siguen
los delitos si sus habitantes y condiciones cambian continuamente. Destacando
también la influencia del espacio ya que la delincuencia surge en ciertos puntos
donde no existe vigilancia ni observación policial, lugares vulgares.

Otro modo de aliarse al delito son algunos “conflictos familiares”, como el


hacinamiento, generador de problemas como promiscuidad sexual, desinterés por
estar en casa, etc.

Un segundo estudio se enfoca en las particularidades de cada barrio donde


existe mayor delincuencia sin importar el tipo de persona. Como los barrios “mixtos”
con comercios sin personal de cuidado las 24 hs, asaltados ininterrumpidas veces.

Un tercer estudio destaca la estigmatización de “mala reputación” del barrio


incrementando peligro y delito, alejando la clase media, alta, llevándose consigo el
servicio policial (gracias a su poder económico) produciendo efectos de
delincuencia y peligro ya que nadie controla. El estado comienza a acostumbrarse
y lo acepta cono algo normal.

C) Teoría del control social

Travis Hirschi (sociólogo y criminólogo) señala la utilidad del control social


como instrumento eficaz ante estos hechos.

“El problema no es la desviación sino lo contrario, este tipo de acción no es


efectuado”. El autor destaca el delito como inherente a la condición humana,
cualquier persona ante cierta circunstancia puede delinquir o cometer un acto “fuera
de la ley”. Quien tenga poco que perder será quien más se tiente a hacerlo. Los
estudios definen este accionar como innato y de suma gratificación. Aparece aquí
un concepto central, “interdependencia”; es decir que: cuanto más se relacione y
vincule con la familia, trabajo, escuela, menor posibilidad de delinquir tendrá y
cuanto más rompa esos lazos afectivos, más posibilidad de delinquir tendrá.

Hirschi presenta 4 dimensiones de control social:


 Las relaciones sociales fuertes fomentan la conformidad con las normas. Por el
contrario, para aquellos individuos que no se sientan muy vinculados con su
familia, amigos o compañeros de trabajo, los costos de la conducta desviada son
menores.
 La estructura de oportunidades legítimas para satisfacer interés y necesidades
dan a las personas más ventajas en la conformidad. Los que tienen poco control
o reducida confianza en el futuro tienen más posibilidades de presentar pautas
de conductas desviadas de la norma.
 La implicación fuerte en actividades lícitas (trabajar, estudiar, practicar deporte)
inhibe el comportamiento desviado. La ausencia de actividad en estas facetas
cotidianas puede suponer terminar empleando el tiempo en actividades no
legítimas
 Las creencias: los individuos que aceptan y asumen las pautas morales
preponderante en la sociedad en la que se inscriben y que respetan la autoridad
tendrán más facilidad para reprimir las tentaciones, que los que se muestran más
disconformes a estas pautas morales.
Una posición social privilegiada y una formación de carácter ayudan a generar
pautas de conductas.

Años más tarde, Hirschi junto a Gottfredson enfocan su teoría del autocontrol
y las personalidades. La principal característica de un delincuente es una
propensión al “presentismo", es decir, incapacidad para definir gratificaciones.
Desde una posición más psicológica y menos socióloga, se trata de marcar los
rasgos de personalidad del maleante, describiéndolo como hiperquinético,
impulsivo, o de bajo coeficiente intelectual debido al “bajo autocontrol” como
explicación a la delincuencia ordinaria o delito común (ganancia pequeña pero
rápida). Este débil control requiere soluciones a resolver de inmediato.

Como se observa en las teorías, se aleja de lo social y se construye en


Criminología. El eje de análisis no estaba en la estructura sino en el individuo.
Investigando de donde surge el bajo autocontrol del individuo destacan los déficits
de socialización primaria como la importancia de la educación en los primeros años
de vida. Siendo así, se propone mayor control parental y la sanción de
comportamientos, políticos preventivos para corregir estos déficits y evitar delitos.

D) Teoría de la Anomia o tensión

La teoría se ha considerado con más éxito en la explicación del delito. Esta


teoría sostiene que el delito es causado por la dificultad que tienen determinados
sectores, sobre todo los que viven en la pobreza, para alcanzar metas socialmente
valoradas, ya que se sostiene que en la sociedad existen trayectorias hacia el éxito.

