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HUNOS

Los hunos (latín vulgar:huni; también como chuni; griego medieval: Oúnnoi / Οὕννοι), constituyeron una
confederación de pueblos nómadas y seminómadas, a partir de varias ramas étnicas procedentes del
área esteparia, junto con grupos conquistados o asimilados en el área balcánica. La importancia de los
hunos, estriba en la creación tardía de un auténtico aparato de poder, capaz de rivalizar en atribuciones e
influencias con las dos mitades escindidas del Imperio Romano, amenazando al mismo tiempo tanto a
Constantinopla como a Roma. A ello, debemos sumarle la repetida reincidencia de los historiadores
desde el siglo XVIII, encabezados por Edward Gibbon, que tomando como testigo los primeros
testimonios en las fuentes clásicas desde Amiano Marcelino, consideraban a los hunos como el verdadero
punto desde el cual se habría producido el llamado período de las grandes migraciones, precipitando de
forma paulatina al colapso y caída final del Imperio Romano de Occidente en el 4761, al mismo tiempo
que el propio Imperio Romano de Oriente, mantuvo una difícil situación en todos sus dominios europeos,
llegando a perder su autoridad en partes significativas de los mismos, especialmente en la zona tracia,
donde se concentraba gran parte de los ostrogodos hasta su marcha a Italia a finales del V d.C.
Paralelamente a esta noción tradicional sobre el papel histórico de los hunos, se debe hacer
necesariamente una división sociopolítica en torno a su propia evolución, advertida a través de las
fuentes documentales desde el propio Amiano Marcelino: así, un estatus inicial de los hunos, pasa por ser
una horda pujante, expansiva y amenazante hacia sus vecinos situados en las estepas occidentales
o pónticas, erigiéndose en este estatus original, como una confederación nómada al uso,
distinguiéndose una figura jerárquica o líder de la misma, acompañado de una red clientelar, adláteres y
ciertos estratos superiores. Un segunda etapa, la constituye ya su reubicación y asentamiento a lo largo
de las estepas, proyectando núcleos de estacionamiento temporal, e incluso observándose ya una figura
regia, paragonable a la idea del reiks (rex) germánico, lo que evidencia una perpetuidad o línea de
sucesión hereditaria, semejante al funcionamiento de un estado o dominio señorial. Esta distinción es
sumamente importante, de cara a tener en cuenta los cambios notorios que los hunos experimentaron
desde su aparición en el escenario europeo a finales del siglo IV d.C. y su repliegue generalizado hacia
las estepas y la pérdida de su poder ya a mitad del siglo V d.C., en tan sólo unas décadas.

Atila, el azote de Dios

Antes de Hitler, o Ivan el terrible, el símbolo del terror y la maldad fue Atila el huno, quien conquistó el Imperio
Romano en el siglo V. Fue tan temido que se le conocía como "el Azote de Dios". Pero la historia de Atila el huno es
más que un relato de salvajismo, es también la historia de un hombre nacido para ser líder. Alguien tan hábil para
hacer negocios y dirigir ejércitos como lo era con la espada.

Es el año 452 d. C., luego de una campaña relámpago en el norte de Italia, Atila, rey de los hunos, guía a sus
ejércitos hasta las mismas puertas de Roma. La capital del imperio más poderoso del mundo antiguo se encontraba
ahora a los pies de este temible jefe guerrero. Su pueblo había arrasado con Europa como una tormenta
proveniente de las estepas del Asia central, hacía tan sólo pocas generaciones.
Pero fue Atila quien unificó las tribus hunas. Desde que se convirtió en su líder, en el año 434, se había
transformado en uno de los gobernantes más poderosos sobre la faz de la tierra. Sin duda para sus enemigos
atemorizados, este notable hombre era "el Azote de Dios".
Atila el huno fue uno de los conquistadores más exitosos de la historia. En la cumbre del poder mantuvo a casi
todas las tribus bárbaras de Europa en un puño y con el otro amenazó con aplastar a todo el Imperio Romano.
Sus éxitos en la guerra le hicieron ganar otro tipo de distinción dudosa. Hace pocos años, la revista "Time" le pidió a
un grupo de historiadores que hiciera una lista de los diez hombres más odiados de la historia. Adolfo Hitler fue el
ganador indiscutible, pero muchos también colocaron a Atila al principio de la lista. Para muchas personas el
nombre de Atila el huno, evoca barbarie, terror y destrucción.

Sin embargo, en algunas partes del mundo, Atila goza de una mejor reputación. En Hungría por ejemplo, Atila no es
sólo un héroe nacional sino un nombre propio muy común. En muchas de las regiones que conquistó es recordado
como un gobernante sabio y bondadoso. Incluso en Estados Unidos la gente ha empezado a hacer una revisión de la
trayectoria de este gran rey bárbaro. En 1985, un libro titulado "Los secretos de liderazgo de Atila el huno", cautivó
a muchos líderes políticos y hombres de negocio. Al igual que Atila, el libro se convirtió en objeto de una gran
controversia.

Si bien es muy probable que merezca la reputación de bárbaro, por lo general los historiadores que perpetuaron su
imagen demoníaca también fueron motivados por un profundo sesgo religioso y cultural. Crearon mitos muy
duraderos y que difieren en gran medida de los hechos históricos. Asimismo, éstos se oponen a las leyendas que lo
describen con un aspecto muy idealizado.

El verdadero Atila fue un líder cruel, carismático y extraordinariamente talentoso. Después de heredar el trono,
unificó a las tribus hunas por vez primera. Bajo su liderazgo, los hunos eran prácticamente invencibles en el campo
de batalla.

Pero las mayores victorias no fueron siempre combatiendo, también fue un negociante astuto y un líder excepcional
que demostró tanta justicia como modestia.

En la guerra, sus ejércitos eran una fuerza irresistible y sangrienta que arrasaba con casi todo lo que encontraba a su
paso. Una sola palabra de Atila podía hacer desintegrar reinos y sacudir los cimientos de los imperios.

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