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INTRODUCCIÓN

El tema de “Vigilar y Castigar” ,contiene diferentes concepciones y


aplicaciones que a lo largo de la historia se han dado en el mundo, para lograr
el ideal de la lucha contra la criminalidad. Así no sólo se refiere a toda esa
“política de medios (…) necesarios” para la lucha contra el delito, es decir, lo
que en la Dogmática Penal refiere el nombre de política penal, sino a cómo en
la sociedad contemporánea se ha ido instaurando todo un sistema de
disciplinas, que forman parte de una forma de coerción minuciosa y continua
sobre la conducta de las personas, y por consiguiente una patente muestra de
política criminal - todo esto dejando a salvo las grandes discrepancias que en
la Doctrina existe sobre el contenido y extensión sobre los que se debe
distinguir entre política social, criminal y penal.

De esta forma no sólo se refiere a las particularidades de la pena, sino al


control de la conducta que ejerce la sociedad, en el que el poder se basa en el
conocimiento que ella obtiene de los propios individuos sobre los que lo
ejerce.

La obra de Foucault describe tres mecanismos de aplicación de las penas,


políticas penales o “tecnologías del poder” – como el mismo las denomina –
que se han dado a través de la historia y difieren una de otra por el aporte que
las luces de los reformadores del Derecho Penal – aquellos que humanizaron
el Derecho Penal – dieron sobre los mecanismos más adecuados; y,
particularmente hace toda esta descripción para relatar como, según el
supone, la prisión se fue adoptando como mecanismo punitivo único.

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CAPITULO I

CUERPO Y PODER: UNA RESEÑA DE VIGILAR Y CASTIGAR DE MICHEL


FOUCAULT DESDE EL TEMA DEL CUERPO

EL CUERPO-. La definición de Cuerpo que da el diccionario de la Real


Academia de la Lengua Española es Aquello que tiene extensión limitada y
que es perceptible por los sentidos. Es obvio que se trata de una definición
neutra, objetiva, y que, por tanto, que intenta ser claro para el mayor número
de personas.

No obstante en un acercamiento a Michel Foucault podemos ver que todo


conocimiento o saber que se pretende neutro u objetivo esta sostenido y
posibilitado por prácticas y relaciones de poder que se encuentran articuladas
en un determinado dispositivo y en una determinada época histórica; y, a su
vez, los saberes y conocimientos producidos dan lugar a nuevas formas y
mecanismos de poder, de sujeción, de producción de los individuos que están
inmersos en un complejo campo social.

Teniendo en cuenta esto, en este texto nos propondremos recorrer la obra


Vigilar y castigar de Michel Foucault utilizando como guía el concepto del
cuerpo en dicha obra, de manera que trataremos de exponer temáticas
abordadas en dicha obra que tengan especial relación con el cuerpo. Más que
un ensayo, este trabajo es una reseña, pero hecha desde el concepto de
cuerpo y con miras a intentar dar una definición del concepto del cuerpo, que
seguramente no se tratara de una definición tan neutra, objetiva o científica, y
que consideremos se puede extraer de la mencionada obra de Foucault.

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CAPITULO II

BREVE REFERENCIA HISTORIOGRÁFICA DE MICHEL FOUCAULT

Michel Foucault nació en 1926 en Poitiers, hijo de un padre cirujano y de una


hija de cirujano. Cursó todos sus estudios en Poitiers, hasta las clases
preparatorias para la Escuela Normal Superior. Fracasa una primera vez en el
concurso del 1945, dejando entonces Poitiers por París, y desembarca en
Henri IV donde prepara el concurso de la rue d’Ulm que aprueba
brillantemente. Encuentra ahí a Althusser, que era maestro de estudios de
filosofía en 1948. Foucault continúa sus estudios de filosofía y de psicología:
licenciatura de filosofía en la Sorbonne (1948), licenciatura de psicología
(1949).

Obtiene su diploma de estudios superiores escribiendo sobre Hegel, bajo la


dirección de Jean Hyppolite. Esos años de estudio en la Escuela Normal
Superior parecen haber sido un período de gran sufrimiento, marcado por
varias tentativas de suicidio.

Foucault adhiere al partido comunista en 1950 (que dejará en 1952). Es la


época donde el Partido Comunista conoce sus horas de gloria: 25% de los
franceses votan Rojo. Para todos esos jóvenes que no pudieron participar en la
guerra, en la resistencia, el partido constituye una ocasión de participación.

Desde un punto de vista filosófico, los existencialistas y los fenomenólogos


están en la cima de su gloria.

Foucault es recibido en la agregación de filosofía en 1951. Deviene maestro


de estudios de psicología en la ENS, trabaja como psicólogo en Sainte-Anne
en el servicio del Prof. Jean Delay. Ahí encuentra a Daumezon, Lacan,
Ajuriaguerra, Henri Ey.

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Trabaja igualmente con Lagache. Foucault recordará en varias oportunidades
que es a partir de esta experiencia que nace el proyecto del estudio del cual se
establece históricamente nuestra relación con la locura. Es en Sainte-Anne el
lugar de origen de la revolución neuroléptica, precisamente en el momento
que Foucault se encuentra trabajando.

El Prof. Delay es uno de los hombres que marcan este descubrimiento. La


clasificación de psicotropos de Delay-Deniker no ha sido verdaderamente
jamás superada. Daumezon es uno de los padres de la psicoterapia
institucional, y será uno de los primeros junto con Tosquelles en darse cuenta
que la institución y sus relaciones de poder “vuelven loco”.

Foucault, primero es asistente de psicología en Lille, luego en la ENS


(reemplaza a Althusser) continúa sus estudios (diplomas de psicopatología,
luego de psicología experimental). Los primeros trabajos de Foucault, hasta la
Historia de la Locura tratan sobre la psicología, y hasta su partida hacia Túnez,
en 1996, ejercerá en la universidad como docente de psicología.

Foucault publica en 1954 Enfermedad mental y personalidad, una obra de


inspiración marxista. Escribe la introducción de una traducción de Binswanger
por J. Verdeaux, Sueño y existencia. Marxismo y fenomenología constituyen el
terreno intelectual donde Foucault deberá franquearse para la lectura de
Nietzsche, Bataille, Blanchot, Klossowki.

En Sainte-Anne, Foucault participa de los primeros seminarios de Lacan.

En 1955, por recomendación de Georges Dumezil, Foucault deviene director


de la Casa de Francia en Uppsala, Suecia, donde estará hasta 1958. Foucault
organiza en dicho encuadre, discusiones, conferencias, sesiones recreativas,
toda suerte de eventos con el fin de promover la lengua francesa y sus

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intelectuales. Es en Upssala que comienza su tesis “La Historia de la Locura”
que acabará en 1958. Esa partida para Suecia marcará una de las ruptura
profundas decididas y teorizadas por Foucault, y uno de los grandes
imperativos éticos será el desprenderse de sí mismo. El fin era descentrarse y
poder volverse extranjero a su propia cultura. En Suecia, Foucault descubre
una extraordinaria biblioteca constituída por 21.000 documentos: cartas,
manuscritos, libros raros, y sobre todo, un fondo considerable sobre la historia
de la medicina, su lectura va a alimentar su trabajo. Pasa horas y horas
leyendo, tomando notas y redactando. Su tesis va construyéndose muy
difícilmente.

Foucault deja Suecia por Varsovia, va a re-abrir el Centro de civilización


francesa. Deja precipitadamente Polonia en 1959 y toma la dirección del
Instituto Francés de Hamburgo.

Lucha a favor de los prisioneros, disidentes soviéticos, homosexuales,


maoístas…, colabora con el comité SOLIDARNOSC en 1981. Ha escrito: Historia
de la locura en la Edad Clásica; Las palabras y las cosas; Vigilar y Castigar; La
Arqueología del Saber; Historia de la Sexualidad (1º, 2º y 3º); El uso de los
placeres; La inquietud de si; Raymond Roussel; La voluntad de Saber; El Poder
Psiquiátrico; Los Anormales, y otros.

