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CAPÍTULO XI

ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

TÍTULO I

TIPOS DE ACCIONES

645. Acciones que nacen de un ilícito civil: reparación en naturaleza, in-


demnización de perjuicios y enriquecimiento sin causa. a) El hecho del
demandado puede producir un daño que sea removible, de modo que el
demandante sea restituido en naturaleza a la situación anterior al daño
(infra § 57); asimismo, puede obtener una reparación por equivalencia, en
la forma de una indemnización de perjuicios que corresponda a la dismi-
nución patrimonial o compensatoria del daño patrimonial o moral sufrido
por la víctima (infra § 58); finalmente, puede ocurrir que el hecho ilícito
no haya provocado daño alguno al demandante, pero haya producido un
beneficio para el demandado, en cuyo caso no se puede hablar propia-
mente de responsabilidad, sino de una forma de enriquecimiento injusto
que resulta del ilícito (infra § 60).
Las situaciones anteriores pueden combinarse como resultados de un
mismo hecho. Así, por ejemplo, en el caso de un daño corporal, los gastos
de recuperación se asocian al interés de la víctima en ser físicamente resti-
tuida (lo más cercanamente posible) al estado anterior al accidente; ade-
más, ha sufrido perjuicios de carácter estrictamente económicos, como es
el caso del lucro cesante por el período en que se encontró imposibilitada
de trabajar. Algo semejante puede ocurrir con el ilícito que produce enri-
quecimiento a su autor: usar un bien ajeno puede ser calificado como un
daño consistente en lucro cesante para el propietario, en la medida que
deja de percibir la renta correspondiente; pero también puede reportar al
infractor un beneficio injustificado que exceda el monto de ese daño, en
cuyo caso resulta de interés saber si el propietario tiene una acción restitu-
toria de ese enriquecimiento injusto.
b) La más característica de las acciones civiles que nacen del ilícito es
la acción indemnizatoria. En el ejemplo del vehículo dañado en un acci-
dente, el dinero tiene la ventaja de hacer posible que la víctima reciba
una reparación en naturaleza (como ocurre con la suma que le permite
reparar el automóvil), compensar el uso perdido o el lucro cesante cau-

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§ 56. RESPONSABILIDAD DE DIRECTORES Y GERENTES DE SOCIEDADES

sado durante la reparación e incluso compensar el menor valor que el


vehículo tiene luego de reparado (en comparación con el que tenía an-
tes del accidente). A ello se agrega que mediante el dinero se puede dar
una satisfacción por los daños morales que no son reparables en natura-
leza, ni estrictamente avaluables en dinero. El valor de cambio del dine-
ro permite que sea usado para fines reparatorios y compensatorios de
muy diversos tipos.
c) La acción de reparación en naturaleza se dirige directamente a evitar o
interrumpir un daño que amenaza producirse o que actualmente afecta al
demandante, o permitir a éste la recuperación de un bien que ha sido
afectado por un hecho del demandado. Usualmente, la acción de repara-
ción en naturaleza es subsumida bajo la forma de una acción indemnizato-
ria, porque se demanda la suma de dinero necesaria para que la víctima
quede restituida al estado anterior al accidente (como ocurre con la repa-
ración del automóvil dañado o con los cuidados médicos que siguen al
accidente). Pero también se puede demandar que el responsable realice
un acto positivo de restitución (como es desmentir una noticia falsa), pon-
ga término a un hecho dañoso (como ocurre usualmente con atentados a
la privacidad o a la propiedad intectual) o evite realizar un acto dañino.
En otras palabras, los fines de la reparación en naturaleza pueden ser per-
seguidos por medio de la acción indemnizatoria o directamente mediante ac-
ciones dirigidas a obtener ciertos actos u omisiones reparadoras del
demandado.
d) Finalmente, el hecho ilícito puede traducirse en un beneficio
para el demandado que no tiene como efecto correlativo un perjuicio
para el demandante (como ocurre, por ejemplo, si sin autorización se
usa un bien que el propietario no tenía previsto aprovechar en ese tiem-
po), o bien puede ocurrir que el beneficio obtenido por quien se apro-
pia de un bien ajeno sin permiso sea mayor que la renta que el titular
podría haber obtenido de un tercero. En estos casos, cabe analizar la
procedencia de una acción que no atiende al daño que se sigue del
ilícito, sino a los beneficios que injustamente obtiene el demandado.
La acción, en consecuencia, es de restitución de beneficios y no propia-
mente indemnizatoria.

646. Finalidades preventivas, interruptivas y reparatorias del daño de las


acciones civiles. Desde un punto de vista temporal las acciones que nacen
de un ilícito civil pueden tener por objeto impedir que el daño llegue a
ocurrir, poner término a su realización, o bien restituir en naturaleza o
compensar en dinero el daño ya ocurrido. En cuanto a su fin, las acciones
preventivas e interruptivas son típicamente acciones en naturaleza, porque
su objeto no es el dinero, sino resguardar la integridad del bien amenaza-
do o afectado por la intervención del tercero. Por el contrario, las accio-
nes dirigidas a la reparación del daño ya provocado son usualmente
indemnizatorias, con las dos reservas ya insinuadas: que siendo posible la
reparación en naturaleza se puede solicitarla directamente del demanda-
do y que, aun en el caso que lo demandado sea una indemnización, su

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ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

cálculo toma en consideración el costo de restituir el bien dañado a su


estado anterior (o al estado más cercano que sea posible obtener).
En consecuencia, las acciones preventivas e interruptivas del daño son
siempre acciones en naturaleza, mientras que las reparatorias pueden ser
en naturaleza o indemnizatorias. En atención a la mayor entidad que tiene
la distinción que atiende al contenido de la pretensión, se ha optado por
ordenar la exposición de acuerdo a este último criterio, de modo que las
acciones preventivas e interruptivas serán analizadas en la sección dedica-
da a las acciones en naturaleza.

647. Plan de este capítulo. En este capítulo se hará referencia, ante todo, a
la acción de reparación en naturaleza (infra § 57), luego a la de indemni-
zación de perjuicios (infra § 58) y, finalmente, a la de restitución de bene-
ficios que se siguen de un ilícito (infra § 60).
Respecto de la acción indemnizatoria se hace presente que aquí se
analizarán preguntas que no han sido desarrolladas en el capítulo dedica-
do a daño (Capítulo IV), y que se refieren preferentemente a aspectos téc-
nicos de la acción y de concurrencia de esa pretensión con otros derechos
de la víctima que también tienen por antecedente el daño sufrido (segu-
ros, prestaciones del derecho social).
Por lo general, lo que se expresa en este capítulo se aplica a los estatutos
de responsabilidad estricta u objetiva, salvo que por su naturaleza se infiera
que sólo resulta pertinente respecto de la responsabilidad por culpa.
Los aspectos procesales de las acciones de responsabilidad y su extin-
ción serán tratados en el Título II de este capítulo.

§ 57. ACCIÓN DE REPARACIÓN EN NATURALEZA

a. Planteamiento

648. Tipos de reparación en naturaleza. El derecho de la responsabilidad


civil es mirado normalmente desde la perspectiva de la obligación indem-
nizatoria. En el ámbito contractual ello resulta evidente, porque el incum-
plimiento del contrato da lugar a acciones de ejecución forzada (satisfacción
en naturaleza) y de responsabilidad contractual (satisfacción por equiva-
lencia). La distinción es un resultado natural de los dos niveles que tiene
la obligación emanada de un contrato: por un lado, el deudor está obliga-
do a cumplir la obligación convenida, para lo cual el acreedor dispone de
la acción de cumplimiento en naturaleza; y, por otro, del incumplimiento
imputable se sigue la acción indemnizatoria por los perjuicios irrogados.
En materia de responsabilidad extracontractual, ambos niveles se confunden,
porque el deber general de cuidado cuya infracción da lugar a la respon-
sabilidad no es homologable a la relación personal obligatoria que nace
del contrato.
Con todo, una vez cumplidas las condiciones de la responsabilidad (cul-
pa, daño y causalidad), a la víctima se le abre un conjunto de acciones que

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§ 57. ACCIÓN DE REPARACIÓN EN NATURALEZA

conducen a resultados análogos al incumplimiento de un contrato:1 por


un lado, puede reclamar la indemnización de los perjuicios y, por otro,
puede demandar la reparación en naturaleza del daño sufrido.2
Las acciones que persiguen obtener en naturaleza el bien cautelado
pueden tener por objeto prevenir la producción del daño (sección b), po-
ner término a una situación que está provocando un daño (sección c), o
forzar al deudor a que restituya al actor a la situación anterior al daño que
ha provocado (sección d).

649. Requisitos de procedencia de las acciones de reparación en naturaleza.


a) Las acciones meramente restitutorias están sujetas en el derecho civil a
requisitos de procedencia diferentes a las indemnizatorias. El caso más típi-
co es el de las prestaciones mutuas que las partes se deben a consecuencia
de la declaración de nulidad o de una reivindicación exitosa: en materia de
frutos, mejoras y deterioros, los efectos son puramente restitutorios si no
hay razón para atribuir responsabilidad; por lo mismo, son típicamente in-
demnizatorios si ha habido mala fe (artículos 904 y siguientes). En otras
palabras, la mera restitución persigue el restablecimiento en un derecho,
mientras la indemnización tiene como requisito un ilícito (salvo las hipóte-
sis legales de responsabilidad estricta).
b) El derecho civil sólo reconoce una acción general de restitución en
naturaleza por daños ya producidos si se cumplen los requisitos de la res-
ponsabilidad civil, incluida la ilicitud de la conducta del demandado. Con
independencia de la culpa, sólo se reconocen acciones dirigidas a preve-
nir o poner término a una acción dañosa. Así procede una acción para
prevenir el daño, sólo si el mismo es antijurídico (esto es, no debe ser
soportado por la víctima) e inminente; y si la conducta causante del daño
continúa produciéndolo, se puede solicitar al tribunal que ordene la cesa-
ción y remoción de la turbación injusta (infra § 57 b).3

1 La doctrina que se presenta en esta sección corresponde al desarrollo del derecho

civil; desde un punto de vista económico, del mismo modo como se ha argumentado que
no debe haber acción de cumplimiento forzado del contrato, porque puede ser socialmen-
te más eficiente que el acreedor se conforme con la indemnización (doctrina del incumpli-
miento contractual eficiente), así también se ha argumentado que la propiedad y la
responsabilidad son mecanismos alternativos para proteger un derecho. Así, mientras la pro-
piedad permite excluir al invasor del derecho por medio de una acción restitutoria, la res-
ponsabilidad transforma el daño en indemnización, de modo que salvo que el derecho esté
cautelado por reglas de propiedad (o análogas), el derecho no debería reconocer una ac-
ción de reparación en naturaleza (un desarrollo de estas ideas en Calabresi/Melamed 1972).
2 Funcionalmente, la indemnización de perjuicios también puede estar dirigida a fi-

nanciar los costos de la reparación en naturaleza (supra Nos 172 y 196); en tales casos, sin
embargo, el objeto de la acción no es el actus contrarius al que provova el daño (como sería,
por ejemplo, remover escombros depositados en la propiedad ajena o rectificar una infor-
mación errónea), sino una indemnización que se calcula sobre la base del costo de restitu-
ción; la diferencia es relevante especialmente a efectos de determinar la procedencia de
acciones restitutorias de derecho estricto, que prescinden de la culpa, como ocurre con las
acciones del propietario (Larenz/Canaris 1994 698).
3 Larenz/Canaris 1994 675, con referencias bibliográficas.

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ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

Distinto es el estatuto de la acción de reparación por daños ya produci-


dos, que debe cumplir con los requisitos generales de la responsabilidad
civil. La reparación en naturaleza de los daños sufridos por la víctima es
una acción de responsabilidad y no de mera restitución, de modo que sólo
procede si esos daños se han producido a consecuencia de la culpa del
demandado. Si se aceptara una amplia acción restitutoria, independiente
de la culpa del demandado, en la práctica se estaría transformando en
estricta una responsabilidad típicamente regida por el estatuto general de
la responsabilidad por culpa, como ocurre con los costos de reparación de
un automóvil dañado o de recuperación de un accidentado.4 Por eso, los
requisitos de la responsabilidad son los mismos si lo demandado es un
daño puramente patrimonial o si la indemnización tiene por objeto cubrir
los costos de reparación de una cosa dañada (supra Nos 172 y 176).

650. Acciones de reparación en naturaleza de carácter puramente restitu-


torio. a) Además de las acciones de responsabilidad, el derecho civil reco-
noce acciones restitutorias en protección de ciertos derechos. El caso más
típico es el derecho de propiedad, que está cautelado por las acciones
posesorias (que protegen la apariencia de propiedad) y la reivindicatoria
(que cautela propiamente el derecho de propiedad). Además de la pro-
piedad, otros derechos son protegidos por acciones que tienen una finali-
dad puramente restitutoria, como ocurre especialmente en el caso de los
derechos de la personalidad.5 En estos casos, la protección del derecho
absoluto (típicamente la propiedad) da lugar a una acción para ser resta-
blecido en su goce.
b) De especial importancia es la concurrencia de acciones indemniza-
torias y de reparación en naturaleza en materia de libertad de expresión.
La indemnización de perjuicios por información errónea que afecta la
honra está sujeta a requisitos de culpabilidad comparativamente altos en
atención a que esa responsabilidad puede significar en la práctica una
restricción de la libertad de información. Distinta es la situación con las
acciones dirigidas a lograr una rectificación de una noticia errónea o co-
rregir una información que traiciona la imagen que el demandante ha
formado frente a los demás. En efecto, de la circunstancia de que un me-
dio de comunicación no responda per se de la falsedad de una información
(en la medida que no ha actuado con la falta del cuidado debido), no se
sigue que no deba ser restituida la honra de la persona equivocadamente
atribuida mediante las rectificaciones o los otros medios del caso, como
puede ser la publicación de la sentencia condenatoria (supra Nº 418).
c) Los conflictos de vecindad y las intromisiones en la propiedad ajena
dan lugar a acciones restitutorias (incluyendo la cesación de las turbacio-
nes y la remoción del daño causado), que en parte se pueden resolver con
las reglas del derecho de bienes (acciones posesorias y reinvindicatorias).

4 Medicus 2003 b 447.


5 Larenz/Canaris 1994 707, Viney/Jourdain 2001 81; véase también nota al Nº 648.

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§ 57. ACCIÓN DE REPARACIÓN EN NATURALEZA

b. Acciones preventivas

651. Acciones civiles preventivas del daño. a) El derecho civil otorga desde
el derecho romano acciones para prevenir la producción del daño. Es el
caso de las acciones que se dirigen a impedir el daño temido, esto es, “el
daño aún no causado, que tememos se va a producir”.6 Las acciones pose-
sorias de denuncia de obra nueva y de denuncia de obra ruinosa siguen
cumpliendo en el derecho moderno esta finalidad, en la medida que cau-
telan preventivamente el goce de un derecho real o el acaecimiento de un
daño a las personas o las cosas (artículos 930, 932, 937, 948). Sin embargo,
con el correr del tiempo, han surgido nuevos riesgos, de modo que su
ámbito de protección es limitado.
b) En el título XXXV del libro IV, de los delitos y cuasidelitos civiles, “se
concede una acción popular en todos los casos de daño contingente que
por imprudencia o negligencia de alguien amenace a personas indetermi-
nadas; pero si el daño amenazare solamente a personas determinadas, sólo
alguna de éstas podrá intentar la acción” (artículo 2333). A diferencia de las
acciones posesorias, la acción tiene por supuesto que el daño temido tenga
su fuente en la negligencia o imprudencia. En consecuencia, esta acción no
cubre las hipótesis en que el daño se debe a los riesgos que debemos tolerar
por el hecho de vivir en sociedad. En atención al interés público compro-
metido, se compensa al denunciante el empobrecimiento que sufre en ra-
zón de la acción, sin perjuicio de las remuneraciones que otorguen leyes
especiales (artículo 2334). La seriedad del peligro es evaluada por el juez e
inequívocamente se trata de una cuestión de hecho.
Por cierto que si el daño se materializa antes de que el peligro sea
removido, habrá lugar a la responsabilidad si al demandado se le puede
imputar negligencia. Con todo, si el daño se hubiera producido de igual
modo sin el defecto denunciado, no hay lugar a la responsabilidad, según
las reglas generales.7
c) A diferencia de las acciones posesorias, la acción preventiva del
artículo 2333 no lleva aparejado un procedimiento especial por la ley pro-
cesal. Usualmente será aplicable el procedimiento sumario en razón de la
regla general que lo establece respecto de las acciones que requieren de
tramitación rápida para que sean eficaces (Código de Procedimiento Civil,
artículo 680 I). Sin embargo, en atención a que este procedimiento tam-
poco asegura la urgencia requerida, la práctica procesal tiende a recurrir
a la acción de protección o a las medidas cautelares anticipatorias, como
se verá sucintamente en los párrafos siguientes.

652. Acción constitucional de protección. a) La acción de protección tiene


por objeto obtener amparo judicial frente a actos u omisiones arbitrarias o
ilegales que provoquen la amenaza, perturbación o privación en el legítimo
ejercicio de ciertos derechos y garantías constitucionales (Constitución Polí-

6 Digesto 39.2.2 (Gayo).


7 Véase el artículo 934 y supra Nos 251 y 270.

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ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

tica, artículo 20).8 Los derechos constitucionales son inequívocamente bie-


nes protegidos por el derecho privado (supra Nº 146); sin embargo, su cau-
tela más eficaz está dada por la acción constitucional de protección, atendida
su tramitación expedita; así también se explica que haya cumplido funcio-
nes prácticas importantes (aunque sistemáticamente discutibles) como ac-
ción preventiva y suspensiva del daño entre personas privadas.
En especial, ha sido un instrumento eficaz para evitar el recurso de
vías de hecho, dejando en suspenso la alteración del statu quo hasta que
haya un pronunciamiento judicial, en analogía con las acciones poseso-
rias, y para lograr un pronunciamiento judicial sobre derechos que apare-
cen indubitados y que requieren de urgente reconocimiento, en analogía
con los alimentos provisorios del artículo 327. La importancia preventiva
de la acción de protección se muestra en el primer grupo de casos.
b) La acción de protección cumple las funciones de tutela preventiva y
curativa de un derecho que es objeto de amenaza o perturbación por un
tercero. Para que prospere es necesario invocar una garantía constitucio-
nal enumerada en el artículo 20 de la Constitución, lo que obliga frecuen-
temente a forzar el sentido de la pretensión para que resulte subsumible
bajo alguno de los derechos cautelados.9
Lo interesante de la protección es que no requiere la culpa del recurri-
do, sino que basta la amenaza o turbación de un derecho constitucional
indubitado y que el daño no se trate de aquellos que la víctima debe so-
portar (como puede ser la opinión desfavorable que daña el nombre de
una personalidad pública).

653. Medidas precautorias en juicio civil. El medio que abre el derecho proce-
sal civil para obtener una medida preventiva frente a un daño de los referidos
en el artículo 2333 es que el juez decrete una medida precautoria, en la for-
ma de una cautela anticipatoria del derecho pretendido.10 En circunstancias
8 Están cauteladas las garantías del artículo 19 Nos 1º (vida, e integridad física y psíqui-

ca), 2º y 3º (igualdad ante la ley y en la protección de los derechos), 4º (honra y privaci-


dad), 5º (inviolabilidad del hogar y de la comunicación), 6º (libertad de conciencia), 8º
(medio ambiente libre de contaminación), 9º inciso final (elección del sistema de salud),
11º (libertad de enseñanza), 12º (libertad de opinión e información), 13º (libertad de re-
unión), 15º (libertad de asociación), 16º (en lo referente a la libertad de trabajo), 19º (li-
bertad de sindicalización), 21º (libertad de emprendimiento económico), 22º (no
discriminación arbitraria), 23º (libertad para adquirir el dominio), 24º (propiedad) y 25º
(creación y difusión artística y propiedad intelectual e industrial).
9 Esa es la conclusión del espléndido trabajo de análisis jurisprudencial de Jana/Marín

1996 passim y especialmente 134. Ilustrativo de la eficacia de la acción de protección para


la prevención de daños, con fundamento en los derechos de propiedad y a la integridad
física, es un caso en que la construcción de determinadas obras amenazaba con causar per-
juicios a vecinos y transeúntes (CS, 11.5.2006, GJ 311, 65).
10 Las medidas precautorias del juicio civil pueden ser también decretadas por los jueces de

policía local, lo que es de importancia práctica en las disputas de vecindad que éstos conocen
cuando se han infringido ordenanzas u otras regulaciones municipales (ley Nº 18.287, que esta-
blece procedimiento ante los juzgados de policía local, artículo 30; en relación con el artículo
13 letra b de la ley Nº 15.231, sobre organización y atribuciones de los juzgados de policía local).

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§ 57. ACCIÓN DE REPARACIÓN EN NATURALEZA

que las referidas en el artículo 290 no coincidirán usualmente con el propósi-


to perseguido por el actor, el camino es solicitar alguna de las medidas inno-
minadas que autoriza el artículo 298, otorgando una caución proporcionada
que es determinada por el juez. El juez tiene amplias facultades prudenciales
para valorar la urgencia y determinar la medida de prevención adecuada. Si
el peligro de daño es grave y la prevención es urgente, la medida precautoria
puede demandarse incluso en la forma de una medida prejudicial precauto-
ria en los términos referidos por el artículo 279 del mismo código.11

654. Conveniencia de que exista un procedimiento general para el reconoci-


miento provisorio de un derecho. En materia de responsabilidad civil, con-
tractual y extracontractual, la víctima de los daños requiere a menudo un
auxilio urgente. Se ha visto que la mayor ventaja de la acción de protección
es procesal y no sustantiva. Como se ha indicado en el párrafo precedente,
las medidas cautelares del Código de Procedimiento Civil son suficiente-
mente flexibles como para lograr una resolución que impida la producción
del daño. Sin embargo, como ocurre desde antiguo con el instituto de los
alimentos provisorios en el derecho civil, sería conveniente establecer un
procedimiento general de urgencia, siguiendo una tendencia generalizada
en el derecho comparado, que permita cautelar provisoriamente el interés
de la víctima, a condición de que los antecedentes muestren que la preten-
sión tiene fundamento plausible y que de la demora se siga la posibilidad
cierta que su interés pueda verse seriamente amenazado.12

c. Acciones para poner término al daño actual


655. Acciones disponibles. Quien es víctima de un daño actual y continua-
do puede solicitar al juez que lo haga cesar del modo que resulte más
eficaz. También respecto de esta pretensión, el procedimiento aplicable
será el sumario, porque siempre que se trate de poner término a una ac-
ción dañosa, por su naturaleza requerirá de tramitación rápida para que
sea eficaz (Código de Procedimiento Civil, artículo 680 I). Aun así, este
procedimiento sumario resultaría en la práctica usualmente ineficaz en
atención a la urgencia que requerirá la pretensión del demandante. A ese
efecto quedan abiertos a la víctima los caminos de las medidas precauto-
rias y la acción de protección en los mismos términos que cuando se persi-
guen fines puramente preventivos (supra § 57 b).13 La lógica que subyace
11
Sobre el desarrollo de diversos tipos de medidas provisorias en el derecho procesal
civil comparado y la posibilidad de extender la eficacia preventiva de las medidas cautela-
res innominadas del Código de Procedimiento Civil, J. C. Marín 2004 463.
12
J. C. Marín 2004 b 95 y 264.
13 En el caso de una terraza que no estaba impermeabilizada y que causaba daños al pro-

pietario de un piso inferior, se falló que la denuncia de obra ruinosa del artículo 932 también
se puede extender a la reparación de la causa del daño, estableciéndose un plazo al denun-
ciado para realizar los actos necesarios para evitar la turbación a la posesión ajena, bajo aper-
cibimiento de que el denunciante los emprenda con cargo al denunciado (Corte de Santiago,
16.3.1998, GJ 213, 102).

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ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

tras estas acciones es restitutoria y no reparatoria, de modo que su proce-


dencia no está sujeta al requisito de la negligencia.

656. Medidas que puede decretar el juez. Desde antiguo se ha aceptado


por la doctrina que “el juez puede dar órdenes y decretar, por tanto, todas
las medidas que estime conducentes a hacer cesar el daño”. Esta facultad
es una consecuencia natural del derecho que tiene la víctima a ser restitui-
da en naturaleza a la condición anterior a la que se encontraba antes del
acaecimiento del hecho ilícito del tercero. Así, si un vecino está causando
ruidos molestos o malos olores que superan lo tolerable en relaciones de
vecindad, el juez puede ordenar que sean suspendidas las actividades que
los provocan; y si se está usando indebidamente una marca o una creación
que es objeto de propiedad intelectual, se podrá ordenar la suspensión de
esa actividad. En definitiva, la acción para poner término al daño actual es
la más elemental de las acciones que persiguen la restitución en naturale-
za y el juez está autorizado para decretar la suspensión del hecho ilícito
que provoca la turbación del derecho o interés perturbado.

d. Restitución en naturaleza a la situación anterior al daño

657. Formas en que se puede producir la restitución. a) La restitución en


naturaleza comprende un conjunto de pretensiones cuyo fin no es simple-
mente compensar económicamente al deudor por el daño sufrido, sino
restituirlo a la condición efectiva en que se encontraba antes del hecho
del demandado.14
El más elemental requisito para que proceda la restitución en naturale-
za es que ella resulte posible. Si la víctima ha muerto o la cosa se ha destrui-
do y no es posible su sustitución, la reparación en naturaleza está descartada
y sólo procede la indemnización compensatoria.
b) Si la restitución en naturaleza resulta posible, aunque sea sólo de
manera incompleta (como suele ocurrir con las lesiones corporales), el
principio es que la víctima tiene derecho a exigir del responsable ser resti-
tuida de la forma más cercana posible al estado anterior al provocado por
el ilícito del demandado, o que éste indemnice al demandante con la can-
tidad de dinero suficiente para que pueda hacerse cargo de la reparación.
En otras palabras, la finalidad de la reparación en naturaleza se puede
satisfacer por dos medios diferentes: por un lado, el responsable es conde-
nado a efectuar la restitución; por otro, el demandado tendrá que indemnizar
el costo de restituir.
Incluso en los sistemas jurídicos donde la acción principal tiene por
objeto que el responsable se haga cargo de la reparación en naturaleza, el
método más práctico de hacer valer la responsabilidad consiste en que el

14 Sobre la idea de restitución como diferente de la mera reparación en la tradición jurí-

dica del derecho civil, Roujou de Boubée 1974 passim.

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§ 57. ACCIÓN DE REPARACIÓN EN NATURALEZA

demandado indemnice el costo de reparación de la cosa dañada o la recu-


peración clínica de la víctima accidentada, pues quien sufre el daño usual-
mente preferirá tomar por sí mismo esas decisiones, aunque ello ocurra a
costa del responsable.15

658. Objeto de la pretensión. a) La reparación en naturaleza usualmente


tiene un objeto definido por el tipo de daño: si una cosa ha sido deteriora-
da, se le debe reparar; si ha sido destruida, debe ser reemplazada por otra
equivalente; si la víctima ha sufrido lesiones corporales, deben cubrirse los
costos médicos y de hospitalización; si se ha deteriorado el medio ambien-
te, se le debe restituir.
b) Pero también puede obtenerse una reparación en naturaleza por
medio de conductas que no están dirigidas a restituir, sino que conducen
a un resultado equivalente; es el caso, por ejemplo, de la reparación de
una difamación mediante la carga de publicar la sentencia que declara
incorrecta una información que afecta el nombre ajeno, lo que opera como
una especie de restitución moral del ofendido16 (supra Nº 418), o la repa-
ración de un atentado a la libre competencia mediante una resolución
que ordena poner término a un cierto contrato que es calificado como
ilícito.17 En el extremo, especialmente cuando el daño moral puede ser
reparado mediante la publicidad del ilícito que lo ha provocado, la repa-
ración en naturaleza puede asumir la forma de una indemnización simbó-
lica (supra Nº 419 b).

659. Opción de demandar la restitución en naturaleza o una indemniza-


ción compensatoria. a) La reparación en naturaleza es una opción para
el demandante, pues el derecho chileno no establece un orden de pre-
cedencia de las acciones. La reparación en naturaleza, sea que el de-
mandado emprenda la restitución por sí mismo o la haga posible
mediante una indemnización suficiente para que la víctima pague los
costos de reparación, es siempre una alternativa o un complemento a
la valoración contable de la pérdida patrimonial neta o del daño moral
sufrido. Ello se muestra, por ejemplo, en el caso de una cosa deteriora-
da: la acción en naturaleza tiene por objeto que el responsable la repa-
re por sí mismo o indemnice a la víctima con una suma equivalente al
costo de reparación (en perfecta analogía con las obligaciones contrac-
tuales de hacer, según el artículo 1553); la indemnización compensato-
ria del perjuicio patrimonial neto, por el contrario, tiene por objeto la
diferencia del valor de la cosa entre antes y después de haber sido da-
ñada. Como se ha visto (supra Nº 173), uno y otro método de cálculo
de la indemnización pueden conducir a resultados diferentes, que se
explican por sus distintas finalidades.

15 Kötz/Wagner 2006 256.


16 Viney/Jourdain 2001 73.
17 Véase el artículo 17 K letra a del DL 211/1973.

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ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

b) La restitución en naturaleza corrige totalmente el daño o lo dismi-


nuye, de modo que produce un efecto reflejo en la acción indemnizatoria:
en la medida que el daño disminuye, menor será el monto de la indemni-
zación.18 Incluso puede considerarse que constituye un ejercicio abusivo
de la acción indemnizatoria si ella es ejercida sin consideración de que la
corrección en naturaleza pueda disminuir significativamente los perjuicios
(infra Nº 660). Por otra parte, especialmente en ilícitos de palabra, una
indemnización puramente simbólica puede tener el efecto de una repara-
ción en naturaleza, en la medida que supone dar por públicamente esta-
blecido lo injusto del daño provocado al demandante.19
Por lo mismo, al determinar la indemnización el juez debe valorar el
daño remanente si el demandado ha realizado actos de reparación en na-
turaleza, o debe realizarlos en razón de lo dispuesto en la sentencia (como
ocurre con la eliminación de una fuente de malos olores, con la correc-
ción de una información falsa, con las disculpas en caso de un insulto o
con la publicación de una sentencia que da por establecido el ilícito del
demandado).
c) Excepcionalmente, la acción en naturaleza está sujeta a exigencias
menos estrictas que la acción indemnizatoria, en la medida que esta últi-
ma ponga en riesgo bienes jurídicos de valor igual o superior al daño
causado. Así ocurre, por ejemplo, con el conflicto entre la libertad de
expresión y la honra. Si un medio de comunicación da una noticia falsa
por un error que no da lugar a responsabilidad civil, de ello no se sigue per
se la responsabilidad; sin embargo, suele ser exigible la reparación en na-
turaleza, que en nada amenaza la libertad de expresión y cautela el bien
de la honra (supra Nos 373 y 413).

660. Límites a la opción y acumulación de restitución y reparación. a) La


restitución en naturaleza puede constituir una carga excesiva para el de-
mandado. Así ocurre cuando su costo excede tan sustancialmente el de la
reparación puramente patrimonial que en justicia no resulta exigible al
demandado que asuma el costo de la restitución. Mientras algunos orde-
namientos reconocen esta solución en la ley,20 en otros también ha sido
reconocida jurisprudencialmente de lege ferenda.21

18
Viney/Jourdain 2001 26.
19
R. Domínguez Á. 1990 134; Deutsch/Ahrens 2002 213.
20
Así es el caso del BGB, § 251 II, que autoriza pasar por alto la reparación en naturale-
za cuando ella sólo se puede materializar a un costo desproporcionado; y del artículo 2058 II
del Cód. ital., que permite excluirla cuando es excesivamente onerosa para el deudor (para
la desproporción en el daño a las cosas, supra Nº 163). El artículo 6.109.1 del Cód. hol. (como
otros códigos del norte de Europa) contiene una disposición general de moderación del daño
cuando el principio de la reparación integral conduce a resultados inaceptables (infra Nº 683).
21
Es el caso de España (Vicente en Reglero 2002 a 220, con referencia a Llamas 2000
1853). En el derecho francés alguna doctrina se ha manifestado partidaria de emplear el
instituto del abuso de derecho como correctivo, pero la jurisprudencia se ha mostrado reti-
cente (Viney/Jourdain 2001 45), pero si el conflicto es entre la reparación de la cosa o su

879
§ 57. ACCIÓN DE REPARACIÓN EN NATURALEZA

A la inversa, en el párrafo anterior se ha mostrado que la aceptación


de una reparación en naturaleza puede ser inexcusable cuando ella signi-
fica un fuerte correctivo del daño sufrido por el demandante o cuando así
resulta del sopesamiento de los bienes jurídicos comprometidos.
b) El establecimiento de límites al ejercicio del derecho de opción
se deslinda mediante el instituto del abuso de derecho y tiene su fun-
damento en el principio de proporcionalidad: allí donde la consecuen-
cia jurídica sea excesiva y se produzca una desnaturalización del fin de
la norma que otorga el derecho, éste cederá a efectos de que la propor-
cionalidad no sea afectada, imponiendo un gravamen excesivo al res-
ponsable (supra Nº 414).22
La regla que limita la opción por la acción de reparación en natura-
leza, si ella no resulta exigible por desproporcionada, vale para el daño
a las cosas (supra Nº 174), pero puede ser generalizada para el daño
patrimonial. Tratándose del daño a las personas, en principio no rige
esta limitación; sin embargo, el estándar médico y clínico cubierto por
la indemnización es el que corresponde al promedio en la medicina
del país (supra Nº 182), de modo que no quedan cubiertos los gastos
extraordinarios de tratamientos inusualmente costosos (intervención
quirúrgica en el extranjero o en una clínica particularmente cara, por
ejemplo).
c) Por otra parte, la restitución en naturaleza suele acumularse a la in-
demnización estrictamente reparatoria. Así ocurre si la cosa dañada es re-
parada, de modo que, si bien es posible recuperar su valor de uso, puede
tener un valor venal inferior al que tenía antes del daño (supra Nº 173); y
con el daño corporal, donde la indemnización que cubre los gastos nece-
sarios para la restitución al estado de salud anterior se suele acumular a la
compensación del daño moral y a la reparación del lucro cesante (supra
Nos 182 y siguientes).

661. Normas aplicables a la restitución en naturaleza en el derecho chi-


leno. La restitución en naturaleza presenta menores dificultades en el
derecho chileno que en el comparado, en atención a la variedad de
instrumentos que la ley entrega para hacer valer los distintos tipos de
obligaciones.
Si el demandado resulta obligado por la sentencia a hacer una cosa, el
actor dispone de la triple opción que le reconoce el artículo 1553 (en
relación con los artículos 530 y siguientes del Código de Procedimiento

sustitución, hay jurisprudencia que estima que debe haber una especial justificación para
que proceda la primera si es significativamente más costosa que adquirir un bien de reem-
plazo (Viney/Jourdain 2001 187).

22 Un análisis en extremo lúcido de la idea de proporcionalidad en el derecho priva-

do, con referencia a los límites al ejercicio de la acción en naturaleza, en Medicus 1992 36.

880
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

Civil): puede pedir, alternativamente, i) que se apremie al deudor para


que haga la restitución, ii) que éste le provea los fondos para que la resti-
tución pueda ser efectuada por la víctima, o iii) que se indemnicen los
perjuicios (esto es, la pérdida patrimonial neta).
Si el daño se repara mediante una prestación de dar o entregar un cuer-
po cierto, se podrá pedir la ejecución en naturaleza en el juicio ejecutivo
respectivo (Código de Procedimiento Civil, artículo 438 Nº 1); si se trata
de dar un cosa genérica, la ejecución recae sobre la cantidad de dinero
que sea necesaria para su adquisición (Código de Procedimiento Civil,
artículo 438 Nº 2).
Finalmente, si el demandado queda obligado por la sentencia a no ha-
cer una cosa tendrá efecto la regla del artículo 1555 (en relación con el
artículo 544 del Código de Procedimiento Civil), de modo que si no se
cumple lo ordenado por la sentencia, la obligación deviene en una de
hacer (deshacer lo hecho).

§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA

662. Plan de exposición. En este apartado se estudiarán aspectos comunes


a toda indemnización en dinero. En circunstancias que al tratar del daño
han sido desarrollados los aspectos sustantivos más importantes de la obli-
gación indemnizatoria, aquí se estudiarán elementos accesorios de la in-
demnización (reajustes e intereses), diversos aspectos técnicos de la
avaluación de los perjuicios, la relevancia de otros beneficios compensato-
rios que puede recibir la víctima, la naturaleza jurídica del crédito indem-
nizatorio y la calificación jurídica de la resolución que determina el quantum
de la indemnización.

a. Nacimiento y mora en el cumplimiento de la obligación

663. Época en que nace la obligación indemnizatoria. a) La responsabi-


lidad civil tiene un antecedente complejo que comprende i) el hecho
ii) imputable y iii) culpable iv) que causa v) daño. En la responsabili-
dad estricta se elimina el requisito de la culpa y se da por supuesta la
imputabilidad, pero subsisten los demás. La obligación indemnizatoria
nace cuando se cumplen copulativamente las condiciones de responsa-
bilidad. En consecuencia, por más que sólo en la sentencia definitiva
sea determinado el quantum de la indemnización, esa resolución no es
técnicamente constitutiva, sino declarativa de una obligación preexis-
tente.
En atención a que el daño sólo puede ser contemporáneo o posterior
(y nunca anterior) al hecho que lo causa, aquél es siempre el elemento
que determina el momento en que nace la obligación indemnizatoria. En
efecto, si el daño es contemporáneo al hecho que genera la responsabili-
dad, concurren simultáneamente todos los elementos que la condicionan;

881
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA

y si es posterior, sólo desde entonces habrá responsabilidad, porque el solo


ilícito no da lugar a responsabilidad civil.23
b) La época de nacimiento de la obligación es importante especial-
mente a efectos del cómputo de los intereses (infra § 58 d) y de la pres-
cripción de la acción indemnizatoria (infra § 59 b).

664. Mora del obligado. a) La mora plantea una pregunta previa en mate-
ria de responsabilidad extracontractual. Mientras en la responsabilidad con-
tractual no es discutible que los perjuicios por el retardo se cuentan desde
la mora (artículo 1557), la cuestión no está expresamente resuelta en el
ámbito de la responsabilidad extracontractual.
b) Como es usual respecto de las normas del título sobre los efectos de
las obligaciones (Libro IV, Título XII), surge la duda acerca de si la consti-
tución en mora es requisito para que se devengue la indemnización por el
retardo en materia extracontractual. Como se ha insistido a lo largo de
este libro, el derecho de obligaciones se desarrolló a partir de la doctrina
del contrato, de modo que no debe extrañar que algunas de esas normas
sean aplicables específicamente a la responsabilidad contractual (los artícu-
los 1545 y 1546 son evidentes en ese sentido). Pero otras reglas plantean
cuestiones que son comunes a los efectos de todo tipo de obligaciones
(como expresa el título respectivo), aunque sus orígenes históricos y siste-
máticos se vinculen al derecho de los contratos (infra Nº 775).
Por eso, para no establecer diferencias artificiosas entre la responsabili-
dad contractual y la extracontractual debe asumirse como principio que
las normas sobre efectos de las obligaciones son de aplicación general, a menos que
por su naturaleza aparezca que sólo son aplicables a los contratos.
Si se acepta ese principio, que permite mirar desde una perspectiva
más reflexiva los efectos comunes a todo tipo de responsabilidad civil, la
pregunta en materia de mora se refiere a si existe una razón suficiente-
mente fuerte como para que en materia de responsabilidad extracontrac-
tual no se aplique la regla del artículo 1551 (y los efectos que de ella se
siguen, según los artículos 1557 y 1559).
c) En verdad, no parece haber razón para que no se aplique esa regla
sobre la constitución en mora en la responsabilidad extracontractual. Mien-
tras la víctima del daño no requiera al deudor el pago de la indemniza-
ción, el responsable no puede ser tenido por incumplidor. Incluso puede
ocurrir que el responsable aún no tenga noticia de la producción del daño.

23 Sin embargo, hay fallos que se inclinan por la fecha de comisión del hecho ilícito

como fecha de nacimiento de la obligación indemnizatoria: CS, 6.1.1919, RDJ, t. XVI, sec.
1ª, 569; CS, 7.12.1966, RDJ, t. LXIII, sec. 4ª, 359; Corte de Santiago, 18.4.1980, RDJ,
t. LXXVII, sec. 2ª, 28; CS, 9.5.1984, RDJ, t. LXXXI, sec. 4ª, 67; Corte de Valparaíso,
10.8.1998, F. del M. 478, 1795; CS, 11.11.1998, F. del M. 480, 2347; CS, 13.5.1999, F. del
M. 486, 750; CS, 27.5.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 3ª, 89, publicado también en F. del M. 486,
851; y CS, 15.1.2001, GJ 247, 41; en general, en estos casos se trata de casos en que el
daño es contemporáneo al ilícito.