Los delincuentes potenciales se caracterizan por experimentar fuerzas


contradictorias que les crea un conflicto interno de tensión y que les impide acceder
a dicho éxito, por lo tanto, una de las formas de resolución, es la adopción de un rol
delincuente.

Las fuentes de esta tensión son 3: situación social (pobreza), el género


(masculinidad), y, por último, la edad (adolescencia, adultos jóvenes). Así, el delito
es definido como una estructura-funcionalista, es decir, una relación establecida
entre el actor y los otros con una significación funcional para todo el sistema social.
Merton menciona que existe un conflicto básico entre la estructura social y
los valores culturales; esto es por objetivos legitimados por una sociedad y los
medios que usan para alcanzarlos. Se refiere con anomia a que esta se produce
cuando hay una tensión entre los objetivos que son legitimados, (por ejemplo, una
sociedad capitalista accede a determinados bienes y servicios que cuestan dinero),
y están los medios legitimados para llegar a esos objetivos (por ejemplo, tener
trabajo como fuente de ingreso para satisfacer esas necesidades legitimas)

Además, encuentra cinco formas de adaptación. Una de ellas es la


innovación; esta pone en relación los objetivos y los medios, por ejemplo: en el caso
que se acepten objetivos legitimados, pero los medios para alcanzarlos son
ilegitimados.

Kessler, en su libro “Sociología del delito amateur”, denomina un atajo para


poder llegar a los objetivos legitimados con medios que pueden ser ilegítimos e
ilegales para la sociedad, pero no para un determinado subgrupo. Esta explicación
fue difundida ante el delito juvenil; en la actualidad sigue siendo vigente ciertos
comentarios como, por ejemplo: “el chico ve que el otro tiene zapatillas Nike y busca
un atajo para tenerlas”, el atajo es el robo; esto a su vez es un ejemplo de
innovación.

A partir de esto se establece una reflexión sobre el delito económico en una


sociedad que considera a la riqueza como el objetivo más valioso. Las críticas ante
esto, aluden a que no necesariamente los objetivos legitimados de una sociedad y/o
de todos los grupos de la sociedad son económicos, sino que hay otros. Algunas de
las críticas se centran en que no se puede explicar la delincuencia en los sectores
medios y altos, es decir, la explicación de la corrupción del delito no da cuenta de
por qué quienes tienen acceso a beneficios económicos cometen delitos.

El concepto que provoca a las instituciones económicas es que la


interdependencia, la prevención y el control del delito se ven afectados por la
anomia en un plano cultural y por las instituciones sociales que producen una
sobredimensión en las instituciones económicas. La hipótesis es que en términos
de prevención y control del delito, este es más eficaz cuando se produce mayor
inserción en instituciones no económicas, como por ejemplo: clubes, iglesias,
instituciones públicas educativas, entre otras. Es importante tener en cuenta que la
participación en determinadas instituciones, es distinta que en otras. Estas
instituciones pueden tener diversos perfiles de participación según sea el perfil de
dicha institución como, por ejemplo: desde una iglesia, partido político entre otras.

La teoría de la anomia institucional trata de identificar qué es lo que se media


entre la privación y el delito para no reducirlo en un carácter económico.

Se puede decir que anomia se produce además cuando se percibe que, a


igual esfuerzo, existen tratos diferenciales, es decir, el otro recibe un trato diferente
y mejor que el mío. Los individuos emprenden acciones, esperando recibir un trato
equitativo de sus pares y que el sentimiento de injusticia genera malestar y que se
puede generar conductas conflictivas; esto establece un cambio en la teoría, porque
implica que los individuos, no establezcan una acción de logros.

En este sentido, Cloward y Ohlin establecen tres tipos de subculturas


diferentes: una forma criminal (la subcultura promueve robos utilitarios), una forma
conflictiva (la utilización instrumental de la violencia) y una subcultura de retiro
(promueve el consumo de drogas). Esta tensión estaría presente en jóvenes de
sectores populares que no pueden alcanzar los objetivos, para romper con los
valores convencionales. Los grupos transmiten técnicas de acción y tienen el poder
para apropiarse en el interior de ciertos barrios, de tipos de actividades económicas
ilegales como robos, ventas de drogas, etc., que les aseguran control territorial y
ventajas económicas.