Traduce también el espíritu de su época y su obra entra en resonancia con


varias corrientes de reflexión que han animado la vida intelectual durante
varios decenios: el Estructuralismo (Barthes, Lacan, Lévi-Strauss), el Anti-
humanismo (sentido filosófico = rechazo de considerar al hombre como un
actor consciente de sus actos y por la disolución de la noción de sujeto
autónomo), la crítica de los poderes (Sartre, Althusser), corriente anti-
psiquiátrica, para la liberación sexual (en los años 70, el deseo y la locura como
lugar importante bajo la influencia del psicoanálisis), la epistemología
relativista emparentada a Bachelard, Canguhilhem, Koyre, quiénes tienen

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como preocupación común la de vincular el pensamiento científico a los
cuadros mentales de una época.

La noción de “Episteme” creada por Foucault está muy próxima al concepto


de “Paradigma”, modelo creado por Thomas Khun.

La historia de las mentalidades, tiene en su obra una real proximidad con la


escuela histórica de los Anales (Braudel, Beyne).

En 1984, muere de Sida.

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CAPITULO III

TESIS DOMINANTE

Mostrar que cada época produce un “discurso dominante” considerado de


decir la verdad sobre el mundo y de imponer sus normas.

- Poder y Saber: Para Foucault, el poder no es atributo del Estado, está


presente en todas las Instituciones tales como la Prisión, la Escuela, la Usina o
Fábrica, la Familia, o las Disciplinas científicas. La “Sociedad Disciplinar y
Normalizadora”transforma al individuo en “materia a trabajar, en curva a
progresar”. Para Foucault, el poder acciona directamente sobre el Cuerpo y se
expresa bajo forma de reglamentos, disciplinas, mandatos que hacen del
cuerpo una materia a trabajar.

 Las 4 características del PODER:

1. Es inmanente, no está unificado por lo alto y se ejerce en “focos locales”


(niños, educadores…)

2. El poder varía en permanencia: incesantes modificaciones en las relaciones


de fuerza, el poder se inscribe en un doble condicionamiento, a pesar de su
carácter “microfísica” obedece también a una lógica global que es
característica de una sociedad a una época.

3. El poder es indisociable del Saber: todo ejercicio del poder en una sociedad
moderna es también lugar de formación del saber (sobre lo viviente, la locura,
el sexo, la infancia…), y de forma simétrica, todo Saber establecido permite y
asegura el ejercicio de un poder (ej. demografía, criminología…manera de
conocer la población y controlarla).

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4. De la Punición a la Vigilancia: en su estudio “La exclusión”, Foucault toma al
S XVIII como bisagra en la historia de la Punición (castigo); hasta ese momento
el castigo era igual a torturas, ejecuciones públicas y luego prisión (cara oculta
del procedimiento penal)

5. La Sociedad Disciplinar para Foucault: las máquinas a controlar los cuerpos,


como la escuela, la fábrica, la prisión, crean una sociedad disciplinar que
responde a diversas mutaciones mayores (demográfica, económica, política,
tecnológica) a las cuales el Antiguo Régimen no podía enfrentar. Es necesario
articular de manera óptima el crecimiento demográfico con el desarrollo de
sistemas de producción (acumulación del capital). La respuesta a ese doble
problema toma la forma de una “microfísica del poder” caracterizada por tres
novedades:

- La escala de controles, y acá no se trata de los cuerpos globalmente


como una unidad indisociable, sino de ejercer sobre dichos cuerpos
una coerción sostenida a nivel del movimiento y de las actitudes.

- Ese control no se ejerce sobre los elementos significantes de la


conducta o sobre el lenguaje, sino sobre la eficacidad de los
movimientos –“la sola ceremonia que importa es aquella del
ejercicio”.

- Sobre la modalidad del control: una coerción constante vela sobre


los procedimientos de la actividad más que sobre sus resultados, y
cuadrilla de cerca el tiempo, el espacio, los movimientos. Se puede
llamar “disciplinas” a esos métodos que autorizan el control minucioso
de las operaciones del cuerpo. Ellos devienen, para Foucault, en el S
XVIII en formas generales de dominación en las casernas, escuelas,

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fábricas o prisiones. Para ello hace falta repartir a los individuos en el
espacio según un principio de encierro –claustro o reclusión-; asignar
las masas movientes en lugares cercados (cada uno su lugar y su
rango), controlar la actividad (empleos de tiempos racionales). El
trabajo es vuelto obligatorio (control estrecho). Para una pedagogía
del movimiento, para la notación y la clasificación, para la vigilancia
jerárquica, la sociedad disciplinar individualiza la masa anónima.
“¡Que hay de sorprendente, si la prisión se asemeja a las fábricas, a las
escuelas, a las casernas, a los hospitales, y todos se asemejan a la
prisión!”

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CAPITULO IV
SIETE CONCEPTOS MAYORES EN LA OBRA DE FOUCAULT

1. Arqueología del Saber: Tiende a desbrozar las condiciones de aparición de


un discurso (sus fundamentaciones). El archivo es el material privilegiado del
historiador.
2. Disciplina: La puesta en forma del saber dentro de una disciplina, supone
una cierta normalización de las formas del pensamiento.
3. Discurso: Foucault lo encuentra en las obras científicas, los manuales
didácticos, los textos de la ley que dirigen o administran un dominio. Se trata
de un corpus de textos de contenidos científicos o pedagógicos que están
insertos en el cuadro de pensamientos propios de una época.
4. Episteme: Cuadro de pensamiento propio a una época. Está próximo del
“Paradigma” creado por Thomas Khun (filósofo de las ciencias). Según
Foucault el episteme de un período le sigue brutalmente a aquel del período
precedente.
5. Poder: No es atributo exclusivo de un hombre, de un Estado, de una clase.
Es difuso y no localizable en un lugar preciso. La microfísica del poder,
considera a analizar los métodos de dominación, y no la naturaleza o las
fuentes del poder.
6. Razón: Aquí, no en el sentido matemático. La razón es sinónimo de
pensamiento científico o filosófico. Se la opone a las creencias juzgadas como
irracionales y que están fundadas sobre los deseos y las pasiones.
7. Saber: No es un conocimiento neutro, objetivo y universal. La “voluntad de
saber” implica un proceso de dominación sobre los objetos y sobre los
hombres.

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CAPITULO V

LA HISTORIA DEL CASTIGO COMO “FUNCIÓN SOCIAL

COMPLEJA”

El problema, remonta a Nietzsche. Del castigo, Nietzsche dice que no se trata


solamente de una institución destinada a mejorar o a disuadir, tampoco a
ejercer una venganza bajo la protección del derecho. El castigo es más un
objeto complejo donde hay que distinguir dos cosas: de un lado, el uso, el
acto, el “drama”, por lo tanto un procedimiento; de otro lado, la “finalidad” y
la “espera” asociadas a la puesta en marcha de este procedimiento.

Si el procedimiento (usar una dramatización) es “relativamente permanente”


en la historia, y anterior al castigo mismo, en revancha, la fluctuación en el
curso de la historia de la finalidad y de la espera -¿que puedo esperar del
hecho de castigar?- hace que el castigo no tenga más un sentido único, sino
una síntesis de “sentidos”. Imposible de definir dice Nietzsche (“todo el pasado
histórico del castigo, la historia de su utilización tiene fines diversos, se
cristaliza finalmente en una suerte de unidad difícil de resolver, difícil de
analizar, y apoyándonos sobre este punto, absolutamente imposible de
definir”). Nietzsche cita a granel, once de sus fines diversos. Si habla de
imposibilidad, es porque tal como lo precisa más adelante, “no es definible eso
que no tiene historia”.

Foucault retoma la cuestión bajo otro ángulo, analizando el castigo como un


procedimiento de “problematización”, como una transformación de las
dificultades y obstáculo de una práctica en un problema general. Bajo este
ángulo, el castigo termina definitivamente relevando de una moral
cualquiera. Condensa un conjunto de respuestas. Es una función social
compleja, un elemento de la táctica política (los métodos de castigo son
considerados como técnicas de poder), una etapa dentro de un “proceso

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espistemológico-jurídico” definido por el cruzamiento del derecho penal y las
ciencias humanas.

