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PONENCIA
2- Las realidades transcurren fuera del Registro de manera que, con frecuencia,
frente a la ‘realidad registral’ suelen darse ‘realidades extrarregistrales’ diferentes
a las que el Registro ha consagrado, incluso en los registros constitutivos, que
también tropiezan con realidades extrarregistrales diferentes de las publicitadas.
6- Las falencias formales del asiento, por ejemplo la falta de firma del funcionario
registrador, pueden subsanarse mediante la exhibición del instrumento originario
que motivó la redacción del asiento. Así ha reaccionado el legislador cuando
exige que se le presente el documento original nuevamente, en los casos
previstos en el segundo párrafo del artículo 35 que sería aplicable a estos
supuestos. La falta de firma determina la nulidad instrumental del asiento,
conforme a lo sentado en el artículo 988 del Código Civil; pero por ser el asiento
registral consecuencia de la fe pública “indirecta” (la directa emana del documento
registrable mismo) resulta factible su subsanación por aplicación del artículo 35.
14- Este procedimiento no significa dejar sin atender las prerrogativas de terceros
que pudieran verse afectados por la publicidad errónea; pues el documento con
su modificación aparecerá oponible con ese nuevo contenido, recién a partir de la
fecha de su ingreso y con esa prioridad registral. Si existiese conflicto con
terceros, el asunto debe quedar ya en manos de la justicia.
15- En los casos de destrucción total o parcial de los asientos por el paso del
tiempo, o el uso negligente por parte de los operadores internos del Registro, no
hay diferencia sustancial, con los supuestos de errores registrales. Pero sin dudas
la responsabilidad del Estado, en estos casos, por no haber adoptado las medidas
necesarias de seguridad y conservación, se hace patente, en razón de lo cual a él
corresponderá la responsabilidad y la diligencia de rehacerlo.
I- INTRODUCCIÓN
V- EL ERROR Y LA INEXACTITUD
4
Gabriel B- VENTURA, “Inexactitudes Registrales – Causas – Subsanaciones”, en Revista
Notarial de Córdoba, 1982, Nº. 83, pág. 198.
no provocar inexactitud registral5. Distinto es el caso en que el error en el
certificado proviene de una inexactitud registral que sí hace a nuestra norma.
5
Edgardo O. SCOTTI. (h); “La responsabilidad del Estado por errores u omisiones registrales en la
doctrina jurisprudencial”, Revista Notarial Nº 844, La Plata, 1979, pág. 619. Como bien explican
Alterini y Lloveras, para hablar de responsabilidad, se requiere que las inexactitudes se
exterioricen por medio de las certificaciones, de lo contrario “(...) no se dará la posibilidad de que
alguien sustente un derecho en aquello que el registro ha hecho conocer (...)”; ver Jorge H.
ALTERINI, y Néstor L. LLOVERAS, “Responsabilidad Civil por Inexactitudes Registrales”, ED.
Tomo 62, 1975, pág. 553.
6
Felipe P. VILLARO, “Elementos de Derecho Registral inmobiliario”, FEN, La Plata 1980, pág.
115, 116. También Luis MOISSET de ESPANÉS, “Inexactitudes Registrales”, pág. 22, dice: “El
error, que puede ser material o de concepto, es una especie de inexactitud (...)”.
hemos venido expresando, decimos que inexactitud registral es todo desacuerdo,
discordancia o, en los términos de Roca Sastre, “falta de paralelismo entre lo
registrado y la realidad jurídica extrarregistral”7.
En otras palabras, estamos ante una inexactitud, cuando los asientos
registrados no son el fiel reflejo de lo realmente existente en el mundo jurídico
extrarregistral y se está haciendo publicidad, por ejemplo, de actos nulos que no
han producido los efectos jurídicos que se pregonan registralmente, o de actos en
los que los intervinientes no son las personas que se enuncian en los asientos, o
lo son con distinto nombre, documentación, estado civil, etc.
10
Gabriel B. VENTURA, “Inexactitudes Registrales…”, trabajo citado, pág. 202.
