Claro que no y menos en la realidad que nos toca vivir hoy.
A veces, saber qué papel deben
tener los hijos dentro de la familia y la sociedad, crea ciertas dudas. Muchos padres y madres no saben si exigen demasiado a sus hijos o, por el contrario, se quedan cortos. Corrientes pedagógicas actuales, denominadas progresistas, critican fuertemente a la educación tradicional, acusándola de formalista, autoritaria, fomentadora de competitividad y constructora de conocimientos, solo mediante la memorización, un proceso que resulta totalmente pasivo para el alumno y, de hecho, bastante ajeno a sus intereses. Los autores de esta nueva corriente definen su modelo como todo lo opuesto: práctico, vital, participativo, colaborativo, activo y motivador, y es por eso que muchos padres han tomado, quizás inconscientemente, estas ideas y las han intentado implementar en su hogar considerándolas menos estrictas y más comprensivas. Últimamente se escucha bastante seguido a algunos padres decir “yo a mi hijo no lo reto, retar es reprimir, hay que dejarlo ser”, y mientras tanto el niño es criado en una burbuja donde cree que todo lo que hace está bien y que todo su alrededor debe cumplir sus caprichos y estar siempre a su disposición. Pero..los invito a preguntarse.. ¿Es eso lo que realmente se plantea en los paradigmas progresistas o se les ha ido un poco la mano con la idea de libertad a estos padres modernos? Parece que muchos adultos están tan saturados de problemas, que prefieren evitar un conflicto más y no ir al choque con su pequeño, algo así como un miedo a ponerse firmes, confundiendo un simple llamado de atención con un maltrato. De hecho, en muchos casos, prefieren derivar estas tareas, poniendo expectativas en ciertas instituciones como el colegio, actividades extra o incluso una niñera. Y entonces, cuando llega el momento de echarle la culpa a alguien, resulta simplemente más sencillo culpar a otro. Si hay algo que no puedo discutir, es que la educación sea cual sea su paradigma, tiene como propósito incorporar a los sujetos a una sociedad determinada, la cual posee pautas culturales propias y características; por lo tanto, la tarea de educar lleva siempre implícita la intencionalidad de ayudar a que el individuo desarrolle todas sus potencialidades. Más de un estudio ha comprobado que es durante nuestra infancia donde aprendemos a ser responsables. Por eso es que considero que implicar a los niños en las tareas del hogar, desde luego siempre y cuando estas guarden una coherencia con su edad, favorece a su autonomía personal, y no es de ninguna manera una represión o una obligación inapropiada. De hecho, de otra manera jamás podrán responsables de sus actos, y tampoco entenderán que los fracasos, forman parte de la vida y son útiles para aprender de ellos. Enseñarles a ser independientes resulta imposible si se hace todo en lugar de ellos, nunca sabrán qué actividades pueden realizar solos y ahí es donde está el problema. Por lo tanto, me gustaría dejarles en claro a algunos padres, que es esencial no confundir esta idea de educación libre, con la falta de ciertos límites y pautas, porque son estos mismos los que les permiten realizar por si mismos ciertas actividades y que además les serán necesarias para vivir en esta sociedad. Algún día los niños serán adultos y tendrán que tomar su vida y decidir qué hacer con ella. Pero para lograr esa independencia, es necesario que sean criados y educados en un proceso con pautas claras que les permitan formar su identidad mediante el respeto por el otro y la cooperación.