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POESÍA ÁRABE EN LOS REINOS TAIFAS

La lírica árabe en los distintos reinos de Taifas


Almería[editar]
La taifa de Almería contó con el poeta y visir de Al-Mu'tasim (segunda mitad del siglo
XI) Ibn al-Haddad, poeta filosófico. Hay que mencionar también a los poetas
satíricos Ibn Uht Ganim y As-Sumaysir de Elvira.
Badajoz[editar]
El rey Al-Muzaffar de la taifa de Badajoz fue un escritor de una enciclopedia lieteraria
llamada Al-Muzaffariya. Fue protector del poeta de estilo modernista Ibn
Sarah de Santarém. Su sucesor en el reino pacense Al-Mutawakkil fue protector de dos
hermanos poetas epicúreos y melancólicos, los Al-Qabturnuh y del gran elegíaco de la
muerte del gran rey Al-Mutawakkil, ejecutado por los almorávides, Ibn Abdun de
Évora.
Denia[editar]
La corte taifal de Denia gozó de cierto esplendor literario gracias a la cantidad de
gramáticos que reunió, como el excelente lexicógrafo Ibn Sidah,
el filólogo coránico Ad-Dana o el visir y destacado prosista Abu Amir ibn García.
Todos ellos cultivaron la poesía, como era habitual en todos los hombres de letras
andalusíes. Pero el poeta árabe deniense más destacado fue Ibn al-Labbana (h. 1045-
1113), que desarrolló su quehacer poético en alabanza de la corte hudí de la Taifa de
Zaragoza y en la Taifa de Mallorca.
Granada[editar]
En la Taifa de Granada se localiza el conocido Semuel Ibn Nagrella, visir de los
reyes ziríes, que fue un importante lírico tanto en árabe como en hebreo. Contra él
escribió una casida satírica el poeta Abu Ishaq de Elvira, que dio pie a un episodio de
persecución hacia los judíos en 1066.
Sevilla[editar]
La Taifa de Sevilla fue la que de un modo más pujante estimuló el cultivo de la poesía,
patrocinada y practicada incluso por sus más destacados reyes, como el célebre Al-
Mu'tamid. Ejerció como centro de atracción para los mejores poetas hispanoárabes del
siglo XI y no tuvo rival en esta disciplina en su tiempo, tanto por la cantidad como por
la calidad de su lírica.
En la época inmediatamente posterior a la caída del Califato, la lírica sevillana sigue
produciendo nawriyyāt, o panegíricos de adulación a los monarcas. Una antología de
esta poesía encomiástica fue recopilada por Abū-l-Walīd Ismā‘īl-ibn ‘Āmir al-Habībi de
Sevilla.
Durante el reinado de Abbad II al-Mu'tadid (1042-1069) se establece en su corte el
mejor poeta neoclásico de al-Ándalus: Ibn Zaydun de Córdoba. Sus poemas amorosos
dirigidos a la princesa y poetisa Walladah suponen una cumbre de la poesía árabe de
todos los tiempos, hasta el punto de que algunas de sus poesías engrosaron el texto
de Las mil y una noches a causa de la celebridad de su lírica en el ámbito islámico.
También escribió Abenzaidún panegíricos aúlicos, autoelogios y sátiras dirigidas a sus
rivales.
Otro poeta destacado de la corte sevillana es Abul Walid al-Himyari, quien cultivó una
poesía de tipo hedonista y compiló una antología de un grupo de poetas que cantaron a
los placeres como él, su Kitab al-badi fi wasf ar-rabi (Libro del estilo maravilloso en la
descripción de la primavera).
Al-Mu'tamid, sucesor de Al-Mu'tadid, fue además de protector de la poesía un excelente
poeta. Compuso casidas neoclásicas, poesía modernista y moaxajas, destacando los
desgarrados poemas que escribió en su exilio en el Magreb tras ser derrocado por
los almorávides. Entre sus protegidos figuran el panegirista Ibn al-
Ammar (el Abenámar cristiano), Ibn al-Labbana de Denia e Ibn Hamdis de Siracusa,
que introdujo en las awsaf el tema arquitectónico.