11
Marta G. VARGAS de VALLANIA, Marta S. BENJAMÍN de RUIZ y Angela V. BONETTO de
CIMA, “La inexactitud registral y su proyección negocial”, Ed. Depalma, Buenos Aires, 1985, pág.
23 y ss. hacen una completísima síntesis sobre las diversas posturas en la doctrina española, por
lo que recomendamos la lectura de esta obra.
Otro tema es el de las irregularidades del asiento mismo, como instrumento
público indirecto. Pues bien puede ocurrir que, aun siendo exacto en cuanto al
contenido registrado, este instrumento tenga irregularidades que atenten prima
faccie contra su validez formal. Un ejemplo característico es la falta de firma del
funcionario registrador.
Se trataría de un supuesto de nulidad formal, si aplicamos las normas del
Código Civil, (art. 988, para los instrumentos públicos en general y art. 1004 para
las escrituras públicas). Estos dispositivos exigen una interpretación analógica y
“a fortiori” para abarcar el efecto que queremos asignarle, dado que mencionan
sólo la falta de firma de las partes; pero no aluden a la falta de firma del
funcionario instrumentador. Estimamos que, con mayor motivo debe estarse a la
nulidad del instrumento mismo frente a tal carencia; puesto que no sería dable
suponer que el legislador quiso sancionar con nulidad la falta de firma de las
partes y no cuando sea el autor mismo del documento el que no lo ha suscripto;
que por otra parte, aunque no sea entre las falencias formales, ha sido objeto de
pronunciamiento expreso en el artículo 1001 del Código, para las escrituras
públicas.
En solución de este problema, viene a colación toda la doctrina respecto a
los instrumentos públicos indirectos o reflejos; es decir los que constituyen una
copia o transcripción total o parcial del original o matriz. Todos los errores que se
advierten en el instrumento público reflejo, en nuestro caso el asiento registral, se
rectifican redactándolos nuevamente, ya que no estamos en presencia del
instrumento público directo. Bastaría pues con reproducir adecuadamente el
asiento, sin más requerimientos materiales o formales que el tener a la vista el
documento original que lo motivó. Así vemos que ha reaccionado el legislador
cuando exige que se le presente el documento original nuevamente, en los casos
previstos en el segundo párrafo del artículo 35 (error u omisión en el asiento);
pues bien, en algunos casos la supuesta rectificación deberá consistir en una
nueva redacción desplazando a la primera. Lo mismo ocurre cuando la falencia
consista en que el registrador haya omitido suscribir el asiento de su facción. Al
respecto, Lacruz Berdejo y Sancho Rebullida, expresan que, si bien en tales
casos hay nulidad manifiesta del asiento, el supuesto entraría en el ámbito de
“requisitos meramente registrales rectificables por el mismo registro, sin
necesidad de participación de las partes ni de la autoridad jurisdiccional. El error,
en términos generales, es, aquí, toda representación falsa del objeto que se
pretende publicar, por deficiencia del procedimiento representativo: legalmente,
además la falta de firma del Registrador (u otros requisitos meramente
registrales)”12.
En nuestro derecho, sin dudas, hay una laguna al respecto; pero de
nuestra parte estimamos que, para paliar la falta de firma de los asientos, deberá
solicitarse el título inscripto y cualquier funcionario con idénticas atribuciones a la
del originario registrador, suscribirá el asiento cumpliendo así la forma exigida. Si
no se pudiese contar con el título que motivó el asiento con la irregularidad,
deberá instrumentarse una investigación administrativa para determinar su
autenticidad material, la que una vez acreditada posibilitará la suscripción en la
forma indicada. Esta solución no transgrede la lógica jurídica, si se tiene en
cuenta la teoría de los documentos públicos indirectos o reflejos.
12
José Luis LACRUZ BERDEJO y Francisco de Asís SANCHO REBULLIDA, “Derecho Inmobiliario
Registral”, obra citada, pág. 313.
a que accede – propiamente error registral – se rectificará teniendo a la vista el
instrumento que la originó13.
