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MÒDULO 2

El conflicto como factor positivo en las relaciones humanas


El conflicto como factor positivo en las relaciones humanas
En general, cuando pensamos en conflicto, viene a nuestra mente una situación de connotación negativa. ¿Es
posible pensar el conflicto como factor positivo en las relaciones humanas? Creemos que sí lo es, ya que
vamos a abordar el conflicto como una situación que no es ni negativa ni positiva en sí misma, pero que
potencialmente puede dar lugar a cambios positivos en las relaciones.
“…Pensaremos el conflicto con signo neutro, aclarando que desde la Mediación apuntamos a
transformar las connotaciones negativas que pudiera presentar” (Nató, Rodríguez Querejazu y Carbajal,
2006, p. 77).
Si a partir del abordaje de una situación conflictiva podemos aprender a construir relaciones más saludables,
al conocer más elementos para manejar las problemáticas cotidianas de manera no violenta y comprender
que cada persona tienen una percepción diferente del mismo problema, podemos empezar a respetar al
otro con sus diferencias y si comprendemos que solo abordando los conflictos de manera pacífica
lograremos acercarnos a conformar sociedades más pacificas e integradas, entonces el conflicto sí es un factor
positivo en las relaciones humanas.
Marines Suarez (1996) realiza otra lectura del conflicto y lo piensa como un proceso, donde interactúan dos
o más personas y entre las cuales la interacción en antagónica, y ese mismo antagonismo sería el
potenciador y el dinamizador de las relaciones humanas.
En las narrativas de las partes vemos una y otra vez que hay una historia, un antes de la situación que hoy los
enfrenta. Ignorar o evitar atravesar el conflicto haría que esas personas se distanciaran o se relacionaran
de desde la confrontación por siempre. En la oportunidad de abordar el conflicto está también la
posibilidad de dinamizar la relación y mejorarla (Suarez ,1996).
Pensamos en las diferencias, la diversidad, los distintos puntos de vista, la posibilidad de integrar diferentes
miradas, culturas e historias como factores positivos; por eso el conflicto y su abordaje nos parecen
una oportunidad de aprendizaje.
Para que exista conflicto debe haber algún tipo de antagonismo entre las partes respecto de los intereses o
necesidades, pues no toda divergencia implica un conflicto. Desde la mediación abordamos los conflictos
en profundidad, aquellos que están latentes y subyacen a un problema manifiesto, pues si solo damos
solución al problema, volverá a aparecer, pues puede tratarse de una manifestación o un síntoma de un
conflicto más profundo y que solamente podremos abordar a partir de establecer canales de comunicación
entre las partes y utilizando las herramientas que nos permiten analizar las causas del conflicto. El conflicto es
un fenómeno complejo que brinda una oportunidad de aprendizaje. Para poder enfrentar los conflictos es
importante conocer acerca de su complejidad, qué condiciones favorecen su aparición, qué elementos están
presentes y con qué herramientas podemos contar para tratar de resolverlos.
Algunas situaciones que dan posibilidad al surgimiento del conflicto en las relaciones entre las personas son:
Incompatibilidad de intereses.
Derivadas de la ecuación satisfactores finitos-infinitos deseos.
Debilidad de imaginarios colectivos en los integrantes de la sociedad.
Escasez de respeto mutuo.
Exigua capacidad de reconocimiento de la diferencia por parte de una sociedad o de sus integrantes.
Desapego a la ley o a las normas.
Representaciones sociales negativas.
Disfuncionalidad de la comunicación.
Cuestiones alrededor del poder
La incompatibilidad de intereses supone que las aspiraciones de las partes no pueden ser satisfechas al mismo
tiempo.
Con respecto a los satisfactores infinitos-finitos deseos, el conflicto aparece cuando las personas no pueden
acceder o se ven privados de elementos que son básicos para la satisfacción de sus deseos y deben luchar por
eso en la vida cotidiana La poca aceptación de las diferencias se refiere más puntualmente a la mayor o menor
posibilidad de aceptación de las diferencias que tenga una sociedad, de aceptar otras culturas y otras maneras
de ver y pensar, otros valores y creencias más allá de las conocidas. Creer que la cultura propia es la única
posible y válida anula de por si la posibilidad de aceptar otros parámetros socioculturales.
Bauman (en Nató et al., 2006) explica que “consideran al “otro” (minorías étnicas, religiosas o
socioculturalmente diferentes) como un sujeto o grupo socialmente problemático y, de manera más general,
con estilos de vida extraños o desviados, o directamente como “anormal” (p. 81).
Es muy difícil pensar en una sociedad plural sin aceptar al otro o lo otro como diferente.
En relación al apego a la ley, se refiere a los mecanismos de control que han encontrado las sociedades y que
les permitiría regular o ejercer control sobre el conflicto. Según Susan Sontag (en Nató et al., 2006), “en el
centro de las esperanzas y de la sensibilidad ética modernas está la convicción de que la guerra, aunque
inevitable, es una aberración. De que la paz, si bien inalcanzable, es la norma. Desde luego, no es así como se
ha considerado la guerra a lo largo de la historia. La guerra ha sido la norma, y la paz la excepción...” (p. 82).
Es necesario que tomemos responsabilidad y protagonismo en la forma de tramitar nuestros conflictos y no
ser solo espectadores pasivos de lo que ocurre en nuestras sociedades y comunidades.
Pensamos en la mediación como un espacio donde podemos tratar las diferencias y las divergencias,
reconociendo al otro, y colaborar en la construcción de la trama social, del diálogo con otras conciencias y
también con el mundo.
Como proceso de transformación de las personas y sus relaciones, tiene un enorme potencial, porque a decir
de Baruch Bush y Folger (2006), hay dos efectos muy importantes a lograr en la mediación: el reconocimiento
y la revalorización.
El reconocimiento supone entender y aceptar que las partes están frente a un conflicto y reconocer que hay
un otro que también tiene problemas. La revalorización apunta a la recuperación del valor de las personas, de
su capacidad y potencia para afrontar los problemas de su cotidianeidad. Cuando ambos componentes
están presentes en la mediación, es posible usar los conflictos como oportunidades de crecimiento en lo
moral y cumplir con el objetivo transformador de la mediación (Baruch Bush y Folger, 2006).
EDUCAR EN Y PARA EL CONFLICTO (2 a 11)
En los últimos años, la educación para la paz (EP) se ha ido centrando cada vez más en el tema de educar en y
para la resolución noviolenta de los conflictos. Los motivos son diversos. Por un lado, otros sectores y
ONGs han ido trabajando de forma importante algunos de los temas que ésta incluía e incluye (coeducación,
educación para el desarrollo, ecología, etc.). Por otro lado, es uno de los temas más específicos que concretan
la EP en sentido positivo y en el que el planteamiento noviolento puede hacer aportaciones más novedosas.
Además, es un elemento diferenciador con respecto a las corrientes más intimistas de EP que entienden la paz
como un estar bien consigo mismo, una no-guerra o un no-conflicto.
Últimamente se rechaza la violencia directa como modelo, pero sin embargo, se desconocen opciones
alternativas para enfrentar los conflictos. Eso lleva a que, a pesar de ese rechazo, la violencia siga siendo la
forma en que se enfrentan, cuando no se recurre a otras posturas igualmente negativas como la sumisión o la
evasión, la cual es todavía mucho mas habitual.
La EP va a plantear como un reto educar en y para el conflicto. Y este reto se va a concretar en temas tan
importantes como: ✒Descubrir la perspectiva positiva del conflicto. Verlo como una forma de
transformar la sociedad y las relaciones humanas hacia mayores cotas de justicia. Descubrir que los
conflictos son una oportunidad educativa, una oportunidad para aprender a construir otro tipo de
relaciones, así como para prepararnos para la vida, aprendiendo a hacer valer y respetar nuestros
derechos de una manera no violenta. Aprender a analizar los conflictos y a descubrir su complejidad.
Dar pautas tanto al profesorado como a padres/madres y al alumnado para que tengan herramientas que
les ayuden a enfrentar y resolver los conflictos en los que nos vemos inmersos cotidianamente Encontrar
soluciones que nos permitan enfrentar los conflictos sin violencia, sin destruir a una de las partes y con la
fuerza necesaria para llegar a soluciones en las que todos y todas ganemos, y podamos satisfacer nuestras
necesidades. Desarrollar la agresividad noviolenta, la asertividad, así como descubrir las bases del poder
tanto propio como ajeno serán algunas pistas.
Educar para el conflicto supone aprender a analizarlos y resolverlos, tanto a nivel micro (los conflictos
interpersonales en nuestros ámbitos más cercanos: clase, casa, barrio, …), como a nivel macro (conflictos
sociales, internacionales, …).
En el nuevo siglo, aprender a resolver conflictos de manera justa y noviolenta es todo un reto que la
educación para la paz no puede ni quiere soslayar. Pero, ¿qué entendemos por conflicto?
Perspectiva positiva del conflicto
Hay una idea muy extendida que es la de ver el conflicto como algo negativo y, por tanto, algo a eludir. Esta
idea probablemente esté basada en diversos motivos: lo relacionamos con la forma en la que habitualmente
hemos visto que se suelen enfrentar o “resolver”: la violencia, la anulación o destrucción de una de las
partes y no, una solución justa y mutuamente satisfactoria. Desde las primeras edades los modelos
que hemos visto apuntan en esta dirección: series infantiles de televisión, juegos, películas, cuentos, … todas
las personas sabemos que enfrentar un conflicto significa quemar” muchas energías y tiempo,
así como pasar un rato no excesivamente agradable. la mayoría sentimos (incluidos educadores y
educadoras) que NO hemos sido educados para enfrentar los conflictos de una manera positiva y que,
por tanto, nos faltan herramientas y recursos. En los programas de las facultades de pedagogía y de
ciencias de la educación se echan a faltar temas como la resolución de conflictos. tenemos una gran
resistencia al cambio. Aunque las cosas no estén bien y lo veamos claro, muchas veces preferimos
mantenerlas así antes que asumir los riesgos que significa meternos en un proceso de transformación. No
obstante, creemos que el conflicto es consustancial a las relaciones humanas. Interaccionamos con otras
personas con las que vamos a discrepar y con las que vamos a tener intereses y necesidades
contrapuestas. El conflicto además es ineludible, y por mucho que cerremos los ojos o lo evitemos, él,
continúa su dinámica. Es algo vivo que sigue su curso a pesar de nuestra huida, haciéndose cada vez más
grande e inmanejable.