Este rey sevillano mantuvo una academia poética que exigía unas duras pruebas de
ingreso. Una vez que accedían al rango de académico sevillano, entraban en contacto
con los mejores poetas del occidente árabe de su tiempo. Más tarde, tras la llegada de
los almorávides, muchos se dispersaron —en muchas ocasiones hacia el Levante
español— y siguieron difundiendo la mejor poesía andalusí por la Península Ibérica e
incluso llegaron a influir en la lírica árabe de Oriente. En la corte de Sevilla recalaron
grandes poetas sicilianos que huían de la invasión normanda, tales como el citado Ibn
Hamdis o Abu-l-'Arab. Otros autores sevillanos de menor renombre que los citados de
la corte de Al-Mu'tamid son Abd al-Yalil, Ali ibn Hisn o Ibn al-Milh.
Zaragoza[editar]
La Taifa de Saraqusta no se caracterizó por la calidad de sus poetas autóctonos, pero
acogió a importantes poetas andalusíes y también orientales en periodos de persecución,
conflictos militares o integrismo.
El primer rey independiente de Zaragoza, Mundir I, al elevarse al poder en 1017 se
apresuró a atraer a algunos de los literatos más brillantes que huían desde el sur de las
guerras civiles derivadas de la crisis del califato, como los visires y poetas Ibn Burd
Alakbar y Abu-l-Mugirah ibn Hazm. Ya antes de los disturbios, a finales del siglo X, se
había asentado en Saraqusta el célebre poeta Yusuf ibn Harun ar-Ramadi (m. 1022),
panegirista de Almanzor, que difundió en esta ciudad las modas líricas cordobesas,
dirigiendo elogios poéticos a los tuyibíes. Entre los que llegaron en plenas convulsiones
del califato, destacan el poeta y filólogo iraquí afincado en Córdoba Said al-Bagdadi (m.
1026), maestro de Ibn Hayyan e Ibn Hazm, y el poeta Ahmad ibn Muhammad ibn
Darray al-Qastalli (958-1030), que llegó a Zaragoza en 1018, de estilo preciosista,
cultivador de una poesía manierista inspirada en el gran poeta neoclásico al-Mutanabbi.
Ibn Darray (o Darrach, más conforme a la fonética del español) puso su talento
panegirista al servicio de Mundir y de su hijo y sucesor, Yahya al-Muzaffar, hasta su
marcha a Denia en 1028. Sin embargo, la eminencia de la cultura judía de la taifa de
Zaragoza de este periodo corresponde a Selomo ibn Gabirol (h. 1020 - h. 1058), gran
poeta y filósofo conocido en el mundo cristiano como Avicebrón, nacido
en Málaga pero criado y educado en Zaragoza, donde estudió con Marwan Yonah ben
Yanah hasta 1039, gracias al mecenazgo de Yequtiel ben Ishaq, secretario y visir
de Mundir II. Escribió sentidas elegías a la muerte de su maestro y marchó a Granada en
busca de la protección de Yusuf ibn Nagrella.
Durante la época del dominio hudí la cultura saraqustí llegó a su máximo desarrollo,
sobre todo en las disciplinas matemáticas y en el cultivo de la filosofía. Uno de los
funcionarios de la corte del poderoso Al-Muqtadir, el muladí Abu Amir ibn
Gundisalb (o Gundisalvo), alcanzó el rango de gran visir y compuso poesía
encomiástica y satírica. Otro de sus visires letrados fue el judío convertido al Islam Abu
l-Fadl Hasday ibn Hasday, que mantuvo su cargo de gran visir con los sucesivos
monarcas Al-Mu'taman y Al-Musta'in II. Nacido en Zaragoza hacia 1050 e hijo del
poeta Yusef ibn Hasday, fue un notable escritor y orador en árabe y hebreo, y poseía
una extensa formación literaria, filosófica y científica. Katib o secretario de Al-
Muqtadir fue Abu l-Mutarrif ibn ad-Dabbag, que destacó en el género epistolar. Poetas
destacados de su corte fueron Abu abd as-Samad as-Saraqusti e Ibn as-Saffar as-
Saraqusti.
