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La elocuencia siempre tuvo una gran importancia en Grecia. Ya era una cualidad
celebrada en los héroes homéricos, que tienen ocasión de pronunciar diversos discursos
en ambas obras. Además era un elemento importante en una cultura en la que
predominaba lo oral sobre lo escrito. Por ello personajes que pronuncian discursos los
encontramos en el teatro e incluso en algunos poetas.
Con el desarrollo de las instituciones democráticas en Atenas y otras polis
griegas su importancia, lógicamente, aumenta: el ciudadano tiene que saber defenderse
en los tribunales o saber convencer en la asamblea. Cualquier acontecimiento político
va siempre acompañado de discursos y su aparición en la obra de Tucídides es una
prueba muy evidente.
La necesidad de ser elocuente trajo como consecuencia la creación y el
desarrollo de la Retórica (el arte o técnica de la persuasión por medio del discurso oral)
En ello los sofistas tuvieron un papel protagonista: introdujeron su enseñanza metódica
y difundieron sus teorías en toda la sociedad.
El primer sofista importante en este camino fue Gorgias. Procedente de su
ciudad , Leontino en Sicilia, llegó a Atenas en el 427 e inició su actividad como maestro
de retórica. Su enseñanza se basaba en la búsqueda de la belleza en la expresión que
contribuyera a que el discurso fuera realmente convincente.
El discurso judicial. Todos los ciudadanos tenían el derecho, pero también la
obligación, de ocuparse de su propia defensa ante un tribunal popular. Los
crímenes y delitos eran juzgados ante un tribunal que contaba con un número
muy amplio de jurados (201 como mínimo), que eran elegidos por sorteo
entre los ciudadanos varones de la polis. Tanto el papel de fiscal o el del
abogado tenían que desempeñarlo simples ciudadanos que estuvieran
implicados en el caso. El jurado era el juez y tenía la atribución absoluta de
interpretar tanto la ley como el hecho en sí mismo. No existía posibilidad de
apelar frente a la decisión del tribunal. El tiempo de que disponían las partes
estaba limitado por una clepsidra o reloj de agua y el juicio tenía que
completarse en un solo día. Finalmente, la votación se realizaba en secreto.
Los miembros del jurado introducían en una urna un guijarro con el que
expresaban su juicio: blanco era inocente, negro culpable.
Este tipo de discurso creó la figura del logógrafo, un profesional de la
retórica que escribía discursos para que sus clientes se los aprendieran de
memoria y los recitaran ante un tribunal, ya que no todos los atenienses
podían acceder al aprendizaje, muy caro, de la retórica. Este tipo de discurso
es muy útil como fuente de información sobre la vida cotidiana: herencias,
divorcios, robos...
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Como consecuencia su estilo era muy brillante pero muchas veces encubría una
gran vaciedad de contenidos.
DEMÓSTENES (384-322)
Como orador se dedicó a los tres tipos de los que hemos hablado antes:
Los últimos años de Demóstenes son más oscuros. Tuvo que exiliarse por un
escándalo financiero y volvió a Atenas después de la muerte de Alejandro Magno,
como líder de la libertad recuperada tras la muerte del rey macedonio. Esta situación
duró poco y se vio obligado a suicidarse para no ser capturado por los generales del
fallecido Alejandro que terminarían repartiéndose su imperio.