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Dirigido por Andrés Ortiz-Osés y Patxi Lanceros

Diccionario interdisciplinar de

Hermenéutica
HG. Gadamer E. Dussel
P. Ricoeur L.A. Schokel
G. Durand M. Frank
G. Vattimo E. Neumann
J.L. Aranguren M. Maffesoli
R. Panikkar E. Coreth
J. Rof Carballo L. Cencillo
E. Trías J.L. Abellán
J. Oteiza J. Gómez-Tabanera
C. Moya M. Beuchot
X. Rubert de Ventós C. García Gual y otros

Quinta edición revisada y ampliada

2006
Universidad de Deusto
Bilbao
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Deconstrucción
Cuando, a finales de los años 60, Jacques Derrida Utilizado por Derrida hacia finales de los años 60, el
(pensador francés nacido, en 1930, en EI-Biar, Argelia) término «deconstrucción» no puede por menos que
utilizó el término «deconstrucción» en De la gramma- insertarse perfecta aunque polémicamente en el campo
tologie, uno de sus primeros textos, jamás pensó ni de ese discurso estructuralista que, en esosaños, domina
que dicha palabra terminaría «tipificando» su queha- el panorama cultural francés: «El estructuralismo domi-
cer filosófico ni que dicho término tendría tanto éxito, naba por aquel entonces. "Deconstrucción" parecía ir en
en Europa y en Estados Unidos, para designar unos gi- ese sentido, ya que la palabra significaba una cierta
ros de lectura y de escritura que, atentos al pensa- atención a las estructuras (que, por su parte, no son sim-
miento de Derrida, inciden en lugares tan diversos plemente ideas, ni formas, ni síntesis, ni sistemas). De-
como son no sólo la filosofía, sino también la crítica li- construir era asimismo un gesto estructuralista, en todo
teraria, la estética y, asimismo, la arquitectura, el dere- caso era un gesto que asumía una cierta necesidadde la
cho, el análisis de las instituciones o la reflexión políti- problemática estructuralista. Pero era también un gesto
ca. En algunos textos, bastante posteriores (como, por antiestructuralista. Y su éxito se debe, en parte, a este
ejemplo, L'oreille de l'autre, Mémoires, pour Paul de equívoco» (Psyché, p. 389). No resulta, pues, extraño
Man, «Lettre a un ami japonais» [en Psyché], dr. Bi- que, a menudo, se recurra a operaciones como la desedi-
bliografía), Derrida explica que empleó el término mentación, el desmontaje o la desestructuración para
«deconstrucción», término poco usual en francés, para explicar y/o entender cómo incide la deconstrucción en
retomar en cierto modo, dentro de su pensamiento, las estructuras logofonocéntricas del discursotradicional
las nociones heideggerianas de la «Destruktion» de la de Occidente, en los entramados conceptuales de todo
historia de la ontoteología (que hay que entender no gran constructo de pensamiento. Dichos procedimientos
ya como mera destrucción, sino como «des-estructura- no son, sin embargo, más que aproximaciones -y no
ción para destacar algunas etapas estructurales dentro siempre muy exactas-- a la tarea deconstructiva pues lo
del sistema») y de la «Abbau» (operación consistente que (con) ella (se) pone en marcha no es una operación
en «deshacer una edificación para ver cómo está cons- negativa. Deconstruir consiste, en efecto, en deshacer,
tituida o desconstituida»). en desmontar algo que se ha edificado, construido, ela-
«Deconstrucción» no era una palabra a la que Derri- borado pero no con vistas a destruirlo, sino a fin de com-
da concediese una importancia: no era sino una pala- probar cómo está hecho ese algo, cómo se ensamblan y
bra más dentro de toda una cadena de muchas otras se articulan sus piezas, cuáles son los estratos ocultos
palabras, una palabra susceptible de sustituir a y de que lo constituyen, pero también cuáles son las fuerzas
ser sustituida y determinada por otras tantas palabras no controladas que ahí obran.
en un trabajo que, además, no se limita sólo al léxico. La deconstrucción trabaja, pues, no ya al modo de un
Pero tampoco encontraba Derrida esta palabra espe- análisis que, sin «pillarse los dedos», se limita a reflexio-
cialmente «bonita» ni «afortunada» (Psyché, p. 392). nar y/o a recuperar un elemento simple o un presunto
Hoy, sin embargo, Derrida parece empezar a cobrarle origen indescomponible de un determinado sistema,
un cierto afecto, tras haber tenido que explicarse, que sino como una especie de palanca de intervención acti-

L
defenderse, con mucha frecuencia, desde hace ya unos va, estratégica y singular, que afecta a [o, como escri-
cuantos años (dr., por ejemplo, Mémoires, pour Paul be a veces Derrida, «solicita», esto es, conmueve como
de Man), de los crispados ataques que se viene lanzan- un todo, hace temblar en su totalidad] la gran arqui-
do, en los ámbitos académicos y periodísticos nor- tectura de la tradición cultural de Occidente (toda esa
""m";Qoo, y ~rop,o,, rontra la d«onstru<dóo. herencia de la que nosotros, querámoslo o no, somos
Deconstrucción 98

