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El fin del bidet

1-

REGIO. Fue utilizado por la famosa emperatriz Sissí (1837-1898)

HÁBITOS | PASADO Y FUTURO DEL SANITARIO MÁS DELICADO


¿Ha llegado el final del bidé?

La falta de espacio en los baños, así como el escaso o nulo uso que muchas personas hacen del bidé, están
desterrando al tradicional sanitario de los hogares españoles. Sin embargo, muchos usuarios recalcitrantes
reivindican las bondades higiénicas de esta cuestionada palangana con chorro. Lejos de considerarlo una
reliquia, desean larga vida al compañero de fatigas del inodoro. Para ellos, el papel higiénico no es suficiente.
Por JUAN CARLOS RODRÍGUEZ para El Mundo

Cuando reformó su nueva casa, Cristina Doce no tuvo ningún reparo en prescindir del bidé. Para esta abogada
madrileña de 39 años, casada y con dos hijos, este "recipiente ovalado instalado en el cuarto de baño, que
recibe el agua de un grifo y sirve para el aseo de las partes pudendas" (como lo define el Diccionario de la RAE)
es "un objeto vetusto e innecesario". "En su lugar, coloqué un armario, mucho más práctico", dice sin pizca de
remordimiento. No siente nostalgia hacia este compañero triste y solitario del retrete, que más de uno ha llegado
a utilizar como contenedor de ropa sucia, revistero, lavadero de pies o cubitera donde enfriar cervezas.
Sostiene Cristina que una ducha diaria es suficiente para mantener una adecuada higiene corporal. "Usar el
bidé no te convierte en una persona más limpia. De hecho, yo lo asocio a personas poco habituadas a ducharse
todos los días", explica. La escritora Lucía Etxebarría se abstiene de usarlo porque "es antihigiénico; una forma
de pillar cistitis, pues muchos gérmenes situados en la zona perianal se trasladan a la vaginal". Y Mikel
Urmeneta, director creativo de la famosa marca de camisetas Kukuxumusu, reconoce que le dan "un poco de
asco si no son de uso personal. De no serlo, me quedo con los modernos inodoros japoneses, con su gama de
chorros, jabones, perfumes, temperaturas, músicas y ruidos". En su casa siempre ha habido bidé, añade, "pero
nunca se ha usado para enjuagar las entrepiernas, sino para realizar las acciones más curiosas. Una vez, mi
hermano pequeño lo utilizó para cepillar cangrejos. Siempre los había visto cocidos, de color rojo, y al verlos
vivos, con su color verdoso, creía que estaban llenos de mierda".
Más explícita que la Real Academia Española, la Wikipedia lo describe como un "recipiente bajo con agua
corriente y desagüe, generalmente fabricado de porcelana o loza, ideado para limpiarse los órganos genitales
externos y el ano", y además señala su utilidad para baños de asiento en personas que padecen hemorroides.
El abogado Fernando Márquez (apellido supuesto) puede dar fe de ello. Sin ser un fundamentalista de la
higiene, este valenciano de 30 años asegura que ducharse todos los días no es incompatible con utilizar el bidé
cada vez que uno hace sus necesidades. "El papel higiénico no basta", asevera. Hasta los 16 años usaba la
cubeta de loza para poner a remojo los pies después de jugar al fútbol. Hasta que empezó a salir de marcha y,
como consecuencia del alcohol, comenzó a sufrir las molestas almorranas. "Mi madre me recomendó que me
diera baños de asiento para calmar la zona con agua fría. Desde entonces, si no paso por el bidé me siento
sucio".
Su encendida defensa no traspasa su círculo más íntimo, de ahí que prefiera no revelar su verdadero apellido
para no ser identificado. "Como su uso se asocia a las chicas, más de uno pensaría que no soy muy masculino
o me tacharía de cursi". Para su consuelo, existe un grupo en Facebook denominado Usuarios Orgullosos del
Bidé, uno de cuyos miembros clama desesperado: "¡Estoy de intercambio en USA y extraño al bidé más que a
mi familia!".
La palabra bidé (o bidet) es de origen francés y significa 'pony', en referencia a la postura que se adopta al
sentarse (en francés antiguo, bider significaba trotar). En sus formas primigenias estaba colocado sobre un
caballete y se usaba en el dormitorio. Algunas fuentes señalan que fue creado a finales del s. XVII por
fabricantes de muebles franceses, como receptáculo de agua destinado a los jinetes doloridos. Pero parece
que fue a principios del XVIII cuando se inventa el bidé moderno. Según el escritor Néstor Luján, fue
mencionado por primera vez en 1710 en Francia, cuando madame de Prie recibió en audiencia al marqués de
Argenson sentada en su bidé. Se anuncia comercialmente en París a partir de 1739. Y hacia 1770, cuando el
mobiliario del baño empieza a adquirir cierta complejidad y la jofaina (antesala del lavabo) toma nuevas formas,
el bidé ya aparece como un elemento más del baño.
¿CANTO DEL CISNE?. Más de dos siglos después, esta palangana con chorro vive sus horas más bajas, al
menos en España, de modo que la pregunta es inevitable: ¿Asistimos a la muerte lenta del bidé o mientras
haya 'bideístas' hay esperanza? "Tiene los días contados", certifica, como dando la extremaunción, Alfonso
