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1.

Circuito del colesterol endógeno

Las células del hígado producen y secretan a la sangre lipoproteínas


de muy baja densidad (VLDL). Estas transportan, además de
colesterol, gran cantidad de triacilglicéridos producidos por el
organismo, principalmente en el hígado.

Las VLDL son transportadas en la sangre hacia los tejidos muscular


y adiposo donde, al igual que los quilomicrones, descargan parte de
sus triacilglicéridos.

Las lipoproteínas de muy baja densidad se van transformando


sucesivamente en lipoproteínas de densidad intermedia (IDL), baja
(LDL) o alta (HDL) a medida que descargan lípidos y proteínas en su
trayecto; al ir perdiendo lípidos la densidad de las lipoproteínas va
aumentando.

Las lipoproteínas de baja densidad (LDL) ya sólo contienen ésteres


de colesterol y un solo tipo de apoproteína. Ellas se encargan de
transportar la mayor parte del colesterol en la sangre, casi las tres
cuartas partes.

Las LDL permanecen en la circulación durante varios días; su función


es llevar colesterol a los tejidos periféricos. Pueden ser captadas por
las células del hígado o por cualquier otra célula del organismo
gracias a los receptores específicos que se encuentran en la
membrana celular. El 60-80% de los receptores de LDL se encuentra
en el hígado. La cantidad de receptores en una célula depende de la
cantidad de colesterol intracelular, cuanto más colesterol hay en el
interior de la célula, menos receptores hay en su superficie. El
número de receptores es regulado genéticamente por la misma
célula.

Las LDL son las más nocivas de las lipoproteínas. Estudios


epidemiológicos han demostrado que el riesgo de infarto de
miocardio se relaciona íntima y directamente con los niveles de LDL
en la sangre. Por eso, al colesterol transportado por las LDL se le
conoce popularmente como colesterol malo.

Las lipoproteínas del tipo HDL (de alta densidad) se encargan de


transportar el colesterol desde los tejidos periféricos hacia el hígado;
concentran el colesterol libre circulante (producto de la rotura de las
células y lo transportan hacia el hígado para su excreción); esto sería
el transporte en reversa del colesterol.
Las HDL se producen en el hígado y en el intestino. Se ha demostrado
que niveles altos de HDL se relacionan con la disminución de la
incidencia de infarto cardiaco. Las HDL que produce el hígado son
reconocidas como factor protector contra la ateroesclerosis, por eso
al colesterol transportado por las HDL se le reconoce popularmente
como colesterol bueno.

En mujeres que oscilan entre 25 y 40 años de edad y en atletas se


han encontrado concentraciones elevadas de HDL. El tabaquismo, la
obesidad, la vida sedentaria, los andrógenos y los betabloqueadores
disminuyen su concentración en el suero (cuadro 1). Hoy se
considera que una de las apoproteínas de las lipoproteínas, la llamada
apo AI, es mejor protectora contra la ateroesclerosis que las HDL. La
producción de apo AI es mayor en la mujer que en el hombre. Dietas
ricas en carbohidratos propician que las apoproteínas AI se desechen
con facilidad, y dietas ricas en grasas hacen que el organismo
produzca menos apoproteínas. Se sabe que el ejercicio favorece su
producción.

En resumen, el circuito del colesterol endógeno es el único que


proporciona a las células, gracias a la LDL, el colesterol de la sangre,
el cual es captado mediante receptores específicos.

Es el acúmulo anormal de triglicéridos en los órganos del parénquima


(hígado, riñón, etc) Este depósito se produce por un defecto en
cualquiera de los pasos que van desde que los ácidos grasos entran
en el hígado hasta que salen formando lipoproteínas. La secuencia
normal de acontecimientos sería la siguiente:

1. Entrada de ácidos grasos libres al interior del hígado. No todos los


ácidos grasos que están en el interior del hígado tienen una
procedencia exógena ya que en su interior también hay una síntesis
de ácidos grasos a partir del acetato.