Short y Stroddbeck encuentran que los jóvenes que cometen delitos con más
frecuencia, son quienes perciben con más limitación sus oportunidades de éxito
escolar o profesional.

Entonces podemos decir que la teoría de Merton y los estudios que la


complementan, requieren ser considerados, cuando se estudian problemáticas
relacionadas al delito y resultan útiles para explicar ciertos casos, donde se
experimenta de manera subjetiva esas tensiones entre objetivos y medios
legitimados.

E) Teoría del etiquetamiento o de la rotulación

En materia criminológica, el interaccionismo dejo atrás el estudio del


delincuente para abocarse a las instancias que “crean” y “administran” la
delincuencia. Nace así el denominado enfoque del etiquetamiento, que desde la
noción de rotulación y la dramatización de lo malo de Frank Tannenbaum, ejerció
una fuerte influencia en la sociología desde los años sesenta y hasta nuestros días.

Becker desplaza su atención desde la conducta “desviada” hacia el estudio


de quienes hacen o proponen las leyes, es decir quienes definen que es un delito y
que no los es. Becker afirma que la desviación no es el resultado de la acción de
quien transgrede las normas, sino de la imposición de un grupo de ciertas normas
y reglas como normales, a partir de lo cual todo lo que se aparte de ella será
considerado desviado. Ciertos individuos y grupos tienen el poder de imponer sobre
otros sus normas cuando definen qué conductas serán consideradas como
desviación produciendo su etiquetamiento.

Para que la desviación y el etiquetamiento existan, debe existir alguien que


señala a esa persona como desviada, un “emprendedor moral”. Sin este
emprendedor moral que define y publicita esta desviación, no se produce el proceso
de etiquetamiento. Una vez producido el etiquetamiento, se desencadena las
llamadas “carreras desviadas”, donde los individuos van adquiriendo sentidos,
motivaciones y técnicas. Cuando las acciones se hacen repetitivas en una
trayectoria personal, las personas son etiquetadas como desviadas. El
etiquetamiento lleva a carreras o trayectorias desviadas. Si Un grupo es
considerado desviado por una mayoría moral, ese grupo comenzara a encerrarse
sobre sí mismo y a adoptar pautas que de algún modo son las que el grupo
hegemónico quiere para él de este modo comienza a formarse la subcultura.

La idea de subcultura delincuencial comienza a legitimar a partir de un


determinado relato propio aquellas prácticas que realiza ese grupo, que se va
separando del grupo central y de esta manera se produce lo que se denomina
carreras desviadas.

Becker establece una diferencia entre desviación primaria y secundaria: La


desviación primaria se produce cuando el grupo que es considerado estigmatizado
realiza una acción para revertir, para luchar contra esa estigmatización. Un ejemplo
clásico que puede considerarse es la emergencia de los movimientos gays en
Estados Unidos y el mundo aquello que se considera que es un estigma el grupo lo
transforma en orgullo.

En el caso de desviación secundaria se daría cuando el grupo estigmatizado


empieza a comportarse a partir de las formas que los estigmatizadores enuncien.
por ejemplo, hace unos años, cuando en la Argentina se pone de moda la figura del
“pibe chorro” a través de los medios, muchos jóvenes que no necesariamente
delinquían comienzan a adoptar ese estigma como un orgullo y como una moda.

En el primer caso los sujetos se apartan del estereotipo desviado,


transformándolo en un movimiento social. En el segundo caso los sujetos adoptan
estereotipo que aparece y se comportan de acuerdo con él.

F) Teorías multifactoriales

En los últimos años se consolidan teorías explicativas sobre los factores


causales del delito que combinan explicaciones económicas, sociológicas y
psicológicas como factores de riesgo que pueden adicionarse. A partir de la
perspectiva de las teorías multifactoriales se cuestiona el presupuesto del aumento
de la actitud delincuencial.

