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La ciudad como espacio proyectado Oriol Bohigas No creo que haga falta insistir todavia en los valores sociales de la ciudad y en su trascendencia politica, cultural y econ6mica.en la vida moderna, Tampoco se puede dudar si aceptamos estos objetivos y estas consecuencias de la urbanicad dei papel funddamen- tal que representa y he de representar el émbito coleetivo en la estructura formal y en la oferta fun- clonal de ana ciudad. EI marco fisico urbano mas ‘habitual de la vida en comiin es, evidentemente, el espacio piiblico, un término cuyo contenido debe ser iscutido y matizado para no situarlo exclusivamen- te en una simple taxonomia piblico-privado dema siado primaria, Hay que aceptar superpasiciones limitaciones tanto morfoldgicas como conceptuales: el trinsito de la creacidn individual a la comunica- ign colectiva, el ro! de la fachada del espacio priva~ do como limite ordenador del espacio puiblico, la fiancién compleja del comercio y de los equipamien- 10s sociales, la significacién de la entidad monume; tal, la socializacién del producto de las élites, ete. Pero no hace falta atender hoy a estas posibles con- fusiones de limite porque forman parte de otto dis- curso. Voy a referitmne solamente 2 an sector de este Ambito colectivo: al espacic especificamente urbano, al lugar de transita ¥ de coincidencia, al eseaparate de la infarzmacién y al archivo de las accesibilidades, 3 decir, al que determina la forma, la imagen ¥ €1 entendimiento de la ciudad. Bl espacio urbano es e] receptéculo fisico del acontecer de una ciudad ¥ es su esencial definicién formal La definicion formal de una ciudad o de un barrio es el instrumento con el cual se Jogra que una ciudad cummpla sus exigencias sociales, La ciudad es ha sido, indudablemente la maquina més eficaz para dos ope- raciones sirmulténeas: la informacion y la accesibili- dad 0, por lo menos, la propensiOn a Jos productos de esa informacién. Quizas algiin dia las nuevas tec- nologias proporeionaran medios inauditos de infor- ‘macién y accesibilidad que nos situarén en unas con- diciones imprevisibles. De momento, la telemética est4 dando ya unos resultados sorprendentes y qui- 24s algun dia alcansaran tal poder y tal eficacia que permitiran 2a sustitucién de los aglomerados utba- nos unos aglomerados que se produjeron precisa- mente por la necesidad de informacién y accesibili- dad y que hasta ahora son los que han permitido las estructuras sociales modernas por un tipo residen- cial disperso, apoyado en unas potentes redes de comunicacién milagrosamente humanizadas. Pero, de momento, la desaparicién de la ciudad es una utopfa de difiell concepeién y, ademés, un modelo cuyas ventajas sociales son muy discutibles Son muy discutibles porque seguramente esta clu- dad tecnificada del futuro no sera capaz de adaptar ‘uno de los sistemas més eficaces de informaci6n y a accesibilidad de que ahora disponemos: el azar. A menudo, el ciudadano circula por las calles y plazas sin la intencion especffica de buscar una determina- da informacién. No la busca pero la encuentra casualmente y en esta casualidad radica la gran riqueza social y cultural de la ciudad. Informacion y accesibilidad se confunden en una vinica operacién asada en la oferta aleatoria del escenario urbano, ara potenciar al méximo este escenario en las ciu- ades que todavia quieren sernos ttiles son necesa- rias das condiciones fundamentales. La primera es la arbitraria coincicencia de funciones, es decir, la no zonificacion funcional, Que los us0s especificos 20 se sittien segiin clasificaciones estrictas, sino que convivan con el relativo desorden que és tan tipico de las mejores ciudades tist6rieas. En un barrio exclusivamente residencial, en un centro direccional especializado, en una zona industrial el ciudadano no encuentra tn catdlogo suficiente de informacién. La segunda condicion es la permanencia de unos espacios piblicos facilmente legibles e identificables por gu forma y por su identidad claramente repre- sentativa que conduzcan al ciudadano, le ofrezcan itinerarios comprensibles hacia las diversas alterna- tivas de informacion y accesibiidad. En la dispersion del suburbio