882
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

Puede entenderse, en consecuencia, que la mora es un instituto común al


derecho de obligaciones y rige respecto de cualquier tipo de responsabili-
dad civil. Y en circunstancias que en sede extracontractual no resultan
aplicables las reglas 1ª y 2ª del artículo 1551, el deudor de la obligación
indemnizatoria sólo está en mora desde que ha sido judicialmente reque-
rido (artículo 1551 Nº 3).
En general, esta tesis no ha sido acogida por la doctrina y jurispruden-
cia, que ha partido de la base de que la norma sobre la constitución en
mora del artículo 1551 sólo se aplica en sede contractual.24

b. Momento que se considera a efectos de valorar el daño

665. Relevancia de la pregunta por el momento que se considera para valorar


el daño. a) El momento en que ocurre el daño tiene relevancia práctica en
dos sentidos. Ante todo, a efectos de la época que se toma en consideración
para avaluar los perjuicios y, además, para definir la época desde la cual se
cuentan los reajustes de la suma declarada como indemnización. Atendidas sus
distintas naturalezas, la jurisprudencia acepta que se establezcan fechas dife-
rentes a efectos de valorar el daño patrimonial y el daño moral.
El juicio indemnizatorio se desarrolla durante un período de tiempo
significativo, de modo que no es indiferente el momento que se toma
como base para hacer la valoración del daño. En principio, el daño debe-
ría ser valorado en consideración a la época en que se produce, porque
ese es el momento en que nace la obligación. Sin embargo, no siempre es
posible regresar hacia atrás cuando se trata de hacer una valoración en
dinero. A eso se agrega, como se ha adelantado, que la pregunta tiene
matices muy diferentes tratándose del daño patrimonial o del daño moral.
b) En los sistemas jurídicos donde no se reconocen reajustes al monto de
la indemnización, la tendencia es a acercar el momento relevante para la
valoración a la sentencia definitiva;25 en el derecho chileno, donde la práctica
jurisprudencial de reconocer los reajustes permite garantizar una indemniza-
ción de valores reales, al efectuar la valoración se debe establecer el momento
que resulta más correcto a esos efectos, atendida la naturaleza de los daños.

24 Alessandri 1943 560 va más allá y sostiene que la mora en sede extracontractual se
produce por el solo hecho del ilícito, pero deja a la discreción del juez el momento a partir
del cual se devengan los intereses; véase Diez 1997 176 con referencias jurisprudenciales
apoyando esa interpretación. En efecto, hay jurisprudencia que ha estimado que las nor-
mas del título sobre los efectos de las obligaciones sólo se aplican a materia contractual, de
modo que no habiendo una referencia a la constitución en mora en el título sobre delitos
y cuasidelitos, debe entenderse que la mora se produce desde que ocurrió el hecho; así,
CS, 4.11.1971, RDJ, t. LXVIII, sec. 4ª, 270; entre los fallos más recientes que han declarado
la inaplicabilidad por principio de las reglas sobre efectos de las obligaciones del Código
Civil en materia extracontractual puede verse CS, 27.3.2002, GJ 261, 80.
25 Véase, por ejemplo, Alessandri 1943 568, en una época en que aún no se introducía

en Chile la práctica del reajuste.

883
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA

666. Momento que se considera para la valoración del daño patrimonial.


a) Un par de ejemplos sencillos pueden ayudar a plantear el problema.
Supongamos un caso de responsabilidad por daños a un automóvil en un
choque en que la indemnización es reconocida por un tribunal de alzada
dos o tres años después de ocurrido el accidente, o bien el tribunal resuel-
ve modificar los valores reconocidos por el de primera instancia. Respecto
del costo de reparación, bajo el supuesto de que ya fue cubierto por el
demandante, existe la posibilidad de que el tribunal reconozca como in-
demnización el costo efectivamente incurrido, caso en el cual todo indica
que la valoración del daño se hace por referencia a la época del pago
efectivo por el demandante al taller que efectuó esas reparaciones. Pero
también puede ocurrir que exista un informe pericial que determine ese
costo y que el tribunal lo adopte como criterio de valoración, en cuyo caso
la fecha de referencia será la que señale el informe o, de lo contrario, la
época en que fue suscrito o presentado en juicio.
Con mayor razón se presentan estas diferencias en el caso de los per-
juicios patrimoniales que se siguen del daño corporal. Los gastos clínicos
razonables se tendrán que basar en presupuestos o en facturas, de modo
análogo a lo que ocurre con el daño a las cosas; pero el lucro cesante
pareciera tener que considerar las expectativas de ingreso que tenía la
víctima al momento del accidente; y los gastos futuros, que se puede espe-
rar requerirá el cuidado de la víctima, tendrán por antecedente valoracio-
nes efectuadas en algún momento del juicio.
A lo anterior se agrega la posibilidad de que el propio tribunal realice
una actualización de los valores históricos a la época del fallo, con el obje-
to de llevar todos los conceptos de daño a la moneda común de la fecha
de la sentencia.26
b) Aunque, en principio, resulta apropiado que la valoración conside-
re la época en que los daños ocurrieron,27 de los casos anteriores se sigue
que carece de sentido la búsqueda de un criterio temporal único, que siempre
deba ser tenido como referencia para valorar los daños patrimoniales.28

26
Alessandri 1943 568, siguiendo a los hermanos Mazeaud, sostiene que si el valor del
daño aumenta o disminuye durante el juicio, por cualquiera razón, el juez debe hacerse
cargo de esta diferencia en la sentencia, porque esa es la única manera de reconocerle a la
víctima una reparación completa (infra Nº 678).
27
Diez 1997 186; Alessandri 1943 566 alude al momento del ilícito, criterio que resul-
ta menos pertinente que el daño.
28
No es extraño, en consecuencia, que la jurisprudencia adopte los criterios más disí-
miles para determinar la fecha de inicio de los reajustes. Los principales criterios, sin dis-
tinción de daño moral y patrimonial, son los siguientes:
• Época del ilícito o del daño: CS, 9.5.1984, RDJ, t. LXXXI, sec. 4ª, 67, que sostiene que
debe aplicarse el reajuste desde la fecha del ilícito hasta el entero pago de la indemniza-
ción, más intereses corrientes para operaciones reajustables calculados por igual período;
CS, 10.1.1985, RDJ, t. LXXXII, sec. 4ª, 4; CS, 10.10.1985, RDJ, t. LXXXII, sec. 4ª, 240; Corte
de Valparaíso, 10.8.1998, F. del M. 478, 1795; CS, 11.11.1998, F. del M. 480, 2347; CS,
13.5.1999, F. del M. 486, 750; CS, 27.5.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 3ª, 89, publicado también en
F. del M. 486, 851; y CS, 15.1.2001, GJ 247, 41.

884
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

Por eso, el juez debe tener la flexibilidad de criterio suficiente para determi-
nar ese momento, bajo la sola exigencia que éste sea consistente con la época que
se ha tenido en consideración para la valoración de los daños.29 El juez puede
llevar a valores monetarios reales al momento de la sentencia las estima-
ciones que tienen por antecedentes hechos anteriores al fallo (como ocu-
rre con los gastos de hospital o con los gastos de reparación de cosas

• Presentación o notificación de la demanda: CS, 8.10.1974, F. del M. 192, 248; CS, 20.6.1975,
F. del M. 199, 72; CS, 13.1.1977, F. del M. 218, 363; CS, 28.12.1981 y 28.1.1982, F. del M.
277, 581; Corte de Santiago, 21.3.1984, RDJ, t. LXXXI, sec. 4ª, 35; Corte de Santiago,
10.11.1998, RDJ, t. XCV, sec. 2ª, 78; Corte de Santiago, 10.11.1998, RDJ, t. XCV, sec. 2ª, 78,
publicada también en F. del M. 492, 2480; Corte de Santiago, 8.4.1999, RDJ, t. XCVI, sec.
5ª, 94; Corte de Copiapó, 6.8.1999, GJ 234, 95, publicada también en F. del M. 493, 2822,
que ordena pagar reajustes desde la fecha de notificación de la demanda respecto del daño
material y desde la fecha de la sentencia respecto del daño moral; Corte de Santiago,
11.7.2000, confirmada por CS [cas. fondo], 16.10.2000, GJ 244, 163, publicada también en
F. del M. 503, 3659; Corte de Concepción, 3.4.2001, GJ 261, 80; Corte de Valparaíso,
17.4.2002, GJ 265, 141; y Corte de Santiago, 2.10.2003, GJ 280, 138.
• Dictación de la sentencia: CS, 23.5.1977, F. del M. 222, 116; Corte de Santiago, 15.4.1981,
RDJ, t. LXXVIII, sec. 4ª, 33; Corte de Santiago, 26.5.1981, RDJ, t. LXXVIII, sec. 2ª, 67; Cor-
te de Santiago, 23.5.1983, RDJ, t. LXXX, sec. 2ª, 11, que además niega lugar al pago de
intereses; CS, 3.10.1985, RDJ, t. LXXXII, sec. 1ª, 80; Corte de Santiago, 30.12.1985, RDJ,
t. LXXXII, sec. 2ª, 129; y CS, 14.4.1999, F. del M. 485, 503.
• Dictación del fallo de la instancia: CS, 6.10.1976, F. del M. 215, 254.
• Dictación de la sentencia de primera instancia: Corte de Santiago, 10.11.1998, RDJ, t. XCV,
sec. 2ª, 78; CS, 30.9.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 4ª, 268, publicada también en F. del M. 490,
2028; CS, 29.1.2002, F. del M. 498, 676; y Corte de Concepción, 20.5.2002, GJ 270, 160.
• Dictación del fallo de alzada: Corte de Santiago, 3.6.1973, RDJ, t. LXX, sec. 4ª, 65; Corte
de Santiago, 4.9.1991, GJ 135, 103, publicada también en RDJ, t. LXXXVIII, sec. 4ª, 141; Cor-
te de Copiapó, 6.8.1999, GJ 234, 95, publicada también en F. del M. 493, 2822, que ordena
pagar reajustes desde la fecha de la sentencia respecto del daño moral y desde la fecha de
notificación de la demanda respecto del daño material; Corte de Concepción, 23.8.1999, RDJ,
t. XCVI, sec. 4ª, 199; Corte de Santiago, 5.10.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 2ª, 79; Corte de Santia-
go, 10.7.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 2ª, 83; y Corte de Santiago, 30.9.2003, GJ 279, 270.
• Fecha en que la sentencia queda ejecutoriada: Corte Presidente Aguirre Cerda, 16.3.1981,
RDJ, t. LXXVIII, sec. 4ª, 50; Corte de Santiago, 22.8.1990, GJ 122, 72, caso en el que se
señala además que no procede aplicar intereses por ser improcedentes tratándose del daño
moral; Corte de Santiago, 17.7.1998, RDJ, t. XCV, sec. 2ª, 48; Corte de Santiago, 25.9.1998,
RDJ, t. XCVI, sec. 4ª, 48; Corte de San Miguel, 19.7.1999, GJ 229, 153; Corte de Santiago,
5.10.1999, GJ 232, 171; Corte de Santiago, 10.3.2000, GJ 237, 159; Corte de Concepción,
7.8.2000, confirmada por CS [cas. fondo], 29.11.2000, GJ 245, 132, publicada también en
F. del M. 504, 4202; Corte de Copiapó, 21.3.2001, confirmada por CS [cas. fondo],
12.11.2001, GJ 257, 121, publicada también en F. del M. 504, 4090; Corte de Concepción,
3.4.2001, GJ 261, 80; Corte de Valparaíso, 15.5.2001, confirmada por CS [cas. fondo],
9.10.2001, GJ 256, 144; Corte de Santiago, 31.12.2002, GJ 274, 212; Corte de Santiago,
1.7.2003, GJ 277, 149; y CS, 27.11.2003, GJ 281, 64.

29 Por ejemplo, no hay razón para asumir que la reajustabilidad corre desde que la senten-

cia está ejecutoriada o desde la notificación de la demanda (sin embargo, ver nota anterior).

885
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA

corporales, incurridos con anterioridad a la sentencia) o las estimaciones


periciales efectuadas durante el juicio (que deben ser actualizadas consi-
derando el momento del respectivo informe o la fecha que éste toma como
referencia, según sea el caso).
En consecuencia, la propia sentencia puede señalar las fechas a partir
de las cuales se deben computar los reajustes o efectuar la actualización de
esos valores en el mismo fallo. A falta de otra declaración, no existe una
razonable alternativa a determinar la época relevante distinta a la fecha de
dictación de la sentencia definitiva de primera o segunda instancia, según sea la
que determina el monto de la indemnización, porque sólo entonces con-
vergen todos los criterios de valoración. Esa es la tendencia generalizada
en el derecho comparado30 (donde el criterio valorativo es relevante sólo
por excepción, como en el caso de indemnizaciones que se reconocen en
la forma de rentas periódicas por un largo tiempo) y parece ser también el
criterio dominante en la jurisprudencia nacional.31

667. Momento que se considera para la valoración del daño moral. Si en


materia de daño patrimonial resulta a menudo difícil determinar el valor
del dinero a la época en que el daño se produjo, ello resulta imposible en
el caso del daño moral, porque con pocos años de retraso, incluso con
inflación moderada, se pierde la sensibilidad respecto de la suma que re-
presentaba una reparación equitativa en la época en que ese daño fue
sufrido. Por eso, al determinar la fecha desde la cual se debe reajustar la
indemnización, la jurisprudencia se ha ido progresivamente ordenando
en torno a la idea de que la época relevante para la determinación del
daño moral es la fecha de la sentencia de primera o segunda instancia, según
sea la que efectúa la apreciación,32 porque sólo entonces el juez tiene una

30 Referencias comparadas en Diez 1997 185.


31 Así ha sido aceptado por la Corte Suprema en el caso líder de su jurisprudencia en
materia de reajustabilidad (CS, 16.10.1970, RDJ, t. LXVII, sec. 4ª, 424) y en fallos posterio-
res citados por Diez 1997 185; más recientemente, la doctrina ha sido asumida por su sala
civil (CS, 28.5.1998, RDJ, t. XCV, sec. 1ª, 57, confirmando un fallo que argumenta que sólo
a la fecha de la sentencia definitiva el crédito resulta determinado).
32 Corte de Santiago, 11.11.1997, confirmada por CS [cas. fondo], 16.4.1998, F. del M.

473, 324; CS, 22.4.1998, GJ 214, 115, publicado también en F. del M. 473, 342; Corte de
Santiago, 10.11.1998, RDJ, t. XCV, sec. 2ª, 78, publicada también en F. del M. 492, 2480;
CS, 2.12.1998, F. del M. 481, 2737; Corte de Santiago, 8.4.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 5ª, 94;
CS, 14.4.1999, F. del M. 485, 503; Corte de Copiapó, 6.8.1999, GJ 234, 95, publicada tam-
bién en F. del M. 493, 2822; Corte de Concepción, 23.8.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 4ª, 199; CS,
15.12.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 5ª, 193, publicado también en GJ 234, 119 y F. del M. 493,
2840; Corte de Temuco, 10.8.2000, RDJ, t. XCVIII, sec. 4ª, 27 publicado también en GJ 249,
123; Corte de Santiago, 5.10.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 2ª, 79; Corte de Santiago, 11.7.2000,
confirmada por CS [cas. fondo], 16.10.2000, GJ 244, 163, publicada también en F. del M.
503, 3659; Corte de Iquique, 15.11.2000, confirmada por CS [cas. fondo], 4.4.2001, GJ 250,
151; Corte de Chillán, 4.1.2001, confirmada por CS [cas. forma y fondo], 12.3.2001, GJ 249,
130; CS, 30.1.2001, GJ 247, 150; Corte de Santiago, 31.1.2001, GJ 248, 211; Corte de Santia-
go, 23.3.2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 2ª, 24; Corte de San Miguel, 23.5.2001, RDJ, t. XCVIII,

886
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

correcta percepción del valor en dinero que está reconociendo como in-
demnización y puede recurrir a los criterios de valoración que la práctica
jurisprudencial haya establecido.

c. Reajustabilidad de la obligación indemnizatoria

668. Aceptación generalizada del criterio valorativo para la determinación


de las obligaciones. La historia económica chilena, marcada por la inflación
durante largos períodos de tiempo, muestra que la reajustabilidad de las
obligaciones indemnizatorias se convirtió en un principio de extensa aplica-
ción. En sede contractual las partes pueden prevenir la inflación estable-
ciendo la obligación de pagar en moneda del mismo valor. Esa posibilidad
está excluida en materia extracontractual, de modo que la reajustabilidad
debe inferirse de los principios aplicables. Aun después de haberse termina-
do el ciclo inflacionario que dio lugar al cambio jurisprudencial, hoy se
acepta sin reservas que las obligaciones que surgen de la responsabilidad
civil deben pagarse con reajustes. Se entiende que es la única manera de
cumplir con el principio de que la indemnización sea completa.33 Este desa-
rrollo, que es muy particular del derecho chileno, fue el resultado de una
evolución jurisprudencial que se consolidó en la década de 1970.34

669. Criterio para determinar la fecha de inicio del reajuste. La época


desde la cual debe otorgarse el reajuste comienza en el momento en que se
calcula la indemnización. El reajuste se justifica precisamente porque entre
la moneda que sirve de base al cálculo de la indemnización y la moneda
del pago hay una diferencia de valor, de modo que la única manera de
asegurar que la víctima reciba la indemnización completa es incorporan-
do como reajuste esa diferencia de valor.
Debe haber coherencia entre el criterio temporal empleado para deter-
minar la indemnización y la fecha desde la cual se otorga el reajuste. Por

sec. 3ª, 103; Corte de Valdivida, 25.6.2001, GJ 263, 120; Corte de Santiago, 14.1.2002, GJ
271, 96; Corte de Concepción, 25.1.2002, confirmada por CS [cas. fondo], 7.5.2002, RDJ,
t. XCIX, sec. 5ª, 104; Corte de Concepción, 6.3.2002, GJ 274, 59; Corte de Copiapó, 28.6.2002,
GJ 268, 133; Corte de Santiago, 9.7.2002, GJ 275, 227; Corte de Santiago, 10.7.2002, RDJ,
t. XCIX, sec. 2ª, 83; Corte de Santiago, 18.11.2002, GJ 269, 90; Corte de Santiago, 16.12.2002,
GJ 270, 96; Corte de Santiago, 29.8.2003, GJ 278, 282; Corte de Santiago, 1.9.2003, GJ 279,
115; Corte de Santiago, 30.9.2003, GJ 279, 270; y CS, 9.10.2003, GJ 280, 147. Véase comen-
tario de R. Domínguez Á. y R. Domínguez B. a CS, 29.10.1992, rol Nº 6.602, en Rev. Con-
cepción 191, 1992, 175; y otra jurisprudencia en Diez 1997 259.

33 En este aspecto pone énfasis la primera sentencia de la Corte Suprema que acogió la
doctrina de la reajustabilidad del daño patrimonial (CS, 16.10.1970, RDJ, t. LXVII, sec. 4ª, 424).
34 Un excelente resumen de la evolución jurisprudencial, en Diez 1997 195, con refe-

rencias a los aportes doctrinarios de Gesche 1969 y López 1980.

887
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA

eso, la jurisprudencia acierta en otorgar reajuste para la indemnización por


daño moral desde la fecha de la sentencia en que éste es avaluado (supra
Nº 667)35 y, para el daño patrimonial, desde la fecha que se adopte como
referencia para avaluar los perjuicios y, en subsidio, desde la fecha de la
sentencia definitiva de primera o segunda instancia, según sea la que los
determina (supra Nº 666).

d. Intereses

670. Justificación del reconocimiento de intereses. Es práctica aceptada de


los tribunales aplicar intereses a la obligación indemnizatoria. Los intere-
ses tienen por justificación el lucro cesante o el daño emergente implícitos
en el atraso en el cumplimiento de una obligación.
Un ejemplo puede ilustrar el punto. Si alguien ha sufrido un accidente
atribuible a la culpa del demandado y pasan tres años antes que el responsa-
ble lo indemnice, es posible plantearse (entre otras) dos hipótesis respecto de
lo que ha pasado entretanto: puede ocurrir que la víctima haya financiado los
costos médicos y de hospitalización con sus ahorros personales, caso en el
cual ha sufrido el lucro cesante implícito en no haber obtenido renta por el
dinero gastado; y también puede haber pedido un préstamo a un banco, o (lo
que es análogo) a personas cercanas, caso en el cual ha soportado el daño
emergente por los intereses que ha debido pagar para financiar el gasto.
En otras palabras, el tiempo transcurrido entre la fecha en que ocurrió
el daño y la fecha en que se pagó la indemnización tiene un efecto patrimo-
nial en la víctima del accidente (o en quienes la socorren). Ese valor econó-
mico del tiempo es expresado por los intereses que gravan la obligación
indemnizatoria.36

671. Intereses corrientes. En circunstancias en que los intereses no son


una sanción, sino simplemente expresan el costo de no haber recibido
oportunamente el pago, corresponde que se declaren intereses corrientes,
que expresan precisamente el costo de mercado por el uso del dinero
durante el período de tiempo que transcurre hasta el pago de la indemni-
zación.37 El interés corriente, que por mandato de la ley es también el
interés legal, es publicado durante la primera semana de cada mes por la

35 Véase Corte de Concepción, 25.1.2002, confirmada por CS [cas. fondo], 7.5.2002,

RDJ, t. XCIX, sec. 5ª, 104.


36 Corte de Santiago, 1.9.2003, confirmada por CS [cas. fondo], 13.11.2003, GJ 281,

104, que alude directamente al principio de reparación integral del daño para otorgar in-
tereses y reajustes; erradamente se ha fallado, ocasionalmente, que no corresponde otorgar
reajustes e intereses por cuanto en el caso no se trataba de una operación de crédito de
dinero (CS, 5.6.2000, F. del M. 499, 1405).
37 La jurisprudencia reconoce intereses corrientes en los casos que más adelante se ci-

tan; excepcionalmente se declaró, de una forma injustificada, interés máximo convencio-


nal, según está definido en el artículo 6º IV de la ley Nº 18.010, sobre operaciones de crédito
de dinero (Corte de Santiago, 22.4.2003, GJ 274, 281).

888
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras.38 En atención a


que los intereses corrientes son diferentes para operaciones reajustables y
no reajustables, corresponde atender a si la suma reconocida como in-
demnización considera reajustes (como es lo usual). En tal caso, corres-
ponde aplicar los intereses corrientes para operaciones reajustables, porque
de lo contrario la indemnización excedería el daño efectivo.39

672. Fecha desde la cual se conceden intereses por el daño patrimonial.


a) En atención a su naturaleza, la pregunta por el momento desde el cual
se devengan los intereses es especialmente relevante respecto del daño
patrimonial. Sin embargo, no existe un criterio jurisprudencial establecido en la
materia. Los intereses son otorgados indistintamente desde la fecha del
ilícito, la fecha en que ocurrió el daño, la notificación de la demanda, la
fecha del fallo de primera o segunda instancia, el momento en que el fallo
queda ejecutoriado e, incluso, desde que el deudor queda en mora de
pagar la suma a la que ha sido condenado.40

38 El interés corriente está definido y su publicación ordenada por el artículo 6 I de la ley

Nº 18.010, sobre operaciones de crédito de dinero; el interés legal, al que especialmente fa-
llos antiguos hacen referencia, es equivalente en el derecho vigente al interés corriente, se-
gún dispone el artículo 19 de esa ley, en relación con el artículo 1559 Nº 1 del Código Civil.
39 La jurisprudencia mayoritaria ha ordenado aplicar intereses corrientes para opera-

ciones reajustables. Entre los fallos que hablan explícitamente de esta clase de operaciones
pueden mencionarse: CS, 13.5.1999, F. del M. 486, 750; Corte de Santiago, 11.7.2000, con-
firmada por CS [cas. fondo], 16.10.2000, GJ 244, 163, publicada también en F. del M. 503,
3659; Corte de Concepción, 25.1.2002, confirmada por CS [cas. fondo], 7.5.2002 RDJ,
t. XCIX, sec. 5ª, 104; Corte de Concepción, 20.5.2002, GJ 270, 160; CS, 3.6.2002, GJ 264,
114; Corte de Santiago, 31.12.2002, GJ 274, 212; Corte de Santiago, 1.9.2003, GJ 279, 115;
sin embargo, excepcionalmente se han aplicado intereses corrientes para operaciones no
reajustables en CS, 11.11.1998, F. del M. 480, 2347; CS, 24.1.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 1ª, 23,
publicada también en F. del M. 499, 1081; Corte de Santiago, 23.9.2003, GJ 279, 121. Véase
el voto de los ministros E. Cury y M. Juica en CS, 11.12.2001, rol Nº 1.705-2001.
40 Jurisprudencia acerca de estos criterios disímiles en Alessandri 1943 559 y Diez 1997

221. Fallos más recientes han confirmado esta dispersión de opiniones: así, se ha fallado
que los intereses corren desde:
• La comisión del ilícito: CS, 11.11.1998, F. del M. 480, 2347; CS, 13.5.1999, F. del M. 486,
750; y CS, 15.1.2001, GJ 247, 41.
• La notificación de la demanda: Corte de Santiago, 10.11.1998, RDJ, t. XCV, sec. 2ª, 78,
publicada también en F. del M. 492, 2480; Corte de Antofagasta, 15.12.2001, GJ 273, 95; y
Corte de Santiago, 8.1.2004, GJ 283, 196;
• La fecha de la sentencia de primera instancia: Corte de Coyhaique, 9.5.1997, confirmada
por CS [cas. fondo], 28.5.1998, RDJ, t. XCV, sec. 1ª, 57; y CS, 11.5.1999 F. del M. 486, 765.
• La fecha de la sentencia de alzada: Corte de Concepción, 23.8.1999, RDJ, t. XCVI, sec.4ª, 199.
• La fecha en que la sentencia quede ejecutoriada: Corte de Santiago, 17.7.1998, RDJ, t. XCV, sec.
2ª, 48; CS, 14.4.1999, F. del M. 485, 503; Corte de Santiago, 5.10.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 2ª, 79;
CS, 30.1.2001, GJ 247, 150; Corte de Concepción, 3.4.2001, GJ 261, 80; CS, 29.1.2002, F. del M.
498, 676; CS, 2.5.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 1ª, 67; y Corte de Santiago, 23.9.2003, GJ 279, 121.
• Sólo desde que el responsable esté en mora de cumplir la sentencia condenatoria: Corte de San
Miguel, 19.7.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 2ª, 66.

889
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA

b) Como en los casos anteriores, para determinar el momento desde el cual


se devengan intereses se debe atender a su naturaleza jurídica y a su finalidad.
Desde el punto de vista de la naturaleza jurídica, los intereses son frutos
civiles que acceden al crédito indemnizatorio. Desde el punto de vista de
la justicia correctiva, como se ha visto, los intereses permiten hacer efecti-
vo el principio de completa reparación del daño, porque el tiempo tiene
un valor económico, que la propia ley establece en el caso de las obligacio-
nes de dinero (artículo 1559).
En atención a los diferentes objetivos perseguidos, no necesariamente
coinciden la fecha de cobro de los intereses y la fecha de inicio del reajuste. El reajus-
te se justifica por la necesidad de que la indemnización mantenga su valor
en el tiempo, de modo que lo determinante es el momento que se toma en
consideración para su cálculo (supra Nº 669). En cambio, los intereses re-
presentan el costo del dinero, como se muestra en los ejemplos del párrafo
anterior, de modo que lo económicamente determinante es el tiempo que
transcurre entre el daño y la fecha en que se percibe la indemnización.
c) Aceptado que la sentencia que se pronuncia sobre la pretensión
indemnizatoria no es constitutiva, sino declarativa del derecho, tampoco
hay razón jurídica para que sea la fecha de esa sentencia o una posterior el
criterio determinante para definir el momento en que se devengan intere-
ses. Hay fallos que han justificado la posición de que los intereses se deben
desde la sentencia de instancia que permite liquidar la obligación.41 Lo
cierto es que con anterioridad a esa fecha la obligación es aún indetermi-
nada, lo que explica que en algunos sistemas jurídicos se haya llegado a la
misma conclusión.42 Sin embargo, la avaluación de los perjuicios es una
cuestión accesoria en el juicio de responsabilidad, porque la obligación
indemnizatoria nace cuando se cumplen los presupuestos legales. Por eso,
a falta de norma legal expresa, desde un punto de vista sistemático y de
justicia parece preferible que los intereses se deban desde que el deman-
dado queda notificado de la demanda indemnizatoria.43

41 CS, 24.6.1980, RDJ, t. LXXVII, sec. 4ª, 95; Corte de Coyhaique, 9.5.1997, confirmada

por CS [cas. fondo], 28.5.1998, RDJ, t. XCV, sec. 1ª, 57; y CS, 11.5.1999, F. del M. 486, 765.
42 Es el caso español y francés, donde se entiende que la iliquidez es un obstáculo para

el reconocimiento de intereses moratorios (Bonet 1993 artículo 1100, Méga Code § 1153 19).
43 En el derecho alemán e italiano, sobre la base de normas análogas al artículo 1551

(BGB, §§ 286 y 288; Cód. ital., artículo 1219), se ha dejado de observar el antiguo adagio in
illiquidis non fit mora y se reconocen intereses aunque la obligación indemnizatoria no sea lí-
quida, de modo que los intereses se deben desde que el deudor es requerido (Palandt/Hein-
richs § 286 19, Cian/Trabuchi 1992 artículo 1219, I.7). Por lo demás, la experiencia comparada
muestra que la mayoría de los juicios de responsabilidad pueden terminar en transacciones
cuando hay estímulos para ello (Fleming 1988 174); eso no ocurre cuando el responsable
sólo pierde si adelanta el pago de una suma de dinero, en circunstancias que puede esperar
hasta que se dicte sentencia sin asumir los costos financieros de la demora. En general, pare-
ciera que las víctimas son más aversas al riesgo de perder el pleito que los aseguradores y em-
presarios (ídem), de modo que poner a éstos en posición de ventaja adicional, porque ‘el
tiempo corre a favor’, puede ser un incentivo a la litigiosidad o al poder de extorsión de los

890
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

En efecto, si se acepta que no hay razón para excluir las obligaciones


indemnizatorias de las reglas sobre la mora civil, todo indica que la solu-
ción más coherente con el sistema de responsabilidad civil es precisamen-
te que los intereses corran desde el requerimiento al deudor, esto es, desde
la notificación de la demanda (por aplicación del artículo 1551 Nº 3). Ese
término protege el derecho de la víctima a ser indemnizada por el tiempo
en que debe soportar el perjuicio sin recibir reparación; pero también
cautela la posición del autor del daño, en orden a que no corran intereses
por una obligación que puede ni siquiera conocer. En otras palabras, que
los intereses corran desde la notificación de la demanda es la solución más
justa desde el punto vista de las posiciones relativas de las partes, encuen-
tra fundamento legal en las normas sobre efectos de las obligaciones del
Código Civil (supra Nº 664) y es consistente con el principio de la repara-
ción integral del daño patrimonial (supra § 23 a).

673. Fecha desde la cual se conceden intereses por el daño moral. A diferen-
cia de lo que ocurre en materia de daño patrimonial, el período de pago de
intereses para las indemnizaciones por daño moral plantea menos dificulta-
des conceptuales, lo que explica la progresiva formación de una corriente
jurisprudencial más homogénea que en materia de daño patrimonial.44 En
el caso del daño moral no ocurre que la víctima haya debido soportar el
costo del dinero durante el tiempo del atraso. En definitiva, también en este
aspecto se muestra que el daño moral no es conmensurable en dinero, sino
representa una compensación equitativa (supra Nº 191).
Así se explica que la tendencia jurisprudencial y doctrinaria a este
respecto sea la de mirar desde la sentencia de instancia hacia adelante
en materia de intereses. Por lo general, los intereses son reconocidos
desde la fecha en que se dicta el fallo de primera o segunda instancia
que fija el monto definitivo de la indemnización (coincidiendo así el
período de reajustes con el de intereses)45 o desde que el fallo queda

demandados (Cane/Atiyah 1999 222). Esta es una de las razones que explican que en Ingla-
terra y otras jurisdicciones del common law los jueces reconozcan intereses desde la materiali-
zación del daño, aunque la suma debida aún no esté liquidada (Fleming 1988 179).

44
La apreciación no es resultado de una investigación estadística, sino que ha surgido
de la revisión de fallos dictados en la última década. En esta evolución puede haber contri-
buido la tendencia abrumadoramente dominante a que el daño moral se valorice al mo-
mento del fallo. Antecedentes de fallos más antiguos tienden a establecer criterios mucho
más dispersos (R. Domínguez Á. y R. Domínguez B. en comentario a CS, 29.10.1992, rol
Nº 6.602, en Rev. Concepción 191, 1992, 174).
45
Corte de Coyhaique, 9.5.1997, confirmada por la CS [cas. fondo], 28.5.1998, RDJ,
t. XCV, sec. 1ª, 57; CS, 2.12.1998, F. del M. 481, 2737; Corte de Concepción, 23.8.1999, RDJ,
t. XCVI, sec. 4ª, 199; Corte de Concepción, 15.9.1999, confirmada por CS [cas. fondo],
10.8.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 5ª, 132; CS, 30.9.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 4ª, 268, publicada
también en F. del M. 490, 2028; Corte de Iquique, 15.11.2000, confirmada por CS [cas. fon-

891
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA

ejecutoriado.46 La primera opción parece preferible, porque entonces el


tribunal hace la apreciación de lo debido y el responsable está en situa-
ción de pagar lo debido.47

674. Fecha hasta la cual se reconocen reajustes e intereses. Los reajustes e


intereses resguardan la integridad de la indemnización, de modo que co-
rren hasta la fecha de pago efectivo. Por razones puramente prácticas,
algunos fallos señalan que se deben calcular hasta la fecha en que el secre-
tario del tribunal practica la liquidación;48 sin embargo, nada impide que
esa liquidación se haga en moneda reajustable (esto es, convertida a uni-
dades de fomento, según sea su valor al día de la liquidación), si así lo
solicita el acreedor; pero en tal caso puede ocurrir que los intereses no
sean pagados completos, si el deudor demora en el pago de la obligación
indemnizatoria.

do], 4.4.2001, GJ 250, 151; Corte de Valdivia, 25.6.2001, GJ 263, 120; CS, 3.6.2002, GJ 264,
114; Corte de Santiago, 9.7.2002, GJ 275, 227; Corte de Santiago, 10.7.2002, RDJ, t. XCIX,
sec. 2ª, 83; y Corte de Santiago, 29.8.2003, GJ 278, 282. Excepcionalmente, se han recono-
cido intereses desde otras fechas tales como la del ilícito (CS, 27.5.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 3ª,
89, publicado también en F. del M. 486, 851) o la fecha en que el deudor ha sido constitui-
do en mora (Corte de Santiago, 25.9.1998, RDJ, t. XCVI, sec. 4ª, 48; Corte de Chillán,
10.8.2000, confirmada por CS [cas. fondo], 24.10.2000, GJ 244, 98, publicada también en
F. del M. 503, 3498; Corte de Santiago, 14.1.2002, GJ 271, 96; Corte de Santiago, 17.4.2002,
RDJ, t. XCIX, sec. 2ª, 31, publicada también en GJ 262, 81). Es la posición que asumen Fue-
yo 1990 119; R. Domínguez Á. y R. Domínguez B. en comentario a CS, 29.10.1992, rol
Nº 6.602, en Rev. Concepción 191, 1992, 175; y Diez 1997 266.

46 Corte de Santiago, 11.11.1997, confirmada por CS [cas. fondo], 16.4.1998, F. del M.

473, 324; Corte de Santiago, 10.3.2000, GJ 237, 159; Corte de Santiago, 5.10.2000, RDJ,
t. XCVII, sec. 2ª, 79; Corte de Santiago, 11.7.2000, confirmada por CS [cas. fondo],
16.10.2000, GJ 244, 163, publicada también en F. del M. 503, 3659; Corte de Concepción,
7.8.2000, confirmada por CS [cas. fondo], 29.11.2000, GJ 245, 132, publicada también en
F. del M. 504, 4202; CS, 30.1.2001, GJ 247, 150; Corte de Santiago, 23.3.2001, RDJ, t. XCVIII,
sec. 2ª, 24; Corte de Concepción, 3.4.2001, GJ 261, 80; Corte de Concepción, 25.1.2002,
confirmada por CS [cas. fondo], 7.5.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 5ª, 104; Corte de Concepción,
6.3.2002, GJ 274, 59; Corte de Concepción, 20.5.2002, GJ 270, 160; Corte de Santiago,
18.11.2002, GJ 269, 90; Corte de Santiago, 31.12.2002, GJ 274, 212; Corte de Santiago,
1.9.2003, GJ 279, 115; y Corte de Santiago, 2.10.2003, GJ 280, 138.
47 En esencia, estos son también los argumentos y conclusiones de R. Domínguez Á. y

R. Domínguez B. en comentario a CS, 29.10.1992, rol Nº 6.602, en Rev. Concepción 191,


1992, 175.
48 Sin importar la fecha en que se inicia el cálculo de reajustes e intereses, la jurispru-

dencia mayoritaria ordena aplicarlos hasta la fecha del pago efectivo: Corte Presidente Agui-
rre Cerda, 16.3.1981, RDJ, t. LXXVIII, sec. 4ª, 50; Corte de Santiago, 15.4.1981, RDJ,
t. LXXVIII, sec. 4ª, 33; Corte de Santiago, 4.9.1991, GJ 135, 103, también publicada en RDJ,
t. LXXXVIII, sec. 4ª, 138. Sin embargo, algunos fallos han estimado que deben pagarse re-
ajustes e intereses hasta la liquidación del crédito: CS, 23.5.1977, F. del M. 222, 116; y CS,
6.10.1976, F. del M. 215, 254.

892
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

675. Procedimiento de cálculo de intereses. a) Los intereses se pueden


calcular de manera lineal o compuesta. La diferencia entre ambos méto-
dos consiste en si se capitalizan o no los intereses del período anterior
para calcular los que corresponden a cada período subsiguiente. De
acuerdo con la técnica del interés lineal no se pagan intereses sobre los
intereses acumulados; lo inverso ocurre en el cálculo del interés com-
puesto.
b) En general, parece aceptarse que la obligación indemnizatoria se
calcula sobre la base de un método de interés lineal, bajo el supuesto de
que esta es la regla general a falta de disposición expresa. De hecho, por
lo general, los fallos no se refieren al método de cálculo, dándolo por
supuesto.49 El cálculo lineal supone que los intereses corrientes son aplica-
dos, respecto de cada período, al capital inicial reajustado (que es la base
de cálculo, según se ha indicado más arriba).50 A cada uno de los años
completos es aplicado el interés corriente promedio de ese año; a cada
uno de los meses completos, que no comprenden un año, el interés co-
rriente que corresponda a cada uno de esos meses (o a la fracción de días
de los mismos). La suma de los intereses así calculada se suma al valor
reajustado del capital indemnizatorio reconocido por la sentencia a efec-
tos de determinar el monto líquido de la obligación.

676. ¿Es necesario pedir expresamente el reajuste y los intereses? La juris-


prudencia normalmente exige que el reajuste y los intereses sean pedidos
expresamente por el actor, porque de lo contrario podría estimarse que se

49 El interés compuesto tiene su lógica. En períodos relativamente largos los intereses

son por sí mismos obligaciones pendientes, de modo que no percibirlos en tiempo tiene un
costo de oportunidad para el acreedor (constituido, precisamente, por el valor de uso del
dinero no percibido oportunamente). Por eso, en materia de obligaciones convencionales
emanadas de operaciones de crédito de dinero, la ley establece que una vez vencida la obliga-
ción, los intereses acumulados se capitalizan a efectos de continuar con el cálculo (ley
Nº 18.010, artículo 9º III). Diez 1997 212 sostiene esta posición (con referencia a López 1980
119 y a Gesche 1969); en general, el derecho comparado es reticente a la capitalización de
intereses (referencias en Viney/Jourdain 2001 630), pero en el derecho francés el juez pue-
de prudencialmente decretarlos si así le es solicitado, con la limitación de que la capitaliza-
ción sólo puede ser anual (Cód. fr., artículo 1154); en el derecho chileno, según se ha mostrado
en esta nota, puede argumentarse que la capitalización (esto es, el reconocimiento de intere-
ses compuestos) es el mejor resguardo del principio de reparación integral del daño.
50 Diez 1997 222, siguiendo a López 1980 150, propone que los intereses se calculen

sobre un promedio del capital inicial no reajustado y del capital reajustado; la fórmula hace
poco sentido económico, porque el reajuste no es más que un medio para determinar el
valor de la obligación al momento de la liquidación del crédito indemnizatorio, de modo
que si los intereses se calculan sobre una base inferior al total del reajuste, el obligado está
pagando intereses sobre sumas depreciadas (esto es, menos de lo que corresponde para
dejar indemne al demandante). Por eso, la ley Nº 18.010, sobre operaciones de crédito de
dinero, establece una tasa de interés para operaciones reajustables y otro para las no re-
ajustables, sin considerar situaciones intermedias, como la que resulta de la fórmula referi-
da promedio (artículo 6º I).