Este presupuesto afirma que si un joven comete un delito entra en un espiral


delictiva que supone un mayor compromiso con la desviación a medida que
transcurre su vida, otra cuestión muy significativa que aportan es que solo un grupo
pequeño de jóvenes cometen gran cantidad de delitos. Distintos tipos de estudio
muestran como en los puntos de inflexión del ciclo de vida se va desistiendo del
delito; en el momento de conformación de parejas relativamente importantes se
registra una fuerte propensión a abandonar el delito.
Algunas reflexiones generales

La agenda de la seguridad sólo se enfoca en el microdelito urbano (pequeño


delito violento en la calle que preocupa a la “gente”), y que, generalmente, es
protagonizado en todo el mundo por jóvenes varones de sectores populares. Con
esta afirmación, no se culpabiliza a los pobres, sino que se advierte un indicador
social y político muy significativo. Para Kessler, el problema consiste en que una
agenda totalmente centrada en el microdelito urbano es una agenda anti-pobres.
Porque lo cierto es que la agenda delictiva o de seguridad tal cual está construida
hoy en la Argentina, excluye los delitos de cuello blanco, los delitos fiscales, y
aquellos vinculados con los llamados accidentes de tránsito, los daños al medio
ambiente, etc.

La versión subjetiva o las posturas esencialistas

Nos encontramos frente a un escenario donde se producen múltiples y


complejas relaciones entre empobrecimiento, desempleo y delito.

Loïc Wacquant (Sociólogo francés, 1999) plantea que la prisionización


produce sujetos empobrecidos, que finalmente son encerrados-excluidos por esa
misma condición. Tal como expresa el título de su libro, “Las cárceles de la miseria”,
Wacquant piensa a esta institución como un espacio donde se “guardan” aquellas
personas que, en su mayoría, no han tenido acceso a sus derechos básicos:
educación, trabajo, salud; garantizándose así la producción continua de sujetos
empobrecidos y estigmatizados.

El fenómeno del delito es el resultado de múltiples factores: sociales,


económicos, culturales, políticos, subjetivos. Varios estudios han demostrado que
los fenómenos de violencia son generados por el escenario social y económico
marcado por el empobrecimiento y la desigualdad.

A pesar de que en los últimos años hubo un mejoramiento en los índices


socioeconómicos, se siguió constatando que una gran parte de la sociedad continúa
en situación de exclusión, lo cual, sucede fundamentalmente en el campo del trabajo
y en el de la educación.
Simultáneamente, se fue configurando una mirada estigmatizante sobre
estos sectores excluidos que clasifica a estos grupos y/o sujetos como peligrosos,
con tendencia al delito, a partir de su origen socioeconómico, su situación familiar o
sus pautas culturales. Esto, refuerza los procesos de estigmatización que sufren
estas personas, sobre todo, jóvenes y generan expresiones tales como
“irrecuperables”, “inservibles”, “incurables”, etc.

Las políticas de tolerancia cero o de intolerancia selectiva

Las políticas y leyes de “tolerancia cero” tienden a aumentar


exponencialmente el índice de encarcelamiento dependiendo de factores, como la
“portación de cara”. Básicamente este tipo de intervenciones argumentan que: “la
causa del delito es el mal comportamiento de los individuos y no la consecuencia
de las condiciones sociales”, y por lo tanto puede y debe ser reducido rápidamente.

Para Wacquant, el concepto de “tolerancia cero” no implica la rigurosa


aplicación de todas las leyes (que sería imposible, por no decir intolerable), sino
más bien una imposición extremadamente discriminatoria contra determinados
grupos de personas en ciertas zonas simbólicas. En realidad, sería más exacto
hablar de estrategias de “intolerancia selectiva”.

Esto coincide con uno de los planteos fundamentales de Raúl Zaffaroni en


su análisis del sistema penal y penitenciario en América Latina, al develar su
carácter puramente selectivo. Según el jurista, la tolerancia cero proviene de lo que
hace cincuenta años se conoció en Francia como la Doctrina de la Seguridad
Nacional, que al extenderse a nivel planetario se convirtió en una guerra de baja
intensidad contra la criminalidad (a nivel interno de los países), y una guerra de alta
intensidad contra el terrorismo (hacia el exterior).

