Você está na página 1de 4

El trato a los animales no humanos, una

consideración moral
El dualismo filosófico de autores como Descartes ha servido históricamente para desarrollar una lógica
del dominio sobre los animales no humanos ajena a su sufrimiento. La consideración empática de este,
sin embargo, puede servir de fundamento a una ética animalista que acabe con su explotación.
https://www.elsaltodiario.com/el-rumor-de-las-multitudes/el-trato-a-los-animales-no-humanos-una-
consideracion-moral

Clara E. Paniego Burillo Profesora de Filosofía

publicado 2018-09-18 10:00:00

Desde la filosofía en particular y desde la sociedad en general debe llevarse a cabo una reflexión
profunda sobre los valores que rigen nuestra forma de ser, pensar y sentir para desenmascarar aquellos
provenientes de una ideología dominante e interesada que se imponen sobre aquellos que son
construidos desde la reflexión y el sentir. En consecuencia, algunos filósofos y filósofas consideran que
cualquier ética actual debe replantearse la relación que los seres humanos establecemos con el resto de
animales y el lugar que ocupamos unos y otros en el mundo. No deja de ser sorprendente cómo en la
actualidad se ha logrado un gran avance, al menos teórico, en aspectos morales referentes a las
relaciones entre los seres humanos y entre éstos con el medio ambiente, pero en cambio, apenas se
cuestiona nuestra relación con los animales no humanos. Es necesario no sólo desarrollar una
conciencia exclusivamente ecologista sino también animalista, puesto que el sufrimiento ocasionado a
los animales se ha visto multiplicado a un ritmo alarmante en las últimas décadas a causa de la
ganadería industrial -que concibe al animal como una máquina de producir carne- y de la investigación
tanto militar como farmacéutica.

Filosofía y objetualización de los animales no humanos


Si analizamos esta temática siguiendo un recorrido histórico-filosófico -tal y como hace Alicia Puleo en
su obra Ecofeminismo para otro mundo posible- podemos abordarla desde dos perspectivas antitéticas.
Por un lado, una visión animalista (1) que considera a los animales no humanos como seres sintientes
con capacidad para sufrir, por lo que no puede existir ningún tipo de justificación moral que acepte su
sufrimiento; y por otro lado, una visión no animalista y por lo tanto, antropocéntrica y especista
(basada, consecuentemente, en la exaltación exclusiva de los rasgos humanos) fundamentada en una
contraposición entre lo humano y lo no-humano, degradando y sometiendo a este último y, por tanto,
privilegiando al primero.
Esta segunda visión, que es la que ha prevalecido históricamente sobre la primera, se basa en lo que la
filósofa australiana Val Plumwood denomina la “lógica del dominio” y que ha ido construyéndose y
desarrollándose en diferentes estadios y momentos históricos. Comienza con la asimilación de los
dualismos opuestos y jerarquizados mente/cuerpo, razón/naturaleza teorizados por Platón. Para el
filósofo ateniense existen dos tipos de realidades: las Ideas que forman el mundo inteligible (un mundo
autónomo y sólo perceptible por la razón) y el mundo de los objetos sensibles y materiales que se
captan mediante los sentidos, tal y como lo expone metafóricamente en su conocido mito de la caverna.
Según esta alegoría, el mundo que captamos no es más que una caverna donde vivimos como
prisioneros creyendo que las sombras que percibimos son los objetos reales. Esta diferenciación entre
los dos mundos conlleva una valoración positiva del mundo racional y espiritual frente a una
valoración negativa del mundo material y natural percibido por los sentidos.
Este dualismo se radicaliza con Descartes despojando a lo no humano de cualquier capacidad de pensar
y de sentir. Este autor racionalista delimita tres ámbitos de la realidad: el yo, Dios y el mundo. El yo o
alma (sólo existente en el ser humano) es una sustancia cuya esencia es el pensar, diferente del cuerpo,
cuyo atributo es la extensión, el cual forma parte del tercer ámbito de la realidad, el mundo. Con esta
delimitación, Descartes considera que las leyes que se aplican al mundo material son unas (leyes
mecanicistas), y las aplicadas al mundo del yo son otras. La filosofía cartesiana “des-anima” por
completo a la naturaleza y a todos los cuerpos que la componen, considerándola pura extensión y
materia cuyo movimiento sirve para explicarlo todo como si del funcionamiento de una máquina se
tratara.
El último estadio diferenciado por Plumwood es la completa instrumentalización de la naturaleza, cuya
apropiación y desmesurada explotación por parte de los humanos la ha reducido a una posición de mera
mercancía.
La visión antropocéntrica y especista, fundamentada en una contraposición entre lo humano
y lo no-humano -y que ha prevalecido históricamente- se basa en lo que la filósofa
australiana Val Plumwood denomina la “lógica del dominio”.