Analizamos cada uno de los supuestos previstos:
Pero debemos tener presente que el error registral puede tener tres
variantes: 1º) El error u omisión en la expedición de certificados; 2º) el error u
omisión en los asientos y 3º) el error en la calificación; lo que está
íntimamente relacionado con el principio de legalidad.
En cuanto al primer supuesto no está contemplado en el artículo 35, dado
que no es atinente a esta norma. La solución, en el derecho argentino, pasa por la
teoría de las fugas, contempladas de manera expresa en materia de hipotecas, en
el artículo 3147 del Código Civil.
El caso puede plantearse cuando, ante la solicitud de un certificado, o de
un informe previo a un acto traslativo dominial, el registro omite hacer saber por
ejemplo de una hipoteca; o menciona un monto distinto al real; o directamente
había omitido redactar el asiento del gravamen.
Como habíamos adelantado el tema tiene solución expresa para la
hipoteca, en el artículo 3147 del Código Civil que establece que el Registrador
“...es responsable de la omisión en sus libros de las tomas de razón, o de
haberlas hecho fuera del término legal. Es responsable también del perjuicio que
resulte al acreedor de la falta de mención en sus certificados, de las inscripciones
o toma de razón existentes, o por negar la toma de razón que se le pide por
persona autorizada para ello”.
El legislador da por sentado que el perjudicado por la falencia en la
información o en la confección de los asientos, es el acreedor; de donde se extrae
como consecuencia lógica, que el adquirente no sufre mella en el derecho
dominial constituido a su favor. Él adquirirá su derecho “limpio” sin gravamen
alguno, que habrá desaparecido por la fe pública registral generada por la
información y su presunción de autenticidad. Luego también hay aquí una fe
pública trabajando a favor de quien se ampara en la fe que emana de los asientos
o certificados. Por ello hemos sostenido que en el derecho argentino hay fe
pública registral en sentido negativo.
El registro argentino pues, garantiza la inexistencia de lo que no informa.
Pero debe destacarse que sólo funciona respecto de los terceros, y que sean de
buena fe, conforme a la teoría del llamado “tercero registral” desarrollada al
comentar el artículo 20 de la ley 17.80115.
El error u omisión en los asientos, al que se refiere la segunda parte del
artículo 35, puede presentar las dos variantes que habíamos expresado: el error
u omisión en los asientos y el error en la calificación. Ambos supuestos pues,
se relacionan con la última parte del artículo 35. El primero de manera expresa; ya
que se refiere a error u omisión “material”; es decir al transcribir el contenido
documental. El documento fue calificado correctamente; pero al redactar los
asientos el registrador se equivoca y consigna el contenido con errores.
Supongamos que el documento a registrar fuere una escritura de donación de la
nuda propiedad sobre un inmueble del cual el donante se reservaba el usufructo;
y por un error del registrador omitió registrarse la reserva del derecho real de
usufructo. Otro ejemplo, que suele ser bastante más frecuente, sería cuando se
consigna el apellido de alguno de los otorgantes con una ortografía diferente.
Pues bien, como apunta la norma analizada, en tales casos bastará con la
presentación del documento original que motivó el asiento, para que el
registrador, mediante las notas aclaratorias, consigne la rectificación solicitada.
En cuanto al error en la calificación, se da cuando el error no es ya en la
redacción del asiento, sino conceptual por parte del registrador, que registra un
acto, cuando en realidad debió registrar otro, o cuando en verdad, el documento
debió ser rechazado u observado dado que contenía falencias que impedían su
inscripción o anotación. Así, habría quedado un asiento pregonando una
inexactitud, dado que el acto publicitado no es el que las partes celebraron; o
adolece de una nulidad, absoluta o relativa que, por el efecto de la no
convalidación (art. 4 de la ley 17.801) no se ha subsanado por la sola registración.