1.- DEL “SUPLICIO” DE LOS CUERPOS A LA “VIGILANCIA” DE LAS ALMAS


En el castigo, la cuestión es la manera en que el cuerpo es investido por los
lazos del poder. “Vigilar y Castigar” comienza con la trascripción del suplicio
de Damiens. Pero el problema que plantea Foucault es el de la desaparición
progresiva de los suplicios. Obra de las leyes y de grandes códigos penales de
los siglos XVIII y XIX: el cuerpo despedazado, supliciado, amputado,
desaparecerá en algunas decenas de años. La “toma del cuerpo” se
desanuda. El afrontamiento físico deja de ser puesto en escena. El contacto se
reduce entre la ley y el cuerpo del criminal. Lo que nos parece pura barbarie
primitiva se cambia por un suavizamiento penal. Pregunta: ¿se trata de un
alivio de las normas? Sí, en los hechos. Pero es necesario ver si este alivio no es
un desplazamiento del fin, de la espera, de los medios del procedimiento
punitivo. Puesto que si no se trinchan más los cuerpos, se meten a castigar las
almas (sufrimiento invisible, silencioso, decente frente a todas las miradas).

El objeto histórico de Foucault en “Vigilar y Castigar” es pues ese pasaje del


cuerpo al alma como blanco del procedimiento jurídico del castigo. Pero
respecto del alma, se trata más precisamente de una transformación de la
manera que el cuerpo (cuerpo-alma indisociablemente) es investido por los
lazos del poder. El cuerpo no es más trinchado en su carne, ahora lo es en sus
procesos mentales y afectivos. Se juzga el personaje del criminal, se evalúa su
moralidad, se cuantifica su grado de locura, se calcula la probabilidad de
enderezarlo, de curarlo para que se convierta en un ciudadano normal, etc.
También el objeto crimen cambia: se castiga la agresividad en la agresión, el
deseo en el matar, la perversión en la violación. Se castiga, en el acto, la
pasión que lo ha causado. El alivio penal, dice Foucault, es una técnica de
poder. Se entra así, según Foucault, en una forma de poder asociado menos

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al Estado mismo que a la vigilancia. El cuerpo se revela como una realidad
biopolítica.

El análisis del castigo, transformado en concepto por referencia a la


problematización de prácticas que condensa, hace ver el alma moderna en la
exacta medida que muestra que, de ahora en adelante, los individuos se
constituyen como tales a través de su conformidad tácita a las normas de los
procedimientos difusos de un poder que les impone “formas de vida” y
“maneras de conducirse”.

El texto “Vigilar y Castigar” designa como hipótesis la idea del cambio en el


modo del ejercicio del poder, que se produce en los siglos XVIII y comienzos
del XIX, como correlato de la desaparición de la monarquía, y de la idea que el
soberano tenía todo el derecho de castigar. Este cambio se acompaña por el
aumento del poder de la burguesía que instaura un nuevo lazo con la
riqueza, y que ya no tiene relación con el poder de estar ligado a la tierra, sino
que supone la explotación por una clase particular de la población, la clase
obrera, de una riqueza investida en máquinas, fábricas, etc., lo que determina
que la riqueza la produce el trabajo. A partir de ahí, se vuelve imperativo
vigilar a los obreros. Eso es tan así, que se vuelve más rentable vigilar que
castigar, de acuerdo a la economía del poder industrial. Pero, ¿cómo vigilar
toda una categoría de la población, y al mismo tiempo impedir su revuelta? A
esa pregunta, cabe responder que ello se logra a través de campañas
moralizantes, campañas de cristianización de la clase obrera. Por ejemplo
oponiéndolas a otra categoría de la población: los “delincuentes”. Esta última
categoría no existía en el SXVIII, sino bajo una forma muy heterogénea y
nómade. Para hacerla ahora visible y existente se crea y organiza el sistema de
prisiones. Eso que engendra la población de los delincuentes, en el SXIX, será
la prisión. Este ha sido un proyecto de transformación de los individuos, y el
fracaso ha sido inmediato. Desde 1820 se constata que la prisión, lejos de
transformar a los criminales en personas honestas, produce una fábrica de

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nuevos criminales o empuja a los mismos en su criminalidad. La prisión
produce la delincuencia, y traba por otro lado la reinserción. La etapa
siguiente a constatar, será que a causa de la prisión, será necesario desarrollar
una policía, que podrá vigilar a los antiguos delincuentes, y por lo tanto,
también a los obreros.

Se llega así a un encadenamiento muy lógico: necesidad de vigilar a los


obreros para proteger la riqueza investida, por medio de la moralización más
la prisión, produciendo delincuencia, lo que necesita del poder de policía.

Se trata pues de una función social compleja que condensa un conjunto de


respuestas a un problema. Ese problema es el de la vigilancia de una clase de
la población. La organización de la prisión, ligada a un aparente
suavizamiento de las penas, es la organización de un inmenso procedimiento
de dominación de las almas, cuya nueva modalidad será, según Foucault, el
“panoptismo”.

El panoptismo entendido como una invención tecnológica dentro del orden


del Poder, como la máquina de vapor dentro del orden de la producción. El
panoptismo (del panóptico de J. Bentham) como experimentación de la
vigilancia integral, aplicada no sólo en las prisiones, sino también en las
escuelas, las fábricas, las casernas, los hospitales.

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CAPITULO VI

ANALISIS DE LA OBRA VIGILAR Y CASTIGAR

Una primera temática que observamos en Vigilar y castigar es la del poder


sobre el cuerpo. Esto es, Foucault parte del hecho aparentemente obvio de
que en la actualidad parece ser que se ha hecho un gran cambio en lo que a
la práctica del castigo se refiere: en el siglo XVIII la práctica del suplicio es el
castigo común para los delincuentes, mientras que en la modernidad tenemos
toda una serie de teoría, leyes, códigos sobre los delitos que nos llevan, más
que a la práctica de sanciones insoportables sobre el cuerpo, a la economía de
los derechos suspendidos. Esta sola comparación nos lleva a pensar que en la
actualidad los castigos que se imponen a los delincuentes y criminales son más
justos y humanos en tanto respetan la integridad física de los mismos.

Comencemos abordando el suplicio. En efecto en los siglos XVII y XVII los


castigos se caracterizaban por poseer o ser algo de suplicio. El suplicio lo
entiende Foucault como una pena corporal, más o menos atroz, esto es,
implica siempre una crueldad sobre el cuerpo del supliciado. Lo propio del
suplicio es la producción de dolor sobre el cuerpo.

El suplicio como ritual político, supone que el delito o el crimen no solo daña y
perjudica a la víctima directa, sino que también ataca al poder soberano en su
persona. Y esto es así porque es a partir del rey de quien emana la ley que es
trasgredida en el delito, por ello el suplicio no solo implica la reparación del
daño sino también implica una venganza del príncipe por la afrenta de su
persona. El suplicio restituye la soberanía ultrajada.

Así, el suplicio como castigo es una práctica que pone de relieve la disimetría
entre el súbdito que comete el delito y el soberano omnipotente que ejerce su
fuerza. Por ello es una victoria que reduce infinitesimalmente el cuerpo del

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condenado mediante el uso excesivo de la fuerza. El crimen del condenado es
dominado completamente por el despliegue de la fuerza sobre el cuerpo.

Claro que también es comprensible que semejante forma de castigo sea un


tanto habitual en la época si está todavía no se encuentra inmersa en el
régimen de trabajo, como en la época industrial, donde los cuerpos todavía
no son valorados en función de su capacidad para el trabajo y la producción,
además de que la muerte era un fenómeno más cotidiano en la época puesto
que la población estaba expuesta a epidemias, a la mortalidad infantil y el
hambre.

