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PARA LA REFLEXIÓN EN LAS CELEBRACIONES DEL MIÉRCOLES DE CENIZA

18 de febrero de 2015

Dice el Papa Francisco que la Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las
comunidades y para cada creyente; señala que Dios está interesada en cada uno de nosotros; nosotros,
en cambio, con frecuencia nos olvidamos de los demás, somos indiferentes; somos de tal manera
indiferentes que se puede hablar de una globalización de la indiferencia. El ser indiferentes para con
los demás es una tentación que todos, también nosotros los cristianos, podemos tener y en ella
podemos caer. Dios no es indiferente al mundo. El pueblo de Dios necesita renovarse para no ser
indiferente y para no cerrarse en sí mismo.
Señala el Papa algunos textos que nos ayudan a ser conscientes del interés que hemos de tener para
con los demás: “si un miembro sufre, todos sufren con él”. Somos miembros del Cuerpo de Cristo, y lo
que uno sufre, lo han de sufrir los demás, somos hermanos, hemos de vernos como verdaderos
hermanos. Luego, nos recuerda el Papa aquél texto del libro del Génesis en el que Dios le pregunta a
Caín sobre su hermano Abel: “¿dónde está tu hermano?”; Caín responde como queriendo no
interesarse de él: “¿soy yo acaso el guardián de mi hermano?” Quizás eso mismo nos pregunta hoy el
Señor: “¿dónde está tu hermano? ¿Cómo está tu hermano? ¿Lo dejas morir de hambre? ¿Lo dejar que
muera de frío? No podemos decir nosotros lo mismo que Caín: “¿soy acaso el guardián de mi
hermano?” Sí, somos responsables de lo que nuestro hermano vive y sufre. No podemos caer en la
indiferencia.
Hemos de vencer la indiferencia, el corazón duro; Santa Teresita quería seguir sirviendo a los demás
aún en la otra vida; decía: “cuento mucho con no permanecer inactiva en el cielo, mi deseo de seguir
trabajando para la Iglesia y para las almas”. El Papa Francisco expresa su idea de que nuestras
comunidades sean “islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia”.
Ante la tentación de la indiferencia nosotros podemos:
1. Orar: una oración constante por todos nuestros hermanos, especialmente por los que más
sufren: enfermos, encarcelados, pobres, los que están en guerra, los secuestrados, etc.
2. Gestos concretos de caridad, por medio de los diversos organismos de caridad de la Iglesia.
Hemos de ser concretos en nuestro interés por el hermano; no sólo palabras, sino hechos
verdaderos.
3. El sufrimiento del hermano es una llamada a mi conversión, porque la necesidad del hermano
me recuerda la fragilidad de mi vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos.
Se requiere en cada uno de nosotros un corazón que ame, un corazón dispuesto a dar y a darse a los
hermanos.
Que en esta Cuaresma el Seños nos ayude a vencer la indiferencia hacia nuestros hermanos: somos
hermanos y nos necesitamos; y en consecuencia, hemos de estar dispuestos a ayudarnos. ¡VENZAMOS
LA INDIFERENCIA!

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