Pero vamos incluso más allá, consideramos que el conflicto es positivo. Se podrían dar muchos motivos, pero
resaltamos dos: Consideramos la diversidad y la diferencia como un valor. Vivimos en un solo mundo,
plural y en el que la diversidad desde la cooperación y la solidaridad, es una fuente de crecimiento y
enriquecimiento mutuo. Convivir en esa diferencia conlleva el contraste y por tanto las divergencias, disputas
y conflictos. Consideramos que sólo a través de entrar en conflicto con las estructuras injustas y/o
aquellas personas que las mantienen, la sociedad puede avanzar hacia modelos mejores. Es decir,
consideramos el conflicto como la principal palanca de transformación social, algo que como educadores
y educadoras por la paz debe ser, precisamente, uno de nuestros objetivos básicos. Consideramos el conflicto
como una oportunidad para aprender. Si el conflicto es algo connatural a las relaciones humanas
aprender a intervenir en ellos será algo fundamental. Si en lugar de evitar o luchar con los conflictos,
los abordamos con los chicos/as podemos convertirlos en una oportunidad para que aprendan a
analizarlos y enfrentarlos. Resolver un conflicto por si mismos, además de hacerles sentir más a gusto con
el acuerdo, les dará más capacidades para resolver otros en el futuro.
El reto que se nos plantea será, cómo aprender a enfrentar y resolver los conflictos de una manera
constructiva, “noviolente”. Esto conlleva comprender qué es el conflicto y conocer sus componentes,
así como desarrollar actitudes y estrategias para resolverlo. Entendemos por resolver los conflictos, a
diferencia de manejarlos o gestionarlos, el proceso que nos lleva a abordarlos, hasta llegar a descubrir y
resolver las causas profundas que lo originaron. No obstante, la resolución de un conflicto no implica que a
continuación no surjan otros. En la medida que estamos vivos y seguimos interaccionando y creciendo,
seguirán apareciendo conflictos que nos darán oportunidades para avanzar o retroceder, según cómo los
enfrentemos y resolvamos.
Por tanto, desde la educación para la paz vemos el conflicto como algo positivo e ineludible que debe
ser centro de nuestro trabajo. Para ello trabajaremos con aquellos conflictos que cotidianamente
tenemos más cerca (interpersonales, intragrupales, etc.) en lo que llamamos microanálisis, y con los
grandes conflictos (sociales, comunitarios, internacionales, …) en lo que llamaremos macroanálisis. En las
primeras edades nos quedaremos fundamentalmente en el ámbito del microanálisis y las relaciones
interpersonales, mientras que en los cursos superiores, sin descuidar este aspecto, trabajaremos cada
vez más los conflictos sociales e internacionales.
El objetivo principal no es que el profesorado aprenda a resolver los conflictos de los alumnos y
alumnas, sino trabajar con ellos para que aprendan a resolverlos por sí mismos, convirtiendo esa
resolución no sólo en un éxito presente, sino en un aprendizaje para otras situaciones que se les darán en la
vida cotidiana.
Conflicto versus violencia
Existe la tendencia a confundir y considerar sinónimos conflicto y violencia. Así toda expresión de violencia se
considera un conflicto, mientras que la ausencia de violencia se considera una situación sin conflicto e incluso
de paz. Sin embargo, desde nuestro punto de vista, una situación se define como conflicto no por su
apariencia externa, sino por su contenido, por sus causas profundas.
La primera idea básica es que no toda disputa o divergencia implica un conflicto. Se trata de las típicas
situaciones de la vida cotidiana, en las que aunque hay contraposición entre las partes, no hay intereses o
necesidades antagónicas. Solucionarlas tendrá que ver, casi siempre, con establecer niveles de relación y
canales de comunicación efectivos que nos permitan llegar a consensos y compromisos.
Hablaremos de conflicto en aquellas situaciones de disputa o divergencia en las que hay contraposición de
intereses (tangibles), necesidades y/o valores en pugna. A esa contraposición la vamos a definir como
problema: la satisfacción de las necesidades de una parte impide la satisfacción de las de la otra.
En base a esta definición podemos diferenciar dos situaciones que se confunden con los conflictos
reales: los pseudo conflictos y los conflictos latentes. En los pseudo conflictos, aunque puede llegar a
haber tono de pelea, sin embargo, lo que no hay es problema (tal y como lo hemos definido
anteriormente) aunque las partes pueden creer que sí. Se trata casi siempre de una cuestión de
malentendidos, desconfianza y mala comunicación. La forma de enfrentarlo será justamente mejorar la
confianza y la comunicación para que las partes puedan descubrir que no hay problema, que ambas pueden
satisfacer sus necesidades o intereses.
En los conflictos latentes, normalmente no hay tono de pelea, ya que una o ambas partes no perciben la
contraposición de intereses/necesidades o valores, o no son capaces de enfrentarlos (bien por falta de fuerza,
de conciencia,…), sin embargo, existen. Es muy habitual en la vida cotidiana y en el marco educativo
encontrarnos con que hay conflictos, pero que éstos no se abordan, no se enfrentan o ni siquiera se
reconocen como tales porque no han explotado, porque no hay pelea o violencia. Eso hará que sigan
creciendo hasta explotar y llevará a que tomemos como costumbre enfrentar los conflictos en su peor
momento, cuando ya se han hecho tremendamente grandes, inmanejables y han destruido relaciones,
personas, etc.
El conflicto como proceso
El conflicto no es un momento puntual, es un proceso. Tiene su origen en las necesidades (económicas,
ideológicas, biológicas, …), sería la primera fase. Cuando éstas están satisfechas, bien porque no chocan,
o bien porque hemos conseguido unas relaciones lo suficientemente cooperativas o sinérgicas, no hay lo que
hemos denominado problema.
Cuando las de una parte chocan con las de la otra, cuando las convertimos en antagónicas, surge el
problema, segunda fase. El no enfrentarlo o no resolverlo, nos llevará a que comience la dinámica del
conflicto. Se irán añadiendo elementos: desconfianza, incomunicaciones, temores, malentendidos, etc. En
un momento dado, todo esto estallará en lo que llamamos la crisis, la tercera fase, que suele tener una
manifestación violenta y es la que mucha gente identifica como conflicto. No hay porque esperar a esta fase
para enfrentar los conflictos. De hecho se trata del peor momento para resolver conflictos de una manera
creativa y noviolenta y todavía peor para intentar aprender a hacerlo. Es el momento en el que no se dan
ninguna de las condiciones para hacerlo de una forma positiva: falta el tiempo, la tranquilidad, la distancia, …
Es el momento en el que el conflicto se ha hecho más grande e inmanejable, se nos viene encima y tenemos
que darle respuesta inmediata. Esto nos lleva a no reflexionar, a no analizar qué es la que pasa y por qué, a no
mirar qué recursos tenemos ni a buscar alternativas de solución, respondiendo casi siempre de la forma en
que tradicionalmente hemos visto, aunque sea negativa y no nos guste. A veces esa reflexión no la hacemos ni
siquiera después.
Si seguimos esperando a que los conflictos lleguen a la fase de crisis para empezar a solucionarlos será
realmente difícil hacerlo. Así como el conflicto es todo un proceso que puede llevar bastante tiempo, su
resolución, tal y como la hemos definido anteriormente, también hay que verla como un proceso y no
como una acción concreta que acabará con todos los problemas. Se trata de un proceso que podemos
y debemos poner en marcha cuanto antes, para formarnos y permitir que cuando surjan, tengamos ya
preparadas e interiorizadas respuestas más positivas.
Actitudes ante el conflicto:
Hay cinco grandes actitudes ante el conflicto. Descubrir las propias y las de los demás será un trabajo previo
importante a hacer en resolución de conflictos. Cuando analizamos nuestras propias actitudes, muchas veces
descubrimos con sorpresa como nuestra actitud ante los conflictos es la evasión o la acomodación, y cómo de
ahí se deriva que nuestros conflictos no se resuelvan. Competición (gano/pierdes): nos encontramos una
situación en la que conseguir lo que yo quiero, hacer valer mis objetivos, mis metas, es lo más importante, no
importa que para ello tenga que pasar por encima de quien sea. La relación no importa. En el modelo de la
competición llevada hasta las últimas consecuencias lo importante es que yo gane y para ello lo más
fácil es que los demás pierdan. Ese perder, en ocasiones, se traduce no ya en que la otra persona no
consiga sus objetivos sino en que sea eliminada o destruida (la muerte, la anulación, …). En el terreno
pedagógico, buscamos la eliminación de la otra parte no con la muerte, pero sí con la exclusión, la
discriminación, el menosprecio, la expulsión, etc. La acomodación (pierdo/ganas): con tal de no confrontar
a la otra parte yo no hago valer o ni planteo mis objetivos. Es un modelo tan extendido o más que la
competición a pesar de que creamos lo contrario. A menudo confundimos el respeto, la buena educación,
con no hacer valer nuestros derechos porque eso puede provocar tensión o malestar. Vamos aguantándonos
hasta que no podemos más y entonces nos destruimos o destruimos a la ot ra parte.

OBJETIVOS
Los objetivos son muy importantes
COMPETICIÓN Yo gano - tu pierdes COOPERACIÓN Yo gano - tu ganas
la relación no es muy importante COMPROMISO (Negociación) RELACION
la relación no es muy importante
EVASIÓN Yo pierdo - tu pierdes SUMISIÓN Yo pierdo - tu ganas
Los objetivos no son muy importantes
La evasión (pierdo/pierdes): ni los objetivos ni la relación salen bien
parados, no se consiguen ninguno de los dos. No enfrentamos los conflictos, metemos “la cabeza debajo
del ala”, por miedo o por pensar que se resolverán por sí solos. No obstante, como dijimos anteriormente los
conflictos tienen su propia dinámica y una vez iniciada no se para por sí sola. La cooperación (gano/ganas):
en este modelo conseguir los propios objetivos es muy importante, pero la relación también. Tiene
mucho que ver con algo muy intrínseco a la filosofía “noviolenta”: el fin y los medios tienen que ser
coherentes. Es el modelo hacia el que vamos a intentar encaminar el proceso educativo. Es un modelo en el
que sólo sirven soluciones gano-ganas, se trata de que todos y todas ganemos. Cooperar no es acomodarse,
no puede ser renunciar a aquello que nos es fundamental. Sin ceder se puede llegar a negociar, de hecho hay
que aprender a NO ceder en lo fundamental. Otra cosa diferente es que se puede ceder en lo que es menos
importante. La negociación: llegar a la cooperación plena es muy difícil, por ello se plantea otro modelo en el
que se trata de que ambas partes ganen en lo fundamental, ya que no pueden llegar al 100%. Hay gente que
cuando habla de negociación, en realidad está pensando en una mera táctica del modelo de la competición. Si
una de las dos partes no se va con la sensación de que ha ganado lo fundamental, no estamos en este modelo,
sino en el de la competición a en la acomodación.