y en ef desorden de las periferias ‘modernas, lz atsencia de signos y de itinerarios anu- Jan cualquier posibilidadd comunicativa y cualquier accesibilidad inmediata, cualquier propension. Ni un niicleo zonificado ni una periferia son, por lo tanto, fragmentos utiles de ciudad: son enfermedades que amenazan acabar con las razones fundamentates por Jag cuales la eivilizacion moderna se fa onganizado urbanamente. ‘Al espacio priblico es decir, a la forma de la ciudad hay que exigirle, por lo tanto, legibilidad, coheren: cia, significacién. Tiene que ser facilmente e inme- dlatamente comprendido para ser adecuadamente utilizado, Bl factor més importante para comprender tun espacio es, precisamente, la definicion fsica de este espacio, Bs decir, la definici6n coherente, explt- cita, comprensible de la forma urbana. Esta es la raz6n por la cual hay que considerar a la morfologia, urbana, le definicién del espacio publico, no como un, simple ornamento 0 un proceso de embellecimiento, no como un accesorio aristocratizante, sino como el vehiculo democratico indispensable para una ade- cuada utilizacién de la ciudad, La esencia de la ciu- dad es la forma, la imagen, la significaci6n de sus espacios puiblicos. Esto quiere decir, como ya he insinuado, que la clu- dad deberia proyectarse a partir del espacio ptiblico es decir, del “vacio" y no de la masa auténoma de log edificios, Bs evidente que en la azarosa historia de las Viejas ciudades los procesos han sido muy varia- dos ¥, a veces, contradictorios pero casi siempre la vialidad y los éspacios concurrentes han definido la disposicién de los edificios, desde ta auténoma y a veces inconsciente utilizacion de la lixealidad de los Viejos caminos hasta los procesos proyectuales de Jas antiguas o las ilustradas “ciudades mievas', os ensanches del ochocientos y los *sventramenti* anti- guios ¥ modernos, T la mejor arquitectura ha sido quella que he priorizado la estructura urbana, cre- andola e novo 0 modificéndola segiin nuevos para metros Cuando hablamos de la forma urbana no planteamos a priori ningin estilo formal especifico. Hablamos solamente del valor social atribuido a la forma. Pero cuando afirmamos que esa forma tiene que ser un vehfculo de informacién y accesibilidad pensamos en una forma que sea Jeida directamente por el ciuda- ano y que le sugiera esa vehiculacién, sea cual sea el sistema de comunicacion | empleado. Naturalmente, para un ciucadano normal lo més inteligible son las tipologias formales que durante siglos ha utilizado en todas las ciudades: las calles definidas linealmente, las plazas centripetas o dis persoras, los eruces significativos, los paseos, los jar- dines urbanos, las galerias, los residuos de los itine= antes hist6rieos, la compacidad significativa de las manzanas, ete. Bstoy hablando de tipologias forma- les y no de sistemas estilisticos. La legibilidad de una calle o una plaza no esté en su trazado renacentist2 6 barroco, en su ornamentacién neoclasica 0 en st antigua modernidad industrializada, sine en unas profundas referencias tipologicas y en sus sugeren- clas de uso, aunque este uso tenga ya unos parame- tros relativamente nuevos. Los medios de comunica- cién, por ejemplo, pueden sugerir tipologias dlistin- tas el metro, la circulacion subterrénea 0 elevada, la Clasificacién de trafico, los nuevos modelos de agru- ppaci6n, ete, pero en todas ellas es posible la perma- nencia ‘prioritaria de las funciones sociales que se definieron en las tipologias tradicionales. ¥ lo misao ocurre con las nuevas formas de vida, las nuevas tec- nologias, la nueva cultura visual, los nuevos conve- nips semiolégicos. Después de muchos afos de debates y de ensayos sobre los distintos métodos de "desurbanizacion’, hemos tenido que reconocer que la vida ciudadana, la eficacia de la ciudad, es mas evidente en los barrios antiguos o modernos donde la estructura se basa en la calle-corredor o ‘casi corredor’, en la manzana cerrada o "semi cerrada’, en las plazas y en Jos jardines cuya definici6n artificial los distancia del bosque, la estepa o el desierto, Incluso durante los anos més polémicos, intelectualizados y politizados de la "desurbanizacién’ o de la "Ciudad Funcional* y 