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TEORÍA DE LA CIUDAD HUMANIZADA

La ciudad es un espacio público peatonal.

Los seres humanos no pueden estar en el espacio de los automóviles, ni en los espacios privados que no les pertenecen.

La cantidad y la calidad del espacio público peatonal determinan la calidad urbana de una ciudad.

Un espacio público es bueno cuando en él tienen lugar muchas actividades no indispensables, cuando la gente sale al
espacio público como un fin en sí mismo, a disfrutarlo.

Al diseñar una ciudad se tiene que tener en cuenta principalmente las necesidades humanas, por encima de las de
supervivencia.

El ser humano necesita por ejemplo, caminar, ver gente, estar con gente.

Una ciudad es sólo un medio para una manera de vivir; y se debe buscar siempre una manera más feliz de vivir.

La integración de varias actividades y funciones en los espacios públicos y a su alrededor permite que las personas
implicadas actúen juntas y que se estimulen e inspiren unas a otras.
El espacio que hay entre los edificios tiene una importancia fundamental para la vida social y, por lo tanto para la
salud comunitaria. Depende cómo se diseñen nuestras calles y plazas, tendremos más o menos posibilidades de
interactuar con vecinos, pero también de: conversar con desconocidos, de que nuestros niños y niñas jueguen
libremente en las calles, de que nuestros mayores no estén encerrados en sus casas, de caminar y hacer actividad
física (solos o acompañados), de disfrutar del entorno, de la cultura y el arte callejero,… o de descubrir que el
extranjero no es tan diferente a nosotros.

La ciudad humanizada, es diseñada para ser vivida y enaltecer lo humano, en esta ciudad el protagonista es el
ciudadano.

Exponente

Desde sus artículos polemizó duramente con las tendencias urbanísticas dominantes en la década del
50 en Norteamérica, aquellas que propiciaban el crecimiento de los suburbios extendidos con casas
individuales,el culto al automóvil particular y las autopistas, junto con la des-valoración de los centros
urbanos tradicionales, la preferencia por las torres y las demoliciones sistemáticas de los antiguos edificios y
sus barrios en nombre del progreso y la modernización.
Jane Jacobs fue la primera voz de resistencia y participación ciudadana ante los excesos de un urbanismo
autoritario y deshumanizado impuesto de arriba hacia abajo y que aun hoy prefiere las decisiones cerradas,
rápidas e inconsultas sobre cambios y obras que afectan la vida cotidiana de miles de personas.
En su libro “Muerte y vida de las grandes ciudades” (1961) va a rescatar las ricas preexistencias de la ciudad
multifuncional, compacta y densa donde la calle, el barrio y la comunidad son vitales en la cultura
urbana. “Mantener la seguridad de la ciudad es tarea principal de las calles y las veredas”.
SURGE

Desde las ciudades clásicas, la búsqueda de la belleza urbana ha sido una constante en muchos planes y proyectos
urbanos. A principios del siglo XX, la dimensión funcional de la ciudad adquirió un protagonismo extraordinario en la
urbanística. Se desarrollaron ciudades, en gran medida, después de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), cuando los
automóviles se produjeron en gran escala en todo el mundo y fueron considerados un símbolo de estatus. Las ciudades
fueron hechas para los automóviles, los servicios de transporte público de mala calidad y un crecimiento desorganizado
que generó barrios donde la gente carece de infraestructura básica. En el último tercio del siglo XX, se abre una nueva
dimensión en la ciudad y el urbanismo, la dimensión socializante, al rescatar la importancia que el diseño del espacio
urbano y del espacio público, tiene en la aparición de vida social en la ciudad.
Lo primero es la vida social; después, el espacio público; y finalmente, el edificio. Nunca funciona cuando se invierte.

Hay que situar a la persona en el epicentro de la vida ciudadana, convirtiéndola en protagonista de su diseño y
desarrollo, haciendo de la ciudad el mejor escenario para que pueda construir su identidad individual y colectiva.

Es de fundamental importancia reconocer que no son los edificios, sino las personas y los acontecimientos, lo que es
necesario agrupar.

Las ciudades con mejor calidad de vida son aquellas capaces de comprometer e involucrar a sus ciudadanos con su
cuidado y desarrollo sustentable, requiere hacerse cargo de los factores que hoy dificultan lograr este objetivo.

FUNDAMENTO
Lo primero es la vida social; después, el espacio público; y finalmente, el edificio. Nunca funciona cuando se invierte.

Hay que situar a la persona en el epicentro de la vida ciudadana, convirtiéndola en protagonista de su diseño y
desarrollo, haciendo de la ciudad el mejor escenario para que pueda construir su identidad individual y colectiva.

Es de fundamental importancia reconocer que no son los edificios, sino las personas y los acontecimientos, lo que es
necesario agrupar.

Las ciudades con mejor calidad de vida son aquellas capaces de comprometer e involucrar a sus ciudadanos con su
cuidado y desarrollo sustentable, requiere hacerse cargo de los factores que hoy dificultan lograr este objetivo.

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