Ninguna de estas actitudes podemos decir que se den, habitualmente, de una forma pura y única en
ninguna situación ni persona. Tampoco es nuestra intención plantear que haya algunas actitudes malas y
otras buenas para toda situación. EI propio esquema da algunas pistas sobre ello. En circunstancias
donde lo que está en juego no tiene mucha importancia para nosotros y con quien está en juego es con
alguien que a penas conocemos y con quien no tenemos casi relación, probablemente la mejor opción sea
algo que en principio nos podría parecer muy negativo, como es el evitar el conflicto. Hay que recordar un
principio básico en casi todo, el de “economía”. Tenemos unas energías limitadas y entrar en un conflicto
significa invertir muchas energías. Hay que valorar por tanto en cuáles merece la pena meterse.
Sin embargo, este esquema también nos plantea algo muy importante y es que cuánto más
importantes sean los objetivos y la relación, más importante será aprender a cooperar. En esas
circunstancias los modelos pierdo-ganas y gano-pierdes, a corto y medio plazo NO servirán y nos llevarán a
una situación en la que todos y todas perdamos. Un ejemplo podría ser el de la toma de decisiones por
mayorías ajustadas en un claustro. El grupo que pierde la votación no se irá especialmente contento. Si esto
ocurre a menudo, normalmente, lo que acabará ocurriendo es que el grupo que perdió haga una de estas dos
cosas (a cada cual peor): que ponga obstáculos para que NO se lleve a efecto lo decidido o que se vayan
inhibiendo de las responsabilidades y tareas del centro.
Aprender a cooperar será un tema importante a trabajar y especialmente en la actualidad, en la que desde
muchas partes el mensaje de la competitividad (no el de ser competente) es el único que se escucha. Esto
implica dar alternativas a todos los niveles: metodología de aprendizaje, juegos y deportes, formas de
incentivar, …
En todo conflicto, de alguna manera y paradójicamente, las partes cooperan pero, generalmente, para
destruirse. Se trata de aprender que la que puede parecer la mejor estrategia individual puede ser la
peor estrategia colectiva. Aprender que con quien tenemos un conflicto no tiene por que ser nuestro
enemigo y que la mejor alternativa puede ser no competir con él, sino colaborar juntos para resolverlo de
la manera más satisfactoria para ambos. El gran reto es empezar a hacer ver a las partes que cooperar es
mejor, ya no sólo desde el punto de vista ético, sino también desde el punto de vista de la eficacia.
Formas de intervenir:
Para educar en el conflicto, habrá que buscar espacios en los que profesorado y alumnado se
preparen y desarrollen herramientas que les permitan abordar y resolver los conflictos con mayor
creatividad y satisfacción.
Nuestra idea es trabajar con los propios conflictos del marco educativo y de su entorno. No hay que esperar a
que estallen, queremos trabajarlos en sus primeros estadios o incluso antes de que se produzcan, para que
así, en un clima menos crispado, con tiempo y sin apasionamientos, podamos aprender a analizarlos y
desarrollemos ideas creativas de resolución que nos permitirán enfrentarlos mejor cuando surjan. Uno de
los problemas con el que nos encontramos a la hora de abordar un conflicto es que respondemos de
forma inmediata (acción-reacción) y nos faltan referentes de cómo enfrentarlo de una manera diferente a la
violenta. Si buscamos espacios para trabajar con ellos y desarrollar ideas de resolución “novio lenta”, será más
fácil que cuando éstos se den, nos surjan estas ideas de forma tan espontánea, como ahora nos surgen las
violentas o destructivas. Aprender a detenernos, analizarlos y responder de forma constructiva va a ser la
principal tarea de la educación en el conflicto.
Para ello hay muchos espacios posibles. Podemos trabajar buscando algunas horas en la propia clase,
en horas de la función tutorial, en el patio-recreo o dentro de un programa específico o crédito de
resolución de conflictos y mediación en el centro, dando pleno sentido a las comisiones de convivencia (a
veces cambiamos el nombre de comisión de disciplina por el de comisión de convivencia, pero no
cambiamos sus funciones y propuestas), ...
Desde la educación para la paz trabajamos el conflicto principalmente en tres niveles consecutivos y
uno paralelo: “provención”, negociación, mediación y acción “noviolenta”, En las primeras edades, el trabajo
de educar en el conflicto casi ocupará todo su tiempo en el nivel de la provención, mientras que en los
mayores será un primer paso para avanzar y trabajar en los otros dos niveles. En la provención y la
negociación son las propias personas involucradas en el conflicto
quienes tratan de solucionarlo. En la mediación se recurre a una tercera parte que ayudará en el proceso (ver
artículo más adelante). En cualquiera de los casos, la educación para la paz no excluye, en situaciones de
fuerte desequilibrio de poder, el empleo de los métodos de acción “noviolenta”, Se trata de aprender a usar la
fuerza y la agresividad “noviolenta”, aquella que va encaminada a afirmarte, a desarrollar la asertividad, a
luchar por tus derechos, respetando a la persona que tienes enfrente.
MEDIACION
ANALISIS Y NEGOCIACION
PROVENCION
Tipos, niveles, causas y actitudes frente al conflicto
Clasificar los conflictos es un proceso de complejidad, dado que la clasificación a la que arribaremos
dependerá del elemento en el que nos basemos. Pero debemos tener en cuenta que en cada conflicto
debemos identificar:
Las personas: los actores, entre quiénes se desarrolla el conflicto, quiénes están involucrados, y también
quiénes podrían colaborar o incidir en su solución.
El proceso del conflicto: sería la historia del conflicto, cómo se desarrolló o se desarrolla, los intentos de
solución que se implementaron, cómo fue la comunicación entre las partes.
El problema: el conflicto, como diría Lederach (1989), forma un todo con la estructura y la dinámica del
problema. El núcleo del conflicto son las diferencias de intereses y necesidades, las distintas concepciones en
la manera de abordarlo, cómo tomar una decisión, cómo se reparten los recursos. Para resolver el conflicto
debemos prestar atención a cuál fue la base del problema, qué intereses, deseos, necesidades tiene cada
parte y cuál es la posición que tienen frente a esto.
Según Moore (1994), encontramos cinco tipos de conflictos en relación a sus causas:
Los conflictos de relación: Se ocasionan por causa un cúmulo de emociones negativas, falsas percepciones,
etiquetamientos o estereotipos, poca comunicación o nula y conductas de repetición y negativas. Dan lugar a
discusiones y enfrentamientos entre las personas y pueden producir una fuerte escalada del conflicto.
Los conflictos de información: Ocurren cuando la falta de información necesaria o correcta no está en manos
de las partes. No se ponen de acuerdo en que es lo relevante o tienen criterios opuestos.
Los conflictos de intereses: Se presentan cuando para la satisfacción de una parte es imprescindible que la
otra parte pierda su propia satisfacción de intereses o necesidades .Parecen o se perciben como
incompatibles en este tipo de conflictos lo que está en juego son intereses respecto de: dinero, recursos
físicos, tiempo, etc.
Los conflictos estructurales: Son causados, en general, por la percepción de la desigualdad en cuanto a los
recursos o el poder, o en el control, hay una parte que sería o se percibiría como más privilegiada que otra.
Por ejemplo entre el jefe del sindicato y los empleados. Hay recursos limitados y posiciones divergentes.
Los conflictos de valores: Aquí entran en juego las creencias y ocurren cuando estas son incompatibles.
Cuando lo que unos consideran bueno o verdadero o justo es lo que tratan de imponer sobre los otros,
cuando no hay posibilidad de aceptar la divergencia y la diferencia. (http://news.psykia.com/content/los-
conflictos-tipos).
Entender el tipo de conflicto al que nos enfrentamos nos será de utilidad a la hora de seleccionar qué tipo de
técnica podremos utilizar para su abordaje.
Ahora veremos los niveles de conflicto, quiénes son las personas o los actores implicados. Lewicki, Litterer,
Minton y Saunders (1994) los clasifican de la siguiente forma:
Conflicto intrapersonal o intrapsíquico: en este nivel el conflicto, como su nombre lo indica, ocurre dentro de
la psiquis del individuo. Surge a partir de que sus emociones, valores, impulsos, ideas, pensamientos, deseos
entran en contradicción unos con otros, generando mucho malestar y otro tipo de síntomas. Este campo es
abordado por la psicología.
Conflicto interpersonal: este tipo de conflicto ocurre entre las personas individuales: marido y mujer, jefe y
subordinado, amigos, etcétera. La mayoría de la teoría sobre negociación y mediación se refiere a la
resolución de los conflictos interpersonales.
Conflicto intragrupal: este tipo de conflicto se da al interior de los grupos: dentro de las familias,
corporaciones, clases, grupos deportivos, de estudio, etcétera. El abordaje aquí intenta resolver conflictos
para que el grupo pueda cumplir con los objetivos para los cuales se conformó como tal. Conflicto intergrupal:
aquí encontramos dos grupos en conflicto, como en una guerra o una disputa de países por territorio, entre
los sindicatos y los patrones. El abordaje de este tipo de conflictos requiere profesionales mediadores
altamente capacitados pues son de alta complejidad.
(http://news.psykia.com/content/los-conflictos-tipos)
Figura 1: Clasificación en función de la forma como se ha construido el conflicto según Barnett Pearce
DISPUTAS INCOMPATIBLES CONFLICTOS MORALES
INCOMPARABLES INCONMENSURABLES
Las disputas incompatibles: frente al mismo tema, una parte está a favor y otra está en contra. Están de
acuerdo con el tema del conflicto, pero opinan distinto.
Disputas morales: las partes están en desacuerdo tanto en el tema como así también en la manera de
tratarlo. A su vez, se dividen en:
a) Incomparables: en este tipo de conflictos las partes no se ponen de acuerdo sobre qué están discutiendo.
Uno discute sobre el precio de una casa y otro sobre el valor que esta tiene. b) Inconmensurables: están de
acuerdo con el tema, por ejemplo religión, pero se basan en principios o creencias tan diferentes que es
imposible llegar a algún acuerdo. Estos conflictos no son posibles de mediar (Suarez, 1996).