Pues bien, el suplicio como forma de castigo desaparece a finales del siglo
XVIII y principios del XIX. El suplico, con todo el despliegue de fuerza y el gran
espectáculo que conlleva, comienza a desaparecer, comienza a ser criticado
como escena repugnante, un acto que más que alejar a la gente de la
ferocidad, la acercaba. El acto del suplicio será visto como un crimen incluso
mayor que el cometido por el condenado.

Así, el castigo pasara de un arte de producir a los cuerpos sensaciones de


dolor insoportable a una economía de los derechos suspendidos. La acción
sobre el cuerpo aparentemente se relaja.

Pero pronto advertimos que la acción sobre el cuerpo no desaparece del todo
en las nuevas modalidades del castigo, pues en los castigos que corresponden
a la economía de los derechos suspendidos, los castigos que consisten en la
privación de la libertad, todavía se ejerce poder sobre los cuerpos: el trabajo
forzado, el racionamiento de los alimentos, la privación sexual y los golpes son
hechos que implican una acción directa sobre los cuerpos dedicadas a
provocar un dolor físico.

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De hecho, en la moderna justicia el suplicio, entendido como despliegue de
poder sobre el cuerpo, no desaparece, sino que se halla disfrazado por una
penalidad de lo corporal, “¿ Disminución de intensidad? Quizá, cambio de
objetivo, indudablemente”. Foucault quiere decir que bajo la benevolencia de
los castigos modernos subyace un cambio de punto de aplicación, así como el
surgimiento de nuevos objetos de apropiación y dirección del poder, ya no se
trata de juzgar y castigar la voluntad del criminal, una voluntad contraria y
perniciosa para la ley y el poder soberano, sino que el poder de castigar
moderno es un poder que, en principio, se apoya en un complejo campo
científico y judicial para extender sus efectos y disimular su exorbitante
singularidad.

De ahí que el filósofo francés afirme que debamos poner atención no solo en
las manifestaciones del poder donde se expresa como represión o sanción,
sino también debemos observar el poder como una función compleja capaz
de producir efectos positivos. El poder no solo reprime, también crea,
conduce, produce efectos, relaciones y saberes.

De manera que en el aparente de hecho de que la justicia moderna es más


benévola y relajada con el cuerpo porque no actúa de forma directa,
encarnizada y atroz sobre el cuerpo, se debe ver más: la entrada en escena de
la justicia penal es un cambio en que el cuerpo se inviste relaciones de poder.

El cuerpo es un elemento que puede ser considerado un punto de


intersección de diversas y complejas relaciones de poder y saber.

2.- FOUCAULT DISTINGUE TRES MODELOS- Que no son explícitamente


llamados con la nomenclatura que sigue por el Autor, sino que para facilitar su
identificación me he permitido darles el nombre que a continuación se les
asigna:

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A) EL MODELO MONÁRQUICO, caracterizado por las penas escandalosas y
públicas, pues se manifiestan en una fiesta, un “teatro abominable” o
espectáculo en el que se las inflinge con dolor y sufrimiento; que recaen sobre
el cuerpo como su blanco principal, y por consiguiente consisten
principalmente en suplicios; que son resonantes y desmesuradas, pues debe
demostrar la fuerza del poder invencible y esplendoroso del soberano, sobre
el cuerpo débil del condenado; que no corrigen ni enderezan al criminal sino
que le hacen expiar la pena; que han sido establecidas en procedimientos
secretos para los ciudadanos, dirigidos a obtener la confesión mediante
suplicios, que son tanto una pena como una prueba de la conformidad del
juicio de los hombres con el juicio de Dios, así como un medio de
investigación; e, inflingidas por las mismas personas que administran justicia,
con ayuda del verdugo.

El cadalso es el lugar donde se inflinge las penas; se da la batalla entre dos


cuerpos: uno esplendoroso e invencible del monarca (el gran leviathan,
mounstro bíblico creado por Dios, que puede someter a los hombres y es el
dios terreno, según Hobbes, que sólo debe razones al Dios divino) y otro
menor y débil del condenado; concurren los ciudadanos al espectáculo
macabro; y, se despiertan los sentimientos de compasión y aversión al poder
despiadado.

B) EL MODELO DE LA INSTITUCIÓN CARCELARIA, en el que existe una


coerción inmediata de los condenados, específicamente en el desarrollo de
sus comportamientos y hábitos, como pena. En él las penas son secretas;
recaen sobre el alma, pues el castigo debe actuar sobre “el pensamiento, la
voluntad, las disposiciones” del condenado; son púdicas y no resonantes,
desproporcionadas y desmesuradas como en el modelo monárquico; no
expían la culpa sino que corrigen o reforman al condenado, pues la pena es
una “ortopedia moral”; son inflingidas por médicos, capellanes, psiquiatras,

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entre otros técnicos; son pudorosas, pues buscan crear el menor dolor posible;
y, son basadas en las características del individuo que arrojan los exámenes
psicológicos, psiquiátricos y otros (especificidad de la pena al delincuente).

La pena se organiza de tal forma que busca corregir al condenado, dándose


una forma de "ortopedia moral" en la que las conductas, pensamientos y
sentimientos del prisionero son enderezados conforme las espectativas de
quien ejerce el poder minuciosamente en la prisión. Este es un grabado con el
cual Foucault revela la idea gráficamente: al árbol torcido hay que corregirlo,
enderezarlo.

C) EL MODELO DE LA SEMIÓTICA DE LAS PENAS, constituido como el ideal


según el pensamiento de los reformadores, y que comparte ciertos caracteres
del modelo anterior, pues ambos se refieren a “una concepción preventiva,
utilitaria, correctiva, de un derecho de castigar que pertenecía a la sociedad
entera” [2]; pero que sin embargo se distingue por que en él las penas son
signos que obstaculizan la comisión de delitos, signos que se asocian con esa
conducta, motivos sensibles (según dijo un Autor), y se dirigen a fortalecer la
idea del vínculo entre el delito y la pena en las personas, en las que no se
incluye la prisión pues ella se desarrolla en solitario, en secreto. En éste modelo
se busca hacer una prevención general del delito mediante signos visibles
identificados con el delito, pero de un carácter totalmente púdico, por lo que
la pena paradigmática del mismo es el trabajo público, mientras en el modelo
anterior la pena se enfoca en corregir al delincuente específicamente.

Según los preceptos de este modelo la pena debe: a) ser únicamente la


expresión de un daño un poco mayor al beneficio del delito; b) representar un
desagrado, más no un sufrimiento; c) ser más efectiva en los que no
cometieron el delito, que en quien los comete; d) ser la consecuencia
indefectible de la comisión del delito; e) ser impuesta bajo el establecimiento

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de una verdad del delito que sea compatible con la razón común de las
personas; y, f) específica para el condenado, de acuerdo a sus características.

Entre estos tres modelos también hay una diferencia latente en tanto al
establecimiento de la verdad sobre la que se asigna la medida punitiva. En el
modelo monárquico la verdad se establece en base a tres condiciones: se
conoce la existencia de la infracción, el texto de la ley y el responsable de la
infracción; en cambio, en los otros dos modelos además de esas tres
condiciones se debe conocer al individuo delincuente mediante un
procedimiento científico que incluye la actuación de varias disciplinas, para
establecer la verdad, de tal manera que el juez debe considerar el consejo
sobre las medidas a aplicar de varios profesionales como el psiquiatra.

Además, en el primer modelo la verdad no se establece bajo un sistema


“dualista” en el que el acusado es o culpable o inocente, sino que se considera
que sobre el inocente no puede haber ninguna duda sobre su
responsabilidad, de tal forma que por el mero hecho de tener un indicio en su
contra, el acusado merece una pena, pero no tan grave como la muerte. En
este mismo sentido la culpabilidad de basa en una aritmética legal, de tal
forma que dos pruebas semiplenas conforman una prueba plena, y así los
indicios en particular demuestran un grado de culpabilidad, sin que el juez
sume todas las pruebas para valorarlas en conjunto. “Una semiprueba no
volvía inocente al sospechoso, en tanto que no había sido completada: hacía
de él un semiculpable; el indicio, así fuera leve, de un crimen grave, marcaba al
individuo como un poco criminal (…) implicaba, por consiguiente, un grado de
castigo (…) no se podía ser inocentemente objeto de una sospecha” [3].

