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La iglesia y las crisis centroamericanas en la nueva guerra fría.

Movilizaciones alrededor del caso salvadoreño (1977-1983)


Massimo De Giuseppe (Università IULM, Milano)

Introducción

«In recent years new participants have opted into Central America’s traditional pattern of political
competition. These include the Cubans, who stand ready to succour, bolster, train, equip and advise
revolutionaries produced within these societies and to supply weapons for a general insurgency when that
is created and, in back of the Cubans stand the Soviet Union with its grand strategy and infinite tactical
sophistication. Other new participants include the socialist International into which are gathered a number
of democratic socialists (Willy Brandt, Olof Palme, François Mitterand, Michael Manley) who, unable to
win popular support for peaceful revolutions in their own countries, have grown progressively more
enthusiastic about supporting revolutions elsewhere and less fastidious about the company they keep and
the method utilized. Yet another new participant is the Catholic left, whose interest in revolution on this
earth has waxed as concern with salvation has waned and which acts through any organizational
embodiment at hand»1.

Con estas palabras se expresaba Jeane Kirkpatrick en un discurso presentado en un


seminario del American Enterprise Institute for Public Policy Research en diciembre de 1980.
Hacía unas semanas había terminado la cabalgata electoral de Ronald Reagan en los EE.UU.,
que había llevado a los defensores de la nueva derecha republicana a la Casa Blanca. En espera
de ser nombrada oficialmente embajadora ante las Naciones Unidas, la politóloga conservadora,
una de las críticas más severas del acuerdo nuclear Salt II y de la política exterior de la
administración Carter (léase su famoso discurso del noviembre de 1979 Dictatorship and Double
Standard2) aplicaba aquí los fundamentos de la doctrina Rockfeller (sobre la conexión entre
nuevo catolicismo popular y riesgos de insurgencia) al caso centroamericano. Un año y medio
después de la victoria sandinista en Nicaragua y a menos de dos meses de la explosión de la
guerra civil en El Salvador, identificaba tres claros factores de riesgo para el control estratégico
de la zona: la presencia de Cuba, a través de una versión modernizada del foquismo, el
dinamismo político y diplomático, en perspectiva tercermundista, de los socialdemócratas
europeos y, sobre todo, el activismo de los católicos, presentes a nivel de organizaciones
populares como en el frente de la denuncia de la violencia que afectaba con un impacto cada vez
mayor a toda la región.
La crisis socio-política que convirtió, en los últimos años ’70 y principios de los ’80,
América Central en una de las áreas de tensión de la «nueva guerra fría» (junto con Asia central
y Medio oriente), vio, de hecho, por una serie de razones diferentes, los actores religiosos -
instituciones eclesiásticas, organismos cristianos, comunidades eclesiales de base, grupos,
sindicatos, universidades, catequistas... - desempeñar un papel central. En particular, después de
la trágica muerte del arzobispo Oscar Arnulfo Romero, el 24 de marzo de 1980, un teatro
históricamente marginal como el pequeño El Salvador se convirtió en el centro de una compleja
red de actividades diplomáticas, iniciativas políticas, propuestas negóciales y formas, a menudo
inéditas, de movilización. En este sentido, el caso salvadoreño representa, en términos distintos
de la cercana Nicaragua y Guatemala, un poderoso modelo para leer las mutaciones del proceso
de «latino americanización» de la guerra fría y su lectura desde Europa. En este sentido, intento
aquí introducir tres perfiles de análisis.

1
J. Kirkpatrick, The Hobbes Problem: Order, Authority and Legitimacy in Central America, discurso presentado para la
December 1980 Public Policy Week del American Entrerprise Institute for Public Policy Research, en Fundo Tpp-Es, en
AFLLB, Fundo Sezione internazionale-Diritti dei Popoli (Si-Dp.), 345, America centrale.
2
Véase J. Kirkpatrick, Dictatorship and Double Standard: Rationalism and Reason in Politics, en «Commentary
Magazine» 11/1979, luego editado por Simon and Schuster, New York 1982 .

1
En primer lugar, analizar la génesis y el desarrollo de la guerra civil salvadoreña, nos
permite reconstruir «en vivo», en una coyuntura peculiar, los términos de la superposición entre
la crisis interna del país (con todos las huellas del pasado) y las mutaciones del equilibrio bipolar
este-oeste (a nivel regional, continental y mundial). Analizar las formas del deslizamiento del
país en el conflicto a través del filtro de la penetración de la guerra fría, ayuda a entender la
interacción entre las dinámicas endógenas y exógenas que marcaron la etapa de la polarización
política y la escalada de la violencia (1977-1980), así como la fase de la guerra abierta y de los
operativos masivos (1980-1983) para llegar, finalmente, al conflicto de «baja intensidad» (1984-
1992), con sus contradictorios procesos de democratización y stop’n’go de la diplomacia. La
participación de la población civil en la guerra pasa inevitablemente por la lectura de las
proyecciones en el país de la crisis internacional y de las consecuencias políticas generadas a
partir de esto.
Segundo punto: el horizonte de la guerra civil salvadoreña se coloca en el corazón de la
llamada «segunda guerra fría» o «nueva guerra fría» y de esta asume elementos de continuidad y
ruptura, en comparación con el pasado reciente. Entre los factores relevantes va, de hecho,
señalado que, en la época de la invasión soviética del Afghanistan y de la Revolución Iraní, el
caso de El Salvador sufre por un lado el impacto político-ideológico, del relanzamiento del
conflicto bipolar, quizás en términos anti-tercermundistas más que antisoviéticos, que acompaña
a la transición presidencial de Carter a Reagan. Por otro lado experimenta el efecto de
transnacionalización de la «guerra sucia», como lo define Ariel C. Harmony3, que remodela la
relación entre la nación, un estado agresivo pero frágil - que desde los años Treinta del siglo XX
se fundaba sobre una alianza tácita entre el ejército y una pequeña élite política - y la comunidad
internacional. Una relación crítica amplificada por una verdadera emergencia en términos de
violaciones de derechos humanos. La interacción entre estos factores permite que el «pulgarcito
de las Américas» pueda de repente asumir una importancia simbólica (con evidentes
consecuencias políticas) extra-continental, más allá de los límites del «patio trasero» o de las
clásicas lecturas de las Western Hemysphere’s Strategies norteamericanas.
El tercer elemento distintivo se relaciona con el papel crucial jugado por la Iglesia Católica
en la crisis. El historiador Loris Zanatta la define una guerra «intra-cristiana», en la que «se invocó
el nombre de Dios en todos los lados de las barricadas», como resultado de una suma entre la «crisis
de la modernidad y la crisis del cristianismo» 4. La fracturación del modelo nacional salvadoreño se
desplegó a lo largo de una amplia transformación de las dinámica post-conciliares. La génesis y la
primera fase de la guerra civil salvadoreña no sólo reciben el efecto de largo plazo de la «latino
americanización» del Concilio Vaticano II con sus evidentes consecuencias sociales y políticas 5. La
crisis salvadoreña se coloca de hecho en un crucero histórico y dentro de un proceso de
transformación radical de la relación entre S. Sede y las iglesias de América Latina y por el enfoque
del nuevo Papa Juan Pablo II respecto a la evolución de la dinámica bipolar. La conferencia de
Puebla de enero de 1979, la III del Celam (cuya presidencia pasaría de allí a dos meses al ultra-
conservador cardenal colombiano López Trujillo), se celebró en un momento muy delicado cuanto
al destino de los laicos y el clero que participaban en las diversas formas de «pastoral liberadora» e
interpretación de la «opción por los pobres» elaborada en Medellín once años antes y ahora
transformada en «opción preferencial por los pobres»6. No pasó un año y la comunidad católica
internacional fue tan gravemente sacudida por el impacto simbólico del asesinato de Monseñor.
Romero que varios de sus componentes se harán protagonistas de una movilización masiva de
3
A. C. Harmony, Transnacionalizando la «Guerra sucia», Argentina en Centroamérica, en D. Spenser (ed), Espejos de
la guerra fría. México, América central y Caribe, Ciesas/Sre 2004, pp. 319-348.
4
L. Zanatta, Storia dell’America latina contemporanea, Laterza, Roma-Bari 2010, p. 192. Véase además L. Zanatta, El
Salvador e la crisi dell’unione tra croce e spada, en M. De Giuseppe (ed), Oscar Romero. Storia, memoria, attualità,
Emi, Bologna 2006, pp. 133-155.
5
G. La Bella, Roma e l’America latina. Il Resurgimiento cattolico sudamericano, Guerini, Milano 2013.
6
Documentos de la III Conferencia del Episcopado Latinoamericano, en Enchiridion. Documenti della Chiesa
latinoamericana, Emi, Bologna 1995.

2
solidaridad y denuncia destinada a durar hasta el final de la década. Paralelamente el caso
salvadoreño se inserta en un profundo debate intra-ecclesial cuya eco resuena hasta en las críticas a
la interpretación cristológica liberadora lanzada por el nuevo prefecto de la Congregación para la
Doctrina de la Fe, el cardenal alemán Josef Ratzinger, en septiembre de 1983 (y luego adquiridas en
la famosa instrucción de 6 de agosto 1984, Libertatis nuntius y en la Libertatis conscientia de
1986)7. Adentro del grupo liberacionista llamado al orden por la curia romana estaban algunos
intérpretes decididos de la aplicación social de la teología de la liberación en América central como
los jesuitas españoles Jon Sobrino e Ignacio Ellacuría. En cierto sentido, en El Salvador, a través de
los años 80, se cierra un ciclo de recepción del Concilio, y tal vez incluso del tercermundismo
católico.
La combinación de estos tres elementos – sobre posición entre la dimensión endógena del
conflicto y la penetración del bipolarismo, dinámica regional de la nueva guerra fría y
turbulencias dentro del horizonte eclesial – aquí presentadas de forma esquemática, nos permite
aventurar un intento de periodización:
1) 1977-1980. En esta etapa se asiste a una fase de profunda aceleración de la crisis, que madura
después de quince años de transformaciones socio-políticas sin terminar, y que se abre con la
llegada al escenario nacional de los dos Romero: el general Carlos Humberto, nuevo presidente de
la República, y monseñor Oscar Arnulfo, un moderado llamado a la cabeza de la Arquidiócesis de
San Salvador. Esta fase se completará, unos meses después del derrocamiento del primero, con la
muerte dramática del segundo. En tres años y medio, el país sufrió una extrema polarización
política y una radicalización de las opciones y perspectivas ideológicas. Los izquierdistas (en su
mayoría de clase media y urbana) y los grupos católicos (sobre todo los grupos populares y rurales,
con varios niveles de organización), abrazaron la opción armada. Muchos de estos eran
procedentes de la cuenca de los sindicatos campesinos blancos de la FECCAS, nacidos cerca de la
parroquia de Aguilar, dirigida por el padre jesuita Rutilio Grande. En paralelo se asistió al
desarrollo de una escalada de la represión, cada vez más generalizada (no necesariamente de
acuerdo con una lógica de causa y efecto). El resultado fue la aplicación por parte del gobierno de
políticas de contra-insurgencia cada vez más indiscriminadas relacionada a una nueva etapa de
militarización del régimen. La escalada de la violencia incrementó los ataques paramilitares
dirigidos especialmente contra los movimientos de oposición, campesinos y comunidades
católicas. Este proceso agudizó inevitablemente las dificultades de la línea de Carter, encarnada en
El Salvador por el embajador White, oficialmente orientada a la búsqueda de un equilibrio entre la
protección de los intereses estratégicos y el respeto de los derechos humanos. Al mismo tiempo
aumentó la exposición de los católicos institucionales críticos, tanto a nivel político (una
componente del Partido Demócrata-Cristiano), cuanto de instituciones eclesiásticas, sacerdotes y,
sobre todo, laicos. Con un episcopado profundamente dividido y polarizado se asiste al
fortalecimiento simbólico del papel de la Arquidiócesis de San Salvador, ya caracterizada en los
últimos años por un fuerte compromiso social. Esta actuó en esta etapa a dos niveles: a través de
un esfuerzo extenuante para obtener una cada vez más difícil reconciliación al interior del país y
construyendo una plataforma de denuncia internacional de las violaciones de derechos humanos.
Mons. Romero, con fin conciliador 8, consideraba que las dos acciones, la mediación y la demanda,
en términos no antitéticos, a la luz de las prioridades de la justicia social. La victoria sandinista en
Nicaragua (julio de 1979) y el doble golpe militar (el primero, del 15 de octubre de 1979, que llevó
a una junta cívico-militar con presencia de elementos progresistas – el coronel Majano, el rector de
la UCA, Ramón Mayorga y el social-demócrata Guillermo Ungo -, la segunda de enero 1980 curva
cerrada a la derecha radical y a la rápida militarización del gobierno), completaron el proceso de
radicalización redefiniendo en términos nuevos la superposición entre violencia doméstica y lógica
bipolar.
7
S. Scatena, La teologia della liberazione in America latina, Carocci, Roma 2008. L. Segundo, Teología de la
liberación. Respuesta al Cardenal Ratzinger, Cristiandad, madrid 1985.
8
R. Morozzo della Rocca, Primero Dios. Vita di Oscar Romero, Mondadori, Milano 2005.

3
2) 1980-1983. La segunda fase se abre tras el asesinato de Monseñor. Romero, el 24 de marzo de
1980. Con este acto se ha eliminado el último obstáculo agotador, concreta y simbólica. De hecho
la muerte del arzobispo conciliador y defensor de los derechos humanos abrió las puertas a la
guerra civil que podría estallar en unos pocos meses (en octubre), con la ofensiva general del
FMLN y la fuerte reacción del ejército. Pero hay un dato muy peculiar: este proceso de pasaje de la
violencia generalizada a una verdadera guerra civil se llevó a cabo de forma paralela a la campaña
electoral de EE.UU. Reagan ganó las primarias republicanas en julio y se impuso sobre Carter el 4
de noviembre. La llamada «ofensiva final» del FMLN fue lanzada el 10 de enero de 1981, cuatro
días después la toma de posesión del nuevo presidente norteamericano. Desde finales de 1980 se
abrió entonces la fase más dramática de la guerra, marcada por una represión masiva, atentados y
una serie de masacres de la población civil (se calculan más de 35.000 muertos en los primeros tres
años de lucha), en su mayoría campesinos. Son los años de los operativos masivos y de la
aplicación de la lógica la tierra atrasada por un lado, del radicalismo de Carpio por el otro. Esta
fase se caracteriza por una profunda laceración del Partido Democrático-cristiano salvadoreño y
una serie de iniciativas diplomáticas y multilaterales externas: la Declaración franco-mexicana del
agosto de 19819, las iniciativas de los socialdemócratas alemanes, a través de las políticas de
cooperación al desarrollo de la Comunidad Económica Europea, y unas declaraciones adoptadas
por la Asamblea General de las Naciones Unidas. En otro nivel se produjo una movilización
internacional masiva de grupos sociales de varias naturaleza (en Europa, EE.UU. y América latina)
y de organismos para la protección de los derechos humanos. El impacto internacional de la muerte
de Mons. Romero produjo además las condiciones para una movilización de las conciencias de los
cristianos y católicos que estimuló las iniciativas de varios grupos, individuos, organizaciones y
movimientos, del clero secular, regular y de laicos. En una etapa delicada, marcada por el
«control» eclesial de la Compañía de Jesús (como resultado de la enfermedad del padre general
Arrupe)10, se puso en marcha un proceso original de construcción de redes organizadas, que en
muchos casos cruzaron partidos y afiliaciones religiosas, abriendo un diálogo entre sensibilidades
distintas y, a menudo jugando (como en Italia) con las tensiones y los problemas presentes en los
diferentes escenarios políticos nacionales. En particular, se destacó en esta etapa el activismo de la
Comisión de Derechos Humanos de El Salvador (CEDHES), encabezada por Marianela García
Villas, una abogado que fue capaz de establecer puentes sólidos entre la galaxia del catolicismo
pacifista (Pax Christi), el mundo sensible a la teología liberadora, hasta abierto a la legitimidad de
la opción armada (el Cosal de Cuernavaca y una parte de SICSAL), con los representantes legales
de un tercermundismo laico y de inspiración socialista como la Liga de los Derechos de los
Pueblos vinculada a la Fundación Lelio y Lisli Basso. La intersección de estas culturas y
experiencias, llevó a organizar en la Ciudad de México, en febrero de 1981, la sesión dedicada a El
Salvador del Tribunal Permanente de los Pueblos (Tpp). La resonancia de las denuncias de
violaciones, especialmente en los meses que siguen al asesinato de la misma García Villas, en
marzo de 1983, produjo una fuerte presión en varios ámbitos culturales, y políticos-partíticos, en
Europa y América del Norte.