Actitudes frente al conflicto
En este punto veremos cuáles son las actitudes, cómo reaccionamos cuando nos hallamos frente a una
situación de conflicto. Es importante conocer estas dinámicas para lograr identificarlas tanto en los demás
como en nosotros mismos. Como mediadores, de acuerdo a cuál sea la actitud de las partes, elegiremos las
técnicas y herramientas para que puedan lograr actitudes más colaborativas y menos confrontativas.
Actitud competitiva: se sintetiza con el formato gano-pierdes. “Si yo obtengo lo que quiero, tú no lo
puedes obtener”. Cuando enfrentamos el conflicto de esta manera, no importa que tan lejos tengamos que
llegar para conseguir lo que queremos, lo único importante es el objeto de nuestro interés o nuestra
necesidad. La relación con el otro o como quede después no nos interesa. Es una actitud egoísta por lo que es
muy difícil incorporar la idea de que hay otro que también tiene intereses y necesidades.
Actitud de acomodación: el formato de esta actitud es pierdo- ganas. Aquí las personas no logran
defender sus intereses, prefieren ceder ante la presión de la otra parte con tal de no sentirse mal o generar
malestar. Esta actitud puede ser potencialmente más destructiva pues las personas aguantan hasta el límite
de sus posibilidades, pero cuando el conflicto estalla puede ser ya de una magnitud muy difícil de manejar.
Actitud de evasión: pierdes-pierdo. En este modelo las partes tratan de ignorar el conflicto, no lo
enfrentan de ninguna manera, quizás pensando en que ya se resolverá de manera espontánea. Detrás de esto
puede estar el miedo al enfrentamiento. En general, lo que vemos es que cuando el conflicto está allí, latente,
tarde o temprano habrá que abordarlo y cuanto antes sea, mejor para que las relaciones no se hallen muy
deterioradas a la hora de poder trabajar.
Actitud cooperativa: Aquí es gano-ganas. Esta actitud es la que tratamos de potenciar en la mediación y
la que nos ayudará a conformar sociedades más pacíficas. Ya que aquí lo importante es conseguir lo que
queremos y necesitamos, pero también conservar la relación. No es ceder, no es evitar; es tratar de ceder en
aquello que no es tan importante. Para ello es necesario negociar.
Actitud de negociación: aquí se trata de que las dos partes ganen en lo que resulta fundamental para ellos, sin
que ninguna tenga que perder en lo que cree que es esencial, lograr un equilibrio entre los intereses y
necesidades de ambas, para que ambas perciban que todos ganan en esta situación (Cascón Soriano, s. f.).
LAS ACTITUDES FRENTE AL CONFLICTO
LOS OBJ SON MUY IMPORTANTES
COMPETENCIA COOPERACION GANO-GANAS
GANO-PIERDES COMPROMISO-NEGACION
La relación no es muy importante. La relación no es muy importante.
EVASION PIERDO-PIERDES SUMISION PIERDO-GANAS
LOS OBJ SON MUY IMPORTANTES
Sabemos que, como en todas las cosas, estas actitudes o modelos de actuar frente al conflicto no son puras o
exclusivas, sino que pueden darse en diferentes proporciones o combinaciones. Lo que sí se desprende del
gráfico y de todo lo que hemos dicho es que si la relación y los objetivos son más importantes, la actitud debe
ser de cooperación y de negociación. En la competencia prima la individualidad y, muchas veces, una
resolución individual puede ir en detrimento de una solución más colectiva.
Mapa de conflictos. Una forma de analizarlos
Aquí presentamos una serie de preguntas que podemos realizarnos a la hora de analizar un conflicto:
Identificarlo: ¿Cuál es el conflicto?
Historia: ¿Cuándo comenzó? ¿De qué manera se desarrolla?
¿Cuáles son los hechos más destacados? ¿Qué han realizado hasta hoy?
Actores: ¿Quiénes están directamente implicados? ¿Quiénes están involucrados indirectamente?
¿Existen ahora o pueden existir alianzas, coaliciones entre las personas o grupos? ¿Entre quiénes? ¿Por qué?
Recursos: ¿Qué tipo de bienes materiales o simbólicos están en juego entre los actores? Ejemplo: agua,
tierra, valores, poder, participación, prestigio, identidad, reconocimiento, deseos, otros
Poder: ¿Qué condiciones de poder tiene cada uno de los actores respecto de los demás? ¿Cómo es la
relación? (igualdad,- desigualdad; simetría - asimetría) Alguna/as de las partes, ¿tiene poder suficiente para
imponer a otros su decisión?
Problemas: ¿Cuáles son los problemas asociados al conflicto? ¿Qué es lo que quiere una parte y por qué
lo quiere? Intereses y necesidades. ¿Qué es lo que quiere la otra parte y por qué lo quiere? Intereses y
necesidades
Valores: ¿Qué valores puede identificar en la situación planteada y qué relevancia pueden tener en la
gestión del conflicto?
Usos y costumbres : ¿Cuáles son los usos y costumbres de los actores involucrados en el conflicto
Propuestas y contribuciones: ¿Qué proponen para resolver el conflicto? ¿Por qué sugieren esa solución
en particular? ¿Qué necesidades de los actores tomaría en cuenta y deberían estar incluidas en el acuerdo
para que éste resulte mutuamente satisfactorio? ( Nató y Rodríguez Querejazu, s/f) Diap.13-21,
https://goo.gl/QkUB7L)
A la hora de analizar el conflicto que presentan las partes, conocer las clasificaciones nos permitirá tener en
cuenta si lo que está en juego son cuestiones de poder, valores o recursos en la relación entre los actores.
La mediación comunitaria y/o vecinal: un aporte a la democratización social y un nuevo espacio para el trabajo
social de comunidad*1
Estela Adasme Calisto**2/Christian Quinteros Flores*
RESUMEN
La técnica de la mediación se ha ampliado en Chile desde espacios tradicionales como el escolar o el familiar, a
otros espacios menos habituales como el laboral e incluso el comunitario o vecinal. Sin embargo, en este
último ámbito, su utilización en Chile hoy es muy incipiente y reviste desafíos a la institucionalidad y a quienes
la operan en el marco de la nueva gestión pública. Para el Trabajo Social –importante operador de la política
pública y responsable de contribuir a la necesaria “democratización social”–, este tipo de mediación puede
constituir un buen recurso o bien público al momento de fortalecer el tejido social, además que le permite
aprovechar la expertise de la formación recibida por este profesional. Este artículo busca contextualizar
sociohistóricamente la práctica de la mediación comunitaria en Chile, permitiendo explorar algunas
oportunidades que presenta hoy este espacio para el Trabajo Social, en épocas de globalización.
Palabras clave: Ciudadanía, Desarrollo Sinergético, Mediación Vecinal- Comunitaria, Trabajo Social de
Comunidad. Introducción
“Si analizamos de cerca la trayectoria seguida por exitosos países en desarrollo, conoceremos nuevas opciones
de políticas posibles para todos los países y regio- nes, y aprenderemos sobre valores y visiones del mundo
que podrían propiciar acciones futuras de cooperación para el desarrollo y respuestas constructivas ante los
desafíos mundiales más graves. El objetivo, como siempre, es acelerar en la medida de lo posible el progreso a
gran escala, el cual eleva el estándar y ofrece más oportunidades a las personas de todos los países y
comunidades, en todas las dimensiones clave del desarrollo humano, desde salud, educación y subsistencia,
hasta la libertad personal para controlar y mejorar nuestras propias vidas” (Informe de Desarrollo Humano,
2013:11). Según el último informe de Desarrollo Humano, el mundo ha experimentado durante las últimas
décadas un progreso social creciente. El “ascenso de los países del sur” es inobjetable y exige ahora nuevos
desafíos, entre ellos, mayor justicia social, mayor libertad de las personas y ciudadanos y un Estado desarrollis-
ta. La mediación comunitaria y/o vecinal aparece en este senti- do como una oportunidad de ampliar la
libertad de las personas para controlar y mejorar sus propias vidas, exigiendo mejores conductas para la
convivencia social y estableciendo un marco regulador donde el ciudadano participe directamente en la reso-
lución de sus asuntos públicos sin necesidad en algunos casos de “judicializar” los conflictos o diferencias con
otros (institucio- nalidad tradicional).
La mediación social como técnica para promover construcción de ciudadanía
Dentro de la llamada técnica de la mediación social –que bien puede considerarse un bien público– existen
varios campos de acción, que más allá de sus especificidades y habilidades parti- culares, comparten lo central
de toda mediación: la neutralidad, la equidad y la imparcialidad. En el área comunitaria se han de- sarrollado
dos alternativas: mediar entre vecinos o mediar entre los distintos actores que intervienen en el espacio
comunitario, ya sea vecinos, empresarios o autoridades. La mediación comu- nitaria representa para el
Trabajo Social una interesante plata- forma o espacio para modificar la realidad y lograr el anhelado equilibrio
del binomio recurso – necesidad. Esta nueva área de intervención reviste potencialmente un gran aporte al
desarro- llo de una cultura democrática y pacífica. Actualmente, el Estado chileno está contribuyendo a esta
cultura a través de la creación de las denominadas Unidades de Justicia Vecinal bajo la modali- dad de
proyectos pilotos (los cuales han aumentado su “fuerza” en los últimos años). También han incursionado en
esta nueva modalidad de justicia cercana y local los municipios, en alian- zas con corporaciones o fundaciones,
o con financiamiento del Fondo Nacional de Seguridad Pública del Ministerio del Interior. Así, la mediación
comunitaria ha tenido diversas aplicaciones, ya sea entre los propios vecinos (capacitados para la gestión en
me- diación) o entre los vecinos y la comunidad, a través de la exis- tencia de un centro especializado
propiciado por el municipio o el Estado a través del Ministerio del Interior. Resulta interesante comprender
que las distintas áreas de la mediación son absolu- tamente complementarias y subsidiarias, como ocurre
entre la mediación escolar y la mediación comunitaria, pues todas ellas intentan en definitiva educar para la
buena convivencia social. El Estado podría potenciar el espacio ciudadano fortaleciendo las habilidades
mediadoras de sus vecinos y creando o facilitando la creación de centros comunitarios de mediación, con
profesiona- les especializados. Los autores de este artículo están convenci- dos de la “autoridad” de lo
comunitario y lo local como espacio decisional, donde los sujetos aprenden los hábitos sociales y cul- turales
que después proyectarán a través de conductas en otros espacios sociales más amplios y complejos.