Esta razón instrumental de dominio y control total sobre la naturaleza ya fue cuestionada en los años 40
por Horkheimer y Adorno en su Dialéctica de la Ilustración, para quienes los fines científicos, técnicos
y económicos son perseguidos por un tipo de racionalidad -la instrumental- despojada de cualquier
atisbo de criterio moral puesto que no tiene en cuenta los medios e implicaciones éticas utilizados para
alcanzar tales fines.
Si filosóficamente el dualismo iniciado por Platón favorecerá una concepción de dominio sobre la
naturaleza, históricamente la oposición entre lo humano y lo no-humano se remonta a las culturas
antiguas occidentales asimiladas posteriormente por el cristianismo, desplazando a los animales no
humanos al puesto más bajo de la Creación. Tal y como observa Alicia Puleo, esta concepción
jerarquizada y de superioridad del humano hace que éste sienta un poder sin límites sobre aquellos y
que, además, pueda llevar a cabo cualquier acto de crueldad sin ningún tipo de carga moral, sobre todo
a partir del terreno allanado por la concepción cartesiana del animal-máquina incapaz de sentir placer
ni dolor.
Filosofía y animalismo
Desde una perspectiva animalista podemos remontarnos filosóficamente al hilozoísmo de la escuela
jónica presocrática, posteriormente asumido por la escuela estoica, quienes defendían la existencia de
una fuerza intrínseca en los seres naturales que hacía que los organismos vivos se desarrollasen al
tiempo que constituían una perfecta armonía con el resto de los seres. Las cosmovisiones renacentistas
asumirán está concepción animista presocrática y estoica, percibiendo una Naturaleza reconciliada con
el ser humano y no opuesta al mismo. Pero esta percepción renacentista pronto será sustituida por el
mecanicismo del siglo XVII, al considerar al universo como un máquina, como un reloj sin vida,
reducido a una mera extensión.
No obstante, esta concepción mecanicista generará una controversia que trasciende el propio siglo de
Descartes. Pensadores como Maupertuis, Bentham y Mill argumentan que los animales son seres
sensibles con capacidad de sentir dolor o placer, por lo que causarles el más mínimo dolor sin
necesidad es una crueldad y una injusticia, y en esto radica su exigencia ética. Para Jeremy Bentham,
por ejemplo, la capacidad para sufrir debe ser tenida en cuenta, ya que si un ser vivo sufre, su
sufrimiento debe ser considerado como el sufrimiento de cualquiera y no puede existir ningún tipo de
justificación moral que rechace que ese ser sufre y que permita por tanto este sufrimiento. El dolor y el
sufrimiento ocasionado a cualquier ser deberían ser evitados para estos autores, independientemente de
la especie que sufra o sienta dolor. Un dolor o un sufrimiento es igual de perjudicial para el ser que lo
padece, independientemente de si es humano o no humano, por lo que ha de tomarse en consideración.
Para el animalismo, un dolor o un sufrimiento es igual de perjudicial para el ser que lo
padece, independientemente de si es humano o no humano.

Este razonamiento ha sido utilizado en la actualidad por autores como Peter Singer o Tom Regan
basándose en lo que denominan el principio moral básico de la igualdad de consideración. Para estos
autores la igualdad entre animales humanos y no humanos no se fundamenta en la igualdad de
características asociadas a la capacidad moral y racional o a cuestiones físicas como la fuerza, sino a su
capacidad de sentir dolor y placer. El hecho de que otros animales no formen parte de nuestra especie
no nos da derecho ni a explotarlos ni a que podamos ignorar sus intereses como seres sintientes.
La reflexión actual en torno al trato ético a los animales debe liberarse de prejuicios y reflexionarse
como un problema ético más. Para estos autores, defender una vida digna de los animales sin
ocasionarles sufrimiento no es una cuestión de querer equiparar al ser humano con los animales, pero sí
de reconocer que son seres sintientes y apelar a la capacidad de empatía que poseemos tomando en
consideración ese sufrimiento, pues no existe justificación moral ni racional para ocasionarles un
sufrimiento innecesario. Esta reflexión debe partir de la realidad en la que nos situamos y elegimos. O
bien nos situamos en una realidad basada en la idea del dominio, o bien en la idea del respeto. Tal y
como expresa Angélica Velasco en su obra, La ética animal ¿Una cuestión feminista?: “Está en
nuestras manos el mundo que queremos construir. Elegiremos entre un mundo en el que prevalezca la
dominación, la explotación de los Otros, humanos y no humanos, o un mundo en el que nuestros actos
estén guiados por la actitud ética de respeto y compasión por todos aquellos con los que compartimos
el planeta”.
_______
(1) El “animalismo” como movimiento social se desarrolla a partir de la publicación Animal liberation
de Peter Singer en 1975, aunque no hay que olvidar que encontramos predecesores teóricos y
filosóficos que han sido invisibilizados u olvidados.

Você também pode gostar