2 1s "Ciudad verde vertical’ se construyeron algunos barrios que hoy siguen pareciéndome modélicos, precisamente porque no abandonaron en albsoluto Jas “anticuadas’ tipologias urbanas. Estos magnificos ejemplos las ‘offen’ vienesas y algunas "Siedlungen" alemanas, los barrios holandeses como Amsterdam-Zuid, Betondorp o De Dageraad, las extuberancias socialistas de Villeurban, las imposi- ciones despéticas del EUR o de la Stalin Allée, la gran tradicién urbanistca francesa de los aos 20, ste. son infnitamente mas eficaces, modelos hoy todavia mucho mas titiles, que las periferias desur- banizadas, nformes, cadticas de la postguerra euro- ea, No hace falta repetir lo que ya parece muy evidente. E] Movimiento Modemo al que debemos agradecer Jos grandes inventos de la modernidad para los que Jk entendemos todavia en términos de progreso introdujo das equivocos en la evoluci6n del urbanis- smo: la fiebre zonificadora y la anulaciGn del cardcter definitorio del espacio urbano. Zonificar y desurba- nizar, esos fueron los errores. Pero los dos estaban basados en una posicién éticea favor de la mejora de las condiciones de vida que ofrecia la ciudad post-industrial indecorosamente aglomerada, sin darse cuenta de que, en cierta manera, la solucién consistia en suprimir la tradicién urbana y en algu- 10S casos, ifcluso, antlarla, derribarla brutalmente. Los propios CIAM se dieron cuenta de este abusivo malthusianismo e insinuaron timidamente algunos preceptos correctores como la idea del "Core" y los centros civicos o los manifiestos a favor de una nueva monumentalidad. José L. Sert, presidente de Jos CIAM, escribia en The Heart of the City: "Bste proceso de descentralizacién y especulacién conti- nua ¥ descontrolada es una amenaza real para nues- tras ciudades y para la estabilidad de los valores civi- cos ¥ Tavorece tinicamente los intereses de unos 1pocos ante los intereses generales. Este cartino 610 conduce @ la bancarrota municipal y hay que frenar- Jo, Para acabar con este proceso desordenado de descentralizacién tenemos que invertir la eorriente, es decir, tenemos que establecer lo que podriamos llatnar un proceso de recentralizacién’. BI dictamen era muy acertado y la crisis de la ciudad dispersa era ya evidente. Pero los esquemas mentales ¥ ciertos dogmatismos formales imposibilitaban propuestas demasiado radicales. Todavia se temfa el modelo de Ja "Calle Mayor" de nuestros pueblos. El tino inten- to real fue aplicar la propia teorfa de la zonificacién para resolver el problema, inventando simplemente zonas especiales para las tradicionales funciones urbanas: hacer ciudad en unas zonas estratégicas. Pero, al mismo tiempo, se superaba la mitologia del derribo de los "iors insalubres* y la epifania de las "Willes radieuses', se volvia la vista hacia modelos de recomposicién y se insinuaban mticleos de usos concentrados cuando, paralelamente, se evocaban en arquitectura las -significaciones culturales de caricter local. La discusién de estos temas y la inconsistencia operativa del "ex-novo" estuvo sin da en la base de la crisis de los CIAM que acabé on su inicial coherencia. Pero los cambios radicales vinieron después, no hace muchos afios, coincidiendo precisamente con la fecunda polémica entre el plan y el proyecto, Bl método del Plan Regulador y sus derivaciones con- evaba un grave menoseabo de los problemas for- ‘ales, con lo cual los documentos urbantsticos y sus normativas cuantitativas y funcionales acabaron apoyando la desformalizacién de la ciudad y su difu- minaeién en operaciones aisladas que anulaan la Continuidad proyectual del espacio fisico es decir, de Ja identidad urbana y obligaban a una absurda y antiecondmica dispersién de servicios. En muchas ciudades europeas el proyecto urbano o la suma estratégica de proyectos urbanos ha perraitido en Jos ultimos aiias volver a priorizar los temas formales y ha dado respuestas mis directas y ms coherentes ales problernas reales de los ciuadlanos, permitien- do una evolucién de Ta ciudad y en algunos casos su relativa expansiGn sin obligarle a saltar ciegamente sobre ios vacios incontralados e inurbanizabies, Pero la batalla en favor de la urbanidad no esta, ni mucho menos, ganada. Hay