“Una sociedad integrada se sustenta en instituciones sociales eficaces que permiten a las personas tomar
acciones colectivas y aumentar la confianza y la solidaridad entre grupos. Tales ins- tituciones incluyen
organizaciones no gubernamentales forma- les, asociaciones y cooperativas informales y normas y reglas de
comportamiento. Influyen sobre los resultados individuales en desarrollo humano, al igual que sobre la
cohesión y la estabilidad social” (Informe de Desarrollo Humano, 2013: 34). Ya en la Cons- titución chilena de
1822 se hablaba de los “Jueces de Paz”, ins- titución encargada de “componer a los litigantes” y, no pudien- do
conseguirlo, debía procurar comprometerlos como “hombres buenos”. Esta disposición luego desaparece en
la Constitución de 1833, pero reviste gran importancia respecto a la aplicación de ley en el espacio vecinal en
Chile, lo que indica que ha sido una preocupación histórica del Estado, quizás sin los resultados esperados. En
1971 se presentó un proyecto de Ley sobre Tribu- nales Vecinales, “el cual, consciente y preocupado del
problema, estimó que era necesaria la creación de tribunales que sean más accesibles al poblador y al obrero,
y que estén integrados por ellos mismos para así asegurarles que sus problemas van a ser bien interpretados”
(Celedón, 2012: 50).
La mediación comunitaria actualmente consiste en una alterna- tiva no jurídica y basada en el acuerdo entre
vecinos, facilitados por un equipo profesional, que abre sin dudas enormes posibili- dades de justicia cercana o
al alcance de “todos”. La mediación comunitaria aparece como un buen recurso para la inclusión so cial de los
grupos más desfavorecidos al acercarlos a una adecua- da y razonable “sensación” de mayor justicia.
“A menos que las personas puedan participar de manera signifi- cativa en los eventos y procesos que dan
forma a sus vidas, los caminos del desarrollo humano nacional no serán deseables ni sostenibles. Las personas
deben poder influir en la formulación de políticas y resultados, y los jóvenes en particular deben ser capaces
de aspirar a mayores oportunidades económicas y de responsabilidad y participación política” (Informe de
Desarrollo Humano, 2013: 91). Siguiendo con esta línea de argumentación, esta alternativa de trabajo
comunitario promueve y facilita la par- ticipación de la propia comunidad en su desarrollo, expandiendo sus
capacidades locales, reconociendo sus valores culturales, fi- losofías y cosmovisiones de mundo que subyacen
a las prácticas humanas que están presentes en la vida en comunidad, contribu- yendo al fortalecimiento de
su ciudadanía.
Enfoques para comprender ciudadanía
Como se señala en el cuadro N° 1, no existe una única forma de comprender la ciudadanía de un sujeto. En
este sentido, la ciudadanía republicana aparece como el marco más adecuado y pertinente para incluir la
mediación comunitaria y/o vecinal
IMPRIMIR CUADRO PAG 6
Por otra parte, desde la perspectiva de Habermas, la ciudadanía “contempla que los sujetos tienen más
posibilidades de tornarse ciudadanos en la medida que se sienten autores de las leyes que los rigen” (Muñoz,
en Celedón, 2012). Asimismo, la construcción de ciudadanía está asociada a un nuevo proceso llamado “indi-
vidualización”, que significa que cada persona debe definir por sí misma las elecciones, valores y relaciones
que hacen su proyecto de vida; es un proceso mediante el cual las personas se distan- cian de las tradiciones
heredadas y afirman el derecho a definir por su cuenta y riesgo lo que quieren ser. Esto es el resultado de la
valoración social de la autonomía personal, de la pérdida de autoridad de las tradiciones y del aumento de
alternativas en los modos de vida” (Informe de Desarrollo Humano, 2000: 28).
La difícil tarea de definir Desarrollo
Frente a la complejidad de definir y precisar “desarrollo”, Calcag- no y Calcagno establecen cinco dimensiones
que incorpora este concepto: la paz como la base fundamental, la economía como motor del progreso, el
medio ambiente como base de la soste- nibilidad, la justicia como pilar de la sociedad y la democracia como
buen gobierno (Calcagno y Calcagno, citado en Tironi, 2008). Según el PNUD, “El ascenso del Sur no es el
resultado de adherir a un conjunto específico de recomendaciones políticas, sino de implementar políticas
pragmáticas que responden a las circunstancias y oportunidades locales, como la profundización del papel
fundamental de los Estados para alcanzar el desarro- llo, la dedicación a mejorar el desarrollo humano (lo cual
incluye apoyar la educación y el bienestar social) y una mayor apertura al comercio y la innovación. De todas
maneras, el progreso futuro exigirá a los responsables de formular políticas prestar especial atención a
aspectos como: igualdad, voz y rendición de cuentas, riesgos ambientales y cambios demográficos” (Informe
de Desa- rrollo Humano, 2013: 1).
De acuerdo a este Informe, “Generalmente el crecimiento es mu- cho más efectivo en cuanto a reducción de
la pobreza en países donde la desigualdad de ingresos es baja que en aquellos donde hay una desigualdad
elevada. Promover la igualdad, especialmen- te entre diferentes grupos religiosos, étnicos o raciales, también
contribuye a minimizar el conflicto social. Contar con educación, atención de la salud, protección social,
empoderamiento legal y organización social permite que las personas pobres participen en el crecimiento. No
obstante, incluso estos instrumentos de políticas básicas pueden no ser suficientes para empoderar a los
grupos marginados (Informe de Desarrollo Humano, 2013: 5).
El Territorio como una unidad compleja de Desarrollo
El destacado planificador Sergio Boisier desarrolló el concepto de “Capital Territorial Sinergético”, entendido
como la “capacidad social o, mejor, a la capacidad societal (como expresión más to- talizante) de promover
acciones en conjunto dirigidas a fines co- lectiva y democráticamente aceptados, con el conocido resultado de
obtenerse así un producto final que es mayor que la suma de los componentes” (Boisier, 1999: 5). En términos
simples, signi- fica que “El desarrollo bien entendido es un fenómeno de orden cualitativo en tanto que se le
trata de alcanzar mediante acciones de orden cuantitativo” (Boisier, 1999: 6). Su propuesta también implica
apoyarse del concepto de “Capital Sinergético” para fo- mentar y organizar nueve formas de capital, como
económico, cognitivo, simbólico, cultural, institucional, psicosocial, social, cívico y humano, ya que éstas
pareciese que están estrechamente más relacionadas con el desarrollo territorial que la misma cons- trucción
de infraestructura u otro tipo de acciones.
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Elementos comprensivos para abordar el concepto de Comunidad
La comunidad ha sido el concepto central de la filosofía política y jurídica. Según Friedrich, desde sus orígenes
ha sido consi- derada como un grupo humano con el cual se ha relacionado la política y el derecho, al cual hay
que referir los fenómenos característicos de la vida política: la ley, el poder, la autoridad (Friedrich, 1969). Para
Aristóteles, la comunidad está siempre “apuntando a algún bien”, ya que se trata de un grupo de hom- bres
con algunos valores comunes (costumbre, creencia, intere- ses); la Polis ideal requiere demasiada unidad. La
comunidad supone la existencia de seres por sí mismos, pero con ciertos factores en común que los unen. Por
otra parte, para Cicerón la ley es el criterio decisivo de la comunidad (Comunidad legal): “No es pueblo
cualquier colectividad de hombres reunidos de cualquier manera, sino una agrupación de muchos asociados
por convenio sobre derecho y por la comunidad de intereses” (Schiavetti, 1980). Para Cicerón la comunidad
posee una base legal y racional. Por otra parte, para Santo Tomás de Aquino la comunidad perfecta es la
“Civitas”, es decir, si un grupo de seres humanos procuran el bien común nace una comunidad, inde-
pendiente de su magnitud. Sólo es derecho verdadero lo que se dirige hacia el “bien común” y la “sustancia”
de la comunidad son las personas” (Schiavetti, 1980).
La comunidad y su personalidad: elementos para el desarrollo de la identidad Local
Gierke y Maitland aceptaron la personalidad “real” de la comuni- dad, es decir, la comunidad tenía una
existencia personal aparte de la de los miembros que la integraban (sustancia propia en el concepto
aristotélico). La personalidad estaba basada en la tradi- ción (continuitas) y en los vínculos afectivos
(colligatio). (Citado en Schiavetti, 1980). Desde una visión un poco más contemporá- nea, las comunidades son
entidades humanas localizadas geo- gráficamente y organizadas en función de ciertos móviles, donde existen
aspectos ecológicos o territoriales relativos al asenta- miento poblacional, al entorno físico y a la
infraestructura, y as- pectos funcionales relativos a la forma de resolver sus problemas y satisfacer sus
necesidades colectivas. La comunidad está amaL gamada a partir de determinados nexos o elementos de
unidad. Así, entonces, comunidad local es parte de la sociedad global con autonomía restringida. La
comunidad posee en su interior fuer- zas psicoafectivas que trascienden sus componentes materiales (Ander
Egg, 2000).
Una mirada a los actores del Desarrollo Territorial y Comunitario
Sin dudas que para comprender el rol de la mediación comu- nitaria / vecinal en cualquier tipo de desarrollo
es necesario identificar los actores involucrados en él. Actualmente, en Chile aparecen como protagonistas
claves del desarrollo territorial el Estado, los municipios y crecientemente las organizaciones que integran la
sociedad civil. El Estado es la Nación políticamente organizada que requiere tres requisitos para constituirse:
Terri- torio, Constitución Política (Organización Jurídica) y personas, sumado a un aspecto estructural: a)
Participación en tareas que aseguren el crecimiento de la sociedad (Organismos Públicos, Poderes Ejecutivo,
legislativo y Judicial) y b) Estructura Jurídica y Política: Estado es el núcleo de la toma de decisiones globa- les
que interesan a una sociedad. Dentro de la estructura del Estado y a nivel microterritorial aparecen las
municipalidades que son “Corporaciones autónomas de derecho público, con personalidad jurídica y
patrimonio propio, cuya finalidad es satisfacer las necesidades de la comunidad local y asegurar su
participación en el progreso económico, social y cultural de las respectivas comunas” (Artículo N°1, Ley
N°18.695 Orgánica de Municipalidades).
Otro integrante importante en este desarrollo comunitario es la sociedad civil –tercer actor que interviene en
el espacio territorial y que representa los intereses particulares y corporativos de los distintos grupos que
constituyen sociedad– y que forma parte de los sistemas de participación ciudadana, a través de las Juntas de
vecinos y otras organizaciones comunitarias. Estas asociaciones de interés público están reguladas por la Ley
Nº 19.418, cuerpo legal que establece normas sobre juntas de vecinos y demás or- ganizaciones comunitarias.
