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Teoría de la literatura III

Pérez Flores, Edwin Guillermo


Semestre 2019-1
Reporte de lectura sobre la Poética

La época clásica le entregó a la humanidad personalidades egregias, las cuales, mediante el arduo
y refulgente ejercicio intelectual de la contemplación y la crítica filosófica, elaboraron los
cimientos que sostienen a la sombría sociedad contemporánea. Aristóteles, gran pensador de la
antigua Grecia, no solamente sobresalió por escribir sobre temas significativos para su época como
la lógica, la metafísica, la biología, la estética, sino también por penetrar hondamente en la esencia
del arte y en un fenómeno lingüístico muy peculiar: la literatura.
La Poética es un escrito antiquísimo con el que, en términos exageradamente generales, el
polímata ateniense pretendió instruir a su aprendices sobre la clasificación de las artes a partir de
los medios (si utilizan asilada o conjuntamente la palabra, el ritmo o la música), objetos (es decir,
si el poeta debe imitar a personas mejores, peores o iguales) y modos ( en otras palabras, el modo
posibilita al artista “imitar las mismas cosas unas veces narrándolas (…), o bien presentando a
todos los imitados como operantes y actuantes1”) que cada disciplina artística (música, danza,
teatro, poesía) adapta para cumplir su objetivo último (imitar las formas originales con el fin de
provocar un placer especifico —estético— en el espectador).
También, quiso evidenciar la importancia de la identificación de las disimiles formas (estructura
como, por ejemplo, ” las partes (…) [que contiene la] tragedia (…), y de (…) [las cuales] recibe su
calidad la tragedia; y son: la fábula [la construcción de la acciones], los caracteres [las
personalidades o cualidades intrínsecas de un personaje], la elocución [la configuración del
discurso mediante el uso de figuras retóricas y el uso de determinadas palabras —la preferencia
por un lenguaje culto que se aleje de la claridad que exige la comunicación—], el pensamiento [el
contenido de la forma, es decir, saber lo que implica cada acción originada por cierto personaje],
el espectáculo [los distintos movimientos corporales o gestuales que adopta un actor con el fin de
acompañar sus diálogos] y la melopeya [o composición musical]”2) y contenidos (los cuales,
algunas veces, condicionan la forma, de tal modo que el metro heroico es el indicado para narrar
las diferentes acciones ejecutada por un personaje en una epopeya; a diferencia de la tragedia que
adopta los versos yámbicos) que caracterizan a la tragedia, la epopeya o la poesía, principalmente.

1
Aristóteles, Poética, ed. de Valentín García Yebra, Madrid, Gredos, 1974, p. 133.
2
Ibíd., p. 147.

1
Además, mostró el posible origen de la poesía, el cual se puede explicar a partir de dos situaciones
extraordinarias: la primera, la humanidad nació con la facultad de imitar aquello que conforma su
realidad con el objetivo de comprender cómo funciona, la segunda, “todos (…) [disfrutamos] con
las obras de [la] imitación”3. De igual forma, destacó la evolución formal de la tragedia que
experimentó durante el crecimiento de la cultura griega.
Otro objetivo del profesor de Alejandro Magno fue exponer las consideraciones pertinentes que
ayudan al poeta tanto a agilizar el proceso creativo como a asegurar un producto artístico de calidad,
los conocimientos previos que debe ostentar el poeta (como poseer una noción de la tradición
literaria, una capacidad para reconocer y emplear los distintos niveles de la lengua, la utilización
tanto de figuras retóricas —como la metáfora—, así como de la aplicación de la normas de la
elocución de un discurso y utilizar una técnica exclusivamente literaria —es decir, la capacidad de
imitar—) a fin de que consiga explotar todas las posibilidades que le brinda el género literario que
opte desarrollar.
Por último, el creador de la lógica hizo patente la necesidad de fabricar una teoría literaria que
permitiera analizar adecuadamente ”[un] arte [extraño, prodigioso] que imita solo con el lenguaje,
en prosa o en verso, (…), [el cual] carece de nombre hasta ahora”4 y, en consecuencia, poder emitir
una crítica literaria reflexiva, pertinente, eficaz, consciente de todas las partes que componen la
unidad de la obra artística-literaria, la cual repercutió, parcial o totalmente, en su contexto cultural-
social (así como en el actual) o, en palabras de Aristóteles, “para ver si está bien o no lo que uno
ha dicho o hecho, no solo se ha de atender a lo hecho o dicho, mirando si es elevado o ruin, sino
también al que lo hace o dice, a quién, cuándo, cómo y por qué motivo, por ejemplo, si para
conseguir mayor bien o para evitar un mal mayor”5: un ejemplo de lo anterior es el veredicto final
que el filósofo griego emitió sobre la superioridad de la tragedia ante la epopeya debido a que la
primera al imitar creíblemente una sola acción (y no una serie de acciones casi infinita, según las
capacidades del autor, como acostumbra la epopeya), consigue acomodar los elementos formales
de la tragedia con armonía y perfección (como la extensión, la cual debe subordinarse a la
capacidad que tiene la memoria humana de almacenar un acontecimiento y al tiempo que conlleva
la transformación completa de un personaje —la cual puede ir de la desgracia a la felicidad o
viceversa—; el tipo de reconocimiento —entendido como el cambio del estado de ignorancia al de

3
Ibíd., p. 137
4
Ibíd., p. 128.
5
Ibíd., p. 229.

2
conocimiento pleno de un personaje—, el cual define el campo de acción de un personaje pues le
incita a actuar sabiendo o no las consecuencias de sus acciones; el orden de la tragedia, el cual debe
contener un principio, un medio y un final; la implementación de la ficción, ya que, a diferencia de
la historia que relata hechos únicos ya acontecidos y conocidos, con ella se pueden fabricar
acciones infinitas, siempre y cuando se ciñan al principio de verosimilitud, necesidad y coherencia
lógica que rigen a la totalidad de las acciones que componen la fábula de la tragedia), de tal modo
que logra, con mayor facilidad, provocar una experiencia estética contundente en el espectador, la
cual se particulariza por incitar temor o conmiseración del observador hacia los personajes que
componen una tragedia.

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