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Resumen
Partiendo de la premisa de que la cultura permea toda experiencia humana, y que se sitúa
en el mismo nivel de abstracción que las dimensiones políticas o económicas del mundo
social, este texto es una exploración sobre las dimensiones sociales y culturales de la
violencia.
Concretamente, la discusión se centra sobre la comunidad de Maclovio Rojas, situada en
la zona periférica de la ciudad de Tijuana, un espacio urbano donde las redes
trasnacionales del narcotráfico se han asentado, cambiando la vida y las experiencias
sociales, económicas y culturales de los pobladores. En este escenario, se asoman las
maneras en la que la violencia estructural y la violencia cotidiana se articulan dentro de
las dinámicas de relación entre los diferentes actores que constituyen este espacio social.
Propongo que lo que se observa en Maclovio Rojas, es una disputa por los significados de
la violencia, entre el Estado, las redes del narcotráfico y los pobladores del Maclovio
Rojas, donde la memoria, el olvido y el desafío a la autoridad y a la muerte contienden
por dar sentido a la vida y muerte de los que habitan este lugar.
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Cara a la muerte
Cuando llegaron las balas
No era advertencia
Ni coincidencia
Era la muerte en mi cara
"Cara a la Muerte"
Gerardo Ortiz
Cultura y narcocultura
Me parece importante empezar con algunas acotaciones teóricas para plantear claramente
a qué refiere el estudio de la cultura y, por ende, qué implica hablar de una narcocultura.
Gilberto Giménez define la cultura como "el proceso de continua producción,
actualización y transformación de modelos simbólicos (en su doble acepción de
representación y de orientación para la acción) a través de la práctica individual y
colectiva, en contextos históricamente específicos y socialmente estructurados"
(Giménez, 2007:39). Para poder analizar de manera adecuada este concepto y determinar
sus alcances, conviene señalar algunas acotaciones que Giménez hace sobre la idea de
"cultura". Para él, una de las características de la cultura es su ubicuidad, esto es, lo
considera una dimensión de la vida social que atraviesa todas las manifestaciones de la
vida individual y colectiva. Si, como dice Giménez (2007), todo quehacer humano
produce significados, la cultura entonces sería la organización social de éstos. Los
significados se vuelven legibles en un sistema de oposiciones y diferencias, donde ciertos
"nodos institucionales" (Estado, iglesia, familia, medios de comunicación) organizan
estos sentidos a través de jerarquizaciones y marginalizaciones de determinadas
manifestaciones culturales. Hasta ahora, el concepto que propone Giménez es abstracto y
en efecto, él mismo plantea la imposibilidad de captar la totalidad de la cultura en estos
términos; no podemos experimentar al mismo tiempo todos los artefactos que componen
la cultura. Para él, la experiencia cultural se vive fragmentada, se aprehende en conjuntos
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implican una contienda por los significados, en tanto que los múltiples actores que se
mueven en este espacio cultural habitan en una multiplicidad de contradicciones que los
enfrentan y que, inevitablemente, abordan violentamente. A continuación, quiero situar lo
que discuto teóricamente, en un ejemplo concreto, y trazar las trayectorias que perfilan la
cultura del narcotráfico desde la experiencia vivida de los que habitan el norte de México.
El proceso para hacerse propietarios legítimos de las tierras pasó por los canales
correspondientes y llevó el proceso adecuado. La comunidad empezó a echar raíces ahí.
Sin embargo, cuando en 1989, Hyundai levantó su primera planta en la región, las tierras
adyacentes a Maclovio Rojas se volvieron muy valiosas para los intereses de esta
empresa, y de otras más que han establecido plantas a lo largo de la autopista Tecate-
Tijuana. El valor de estas tierras radica en unas viejas vías de ferrocarril que siguen el
trazo de la frontera. Según David Bacon (2005), se construyeron por la Southern Pacific y
el emporio azucarero Spreckels, y “va desde el puerto de San Diego hasta el interior de
México. Vuelve a cruzar hacia EEUU de nuevo en Tecate, y baja por el barranco de
Carrizo hasta el Valle Imperial, donde se encuentra con la línea en el El Centro y Niland
y parte al este por el suroeste hasta Nueva Orleans” (2005: 124).
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Aunque esta vía está inoperante, el gobierno de Baja California tiene planes de activar y
ampliar esta línea para que llegueé hasta la costa de Ensenada, lo que para muchas
maquiladoras sería de enorme valor. El transporte por carretera de mercancías en esta
zona presenta muchos retrasos por el cruce fronterizo y el tráfico pesado del sur de
California, pero una vía férrea directa con el mar resolvería enormemente esto. Para
Hyundai hay un interés adicional. Según la investigación de Bacon, “las autoridades
estatales llevan años hablando con la empresa sobre encargarle la instalación de la vía, un
proyecto de construcción de unos 300 millones de dólares, así como de llevar a cabo un
fuerte desarrollo industrial de las tierras a su alrededor, incluida la construcción de una
planta de ensamblaje de automóviles y una fábrica de acero” (2005:125).