893
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA

falla en ultra petita.51 Sin embargo, hay buenas razones para que en el
futuro se entienda lo contrario, porque el reajuste no es más que la garan-
tía del valor reconocido como indemnización en la sentencia y los intere-
ses son frutos civiles que naturalmente acceden a la obligación indemnizato-
ria. En consecuencia, cuando el demandante pide que se le indemnicen
los perjuicios sufridos en cierta suma, propuesta por él mismo o la que
determine el juez, puede entenderse que la pretensión incorpora tácita-
mente los reajustes e intereses sin necesidad de expresarlo.

e. Agravación y disminución del daño después de la demanda

677. Nuevos daños ocurridos con posterioridad a la demanda. a) La de-


manda fija la competencia del tribunal, sin perjuicio de las adiciones que
autoriza la ley procesal antes de que sea contestada (Código de Procedi-
miento Civil, artículos 254 Nº 4, 259 y 170 Nº 6). En consecuencia, el juez
debe pronunciarse precisamente respecto de las peticiones hechas valer
en la oportunidad procesal por el demandante, no resultándole admisible
extender su decisión más allá de ese marco de pretensiones.
De conformidad con este criterio, la sentencia no se puede pronunciar
respecto de daños que no hayan sido objeto de las peticiones de la demanda. En
consecuencia, cualesquiera daños que ocurran antes que se dicte senten-
cia y que no hayan sido invocados en la demanda quedan excluidos de la
relación jurídica procesal. Este criterio formalmente estricto ha sido soste-
nido por la doctrina y, al menos en el estado actual del derecho procesal
civil, es el único compatible con la garantía procesal del debido proceso.52
De ello se sigue que la víctima tendrá que demandar en un nuevo juicio
esos daños, sin que pueda serle opuesta la excepción de cosa juzgada,
precisamente porque la cosa pedida es diferente de la expresada en la
demanda (Código de Procedimiento Civil, artículo 177 Nº 2).
b) Con mayor razón, lo anterior vale para los daños posteriores a la sen-
tencia, en la medida que sean objetivamente imputables al hecho ilícito.
Así ocurre, por ejemplo, en el caso de quien ha sufrido lesiones invalidan-
tes, a cuya consecuencia se sigue un nuevo daño corporal, sin que inter-
venga descuido de su parte.53 La nueva demanda tiene por antecedente el

51 Véase CS, 3.5.2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 5ª, 87; CS, 6.6.2002, GJ 264, 166, publicada

también en F. del M. 500, 1555; Corte de San Miguel, 14.4.2003, GJ 274, 140. Así también
Alessandri 1943 558 y Corral 2003 343.
52 Alessandri 1943 567. Todo indica, sin embargo, que la ley procesal debiera incluir

correctivos posibles para evitar los costos de un nuevo juicio (por ejemplo, que tratándose
de hechos nuevos, que tienen la misma causa de pedir, se pudiera generar un incidente
probatorio en cualquier momento del juicio).
53 En el derecho francés y alemán se sigue precisamente esta doctrina: si el daño res-

pectivo no ha podido ser incluido en la demanda original, nada obsta para que sea objeto
de una nueva demanda (Viney/Jourdain 2001 159, MünchKom/Grunsky § 249 127); en la
doctrina chilena, en igual sentido, Diez 1997 190.

894
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

mismo hecho ilícito, pero lo pedido es la indemnización de un daño dife-


rente, de modo que tampoco en este caso se puede invocar cosa juzgada.

678. Aumento en el valor de los daños. a) Los daños pueden haber au-
mentado de valor en el tiempo intermedio entre la fecha de la demanda y
la fecha de la sentencia o con posterioridad a la sentencia. Conviene anali-
zar por separado estas dos hipótesis.
b) Si los daños incluidos en la demanda aumentan de valor durante la
tramitación del pleito, se puede entender que forman parte de la relación
procesal y que el juez debe valorarlos según la magnitud que adquieren al
momento de la sentencia definitiva, según el principio que la indemniza-
ción debe ser completa.54 La regla subyacente expresa que para la valora-
ción resulta relevante toda evidencia que produzcan las partes para apreciar
los daños que el actor refiere en su demanda.55
c) Por el contrario, parece existir acuerdo en que si el cambio de valor
se produce con posterioridad a la sentencia definitiva de segunda instan-
cia, el monto de la indemnización no puede ser revisado en virtud del
principio de cosa juzgada. Aunque resulte en cierto sentido caprichoso,
hay una diferencia entre el daño que se produce después de la sentencia
(supra Nº 677) y el mero cambio de valor del daño sobre el cual ya hubo
pronunciamiento judicial: en el primer caso, se solicita una decisión sobre
una petición que no ha sido resuelta con anterioridad (lo que es compati-
ble con el principio de cosa juzgada); en el segundo, se pide al tribunal
que revise el valor de la indemnización reconocida por una sentencia que
ya se pronunció sobre ese daño (lo que no es aceptable de conformidad
con ese mismo principio).56

679. Disminución del valor de los daños con posterioridad a la demanda.


a) El cambio de valor de los daños puede ocurrir porque no se producen
daños que se esperaba se produjeran (el discapacitado encuentra una opor-
tunidad de trabajo más rentable que la anterior) o porque son de menor
intensidad que la esperada (los daños corporales tienen una evolución
más favorable que lo previsto). A su vez, estos cambios se pueden producir
durante el juicio o con posterioridad a la sentencia definitiva.
b) En principio, todo cambio favorable a la víctima que ocurra durante
la tramitación del juicio debe ser considerado en la sentencia. No existe dife-
rencia, en este caso, entre la disminución del valor del daño y la no reali-
zación del daño que era esperado al momento de plantearse la demanda
(según el principio de que el juez no está del mismo modo determinado
por las excepciones y alegaciones del demandado que por las peticiones

54 Alessandri 1943 568 y supra § 23 a.


55 En Inglaterra se ha aceptado que incluso puede ser relevante a este fin la evidencia
de ‘hechos frescos’ hecha valer ante la Cámara de los Lores (Burrows 1994 106).
56 Es también la solución adoptada por la jurisprudencia francesa (Viney/Jourdain 2001

159).

895
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA

del demandante). Si el daño invocado por el demandante no se produjo o


se produjo en una intensidad inferior, el juez no podrá darlo por acredita-
do, lo que es razón suficiente para que se frustre total o parcialmente la
pretensión indemnizatoria.
Como en el caso del aumento de valor del daño, tampoco se puede
dar lugar a una disminución de la indemnización si el daño, aunque se
materialice, disminuye de valor después de dictada la sentencia de término. En
efecto, a la mera disminución de valor del daño se aplica el mismo criterio
que al aumento: el principio de cosa juzgada no permite revisar la senten-
cia que ya se pronunció sobre ese concepto de daño.
c) Más delicada es la cuestión de si no se produce el daño futuro, respecto
del cual la sentencia ha declarado una indemnización. Se puede argumen-
tar que el hecho es nuevo, de modo que no correspondería aplicar el princi-
pio de cosa juzgada, porque la pretensión restitutoria del condenado tiene
por fundamento exactamente lo inverso que lo discutido en el juicio ante-
rior: la causa de pedir es la no producción del daño que motivó la obliga-
ción indemnizatoria, de modo que debe restituirse lo percibido en exceso
para evitar un enriquecimiento sin causa. En el derecho francés, a diferen-
cia de lo que ocurre con los daños posteriores a la sentencia y alegados por
la víctima del accidente, se ha estimado que no procede esta acción restitu-
toria del que ha pagado una indemnización por daños que no llegaron a
producirse. A ese efecto se ha argumentado que el principio de cosa juzga-
da impide revisar el fallo en razón de circunstancias sobrevinientes, a menos
que la propia sentencia establezca algún criterio de adaptación.57
No parece que la cosa juzgada pueda extenderse a una acción de fun-
damento restitutorio, cuyo antecedente es el enriquecimiento sin causa.
Por otra parte, tampoco se justifica una asimetría entre la posición de la
víctima que sufre nuevos daños (que inequívocamente puede demandar-
los) y la del demandado que termina pagando daños que no se produje-
ron, atendida la evolución de los hechos. El principio de igualdad entre
las partes debería llevar a que las soluciones fueran simétricas.
d) En definitiva, todo parece indicar que los hechos ocurridos después de
dictada la sentencia de término no son relevantes si se traducen en un mero
cambio en los valores del daño. Por el contrario, si la víctima sufre nuevos
daños con posterioridad a la demanda o si con posterioridad a la sentencia de
término llega a ser cierto que no se producirá un daño para el cual se recono-
ció indemnización, el objeto pedido y la causa de pedir, respectivamente, son
diferentes a los del juicio anterior; en consecuencia, en tales casos no puede
esgrimirse la cosa juzgada para enervar la nueva acción indemnizatoria de la
víctima o la acción restitutoria de quien ha sido condenado.58 La mejor alter-

57 Viney/Jourdain 2001 154.


58 Una alternativa radical es no reconocer derecho a iniciar acción alguna que tenga por
fundamento el mismo hecho inicial, como es el caso del common law; la regla once-and-for-all im-
pide volver a pronunciarse sobre aspecto alguno vinculado a la misma causa de pedir, cuales-
quiera sean las circunstancias posteriores a la sentencia (Abraham 2002 207, Burrows 1994 99).

896
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

nativa frente a la eventualidad de cambio de la situación, que a menudo afec-


ta a los daños futuros, es que el propio fallo asuma la incertidumbre y reco-
nozca la indemnización condicionada a que lleguen efectivamente a ocurrir.59

f. Correctivos al monto de la indemnización

680. Principios relativos al monto de la indemnización. En el capítulo so-


bre el daño se han mostrado los principios que rigen la determinación del
quantum indemnizatorio. En esta sección serán analizados ciertos correcti-
vos a esos principios de la reparación integral del daño patrimonial (supra
§ 23 a) y a la reparación equitativa del daño moral (supra § 24 a). Los
correctivos han sido ordenados en tres grupos: límites legales, correctivos
de proporcionalidad y baremos jurisprudenciales.

681. Límites legales a la indemnización. a) El Código Civil no establece reglas


especiales para la valoración del daño. Sólo contiene una referencia a los
tipos de daño patrimonial (daño emergente y lucro cesante) y señala que la
indemnización comprende a ambos por igual. De ese modo, la ley civil asume
que el daño patrimonial debe ser totalmente reparado, salvo que la indemni-
zación quede expresamente limitada al daño emergente (artículo 1556 II).60
b) Más allá del Código Civil, el principio de reparación integral del
daño patrimonial suele estar limitado en ciertos estatutos legales especia-
les de responsabilidad, particularmente en regímenes de responsabilidad es-
tricta. En la responsabilidad estricta, la reparación integral es coherente
con el criterio de que quien realiza la actividad sujeta a ese régimen de
responsabilidad asume la totalidad de los riesgos. En tal caso, la repara-
ción integral es el efecto natural de la atribución de riesgos efectuada por
la ley. La circunstancia que la indemnización esté a veces limitada por el
legislador, es parte del particular arreglo de consideraciones de justicia y
de otros fines públicos que suele subyacer tras ese tipo de responsabilidad:
por un lado, se quiere prevenir accidentes, protegiendo a las víctimas del
peligro; pero también se desea que la respectiva actividad sea viable, para
lo cual se le fijan riesgos determinados, que son asegurables61 (supra Nº 331).

59 Especialmente para el caso de lesiones corporales, los jueces ingleses suelen recono-
cer indemnización sólo en el evento que los daños esperados lleguen a ocurrir; ese puede
ser el caso, por ejemplo, de una invalidez total que se tiene por posible al momento de la
sentencia (Burrows 1994 101).
60 En materia contractual, el artículo 1933 I establece una limitación al daño emergen-

te sufrido por el arrendatario de una cosa que tiene un vicio que ha impedido su goce, a
condición de que no haya habido dolo; la regla parece guardar relación con el artículo 1558
que limita los perjuicios contractuales reparables a los previsibles, si el deudor sólo ha incu-
rrido en negligencia (para el arrendador el lucro cesante será usualmente imprevisible).
61 A veces, el límite sólo se aplica a la responsabilidad estricta, de modo que si se prue-

ba culpa se restablece el principio de reparación integral del daño (así, la Ley de acciden-
tes del trabajo, artículo 69).

897
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA

c) Aunque lo más usual sea que los baremos indemnizatorios tengan su


origen en prácticas judiciales (supra Nº 202), en el derecho comparado
también se conocen regulaciones legales para la determinación de la in-
demnización por el daño moral.62 Las reglas legales que establecen bare-
mos tienen finalidades de seguridad jurídica (porque permiten que el daño
sea asegurable) y de justicia procedimental (porque garantizan la igualdad
entre las víctimas), pero también pueden evitar a la víctima las dificultades
probatorias relativas a su propio daño.63

682. Hecho o culpa de la víctima. El hecho o culpa de la víctima que


interviene causalmente en la producción del daño puede dar lugar a dis-
minución y, en el extremo, a exclusión de responsabilidad. La materia es
estudiada a propósito del requisito de causalidad, por lo que aquí sólo
cabe hacer referencia a lo entonces referido (supra § 34).

683. Correctivos de proporcionalidad del derecho comparado. a) La res-


ponsabilidad civil es ciega respecto de la posición social y económica de la
víctima. El principio de la reparación integral del daño obliga a dejar a la
víctima en la situación patrimonial en que se encontraba antes de sufrir el
daño. Y si se trata de una víctima que tiene expectativas de ingresos signifi-
cativos, una pequeña negligencia puede dar lugar a una indemnización
varias veces superior a los ingresos que el autor del daño puede esperar
para el resto de sus días.64 Situaciones de este tipo plantean preguntas de
justicia, como proporcionalidad en el derecho civil.65
b) Algunos códigos han introducido una cláusula de reducción en equidad
de la indemnización. La cláusula opera en la dirección exactamente inversa
a los daños punitivos, pues su función es atender a la carga desproporcio-

62 Es el caso de la ley española sobre responsabilidad civil y seguro en la circulación de

vehículos de motor, que establece múltiples baremos atendiendo a la naturaleza de los da-
ños. Una norma específica de la ley, que establecía un baremo respecto del lucro cesante,
fue declarada inconstitucional para el caso en que la responsabilidad tenga por anteceden-
te la culpa del responsable, pero la norma no fue objetada respecto de los daños morales
(Trib. Const. español, 181/2000, citado por Vicente en Reglero 2002 a 273).
63 Revisando las dificultades probatorias con que tropieza en el derecho chileno la prue-

ba del lucro cesante (supra Nº 181), el baremo indemnizatorio puede ser una buena garan-
tía para la víctima, especialmente si carece de recursos para enfrentar una prueba exigente:
la inconstitucionalidad del baremo (nota anterior) puede jugar sólo en beneficio de quie-
nes están en situación de enfrentar una prueba exigente. Es interesante que en la jurispru-
dencia chilena se hayan reconocido por analogía baremos indemnizatorios mínimos de base
legal para el lucro cesante (supra Nº 170).
64 Cane/Atiyah 1999 143 citan un fallo inglés que reconoció £ 9 millones por lucro cesan-

te a un joven que quedó en estado de incapacidad total luego de un accidente, en atención al


valor presente de un contrato de trabajo que le garantizaba ingresos anuales por £ 500 mil.
65 Cabe recordar que la moderación del daño se plantea también a propósito de la ac-

ción de restitución en naturaleza, cuando conduce a resultados excesivamente onerosos en


comparación con la acción puramente patrimonial (supra Nº 660).

898
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

nada que la obligación indemnizatoria impone al responsable. Es el caso


del Código suizo de obligaciones, que autoriza al juez para determinar el
modo y monto de la indemnización según las circunstancias, y, si el res-
ponsable no ha incurrido en dolo o culpa grave, permite reducir la indem-
nización del daño patrimonial;66 también el nuevo Código holandés de
obligaciones autoriza a moderar la indemnización atendiendo a la natura-
leza de la responsabilidad (contractual o extracontractual), relación entre
las partes (esto es, si la víctima podía confiar legítimamente en el deman-
dado) y capacidad económica de ambos, entre otras circunstancias; tam-
bién en el derecho español los jueces están legalmente autorizados para
moderar la indemnización.67
Por otro lado, también se ha sostenido que la limitación prudencial de
la obligación indemnizatoria puede resultar de una exigencia constitucio-
nal, asumiendo que las garantías constitucionales establecen un umbral mí-
nimo de protección por parte del derecho privado. Se argumenta que no es
admisible que la ley civil incurra en una limitación excesiva del derecho al
desarrollo de la personalidad al hacer primar el principio de reparación
integral, aunque ello conduzca a que quede comprometida la capacidad del
demandado a desarrollar un proyecto de vida mínimamente exitoso.68
Esta posición presenta las dificultades generales de la aplicación direc-
ta de la Constitución a materias civiles (supra § 22), y así ha sido planteado
enérgicamente por la doctrina que se opone a ese efecto horizontal inme-
diato.69 Por lo demás, si se trata de introducir en el derecho civil valoracio-
nes constitucionales, el resultado se puede obtener de mejor manera que

66 Cód. suizo, artículos 43 I y 44 II.


67 El nuevo régimen legal holandés de obligaciones dispone que “si el reconocimiento
de una indemnización completa de daños condujera a resultados inaceptables, atendidas
la naturaleza de la responsabilidad, la relación jurídica entre las partes y su respectiva capa-
cidad económica, el juez puede moderar la obligación legal de indemnizar los daños” (artículo
6.109). En España, el Código Civil dispone desde antiguo que “la responsabilidad que pro-
ceda de negligencia es igualmente exigible en toda clase de obligaciones; pero podrá mo-
derarse por los Tribunales según los casos” (artículo 1103): la jurisprudencia ha expresado
que la norma debe entenderse en relación con el artículo 3 II, en cuya virtud “la equidad
habrá de ponderarse en la aplicación de las normas” (Bonet 1993 artículo 1103). Reglas
semejantes están recogidas en los sistemas jurídicos escandinavos (Von Bar 1996 II 157).
Por el contrario, una antigua proposición para introducir una norma semejante en el BGB
fracasó al momento de discutirse la reforma al derecho de obligaciones que entró en vi-
gencia en 2002 (una nota escéptica respecto de la idea de introducir una cláusula de reduc-
ción basada en la idea de proporcionalidad en Medicus 1992 35); aunque la doctrina está
consciente del efecto inequitativo que circunstancialmente puede producir el principio de
reparación integral, tampoco en Francia se reconoce una cláusula tácita de reducción (Vi-
ney/Jourdain 2001 113). Un carácter especial adquiere el tema de la moderación del daño
a propósito de la acción de restitución en naturaleza, cuando conduce a resultados excesi-
vamente onerosos en comparación con la puramente patrimonial (supra Nº 660).
68 Canaris 1999 51.
69 Así Medicus 1992 65 y Diederichsen 1998 passim, aunque el primero no descarta que

el legislador intervenga haciendo valer un principio de proporcionalidad.

899
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA

por la aplicación directa de la Constitución, mediante la interpretación


reflexiva de las cláusulas generales del derecho de obligaciones (como el
principio de buena fe); este camino tiene la ventaja de ser más susceptible
de un control de coherencia interna en el ámbito del derecho privado,
evitando la irrupción inorgánica de principios constitucionales, que no
han sido desarrollados con atención en las relaciones privadas.
c) Cualquiera sea el camino por el que la cláusula de reducción sea
introducida, ella plantea serias dificultades. Aunque la experiencia de los
países que la aceptan no parece suscitar resultados alarmantes,70 ella es
difícilmente compatible con el principio civil de que la indemnización
debe corresponder al daño. Por las mismas razones que el razonamiento
propio del derecho civil no se aviene con una función punitiva de la in-
demnización, tampoco le resulta cómodo asumir una función distributiva.
A ello se agregan los riesgos de una cláusula general, cuya aplicación prác-
tica puede quedar fuera del control jurídico por vía de casación.
Los caminos más transitables parecen ser el seguro obligatorio y las reglas
generales del derecho de obligaciones, que establecen un límite de compa-
sión al rigor de los deberes en el derecho privado. Los riesgos patrimoniales
desproporcionados en materia de accidentes del tránsito se deben, en gran
medida, a que el seguro obligatorio de accidentes sólo cubre una parte de los
daños potenciales. En materia de accidentes del tránsito, por ejemplo, la man-
tención de un umbral relativamente bajo para los daños que deben ser obliga-
toriamente asegurados, si se considera la gravedad de los daños potenciales,
es una decisión pública que persigue distribuir el bienestar social producido
por el uso del automóvil por quienes no estarían en condiciones de pagar
primas de seguro mayores (supra Nos 512 b y 543). El costo correlativo es que
el seguro insuficiente aumente el riesgo patrimonial del responsable.71
d) Sin embargo, no solo las deudas provenientes de la responsabilidad
civil pueden comprometer la vida futura de una persona, sino también las
obligaciones contractuales o de otras fuentes. Por eso, el problema se plan-
tea más bien en el terreno de la ejecución de las obligaciones patrimonia-
les en general.72

70 Bydlinski 1996 226.


71 Por eso, resulta sensato desde el punto de vista de las políticas públicas el establecimien-
to de un baremo indemnizatorio para el lucro cesante, de modo que el seguro sea suficiente
para cubrir daños ordinarios y al mismo tiempo resulte abordable por el conductor medio; más
allá de ese umbral, salvo dolo o culpa grave, no habría responsabilidad y cada cual debería asu-
mir el costo del seguro de daños propios. Además se agregaría la ventaja de evitar las dificulta-
des probatorias, que han sido tradicionalmente gravosas para la víctima (supra Nº 170 d; para
España, en el mismo sentido, Albiez 1998 363). Desde este punto de vista, resulta discutible la
intervención del Tribunal Constitucional español, que declaró contraria a derecho una norma
de la ley sobre responsabilidad y seguros por accidentes del tránsito de vehículos a motor, que
perseguía precisamente ese fin (Trib. Const. español, 181/2000, citado por Vicente en Reglero
2002 a 273). En verdad, el Tribunal Constitucional español parece haber dado rango constitu-
cional al principio de derecho privado que ordena la reparación integral del daño.
72 Medicus 1992 66.

900
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

Sin perjuicio de las normas sobre prescripción, el riesgo de que una


obligación indemnizatoria pueda comprometer toda la vida de trabajo fu-
turo de un joven, que ha provocado un accidente grave por su negligencia
leve, puede neutralizarse aplicando correctamente las normas sobre insolven-
cia del deudor civil. Esas normas producen la extinción de las obligaciones
del deudor insolvente en un plazo razonable (aunque nada justifica que
este plazo sea inferior para el deudor sujeto a la ley de quiebras que para
el deudor civil común).73 En el lapso intermedio, el deudor goza del benefi-
cio de competencia, que permite pagar lo que el deudor ‘buenamente pue-
da’ (artículos 1625, en relación con 1626 Nº 6). Sin necesidad de establecer
reglas de excepción en sede de responsabilidad civil, estos correctivos, que
introducen un óleo compasivo en el derecho de obligaciones, debieran
permitir que se eviten los efectos patrimoniales más exorbitantes para el
responsable de daños cuantiosos.

684. Baremos indemnizatorios desarrollados por la práctica judicial. a) En el


derecho comparado se ha desarrollado la práctica legal o jurisprudencial de
establecer baremos a la indemnización del daño moral. Los baremos tienen
por finalidad razones de seguridad jurídica y de justicia formal; la práctica
tiene numerosas ventajas que han sido tratadas en supra Nos 202 y 208.
b) En materia de daño patrimonial existe una interesante experiencia
de establecimiento de baremos mínimos, cuando no resulta posible pro-
bar el lucro cesante: se trata de asumir que la víctima del accidente recibi-
rá al menos el ingreso mínimo o una suma equivalente (supra Nº 170).74

g. Compensación de beneficios obtenidos por la víctima en razón del accidente

685. Generalidades. a) Además de los daños que se causan a la víctima, el


hecho ilícito puede también provocar consecuencias beneficiosas. Así, por
ejemplo, puede dar lugar a un crédito proveniente de un seguro de vida o
de accidentes; puede ser ocasión para que la víctima, luego de restablecida,
asuma un trabajo más interesante y rentable que el que realizaba antes del
accidente; puede que cuando era examinada médicamente por el daño cor-
poral, se le descubra una grave enfermedad que sólo pudo ser tratada gra-
cias a esa coincidencia. Las hipótesis de beneficios correlativos a los daños
son innumerables. En especial, si se atiende a la multiplicación de los segu-

73 En el derecho chileno el sobreseimiento definitivo de la quiebra produce luego de


dos años la extinción de las obligaciones impagas (Ley de quiebras, artículo 165). El mis-
mo efecto puede producirse luego de un plazo de prescripción de cinco años a favor del
deudor civil que haya hecho cesión de bienes (Ley de quiebras, artículo 254, en relación
con artículo 1619 Nº 3).
74 Corte Presidente Aguirre Cerda, 14.3.1988, RDJ, t. LXXXV, sec. 4ª, 26; un fallo de la

Corte de Punta Arenas estima ese umbral en la base de cálculo del subsidio de cesantía
(Corte de Punta Arenas, 7.4.1993, rol Nº 7.263, con comentario favorable de R. Domínguez
Á. y R. Domínguez B. en Rev. Concepción 192, 1992, 214).

901
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA

ros privados y sociales, voluntarios y forzosos, la pregunta es de importancia


práctica creciente en materia de acumulación de sumas de dinero que, por
distintas fuentes, la víctima puede recibir en razón del mismo daño.
b) En general, conviene distinguir los beneficios conexos al daño sufri-
do por la víctima (pensiones, seguros) de los otros efectos patrimoniales
positivos que se pueden seguir del accidente. Los casos más típicos de
estos últimos, en casos de daños a cosas corporales, son el valor remanente
de la cosa destruida, en circunstancias que la indemnización cubre su va-
lor de sustitución (supra Nº 174) y el mayor valor que puede tener la cosa
luego de reparada (supra Nº 177 b). También en caso de daño corporal
puede ocurrir que la víctima evite gastos relevantes durante el período de
curación, en que su mantención es financiada por el demandado. En estas
situaciones, esos valores resultan determinantes al momento de apreciar el
daño efectivo, de modo que deben ser diferenciados de otros tipos de
beneficios colaterales. En esta sección se intentará revisar las diversas hipó-
tesis de beneficios colaterales, intentando buscar criterios diferenciados
atendiendo a su naturaleza.

686. Criterios de atribución de beneficios conexos al daño. a) Tradicional-


mente los beneficios conexos fueron tratados como disminución del daño,
de modo que deberían ser deducidos de la indemnización en virtud del
principio de la diferencia, por el cual el daño expresa la diferencia de
valor patrimonial entre el estado de cosas anterior y posterior al hecho
ilícito del demandado.75 A ello se agrega el argumento del enriquecimien-
to sin causa, en cuya razón no resultaría legítimo que la víctima obtuviera
una reparación por el daño no efectivamente sufrido. Todo ello llevó a
plantear la pregunta por el significado de los beneficios conexos como
una cuestión de cúmulo de indemnizaciones, que contravendría el princi-
pio de que un daño no puede ser doblemente reparado; de ello se sigue
que el responsable del accidente sólo se haría cargo de la parte del daño
que no haya sido cubierta por terceros.76
Sin embargo, esa solución presenta diversas dificultades.77 Ante todo,
no resulta justo que el responsable pueda desprenderse de su responsabili-
dad en razón de la beneficencia de personas cercanas a la víctima u obliga-
ciones contractuales de terceros, porque ello significaría cargar con el costo

75 Larenz 1987 531.


76 Así, fallos chilenos sobre pensiones pagadas a la víctima por cajas de previsión, cita-
dos por O. Tapia 1941 170.
77 En este lugar no me hago cargo de la objeción dogmática más fuerte a la compensa-

ción de beneficios, que ataca la doctrina de la diferencia como criterio de definición del
daño en la responsabilidad civil (Pantaleón en Paz-Ares et al. 1991 1998); en general, sobre
la doctrina de valoración del daño, supra Nº 166. En Pantaleón 1981 se argumenta en con-
tra de la deducción de beneficios sobre la base de la norma del derecho de sociedades que
obliga al socio que incurre en culpa a indemnizar a los demás, sin que le sea posible opo-
ner en compensación los beneficios que con su trabajo ha aportado a la sociedad (artículo
2093; Cód. esp., artículo 1686).

902
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

del accidente a la propia víctima o a esos terceros (como ocurre cuando la


víctima es socorrida por la familia o el riesgo del accidente está cubierto
por un seguro de daños contratado por ella misma). En segundo lugar, no
se cumple un estándar de prevención óptima si el autor del daño no se
hace efectivamente cargo de los efectos de su negligencia.78 Finalmente,
hay beneficios que reciben las víctimas cuya causa sólo ocasionalmente es
el accidente, de modo que nada justifica que sean descontados de la obli-
gación indemnizatoria del demandado que causó el daño (como ocurriría
si la víctima en el ocio de su hospitalización realiza una especulación bur-
sátil afortunada).
b) En definitiva, pueden tenerse por frustrados los esfuerzos de la doc-
trina y jurisprudencia comparadas para establecer criterios relativamente
unívocos para discriminar entre los beneficios que deben ser deducidos
de la indemnización y aquellos que, por el contrario, no afectan su mon-
to.79 A falta de criterios generales inequívocos, los argumentos anteriores
deben ser objeto de una valoración que atienda a las características de cada tipo
de beneficio correlativo, para determinar si procede practicar la deducción.
La respuesta correcta jamás será que se descuentan todos los beneficios,
como tampoco la inversa, que ninguno sea considerado a efectos de calcu-
lar la indemnización.80

1. Beneficios que resultan de hechos propios de la víctima del daño

687. Los ingresos del trabajo normalmente disminuyen el lucro cesante.


En virtud de la carga que pesa sobre la víctima de contribuir diligente-
mente a que el daño se mantenga acotado, también después que el acci-
dente ha ocurrido (supra Nº 284), los ingresos del trabajo que ella está en
condiciones de percibir se contabilizan a efectos de apreciar el lucro ce-
sante neto que ha sufrido. Por eso, en el caso de accidentes del trabajo se
consideran porcentajes de pérdida de capacidad laboral. Lo mismo vale,
en general, para los daños corporales en la responsabilidad civil. El artícu-
lo 2330 establece una carga de diligencia mediana, de modo que si la
víctima se ha impuesto exigencias extraordinarias para enfrentar los costos
del accidente, ese exceso no debiera aprovechar al responsable.81

688. Ventajas que provienen de contratos distintos a la prestación de servi-


cios. La pregunta que resulta necesario formular en estos casos es si existe
una relación causal, una ‘conexión interna indisoluble’, entre el daño y el
beneficio. Si alguien, por el hecho culpable de un tercero, se ve impedido

78 Epstein 1999 450.


79 Palandt/Heinrichs § 249 120, Burrows 1994 119; Pantaleón 1981 648, aludiendo a
las dificultades de un ‘apriorismo conceptualista’ en la materia.
80 MünchKom/Grunsky § 249 95, Larenz 1987 531.
81 Palandt/Heinrichs § 249 126.

903
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA

de realizar una actividad, a efectos de valorar el daño, debe considerarse


cualquiera otra actividad que pudo realizar luego de haberse frustrado la
primera. Por el contrario, comos se ha visto, no existe relación alguna
entre el daño y el beneficio que resulta de usar el ocio que acompaña al
período de restablecimiento, por ejemplo si se participa exitosamente en
un juego de azar. Un caso inglés es una perfecta ilustración de la diferen-
cia entre ingresos que disminuyen la indemnización y aquellos que no
pueden ser atribuidos a ella y, en consecuencia, no inciden en su monto.
Quien había sido ilícitamente despedido de su trabajo, y de ese modo
quedó liberado de una prohibición de ejecutar actividades competitivas,
obtuvo un contrato en una compañía con una renta inferior a la que tenía
con anterioridad; pero simultáneamente adquirió acciones de la compa-
ñía a la que se incorporó, con espléndidos resultados. La Corte estimó que
la renta obtenida en el nuevo trabajo debía ser deducida a efectos de cal-
cular los perjuicios, pero no así las utilidades en la inversión, porque sólo
respecto de las primeras existía una relación causal directa con el daño.82
Tampoco existe una ventaja compensable si el demandante de daños
reflejos, que se siguen de la muerte de la víctima directa, ha llegado a ser
también heredero de ella; más allá que la excusa sea impresentable (y eso
explica que no sea planteada, a pesar de hacer sentido desde un punto de
vista puramente patrimonial), el derecho de herencia se adquiere como
consecuencia de la muerte de la víctima directa, con independencia de la
causa de su fallecimiento.83
En definitiva, una cierta relación de causa adecuada entre el daño y el
beneficio (esto es, que el beneficio sea una consecuencia ordinaria y no
meramente ocasional del daño), es un requisito que resulta relevante en
distintas jurisdicciones al momento de considerar si el beneficio debe ser
descontado de la indemnización.84

2. Beneficios residuales y ahorros de gastos

689. Valor remanente de la cosa sustituida por otra y mayor valor de la


cosa recibida. Al tratar del daño a las cosas se han analizado dos situacio-
nes referidas a beneficios conexos que puede obtener el demandante de
un daño a las cosas. Ante todo, el responsable de los daños tiene derecho
a que le sea entregada la cosa que se ha tenido por destruida o que le sea
deducido el valor remanente; a este respecto, hay acuerdo en la doctrina y
jurisprudencia nacional que se han ocupado de la materia (supra Nº 174 c).

82 Burrows 1994 122.


83 Medicus 2002 315, MünchKom/Grunsky § 249 109.
84 Markesinis/Deakin et al. 2003 497, Palandt/Heinrichs § 249 132. El concepto de ‘co-

nexión interna indisoluble’ entre el daño y el beneficio proviene del BGH (NJW 82, 326);
de manera consistente con los criterios expuestos, en el derecho inglés se rechaza la de-
ducción cuando las ventajas compensatorias del daño son ‘indirectas’ (Burrows 1994 121).

904
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

Más difícil resulta la pregunta por la deducción del mayor valor que tiene
la cosa nueva que reemplaza a la antigua. Por mucho que intuitivamente
se tienda a aceptar la deducción de ese mayor valor, de modo que sea de
cargo de quien recibe la reparación, en el derecho comparado la pregun-
ta es contestada sobre la base de ciertas calificaciones especiales, o simple-
mente la deducción no es aceptada (supra Nº 177).

690. Gastos que se evitan a consecuencia del accidente. En el cálculo del


lucro cesante resulta evidente que los gastos que habrían sido necesarios
para producir los ingresos esperados deben ser deducidos, a efectos de
calcular la ganancia neta esperada. Pero, más allá de esa consideración
evidente, surge la pregunta por el efecto de los gastos en que la víctima
dejó de incurrir a consecuencia del daño sufrido. Dos grupos de gastos
son especialmente relevantes: los gastos y los impuestos ahorrados.
Respecto de unos y otros, lo determinante es que el ahorro se pro-
duzca precisamente a consecuencia del daño. Así, mientras la cosa de-
teriorada está en reparaciones, habrá ahorros de mantención, de seguros
e incluso de depreciación. Todos ellos disminuyen el valor de los per-
juicios, bajo la condición de que sean significativos (en la medida que
puede entenderse que los beneficios están sujetos a una regla de rele-
vancia análoga al daño).85 También puede ocurrir que la reparación
esté sujeta a reglas tributarias diferentes al lucro cesante, en la medida
que la misma suma no pague tributo si es a título de indemnización y sí
lo habría pagado si se hubiese recibido como renta de la actividad res-
pectiva (infra Nº 702). Siguiendo un razonamiento estrictamente repa-
rador del daño indemnizado, esta diferencia debiera ser deducible de
la indemnización, porque el beneficio tiene causa directa en el daño
que es objeto de reparación. 86

3. Prestaciones de terceros por daños personales

691. Importancia práctica del cúmulo de prestaciones. a) A medida que se


desarrolla el sistema de seguros públicos y privados, voluntarios y forzosos, es
más frecuente que la indemnización por daños (especialmente corporales)
concurra con otras prestaciones de terceros. Las razones por las cuales la vícti-
ma puede recibir pago de un tercero son muy diferentes. Por ejemplo, puede
haber seguido recibiendo sueldos en razón de derechos laborales convenidos
en el contrato de trabajo; puede ser beneficiario de prestaciones establecidas
por las leyes sociales; o puede haberse cumplido una condición para que
nazca el derecho convenido en un seguro de renta vitalicia.
b) Según estudios comparados, un porcentaje muy menor de los acci-
dentes personales da lugar a una indemnización de perjuicios.87 En térmi-

85 Supra Nº 145.
86 Palandt/Heinrichs § 249 144.
87 En Inglaterra se calcula ese porcentaje en un 6% (Markesinis/Deakin et al. 2003 795).

905
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA

nos relativos, quien sufre daños a consecuencia de un hecho que genera


responsabilidad civil para un tercero está en una mejor posición relativa
que quienes sufren daños análogos y no los pueden atribuir a un respon-
sable (por ejemplo, a consecuencia de una caída en que no interviene
culpa de tercero). Eso mismo hace que los sistemas de seguro público y
privado estén preparados para atender a grupos mucho más extensos de
víctimas que las protegidas por acciones de responsabilidad civil. Por otro
lado, en circunstancias que los sistemas de responsabilidad civil proveen a
menudo reparaciones más completas que los otros sistemas de reparación,
es una constante que quienes disponen de una acción indemnizatoria ob-
tienen, por lo general, una reparación del daño comprensiva de todos los
perjuicios efectivamente sufridos (a diferencia de lo que usualmente ocu-
rre con los sistemas de seguridad social).
Así y todo, hay razones para que ambos sistemas resulten de interés para
la víctima. Mientras la responsabilidad civil tiene la ventaja de la extensión
de la cobertura de daños, los sistemas de seguros garantizan la oportunidad
y certeza de que la suma reconocida será efectivamente pagada.

692. Preguntas jurídicamente relevantes que plantea la compensación de


beneficios otorgados por terceros. a) Si se revisa la doctrina y jurispruden-
cia, se constatará que buena parte de las dificultades conexas a la compen-
sación de los beneficios otorgados por terceros tiene su origen en la
confusión de dos cuestiones diferentes.
Una primera cuestión se refiere a la relación con el autor del daño. La
pregunta relevante, en este caso, es si acaso el beneficio que obtiene la víctima
disminuye la obligación indemnizatoria del demandado. La tendencia general
del derecho comparado ha sido a que los beneficios no se deduzcan de la
indemnización que debe pagar el responsable, esto es, que no cedan en
beneficio del autor del daño.
Una segunda cuestión asume que la primera pregunta ha sido contes-
tada de un modo negativo, esto es, que el responsable debe cubrir el total
de los daños aunque la víctima tenga otros beneficios. Bajo ese entendido,
la segunda cuestión se refiere al beneficiario de la indemnización de perjuicios y
sugiere la siguiente pregunta: ¿es la víctima quien ha recibido una suma
de un tercero o es el tercero quien ha pagado los costos del accidente? El
problema es determinar, entonces, cuándo la indemnización cede en be-
neficio del tercero que ha hecho la prestación en beneficio de la víctima.
Como se verá en los párrafos siguientes, la tendencia en el derecho com-
parado ha sido calificar, en primer lugar, si la prestación del tercero tiene
naturaleza indemnizatoria o si es una renta de otra naturaleza. Un segun-
do criterio, que se combina con el anterior, es si el pago del tercero tiene
por causa un contrato que ha sido financiado por la víctima, que pueda
ser entendido como un fondo de ahorro atribuido a un determinado fin,
o si, por el contrario, proviene de la seguridad social o de prestaciones de
terceros (el empleador, por ejemplo).
b) Los terceros pueden tener tres caminos legales diferentes para recu-
perar lo pagado a la víctima: bien pueden tener un derecho legal o con-

906
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

tractual a subrogarse en la pretensión indemnizatoria de la víctima, hasta el


monto de lo que hayan pagado; pueden también tener el derecho a exigir
que la víctima les ceda las acciones contra el responsable; o bien, finalmen-
te, pueden tener una acción personal de reembolso contra la víctima que ha
recibido indemnización. El derecho más fuerte es ciertamente la subroga-
ción, porque el tercero no necesita ‘pasar por la víctima’ para hacerse de
la indemnización; la más débil es la acción de reembolso, porque el dere-
cho a recuperar lo pagado sólo nace una vez que la víctima ha obtenido el
pago de la indemnización del civilmente responsable (aunque en ese jui-
cio pueda haber actuado eventualmente como tercero de conformidad
con el artículo 23 del Código de Procedimiento Civil).

693. Esquema de las posibles alternativas. a) En definitiva, cuando un ter-


cero ha efectuado a la víctima una prestación que tiene por antecedentes
los mismos hechos que dan lugar a la responsabilidad, hay tres alternativas
posibles: i) el civilmente responsable paga menos que el valor de los daños
que ha provocado, porque los pagos del tercero a la víctima son desconta-
dos a efectos de calcular la obligación indemnizatoria; ii) el responsable
del daño indemniza la totalidad de los daños y la víctima conserva la suma
recibida del tercero y, además, la indemnización; o iii) el responsable del
daño paga la totalidad de la indemnización, pero contra esa prestación el
tercero tiene acción por una suma equivalente a lo que ya haya pagado.
Sin perjuicio que las hipótesis son múltiples (algunas de las cuales se-
rán analizadas en los párrafos siguientes) y de las diferencias técnicas en-
tre las distintas soluciones, puede adelantarse que por razones de justicia y
adecuada prevención las soluciones comparadas tienden a preferir la alter-
nativa iii), a menos que la prestación del tercero no tenga por fin indemni-
zar al titular o provenga de un fondo de ahorro de la propia víctima, casos
en los cuales se opta por la alternativa ii). Sin embargo, todo ello es tenta-
tivo, porque en la materia es difícil generalizar.
b) Los criterios que aquí se analizan suponen que no haya un estatuto
legal especial (como, por ejemplo, el artículo 69 de la Ley de accidentes
del trabajo) y, en el caso de los contratos privados de seguro, que no haya
regla contractual que regule el destino de la indemnización por responsa-
bilidad civil.

