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“El verdadero cambio en nuestras vidas: EL ARREPENTIMIENTO"

Curso: Los escritos de Juan El Amado


Instituto de Religión Maracaibo
Hermana Abigail Carruyo.

Todos los seres humanos como creación del Eterno Dios, tenemos un destino y
potencial divino; pero para alcanzarlo y regresar de nuevo a su presencia debemos ser
santificados, "toda persona responsable de sus actos ha pecado en alguna forma y
debe arrepentirse a fin de progresar hacia la salvación" (Guía para el estudio de las
Escrituras). “Y la vía está preparada desde la caída del hombre, y la salvación es
gratuita" (2 Nefi 2:4); "el arrepentimiento no es su plan B para cuando fallamos, el
arrepentimiento es Su plan" (Elder Lynn G. Robbins, Conferencia General Anual
Num.188).

LA CAIDA

Como seres humanos, para ser probados según el gran plan de Dios, la Caída era un
paso necesario, porque si no entonces ese plan se vería frustrado; Adán y Eva
comieron del fruto prohibido y desobedecieron, por consecuencia fueron echados del
Jardín del Edén (2 Nefi 2:19), estando ahora sujetos a una muerte temporal e incluso
espiritual, aun había una esperanza; el Señor le dijo a Adán :" así como has caído
puedes ser redimido; y también todo el género humano, si cuantos quieran" (Moisés
5:9). Verdaderamente Dios sabiendo que ocurriría la Caída, dispuso un medio para
cambiar nuestra naturaleza humana, "porque Él es mismo ayer, hoy y siempre; y la vía
ha sido preparada para todos los hombres desde la fundación del mundo, si es que se
arrepienten y vienen a Él" (1 Nefi 10:18).

Vemos que es necesario arrepentirse porque "todos los hombres serán castigados por
sus propios pecados y no por la transgresión de Adán" (Art. Fe 2), “Recuerda, pues,
oh hombre que por tus hechos serás traído a juicio (…) y ninguna cosa impura puede
morar con Dios (1 Nefi 10:20-21). El arrepentimiento se hace efectivo y es aceptado
por Dios solo mediante la Expiación de Jesucristo infinita, ya que el padeció el
castigo del pecado por toda la humanidad, fue y sigue siendo el único medio por el
cual hoy podemos reconciliarnos con Dios, "por tanto, es preciso que sea una
expiación infinita, pues a menos que fuera una expiación infinita, esta corrupción no
podría revestirse de incorrupción"(2 Nefi 2:9). Por la expiación de Cristo, todo el
género humano puede salvarse" (Art. Fe 3).
El presidente Joseph F. Smith enseñó: “Los hombres no pueden perdonarse sus
propios pecados; no pueden limpiarse de las consecuencias de sus pecados. Pueden
dejar de pecar y pueden actuar rectamente en el futuro, y a tal punto [que] sus hechos
sean aceptables ante el Señor, [llegan a ser] dignos de consideración. Pero, ¿quién
reparará los agravios que se hayan ocasionado a sí mismos y a otras personas, los
cuales parece imposible que ellos mismos reparen? Mediante la expiación de
Jesucristo serán lavados los pecados de aquel que se arrepienta, y aunque fueren rojos
como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana (Isaías 1:18), esa es la promesa que
se les ha hecho”.

¿DE QUE MANERA DEBEMOS VER EL ARREPENTIMIENTO?

Las generaciones pasan y los tiempos cambian, pero algo que todavía persiste son las
tentaciones; sin duda el adversario de igual manera siempre está en la mira para
hacernos caer, de modo que si dejan que tenga poder "los pacificara y adormecerá con
seguridad carnal (...) y así el diablo engaña sus almas y los conduce astutamente al
infierno"(2 Nefi 28:21).

Es imposible que no seamos tentados, ¡ciertamente estamos en un estado de


probación!, nadie está exento, "a la verdad el espíritu está dispuesto pero la carne es
débil" (Marcos 14:38). Hay muchos ejemplos de grandes personas que tuvieron que
pasar por este proceso, tal el caso del primer Rey de Israel Saúl, que desobedeció al
profeta Samuel, y más adelante atenta contra la vida de David, quien también había
sido elegido por el Señor para gobernar a Israel.