herederos}, en aquellos lugares en que ésta se conside- aquí-y.ahora estoy haciendo} de la deconstrucción en
ra más sólida, en aquellos en los que, por consiguien- singular, sino que habría que hablar de deconstruccio-
te, opone mayor resistencia: sus códigos, sus normas, nes en plural, de deconstrucciones que se inscriben en
sus modelos, sus valores. la singularidad misma de lo deconstruido.
Esto no significa, sin embargo, que la deconstrucción Sabiendo, sin duda alguna, que el siguiente repro-
sea una crítica. Y no lo es, en primer lugar, en el senti- che sería algo así como: «Entonces ¡todo vale! ¡La de-
do apuntado por la instancia del krinein, esto es, en el construcción es un mero pasatiempo irresponsable!»,
sentido de un juicio valorativo, de una decisión que se Derrida precisa que el hecho de que la deconstrucción
establece a partir de una serie de primacías y de jerar- no sea un método «no excluye una cierta andadura
quías. Antes bien, si alguna ley puede atribuírsele a la que es preciso seguir» (La dissémination, p. 303}. Dicha
deconstrucción, ésta no es otra que la ley de la indeci- andadura no es otra que lo que Derrida denomina la
dibilidad. Pero esta indecidibilidad, que va «más allá de estrategia general de la deconstrucción. En el proceso
todo cálculo y de todo programa», no es «ese quedar significante general que es el texto para Derrida y den-
en suspenso de la indiferencia, no es la différance tro de una compleja y diversificada trama de trabajo
como neutralización interminable de la decisión. Por el siempre singular, un «suplemento de lectura o de escri-
contrario, es la différance como elemento de la deci- tura debe ser rigurosamente prescrito, pero por la ne-
sión y de la responsabilidad» (Altérités, p. 33}. cesidad de un juego, signo al que hay que conceder el
La deconstrucción tampoco es una crítica, en segundo sistema de todos susvalores» (La dissémination, p. 72).
lugar, en el sentido de una operación negativa, nihilista, Y es, precisamente, en la rigurosa necesidad de ese su-
irracional o escéptica. Frente a todas ellas, la deconstruc- plemento de lectura o de escritura en donde se plasma
ción acepta el riesgo y la necesidad de asumir de forma con más fuerza la gran desemejanza que existe entre la
positiva, afirmativa, la única racionalidad que se da, es estrategia deconstructiva y la práctica hermenéutica tal
decir, una razón capaz de enfrentarse a su fa Ita de ga- y como ésta ha ido forjándose desde Schleiermacher
rantías, de renunciar a su supuesta universalidad y de hasta nuestros días. Hago esta precisión porque el térmi-
acoger su «otro» espúreo y conflictivo: la no-razón. no hermenéutica tiene una larga historia y su signo ha
Por otra parte, operaciones del tipo de la destruc- ido alterándose constantemente en el transcurso del
ción, de la negación, del aniquilamiento, de la transgre- tiempo. Este Diccionario es un buen ejemplo de ello.
sión, por su simplicidad misma, por la mera inversión de A primera vista, en ambos casos existe una revisión
valores que operan, no constituyen más que meras re- de determinados conceptos fundadores manejados por
gresiones o falsas salidas con respecto a aquello mismo la tradición. Sin embargo, ni dicha revisión, ni las hipó-
que pretenden transgredir o destruir. Situándose siem- tesis de trabajo que en ambos quehaceres se ponen en
pre en el borde, manteniéndose siempre en un equili- marcha, ni los efectos que se pretenden desencadenar
brio inestable y, por ello mismo, fructífero sobre ese re- permiten, en ningún momento, establecer semejanza
torcido margen que articula a la tradición occidental alguna entre ambos recorridos. «Por hermenéutica he
con su otro, la deconstrucción cifra su eficacia, precisa- designado el desciframiento de un sentido o de una ver-
mente, en la complejidad de su gesto siempre desdobla- dad resguardados en un texto. La he contrapuesto a
do, nunca simple, el cual, a su vez, resalta la importan- la actividad transformadora de la interpretación» («La
cia de la estrategia en esa actividad filosófica que es la question du style», en AA.W.: Nietzsche aujourd'hui.
deconstrucción. Estrategia sí, pero no método. París,Union Générale d'Éditions, 1973, p. 29).
En efecto, la deconstrucción no es, tampoco, en En efecto, la ineludible necesidad de la búsqueda de
modo alguno un método. No lo es, en primer lugar, la verdad, del sentido último del texto que domina la ac-
porque la deconstrucción no es ni puede ser jamás la tividad hermenéutica difícilmente se conjuga con la lógi-
Dperación de un sujeto: no sobreviene del exterior ni ca derridiana del suplemento cuya tarea reclama, ante
• con posterioridad al objeto concernido, sino que forma todo, «reinterpretar la interpretación», ser una nueva
parte integrante del mismo. «La deconstrucción -scri- escritura de la escritura.
be Derrida- tiene lugar; es un acontecimiento que no En primer lugar, la búsqueda del sentido perdido del
espera la deliberación, la conciencia o la organización texto o, dicho en términos más deconstructivos, la bús-
del sujeto, ni siquiera de la modernidad. Ello se decons- queda del querer decir del autor en el texto, sitúa a la
truye. El ello no es, aquí, una cosa impersonal que se Hermenéutica en la problemática de la comprensión del
contrapondría a alguna subjetividad egológica. Está en pasado, es decir, en la línea de una concepción de la
deconstrucción (Littré decía: "deconstruirse ... perder su historia como efectividad del sentido: el sentido deja
construcción"}. Y en el "se" del "deconstruirse", que no una serie de huellas que constituyen la trama de la his-
es la reflexividad de un yo o de una conciencia, reside toria, pero dichas huellas serán siempre efecto de la
todo el enigma» (Psyché,p. 391}. historia. Para la deconstrucción, en cambio, la historia
En segundo lugar, la deconstrucción no es un méto- carece de origen primigenio y de sentido teleológico.
do porque la singularidad (el idioma en su sentido más Regida por el movimiento de la huella, por la différance
estricto, es decir, lo que Derrida a veces llama el «efec- (temporización y, a la vez, espaciamiento), la historia es
to de idioma para el otro»} de cada texto, de cada una entendida como historia diferencial, como efecto de la
de sus lecturas, de cada escritura, de cada firma, resul- huella, que, por consiguiente, excluye la indiferencia,
ta irreductible. La deconstrucción, de hecho, es un esto es, la continuidad y linealidad del fluir temporal.
acontecimiento singular que tiene que re-plantearse En segundo lugar, la búsqueda del sentido del texto,
en cada ocasión, que tiene que inventarse de nuevo en tarea fundamental de la Hermenéutica, implica tanto
cada caso. Por eso, no se debería hablar sin más (como una especie de «perfección anticipada» del texto como
99 Deconstrucción