García, propietario de la empresa de reformas AGT. Desde hace aproximadamente cinco años, viene
observando que sus clientes prescinden de él "en un 80% de los casos, y lo mismo está ocurriendo con las
bañeras". Este técnico recuerda que un aseo mide 2x2 metros de media, y el bidé necesita un espacio de 70
cm para usarlo en condiciones; es decir, para cabalgar holgadamente sobre él. "Hasta hace poco era
impensable quitarlo, porque una casa sin bidé parecía incompleta. En cambio, ahora se ve como una antigualla".
En El Rincón del Baño, empresa madrileña especializada en reformas e instalación de aseos, las ventas de
bidés han bajado de un 50% a un 60% respecto a los últimos cinco años. "De cada 38 inodoros que instalamos
en 2008, apenas colocamos siete bidés", resume el propietario, José García. Como su colega, cree que este
sanitario tiene los días contados, aunque matiza que la gente mayor se resiste a quitarlo. "No obstante, también
hay jóvenes que, o bien optan por instalar modelos más modernos, o lo sustituyen por un manguito de ducha
colocado al lado del váter". Entre las empresas que comercializan este dispositivo está Griferías Galindo. En
opinión de la gerente de la empresa, al bidé aún le queda recorrido, pero las nuevas costumbres sociales (como
darse una ducha rápida en el gimnasio) hacen que la pieza esté en la cuerda floja.
Mientras, los fabricantes se resisten a darle la puntilla y apuestan por la reinvención. Joseph Congost es el
responsable de diseño de Roca, icono del sanitario en España: "En proyectos con claras limitaciones de
espacio, se tiende a no contar con esta pieza. A pesar de ello, está culturalmente muy arraigado en nuestro
país, por lo que su instalación es mayoritariamente solicitada. Desde 1976 todas las viviendas protegidas de
cuatro o más habitaciones deben contar con uno", explica el director del Roca Design Center. La empresa
considera el cuarto de baño como "un lugar privado donde debe primar la tranquilidad y el bienestar", tendencia
a la que contribuye el Multiclín, un inodoro cuyo asiento tiene funciones de bidé, con aplicaciones como secado
por aire caliente y calefacción en el asiento.
Para Alexander Bech, director ejecutivo de la multinacional Duravit, competidora alemana de Roca, "no se
puede decir que agonice, porque sigue siendo el estándar higiénico de un cuarto de baño completo". No
obstante, reconoce que en España las ventas han caído de forma moderada: si en 2004 la empresa vendió 1,5
veces más inodoros que bidés, en 2008 fueron 2,3 veces más. Desde hace 20 años, esta multinacional trabaja
con diseñadores de renombre internacional como Philippe Starck. "Lo importante es que el bidé no sea un
cuerpo extraño y se integre de forma armónica en el cuarto de baño", señala Bech.
La decisión de conservar o prescindir de su servicio suelen tomarla las mujeres, como apunta el arquitecto
Ignacio Redruello, socio de Ping Pong Arquitectura: "Si las madres lo usaron y educaron en ese hábito higiénico
a sus hijas, éstas suelen mantenerlo".
HIGIÉNICO SONDEO. A falta de un estudio riguroso sobre el uso del bidé en España, la web de Decoesfera,
especializada en decoración, publicó los resultados de una encuesta en la que participaron unos 250
internautas. El resultado es que un 46% de los votantes opta por el bidé como una buena solución higiénica, ya
sea de manera continua u ocasional, mientras el restante 54% no lo utiliza o sencillamente carece de él en su
hogar. Entre los partidarios se observa que un 20% lo utiliza de manera esporádica y un 26% lo considera
imprescindible para su higiene diaria. Entre quienes lo ignoran, un 33% asegura no usarlo nunca y un 21%
declara no tener bidé.
Los detractores apenas ganan por un 9% de diferencia. Claro que "la minoría que sí lo usa es verdaderamente
adicta", analiza Javier Garcés, presidente de la Asociación de Estudios Sociológicos y Sociales. Garcés
diferencia entre el bidé como objeto de consumo o como hábito higiénico: "Como objeto, tiene un atractivo
independiente de su uso. Da reparo quitarlo, porque de lo contrario el baño parece a medio hacer. Desde el
punto de vista de la higiene, la ducha le ha ganado terreno. Pero que el artilugio en cuestión sea tan versátil,
que tenga casi más usos heterodoxos que ortodoxos, hace que no acabe de desaparecer del todo", añade este
experto en consumo.
Como dato curioso, en el Hotel Palace apenas lo utilizan un 2% de los clientes según un sondeo interno
realizado a las camareras del hotel. "De un total de 468 baños que tiene el establecimiento, sigue habiendo 325
con bidé. Pero en la reforma del quinto piso que hicimos hace poco prescindimos de la mitad, no para ganar
espacio, sino porque está claramente en desuso", comenta la portavoz de Relaciones Públicas. A la clientela
quizá le ocurra lo mismo que al protagonista de Cocodrilo Dundee: cuando entra en un hotel de Nueva York y
se topa con uno, cree que sirve para lavarse la espalda.