Por lo tanto existió un cambio de concepción sobre la medida punitiva para


tratar la delincuencia, que hizo que ésta cambiara de objeto y que recayese ya
no con tanta fuerza sobre el cuerpo, sino que fuese atenuada al máximo pues
principalmente estaba dirigida al alma del delincuente.

FILOSOFIA DEL DERECHO Página 21


Esta reforma conlleva un cambio en la concepción del derecho de castigar, del
ius puniendi, y por consiguiente la adopción de una u otra tesis contractualista
de la Filosofía Política Moderna, de tal forma que en el primer estadio, el
monárquico, el delito es un ataque al monarca, y el derecho a castigar
proviene del derecho de hacer la guerra a los enemigos del monarca. El
Monarca tiene un poder absoluto y exclusivo de castigar que delega a quienes
administran justicia. La pena demuestra una batalla de dos adversarios, de dos
cuerpos, en la que el “menor cuerpo del condenado” debe ser aplastado por el
cuerpo y la superioridad de la fuerza del monarca, ejercida a través del
verdugo. Esta pena es una venganza personal y pública, que infunde temor
en quienes la contemplan pues en ella se manifiesta todo el poder del
monarca, y por lo tanto el suplicio debe desplegarse como una fuerza
invencible que atemorice.

En definitiva el ejercicio del poder para castigar se concibe como una como
una propiedad que reprime y aplica la Ley, mas no como una estrategia que
consta de distintas tácticas que producen efectos.

No obstante de que ese modelo monárquico, según la doctrina de los


reformadores como Becaria debía ser abolido y se debía llegar a un modelo
semiótico, se adoptó la pena menos recomendada por los doctrinarios de la
reforma penal: la prisión. Esto se debe a que en la sociedad contemporánea se
da un redescubrimiento y amplia aplicación de la disciplina como método
coercitivo que busca controlar minuciosa y constantemente las conductas de
las personas para transformarlas y hacerlas útiles, convertirlos en cuerpo
dóciles, en hombres máquinas que se desempeñen y realicen conductas
enseñadas. Sólo con la erección de la disciplina como mecanismo del poder en
la sociedad se adopta la pena de la prisión como pena única para todos los
delitos, ejercida en secreto, sin que sea un símbolo necesario del delito, ni una

FILOSOFIA DEL DERECHO Página 22


representación de una molestia, es decir, contrariamente a las
recomendaciones de los reformadores.

Así nace un ejercicio del poder sobre las personas, pero no para castigar sino
para prevenir la criminalidad, una verdadera política criminal, ya que el poder
sobre las personas no sólo se debe ver como “un poder que se ejerce sobre
aquellos a quienes se castiga, (sino) de una manera más general sobre
aquellos a quienes se vigila, se educa y corrige, sobre los locos, los niños, los
colegiales, los colonizados, sobre aquellos a quienes se sujeta a un aparato de
producción y se controla a lo largo de toda su existencia” [4]. De esta manera
la sociedad controla al individuo a través de la escuela, de las fábricas, los
colegios, de los cuarteles, y de una serie de instituciones en las que le imparte
disciplina de tal modo que la sociedad misma se convierte en una prisión, que
aplica los métodos aprendidos a las instituciones monásticas.

Desde el siglo XVII estas instituciones para impartir disciplina buscan cubrir
todo el cuerpo social, y controlan al hombre durante toda su existencia.

La disciplina busca primordialmente crear cuadrados, es decir individualizar a


las personas de una multitud de tal forma que sea más fácil ver su desempeño,
controlarlos y vigilarlos; de esta forma el cuadro se convierte en un
instrumento del poder y una herramienta del saber de quien ejerce el poder,
pues con él puede evaluar al sometido. Así ella se basa en estos cuatro
principios: a) la clausura, que implica el encierro en un lugar distinto a los
demás; b) la localización o división en zonas, por la que se ubica a cada
individuo en un lugar determinado, distinto al de los demás individuos; c)
emplazamientos funcionales, haciendo esos lugares determinados que se
asignan a las personas, que tengan un carácter útil; d) definir rangos, es decir
delimitar jerarquías en las personas según los méritos de éstas.

FILOSOFIA DEL DERECHO Página 23


3.- ANÁLISIS DE LAS INSTITUCIONES SOCIOLÓGICAS Y DE LA FILOSOFÍA
POLÍTICA MODERNA

Todas las ideas expuestas por Michel Foucault sobre la política penal y la
criminal responden a conceptos sociológicos y de la filosofía política moderna
claros; así se puede comprender la función socializadora de la pena, la
incursión de grupos de presión en la ejecución de la pena dentro del modelo
monárquico, para evitar que se lleve a cabo; entre otras precisiones que a
continuación exponemos.

3.1. EL PUEBLO SE PUEDE CONVERTIR EN UN GRUPO DE PRESIÓN, en la


ejecución de la pena en el Derecho penal clásico, porque al verse
compadecido del dolor del supliciado, y sentirse solidarizado con aquel que
representa el ejercicio de una fuerza desmesurada que lo asecha, actúa en
contra del poder del rey: “el pueblo atraído a un espectáculo dispuesto para
aterrorizarlo puede precipitar su rechazo del poder punitivo, y a veces su
rebelión””[5]. Los papeles se invierten en este caso, y lo que es un ceremonial
para mostrar con esplendor la magnificencia del soberano, se convierte en
una manifestación del poder de la multitud que arranca al condenado de las
manos del verdugo, cuando considera que el castigo ha sido injusto, e
inclusive castiga al ejecutor de la atrocidad por su injusticia.

La multitud pasa a convertirse en un grupo de interés, reunido no sólo para


espectar la condena en el cadalso, sino con el fin de terminar con una
injusticia. Pronto se convierte además en un grupo de presión que hace
cambiar la decisión de los poderes del soberano y obtiene a la fuerza el
perdón del condenado.

Estos grupos de presión se pueden agolpar por diferentes motivos, entre los
que Foucault señala: la agitación producida por la diferencia de las penas para
las clases sociales, y la agitación contra las penas demasiado graves aplicadas a

FILOSOFIA DEL DERECHO Página 24


delitos frecuentes, considerados de poca importancia, o delitos vinculados a
las condiciones de las clases sociales.

De esta manera el grupo de presión influye en una de las causas por las que el
suplicio es visto como una pena ineficaz, ya que si bien está dirigido a producir
temor en quienes lo observan, la agitación popular hace que éste se vuelva en
una fuerza que puede derivar en rebelión, infundiendo fuerza en el monarca
que se ve compelido a perdonar.

Además, como ya explicamos, el suplicio se dirige a hacer una prevención


general del delito mediante el terror en los súbditos de un monarca; sin
embargo, el terror de los suplicios encendía “de hecho focos de ilegalismo: los
días de ejecución se interrumpía el trabajo, se llenaban las tabernas, se
insultaba al gobierno, se lanzaban injurias y hasta piedras al verdugo (…)
suscitábanse riñas, y los ladrones no encontraban ocasiones mejores que las
deparadas por el bullicio y la curiosidad en torno al cadalso.””[6]

3.2. LA PENA MARCA EL ESTRATO AL QUE PERTENECE EL CONDENADO,


pues ella depende de su clase económica, su status social y su poder. Así la
pena de decapitación era la pena de la nobleza, pero la de los suplicios más
inhumanos la del condenado común.