David había cumplido con el Señor y había sido un joven justo, e inclusive de igual
manera llego a caer en el pecado mientras que sus ejércitos enfrentaban a los
amonitas. El en Jerusalén "se paseaba por el terrado de la casa real, cuando vio desde
el terrado a una mujer que se estaba bañando, la cual era muy hermosa, y envió David
a preguntar por aquella mujer y le dijeron: Aquella es Betsabe, hija de Eliam, esposa
de Urías, el heteo. Y envió David mensajeros y la tomó; y vino a él y él se acostó con
ella" (2 Samuel 11: 1-4). Luego David además de ello planeo la muerte del esposo y
la tomo a ella por su esposa, quien concebiría un hijo suyo. Su castigo fue la muerte
de ese hijo porque tal como advierte Jehová " el día en que se rebelaren contra mí, yo
los maldeciré con penosa maldición"(1 Nefi 2:23).
El recurrió a Jehová para arrepentirse y pedir perdón, en las escrituras encontramos
que el rogaba diciendo: " Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu compasión;
conforme a la multitud de tus tiernas misericordias, borra mis transgresiones. Lávame
por completo de mi maldad y limpiamente de mi pecado. Porque yo reconozco mis
transgresiones, y mi pecado esta siempre delante de mí. Contra ti, contra ti he pecado
y he hecho lo malo antes tus ojos (...) Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio y
renueva un espíritu recto dentro de mi" (Salmo 51:1-4,10). En esta situación David,
había conocido al Señor, había recibido un testimonio, y tenía conocimientos sobre
sus mandamientos.

Otro muestra seria Alma hijo, que de seguro habría crecido con el gran ejemplo de su
padre pero aun así no se hallaba en las mismas sendas tanto que " se convirtió en un
hombre de muchas palabras, y lisonjeo mucho al pueblo; por lo que condujo a muchos
de los del pueblo a que imitaran sus iniquidades" (Mosiah 27:8) Alma, su padre, más
que preocupado oraba con mucha fe para que fuera traído al conocimiento de la
verdad, y sus oraciones fueron contestadas, porque sabemos que se le apareció un
ángel para declararle todas las cosas y detener su obra de destrucción en la iglesia de
Dios, tanto fue su asombro que cayó a tierra y por unos días no pudo moverse, mas
sin embargo también sabemos que al poder recobrar sus fuerzas él dijo: "me he
arrepentido de mis pecados, y el Señor me ha redimido" (Mosiah 27:24); "después de
la predicación de Alma muchos empezaron a arrepentirse y a escudriñar las
escrituras" (Alma 14:1).

Aprendemos de estos grandes antepasados que aun probado el amor y la misericordia


de Dios, con o sin un testimonio, el pecado puede dominarnos si le damos cabida.
Ellos se dieron cuenta que "el Señor de cierto vendría para redimir a su pueblo, pero
que no los redimiría en sus pecados, sino para redimirlos de ellos" (Helaman 5:10-11).
Jesucristo con su gran sacrificio no elimino nuestra responsabilidad personal, pero
"los días de los hijos de los hombres fueron prolongados según la voluntad de Dios,
para que se arrepintieran mientras se hallaren en la carne" (2 Nefi 2:21) "A nadie
manda el que no participe de su salvación"(2 Nefi 26: 24).

Tal como lo indica el Antiguo testamento , el pueblo de Israel cuando fue liberado de
Egipto, y con Moisés como líder y profeta, cayeron muchas veces en el error y
siguieron durante el reinado de los jueces, eran "prontos en cometer iniquidad, pero
lentos en recordar al Señor vuestro Dios" (1 Nefi 17:45), ellos clamaban a Dios que
los librara de sus aflicciones pero luego de que sus peticiones eran respondidas, se
olvidaban de Él; pero Dios en su misericordia dice que "cuantas veces mi pueblo se
arrepienta, le perdonare sus transgresiones contra mi" (Mosiah 26:30), “porque he
aquí, os digo que cuantos (…) se arrepienten, son el pueblo del convenio del señor” (2
Nefi 30:2).

Sabemos del arrepentimiento sincero, pero ¿como lo vemos? , no debería ser una
opción o una especie de comodín que nos permite pecar y luego limpiarnos cuando
queramos; debemos verlo como la decisión y el paso que nos permite progresar y
labrar una perfección eterna. “El arrepentimiento es un cambio que se efectúa en el
corazón y en el modo de pensar, lo cual significa adoptar una nueva actitud, en cuanto
a uno mismo y en cuanto a la vida en general” (GEE). Un ejemplo perfecto seria el
poder exclamar como el pueblo de Nefi que: "[el arrepentimiento] ha efectuado un
potente cambio en nosotros, por lo que ya no tenemos más disposición a obrar mal,
sino hacer lo bueno continuamente" (Mosiah 5:2). El arrepentimiento implica que la
persona se aleje del pecado y entregue su corazón y su voluntad a Dios, sometiéndose
a los mandamientos, "tal como un niño se somete a su padre" (Mosiah 3:19). “Por
tanto, al que se arrepintiere y viniere a mi como un niño pequeñito, yo lo recibiré,
porque de los tales es el reino de los Dios"(3 Nefi 9:22).