Los bidés no tiene el mismo arraigo en todos los países.


Son comunes en el sur de Europa (Italia, España, Portugal y Grecia); apenas los conocen en Latinoamérica, a
excepción de Argentina, Uruguay y Brasil; dentro de África, Egipto y Marruecos son los países más pro bidé;
quienes más lo utilizan en Asia viven en Japón, India y Corea del Sur; y entre los países árabes que más
recurren a él destacan Líbano, Siria y Jordania.
Paradójicamente, en Estados Unidos son mucho menos comunes que en Europa y Asia, a pesar de que
Norteamérica es el mayor productor. Su uso, al igual que en México, está con frecuencia ligado a un alto estatus
social. En Inglaterra, el recipiente nunca ha sido admitido del todo por resultar demasiado indecoroso. "La
primera vez que lo vi, pensé que era un extraño váter sin tapón y sin silla donde los europeos se lavaban el
pelo", recuerda Blas, diseñador de la revista 'Hello!' en España.
Desde el blog 86400.es vaticinan que "el bidé morirá". Su autor ha llegado a tan dramática conclusión tras
analizar un sondeo que ha realizado a 264 personas. Un 73,2 % de los votantes varones aseguran que no lo
utilizan, frente al 26,8 % que reconocen hacerlo. Por su parte, un 65,4% de las mujeres encuestadas afirman
haberlo desterrado, mientras que un 34,6% sigue recurriendo a él. Más de 233 comentarios a favor y en contra
prueban que el tema interesa en la Red. Algunas opiniones son esclarecedoras, como la que dejó escrita Mr.
X, un usuario argentino: "En España, el bidé está mal diseñado; el chorrito sale de arriba hacia abajo, como un
grifo, con lo cual, con suerte, te limpiará la parte baja de la espalda, pero al culo no le llega ni gota, a menos
que trabajes en el Circo del Sol".
PROHIBIDO. Pero el bidé que se utiliza en Argentina, con ducha perineal (que suelta el agua desde el centro
hacia arriba), está prohibido en muchos países por posibles problemas sanitarios. "Si hubiera un corte del
suministro de agua con la válvula abierta, el agua servida puede reintroducirse en la red mediante vasos
comunicantes, contaminándola", advierte el arquitecto argentino Carlos Didi Libedinsky, quizá una de las
personas más doctas en el mundo del sanitario. Es propietario de un museo que alberga 70 inodoros y 70 bidés
de diferentes épocas. Libedinsky apunta que el bidé "no es un artefacto de baño sino de dormitorio. En la
antigüedad no tenía patas, se usaba en la cama o apoyado en un caballete y estaba diseñado para usarse
como un método anticonceptivo". 'Bideísta' convencido, desde el punto de vista de la higiene no entiende a los
detractores: ¿Acaso basta limpiarse la boca con papel tras haber comido macarrones con tomate?".
En el período de 1895 a 1929, coincidiendo con el desarrollo del sanitario, Argentina potenció una gran cultura
higienista. Esto explicaría la actual devoción de los argentinos por el bidé, en contraste con la indiferencia de
los británicos. Mientras los primeros crearon una Asociación Francoargentina de Reivindicación y Desarrollo
del Bidet, en Inglaterra se editó un ensayo titulado 'Can we afford the bidet'? (¿podemos permitirnos el bidé?).
"Los ingleses no lo soportan porque lo inventaron los franceses", replica un usuario bonaerense.
Esté o no el bidé en vías de extinción, recientemente hemos sabido que el compañero solitario del váter no falta
en Villa Certosa, la polémica mansión de Berlusconi en Cerdeña. "No te imaginas las nalgas que se han sentado
en este bidé", le confesó al ex presidente francés Chirac, en alusión a las hermosas mujeres que hasta hace
poco desfilaban por su lujurioso cuarto de baño.

