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Saber decir que no y establecer tus propios límites no es sencillo pero, aunque te cause ansiedad o
malestar, debes aprender a hacerlo si quieres mejorar tus relaciones personales y sentirte bien
contigo mismo.
DECIR NO
Si Sue no dice nada y sigue haciendo de chofer de Mary cada vez que
ésta visite a su madre, pronto albergará resentimiento y es muy
probable que vaya en aumento en cada viaje que haga. Al final, es
posible que acabe plantando cara a su amiga y se niegue a hacer más
viajes. Debido al resentimiento que habrá acumulado, puede llegar a
acusar a Mary de egoísta y poco considerada, o de aprovecharse de
su amistad. Si Mary ni siquiera se había dado cuenta de que a Sue le
molestaba llevarla a casa de su madre, le sorprenderá este arranque
de mal genio y se enfadará por la agresiva actitud de su amiga.
Si Sue decide decir no, después del primer viaje, puede que se sienta
un poco nerviosa al pensar en lo que tiene que decirle a Mary, pero,
como no ha dado pie al resentimiento, probablemente abordará la
situación con calma y con una actitud positiva, ayudando a su amiga a
buscar otra solución a su problema. Con toda certeza, se sentirá mejor
consigo misma una vez se haya reafirmado y aclarado su postura.
Características de las personas que no saben
decir no
Por lo general, las personas que no saben decir que no suelen adoptar una actitud pasiva
o inhibida a la hora de comunicarse con los demás. Aunque no sea tu caso, te ayudamos
a reconocer a las personas que no saben decir no, y que se caracterizan por el
siguiente perfil:
Demoran su respuesta para no tener que decir no (esperando que así el otro lo olvide).
No dicen “no” en el momento, pero después no hacen aquello a lo que se
comprometieron.
También puede ocurrir, en el extremo contrario, que no sean capaces de decir que no y
soporten las características de aquello a lo que se comprometieron a pesar del malestar
que les produce.
Rasgos de personalidad evitativos (tienen un excesivo temor a ser rechazados por los
demás).
No saber decir no les trae consigo problemas en su vida cotidiana, social o laboral.
Baja autoestima: no se sienten valiosos como para expresar su negativa, y el hecho de no
expresarla les hace sentirse inferiores.
Su tono de voz suele ser bajo y el habla poco fluida.
Su comunicación no verbal es inhibida (poco contacto ocular, gesticulación demasiado
suave) y no apoya a la comunicación verbal.
Suelen apoyarse en otras personas que ellos consideran “más fuertes” para que hagan de
“poli malo” y digan que no en su lugar.
En ocasiones muestran un estilo de comunicación agresivo-pasivo; por ejemplo, dejan de
hablarte, te hacen el vacío, etcétera.
Lo tenía claro… sabía que le iba a decir que no… y justo en el último momento… dije sí. ¿Cuántas
veces el otro te ha dado “la vuelta a la tortilla”? Saber decir ‘no’ y establecer nuestros propios límites
personales puede parecer una tarea sencilla, pero lo cierto es que no lo es. Sin embargo, aprender a
hacerlo supone la clave del éxito de nuestras relaciones interpersonales.
Con nuestros amigos, familia y pareja, y mucho más aún en el trabajo, es importante dejar claro qué
es lo que estamos dispuestos a hacer y qué no, con el fin de que los otros puedan conocer nuestros
límites y actuar en consecuencia. Es por ello que la ausencia de esta habilidad puede traer consigo
importantes problemas personales e interpersonales.
¿Por qué cuesta tanto decir no?
Decir que no es una habilidad que nos facilita establecer nuestros límites personales, permitiendo que
los demás conozcan lo que estamos o no dispuestos a hacer. Al ser una habilidad, se trata de un
comportamiento aprendido, si bien es cierto que existen determinadas características de personalidad
que pueden facilitarnos dicho aprendizaje. Así por ejemplo, los individuos extrovertidos a los que les
gusta relacionarse con muchas personas suelen adquirir más fácilmente esta habilidad que aquellos
que son introvertidos.
Pero, dejando a un lado las características de personalidad, ¿por qué nos cuesta tanto “decir no” a los
demás? Te explicamos los principales motivos que pueden influir a una persona para que adopte este
comportamiento:
Elevada deseabilidad social: en muchas ocasiones buscan complacer al otro, por lo que
dicen que sí o dejan violar sus propios derechos personales porque creen que es lo que se
espera de ellos.