694. Seguros de vida o accidentes en la forma de un capital o de rentas


vitalicias. a) Los seguros de vida, sea en la forma de un capital o de una
renta vitalicia, son esencialmente mecanismos convencionales de capitali-
zación y ahorro previsional. Si bien es cierto que un accidente puede ser la
condición que adelante el derecho a cobrar el beneficio, su finalidad no
es indemnizatoria, sino enfrentar una contingencia de incapacidad o so-
brevivencia más allá de una cierta edad, o de muerte mediante una capita-
lización asegurada.88 En consecuencia, los seguros de vida y de accidentes

88 Varela 1959 118, Baeza 1994 147, Contreras 2002 225.

907
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA

no están comprendidos en la definición de seguro del Código de Comer-


cio (artículo 512), que atiende precisamente a la finalidad indemnizatoria
de la póliza. Por lo demás, del texto de esa definición se infiere que su
objeto es exclusivamente el seguro de cosas.
b) Atendidas las finalidades de los seguros de vida y accidentes, que
garantizan una renta o un capital sobre la base de aportes previos del
asegurado, existe acuerdo en el derecho chileno y comparado en que la
suma pagada por el asegurador no tiene la misma naturaleza que la in-
demnización de perjuicios, de modo que la víctima tiene derecho a perci-
bir una y otra.89 En consecuencia, la compañía de seguros carece en este
caso del derecho que reconoce el Código de Comercio al asegurador de
daños generales a subrogarse en los derechos y acciones del asegurado
(artículo 553); la aplicación de esta norma debe entenderse restringida,
en razón de lo señalado, a los seguros que cumplen una finalidad propia-
mente indemnizatoria.

695. Seguros de enfermedades y daños corporales. a) En el seguro de


daños personales el asegurador no se obliga a pagar un capital o una renta
en el evento de ocurrir las condiciones previstas, sino a hacerse cargo de
los daños sufridos por el asegurado. Los principales seguros de daños per-
sonales cubren riesgos de daños corporales sufridos en accidentes y ries-
gos de enfermedad. Es el caso del seguro que cubre los gastos que se
siguen de un accidente y del seguro de salud contratado con alguna insti-

89 Así O. Tapia 1941 171, Alessandri 1943 554, Elorriaga 1995 108 (extendiendo, sin

embargo, la solución a cualesquiera seguros). Corral 2003 145 estima, por el contrario, que
la regla de subrogación del artículo 553 del Código de Comercio es de aplicación general;
esa opinión no analiza, sin embargo, la función económica de los seguros que aseguran un
capital o una renta y los asimila al seguro de daños. En Francia, los seguros de vida están
comprendidos en la antigua regla general que los seguros de personas no dan lugar a dis-
minución de la indemnización y que el asegurado tiene derecho a recibir ambas (la indem-
nización y la renta o capital); esa regla ha sido con los años objeto de numerosas excepciones,
que persiguen que el asegurador recupere lo pagado, precisamente si al seguro se le atri-
buye carácter indemnizatorio (Viney/Jourdain 1998 87, Viney/Jourdain 2001 300); en Ale-
mania, existe acuerdo en que los seguros privados de vida, en cualesquiera de sus formas,
así como los seguros de accidentes pactados sobre la base de una suma global o de una
renta, son un beneficio previsional que se funda en el ahorro, de modo que no dan lugar a
disminución de la indemnización, ni a acción de restitución por parte del asegurado (La-
renz 1987 532 y 534, Palandt/Heinrichs § 249 133); en España, se ha fallado del mismo
modo en una excelente sentencia del Trib. Supr. de 19.1.1967, comentada favorablemente
por Pantaleón: “si bien el contrato de seguro, en sus orígenes, concretó su finalidad a re-
mediar siniestros (…) posteriormente se fue ensanchando el concepto de riesgo, y sepa-
rándose del daño, para admitirse también como objeto de seguro la simple amenaza de
que ocurra un hecho que provoque una necesidad pecuniaria”, con la consecuencia de que
“la prestación del asegurador es independiente del daño sobrevenido (…) y realmente [el
asegurado] compra ese capital o esa pensión” (Pantaleón 1981 671); en el common law tam-
poco hay discusión de que los seguros contratados privadamente no son deducibles, de modo
que son acumulables a la indemnización (Burrows 1994 126, Abraham 2002 213).

908
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

tución de salud previsional (Isapre), que dan derecho al asegurado a ser


indemnizado por los gastos en que incurra en razón del accidente o de la
enfermedad.
b) Los contratos que tienen por objeto cubrir los costos de un acciden-
te o de una enfermedad tienen naturalmente una finalidad indemnizato-
ria, porque su objeto es cubrir un siniestro personal y puede entenderse
que les resulta aplicable la regla de subrogación del artículo 553 del Códi-
go de Comercio (y si se entendiera que ese no fuere el caso, debe asumir-
se que dan derecho a obtener el reembolso de lo recibido del asegurador,
si la víctima recibe una indemnización de quien sea civilmente responsa-
ble). La argumentación en contrario, en orden a que se trata de un con-
trato financiado (al menos en parte) por la víctima, no debiera resultar
decisiva, porque ese es el caso de la mayoría de los seguros a los que se
aplica la regla de subrogación. En verdad, no hay justificación para que la
víctima conserve para sí ambas sumas, porque tienen exactamente el mis-
mo fin indemnizatorio y la restitución al asegurador contribuye a financiar
el sistema de seguro en su conjunto.90

696. Prestaciones por seguros obligatorios de accidentes del trabajo y del


tránsito. a) El más eficiente sistema de seguro social por accidentes está
establecido en materia laboral (supra § 51 b). La Ley de accidentes del traba-
jo establece una cobertura por las lesiones que se produzcan al trabajador
a causa o con ocasión de la relación de trabajo, con efecto de lesiones,
enfermedades o muerte (artículo 5º). El seguro no se financia con aportes
del trabajador, sino del empleador, además de otras fuentes secundarias
(incluidos los ingresos que se obtengan del responsable civil del accidente
cubierto por el seguro). El trabajador recibe prestaciones médicas y por
incapacidad temporal o invalidez y, en caso de muerte, la ley prevé presta-
ciones a favor de la familia (Título V).
Si los daños son superiores a los cubiertos por el seguro, la ley concede
a la víctima del accidente una acción personal en contra de quien resulte
civilmente responsable, cuyo objeto es obtener indemnización por la dife-

90 A este respecto, sin embargo, las soluciones del derecho comparado difieren entre

sí. En el common law los contratos privados de seguro de personas no dan lugar a restitu-
ción al asegurador, haciendo prevalecer el principio de que quien ha pagado por un segu-
ro de daños personales no tiene que compartir la indemnización proveniente de la
responsabilidad civil; en cambio, lo inverso vale para los beneficios provenientes de la segu-
ridad social (Markesinis/Deakin et al. 2003 803); por el contrario, la ley francesa de 1985
sobre seguro de accidentes corporales establece una regla análoga a la subrogación y en-
tiende que el asegurador realiza meros adelantos contra la indemnización (Viney/Jourdain
1998 87, Viney/Jourdain 2001 285); en Alemania, la jurisprudencia sigue el criterio de la
naturaleza del pago realizado por el asegurador: si compensa los daños, se entiende que es
indemnizatorio y el asegurador se subroga en los derechos de la víctima, a diferencia de lo
que ocurre cuando la obligación es de pagar una suma o una renta, caso en el cual la pres-
tación es tenida por previsional, de modo que la víctima acumula la indemnización y la suma
asegurada (Palandt/Heinrichs § 249 132).

909
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA

rencia de valor entre lo percibido del asegurador y el daño efectivamente


sufrido (Ley de accidentes del trabajo, artículo 69 b).91
En circunstancias que el sistema se sostiene en un fondo de indemni-
zaciones y que su financiamiento no proviene del trabajador, es completa-
mente coherente con los principios referidos en los párrafos precedentes
que el asegurador, esto es, el organismo administrador del fondo,92 tam-
bién tenga acción en contra del responsable del accidente, por las presta-
ciones que haya otorgado o deba otorgar a la víctima (artículo 69 letra a).
A pesar del imperfecto lenguaje de la ley, que habla de una acción para
repetir en contra del responsable del accidente, en verdad la acción surge
del pago que efectúa el asegurador al asegurado, de modo que da lugar a
subrogación personal en los derechos de la víctima como acreedor de la
obligación indemnizatoria (Código de Comercio, artículo 553). En conse-
cuencia, la acción del asegurador se dirige directamente en contra del
responsable y la víctima carece de acción para repetir contra el asegurador
lo que haya obtenido del responsable. A su vez, la acción de la víctima
contra el responsable, por los daños no cubiertos por el seguro, tiene pre-
ferencia respecto de la que ejerce el asegurador como subrogado en los
derechos de aquélla (artículo 1612 II).
b) Las prestaciones del seguro obligatorio de accidentes de vehículos motori-
zados, establecido por la ley Nº 18.490, son típicamente indemnizatorias
(supra § 52 g); en consecuencia, las sumas pagadas por el asegurador se
imputan a los pagos que deba realizar el conductor o el propietario asegu-
rado por concepto de responsabilidad civil (artículo 15 III). Asimismo, es
compatible con la acción de responsabilidad civil extracontractual, de acuer-
do con las reglas generales analizadas en esta sección. En circunstancias
que la cobertura obligatoria es por montos limitados, no se plantea en el

91 Los tribunales aceptan el principio, pero tienden a ser escépticos al momento de

valorar la prueba del daño patrimonial; por el contrario, tienden a otorgar una indemniza-
ción global complementaria a título de daño moral, que se acumule a la prestación del orga-
nismo asegurador (véase, por ejemplo, Corte de Santiago, 2.11.2001, GJ 257, 172; Corte de
Santiago, 17.4.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 2ª, 31, publicada también en GJ 262, 81; Corte de
Concepción, 28.8.2002, GJ 266, 210; Corte de Antofagasta, 13.12.2002, GJ 270, 183; Corte
de Santiago, 11.3.2003, GJ 273, 229; Corte de Santiago, 1.7.2003, GJ 277, 149). También
hay casos en que se reconoce reparación concurrente por concepto de lucro cesante; así, en
Corte de Santiago, 22.4.2003, rol Nº 2.490-02, se reconoció que a pesar de los subsidios per-
cibidos por el actor, éste vio considerablemente reducidos los ingresos que percibía en acti-
vidad. En contraste, también hay decisiones que optan por reducir la indemnización que
debe pagar el demandado en razón de los beneficios obtenidos por el demandante a través
del seguro de accidentes del trabajo, Corte de Santiago, 9.7.2002, GJ 275, 227. Sobre la ten-
dencia a sustituir la indemnización por lucro cesante por una suma global reconocida a
título de daño moral, supra Nº 170 d.
92 De acuerdo con la Ley de accidentes del trabajo, el asegurador es un ‘organismo

administrador del sistema’, para lo cual la ley abre diversas alternativas, entre las cuales las
mutualidades de empleadores han llegado a ser las más relevantes (ley Nº 16.744, Título
III; supra Nº 497).

910
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

derecho chileno la pregunta de otros sistemas más comprensivos, donde


las prestaciones del seguro no pueden acumularse a la indemnización de
perjuicios con fundamento extracontractual.
Siguiendo las reglas generales del seguro de responsabilidad civil (infra
Nº 699), el asegurador no tiene acción contra el asegurado, salvo que haya
actuado dolosamente, pero sí la posee en contra de los demás responsa-
bles del accidente (artículo 16). Aunque la ley dice que otorga una acción
para recuperar lo pagado, puede entenderse que se trata de una subroga-
ción en las acciones que corresponden al asegurado (Código de Comer-
cio, artículo 553 I).

697. Prestaciones de los sistemas de seguridad social. a) Los sistemas de


seguridad social pueden tener por objeto la cobertura de gastos de enferme-
dad o muerte o la provisión de ingresos por desocupación, incapacidad o
jubilación. En el primer sentido, su función es claramente indemnizatoria,
pues la prestación se mide en razón del daño. Tratándose de rentas, la
cuestión suele ser más complicada, porque se entrecruzan fines indemni-
zatorios y previsionales.
Además del seguro de accidentes del trabajo, que opera como un seguro
de daños personales (supra Nº 696), en el derecho chileno existen diversos
sistemas de prestaciones de salud,93 incapacidad laboral94 y por muerte,95
que pueden naturalmente concurrir con acciones de responsabilidad civil.
b) El problema del cúmulo de prestaciones sociales e indemnizatorias
no se ha planteado en el derecho chileno con la misma intensidad que en
el derecho europeo. En ello han influido diversas razones; ante todo, el
establecimiento de regímenes previsionales de ahorro personal (Adminis-

93 El régimen general de prestaciones de salud es público, está a cargo del Fondo Na-
cional de Salud (Fonasa) y su ejecución corresponde a los organismos que integran el Sis-
tema Nacional de Servicios de Salud; sin embargo, su financiamiento es mixto, proviniendo
de las cotizaciones obligatorias de salud de los trabajadores y pensionados, de tarifas por
servicios y aportes estatales (ley Nº 18.469, en relación con el DL 3.500/1980, artículo 84 II
y ley Nº 18.754). Alternativamente, se puede optar por un seguro de salud otorgado por
una Institución de Salud Previsional (Isapre), que son compañías de seguros especializadas
y cuyos planes son financiados con cargo a las cotizaciones obligatorias de los trabajadores
y pensionados y por contribuciones adicionales de los asegurados (ley Nº 18.933). Además
resultan relevantes el DL 2.763/1979, que reorganiza el Ministerio de Salud y crea los Ser-
vicios de Salud, el Fondo Nacional de Salud, el Instituto de Salud Pública de Chile y la Cen-
tral de Abastecimiento del Sistema Nacional de Servicios de Salud; la ley Nº 18.933 que crea
la Superintendencia de Instituciones de Salud Previsional, dicta normas para el otorgamiento
de prestaciones por Isapres; y la ley Nº 19.966, que establece un régimen de garantías en
salud (Ley de garantías de salud).
94 Con la excepción de los riesgos cubiertos por la Ley de accidentes del trabajo, las

prestaciones por incapacidad laboral están sujetas a un régimen común de financiamiento


empresarial y administrado por organismos especializados (DFL 44/1978).
95 Para quienes hayan pagado los gastos funerarios, se reconoce una asignación por

muerte (DFL 90/1979).

911
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA

tradoras de Fondos de Pensiones) y de seguro privado de salud (Institucio-


nes de Salud Previsional), que disminuyen el ámbito público de la previ-
sión social y que en el caso de las Isapres permiten regular contractualmente
el cúmulo de pretensiones; en segundo lugar, el seguro de accidentes de
vehículos motorizados, que en otros lugares es la fuente más importante
de recursos indemnizatorios, tiene en Chile una cobertura muy básica,
aunque la ley contiene reglas sobre concurso de pretensiones (supra Nº 543
e y f); finalmente, las prestaciones de los sistemas sociales de previsión
también son por lo general muy básicas, de modo que tiene poco sentido
práctico que el organismo que las financia incurra en los costos adminis-
trativos de ejercer acciones en contra de quien sea civilmente responsable
del accidente.96 Esta parece ser la mejor explicación para que las leyes que
conceden beneficios sociales no contengan normas expresas respecto de
la acumulación de las prestaciones otorgadas por los respectivos sistemas
con las indemnizaciones provenientes de la responsabilidad civil.
c) A falta de norma legal especial, los eventuales conflictos de interés
entre las víctimas, los civilmente responsables y los organismos que pagan
subsidios debieran ser resueltos de acuerdo con los criterios enunciados.
Por regla general, el responsable civil no puede traspasar a la víctima, su
empleador o la comunidad (según sea quien haya financiado el pago) el
costo de reparar el daño provocado, de modo que el beneficio otorgado
por el instituto de seguridad social no debe deducirse de la indemnización
devengada a título de responsabilidad civil.97

96
Es sintomático que en Inglaterra se haya establecido, por esta razón, un umbral de
£ 2.500 para que haya lugar a la acción de reembolso del Servicio Social (Markesinis/Deakin
et al. 2003 801). El derecho francés muestra desde la década del 50 una progresiva fragmen-
tación del daño moral, provocada esencialmente por el concurso de la seguridad social. Ha-
cia 1950 la jurisprudencia concedía a las cajas de seguridad social, que otorgan ciertas
prestaciones a las víctimas, una acción ‘global’ sobre el monto total de indemnización debida
por el responsable, dejando a las víctimas una acción muy reducida contra este último. El
legislador, para beneficiar a las víctimas, precisó en 1973 que estos organismos no podían per-
seguir el reembolso de la indemnización de ‘carácter personal’ de la víctima: sufrimientos
físicos o morales, perjuicio estético y de agrado. Esto llevó a los tribunales a desglosar en sus
sentencias la avaluación del perjuicio, determinando la parte sobre la cual los organismos so-
ciales podían perseguir el reembolso (perjuicio no personal) y la parte conservada a las vícti-
mas (perjuicio personal, esto es, pretium doloris, perjuicio estético, etc.). La ley de 1985, sobre
accidentes de la circulación, precisó que la acción de los organismos sociales tiene carácter
subrogatorio y la jurisprudencia ha ido progresivamente extendiendo la noción de perjuicio
de agrado para conceder derechos indemnizatorios a las víctimas que son acumulables a las
prestaciones del asegurador (Viney/Jourdain 2001 202; véase también Chabas 2000 b Nº 85).
97 En un caso la Corte Suprema estimó que lo pagado en razón de indemnizaciones le-

gales debe deducirse de la indemnización que debe el Estado por atentados contra las perso-
nas con posterioridad a septiembre de 1973, según dispone la ley Nº 19.123 (CS, 3.9.2003, rol
Nº 4.938-2001, con comentario de E. Court en Rev. D. UAI 1, 2004, 86); es discutible que esa
sentencia pueda estimarse como regla general en la materia, porque se trata de indemniza-
ciones que el Fisco paga por ambos conceptos, y que tienen por antecedente los mismos he-
chos, de modo que la deducción tiene por antecedente una compensación (que evita pagar
dos veces el mismo daño).

912
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

Resuelta esa cuestión, queda abierta la segunda pregunta, relativa a si


el instituto de seguridad social tiene derecho a recuperar lo pagado o si,
por el contrario, la indemnización y el beneficio se acumulan en favor de
la víctima. Todo indica, como se ha adelantado, que lo decisivo es determi-
nar si el pago del tercero tiene carácter indemnizatorio, caso en el cual no
es correcto que proceda la acumulación, mientras lo contrario debiera ser
el caso si se trata de una renta que proviene de un ahorro previsional de la
propia víctima. En una situación intermedia se encuentran las pensiones
asistenciales que no han sido financiadas por la víctima; la legislación y
jurisprudencia comparadas tienden a cambiar el criterio tradicional de
que las prestaciones sociales son acumulables a la indemnización por res-
ponsabilidad civil,98 otorgándose acción de reembolso a favor del asegura-
dor, de modo de evitar una doble indemnización a costa del sistema de
seguridad social.99

4. Seguro de daños a las cosas y de daños puramente patrimoniales

698. Seguro de daños a las cosas y de daños puramente patrimoniales. En


el caso del seguro de daños a las cosas, el beneficio proviene de un tercero
(el asegurador), que se hace cargo de cubrir la pérdida sufrida por el
asegurado, cualquiera sea su causa. Es un típico seguro con finalidad in-
demnizatoria, según la definición del Código de Comercio (artículo 512).
En consecuencia, no puede resultar un lucro para el asegurado (artículo
517), de lo que se sigue que no se pueden acumular las indemnizaciones
provenientes del seguro y de la responsabilidad civil. Para resguardar los
derechos del asegurador a recuperar lo que haya pagado al asegurado, se
le reconoce el derecho legal de subrogarse al asegurado en los derechos y
acciones que éste tenga contra terceros en razón del siniestro (artículo
553). Los mismos principios rigen respecto de otros seguros que cautelan
intereses puramente patrimoniales, como el seguro de lucro cesante.100

699. Seguro de responsabilidad civil. Por lo general, el asegurador de la


responsabilidad civil no tiene acción en contra de terceros, porque su fun-
ción es precisamente cubrir el riesgo de que el asegurado contraiga una
obligación indemnizatoria.

98 Así, Alessandri 1943 586; por el contrario, la jurisprudencia chilena más antigua se
inclinaba por entender que estos beneficios ceden a favor del responsable civil, porque son
deducidos del daño indemnizable (CS, 12.1.1918, RDJ, t. XV, sec. 1ª, 514).
99 Burrows 1994 125 y 128, Viney/Jourdain 2001 285, Larenz 1987 536; en España se

ha fallado que se tiene derecho a conservar el beneficio en consideración a que la víctima


pagó por esa eventualidad (Vicente en Reglero 2002 a 264).
100 Aunque el Código de Comercio establece que no son asegurables las ganancias o

beneficios por arrendamiento o pérdidas por paralización conexa a un incendio, por ejem-
plo (Contreras 2002 167).

913
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA

La acción puede serle de interés en casos de responsabilidad por el


hecho ajeno, en cuyo caso puede tener la acción contra quien provocó el
daño por su propia negligencia (supra Nos 115 y 125); o si el asegurado ha
coparticipado con otras personas en provocar el daño, en cuyos casos se
plantean cuestiones de contribución a la deuda (supra Nº 279). En estas
situaciones se aplica la norma del artículo 553 I del Código de Comercio,
que da derecho al asegurador, por el hecho del pago del siniestro, a subro-
garse al asegurado en los derechos y acciones que a éste correspondían en
contra de terceros, o puede pedir la cesión de acciones que el asegurado
tendría contra terceros si hubiese pagado la deuda (infra Nº 728).
También puede tener acción en contra del propio asegurado que incurrió
dolosamente en el accidente, según las reglas generales del seguro de respon-
sabilidad civil, en cuya virtud el dolo no puede ser asegurado (infra Nº 865).

h. Naturaleza del crédito indemnizatorio

700. El crédito indemnizatorio no tiene preferencia. En atención a que las


preferencias son de derecho estricto y que ninguna norma legal las esta-
blece a su respecto, el crédito indemnizatorio es de la quinta clase (valista)
según dispone el artículo 2489.

701. Naturaleza jurídica de la indemnización en los distintos regímenes de


bienes del matrimonio. a) La indemnización se paga en dinero y, por tra-
tarse de un bien mueble adquirido durante el matrimonio, ingresa al ha-
ber social (artículo 1725). En ciertos casos ingresará al haber absoluto y en
otros al relativo, con cargo a recompensa a favor del cónyuge que sufrió el
daño, todo en aplicación de las reglas generales.
Tratándose de bienes sociales dañados por la acción de terceros, la
indemnización ingresa inequívocamente al haber absoluto de la sociedad
conyugal. Por el contrario, si el bien dañado es propio de alguno de los
cónyuges, la indemnización entrará al haber relativo, con cargo a recom-
pensa en favor de a quien pertenecía, porque se trata de dinero adquirido
por el cónyuge propietario durante el matrimonio (artículo 1725 Nº 4).101
En el caso de los daños corporales, todo indica que la misma regla
debe entenderse aplicable al daño moral: la indemnización compensa un
daño personalísimo y aunque ingrese a la sociedad conyugal, el interés
pertenece al cónyuge que lo ha sufrido, de modo que tiene derecho a la
correspondiente recompensa. Más discutible es el caso del daño patrimo-
nial que se sigue de lesiones corporales, pues en la medida que la capaci-

101 La solución responde a un principio análogo al que inspira la regla del artículo 1741,

referida al precio de venta de un bien propio. No existe en el derecho chileno una norma
que disponga la subrogación real del bien afectado por la correspondiente indemnización
(como ocurre con el artículo 1406 del Cód. fr.), de modo que se aplica la regla general res-
pecto a los bienes muebles aportados o adquiridos a título que no sea oneroso durante la
sociedad conyugal.

914
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

dad de trabajo de los cónyuges está a disposición de la sociedad conyugal,


de conformidad con la regla del artículo 1725 Nº 1, también debe enten-
derse que lo está la indemnización que la compensa.102
b) En el régimen de separación de bienes cada cónyuge se apropia de las
indemnizaciones que tengan su causa en bienes que les pertenezcan o en
derechos de la personalidad que les hayan sido afectados.
c) En el régimen de participación en los gananciales el daño patrimonial
se traduce en una pérdida patrimonial que es compensada por la indem-
nización, de modo que el resultado final no afecta el crédito de ganancia-
les (la disminución del patrimonio afectado es compensada por la
indemnización en virtud del principio de reparación integral del daño).
Mayores dificultades plantea el daño moral, porque en su caso no hay
disminución patrimonial correlativa al ingreso proveniente de la indemni-
zación, de modo que puede entenderse que ella deviene en un aumento
patrimonial neto en aplicación de la regla de cálculo del artículo 1792-6.103

702. Calificación tributaria de la indemnización. Impuesto al valor agrega-


do. a) En materia de impuesto a la renta, el tratamiento tributario aplicable
a una indemnización de perjuicios depende de la clase del daño que se
indemniza:104
• Daño emergente: La reparación del daño emergente constituye un in-
greso que no es constitutivo de renta, en la medida que la indemnización
expresa el daño patrimonial efectivamente sufrido, de modo que no se
encuentra gravado con el impuesto a la renta (DL 824/1974, sobre im-
puesto a la renta, artículo 17 Nº 1). Por el contrario, el exceso está grava-
do conforme a las reglas generales.105

102 En Francia se ha modificado el Código para que la indemnización por daño corpo-

ral o moral, así como todo bien que tenga un carácter personal (típicamente, los derechos
de la personalidad) sean calificados como bienes propios (artículo 1404 I).
103 Así ha sido considerada la pretensión por daño moral por el BGH, sobre la base de

una disposición análoga a la del Código Civil (NJW 81, 1836).


104 En general, sobre la calificación tributaria de las sumas otorgadas a título de indem-

nización: Burrows 1994 132, Lange 1990 364.


105 En particular, cuando se ha producido un daño a las cosas, el artículo 17 Nº 1 del

DL 824/1974 distingue entre las siguientes situaciones: i) Si se trata de bienes susceptibles


de depreciación, la ley dispone que la indemnización constituirá un ingreso no renta sólo
hasta la concurrencia del valor inicial del bien, reajustado de acuerdo con la variación del
índice de precios del consumidor (IPC). Pero si el bien se encuentra incorporado al activo
inmovilizado de un contribuyente obligado declarar su renta según contabilidad completa,
se ha entendido que no constituye renta sólo aquella parte de la indemnización que no
excede el valor contable o de libro de esos bienes a la fecha del daño (Manual de Consul-
tas Tributarias, 309, 2003, 297). El concepto ‘bienes susceptibles de depreciación’ ha sido
interpretado como “bienes usados en un negocio o empresa” (Rencoret 1975 51) o “bienes
que el contribuyente emplea en su giro ordinario” (Figueroa 1997 92); ii) Tratándose de
bienes incorporados al giro de un negocio, empresa o actividad, cuyas rentas efectivas de-
ben tributar con el impuesto de primera categoría, la indemnización del daño emergente
se califica como una renta afecta a impuesto, que debe formar parte de los ingresos brutos

915
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA

• Lucro cesante: La reparación del lucro cesante importa la incorpora-


ción al patrimonio de una ganancia esperada, de modo que constituye un
hecho gravado con impuesto a la renta, según las reglas generales (DL
824/1974, sobre impuesto a la renta, artículo 20 Nº 5).
• Daño moral: La reparación del daño moral no constituye renta, siempre
que haya sido establecida por sentencia ejecutoriada, sea de un tribunal ordi-
nario o arbitral (DL 824/1974, sobre impuesto a la renta, artículo 17 Nº 1).
b) Atendido el principio de la reparación integral del daño, el impuesto
al valor agregado (IVA) soportado a consecuencia de la adquisición de un
nuevo bien que reemplaza al dañado o por la reparación de un bien daña-
do, tiene el carácter de un daño patrimonial indemnizable, a condición de
que se pruebe que ese impuesto no puede ser recuperado por la víctima
como crédito fiscal, esto es, cuando ese impuesto debe ser efectivamente
soportado por el contribuyente como un costo o un gasto.106 Esto último
ocurre cuando quien soporta el impuesto no tiene la calidad de contribu-
yente de IVA o cuando no concurren los requisitos de fondo y forma para
hacer uso del crédito conforme a la legislación tributaria (DL 825/1974,
sobre impuesto a las ventas y servicios, artículos 23 y 25).
Cuando el contribuyente haya acumulado remanentes de crédito fiscal
de ejercicios anteriores (DL 825/1974, sobre impuesto a las ventas y servi-
cios, artículos 26, 27 y 27 bis), y del hecho del demandado se sigue que se
debe postergar su recuperación, la indemnización debiera comprender el
costo financiero que significa el mayor plazo para poder recuperar el IVA
soportado por el contribuyente.

i. Calificación de la resolución que se pronuncia sobre el daño

703. Calificación tradicional de las decisiones relativas al daño como cues-


tiones de hecho. La doctrina y jurisprudencia tradicionalmente han enten-
dido que la existencia y valoración de los perjuicios es una mera cuestión
de hecho cuyo establecimiento es facultad privativa de los jueces del fon-
do, de modo que escapa al control jurídico por medio del recurso de
casación en el fondo.107 Durante un período, la Corte Suprema asumió

del contribuyente desde el momento en que se encuentre devengada; en correspondencia


con esa calificación, el daño emergente, representado para estos efectos por el valor conta-
ble o libro del respectivo bien, constituye un gasto deducible de la renta líquida imponible.

106 La solución es análoga en otros sistemas jurídicos (Deutsch/Ahrens 2002 205, Vi-

ney/Jourdian 2001 190).


107 Alessandri 1943 577. Tempranamente se falló que “son los jueces de la causa los

que exclusivamente aprecian y regulan las indemnizaciones a que dan lugar los delitos y
cuasidelitos civiles conforme a las disposiciones del artículo 2314 del Código Civil, sin que
las resoluciones que pronuncien sobre los indicados particulares en uso de las facultades
de que están investidos privativamente, puedan ser sometidas a la crítica y rectificación propia
del recurso de casación en el fondo” (CS, 11.1.1924, RDJ, t. XXII, sec. 1ª, 912). Más recien-

916
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

con frecuencia, por la vía del recurso de queja, la función de revisar la


regulación del monto de la indemnización efectuada por los jueces del
fondo.108 La restricción al recurso de queja en la legislación vigente y la
reticencia a distinguir las cuestiones jurídicas de las meramente de hecho
en materia de determinación y valoración del daño, han llevado, por regla
general, a que la materia quede excluida en gran medida de control jurí-
dico (supra Nº 203). Algo semejante ha ocurrido en el pasado en sistemas
jurídicos análogos al nuestro, pero ha crecido la conciencia de que el daño
provoca preguntas jurídicas relevantes que debieran estar sujetas al crite-
rio uniformador del tribunal de casación.109

704. Importancia de la jurisprudencia de casación para el desarrollo de


criterios jurídicos en materia de daño. a) El concepto de daño aparece
referido por la ley en numerosas disposiciones, sin que el legislador se
haya visto en la necesidad de definir las condiciones más precisas de su
determinación y apreciación.110 Sin embargo, como se ha revisado en este
capítulo y en el referido propiamente al daño (Capítulo IV), muchas de las
principales preguntas jurídicas del sistema de responsabilidad civil se refie-
ren precisamente al concepto, a los límites y a los criterios de valoración
del daño, de modo que la consistencia del ordenamiento civil se resiente
si no existen criterios jurídicos orientadores en estas materias.
b) La indeterminación de la ley supone siempre en materia de dere-
cho privado una delegación a la jurisprudencia para dar forma progresiva
a reglas más precisas que garanticen consistencia y justicia en sentido for-
mal (igualdad ante la ley).111 Por otro lado, conviene recordar que la juris-

temente se ha fallado que “la regulación del monto de la indemnización es facultativa para
el tribunal, de ahí que su fijación no puede ser motivo de error de derecho” (CS, 7.5.1998,
RDJ, t. XCV, sec. 1ª, 38). En el mismo sentido, CS, 3.5.2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 5ª, 87; CS,
27.3.2002, GJ 261, 80; y CS, 7.1.2003, GJ 271, 96.

108 Atendida la naturaleza de ese recurso, la jurisprudencia que se desarrolló en la ma-


teria fue inconstante y sus criterios rara vez fueron explícitos. Sobre esta materia, pueden
consultarse, a modo de ejemplo, las siguientes sentencias: CS, 9.8.1979, F. del M. 249, 243,
que aumentó el monto de la indemnización por daño moral; CS, 5.12.1979, F. del M. 253,
463; CS, 28.12.1981, RDJ, t. LXXVIII, sec. 4ª, 235, también publicada en F. del M. 277, 581,
que aumentó el monto de las indemnizaciones por daño moral, además de señalar que és-
tas debían pagarse reajustadas desde la fecha de notificación de la demanda; CS, 20.1.1983,
RDJ, t. LXXX, sec. 4ª, 5; y CS, 11.4.1995, F. del M. 437, 210.
109 Viney/Jourdain 2001 137, Pantaleón en Paz-Ares et al. 1991 1993.
110 Fueyo 1952 enumera los siguientes artículos del Código Civil que hacen referencia

a la voz ‘daño’ como perjuicio o injuria: 267, 378, 539, 809, 843, 856, 921, 928, 932, 938,
940, 943, 946, 948, 950, 1437, 1556, 1590, 1728, 1930, 1933, 1947, 2015, 2018, 2242, 2243,
2244, 2253, 2308, 2314, 2315, 2316, 2318, 2319, 2323, 2324, 2325, 2326, 2327, 2328, 2329,
2330, 2331, 2332, 2333 y 2474. Es interesante el amplio catálogo de situaciones y contextos
en que el concepto es empleado, sin que jamás sea definido (más allá de la clasificación
del daño patrimonial del artículo 1556).
111 Viney/Jourdain 2001 135.

917
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA

prudencia ha impulsado importantes pasos en materia de daño desde la


dictación del Código Civil (indemnización del daño moral en materia ex-
tracontractual y luego contractual; reconocimiento del daño reflejo o por
repercusión; reajustabilidad de la indemnización; reconocimiento de inte-
reses sobre la deuda indemnizatoria), de modo que las preguntas propia-
mente jurídicas han sido decisivas en la evolución jurisprudencial del
derecho de daños.

705. Principales cuestiones jurídicas que supone la determinación y valora-


ción del daño. a) No es posible enumerar exhaustivamente las cuestiones jurí-
dicas relevantes en materia de determinación y valoración del daño. Revisando
la extensa jurisprudencia chilena parece conveniente un desarrollo jurispru-
dencial en algunos puntos de especial interés respecto del recurso de casación:
i) La más básica exigencia de derecho es que el daño sea determinado y
valorado en concreto. La generalizada práctica de asignar sumas globales no
es compatible con los derechos a una reparación integral del daño patri-
monial y a una equitativa compensación del daño moral. Por otro lado, la
ausencia de control jurídico respecto de la carga que recae en los jueces
del fondo de justificar las partidas del daño produce un incentivo inco-
rrecto, porque para conseguir que el fallo no sea anulado es más seguro
asignar arbitrariamente una suma global (donde no habría posibilidad de
error jurídico), en vez de analizar pormenorizadamente los distintos con-
ceptos de daño (donde sí la habría).112 No debe extrañar que una de las
pocas formas en que la jurisprudencia constitucional extranjera ha inter-
venido en materia de responsabilidad civil, haya sido precisamente para
rechazar por contraria a la garantía de una tutela judicial efectiva la prácti-
ca de los jueces civiles de declarar a título de perjuicios una suma global,
sin justificar sus precisos componentes patrimoniales y morales.113
Por lo demás, la ley procesal se hace cargo de esta exigencia al prescri-
bir que la sentencia que condena a una indemnización debe hacerse car-
go de la especie y monto de los perjuicios y, en todo caso, de establecer las
bases que deban servir para su liquidación (Código de Procedimiento Ci-
vil, artículo 173); más allá de la discusión acerca de si se puede postergar
la avaluación para un procedimiento incidental posterior al juicio (infra
Nº 706), debe entenderse que esa regla establece una distinción que per-
tenece a los requerimientos de lógica interna de toda sentencia que con-
dena a una indemnización: debe contener criterios (bases) de determina-

112 Viney/Jourdain 2001 129. En un sentido inverso, CS, 2.11.1972, RDJ, t. LXIX, sec.
4ª, 173: “la facultad perteneciente a los jueces de apreciar soberanamente la indemnización
debida a la víctima de un delito o cuasidelito, comprende la de fijar una cantidad alzada
que abarque todos los daños o cantidades parciales relativas a cada daño o grupo de daños,
según su especie”; aunque la sentencia expresa que lo anterior debe ejercerse “siempre con
una limitación importante, cual es la de compensar íntegramente los daños”; resulta claro
que ese postulado es ilusorio si los jueces no hacen la avaluación en concreto.
113 Así el Trib. Const. español, 13.6.1986, citado por Pantaleón en Paz-Ares et al. 1991

1993.

918
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

ción y valoración de los perjuicios, una descripción precisa de los tipos de


daños por los que se reconoce indemnización (especie) y una estimación
de su monto (valoración). De lo contrario, como se verá, el fallo no cum-
plirá con el requisito esencial de fundamentación impuesto por el artículo
170 Nº 4 del Código de Procedimiento Civil, pudiendo ser objeto de casa-
ción en la forma (artículo 768 Nº 5).
ii) Conexo con lo anterior se encuentra el control de corrección jurídica de
los motivos de valoración del daño. La jurisprudencia está conteste en que la
valoración en concreto del daño supone una consideración de la prueba
allegada al juicio, la que es valorada por el juez de conformidad con las
reglas de apreciación del Código de Procedimiento Civil, que, en lo esen-
cial, escapan al control de casación. Por lo general se entiende que la
valoración del daño supone una apreciación de los hechos a cuyo respecto
los jueces del fondo son esencialmente soberanos.
Sin embargo, resulta evidente que esa valoración de los hechos está en-
marcada por directivas de derecho. Ante todo, debe ser coherente con el
concepto jurídico de daño; así, por ejemplo, el requisito de certidumbre del
daño, especialmente en materia de lucro cesante y de daño moral, condicio-
na jurídicamente la apreciación de los hechos, a efectos de dar por estable-
cida luego la existencia del daño;114 y la estimación del perjuicio que se
sigue de la destrucción de una cosa supone la pregunta jurídica acerca de si
el criterio correcto es su valor venal o su costo de reposición (supra Nº 172).
Las diferentes preguntas relativas a los criterios de valoración son jurí-
dicas, porque se refieren al sentido que en el derecho tienen los concep-
tos de daño o perjuicio empleados por la ley. Por otra parte, las bases de
cálculo del daño deben ser explícitas, porque de lo contrario no se puede tener
por acreditado el requisito sustantivo de que todo el daño sufrido por el
demandante (pero sólo ese daño) sea objeto de indemnización. En otras
palabras, mientras la determinación del quantum indemnizatorio es una
cuestión de hecho, no lo son los criterios en cuya virtud el juez llega a
determinar ese monto.115
Más allá de estos grupos de cuestiones que afectan la práctica usual de
valoración del daño en la jurisprudencia nacional, la determinación y valo-
ración de los perjuicios plantea preguntas jurídicas en todas las materias
discutidas en este capítulo y en el cuarto; a ello se agregan consideracio-
nes de justicia en sentido formal, que exigen una consistencia en las deci-
siones judiciales, lo que sólo puede procurarse mediante el control de
casación (supra Nº 203)
b) Las partes pueden impugnar una sentencia por vía de casación en el
fondo, en la medida que se alegue que los jueces de instancia no han apli-

114 En sentido contrario, R. Domínguez Á. 1990 148.


115 Pantaleón 1989 627. Que se deseche como motivo de casación la manera como se
valoraron los daños en concreto es perfectamente consistente con que la valoración de los
perjuicios sea individualizada, pero ello no excluye el control jurídico sobre los motivos de
valoración.

919
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA

cado correctamente el principio de reparación del daño. A su vez, el recur-


so de casación en la forma puede ser un instrumento para controlar que las
sentencias cumplan más rigurosamente las exigencias del artículo 170 Nº 4
del Código de Procedimiento Civil. En efecto, la exposición de las consi-
deraciones de hecho y de derecho que sirven de fundamento a la senten-
cia exige, por un lado, que el fallo se haga cargo de las argumentaciones y
conclusiones de las partes en cuanto a la naturaleza y entidad del daño y,
por otro, que se señalen los hechos y criterios tenidos en cuenta en la
determinación y valoración de los distintos tipos de perjuicios.116

706. Reserva de la determinación del monto de la obligación para el mo-


mento de la ejecución de la sentencia que declara el derecho a la indemni-
zación. De acuerdo con una antigua doctrina procesal, la norma del artículo
173 II del Código de Procedimiento Civil sólo resultaría aplicable en mate-
ria de responsabilidad contractual. Se justificó tradicionalmente esta dife-
rencia en la supuesta particularidad de la responsabilidad extracontractual,
que daría a los jueces facultades soberanas para apreciar la extensión del
daño y determinar el monto de la indemnización, aunque no se hayan
fijado las bases para esa determinación.117 En definitiva, se asume que la
ley no ha establecido reglas que deben observarse por los jueces para de-
terminar el monto de los perjuicios, lo que vale especialmente para la
determinación del daño moral; de ello se sigue que carece de sentido
distinguir entre la procedencia de la reparación indemnizatoria y la discu-
sión posterior respecto de su naturaleza y monto.
En verdad, también en materia de responsabilidad extracontractual se
plantea la diferencia entre las condiciones generales de la responsabilidad
(hecho culpable que causa daño) y la determinación en concreto del daño
indemnizable y su avaluación, de modo que no hay razón de principio que
justifique un trato diferente. Por otro lado, la norma legal del artículo 173
II del Código de Procedimiento Civil no distingue entre ambos tipos de
responsabilidad y su ratio juris es aplicable por igual a una y otra, porque
persigue evitar una prueba circunstanciada de los perjuicios, en circuns-
tancias que aún no se ha decidido si el demandado será hecho responsa-
ble. La tendencia jurisprudencial parece indicar una progresiva aceptación
de esta doctrina, que autoriza la postergación de la determinación de la
naturaleza y monto de los perjuicios extracontractuales para un juicio dife-
rente o para un incidente de ejecución del fallo.118

116 Viney/Jourdain 2001 137.


117 Alessandri 1943 49 y 578.
118 Véanse CS, 1.6.1998, F. del M. 475, 729; CS, 27.5.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 1ª, 139;

CS, 15.9.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 1ª, 158, Corte de Santiago, 2.7.2002, GJ 265, 85, con refe-
rencia a la posibilidad de postergar la avaluación del daño reflejo. En un sentido contrario,
argumentando que los perjuicios extracontractuales, por su naturaleza, escapan a un ava-
lúo precisamente comprobado, por lo que su apreciación debe quedar entregada al buen
criterio de los jueces del fondo, CS, 24.1.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 1ª, 23, también publicada
en F. del M. 499, 1081.