Los miembros de Maclovio Rojas se rehusaron a dejar sus tierras y detonó una
escalada de conflicto y violencia entre la comunidad y el gobierno estatal. En 1995,
Hortensia Hernández, lideresa de la comunidad fue detenida, acusada de apropiarse
ilegalmente de tierras. Cinco meses después, a falta de pruebas, fue liberada. En el
verano de 1996, cuando miembros de la comunidad decidieron apoyar una huelga de
trabajadores de Hyundai y Laymex, volvieron a arrestar a Hortensia Hernández, junto a
Artemio Osuna y Juan Regalado, acusados de “incendiar una casa en Maclovio Rojas y
de cometer otros actos de acoso que ellos aseguran que fueron cometidos por
alborotadores que cooperaban con el gobierno” (Bacon, 2005: 128). Después de meses de
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En el 2002, la disputa legal por los terrenos llegó a nivel federal, y el gobierno
estatal subió la presión contra los miembros de la comunidad. De acuerdo a David Bacon,
“La policía rodeó la zona y amenazó con volver a detener a los líderes. La
comunidad activista de Tijuana, y activistas del norte de la frontera
movilizados por una red informal transfronteriza llamada Globaliphobicos,
acudieron para apoyar a los residentes. En Los Ángeles, los manifestantes
organizaron un piquete ante el consulado mexicano y le entregaron una carta
de protesta al cónsul general. Al final, la policía se retiró, pero el futuro de la
comunidad sigue siendo incierto” (2005:129).
Maclovio Rojas, después, fue escenario de una de las historias más cruentas de la “Guerra
contra el Narco”. En 2009, arrestaron a Santiago Meza, apodado el Pozolero, que se
dedicaba a desaparecer cadáveres de ejecutados, bajo órdenes de Teodoro García
Simental El Teo. Meza tenía varios predios en los barrios periféricos de la ciudad de
Tijuana, le hacían llegar los cuerpos a esos lugares, y ahí desarrolló una tecnología de
exterminio para desaparecer los cadáveres disolviéndolos en ácido. En México, hay un
platillo tradicional mexicano que se llama pozole, es un tipo de estofado, hecho de chile,
carne y maíz. De ahí vino el apodo.
El gobierno donó este predio a la gente de lugar, y ellos en turno, lo pasaron a manos de
la asociación de desaparecidos. Juntos, el equipo de la Universidad Autónoma de Baja
California, los pobladores del ejido y los familiares de los desaparecidos se sentaron a
discutir qué hacer con el lugar. Para los familiares era fundamental convertir este espacio
en un lugar donde pudieran llorar y recordar a sus muertos, y para los pobladores lo
urgente era olvidar que alguna vez fueron vecinos y testigos de esta atrocidad. Querían
recuperar la imagen de una comunidad de lucha y de trabajo.
generación de jóvenes que se nos fueron por el camino del narco, ahora que este lugar les
recuerde que eso no es una opción” (Ovalle et al., 2014, p. 290-291)
En una de las visitas que hice al lugar, uno de mis compañeros universitarios
comentó que el lugar le provocaba escalofríos, que sentía miedo ante la lúgubre historia
del lugar. Un joven que participaba en las actividades escuchó la conversación e
intervino. Nos dijo: “hay gente que está hecha para esto y otra que no, a mí, a mí no me
da miedo la muerte, la muerte es mi amiga”. Cuando dijo estas palabras se irguió y
levantó la cara, con un gesto que podría leerse como orgullo, desafío, y quizá un poquito
de desprecio hacía los que estaban hablando. Más tarde, alguien me comentó que este
chico, no trabajaba como halcón, ya había ascendido a sicario.
Otra señal de la presencia del narco, fueron los cuadernos de los chicos de secundaria.
Muchos de ellos tenían calcomanías de un logo extraño: era una calavera con dos muletas
atravesadas, como si fueran huesos de una bandera de piratas. Me informaron que esa
imagen era el logo del Raydel López Uriarte El Muletas, quien fuera lugarteniente de
Teodoro García Simental. Intrigada, investigué un poco, y descubrí que, en una especie
de combinación de estrategia de mercadeo y homenaje a sí mismo, adoptó un logo que
copió de un programa de televisión estadounidense muy popular, Jackass, e hizo
camisetas y calcomanías. Incluso hizo uniformes para sus subordinados que, según
palabras de él, llegaron a ser 200 hombres. Encontré también que El Muletas mandó
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hacerse un corrido, que hace poco fue grabado por uno de los artistas más populares en la
escena de los narcocorridos, Gerardo Ortiz.
los familiares de los desaparecidos, que quieren hacer visibles las vidas de sus familiares,
darles una presencia a pesar de la abyección absoluta de la desintegración de un cuerpo.