10 ARTISTAS LO RECONVIERTEN EN ESCULTURA

1. RABLACI. Escultor y fotógrafo (Valencia, 1987). "Realicé mi obra con elementos de una pieza ya existente.
Se trata de una tertulia en un bidé. Hay uno de los personajes enfocado que sí pertenece a la tertulia pero
permanece ausente. Esto pasa muy a menudo en el día a día y decidí reflejarlo".
2. JULIO CUARESMA. Artista multidisciplinar (Luanda, Angola, 1958). "Es una metáfora sobre el mundo
contemporáneo. Creo que es importante que un artista tenga sus propias ideas políticas. En este caso, he
querido ofrecer una visión irónica sobre los problemas geopolíticos actuales. Los bidés tienen forma de barcos
de batalla. Están capitaneados por Zimbawe, Irán y Corea, respectivamente. Éstos son tres países cuyos
dirigentes son una ofensa para la democracia y para la libertad. Por lo tanto, tomé la forma para crear el
concepto. El bidé es un objeto actualmente en desuso, como también lo son los ideales y los conflictos que
provocan estos tres países. La figura del perro representa la fidelidad impuesta que sufre el pueblo".
3. MIQUEL NAVARRO. Pintor y escultor (Mislata, Valencia, 1946). "Mi obra representa un pequeño lago
purificador. El paisaje está construido por elementos que hacen referencia a los genitales de los humanos, que
utilizan el bidé para su limpieza".
4. PACO CAPARRÓS. Fotógrafo (Baza, Granada, 1954). "Pretendo enfrentar al observador con el sentimiento
de miedo al dolor en lo íntimo, a lo inestable, al desconcierto en el uso de lo cotidiano. Miedo a traspasar el
umbral de lo conocido y enfrentarse a situaciones reales o imaginarias que desconciertan el sentido de lo real.
El desasosiego propio de lo que no es lo que es, la pesadilla que parece real... O lo real que se transforma en
pesadilla. Objeto de uso cotidiano, inofensivo y refrescante, transformado en conciencia inquietante de una
realidad manipulada en lo más profundo del ser humano: el miedo".
5. ALBERTO BAÑUELOS. Escultor (Burgos, 1949). "Para esta obra he utilizado el lenguaje de la reconstrucción.
Para ello, primero destruí el bidé y luego lo creé de nuevo, dándole una forma distinta. Parecen las teclas de
un piano. Mi objetivo es conseguir una mirada diferente de un objeto cotidiano a través del lenguaje escultórico".
6. NATIVIDAD NAVALÓN. Escultora (Valencia, 1961). "He querido reflejar dos elementos: por una parte, el
terciopelo, elemento que connota sutileza, dulzura, cariño y, sobre todo, que hace referencia al trono. Por otra
parte, el grifo es un elemento fálico de hierro que penetra en el color granate del terciopelo. Según la
perspectiva, destaca un elemento sobre el otro: en la fotografía frontal destaca el terciopelo como si fuera un
nido que arropa. Desde arriba, resalta el grifo: fálico, penetrante".
7. RAMÓN DE SOTO. Escultor (Valencia, 1942). "Para mí, el bidé tiene relación con el amor. He querido reflejar
el sentido de la propia existencia. El laberinto representa la búsqueda del destino y el centro, donde cae el
chorro de agua, es el objeto de esta búsqueda. El grifo tiene cierta forma fálica y, el hecho de que el chorro de
agua coincida con el agujero, representa la importancia de la relación con el otro sexo. Simbólicamente, desde
la mitología, del agua surge la vida; por eso, mi obra se llama 'El sentido de la vida'".
8. ELADIO DE MORA. Artista multidisciplinar (Toledo, 1960). "Para la realización del bidé me he basado en el
Monstruo de Leganés, mi último trabajo a gran escala. Se trata de una representación del monstruo del lago
Ness construido en Leganés por la curiosa similitud de sus nombres. Del mismo modo, fue un gran reto intentar
acercarme a Gaudí, como es visible en este Nessy".
9. BERNARDI ROIG. Artista multimedia (Palma de Mallorca, 1965). "Es un dibujo de la serie del storyboard de
Leidy B, filme que realicé para el ciclo Por(no)pulsión, en 2001. El bidé es el trono de las prostitutas y el lugar
de humillación de sus clientes, sobre todo, porque ellos nunca se quitan los calcetines. Mientras ella, la gran
sacerdotisa, verifica la temperatura del agua, a él se le arruga el miembro hasta la desaparición. El bidé es la
necrosis del deseo".
10. CARMEN CALVO. Pintora (Valencia, 1950). "Mi obra consiste en concebir un objeto tan cotidiano como el
bidé en una obra de arte, tal como hizo Duchamp. Lo he convertido en una fuente para transmitir la connotación
de placer, del disfrute que produce el agua en cualquier parte del cuerpo. Es, simplemente, un plato ovalado de
cerámica donde cae agua. Esta obra no persigue tanto un objetivo artístico, sino un concepto".