920
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

§ 59. EXTINCIÓN DE LA ACCIÓN DE RESPONSABILIDAD

707. Enunciación. En general, la acción de responsabilidad se extingue


por los modos de extinguir las obligaciones,119 con excepción de aquellos
que por su naturaleza resultan sólo aplicables a los contratos. Salvo el caso
de la prescripción, técnicamente la extinción afecta el derecho que se ex-
presa en la pretensión. Especiales preguntas plantean la renuncia, la tran-
sacción y especialmente la prescripción.

a. Actos voluntarios de disposición

708. Renuncia del derecho a ser indemnizado, asunción de riesgos y acep-


tación de un daño. a) La renuncia a ejercer la acción indemnizatoria está
autorizada por el artículo 12 del Código Civil y se justifica por el carácter
privado de los intereses comprometidos en el ejercicio de la acción que
resulta de un delito o cuasidelito civil. La independencia del ilícito civil
del penal justifica que aun dentro del proceso penal pueda renunciarse
siempre a la acción civil (Código Procesal Penal, artículo 56). Por cierto
que la renuncia sólo afecta al renunciante y a sus sucesores, en la medida
que no es admisible disponer de derechos ajenos. En este sentido, la re-
nuncia produce efectos relativos.
b) La renuncia es un acto de disposición que extingue la pretensión
indemnizatoria, de modo que debe ser efectuada después del hecho que
genera la responsabilidad. Distintos son los actos de disposición que la
víctima del accidente hace antes de que el daño ocurra. Ante todo, la vícti-
ma puede asumir un riesgo particularmente intenso. Bajo ciertas circuns-
tancias, la asunción del riesgo puede constituir técnicamente una causal
de justificación para el agente del daño (supra Nº 81) o una circunstancia
que afecte la relación causal (supra Nº 293).
Diferente a la asunción de un riesgo, es la convención en cuya virtud la
víctima del daño ha autorizado al agente del daño para que realice una
acción que lo produce. En tal caso, la autorización tomó la forma normati-
va de una convención exoneratoria de responsabilidad, que está sujeta a
las condiciones de validez que serán analizadas al tratar de esas convencio-
nes (infra Nº 875).

709. Transacción de la pretensión indemnizatoria. En la medida que la


acción que nace de un delito o cuasidelito civil es disponible, puede ser
también objeto de transacción (artículo 2449). Al igual que en el caso de
la renuncia, sus efectos son relativos, no perjudicando ni aprovechando a
las demás personas que también son titulares de la acción (artículo 2461).
La transacción válidamente celebrada constituye un equivalente a una sen-
tencia judicial firme y en cuanto tal produce efecto de cosa juzgada, sin

119 Alessandri 1943 518, O. Tapia 1941 255, Corral 2003 348.

921
§ 59. EXTINCIÓN DE LA ACCIÓN DE RESPONSABILIDAD

perjuicio de la posibilidad de impugnar el contrato mediante el ejercicio


de una acción de nulidad de acuerdo a las reglas generales del derecho
contractual (infra Nº 739).

b. Prescripción de la acción

710. Plazo de prescripción. En virtud de una norma especial del Título


XXXV del Libro IV, las acciones por delitos o cuasidelitos civiles se extin-
guen por prescripción transcurrido el término de cuatro años, contados
desde la perpetración del acto (artículo 2332). Esta norma se aplica a cua-
lesquiera tipos de responsabilidad extracontractual, a menos que una nor-
ma especial establezca algo diferente.120

711. Cómputo del plazo. a) Interpretada literalmente la norma del artícu-


lo 2332 da a entender que es el hecho del demandado el momento que
determina el comienzo del plazo de prescripción. Entendida así, sin em-
bargo, la regla puede conducir a que la acción indemnizatoria nazca pres-
crita si el daño se produce o manifiesta después de ejecutado el hecho,
cuestión que puede ser frecuente en ciertos ámbitos de actividad (produc-
tos defectuosos, construcciones, medio ambiente). La cuestión se refiere a
si esa norma debe ser interpretada de manera que el plazo de cuatro años
se comience a contar desde la comisión del hecho culpable o doloso, o
desde que se produce o conoce el daño.
b) Según una doctrina muy extendida en el primer siglo de vigencia
del Código, pero que se encuentra en retirada, la interpretación literal del
texto del artículo 2332 lleva a que el plazo se deba contar desde el día en
que se cometió el hecho doloso o culpable, y no desde aquel en que se
produce el daño.121 El Código Civil habría tomado una decidida opción en
esta materia, poniendo término a una discusión ocurrida en el derecho
francés.122 La jurisprudencia nacional se inclinó tradicionalmente por esta

120 Así ocurre típicamente en casos de responsabilidad por ruina de edificios, donde

concurren normas del contrato de obra material (por remisión del artículo 2324 al artícu-
lo 2003 regla tercera), con las de la Ley de urbanismo y construcciones (supra § 54 g). En
otras secciones de este libro han sido tratadas preguntas de prescripción en otras materias
especiales (para atentados a la honra y privacidad, Nº 430; para productos defectuosos,
Nº 557; para daños ambientales, Nº 592; para accidentes del trabajo, Nº 502, con referencia
a la importancia que tiene en la materia la calificación de la responsabilidad como contrac-
tual o extracontractual; en general, sobre las diferencias en la materia entre ambos tipos de
responsabilidad, infra Nº 789).
121 Alessandri 1943 522, O. Tapia 1941 250, Somarriva 1939 305, Ríoseco 1996 105, Es-

calona 1997 264, J. P. Vergara 2004 55.


122 Alessandri 1943 523. R. Domínguez Á. 2004 b 375 ha sostenido que no es efectivo

que a la época de redacción del Código Civil se suscitara en la doctrina francesa la contro-
versia en torno al momento desde el cual debía comenzar a contarse el plazo de prescrip-
ción, por lo que no sería admisible el argumento histórico hecho valer por Alessandri.

922
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

tesis; aun en tiempos más recientes, algunos fallos entienden que de acuerdo
al artículo 2332 “resulta claro que el plazo de prescripción se inicia desde
la fecha en que se comete el acto ilícito generador de los perjuicios y no
cuando éstos se producen”.123
Sin embargo, esta doctrina plantea severas dudas en cuanto a su expli-
cación histórica,124 a la interpretación literal en que se apoya y a su justifi-
cación a la luz de los fines de la prescripción extintiva. La jurisprudencia
tiende a alinearse en el mismo sentido.
c) La responsabilidad civil tiene por requisito fundamental el daño pro-
ducido por el hecho del cual se pretende hacer responsable al demandado
(supra Nº 141). En circunstancias que el perjuicio sólo puede ser contempo-
ráneo o posterior (y nunca anterior) al hecho que lo provoca, el daño es
siempre el elemento que determina el momento en que se consuma la per-
petración del delito o cuasidelito civil y nace la obligación indemnizatoria.
En efecto, si el daño es contemporáneo al hecho que genera la responsabili-
dad, concurren simultáneamente todos los elementos que la condicionan; si
es posterior, sólo desde entonces habrá lugar a la acción indemnizatoria,
porque la sola ilicitud de la conducta no da lugar a responsabilidad civil.
Por eso, la prescripción sólo puede correr desde que la acción está
disponible, o más precisamente, como decía Pothier, “desde el día en que
el acreedor ha podido entablar su demanda”.125 En ese sentido, debe en-
tenderse que la idea de perpetración del acto no sólo hace referencia a la materiali-
dad de la acción, sino a su efecto dañoso en la víctima.126 Carece de sentido que
la acción se extinga por prescripción aun antes que se hayan dado las
condiciones para su ejercicio.
Por otro lado, la interpretación contraria carece de sentido a la luz de
las funciones de la prescripción extintiva, que tiene por antecedente la

123 Corte de Santiago, 18.4.1980, RDJ, t. LXVII, sec. 2ª, 29. En el mismo sentido: CS,

9.1.1922, RDJ, t. XXI, sec. 1ª, 501; CS, 23.9.1935, RDJ, t. XXXII, sec. 1ª, 538; CS, 25.5.1948,
RDJ, t. XLV, sec. 1ª, 581; Corte de Santiago, 1.7.1986, RDJ, t. LXXXIII, sec. 4ª, 157; y CS,
15.4.2003, GJ 274, 108.
124 R. Domínguez Á. 2004 b 375.
125 Citado por Planiol/Ripert 1926 Nº 650, en apoyo de la idea que el término dado

para la prescripción debe ser un tiempo útil para el ejercicio de la acción.


126 Por eso, con gran simplicidad, la primera sentencia de la Corte Suprema que hizo

suya esta interpretación señaló que cuando el artículo 2332 expresa que el plazo de prescrip-
ción se cuenta desde la perpetración del acto, “ha aludido al acto dañoso”; en el mismo fallo
se completa la argumentación expresándose que “no se puede suponer una absurda inconse-
cuencia de la ley en orden a exigir, para el nacimiento de la obligación de indemnizar, la
producción de un daño, y, en cambio, prescindir de ese elemento fundamental para que em-
piece a correr el plazo especial de prescripción, pues –como bien se sostiene en el recurso–
ello implicaría que comenzara el término de la extinción de la obligación antes de que ella
hubiere nacido” (CS, 1.8.1967, RDJ, t. LXIV, sec. 1ª, 265). Más recientemente, Corte de San-
tiago, 1.9.2004, GJ 291, 129, ha entendido que esta interpretación “evita el absurdo de que la
acción resulte prescrita antes de nacer, porque es requisito de la indemnización la existencia
del daño que puede manifestarse con posterioridad al acto culposo o doloso”.

923
§ 59. EXTINCIÓN DE LA ACCIÓN DE RESPONSABILIDAD

reticencia del acreedor en hacer valer sus derechos. Nada se puede repro-
char a quien omite ejercer una acción que aún no nace, como ocurre si el
plazo es contado desde el hecho que da lugar a la responsabilidad. La
jurisprudencia ha puesto también énfasis en el aspecto sancionador que
tiene el instituto de la prescripción extintiva, porque de la inactividad del
acreedor se infiere el abandono o la satisfacción de su derecho; esta aso-
ciación basada en la experiencia no puede ser realizada tratándose de un
derecho que aún no nace.127
En estas circunstancias, lo correcto es contar el plazo de prescripción
desde que ocurra el daño, ya que desde ese instante surge el delito civil y el
derecho a la reparación, como ha tendido a afirmar también la doctrina.128
d) Una aplicación más refinada del principio exige que el plazo de
prescripción se cuente desde que el daño se manifiesta y pueda ser conocido por
el responsable, porque sólo entonces la interpretación es coherente con el
carácter sancionador que se atribuye a la prescripción extintiva. Siguiendo
este razonamiento, que es consistente con la evolución del derecho com-
parado,129 si la víctima, por circunstancias que no sean atribuibles a su
descuido, no ha estado en condiciones de conocer el daño o a su autor, y,
por consiguiente, no ha podido ejercer la acción, no hay razón para en-
tender que el plazo de prescripción haya comenzado a correr en su con-
tra. Este sería el caso de quien ha sido víctima de un fraude, que se descubre
tiempo después de acaecido el daño patrimonial efectivo.
e) A la interpretación referida parece prudente agregar una limitación
general dada por el plazo de prescripción extraordinaria, que de acuerdo a una
tradición ya asentada establece el plazo máximo dentro del cual todas las
relaciones jurídicas deben estabilizarse. Este plazo se contaría, de confor-
midad con esta interpretación, desde que haya cesado la intervención cau-
sal. La limitación referida tiene la virtud de cumplir con la función
estabilizadora y de certeza atribuida a la prescripción.130
f) En síntesis, el plazo de prescripción de la acción de responsabilidad
es de cuatro años contados desde la manifestación del daño; siguiendo
principios generales en materia de prescripción, resulta razonable asumir
como límite el plazo máximo de prescripción extraordinaria, esto es, diez
años contados desde la comisión del hecho.131

127 CS,1.8.1967, RDJ, t. LXIV, sec. 1ª, 265; CS, 19.7.1995, RDJ, t. XCII, sec. 1ª, 53.
128 En este sentido se pronuncian también Corral 2003 350, R. Domínguez Á. 2004 b
374, Abeliuk 1993 245, P. Rodríguez 1999 483.
129 Carbonnier 2000 623, Deutsch/Ahrens 2002 240; Reglero en Reglero 2002 a 533,

con referencias a las Siete Partidas y a la historia del derecho español en la materia.
130 Esta interpretación sistemática es coherente con la calificación de la prescripción

como “una institución de orden público cuyo fundamento se vincula con consideraciones
de utilidad y seguridad jurídica, entre ellas la certeza, consistencia y estabilidad de los dere-
chos” (CS, 26.4.2005, rol Nº 4.727-03).
131 Es el principio que se sigue en el derecho alemán (Deutsch/Ahrens 2002 240, con

referencia a BGB, § 852).

924
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

712. Daños diferidos, daños futuros, daño continuado, agravación del daño
y daños nuevos. a) Son daños diferidos aquellos que se manifiestan con
posterioridad a la comisión del hecho culpable o doloso.132 De acuerdo a
la interpretación sostenida, el plazo de prescripción se debe contar en este
tipo de casos desde que el daño se hace conocido o se manifiesta a la
víctima, con un límite de diez años desde que concluye la ejecución del
hecho que lo genera.
b) La comisión de un hecho ilícito se puede prolongar indeterminada-
mente en el tiempo. En este caso el delito se renueva de manera perma-
nente. La comisión de un delito que subsiste en el tiempo genera un daño
continuado. En este supuesto, en tanto subsiste la comisión del delito, él
se continúa ejecutando. Sólo una vez que el delito se haya dejado de reno-
var y sus efectos dañinos se hayan consumado, es posible sostener que el
acto ya se ha perpetrado.133
En consecuencia, si la consumación del hecho es coetánea a la produc-
ción del daño, desde ese momento debe comenzar a computarse el plazo
de prescripción. Si el hecho es instantáneo, pero el daño continuado, la
prescripción sólo comienza a correr cuando cesa el daño (aunque pueda
ir extinguiéndose progresivamente la acción respecto de daños ocurridos
con más de cuatro años de anticipación).
La misma regla resulta aplicable cuando se trata de un hecho ilícito
complejo, compuesto por un conjunto de actos autónomos, pero normati-
vamente vinculados entre sí y que causan daño. En este evento, el último
de dichos actos es el que resulta relevante a efectos del cómputo de la
prescripción. Con todo, esta hipótesis no se debe confundir con el daño
que por su naturaleza persiste de manera indefinida, como típicamente
puede ocurrir con el daño moral o con el lucro cesante que se sigue del
daño corporal. En este caso, el momento determinante es cuando ocurre
el daño. Así, se ha fallado que muy distinta a una secuencia de hechos
dañosos es la secuela que se sigue del daño moral, susceptible de prolon-
garse “tal vez, por toda la vida”.134
c) La circunstancia de que un daño devenga en más intenso o se agra-
ve puede tener efectos en la responsabilidad (supra § 58 g); pero en nada

132 Para un caso de daños diferidos, CS, 26.4.1998, F. del M. 473, 244.
133 Se ha fallado que tratándose de un acto ilícito configurado por acciones u omisio-
nes mantenidas durante un extenso período, procede computar el plazo de prescripción
sólo desde que cesa la actividad que se venía prolongando en el tiempo (CS, 4.1.1996,
F. del M. 446, 1899); y que para determinar el momento a partir del cual debe contarse el
plazo de prescripción cuando concurren ilícitos continuados debe estarse al instante en que
ellos cesan de producirse (CS, 6.11.1981, RDJ, t. LXXVIII, sec. 5ª, 326).
134 Corte de La Serena, 27.4.2004, rol Nº 29.688-2003, confirmada por CS [cas. fondo],

19.4.2005, rol Nº 2.297-2004. De igual modo, se ha resuelto que “todo acto ilícito puede
provocar daños morales actuales e indefinidos, sin que por ello deje de configurar un mis-
mo hecho en lo que hace al cómputo del plazo de prescripción” (Corte de Santiago, 1.4.2004,
GJ 286, 72).

925
§ 59. EXTINCIÓN DE LA ACCIÓN DE RESPONSABILIDAD

afecta al plazo de prescripción que ya ha comenzado a correr. Con todo,


esta regla sólo rige si se trata del mismo daño, porque en caso de tratarse
de un daño nuevo, aunque haya sido ocasionado por un mismo hecho,
resulta coherente con lo antes expresado que comience a correr un plazo
de prescripción también nuevo.135

713. Interrupción de la prescripción. a) De acuerdo con las reglas genera-


les, la prescripción de la acción de responsabilidad se interrumpe natural
o civilmente.136 Se interrumpe naturalmente por el hecho de reconocer el
deudor expresa o tácitamente la obligación, y civilmente por la presenta-
ción de la demanda judicial (artículo 2518).137
b) En el procedimiento penal la prescripción se interrumpe además
de manera previa a la presentación por la víctima de la demanda civil. En
efecto, una vez formalizada la investigación, la víctima puede preparar la
demanda civil solicitando la práctica de diligencias que estime relevantes
para ese fin. La preparación de la demanda civil interrumpe la prescrip-
ción. Con todo, esta interrupción está condicionada a la presentación opor-
tuna de la demanda, de modo que si no es presentada, la prescripción no
se considera interrumpida (Código Procesal Penal, artículo 61 III).
Además, si el procedimiento penal no llegara a juicio oral y continuara
de conformidad a las reglas que rigen el procedimiento abreviado, o por
cualquier causa terminara o se suspendiera, sin que se falle la acción civil
oportunamente deducida, la prescripción continuará interrumpida, siem-
pre que dentro de un plazo de sesenta días, contados desde que por reso-
lución firme se disponga la suspensión o terminación del procedimiento,
la víctima ejerza la acción civil ante el tribunal competente. Si la demanda
no fuera deducida en ese plazo ante el tribunal civil, la prescripción conti-
nuará corriendo como si no se hubiese interrumpido (Código Procesal
Penal, artículo 68).

714. Suspensión de la prescripción. a) Se han planteado dudas en cuanto


a la procedencia de la suspensión de la prescripción de la acción de res-
ponsabilidad. En virtud del artículo 2524 las prescripciones de corto tiem-
po a que están sujetas las acciones especiales de ciertos actos o contratos

135 R. Domínguez Á. 2004 b 379.


136 Alessandri 1943 528, O. Tapia 1941 252, Corral 2003 351, Abeliuk 1993 245.
137 Se ha fallado que “la expresión ‘demanda judicial’ del precepto antes transcrito no se

refiere forzosamente a una demanda civil en términos procesales estrictos, sino a cualquier ges-
tión que demuestre de forma inequívoca que el acreedor pone en juego la función jurisdiccio-
nal para obtener o proteger su derecho” (CS, 28.3.2005, rol Nº 3.074-2003); y que “la más reciente
corriente de opinión sostiene que el término ‘demanda judicial’ no debe ser tomado en un
estricto sentido procesal, sino en uno más amplio, bastando que el acreedor recurra a los tribu-
nales en demanda de protección, ya sea para cobrar directamente su crédito, ya sea para efec-
tuar las gestiones previas necesarias para hacerlo” (Corte de Santiago, 16.12.2002, GJ 270, 96);
véase también CS, 20.3.2006, rol Nº 5.489-2003. Sobre la discusión en torno al sentido y alcance
de la ‘demanda judicial’ que interrumpe la prescripción, R. Domínguez Á. 2004 b 234.

926
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

“también corren contra toda clase de personas, salvo que expresamente se


establezca otra regla”; de esa regla se suele inferir que en materia de res-
ponsabilidad extracontractual se hace una remisión tácita a la disposición
del artículo 2523, que señala que “las prescripciones mencionadas en los
dos artículos precedentes corren contra toda clase de personas, y no admi-
ten suspensión alguna”.
b) Para parte importante de la doctrina, la prescripción de la acción
de responsabilidad estaría comprendida entre aquéllas de corto tiempo a
las que se refiere el artículo 2524 y, por consiguiente, no cabría aplicar la
suspensión.138 En el mismo sentido, se ha fallado que “la prescripción del
artículo 2332 es de una duración inferior a la prescripción ordinaria ad-
quisitiva y extintiva, por lo que debe catalogarse como de corto tiempo; se
encuentra mencionada en un título especial, el XXXV, y no contiene regla
especial sobre ella, por lo que puede sostenerse que reúne todos los requi-
sitos que el artículo 2524 exige para que las acciones de corto tiempo
corran ‘también contra toda persona’, o sea, no le son aplicables las nor-
mas excepcionales de los artículos 2509 Nº 1 y 2520 del Código Civil”.139
También se ha argumentado que la suspensión es ‘un favor que la ley
concede’ a ciertas personas, porque el artículo 2520 es una norma especial
aplicable exclusivamente a la prescripción ordinaria de cinco años y ejecu-
tiva de tres, de lo que se seguiría que la acción de responsabilidad corre
en contra de toda clase de personas y no se suspende, en razón de la
ausencia de una norma especial.140
c) En contra de la interpretación referida se puede argumentar que el
artículo 2524 no resulta aplicable a la acción de responsabilidad, porque
dicha disposición sólo se aplica a las acciones que nacen de ciertos ‘actos o
contratos’, mientras la acción de responsabilidad extracontractual provie-
ne de hechos jurídicos. Por lo demás, cuando el legislador establece pres-
cripciones de corto plazo en materia contractual, usualmente presume que
ha habido pago o pretende evitar que la disputa acerca del cumplimiento
se extienda innecesariamente, lo que no vale para la responsabilidad ex-
tracontractual.
En estas circunstancias, si se estima que el artículo 2524 no resulta
aplicable a este tipo de responsabilidad, procedería aplicar la regla gene-
ral prevista en el artículo 2520, que ordena suspender la prescripción ex-
tintiva a favor de las personas enumeradas en los números 1º y 2º del
artículo 2509. En este orden de ideas se ha fallado que “la referencia del

138 Alessandri 1943 528, O. Tapia 1941 252, Abeliuk 1993 245, Rioseco 1996 77. P. Ro-

dríguez 1999 485 estima que si bien la prescripción de la acción de responsabilidad corre
contra toda clase de personas, se suspende entre cónyuges en razón de que “la prescrip-
ción se suspende siempre entre cónyuges” (artículo 2509, inciso final).
139 CS, 7.11.2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 1ª, 245. En el mismo sentido: CS, 25.5.1948, RDJ,

t. XLV, sec. 1ª, 581; CS, 10.10.1978, RDJ, t. LXXV, sec. 4ª, 583; Corte de Santiago, 7.7.1988,
RDJ, t. LXXXV, sec. 2ª, 63; y CS, 31.1.1989, F. del M. 362, 893.
140 R. Domínguez Á. 2004 b 369.

927
§ 59. EXTINCIÓN DE LA ACCIÓN DE RESPONSABILIDAD

art. 2524 a “ciertos actos o contratos” no comprende a los delitos y cuasi-


delitos, pues para incluirlos debió hacerse en forma inequívoca. No ha-
biéndose hecho así, no cabe considerar la prescripción establecida en el
art. 2332 del Código Civil entre las de corto tiempo a que se refiere aquel
artículo, sino reconocer que ella se rige por las reglas generales de la pres-
cripción ordinaria, siéndole, en consecuencia, aplicable el art. 2509 de
dicho Código”.141
d) En verdad, la suspensión parece ser una institución general de
protección, justificada en la incapacidad de ciertas personas, más que un
favor excepcional conferido por la ley. Así, los casos en que la prescrip-
ción corre en contra de toda clase de personas constituyen más bien las
excepciones. En la medida que las excepciones debieran ser interpreta-
das restrictivamente, resulta preferible la opinión que sostiene que la
acción de responsabilidad se suspende a favor de las personas enumera-
das en los números 1º y 2º del artículo 2509. Más aún, desde un punto
de vista teleológico, si se considera que las razones para que rija la sus-
pensión respecto de acciones ordinarias y ejecutivas son también perti-
nentes, al menos con el mismo peso, respecto de la acción de responsa-
bilidad civil extracontractual.

715. Prescripción de la acción subrogatoria y de reembolso. a) La acción


subrogatoria que puede pertenecer en razón de un ilícito civil (a favor del
asegurador o del corresponsable solidario, por ejemplo), es técnicamente
una acción de responsabilidad y está sujeta a las mismas condiciones de
ejercicio que la acción perteneciente al titular activo principal. En conse-
cuencia, si se dirige contra el responsable civil, la extinción se rige por las
mismas reglas aplicables a la acción de la víctima.
Sólo plantea dudas la acción del responsable solidario que ha pagado
la obligación indemnizatoria y desea accionar en contra de los demás res-
ponsables para que contribuyan al pago de la obligación, como puede
ocurrir con el propietario o tenedor de un vehículo motorizado que ha
pagado los daños provocados por el conductor y ejerce acción en contra
de este último. La acción subrogatoria que le concede el artículo 1522
nace al momento del pago de la deuda indemnizatoria o de haberla extin-
guido por alguno de los medios equivalentes al pago, de modo que resulta
inobjetable que sólo entonces comience a correr a su respecto el plazo de
prescripción.

141 Corte de Santiago, 12.1.1988, RDJ, t. LXXXV, sec. 2ª, 1. En el mismo sentido se ha

fallado que “los delitos o cuasidelitos son hechos voluntarios y que pueden causar efectos
jurídicos y obligaciones, pero cuya finalidad está dirigida a una meta distinta, por cuya ra-
zón no son actos jurídicos” y que, en consecuencia, “la prescripción de 4 años contempla-
da en el artículo 2332 no es una prescripción de corto tiempo a que alude el artículo 2524,
ambos del mismo cuerpo legal” (CS, 13.4.1989, RDJ, t. LXXXVI, sec. 1ª, 49, también publi-
cada en F. del M. 365, 120).

928
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

b) Una acción de reembolso puede corresponder a un tercero que ha


pagado todos o parte de los costos del accidente a la víctima (por ejemplo,
a un prestador de servicios de salud) y que luego reclama a la víctima la
restitución de lo recibido a título indemnizatorio por parte del civilmente
responsable. En este caso, el objeto de la acción es precisamente la restitu-
ción de lo pagado, con cargo a lo percibido a título indemnizatorio del
responsable civil (supra Nº 693). La acción restitutoria se rige por las re-
glas generales (artículo 2515), de modo que prescribe en cinco años, con-
tados desde la exigibilidad, que está dada por el pago que el responsable
civil hace a la víctima deudora de la restitución.

§ 60. RESTITUCIÓN DE BENEFICIOS O DE CARGAS

a. Restitución de beneficios injustamente obtenidos en razón de un ilícito

716. Acción restitutoria de beneficios como alternativa a las acciones de


reparación en naturaleza e indemnizatorias. a) La obligación restitutoria
que nace de un ilícito tiene por antecedente, como en el caso de la acción
de enriquecimiento sin causa, una ganancia obtenida por el demandado.
En consecuencia, no es condición para el éxito de la acción que el deman-
dante logre probar que ha sufrido un daño. Su objeto es la restitución de
una ganancia injustamente adquirida en razón del hecho ilícito y no la
reparación de un daño sufrido por el demandante, de modo que se trata
de una acción restitutoria y no de responsabilidad.
b) Existe una diferencia entre la acción restitutoria que tiene por
antecedente un hecho ilícito del demandado y la acción general de
enriquecimiento sin causa: esta última surge de un principio general
del derecho, que es construido a partir de diversos institutos del dere-
cho civil (pago de lo no debido, recompensas en la sociedad conyugal y
prestaciones mutuas en la reivindicación, por ejemplo). La proceden-
cia de la acción de enriquecimiento no depende de que el demandado
haya cometido un hecho ilícito: se trata de una acción subsidiaria que
el derecho reconoce a falta de otra acción específica, cuyo fundamento
de hecho es el enriquecimiento del demandado y el empobrecimiento
del demandante y cuyo antecedente de derecho es que ese enriqueci-
miento carezca de causa legítima. 142
En el caso del hecho ilícito se puede entender que la pretensión
restitutoria tiene por solo antecedente el beneficio que el demandado
ha obtenido de su acto contrario a derecho, bastando a ese efecto la
prueba del ilícito, del enriquecimiento y de la relación de causalidad.
En otras palabras, cuando el enriquecimiento injusto deriva de un deli-
to o cuasidelito civil la pretensión puede tener por objeto algo distinto

142 Mazeaud/Chabas 1998 820.

929
§ 60. RESTITUCIÓN DE BENEFICIOS O DE CARGAS

que la reparación del daño, como es la restitución del beneficio obteni-


do a consecuencia de la culpa o del dolo del demandado que ha obte-
nido el provecho.143
c) El interés del demandante de ejercer una acción restitutoria de las
ganancias obtenidas por el demandado puede justificarse porque la ga-
nancia obtenida en razón del ilícito excede el monto del daño asumido
por el actor. Este sería el caso, por ejemplo, si el lucro cesante derivado
del uso por un tercero de la propiedad industrial del titular es inferior al
beneficio que el infractor ha obtenido por ese uso impropio. Es conve-
niente precisar que el lucro cesante no consiste en el beneficio genérico
que puede obtener un tercero a consecuencia del ejercicio de una activi-
dad rentable, sino en el beneficio concreto de que es privado el deman-
dante en razón del acto ilícito del demandado. En otras palabras, el lucro
cesante es un daño que se mide con independencia del beneficio que el
ilícito haya reportado al demandado.
d) La acción restitutoria tiene por objeto la restitución de dos tipos de
beneficios: ante todo, el gasto que el demandado se ha ahorrado al usar
indebidamente bienes del actor; enseguida, la ganancia neta que se sigue
del uso. Conviene tener presente esta distinción, porque usualmente el pri-
mer concepto (el ahorro de gastos) es equivalente al daño por lucro cesante
que sufre el titular: en el mismo ejemplo de la propiedad intelectual, el
ahorro de gastos del demandado corresponde a la suma que se debería
haber pagado al demandante por el uso de los derechos (esto es, el lucro
cesante sufrido por éste). Por el contrario, la ganancia corresponde a lo que
el demandado ha obtenido por encima de ese costo en que debió incurrir
para hacerse legítimamente de lo ajeno. En esta diferencia reside precisa-
mente el interés de entablar la acción restitutoria del enriquecimiento injus-
to, a pesar de estar también disponible la acción indemnizatoria. Ello también
ayuda a la calificación de la acción: no se trata de una acción de responsabi-
lidad (que siempre está orientada al daño), sino de restitución de beneficios
injustos, que tiene por antecedente un ilícito civil.144

717. Ámbito práctico de aplicación en razón de dificultades probatorias.


a) Algunas situaciones típicas de enriquecimiento injusto a consecuencia
de un hecho culpable, donde el enriquecimiento puede resultar superior
al daño sufrido por el demandante, se presentan en el uso de la propiedad

143
En contra de aceptar una acción restitutoria que no encuadre en los requisitos ge-
nerales del enriquecimiento sin causa, Diez 1997 170; en el mismo sentido, pero sólo aten-
diendo a la imposibilidad de considerar los beneficios como objeto de indemnización (sin
pronunciarse sobre una acción restitutoria), Alessandri 1943 553. En verdad, la acción res-
titutoria que aquí se analiza tiene su fundamento en el ilícito civil y no en el mero hecho
del empobrecimiento que tiene por contrapartida un enriquecimiento. Una discusión de
que esta obligación restitutoria de ganancias injustificadas tenga su fundamento en razo-
nes de justicia correctiva, en Gordley en Owen 1995 138; afirmando esa relación, Weinrib
1980 47.
144
Birks 1985 9, Weinrib 1980 50.

930
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

ajena. Puede ser el caso en materia de propiedad sobre bienes inmateria-


les, como los que son objeto de propiedad intelectual (derechos de au-
tor), propiedad industrial (patentes, marcas, modelos registrados), el
nombre o la imagen de otra persona.145 Pero también puede resultar del
uso del suelo o de dinero ajeno, como ocurre, por ejemplo, con el admi-
nistrador de bienes ajenos que los destina a negocios propios, sin que de
ello se siga perjuicio para con quien el demandado tiene un deber de
confianza.
b) Naturalmente que la prueba del lucro indebido corresponde al
demandante. El medio de prueba serán usualmente las presunciones,
porque no es posible, por lo general, un cálculo preciso del beneficio
injustamente obtenido: “el propósito es lograr una equitativa atribu-
ción, de modo que ninguna parte tenga lo que en justicia corresponde
a la otra; lo que se exige del proceso (inquiry), si eso es lo que se persi-
gue, no será una exactitud matemática, sino una razonable aproxima-
ción”.146
En todo caso, se requiere que exista un beneficio patrimonial que in-
equívocamente se derive del ilícito del demandado, como se muestra en
un caso que resolvieron los tribunales chilenos. La Municipalidad de Viña
del Mar autorizó a un tercero a publicar y distribuir gratuitamente una
guía turística sin autorización de su autor; demandado el municipio, fue
condenado por los jueces de instancia a pagar $ 20 millones por concepto
de daño moral, entendiendo la Corte Suprema, al rechazar la casación,
que el autor experimentó un sufrimiento o angustia al ver que su trabajo
se desvalorizaba al ser distribuido sin su autorización.147 En el caso, atendi-
do el uso gratuito de la propiedad intelectual, no podía alegarse enrique-
cimiento; sin embargo, todo indica que no sólo estaba lesionado el derecho
moral de autor, sino también se producía un daño emergente en razón
del menor valor de la creación intelectual a consecuencia de su publica-
ción, como señala el fallo.
c) La mayor dificultad para acreditar la pretensión restitutoria será
usualmente acreditar la causalidad: el enriquecimiento debe surgir directa-
mente del uso de la propiedad ajena. En general, los principios de atribu-
ción objetiva del daño al hecho causal debieran ser suficientes para asegurar
que exista una relación suficientemente directa entre el ilícito y el benefi-
cio injusto (supra § 30). Sin embargo, en este caso no basta que el acto de
apropiación haya sido una de las causas del beneficio, sino que es necesa-
rio, además, determinar la proporción en que ella ha resultado determinan-
te. Por eso, atendidas las serias dificultades de determinación causal, en la
experiencia comparada se reduce el ámbito de aplicación de esta acción al

145 MünchKom/Grunsky § 252 16, Viney/Jourdain 2001 181, Cane 1996 112.
146 Así la opinión de Lord Slade en My Kinda Town Ltd v. Soll, FSR 159 (1982), citado
por Burrows 1994 304.
147 CS, 2.11.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 1ª, 212. Puede verse también CS, 15.9.1999, RDJ,

t. XCVI, sec.1ª, 158, publicada también en F. del M. 490, 1885.

931
§ 60. RESTITUCIÓN DE BENEFICIOS O DE CARGAS

uso abusivo de la propiedad; especialmente, como se ha dicho, de la que


recae sobre bienes inmateriales.148
d) En definitiva, cuando se usa la propiedad ajena (sea corporal, incor-
poral o sobre bienes inmateriales), usualmente el titular del derecho ten-
drá dos acciones alternativas: ante todo, la acción general de perjuicios,
con fundamento en la responsabilidad extracontractual por daños patri-
moniales (que de ordinario corresponderá a la remuneración usual por
ese aprovechamiento, sin necesidad de probar otro concepto que el de
lucro cesante); y, además, la acción de restitución de la ganancia efectiva-
mente obtenida por quien hizo empleo abusivo del bien respectivo.

718. Acción restitutoria de los beneficios del dolo. Quienes ejecutan el


dolo, sea personalmente, sea como cómplices o encubridores (infra Nº 724),
son civilmente responsables de todos los perjuicios que se sigan para la
víctima. Pero también puede ser de interés para esta última la acción resti-
tutoria de los beneficios que se siguen del dolo ajeno. El artículo 2316 II
reitera la regla establecida a propósito del dolo como vicio del consenti-
miento, estableciendo que “el que reciba provecho del dolo ajeno, sin ser
cómplice en él, sólo es obligado hasta concurrencia de lo que valga el
provecho”.
Aunque es de aplicación general, la norma tiene especial importancia
práctica en los ilícitos de negocios, donde la acción indemnizatoria tiene
usualmente por supuesto que se haya actuado intencionalmente (supra
Nº 79); además, puede ocurrir en estos ilícitos que quien los comete actúe
en interés de un tercero, como suele ocurrir con la responsabilidad de
directores y gerentes de sociedad que actúan en interés de personas rela-
cionadas (supra § 56 d), de modo que el patrimonio contra el cual se ejer-
ce la acción restitutoria suele ser más fuerte que el de quien es personal-
mente responsable.

b. Restitución en razón de cargas impuestas por actos lícitos

719. Privación admitida de un bien ajeno. a) Existen actos que el derecho


autoriza, incluso expresamente, pero que tienen por efecto imponer a otra
persona una carga. De la circunstancia de que la imposición de la carga
sea lícita no se sigue que deba igualmente serlo la asunción del costo por
parte de quien está obligado a soportarla. Un caso típico es el estado de
necesidad: si para evitar un incendio se atraviesa la propiedad ajena (lo
que es lícito en razón de la causa de justificación), no se incurre propia-
mente en responsabilidad extracontractual. A pesar de que el derecho del
titular cede frente a un interés mucho mayor, en definitiva, esa carga im-

148 MünchKom/Graunsky § 252 16; en el derecho inglés la acción de restitución de be-

neficios sólo es reconocida en casos de propiedad intelectual o industrial, competencia des-


leal (passing off) e infracción de deberes fiduciarios (breach of confidence).

932
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

puesta al vecino no tiene que ser soportada por éste. Una vez cesada la
situación, quien ha actuado en estado de necesidad debe compensar al
afectado por el daño sufrido en su bien (supra Nº 82 c).
En el derecho de bienes se plantea con frecuencia el conflicto. Por lo
general, es resuelto en favor de la propiedad; ello vale especialmente en
el caso de las más arcaicas formas de ocupación (artículos 609 II, 610,
617 II y 620). En otros casos, sin embargo, el sopesamiento de bienes
lleva a que sea el propietario quien soporte la carga. Así ocurre típica-
mente con las servidumbres legales (artículo 847) y con ciertas formas
de accesión (artículos 668, I sobre edificación en terreno propio con
materiales ajenos; 668 III, sobre plantación de semillas o plantas ajenas;
658, sobre accesión por mezcla o especificación).
b) Más allá de los casos regulados expresamente por la ley, puede asu-
mirse un principio general del derecho que da lugar a obligaciones restituto-
rias en casos de imposición privada de cargas excesivas pero lícitas.
Siguiendo el principio de que el daño debe ser significativo, el entorpeci-
miento debe exceder del límite de las turbaciones que debemos soportar
en razón de la convivencia (supra Nº 145 y § 24 g).
c) El principio encuentra aplicación también en el ámbito del derecho
público, pues puede ocurrir que la Administración del Estado imponga car-
gas a ciertas personas, que resultan exorbitantes y desiguales, aunque el acto
administrativo sea legítimo, tanto desde el punto de vista de su legalidad
como de su finalidad. Ese puede ser el caso, por ejemplo, de las medidas
preventivas adoptadas a consecuencia de epidemias, y resoluciones de pro-
tección ambiental o patrimonial. La materia plantea importantes preguntas
relativas a la distribución de cargas públicas y a los límites a la imposición de
cargas privadas en beneficio público (supra Nº 334 e y § 40 f).

720. Sacrificio de un bien propio. También puede ocurrir que alguien se


exponga a un daño para beneficiar a un tercero expuesto a un mal ma-
yor.149 El caso típico es el del niño que cruza la calle, provocando un giro
del conductor que lo hace chocar contra un árbol; bajo el supuesto de que
(atendidas las circunstancias) no hay responsabilidad civil de los padres
del niño, el conductor sufre un daño que no es justo atribuirle. Es tam-
bién la situación del salvador que socorre a una persona que ha caído en
un cruce y que es lesionado a consecuencia de su acto; como en el caso
anterior, no hay acción bajo el estatuto general de la responsabilidad por
culpa, ni tampoco bajo un supuesto de responsabilidad estricta. Sin em-
bargo, no sólo hay un deber moral de gratitud, sino uno jurídico de resti-
tuir el sacrificio incurrido, al menos hasta el monto del daño evitado.

