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Existen muchos estudios que documentan que ser obeso produce problemas de rechazo o discriminación en el
ámbito laboral, en el contexto sanitario, en la escuela y en las relaciones interpersonales.
Y eso aparte de los condicionantes médicos.
2. Un porcentaje considerable de médicos estima que los obesos poseen una serie de características de tipo
negativo muy acordes al estereotipo que existe acerca de ellos.
El trabajo realizado por Maddox y Liederman (1969) halló que los propios doctores informaban que creían
que los pacientes obesos eran personas poco inteligentes y sin éxito en la vida.
El trabajo de Maiman, Wang, Becker, Finlay y Simonson (1979) halló que los médicos especializados en el
área de nutrición estimaban que los obesos eran personas faltas de voluntad y que su enfermedad se
debía a problemas de tipo emocional.
Es importante recalcar que ese prejuicio que muestran algunos profesionales de la salud lo percibe la
propia gente con sobrepeso, tal y como demuestra el trabajo de Kaminsky (2002), en el que se encontró
que los propios obesos afirmaban que se sentían mal tratados e incomprendidos por los profesionales
sanitarios.
3. Además los estudios han hallado una mayor deficiencia en la asistencia sanitaria de las personas obesas
Una serie de trabajos da a entender que los profesionales sanitarios atienden de una manera más
deficiente a las personas obesas por el simple hecho de tener un peso más elevado de lo normal, debido a
los sesgos que poseen hacia las personas con sobrepeso.
Young y Powell (1985) encontraron que la mayoría de los médicos, a pesar de que reconocían los riesgos
que tenían las personas obesas para su salud, no intervenían en la mayoría de las ocasiones aunque
habían detectado la necesidad de tratamiento.
Esta decisión de no intervenir se basaba en el hecho de que percibían al obeso como una persona poco
dispuesta a colaborar y por lo tanto estimaban una pérdida de tiempo el intentar establecer un
tratamiento que creían que no iba a ser tomado en cuenta.
2. También las personas obesas están muy expuestas al rechazo del grupo de iguales
Se ha detectado que el rechazo hacia los obesos comienza en edades muy tempranas. Un trabajo de
Turnbull, Heaslip y McLeod (2000) con el diseño experimental de presentar láminas que representan a
niños con pesos normales y elevados ha hallado que la figura del niño o niña obeso/a es siempre la menos
valorada por parte de los participantes de la muestra, que tenían edades comprendidas entre los dos y los
cinco años.
Por lo tanto en este trabajo encontramos el dato que desde los dos años existen estereotipos hacia las
personas obesas.
2. Las personas obesas también sufren discriminación en el ámbito de las relaciones de pareja
Muchos trabajos avalan la idea de que la persona obesa es percibida como poco atractiva para el sexo
opuesto.
Los hombres y mujeres obesas son vistos como menos masculinos y femeninos por parte de evaluadores
con un peso normal.
Harris (1990) también ha encontrado que las personas obesas tienen menos probabilidades de encontrar
pareja, puesto que existe un estereotipo negativo hacia ellos que hace que sea más difícil que un obeso
pueda llegar a relacionarse íntimamente con otras personas.
2. En primer lugar, los obesos son rechazados porque se estima que son responsables de su propio sobrepeso.
Esta responsabilidad atribuida es, en parte, causante de la exclusión social a la que se ven sometidos los obesos.
La gente es prejuiciosa hacia los obesos porque se considera que éstos poseen atributos negativos (vagos,
poco higiénicos, falta de auto-control) de los cuales se les responsabiliza.
3. Otra dimensión relacionada con la discriminación que sufren los obesos es la percepción de la obesidad como
una enfermedad contagiosa.
Una de las dimensiones que más se relaciona con el rechazo que se siente hacia las personas que forman
parte de un grupo estigmatizado es la creencia de que esa marca que produce exclusión puede ser
contagiosa.
Aunque la idea de que la obesidad puede ser contagiosa parece entrar dentro del campo de lo irracional,
investigaciones recientes ponen de manifiesto que el hecho de estar relacionado con alguien con
sobrepeso aumenta la probabilidad de ser obeso.
Distintos estudios han mostrado que el hecho de tener vínculos sociales con una persona obesa aumenta
hasta en un 57% la probabilidad de que esa persona llegue a convertirse en obesa.
Por lo tanto, esa creencia en que el hecho de relacionarse con una persona obesa puede influir en nuestro
propio peso parece estar relacionada con el prejuicio que se siente hacia los miembros de este colectivo.
4. También existe una línea de trabajo que argumenta que las actitudes negativas hacia los obesos tiene una
base ideológica.
Por ejemplo, Crandall (1994) y Crandall y Biernat (1990) encuestaron a estudiantes sobre su actitud hacia
la gordura y la gente obesa y encontraron un patrón constante de respuestas: la gente que tenía actitudes
anti-obesos compartía un estilo ideológico conservador.
También se encontró que las actitudes anti-obesos estaban fuertemente correlacionadas con el
autoritarismo, lo que puede estar indicando que el prejuicio contra los obesos puede ser tan sólo otra
manifestación más de unas actitudes sociales más generales y que suelen ser bastante conservadoras.
1. El punto de vista tradicional (Allport, 1954, 1979) argumenta que las personas que son blancos del prejuicio,
como los obesos, por el hecho de ser discriminados tienen una menor autoestima y una peor salud psicológica
que los grupos que no están sometidos a este tipo de vejaciones.
3. Respecto a la Depresión, las investigaciones desarrolladas tampoco hallan un patrón constante de resultados.
A pesar de que las personas obesas suelen sufrir de mala salud física no se encuentran más síntomas de
ansiedad o depresión en este grupo, comparándolo con las personas con pesos normales.
En este sentido, algunos estudios han hallado fuertes relaciones entre depresión y obesidad. Sobre todo,
se ha comprobado que las mujeres con un mayor IMC eran las que más problemas de ansiedad y
depresión padecían.
Sin embargo, también existen trabajos que hallan la relación inversa, al encontrar una correlación
negativa entre depresión y obesidad. En este caso, los investigadores hablan de la “hipótesis del gordo
feliz”, según la cual las personas con un mayor peso, poseían mayores índices de bienestar psicológico y
menores niveles de ansiedad y depresión.