UNA PALANGANA CON PATAS...Y MUCHA HISTORIA


El vocablo bidé procede del francés y significa 'pony' (en el viejo francés, bider significaba trotar). Se cree que
también deriva de la posible función de alivio de la musculatura –íntima– de los jinetes tras las carreras.
Durante la primera comercialización del bidé en París, un chocante error mercantil lo ofreció como una caja de
violín de porcelana con cuatro patas.
Algunas referencias apuntan a que se diseñó como utensilio de higiene íntima para las relaciones pre y
postcoitales, y también como método anticonceptivo.
Durante la Revolución Francesa era un signo de refinamiento, y parece que en esa época se usaba sólo para
lavar bigotes y barbas.
Se cree que Napoleón era gran usuario, y cuando murió donó el suyo a su propio hijo. Así se popularizó entre
nobles y burgueses.
En el Museo Klo & So, sala con históricos sanitarios en Gmunden, Austria, se encuentra el bidé de la Emperatriz
Elisabeth de Wittelsbach, más conocida como Sissí. Igualmente disponen del de su hijo, el príncipe heredero
Rudolf, que acabó suicidándose.
A pesar de que no se conoce inventor, existen teorías que apuntan a Christophe des Rosiers, un fabricante de
muebles para los reyes, y a Marc-Antoine Jacoud .
El ya disuelto grupo humorístico La Trinca dedicó una jocosa canción al supuesto barón de Bidé que decía:
"Famosísimo inventor que especulaba con la posibilidad de tomar baños de asiento sin perder la dignidad".
2- El bidé salvará el mundo. Publicado por Sergio Ferrer

La
Toilette intime ou la Rose effeuillée (detalle), de Louis-Léopold Boilly (1761–1845).