2. Estos ácidos grasos sufren unas transformaciones que van a dar


lugar a diferentes sustancias:

- Triglicéridos

- Colesterol

- Fosfolípidos

- Cuerpos cetónicos (tras oxidación mitocondrial de los ácidos


grasos)

3. Los triglicéridos se unen a apoproteínas y forman lipoproteínas que


es como salen del hígado a la sangre.
Posibles mecanismos que conducen a la acumulación de triglicéridos.

Un error en cualquiera de estos pasos daría lugar a un acúmulo


anormal de triglicéridos, es decir, a una esteatosis.

Una de las principales causas de esteatosis hepática es el alcohol,


dado que es un tóxico que afecta a varios de los procesos del
metabolismo normal de los ácidos grasos. Otras causas que también
influyen son: la malnutrición proteica, la diabetes mellitus, la
obesidad, etc.

Normalmente este tipo de acúmulo es reversible, es decir,


desaparece al cesar la causa que lo generó, si bien puede no regresar
si está lesionado de una forma irreversible alguno de los procesos
celulares vitales implicados.

Si la esteatosis es leve, puede que no se afecte macroscópicamente


el órgano en el que se ha producido. En el hígado, si sigue
progresando, se produce un aumento de tamaño de la víscera,
haciéndose más amarillenta, hasta que en casos extremos puede
transformarse en un órgano amarillo brillante, blando y grasiento.

En microscopía óptica se empiezan viendo pequeñas vacuolas grasas


alrededor del núcleo. A medida que progresan estas vacuolas se van
uniendo, creando espacios claros, que desplazan al núcleo a la
periferia, son las llamadas células en anillo de sello.
2. El eje tiroideo es un ejemplo clásico de un circuito de retroalimentación
endocrino. En este eje se distinguen 3 escalones: hipotálamo, hipófisis y
tiroides. La TRH hipotalámica estimula la producción hipofisaria de TSH, la
cual, a su vez, estimula la síntesis y secreción de hormonas tiroideas (HT). Las
HT actúan por retroalimentación negativa inhibiendo la producción de TRH y
TSH. El “punto de ajuste” en este eje es el establecido por la TSH. La TRH es
el regulador positivo principal de la síntesis y la secreción de TSH. Al igual que
otras hormonas hipofisarias la TSH se libera de forma pulsátil y presenta un
ritmo diario; alcanza su nivel máximo por la noche. En la práctica clínica se
miden la TSH y las HT en el plasma. Las células tirotropas hipofisarias actúan
no sólo como el locus de regulación, sino también como un comparador, pues
el organismo considera que los niveles de HT que recibe la hipófisis son
“representativos” de los que están recibiendo otros tejidos periféricos. De esta
forma, tejidos como el muscular o el adiposo no precisan emitir un mensaje
propio sobre la recepción adecuada de HT. Como factor externo al sistema, los
estrógenos aparecen como estimuladores de la síntesis y secreción de TSH,
hecho que puede servir para explicar la mayor incidencia de enfermedades de la
tiroides en el sexo femenino. Otro aspecto importante de la regulación de la
glándula tiroides, no vinculado a la secreción de hormona tirotropa (TSH), es la
denominada autorregulación tiroidea, íntimamente relacionada con la cantidad
de yodo del organismo. Así, cuanto más yodo contiene la dieta, menos capta el
tiroides, y viceversa. La administración brusca de cantidades importantes de
yodo reduce de forma notable la organificación del yoduro. Esta respuesta,
hasta cierto punto paradójica, y que se ha utilizado en terapéutica, se denomina
efecto de Wolff-Chaikoff. No obstante, este efecto del yodo es transitorio, ya
que si continúa el aporte, la glándula se adapta a esta situación y se produce un
"escape" de las funciones tiroideas, incluso por encima de lo normal.
3.

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