3.3. LA PENA BUSCA SOCIALIZAR, PUES CON ELLA SE DEMUESTRA UNA


CONFIGURACIÓN DE LAS CONDUCTAS CORRECTAS Y DE LAS
INCORRECTAS, es decir la conducta y su resultado; así como las conductas que
un modelo (la persona que vive en una sociedad) deben seguir: el buen
ciudadano que cumple un pacto social. Es así que la pena busca reparar el
daño que el delito hace a la sociedad, y el “daño que hace un crimen al
cuerpo social es el desorden que introduce en él: el escándalo que suscita, el
ejemplo que da, la incitación a repetirlo si no ha sido castigado, la posibilidad
de generalización que lleva en sí”, tanto bajo las concepciones del modelo

FILOSOFIA DEL DERECHO Página 25


monárquico en el que la afrenta es una contradicción a la voluntad del
monarca expresada en la Ley, como cuando esa voluntad es la manifestación
de un pueblo, en los modelos semiótico y de la prisión.

En la sociedad contemporánea el castigo debería aconsejar la conducta


contraria que preconiza el delito, hacer una socialización secundaria por el
que se aprenda las conductas que desempeña el buen ciudadano, y por
consiguiente subsanar las consecuencias del delito, dentro de un límite que
sólo permite hacerlo hasta impedir la repetición de la conducta, pues según el
pensamiento de los reformadores sólo la pena que lo logra es útil. Sin
embargo, con el acogimiento de la prisión como pena única secreta e invisible,
esto no se logra en las personas que no la sufren sino únicamente en el
condenado que observa un acontecimiento objetivo y luego de interpretarlo
internaliza un significado, socializándose.

La semiótica de la pena tiene un rol fundamental en la socialización que ella


desempeña. Esta semiótica presentada por el poder, en tanto utiliza un
mecanismo de las fuerzas, para disminuir el atractivo de la comisión del delito,
con un desagrado u obstáculo que deviene natural e indefectiblemente a esa
conducta, hace que en la psiquis de las personas estos dos conceptos se
asocien y el delito se vuelva la representación de la pena, y viceversa. Esto
para que se haga una prevención general del delito, de una manera púdica
sin el escándalo del modelo monárquico, pues lo que se busca es “un juego de
representaciones y de signos circulando con discreción pero necesidad y
evidencia en el ánimo de todos”, es decir “que los castigos sean una escuela
antes que una fiesta”. Estos símbolos buscan además reanimar un interés
virtuoso en el delincuente, haciéndole aprender de nuevo ese interés: “El
sentimiento de respeto a la propiedad (…) lo ha perdido el malhechor cuando
roba, calumnia, secuestra o mata. Es preciso, por lo tanto, hacérselo aprender
de nuevo” .

FILOSOFIA DEL DERECHO Página 26


Además la pena no solo busca incorporar el en delincuente la virtud del
respeto al derecho ajeno, sino cesar las causas que provocan la criminalidad;
de esta forma, bajo el concepto de esta ortopedia del criminal, el mismo
Foucault al hablar sobre los modelos de prisiones, destaca el papel
desarrollado en la prisión de Gante, donde luego de haber observado que la
causa general de los delitos es la ociosidad y la mendicidad, se ha desarrollado
esta institución disciplinaria donde se de una “pedagogía universal del trabajo”
con la que se constituya en la persona del delincuente la afición al trabajo,
pero siempre bajo el concepto de una semiótica que le refiera que la pereza es
más perjudicial que el trabajo. De esta manera se devuelve al condenado a un
rol, al del homo oeconomicus.

Foucault, al hablar sobre el modelo de la semiótica, dice como es aconsejable


que la significación entre delito y pena sea tal que se establezca toda una
parafernalia de los delitos como carteles, letreros, elementos arquitectónicos,
entre otros signos que sean instructivos y visibles para todos los ciudadanos,
pues el delincuente y los lugares donde se celebran las penas son elementos
de instrucción, donde los padres aprendan y comuniquen a sus hijos éstas
imágenes, enseñándoles la idea del crimen y del castigo, amor a las leyes y la
patria, y confianza en la administración de justicia. Así la pena se vale del
discurso de las personas que permite mantener latente la idea de esta
correspondencia.

Por lo tanto la pena enseña una virtud al delincuente: el respeto de los


derechos violentados con su actitud; pero también aconseja una conducta,
bajo el signo correspondiente de una pena que viene como consecuencia
lógica del delito y que es un obstáculo, de tal forma que se restablezca los
efectos producidos por el delito; y, enseña al condenado el rol adecuado que
debe seguir para evitar caer en las causas del delito.

FILOSOFIA DEL DERECHO Página 27


3.4. EN LAS NUEVAS INSTITUCIONES DISCIPLINARIAS, su estructura misma es
la que socializa, ya que al estar organizadas estas instituciones bajo un criterio
que establece un lugar heterogéneo con los demás (clausura), que sea útil
(emplazamiento funcional) y que ubique a las personas en un lugar o zona
determinado que haga fácil encontrarlo y controlarlo (localización elemental o
división en zonas); pero que además, establece rangos entre las personas a las
que organiza según cuadros vivos – como ya se explicó ut supra -, se garantiza
la obediencia de las personas en un proceso de socialización donde se
enseñan valores y conductas.

Es así que los rangos se distribuyen según los adelantos, las conductas de las
personas, su saber, su capacidad, valores, méritos, en los que pueden entrar
los demás individuos de la multitud sometidos al poder sustituyendo a otros,
según logren esos presupuestos. Todos esos presupuestos están claramente
evaluados mediante las formas adquiridas en las instituciones disciplinarias,
que están dirigidas a controlar a las personas. Con el control y el
establecimiento de estos rangos, se logra instaurar en la psiquis de las
personas una correspondencia entre una conducta (capacidad, méritos) y sus
resultados (rango), es decir una configuración de esa conducta.

Un ejemplo patético de una institución disciplinaria organizada bajo una


estructura que socializa, es según Foucault, la escuela según el pensamiento
de Juan Bautista de la Salle en el que las butacas se organizan por la ayuda del
maestro que vigila y evalúa, distinguiendo a las personas y ubicándolos según
la riqueza de sus padres, su mayor o menor aplicación, la bondad de su
carácter, etc.

3.5. LA PENA Y EL DELITO SON PRODUCCIONES CULTURALES, y como se


sabe, la cultura está influenciada por el ambiente o medio físico y una serie de
factores exteriores. Con este razonamiento se explica por qué en la época del
Derecho Penal clásico la pena principal es el suplicio y dentro de los suplicios

FILOSOFIA DEL DERECHO Página 28


se encuentra la muerte, como una cadena de suplicios proferidos mientras
dure la vida; así, según Foucault, el acogimiento del suplicio como pena
principal se debe a un “menosprecio del cuerpo (…) a una actitud general
respecto de la muerte; y en esta actitud se podría descifrar tanto los valores
propios del cristianismo como una situación demográfica y en cierto modo
biológica”, pues las epidemias y enfermedades propias de ese tiempo, “hacía
que la muerte fuera familiar y suscitaba en torno suyo hechos rituales para
integrarla, hacerla aceptable y dar un sentido a su permanente agresión” .

Un hecho tan común en aquella época como la muerte influenció la cultura,


que produjo un mecanismo para frenar la criminalidad íntimamente
relacionado con ella: el suplicio.

Además según el criterio de Rusche y Kirchheimer, que expone Foucault para


cimentar su pensamiento, los sistemas punitivos se ven influenciados por los
sistemas de producción, de tal forma que: “en una economía servil los
mecanismos punitivos tendrían el cometido de aportar una mano de obra
suplementaria, y de constituir una esclavitud ‘civil’ al lado de la que mantiene
las guerras o el comercio; con el feudalismo y en una época en que la moneda
y la producción están poco desarrolladas, se asistirá a un brusco aumento de
los castigos corporales, por ser el cuerpo en la mayoría de los casos el único
bien accesible (…) Pero al exigir el sistema industrial un mercado libre de la
mano de obra, la parte del trabajo obligatorio hubo de disminuir en el siglo
XIX en los mecanismos de castigo, sustituida por una detención con fines
correctivos ” .

Es así que todas estas características del ambiente en el que se desarrollan las
sociedades como las epidemias, las enfermedades, y el modelo económico
mismo influyen en la producción de la pena. Así una vez que cambiaron estos
factores, se pasó del suplicio a la detención con fines de de corrección, pues la
muerte ya no era tan familiar como antes, sino que los avances de la ciencia

FILOSOFIA DEL DERECHO Página 29


médica habían hecho la vida más perdurable y el modelo económico había
avanzado también, del esclavismo al capitalismo.