Toda primera vez es especial. El imaginario colectivo no ahorra épica al describir la doma del fuego, la
creación de herramientas o el nacimiento del arte. Menos impresionante nos resulta la primera vez que un ser
humano se limpió sus partes íntimas, pero ese héroe anónimo también existió. Los inicios no fueron fáciles:
aunque como especie llevamos defecando desde el primer día sobre la Tierra, la invención del papel higiénico
necesitó miles de años.
¿Restregar o lavar? Existen dos escuelas en lo que a higiene rectal se refiere, moldeadas por factores como
el clima, la religión y hasta la dieta [1]. Que el agua caliente fuera un lujo de ricos hasta el siglo pasado hizo
que muchas culturas rechazaran la idea de aplicar agua fría ahí, por lo que la estrategia más habitual durante
largo tiempo puede resumirse con un «pilla lo que tengas más cerca».
Los vikingos usaban lana de oveja. Los hawaianos, cáscaras de coco. Los esquimales, musgo. En España y
Portugal, los marineros se apañaban con el extremo deshilachado de una cuerda, mientras la nobleza
francesa recurría al encaje. La lista no termina ahí: mazorcas de maíz, trapos, virutas de madera, helechos,
hojas, hierbas, cáscaras, heno, arena… Cualquier cosa es buena cuando la necesidad apremia.
La creatividad humana tampoco escasea cuando se trata de dejar el tercer ojo como una patena. Los
japoneses usaban una espátula de bambú de unos veinte centímetros de largo y entre diez y veinte
milímetros de ancho. Estas herramientas importadas de China recibían diversos nombres cuyo significado
más literal es «palo de mierda». En el Mumonkan (‘la puerta sin puerta’), una recopilación de cuarenta y ocho
problemas budistas (koanes) del siglo xiii, son mencionados:
«Un monje le preguntó al maestro Yunmen: “¿Qué es Buda?”. Yunmen dijo: “Un palo de mierda seco”».
Dejaremos al lector la aventura de extraer un significado filosófico de estas palabras.
La solución romana, el tersorium, añadía una esponja húmeda con agua o vinagre al extremo del palo en aras
de una mayor comodidad. En caso de emergencia, griegos y romanos acudían a los pessoi, pequeños discos
de arcilla [2]. Durante años se pensó que estas formaban parte de un juego de estrategia similar al ajedrez,
pero, como dice un viejo proverbio griego, «tres piedras son suficientes para limpiarse el culo».
Los esfínteres de toda la humanidad futura tenían puestas sus esperanzas en China, donde desde el
siglo II a. C. sabían fabricar papel. No defraudaron. El primer uso conocido del papel higiénico data del año
589 d. C., cuando el pudor del escriba Yan Zhitui pasó a la posteridad: «No me atrevo a usar con propósitos
de aseo el papel en el que hay citas o comentarios de Los cinco clásicos o los nombres de los sabios».
Ya en el siglo IX, un viajero árabe señaló fascinado cómo los chinos «no se lavan con agua cuando han
hecho sus necesidades, sino que solo se restriegan con papel». En Europa no quedaron tan impresionados:
la primera mención al papel higiénico —y quizá también a eso que el vulgo llama tarzanitos— data del
siglo XVI y es en tono satírico, pues sale de la boca de Gargantúa, el gigante creado por el médico
francés François Rabelais.
En una de las novelas de Gargantúa y Pantagruel, el gigante analiza una gran cantidad de métodos de
limpiarse el culo y desprecia el papel con una rima que viene a decir que quien lo use «se dejará trocitos ahí».
Zanja su análisis asegurando que la manera óptima de hacerlo es usando el cuello de un ganso. No
recomendamos probarlo en casa.
Para desgracia de Gargantúa, la costumbre de usar papel se extendió por Europa al mismo tiempo que las
ediciones baratas. En el siglo XVIII, Lord Chesterfield, en sus Cartas a su hijo, recomienda a su vástago que
se lleve lectura al retrete para cultivarse mientras cisca, siguiendo el ejemplo de un conocido:
«Él compró una edición común de Horacio, de la que gradualmente arranca un par de páginas, se las lleva a
tan necesario lugar, las lee primero y luego las manda abajo como sacrificio a Cloacina [diosa romana del
alcantarillado]. Esto es tiempo ganado y te recomiendo que sigas su ejemplo». Al estadista británico le
hubiera gustado saber que periódicos y guías de teléfono disfrutaron de una segunda vida en el excusado
hasta la invención del suave papel higiénico moderno, que llegaría en 1857 de la mano de Joseph Gayetty, a
quien acusarían por ello de charlatán.
Mientras tanto, las sociedades islámicas e hindúes habían llegado a la conclusión de que nada limpia mejor
que el agua. En las Leyes de Manu, texto sánscrito milenario, un fragmento explica con todo lujo de detalles
dónde y cuándo es más propicio defecar y orinar, así como los rituales de purificación subsiguientes, en los