Según las estadísticas del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos


Humanos de la Nación, la mayoría de la población en las cárceles argentinas tiene
trayectorias educativas y laborales interrumpidas, acompañadas de experiencias de
fracaso y exclusión. El informe SNEEP 2007 elaborado por la Dirección Nacional de
Política Criminal nos da porcentajes de diferentes casos en la vida carcelaria. Entre
ellos cabe destacar que el delito más penado es el robo o tentativa de robo.

Generalmente se tiende a pensar que quienes cometen delitos provienen de


familias carenciadas o “barrios malos”, y no tienen un pleno desarrollo de sus
capacidades cognitivas. En cuanto a lo político, intentan estar del lado de quienes
cumplen con las leyes.

Zaffaroni piensa que esta “tolerancia cero” sólo afecta a sectores sociales de
clases media y baja. Actualmente, la mitad de la población que habita las cárceles
argentinas se encuentra procesada, sin condena firme, lo que indica que aún no se
ha comprobado su culpabilidad por el hecho que se les imputa. En su Manual de
Derecho Penal (2000), Zaffaroni, Alagia y Slokar sostienen que a nivel mundial se
ha instalado un nuevo diseño de Estado- conservador y minimalista- limitado al
aseguramiento de las políticas de mercado- donde el efecto más visible es la
desaparición del trabajo asalariado- junto con la reducción de su rol social. Es en
este modelo donde el Sistema penal recobra una función primordial: el control
social.

El proceso anteriormente mencionado es lo que Loic Wacquant llama el


pasaje del Estado providencial al Estado penitencia: se redefinen las misiones del
Estado reduciendo su papel social, a la vez que se amplía su intervención penal. De
esta manera el Estado actúa del lado de quienes lo siguen.

Varios estudios indican un proceso reciente de encarcelamiento en nuestro


país como consecuencia de este conjunto de decisiones políticas que han
privilegiado ese recurso al sistema penal como modo de resolución de
problemáticas sociales complejas.

Debemos reflexionar sobre el impacto que estos procesos han tenido en la


opinión pública y los medios masivos de comunicación, constituyéndose un nuevo
sentido común penal que apunta a criminalizar la miseria.

“La pobreza que molesta” alimenta un sentimiento difuso de malestar e


inseguridad social, logrando que esta última sea tema principal a tratar políticamente
en diferentes países. En este sentido el Estado se justifica con que esto que ocurre
es una responsabilidad individual y no colectiva.

La tolerancia cero se ha expandido a escala mundial y ha llegado a impregnar


otros ámbitos más allá del penal y policial. Un ejemplo de ello es la expulsión de las
escuelas a aquellos alumnos que generan disturbios.

La selectividad del sistema penal en el contexto latinoamericano. Una mirada


antropológica

Cuando intentamos identificar a los jóvenes, mujeres y hombres privados de


la libertad, tendemos a hacerlo por razones “objetivas” como su entorno social, los
atributos del sujeto, entre otros. Es por ello que surgen representaciones sociales
sobre los jóvenes de sectores empobrecidos o en situaciones de riesgo como
sujetos peligrosos con tendencia a cometer delitos. Es desde esta mirada que
condenamos a los sujetos responsabilizándolos de su pasado y su destino.

En contraposición a estas posturas esencialistas, varios autores como Hall


han planteado que las identidades nunca se unifican, sino que se construyen a partir
de múltiples discursos, practicas, instituciones. Y son sometidas a procesos
históricos que implican cambio y transformación.

Estos enfoques periten abordar el problema del delito en la sociedad en el


seno de su complejidad, evitando estigmatizaciones y etiquetamientos.

Rita Segato plantea que las concepciones primordiales fortalecen la vigencia


de conceptos como el de “raza”, con su carga de dominación y exclusión. Se plantea
la exclusión selectiva que produce el sistema económico y sociocultural. Para
Segato, al operar este sistema de racialización colonial, la selección de aquellas
personas que tienen mayores posibilidades de ingresar al sistema penal está hecha
de antemano, incluso antes de que ocurra el hecho delictivo.

Se trata de encarcelar a los más pobres y a aquellos que llevan el “color” de


las marcas de la colonialidad del poder.
Los educadores nos encontramos frente al desafío de analizar críticamente
las nociones que socialmente circulan acerca del delito, el derecho, el castigo y la
función social de las instituciones en las que trabajamos.

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