721. Efectos. No existiendo regla legal aplicable, la reparación debe seguir


en estos casos un criterio de justicia correctiva, que resulte consistente por
analogía con las normas del derecho civil. Un buen punto de apoyo está

149 Deutsch/Ahrens 2002 190, Larenz/Canaris 1994 654.

933
§ 61. PARTES DEL JUICIO DE RESPONSABILIDAD

representado por las reglas de valoración de las servidumbres de tránsito,


que suponen indemnizar el valor del terreno del cual es privado el propie-
tario y cualquier otro perjuicio; y en materia de accesión, donde se paga el
precio de la cosa de menor valor de la cual se apropia el accedente
(artículo 668 I).150 A falta de un fundamento legal explícito, como ocurre
en estos casos, sólo cabe invocar un principio de restitución que subyace a
diversos institutos del derecho civil, como ocurre en materia de responsa-
bilidad civil (artículo 2314). En consecuencia, corresponde invocar como
fundamento de la pretensión los principios de equidad (Código de Proce-
dimiento Civil, artículo 170 Nº 5) y el espíritu general de la legislación
(artículo 24).

TÍTULO II

RELACIÓN JURÍDICA PROCESAL EN EL JUICIO DE


RESPONSABILIDAD

722. Plan de exposición. En este título serán analizados algunos elementos


subjetivos y objetivos de la relación jurídica procesal que nace a conse-
cuencia del ejercicio de algunas de las acciones de reparación en naturale-
za, indemnizatorias o restitutorias que pueden surgir de un ilícito civil. A
este efecto, se intentará formular un esquema sistemático de las partes del
juicio de responsabilidad, a cuyo efecto se hará sustancialmente referencia
a lo expuesto en otras secciones de este libro (infra § 61). Enseguida, se
analizarán algunos aspectos relativos al ejercicio de la acción de responsa-
bilidad civil en el proceso penal (infra § 62). Finalmente, se analizarán los
efectos recíprocos de resoluciones en lo criminal y en lo civil (infra § 63).

§ 61. PARTES DEL JUICIO DE RESPONSABILIDAD

a. El demandado

723. Criterios de atribución de responsabilidad. Por lo general, las preten-


siones a que da lugar la responsabilidad civil sólo se pueden hacer valer
contra el autor del daño o sus herederos. Excepcionalmente, la ley estable-
ce la responsabilidad por el hecho ajeno, en cuya virtud una persona pue-
de ser demandada por los ilícitos civiles incurridos por otra. Finalmente,
la ley establece una acción restitutoria en contra de quien se ha aprove-
chado del dolo ajeno (artículos 1458 II y 2316 II).

150 Es interesante el contraste que la norma referida plantea con la del inciso siguien-

te, que se rige plenamente por las normas de la responsabilidad extracontractual, que obli-
gan a reparar todo perjuicio.

934
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

724. Autor del daño. a) Con las solas excepciones que establece el artículo
2319, todas las personas son capaces de delito o cuasidelito civil (supra Nº 30),
de modo que la acción de responsabilidad se dirige, ante todo, contra quien
por su hecho negligente (en la responsabilidad por culpa) o por su posición
generadora de un riesgo (en la responsabilidad estricta) ha causado el daño
que da lugar a la pretensión reparatoria (artículo 2316 I).
Se tiene por autor del daño a quien materialmente lo ha producido,
pero la responsabilidad también se extiende a quienes han actuado como
cómplices o encubridores del hecho, en la medida que su conducta ilícita resulta
determinante en la materialización de los perjuicios.151 A estos efectos, las
reglas generales sobre causalidad son suficientes para determinar la exten-
sión pasiva de la acción de responsabilidad; ésta se dirige por igual contra
cualquiera persona cuya conducta ilícita haya sido condición necesaria del
daño (supra Nos 244 y 278).
b) La autoría plantea particulares preguntas en el caso de la responsa-
bilidad de personas jurídicas y especialmente del empresario. Uno de los
aspectos evolutivos más evidentes de la responsabilidad de la persona jurí-
dica es la creciente aceptación de la responsabilidad por el hecho propio,
sobre la base de la construcción de un ilícito organizacional, que se mani-
fiesta en el incorrecto funcionamiento de la organización, y que no re-
quiere la identificación de las personas naturales a quienes resulte atribuible
en concreto la negligencia (supra Nos 34 y 129).
c) En los casos de responsabilidad estricta, el antecedente determinan-
te de la responsabilidad es usualmente la calidad (por ejemplo, la de tene-
dor de la cosa riesgosa) o el desarrollo de la actividad. Corresponde a la
ley definir quién será tenido en cada caso por responsable, en la medida
que no es la conducta, sino el riesgo el elemento que resulta determinante
(supra Nº 325).

725. Herederos del autor del daño. a) La acción también puede ser ejerci-
da en contra de los herederos del autor del daño, en virtud del principio
de continuidad patrimonial activa y pasiva del causante en sus sucesores
universales (artículo 951 II). Por lo demás, la legitimidad pasiva de los
herederos está expresamente reconocida en el título sobre delitos y cuasi-
delitos civiles (artículo 2316 I).
b) Si el causante ha fallecido en el accidente ocurrido por su culpa y
que ha provocado daño a terceros, debe entenderse que la sucesión asu-
me igualmente la obligación reparatoria, porque el ilícito fue cometido en
vida del causante; por eso, carece de relevancia el orden temporal en que

151 Alessandri 1943 490, Corral 2003 324; en la medida en que el derecho civil sólo

atiende a la relación causal entre el hecho ilícito y el daño, no discrimina, en general, los
tipos de circunstancias que dan lugar a esa participación; todo indica, sin embargo, que las
definiciones de los artículos 14 y siguientes del Código Penal son aplicables a los delitos
civiles, con la sola reserva de que la responsabilidad civil tiene por condición que esa parti-
cipación sea causalmente determinante del daño sufrido por la víctima.

935
§ 61. PARTES DEL JUICIO DE RESPONSABILIDAD

efectivamente se suceden la muerte del causante que provocó el accidente


y los daños sufridos, personalmente o por repercusión, por el tercero que
los demanda.152
c) Los herederos están obligados a la deuda a prorrata de sus partici-
paciones hereditarias y la insolvencia de cualquiera de ellos no grava a los
demás, según las reglas generales (artículos 1354 y 1355).

726. Responsabilidad por el hecho ajeno. La acción se puede también


dirigir en contra de quienes responden por el hecho ajeno, sea por la
culpa probada (a falta de presunción legal), o por la presunta por la ley
(supra §§ 17 y 18 a). El caso más fuerte de responsabilidad por el hecho
ajeno es la responsabilidad vicaria, esto es, la responsabilidad estricta por
la culpa ajena (supra Nos 104, 119 y 308 b); el ejemplo más importante de
responsabilidad vicaria en el derecho chileno es la responsabilidad del
propietario o tenedor de un vehículo motorizado por los accidentes pro-
vocados por la imprudencia de los conductores (supra Nº 528). A diferen-
cia de lo que tiende a ocurrir en el derecho comparado, la responsabilidad
del principal por el hecho del dependiente en el derecho chileno es por
culpa presunta y no vicaria.

727. Responsabilidad de varias personas: solidaridad legal y obligaciones in


solidum. a) En situaciones de concurrencia de varios ilícitos o de varias per-
sonas que concurren a la realización de un mismo ilícito se plantea la pre-
gunta por la forma en que resultan obligadas frente a la víctima. En esta
sección sólo cabe hacer referencia a lo analizado al tratar de la causalidad
sobre la responsabilidad en casos de pluralidad de responsables (supra § 33).
b) El Código Civil sólo establece una regla de solidaridad para la hipó-
tesis de que un mismo delito o cuasidelito haya sido cometido por dos o
más personas, esto es, que haya habido pluralidad de autores, pero unidad
de hecho (supra Nº 277).153 Por consiguiente, si no se puede dar por confi-
gurada la participación de dos o más personas en un mismo hecho, no hay
solidaridad legal entre los diversos responsables de un daño. Sin embargo,
desde el punto de vista de la obligación reparatoria para con la víctima,
cada uno de quienes han intervenido causalmente en la generación del
daño es responsable por el total de los perjuicios, en la medida que las
respectivas culpas sean condición necesaria del daño y éste pueda ser teni-
do por directo. En ese caso, se presenta la situación que la doctrina france-
sa denomina obligaciones in solidum, que no son solidarias por mandato
legal expreso, pero que presentan efectos análogos a la solidaridad, por
aplicación de principios generales de la responsabilidad civil (supra Nº 278).
c) Tampoco es solidaria la obligación del tercero civilmente responsa-
ble de un daño, porque no se trata del mismo hecho: la persona que ha
cometido el delito o cuasidelito responde por su propia culpa, de acuerdo

152 Jones 2002 703.


153 Alessandri 1943 487.

936
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

con las reglas generales; el tercero civilmente responsable lo hace por la


suya o por la responsabilidad estricta que la ley pueda imponerle como
guardián de una cosa o de una persona. Sin embargo, también en este
caso ambos son responsables por el total de la obligación, de modo que se
les puede tener por obligados in solidum (supra Nº 279).
d) La Ley del tránsito ha agregado, como se ha visto, la responsabili-
dad solidaria del propietario o tenedor de un vehículo motorizado con el
conductor negligente que ha provocado el accidente (artículo 174). Es
una especie de responsabilidad vicaria que protege especialmente a las
víctimas de conductores insolventes (supra Nº 528).

728. Asegurador de responsabilidad. a) El riesgo que asume el asegurador


de responsabilidad civil tiene por objeto las sumas de dinero representati-
vas de las indemnizaciones o reparaciones en naturaleza a que puede ver-
se obligado a pagar o financiar el asegurado (supra Nº 699). Atendida la
relación personal entre asegurador y asegurado, y de acuerdo con el prin-
cipio del valor relativo de los contratos, en principio, la víctima carece de
acción directa en contra del asegurador de la responsabilidad del autor
del daño o del tercero civilmente responsable asegurado; sin embargo, esa
acción directa suele ser reconocida en contra del asegurador, especialmente
en el caso de seguros obligatorios (infra Nº 867).
b) Por el contrario, de acuerdo con las reglas generales, la ley recono-
ce al asegurador el derecho a subrogarse en las acciones que puedan co-
rresponderle al asegurado en contra de un tercero por el monto pagado
(Código de Comercio, artículo 553). Es típicamente el caso de las acciones
que corresponden en contra de los obligados solidariamente o in solidum
por la cuota que les corresponde en la responsabilidad civil (supra Nos 115,
278 y 279).

729. Beneficiarios del dolo ajeno. También están pasivamente legitimados


en el juicio a que dé lugar un ilícito civil quienes se han aprovechado de
un dolo ajeno, aunque personalmente no hayan incurrido en ilícito algu-
no, de conformidad con las reglas generales (supra Nº 718).

b. El demandante

730. El daño sufrido como requisito de la acción indemnizatoria. Como se


señalaba al analizar el requisito del daño como condición de la responsa-
bilidad civil (supra Nº 141), el antecedente más elemental de la responsa-
bilidad civil se encuentra en el daño, pues sólo entonces tiene sentido
preguntarse si éste debe ser soportado por la víctima o por quien resulte
civilmente responsable. En consecuencia, la legitimidad activa de la acción
de responsabilidad civil pertenece a quien alega haber sufrido un daño,
sea inmediatamente como víctima directa, sea mediatamente como vícti-
ma de un daño que se sufre a consecuencia del infligido a la víctima direc-
ta (daño reflejo o por repercusión).

937
§ 61. PARTES DEL JUICIO DE RESPONSABILIDAD

1. Acción de la víctima inmediata

731. Acción de la víctima inmediata. a) La víctima inmediata puede ser


indistintamente una persona natural o jurídica.
b) Toda persona natural puede sufrir daño que dé lugar a responsabili-
dad civil. La capacidad, que es condición para ser sujeto pasivo de la ac-
ción, no se extiende a la protección civil como víctima. Por cierto, que si la
víctima es incapaz, la acción debe ser ejercida por quien tenga su repre-
sentación legal, de acuerdo con las reglas generales; corresponde, en con-
secuencia, que la acción sea ejercida por el padre o la madre que tengan
su representación legal, el adoptante,154 o el tutor o curador, en su caso.
c) La persona jurídica posee inequívocamente titularidad activa para de-
mandar los daños patrimoniales que se siguen del hecho ajeno que da lugar
a responsabilidad. Más delicada es la pregunta por la titularidad respecto
de daños morales, a cuyo respecto surgen preguntas relativas al sentido y a
los fines que tiene en tales casos la reparación (supra Nº 195).

732. Pluralidad de víctimas. a) El daño puede afectar a diversas personas.


En circunstancias que cada una de ellas lo sufre personalmente, en princi-
pio debe entenderse que las pretensiones indemnizatorias se acumulan.
b) En el caso del daño a las cosas, es posible que el hecho genere
responsabilidad, a la vez, respecto del propietario, del arrendatario, del
titular de un derecho real de usufructo e, incluso, del acreedor prendario.
En circunstancias que se trata de daños diversos entre sí, todos ellos tienen
derecho a ejercer la acción indemnizatoria por sus respectivos perjuicios.
Este es el principio establecido por el artículo 2315, cuya enumeración no
puede ser tenida por exhaustiva.155 Por cierto que la acumulación no pue-
de significar que un mismo perjuicio sea indemnizado más de una vez. Por
eso, el daño sufrido por el propietario no comprende el valor de goce de
la cosa, si ella está dada en usufructo (en cuyo caso la reparación de ese
daño específico corresponderá al usufructuario).
c) En el caso del daño corporal, el principio de la acumulación no
plantea dudas cuando del accidente resulta una pluralidad de víctimas
inmediatas. Las dificultades surgen respecto de la acumulación de preten-
siones indemnizatorias por daño moral de la víctima inmediata y de quie-
nes demandan por daño reflejo, sea que la víctima directa sobreviva (supra
Nº 230), sea que fallezca a consecuencia del accidente (supra Nº 231).
d) Las acciones de las diversas víctimas son independientes entre sí y
bajo ningún respecto puede entenderse que entre ellas haya solidaridad
activa. Sin embargo, las acciones que nacen para cada una de ellas pueden
ser las mismas y, generalmente, emanan directa e inmediatamente de un

154 La ley Nº 19.620 establece respecto del adoptado el estado civil de hijo de los adop-
tantes (artículo 37 I), sin perjuicio de la ultraactividad de la legislación anterior que creaba
un estado civil específico de adoptados (artículo 45 II).
155 Alessandri 1943 457.

938
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

mismo hecho, de modo que pueden ser interpuestas en el mismo juicio


(Código Civil, artículo 18). En consecuencia, los demandantes pueden ac-
tuar conjunta o separadamente, debiendo hacerlo en el primer caso me-
diante un procurador común (Código de Procedimiento Civil, artículo 19).
Por tratarse de acciones separadas, el juez debe pronunciarse respecto
de cada pretensión indemnizatoria individualmente; de manera excepcio-
nal, la avaluación de los perjuicios morales reflejos que se siguen de la muerte
puede considerar al conjunto familiar, sin perjuicio de que se pueda reco-
nocer respecto de cada actor una suma por separado (supra Nº 231 b).
Asimismo, por tratarse de acciones individuales, la prescripción extinti-
va no se interrumpe respecto de las demás víctimas si alguna de ellas ejer-
ce su propia acción, ni lo fallado en un juicio seguido entre el demandado
y alguna de las víctimas produce cosa juzgada en el juicio iniciado por
otra.

733. Acción de las personas subrogadas a la víctima. a) En ciertos casos, la


ley concede al tercero, que ha pagado a la víctima una indemnización
debida en razón de un contrato o de la ley, la facultad para subrogarse en
los derechos que la víctima tenga en contra del autor del daño. La subro-
gación pone al tercero en la posición jurídica que tenía la víctima, de
modo que la acción no cambia de naturaleza; en ello reside la diferencia
fundamental con la acción de reembolso que puede tener ese tercero,
consistente en una acción personal restitutoria en contra de la víctima que
ha obtenido reparación del civilmente responsable (supra Nº 692).
b) De especial importancia en esta materia es el derecho del asegurador
de la propia víctima a subrogarse en los derechos del asegurado. A tal efec-
to, sin embargo, es necesario distinguir las diversas finalidades que puede
tener el seguro. Tratándose de seguros de vida o de accidentes que tienen
una finalidad previsional o de prevención de un riesgo personal, la suma
pagada por el asegurador no tiene una función indemnizatoria, de modo
que éste carece, por lo general, del derecho de subrogación (supra Nº 694).
Lo contrario se puede concluir respecto de los seguros de accidentes o de
salud, que efectivamente tienen una finalidad indemnizatoria de los daños
personales; si éstos no son imputables a un tercero, por cierto que el ase-
gurador debe asumir finalmente los costos, pero si un tercero es responsa-
ble, la víctima no puede obtener una doble indemnización y típicamente
sólo cabe la acción subrogatoria reconocida por el artículo 553 del Código
de Comercio (supra Nº 695).156
c) Aún más claro es el caso del asegurador de la responsabilidad civil del
personalmente responsable. La compañía de seguros que paga la indemniza-
ción a la víctima del hecho, por un daño que es atribuible al menos en parte
al asegurado, asume la obligación de indemnizar a la víctima por cuenta de
ese asegurado, a consecuencia de lo cual se subroga legalmente en los dere-

156 Sobre las particularidades de la subrogación en el caso de quien ha pagado indem-

nizaciones por accidentes del trabajo, supra Nº 696.

939
§ 61. PARTES DEL JUICIO DE RESPONSABILIDAD

chos que pudieren corresponder a este último, respecto de otros responsa-


bles, según las reglas generales (Código de Comercio, artículo 553). En ese
caso, el interés de la subrogación no puede ser recuperar suma alguna del
asegurado, porque la finalidad del seguro es precisamente cubrirlo de ese
riesgo (supra Nº 699); pero puede ocurrir que al asegurado pertenezcan ac-
ciones contra los demás responsables, por su eventual obligación de contri-
buir al pago de la obligación indemnizatoria (supra Nos 278 y 279). En este
caso, adquiere pleno sentido la subrogación para el asegurador de uno de los
civilmente responsables del daño (supra Nº 728).
d) La finalidad de los seguros de daños a las cosas o de daños patrimonia-
les es inequívocamente indemnizatoria, de modo que es indubitado el efecto
subrogatorio que produce el pago efectuado por el asegurador (supra Nº 698).

734. Herederos y cesionarios de la víctima. En atención a las numerosas


preguntas que plantea la transferencia y transmisión de las pretensiones
indemnizatorias por daño moral, la materia será analizada por separado
(infra § 61 b 3 y 4).

735. Acciones colectivas y daños difusos. a) La exigencia que el daño sea


personal plantea particulares dificultades en el caso de daños difusos o fraccio-
nados, que se reparten entre muchos sujetos. El daño difuso presenta a me-
nudo problemas respecto al umbral de relevancia que debe tener el perjuicio
para que haya lugar a una pretensión reparatoria, lo que puede excluir la
acción individual de cada uno de los múltiples sujetos afectados (supra
Nº 145). Aun bajo el supuesto de que los daños sean individualmente signi-
ficativos, la dificultad práctica radica en los incentivos insuficientes para ha-
cerlos valer separadamente por cada una de las personas afectadas, porque
su baja intensidad no justifica los costos personales y económicos de em-
prender una acción. Es lo que ocurre, por ejemplo, a los miembros de una
profesión que enfrentan una competencia desleal, a los vecinos que sopor-
tan un daño ambiental, a los usuarios de un servicio sanitario deficiente, o a
los consumidores que se ven afectados por una propaganda engañosa.
b) Los correctivos que conocen el derecho chileno y el derecho com-
parado consisten en acciones por daño colectivo, que pueden ser interpuestas
por entidades corporativas que pretenden representar intereses difusos, y
en acciones colectivas, que son interpuestas conjuntamente en representa-
ción de muchas personas. Estos instrumentos procesales para representar
intereses difusos o fraccionados han sido analizados críticamente al tratar
de la exigencia que el daño sea personal (supra Nos 157 y siguientes).157

157
La jurisprudencia francesa es reticente a reconocer acciones colectivas, a menos que
haya autorización legal; la ley procesal civil española reconoce ampliamente una acción cor-
porativa a las asociaciones de consumidores y usuarios (artículo 11; al respecto, Reglero en
Reglero 2002 a 148); en el derecho inglés se conocieron desde el Medioevo acciones de gru-
pos específicos, y leyes especiales han continuado con esta práctica, sin perjuicio de una ac-
ción general que es reconocida por la ley procesal; la ley holandesa autoriza las acciones de
grupos corporativos, salvo respecto de la acción indemnizatoria; éstas son reconocidas den-

940
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

c) El derecho romano también conoció las acciones populares, entregadas


a los vecinos o cualquiera persona del pueblo para prevenir o poner térmi-
no a daños que afectan a muchas personas. Andrés Bello siguió de cerca en
el Código Civil esta influencia romana, que había sido opacada por el indivi-
dualismo jurídico y por los legisladores influidos por la doctrina del Estado
nacional, en que los intereses generales están cautelados por sujetos públi-
cos (Estado y municipalidades),158 otorgando diversas acciones populares
para cautelar intereses difusos, en especial para evitar graves riesgos (artícu-
los 932, 935, 937, 948, 2333). En atención a las complejas preguntas jurídi-
cas y de políticas públicas que envuelven las acciones interpuestas en
representación de intereses colectivos, todo indica que las acciones popula-
res reconocidas por el Código Civil y por leyes especiales deben enmarcarse
en los fines precisos para los que han sido establecidas.
d) En la medida que para ejercer la acción de protección se requiere
alegar un derecho de cualquier intensidad, que incluso puede ser invoca-
do por asociaciones que reúnen a personas que tienen intereses fracciona-
dos o difusos, ha devenido en un procedimiento cautelar que presenta
caracteres típicos de las acciones populares (con la sola condición de que
se pueda reclamar la amenaza, turbación o privación de un derecho).159

736. Daño contingente. Si se trata de daños contingentes, que amenazan a


algunas personas o a un grupo indeterminado de ellas, la ley reconoce una
acción preventiva, que pertenece a los determinadamente amenazados, en
el primer caso, o al público en general, en el segundo (supra § 57 b).

2. Acción de la víctima de daño reflejo o por repercusión

737. El daño reflejo o por repercusión es personal del actor. a) El llamado


daño reflejo o por repercusión da lugar a una pretensión indemnizatoria origi-
naria del actor, cuyo fundamento es su propio daño personal. En este
caso, los efectos dañosos del daño corporal o de la muerte sufridos por la
víctima inmediata se expanden hacia un tercero. Si bien la muerte no es
un perjuicio para quien la sufre (supra Nº 156 b, con nota sobre antece-
dentes doctrinarios y comparados), puede serlo para personas que esta-
ban ligadas patrimonial o afectivamente a la víctima. Algo análogo puede

tro de estrechos límites en el derecho alemán, salvo en materia de competencia desleal y de


condiciones generales de contratación; el derecho norteamericano confía más en acciones
de individuos que actúan en interés de una clase de sujetos que en acciones de grupos corpo-
rativos. Un vistazo comparado sobre las acciones en representación de intereses colectivos en
materia de responsabilidad civil en Van Gerven 1998 340. Un análisis esquemático de las ac-
ciones colectivas en el derecho comparado y chileno en Montenegro 2004 296, 304.

158 Sobre esta particularidad del Código chileno, Delgado en Martinic/Tapia 2005 912.
159 En este sentido, Montenegro 2004 304.

941
§ 61. PARTES DEL JUICIO DE RESPONSABILIDAD

ocurrir en caso de graves lesiones corporales de la víctima inmediata. En


estas situaciones, la acción es personal de la víctima del daño reflejo. Como
se ha planteado en otras secciones de este libro, el problema más serio
que presenta el daño reflejo (especialmente el moral) se refiere a los crite-
rios para definir sus límites. Esta es esencialmente una pregunta normati-
va, relativa a la extensión en que son atribuibles al hecho del demandado
las consecuencias que su acción produce en personas distintas a la víctima
inmediata (supra § 25).
b) La acción que persigue este daño reflejo debe ser distinguida de la
que se tiene iure hereditatis, esto es, la que pertenecía a la víctima inmediata
y que se adquiere por transmisión. Ambas acciones tienen por objeto per-
juicios inequívocamente diversos en materia patrimonial, de modo que no
existen discusiones acerca de la posibilidad de acumularlas (con la precau-
ción de que un mismo daño no sea indemnizado más de una vez). Tratán-
dose del daño moral, por el contrario, existen fuertes razones para asumir
que los herederos sólo pueden reclamar los perjuicios personalmente su-
fridos como daño reflejo, de modo que no pueden acumular al propio
daño moral una pretensión indemnizatoria a título sucesorio por los da-
ños morales que haya sufrido la víctima directa (infra Nº 743).

3. Cesibilidad de la acción indemnizatoria

738. Transferencia de la acción. La acción indemnizatoria tiene carácter


patrimonial, de modo que, en principio, nada impide su cesión a un terce-
ro.160 En materia de daños patrimoniales, la cuestión es por completo pací-
fica. Sin embargo, surgen dudas en materia de daños morales, a cuyo
respecto se ha argumentado que la transferencia no es lícita, atendido el
carácter personalísimo de los derechos afectados y la función compensato-
ria, en oposición a una estrictamente reparadora, de la indemnización en
dinero. Se argumenta que esta limitación evita llevar al extremo la comer-
cialización del daño moral, que tradicionalmente fue el argumento más
potente para excluir en absoluto su reparación.161 En verdad, la cesión del
derecho de reparación del daño moral extrema esta transformación del
perjuicio moral en un crédito comerciable, de modo que parece razona-
ble estimarla como ilícita.162

739. Transacción relativa a la acción reparatoria. La justificación para limi-


tar la cesión de la acción indemnizatoria por daño moral no resulta aplica-
ble a la transacción (supra Nº 709). En efecto, este contrato tiene por
finalidad poner término a un litigio pendiente o precaver uno eventual

160 Alessandri 1943 474.


161 Esmein 1954 passim.
162 Viney/Jourdain 2001 323, con referencias a la doctrina francesa que apoya esta ili-
citud.

942
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

(artículo 2446 I), de modo que su función es sustitutiva de la sentencia


judicial. Nada hay de ilícito en que las partes eviten litigar en la materia
mediante un acuerdo compensatorio que incluya daños morales.163

4. Transmisibilidad de la acción indemnizatoria

740. Principio de transmisibilidad. Límites. a) En principio, la acción in-


demnizatoria que nace de un delito o cuasidelito civil se transmite a los
herederos, según dispone el artículo 2315, que los designa expresamente
entre los legitimados activos para interponerla. A pesar de la generalidad
de esa norma legal, la pregunta se plantea de una manera diferente res-
pecto de los daños patrimoniales y morales, en atención a su naturaleza y
a la función de la indemnización (supra Nos 156 y 224).
b) Discernir acerca de estas diferencias a propósito de la transmisibili-
dad de la acción no supone una contradicción con esa norma legal, por-
que es de toda evidencia que el Código Civil no asumió en su tiempo que
los daños morales fueran reparables (supra Nº 194). Por lo mismo, la trans-
misibilidad de la acción indemnizatoria por daño moral no puede inferir-
se mecánicamente de esa norma legal, que entonces sólo podía tener
implícitamente en cuenta los daños patrimoniales.
La discusión se ha presentado precisamente respecto de la transmisibi-
lidad de la acción por daño moral. La pregunta es particularmente seria
tratándose de los daños morales que se siguen de la muerte de una perso-
na, porque se plantean, además, problemas de acumulación de pretensio-
nes iure hereditatis con otras que tienen por antecedente el daño reflejo,
que otorga acciones iure propio a quienes se ven personalmente afectados
por el fallecimiento de la víctima inmediata.

741. Transmisión de la acción indemnizatoria por daños patrimoniales. a)


Como en el caso de la transferencia, no existen dudas acerca de la trans-
misibilidad de la acción indemnizatoria de daños patrimoniales: el derecho
a la indemnización se encuentra incorporado al patrimonio del causante y
no hay razón alguna para estimar que sea intransmisible (artículos 951 II y
1097).164 Por lo demás, la norma del artículo 2315 comprende inequívoca-
mente el derecho de los herederos a demandar los daños patrimoniales
que haya sufrido el causante hasta el momento de su muerte.165 La trans-
misión comprende el daño emergente y el lucro cesante que la víctima
sufrió en vida.

163
La legislación procesal penal, por otra parte, autoriza estos acuerdos reparatorios,
que deben entenderse comprensivos de todo tipo de daños (Código Procesal Penal, artícu-
lo 241), atribuyéndoles efectos extintivos incluso respecto de la acción penal (artículo 242);
sobre los efectos extintivos de la acción civil, Horvitz/López 2002/04 II 572. En el derecho
civil francés también se acepta la licitud de la transacción (Viney/Jourdain 2001 323).
164
Alessandri 1943 467, Corral 2003 320, Mazeaud/Chabas 1998 703.
165
Alessandri 1943 467.

943
§ 61. PARTES DEL JUICIO DE RESPONSABILIDAD

b) La diferencia fundamental con las pretensiones que podría haber


interpuesto la víctima, si no hubiese fallecido, está dada por el alcance de
la pretensión indemnizatoria por lucro cesante. En efecto, si la víctima
hubiese sobrevivido incapacitada para ganarse la vida, el lucro cesante com-
prende los ingresos netos esperados por el período de tiempo que podía
esperarse que sobreviviera. Por el contrario, en el caso de los herederos no
existe legitimación activa para solicitar perjuicios que sobrepasen el tiem-
po que la víctima efectivamente sobrevivió. Más allá del momento de la
muerte, sólo nace la acción por el daño patrimonial reflejo que se sufre en
razón de haberse perdido una fuente de sustento.166 Pero esta pretensión
por daño reflejo pertenece personalmente a los actores y no derivadamen-
te por sucesión hereditaria.

742. La muerte no constituye per se daño moral transmisible. a) En la tra-


dición romana la muerte está excluida de reparación civil.167 Por el contra-
rio, en la tradición del derecho natural se asume la posición moral de que
siendo la vida un bien que es la base de todos los demás, no puede quedar
sin reparación, de modo que la víctima adquiere un derecho a ser indem-
nizada, que pasa a sus herederos.168 A su vez, las codificaciones del siglo
XIX ignoraron o limitaron la reparación del daño moral, de modo que
establecer un premium mortis estaba fuera de todo horizonte normativo.
En el derecho contemporáneo prevalece la idea de que por mucho
que la vida sea el más valioso de los bienes, de ello no se sigue que sea per
se objeto de reparación a título hereditario (supra Nos 156 b y 224). Se
asume que del valor de la vida no se sigue la necesidad de reparar su
pérdida, porque quien muere no puede tener un crédito indemnizatorio
por su propia muerte. En el fondo, se trataría de un derecho sin sujeto.
Por el contrario, el daño moral que sufren las personas más cercanas sí da
lugar a reparación a título personal, por los daños morales que personal-
mente les haya producido la muerte de la víctima directa.
b) Sólo si se tiene la indemnización del daño moral por una pena civil,
habría razón para estimar que la sanción civil deba seguir al mayor de los
males; pero ello lleva a los tópicos antes discutidos de que la culpa civil no
constituye un juicio de reproche personal (supra Nº 42) y que hay fuertes

166 Mazeaud/Chabas 1998 704, Jones 2002 703.


167 En verdad ello vale, en general, para los daños corporales (Digesto 9.2.13 niega ac-
ción directa a la víctima, “porque nadie es considerado dueño de sus propios miembros”);
una completa relación de la exclusión de la muerte como mal indemnizable en la tradi-
ción romana antigua y medioeval en De Castro 1956 451.
168 De Castro 1956 454 y 460, con referencia a la escuela española del derecho natural

(en especial a Luis de Molina) y a su continuación en la escuela del derecho natural racio-
nalista (Grocio, Pufendorf). El propio De Castro sostiene, en ese admirable texto, que esta
es la correcta doctrina, que, a su vez, atribuye a la jurisprudencia española de su época (ídem
498). La actual jurisprudencia española parece asumir, por el contrario, que las acciones
por daño moral que se sigue de la muerte son personales y no pretensiones iure hereditatis
(Pantaleón 1989 639).

944
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

razones para evitar la justificación de la indemnización del daño moral


sobre la base de una función punitiva (supra Nº 198).
c) Por otro lado, el reconocimiento de un derecho transmisible, que
comprendería el daño moral, resultado del solo hecho de la muerte, ame-
naza con producir una acumulación de indemnizaciones, que, en esencia, de-
rivan del mismo daño: uno que se habría radicado en el causante, en cuya
compensación patrimonial sucederían los herederos, y otro que tendría
por antecedente la propia aflicción que se sigue de ese mismo padeci-
miento y muerte. En verdad, al aceptarse el daño moral reflejo, pierde su
más profunda justificación compensatoria la indemnización por el solo
hecho de la muerte; a la inversa, las limitaciones establecidas por la juris-
prudencia en otros sistemas jurídicos para la reparación del daño reflejo
han contribuido a que se abra la puerta a las acciones dirigidas a obtener
su reparación iure hereditatis, por transmisión del derecho que habría naci-
do en quien ha fallecido.169

743. Problemas que plantea la transmisibilidad del daño moral. a) Incluso


una vez que fue muy generalmente aceptada la reparación del daño mo-
ral, ese efecto no se extendió mecánicamente a su transmisibilidad. La
transmisibilidad se sostiene en un argumento técnico que se asocia al cre-
ciente carácter patrimonial de la indemnización del daño moral, que lleva
a estimarlo como un crédito de dinero que se incorpora al patrimonio del
causante por el solo hecho del daño y hasta que ocurre la muerte.170
A ello se agrega la norma del artículo 2315, que comprende a los here-
deros entre los titulares de la acción. Sin embargo, conviene reiterar que
esta norma fue formulada en un contexto que excluía la reparación del
daño moral (supra Nos 194 y 740 b), de modo que es objetable inferir de
esa norma legal, de un modo puramente lógico, que una vez aceptada la
reparación del daño moral debe tenerse por transmisible la pretensión
indemnizatoria a su respecto.
b) Los principales argumentos para negar lugar a esa transmisibilidad
se refieren tanto a la naturaleza del daño moral, como a la finalidad que
persigue su reparación.171 Desde el punto de vista de su naturaleza, se argu-
menta que el daño moral no pierde su carácter de derecho personalísimo
por el hecho de dar lugar a un crédito de dinero. Nada impide que los
herederos ejerzan las acciones iure propio por los daños reflejos que se si-
guen de la muerte de una persona, pero no pueden fundar legítimamente

169 Prosser/Keeton et al. 1984 945 refieren el argumento de que en jurisdicciones que
no reconocen el daño moral reflejo, si no se reconociera la transmisibilidad del daño sufrido
por quien ha fallecido, resultaría más barato para el responsable que la víctima muera a que
quede lesionada; asimismo, muestran que la evolución en el commom law se produjo en la di-
rección de favorecer a las personas sobrevivientes que más inmediatamente han sufrido un
perjuicio (personal) a consecuencia de la muerte, como son los herederos (ídem 946).
170 Viney/Jourdain 2001 325.
171 Una espléndida reseña de los argumentos para negar la transmisibilidad en R. Do-

mínguez Á. 2004 a 502.

945
§ 61. PARTES DEL JUICIO DE RESPONSABILIDAD

su acción en la aflicción del causante. Desde el punto de vista de la función


de la indemnización del daño moral, se argumenta que éste persigue una
compensación del mal sufrido personalmente por la víctima, y no tiene
una finalidad reparatoria (supra Nº 197), de modo que la justificación des-
aparece si se le tiene por transmisible. De ello se sigue que “admitir la
transmisibilidad es llevar el principio de la continuación del causante por
sus herederos a extremos impropios y que sólo se explican por una mer-
cantilización exagerada de la responsabilidad civil”.172
c) En el derecho comparado no existe uniformidad. Tampoco la hay
en el derecho chileno.173 Contrariando una corriente doctrinaria mayori-
taria en sentido inverso, la Corte de Casación francesa estima que el daño
moral sufrido por la víctima da lugar a un crédito indemnizatorio;174 en el
common law se suele reconocer la transmisibilidad de la acción por daño
moral (pero, en contraste, no se acepta el daño moral reflejo).175 El recha-
zo de la transmisibilidad parece ser la tendencia dominante en los países
que reconocen una acción por daño moral reflejo.176
d) Todo indica que no es conveniente reconocer dos acciones distintas y
concurrentes en caso de muerte: o bien se reconoce el daño moral sufrido
por el causante (que se entiende dar lugar a un crédito que ingresa al patri-
monio del causante y en el cual se suceden los herederos); o bien, se niega
lugar a la transmisión, y se indemniza el daño personalmente sufrido por las
personas más cercanas a la víctima fallecida. La concurrencia cumulativa de
acciones tiene el especial inconveniente de que las indemnizaciones por daño
moral personal y a título hereditario se superponen necesariamente, por-
que en la aflicción de las personas más cercanas ya está incorporado el sufri-
miento del fallecido. En efecto, en la medida que el daño moral reflejo
tiene por justificación la particular relación afectiva del titular de la acción

172 R. Domínguez Á. 2004 a 513.


173 Alessandri 1943 470, siguiendo a los hermanos Mazeaud, sostiene que es transmisi-
ble; en contra de la transmisibilidad R. Domínguez Á. 2004 a, con quien esencialmente se
coincide en este libro; P. Rodríguez 1999 360 afirma la reparabilidad de la muerte, pero no
analiza la transmisibilidad de la pretensión del causante; Corral 2003 326 se refiere en gene-
ral a la transmisibilidad de la acción indemnizatoria, pero no analiza las particulares pregun-
tas que plantea en el caso del daño moral. Han reconocido lugar a la transmisibilidad del
daño moral (Corte de Santiago, 25.5.2001, rol Nº 3.591-2000, confirmada por CS [cas. forma
y fondo], 6.9.2001, rol Nº 2.669-2001, y Corte de Concepción, 12.4.2004, rol Nº 4.016-2003).
174 Viney/Jourdain 2001 327.
175 Para el derecho inglés Jones 2002 703, con indicación de que la angustia que antecede

a la muerte no es indemnizable como daño moral de la víctima, porque debe entenderse in-
cluida en esta última (Hicks v. Chief Constable of South Yorkshire Police, 1992, 2 All ER 65); en Esta-
dos Unidos, la materia está entregada a la legislación estatal, que es muy disímil, pero que en
general reconoce acción hereditaria por los daños morales sufridos por la persona fallecida,
pero no acepta el daño moral reflejo (Prosser/Keeton et al. 1984 950, Abraham 2002 219).
176 R. Domínguez Á. 2004 a 506 y 513, con referencias al derecho argentino y holan-

dés (Cód. hol., artículo 6.106); para el derecho español, Pantaleón en Paz-Ares et al. 1991
1999, Gómez en Reglero 2002 a 397; en el derecho alemán no se reconoce acción alguna a
este respecto (Deutsch/Ahrens 2002 227; BGB, §§ 253 y 847).

946
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

con la víctima directa, la indemnización que aquél reciba por el daño moral
que personalmente ha sufrido incluye de manera necesaria el pesar por el
sufrimiento de la víctima. Así se explica que en el derecho comparado exista
la tendencia antes anotada a reconocer alternativamente un derecho iure here-
ditatis (si no se reconoce acción por daño reflejo) o una acción iure propio
por el daño reflejo, pero no ambos a la vez.
e) Resultando inconveniente la acumulación, es preferible optar por la
indemnización del daño reflejo, negando lugar a la transmisión. La prueba del
daño reflejo atiende de mejor manera a los vínculos reales de afecto y
dependencia espiritual que existen entre los demandantes y la víctima fa-
llecida. Asimismo, permite hacerse cargo razonablemente del daño moral
sufrido por la víctima inmediata, que repercute en quienes le eran más
cercanos (pero evitándose la doble indemnización). Por otro lado, las re-
glas del derecho hereditario pueden excluir a quienes tenían un consor-
cio de vida que no esté reconocido por el derecho sucesorio (el conviviente,
por ejemplo), y pueden favorecer a quienes carecen de esa relación afecti-
va (parientes con los que el fallecido no tenía trato alguno y, en el extre-
mo, el Estado).177
f) Las razones para negar lugar a la transmisibilidad de las pretensio-
nes indemnizatorias por el daño moral sufrido por la víctima fallecida no
se extienden a las acciones de reparación en naturaleza. Todo indica que las
personas más cercanas al menos no deben tener restricciones en su inte-
rés de interponerlas en protección de la memoria del fallecido. Este inte-
rés es especialmente intenso en la protección de la privacidad y la honra
de este último (supra Nº 426).

§ 62. EJERCICIO DE LA ACCIÓN CIVIL EN EL PROCESO PENAL178

a. Introducción

744. Responsabilidad civil y responsabilidad penal. Aunque en épocas tem-


pranas parecen no haber estado distantes, la responsabilidad civil y la res-

177 Una situación especial se presenta si la víctima inmediata ya ha ejercido la acción

indemnizatoria al momento de fallecer. En tal caso, existe una razón especial para esti-
mar que se sucede por los herederos en la relación procesal ya constituida (Código de
Procedimiento Civil, artículo 5º); la doctrina francesa que es contraria a la transmisibili-
dad entiende que en este caso debe entenderse que el derecho adquirió un carácter pa-
trimonial antes de la muerte de la víctima directa (Viney/Jourdain 2001 326). De aceptarse
la transmisibilidad en esta situación, debiera entenderse que la prosecución de la acción
iure hereditatis excluye o neutraliza los efectos de la acción iure propio, por las razones plan-
teadas en esta sección.
178 Este apartado toma como base una contribución de J. C. Marín; el texto de esa con-

tribución ha sido publicado en J. C. Marín 2005; el autor ha completado su base de infor-


mación con el desarrollo muy preciso de la materia en Horvitz/López 2002/04 II 601; otras
fuentes son designadas en las notas respectivas.