En esta época también recalaron en la corte de Zaragoza literatos exiliados de sus taifas
por diversas razones, frecuentemente políticas. Uno de los primeros fue Abu Umar
Yusuf ibn Yafar al-Bayi, que se hizo célebre por sus elegantes epístolas en prosa rimada
redactadas en nombre del rey y dirigidas a importantes personalidades de la época como
el rey de Sevilla, Al-Mutadid, o el de Toledo, Al-Mamún. A la muerte del gran rey Al-
Muqtadir, Al-Bayi le dirigió una emocionada elegía.
El poeta Ibn al-Haddad cultivó la poesía heroica y panegírica, celebrando las victorias
de Al-Muqtadir sobre su hermano Yusuf al-Muzaffar de Lérida (seguramente la que le
costó el trono hacia 1080) y sobre Ibn Rudmir, es decir, Sancho Ramírez, rey de
Aragón (a quien tomó varias fortalezas en 1079 y 1080).
Los sucesores de Al-Muqtadir mostraron una igual o incluso mayor vocación de
mecenazgo de las letras y las ciencias. Su hijo, Al-Mu'taman, superó a su padre como
matemático, redactando incluso un tratado de geometría titulado Kitab al-istikmal,
o Libro del perfeccionamiento, en el que intenta mejorar, en ocasiones con éxito, la
elegancia de las demostraciones de diversos teoremas. Es de mencionar la breve
estancia zaragozana (1082-1084) del famosísimo Abenamar, amigo y poeta áulico
de Al-Mutamid de Sevilla, que se enemistó con él y lo mató con sus propias manos el 8
de noviembre de 1084.
El cuarto monarca hudí, Al-Musta'in II contó con el poeta zaragozano más importante
del siglo XI, Al-Yazzar as-Saraqusti, conocido por su oficio y apelativo "Yazzar", es
decir, "el carnicero". Es uno de los ejemplos de ascenso social de la sociedad andalusí,
pues llegó a poeta aúlico y secretario-visir con Al-Mu'tamin y Al-Musta'in II. Escribió
panegíricos a estos reyes, pero destaca sobre todo en el género burlesco, como autor de
conocidos epigramas. También le debemos una magnífica descripción lírica del Palacio
de la Aljafería.
Son notables asimismo sus diez moaxajas, casi todas de tono lírico y tema amoroso, dos
de las cuales incluyen jarchas o estrofa final escrita en romance andalusí. Esta lengua,
un dialecto románico del latín vulgar, impropiamente bautizado como mozárabe, era
hablada por los árabes para comunicarse con los cristianos y acabaron incorporándola a
su poesía con las innovaciones de la lírica hispanoárabe del siglo XI.
La ocupación almorávide de Zaragoza no supuso, al contrario que en otras taifas
andalusíes, una ruptura profunda de la tradición cultural, pues la relativa autonomía que
mantuvieron los gobernadores zaragozanos mantuvo la continuidad con la cultura
hispanoárabe anterior a la llegada de los nuevos dominadores berberiscos. De hecho, el
segundo gobernador almorávide, Ibn Tifilwit (1115-1117), volvió a rodearse de literatos
y científicos y a instalarse en los salones de la Aljafería rodeado de lujo en una corte de
poetas y filósofos, donde destacaron Ibn Jafaya de Alcira (m. 1138) y Abu Bakr
Muhammad ibn Yahya ibn Saig ibn Bayyá, el gran filósofo y también músico y
poeta Avempace, a quien se ha atribuido la invención del zéjel.
Ibn Jafaya es uno de los más importantes poetas del periodo almorávide. Cultivó un
estilo manierista con el que recreaba ambientes exquisitos, como en las descripciones de
jardines que le valieron el apodo de Al-Yannan ("el jardinero"). Tras la conquista
cristiana se retiró a sus fincas levantinas, donde llevó una vida alejada de la política y
dedicada a explotar sus huertas y a componer poesía. Su estilo ejerció tal influencia en
los poetas andalusíes posteriores que fue el modelo de todos ellos hasta el final
del Reino nazarí de Granada.

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