esa «buena fe» del intérprete que confía en el privile- simiente, no un término absoluto» (La dissémination,
gio ontológico y semántico de dicho texto. Es decir, la pp. 337-338). El proliferante trabajo de la diseminación
Hermenéutica se apoya en buena medida en el concep- da lugar no sólo a que aquello que es afectado por ella
to de pertenencia, en el discurso de asistencia recíproca no retorne nunca al «padre», es decir, a que ningún tér-
entre el escribir y el comprender como lectura que «es- mino, ni ningún texto trabajado por ella se justifique
cucha». Si leer es oír, escuchar, la Hermenéutica se re- nunca, en última instancia, por una referencia al querer-
suelve, entonces, básicamente en una labor de media- decir, al logos o a cualquier otro origen supuestamente
ción interpelativa destinada a asimilar el sentido, que inquebrantable, sino que, además, impide cualquier po-
ya está ahí, de un texto y que, por lo tanto, sólo resulta sibilidad de saturación del contexto. Porque tampoco
preciso poner de manifiesto, hacer presente. La decons- hay que olvidar que si, por su parte, la lógica decons-
trucción, por su parte, requiere «pillarse los dedos», es- tructiva reclama la carencia de centro y, por consiguien-
crutando entre las líneas, en los márgenes, escudriñan- te, de organización temática, de palabras-<lave(por ser
do las fisuras, los deslizamientos, los desplazamientos, a dichas instancias indisociables del prejuicio metafísico de
fin de producir, de forma activa y transformadora, la es- la primacía de la presencia), a su vez, el límite tampoco
tructura significante del texto: no su verdad o su senti- posee una estructura perfectamente nítida y tajante
do, sino su fondo de ilegibilidad y, a la vez, ese exceso, sino que ésta, por el contrario, es sinuosa y retorcida
ese suplemento de escritura o de lectura que, interro- como la de una lima. En ocasiones,Derrida habla de in-
gando la economía del texto, descubriendo su modo de vaginación para aludir a la compleja relación entre inte-
funcionamiento y de organización, poniendo en mar- rior y exterior, a la imposibilidad de zanjar de una vez
cha todos sus efectos (inclusive lo reprimido, lo exclui- por todas entre el dentro y el fuera, a la indecidibilidad
do), abre la lectura en lugar de cerrarla y de protegerla, que, de hecho, afecta a todas las presuntas categorías
disloca toda propiedad y expone al texto a la indecidibi- delimitadoras. Y esto es lo que releva la textura del tex-
lidad de su lógica doble, plural, carente de centro, la to, su espesor. El texto es un entramado de textos, un te-
cual no permite jamás que se agote plena y definitiva- jido de diferencias, indecidible, diseminado al infinito.
mente su proceso de significación. Resulta imposible decidir dónde acaba un texto y dónde
Ciertamente, la textualidad hermenéutica, a pesar de comienza otro. «// n'y a pas de hors-texte», afirma Derri-
estar en cierto modo borrada, encierra un sentido vir- da. Lo único que hay es texto «aperte de vue»...
tual, una potencia de verdad que el intérprete ha de
poner de manifiesto, aún sabiendo que dicha donación
de sentido no consigue explicar más que algunas unida- Bibliografía
des de sentido, sin abarcar nunca exhaustivamente la
totalidad. Por su parte, la deconstrucción otorga una re- Dada la extensión que supondría establecer aquí una
levancia estratégica a una textualidad heterogénea bibliografía completa tanto de los libros y artículos de
pero «re-marcada» (la cual, constituida por el complejo Derrida como de las monografías y artículos que sobre
y laberíntico juego de los injertos textuales, de la paleo- él se han publicado desde principios de los años 70 en
nimia o cuestión de los viejos nombres, de esos artilu- múltiples lenguas, no señalaré más que los libros de
gios textuales que son los términos indecidibles, de los Derrida y sus artículos más importantes así como, entre
efectos de constantes reenvíos, teje un entramado, un corchetes, las traducciones de los mismos al castellano
tejido, una red diferencial que remite a y se entrecruza cuando las haya.
con otros tantos textos) contraponiendo a la polisemia
hermenéutica una polisemia universal (semántico-sin- Introducción y traducción de L'origine de la géomé-
táctica e, incluso, gráfica): la diseminación. trie, de HUSSERL, E. París, PUF, 1962.
En la Hermenéutica, la polisemia explota el contenido De la grammatologie. París, Minuit, 1967 [De la gra-
temático y/o semántico de las palabras. Esto supone, matología. Trad. DELBARCO, o. y CERETTI, c. Buenos
ciertamente, un paso importante frente al mero comen- Aires, Siglo XXI, 1971).
tario literal y lineal de un texto. No obstante, no hay L'écriture et la différence. París, Le Seuil, 1967 [La es-
que olvidar que su horizonte último es la recuperación critura y la diferencia. Trad. PEÑALVER, P. Barcelona,
de la unidad del sentido, de la verdad. Por el contrario, Anthropos, 1989).
la diseminación, operador de generalidad gobernado La voix et le phénoméne. PUF, 1967 [La voz y el fenó-
por la lógica del ni/ni, esto es, del «entre», y que trabaja meno. Trad. PEÑALIIER, P., Valencia, Pretextos, 1985).
los términos y los textos, no explota ningún contenido La dissémination. París, Le Seuil, 1972 [La disemina-
temático-semántico de éstos, sino que, inseminándolos, ción. Trad. MARTÍNARANCIBIA, J. Madrid, Fundamen-
los hace estallar: «Abre el camino a "la" simiente que no tos, 1975).
(se) produce, por consiguiente, no se adelanta más que Marges de la philosophie. París, Minuit, 1972 [Márge-
en plural. Plural singular que ningún origen singular ha- nes de la filosofía. Trad. (?), Madrid, Cátedra, 1988).
brá precedido jamás. Germinación, diseminación. No hay Positions.París,Minuit, 1972 [Posiciones.Trad. AIIRANz. M.,
inseminación primera. La simiente, en primer lugar, es Valencia, Pretextos, 1977).
dispersada. La inseminación "primera" es diseminación. L'archéologie du frivole. París, Galilée, 1973. Reedita-
Huella, injerto cuya huella se pierde. Ya se trate de lo do por Galilée, 1990.
que se denomina "lenguaje" (discurso, texto, etc.) o de Glas. París, Galilée, 1974 [Extracto de Glas. Trad. FERRE-
siembra "real", cada término es un germen, cada ger- RO,L. y DEPERETTI, C., en Anthropos. Revista de docu-
men es un término. El término, el elemento atómico, mentación científica de la cultura (Barcelona), «Su-
engendra al dividirse, al injertarse, al proliferar. Es una plementos», n.0 32, mayo 1992).

