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Lo ideal es que un niño venga al mundo cuando la mente y el corazón de sus padres lo
desean y lo llaman. Pero muchas cosas en la vida no funcionan de forma ideal.
El aborto, aún hoy en día, es una opción que rechazan varios sectores de la sociedad. En
esos casos, la decisión de dar lugar a una nueva vida está mediada principalmente por
el deber moral, pero no por el afecto o el anhelo, por lo tanto las consecuencias pueden
ser graves.
Si una gestación tiene lugar en esas condiciones, solo existen dos alternativas:
Esos padres reprimen, sin éxito, su rechazo al nuevo ser; o entran en un proceso de
replanteamiento de sus expectativas y logran construir un deseo, en función de nuevos
afectos que se despiertan.
Lo más frecuente es que en esos casos el niño crezca en medio de grandes privaciones
afectivas. Sí, le dan la comida y cubren sus necesidades básicas, pero sin amor. Sí, le dan
el techo, pero se siente un extraño en su hogar. La represión nunca tiene éxito. Los
sentimientos reprimidos siempre retornan.
“Un padre no es el que da la vida, eso sería demasiado fácil, un padre es el que da el
amor.” -Denis Lord-
Por eso, muchos padres que no deseaban a sus hijos se vuelven extremadamente
celosos. No quieren ni que los toque el aire. Los perciben como personas a las que se
puede destruir fácilmente. Y esto es así, precisamente, es porque sus lazos de afecto son
extremadamente frágiles.
Cuando un hijo no es deseado, difícilmente sus padres buscarán tiempo de calidad para
compartir con él. Jugar será para ellos una pérdida de tiempo. Y cada ocasión para
conversar les resultará incómoda. Sienten que “no tienen nada que decir”.
A los hijos no deseados les será muy difícil construir relaciones sanas de afecto en su
vida adulta. El amor tiene un idioma que desconocen. No saben cómo descifrar sus
códigos y mucho menos cómo construirlos.
Les cuesta mucho necesitar y ser necesitados. Una relación afectiva puede resultarles
asfixiante: es una defensa contra la intimidad de la que no conocen nada.
Terminar con los genitales desgarrados, sufrir amenazas del agresor y padecer daños
psicológicos, no es lo más preocupante en una violación, lo peor, es si la mujer queda
embarazada, dice ÁLVARES. En el estado, decenas de mujeres son violadas al año, al
menos eso es lo que indican organizaciones civiles, aunque no hay cifras del tema. A
nivel nacional, anualmente miles de mujeres son violadas y enfrentan embarazos no
deseados, situación sobre la cual tampoco hay datos exactos. Sin embargo, un gran
número de esas mujeres que fueron violadas también quedan embarazadas de sus
agresores, pero los números también se esconden.
El Instituto Nacional de Neurología, señala que cuatro de cada cinco mujeres violadas
que resultan embarazadas deciden tener a los bebés, después de someterse a terapias
sicológicas en dicho lugar.
Sin embargo, aseguran especialistas; muchos de los niños que nacen por causa de una
violación sufren demasiado desde el momento de ser concebidos. Son menores que van
a ser rechazados constantemente desde el vientre materno, y esto quiere decir que eso
quedará en la integridad del niño, en sus aspectos, su estructura síquica, pues el rechazo
es una carga que va a limitar su talla y su peso.
Esos menores crecen con una gran inseguridad, muchas veces tienen problemas de
atención, de agresión, o son niños hiperactivos, porque todo el tiempo sienten el
rechazo,…...establecen psicólogos.
En la mayoría de los casos, una mujer que ha sido violada no denuncia lo ocurrido ni
busca ayuda de inmediato, debido a que, comúnmente, el agresor es alguien conocido.
Generalmente ellas se dan cuenta de que están embarazadas hasta seis o más semanas
después de ocurrido el hecho ilícito.
Una persona con estrés posparto se aísla de la obligación de ser mamá. Imaginemos a la
mujer con estrés de un producto que no deseaba tener y todas esas acciones de apego
al regazo, de seguridad, el niño no las tendrá. En ocasiones, la familia de la agredida
suele darle más crédito al victimario que a la propia víctima, cuando el abusador es el
padrastro.
Los menores crecen con una gran inseguridad y problemas emocionales, Karina.
Dice Toledo, El embarazo por violación es una maternidad forzada, desde mi experiencia
clínica y desde los antecedentes teóricos, ninguna mujer ha querido resultar embarazada
de su violador - casi por sentido común - por el contrario, es significado como una
experiencia de trauma que se agudiza en la medida que el embarazo avanza.
Superando las anteriores barreras del acceso al aborto, existe el temor bioético de que
el procedimiento pueda resultar más dañino que el trauma mismo de la violación. La
evidencia científica señala que el aborto provocado electivo no tiene un efecto
perjudicial en la salud mental de las mujeres (Rondón, 2015) más bien la queja radica en
problemas asociados al apoyo social percibido, sobre todo en un país en dónde el aborto
es una práctica ilegal (Toledo, 1998).