Esta Ley regula conceptos tales como “Unidad Vecinal”, “constitución” y “funcionamiento” de una Junta de
Vecinos o de una organización funcional. Dentro de las funcio- nes y atribuciones se consideran: representar a
los vecinos ante cualquier autoridad, institución o personas; aportar elementos de juicio y proposiciones,
gestionar soluciones para la junta de vecinos, ejecutar iniciativas, ejercer el derecho a plena informa- ción,
proponer programas y promover la defensa de los derechos constitucionales de las personas, velar por la
integración al desa- rrollo y el mejoramiento de las condiciones de vida, promover el progreso urbanístico y
procurar la buena calidad de los servicios a la comunidad (Ley N° 19.418).
La sociedad civil como factor clave de la democratización social
Según Carmona, los principales ejes de debate sobre la partici- pación ciudadana se refieren a que este tipo de
acción social se presenta como una temática relevante en la escena contemporá- nea. La necesidad de
generar mayor sustento y legitimidad en los sistemas democráticos vigentes como la descarga hacia la socie-
dad civil de responsabilidades y poder de decisión en diferentes campos de intervención pública, determinan
su mayor protago- nismo actual. En primer lugar, la perspectiva más difundida sobre este tema relaciona la
expansión de formas diversas de partici- pación ciudadana en los asuntos públicos con los problemas de
gobernabilidad derivados de la crisis de representatividad política y la deslegitimación del Estado como ámbito
exclusivo de repre- sentación de los intereses generales. Esta postura pone el acento en los límites que
presentan los mecanismos de democracia re- presentativa para expresar los intereses y diferentes derechos
de gran parte de la ciudadanía (Carmona, 2012). Desde esta mirada, la incorporación de actores de la sociedad
en las decisiones públi- cas permitiría introducir de manera más genuina las perspectivas de los grupos
sociales y legitimar las acciones de gobierno al no depender exclusivamente de los procesos electorales. Otro
autor que plantea una estrategia del Estado nación para recuperar su soberanía perdida (o deslegitimada) es
Manuel Castells, quien señala que el Estado nación actual debe establecer alianzas con organismos sub-
nacionales para recuperar soberanía junto con descentralizarse y aumentar los niveles de participación
ciudada- na en los asuntos de éste (Castells, 1999).
Una segunda postura destaca la importancia de la participación ciudadana al señalar que “el fortalecimiento
de la intervención de la sociedad en los procesos de políticas puede ayudar a mejorar el desempeño
gubernamental. Los discursos predominantes en esta línea postulan que los principios que rigen al ámbito de
la sociedad civil son la autonomía, la solidaridad y la libertad, en contraposición a la lógica centralizada y
jerárquica del Estado, en relación con el funcionamiento del sistema político. Se despren- de de este enfoque
que la sociedad civil estaría desvinculada de los intereses ligados a la legitimación de relaciones de poder ins-
titucionalizadas, ya que en este ámbito primaría el principio de la autonomía en relación a las estructuras del
Estado y del sistema político” (Carmona, 2012: 171-172).
Una tercera postura –y que se vincula directamente con la an- terior– parte desde la crítica a los procesos de
privatizaciones y reforma neoliberal que dieron lugar a la restricción de la in- tervención estatal en la vida
social y al avance de los intere- ses privados sobre los mecanismos de acción pública. Frente a ello, se resalta
la necesidad de “republificar” el Estado, es decir, ampliar la intervención pública sobre los mecanismos de
cons- trucción de la agenda gubernamental y sobre los procesos de formulación de políticas. La participación
ciudadana, encauza- da a partir de distintos dispositivos de articulación multiacto- ral (consejos consultivos,
mesas de concertación, gestión ter- cerizada de servicios), se presenta como una herramienta apro- piada para
recuperar el control social sobre las problemáticas públicas, un objetivo que los mecanismos de la democracia
representativa no han logrado asegurar por sí solos (Carmona, 2012). Bajo estos argumentos, la mediación
comunitaria apa- rece como un interesante dispositivo institucional que puede permitir aumentar el control
de los ciudadanos sobre el espa- cio que les pertenece, desarrollando de esta manera, sentido y significado
local territorial, un “imaginario colectivo común”, como diría Boisier.
La mediación vecinal y comunitaria como mecanismo efectivo de resolución de conflictos
Según Rodríguez Saif, “los conflictos vecinales se caracterizan por dos notas esenciales: la perdurabilidad
temporal, ya que se proyectan en el tiempo tanto histórica como modernamente y por el casuismo que
preside esta materia dada la multiplicidad de supuestos que pueden generar situación, detención o contra-
posición de intereses, enturbiando las relaciones de vecindad; si la convivencia constituye el presupuesto
social de las relaciones determinadas por la vecindad, los derechos sobre los bienes in- muebles constituyen
un presupuesto jurídico” (Rodríguez Saif, en Celedón, 2012:47),
A nivel microsocial se comprende que los conflictos son formas de interacción entre dos partes, ya sean
personas, grupos o co- munidades, que tienen su origen en una diferencia de intereses, valores u objetivos, en
aspiraciones incompatibles o antagónicas, ya sea de un modo ocasional o permanente y que induce a las
partes a confrontarse en el intento de lograr sus fines. El “conflic- to comunitario vecinal” emerge en los
ámbitos más próximos a la vida de las personas asociados a la convivencia o coexistencia en un espacio
territorial significativo para alguno de ellos. Es gene- rado entre personas que se afectan de forma
interdependiente y desarrollan conductas en relación a la circunstancia, ocurrencia, prolongación en el tiempo
y manifestaciones variables. Ambas partes en conflicto sienten frustración de sus necesidades y cali- dad de
vida, experimentan algún grado de hostilidad que puede escalar hacia daños psicológicos, físicos o a la
propiedad, de for- ma unilateral o recíproca.
Los conflictos comunitarios causan algún grado de tensión a ni- vel familiar y vecinal, tampoco son el resultado
de un comporta- miento objetivo, ya que además de los fines concretos que los adversarios persiguen, se
encuentran sus interpretaciones o per- cepciones de lo que está en disputa (elemento subjetivo e inter-
subjetivo). Por lo tanto, el conflicto aparecerá, si las partes así lo deciden, con independencia de que existan o
no bases objetivas para sustentarlo, lo que dificulta su resolución y la cooperación de los involucrados.
Habermas (1999) divide a la sociedad en el sistema, que a partir de la razón instrumental organiza las leyes,
reglamentos, instituciones (educación, salud, la política, la legis- lación y el aparato judicial), el mercado y la
burocracia adminis- trativa; y el mundo de la vida, como el lugar donde interactúan las personas (mundos:
objetivo, subjetivo y social), el mundo de la vida cotidiana y los saberes colectivos que derivan en la socia-
lización de los individuos. Bajo esta perspectiva, el barrio se concibe como una comunidad de intereses y un
espacio de interacción comunicativa diferencia- dora, con lo cual definen su pertenencia a un territorio
recono- cido, tanto por geografía como por las relaciones que se dan en su interior; esto acentúa los rasgos de
la parte que es externa a ese ámbito, condición que se denota como causante del conflicto y se pone de
manifiesto para reclamar ante empresas contami- nantes o desarrollar estrategias para acceder a la ayuda
estatal. En la situación en que no sea posible lograr la estabilidad de acuerdos alcanzados con base en el
diálogo, es común que se reclame a alguien que garantice el cumplimiento de un posible pacto, para que sea
perdurable, y ante el temor de que la otra par- te no lo respete. Un conflicto comunitario o vecinal requiere
ser comprendido en una relación dinámica que rompe con los equi- librios estáticos con los que se lo suele
analizar. En ocasiones, los involucrados del conflicto presentan una amplia trayectoria en que las posiciones
entre afectado y quien afecta al otro se relacionan dinámicamente, siendo en algunos momentos uno el
afectado y, en otros, el mismo es quien afecta al otro. Así, la me- diación vecinal, desde una lógica sistémica,
podría constituirse en una herramienta de estabilidad de una comunidad a partir de sus prácticas auto
regulatorias que le ayudan a mantener el equi- librio y reducir la conflictividad (dispersión de componentes del
sistema). En este contexto, el lenguaje y la comunicación cobran especial relevancia; desde la propuesta
fenomenológica de Hus- serl o Habermas, son un medio para validar al otro, para recono- cer su existencia;
desde el aporte de Maturana, reconocer al otro como un “legítimo otro” disminuye las posibilidades de
violencia.
Diagnóstico y proyecciones de la mediación comunitaria y/o vecinal en Chile
Durante este año 2014, se generarán en nuestro país fondos con- cursables desde el Ministerio del Interior,
específicamente desde el área de seguridad ciudadana, que considerarán la creación de las unidades de
justicia vecinal, una nueva política pública jus- tamente para crear centros de mediación comunitaria, dados
los buenos resultados de las experiencias pilotos realizadas durante 2012 y 2013. Por otra parte, el Fondo
Nacional de Seguridad Pú- blica del Ministerio del Interior establecerá financiamiento para estudios e
implementación de centros de mediación comunitaria. La instalación de centros de mediación comunitaria se
realizan en el marco de proyectos de colaboración entre las municipalidades y el Ministerio del Interior en el
contexto de la seguridad pública, y donde los profesionales integrantes resultan provenir de distin- tos campos
disciplinarios, tales como el derecho, la sociología, y el trabajo social, entre otros. Creemos que es
imprescindible levantar diagnósticos comunitarios que identifiquen eventuales y potenciales focos de conflicto
intravecinal como comunitarios, con sus orígenes históricos, tradiciones o factores psicosociales, dado que la
comprensión del conflicto debe siempre estar focali- zada en las características locales para comprender las
diferentes realidades comunitarias.
Por otra parte, hoy no existe un procedimiento estandarizado para constituir un centro de mediación
comunitaria. Las experiencias conocidas por los autores se desprenden desde las funciones no privativas de
los municipios. Por ejemplo, los municipios de Pe- ñalolén y Lo Espejo han postulado a fondos concursables en
el marco de las directrices de la seguridad ciudadana como estra- tegia de prevención; sin ir más lejos, durante
el 2015 se genera- rán otros fondos de concursos para crear centros de mediación comunitaria. Es así como las
experiencias chilenas en materia de mediación comunitaria o vecinal han estado mayormente vin- culadas con
las municipalidades, ya que éstas pueden generar alianzas con otros organismos para abordar diferentes
temáticas, y una de ellas está relacionada con la seguridad ciudadana. Den- tro del Ministerio del Interior
también existen fondos concursa- bles dentro de los cuales se han presentado proyectos de media- ción
comunitaria como estrategias de prevención y tratamiento de la seguridad comunal.