3) 1984-1992 Los cambios en el trasfondo regional y en la dinámica de la nueva guerra fría, junto
con las presiones sobre el tema de los derechos humanos contribuyeron a producir un cambio
estratégico de la administración Reagan respecto a Centroamérica con efecto inmediato sobre las
opciones político-militares del gobierno salvadoreño. Mientras se iba normalizando (en términos
bipolares) la situación nicaragüense (con una gradual marginalización de los componentes
tercermundistas y católicas) y la situación guatemalteca sigue una polarización de una
9
Sobre la iniciativa mexicana véase M. Castillo, M. Touissaint, M. Vásquez Olivera, Centroamérica, segundo volumen
de la serie editada por Mercedes de Vega, Historia de las relaciones internacionales de México 1821-2010, Sre, México
2011. Además M.A. Chavarría, Las relacione entre El Salvador y México, en M. Ojeda (ed), Las relaciones de México
con los países de América central, El Colegio de México, México 1985.
10
J.M. Sariego, Arrupe e l’America centrale, en G. La Bella (ed), Pedro Arrupe. Un uomo per gli altri, Il Mulino,
Bologna 2007, pp. 439-474.

4
contrainsurgencia de matiz étnico-social11, en El Salvador, la compleja composición de la
organización territorial religiosa y política del FMLN, por un lado, y el impacto de la gran
movilización rural del otro, instó a Washington a apoyar la línea de una transición controlada a la
fase de la guerra «de baja intensidad». Esto dio como resultado, por un lado, una desaceleración
del conflicto, con una contención parcial del uso de la violencia y el terror paramilitar y, por otra
parte, produjo una re-politización del marco nacional. Esta se desarrolló a través del apoyo
norteamericano a la laboriosa operación (económica y política) de relegitimación internacional de
los Demócrata Cristianos de Napoleón Duarte. La estrategia de posponer la apertura de un proceso
de negociación se negó todavía por un tiempo a los esfuerzos multilaterales del grupo de
Contadora y a la compleja obra de pacificación intentada por el arzobispo Rivera y Damas, pero
sentó las bases para aceptar la idea de una futura solución diplomática a la crisis, que habría
llevado a los acuerdos de paz firmados en enero de 1992 en el castillo de Chapultepec. Además,
durante la guerra «a baja intensidad» se definieron las nuevas políticas market oriented, aplicando
al caso salvadoreño, alrededor del pasaje de un autoritarismo militar a una democratización formal,
los criterios del Program for Sustained Growth que el nuevo secretario de Hacienda
norteamericano, James Baker, había concordado en 1985 con los técnicos del Fondo Monetario
internacional. Funcional a este proceso apareció la disminución gradual de la intensidad de la
movilización externa de los católicos y el intento de despolitización de la Iglesia salvadoreña,
implementado tanto en términos violentos (los asesinatos selectivos de las catequistas y activistas
continuó a lo largo de los años ochenta, hasta culminar en la simbólica masacre de los jesuitas de
la UCA en otoño de 1989), tanto a través de una serie de operaciones intra-eclesiales, parcialmente
exitosas. La transición de las políticas de «Tierra atrasada» a la guerra «de baja intensidad» y el
regreso a la escena de la diplomacia no fueron meros efectos de los cambios estratégicos, sino
también parte del proceso de transformación de la «Nueva Guerra Fría» frente a la crisis del
bloque soviético y de la capacidad de negociación de algunos actores. Elaborando las lecciones del
pasado recién estos supieron tejer e insertar en términos originales la cuestión de violaciones de
derechos humanos en el contexto de una redefinición del marco político del país que recibía linfa
directamente del cierre de la etapa del bipolarismo.

Después de este elenco sumario de unos nodos problemáticos, el intento de la ponencia es


analizar el crucero de las crisis centroamericanas de los Ochenta a través de la movilización
católica por el Salvador, con particular atención al asunto de los derechos humanos. Utilizaremos
la perspectiva italiana y sus enlaces externos como espejo simbólico. Por cuestión de tiempo y
espacio nos centraremos ahora sólo en algunos aspectos, privilegiando la segunda fase de
periodización indicada, intentando presentar algunos pasos de una investigación en curso que
tiene como objetivo leer la especificidad de la crisis salvadoreña en el marco de la Guerra Fría, a
través de la reconstrucción de la acción de solidaridad de algunos grupos de católicos (italianos,
europeos y americanos) y de su capacidad para establecer redes transnacionales. En particular,
vamos a dedicar un espacio a la organización de la reunión de la Tpp sobre El Salvador y al
papel de Pax Christi, cruzando los documentos de la Comisión de Derechos Humanos de El
Salvador (CDHES) que se conservan en la sección internacional de la Fundación Lelio y Lisli
Basso, en Roma, y, con documentos inéditos de otros archivos particulares (Pax Christi,
Fundación Balducci, Archivo Turoldo, Archivo del Instituto Luigi Sturzo, Archivo Bassetti,
sección IPALMO, cartas privadas del cardenal Casaroli, Centro de Documentación Oscar
Romero ....).
Romero y la internacionalización de la crisis salvadoreña (1977-1980)

11
G. Grandin, The Blood of Guatemala. An History of Race and Nation, Duke University Press, Durham & London
2000 y M. Vera Castañeda, Masas, armas y elites. Guatemala, 1820-1982. Análisis sociológico de eventos históricos,
FLACSO, México 2008.

5
Entre finales de 1977 y finales de 1979 se organizaron cuatro investigaciones sobre
violaciones de derechos humanos en El Salvador por parte de observadores internacionales. Las
dos principales, en cuanto a impacto internacional – una organizada por la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos de la OEA y la otra de Amnesty International 12 -
compartían la lectura del papel jugado por el Arzobispado de San Salvador, en línea con las
motivaciones de la Laurea honoris causa otorgada a Mons. Romero por la Georgetown
University en febrero de 1978. En esta ocasión el arzobispo había lanzando un llamamiento a la
construcción de un «nuevo humanismo»13. En su perspectiva este esfuerzo era producto de la
fidelidad a su misión pastoral, elemento esencial de su lema «sentir con la iglesia», que tenía que
desarrollarse paralelamente a nivel institucional y popular, como resultado de una inserción del
magisterio en la experiencia histórica salvadoreña. Un impresionante síntesis de este enfoque,
que ayuda a deshacerse de una gran controversia en torno a la dimensión política de la obra de
Romero, se encuentra en un pasaje de la respuesta del arzobispo a un periodista mexicano sobre
el «compromiso de la iglesia salvadoreña por los derechos humanos» en los días de la
Conferencia de Puebla, que coincidieron con el homicidio del padre Ortiz, junto con cuatro
muchachos del centro de formación El Despertar. «Desde la perspectiva evangélica – contestó
Romero - nosotros no vamos a atender al motivo político o de conveniencia del momento.
Sabemos que defender los derechos humanos es cumplir el Evangelio... En este sentido la línea
de la Iglesia, pues, es intransigente. Aún cuando no hubiera conveniencias políticas para
defender los derechos humanos, ella los defendería contra viento y marea. Es su deber»14. El
encuentro de Puebla se consumó en una coyuntura particularmente delicada. Mons. Romero
participó en el grupo de trabajo sobre el documento Evangelización y promoción humana y esta
experiencia tuvo gran influencia sobre su cuarta y última carta pastoral, Misión de la Iglesia en
el medio del país, del agosto sucesivo15. En México el arzobispo recibió una fuerte atención
mediática e de regreso a San Salvador encontró una situación super-polarizada y una conferencia
episcopal profundamente dividida en que gozaba del apoyo del sólo Arturo Rivera y Damas, lo
que aceleró su acercamiento operativo a los jesuitas de la Uca16.
Pocos meses después, durante el verano de 1979, la revista italiana «Politica Internazionale»
- voz oficial del Istituto per le relazioni tra l’Italia, i Paesi dell’Africa, dell’America latina e del
Medio oriente (Ipalmo), un organismo paralelo al Ministero degli Esteri (la Secretaría de Relaciones
exteriores) italiano, especializado en las relaciones geopolíticas y culturales con los países extra
europeos - publicaba un dossier titulado Chiesa, Partiti, Movimenti di ispirazione cristiana in
America latina. Coordinadora del trabajo era Marcella Glisenti, histórica promotora de acciones de
solidaridad internacional con los «popoli latinoamericani», directora de la librería Paesi nuovi (un
centro de documentación tercermundistas en Roma), vieja colaboradora de Giorgio La Pira (político
católico progresista, constituyente, alcalde de Florencia desde 1950 a 1965 y presidente da 1967 a
1973 de la Federación Mundial de las Ciudades Unidas), y ya secretaría de la sección italiana de la
Fundación Bertrand Russell. Los autores del dossier, periodistas, políticos, docentes universitarios,
cuestionaban sobre las experiencias, las contradicciones y las perspectivas de la relación entre los
católicos y la política en los varios países del subcontinente, a la luz de Puebla y de la ola emocional
producida por la escalada de la violencia que ensangrentaba el Centroamérica. En particular dos

12
Respectivamente: Informe Sobre la situación de derechos humanos en El Salvador, 17 de noviembre de 1978,
Archivo Oea,L/V/II.46, doc. 23, ahora en http://www.cidh.oas.org/countryrep/ElSalvador78sp/indice.htm y Report on
the Situation of Human Rights in El Salvador, November 1978, Amnesty International Report 1978, Air, London 1979.
13
Discurso de Monseñor Romero el día de su investidura académica como Doctor en Letras humanas Honoris Causa,
en la Iglesia Catedral, 14 febbraio 1978, en J. Sobrino-I. Martín Baró-R. Cardenal (a cura di), La voz de los sin voz. La
palabra viva de Mons. Romero, pp. 173-180.
14
Entrevista a Mons. Romero, in «Revistas de las Revistas», suplemento semanal de «Excelsior», 24 de enero de 1979.
El periódico mexicano dedicó varios artículos a la situación salvadoreña entre febrero y abril de 1980.
15
M. De Giuseppe (ed), Giustizia e pace come pedagogia pastorale, La Scuola, Brescia 2011.
16
Sobre el papel de los jesuitas: T. Withfield, Pagando el precio. Ignacio Ellacuría y el asesinato de los jesuitas en El
Salvador, Uca, San Salvador 1991.

6
artículos, uno del exiliado chileno José Antonio Vieria Gallo, fundador del Center for Social Studies
(Cesoc) y el otro del periodista vaticanista Giancarlo Zizola, eran abiertamente dedicados a las
divisiones entre católicos respecto al tema de los derechos humanos y invitaban los lectores a
reflexionar sobre dos planes históricos: el plan de la transformación de la Iglesia latinoamericana
posconciliar – de Medellín a Puebla, pasando por la encíclica de Pablo VI Populorum Progressio –
y el plan de la guerra fría, que parecía listo a soplar con renovada fuerza justamente sobre los países
centroamericanos.
Mientras Vieira Gallo-llevó analizaba el reencuentro entre la Iglesia y los derechos humanos
en América Latina (cuatro siglos después de la relectura lascasiana del derecho natural) en la
perspectiva de una aceptación y descubrimiento de un necesario pluralismo ideológico y político,
Zizola reflejaba sobre las denuncias de Mons. Romero respecto a la violencia en El Salvador,
cuestionando la lógica de la contrainsurgencia y a la polarización del país. Por eso asociaba el
creciente activismo internacional del arzobispo, a pesar de su original fama de moderado y
conservador, a lo que definía «el inevitable destino de una traducción de las profundas instancias de
la iglesia posconciliar en un plano político»17. Zizola reconocía la que consideraba una «natural
reacción» a todas las formas de violencias, sobre todo a la violencia «institucionalizada» (según la
vieja tripartición de la violencia propuesta por el arzobispo brasileño don Helder Câmara)18 que
volvía a golpear inexorablemente a los grupos más frágiles, como campesinos, catequistas o
activistas de las comunidades rurales. Por eso invitaba a considerar Romero y los sacerdotes y
activistas perseguidos en su diócesis, como interpretes de la tesis de la «necesaria sustitución de la
política ausente» de Evaristo Arns19. Adentro de esta perspectiva Zizola colocaba acciones
impactantes como la excomulgación de los asesinos del padre Rutilio Grande, la misa única en
catedral, la decisión de leer, al final de la celebración religiosa, los resultados semanales de la
Comisión de derechos humanos del arzobispado (encargada de reconocer victimas y desaparecidos),
hasta llegar al plan de la denuncia internacional, entendida como una plena aceptación de la acción
de defensa de los derechos del hombre aquí definida «elemento esencial de la misión
evangelizadora de la iglesia». Exactamente a estos temas es dedicada la tercera parte de la citada IV
Carta pastoral de Mons. Romero, con la cual intenta aplicar el magisterio a una situación extrema,
aún poniendo al centro la pacificación nacional y rechazando (y al mismo tiempo analizando) las
distintas formas de violencia: «estructural», «arbitraria del Estado», «de la extrema derecha»,
«terrorista injusta», «de la insurrección», «de legítima defensa», hacia la conclusión: «la Justicia es
el criterio para juzgar la violencia» y «el cristiano debe ser pacífico pero no pasivo»20.
Sin embargo, hay un hecho que a menudo se olvida o se subestima a la hora de analizar la
historia de Mons. Romero, que creo, en cambio, esencial. Esto depende de la estructura
organizativa, que fue la base de ese esfuerzo. En general tienden a dominar los aspectos
emocionales e irracionales: por un lado la imagen del obispo conservador de repente convertido a la
«opción por los pobres» en un país dividido y aterrorizado, que ha impulsado el periodismo
militante en términos apasionados; por el otro la imagen del pastor que siempre ha puesto ante a
todo su opción del total lealtad a Roma, interpretación que domina en cambio una cierta línea
historiográfica21. Pero creo que, para historicizar Romero y su iglesia destrozada en esta fase
17
G. Zizola, Da Medellín a Puebla. La rifondazione della cristianità, en «Politica internazionale» 8-9 (1979), pp. 35-52.
J.A. Vieira-Gallo, La Chiesa latinoamericana e i diritti umani, idib., pp. 67-73.
18
El obispo de Recife, promotor de una línea de «no-violencia activa» frente a los regímenes militares
latinoamericanos, aceptaba la clásica tripartición de Melgar y Medellín entre una violencia, «estructural»,
«revolucionaria» y «represiva», condanando las tres pero reconociendo las motivaciones de la segunda. Sobre este tema
véase el capítulo In dialogo con Câmara: l’opzione della non violenza en M. De Giuseppe, La Pira operatore di pace:
l’America latina, in Aa.Vv., La “guerra impossibile” nell’età atomica. Centenario della nascita di Giorgio La Pira,
Isprom, Am&D, Cagliari 2010, pp. 202-230.
19
S. Scatena, In populo pauperorum. La Chiesa latinoamericana dal Concilio a Medellín (1962-1968), Il Mulino,
Bologna 2007.
20
La misión de la Iglesia en el medio del país, cit., pp. 147-150.
21
Dos ejemplos de estas lecturas opuestas son: E. Masina, L’arcivescovo deve morire. Oscar Romero e il suo popolo,
Gruppo Abele, Torino 1996 y el citado R. Morozzo della Rocca, Primero Dios. Vita di Oscar Romero.

