Você está na página 1de 2

Se trata, sin duda, de una obra polémica.

Sus trece capítulos repasan la historia


desde el paleolítico de la Antigua Europa hasta el desafío del futuro perfilándose a
partir de la violenta sociedad contemporánea; desde la mítica Diosa Madre hasta
el derrumbe del Este y todo ello con gran profusión de datos arqueológicos y
estadísticos.

Los primeros seis capítulos dedicados especialmente a la civilización minoica


recuperan, en cierta medida, la vieja idea de un “paraíso perdido” femenino, tan
caro a las feministas de la diferencia. En Creta, pues, “la totalidad de la vida estaba
impregnada de una fe ardiente en la Diosa Naturaleza, fuente de toda creación y
armonía” donde se desarrolló el homo ludens “cuyo miedo a la muerte estaba
prácticamente obliterado por la onmipresente alegría de vivir” (p. 36). La autora
refuerza en diversos pasajes esta idea. Afirma que “en Creta las virtudes ‘femeninas’
de mansedumbre y de sensibilidad ante las necesidades de los demás, tenían
prioridad social” (p. 45). Así, en contraposición a las demás de la antigüedad, la
civilización minoica es tildada de “civilización femenina” (p. 46). En otras palabras,
Eisler establece dos modelos civilizatorios: el uno femenino o solidario y el
otro masculino o jerárquico, a los que a su vez, atribuye valores constitutivos
también femeninos o masculinos según el caso. En el primero se canta a la vida y
a la Diosa, en el segundo se exalta a la muerte, la guerra y a los Dioses belicosos.
La Diosa se simboliza en el cáliz que representa a la sociedad nutriente femenina,
mientras que la sociedad jerarquizada, propiamente masculina, lo está en la
espada. En Creta “reina” la mujer, ella es libre y ejerce su influencia benéfica. Las
tribus pastoriles (kurgos) que invadirán después (cap. 6 en adelante) dominan a la
mujer, la mantienen sojuzgada (en diversos grados y modos) hasta nuestros días,
pues nuestro modelo de sociedad es masculino, es decir, jerárquico y belicista.

Lo femenino es presentado como una fuerza histórica (p. 115) derrotada en el


período de las invasiones que establecieron las virtudes masculinas de
la rudeza, la agresividad y la agresión por encima de las
de compasión, la responsabilidad y el amor (p. 137). El futuro, puede decirse, a
modo de conclusión, está precisamente en la recuperación de ese pasado que
constituye nuestra herencia oculta (cap. 8). Es decir, superar lo que Eisler denomina
la androcracia actual para establecer una nueva realidad sobre los antiguos mitos
gilánicos. De este modo se abre paso la transformación de la política, la economía
y la ciencia.

Reconocemos el valor ético de la propuesta de Eisler y -además- resulta


incuestionable que la sociedad actual es mayoritariamente agresiva, jerárquica y
autodestructiva. Muy bien ilustra la autora, con estadísticas actualizadas, el vuelco
cualitativo que significaría destinar a la alimentación y salud (cap. 12 y 13) los
recursos que se invierten en armamento ofensivo-defensivo. Sin embargo, a nuestro
modo de ver, la autora asienta sus dichos sobre algunos supuestos controvertibles:
1. Su constante apelación a lo femenino y lo masculino parece suponer algún
tipo de esencialismo, posiblemente de tipo biologicista por la continua apelación
a la mujer como madre.

2. Este esencialismo se resuelve en Eisler en una axiología de valores


femeninos y valores masculinos que adquieren un carácter atemporal y a-histórico.
En efecto, los varones minoicos, obviamente adaptados y partícipes de la
sociedad solidaria, son considerados por Eisler como portadores de valores
femeninos. Pero resulta difícil, ver el camino para la construcción de una sociedad
mixta sin supremacía de un sexo sobre otro con “valores humanos” que pueden
asumir varones y mujeres por igual.

3. La tabla axiológica implícita que maneja Eisler privilegia


los valores femeninos sin más. En otras palabras, todo valor solidario es considerado
femenino de lo que resulta que todo valor femenino es “superior” a todo valor
masculino, insertándose en la línea de quienes piensan que lo femenino tiene una
superioridad intrínseca. Conclusión por demás discutible.

4. La mujer es pues esencialmente solidaria, dulce, protectora, etc. Pocas veces


habla Eisler de las mujeres. Las que no son así caen, en la mejor tradición
androcéntrica, dentro de los casos no-naturales. Así, concluye, es tan anormal que
la mujer desee el poder (el ejemplo es M. Tatcher) como que el varón elija la
mansedumbre. En este sentido, Jesús aparece como portador de valores
femeninos (cap. 9).

5. De este modo la mujer aparece en Eisler como la única capaz de redimir a la


sociedad actual de su marcha hacia la destrucción. Tarea nada fácil que asigna
a la mujer y que parece poder realizarse por un mero acto de voluntarismo
colectivo de las mujeres.

De lo dicho parece desprenderse un reduccionismo peligroso por cuanto, en aras


de un noble objetivo, simplifica de modo drástico, un problema mucho más
complejo e intrincado.

Nos parece innecesario extendernos más sobre estas consideraciones.


Prescindiremos también de evaluar en detalle datos y fuentes en torno de las
concepciones médico-filosóficas de la antigüedad. Bástenos, a este respecto,
disentir fuertemente del rótulo de “feminista” que aplica a Platón y a Pitágoras.
Numerosa bibliografía fundamenta una interpretación contraria. La obra es, con
todo, un intento loable de interpretar nuestro pasado y nuestro futuro de modo
diverso.

Você também pode gostar