Los errores forman parte de la vida, pero "sucederá que cualquiera que se arrepienta
y se bautice en mi nombre, será lleno, y si persevera hasta el fin, he aquí yo lo tendré
por inocente."(3 Nefi 27:16). El éxito no consiste en la ausencia del fracaso, sino en ir
de fracaso en fracaso sin eliminar el entusiasmo, aunque "se fijó un castigo, y se dio
una ley justa, la cual trajo remordimiento de consciencia al hombre"(Alma 42:18)
debemos regocijarnos.

EL PERDON

Una joven había orado para pedir perdón y sintió que Dios la había perdonado; sin
embargo, no lograba perdonarse a sí misma. Seguía culpándose una y otra vez, lo que
impedía dejar el asunto en el pasado. Pero luego de una experiencia, leyendo (Enós
1:5-6), se dio cuenta de que al igual que Enós por su fe ella no debía seguir
castigándose dado que Jesucristo ya había expiado sus pecados y sufrido por ella (La
clave para perdonarme a mí misma, Liahona de Marzo, 2018).
Esto es esencial para la felicidad en esta vida y por toda la eternidad, el
arrepentimiento es uno de los primeros principios del evangelio, Dios nos ama "y
cuán grande es su gozo por el alma que se arrepiente” (DyC 18:13). Y nos dice: “no
demoréis el día de vuestro arrepentimiento" (Alma 34:33). Este es un proceso que
puede ser doloroso pero nada comparado con el gozo y paz duradera.

Primero "deja que te preocupen tus pecados" (Alma 42:29), "Si, reconoce tu
indignidad ante Dios en todo tiempo. (Alma 38:15); debemos reconocer nuestras
faltas porque "si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos,
y la verdad no está en nosotros"(1 Juan 1:7). Si verdaderamente nos estamos
esforzando por vivir el Evangelio, ese conocimiento nos lleva a sentir pesar y "la
tristeza que es según Dios" (2 corintios 7:10) de la cual si no hay que arrepentirse.
Cuando experimentes la tristeza que es según Dios, sentirás el deseo sincero de
cambiar. Debemos volvernos con todo el corazón y orar con fe a nuestro Padre
Celestial "permitir que esto nos humille hasta el polvo"(Alma 42:30), no dejando de
considerarnos dignos de orar, porque "me hallareis, porque me buscareis de todo
corazón" (Jeremías 29:12-13).

Para recibir el perdón hay que estar dispuestos a confesar totalmente "porque no hay
nada oculto que no haya de ser revelado"(2 Nefi 30:17) además "la verdad os hará
libre" (Juan 8:32), “no trates de excusarte en lo más minino a causa de tus pecados"
(Alma 32:40). "El que encubre sus pecados no prosperara; mas el que los confiesa y
se aparta alcanzara misericordia" (Proverbios 28:13), entonces no es solamente ejercer
la fe en Jesucristo, reconocer, confesar, sino ¡también abandonar! A nadie le gustaría
perderse de las bendiciones celestiales; así como el Señor nos manda a ser hacedores
y no solo oidores de la palabra (Santiago 1:22) si decimos que nos arrepentimos
debemos demostrarlos en hechos, "por esto sabréis si un hombre se arrepiente de sus
pecados: he aquí los confesara y los abandonara" (DyC 58:43). Si deseamos seguir
adelante, debemos mantener la determinación de no caer de nuevo, Dios no permite
que seas tentado más de lo que puedas resistir (1 Corintios 10:13) pero no puedes
permanecer en la tentación y esperar vencer el pecado, debemos “orar y velar
siempre" (Marcos 14:38).

Tal como cuando nos hacen daño y esperamos que la otra persona se esfuerce y haga
todo por remediarlo, igualmente nosotros debemos saldar nuestras cuentas y restituir
todo el mal causado por nuestra mala decisión; es una manera más de demostrar que
nos arrepentimos.
"Y ahora y bien, amados hermanos míos (...) quisiera preguntar si ya quedo hecho
todo. He aquí os digo que no" (2 Nefi 31:19); aun no es suficiente, " quisiera que
aprendierais que solo se salva el que persevera hasta el fin" (DyC 53:7), porque no es
solamente abandonar y resistir el pecado, sino aprovechar cada día, y cada
oportunidad para edificarnos así como reino de Dios; para prepararnos a lo que ha de
venir y tener nuestras lámparas llenas de aceite.

OBEDIENCIA MAS QUE SACRIFICIO

La obediencia es lo más preciado que le podemos ofrecer a nuestro Padre Eterno,


“hay una ley irrevocablemente decretada en el cielo antes de la fundación del mundo,
sobre la cual todas las bendiciones se basan; y cuando recibimos una bendición de
Dios, es porque se obedece aquella ley sobre la cual se basa" (DyC 130:20-21).
Perseverar en su Evangelio es lo único que nos pide, no hay excusa, no quedaremos
completamente salvo del pecado sino hasta que haya terminado la vida en la tierra.
Pero " el que se arrepienta y cumpla los mandamientos del Señor será perdonado
(DyC 1:32).

"Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito, para que
todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna."(Juan 3:16) “Y esta es
la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien
has enviado"(Juan 17:5) "Y en esto sabemos que nosotros le hemos conocido: si
guardamos sus mandamientos" (1Juan 2:3). Y "yo, el Señor, estoy obligado, cuando
hacéis lo que yo os digo; más cuando no hacéis lo que yo os digo, ninguna promesa
tenéis" (DyC 82:10). Sigamos pues adelante "con firmeza en Cristo, teniendo un
fulgor perfecto de esperanza y amor por Dios y por todos los hombres" (2 Nefi 31:20)
, perdonándonos unos a otros así como nuestro Padre que está en los cielos nos
perdona, sirviendo a nuestros semejantes, haciendo cuanto podamos.

"El arrepentimiento es un don de Dios siempre a nuestro alcance que nos permite y
nos habilita para ir de fracaso en fracaso sin perder nunca el entusiasmo (...) Nadie
está mas de nuestro lado que el Salvador. Él nos permite tomar y seguir tomando Sus
exámenes. Llegar a ser como El requerirá incontables segundas oportunidades en
nuestras luchas diarias contra el hombre natural, como controlar los apetitos, aprender
la paciencia y el perdón, vencer la pereza y evitar los pecados de omisión (…) Si errar
es humano, ¿cuantas veces fracasaremos hasta que nuestra naturaleza deje de ser
humana y sea divina? ¿Miles?, muy probablemente un millón. (Hasta setenta veces
siete, Liahona Mayo, 2018).

PERSEVERAR HASTA EL FIN

¡Que nuestro temor de perder la salvación eterna sea más grande que el pecado!, y
sigamos en el camino de nuestros convenios "no dejando de congregarnos, como
algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuando veis que aquel
día se acerca" (Hebreos 10:25), renovando nuestro arrepentimiento y purificación
mediante la ordenanza de la Santa Cena.

El Élder Dallin H. Oaks recuerda que:

El Señor resucitado hizo hincapié en la importancia de la Santa Cena cuando visitó el


continente americano e instituyó esa ordenanza entre los nefitas fieles; Él bendijo los
emblemas de la Santa Cena y se los dio a Sus discípulos y a la multitud reunida (3
Nefi 18:1–10) al mismo tiempo que les mandó:

“Y siempre haréis esto por todos los que se arrepientan y se bauticen en mi nombre; y
lo haréis en memoria de mi sangre, que he vertido por vosotros, para que testifiquéis
al Padre que siempre os acordáis de mí. Y si os acordáis siempre de mí, tendréis mi
Espíritu para que esté con vosotros. Y si hacéis siempre estas cosas, benditos sois,
porque estáis edificados sobre mi roca (…) Pero aquellos que de entre vosotros hagan
más o menos que esto, no están edificados sobre mi roca, sino sobre un cimiento
arenoso; y cuando caiga la lluvia, y vengan los torrentes, y soplen los vientos, y den
contra ellos, caerán, y las puertas del infierno están ya abiertas para recibirlos” (3 Nefi
18:11–13; La Reunión Sacramental y la Santa Cena).

Obviamente, esto no es una tarea fácil; se ha dispuesto que sea difícil, desafiante y, a
la larga, purificante, conforme nos preparemos para regresar a vivir con nuestro Padre
Celestial y recibir bendiciones eternas.
Sin duda, perseverar hasta el fin no es algo que se hace solo. Primero, requiere el
poder redentor del Salvador; no podemos volver a la presencia de nuestro Padre
Celestial a menos que seamos puros, de modo que debemos seguir arrepintiéndonos.
Lo ideal es arrepentirse a cada momento, pero también asistimos a la reunión
sacramental cada semana para tomar la Santa Cena y renovar nuestros convenios
bautismales. Segundo, perseverar hasta el fin requiere el Espíritu Santo, que nos
guiará y nos santificará. Tercero, debemos formar parte integral de una comunidad de
santos, prestando servicio y recibiendo servicio de nuestros hermanos y hermanas en
el Evangelio (El Evangelio de Jesucristo, Élder L. Tom Perry).

Debemos entender que "Adán cayo para que los hombres existiesen; y existen los
hombres para que tengan gozo" (2 Nefi 2:25) y la clave para tener gozo, es el
arrepentimiento, el verdadero cambio en nuestras vidas; para así poder sentir lo que
Ammón sintió, " y tan grande fue el gozo de Ammón que lo colmó (...) He aquí este
es un gozo que nadie recibe sino el que verdaderamente se arrepiente y humildemente
busca la felicidad" (Alma 27:17-18) , y “os digo que así habrá más gozo en el cielo
por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan de
arrepentimiento” ( Lucas 15:7).

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