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SOBRE LA AGRICULTURA DE LA ZONA TORRIDA, DE ANDRES BELLO

El poema de Andrés Bello retrata de manera elogiosa -y poéticamente idealizada- la


América de la zona tórrida, es decir, aquella región intertropical que Bello conoció
cercana y entrañablemente en su natal Venezuela. Se trata de una descripción de las
bondades de la tierra americana, en la que se visualiza un éxtasis sensorial semejante al
que caracterizó a las tempranas semblanzas españolas del territorio indiano.
Dicha mirada hacia el territorio toma un acento particular en la naturaleza contrapuesta
a la
ciudad, haciéndose eco de otras voces que han elogiado la vida retirada del mundanal
ruido
o que han desarrollado el tópico del beatus ille o del locus amoenus (como Quevedo en
su
poema “A un amigo que retirado de la corte pasó su edad”).
La exuberancia y lo fecundo de la tierra se refleja en el verso que habla de los regalos
que la Providencia le entregó a los habitantes de estas regiones, donde los frutos (como
el
banano) no requieren de una fatigosa labor (de hecho, Bello habla de que solo necesitan
“escasa industria”). Junto a esto Bello destaca la vida de la agricultura y el campo como
un
espacio más noble y verdadero en el que habita el “labrador sencillo”.
Como contrapunto de esta naturaleza fértil y para destacar la superioridad de la misma,
Bello se refiere a la vida de la ciudad como un espacio decadente y degradado. En
relación
a la vida citadina, por ejemplo, habla del “ocio pestilente ciudadano” o de que “en el
ciego
tumulto se aprisionan de míseras ciudades” o que al ciudadano “embebido le hallará la
aurora en mesa infame de ruinoso juego”. En el poema de Bello el mundo de la ciudad
queda así retratado como un espacio casi pecaminoso donde, en definitiva, el alma
humana
halla su perdición.
La naturaleza campestre es, por lo tanto, el espacio para escapar de esa vida disipada y
lujuriosa de la ciudad. Asimismo, la madre natura se alza aquí como el espacio que sirve
de fuente de una idea más auténtica de civilización, lo que se ve en la alusión que hace
Bello del origen del mundo latino-romano dentro del seno de la vida campesina.
La naturaleza es finalmente el espacio liberador y la invitación queda señalada en el
poema: “romped el duro encanto que os tiene entre murallas prisioneros”. Los afanes
de los trabajos citadinos, el mundo mercantil (“el mercader que necesario al lujo al lujo
necesita”), y la búsqueda de la fama del funcionario (“van tras el señuelo de alto cargo y
del honor ruidoso”) son parte del engaño. El modo de contrarrestar ese engaño, según el
poema de Bello, reside en esa vuelta a la raigambre más silvestre: “¿Amáis la libertad?
El
campo habita”… “Id a gozar la suerte campesina; la regalada paz, que ni rencores al
labrador, ni envidias acibaran”.

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