Facilidad para sucumbir a la presión de otra persona o grupo: como consecuencia de
lo anterior acaban haciendo aquello que las otras personas desean. Por ello, la ausencia
de esta habilidad es especialmente peligrosa en los adolescentes en lo que al consumo de
drogas se refiere.
Falta de asertividad: son incapaces de expresar de manera adecuada aquello que
piensan. Por ello, aunque crean que deben decir que no, no se atreven a hacerlo o,
cuando lo hacen, no resultan convincentes.
Experiencias negativas previas: es posible que en algún momento hayan intentado decir
que no, o establecer sus límites, y les hayan respondido de una manera inadecuada o
hayan sufrido consecuencias negativas importantes. Por lo tanto, a partir de estas
experiencias pueden aprender a “decir sí” para evitar las repercusiones que podría tener
su negativa.
Pierde el miedo a lo que los demás puedan pensar: dentro de unos límites razonables, tú
eres la primera persona que debe estar satisfecha con su conducta.
Acepta la ansiedad como parte del proceso. Es normal que te pongas nervioso o te sientas
incómodo a la hora de decir que no, pero no sucumbas a este malestar diciendo que sí y
tratando de quitarte el problema de encima cuánto antes, porque así solo conseguirás
diferir una situación indeseada, pero no resolverla.
En relación a lo anterior, recuerda las consecuencias negativas que te puede acarrear
aceptar, y que seguramente no se verán compensadas por el alivio emocional
momentáneo que experimentarás si aceptas.
Colócate frente a un espejo y entrena un estilo de comunicación asertivo; piensa en
situaciones cotidianas en las que tengas que decir que no, y observa mentalmente
tu comunicación no verbal, escuchando también tu lenguaje verbal. ¿Suena convincente?
Haz una jerarquía de esas situaciones, y clasifícalas para analizar desde aquellas en las
que más difícil te resulta negarte a lo que te piden, hasta aquellas en las que te cuesta
menos decir que no, y comienza desde hoy mismo a dejar claro a los demás todo lo que
no deseas hacer.
Di que no sin dar demasiadas explicaciones; así ofrecerás menos argumentos a
aquellos que te quieran convencer de lo contrario.
Interioriza esta idea: “es posible que no hagas ni seas aquello que deseas, pero
siempre tienes la opción de no hacer ni ser aquello que no quieres”, y ponla en
práctica cada vez que te enfrentes a una situación en la que no desees hacer lo que te
proponen.
Es importante no dar demasiadas explicaciones pues, de lo contrario, la otra persona puede dar la
“vuelta a la tortilla” y hacerte ver que ella tiene motivos más importantes por los que te solicita el
cambio. Para evitarlo, existe una técnica denominada disco rayado que consiste en repetir una y otra
vez tu opinión sin añadir más información. Por ejemplo: “lo siento, pero hoy no puedo hacerte la
guardia…, sí, entiendo, pero hoy no puedo…, lo sé, lo siento de veras, pero hoy es imposible…”.
3. Sabes decir no
Hay personas que cuando dicen no se sienten culpables. Las
personas emocionalmente inteligentes saben decir no sin sentirse
culpable por ello. Saben que si hacen algo que realmente no
quieren hacer, no lo harán bien. Y eso es injusto tanto para ellos
como para el que espera que lo haga. Si te cuesta decir no te
recomiendo el libro "Cuando digo no me siento culpable".
4. Conoces tus puntos fuertes y débiles
Las personas emocionalmente inteligentes conocen sus fortalezas,
pero también sus debilidades. Juegan con ellas y las combinan
para sacar el mayor rendimiento. Las personas altamente
inteligentes son fuertes porque conocen lo que les hace débiles.
8. El éxito es tu meta
Las personas con alta inteligencia emocional buscan el éxito,
entendido como el logro de sus metas. Se superan y luchan cada
día. Las personas emocionalmente inteligentes alcanzan sus metas
porque luchan por ellas, y el simple hecho de luchar por ellas ya es
un triunfo.
9. Amigos y extraños
Las personas emocionalmente inteligentes no conocen de razas,
colores, géneros, edad...conocen de personas, y ante sus ojos
todos somos iguales. Todos somos hermanos.