947
§ 62. EJERCICIO DE LA ACCIÓN CIVIL EN EL PROCESO PENAL

ponsabilidad penal han llegado a ser distintas entre entre sí por sus fines y
por las condiciones de su imposición.179
La tendencia a la separación se ha acentuado en épocas recientes. Por
una parte, se ha llegado a construir una teoría del delito extremadamente
refinada, que se ha caracterizado por la definición rigurosa de los requisi-
tos para hacer procedente la sanción penal, con el resultado de que la
doctrina del delito actúa como un límite a la imposición de la pena, mien-
tras que en la responsabilidad civil, por el contrario, la tendencia ha sido a
la expansión. Por otra parte, la predilección a separar las esferas de lo
público y de lo privado y a relegar a esta última amplios ámbitos de la
moral, la religión y las costumbres, ha hecho que conductas que antes
estaban sujetas a la regulación estatal bajo sanción penal, hayan quedado
entregadas al juicio individual.180

745. Condiciones limitativas al ejercicio de la acción civil en el proceso


penal. a) Sin perjuicio de las diferencias entre ambos ordenamientos, una
misma conducta puede ser constitutiva, a la vez, de un delito o cuasidelito
civil y de uno penal; es el caso del delito penal que ocasiona un daño
indemnizable. En este supuesto, el derecho chileno, bajo la influencia del
derecho francés, ha admitido el ejercicio de la acción civil en el procedi-
miento penal, a pesar de que éste se dirija a la realización de la pretensión
punitiva del Estado.181 En esta hipótesis, por puras razones de economía
procesal, se justifica permitir el ejercicio de la acción civil al interior del
procedimiento penal, para que en un solo juicio se resuelva sobre la pre-
tensión punitiva y la civil.182

179 Sobre los fines de la responsabilidad civil, supra § 3; sobre los fines de la responsa-

bilidad penal y más precisamente, de la pena, Roxin 1994 39, Jakobs 1991 3, Bustos 1989
18, Cury 2005 64.
180 En general, las diferencias entre la responsabilidad civil y la penal se expresan en las

mayores exigencias que el derecho plantea para dar lugar a esta última. Para una enumera-
ción de las diferencias, Alessandri 1943 29, Horvitz/López 2002/04 II 602, Corral 2003 461.
181 Horvitz/López 2002/04 II 604. En esta práctica habría tenido especial inciden-

cia el positivismo criminológico que entendía que la reparación del daño ocasionado
por el hecho punible formaba parte de la pena (ídem). En este sentido, Rafael Fonteci-
lla sostenía que el Código Penal cometía un ‘grave error’ al entregar la acción de repa-
ración del daño al ofendido por el delito, desde que no se trataba de un cuestión de
derecho privado, sino de una de derecho público, razón por la cual la acción para la
indemnización del daño proveniente del delito debía ejercerse de oficio conjuntamen-
te con la acción penal por el ministerio público (Fontecilla 1978 292). Esta concepción
se encuentra hoy superada por la aceptación de diferencias esenciales entre ambos es-
tatutos de responsabilidad y, por cierto, no es esa la razón para autorizar el ejercicio de
la acción civil en el proceso penal.
182 Así, la Corte Suprema ha entendido que “la responsabilidad civil debe hacerse valer

en los tribunales con jurisdicción en lo civil, pero se admite, por razones de economía proce-
sal, que la acción respectiva se deduzca también ante quien conoce del delito o cuasidelito
penal que genera adicionalmente responsabilidad civil” (CS, 27.4.2005, rol Nº 4.727-2003).

948
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

b) El más elemental requisito para el ejercicio de la acción civil en el


proceso penal es la existencia de un hecho punible que sea objeto de una
investigación criminal. Por eso, la acción civil es accesoria en el juicio penal.
Además, la responsabilidad civil no emana del delito penal, sino de la con-
currencia de los respectivos requisitos.183 Así, no sólo puede haber responsa-
bilidad civil sin que se incurra en ilícito penal, sino también puede haber
responsabilidad penal sin que el procesado responda civilmente, como ocu-
rre con los delitos de peligro, que no se materializan en daño alguno.
Por eso, la acción civil, aunque tenga por antecedente el daño ocasio-
nado por el ilícito penal y se ejerza en sede penal, conserva su naturaleza
civil, de modo que su finalidad es la protección de un interés esencialmen-
te privado de reparación del daño.184 En consecuencia, la acción puede ser
objeto de renuncia (Código Procesal Penal, artículo 52 II), desistimiento y
abandono (Código Procesal Penal, artículo 64), transacción (Código Civil,
artículo 2449), y prescribe según las reglas del Código Civil (Código Pe-
nal, artículo 52 II). Finalmente, el cumplimiento de la sentencia civil dic-
tada en el juicio criminal se rige por las disposiciones sobre ejecución de
las resoluciones judiciales del Código de Procedimiento Civil (Código Pro-
cesal Penal, artículo 472).
c) El Código Procesal Penal restringe el ejercicio de la acción civil
en el procedimiento penal, invitando a las partes a entregar el conoci-
miento del conflicto privado al juez civil. La restricción opera por un
doble camino: el ejercicio de la acción civil sólo está autorizado en el
procedimiento penal ordinario y sólo se admite la acción civil ejercida
por la víctima contra el imputado, a menos que sea de naturaleza pura-
mente restitutoria. 185
En consecuencia, a menos que la propia víctima ejerza la acción civil
indemnizatoria contra el imputado en un proceso penal ordinario, la ac-
ción civil deberá ser deducida ante el juez civil. Ése es necesariamente el

183 La circunstancia que un mismo hecho produzca efectos penales y civiles en ningún
caso confunde ambos estatutos de responsabilidad; así, se ha fallado que “aun cuando de
un mismo hecho puede generarse responsabilidades penal y civil de naturaleza extracon-
tractual, ellas son distintas e independientes entre sí” (CS, 27.4.2005, rol Nº 4.727-2003); y
que “la responsabilidad penal y civil derivadas de un mismo hecho, pueden coexistir pero
son distintas e independientes” (CS, 28.7.2005, GJ 301, 120).
184 En este sentido, respecto del ejercicio de la acción civil en el proceso penal, se ha

fallado que “es evidente que la acción civil que se está analizando es de orden privado o
patrimonial, por lo que las normas que regulan el proceso miran al exclusivo interés parti-
cular de los litigantes, sin que su trasgresión vulnere el orden social” (Corte de Valparaíso,
27.7.2005, rol Nº 1.285-2004).
185 El Código Procesal Penal no permite el ejercicio de demandas civiles en el procedi-

miento simplificado, salvo aquella que tuviere por objeto la restitución de la cosa o su valor
(Código Procesal Penal, artículo 393 II); la referencia al valor de la cosa puede ser entendi-
da como un error legislativo (infra Nº 747); en el procedimiento abreviado, el juez no tiene
competencia para pronunciarse sobre las acciones civiles deducidas (Código Procesal Pe-
nal, artículo 412 inciso final).

949
§ 62. EJERCICIO DE LA ACCIÓN CIVIL EN EL PROCESO PENAL

caso, por ejemplo, de la acción de la víctima contra el tercero civilmente


responsable o de la interpuesta por daño reflejo sufrido por personas dis-
tintas a la víctima.
d) A su vez, la tramitación de la acción civil en el juicio penal de-
pende de la continuación de este último. Así, si una vez deducida la
acción civil, y antes de comenzar el juicio oral, éste terminare o se sus-
pendiere por cualquier causa, la víctima tiene la carga de presentar su
demanda ante el tribunal civil competente, en el término de sesenta
días siguientes a aquel en que por resolución ejecutoriada se dispusiere
la suspensión o terminación del procedimiento penal; si no lo hiciere,
cesa la interrupción de la prescripción de la acción civil (Código Pro-
cesal Penal, artículo 68).
e) En contraste, si en el juicio civil el juez estima que la existencia del
delito es fundamento preciso de la sentencia civil o tuviere en ella una
influencia notoria, puede suspender el pronunciamiento de la sentencia
civil hasta la terminación del proceso criminal, a condición de que en éste
se haya deducido acusación o formulado requerimiento, según sea el caso
(Código de Procedimiento Civil, artículo 167 I).

746. Tipos de acciones civiles en el proceso penal. El Código Procesal


Penal distingue dos tipos de acciones civiles: la acción restitutoria, destinada
a la restitución de las cosas que constituyen los efectos o instrumentos del
delito, siempre que no sean objeto de la pena de comiso (Código Procesal
Penal, artículo 59 I); y la acción de responsabilidad civil. En las secciones
siguientes serán analizadas respectivamente estas acciones.

b. Acción restitutoria

747. Alcance. La acción restitutoria se dirige, ante todo, a recuperar la


tenencia de las cosas que constituyen los efectos o instrumentos del delito.
Asimismo, puede tener por objeto la recuperación de las cosas hurtadas,
robadas o estafadas. En uno y otro caso, se trata de la más elemental de las
pretensiones de restitución en naturaleza, cuyo requisito de procedencia
es que ésta resulte posible. Si las cosas se han destruido, la reparación en
naturaleza está descartada y sólo es posible la indemnización compensa-
toria.

748. Acción referida a objetos y documentos recogidos o incautados.


a) El Código Procesal Penal restringe el uso de la acción de restitución
de efectos o instrumentos del delito en dos sentidos. Ante todo, su
ejercicio puede tener por único fin recobrar la posesión o tenencia
física del bien o bienes recogidos o incautados; en consecuencia, no
resulta admisible ejercer en el proceso penal una pretensión por equi-
valencia, como, por ejemplo, la restitución del valor de la cosa destrui-
da. Además, la reclamación sólo puede llevarse adelante durante la etapa
de investigación, esto es, desde el momento en que el Ministerio Públi-

950
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

co promueva la persecución penal hasta su cierre (Código Procesal Pe-


nal, artículo 189).186
b) La acción civil que tiene por único objeto la restitución de los objetos
recogidos o incautados, debe interponerse siempre durante la tramitación
del procedimiento penal (Código Procesal Penal, artículo 59 I, en relación
con artículo 189).187 En virtud de esta última norma, las reclamaciones o
tercerías que los intervinientes o terceros entablen durante la investiga-
ción respecto de esos objetos se tramitarán ante el juez de garantía. A
efectos de esta pretensión restitutoria, la competencia del juez de garantía
se extiende a la acción ejercida por la víctima o por terceros, contra el
imputado u otra persona.
Si bien el artículo 189 habla simplemente de objetos recogidos o incau-
tados, la referencia debe entenderse efectuada a los bienes mencionados
en los artículos 187 y 217 del Código Procesal Penal: objetos, documentos
e instrumentos que parecen haber servido o haber sido destinados a la
comisión del hecho investigado; los que de él provinieren, o los que pu-
dieren servir como medios de prueba; y los que se encontraren en el sitio
del suceso. Todos estos objetos deben ser inventariados y conservados por
el Ministerio Público, evitando que se alteren de cualquier forma (Código
Procesal Penal, artículos 83 letra c, 187, 188 y 221).
c) La pretensión restitutoria es una cuestión accesoria al juicio que
exige pronunciamiento especial del tribunal y que, en consecuencia, se
tramita en la forma de un incidente.188 Interpuesta durante la etapa de
investigación la reclamación o tercería para obtener la entrega material de
los objetos que hubieren sido recogidos o incautados por el fiscal en la
investigación del hecho punible, el juez de garantía se limitará a declarar
el derecho del interviniente o del tercero en dichos objetos, sin que ellos
les sean devueltos en razón de esa sola declaración (Código Procesal Pe-
nal, artículo 189 I).
d) La resolución que declara el derecho sobre los objetos recogidos o
incautados también ordenará su devolución sólo si, en opinión del tribu-
nal, no es necesaria su conservación a efectos del proceso penal (Código
Procesal Penal, artículo 189 I). En otras palabras, procede la restitución si
los bienes recogidos o incautados no tienen incidencia relevante en la
investigación criminal, no justificándose, en consecuencia, que se prive de

186 El artículo 470 del Código Procesal Penal, por su parte, permite a los legítimos intere-

sados reclamar las cosas corporales muebles retenidas y no decomisadas dentro de los seis me-
ses siguientes contados desde la fecha de la resolución que hubiere puesto término al juicio, o
dentro del año desde que se hubiere decretado el sobreseimiento temporal o la suspensión con-
dicional del procedimiento. En caso contrario, el tribunal procederá a la venta de estos bienes
en pública subasta. El producto del remate, así como los dineros o valores retenidos y no deco-
misados, se destinarán a la Corporación Administrativa del Poder Judicial.
187 Código Procesal Penal, artículo 59 I; en igual sentido, Código Orgánico de Tribu-

nales, artículo 171 I.


188 Rojas/Contreras 2002 35.

951
§ 62. EJERCICIO DE LA ACCIÓN CIVIL EN EL PROCESO PENAL

su posesión o tenencia física a quien ha mostrado tener derecho sobre los


mismos. En todo caso, se debe dejar constancia mediante fotografías, u
otros medios que resulten convenientes, de las especies restituidas o de-
vueltas (Código Procesal Penal, artículo 189 inciso final).
De lo anterior se sigue que, a menos que se efectúe esa calificación,
que facilita la restitución anticipada, la regla general en la materia es que
será en la sentencia donde se dispondrá el comiso de los efectos o instru-
mentos del delito, o su restitución, según sea procedente (Código Proce-
sal Penal, artículo 413 III).
e) La ley incurre en un equívoco conceptual al establecer que el juez
de garantía declarará el derecho de la víctima o de terceros sobre los obje-
tos. En verdad, esa declaración sólo puede referirse a la simple posesión o
tenencia material de los bienes reclamados, sin que el juez de garantía
pueda pronunciarse sobre algún otro título del reclamante (por ejemplo,
comodato, arrendamiento, usufructo o propiedad). Por eso, para que el
juez de garantía acceda a la petición de declararse ese derecho, tiene legi-
timación activa el interviniente o cualquier tercero que pruebe haber ejer-
cido un poder fáctico sobre dichos objetos en el momento en que se
produjo el hecho delictivo.189

749. Situación de las cosas robadas, hurtadas o estafadas. La restitución


de las cosas robadas, hurtadas o estafadas es más simple que la de las in-
cautadas o recogidas con ocasión de la investigación, porque no requiere
de una tramitación incidental. Las cosas robadas, hurtadas o estafadas son
entregadas a su propietario en cualquier estado del procedimiento, a su
simple petición, una vez que se hubiere establecido por cualquier medio
su valor y se hubiere acreditado la propiedad a su respecto (Código Proce-
sal Penal, artículo 189 II). No rige, por tanto, la limitación relativa a la
oportunidad para requerir su devolución: la entrega a su dueño se realiza
en cualquier estado del procedimiento.
El valor de los bienes se determina por peritos o por alguna evidencia
objetiva que tuviere el juez de la causa; y, como en el caso de las cosas
incautadas o recogidas, también debe dejarse constancia mediante foto-
grafías u otros medios de las especies restituidas o devueltas (Código Pro-
cesal Penal, artículo 189 II y III).

750. Otras acciones restitutorias. No todas las acciones que de acuerdo con
el derecho civil tienen naturaleza restitutoria están señaladas en las normas
que se han analizado en esta sección. No lo están, por ejemplo, la acción
contra el poseedor por la restitución de frutos y deterioros, o las que tienen
por objeto el valor de la cosa destruida. En circunstancias que las reglas del
artículo 189 del Código Procesal Penal (en relación con los artículos 83
letra c, 187 y 188) sólo se refieren a las cosas que hayan podido servir para la
comisión del delito, a sus efectos o a los que pudieren ser utilizados como

189 Horvitz/López 2002/04 II 610, Rojas/Contreras 2002 23.

952
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

medios de prueba, así como a las hurtadas, robadas o estafadas, debe enten-
derse que se trata de disposiciones especiales. Cualesquiera otras acciones
restitutorias, especialmente las que tienen por objeto el valor en dinero de
una cosa, deben entenderse comprendidas en la acción civil reconocida por
el artículo 59 II del Código Procesal Penal (infra Nº 752).

c. Acción de responsabilidad civil y otras acciones civiles no restitutorias

751. Condiciones generales para el ejercicio de la acción de responsabilidad


civil en el proceso penal. a) Durante la tramitación del procedimiento penal
la víctima puede deducir respecto del imputado cualesquiera acciones que
tengan por objeto perseguir la responsabilidad civil derivada del hecho pu-
nible. En todo caso, la víctima tiene un derecho de opción de ejercer esas accio-
nes ante el tribunal civil correspondiente.190 Con todo, admitida a tramitación
la demanda civil en el procedimiento penal, no se puede deducir nueva-
mente ante un tribunal civil (Código Procesal Penal, artículo 59 II).191
Por el contrario, deben plantearse necesariamente ante un tribunal civil
las acciones de responsabilidad civil interpuestas por personas distintas a
la víctima, encaminadas a obtener la reparación de los daños patrimonia-
les o morales causados por el hecho punible. Asimismo, sólo es competen-
te el juez civil para conocer de las acciones dirigidas contra personas
distintas al imputado (artículo 59 III, Código Procesal Penal).
b) La regulación de la acción de responsabilidad civil se funda, en
consecuencia, en criterios procesales bien unívocos. En primer lugar, se
limitan los titulares de la respectiva acción: sólo la víctima puede actuar civil-
mente en el proceso penal, lo que excluye la acción de terceros que ale-
guen haber sufrido daño reflejo o por repercusión (salvo quienes son
comprendidos en el concepto de víctima en caso de muerte del ofendido,
según dispone el artículo 108 del Código Procesal Penal).
En segundo lugar, en el proceso penal la acción civil se dirige exclusiva-
mente contra el imputado, lo que excluye la dirigida contra quienes, sin co-
meter delito penal, hayan intervenido en la producción del daño y los
terceros civilmente responsables.
Finalmente, conviene advertir que las distinciones precedentes son ad-
jetivas y no sustantivas. Las condiciones sustantivas de la responsabilidad
civil derivada del hecho punible son las mismas, cualquiera sea el tribunal
que conoce de las respectivas acciones. El propósito del legislador es sim-

190 Horvitz/López 2002/04 II 611.


191 Una razonable excepción a esta regla se encuentra en el artículo 68 del Código Pro-
cesal Penal, que permite deducir nuevamente la demanda ante el tribunal civil competente
en el plazo de sesenta días contados desde que se encuentre ejecutoriada la resolución que
dispone la suspensión o terminación del proceso penal. Una excepción más bien aparente se
refiere al demandante que no subsana oportunamente los defectos de forma de la demanda
dentro del plazo fijado por el juez, que no puede exceder de cinco días, en cuyo caso la de-
manda se tiene por no presentada; sobre esta segunda excepción, véase nota en infra Nº 759.

953
§ 62. EJERCICIO DE LA ACCIÓN CIVIL EN EL PROCESO PENAL

plemente limitar la interposición de la acción de responsabilidad civil en


el proceso penal a los sujetos de la relación procesal penal: sólo puede
interponerla la víctima contra el imputado.

752. Acciones civiles distintas a la de responsabilidad civil. El ámbito de


las acciones civiles que pueden ser deducidas en el procedimiento penal
parece ser más amplio que lo expresado literalmente por el artículo 59 II
del Código Procesal Penal.192 En efecto, esta disposición alude a todas las
restantes acciones que tuvieren por objeto perseguir las responsabilidades
civiles derivadas del hecho punible. Todo indica que el concepto de res-
ponsabilidad civil no está tomado en este texto en el sentido técnico del
derecho civil (de acción que persigue la reparación de un daño), sino,
más bien, su propósito es definir un amplio campo de competencia mate-
rial en lo civil al juez en lo penal, de modo que debe ser entendido como
comprensivo de todas las restantes acciones. Por eso, debe entenderse que el
legislador ha querido que cualquiera acción civil que tenga por antece-
dente el ilícito penal pueda ser conocida por el juez penal, con los límites
subjetivos desarrollados en el párrafo precedente (esto es, que se trate de
una acción civil de la víctima contra el inculpado).
Entre estas acciones civiles, distintas de la acción indemnizatoria, que
tienen por antecedente inmediato la materia discutida en sede penal, se
pueden mencionar, por ejemplo: i) las reparaciones especiales previstas en
el Código Penal;193 ii) las que tengan por finalidad obtener la declaración de
ineficacia de un acto jurídico, unilateral o bilateral, por falsedad del instru-
mento o por haberse celebrado de manera fraudulenta, o con objeto o cau-
sa ilícita, de conformidad con lo acreditado en el juicio penal;194 iii) la

192 En el mismo sentido Horvitz/López 2002/04 II 610.


193 En caso de violación y otros delitos sexuales, además de las indemnizaciones que
correspondan, el condenado debe dar alimentos cuando proceda de acuerdo a las reglas
generales (Código Penal, artículo 370); en la celebración de matrimonios ilegales, dispone
el artículo 389 del Código Penal que el contrayente doloso será obligado a entregar una
dote a la mujer que hubiere procedido de buena fe; en los casos de homicidio o lesiones,
el ofensor, además de las penas que le corresponden, queda obligado a suministrar alimen-
tos a la familia del occiso, pagar la curación del demente o imposibilitado para el trabajo y
a dar alimentos a él y a su familia y pagar la curación del ofendido en los demás casos de
lesiones y a dar alimentos a él y a su familia mientras dure la imposibilidad para el trabajo
ocasionado por tales lesiones. La obligación de dar alimentos está sujeta a las condiciones
generales del derecho civil, de modo que cesa si el ofendido tiene bienes suficientes para
atender sus necesidades y las de su familia (artículo 410, Código Penal).
194 Piénsese, por ejemplo, en el caso de la defraudación prevista en el artículo 438 del

Código Penal que señala: “El que para defraudar a otro le obligare con violencia o intimi-
dación a suscribir, otorgar o entregar un instrumento público o privado que importe una
obligación estimable en dinero, será castigado como culpable de robo, con las penas res-
pectivamente señaladas en este párrafo”. En este caso, la forma razonable de restaurar el
orden jurídico perturbado, y de pronunciarse sobre las responsabilidades civiles que ema-
nan de la defraudación, sería declarando la ineficacia del instrumento público o privado
suscrito bajo violencia o intimidación.

954
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

cancelación de una inscripción en un registro público obtenida por un títu-


lo falsificado o declarado nulo; o iv) la que persigue la restitución del valor
de la cosa, que no es propiamente restitutoria en el sentido del artículo 59 I,
en relación con el 189 del Código Procesal Penal (supra Nº 750).

753. Competencia. a) Para el conocimiento de la acción civil deducida por


la víctima contra el imputado hay dos tribunales naturalmente competen-
tes: el juez penal y el juez civil. Con todo, una vez ejercida la acción y
admitida a tramitación en el respectivo proceso penal, precluye el derecho
opcional de acudir ante el tribunal civil y, por tanto, en caso de hacerlo, el
imputado puede oponer la correspondiente excepción de litispendencia.195
b) Por el contrario, de la acción civil ejercida por sujetos distintos de la
víctima o en contra de un sujeto diverso del imputado sólo puede conocer
el juez civil, de acuerdo con las reglas generales de la competencia. La
pretensión civil, en estos casos, se debe ejercer en su sede natural, como es
el proceso civil.
c) Las cuestiones de competencia analizadas en esta sección no deben
ser confundidas con las relativas a los efectos sustantivos de cosa juzgada
que la sentencia penal puede producir en el proceso civil (infra § 63).

754. Legitimación activa. a) La víctima puede intervenir en el procedi-


miento penal y ejercer contra el imputado cualesquiera acciones tendien-
tes a perseguir las responsabilidades civiles provenientes del hecho punible
(Código Procesal Penal, artículos 59 II y 109 letra c).
La legitimación activa para ejercer la acción de responsabilidad civil en
el proceso penal recae exclusivamente en la víctima penal, entendiéndose
por tal al ofendido (Código Procesal Penal, artículo 108). A su vez, es
ofendido por el delito el titular de los bienes jurídicos directamente prote-
gidos por la infracción de las normas penales que dan lugar al proceso
criminal.196 Así, puede perseguir la responsabilidad civil derivada de un
cuasidelito penal de lesiones quien las haya sufrido, aunque los perjuicios

195 Teniendo a la vista el antiguo Código de Procedimiento Penal, se ha fallado que

“procede acoger la excepción de litispendencia opuesta en el juicio civil en que se persi-


guen las indemnizaciones provenientes de un delito, fundada en la existencia de un proce-
so criminal en cuya acusación se ha pedido la indemnización de los daños y perjuicios
ocasionados por el mismo delito” (Corte de Concepción, 28.8.1914, G. de los T., 1914, 2º
sem., Nº 394, 1107).
196 La definición penal de víctima lleva a que muchas veces ésta no coincida entera-

mente con el sujeto pasivo del delito. Es lo que sucede, por ejemplo, con el delito de hurto
en que el bien es sustraído a una persona distinta de su propietario, caso en el cual la con-
dición de víctima es detentada por el propietario y no por aquel a quien el bien le es sus-
traído. Existen también delitos pluriofensivos en que la conducta punible afecta distintos
bienes jurídicos cuyos titulares pueden ser personas también distintas. Así por ejemplo, un
delito de robo con intimidación en que el sujeto coaccionado difiere del propietario del
bien sustraído; en este caso ambos tendrán la condición de víctima y podrán ejercer la ac-
ción civil en el proceso penal (Horvitz/López 2002/04 II 614).

955
§ 62. EJERCICIO DE LA ACCIÓN CIVIL EN EL PROCESO PENAL

comprendan daños contra las cosas (como ocurre en un accidente del


tránsito); pero no tiene legitimidad activa en el proceso penal el tercero
que también sufrió daño en cosas de su propiedad, pero no fue víctima
del ilícito penal de lesiones corporales.
La razón de esta limitación encuentra su fundamento en las “impor-
tantes dilaciones que podría provocar en la resolución de la contienda
penal la admisión irrestricta de acciones civiles, en especial cuando se ejer-
cen contra el tercero civilmente responsable, quien en la generalidad de
los casos hará uso de todos los medios procesales para evitar que se le
atribuya responsabilidad o conseguir que ésta se atenúe lo más posible”.197
En definitiva, la restricción tiene por antecedente un sopesamiento de bie-
nes que privilegia el derecho a ser juzgado criminalmente en un plazo
razonable, por sobre las razones de economía procesal que justifican el
ejercicio de la acción civil al interior del proceso penal.198
b) En los delitos cuya consecuencia fuere la muerte del ofendido y en que
éste no pudiere ejercer los derechos que la ley le otorga, se establece un orden de
prelación en la titularidad de la acción, de modo que la intervención de
una o más personas pertenecientes a una categoría excluye a las compren-
didas en las categorías siguientes: i) el cónyuge y los hijos; ii) los ascen-
dientes; iii) el conviviente; iv) los hermanos; y v) el adoptado y el adoptante
(artículo 108 II, Código Procesal Penal).199 En el orden referido, las vícti-
mas reflejas de la muerte de una persona pueden ejercer la acción civil de
responsabilidad en el juicio penal.

755. Legitimación pasiva. a) Desde el punto de vista pasivo, sólo el imputado


está legitimado para ser civilmente demandado ante el juez penal. Si la
acción se ejerce contra personas diferentes del imputado, la demanda de-
berá plantearse ante el tribunal civil competente de acuerdo con las reglas
generales (Código Procesal Penal, artículo 59 II). Para estos efectos, la
víctima está autorizada para actuar desde que el Ministerio Público forma-
liza la investigación (infra Nº 756).
b) En la medida que no puede dirigirse en el procedimiento penal la
acción civil en contra de una persona distinta al imputado, no puede de-

197 Segundo informe de la Comisión de Constitución, Legislación y Justicia de la Cá-

mara de Diputados, citado en Maturana 2003 307.


198 En igual sentido Horvitz/López 2002/04 II 612; sobre el derecho a ser juzgado en

un plazo razonable Horvitz/López 2002/04 I 72.


199 Aplicando este orden de prelación se ha fallado que “habiéndose acreditado con la

prueba antes reseñada que la querellante, quien se encuentra legitimada para deducir esta
acción civil de conformidad con lo que dispone el artículo 108 del Código Procesal Penal,
sufrió y sufre actualmente un gran dolor y aflicción por la pérdida de su padre, y por el
dolor que han experimentado sus hijos menores, este tribunal acoge la demanda civil in-
terpuesta, sólo a su favor, toda vez que por mandato expreso de la norma legal antes citada,
sus hijos y nietos del occiso, no son sujetos titulares de esta acción” (Tribunal de juicio oral
en lo penal de Valparaíso, 3.5.2004, ruc Nº 0400020450-7, con comentario de A. Aguad y
C. Pizarro en Rev. Fueyo 3, 2004, 155).

956
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

mandarse en esta sede al tercero civilmente responsable (el propietario


del vehículo motorizado o el empleador, por ejemplo), de modo que éste
sólo puede ser demandado ante el juez civil competente. El Código Proce-
sal Penal ha sido riguroso en excluir las acciones civiles contra personas
distintas del imputado, con el efecto de restringir sustancialmente el ejer-
cicio de la acción de responsabilidad patrimonial en el proceso penal.

d. Reglas de procedimiento

756. Preparación de la demanda civil en el proceso penal. a) El ejercicio


de la acción civil en el proceso penal sigue la estructura del procedi-
miento penal ordinario. Por eso, el actor civil sólo puede actuar una vez
formalizada la investigación. La víctima puede preparar su demanda civil
solicitando las diligencias que considere oportunas para esclarecer los
hechos que posteriormente serán fundamento de su acción. La ley no
indica las diligencias que sirven para preparar la demanda, de modo que
la víctima podrá proponer las que estime pertinentes y útiles a la indaga-
ción y esclarecimiento de los hechos. En todo caso, es el fiscal quien
debe decidir cuáles diligencias se practicarán por estimarlas pertinentes
a la investigación. La víctima puede asistir a la práctica de estas diligen-
cias si el fiscal estimare útil su presencia (Código Procesal Penal, artículo
61 en relación con artículos 183 y 184).
b) La víctima también puede preparar su demanda civil solicitando al
juez de garantía, durante la etapa de investigación, que decrete respecto
del imputado una o más de las medidas precautorias previstas en el Título V
del Libro II del Código de Procedimiento Civil (Código Procesal Penal,
artículo 157).200 La solicitud debe efectuarse por escrito y se tramita de
acuerdo con las reglas que regulan las medidas prejudiciales civiles, conte-
nidas en el Título IV del Libro II de ese ordenamiento, con la reserva que
el plazo para interponer la demanda civil se rige por las reglas generales
(Código Procesal Penal, artículo 157 e infra Nº 757). Las resoluciones que
niegan o dan lugar a la medida solicitada son apelables (Código Procesal
Penal, artículo 158).
c) La preparación de la demanda produce el importante efecto de inte-
rrumpir el plazo de prescripción de la acción civil, de cuatro años contados
desde la perpetración del acto (Código Penal, artículo 105 II, en relación con
el artículo 2332 del Código Civil). Con todo, la interrupción queda condicio-

200 La finalidad de toda medida cautelar es asegurar la efectividad de la sentencia que en

su momento se dicte. En este sentido, las medidas cautelares reales tienen por misión asegu-
rar un conjunto de bienes, en los cuales posteriormente se hará efectiva la responsabilidad
pecuniaria que se derive del delito. Esta responsabilidad puede tener una naturaleza mera-
mente civil y también penal (pena de multa), sin perjuicio de que puede surgir, además, una
responsabilidad pecuniaria por el pago de las costas y gastos ocasionados durante el proceso.
Para un detallado estudio de las medidas cautelares reales, J. C. Marín 2004 a 77.

957
§ 62. EJERCICIO DE LA ACCIÓN CIVIL EN EL PROCESO PENAL

nada a la oportuna presentación de la demanda. De este modo, si no se ejerce


la demanda civil en el momento procesal preciso, se entiende que la prescrip-
ción nunca se ha interrumpido (Código Procesal Penal, artículo 61).

757. Presentación de la demanda civil. La demanda civil en el procedi-


miento penal puede ser presentada hasta quince días antes de la fecha
fijada para la realización de la audiencia de preparación del juicio oral
(Código Procesal Penal, artículo 60 en relación con artículo 261). La vícti-
ma debe presentar su demanda por escrito y cumplir con los requisitos
previstos en el artículo 254 del Código de Procedimiento Civil. Adicional-
mente, deberá indicar en forma clara y precisa los medios de prueba de
los que piensa valerse en el juicio. En esta materia no rige el principio de
oralidad que caracteriza al sistema procesal penal. Si la víctima se hubiere
querellado por el delito, deberá interponer su demanda civil conjunta-
mente con su escrito de adhesión o acusación, en el mismo plazo indicado
(Código Procesal Penal, artículo 261).

758. Contestación y excepciones del demandado. La demanda civil deberá


notificarse al acusado a más tardar diez días antes de la realización de la
audiencia de preparación del juicio oral (Código Procesal Penal, artículo
262). Una vez notificada la demanda civil, el imputado debe oponer las
excepciones que correspondan y proceder a su contestación.
El demandado puede oponer excepciones y contestar por escrito hasta
la víspera del inicio de la audiencia de preparación del juicio oral, o ver-
balmente, caso en que podrá hacerlo al inicio de dicha audiencia (Código
Procesal Penal, artículo 62 en relación con artículo 263). Puede también
señalar los vicios formales de que adolece la demanda civil, requiriendo su
corrección.
En su contestación, el demandado debe indicar cuáles serán los me-
dios de prueba de los que piensa valerse en el juicio oral. Si ofreciere
prueba testimonial, deberá presentar una lista de testigos, individuali-
zándolos con su nombre, apellido, profesión y domicilio o residencia
(a menos que esté exceptuado por razones de seguridad para el testi-
go), y señalar, además, los puntos sobre los que habrá de recaer sus
declaraciones. En el mismo escrito, también deberá individualizar al
perito o peritos cuya comparecencia solicitare, indicando sus títulos o
calidades (Código Procesal Penal, artículo 62 II en relación con artícu-
lo 259).

759. Resolución de incidentes y conciliación. En la audiencia de prepara-


ción del juicio oral deben resolverse todos los incidentes y excepciones
dilatorias deducidos con ocasión de la interposición o contestación de la
demanda civil (Código Procesal Penal, artículo 63). El juez de garantía se
encuentra facultado en esta audiencia para subsanar los defectos formales
de que adolezca la demanda civil. Si fuere necesario, incluso puede sus-
pender la audiencia, por un plazo que no podrá exceder de cinco días,
para que los vicios puedan ser corregidos. Si en ese plazo la víctima no

958
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

subsana los defectos de su demanda, se la tendrá por no presentada.201 En


definitiva, el juez dispone de facultades para ordenar corregir de oficio los
vicios procesales que perciba, a efectos de evitar nulidades posteriores.
En esta misma audiencia el juez debe llamar al querellante y al imputa-
do a conciliación sobre las acciones civiles que aquél haya deducido. El
juez de garantía deberá proponer bases de arreglo. En el evento de que la
conciliación resultare exitosa, se levantará acta, donde se consignarán sólo
las especificaciones del arreglo, y que suscribirán el juez, las partes que lo
deseen y el secretario. El efecto de la conciliación convenida es el de una
sentencia ejecutoriada (Código Procesal Penal, artículo 273 en relación
con Código de Procedimiento Civil, artículos 263 y 267).
Si no hay acuerdo para conciliar acerca de la pretensión civil, es el
tribunal del juicio oral en lo penal quien deberá resolver sobre la preten-
sión de la víctima. Con ese fin, entre las menciones que debe contener el
auto de apertura del juicio oral se encuentra, precisamente, la demanda
civil (Código Procesal Penal, artículo 277 letra c).

760. Rendición y valoración de la prueba. En la audiencia del juicio oral se


deben rendir todas las pruebas que las partes hubieren ofrecido para acredi-
tar sus respectivas pretensiones y defensas, y que no hubieren sido excluidas
por el juez de garantía. En el día y hora fijados, el tribunal se constituirá con
la asistencia del fiscal, el acusado, su defensor y los demás intervinientes.
Una vez iniciada la audiencia, que es la misma del juicio oral penal, el presi-
dente de la sala concederá la palabra al actor para que exponga su deman-
da civil (Código Procesal Penal, artículo 325). Posteriormente concederá la
palabra al acusado para que proceda a su defensa. Cada parte determina el
orden en que rinde su prueba, correspondiendo recibir primero la ofrecida
para acreditar los hechos y peticiones de la acusación y de la demanda civil
(Código Procesal Penal, artículo 328). La prueba de las acciones civiles se
sujeta a las normas civiles en cuanto a la carga probatoria, y al Código Proce-
sal Penal en cuanto a su procedencia, oportunidad, forma de rendirla y
apreciación (Código Procesal Penal, artículo 324).202 Concluida la recep-

201 ¿Puede la víctima que no ha subsanado los vicios acudir al juez civil competente y
presentar nuevamente su demanda civil? La redacción del artículo 59 II del Código Proce-
sal Penal parece oponerse a ello, aunque todo indica que es una consecuencia demasiado
severa para quien no ha subsanado cuestiones de forma. Lo razonable es entender que la
víctima no puede continuar con su demanda en el procedimiento penal y permitirle acu-
dir ante el juez civil competente, en la medida que su pretensión no haya prescrito.
202 La regulación de la prueba de la acción civil en el proceso penal puede generar

problemas en cuanto a los medios de prueba y su apreciación. El Código Procesal Penal


adopta el sistema de libertad de prueba y libre valoración, bajo los principios de la lógica,
las máximas de la experiencia y los conocimientos científicamente afianzados (Código Pro-
cesal Penal, artículos 295 y 297). En cambio, en el procedimiento civil por regla general
rige el sistema de la prueba legal o tasada, y valoración de la prueba por el legislador. En
estas circunstancias, la acción civil deducida contra el imputado en el proceso penal y con-
tra el tercero civilmente responsable en el procedimiento civil puede derivar en que unos

959
§ 62. EJERCICIO DE LA ACCIÓN CIVIL EN EL PROCESO PENAL

ción de pruebas, el presidente otorgará la palabra al fiscal, al acusador parti-


cular y al defensor para que expongan sus conclusiones y, posteriormente,
se permitirá al fiscal y al defensor replicar. A continuación, se declarará
cerrado el debate.
Si una vez comenzado el juicio oral se dictare el sobreseimiento de la
causa, el tribunal debe continuar con el desarrollo del juicio para el solo
conocimiento y fallo de la cuestión civil (Código Procesal Penal, artículo 68
inciso final). En esta situación, la dependencia de la acción civil a la tramita-
ción del juicio penal cede en beneficio de la víctima; aunque el juicio penal
termine sin sentencia definitiva, continúa hasta la dictación de la sentencia
el juicio civil ya iniciado ante el juez penal. Por el contrario, si el juicio oral
aún no hubiese comenzado, la suspensión o terminación del juicio penal
obligan al actor civil a recurrir ante el juez de esa competencia; en tal caso,
la ley se limita a simplificar las notificaciones de la demanda y resolución
que recae en ella (se efectúa por cédula), y la tramitación ante el juez civil
sigue las reglas de juicio sumario (artículo 68 II y III).

761. Sentencia civil en el juicio penal. Tanto en el caso de absolución o


condena penal, el tribunal debe pronunciarse sobre la demanda civil váli-
damente interpuesta. La sentencia definitiva deberá pronunciarse sobre la
responsabilidad civil de cada uno de los acusados que hayan sido civilmen-
te demandados, y fijará el monto de las indemnizaciones a que hubiere
lugar (Código Procesal Penal, artículo 342 letra e). En consecuencia, no
puede dejarse, como ocurre en el proceso civil, la determinación del mon-
to de los daños y perjuicios para la fase de ejecución de la sentencia.

762. Recursos contra la sentencia civil dictada en el juicio penal. En contra


de la sentencia definitiva que dicte el tribunal de juicio oral en lo penal no
procede recurso de apelación (Código Procesal Penal, artículo 364); de
acuerdo con las reglas generales del proceso penal, sólo procede el recur-
so de nulidad fundado en las causales establecidas en los artículos 373 y
374 del Código Procesal Penal.203 El establecimiento definitivo de los he-
chos que provee el juicio oral se extiende a la materia civil. En consecuen-
cia, cada vez que la víctima demande al imputado en sede penal y al tercero
civilmente responsable en sede civil, la sentencia dictada en materia penal
quedará sujeta sólo al recurso de nulidad y, en cambio, la que se dicte en
materia civil, a los recursos de apelación y casación (Código de Procedi-
miento Civil, artículos 187 y 767). En definitiva, aunque los hechos sean
idénticos, el procedimiento ante el juez civil es de doble instancia y hay

mismos hechos pueden ser valorados de manera diversa por el juzgador penal y por el civil.
Atendida la relación que existe en materia probatoria entre las normas sustantivas y proce-
sales, todo indica que en materia civil debe procederse de conformidad con los estándares
probatorios que rigen en esa materia.