7
dramática, sea útil tener en cuenta la naturaleza de las estructuras organizativas internas al
arzobispado, sus raíces y formas de legitimación popular, por un lado, su capacidad de encontrar y
comunicarse con otros grupos de interés externos por el otro. Se trata de la construcción de una red
de actores, organismos, grupos que, tanto dentro como fuera del horizonte católico, se sintieron
involucrados en aquella síntesis peligrosa de presiones históricas que pasó por El Salvador desde
final de los Setenta. En este sentido, durante la escalada de violencia que marcó el periodo 1977-
1980 - por lo menos desde la de Defensa y garantía del orden Público del 24 de noviembre 1977 –
se experimentaron unas estructuras diocesanas, profundamente postconciliares, heredadas por un
obispo social como Mons. Chávez y González pero adaptadas al nuevo contexto; se aumentaron los
espacios de trabajo (y de riesgo) de los miembros de las organizaciones diocesanas en una
perspectiva tendencialmente pluralista y anti sectaria, proyectando su trabajo afuera del país.
Paradójicamente, de esta manera se puede interpretar el acercamiento (lejos de ser evidente,
teniendo en cuenta los malentendidos anteriores) de Mons. Romero a los jesuitas de la UCA y, en
particular, a Ellacuría, desde tiempo en el ojo público para sus posiciones abiertamente
liberacionistas22. Este diálogo que abrió un camino común (superada la original distancia cultural)
con las comunidades eclesiales de base, no modificó de hecho el trabajo del arzobispo con Mons.
Rivera Damas, los padres Urioste y Rosa Chávez, con las hermanas de la congregación de
Religiosas para el Pueblo, con Caritas, hasta su buena relación con elementos del Opus Dei. Detrás
de esta concepción pluralista de la organización de la diócesis estaba entonces una concepción
personal del sentido comunitario que se tradujo en la valorización de los que podríamos definir tres
instrumentos pastorales privilegiados del arzobispado: el Socorro Jurídico, una asociación de
asistencia jurídica a las víctimas de la violencia, ya establecido en 1975 por un grupo de abogados
católicos, y dirigida por un tiempo por María Julia Hernández y luego Roberto Cuellar; Radio
YSAX23, herramienta de difusión (en el circuito radiofónico Panamericano) tanto de las homilías en
la catedral como de las investigaciones sobre violaciones y, finalmente, la Comisión de Derechos
Humanos de El Salvador (CDHES), fundada en abril de 1978 y presidida por el joven abogado
demócrata-cristiano Marianela García Villas24.
Este enfoque se refleja también en la estructura de las cartas pastorales, especialmente en los
últimos dos, casi dos espejos que reflejan una situación que polarizada a varios niveles, interna y
externa. Ya la tercera, del agosto de 1978, publicada unos meses después de la ocupación simbólica
de la catedral por el Bloque Popular Revolucionario (BPR), el de frente masas cercano al
movimiento armado Fuerzas Populares de Liberación (FPL), en que estaban empezando a
converger militantes de las FECCAS, era dedicada por completo a la relación entre el cuerpo de la
Iglesia y las organizaciones populares, para comprender las raíces de la crisis de un país «manchada
por tanta sangre derramada y violaciones contra la dignidad, la libertad y la vida misma de los
salvadoreños»25. El intento era claramente dibujar una misión pastoral y orientar la reflexión de la
comunidad. En cambio, la cuarta y última pastoral, la ya citada Misión de la Iglesia en medio della
crisis del país, se ofrecía una nueva lectura de la situación salvadoreña a la luz de Puebla,
presentada colocándola, de forma indirecta, en el nuevo marco internacional. No es casual la
decisión de subrayar dos puntos: «la denuncia del error y el pecado (como un «servicio a la
verdad», no negativa sino con carácter profético)26 y la necesidad de construir la que se definía «una
Iglesia local en comunión con la Iglesia universal». La que se ofrecía era una «contribución de toda
nuestra Iglesia local a la renovación promovida por el Concilio Vaticano II y Medellín y Puebla han
encarnado en la Iglesia en este continente»; y en las conclusiones indicaba de manera absolutamente
explícita: «Este es el lugar para agradecer las múltiples demonstraciones de apoyo y solidaridad que
22
T. Withfield, Pagando el precio. Ignacio Ellacuría y el asesinato de los jesuitas en El Salvador, Uca, San Salvador
1991.
23
Sobre la experiencia de Radio Ysax: R.R. Campos (ed), El Salvador: entre el terror y la esperanza. Los sucesos de
1979 y su impacto en el drama salvadoreño de los años siguentes, Uca, San Salvador 1982.
24
R. La Valle, L. Bimbi (eds), Marianella e i suoi fratelli, Feltrinelli, Milano 1983, re-editado por Icone, Roma 2008.
25
Cartas Pastorales y discursos de Monseñor Oscar A. Romero, cit.
26
Pueb., II, Cap. II, ¿Que es evangelización?, n. 358, e IV, cap. 1, cit., n. 1138.

8
han enviado, desde diversas procedencias de América y del mundo, en apoyo a los esfuerzos
pastorales de nuestra Arquidiócesis, Conferencias episcopales, Señores Cardenales, Arzobispos,
Obispos, Presbíteros, Comunidades religiosas y de Laicos y de organismos y personas particulares
de carácter ecuménico y profano. Les agradezco ante el Señor, que es el único que puede
comprender la magnitud de esta confluencia de catolicidad de la Iglesia y del sentido humano
universal, como aprobación de autenticidad de una Iglesia particular» 27. Afuera del lenguaje
religioso el reconocimiento del papel de la movilización internacional aparece como central.
La repentina resonancia extra-eclesial de las iniciativas del arzobispado aceleró en los dos
últimos meses de la vida de Mons. Romero, marcados por la militarización de la segunda junta, por
la división del PDC y del episcopado, el lanzamiento del estado de sitio y algunos malentendidos
con la Curia Romana. En esta etapa el compromiso con los derechos humanos superó las fronteras
eclesiales para entrar, a pesar de sí mismo, en un escenario bipolar, sobre todo después de la Laurea
honoris causa de la Universidad de Lovaina (2 de febrero de 1980)28, el Premio por la Paz de la
Acción Ecuménica Sueca (9 de marzo) y la famosa carta al presidente Carter (17 de febrero), que en
cierto sentido cerró el círculo del esfuerzo de comprender la interrelación entre la dimensión
nacional e internacional de la crisis en el país. En esa ocasión, el arzobispo escribió: «Señor
Presidente, en los últimos días apareció una noticia en la prensa nacional que me dejó muy
preocupado. De acuerdo con esta su gobierno está estudiando la posibilidad de ayudar
económicamente y militarmente la Junta de Gobierno. Porque ella es un cristiano y ha declarado su
intención de defender los derechos humanos, me atrevo exponer mi punto de vista pastoral y le
hago una petición concreta ... sería injusto y lamentable que por la intrusión de potencias extranjeras
el pueblo salvadoreño se sienta frustrado, reprimido, impedido a decidir por sí mismo la trayectoria
económica y política que la patria debe seguir»29. Al final de abril de 1980, Romero viajó a Roma
por una breve visita, organizadas por las madres dominicas, durante la cual encontró (el 7 de mayo)
el nuevo Papa, Juan Pablo II, que lo invitó a mantener «equilibrio y prudencia» 30. En aquellos días
los obispos Aparicio, Álvarez, Barrera e Revelo enviaron a la S. Sede un documento muy duro con
el cual lo acusaban de ser manipulado por sacerdotes marxistas.
Mons. Romero fue matado el 24 de marzo31, el día siguiente su desesperado llamamiento a la
objeción de conciencia de los militares. Pocos días después del asesinato, Amnesty International
presentó un informe a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en la que se definía el
arzobispo «un crítico valiente de todas violaciones de derechos humanos que proporcionó su apoyo
y sensibilidad tanto a las víctimas de la tortura como a los familiares de los muertos»32.
Paralelamente el «Christian Science Monitor» y un grupo de académicos de la John Hopkins
University invitaron la administración Carter a oponerse a la concesión de ayuda a la junta militar
salvadoreña. Con la muerte di Romero los diques fueron definitivamente rotos y se abrió el camino
a la guerra civil. A los pocos meses hasta un documento del Socorro Jurídico parecía aceptar
públicamente la opción de la insurgencia, defendiendo sus razones en un Carta abierta a los
hombres pueblos y gobiernos progresistas del mundo.33
Cristianos, activistas, partidos: la comunidad internacional y la solidaridad con El
Salvador. Una perspectiva desde Italia (1980-1983)

27
Romero. Giustizia e pace, cit., pp. 145-146.
28
La dimensión política de la fé desde la opción por los pobres, in Cartas Pastorales y Discursos, cit., pp. 179-192.
29
Carta de Monseñor Romero a Carter (17 febbraio 1980), en «Orientación», 24 de febrero de 1980.
30
O.A Romero, Diario, 7 de mayo de 1979, La Meridiana, Molfetta 1990, pp. 206-208. Los textos originales
(recoplicación de la grabación original) se encuentran ahora en http://fundacionmonsenorromero.org.sv/category/diario
31
El 21 de diciembre de 2010 las Naciones Unidas, recibiendo una propuesta del gobierno Funes, han proclamado el 24
de marzo, «Día internacional del derecho a la verdad en relación con violaciones graves de los derechos humanos y de
la dignidad de las víctimas» http://www.un.org/es/events/righttotruthday/
32
Reports on Human Rights: El Salvador 1980, Apc, Centroamerica.
33
Socorro Jurídico, El Salvador del genocidio de la junta militar a la esperanza de la lucha insurreccional, 15 dicembre
1980, en Apc, Centroamérica.

9
La muerte de Romero y la resonancia generada, dentro y fuera del mundo católico,
representaron entonces un hito decisivo para la movilización internacional en favor de El Salvador.
Podemos decir que entre la primavera y el verano de 1980, se generó una reacción plural, tanto de
tipo espontáneo, como de tintes más institucionales, en función de los actores, grupos y
movimientos involucrados. La reacción fue de hecho mundial, con especial relevancia en países
como Estados Unidos, Gran Bretaña, Suecia, Alemania, Bélgica, Francia, México, España y, en
particular, Italia. En la península se formó un núcleo, no necesariamente homogéneo, de defensores
de la causa salvadoreña y promotores de la imagen de Romero como «mártir de los tiempos
nuevos». El cardenal jesuita Carlo Maria Martini, que había tomado posesión de la arquidiócesis de
Milán el 10 de febrero de 1980, indicó el arzobispo asesinado como un modelo de servicio para
todo el episcopado34. Dedicaron páginas apasionadas a Romero el presbítero Arturo Paoli,
misionero en Brasil, el teólogo Giulio Girardi, expulsado de los salesianos en 1977 por su posición
de diálogo abierto con el marxismo y cercano al grupo mexicano de Ivan Illich y Méndez Arceo, y
Gianni Novello, animador de organizaciones ecuménicas y pacifistas. Todos estos personajes, aún
de manera distinta, habían vinculado su experiencia a los movimientos posconciliares y
tercermundistas latinoamericanos y por eso se sintieron llamados directamente en causa y activaron
una intensa movilización. Aquí sería demasiado larga una presentación de la lista de iniciativas,
reuniones, campañas, comités de solidaridad, publicaciones dedicadas al Salvador que surgieron de
un día al otro. A este grupo «espontaneo» pertenece también padre David Maria Turoldo, otro
representante de la iglesia posconciliar, apreciado estudioso de la Biblia y apasionado poeta, que
interpretó la muerte de Mons. Romero como un «signo de los tiempos», expresión de un «pueblo
que se trasformaba» y de un «martirio que interpela a todos, tanto en América como en Europa» 35.
El mismo padre Turoldo recogió varia documentación sobre la violencia en El Salvador, a través del
periodista Maurizio Chierici, enviado de «Il Corriere della sera» en América central, y convenció el
amigo Abramo Levi, un ejemplo de resistencia no violenta durante la ocupación nazi, a publicar lo
que hoy llamaríamos un instant book biográfico, el primero de muchos. Paralelamente Turoldo se
dedicó a una intensa correspondencia con intelectuales y activistas internacionales sensibles a la
cuestión salvadoreña, y a la redacción de textos y artículos36.
Todos estos intérpretes se colocaban en una línea de aceptación del mito de la conversión
repentina de Romero, de conservador a progresista, para relanzar una reflexión sobre la «calidad
civil de la fe»37. Con un vocabulario muy parecido se expresó un otro represéntate ilustrado del
catolicismo progresista, pacifista y tercermundista italiano, el fundador de la revista
«Testimonianze», director de la Badia fiesolana y inventor de la idea del «hombre planetario»,
padre Ernesto Balducci. Este redactó una emocional carta abierta «a los hermanos de la iglesia en
Salvador», insistiendo en el tema de la comunidad. Se lee en un pasaje: «durante la asamblea
eucarística hoy leí una declaración de solidaridad con vuestros sufrimientos y esperanzas, y invité a
los participantes a firmar una declaración de apoyo... son hermanos en la fe, de los que podrán
confiar en el futuro y estoy seguro de que esto le dará coraje y valor para continuar en el camino de
la liberación». La conclusión era emblemática de las tensiones que cruzaban el catolicismo italiano
del tiempo: «Les envío finalmente mi agradecimiento personal: su liberación es nuestra
liberación»38. Con motivaciones parecidas, varios comités locales, grupos misioneros,
organizaciones no gubernamentales (como Mani tese, una de las principales ong italianas),
34
C.M. Martini, La dimensione contemplativa della vita. Lettera al clero e ai fedeli dell'Archidiocesi ambrosiana per
l'anno pastorale 1980/81, Centro Ambrosiano documentazione e studi religiosi, Milano 1980. Véase también C. M.
Martini, Mons. Romero vescovo e martire, en Veglia in Memoria di Mons. Oscar A. Romero, Vescovo martire, nel X
Anniversario dell’uccisione, homilia del 19 de marzo de 1990, Archivio Turoldo, Materiali di ricerca, 10, Romero.
35
A. Levi, Oscar Arnulfo Romero. Un vescovo fatto popolo, Morcelliana, Brescia 1981 y M. De Giuseppe, L’America
di Turoldo, en A. Melloni-M. De Giuseppe-G. Formigoni-D. Saresella-G.Vecchio, Laicità e profezia. La vicenda di
David Maria Turoldo, Servitium, pp. 149-280.
36
Del prefacio de Turoldo a A. Levi, Oscar Arnulfo Romero, cit. p. 9.
37
D. M. Turoldo, Una messa stroncata, en Morte come rivoluzione, postfacio a O. A. Romero, Diario, tr. it., La
Meridiana, Molfetta, 1990, p. 567.
38
E. Balducci, carta fechada 6 abril de 1980, Apc, fondo Centroamerica.