1111....
Deconstrucción 100

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Dialéctica
«La cosa no se reduce a su fin, sino que se halla de las determinaciones contradictorias 2• Si el pensa-
en su desarrollo, ni el resultado es el todo real, miento ha de estar tan vivo como la realidad de la que
sino que lo es en unión con su devenir» (Hegel, se hace cargo, no puede ser rígido ni inmutable, ni
Prólogo a la Fenomenología del Espíritu).
tampoco discurrir en línea recta. Esto no quiere decir
que el pensamiento, presa de las contradicciones, no
encuentre forma de salir de ellas y se convierta en es-
pejo del caos. Si pensamiento y realidad se transfor-
man, se mueven, caminan, si tienen salida, la contra-
Sería excesivo atribuir a Hegel la paternidad de la
dicción debe poder ser resuelta (que no anulada).
dialéctica. Como es sabido, el arte de la dialéctica es,
De ahí que los momentos de la dialéctica hegeliana
como tantas otras, una inestimable herencia del pen-
sean tres de forma inseparable. Quedarse en el prime-
samiento griego. Sin embargo, no es exagerado afir-
ro condena al pensamiento a la huera abstracción y al
mar que Hegel fue el primero en captar la profundi-
dogmatismo. Abandonar en el segundo, nos abocaría
dad, la enorme potencialidad de la dialéctica
al escepticismo, «que encierra la simple negación como
platónica. Lo que nació como modelo formal de argu-
resultado de lo dialéctico» 3, que Hegel califica como pe-
mentación que permitía establecer y resolver un tipo
reza del pensamiento. Sólo se culmina el proceso al
de relaciones entre proposiciones, Platón lo transfor-
llegar al tercero, que a su vez, en el mismo momento
ma en un doble sentido: lo convierte en método que
de ser enunciado, engendra su propia contradicción.
permite el ascenso de lo sensible a lo inteligible, libe-
La dialéctica es entonces en Hegel, el órgano de la ex-
rando al pensamiento de apariencia y doxa, y, más tar-
periencia a través del cual el contenido del universo
de, en el método de deducción racional de las Formas.
adquiere la experiencia de sí mismo. Lo que de aquí
Esa segunda transformación liga la dialéctica al cono-
nace es un perpetuum movi/e, un mundo en lucha, un
cimiento de la realidad rompiendo los estrechos lími-
mundo desdoblado que jamás se detiene. En ese se-
tes a los que la reducía la mera consideración metódi-
gundo momento hay una enorme fuerza. La negación,
ca; este es uno de los puntos de apoyo de los que se
no aislada, sino dentro de todo el conjunto dialéctico,
sirvió Hegel para su propia elaboración de la cuestión
es algo extraordinariamente activo, pues hace saltar
que nos ocupa. Aristóteles, por su parte, criticando a
en añicos todo lo existente. Es una conmoción y una
Platón, consideró que la dialéctica era una forma no
destrucción que abre el camino a lo nuevo: Hegel pre-
demostrativa de conocimiento que basada en premisas
senta la dialéctica como un proceso ininterrumpido de
posibles sólo aporta un saber de probabilidad, en nin-
rupturas. Por eso la síntesis es unidad de la unidad
gún caso ligado a certidumbre. Hegel no sigue en este
(tesis) y de las contradicciones (antítesis), dejando
punto a Aristóteles, pero aprende de él que las más di-
siempre el camino abierto hacia el siguiente paso: lo
versas determinaciones pueden y deben ser reducidas
nuevo levanta cabeza en el seno de lo viejo, se de-
a un solo concepto, el cual recoja, retenga, todos los
sarrolla dentro de él, pero al cumplirse el plazo, al al-
momentos de una representación que englobe todas
canzar su madurez, se desgaja de lo viejo de un tirón y
las determinaciones. Con estas indicaciones tenemos los
avanza por su cuenta, abriéndose paso dialécticamen-
ingredientes crudos con los que Hegel cocina para la fi-
te de un modo brusco.
losofía contemporánea el problema de la dialéctica.
Nuestro autor busca el pensamiento de la totalidad,
el pensamiento que intenta «construir el sistema del
11
mundo como un sistema universal de relaciones de
conceptos.»' Esta pretensión conlleva al menos dos «Jamás un pensamiento puede alejarse
compromisos ineludibles: el pensamiento se obliga a tanto de la realidad, por mucho que se ale-
mostrar la dinámica (el movimiento) interna de la rea- je, como la realidad ha ido alejándose de sí
lidad, y, a la vez, la dinámica interna del propio pensa- misma en el transcurso del tiempo» (Dubois
miento en la que el saber sobre lo sabido y el saber so- Reymond).
bre el que sabe (sujeto y objeto en el escenario de la
conciencia) son inseparables en el saber sobre el saber. La objeción que Ernst Bloch plantea a la dialéctica
Saber significa por tanto un hacerse cargo de lo cono- hegeliana es que de hecho convierte las cosas en con-
cido, del cognoscente y del camino que ambos re- ceptos. Y esto es producto del idealismo hegeliano, es
corren en la elaboración del saber. Según Hegel hay decir: en él encontramos siempre, esquemáticamente
tres elementos que constituyen la esencia de la dialéc- mantenido, el esquema trifásico establecido a priori,
tica: el pensar es pensar de algo en sí mismo para sí que sólo en una ocasión se rompe: cuando en la cons-
mismo; por necesidad, ese pensar es pensamiento con- trucción de la historia admite cuatro fases: imperio
junto de determinaciones contradictorias; la unidad de oriental, griego, romano y germánico.
las determinaciones contradictorias conserva la natu- La idea que Bloch resalta es que la dialéctica en He-
raleza del sí mismo en cuanto forma unidad a partir gel termina siendo deudora de su panlogismo, el cual

1 H. Gadamer, La dialéctica de Hegel. Barcelona, Cátedra, 2000, ' Vid. Ernst Bloch,Sujeto-Objeto. El pensamiento de Hegel. Méxi-
p. 17. co, F.C.E. 1982, p.117.
2 Cf. ldem, p. 31 .

......_
Dialéctica 102

no es capaz de justificar que en la vida pura de la idea que compartan el mismo espacio temporal. Están ahí
pueda surgir contradicción alguna. Su subrayado radica sólo externamente, es decir, en tanto que se les puede
precisamente en poner en primer plano que la concep- ver como parte de este ahora, pero sólo por eso no vi-
ción dialéctica es la esquematización de un proceso ven todavía en el mismo tiempo que los demás6 • Esta
real, desde el cual sí es posible tomar en serio y abor- constatación viene a dar expresión a la tan común ex-
dar el momento de la negación, con lo cual el fermen- periencia de la convivencia de tiempos cualitativamen-
to de la dialéctica hay que situarlo en un elemento dis- te distintos que se mezclan en un tiempo cuantitativa-
tinto (o complementario) al del espíritu. El acicate mente igual.
dialéctico real es la necesidad; éste elemento, y sólo él, Lo primero que se podría pensar al escuchar esta
como algo jamás saciado, jamás realizado por el mun- constatación es que se intenta dar carta de ciudadanía
do existente, cualquiera que él sea, provoca la contra- legítima a una especie de anacronismo larvado. Bloch,
dicción, que continuamente surge y explota. Toda rea- sin embargo, presenta la asimultaneidad como el re-
lización a medias, toda forma de movimiento que se sultado de los desiguales procesos de desarrollo eco-
queda corta, toda sociedad histórica, va gestando en su nómico e industrial que no alcanzan por igual a todas
entraña los agentes de nuevas y mayores necesidades, las esferas de la sociedad ni acontecen de igual modo
mayores capacidades para satisfacerlas. Estas necesida- en todas partes. Esta contradicción, que surge en el
des y esta capacidad de satisfacerlas chocan contra la seno del desarrollo mismo, inevitable acompañante de
antigua forma de existencia, se convierten en elemen- la realización del progreso, es el humus que nutre dos
tos explosivos, son una llamada al futuro, es decir, a la posibilidades de comportamiento social: la del com-
fase siguiente, que viene a superar de un modo relati- portamiento reaccionario o la del comportamiento re-
vo la contradicción. Tal es el origen de la tendencia ex- volucionario7. Ahora bien, ambos comportamientos no
plosiva de la dialéctica, un origen hecho de necesidad, son sólo reacciones meramente subjetivas. Ciertamen-
fuerza productiva, esperanza, y no de puro espíritu". te hay un componente subjetivo, es decir, alguien no
En resumen, lo que construye la continuidad de la es capaz de acomodarse a una situación que no puede
historia es una base cualitativa, es decir, el descubri- comprender. Pero hay también un elemento objetivo
miento de la tendencia que reside en el sustrato de los en esa contradicción según el cual algo no concuerda
acontecimientos que encadenan la historia 5• Así, lo que en la nueva situación. Y esto supone que en el instan-
interesa ante todo es la intencionalidad que se descu- te-ahora hay restos de otros tiempos que resultan in-
bre en los acontecimientos pero que todavía no ha en- congruentes. Restos de épocas anteriores no digeridos,
contrado su forma adecuada de realización. no integrados, no incorporados al momento actual del
Esta interpretación tiene el inconveniente de poder desarrollo pero que, además, no han sido ni han podi-
ser utilizada para un tratamiento «ahistórico» de la his- do ser abolidos•. Según el análisis de Bloch, la contra-
toria. De ello se ha acusado muy a menudo a Bloch, dicción asimultánea subjetiva, el hecho de que alguien
pues abre la posibilidad de considerar que la historia se no pueda ajustarse a la nueva cualidad del tiempo, es
despliega en múltiples historias de las que nuestra ac- el potencial que activa la asimultaneidad objetiva, de
tualidad, nuestro presente, tan sólo hereda aquellas tal modo que ambas caras de la moneda, ambas
con las que puede encarar su futuro. El despliegue de modalidades de la contradicción, se unen.
la historia en historias y su tratamiento al margen de la Para poder hacer frente realidad tan compleja y ca-
cronología, caería de nuevo en el mero anecdotario y, leidoscópica de forma adecuada y no ideológica, Bloch
en cualquier caso, en la arbitrariedad, pues sólo toma- propone una dialéctica igualmente compleja y poli-rít-
ríamos prestado de ella lo que mejor nos viniera para mica, o, en términos musicales, un contrapunto de tiem-
nuestro tiempo. Esto es y ha sido un uso/abuso ideoló- po diverso9• Setrataría de una mirada que contempla la
gico de la historia. Este reproche sería legítimo si no totalidad en devenir de forma crítica, para que no se
fuera porque Bloch desarrolla una teoría capaz de cuele en ella una conciencia doblemente falsa a causa
romper con la idea del progreso lineal al tiempo que de la insipidez de unos modos de ser rancios'º· Y tam-
nos proporciona una herramienta que nos permite en- bién de una mirada que en razón de su propia dialecti-
marcar y situar los acontecimientos, dotando de forma cidad, excluye la mera contemplación, pues sólo la mira-
al collage en el que se convierte la historia. Se trata de da activa consigue no dejar estar sin más lo que hay de
la teoría y del concepto de la «asimultaneidad» o no colmado, de no realizado en el pasado". Esta dialéc-
«asincronicidad» (Ungleichzeitigkeit). Este concepto tica poli-rítmica se opone al mismo tiempo a la solución
parte de una constatación muy elemental y a la que idealista de Schelling, que promovía la unidad de las
quizá por eso no siempre se le ha dado todo su relie- contradicciones, puesto que lo que ella busca es la uni-
ve: no todos están ahí en el mismo ahora, por mucho dad de la unidad y la contradicción 12.