Es posible que hayas escuchado mencionar el "CI" cuando se habla del intelecto y la
inteligencia de alguien. (Por ejemplo, "mi hermano no tiene que estudiar tanto como yo
porque tiene un CI muy alto"). CI significa "coeficiente intelectual". Puede ayudar a predecir
el desempeño académicamente de alguien.
Sin embargo, CI es solo una medida de nuestras capacidades. Hay muchos otros tipos de
inteligencia, además del intelecto. Por ejemplo, la inteligencia espacial es la capacidad de
pensar en 3D. La inteligencia musical es la capacidad de reconocer el ritmo, la cadencia, y el
tono. Las habilidades deportivas, artísticas y mecánicas son otros tipos de inteligencia.
Un tipo importante de la inteligencia es la inteligencia emocional.
Una forma de pensar la CE es que es parte de lo que implica ser inteligente con las personas.
Comprender y llevarse bien con la gente nos ayuda a ser exitosos en casi todas las áreas de
la vida. De hecho, algunos estudios señalan que el CE es más importante que el CI en el
desempeño escolar o laboral.
Algunas personas tienen habilidades naturales para la CE. Otras tienen que trabajar en ello.
La buena noticia es que todo el mundo puede mejorar en esto. A diferencia del
coeficiente intelectual, la gente puede mejorar su inteligencia emocional, si saben
cómo hacerlo.
¿Qué queremos decir cuando hablamos de inteligencia emocional?
Salovey y Mayer (1990) definieron inicialmente la Inteligencia Emocional como “la habilidad
para manejar los sentimientos y emociones propios y de los demás, de discriminar entre ellos
y utilizar esta información para guiar el pensamiento y la acción...”. Este término fue
popularizado por Goleman (1996) y, en la actualidad, es la base de multitud de programas
dirigidos tanto a niños como a adultos. En aquellos niños y jóvenes con síndrome de Down
tiene una especial importancia, para conseguir que sean cada vez más capaces de adecuar sus
emociones a las diversas situaciones en las que se desenvuelven, sentirse bien consigo mismos
y relacionarse con los demás, de manera que puedan ir avanzando en su desarrollo personal.
Para desarrollar la Inteligencia Emocional, ¿qué habrá que tener en cuenta?
En las emociones hay distintos componentes que se mezclan y relacionan entre sí y que hacen
de ellas una de las grandes cualidades del ser humano.
Sus conductas: ante una emoción realizamos gestos faciales, decimos algo o nos movemos
de un lado a otro. Estas expresiones pueden verlas los demás y, por lo tanto, nos comunicamos
también por medio de ellas. Si los niños aprenden a reconocer estas señales será un gran paso
para saber etiquetar emociones, ponerles nombre. Sin embargo, en multitud de ocasiones los
sentimientos no suelen expresarse verbalmente, sino a través del tono de voz, los gestos,
miradas, etc. La clave para reconocer las emociones reside también en la destreza para
interpretar el lenguaje corporal, habrá que hacerles prestar una gran atención a estas señales
para que aprendan a discriminarlas.
Sus signos corporales: unas u otras emociones inducen respuestas muy distintas en nuestro
cuerpo como, por ejemplo, la aceleración del ritmo cardiaco, la sudoración, los movimientos
del estómago o la tensión de los músculos. Cuanto mejor conozca el niño lo que le sucede ante
cada emoción, mejor sabrá controlarlas y cambiarlas, si es necesario, por otras más
adecuadas.
Conozco y expreso
Las emociones me hablan
Aprendo a controlar las emociones
Tengo autoestima
Puedo tomar decisiones
Sé hacer amigos y mantenerlos
"La Inteligencia Interpersonal se construye a partir de una capacidad nuclear para sentir
distinciones entre los demás: en particular, contrastes en sus estados de ánimo,
temperamentos, motivaciones e intenciones. En formas más avanzadas, esta inteligencia
permite a un adulto hábil leer las intenciones y deseos de los demás, aunque se hayan
ocultado... "
Y a la Inteligencia Intrapersonal como "el conocimiento de los aspectos internos de una
persona: el acceso a la propia vida emocional, a la propia gama de sentimientos, la capacidad
de efectuar discriminaciones entre las emociones y finalmente ponerles un nombre y recurrir a
ellas como un medio de interpretar y orientar la propia conducta..."