203 Horvitz/López 2002/04 II 628.

960
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

lugar al recurso de casación, mientras el procedimiento penal sólo admite


el recurso de nulidad.

763. Renuncia de la acción civil, desistimiento, abandono. a) La circuns-


tancia de ejercerse la acción civil en el proceso penal no hace que ésta
pierda su carácter esencialmente privado. Su ejercicio en el proceso penal
sólo se funda en razones de economía procesal y en ningún caso significa
restringir la autonomía del delito o cuasidelito civil en relación con el
delito o cuasidelito penal. Precisamente esta autonomía justifica la disponi-
bilidad de la acción civil, aun cuando haya sido ejercida en el proceso penal.
b) La renuncia de la acción civil en el proceso penal es un acto de
disposición que extingue la acción y se encuentra expresamente autoriza-
da por la ley procesal (Código Procesal Penal, artículo 56). La renuncia
produce el efecto de extinguir la acción civil y, por tanto, impide a la
víctima accionar civilmente, sea en el procedimiento civil o penal. Por eso,
la renuncia da lugar a la excepción perentoria de renuncia del derecho.
Por cierto que extinguida la acción civil no se entenderá extinguida la
acción penal para la persecución del hecho punible, lo que es reflejo de
su carácter público e indisponible. Excepcionalmente, tratándose de un
hecho punible de acción penal privada, cuando sólo se ejerce la acción
civil se considerará tácitamente extinguida la acción penal (Código Proce-
sal Penal, artículo 66); este efecto refleja que los delitos de acción penal
privada están sujetos al principio de disponibilidad característico de las
acciones civiles. Para estos efectos, aclara el legislador, la solicitud en el
proceso penal de diligencias destinadas a preparar la demanda civil o ase-
gurar su resultado no se considera en ningún caso como ejercicio de la
acción civil (Código Procesal Penal, artículo 66 II).
c) La víctima puede también desistirse de su acción en cualquier estado
del proceso penal. Puede hacerlo inmediatamente después de haberla pre-
sentado y hasta antes de existir sentencia definitiva firme. El desistimiento
es una típica institución procesal que se encuentra regulada en los artícu-
los 148 a 151 del Código de Procedimiento Civil, expresamente aplicables
por remisión al Libro I de ese ordenamiento que realiza el artículo 52 del
Código Procesal Penal. Por tanto, presentado el desistimiento de la vícti-
ma, la petición se somete a los trámites establecidos para los incidentes, el
imputado puede oponerse a dicha solicitud y el juez debe resolver el asun-
to. Si el desistimiento es aceptado, la pretensión civil se extingue definiti-
vamente, produciendo efecto de cosa juzgada (Código de Procedimiento
Civil, artículo 150).204 Si, por el contrario, el juez rechaza el desistimiento,
la acción civil continúa con su tramitación normal.

204
Se ha fallado que “con arreglo al artículo 150 del Código de Procedimiento Civil, la
sentencia que acepta el desistimiento extingue las acciones a que él se refiere, con relación a
las partes litigantes y a todas las personas a quienes habría afectado la sentencia del juicio a
que pone fin. De este modo, la resolución firme que acoge el desistimiento semeja en sus
efectos a una sentencia de término denegatoria de la demanda, puesto que pone fin al juicio
de que se trata, extinguiendo las acciones como si hubieren sido rechazadas, de forma que si

961
§ 63. INFLUENCIA RECÍPROCA DE RESOLUCIONES EN LO PENAL Y EN LO CIVIL

d) El abandono de la acción civil se encuentra regulado en el Código


Procesal Penal como una sanción por no haber mostrado la víctima inte-
rés en persistir en su demanda civil. Las causales que lo hacen procedente
son expresivas de cierta indolencia en la conducta de la víctima: no haber
comparecido a la audiencia de preparación del juicio oral o a la audiencia
del juicio oral, sin justificación (Código Procesal Penal, artículo 64). El
abandono opera por el solo hecho de estas ausencias, a menos que la
víctima pruebe los hechos inimputables que le impidieron asistir. El aban-
dono no produce simplemente el efecto de impedir que continúe trami-
tándose la acción de responsabilidad civil en el proceso penal; en efecto,
una vez admitida a tramitación la demanda civil en el proceso penal, no
podrá ser deducida nuevamente ante el juez civil (Código Procesal Penal,
artículo 59 II). En consecuencia, a menos que el juez penal estimare que
la ausencia del actor es justificada, caso en el cual la acción no se tendrá
por abandonada (Código Procesal Penal, artículo 64 II), el abandono en
sede penal produce el efecto de extinción de la acción civil.

§ 63. INFLUENCIA RECÍPROCA DE RESOLUCIONES EN LO PENAL Y EN LO CIVIL

764. Principios. La responsabilidad civil y penal son independientes entre


sí, como se ha mostrado en otros capítulos de este libro a propósito de
cuestiones específicas: puede haber responsabilidad penal sin que haya
lugar a la responsabilidad civil, como ocurre con el ilícito penal que no
ocasiona daños (supra Nos 141 y 143); y, a la inversa, la mayoría de los casos
que dan lugar a responsabilidad civil no acarrean responsabilidad penal,
sea porque el hecho que ocasiona el daño no está tipificado como delito,
sea porque no se cumplen las condiciones subjetivas de imputabilidad cri-
minal (supra Nº 45).
Con todo, ambos ámbitos jurisdiccionales se entrecruzan por dos órde-
nes de razones: ante todo, de economía procesal y de justicia en sentido formal,
con el propósito de evitar sentencias contradictorias; y, además, en virtud de
una regla excepcional que establece la especialidad de la jurisdicción civil
(Código Procesal Penal, artículo 171 I). Por eso, las principales influencias
recíprocas están dadas por los efectos que la ley atribuye a las sentencias
dictadas en uno y otro proceso judicial, específicamente en materia de
cosa juzgada, y por la exigencia de que ciertas materias civiles que resultan
decisivas en el juicio penal sean resueltas por el juez civil.

a. Efectos de las resoluciones penales en materia civil

765. Sentencias condenatorias: ilícitos penales e infraccionales. a) Según


dispone el artículo 178 del Código de Procedimiento Civil, en los juicios

el demandante las renueva con un nuevo juicio, el demandado estará habilitado para opo-
nerle válidamente la excepción de cosa juzgada” (CS, 19.4.1988, RDJ, t. LXXXV, sec. 1ª, 59).

962
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

civiles podrán hacerse valer las sentencias dictadas en un proceso criminal


siempre que condenen al imputado. Esta regla ha sido interpretada exten-
sivamente, de modo que no sólo se aplica respecto de sentencias penales
sino también al amplio ámbito de los ilícitos infraccionales (supra Nº 53). 205
Por eso, resulta también aplicable respecto de sentencias que imponen o
confirman una sanción (por ejemplo, multa) por infracción a una deter-
minada regulación administrativa, porque los requisitos para sancionar en
un procedimiento infraccional son de analogía penal, y necesariamente
más estrictos que los requeridos para establecer la culpa civil, que no sólo
comprende los ilícitos infraccionales, sino, además, los ilícitos contra los
usos normativos (supra Nº 56) o simplemente contra deberes generales de
cuidado (supra Nº 58).206 Con igual razón, producen efectos en materia
civil las sanciones que fijan los jueces de policía local en el ámbito de su
competencia (Ley Nº 18.287, sobre procedimientos ante los juzgados de
policía local, artículo 29).207
b) Con todo, conviene tener presentes los límites de este efecto de las
sentencias condenatorias, penales o administrativas. De la norma del artícu-
lo 178 del Código de Procedimiento Civil se sigue que frente a una senten-
cia penal condenatoria no puede el juez civil poner en duda la existencia
del hecho que constituye el delito, ni la culpa del condenado.208 Con todo,
la responsabilidad civil requiere la existencia de un daño que sea causal y
normativamente atribuible al ilícito del demandado. Así, aunque en el
juicio civil no sea necesario discutir el ilícito, sí lo es para probar y calificar
el daño y la causalidad.209

205 Se ha fallado que “en términos generales, debe entenderse que la disposición al re-

ferirse al juicio civil, lo hace en el sentido amplio de todo lo que no es penal, y al señalar
que debe condenar al reo, igualmente debe interpretarse en forma genérica, aunque no
exista reo sino infractor a una norma de carácter contravencional” (Corte de San Miguel,
10.9.1992, rol Nº 97-1992). La ley sobre libre competencia ha establecido el principio refe-
rido, al establecer que el juez civil al resolver sobre la acción de responsabilidad patrimo-
nial fundará su fallo en las conductas, hechos y calificación jurídica establecidos por el
Tribunal de defensa de la libre competencia (artículo 30 II).
206 Existe consenso en torno a la fuerte analogía entre el derecho penal y el derecho

administrativo sancionador, en el sentido de que ambos son una manifestación del poder
punitivo del Estado, siendo la diferencia entre ambos exclusivamente cuantitativa (el mejor
desarrollo en Cury 2005 100, con referencias comparadas).
207 Se ha fallado que la sentencia del juzgado de policía local que impone una pena de

multa al chofer culpable de un accidente de tránsito por haber infringido los reglamentos
“es una sentencia condenatoria en juicio criminal y produce plena prueba en el presente
juicio civil sobre la infracción reglamentaria a que ella se refiere” (Corte de Santiago,
3.10.1958, confirmada por CS [cas. forma y fondo], 12.5.1959, RDJ, t. LVI, sec. 1ª, 133); y
que “la sentencia condenatoria en lo infraccional dictada en sede de Policía Local una vez
firme, produce el efecto de cosa juzgada en cuanto a la existencia de la infracción y a la
culpabilidad del infractor sancionado” (Corte de Santiago, 6.7.2005, GJ 301, 149).
208 CS, 7.5.1935, RDJ, t. XXXII, sec. 1ª, 347.
209 En este sentido se ha fallado que “atendido que la acción indemnizatoria de estos

autos ha sido fundamentada en la circunstancia de haber sido condenado por sentencia

963
§ 63. INFLUENCIA RECÍPROCA DE RESOLUCIONES EN LO PENAL Y EN LO CIVIL

766. Principio: las sentencias absolutorias no producen efectos en sede


civil. Por regla general, las sentencias absolutorias penales no producen
cosa juzgada en materia civil, porque de la circunstancia de no existir res-
ponsabilidad penal no se sigue necesariamente que tampoco haya lugar a
la responsabilidad civil.210 Así lo establece el artículo 179 I del Código de
Procedimiento Civil, en cuya virtud las sentencias que absuelvan de la acu-
sación o que ordenen el sobreseimiento definitivo, sólo producen cosa
juzgada en materia civil cuando se funden en ciertas y precisas circunstan-
cias.211
Las razones para que rijan estas limitaciones son perfectamente con-
gruentes con las que explican el efecto positivo de las sentencias condenato-
rias en materia civil: en la medida que los ilícitos penales e infraccionales
están sujetos a requisitos más fuertes que los civiles, puede ocurrir que en
esta sede de responsabilidad el hecho sea tenido por culpable, sin que sea
constitutivo de un delito penal o un ilícito infraccional. Ello se muestra en
las diferencias de alcance y función de los requisitos objetivos y subjetivos
del ilícito penal y civil, aunque ambos reciban idéntica denominación (supra
Nº 45).
En consecuencia, el efecto de cosa juzgada de la sentencia penal abso-
lutoria y del sobreseimiento definitivo es excepcional en materia civil; sólo

ejecutoriada el autor del cuasidelito de homicidio, (…) no es procedente considerar alega-


ciones relativas al hecho concluido en el proceso penal, motivo por el cual sólo correspon-
de decidir acerca de la existencia del daño civil invocado y el eventual monto de la suma
reparatoria” (Corte de Santiago, 9.7.2001, rol Nº 915-1999); también se ha resuelto que si
bien una vez acreditada la existencia del delito de fraude aduanero “nace acción civil para
que el Fisco pueda obtener la indemnización de los perjuicios causados por la no percep-
ción de los derechos aduaneros”, no resulta posible acoger la acción deducida por el Fisco,
pues “correspondiéndole el peso de la prueba, no ha rendido la necesaria para acreditar la
naturaleza, monto y demás particularidades del daño cuyo resarcimiento pide” (Corte de
Santiago, 27.3.1980, RDJ, t. LXXVII, sec. 4ª, 38).

210 Se ha entendido que “es perfectamente concebible y armónico que un mismo he-

cho pueda calificarse como no constitutivo de cuasidelito criminal y ser, sin embargo, cons-
titutivo de cuasidelito civil” (Corte de Chillán, 10.8.2000, confirmado por CS [cas. fondo],
24.10.2000, GJ 244, 98). En relación con la extinción de la responsabilidad penal en virtud
de la amnistía, se ha fallado desde antiguo que ésta “sólo produce efectos en la esfera de tal
responsabilidad, sin que alcance a operar en el campo de la responsabilidad civil; la prime-
ra tiene su origen en el hecho punible, que la ley reprime en resguardo del interés de la
colectividad; la segunda nace como consecuencia de aquel hecho, desde que ocasiona al
ofendido un daño que le confiere el derecho de la reparación. Por consiguiente, la obliga-
ción que genera este derecho no se extingue por la amnistía” (Corte de Santiago, 14.1.1963,
RDJ, t. LX, sec. 4ª, 47); en igual sentido: CS, 30.3.1962, RDJ, t. LIX, sec. 4ª, 25; y CS, 1.9.1967,
RDJ, t. LXIV, sec. 4ª, 243.
211 La equiparación en sus efectos del sobreseimiento definitivo a la sentencia absolu-

toria se encuentra en el artículo 251 del Código Procesal Penal, según el cual el sobresei-
miento definitivo pone término al procedimiento y produce efecto de cosa juzgada.

964
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

procede en aquellos casos expresamente señalados en la ley.212 Por la mis-


ma razón, esas normas deben ser interpretadas de manera restrictiva.213 En
consecuencia, para que una sentencia absolutoria produzca efecto de cosa
juzgada en materia civil, debe satisfacer precisamente alguna de las hipóte-
sis contenidas en el artículo 179 del Código de Procedimiento Civil.

767. Excepciones: circunstancias en que la sentencia penal absolutoria pro-


duce efectos en sede civil. Las sentencias que absuelvan de la acusación o
que ordenen el sobreseimiento definitivo, sólo producirán cosa juzgada
en materia civil cuando se funden en alguna de las circunstancias estable-
cidas por el artículo 179 del Código de Procedimiento Civil.
a) Primera regla: inexistencia del hecho. “La no existencia del deli-
to o cuasidelito que ha sido materia del proceso. No se entenderán
comprendidos en este número los casos en que la absolución o el so-
breseimiento provengan de la existencia de circunstancias que eximan
de responsabilidad criminal” (Código de Procedimiento Civil, artículo
179 regla 1ª).
La inexistencia del delito puede deberse a una razón de índole mate-
rial (no se ha cometido el hecho) o a una razón jurídica (los hechos no
son constitutivos de delito desde el punto de vista penal). La jurispruden-
cia ha interpretado correctamente esta norma, señalando que sólo se re-
fiere a la inexistencia del hecho, precisamente en consideración a que los
elementos del ilícito civil son menos estrictos que los del delito penal. La
no existencia del delito aludida por la norma sólo se refiere a la declara-
ción positiva por los sentenciadores penales de que no existen los hechos

212 La jurisprudencia es constante en este sentido, así se ha fallado que “las sentencias

absolutorias o que sobresean definitivamente en materia penal, sólo producen cosa juzga-
da en materia civil en casos calificados y excepcionales” (CS, 18.1.1989, rol Nº 18.313); que
“la regla general es que las sentencias condenatorias dictadas en materia criminal produ-
cen cosa juzgada en lo civil; pero respecto de los fallos absolutorios dicha regla general es
que no producen cosa juzgada en materia civil, salvo las excepciones expresamente con-
templadas en la ley” (CS, 8.7.1971, RDJ, t. LXVIII, sec. 1ª, 211); que “la sentencia absoluto-
ria en materia criminal no tiene los mismos efectos que la condenatoria, estando reservado
a esta última producir siempre los efectos de la cosa juzgada y a la primera producir tales
efectos únicamente en los casos expresamente señalados en el artículo 179 (202) del Códi-
go de Procedimiento Civil” (CS, 20.3.1952, RDJ, t. XLIX, sec. 1ª, 98); y que “en los juicios
civiles pueden hacerse valer las sentencias dictadas en un proceso criminal siempre que con-
denen al reo, lo que es natural y obvio; pero cuando absuelven u ordenan el sobreseimien-
to definitivo se les concede la fuerza de la cosa juzgada por excepción, en los casos
taxativamente enumerados en el artículo 202 [actual artículo 179] del Código de Procedi-
miento Civil” (CS, 8.1.1938, RDJ, t. XXXV, sec. 1ª, 343).
213 CS, 29.8.1917, RDJ, t. XV, sec. 1ª, 131. En este orden de ideas, se ha dicho que el

abandono de la acción constituye una razón de orden procesal, “que si bien produce efec-
tos similares al sobreseimiento definitivo, no puede significar un pronunciamiento de inexis-
tencia del delito, por lo que no concurre en la especie la excepción contemplada en el
artículo 179 Nº 1 del Código de Procedimiento Civil. Por ello, no concurre en la especie la
cosa juzgada” (CS, 11.5.1995, rol Nº 20.841).

965
§ 63. INFLUENCIA RECÍPROCA DE RESOLUCIONES EN LO PENAL Y EN LO CIVIL

que resultan relevantes tanto en materia civil como en materia penal, y no


a la calificación jurídica de esos hechos.214
Por la misma razón, se ha fallado que si no se cumplen los requisitos
para que haya estafa, pueden cumplirse las condiciones para que haya
responsabilidad civil por mala administración;215 y que la circunstancia de
no existir responsabilidad penal por delito de incendio no implica liberar
de una posible responsabilidad civil por culpa.216 Así también, del hecho
que ciertas expresiones no cumplan los requisitos para que haya injuria,
calumnia o difamación, no se excluye la responsabilidad civil por inmis-
cuirse en la vida privada.
Cabe tener presente que esta regla de excepción sólo puede operar en
caso de dictarse sentencia absolutoria en el juicio penal, porque de con-
formidad con el ordenamiento procesal vigente no existe una causal de
sobreseimiento definitivo fundada en la inexistencia del hecho.
b) Segunda regla: inexistencia de participación del demandado en el
hecho dañoso. “No existir relación alguna entre el hecho que se persigue
y la persona acusada, sin perjuicio de la responsabilidad civil que pueda
afectarle por actos de terceros, o por daños que resulten de accidentes, en
conformidad a lo establecido en el Título XXXV, Libro IV, del Código
Civil” (Código de Procedimiento Civil, artículo 179 regla 2ª).

214 Tempranamente se resolvió que “de la historia fidedigna del precepto legal que se

supone infringido aparece que se dio a la circunstancia primera del artículo 202 [actual
artículo 179] del Código de Procedimiento Civil la redacción que tiene por ser más com-
prensiva que la que se pretendió darle diciendo en vez de delito o cuasidelito ‘del hecho’,
dejándose establecido que la no existencia del hecho equivale a decir la no existencia del
delito o cuasidelito” (CS, 20.10.1934, RDJ, t. XXXII, sec. 1ª, 113); en el mismo sentido, se
ha fallado que la sentencia penal absolutoria o el sobreseimiento definitivo producen cosa
juzgada en material civil cuando “el tribunal ha adquirido la convicción de no haberse per-
petrado el hecho punible que dio origen a la causa” (CS, 13.6.1952, RDJ, t. XLIX, sec. 4ª,
168). La sentencia penal que establece que los hechos existen pero fueron fortuitos produ-
ce también cosa juzgada en sede civil bajo esta regla; así, se ha resuelto que la sentencia
penal absolutoria o que sobresee definitivamente la causa produce cosa juzgada en materia
civil “cuando el hecho material que dio motivo a formar la causa no existió, o en que ese
hecho, si bien existe y está probado, ha sido fortuito o casual o en que ese hecho es impu-
table exclusivamente a culpa o imprudencia de la víctima” (Corte de Santiago, 8.8.1958,
RDJ, t. LV, sec. 1ª, 84); la conclusión anterior supone que lo fortuito se juzga de igual ma-
nera en materia civil y penal, de modo que parece recomendable que la apreciación se haga
en concreto; asimismo se debe tener en consideración que esa inferencia en caso alguno es
aplicable si el tipo de accidente está sujeto a un régimen de responsabilidad estricta.
215 CS, 8.7.1971, RDJ, t. LXVIII, sec. 1ª, 211.
216 Corte de Concepción, 23.7.1993, rol Nº 1.472-1992; también se ha fallado que “no

existe contradicción alguna entre un sobreseimiento definitivo que declara la inexistencia


del delito de incendio y una sentencia civil que declara que existe responsabilidad extra-
contractual, derivada de la falta de diligencia y cuidado del dueño de una industria en la
mantención de la misma, lo que provocó la rápida propagación a las casas vecinas de un
incendio no provocado por él, que tuvo su origen en la mencionada industria” (Corte de
Santiago, 17.7.1998, RDJ, t. XCV, sec. 2ª, 48).

966
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

La sentencia debe declarar expresamente que no existe relación algu-


na entre el hecho que presenta los caracteres de delito y el acusado, sin
que sea admisible volver a discutir esta precisa materia en un juicio civil
posterior. Por tanto, si el tribunal de juicio oral en lo penal declara que
ocurrió el hecho típico, pero que el acusado no tuvo participación alguna
en su realización, esta declaración tiene plena eficacia en el juicio de res-
ponsabilidad civil. Lo mismo vale si el juez de garantía decreta el sobresei-
miento definitivo porque aparece claramente establecida la inocencia del
imputado (Código Procesal Penal, artículo 250 letra b).
Desde luego, la excepción sólo opera en casos de responsabilidad por
culpa por el hecho propio, de modo que debe entenderse sin perjuicio de
los casos de responsabilidad por el hecho ajeno y de hipótesis de responsa-
bilidad estricta, en que el factor de atribución de responsabilidad no sea el
hecho del demandado sino simplemente el riesgo de la actividad sujeta a
ese estatuto especial.
c) Tercera regla: inexistencia de indicio alguno en contra del acusado.
“No existir en autos indicio alguno contra el acusado, no pudiendo en tal
caso alegarse la cosa juzgada sino respecto de las personas que hayan in-
tervenido en el proceso criminal como partes directas o coadyuvantes”
(Código de Procedimiento Civil, artículo 179 regla 3ª).
La regla se descompone en dos partes: por un lado, tiene el supuesto
de aplicación de ‘no existir en autos indicio alguno contra el acusado’; y
por otro, su alcance está restringido sólo ‘respecto de las personas que
hayan intervenido en el proceso criminal’. Se puede comprobar que la
primera parte está comprendida en la segunda excepción, porque en am-
bos casos “el acusado aparece desligado del hecho que se pesquisa”.217 La
segunda parte no hace más que volver al tradicional efecto relativo de las
sentencias, aunque limita de este modo el efecto expansivo de cosa juzga-
da que pueden tener las otras excepciones (infra Nº 769).
Con todo, conviene destacar que la regla debe ser entendida de acuer-
do con su sentido, porque también en este caso el texto puede resultar
equívoco si se le interpreta literalmente. La norma exige algo más que la
absolución por falta de pruebas suficientes (o la existencia de una duda
razonable), pues el estándar requerido para la prueba penal es más estric-
to que en materia civil. En efecto, en materia penal se exige para la conde-
na una convicción más allá de toda duda razonable (Código Procesal Penal,
artículo 340 I),218 mientras que en materia civil la norma de clausura esta-
blece que ante pruebas contradictorias, el juez preferirá la que le parezca
más conforme a la verdad (Código de Procedimiento Civil, artículo 428).
Por eso, para que opere la regla se exige que no exista indicio alguno de
participación, cuestión que debe ser materia de declaración expresa y cir-
cunstanciada en la sentencia.

217 Fontecilla 1978 266.


218 Sobre este estándar probatorio Horvitz/López 2002/04 I 153.

967
§ 63. INFLUENCIA RECÍPROCA DE RESOLUCIONES EN LO PENAL Y EN LO CIVIL

768. Contraexcepción: obligaciones restitutorias. Las circunstancias del ar-


tículo 179 del Código de Procedimiento Civil están sujetas a una limita-
ción adicional, contenida en el inciso final, que señala: “Las sentencias
absolutorias o de sobreseimiento en materia criminal relativas a los tuto-
res, curadores, albaceas, síndicos, depositarios, tesoreros y demás personas
que hayan recibido valores u objetos muebles por un título de que nazca
obligación de devolverlos, no producirán en ningún caso cosa juzgada en
materia civil”.
Esta norma restablece la regla general en materia de obligaciones resti-
tutorias: las sentencias absolutorias y las que ordenan el sobreseimiento
definitivo no tienen eficacia en el juicio civil. Es decir, la absolución en
materia penal no produce cosa juzgada para el acusado respecto de su
obligación de restituir; la razón hay que encontrarla en que las obligacio-
nes restitutorias pueden nacer sin que haya hecho alguno del demandado
(como ocurre en la hipótesis de posesión de buena fe de una cosa ajena
transferida por un usurpador).

769. Alcance de la cosa juzgada. a) Se ha fallado que la cosa juzgada de la


sentencia dictada en sede criminal produce efectos erga omnes, sin que se
requiera la concurrencia de la triple identidad a que se refiere el artículo
177 del Código de Procedimiento Civil.219 En definitiva, se trata de un

219
En CS, 5.11.1970, RDJ, t. LXVII, sec. 1ª, 503, sentencia absolutoria por estimarse
que los hechos se debieron a un caso fortuito, se señaló que “por no mediar dolo o culpa
en el suceso que motivó el fallo absolutorio que se expidió en el proceso criminal referido,
forzoso es aceptar como conclusión que en tal evento no hubo hecho punible que origina-
ra obligaciones basadas en esa fuente de responsabilidad; que, asimismo, aquel fallo debe
producir efectos de cosa juzgada en materia civil, porque no es aceptable –en este caso–
una revisión de tal pronunciamiento; y que, por último, esta consecuencia afecta no sólo a
quienes fueron partes en la gestión criminal, sino que a toda clase de personas, porque sus
efectos son de proyección general”; respecto al caso fortuito como eximente de responsabi-
lidad civil, véase también nota siguiente; también se ha fallado que “toda sentencia conde-
natoria en materia criminal produce cosa juzgada para el juicio civil en que se cobran
indemnizaciones por los perjuicios causados por el delito o cuasidelito que ha sido objeto
de ese fallo. Esa cosa juzgada es de aplicación universal en cuanto obra respecto de todos y
no solamente de los que han litigado en lo penal, pues ella existe, no en virtud de la con-
currencia de las tres identidades requeridas por el artículo 200 [actual artículo 177] del
Código de Procedimiento Civil, que no serían posibles en estos casos, sino por mandato
expreso de las leyes que se inspiran en la necesidad superior de evitar que la decisión en lo
civil contradiga lo resuelto por la justicia criminal” (CS, 8.1.1943, RDJ, t. XL, sec. 1ª, 394); y
que “los artículos 201 y 202 [actuales artículos 178 y 179] del Código de Procedimiento
Civil, que determinan la influencia de lo penal en lo civil, son reglas de excepción a lo dis-
puesto en el artículo 200 [actual artículo 177] del mismo Código, y por lo tanto, no puede
exigirse que entre el juicio criminal y el juicio civil posterior existan las tres identidades a
que se refiere el citado artículo 200, puesto que jamás pueden existir entre uno y otro jui-
cio, que tienen siempre distintos objetos y distintas causas legales, y exigirlas sería lo mismo
que negar la influencia de lo criminal en lo civil, influencia que expresamente reconocen
nuestras leyes” (Corte de Santiago, 21.3.1923, confirmada por CS [cas. fondo], 12.9.1923,

968
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

efecto de cosa juzgada que se aleja de los principios generales aceptados


en la materia: ante todo, porque el objeto de la acción civil es material-
mente diferente del de la acción penal (a pesar de lo cual, lo resuelto en
sede penal puede producir efectos en materia civil) y, salvo en el caso de
la tercera regla del artículo 179 del Código de Procedimiento Civil, ni
siquiera se requiere identidad legal de personas (produciéndose un efecto
civil erga omnes de la sentencia dictada en el juicio penal).
b) El alcance de cosa juzgada material que la sentencia penal produce
en materias civiles está precisado por el artículo 180 del Código de Proce-
dimiento Civil: “Siempre que la sentencia criminal produzca cosa juzgada
en el juicio civil, no será lícito en éste tomar en consideración pruebas o
alegaciones incompatibles con lo resuelto en dicha sentencia o con los
hechos que le sirvan de necesario fundamento”.
De la regla puede inferirse que sólo lo declarado expresamente en la senten-
cia penal produce el efecto de cosa juzgada en materia civil. En consecuencia, el
efecto de cosa juzgada de la sentencia criminal en materia civil se limita a
dos aspectos: i) produce cosa juzgada lo que se ha resuelto en el juicio
penal; y ii) producen cosa juzgada los hechos que se tienen por probados y que
sirven de necesario fundamento a lo resuelto en sede penal.220
En el fondo, lo que no puede hacer el juez civil es contradecir lo expre-
samente resuelto en sede penal, sea que se trate de cuestiones de hecho o
de cuestiones de derecho. Ése es, en este caso, el preciso alcance del espe-
cialísimo efecto de cosa juzgada de las sentencias penales absolutorias en
materia civil.221 De ello se sigue que si la responsabilidad civil se funda en

RDJ, t. XXII, sec. 1ª, 432). En el mismo sentido, Corte de Santiago, 14.11.1922, confirmada
por CS [cas. fondo], 22.9.1923, RDJ, t. XXII, sec. 1ª, 494; CS, 23.11.1936, RDJ, t. XXXIV,
sec. 1ª, 62; CS, 13.1.1939, RDJ, t. XXXVI, sec. 1ª, 478; CS, 1.6.1956, RDJ, t. LIII, sec. 1ª, 89;
y Corte de Santiago, 8.8.1958, RDJ, t. XL, sec. 2ª, 84.

220 Se ha fallado que en el juicio civil “no puede ponerse en duda la existencia del he-

cho que constituye el delito, ni sostenerse la inculpabilidad del condenado” (CS, 7.5.1935,
RDJ, t. XXXII, sec. 1ª, 347); y que “en el juicio civil es obligatorio respetar las conclusiones
establecidas en lo criminal y los hechos o antecedentes que han servido al juez para llegar
a esas conclusiones” (CS, 8.1.1943, RDJ, t. XL, sec. 1ª, 394). Así, si en sede penal se deter-
mina que un accidente se debió a caso fortuito, no puede el tribunal civil tomar en consi-
deración pruebas o alegaciones tendientes a establecer que “el accidente no se produjo por
un acto imprevisible y que, por el contrario, fue la consecuencia directa de la imprudencia,
la negligencia o el simple descuido” (Corte de Santiago, 8.8.1958, RDJ, t. XL, sec. 2ª, 84);
en el mismo sentido “no puede reexaminarse la culpabilidad del infractor en el nuevo jui-
cio, ni la existencia de la infracción que motivó la sanción” (Corte de Santiago, 6.7.2005,
GJ 301, 149).
221 Se ha fallado que precisamente “la esencia de la cosa juzgada es impedir que se

produzca contradicción entre dos fallos” (Corte de Santiago, 17.7.1998, RDJ, t. XCV, sec.
2ª, 48).

969
§ 63. INFLUENCIA RECÍPROCA DE RESOLUCIONES EN LO PENAL Y EN LO CIVIL

hechos o en calificaciones jurídicas diferentes a las de la sentencia penal,


ese efecto de cosa juzgada debe tenerse por descartado.

770. Cuestión penal de efectos suspensivos en el proceso civil. El artículo 167


del Código de Procedimiento Civil contempla la hipótesis de una cuestión
criminal de efectos suspensivos:222 “Cuando la existencia de un delito haya de
ser fundamento preciso de una sentencia civil o tenga en ella una influencia
notoria, podrán los tribunales suspender el pronunciamiento de ésta hasta la
terminación del proceso criminal, si en éste se ha deducido acusación o for-
mulado requerimiento, según el caso. Esta suspensión puede decretarse en
cualquier estado del juicio, una vez que se haga constar la circunstancia men-
cionada” (Código de Procedimiento Civil, artículo 167 I y II).
La hipótesis de esta norma se justifica en razón del eventual efecto de cosa
juzgada que puede tener el fallo que se dicte en un juicio criminal pendiente.
En consecuencia, el supuesto de aplicación es precisamente que no exista una
sentencia definitiva en el proceso penal. Antes de que finalice el proceso cri-
minal, el juez civil debe establecer si la existencia del delito que allí se investi-
ga será o no fundamento preciso de la sentencia civil que debe dictar, o si
tendrá en ella una influencia notoria. En caso afirmativo, podrá suspender la
tramitación de la causa hasta que se falle la causa penal.223
Pese a que la disposición habla de suspender el pronunciamiento de la
sentencia civil, los tribunales desde temprano entendieron que esta sus-
pensión se refería al procedimiento o tramitación de la causa.224 Dicha
paralización puede solicitarse y decretarse ‘en cualquier estado del proce-
so civil’. La suspensión origina un incidente que debe tramitarse por cuer-
da separada, sin paralizar el curso del proceso civil (Código de
Procedimiento Civil, artículo 167 III). El conocimiento y fallo de este inci-
dente es de competencia del tribunal civil que está tramitando el proceso
principal, en primera o en segunda instancia.
Si el tribunal competente resuelve favorablemente el incidente, el pro-
cedimiento civil se paralizará hasta la resolución de la causa penal. Con
todo, si en este juicio se ventilaren otras cuestiones que puedan tramitarse
y resolverse sin esperar el fallo del proceso penal, el procedimiento conti-
nuará respecto de ellas sin interrupción (Código de Procedimiento Civil,
artículo 167 IV). La suspensión debe limitarse, en consecuencia, a las ac-
tuaciones que pueden ser incompatibles con lo que se resuelva en el pro-
ceso penal.

222 Fontecilla 1978 III 244.


223 Sobre la función y alcance del artículo 167 del Código de Procedimiento Civil se
ha fallado que “ha sido incluido en ese cuerpo de leyes preferentemente para que el juez
civil pueda contar como elemento para la expedición de su fallo con una declaración firme
sobre la existencia del delito y no sobre la inexistencia del mismo” (CS, 17.12.1948, RDJ,
t. XLVI, sec. 1ª, 233). Por lo mismo, se ha fallado que “es el juez que conoce del juicio civil
quien debe decretar su suspensión, y no el juez encargado de la substanciación del proceso
criminal” (Corte de Temuco, 19.6.1936, RDJ, t. XXXVIII, sec. 2ª, 12).
224 Corte de Valparaíso, 27.4.1933, RDJ, t. XXXI, sec. 2ª, 57.

970
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

Finalmente, cabe destacar que esta disposición no recibió mayor aten-


ción ni aplicación mientras la acción civil podía ejercerse en el proceso
penal sin las restricciones que impone el Código Procesal Penal vigente.
Bajo las actuales limitaciones, conducentes a que la tramitación de la ac-
ción civil en el proceso penal sea más bien excepcional (supra Nº 745 c),
debiera cobrar una importancia práctica de la que antes carecía. Por lo
mismo, su aplicación debe ser restrictiva, a efectos de evitar que cuestiones
penales que no son determinantes en el juicio civil sean invocadas con
fines dilatorios en este último.

b. Efectos de las resoluciones civiles en materia penal

771. Regla general. En principio, la sentencia dictada en un juicio de res-


ponsabilidad civil no produce cosa juzgada en materia penal, sea absoluto-
ria o condenatoria.225 La regla es consecuencia de las exigencias sustantivas
o probatorias mayores que impone la condena penal y de la circunstancia
de que puede haber lugar a responsabilidad penal aunque no haya daño
en el sentido exigido por la responsabilidad civil.

772. Cuestiones prejudiciales civiles. a) Durante el juicio penal puede sus-


citarse una cuestión de carácter civil, que sea uno de los elementos que la
ley penal considera para definir el delito que se persigue, para agravar o
disminuir la pena, o para establecer la responsabilidad penal del autor. Por
regla general, la cuestión civil es resuelta por el tribunal con competencia en lo
criminal (Código Orgánico de Tribunales, artículo 173). Por excepción, exis-
ten materias cuyo conocimiento está reservado exclusivamente a los jueces
civiles. Si ése es el caso, el juez de garantía deberá decretar el sobresei-
miento temporal de la causa, suspendiéndose el procedimiento penal en
tanto la cuestión no sea resuelta (Código Procesal Penal, artículo 252 letra
a). Éstas son las cuestiones prejudiciales civiles. Es el caso de una disputa
relativa a la propiedad de una especie en un juicio por hurto o sobre la
validez de un matrimonio en uno por bigamia. La sentencia civil produce,
en tal caso, efecto de cosa juzgada en materia criminal.
b) Siempre que para el juzgamiento criminal se requiera la resolución
previa de una cuestión civil, que debe ser conocida por un tribunal que
ejerza jurisdicción en lo civil, se suspenderá el procedimiento criminal
hasta que dicha cuestión sea resuelta por sentencia firme (Código Proce-
sal Penal, artículo 171 I).

225
Se ha fallado que “según las reglas generales la cosa juzgada en lo civil es relativa a
las partes y la penal es absoluta: de tal manera que fallada en un sentido una cuestión civil,
sólo las partes favorecidas pueden aprovechar la cosa juzgada ya sea como acción o como
excepción” (Corte de Santiago, 21.3.1923, confirmada por CS [cas. fondo], 12.9.1923, RDJ,
t. XXII, sec. 1ª, 432).

971
§ 63. INFLUENCIA RECÍPROCA DE RESOLUCIONES EN LO PENAL Y EN LO CIVIL

Con todo, la suspensión del procedimiento criminal no impide que


se verifiquen las actuaciones urgentes y estrictamente necesarias para
conferir protección a la víctima o a testigos o para establecer circuns-
tancias que comprobaren los hechos o la participación del imputado y
que pudieren desaparecer. Si se trata de un delito de acción penal pú-
blica, corresponde al Ministerio Público promover el proceso civil, in-
tervenir en la causa e instar por su pronta conclusión (Código Procesal
Penal, artículo 171 I y II).

773. Efectos de la indemnización civil en materia criminal. Acuerdos repa-


ratorios. a) Bajo ciertas circunstancias, el pago de la indemnización civil
puede producir efectos en materia penal. Entre esos efectos pueden men-
cionarse los siguientes:
• El pago de la indemnización de perjuicios o la restitución de la cosa
pueden servir para configurar la atenuante de reparación celosa del mal causa-
do, contemplada en el artículo 11 Nº 7 del Código Penal.226
• El pago de una suma determinada a título de indemnización en favor
de la víctima, o la garantía de su pago, es una de las condiciones que el
juez de garantía puede decretar para que opere la suspensión condicional del
procedimiento (Código Procesal Penal, artículo 238 letra e). El incumpli-
miento de la condición impuesta puede devenir en la revocación de la
suspensión (artículo 239).
• El pago de la indemnización civil es condición para que se otorgue la
remisión condicional de la pena. En efecto, la ley Nº 18.216, sobre medidas
alternativas a las penas privativas o restrictivas de libertad, impone como
condición para obtener este beneficio “la satisfacción de la indemnización
civil, costas y multas impuestas por la sentencia” (ley Nº 18.216, artículo 5º
letra d). No obstante, el tribunal podrá prescindir de esta exigencia en
caso de impedimento justificado.
b) La cuestión es por completo distinta tratándose de los acuerdos repa-
ratorios, a que hace referencia el Código Procesal Penal (artículo 241). En
este caso, la reparación consistirá típicamente en el pago de una suma de
dinero, que es funcionalmente equivalente a la ‘pena’ (y, en consecuen-
cia, no puede ser calificada de indemnización de perjuicios); de ello se
sigue que estos acuerdos reparatorios no extinguen naturalmente la ac-
ción civil que nace del hecho punible.227 De hecho, el único efecto civil
que la ley procesal penal otorga al acuerdo reparatorio es la acción para
ejecutarlo de conformidad con las reglas generales aplicables a las senten-
cias civiles (artículo 243, con referencia a los artículos 233 y siguientes del
Código de Procedimiento Civil).
Por eso, a pesar de su naturaleza patrimonial, los acuerdos reparato-
rios alcanzados en sede penal poseen típicamente efectos punitivos, de
modo que no constituyen propiamente una indemnización civil con efec-

226 Etcheberry 1998 II 25.


227 Horvitz/López 2002/04 I 572.

972
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO

tos en materia penal; tampoco se trata de una prestación convenida en el


juicio penal que produzca per se efectos extintivos de la obligación indem-
nizatoria en materia civil.
Que el acuerdo reparatorio no tenga una naturaleza jurídica indemni-
zatoria (en el sentido del derecho civil) no obsta, como es obvio, a que
también comprenda la renuncia a las pretensiones indemnizatorias de la
víctima. A falta de acuerdo expreso, la pregunta relativa a si tal renuncia
debe tenerse por implícitamente comprendida en el acuerdo reparatorio,
en aplicación del principio de buena fe (artículo 1546), será una cuestión
interpretativa de ese acuerdo que sólo puede ser resuelta al fallarse el
juicio civil; al efecto es importante atender a si las partes, cuando convinie-
ron el acuerdo reparatorio, entendieron que éste comprendía una repara-
ción civil extintiva de cualquiera pretensión contra el ofensor, con
prescindencia de los aspectos técnicos de calificación analizados en este
párrafo.

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