10
colaboraron a la construcción de una red de solidaridad con El Salvador que en unos pocos meses
(ya desde el diciembre de 1980) habría tenido que confrontarse con la opción de la violencia
revolucionaria y la llegada a Europa de los representantes del Frente Democrático Revolucionario
(Fr.), intencionados a maximizar la movilización católica para recaudar fundos para el Fol. El dato
es interesante porque la movilización pro-Salvador se dirigía precisamente a los católicos, mientras
los referentes de los sandinistas nicaragüenses seguían siendo principalmente adentro de los círculos
comunistas o de los grupos de la izquierda independiente que se encontraron en la asociación Italia-
Nicaragua. A pesar de los riesgos de instrumentalización, los grupos católicos progresistas se
mostraron de hecho sensibles a estas invitaciones.
Entre final de 1980 y primeros meses de 1981, bajo la movilización de los medios de
comunicación, se registraron también los primeros pasos hacia más ambiciosas y estructuradas
iniciativas políticas y diplomáticas. Crucial en este sentido fue el papel del Ipalmo, la misma
organización que, terminada la guerra civil, en 1992 habría trabajado adentro del proyecto Prodere
(Programa de desarollo para desplazados, refugiados y repatriados en Centro America) promovido
por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarollo (PNUD) y la Organización Internacional
del Trabajo (OIT) y finalizado a pacificación y desarrollo de la región. Esto se recuerda como uno
de los puntos más altos de la cooperación internacional italiana 39. Ya al final de 1978 una delegación
del Ipalmo interesada a los problemas centroamericanos - en la cual se encontraba el nuevo
presidente, el diputado demócrata-cristiano Piero Bassetti, ex gobernador de la región Lombardia –
había viajado a México40, invitada por el Centro de Estudios Económicos sobre el tercer Mundo
(Cestem), una organización parecida por su dinámicas y finalidades y que ofrecía un apoyo a la
política exterior del gobierno López Portillo. El diálogo, alrededor de las fronteras bipolares, entre
Italia y México había sido inaugurado ya años antes, durante la presidencia Echeverría y el gobierno
de Aldo Moro, interesado a buscar una forma de diálogo interno con los comunistas y en la
construcción de márgenes de acción tercermundista, sin romper la lógica del atlantismo.
Ya durante su primer viaje a México, como secretario de Relaciones exteriores, en el octubre de
1970, Moro había exaltado la posibilidad de abrir relaciones bilaterales de esta naturaleza.
Encontrando el entonces colega Carrillo Flores habló de unos «enlaces sutiles pero profundos que
ponen sus raíces en los comunes ideales de independencia, dignidad y participación... que se han
encontrando trabajando juntos adentro de las organizaciones multilaterales, trabajando por la
libertad de los pueblos y juntando realismo y compromiso por la paz en el mundo» 41. Afuera de la
típica retórica política de Moro, se reconocía un margen de trabajo común en Latinoamérica «con
una nación amiga,...que se puede moverse en una área específica de este continente, representando
un elemento de conexión entre las dos Américas». Este mismo tema fue retomado por Moro durante
la visita en Roma de Echeverría del febrero de 1974. Una nota interna del equipo de trabajo del
entonces presidente del Consejo evidenciaba el dinamismo de la política exterior mexicana,
comentaba positivamente la relación del presidente en la Conferencia Unctad de Santiago del Chile
y su tendencia a moderar el «verticalismo continental» con iniciativas diplomáticas definidas
«valiosas pero realistas» en el crucero de las dinámicas entre países más desarrollados y
subdesarrollados42.
Pero en el delicado pasaje de 1980-1981 la situación política italiana era cambiada de
manera significativa; el secuestro y homicidio de Moro del mayo 1978 fue un parte agua que había
39
Prodere : le strategie, i metodi ed i risultati di un Programma per lo sviluppo umano, la pace e la democrazia in
America Centrale, Centro stampa, Roma 1996. http://go.worldbank.org/HSXH4NA350
40
La delegación del Ipalmo en México era costituida por Bassetti, Marcella Glisenti, los comunistas Sandri y Pasquini.
El directivo del Cestem invitó los colegas italianos para participar al congreso Diálogo eurolatinoamericano: crisis
mundial y problemas del desarollo que se celebró en la Ciudad de México.
41
Archivio centrale dello Stato (ACS), Fondo Aldo Moro, Serie 1, Discorsi, Mae, Risposta al brindisi del ministro degli
Esteri Messicano, 19 de octubre de 1970.
42
Dossier reservado para el Presidente del Consiglio Moro: Visita del presidente del Messico Echeverria, 8-9 febbraio
1974, in ACS, Fondo Moro, Serie 3, busta 167. Vedasi anche M. De Giuseppe, Moro e il terzo mondo. Tra politica
estera e dimensione culturale (1969-1973), ponencia en congreso, Studiare Aldo Moro per capire l’Italia, Camara de
diputados, Roma, 9-11 de mayo de 2013.

11
modificado el clima de la «solidaridad nacional» y interrumpido el diálogo entre demócrata-
cristianos y comunistas, mientras que los gobiernos Andreotti y Cossiga iban redefiniendo las
formas de presencia del país en la Alianza occidental. En este contexto de retorno a un bipolarismo
más rígido, el Ipalmo parecía la organización «para diplomática» mas apta para moverse afuera de
los limites gubernamentales, sobre todo después de la aprobación de la Ley 38/1979 finalizada a la
creación de una Departamento de Cooperación internacional al desarollo adentro del Ministero
degli esteri43. Por eso los acontecimientos del área centroamericana parecían particularmente
relevantes. A pesar de la prudencia del gobierno italiano, ocupado a buscar una buena relación con
la administración Reagan respecto a los complejos equilibrios mediterráneos (que explica la
decisión de Roma de mantenerse a distancia de seguridad de las iniciativas del francés Mitterand),
los expertos de Ipalmo guardaron con gran interés a la Declaración Franco-Mexicana del verano
1981. Con esta, preparada por los dos secretarios de relaciones exteriores, Jorge Castañeda y Claude
Cheysson, los dos países buscaban una salida de la guerra, denunciando el clima de violencia en El
Salvador (donde ya se contaban 10.000 muertos y 300.000 desplazados externos) y proponiendo un
reconocimiento de la insurgencia44. Ipalmo habría sucesivamente apoyado de manera más abierta el
Plan de Contadora, la iniciativa de México, Colombia, Panamá y Venezuela, que tenía el objetivo de
resolver los conflictos en El Salvador, Guatemala y Nicaragua45.
Las primeras iniciativas del Ipalmo para El Salvador se tradujeron en un esfuerzo de
divulgación científico-cultural, que acompañaba las acciones diplomáticas subterráneas, de las
cuales se encargó el senador demócrata-cristiano Gilberto Bonalumi, ya experimentándose en la
crisis chilena. Ya el 22 de mayo de 1980 la sede romana de Instituto había invitado a Rubén
Zamora, hermano de Mario - el abogado salvadoreño matado el 23 de febrero de 1980 después
haber sido indicado en una lista de «enemigos de la patria» divulgada por el coronel D’Abuisson -
por un breve tiempo miembro de la primera junta revolucionaria. Este, como Dada Hirezi y
Marianela García, había tomado distancia del Pdc para entrar al Fdr. El 18 de junio sucesivo el
Ipalmo organizó en Roma el seminario, La crisi in Centroamerica tra rottura e restaurazione che
convocó expertos nacionales e internacionales; de este encuentro salió la idea de insertar el apoyo
italiano para la paz en Centroamerica a un esfuerzo más estructurado de cooperación europea. La
perspectiva era la misma ya indicada da Bassetti, en un editorial de «Politica internazionale» que
reproducía la relación presentada en una mesa redonda con el socialista Lombardi y el comunista
Pajetta, en la cual había comentado: « Desde el sureste de Asia a la zona de Irán y del Golfo, del
Oriente Medio a los viejos y nuevos focos de conflicto activada en África y América central, «el
arco de crisis» se ha ido extendiendo, instilando el miedo por el peligro de un overstrain ya no
controlada por las superpotencias. El conflicto «local» generalizado y la explosión de tantas
contradicciones (en las relaciones Este-Oeste, dentro del movimiento de los no alineados, entre las
dos potencias comunistas) se interpretaban como efecto directo la crisis (y en algunos casos de la
negativa) de un orden internacional basado en una doble hegemonía simétrica, por la incapacidad de
la Distensión de convertirse en una real coexistencia pacífica y en un esfuerzo verdaderamente
multilateral»46. La solución posible que se indicaba para contener los efectos locales de la nueva
escalation bipolar consistía en una posición más cohesiva de los países europeos, intencionados a
43
F. Calamandrei, La nuova legge di cooperazione, en «Politica internazionale», 4/1979, pp. 111-115.
44
Sobre la declaración franco-mexicana existe una sólida bibliografía; véase M. Castillo, M. Touissant, M. Vásquez
Olivera, Centroamerica, cit., B. Cuenca, Repercusiones de la declaración Franco-Mexicana sobre El Salvador,
«Cuadernos de Politica exterior mexicana» 1/1984, México en Centroamérica. Expediente de documentos
fundamentales (1979-1986), Unam, México 1989, B. Torres (ed), México y el mundo. Historia de sus relaciones
exteriores, Colegio de México/Senado de la República 1991, y R. Páez Montalbán, La paz posible. Democracia y
negoziación en Centro-América, Ipgh/Ccydel, México 1998.
45
Veáse Relación de Contadora, Fce, México 1988, B.M. Bagley-R. Alvarez-K.J. Hagedorn (a cura di), Contadora and
the Central America Peace Process, Boulder, London 1985 y M. De Giuseppe, Il Centroamerica nella «nuova guerra
fredda». Riflessioni sull’esperienza salvadoregna, en M. De Giuseppe (ed), Romero e il Centroamerica. Storia,
memoria, attualità, Emi, Bologna 2006, pp. 25-84.
46
P. Bassetti, R. Lombardi, G. Pajetta, Crisi della distensione e conflitti locali, en «Politica Internazionale», 4 (1979),
pp. 3-10.

12
buscar espacios geopolíticos a través de la cooperación. Según las indicaciones del famoso Informe
sobre el desarollo que la Comisión Brandt, presentado a la ONU en 1980, en el cual se invocaba
una plataforma de trabajo compartido entre gobiernos y ong 47. Ipalmo interpretó este esfuerzo como
un intento para contrastar una ampliación de la fractura internacional y sus consecuencias
dramáticas en teatros regionales, como el centroamericano, ofreciendo una lectura propositiva de la
lógica de la interdependencia. El clima era de hecho difícil en el país. La línea progresista de
Zaccagnini adentro de la Dc había sido marginalizada ya desde el congreso del partido del febrero
de 1980 y se sumaba a la crisis del Pci y la nueva línea pragmática de Craxi a la cabeza de los
socialistas. La fórmula del Pentapartito se distanciaba, respecto al Centro-izquierda moroteo, de la
línea del euro socialismo franco-alemán. Este clima reducía los márgenes para las operaciones
diplomáticas border-line48.

México y la sesión sobre El Salvador del Tribunal Permanente de los Pueblos

Afuera de este marco para diplomático, México era percibido en Europa como un país sui
generis en los equilibrios bipolares, potencialmente crucial para resolver la crisis de Centroamérica.
Además exista una tradición (de origen cardenista) de apoyo a los refugiados y una presencia de
exponentes del tercermundismo militante. Varios italianos conocían por ejemplo, y en algunos casos
mantenían relaciones, con el «grupo de Cuernavaca» que se consideraba una cuna del
movimentismo católico progresista e internacionalista. El obispo rojo Sergio Méndez Arceo tenía
una relación personal de amistad y colaboración con el teólogo marxista Giulio Girardi, conocido al
tiempo del congreso chileno de los Cristianos para el socialismo49, y en los ambientes del
«disenso» posconciliar fuerte era la fama del Cidoc de Ivan Illich y empezaba a crecer el interés por
las iniciativas de pastoral indigenista del obispo de San Cristóbal Samuel Ruiz. Este era conocido
también por su trabajo, con Méndez Arceo y al ecuatoriano Leónidas Proaño, adentro del Servicio
Internacional Cristiano de Solidaridad con los Pueblos de América latina (Sicsal), una red mundial
ecuménica y militante constituida en la primavera de 1980, poco después el trágico funeral de
Mons. Romero (al cual participaron tres obispos mexicanos, Méndez Arceo, Ruiz y Corripio) en
apoyo a la defensa de las tesis de la opción por los pobres en Latinoamérica. Los enlaces entre
corrientes tercermundistas y del catolicismo posconciliar euro-americanos se consolidaron en los
primeros meses de 1981 gracias a la intensa obra de promoción del Sicsal y de organismos cuales el
Instituto de Estudios Políticos para América Latina (Iepala) de Madrid y el Centro Intercontinental
de Lovaina, dirigido François Houtart. Estos mismos meses registraron una maduración rápida de
las acciones de movilización, denuncia y solidaridad con El Salvador en toda Europa, sobre todo
gracias a la entrada en el escenario de dos otros organismos muy distintos entre ellos: La Liga
Democrática de los Pueblos de la Fondazione Basso y el más importante movimiento pacifista
católico, Pax Christi. Verdadero trait d’union entre los varios grupos se reveló entonces la Cdhes y
en particular su presidente, Marianela García, que por razones de seguridad abrió una oficina en el
Df y inició una larga serie de viajes en Europa y Norteamérica para difundir la denuncia de las
violaciones de los derechos humanos, manifestando una gran capacidad de construcción de redes,
con grupos cristianos y no.
Este esfuerzo produjo resultados inmediatos. A finales de enero de 1981 se recogieron en la
Cámara y el Senado de la República decenas de firmas para solicitar formalmente el Comité
noruego del Premio Nobel por la Paz de conceder el reconocimiento a la organización humanitaria
salvadoreña. Entre los diputados firmaron izquierdistas independientes como Giancarla Codrignani,
Carlo Galante Garrone, Stefano Rodotà, Lucio Magri del Partito Democratico di Unità Proletaria
47
North-South: A Programme for Survival, The Indipendent Commission on International Development Issues, Mit
Press, Cambridge1980. Rapporto Brandt: Nord-Sud. Un programma per la sopravvivenza, Mondadori, Milano 1980.
48
D. Frescobaldi, Cossiga II: cautela e reticenza in politica estera, in «Politica Internazionale», 5/1980, pp. 129-133.
49
L. Rentería Chávez (ed), Don Sergio Méndez Arceo. Patriarca de la solidaridad liberadora, Dabar, México 2000 y A.
Puente Lutteroth, Actores y dimensión religiosa en los movimientos sociales latinoamericanos. 1960-1992,
Uaem/Porrua, Cuernavaca 2006.