Hoy, tampoco se aprecia un camino formal para presentar pro- yectos a los municipios; esto depende en gran
medida de la ca- pacidad emprendedora de eventuales interesados en generar una oficina de mediación
comunitaria y de la voluntad política de la autoridad comunal. En este sentido las municipalidades, de acuerdo
a la Ley 18.695, tienen las Unidades de Desarrollo Comunitario, cuya obligación es asesorar a las
organizaciones comunitarias sobre su funcionamiento y regulación; desde esta función se podría proponer
alguna orientación técnica ante un eventual conflicto. Sin duda, las municipalidades tienen los de-
partamentos de Organizaciones comunitarias que administran la aplicación de los alcances de la Ley
19.418. Otras opciones que ofrece la actual institucionalidad la constituyen las unidades de mediación de las
CAJ (Corporaciones de Asistencia Judicial) o las UJV (Unidades de Justicia Vecinal).
Así, creemos que la mediación comunitaria, ya sea a nivel ve- cinal o a través de un centro de mediación
formal (municipal o UJV), constituye un excelente espacio para fortalecer la ciudada- nía (tejido social) y
generar un modelo de desarrollo potenciando principios democráticos y participativos a nivel local. En
segundo lugar, sería pertinente y relevante potenciar la capacidad de diag- nóstico de la comunidad desde la
aplicación de supuestos teóricos y epistemológicos que faciliten la identificación y comprensión de las lógicas
comunicativas y humanas subyacentes a cada una de las realidades comunitarias. Al mismo tiempo, se debe
valorar la elaboración de proyectos como una adecuada herramienta para “comunicar” propuestas y
racionalizar las decisiones entre los ac- tores comunitarios, autoridades, organizaciones y la propia comu-
nidad. Los fines de la mediación comunitaria –la solidaridad, la justicia cercana, la cultura de paz– sintonizan
plenamente con los principios del Trabajo Social y, por lo tanto, pueden constituirse en áreas absolutamente
complementarias y recíprocas.
Comentarios finales
A la luz de lo revisado en este artículo, el contexto histórico de la mediación comunitaria en Chile (pasado y
presente) y los nuevos escenarios sociales, hacen favorable la consolidación de un sis- tema de justicia vecinal
que incorpore progresivamente esta me- todología. El enfoque de desarrollo humano predominante en las
políticas públicas y el desarrollo tecnológico de la profesión del Trabajo Social propiciarían instalar este tipo de
modelo de ges- tión en nuestras comunidades para potenciar su protagonismo, para que democráticamente y
responsablemente intervengan en sus conflictos y acuerdos.
La mediación comunitaria y/ o vecinal representa, en cualquiera de sus dos formas, un conjunto de beneficios
sociales y de apor- tes a la democratización social del territorio, fortaleciendo su ca- pital social, psicosocial y
simbólico en el concepto de Boisier. Este tipo de mediación tiene la oportunidad de aportar en gene- rar una
cultura de responsabilización y aprendizaje de resolución de conflictos a nivel comunitario, aumentando la
eficiencia del proceso de desarrollo local. La responsabilidad en el conflicto, no solo individual sino también de
actores u organizaciones den- tro de la comunidad, fortalece una cultura comunicativa y de diá- logo a nivel
comunitario y disminuye la vulnerabilidad social de las personas, ya que se vincula con su posibilidad de
asociativi- dad y fortalecimiento de la sociedad civil. Desde el constructivis- mo –enfoque epistemológico que
propone construir la realidad a partir del lenguaje y los códigos–, la mediación comunitaria permite a los
sujetos o vecinos dialogar, situarse en igualdad de condiciones frente a un conflicto, generando una
nueva oportu- nidad para potenciar vínculos en la comunidad. En este sentido, los trabajadores sociales
poseen los recursos técnicos para gene- rar, procesar y concluir información que permita actuar proactiva-
mente frente al conflicto de la comunidad.
La aplicación de la técnica de la mediación fortalece, sin duda, el sentido de comunidad desde la visión
aristotélica (bien común, amistad, virtudes), desarrolla capital sinergético y les entrega a los propios vecinos la
posibilidad de mediar entre sí en un primer nivel o de requerir apoyo más especializado como el que podría
generarse con la creación de un centro municipal de mediación comunitaria/vecinal. Consideramos que
nuestra profesión es una alternativa totalmente vinculada con los principios, modelos y técnicas de mediación,
sumado a las habilidades, competencias y destrezas necesarias para desarrollar esta metodología de in-
tervención, intentando aportar a una cultura de acuerdos. Si bien reconocemos que no es un espacio privativo
del campo del Tra- bajo Social –y por lo tanto queda fuera del monopolio de sus actividades–, es un buen
espacio para fortalecer la participación de los ciudadanos en sus propios asuntos, buscando aportar so-
lidariamente a una cultura de paz.
Conflictos en la comunidad, públicos e conflictos interculturales
Como explican Nato, Rodríguez Querejazu y Carbajal (2006), es a través del análisis de los distintos espacios
comunitarios como logramos una visión de los conflictos que en ellos se presentan y qué tipologías los
favorecen.
Comprender y conocer las realidades concretas de las comunidades hace que seamos más efectivos a la hora
de intervenir en pos de aportar a la construcción de la buena convivencia.
CONFLICTOS EN LA COMUNIDAD CONFLICTOS PUBLICOS
CONFLICTOS INTERCULTURALES
Son aquellos que ocurren es una comunidad determinada, donde las personas tienen proximidad y vínculos
muy estrechos y donde, muchas veces, existen relaciones de interdependencia entre sus miembros. Se dan
entre personas que, en general, comparten una cultura, un idioma, costumbres, una ubicación geográfica y
por ello, tienen un gran sentido de pertenencia. Aquí es muy importante trabajar en mediación con un modelo
que apunte a la transformación de las relaciones y a su prevalencia, puesto que las personas de la comunidad
que presenta situaciones conflictivas deben seguir conviviendo a diario.
Estas relaciones en la comunidad pueden ser de vecindad o estar vinculadas con ámbitos institucionales o con
organizaciones de la sociedad civil, familiares o urbanas.
En la conformación del conflicto influyen tanto factores personales como situacionales y culturales.
Figura 2: Factores que influyen en el conflicto

PERSO
NALES
SITUACION CULTU
Necesitamos hacer una correcta evaluación de los recursos con que contamos en la comunidad a la hora
ALES RALES
de realizar algún abordaje. Tendremos en cuenta las redes sociales que allí se encuentren y cuan densas ellas
son, el tipo de relación que mantienen los integrantes y el contexto donde los conflictos se estén
desarrollando.
Particularmente en las relaciones de vecindad o urbanas, observamos que las situaciones conflictivas se
producen de igual manera en contexto con más o menos densidad poblacional y con más o menos
recursos económicos, sociales y culturales. Lo que sí se observa es el alto grado de contenido emocional que
está presente y esto es lógico debido a la gran interacción que tienen las personas en la comunidad.
Estos conflictos pueden ser a su vez públicos o culturales.
Los conflictos comunitarios están atravesados por la conflictividad en el escenario social y urbano. Cada vez se
construyen más muros que nos separan a unos de otros y eso produce ruptura de los lazos sociales. Se
vivencia o percibe una sensación de gran inseguridad que nos ha llevado a establecer barrios cerrados y
privados, lo que simbólicamente también nos habla de una exclusión del otro.
Entre los múltiples conflictos que podemos identificar en las comunidades y barrios más o menos poblados
y de diferentes clases sociales, encontramos:
Cuestiones edilicias referidas a medianeras, pérdidas de agua,
filtraciones y cuestiones referidas a la vida en edificios en general.
Aspectos relacionados con el código de edificación urbana, qué es lo que se puede o no construir, cuántos
pisos, a qué distancia de la vereda, dónde se puede construir y dónde no, aspectos relacionados con la
conservación histórica de algunos edificios, etcétera.
Todo lo referente a los árboles, ya sea en la vereda o el espacio público pero que perjudica a uno u otro
vecino, como así también aquellos que se encuentran cercanos a medianeras, que han crecido
desproporcionadamente o que cuando fueron plantados, la urbanización era diferente a la de hoy y no se
previó ese tipo de problemas.
Los problemas de consorcio, como ser expensas, mantenimiento de los edificios, arreglos generales,
etcétera.
Relaciones de convivencia: aquí podemos encontrar todo tipo de situaciones problemáticas en relación al
no respeto por el otro de distintas formas: invasión sonora o visual, discriminación, expresiones violentas,
olores desagradables, etcétera.
Uso de los espacios comunes, ya sean pasillos o aéreas de patio, o terrazas.
Tenencia de animales domésticos: por los ladridos del perro o porque hace sus necesidades en espacios
comunes que afectan a otros, porque no están atados o con bozal y pueden ser percibidos como peligrosos,
etcétera.
Problemas de comunicación que produce malentendidos entre las personas.
Uso del espacio público, como veredas o plazas.
Asentamientos ilegales de personas que no hallan donde vivir y se instalan en terrenos que suelen estar
vacíos, pero que forman parte del espacio público.
Usurpación de viviendas por personas que no tienen dónde vivir.
Esta clasificación se ajusta a las problemáticas más comunes con las que solemos encontrarnos en los centros
de mediación comunitaria.
La mediación es el instrumento idóneo para abordar los conflictos que se suscitan en el ámbito comunitario
y ejercer acciones en pos de la resolución de los conflictos dentro de la comunidad. Nos da la posibilidad de
construir lazos entre las personas y brindar un espacio para la resolución de conflictos en el marco del
diálogo y la colaboración, procurando así una vida comunitaria más placentera y satisfactoria (Nato,
Rodríguez Querejazu y Carbajal, 2006).
Conflictos públicos
Son aquellos en los que están involucrados dos o más sectores: entes gubernamentales, no gubernamentales,
actores sociales o individuos, instituciones como la Iglesia, la escuela, comercios, etcétera. En general, afectan
a gran grupo de personas y suelen ser prolongados en el tiempo.