que vencer, todavia, a dos enemigos que son sequramente invencibles por razones muy parecidas. El primer enemigo es lo que ‘con énfasis un poco ingenuo llamariamos los siste- mas capitalistas de produceién inmobiliaria y de ordenacién del territorio, Ya sé que esas denomina- ciones suenan hoy entre el piiblico “neomoderno" a refritos de una vieja ideologia pasada de moda, Pero Jas modas casi puramente verbales 10 pueden ser instrumentos de batalla contra las ideas fundamen- tales, Cuando los primetos héroes del movitniento moderno proclamaban los principios de la desurba- nizacion y, atin mas legftimamente, cuando los viejos utopistas clamaban contra la deshumanizacion y la Gegradacion de los sistemas urbanos que parecian vietimas de una revolucién industrial organizada segiin una explotacidn salvaje intentaban arrancar ‘una revolucién social en favor de unas condiciones de vida mejores. Los blogues residenciales esparci- dos en un paisaje natural era la consecuentcia de una propwesta revalucionaria socialista. Pero la revol- cidn tuvo, en el lugar y en el tiempo, una existencia muy endémica. El sistema de produccién siguié siendo el mismo y, en algunos casos, empeors gra- cias a su imposicién universal. La dispersién urbana, Ja autonomia de la arquitectura, la anulacién del espacio piiblico arquitecténicamente definido fue- ron la base del gran negocio de la reconstruccién europea después de la guerra. Las nuevas periferias desurbanizadas pudieron especular con promotores privadlos y, lo que es peor, con politicas de vivienda dirigidas por las propias Administraciones con las ventajas de utilizar suelos rmuy baratos porque no se presuinfan edificables segtin los procesos tradiciona- Jes, con la economia de una inhumana serializacién constructiva, con la posibilidad de no responsabili- zarse de los gastos de urbanidad que quedaban apla- zados hacia un inexplicable futuro inexplicable y sin posibilidad de solucién, como se ha demostrada, La edificacion de lo no urbanizable es decir, la nueva "desurbanizacién” ha sido una de Jas mayores inmo- ralidades de nuestras ciudades, al servicio de unos intereses puramente mercantiles. Bs decir, el mode- lo revolucionario de los héroes del Movimiento ‘Moderno debidamente tergiversado hoy se ha con- vertido en el mas reaccionario, el ideal especulativo de} capitalisra, No es de extrattar que, por ejereplo, el actual gobierno espafiol una derecha extremada~ mente neoliberal que no se oma la molestia de disi- mularlo solo haya propuesto una reforma a la Ley del Suelo: sera edificable urbanizable, dicen, sin com- prender qué significa todo el territorio del pafs, sin necesidad de que esté programado, con lo eval, afir- man, creen reducir considerablemente el precio de la vivienda, sin considerar que van a aumentar fos procesos especulativos. Y tampoco es de extrafar que en Londres se haya producido el desastre de los Docklands, donde los simples intereses de explota- cin han acabado definiendo un falso urbanismo. El segundo enemigo es tanto o mas peligroso qué el mereantilismo. Es un hipécrita ejército de teéricos del urbanismo que han empezado a filosofar vana- mente sobre la "villa ecartée", el "terrain vague" y otros eufemismos de la misma especie. El cans como nuevo valor vivencial, el individualismo, la riqueza conceptual de lo indefinido, la modernidad telemati- ca como Muevo pardmetro humanistico, la estética de lo feo ¥ hasta el valor revolucionario de una acep- tacién conformista como denuncia de la realidad son distintos capttulos de esta variopinta exégesis de una desurbanizacion que ya no tiene nada que ver ni estéticamente ni éticamente con las viejas utopias, con las evocaciones bucslicas ni con los programas socialistas y reformistas. Los nuevos te6ricos de lo desurbanizado, de momen- to, no manifiestan ninguna voluntad de intervenir en Ja transformacion de la sociedad, Tienen una nueva, Gtica limitada por lo que se llama la "disciplinarie~ dad"; "la arquitectura no puede transformar el mundo; s6lo puede transformar Ja arquitectura’. ‘Ninguna trascendencia social para la arquitectura ni para e] urbanismo, Se acepta la desurbanizaciGn, la

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