13
(Pdup), el radical Marco Boato, los socialistas de izquierda Riccardo Lombardi y Silvano Labriola,
los comunistas Alessio Pasquini y Nilde Iotti, pero también la republicana Susanna Agnelli
(hermana del dueño de Fiat y miembro de la Conferencia Trilateral, Gianni) y un grupo de
demócrata-cristianos, entre los cuales la vicepresidente de la Cámara de Diputados Maria Eletta
Martini, Bonalumi, Giuliano Silvestri y, bastante sorprendente, Giulio Andreotti 50. Incluso entre los
senadores se encuentran personajes de distinta procedencia: Raniero La Valle, periodista de la Rai,
ex director del periódico de los obispos, «L’Avvenire», pasado a posiciones más críticas y contacto
directo de Marianela García en Roma; el socialista Luigi Anderlini, el pintor comunista Renato
Guttuso, el pastor valdense Tullio Vinay. La CDHES nunca habría obtenido el Nobel, a pesar de
tres intentos consecutivos (en 1981 fue asignado al ACNUR, en 1982 a Alva Myrdal y Alfonso
García Robles y en 1983 al sindicalista polaco Lech Walesa), pero la red de solidaridad resultó ser
sólida y heterogénea, al menos hasta 1984.
La iniciativa del Parlamento italiano no era aislada, sino hacía parte de un proyecto europeo
más amplio (tal vez el mismo que perturbó la Kirkpatrick). El 31 de enero de 1981, el Senado
francés organizó una reunión de expertos jurídicos sobre violaciones de derechos humanos dedicado
a El Salvador y presidido por el juez Luis Joinet y el Nobel por la Paz Adolfo Pérez Esquivel.
Dieron su adhesión organizaciones cristianas, como el Movimiento Internacional de Juristas
Católicos, la Federación Internacional Católica de Derechos Humanos, el Movimiento Internacional
de Cristianos para la Abolición de la Tortura, la sección francesa de Justitia et Pax y el Comité
Católico contra el hambre y para el desarrollo. Lo que se pedía a los países europeos era un esfuerzo
multilateral para poner fin a la violencia en América Central51. Una línea compartida también en
España, donde Psoe, Pce, Cdc e Comisiones Obreras organizaron por el 20 y 21 de febrero de 1981
una sesión especial del Tribunal Español por los derechos humanos en El Salvador, invitando, entre
los testigos, el sacerdote armado Rutilio Sánchez («padre Tilo»), ex encargado de la Caritas
diocesana con Mons. Romero, y dos hermanas norteamericanas de la orden de Maryknoll.
Este tipo de enfoque político-cultural se puede entender como una reacción de la sociedad civil
europea a los primeros pasos de la nueva administración de EE.UU. que, desde su creación había
expresado públicamente su intención de revisar las políticas bipolares, planteando una profunda
reestructuración de la formas de acción y de las redes diplomáticas. En EE.UU., mmientras que los
think tank republicanos subían el tono de la crítica al tercermundismo, aumentando la percepción
del riesgo de una sovietización de Centroamérica, la movilización de la moral majority y
influyentes tele-evangelistas como Jerry Falwell, condenaban públicamente como anacrónicas las
movilizaciones humanitarias europeas, acusadas de ser promovida por «católico-marxistas». En un
interesante artículo del «Manchester Guardian», se denunció que en la preparación de la reunión
bilateral mexico-estadunidense de Ciudad Juárez del 5 de enero, entre Reagan y López Portillo, la
Casa Blanca había excluido el embajador Julián Nava, por su posición abierta al diálogo con las
organizaciones de protección de los derechos humanos y con grupo «extranjeros progresistas». La
misma acusación fue también dirigida al embajador en el Salvador Robert White, que se había
pronunciado públicamente en contra de la junta después de la horrible matanza de cuatro Hermanas
de Maryknoll del diciembre 1980 (y que pronto hubiera sido sustituido por Frederick Chapin)52.
Según el periodista británico estos eran los primeros signos de la aplicación del plan estratégico-
mediático Haig Jr.-Clark y del uso de nuevas herramientas de prevención de la amenaza comunista
en América Central (el líder del FMLN, Shafik Handal, fue acusado de recibir armas directamente
de la URSS, Cuba, República Democrática Alemana, Bulgaria, Vietnam, Yemen y Etiopía)53.
50
Documenti parlamentari, TPP-ES, FLLB, SI-DP.
51
Informe general del coloquio sobre las politicas de desapariciones forzadas de personas. Senado de la República
Francés, in Fondo Tpp-Es, Aifb.
52
J. Goshko, Reagan Plans to tilt Central America Against Cuba, in «Manchester Guardian», 1 febbraio 1981. Véase
M. O’Brian Stenfels, Robert White, in «Commonweal Magazine», 18, October 2001.
53
A. Haig, An Agenda for Cooperation in Western Hemysphere. Speech before the General Assembly af the
Organization of American States, Saint Lucia, 4 decembrer 1981, US Department of States, Bureau of Public Affairs,
Washington 1982.

14
El temor por la nueva política de Washington en el hemisferio occidental preocupó en particular
los representantes, políticos y jurídicos, de la Fundación Basso, como se desprende de la
correspondencia entre la secretaria Linda Bimbi, experta de denuncia de violaciones de los derechos
humanos en Brasil, y Frank Afflitto, director del Central America Information Office di Cambridge
Massachusetts54. Lla Liga Democrática de los Pueblos invitó la CDHES a colaborar a la
organización de una sesión del Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP) dedicada a violaciones de
derechos humanos en el Salvador. Con el apoyo de Iepala, de la organización ecuménica Intechurch
coordination committee for development projects, dirigido por Jan van Bentum, el grupo Cosal de
Cuernavaca (apoyado por la red del Sicsal), y con el soporte logístico de la Escuela Nacional de
Antropología e Historia (ENAH) esta se habría celebrado en la Ciudad de México. En los archivos
de la sección internacional de la Fundación, hay un dossier documental muy consistente que
permite reconstruir en detalle los pasos, las propuestas y las dificultades que han marcado la
organización del congreso, que se celebró del 9 al 12 de febrero de 1981 en la capital, bajo el
paragua simbólico de las políticas de solidaridad con los pueblos de Centroamérica del Gobierno
López Portillo. Las autoridades mexicanas se mantuvieron naturalmente a distancia del evento y el
mismo Cuauhtémoc Cárdenas, presentado en las cartas come el representante del «ala más
progresista» del Pri, declinó la invitación por otros compromisos. A pesar de esto, la exposición
política de México apareció a muchos observadores clara, por la resonancia que en aquel tiempo
tenía este tipo de tribunal internacional, che se fundaba sobre la dimensión meramente simbólica de
sus juicios pero con fuerte impacto mediático, según la tradición de los Tribunales Russell Uno y
Dos, para Vietnam y America del Sur. Además este tribunal se atrevía a juzgar un estrado soberano,
al cual una de las dos superpotencias globales apenas había renovados las ayudas militares y
civiles55. Decisivo en este sentido resultó de nuevo el papel del secretario de Relaciones Exteriores
Castañeda, el mismo que había propuesto a López Portillo a convocar a todos los embajadores
mexicanos de América Central para un examen de las prioridades regionales. Ciudad de México
durante esos meses empujó a los límites sus espacios de acción diplomática, valorizando la posición
particular del país en el equilibrio bipolar, llegando a los límites del esquema que Lorenzo Meyer
atribuye a un «doble discurso»: que permitió que el mantenimiento de un régimen formalmente
nacionalista a cambio el ejercicio de un «anticomunismo discreto» y peculiar56.
El proceso organizativo no fue naturalmente sencillo. Entre los documentos conservados en el
AFB-SI se encuentra por ejemplo un panfleto elaborado por el Presidente del Partido Laboral
Mexicano (PLM), Hugo López Ochoa, entonces protagonista de una feroz campaña en contra de
Castañeda, que acusaba por haber roto el equilibrio de la política exterior de México «para
favorecer el juego peligroso de los socialdemócratas europeos y con el fin de reproducir los
lineamientos del Informe Brandt en América Latina». Este pequeña y polémica agrupación política,
acusada por muchos de ser funcional a los juegos internos al partido de gobierno e al mismo tiempo
de ser vinculado con la CIA, aprovechó denunciar la inminente sesión del TPP sobre El Salvador
para lanzar una apelación ante el Secretario de Gobernación, Olivares Santana «a que impida la
entrada al país de un grupo altamente peligroso de ciudadanos extranjeros que piensa ingresar a
México para participar en una reunión del llamado Tribunal permanente de los pueblos para juzgar
los crímenes que se cometen en El Salvador»57. Con un vocabulario típico de la guerra fría cultural
heredero de la movilización ideológica de los ’50, la denuncia asumía tonos muy duros: «Estas
personas tienen como objetivo verdadero impulsar a las fuerzas de la radicalización para promover
una destabilización también dentro de nuestro país». En particular la acusación tocaba a los
católicos presentes en el directivo del tribunal. Mons. Méndez Arceo era definido «anfitrión del
54
Fundo Tpp-Es, Aifb.
55
Carta de L. Bimbi a López Portillo del 4 febbraio 1981 y de C. Cárdenas alla Bimbi, del 9 de febrero de 1981, en
Fundo Tpp, Sifb.
56
L. Meyer, La guerra fría en un mundo periférico: el caso de régimen autoritario mexicano. La utilidad del
anticomunismo discreto, in Espejos de la guerra fría, cit., pp. 95-118.
57
B. Calandra, La guerra fredda culturale, Ombre corte, verona 2011 e F. Stonors Saunders, Who Paid teh Piper, Cia
and the Cultural Cold War, Granta Books, London 1999.

15
terrorismo internacional» y la Fondazione Basso acusada de esconder «detrás de su fachada
filantrópica ser instrumento de la inteligencia británica y de la social democracia internacional para
infiltrarse en el tercer mundo». Luego tocaba a los jesuitas: «Méndez Arceo es una de las figuras
centrales que impulsan el dialogo marxista cristiano y la teología de la liberación, es miembro de las
organizaciones jesuitas que conducen la revuelta en El Salvador, la misma que está convirtiendo a
Nicaragua en otra Kampuchea, y inició su viaje izquierdista al patrocinar junto con el jesuita belga
(sic) Ivan Illich el Cidoc al cual concurrieron alumnos y maestros de toda América latina ya sea
abiertamente terroristas o con potencial para serlos»58.
Por contra en Europa, el secretario y el presidente del Tpp, Gianni Tognoni e François Rigaux
dedicaron enormes esfuerzos a la organización de esta sesión del tribunal, considerada un pasaje
crucial por el futuro de los derechos humanos y del dialogo entre instituciones multilaterales,
gobiernos y sociedad civil. Por la presidencia del tribunal se eligió un norteamericano, el Nobel por
la medicina George Wald. Como aparece de la documentación, igualmente compleja fue la
selección de los miembros de la comisión entre los cuales se recuerdan dos teólogos, el protestante
Harvey Cox y el católico critico Giulio Girardi, como representante del islam el viejo secretario de
Justicia de Argelia, Amar Bentoumi, histórico promotor del movimiento del G77; además el obispo
de Cuernavaca, Méndez Arceo, el ex diplomático chileno, Armando Uribe, el antiguo secretario de
relaciones exteriores de Portugal, Ernesto Melo Antunes, y dos juristas como el francés Edmond
Jove y el suizo Richard Baumlin. Como testigos, además de decenas de campesinos y exiliados
salvadoreños (expresión de un exilio principalmente popular a diferencia de la experiencia chilena y
argentina de los años de la contrainsurgencia en el Cono sur) 59, seleccionados según las indicaciones
de los informes de la Cdhes, del Socorro Jurídico y de Amnesty International, se presentaron el ex
rector de la Universidad Nacional de El Salvador, Rafael Menjívar, y dos estadounidenses: el
periodista Robert Armstrong como representante del Nacla y Philip Wheaton por cuenta de la ong
Epica60. Con la excepción del caso peculiar de Méndez Arceo, fracasó la intención del Comité de
involucrar directamente en el proceso a las instituciones eclesiásticas, que se limitaron a un interés
reservado del obispo auxiliar de Detroit, Thomas Gumbleton. La línea de la S. Sede, a través de la
delicada obra de mediación interna al Salvador de Mons. Rivera y Damas, al externo aparecía
dirigida a la máxima prudencia, no obstante un cierto activismo diplomático de la secretaría de
Estado. De hecho la contingencia era muy delicada. Entre los acusados se encontraban no sólo
militares y paramilitares, sino el mismo Napoleón Duarte por la decisión del Pdc salvadoreño de
apoyar la segunda junta de gobierno. La defensa frente al tribunal de un representante del de la Dc
panameña se resolvió en un choque, con este que acusaba la corte de sesgo y por otro lado las
protestas vehementes de los testigos61.
Los trabajos del TPP por El Salvador se dividieron en 4 partes: 1) la reconstrucción del contexto
histórico; 2) la presentación de los datos y documentos sobre violaciones de los derechos humanos
(que prestó especial atención a la recién masacre de campesinos que intentaban cruzar el Río
Sumpúl); 3) las características específicas del conflicto, 4) los argumentos legales. En la
reconstrucción de los varios acontecimientos se dedicó un capítulo separado al papel de la Iglesia y
de los grupos y activistas católicos perseguido en el conflicto (con exclusión de las reivindicaciones
del gobierno que se presentaba a su vez como el defensor de la verdadera Cristiandad contra las
deviaciones marxistas). Se lee en el documento oficial: «los cristianos son objetos de una
persecución vinculada a una fe que afirman y viven encarnada en un trabajo de lucha por la justicia
para los pobres, de concientización y organización comunitaria. El hecho más claro, si no el más
audaz, fue sin duda el asesinato de Mons. Oscar Romero, pastor y profeta de todo un pueblo, pero
también curas, religiosas catequistas han sido asesinados, encarcelados, heridos, perseguidos y las
58
Carta al Secretario de Gobernación, en Fundo Tpp, Sifb.
59
M. Todd, Beyond Displacement. Campesinos, Refugees, and Collective Action in the Salvadoran Civil War,
University of Wisconsin Press, Medison 2010.
60
R. Armstrong, El Salvador: The Face of Revolution, South End Press, Boston 1982.
61
En Italia «Paese sera» criticó la Dc. Véase el artículo del 10 de febrero, Ci stanno massacrando e il rappresentante
Dc ride.