• Vid. ldem, p. 131. su confrontación con la tradición filosófica desde Platón a Heidegger:
5 Cf. E. Bloch, «Das jeweilige Jetzt in verschiedenen Zeiten» en R. Bodei, Multiversum. Tempo e storia in Ernst Bloch. 11confronto di
LíterarischeAuf:satze. Frankfurt, Suhrkamp 1985, pp. 152-156. Bloch con la tradizione fi/osofica da Platone a Heidegger. Nápoles, Bi-
6 Cf. Erns Sloch, Erbschah dieser Zeit. Frankfurt. Suhrkamp, 1992, bliópolis 1979.
p.104. 10 Vid. Id., p. 124.

' CI. Id., p. 116. 11 Cf. Id., p. 125.


8 CI. Id., p. 117. 12 Ibídem.
' Cf. Id., «Problem einer mehrschichtigen Dialektik», pp. 122-126.
Con respecto a una exposición y estudio detallado de esta dialéctica, y
103 Discurso

Esta es la particular formulación de una dialéctica no satisfactoriamente sustituido que siempre retorna
negativa 13, pues no se apunta con ella hacia un fenó- como nostalgia de una realización posible, aguardada,
meno de reconciliación, sino que se tiende siempre al esperada y todavía no realizada.
movimiento, a la conservación de las contradicciones La crisis, la tensión dialéctica, se mueve entonces en-
por otra parte inevitables en la realidad. En el escena- tre el polo del pasado no elaborado y el del futuro im-
rio de esta dialéctica aparecen dos personajes que pedido. Esa es la única contradicción de la simultanei-
fuerzan el movimiento. Por un lado, la mirada que se dad: la distancia entre las asimultaneidades que en
dirige al pasado como refugio y que lo utiliza ideoló- ella se dan cita y se enfrentan. Para colmar esa distan-
gicamente y, por otro, la mirada que descubre que el cia real es pertinente una dialéctica en la que entren
1
pasado es un pasado inscrito en el presente, el cual a en juego varios estratos, es decir, con varios ritmos,
su vez se entiende como futuro refrenado, en tanto abierta completamente al futuro y que, además, admi- 1
que el presente todavía no ha satisfecho las cuentas te muchas posibles salidas encaminadas a «dialectizar»
heredadas de un pasado no realizado y latente. El pre- los contenidos todavía irracionales, que constituyen los
sente, por tanto, produce en el nivel subjetivo la acu- flecos de niebla de las contradicciones asimultáneas
mulación de la frustración de no lo satisfecho, mien- con nuestro presente 14.
tras que en el nivel objetivo arroja el saldo de la
asimultaneidad de los restos de un pasado destruido y Javier Martínez Contreras
1

j
.~ ¡:
Discurso ¡:
La noción de discurso que ha sido fundamental para habla, las manifestaciones concretas de aquélla. Los 1
un cambio de paradigma en la investigación semióti- estudios de Benveniste sobre la enunciación profundi- L'
co-hermenéutica, lingüística y\ocial es extraordinaria-
mente problemática, a causa de las cualificaciones dis-
tintas que recibe de cada ámbito disciplinar. Como
zaron sobre el proceso por el cual el lenguaje se trans-
forma en discurso en unas condiciones concretas, que
también están presentes en la configuración de los
l
veremos, el término discurso arrastra algunos de los significados. A la vez, subrayaron la fundación del yo
problemas con que fuera ya utilizado: a) en el ámbito en la actividad discursiva. Por tanto, comienza a supe-
filosófico (diánoia, discursus frente a noesis, intuitio), rarse una visión del discurso como resultado, como
en el que subraya la progresión, el curso de un térmi- producto, como conglomerado de signos, para poner-
no a otro en el proceso de razonamiento, centro del se de relieve su dimensión dinámica: el proceso de
debate entre platónicos y aristotélicos {dependien- enunciación, a través del cual no sólo se produce un
do del énfasis que se pone en un término u otro de la enunciado-texto, sino que se manifiesta el sujeto emi-
oposición entre conocimiento simplici intuitu y cono- sor, su relación con sus interlocutores y con los conte-
cimiento discursivo); b) en el ámbito lingüístico y fi- nidos que produce (veremos que, además y sobre
lológico, al designar el área de los procesos de comu- todo, con otros discursos). Algo, en efecto, complejo,
nicación superiores al enunciado o a la frase, y ser que nos sitúa plenamente en el ámbito de la pragmá-
progresivamente el nuevo objeto de una lingüística tica: aquél en el que analizamos la relación de los in-
transfrástica, textual o discursiva. En este cambio de térpretes con los «tejidos» simbólicos que manifiestan
enfoque, el discurso no es contemplado ya como un significados y sentidos. Las aportaciones de Austin -y
conglomerado de signos, sino como unidad y totalidad más tarde Searle- sobre los actos de habla (speech
comunicativa. En el estudio de los discursos verbales se acts), con su distinción entre enunciados constatativos,
insiste en la importancia de otros elementos no verba- que tienden a describir un estado del mundo y los per-
les y contextuales, abordados por la pragmática. En úl- formativos, que a su vez realizan una acción en el mo-
tima instancia, la nueva acepción de discurso subraya mento de decirla, han sido fundamentales para superar
su importancia como proceso semiótico, aplicándose a la dicotomía del decir frente al hacer y para calibrar
otros tipos de discursos no verbales o no exclusivamen- todas las condiciones precisas para que un discurso
te verbales (discurso pictórico, musical, fílmico, etc.). surta su efecto, y analizar las implicaciones derivadas
En todo caso, se destaca la activa función del receptor de su enunciación.
en el proceso de interpretación discursiva, y con ello se Para la semiótica greimasiana existen dos competen-
rompe la unidireccionalidad de los ya obsoletos mode- cias o conjuntos de condiciones necesarias para el ejer-
los de comunicación. cicio de la enunciación: la competencia semio-narra-
En el marco de la semiótica, el interés por el discur- tiva, que precede la enunciación, y que es común a
so viene a corregir el excesivo énfasis que el proyecto todos los hombres, una especie de forma de la inteli-
saussureano había puesto en la lengua (código, siste- gencia humana; y la competencia discursiva, que se
ma) como objeto de la lingüística frente a la paro/e, el construye en el momento de la enunciación y rige, al