que hay que lavarse bien las manos. Según el sabio es de especial importancia no cagar mirando a una vaca.
Los mitos sobre la higiene de los musulmanes siguen hoy vivos en países como España, a pesar de que las
lotas —pequeñas vasijas— o botellas de agua que utilizan no son muy diferentes en concepto de nuestro
bidé. Inventado por los franceses —lo que explica la desconfianza que genera entre los ingleses—, esta
evolución del orinal fue usada en su origen con fines anticonceptivos. Hoy es común en los cuartos de baño
del sur de Europa, Argentina, Uruguay y Japón.
Dime qué comes y te diré cómo te limpias el culo
Repitamos la pregunta del comienzo: ¿restregar o lavar? La forma óptima de eliminar los restos fecales
depende de su composición, relacionada con la dieta. Sobre todo, con el consumo de fibra. Los países
occidentales consumen poca, lo que se traduce en desechos pequeños, secos y con baja periodicidad.
En Asia, África y ciertas partes de Europa, ingieren más fibra, lo que implica heces de mayor volumen, menos
secas y más frecuentes. Según esta teoría, el papel higiénico sería más que suficiente para los occidentales,
mientras que los países asiáticos deberían recurrir al agua para quedar satisfechos. Curiosamente, el bidé es
habitual en los países de la llamada dieta mediterránea —España, Portugal, Francia, Italia y Grecia—, una
coincidencia que los investigadores deberían estudiar cuanto antes.
Ambos sistemas tienen sus ventajas e inconvenientes. El uso de papel resulta menos efectivo, hasta el punto
de que hay quien prefiere ducharse después de desfragmentar el disco duro. Tampoco es lo más indicado
para pieles sensibles. El agua carece de estos problemas, pero puede causar fístulas anales si se usa a
presión y alterar la microbiota vaginal.
Pero el mayor peligro del papel higiénico está en su impacto ambiental, que es considerable cuando
hablamos de más de siete mil millones de culos que adecentar. La industria papelera es muy contaminante y
casi nadie quiere restregarse por ciertas partes papel reciclado, tan ecológico como rugoso: en Estados
Unidos las ventas de esta alternativa menos mullida representan el 2 % del total [3].
Las toallitas húmedas, que combinan las ventajas de ambos métodos, se han popularizado hasta el punto de
convertirse en un problema ecológico que cuesta a España más de doscientos millones de euros al año en
atascos [4]. Además, su baja biodegradabilidad contribuye a aumentar los niveles de microplásticos en los
océanos, una amenaza creciente para los animales marinos y para los seres humanos amantes del pescado.
Mientras tanto, el bidé se encuentra en peligro de extinción en países como España si atendemos a los pocos
datos existentes [5]. La falta de espacio y la crisis económica no ha ayudado a lo que las nuevas
generaciones ven como una reliquia histórica e incluso poco higiénica. Pero en Estados Unidos han hecho
números y ya lo venden como una solución verde al problema del papel higiénico. Sobre todo en su versión
nipona, que lo fusiona con el retrete para optimizar el uso del espacio.
El editor de la web metaefficient.com, Justin Thomas, asegura que las posaderas americanas necesitan al
año treinta y seis mil millones de rollos de papel higiénico, lo que implica usar unos quince millones de árboles
y mil ochocientos millones de metros cúbicos de agua, sin olvidar todo el cloro y la electricidad que requiere el
proceso [6].
Estos nuevos creyentes dicen que la cantidad de agua necesaria para limpiarse sin papel higiénico es muy
inferior a la que se emplea para su fabricación, lo que reduciría el impacto sobre el medio ambiente. Como
último recurso apelan al lado más cochino del ser humano: una encuesta realizada por Gallup en 2015 mostró
que casi un 40 % de los españoles admite no lavarse las manos después de ir al baño. Aunque el bidé no
salve los bosques, al menos obligaría a algunos a abrir el grifo.
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Bibliografía:
[1] «Postdefecation Cleansing Methods: Tissue Paper or Water? An Analytical Review». Dis Colon Rectum.
2016 Jul ; 59 (7):696-9. doi: 10.1097/DCR.0000000000000583.
[2] «Toilet hygiene in the classical era», BMJ 2012; 345 doi.
[3] «Mr. Whipple Left It Out: Soft Is Rough on Forests». The New York Times, 25/02/2009
[4] «Las toallitas tiradas al inodoro son un problema ecológico que cuesta más de 200 millones al año
en España». El Diario, 3/12/2017
[5] «¿Ha llegado el final del bidé?». El Mundo, 6/09/2009
[6] «Wipe or Wash? Do Bidets Save Forest and Water Resources?». Scientific American

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