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EL DEBATE ENTRE LO POSITIVO Y LO NORMATIVO

David Hume (1711-1780) figura casi siempre entre quienes primero defendieron la
necesidad de separar claramente el campo del «ser», es decir, de lo que es, del mundo del
«deber ser». De hecho, la llamada «regla de Hume» que implica la prohibición de discurrir
directamente del ser al deber ser se convirtió muy pronto en un punto de referencia para
definir hasta dónde podía y debía llegar el economista, o cualquier científico social, en sus
afirmaciones, y cuál es el terreno que es propio ya del «arte», de la política; es decir, el de las
recomendaciones o sugerencias prácticas, que sin duda están condicionadas por las
preferencias y juicios de valor de quien las ofrece y donde con frecuencia se mezclan ya
diferentes planteamientos ideológicos.
Bajo un prisma menos radical que David Hume, Jeremy Bentham (1748-1832) formuló
también la necesidad de diferenciar en Economía entre la «ciencia» y el «arte».
J. Stuart Mill (1806-1873) y Nassau Senior (1790-1864) afirmaron de forma algo más
contundente que otros autores contemporáneos la necesidad de separar la ciencia del arte en
Economía, entendiendo este último como la «aplicación» de las predicciones de la ciencia,
junto con los deseos sociales, para definir un cuerpo de reglas, una especie de código de
política económica. Pero John Neville Keynes (1852-1949) es quien realmente suele
considerarse como el punto de arranque de la moderna demarcación del campo científico de
la Economía. En su obra The Scope and Method of Political Economy (1890), este autor propuso
distinguir claramente entre la Economía Política (Political Economy), considerada como ciencia
positiva (el estudio del «ser», del «cómo son» las cosas, de los hechos), y EconomíaAplicada
(Applied Economy), el llamado «arte», que debía definirse como una rama de la filosofía
política y social interesada en las cuestiones económicas. Entre ambas, J. N. Keynes sitúa otra
división o territorio, al que hay que considerar como una rama de «la Ética de la Economía
Política», donde se combinan las funciones del moralista y las del economista.
Un amplio número de las aportaciones sobre los aspectos metodológicos y conceptuales
de la Economía se fueron orientando posteriormente hacia una delimitación cada vez más
estricta de la Ciencia Económica. De hecho, ésta incluso acaba cambiando su denominación
tradicional —Political Economy— en favor de otra mucho más aséptica: Economics, que
parecía estar más en línea con otras denominaciones científicas y, sobre todo, con las
concepciones positivistas dominantes en las ciencias naturales (véase Recuadro 1.1). La
introducción de formalizaciones matemáticas, el deductivismo y un creciente grado de
abstracción tenderán así a consolidar un modo de hacer Economía que se distancia con notable
facilidad de la realidad inmediata, que busca generalizaciones y que se aleja de los problemas
que preocupan a los policymakers e incluso a los ciudadanos, en general.
:
Lionel Robbins (1898-1984) radicalizó todavía más la necesidad de diferenciar entre
lo positivo y lo normativo a la hora de llevar a cabo investigaciones y estudios
económicos (en An Essay into the Nature and Significance of Economics, 1932). Para él,
en pocas palabras, el análisis económico debe prescindir de introducir juicios de valor.
Es decir, debe elaborarse como un proceso científico lógico, sin connotaciones éticas o
de valores morales, sino recurriendo a su comprobación empírica. Lo que ocurre en el
terreno «normativo», afirma, es que los conceptos de teoría económica generalmente
más aplicables aparecen asociados a la distinción entre medios y fines y al problema de
la elección, implícito en el concepto de asignación de recursos escasos. La distinción
entre fines y medios es, por supuesto, relativa a las circunstancias —lo que son medios
en un contexto pueden ser fines en otro, y viceversa—, y además su ordenación y el
grado de preferencia por unos u otros implica siempre la introducción de valoraciones.
El debate sobre la «necesaria» separación entre lo positivo y lo normativo no quedó,
sin embargo, cerrado. Ni probablemente se cerrará nunca. Como todas las ciencias
sociales, la Economía está llamada a ser un tipo de conocimiento útil, apto para
contribuir a resolver los problemas reales. El economista no puede, entonces,
permanecer alejado de éstos. «Los economistas —como subrayó A. Smithies1 hace
años— han estado siempre relacionados con la política; aunque a primera vista pudiera
parecer que algunos se abstraían de toda consideración ética, en el fondo de su obra
siempre pueden encontrarse prescripciones sobre normas económicas para mejorar el
bienestar de la sociedad o, cuando menos, para resolver algunos de los problemas con
que ésta se enfrenta. Una actitud neutral y objetiva es insostenible».
Con carácter general, lo que actualmente se admite es que, si bien las aportaciones
teóricas deben procurar mantenerse en el ámbito de lo positivo, la Economía aparece
como una ciencia con una doble vertiente. Por una parte, es inevitable que el propio
análisis teórico se vea impregnado en alguna medida de juicios y/o presupuestos de
partida que no pocas veces son ya discutibles, y por otra, es necesario que la política
cuente con una base analítica construida sólidamente a la hora de decidir qué tipo de
medidas de política económica sería más conveniente aplicar. A partir del análisis
económico y del estudio de los hechos económicos (Fig. 1.2), pero adoptando un
enfoque teleológico (es decir, orientado hacia unos objetivos o fines), el economista
debe poder construir recomendaciones que sean operativas, explicitando los
valores/preferencias que adopta, pero sin que ello signifique apartarse de las exigencias
de la Economía en cuanto ciencia empírica. Bastantes de las técnicas disponibles
(modelos econométricos, de decisión, etc.), e incluso las aproximaciones hacia la
«objetivación» de las decisiones frente a posibles actuaciones alternativas (como los
postulados de la Economía del Bienestar y sus derivaciones más recientes en el campo
de la evaluación de proyectos), no hacen sino reforzar la idea de que el economista, la
Ciencia Económica, no pueden dejar fuera de su «campo científico problemático» los
problemas y decisiones de política económica.
RECUADRO 1.2. LA DISTINCIÓN ENTRE LO POSITIVO
Y LO NORMATIVO

Positivo vs. Normativo


Descripción Prescripción
Explicación Recomendación
Teoría Práctica
Pensamiento Acción
Leyes (uniformidades) Reglas (normas)
Ciencia Arte
Juicios sobre los hechos Juicios de valor
Declaraciones en modo indicativo Declaraciones en modo imperativo
Proposiciones que se pueden probar Expresiones, no comprobables,
acerca de hechos de sentimientos
Fuente: M. Machlup: Methodology of Economics and other Social Sciences. Academic
Press, NuevaYork, 1978.

Análisis económico Hechos económicos Juicios de valor/


(Teorías, modelos) (Datos, antecedentes, estructuras) Preferencias

Recomendaciones
de política
económica

Medidas de política económica adoptadas


Fines
Medios

Fuente: Reelaborado a partir de un esquema propuesto por M. Bronfenbrenner


(«Balm for the visiting Economist», Journal of Political Economy, 71, 3, 1963).
Figura 1.2. Una aproximación esquemática a las relaciones entre análisis económico,
juicios de valor y recomendaciones/medidas de política económica.

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