15
El tema fue ampliamente debatido en las Jornadas Australes de Derecho, sobre
Responsabilidad Civil: “Responsabilidad del Estado por errores registrales” (1980), Ed. U.N.C. y
Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, Córdoba, 1984, pág. 325 a 367.
En estos últimos casos, es probable que los interesados directos del acto,
subsanen “motu proprio” la falencia una vez advertida, en cuyo caso el supuesto
resultará de fácil solución16, sea mediante la confirmación, ratificación o
convalidación (arts. 1059, 1161 y 2505 del C.C.); pero si así no fuere, el
registrador no puede suplir de oficio la voluntad requerida para subsanar la
falencia, ni aún en los supuestos de nulidades absolutas. A lo sumo podríamos
tolerar la pretensión administrativa de lograr un pronunciamiento judicial al
respecto, para dar de baja el asiento17; y mientras pende dicha resolución
consignar nota de prevención.
Esto último, aunque no contemplado en la norma, resulta necesario frente
al error detectado; ya que de lo contrario, cualquier tercero que pretenda algún
derecho o medida precautoria sobre la cosa, será herido en su buena fe.
16
José Luis LACRUZ BERDEJO y Francisco de Asís SANCHO REBULLIDA, “Derecho Inmobiliario
Registral”, obra citada, pág. 309, 310.
17
José Luis LACRUZ BERDEJO y Francisco de Asís SANCHO REBULLIDA “Derecho
Inmobiliario Registral”, obra citada, pág. 316 -317.
impresos con sistemas que no resultan persistentes ni indelebles18; y las copias
comienzan a borrarse o deteriorarse con el tiempo dificultando su lectura cuando
no haciéndola desaparecer directamente.
Advertido el problema, corresponde al funcionario instrumentador
solucionarlo. Así aparecen normas como la del artículo 1009 del Código Civil que
determina que ante una variación entre la escritura matriz y su testimonio o copia,
deberá estarse al contenido de la primera. Pero ante esta claridad del precepto,
nos queda sin embargo una duda; ¿el artículo se referirá sólo a una instancia
judicial, donde se hará efectivo el cotejo? O, podrá también la autoridad
administrativa dejar sentado el problema y por expediente administrativo,
acreditado el verdadero contenido del instrumento, aceptar el nuevo documento
en reemplazo del equivocado o mal expedido.
De nuestra parte nos pronunciamos por esta segunda posibilidad; ya que
estimamos que la Dirección del Registro, tendría la atribución de evaluar el
verdadero contenido documental, puesto que el documento pretende ejecutarse
ante ella. Así, mediante un brevísimo procedimiento administrativo, sin que con
ello se hieran principios fundamentales, la autoridad registral, podrá analizar si
existe la coincidencia a la que apunta el artículo 1009 del Código Civil; asentará
su pronunciamiento en una resolución apropiada, y el documento modificado sólo
en su copia, accederá al registro con el contenido adecuado a su matriz.
Por otra parte también, nos parece apropiado aplicar la solución del artículo
1007 del Código Civil, aun cuando el documento no se hubiere extraviado; ya que
nos parece que la “ratio” del dispositivo, no impide aplicar sus principios también a
los que se han destruido o fueron expedidos en malas condiciones19.
Obviamente, de más está decirlo, este procedimiento no significa dejar sin
atender las prerrogativas de terceros que pudieran verse afectados por la
publicidad errónea; pues el documento con su modificación aparecerá oponible
con ese nuevo contenido, recién a partir de la fecha de su ingreso y con esa
prioridad registral. Si existiese conflicto con terceros, el asunto debe quedar ya en
manos de la justicia.
18
Es el caso de algunas impresoras “láser” cuya impresión resultaba fácilmente borradas con solo
pasar la mano, o por la natural fricción entre sus páginas.
19
Gabriel B. VENTURA, “Algunos problemas vinculados a los testimonios y copias de escrituras”,
Revista Notarial de Córdoba, Nº 73, pág. 57 y ss.
X - LA RECONSTRUCCIÓN DE ASIENTOS DESTRUIDOS