16
cuatro religiosas norteamericanas fueron violadas antes que las mataran. Numerosos ataques o
intervenciones militares repetidos bajo la forma de ametrallamiento, la colocación de bombas
tuvieron como objetivo instituciones religiosas, universidades, habitaciones; de tal manera se
llevaron a cabo hechos significativos como las destrucciones de la radio del arzobispado, la Ysax, la
curia, y del seminario central y del Socorro jurídico» 62. Algunos de estos documentos habrían sido
recuperados durante los trabajos de la Comisión para la verdad y la reconciliación nombrada por las
Naciones Unidas después de los acuerdos de paz del enero 199263.
Durante los trabajos del TPP, el gobierno de EE.UU. fue duramente criticado por haber asignado
$ 11.5 millones de dólares en ayuda militar (aunque oficialmente por armas no letales), con la
acusación de haber destinado a esto tipo de apoyo el 69% de la ayuda bilateral total de los últimos
treinta años. La sentencia, hecha pública el 20 de febrero, sancionó entonces «el Gobierno de El
Salvador y sus fuerzas represivas, culpables de genocidio y múltiples violaciones extremas de los
derechos humanos, leyes y declaraciones de principio, y por crímenes de guerra». También acusó a
los EE.UU. de apoyar a un gobierno criminal y reiteró el «derecho legítimo de la insurrección»
reconocido según los dictados de la Constitución de El Salvador, la Declaración de Independencia
de los Estados Unidos y, hasta, en la Encíclica Populorum Progressio64.
Más allá del valor político, la sentencia, a pesar del duro rechazo de las autoridades
salvadoreñas, que se dijeron indignadas por lo que se definía un «complot internacional», obtuvo un
buen eco en la prensa europea e internacional. Lo que impresiona fue la capacidad manifestada por
los miembros de la CDHES de utilizar este acto con el fin de legitimar su propia batalla en
múltiples niveles, sin excluir la posibilidad de moverse en contextos diferentes. Emblemático
aparece el llamamiento que la organización - nacida adentro del arzobispado de San Salvador para
denunciar las violencias y identificar a las víctimas pero ahora independiente y obligada a pasar a la
clandestinidad en el país - lanzó a raíz de la sentencia: «A los gobiernos democráticos del mundo, a
las fuerzas políticas, a las centrales sindicales, a las iglesias, a los organismos nacionales e
internacionales humanitarios y de solidaridad, a las organizaciones populares y comité de
solidaridad, para que se denuncie la intervención de Estados unidos en El Salvador a través de
meliones de dólares, armamento, asesores militares y mercenarios»65. El tono de este llamamiento
era a su vez el fruto del proceso de sobre posición de la nueva guerra fría con la crisis interna al
país, que recorría al vocabulario de la guerra fría cultural. Por un lado no se resolvía completamente
la dicotomía ambigua entre no violencia y derecho de insurrección, sino más bien se buscaba como
resultado una propuesta concreta de negociación, expresa en estos términos: «se pide el
establecimiento de una mesa de diálogo entre el Fdr y el gobierno de Estados Unidos con objeto de
buscar una solución política al conflicto y que se exija respeto y cumplimiento a la sentencia
emitida por el Tribunal permanente de los pueblos»66.
La voluntad de los promotores de la CDHES de insistir en una movilización larga y transversal
se refleja por otro lado perfectamente a través de la fragmentación de la experiencia italiana.
Aunque manteniéndose a distancia del TPP, cristiano-demócratas como Bonalumi Fracanzani y
Granelli se movilizaron, abriendo un canal de contacto directamente con Mons. Rivera y Damas e
intentado ejercer presión política sobre el Pdc salvadoreño. Linda Bimbi escribió a Marianela el 5
de febrero «ya partieron los telegramas para Napoleón Duarte en defensa de la Comisión de
derechos humanos, firmados por demócratas-cristianos importantes y de peso político en Milán,
Florencia y Roma (de Roma Carlo Fracanzani, subsecretario de Hacienda y Maria Eletta Martini,
Vicepresidente de la Cámara de diputados) y del principal sindicato católico, la CISL»67. Recordó
que también se había movilizada la Cruz Roja e se habían invitadas varias ong a tomar posición. Por
62
Documentación final del Tribunal Permanente de los Pueblos sobre El Salvador, in Fondo Tpp, Sifb.
63
Comisión de la verdad de la ONU, De la locura a la esperanza: la guerra de doce años en El Salvador, Donostia, San
Salvador 1993.
64
Sentenza del Tribunale Permanente dei Popoli su El Salvador, en Fondo Tpp, Sifb.
65
Lllamamiento a la comunidad internacional, en Fondo Tpp, Sifb.
66
Cdhes, Lamamiento a los pueblos del mundo, en Fundo Tpp, Sifb.
67
Fundo Tpp, Sifb.

17
su parte el ministro Fracanzani envió un telegrama a Duarte «para solicitarlo a reconocer la
importancia fundamental de los organismos de carácter humanitario, en particular la Comisión de El
Salvador de Derechos Humanos y esto en el espíritu de lo que apela al respeto de los derechos de la
persona expresado en repetidas ocasiones por el Administrador Apostólico Mons. Rivera y Damas».
La conclusión era de este estilo: «el carácter altamente humanitario de la Comisión de Derechos
Humanos está subrayado por una gran parte de la opinión pública italiana por lo que muchos
diputados han propuesto la candidatura del Comité para el próximo Premio Nobel. La iniciativa está
motivada por el hecho de que muchos miembros de la Comisión tuvieron que abandonar el país por
las persecuciones y los pocos que se quedan tienen que vivir en la clandestinidad, cuando el mismo
Duarte los llamó enemigos del país»68.
Con otra carta la secretaria de la fundación Basso invitaba Marianela García a venir a Italia para
participar a una gran manifestación «organizada para usted en Parma por el periodista Maurizio
Chierici del “Corriere”». Y añadió: "Me gustaría que su presencia por la gente que la pide y por
favor acepte ya que estás en Europa, me parece que esta colaboración pueda llegar a ser permanente
para la Comisión»69. Para la ocasión fueron invitados de Francia Jacques André, Maurice Vart y el
periodista Philippe Boucher de «Le Monde», los dos representantes de la Iglesia Evangélica de
Alemania, Daniel Leitner y Bernd Peschke, y, entre los italianos, Raniero La Valle y los tres
representantes de los sindicatos confederados, Cal para la CISL (católica), Calamai por la CGIL
(comunista) y Versace para la UIL (socialista). Como enviado del Consejo Mundial de Iglesias
intervino Rolf Larhusen. Linda Bimbi no pudo participar porque ocupada en Roma pero concluyo
su carta: «Lo siento, no puedo estar contigo, pero te espero en Italia (¡Vaticano!)». En los siguientes
meses, con ocasión de sus viajes por Italia, acompañada por Sergio Poeta de la Liga Internacional
por los Derechos de los Pueblos, Marianela se habría reunido con representantes de ong, sindicatos,
misioneros, pacifistas (la red Radie Resch), los miembros del nuevo Comité de Solidaridad con el
Pueblo de el Salvador, pero aquel pasaje («Vaticano!») seguía resonando con particular intensidad.

Pax Christi y S. Sede

Quizás el contacto más fructuoso establecido por la CDHES en esos meses convulsos, fue
probablemente con la sección italiana de Pax Christi Internacional, como sobresale de una carta
manuscripta de Marianela, a su presidente, el obispo de Ivrea, Mons. Luigi Bettazzi. En esta,
fechada 30 de mayo de 1981, la abogada salvadoreña, ya amenazada de muerte, subraya la
necesidad de movilizar a «los católicos sensibles», a todos los niveles. Acompaño su carta con
material documental y fotográfico dramático preparado por la CDHES y el Socorro Jurídico y
escribió al obispo, muy conocido en Europa por sus posiciones abiertamente pacifistas pero
realistas: «La iglesia y los cristianos campesinos, obreros, religiosas, estudiantes, maestros,
profesionales, mujeres, niños ancianos etc. hemos sido víctimas de la represión por la lucha en
defensa de los derechos humanos. Sin embargo estamos dispuestos en continuar nuestra lucha para
los derechos fundamentales y poder construir una paz efectiva y de durada. Confiamos en la
solidaridad de los pueblos y gobiernos demócratas para la lucha de nuestro pueblo, una lucha justa
legitima y moralmente apoyada por documentos de la iglesia». El lenguaje regresa aquí
intraeclesial, con tonos distintos del llamamiento a la sociedad civil del TPP. Pero es interesante
notar que Marianela pedía al presidente de Pax Christi una legitimación eclesial y, muy
concretamente, la abertura de un canal de contacto directo con la S. Sede. Continuaba así:
«Tenemos grande interés en una entrevista privada con el Papa, pero esto no ha sido posible no
obstante lo hemos intentado con la ayuda de amigos importantes. Agradeceríamos si usted pudiera
también ayudarnos para obtener esta entrevista»70.

68
Ibidem.
69
Fundo Tpp, Sifb.
70
Carta de M. García a L. Bettazzi, en Apc, fundo reservado Mgv.

18
El tema era muy delicado porque la S. Sede se movía en aquellos meses con absoluta
prudencia respecto al caso centroamericano y, en específico al salvadoreño. La muerte de Romero,
el miedo de una instrumentalización de su imagen por parte de la izquierda, las difidencias
personales de un Papa procedente de la Polonia de la guerra fría y que estaba fortaleciendo su
relación con Washington, algunos cambio internos a la misma Curia, las presiones de los nuncios,
de parte de los episcopados y de los gobiernos de San Salvador, Tegucigalpa y Ciudad de
Guatemala, habían puesto la secretaría de Estado en una posición muy expuesta, no obstante las
intenciones conciliadoras del cardenal Casaroli y de su brazo derecho, el cardenal Achille
Silvestrini. Casaroli, conocido como promotor de la Ostpolitik vaticana y por el famoso encuentro
con Cyrus Vance sobre el desarme y los derechos humanos, adentro de la curia había tratado de
jugar un papel de silencioso apoyo a Mons. Romero, tratando de abrir los canales de diálogo con el
gobierno salvadoreño consciente de los riesgos que el aislamiento del obispo de San Salvador
habría podido causar71. Pero cuando, en diciembre de 1981, se fue a México por su segundo viaje,
ahora como Secretario de Estado, con motivo de los festejos por el 450° aniversario de las
apariciones de la Virgen de Guadalupe, la situación centroamericana se encontraba en el medio de
una guerra civil que parecía sin solución. Por eso Casaroli se movió con la mayor precaución,
aunque la prensa mexicana no dejó de preguntarle sobre el futuro de la crisis nuclear y la posición
de Roma con respecto a las guerras centroamericanas. Entrevistado por Rocío Castellanos de
«Novedades», en un artículo titulado Atómicas, el secretario de Estado habló de la necesidad de
relanzar la acción diplomática y al mismo tiempo reconoció las dificultades que hay que afrontar
para llegar al paso de una cultura generalizada de la violencia72. A continuación, hizo una
interesante referencia a la relación entre la política local e internacional, afirmando que la
superación de la lógica de la violencia podía empezar sólo desde las pequeñas comunidades para
infundir a continuación en las estructuras sociales de los países y por lo tanto también a los
gobiernos y a las instituciones representativas. Con respecto a las guerras en Centroamérica, se
mantuvo súper-prudente, consciente de las presiones internacionales, de la coyuntura difícil y de las
divisiones que marcaban la misma curia. Sin embargo «El Heraldo de México», el 13 de diciembre,
presentó dos artículos en primera página, intentando un paralelismo entre la búsqueda de la paz y la
justicia en América Latina promovida por el Papa «con tinte guadalupanos» («el mundo está en
medio de la angustia y el temor por el su futuro: el cardenal Casaroli imploró la gloria de Nuestra
Señora de resolver los problemas que afectan a la región»73), con un llamamiento a la unidad
nacional y a la solidaridad interamericana lanzado por López Portillo en Tlaxcala 74. El periódico
capitalino «Avance» tituló Justicia pide el Papa para Latinoamérica y comentó la ronda de prensa
del cardenal, como la «enérgica condena de la violencia y la injusticia que actualmente está
71
Sobre la relación entre el cardenal Casaroli y mons. Romero, véase las páginas del diario del obispo, en particular las
relativas al encuentro del 31 de enero de 1980. Se lee: «me recibió muy cordialmente y me preguntó acerca de la
situación del país y el papel que juega la iglesia. Él reveló que había recibido la visita del embajador de EE.UU.,
bastante preocupado, pensando que yo estaba en una línea revolucionario-popular, mientras que Estados Unidos apoya
al gobierno de la Democracia Cristiana. Le expliqué al Cardenal que no es una opción política, sino sólo esfuerzos para
encontrar una solución a los problemas de la justicia de acuerdo a mi país. Me dijo que no quería insistir en este punto,
ya que la visita del embajador no tenía carácter oficial y que, en cualquier caso, la Iglesia no debe actuar a favor de los
poderes de la tierra, sino por su fe en el Evangelio y de la conciencia que viene con él. El cardenal también expresó su
preocupación por la defensa de los derechos humanos y las demandas populares no constituyen una especie de hipoteca
de la Iglesia y los sentimientos cristianos a las ideologías. Pero le expliqué que, como dije al Papa ayer, yo estaba
preocupado de predicar la justicia social, la defensa de los derechos humanos, pero al mismo tiempo, no me olvido
nunca advertir a las fuerzas populares, que luchan por sus derechos, del peligro de caer en ideologías ajenas. También le
expliqué que no se puede hablar de la lucha contra el comunismo, ya que sería considerado cómplice de la injusticia de
los ricos que hablan de la lucha contra el comunismo, pero sólo para defender sus intereses materiales y no realmente
para defender los principios cristianos. Me di cuenta de que el cardenal se mostró satisfecho de la entrevista». En O.
Romero, Diario, cit., pp. 474-475.
72
Las armas nucleares tendrán sempre en zozobra al mundo, El representante de Juan Pablo II condena a los países
que tartan de llevarnos a la tercera guerra, en «Ovaciones» 13 de diciembre de 1981, p. 1 e 6.
73
P. Ramírez Montaño, El Papa pidió paz y jusitcia para America latina, «El Heraldo de México», p.1 e 18a
74
J. Saldana, Si no nos dividimos, México resolverá sus problemas, «El Heraldo de México», p.1 e 18a

19
viviendo en América Central que se realizó ayer por el cardenal Casaroli que, además de la
secretaria del Vaticano es el presidente de la Comisión de Asuntos Públicos de la Iglesia y actor
activo frente a al peligro de una conflagración mundial»75. Otro artículo del periódico citaba en
cambio una entrevista en la prensa estadounidense al anticastrista cubano Huber Matos, que de
Miami denunciaba un complot planetario soviético-cubano que tenía su nuevo epicentro justo en El
Salvador, argumentando que «de la derrota del FMLN dependía la suerte de toda América latina» 76.
En sus declaraciones, Casaroli se limitó a decir que representaba la voluntad de paz que el Papa
enviaba a América central, sin hablar directamente del caso salvadoreño, pero denunciando la
«espiral del mal» de la violencia que genera más violencia, condenando el uso de la tortura y
auspiciando un fuerte papel de la Iglesia que ayudaría a reducir la lógica generadora de la pobreza
interior de la división»; un tema retomado por el arzobispo de México, Corripio Ahumada que
recordó Puebla y invitó a la prudencia para entender lo que pasa efectivamente en América central,
diciéndose listo para fortalecer el diálogo con los episcopados de Nicaragua, El Salvador e Cuba»77.
En este clima el proyecto de la presidenta de la CDHES para obtener una entrevista con Juan
Pablo II parecía muy improbable (y de hecho no se realizaría nunca), pero en cambio se desarrolló
un dialogo intenso con Pax Christi. Como sobresale del epistolario conservado en el archivo
histórico de la organización, Mons. Bettazzi aceptó de buen grado escribir el prólogo de un futuro
libro sobre las violaciones de los derechos humanos en El Salvador, destinado a ser publicado
paralelamente en España, con el prefacio de Mons. Iniesta. El obispo de Ivrea escribió un texto muy
pasional, presentando el caso de los cristianos salvadoreños como ejemplo de un «martirologio
contemporáneo, sapiencial y profético, expresión de personas verdaderas y humildes» 78. Siguió con
una reflexión sobre la necesidad del apoyo del catolicismo internacional en aquellos tiempos de
guerra fría: «Leemos estas cosas, con grande emoción, pero también con consternación. El mundo,
aunque se indignó e incluso protestó - y con razón - por otras tragedias, como el maltrecho Polonia,
asiste distraído y casi inerte a esta tragedia hecha de asesinatos premeditados y indiscriminados de
niños, mujeres, ancianos, hechos de tortura inhumana y vergonzosa, bombardeos, destrucción de
propiedades químicas de un genocidio planificado y feroz. Quizás porque se trata del levantamiento
de un pueblo contra una potencia y economía plenamente integrada y coherente con nuestros
poderes. Reconozco que también como Iglesia no hacemos lo suficiente y no me refiero sólo a la
jerarquía (con el que yo personalmente considero excesivamente fuertes algunas críticas presentes
en este libro a los obispos locales y erróneos los juicios demasiado drásticas con respecto de la
acción del Vaticano), sino a toda la comunidad cristiana, demasiado insensible al martirio de aquel
pueblo, consumado bajo la etiqueta de la defensa de la civilización cristiana». Aún defendiendo la
posición de la S. Sede, Mons. Bettazzi tomaba claramente posición y no olvidaba insertar una tinta
típica del viejo antiamericanismo del catolicismo italiano: «Rockefeller confesó después de su visita
a América Latina: si la Iglesia latinoamericana pone en práctica las propuestas de Medellín, los
intereses estadounidenses en la región están en riesgo extremo. Este es un libro para leer, meditar,
pero que debe convertirse en un incentivo para evangelizar y actuar».
Como resultado de este diálogo, en los meses sucesivos, Pax Christi Internacional promovió
una misión de investigación en Centroamérica a la cual participaron el mismo Mons. Bettazzi y
Gianni Novello. Esta ya había sido planeada desde el final de 1979, pero tuvo que ser suspendida
por el asesinato de Mons. Romero79. Paralelamente el organismo nombró Marianela García Villas
representante de Pax Christi frente a la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. A través de su
silla de observador en Ginebra la presidenta de la CDHES fortaleció su papel de denuncia
internacional y dio fama al caso salvadoreño, colocándolo precisamente en el trasfondo de una
renovada confrontación bipolar. En su última carta a Monseñor. Bettazzi, del 16 de marzo de 1982,
75
J. Gutiérrez, Que padece Centroamerica. Enérgica condena a la violencia e injusticia, p.2 e 11, «Avance», 13 12
76
De la lucha en el Salvador depende el destino de Latinoamerica, en «El Heraldo de México», 13 dicembre,
77
Archivio di Stato di Parma, fondo Casaroli, cartella 14/B/6, cartella programma del viaggio, p11.
78
Prueba de introducción, en Apc, fondo riservato Mgv.
79
Pax Christi Internazionale, Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Honduras. Rapporto sui diritti dell’uomo, Emi (serie
Quaderni Asal), Bologna 1982.