Están los que participan en las redes del narcotráfico, que desean el control del poblado y
dejan sus marcas para hacerse visibles como fuerza en el ejido. También está Hyundai y
sus intereses de mercado, el Estado, representado por el gobierno estatal, que defiende
esos intereses y que quiere invisibilizar lo que sucedió en Maclovio Rojas y en muchas
otras partes del país.
Estos son los actores que identifico en lo inmediato, pero también habría que
considerar cómo otros construimos e imaginamos lo que sucede. Si, tal como plantea
Cabañas, la red de prácticas y representaciones que componen la narcocultura, fabrica
los imaginarios con los cuales juzgamos y evaluamos a la gente que se involucra en este
mundo, entonces ¿cómo participamos de la construcción de las representaciones de ese
mundo cuando escuchamos historias como estas? Las personas alrededor del mundo que
consumen música de narcocorridos ¿Cómo reciben y qué sentidos le dan un corrido que
celebra al Muletas? ¿Qué comparten un joven de Fresno, California y un joven del
Maclovio, cuando escuchan la canción?
En cuanto a los flujos de capital que señala Appadurai, puedo identificar que, por
un lado, está el flujo de capital global que genera el tráfico de drogas, que es difícil
rastrear y distinguir de otros flujos financieros, pero que resulta concretamente para los
jóvenes del Maclovio, en una fuente de ingresos con la que pueden a mejorar sus
condiciones de vida, y quizá hasta acceder a un tipo de movilidad social. En tensión con
esto, distingo el flujo de capital de empresas trasnacionales como Hyundai y que
concretamente, influye en acciones y decisiones de las autoridades del Estado. Sobre
esto, Miguel Cabañas dice
Se observan entonces las imbricaciones entre el mundo del narcotráfico y los otros
mundos culturales. El negocio ilegal de drogas está conectado con otros flujos de capital
a través del mercado bursátil y el lavado de dinero. Además, la complicidad y
participación de miembros de la clase política con el negocio ilegal de drogas ha sido
documentado desde hace décadas. Esto desdibuja los límites entre la legalidad y la
ilegalidad, y las fronteras entre el mundo de las drogas y la vida cotidiana de los
ciudadanos parecen más bien fabricaciones que nos ayudan a encontrar alguna especie de
"normalidad" en un espacio social caótico y violento. Como en la esfera económica y
política, los límites entre la cultura del narco y otras expresiones culturales están
difuminadas, la narcocultura se apropia y resignifica símbolos de la cultura de consumo
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Maclovio Rojas refleja esto, con una constelación de imágenes en disputa. Por un
lado, están los murales que están convirtiendo a La Gallera de un sitio de exterminio a un
espacio comunitario. Sobre estos mismos muros, están las pintas que dejan los
narcotraficantes, recordando a todos que ahí están y que no están contentos. A cierta
distancia de estos muros, a lo lejos, se ve el logo enorme de Hyundai, interrumpiendo el
paisaje. Están los cuadernos de los jóvenes con la imagen del Muletas, que se reproduce
en camisetas, uniformes, videos en YouTube. En estas imágenes, hay narrativas en
conflicto, que hablan sobre diferentes lógicas de vida, y de las contradicciones y las
paradojas sobre las cuales se van construyendo la vida cotidiana de mujeres y hombres.
Para reflexionar sobre la quinta dimensión que propone Appadurai, es decir, los
discursos del aparato de Estado que componen el paisaje ideológico, vuelvo a mi
comentario inicial, la disputa que observo entre el olvido, la memoria y la ostentación.
Una estrategia discursiva del Estado ha sido el “no-discurso”: el silencio, la
invisibilización. En palabras de Ovalle, DíazTovar y Ongay (Ovalle et al., 2014, p. 288):
Si para el Estado y los medios masivos de comunicación el silencio es una estrategia para
preservar su poder hegemónico, dentro de la comunidad funciona como una estrategia de
sobrevivencia, una manera de preservar un remedo de cotidianidad que permita una
especie de vida funcional. Para los miembros de la comunidad de Maclovio Rojas, el
silencio implicó seguridad y continuidad frente a la incertidumbre y el miedo.
Muchas de las reacciones ante los jóvenes que se involucran con las redes del
narcotráfico devienen o en la criminalización o en el desprecio a una expresión cultural
considerada inferior. Mientras no hagamos la conexión entre la descalificación que se
hace de estos jóvenes y el horror que nos provoca la violencia, mientras no lo situemos en
las condiciones de marginación y olvido que hacen del narcotráfico una opción de vida,
los discursos y prácticas que sostienen la cultura del narcotráfico no serán entendidas en
su cabalidad. ¿Qué perspectivas de vida tiene un joven que abraza de esa manera a la
muerte? Si bien la cultura mexicana tiene una relación ancestral con la muerte, me parece
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Referencias
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Valdés.
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