13 Inevitable una mínima referencia a dos textos ya clásicos: •• Vid. Id., p. 126.
T.W. Adorno, Dialéctica Negativa. Madrid, Taurus, 1992. y Dialécti-
ca de la Ilustración. Madrid, Trotta, 1997 .

........_
Discurso 104

elaborarlas, las formas discursivas enunciadas. La dis- deshilan y que hay que reconstruir. Textos que quere-
cursivización sería -,iguiendo a Benveniste-- la trans- mos compartir con los demás, porque es la forma más
formación de las estructuras semio-narrativas en es- radical de compartir nuestro Ser. De interesarnos en
tructuras discursivas. El discurso sería el resultado de nuestro recorrido. A veces esas relaciones están apun-
dichos procesos. Esdifícil aceptar esta división de com- tadas antes del proceso del discurrir. A veces son total-
petencias, más de lo puramente heurístico y metodo- mente postuladas por él. Siempre se trata de relacio-
lógico: el aprendizaje de esas generales estructuras se- nes limitadas y contingentes, que podrían no haber
mio-narrativas se hace a partir de la intelección de sido establecidas en el caso de que adoptáramos dife-
discursos concretos, a la vez que éstos cualifican esos rentes puntos de vista.
esquemas generales, de manera indisociable, a partir Podría pensarse en la relación discursiva como algo
de las condiciones discursivas. ajeno y externo al ser mismo que discurre, como una
Foucault ha contribuido a profundizar nuestra per- actividad más. Nada menos cierto. El discurrir mismo
cepción de la actividad discursiva, que no es sólo un constituye al ser que discurre, a la vez que éste consti-
conjunto de exteriorizaciones, sino un espacio de ma- tuye el discurso: es un principio de acción y reacción.
nifestación y experiencia de los sujetos singulares y co- No somos -en cuanto conciencia fundada- nada fue-
lectivos: «El discurso no es la manifestación, majestuo- ra de nuestra actividad discursiva. Sólo en esa medida
sa mente desarrollada, de un sujeto que piensa, es verdadero el cogito cartesiano, más real cuando se
conoce, dice; se trata, en cambio, de un conjunto en amplía la exclusiva actividad cogitativa hacia cualquier
que se puede determinar la dispersión del sujeto y su otra actividad relativa, sea intelectiva o afectiva. Dis-
discontinuidad consigo mismo. Es una especie de ex- curso del entendimiento o discurso del sentimiento,
terioridad en la que se manifiesta una red de posibles que también discurre, estableciendo empatías favora-
posiciones distintas». Por ello el ámbito de la manifes- bles o contrarias (euforias o disforias) hacia los seres
tación discursiva también es un territorio límite entre que nos rodean.
lo permitido y lo prohibido; un ámbito en el que mani- Hablamos aquí de discurso como algo que va más
festamos nuestro propio encuadre en la sociedad y allá de la clásica oposición entre diánoia (discursus) y
nuestro campo de experiencias. noesis (intuición). De un discurrir que lo es tanto del
pensamiento como del sentimiento, de la fantasía o
de la voluntad. De un discurso de la dicción, pero tam-
Discurrir es nuestro modo de estar en el mundo bién de la acción. De un discurrir que posiblemente
esté asentado en las estructuras antropológicas imagi-
El verbo currere, «correr», del que proceden las pa- narias de lo humano en las que mythos y lógos apun-
labras «curso» y «discurso» indica una actividad esen- tan un fundament~ común. Pero sobre todo, de un
cialmente dinámica (e inicialmente física). Una activi- discurrir que no deriva de un existente previo, sino
dad en la que espacio y tiempo quedan implicados que a su vez lo genera en su propia productividad. No
porque la carrera consigue salvar distancias espaciales somos antes, y después discurrimos. Somos en tanto
en lapsos temporales. También, una actividad marcada discurrimos. Y vamos siendo lo que discurrimos.
teleológicamente, en función de un fin o punto de lle- Lingüísticamente constituye un hecho probado que
gada que es el que orienta la dirección y el sentido de la sola emergencia de la palabra hace surgir el sujeto
nuestro desplazamiento (sea intencionalmente o no). que la pronuncia en el espacio y el tiempo. Podríamos
Entendemos la vida -en tanto que es proceso- decir algo parecido en relación con cualquier otra acti-
como curso, como corriente, como discurrir, como trans- vidad: el trazo del pincel en el lienzo postula un suje-
currir, como ocurrencia, como concurrencia ... En la me- to, al igual que la combinatoria de notas, que consti-
pida en que se va sedimentando como producto, la tuye el embrión de lo musical, exige y a la vez
captamos como discurso, a la vez relanzado como pro- construye un soporte de experiencia.
ceso. Un discurso que puede ser «leído», repensado. Y Pero el discurrir, por su propia naturaleza, supone
cuyo contenido puede ser hasta cierto punto «corregi- entrar automáticamente en el espacio de otros dis-
do» (es decir, ca-regido: regido simultáneamente por cursos, inmediatos o mediatos, conscientes o incons-
nosotros y por todo el conjunto de mediaciones que nos cientes, experimentados o aprendidos, homogéneos o
constituyen). Es ésta (la discursiva) la dimensión de la heterogéneos. Ningún discurso discurre al margen de
vida alcanzada y representada por la conciencia: el he- los otros. Y todos, en última instancia están relaciona-
cho de relacionar unas cosas con otras, unos aconteci- dos con la unidad del universo y sujetos a un conti-
mientos con otros, estableciendo así el relato de nues- nuum y a un horizonte de no inteligibilidad, sólo roto
tra propia existencia. cuando nuestra mediación cultural introduce princi-
Efectivamente, el hombre es el único animal que pios de pertinencia y principios de relación.
discurre y a la vez tiene conciencia de ello. Es, en oca- Sólo en la experiencia mística, tal como ha sido des-
siones, a esta conciencia a la que reservamos el nom- crita en diversos tiempos y lugares, se rompe esa frac-
bre de discurso. Pero el fluir de la existencia (expresa- talidad de lo discursivo y la axiologización de las cosas.
do en el heraclitiano panta reí, «todo fluye») es Sólo en ella pierde sentido la contingencia de cada
extraordinariamente complejo: fluye y confluye conti- cosa para alcanzarse un nuevo sentido que es inefable,
nuamente, bifurcándose, dividiéndose, formando par- irreductible al discurso. Por ello, también, es una expe-
te de relatos distintos, de distintos discursos. Nuestro riencia de la desaparición del yo, en la medida en que
discurrir teje seres, cosas, acontecimientos: los pone en no es construido semio-narrativamente por ningún
relación. Genera textos. Textos que continuamente se discurrir. La intelección del mundo (que es mundo,
105 Discurso