20
Marianela calificó de «magnífico» el trabajo llevado a cabo en el marco de la Misión
Centroamericana de Pax Christi, exprimiendo su gran aprecio para el coordinador de esta, el
holandés Adrian Zoeller. Al mismo tiempo agradecía Mons. Bettazzi por haberla invitada a borrar
de su dossier las críticas directas al Papa, comentando «esto realmente podría causar problemas más
que ventajas». Era una decisión estratégica, fruto de una creciente experiencia diplomática y de
mediación, en un momento delicado que registraba por un lado la radicalización del conflicto (y de
las violencias) y por el otro veía una verdadera explosión de publicaciones militantes y de artículos
y folletos en favor de la lucha armada. Concluyendo su carta, la activista confiaba al obispo que
contar con el apoyo internacional de Pax Christi había representado por ella, una verdadera ayuda
moral: «ya qué – concluyó - desde hace dos años estamos huérfanos de nuestro pastor y su
comprensión y cariño hacia nuestro pueblo y esperamos poder contar con la autorización del
secretariado internacional para que usted pueda dar este apoyo moral a nuestro pueblo y la
agradezco personalmente mi intención a la presente nota y a todo su trabajo de acompañamiento
cristiano hacia nuestros pueblos oprimidos pero decididos a ser libres»80.

Proyecciones del caso salvadoreño: nuevas tensiones y propuestas

La búsqueda de un imprimatur eclesiástico a la acción de la CDHES se explica no sólo con


la necesidad del patrocinio de su actividades frente de la comisión de la ONU, sino también con la
incomodidad que el caso de El Salvador comenzaba a representar por la Iglesia Católica durante la
primera fase del pontificado de Wojtyla. En Italia por ejemplo, entre el otoño de 1981 y los
primeros meses de 1982, alrededor del apoyo de los católicos europeos a la causa salvadoreña
surgió una controversia emblemática. Esta opuso el padre Gheddo, director del Pontificio Istituto
delle Missioni Estere (PIME) y promotor de una misionariedad tradicional y culturalmente
anticomunista, al padre Turoldo. Este último, que ya tenía contactos con el monje trapista Ernesto
Cardenal, secretario de Cultura y educación en el gobierno sandinista, participó en una mesa
redonda con el periodista Citterich, Ruggero Orfei de la Dc y el sindicalista Franco Marini de la
CISL, titulada In nome della Polonia in nome del Salvador. En aquellos meses en sus editoriales
por «Il Corriere della sera» Turoldo volvió a criticar duramente el silencio de la Democracia
cristiana con respecto al apoyo estadounidense al gobierno salvadoreño, hasta escribir «¿Qué se
puede decir de Reagan una situación así? El que acaba gritado al mundo que los EE.UU. tienen los
músculos para vencer a todos los enemigos de la libertad. Habría preguntas para nuestra Dc. Por
ejemplo, qué significa que un partido como la DC renueva sus ideales sin partir de la conciencia de
estas cosas, sino también a los socialistas se puede pedir, por ejemplo, si al menos los pobres van a
creer en un socialismo que nos sea ilusorio. Pero la pregunta más apremiante es la que hacemos a
nosotros mismos: a los cristianos y a las iglesias»81.
El escándalo estalló en febrero de 1982, cuando el Partido Comunista Italiano comenzó a
tomar un interés más directo para el caso salvadoreño, incrementando sus contactos con los
representantes europeos de la FDR y el FMLN, y Turoldo se unió a un llamamiento del periódico
del partido, «L’Unità», elaborado por un grupo de «intelectuales para El Salvador». En su archivo
personal se encuentra una dura carta de reprobación de padre Gheddo, que escribía a su compañero
sacerdote: «¿por qué te dejas explotar con tanta facilidad por el grupo de intelectuales inventado por
el Partido Comunista? usted es un poeta de acuerdo, pero también eres un sacerdote cristiano y el
respeto a la verdad es una de tus tareas institucionales»82. La tesis del misionero era que el gobierno
salvadoreño no era capaz de controlar la violencia de la extrema derecha pero que el Pdc
representaba el único elemento de moderación presente en el país, lo que evitaba una todavía más
peligrosa polarización. Para Gheddo, la campaña para El Salvador, preocupante por tener
involucrados tantos católicos, era una maniobra del comunismo internacional y acusaba Moscú

80
Carta del 16 de marzo de 1982, en Apc, fundo reservado Mgv.
81
D.M. Turoldo, Le stragi del Salvador, en «Corriere della sera», 13 de septiembre de 1981.
82
Carta da P. Gheddo a D. M. Turoldo, 17 de febrero de 1982, en Archivio Turoldo, Cartas a, T. 19, 1982-1984.

21
repetir el mismo esquema del Vietnam: «confrontación derecha-izquierda y nadie en el medio... una
bonita batalla final para la victoria de la izquierda democrática y pluralista y luego una buena
dictadura marxista-leninista y no hablar más de eso». Esta era la conclusión: «¿es posible que
Vietnam y Camboya no han enseñado nada a usted y a los otros cristianos? los revolucionarios en
El Salvador ni siquiera tratan de ocultar su naturaleza totalitaria, ver el volumen de Bacalini
publicado por la CISL de Milán, donde hay textos de Farabundo Martí con una clara impostación
totalitaria»83. Gheddo y otros católicos neoconservadores utilizaban el dualismo bipolar a través de
la contraposición entre Polonia y El Salvador, como aparece en otro artículo publicado por
«L’Avvenire» en el cual se lee: «Les parece justo que nos comprometemos con El Salvador como
para Polonia, pero no mezclamos los dos casos porque son radicalmente diferentes. Solidarnosc es
pacifista, mientras que el FMLN lleva una guerra de guerrillas, con los mismos métodos terroristas
que utilizan el ejército y los grupos de extrema derecha»84.
Si seguía siendo difícil salir de estas polarizaciones ideológicas, hijas de una consolidada
cultura de la guerra fría, aparecieron en aquellos meses también otras lecturas distintas del crucero
entre new cold war y crisis centroamericanas. Interesante por ejemplo es otro editorial del
presidente del Ipalmo, Piero Bassetti, para un número especial, en inglés, de «Politica
Internazionale» dedicado a The Crisis of the State in Latin America. Afirmóó el politico italiano:
«The present international situation is widely acknowledged to be one of the most uncertain in the
postwar period. It is characterized by a growing interconnection between the main strands of world
politics such as East West and North South relationships, but one ought also to include the West
West and the East East inter-relations»85. Bassetti entendía muy bien los riesgos asociados a una
prolongación de la nueva polarización bipolar y su omnipresencia en los escenarios nacionales y
miró al papel de Europa y China en la ONU, en busca de espacios de acción económica, política y
diplomática. En cambio las tensiones culturales intra-católicas montaron en los meses siguentes,
culminando en la primavera de 1983 en la controversia que acompañó el viaje del Papa a América
Central (2-10 de marzo). Pocos días después, el 13 de marzo, llegó la noticia de la trágica muerte
de Marianela García Villas, secuestrada, violada y matada durante una misión en la región de
Suchitoto con la cual esperaba buscar pruebas del uso de agentes químicos por parte de los
batallones especiales. Su muerte fue acompañada por una nueva polémica; las autoridades
salvadoreñas la acusaron de no ser una defensora de los derechos humanos, como aparecía a nivel
internacional, sino una guerrillera, la «comandante Lucia», afiliada con el FMLN. Esta posición
generó una decidida reacción de la comunidad internacional, organismos y grupos de la sociedad
civil. En Italia, fuertes contestaciones siguieron a la decisión del periódico de los obispos,
«L’Avvenire» de insertar un artículo dedicado a Marianela, Una vita contro la violenza, firmado por
Pio Cerocchi, al lado de un box dedicado a los atentados del FMLN contra la red eléctrica de la
capital y a la decisión de la guerrilla de rechazar la amnistía propuesta por el Comité de la paz del
gobierno nombrado por el presidente Magaña86. El clima todavía estaba al rojo vivo de las protestas
organizadas en Managua en contra Juan Pablo II y por los efectos simbólicos de la amonestación
pública del Papa a Ernesto Cardenal. Hasta «L’Osservatore Romano» salió a la cancha para
estigmatizar dos artículos muy críticos publicados por «L’Unità», uno de los cuales se titulaba
explícitamente Il papa in Centroamérica: un’occasione perduta.87 En particular el órgano de la S.
Sede acusaba el periodista comunista haber explotado una polémica artificial en torno a una frase
que se atribuía al Papa: «en América Central se buscan soluciones a través del camino de la
violencia, imponiendo a los guerrilleros que sólo en El Salvador han provocados decenas de miles
de víctimas, incluyendo al Arzobispo Romero». «L’Osservatore Romano» señalaba que el Vaticano
ya había especificado a la agencia de prensa ANSA que Juan Pablo II no quería referirse al FMLN
83
El libro, promovido por Cgil, Cisl e Uil era El Salvador verso l’insurrezione, Ottaviano, Milano 1981 con un ensayo
de Virgilio Bacalini y fotos de Paolo Bosio.
84
P. Gheddo, Salvador. Chi è davvero dalla parte del popolo?, en «Avvenire», 12 de febrero de 1982.
85
The Crisis of the State in Latin America, en «Politica Internazionale», Winter 1981-Spring 1982, p. 51.
86
Salvador senza pace, en «Avvenire», 18 de marzo de 1983.
87
I due cavalieri erranti, en «Osservatore Romano», 23 de marzo de 1983.

22
«sino a un estado crónico de lucha armada y guerra civil» que empobrecía el país. Los silencios
vaticanos sobre la muerte de Marianela viceversa fueron severamente atacados por las
Comunidades eclesiales de base (Cebes) y los comités cristianos de solidaridad con El Salvador,
que denunciaban un tácito alineamiento a las posiciones norteamericanas, tanto que Turoldo pidió al
Papa una «palabra pública y oficial», con un dolido telegrama de 14 de abril88. El periodista Zizola
escribió por el periódico católico «Rocca» un artículo titulado I nuovi martiri, con el cual se
asociaba a Turoldo, exigiendo un signo fuerte por parte de Roma. Escribió: «tanto Romero como
Marianela, el obispo y la militante laica por los derechos humanos, pueden ser vistos como mártires
de este nuevo trabajo de información y denuncia. Tal vez fue esto lo que le molestaba más
profundamente el régimen... que había alguien que le daba un nombre a los cadáveres sin nombre
amontonados en las calles, que restauraba la dignidad del cuerpo y de esta manera se remitía en un
circuito histórico, los llamaba de nuevo a la vida. Esos cuerpos se hicieron cargos en muchos
aspectos. No era lo indistinto indiferenciable objeto de un crimen de Estado, sino el fruto de
historias únicas que volvían a humanizar el relato de la historia a través de una inédita pareja:
insurrección-resurrección». Evitando algunas sucesiva esquematizaciones, Zizola tocaba una
dimensión profundamente centroamericana de aquella sobre posición entre violencias antiguas y
efectos de la new cold war: la exhibición de la muerte que se distinguía de la lógica de la
desaparición típica de la contro-insurgencia en el Cono Sur, casi fuera expresión de un matiz
popular, rural, embebido de tintes religiosas, más allá de la concepción occidental del martirio89.
Por el contrario, «La Discussione», la revista semanal de la Democracia Cristiana, publicó
un artículo de Paolo Giuntella, exponente de la Lega Democratica (una asociación de católicos
democráticos, animada por el historiador Pietro Scoppola), con el cual se revolvía la relación S.
Sede-católicos salvadoreños. Si por un lado Marianela era descrita como una «nueva mártir
cristiana», así «como Rutilio Grande, Romero, los padres Ortiz, Macías, Palacio, las Hermanas de
Maryknoll, los catequistas anónimos, los miembros del Movimiento de Cursillos de Cristiandad»,
por otro lado se comentaba: «Tal vez no es accidental que el asesinato se llevó a cabo pocos días
después de la visita del Papa. Es seguro, sin embargo, que esta es la respuesta del régimen de
D'Aubuisson y Magaña a los discursos sobre los derechos humanos de Juan Pablo II. Marianela
había encontrado su manera de decir no a las iniciativas maniqueas. Por esta razón, su sacrificio
asume un sentido político dramático»90. Esta lectura defensiva de la posición del Vaticano en la
crisis centroamericana, compartía de hecho con la visión más crítica de Zizola una reflexión sobre
la incomodidad política de las terceras vías, de las propuestas que se alejaban de la lógica
insurgencia-contrainsurgencia con respecto a los esquemas bipolares. Era la misma nota evocada
por la Marianela en su última entrevista, concedida a la periodista sueca Monika Zak, a la cual dijo:
«sabes que dijo de mí D’Abuisson, que si tuviera que elegir entre dos males, entre Fidel Castro y
yo, elegiría sin duda Castro»91. Giuntella por su lado añadía también otro elemento: «Su muerte
conmocionó al catolicismo internacional. No sólo los entornos de los misioneros americanos que la
habían conocida personalmente sino la opinión pública de EE.UU. europea e italiana. Congresistas
democristianos, presentaron interpelaciones, así como diputados comunistas y de otros grupos
parlamentarios. Fuci (la Federación de universitarios católicos) y Liga Democrática pidieron al
gobierno una obra de seria presión política y diplomática». La Lega democratica propuso entonces
relanzar la campaña por la candidatura de Marianela al Nobel por la paz de 1983 (luego asignado a
Walesa) y el mismo Giuntella comentó al boletín de prensa católica «Adista» el 29 marzo: «Nos
centramos en el Premio Nobel por este símbolo, aunque debilitado por atribuciones a veces
cuestionables, porque sea un reconocimiento del heroísmo de MGV, un modelo de testimonio
cristiano para todos los cristianos de hoy que participan en las luchas de liberación de sus pueblos,
88
«Adista», 24-25-26 marzo 1983.
89
Sobre la lectura de las muertes trágicas en el posguerra, véase R. Sprenkels, La memoria militante. Historia y politica
en el posguerra, en E. Rey Tristan-P. Cagiao Villa (eds), Conflicto, memoria y pasados traumáticos: El Salvador
contemporáneo, Universidad de Satniago de Compostela 2012, pp. 255-275.
90
P. Giuntella, Marianela nuova martire cristiana di El Salvador, en «La Discussione», 28 de marzo de 1983.
91
Texto mecanográfico, Fundo riservato Mgv, Sifb.

