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“UNA IGUALDAD CON MUCHOS TRASFONDOS”

La lucha por la igualdad en políticas de género se ha visto caracterizada desde siempre por
un desnivel en contra de la mujer.

Desde tiempos remotos está desigualdad estructural entre el hombre y la mujer ha dejado un
gran tramo por recorrer; sin embargo, actualmente se puede decir que las políticas de género
han variado, que si bien es cierto la lucha desde los años 1955 (año en que se obtuvo el
derecho al sufragio) ha dado sus frutos, está aún no ha acabado.

Por qué conformarnos con que está igualdad se mida en cifras numéricas, en porcentajes que
ni cuantificables muestran la relativa igualdad; cuando el trasfondo del problema no está solo
en la aplicación de políticas en base números sino en entender a nivel cultural la desigualdad
que existe y está ser aplicada en las políticas.

De acuerdo al texto de Tepichin, Tinat y Gutiérrez, menciona que "la cuestión central no es
el tema o el ámbito al que se dirige la política pública, sino la forma en que las mujeres y
los hombres ingresan al diseño, así como la asignación o exclusión de actividades y
funciones sociales que se les adjudica".

Se enfatiza ello, puesto que la inclusión de la mujer en las políticas de igualdad de género se
ha visto marcada por unas cifras llamadas “cuotas”, que a lo largo de esta lucha han medido
porcentualmente nuestra participación tanto política, cultural, económica y social.

El presente ensayo, busca plasmar como la inclusión de la mujer en las políticas de género o
como la política de igualdad de género se ven caracterizadas por el conformismo porcentual
y enfocadas sólo en los problemas de ámbito económico, aduciendo así que el problema
central de la mujer es su participación monetaria.

Sin embargo, se tiene presente que la participación en todos los ámbitos de la mujer es un
derecho, esto determinado dentro de la Constitución, de acuerdo al Artículo 2 numeral 17
“Toda persona tiene derecho: A participar en forma individual o asociada, en la vida
política, económica, social y cultural de la Nación. Los ciudadanos tienen conforme a la ley
los derechos de elección, de remoción o revocación de autoridades, de iniciativa legislativa
y de referéndum”

Es decir, de acuerdo a nuestra Constitución y documentos internacionales, la participación


política de los hombres y mujeres está descrita como un derecho de igualdad para todos los
ciudadanos; sin embargo, en nuestra sociedad la inclusión de la mujer incluso en su derecho
al voto fue una lucha constante, caracterizada por la exclusión hacia la mujer, como da a
entender la Defensoría del Pueblo cuando afirma que “sin embargo, el ejercicio de estos
derechos (de participación ciudadana), en condiciones de igualdad, por hombres y mujeres,
tal como lo consagran los convenios internacionales y la legislación nacional, no sé ha visto
reflejada en el plano de la realidad. Por el contrario, la situación de la mujer se caracteriza
por una histórica exclusión en el acceso a cargos de poder y decisión dentro de las esferas
gubernamentales”.

Es necesario mencionar a las cuotas de género en nuestro país, pues han sido parte de la lucha
por la igualdad de oportunidades a través de las políticas de género; sin embargo, no sé
percibe como el fin ideal para una sociedad que busca acabar culturalmente con sus
diferencias ancestrales.

La primera referencia de una cuota electoral de género en nuestro país se dio con la Ley
Orgánica de Elecciones en 1997 el cual solicitaba que las listas para los candidatos
congresistas no podían tener un número menor al 25% de mujeres, abriendo puertas de
expresión política para las mujeres en el Congreso.

Para el año 2000 se aplicó por primera vez la cuota de género en las elecciones congresales,
admitiendo así a 26 representantes mujeres en el congreso; sin embargo, la inclusión
porcentual no era el único problema, el eje central de la problemática de género en nuestro
país radica en lo cultural, y es en su entorno en donde se dan las situaciones de exclusión
hacia la mujer.

Las políticas destinadas a enfrentar está situación no deben buscar resolver problemas
netamente económicos o buscar la igualdad de condiciones mediante una ley de cuotas pues
estas no atacan las verdaderas razones de desigualdad.
Es preciso entender que, las desigualdades de género arraigan cuestiones culturales,
ideológicas, sociales; que deben de ser analizadas no sólo desde las necesidades superfluas
de una persona sino también de las relaciones que se construyen.

El texto de Tepichin, Tinat y Gutiérrez, menciona a modo de análisis que “las desigualdades
de género no sé resuelven en ámbitos privados mediante arreglos entre individuos. Una
política pública dirigida a transformar el orden de género articularía responsabilidades
compartidas entre tres esferas: El estado, el mercado y la familia”.

Las integraciones de diferentes factores en los problemas sociales nos llevan a un análisis
más holístico de la situación problema que se desea atacar. Ejemplo de ello las diferencias
de género que existen en nuestro país, puesto que el problema no sólo radica en la diferencia
económica (remuneración) entre el hombre y la mujer, sino en las relaciones que se generan
hasta dentro de un hogar.

Las políticas de genero implementadas en nuestro país se basan muchas veces en disolver
una desigualdad económica, en el número de participantes mujeres que cada empresa,
institución o grupo político debe tener, es a ello cuando me refiero a las metas cuantificables
que manejan las políticas; como estado estar medidos solo por cifras como están no impiden
percibir los trasfondos que existen en las problemáticas sociales.

El diseño de soluciones que solo se dirigen a un individuo queda corto como implementar
una política, es decir, si nos referimos a la desigualdad de la mujer, centrarnos solo en la
mujer seria engañarnos y dejar de ver las verdaderas causas de los problemas, puesto que los
problemas sociales se generan mediante las interacciones sociales, por ello, se debe de
analizar las diferentes relaciones que se ejercen en el entorno.

Se concluye, que si bien es cierto las políticas dirigidas a solucionar las desigualdades entre
el hombre y la mujer han avanzado a lo largo del tiempo, estos, si dejan de ver los aspectos
culturales y relacionales de dichas diferencias, solo conllevará a que “se empuje a la mujer a
un circulo de cambio sin transformación”.

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