3.6. EN LA CONSTRUCCIÓN DEL SUPLICIO COMO PENA, está inmersa una


teoría contractualista de la Filosofía Política Moderna -como ya explicamos-: el
absolutismo contractualista de Hobbes hace de las personas que suscriben el
contrato social, de los súbditos, objetos de un dios terreno al cual le ceden su
libertad; el monarca es el soberano, y él da la Ley.

“El delito, además de su víctima inmediata, ataca al soberano; lo ataca


personalmente ya que la Ley vale por la voluntad del soberano; lo ataca
físicamente ya que la fuerza de la ley es la fuerza del príncipe (…) El derecho de
castigar será, pues, como un aspecto del derecho del soberano a hacer la
guerra a sus enemigos”La ejecución pública (…) se inserta en (…) los grandes
rituales del poder eclipsado y restaurado” ,que tiene por objeto reconstituir la
soberanía del monarca, que ha sido desafiada pues el delito recomienda una
actitud contraria a la que aconseja la ley del soberano, del monarca.
Demuestra la presencia de un superior que tiene una fuerza ilimitada que
atemoriza, que debe ser desproporcionada para tener mejor resonancia para
infundir pánico en quienes acuden a la ceremonia en que se propina los
suplicios al condenado.

Tal es la concepción del delito como una agresión al monarca y la pena una
venganza que éste ejerce contra el delincuente, que sólo el puede perdonarla
e indultar al condenado, “sólo él debe ser dueño de lavar las ofensas que se le
han hecho”.

El monarca puede destruir al delincuente que rompe el pacto social, pues es


dueño de cada uno de quienes le cedieron su libertad, según el modelo de
Hobbes, en el que hay una muchedumbre sujeta pues “Si muchos hombres
dispersos se someten sucesivamente a uno solo, por numerosos qu sean, sólo

FILOSOFIA DEL DERECHO Página 30


veo en ellos a un dueño y a sus esclavos (…) será, si así se quiere, una
agregación, pero no una asociación” ,y por lo tanto el poder se vale “de las
reglas y las obligaciones como vínculos personales – porque el pacto social se
establece entre cada uno de los súbditos con el soberano- cuya ruptura
constituye una ofensa y pide una venganza”. Sólo en la época posterior – bajo
el modelo de la prisión y el de la semiótica- en que se reconoce en la pena una
medida del cuerpo político, de todos los miembros de la sociedad contra
quien ha roto el pacto social y se ha vuelto su enemigo, en que el pacto social
es un pacto “de cada uno de estos, uniéndose a todos”, “una forma de
asociación capaz de defender y proteger con toda la fuerza común la persona
y bienes de cada uno de los asociados” , adoptándose la teoría de Rousseau, la
pena deja de ser una venganza particular del monarca y el delito una afrenta
a su soberanía, el más mínimo delito afrenta a la sociedad entera, “el derecho
de castigar ha sido trasladado de la venganza del soberano a la defensa de la
sociedad” . Sin embargo, en este momento, ya no se somete al condenado a
los suplicios – aunque se podría eliminarlo, por ser enemigo de la sociedad -,
sino que las penas se evalúan según el principio del cálculo y se adoptan otras
distintas que aquella atrocidad, otras más adecuadas, pues ese “teatro
abominable” en que se propinan los suplicios ha demostrado ser perjudicial
para lo fines políticos del castigo, pues despierta en sus espectadores
compasión y admiración con el delincuente y da un hálito a la revuelta
popular.

FILOSOFIA DEL DERECHO Página 31


CAPITULO VII

DEBATE SOBRE LAS IDEAS ANTES EXPUESTAS

a) En relación a la primera de las consideraciones efectuadas, si bien es


cierto que una de las críticas que se le efectúan a Foucault tiene que ver con la
existencia de errores en datos de tipo historiográficos, no pueden soslayarse
los siguientes aspectos:
En primer término, debemos recordar que el autor francés no era historiador,
sino que podría ser definido como “genealogista” (Anitua, 2010: 399).
Así, aun cuando en el capítulo en análisis utiliza la narrativa histórica al
describir la transformación entre dos formas antagónicas de castigo, el
objetivo de su libro, lo indica expresamente en los siguientes términos: “una
historia correlativa del alma moderna y del nuevo poder de juzgar, una
genealogía del actual complejo científico- judicial en el que el poder de
castigar se apoya, recibe sus justificaciones y sus reglas, extiende sus efectos y
disimula su exorbitante singularidad” (Foucault, cit.: 32).
Desde esta óptica, se advierte que Foucault se propone realizar “genealogía”,
y utiliza esta palabra en el sentido utilizado por Friedrich Nietzsche, describir
su método para narrar una “historia del presente”; esto es analizar un
problema o institución contemporáneo investigando las condiciones históricas
que lo propiciaron. (Garland, cit.: 166).
Este método, se complementa con la arqueología usado asimismo por el
autor, intentando a partir de la lectura de los documentos, deconstruir un
cierto orden de cosas (Anitua, cit.: 399); prueba de ello lo constituye el estudio
del Reglamento redactado por León Faucher “para la Casa de jóvenes
delincuentes de París” en el marco del capítulo en comentario. (Foucault, cit.:
14-16).
Finalmente, cabe aclarar que el propio Foucault explica que su estudio
acerca del nacimiento de la prisión se ciñe al sistema penal francés (ibídem:
40) y añade que la evolución se efectuó de manera irregular dependiendo de

FILOSOFIA DEL DERECHO Página 32


la zona geográfica (ibídem: 24), con lo cual las críticas en torno a la existencia
de errores históricos deben efectuarse teniendo en consideración este punto.
b) Por otro lado, se comparte las consideraciones efectuadas en torno a la
relevancia de su obra y la trascendencia que ha tenido en el ámbito
criminológico y sociológico, pues la misma ha despertado y despierta
numerosos e interesantes planteos, discusiones y conclusiones. Al respecto, se
ha dicho que Vigilar y castigar se ha convertido en una referencia medular en
la sociología del castigo (Garland, cit.: 160), aunque la apreciación más clara
sobre el punto lo constituye la afirmación de Cohen “escribir hoy en día sobre
el castigo y su clasificación sin tomar en cuenta a Foucault es como hablar del
inconsciente sin hacer referencia a Freud” (1985: 10).
En palabras de Bernal Sarmiento, “Sus trabajos de reconstrucción histórica de
las formas jurídicas, de la verdad judicial, de la disciplina y, sobre todo, del
castigo y de la penalidad modernas, han abierto nuevas puertas y generado
nuevas líneas de exploración de estos complejos fenómenos sociales –
permitiendo agrietar su <<naturalización>> y su valor de <verdad revelada>>
bajo el cual estos se habían ocultado durante tanto tiempo -,
reconduciéndolos al centro de la discusión política tal y como se observa
actualmente” (2004:209).

CRÍTICA PERSONAL AL TEXTO REFERIDO.