precisamente, por dicha intelección) nos condena de tes que reproducen a partir de la mediación. Sabemos
algún modo a la pérdida de la realidad radical que que, en muchas ocasiones es a esta mediación misma
subyace todas las cosas, a la vez que nos regala nues- -o incluso al soporte en que la mediación se asien-
tra mismidad. El precio por entrar (efímera o definiti- ta- a la que se suele denominar discurso (a veces tex-
vamente) en el espacio de la realidad radical es nues- to, aunque no sean términos de contenidos coindiden-
tro yo como construcción discursiva, como diferencia. tes). Pero este uso sólo será admisible a condición de
Discurrir, como actividad mental, es cultismo y cons- que entendamos que la mediación sólo será discurso
trucción metafórica a partir de un verbo, discurrere, cuando alguien la haga discurrir, la revitalice, la repre-
«descorrer», cuyo significado básico no era otro que el sente en su mente. Si hay o no discursos fuera de los
de «correr el líquido». Tal vez las diversas acepciones contenidos mentales o si éstos son de otro modo dis-
físicas y mentales de «curso» y «discurso» no estén tan tinto es algo que no podemos ni debemos afirmar o
alejadas, y la actividad discursiva del hombre constitu- negar. Podemos hablar, en tal sentido, de discursos
ya un modo peculiar de la única dinámica de expan- verbales o no, orales o escritos, visuales, fílmicos, pu-
sión del universo. Un modo peculiar ya que, aparente- blicitarios, jurídicos, políticos, religiosos, discursosde la
mente, el dinamismo universal está regido -así lo acción, etc., en la medida en que nos son accesiblesen
percibimos desde nuestro limitado ángulo de contem- nuestra representación mental. Lo cual no significa,
plación- por el principio de entropía (precisamente de- desde luego, que se queden en el ámbito de lo priva-
sarrollado en la física de fluidos y posteriormente apor- do, ya que nuestra mente es, también, construcción
tado a la Teoría de la Información y la Comunicación), social.
que es mucho más que una tendencia hacia el desor- El punto de partida de una nueva semiótica trans-
den y hacia la desorganización. Las actividades cogniti- discursiva será, pues, la íntima conexión entre nuestra
vas y comunicativas humanas, por el contrario, están actividad discursiva y nuestro ser dotado de concien-
presididas por un esfuerzo negentrópico, que procura cia. Discurrir, volvemos a insistir en ello, es nuestro
sustraer del desorden a cuanto nos rodea, dando for- modo de estar en el mundo, pues tal actividad relacio-
ma. Esto es: informando. nadora construye el mundo. No es, por tanto, una acti-
Todo discurso tiene un trayecto; ha sido consecuen- vidad junto a otras actividades, por mucha que sea la
cia de él, y de nuevo exige su recorrido para sus recep- importancia que pudiéramos asignarle. En el universo
tores. Por ello, cuando acompañamos a alguien en su de lo humano, en el ámbito de su conciencia, no hay
discurrir decimos a veces: me he perdido. Seguíamos el otras posibles actividades -al menos no se tiene
curso y, de pronto, nos da la sensación de que han to- conciencia de ellas- si simultáneamente no hay activi-
mado por otro camino que nosotros no vemos. Que no dad discursiva.
somos capaces de seguir. Para solucionar este proble- Nuestro siguiente paso ha de ser establecer, en una
ma tenemos varias posibilidades, pero todas pasan por primera aproximación, que no hay discurso cerrado en
suplir en nuestra mente las conexiones que no éramos .sí mismo, con valor inmanente absoluto. Lo absoluto,
capaces de establecer entre unos hechos y otros, entre lo desligado, lo no relacionado, queda fuera de la po-
unas ideas y otras. Entonces ya somos capaces de en- sibilidad de establecer significados y sentidos. Todo
trar, como diría Foucault, en el orden del discurso. Y al discurso (en cuanto mediación y concreción material o
hacerlo, siempre, variamos en algo nuestro propio ca- energética) puede ser discurrido (esto es, convertido en
mino, nuestro curso. Y a veces, ¡de qué manera! Entrar representación mental, dotado de significación) gra-
en el orden del discurso es someterse a la fluencia de cias a todo lo que le excede. Por cuanto está más allá
la vida, que a veces nos desplaza de una trayectoria de sí mismo. Por cuanto le transciende. Gracias a esos
previa, hacia otros espacios de pensamiento y de senti- otros discursos que han ido construyendo nuestra
miento. mente, y dentro de sus propias coordenadas, podemos
Todo, en nuestra vida, está relacionado, referido a seguir representándonos otros nuevos.
otras cosas. Tal vez nuestra conciencia no sea ni más ni Quedamos así advertidos del contenido -aún abier-
menos que esa capacidad de relacionar. Una capaci- to y excesivamente general- que atribuimos a nues-
dad que encuentra su más alto cumplimiento en la hu- tros términos centrales, sin poder borrar el eco de
mana capacidad del lenguaje, que constituye el mun- otras diversas y posibles acepciones: a) la conside-
do, el cosmos inteligible y organizado frente a todo lo ración de discurso (y en ocasiones texto, por la simple
que queda fuera, frente al caos. Relacionando asigna- razón de que algunas lenguas no disponen de instru-
mos un contenido y un valor a cada objeto, a cada mentos para la distinción terminológica) como proceso
persona, a cada cualidad, a cada hecho ... En esto, y no semiótico, totalidad de hechos semióticos (relaciones,
en otra cosa, consiste discurrir. Pero nosotros no somos unidades, operaciones, etc.) situados en el eje sintagmá-
ajenos, externos o previos al discurrir mismo. Nuestra tico (discurso-enunciación); b) la estrecha vinculación
conciencia se nos manifiesta en esa actividad y, posi- del discurso-ergon, producto, con la discursividad-enér-
blemente, no exista fuera de ella. geia: una competencia discursiva que se constituye en
El peculiar modo de estar en el mundo para los se- el momento de la enunciación y rige las formas discur-
res humanos es, pues, discurrir. Hacer correr y correr sivas enunciadas; c) a veces sigue condicionándonos la
con los seres y las cosas. No hay actividad tan propia oposición que algunos autores hacen entre texto y dis-
del hombre como su capacidad discursiva. Por ello, curso, ambos considerados como enunciados coinci-
para nosotros, discurso será -antes que nada y por dentes en su forma de expresión, pero que varían en
encima de todo- un contenido de la mente. Conteni- la sustancia de la expresión (fónica, oral, para el dis-
do de la mente que produce y contenido de las men- curso; gráfica para el texto); d) a veces tanto texto

