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Dorotea es una niña huérfana que vive junto a sus tíos Enrique y Ema en una granja de Kansas

(Estados Unidos), la cual se encuentra rodeada por un árido paisaje que lo tiñe todo de color gris.

Un día aparece en el cielo uno de los habituales tornados que azotan la región. Aunque su tía logra
encerrarse en el refugio de la casa, Dorotea y su pequeño perro Toto no logran llegar a tiempo y
son sorprendidos por la tormenta.

Muy pronto la niña se da cuenta que aquel tornado es muy extraño, pues aunque se lleva volando
la casa con ella dentro como si de un globo se tratara, el viento no destroza nada de la
construcción. Tras varias horas de viaje la protagonista del cuento se percata que la casa "aterriza"
con relativa suavidad en un lugar desconocido.

Cuando inspecciona los alrededores aparecen extraños personajes que se auto-denominan


mascones, los cuales se felicitan porque Dorotea ha acabado con la malvada Bruja del Este que ha
fallecido al ser aplastada por la casa. Entre estos personajes se encuentra una viejecita que resulta
ser la Bruja del Norte, quien pacientemente le relata los acontecimientos.

Pese a encontrarse en un país maravilloso y lleno de color, la pequeña confiesa a la bruja que solo
tiene la idea de regresar a su hogar en Kansas. Es entonces cuando la bruja buena le indica que
para ello debe visitar el Mago de Oz quien seguramente le ayudará. A su vez le entrega los zapatos
de plata de la Bruja del Este, indicándole que para llegar a Oz debe seguir el camino empedrado
con adoquines dorados.

Casi al inicio de su camino la pequeña se encuentra con un espantapájaros que tiene la capacidad
de hablar, pidiéndole este que lo baje de la estaca donde se halla encaramado. Tras ayudarlo el
estrafalario personaje le comenta que una de sus mayores penas es la de no tener inteligencia.
Dorotea le comenta que se dirige a ver al mago de Oz y que, si le ayuda a ella probablemente
también le ayudará a él.

Más adelante ambos se encuentran con un leñador hecho enteramente de lata y que se halla
completamente inmóvil porque se le han oxidado las articulaciones. Tras desoxidarlo con la ayuda
de una aceitera les comenta que su principal ilusión es la de tener un corazón con el cual amar.
Conociendo el objetivo de los otros personajes decide sumarse a ellos con la esperanza de que el
mago le conceda un corazón.
Más tarde sale al encuentro del grupo un león que, pese a su fiera apariencia y rugir
violentamente, les confiesa que es un absoluto cobarde. Él también se les une a fin que el mago le
otorgue la valentía que le falta.

A su paso por un campo de amapolas todos los protagonistas quedan profundamente dormidos,
momento en que son secuestrados y llevados ante la presencia de la malvada Bruja del Oeste.
Ante ella Dorotea solo se le ocurre tirarle agua, acción que provoca la desaparición definitiva de la
bruja y la rotura del encantamiento que pesa sobre muchos habitantes de la zona.

Afortunadamente poco tiempo después el grupo se halla en presencia del Mago de Oz, el cual
posee una presencia impresionante tras un espejo. Casualmente la pequeña descubre que detrás
de esta apariencia inicial solo se encuentra un afable anciano que al igual que ella también desea
irse de ese país. Para ello tiene preparado un globo que le permitirá atravesar los amplios
desiertos que separan Oz del mundo real.

Juntos emprenden el viaje aunque en un momento determinado el travieso perrito Toto cae del
globo. Sin pensárselo dos veces la pequeña salta tras él cayendo al vacío, momento en que el
mago le grita que para volver a su hogar se repita para si misma "En ningún sitio se está como en
casa", algo que efectivamente realiza.

La historia finaliza cuando Dorotea despierta en su propia casa, deduciendo que toda aquella
aventura había sido un simple sueño.

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