Como apreciaciones personales además me gustaría destacar los siguientes


aspectos:
1. En el capítulo Foucault estudia las transformaciones de los métodos
punitivos, producto del acontecer histórico, es decir la desaparición del
suplicio público, por una economía política del castigo diferente, la cárcel. En
este desarrollo, me parece interesante la reflexión que efectúa el autor en
relación a las interpretaciones de los teóricos del iluminismo penal.
En efecto, el autor propone que el cambio cualitativo de imposición de lo
carcelario sobre lo patibulario no obedeció a la indulgencia y piedad humanas

FILOSOFIA DEL DERECHO Página 33


según fuera expuesto por la mentalidad iluminista sino que tuvo por objeto
hacer más incisivo y menos costoso el ejercicio del poder de sanción y de
normalización presentes en la sociedad (Bernal Sarmiento, 2004: 215) y no
“humanizarlo”.
Este cambio de óptica, sugiere que “la entrada en la era de la sobriedad
punitiva” no persiguió solamente la anulación del dolor , sino que por ser el
castigo una función social compleja tuvo que ver con un cambio en la
tecnología política del cuerpo donde pudiera leerse una historia común de las
relaciones de poder y de las relaciones de objeto.
En palabras del propio Foucault “¿Disminución de intensidad? Quizá.
Cambio de objetivo, indudablemente” (cit., 26).
2. La lectura del “Reglamento para la casa de jóvenes delincuentes de París”,
y la exhaustividad con que se describe el régimen al que se encuentran
sometidos los individuos allí alojados, nos recuerda a la obra de Erving
Goffman, “Internados” en la cual analiza y caracteriza a las instituciones
totales .
En ellas, describe el mencionado autor “…todas las etapas de las actividades
diarias están estrictamente programadas, de modo que una actividad conduce
en un momento prefijado a la siguiente, y toda la secuencia de ellas se impone
desde arriba, mediante un sistema de normas formales explícitas y un cuerpo
de funcionarios” (Goffman, 2009: 22).
3. Entre las consecuencias del cambio en la manera de castigar, señala
Foucault la existencia de profesionales (psiquiatras, psicólogos, educadores,
funcionarios penitenciarios) que generan “todo un conjunto de juicios
apreciativos, diagnósticos, pronósticos, normativos, referentes al individuo
delincuente (que) se han alojado en el armazón del juicio penal” (cit., 29), a los
que denomina “instancias anejas”; y que son verdaderos jueces anexos pues
se les confía el cometido de decidir si el condenado “merece” ser puesto en
semilibertad o en libertad condicional, si es posible poner término a su tutela
penal. (ibídem, cit.: 30).

FILOSOFIA DEL DERECHO Página 34


Lo apuntado, es de suma actualidad y se ve claramente reflejado en nuestro
sistema de ejecución penal, tanto nacional como de la provincia de Buenos
Aires, en los cuales para que los internos puedan acceder a los diversos
institutos (semilibertad, libertad condicional) el juez de ejecución debe tener
en cuenta los informes del organismo técnico-criminológico y del consejo
correccional del establecimiento o de la Junta de Selección .
4. Por otra parte, aquí Foucault revela una idea que luego desarrollará más
extensamente en el capítulo “Ilegalismos y delincuencia” , dando la pauta que
el delito no existe en sí mismo, no es un ente jurídico, sino que es el resultado
de un proceso de definición.
En este sentido, explica “Sin duda la definición de las infracciones, la
jerarquía de su gravedad, los márgenes de indulgencia, lo que se toleraba de
hecho y lo que estaba legalmente permitido, todo esto se ha modificado
ampliamente desde hace doscientos años; muchos delitos han dejado de
serlo…” (Foucault, cit.: 26-27).
Este aporte de Foucault resulta sumamente relevante en la medida que
ratifica uno de los presupuestos de la Criminología Crítica, en el sentido de que
no hay una naturaleza criminal de determinados actos, sino que lo “criminal”
depende de una construcción social por medio de una doble selección: de
bienes protegidos penalmente y de comportamientos ofensivos a estos bienes
y, de los individuos estigmatizados entre todos los individuos que cometen
infracciones a normas penalmente sancionadas (Baratta, 2000:167).
5. La noción de poder es uno de los temas centrales en la obra objeto de
análisis. En efecto, algunos autores ubican este libro dentro de la “segunda
época” del autor, a la que denominan “Geneología del Poder” (Anitua,
2000:400).
Ahora bien, Foucault se refiere a una microfísica del poder, concibiendo al
poder como una estrategia sin identificar un centro de poder en concreto y
tampoco describe sus agentes.

FILOSOFIA DEL DERECHO Página 35


Señala Anitua que no se analiza al poder como una sustancia pues no se
posee, no está en un lugar determinado sino que es relación y como tal se
ejerce. (Ibídem).
En este punto, Garland es muy crítico con la concepción de poder
foucaultiana, al señalar que “Más que cualquier otro teórico, él nos ofrece una
descripción de la microfísica del poder penal y de la manera en que las
medidas penales atrapan a los individuos, sujetándolos a los procesos de
disciplina, normalización y castigo. Pero como intentan demostrar los
argumentos precedentes, es un error pasar del análisis de cómo se organiza el
poder en la esfera penal al argumento de que la penalidad es tan sólo ese
poder. El castigo es más que un mero instrumento político de control, y sólo
un enfoque reduccionista ve la historia penal únicamente en términos de
poder conocimiento y sus transformaciones” (cit.:207-208).

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CONCLUSIONES O CONSIDERACIONES FINALES

Foucault propone una neo concepción del poder, una “microfísica del poder”,
que inviste el cuerpo para volverlo útil y obligado, deudor.

El poder es una estrategia, sus efectos son atribuibles a funciones sociales


complejas, a tácticas políticas. Se ejerce sobre lo que posee.

Sus relaciones descienden lejos en el espesor de la sociedad.


El poder se define por singularidades sobre la red social donde es tomado. Si
las sociedades modernas son disciplinares, la disciplina no se identifica para
Foucault con un aparato del Estado, o con instituciones; las relaciones de
poder no se localizan en las relaciones del Estado. La disciplina es una
tecnología difusa, instrumento multiforme que atraviesa aparatos e
instituciones y las relaciona al mismo tiempo.

El poder no se da como una globalidad trascendente y piramidal: es


inmanente a su pluri-difusión. El poder opera, se infiltra y religa a través de sus
técnicas disciplinares, conformando miríadas de líneas que se amalgan en
constelaciones seriales.

Pero, volviendo a la naturaleza de la prisión, ésta, a diferencia del derecho


penal que “habla, dice”, la prisión “ve y deja ver”, es un campo de visibilidad. El
Panóptico es una máquina que disocia la dupla ver-ser visto, en el anillo
periférico se es totalmente visto, sin nunca ver; en la torre central, se ve todo,
sin ser visto jamás. Esta máquina de visibilidad distribuye los cuerpos, las luces,
las miradas, y produce efectos homogéneos de poder. Así, en el Panóctico de
Bentham los prisoneros devienen visibles todo el tiempo, y esta visibilidad se
transforma en una trampa, siempre son vistos, vigilados desde la torre central

FILOSOFIA DEL DERECHO Página 37


ya que se divisan las pequeñas siluetas captadas en las células periféricas que
se recortan exactamente sobre la luz.

El panóptico atraviesa todas las funciones enunciables: educación, salud, etc.,


debiendo ser comprendido como un modelo generalizado de
funcionamiento, es decir como una manera de definir las relaciones de poder
con la vida cotidiana de los hombres, es el diagrama de un mecanismo de
poder llevado a su forma ideal; su funcionamiento, abstraído de todo
obstáculo o resistencia, puede representarse como un puro sistema
arquitectónico óptico, ya que en efecto es una figura de tecnología política
que se puede y se debe separar de todo uso específico. Por lo tanto, el
panóptico es útil para imponer una tarea o una conducta a una multiplicidad
de individuos.
El espacio no debe ser muy extenso, el número de personas vigiladas debe ser
restringido a un cierto número.
Más que una máquina de visibilidad, el panóptico es una “máquina abstracta”,
una manera de hacer funcionar las relaciones de poder en una función, y una
función para esas relaciones de poder. Por lo tanto es a la vez una formación
de expresión y una formación de contenido. El panóptico es un diagrama
entre otros diagramas de mecanismo de poder, pero es el que ha hecho co-
adaptar históricamente la “forma prisión” con la “forma derecho penal”.

Cada estrato histórico está estratificado por un diagrama de mecanismo de


poder diferente y cambiante, el cual opera mutaciones sobre el tipo de
realidad histórica. El diagrama organiza las relaciones microfísicas, estratégicas
y difusas.

El Panóptico, no es encierro ni violencia, es diagrama, por lo que tiene una


función souple y móvil, a la vez que es libre de todo uso específico, ya que el
diagrama es “en mutación”.

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