1111..._
Durand y el simbolismo 106

como discurso designan el eje sintagmático tanto de tivas e implicaciones posibles. De orientación excesiva-
semióticas lingüísticas como no-lingüísticas (un cuadro, mente lingüística, la propuesta de Van Dijk especifica
un film, un ballet, considerados como textos o como cómo los niveles fonológico, morfológico y sintáctico
discursos). abordan las dimensiones microdiscursiva, estilística y
Aunque es necesario conservar una cierta duplicidad retórica, en tanto que los niveles semántico y pragmá-
terminológica, a fin de poder entablar diálogo con las tico se encargan de dimensiones macroestructurales
formulaciones teóricas precedentes, entendemos que (también susceptibles de ser abordadas por la sintaxis),
la noción de discurso es más amplia que la de texto. Al retóricas y superestructurales.
menos, menos equívoca y más abierta a la considera- En los últimos años, lejos ya de la rigidez de las fór-
ción de presencias diversas de discursos no homológi- mulas cerradas y esquemáticas de análisis discursivo, se
cos (por ejemplo, la presencia de la pintura o de la mú- está atendiendo a ese flujo y reflujo de discursos en el
sica en la literatura). En cualquier caso, estaremos muy que los márgenes mismos quedan difuminados, y sus
cerca de la consideración del texto (o del discurso) contenidos abiertos a experiencias previas del pensa-
como productividad, en la línea en que esta noción ha miento y del sentimiento, constituyendo la continuidad
sido desarrollada por J. Kristeva o M. Riffaterre y, por (y la discontinuidad) del yo. Esel territorio de la que he-
tanto, incorporaremos habitualmente a nuestras cate- mos denominado semiótica (v.) transdiscursiva o semió-
gorías el conjunto de operaciones de producción y las tica de la transcendencia discursiva, especialmente aten-
transformaciones del texto (así en Greimas-Courtés). ta a las coimplicaciones de nuestro hacer y nuestro decir
Más allá de la especulación teórica, el análisis del discursivo en ese juego insoslayable de identidad y dife-
discurso -nos dice Van Dijk- «es un campo de estu- rencia, de inmanencia y transcendencia, de contingencia
dio nuevo, interdisciplinario, que ha surgido a partir y necesidad. Entramos en ese espacio en el que todo el
de algunas otras disciplinas de las humanidades y de juego discursivo sería finalmente reductible a un único
las ciencias sociales, como la lingüística, la semiótica, la discurso, a una única palabra, al logos esencial. Al Ser.
sociología y la comunicación oral», y cuya finalidad es
el estudio del texto o discurso desde todas las perspec- Manuel A. Vázquez Medel

Durand y el simbolismo
La obra de Gilbert Durand pretende devolver a la establecidas entre el lenguaje mítico y el lenguaje con-
imaginación la dignidad gnoseológica y ontológica de ceptual. Ahora el sentido propio no es ya algo firme
la que ha sido privada por parte de la filosofía oficial en relación al cual el sentido figurado quedaría como
imperante en occidente para ser relegada como una secundario y derivado. Las palabras, por más que pue-
facultad inferior, «maestra de error y falsedad», de la dan tener un significado preciso y determinado, nunca
que el pensamiento «serio» ha de liberarse si quiere pueden desprenderse totalmente de su poder de evo-
alcanzar el nivel conceptual propio del auténtico co- cación y de connotación, limitándose si acaso a mante-
nocimiento'. Correlativamente, en la antropología clá- nerlo latente. El signo comparece así como un símbolo
sica el ser humano queda dividido por una distinción restringido. «La mitología, afirma Durand, es primera
radical entre el cuerpo y el espíritu, entre la (clara) en relación no sólo a la metafísica sino a todo pensa-
conciencia racional y el resto de los (tenebrosos) fenó- miento objetivo: la metafísica y la ciencia son resulta-
1\ienos psíquicos, subjetivos y accidentales, los cuales dos de la represión del lirismo mítico» 2 •
son despreciados hasta tal punto que la definición Durand asume así, y radicaliza, la caracterización
aristotélica sólo contempla al hombre como «animal propuesta por Cassirer del hombre como «animal sim-
racional». bólico», que resulta mucho más abarcante que la aris-
Con esta revalorización de la imaginación G. Durand totélica. La función simbólica es vista como consustan-
pretende evitar ese dualismo radical proponiendo una cial al ser humano, como el fundamento de la vida
concepción más unitaria y global en la que el alma, la psíquica en su totalidad, pues interviene tanto en la ac-
totalidad de la psique, se integra en el seno de la fun- tividad práctica más elemental como en la especulación
ción simbólica, evitando así la ruptura entre lo racio- teórica más sofisticada. Tan pronto como una cosa en-
nal y lo imaginario. El lenguaje, por su parte, va a ser tra en relación con el ser humano queda revestida de
concebido atendiendo a su fundamento simbólico, con un sentido figurado, convirtiéndose en un símbolo (dr.
lo que se difuminan las rígidas fronteras clásicamente la noción de pregnancia simbólica en E. Cassirer). El

1 Hay que precisar que nuestro autor distingue entre la mera fan- tinomias de la razón pura, re-encontrando (anamnesis) su sentido (cfr.
taisie, como facultad para yuxtaponer las imágeneso representaciones al respecto G. Durand, La foie du cordonnier. Ed. Denóel, Paris, 1984,
subjetivas y la imaginación poética y simbólica, asociada al intelecto p. 30). Para una presentación más amplia de la obra de G. Durand en
agente. Estaúltima tendría a su vez dos grados:uno, que podríamos el contexto de la hermenéutica contemporánea véase L Garagalza, La
llamar con Kant «imaginación trascendental» (Einbildungskraft), hace interpretación de los símbolos. Anthropos, Barcelona, 1991.
posible la unificación objetiva (síntesis) de lo dado en la percepción; 2 G. Ourand, Les structures anthropologiques de l'imaginaire.
el otro, lo imaginario (o imagina/ como lo denomina el islamólogo Bordas, Paris, 1969, p. 458 (Hay traducción al castellano Las estructu-
H. Corbin) lleva a cabo otra reunificación del mundo más allá de las an- ras antropológicas de lo imaginario. Taurus. Madrid. 1982).

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