23
en El Salvador y Centroamérica, con medios pacíficos y no violentos». Pocas semanas después La
Valle publicará, junto con Linda Bimbi, una biografía de Marianela, construida a través de
documentos y entrevistas. Feltrinelli lanzó el libro con gran éxito, y se publicó también una versión
para las escuelas, a través de la editorial especializada Loescher92.
Pax Christi Italia presentó un comunicado oficial, donde de nuevo se acercaba la figura
laical de Marianela a la eclesial de Romero, interpretando el brutal acto de su eliminación como una
respuesta clara a las movilizaciones cristianas y del vaticano. Por lo tanto, invitaba «todos aquellos
que se preocupan por el destino de los pueblos a ejercer presión sobre los países amigos del
gobierno salvadoreño, empezando por los EE.UU., ya que se requiere una verdadera demostración
de respeto para los derechos humanos». El obispo Bettazzi anunció que ya había escrito, el 1° de
abril, una carta al presidente Reagan al cual preguntaba tres cosas: 1) el apoyo de EE.UU. a la
creación de una comisión internacional para aclarar las responsabilidades en el asesinato, 2) la
suspensión de la ayuda militar a la junta, 3) el inicio del proceso diplomático con la participación
directa de la ONU93. Pax Christi Internacional, el sucesivo mes de septiembre, publicó un dossier en
francés, L’assassinat de Marianella García Villas, Rapport 5 Droits de l’homme, con el cual
reconstruía las circunstancias de la muerte (atribuida al batallón especial Atlácatl), rechazando las
acusaciones de las autoridades militares y criticando la posición oficial de San Salvador. Las
recomendaciones finales fueron las siguientes: guardar y extender las valiosas informaciones
recopiladas durante aquellos años por la CDHES, ejercer presión política para la detención de los
autores materiales e intelectuales del delito, apoyar una campaña para la concesión del Premio
Nobel de la Paz a título póstumo, organizar una conferencia en Ginebra (abril 1984), en la cual
constituir el Comité Internacional para los Derechos Humanos Marianela García Villas.
El 19 de marzo, los senadores italianos Granelli, Forni, Dezan, Foschi, Marchetti y Codazzi
presentaron una petición al Gobierno italiano finalizada a conocer «1 - ¿Qué medidas ha adoptado a
raíz del brutal asesinato de Marianela García? conocida internacionalmente y apreciada por su labor
humanitaria, otra confirmación de una política de represión que necesita una enérgica condena a
través de los canales diplomáticos, 2) ¿qué éxito han tenido las mociones parlamentarias que pedían
al gobierno que actúe con prontitud para promover una solución política negociada al
enfrentamiento violento que golpea la sociedad salvadoreña? y el cese de una violación continua de
los derechos fundamentales que no ofrece ninguna garantía para cualquier eventual elección política
(la línea apoyada por Washington, finalizada a una normalización electoral), 3) ¿cuales pasos Roma
quiere lograr en los esfuerzos bilaterales e internacionales? para abandonar una improductiva
posición equidistante que se traduce en un apoyo indirecto para una acción violenta de represión en
desafío a las reiteradas demandas de la ONU y obstaculiza los esfuerzos de reconciliación nacional
y el restablecimiento de los derechos humanos»94.
La referencia a una solución multilateral (como propuesto por el grupo de Contadora)
dominó las conmemoraciones oficiales de Marianela, que se celebraron en el Campidoglio (el
palacio municipal de Roma), con la presencia del obispo Bettazzi, La Valle, Nilde Iotti y el
presidente de la República, el socialista Sandro Pertini. Esta misma propuesta dominó la sucesiva
apelación que, en diciembre, el ACNUR presentó frente a la comunidad internacional, a través de
Mons. Rivera y Damas, invitando a considerar el problema de los refugiados y los migrantes
forzosos como parte de la dinámicas violentas que habían inexorablemente entrelazados el conflicto
salvadoreña y la lógica de la Guerra Fría.

Conclusiones

La relación espada-cruz, la iinteracción entre viejas dinámicas sociales y nuevas necesidades


estratégicas, la reflexión sobre el uso de la violencia y la capacidad de movilización internacional,

92
R. La Valle/L. Bimbi, Marianella e i suoi fratelli. Una storia latinoamericana, Loescher, Torino, 1983.
93
Apc, Fondo Mgv.
94
Il Popolo 19 marzo 1983.

24
son factores que colocan la crisis de El Salvador adentro de la New Cold War. Al mismo tiempo,
estos eventos tuvieron sorprendentes efectos en el exterior, como nos enseña la controversia que
estalló entre los católicos italianos y la simbólica contraposición entre Polonia y El Salvador,
Walesa/García Villas. Las ambiciones diplomáticas mexicanas, a pesar de los esfuerzos de
Contadora, fueron rápidamente abrumadas por la crisis económica de 1982 que abrió las puertas a
la gran crisis de la deuda, a nivel continental. La línea de aberturas múltiples, encarnada adentro de
la Secretaría de Estado vaticana por el cardenal Casaroli fue parcialmente revisada por su sucesor,
el cardenal Sodano, en paralelo a la redefinición del equilibrio interno del Celam en vista de la IV
Conferencia de San Domingo en 1992. Los esfuerzos de la Internacional Socialista y de Contadora
fueron frustrados por la política dilatoria de Washington, en contra de la apertura de negociaciones
directas con la guerrilla salvadoreña, pero dejaron un rastro de multilateralismo interesante. De
hecho la ONU se volvió a la escena en la fase final de la conflicto e incluso Italia jugaría un papel
político diplomático subterráneo, contribuyendo a la puesta en marcha del proyecto de desarrollo
del plan de transición PRODERE. Incluso la movilización católica, a pesar de las profundas
divisiones mencionadas, habría dejado más de un signo, por la fuerte atención al tema de los
derechos humanos, en la redefinición del enfoque cultural, político y religioso con respecto al tercer
mundo y al ecumenismo. En cierto sentido, el caso de El Salvador había actuado como un
laboratorio de transición dramática que, bajo las cenizas de la guerra y de los muertos, había
experimentados novedades socio-económicas, adentro de aquel esquema de anticipación del mundo
pos bipolar que Duccio Basosi asocia a la administración Reagan95. Emblemático para entender la
percepción de los problemas que se iban abriendo resultó la Conferencia organizada por el IPALMO
Convegno sul Centroamerica en la Cámara en octubre de 1986, con presidente Bonalumi96 y de la
cual salió un interesante dossier, America centrale: crisi o pacificazione.
En el campo político, Giulio Andreotti llamó Europa a aprender una lección de América
Central, de Contadora y del principio de solidaridad regional. «Hoy en día - escribió – se
multiplicaron las razones que nos obligan a prestar especial atención a los problemas de América
central. Éstos son algunos: la creciente conciencia de los vínculos entre Europa y América Latina,
hace aún más evidente por la ampliación de la Comunidad Europea a la Península Ibérica, la
protección de los derechos humanos; la comunidad internacional necesita ahora entender el riesgo
de que los conflictos regionales no resueltos pesan sobre el equilibrio del mundo más allá de las
relaciones entre Oriente y Occidente»97.
Sobre la transformación de la relación entre economía y política en el marco de la Nueva
Guerra Fría Americana intervino en cambio uno de los inventores de la «opción por los pobres»,
Ignacio Ellacuría, que hizo hincapié a una reflexión de carácter cuantitativo (basada en datos de la
CEPAL) para llegar a algunas consideraciones cualitativas. El jesuita no quiso aplicar al caso
salvadoreño un criterio ideológico del «subdesarrollo», pero decidió vincular el análisis a la
dimensión socio-económica de lo que llamó una «ficción democrática». Para él, la guerra
salvadoreña no sólo había representado una proyección de la violencia y la división social, sino
había acelerado la transformación socio-económica del país. A través de la lucha y el
desplazamiento de la población rural, se había producido una especie de secularización forzada,
rompiendo saldos antiguos (con el campo, la parroquia, la comunidad...) y generando nuevo tipo de
migración. Según Ellacuría era adecuado insistir en el caso específico de El Salvador, ya que, mejor
que Nicaragua y Guatemala, mostraba «lo que la administración Reagan presenta como un modelo
de su estrategia para América Central y el tercer mundo»98. De los tres objetivos declarados por
95
D. Basosi, Anticipazioni di un mondo unipolare? L’amministrazione Reagan e la crisi del debito estero
latinoamericano, in M. Cricco-M. Guasconi, M. Napolitano (a cura di), L’America latina tra guerra fredda e
globalizzazione, Polistampa, Firenze 2010. Sul tema: F. Rosen (a cura di), Empire and Dissent. The United States and
Latin America, Duke University Press, Durham 2008.
96
Encuentro internacional sobre Centroamerica, Ipalmo octubre 1986, Apb, Ipalmo, Attività 1986-1987..
97
G. Andreotti, Il contributo dell’Europa alla pace e allo sviluppo della regione, in dossier America centrale: crisi o
pacificazione , in «Politica internazionale» 12/1986
98
I. Ellacuría, Squilibri economici e sociali alla base della spirale di violenza, in ibid.

25
Washington en apoyo de la democratización salvadoreña, a) detener el avance soviético, b)
establecer una democracia, c) eliminar las injusticias estructurales, según el jesuita sólo el tercero
era el que dejaba mucho que desear y, como resultado de la segundo se convirtió en algo poco más
que aparente. La militarización y la inversión en la defensa nacional habían agravado los problemas
de injusticia social, que afectaban a la polarización de la riqueza y se reflejaban en la disminución
del poder adquisitivo del salario mínimo. En la práctica fue totalmente fracasó el intento de tener
una clase media («la sal de la democracia») y, en ausencia de un Plan Marshall para el posguerra, el
futuro se anunciaba aún más crítico, exponiendo al país a la migra salvaje y a la explotación de
trabajo (casi un retrato de unos aspecto de los años noventa).
Según Ellacuría sin embargo, insistir en el peso del factor económico en el análisis del
conflicto no significaba subestimar la incidencia de los otros dos elementos que caracterizan a la
Guerra Fría: el político y el ideológico. Escribió «dos grandes movimientos ideológicos han tenido
una gran influencia en la zona, sobre todo entre los intelectuales, sindicatos, agricultores, y
comunidades de base: el fenómeno del marxismo, con todos sus matices e interpretaciones, sirvió
de modelo manual de organización ideológica y ética; y la teología de la liberación, presente en El
Salvador desde 1968, después de las formulaciones de Medellín, y que no tocó mucho los líderes
revolucionarios, pero sí sus bases populares, impulsado por una fe que parecía fortalecida y
historicidad». El jesuita invitaba, sin embargo, a no subestimar el «carácter cultural específico de la
zona», y pedía una especie de inculturación político-cultural con la advertencia de que esto
«significa que no se puede imponer soluciones capitalista estereotipada o socialista, no es un
proceso forzado de democratización ficticia». De alguna manera invitaba las grandes potencias a
aceptar por una vez la idea de un pluralismo político y cultural auténtico, incluso en tiempos de
Nueva Guerra Fría. Tres años más tarde, durante la masacre de Uca, pocos meses después de la
caída del Muro de Berlín, el cadáver de Ellacuría se encontrará con el cerebro aplastado, tumbado
junto a cinco compañeros jesuitas y dos mujeres salvadoreñas, un asesinato que el Padre
Kolvenbach insertó en «la cuenta por el precio de la paz»99. Los EE.UU. y, aunque en plena crisis,
la URSS, miraron a América Central como a un teatro de la guerra fría, pero con perspectivas y
propósitos muy diferentes. La Casa Blanca, tanto cuando amplificaba la amenaza del efecto
dominó, tanto cuando se refería a la necesidad de evitar un Vietnam Americano, promovía una línea
de democratización que readaptaba los dictados de la doctrina Mann a las nuevas necesidades, pero
siempre preparando el terreno para el futuro.
Las redes de solidaridad cristiana, reanimadas por la CDHES, entendieron sólo en parte esta
dinámica. Los actores se movieron de forma articulada, compuesta, a menudo fragmentada y
desconectada por las polarizaciones del tiempo, con claros límites, pero también valorizando
algunas experiencias de original pluralismo. Este de hecho había sido experimentado en la dinámica
interna dentro del Arquidiócesis de San Salvador. A lo largo de la superposición de las dinámicas
Oeste/Este, Norte/Sur que caracterizó a la Nueva Guerra Fría y en la que Europa estaba buscando su
propia reubicación, los derechos humanos representaron un medio, un estímulo y un horizonte, en
cierto sentido decisivo, de este trágico pero vital partido.

Archivos consultados y principales siglas

Archivio Centrale dello Stato (ACS) – Fondo Aldo Moro (Fam)


Archivio della Fondazione Ernesto Balducci- Badia Fiesolana (AFB)
Archivio della Fondazione Lelio e Lisli Basso (AFLLB),
Fundo del Tribunal Permanente de los Pueblos para El Salvador (Tpp-Es)
Fundo Sezione internazionale-Diritto dei Popoli (Si-Dp)
Fundo Giulio Girardi
Archivo dell’Istituto Luigi Sturzo (AILS) – Fundo Luigi Granelli
99
P.H. Kolvenbach, Cristiani che torturano altri cristiani, in F. Lazzari (a cura di), 1989. L’eccidio di San Salvador.
Quando l’università è coscienza critica, Mgs, Trieste 2009, p. 100.

26
Archivio di Pax Christi (APC) – Fundo reservado Mons. L. Bettazzi
Archivio di Stato di Parma (ASP), Fondo riservato-Carte private del Cardinale Casaroli (CC)
Archivo riservato di padre David Maria Turoldo (ART)
Archivo riservato di Piero Bassetti (APB), sezione IPALMO,
Archivio Storico del Ministero degli Affari Esteri (AS-MAE)
Center for Social Studies (CESOC)
Centro di Documentazione Oscar Romero (Cedor)
Centro de Estudios Económicos sobre el Tercer Mundo (CEESTEM)
Comision de Derechos Humanos de El Salvador (CDHES)
Democrazia Cristiana – DC
Frente Democratico Revolucionario (FDR)
Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN)
Fundación Monseñor Romero (FMR)
Instituto de Estudios Políticos para América Latina (IEPALA)
Istituto per le relazioni tra l’Italia, i Paesi dell’Africa, dell’America latina e del Medio oriente (IPALMO)
International Institute for Social History (IISH)
Partito Comunista Italiano (PCI)
Partito Socialista Italiano (PSI)
Partido Demócrata-Cristiano - PDC
Servicio Internacional Cristiano de Solidaridad con los Pueblos de América Latina (SICSAL)
Socorro Jurídico del Arzobispado de San Salvador (SJAS)
Universidad Centroamericana Simeón Canas (UCA) – Centro Monseñor Romero (CRM)

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