En el contexto latinoamericano en general observamos que las protestas sociales en pos de reivindicaciones
sociales económicas y políticas vienen generando un escenario de crecientes inestabilidad de los procesos
democráticos. Del mismo modo, estos sucesos han generado rupturas en el tejido social, fragmentación y
desagregación social y urbana constituyendo un rasgo característico de nuestras sociedades (Nato et al.,
2006).
Por qué si legislamos una y otra vez, si nos atiborramos de leyes, decretos, ordenanzas y resoluciones, nuestra
sociedad se encuentra cada vez más desorganizada. Y por qué insistimos en creer que las leyes nos darán
el resultado tan ansiado. (Nato et al., 2006, p. 121).
El espacio público es aquel donde la sociedad civil puede encontrar sus propios mecanismos de regulación y
de expresión y así ejercer su derecho ciudadano. Es preciso investigar no solamente de qué manera se
manifiestan estas situaciones críticas y cómo se tramitan, sino también cómo y en qué condiciones se
producen los conflictos sociales en el espacio público.
Tanto la exclusión como la expulsión de los ciudadanos, fruto de la desatención del Estado y de una sociedad
que prefiere mirar hacia otro lado, configuran cada vez más escenarios de violencia.
Debemos tramitar las demandas sociales como parte de un ejercicio de participación ciudadana, ya que de ello
dependerá la capacidad de generar espacios de diálogo y de interlocución, aun en situaciones de asimetría
tanto social como económica o cultural o con desequilibrios en el poder (Nato et al., 2006).
Dinámica del conflicto público
Para realizar el abordaje de un conflicto público tenemos que tener en cuenta una variedad de factores, por
ejemplo, quiénes son los genuinos protagonistas del conflicto, los que tienen intereses específicos, así como
también los que indirectamente o directamente participan de él y pueden influir en su resolución. Ambos se
condicionan y se influyen. Aquí estarán presentes tanto las mayorías como las minorías, los medios de
comunicación, la opinión pública y las representaciones sociales que atraviesan todo el conflicto. No
importa tanto la cantidad de personas que conforman cada uno de estos colectivos sino el lugar que ocupan
en el contexto social como productores de sentido.
Las minorías bregarán por ser escuchadas y visibilizadas. En la base del conflicto están las mayorías y las
minorías y en lo más visible, las representaciones sociales y la opinión pública. Los medios de comunicación
tienen una fuerte influencia social y política y ejercen un gran poder en nuestras vidas cotidianas. A su vez, las
personas en conflicto muchas veces cuentan con estos medios para hacer pública su demanda y ganar
protagonismo, y piensan que de otro modo no podrá conseguirlo. Debemos tener en cuenta que esos
medios ejercen mucha influencia en la conformación de las representaciones sociales. Muchas veces, a través
de la insistencia de una imagen vista en televisión o la repetición de cierto tipo de discurso, se naturalizan
situaciones que comienzan a formar parte del imaginario colectivo. Por lo tanto, este aspecto es otro a tener
en cuenta cuando nos enfrentamos a intervenciones en los conflictos públicos (Nato, et al., 2006
CONFLICTOS INTERCULTURALES
Son conflictos basados en diferencias culturales presentes en interior de la misma comunidad. Surgen a causa
de las distintas identidades, diversidades religiosas y culturales y también por la desigualdad social imperante
en nuestras sociedades. En Latinoamérica en particular, la pobreza, la marginalidad y las desigualdades son
causa de muchos de los conflictos interculturales. Estos conflictos no solo se dan a gran escala, como podemos
ver en algunas guerras, sino que están presentes en nuestro hacer cotidiano pues convivimos con personas
que tienen otra manera de vivir que es diferente y puede causar desagrado o molestias a otros. Muchos de
ellos están sostenidos por prejuicios, desconocimiento miedo a lo diferente. En la posibilidad del diálogo y en
estar abiertos a conocer y poder cambiar representaciones o perspectivas está la clave para avanzar hacia una
sociedad más integrada (Nato et al., 2006).
Algunas de las dimensiones desde las cuales abordar la diversidad cultural son los conceptos de cultura e
identidad.
Según esta definición de Manuel Garretón, la cultura es: el conjunto de las preguntas y respuestas por el
sentido, que tiene que ver con las formas de comunicación, las identidades y el lenguaje, con la manera de
pensar, los modelos éticos y de conocimiento, con el significado que le damos a nuestras acciones, con la
creatividad y con la manera como definimos el espacio, el tiempo, la naturaleza y la relación con los otros. Se
trata aquí de la cultura como sustrato. (Nato et al., 2006, p. 135). La identidad puede estar referida a nociones
asociadas con la afiliación, como la nación, la raza, la etnia, la clase, el género, la religión, el estrato etario y
otros. Sin embargo, hoy sabemos que estamos atravesados por una multiplicidad de etnias, ya no podemos
definirnos en base a la cultura donde hemos nacido, ya que en distintos momentos de la vida podemos estar
inmersos en una u otra y eso nos va modificando y vamos incorporando aspectos de otras culturas.
Como afirma James Clifford (en Nato et al., 2006), “la identidad es coyuntural, no esencial” (p. 135).
Entre las diferencias que más comúnmente aparecen en la diversidad cultural encontramos:
diferencias de moral sustantiva;
diferencias religiosas, étnicas, de género, de edad;
diferencias socioculturales;
diferencias ideológicas;
diferencias en las representaciones que la gente hace de la convivencia.
La tolerancia como mecanismo para aceptar al otro o a lo otro no es suficiente, ya que en esa noción
subyace la idea de que es uno el que tolera y es superior al otro, el que es tolerado. Es necesario entonces dar
un salto cualitativo para pasar de la tolerancia al reconocimiento y propiciar una cultura del entendimiento.
Necesitamos construir un modelo de convivencia que nos permita abordar los conflictos teniendo en cuenta
la diversidad para generar modelos inclusivos. Un punto de partida fundamental para lograrlo es la
educación (Nato et al., 2006).
Multiculturalismo e interculturalismo
El multiculturalismo es la coexistencia de varias culturas al mismo tiempo. El interculturalismo supone una
interacción donde haya un enriquecimiento fruto de la diversidad cultural, implica sumar, supone dar un paso
más, ya que propone una sociedad abierta enriquecida por la diversidad cultural (Nato et al., 2006). La
sociedad contemporánea debe organizarse alrededor del reconocimiento y de la legitimidad en la pluralidad, y
no en función de un orden social que proscriba, censure o excluya a grupos socioculturales de la filiación que
éstos sean. Solo así será posible construir una comunidad heterogénea, enriquecida por la diversidad
cultural. Sociedades, en definitiva, en las que el respeto a la identidad del otro y el reconocimiento a su
persona sean los canales hacia la integración. (Nato et al., 2006, p. 144Al decir de Nato et al. (2006), como
mediadores, deberíamos pensar en la figura del mediador urbano como una especificidad que puede
intervenir en los múltiples conflictos urbanos que se presentan y expresan en el espacio público
ABORDAJE PREVENTIVO
Abordaje preventivo
Desde la etimología, la palabra prevenir significa antes de venir. Se trata entonces de anticiparse a una
situación o conflicto que va a ocurrir, de modo que si no es evitable, al menos podamos diseñar una estrategia
de abordaje y minimizar las consecuencias dañinas que pudiera ocasionar. Pero, como venimos viendo en las
lecturas anteriores, el conflicto es intrínseco a las relaciones humanas, es una oportunidad de aprendizaje y no
es evitable, sino que abogamos por su abordaje y su resolución. Entonces, ¿de qué hablamos cuando
hablamos de abordaje preventivo en mediación? Vamos a entender a la prevención como la acción destinada
a tratar de evitar la escalada del conflicto, que este se convierta en violento. En la medida en que aprendamos
cómo manejarlo entonces estaremos aprendiendo a enfrentarlo y trataremos de trabajar con las causas que lo
producen para lograr sociedades menos conflictivas y más pacíficas.
Se podría trabajar en este sentido a través de la educación, de la transformación de las condiciones
socioculturales, interviniendo en los conflictos antes de que lleguen a niveles críticos y poniendo a disposición
de las personas alternativas de resolución. También se pueden realizar acciones integrales.
Desde la prevención estos recursos o medios serían más o menos específicos; entonces hablamos de dos
conceptos: prevención inespecífica y prevención específica.
La prevención inespecífica tiene que ver con acciones generales como la educación para la paz, la promoción
de la salud social, la educación en valores, prevención de adicciones, promoción de centros sociales o
comunitarios, entre otros.
La prevención específica, por su parte, se propone objetivos puntuales. Se trata de anticiparse al agravamiento
o la agudización de una problemática ya instalada. Entre ellos encontramos: la gestión de conflictos, la
recomposición social postraumática, procesos de rehabilitación, atención a la emergencia, contención de la
violencia (Nato, Rodríguez Querejazu y Carbajal, 2006). Debemos diseñar estrategias preventivas novedosas y
creativas de abordaje de la conflictividad para prevenir la escalada de violencia y para actuar en aquellas
violencias que aún no se evidencian pero que están latentes en nuestras sociedades. Una de esas estrategias
que ha funcionado en Latinoamérica es la mediación comunitaria como ámbito de gestión de los conflictos
sociales y comunitarios. ¿Por qué? Porque la mediación comunitaria facilita espacios de diálogo y participación
social y comunitaria que pueden, además, involucrar al gobierno y a la sociedad civil y así lograr verdaderos
procesos de cambio y de trasformación social. Estos elementos son fundamentales para trabajar en
prevención de las violencias.
En Latinoamérica nos encontramos con sociedades altamente conflictivas y con instituciones que dan escasa
respuesta a esos conflictos. Es muy importante que las personas sepan a dónde pueden dirigirse y qué
mecanismos tienen para poder canalizar los conflictos, porque si no tienen accesibilidad al tratamiento de los
conflictos, estos cobran una dimensión cada vez más violenta.
En la siguiente cita vemos como desde la mediación comunitaria podemos trabajar en la prevención a través
de distintos mecanismos participativos y colectivos para generar espacios de diálogo y comunicación. Cuando
se realiza bajo un modelo comunitario -o sea, en la comunidad, para la comunidad y, sobre todo, por la
comunidad- la mediación promueve: a) aprendizaje individual y colectivo acerca de las responsabilidades
en cualquier situación, inclusive futura, desarrollando la autonomía local; b) desarrollo de habilidades
individuales en problemas concretos que, una vez enfrentados colectivamente, brindan un sentimiento de
autorrealización individual y crecimiento de un sentido colectivo; c) estimulación de la comunicación,
construyendo respeto por las diferencias y neutralizando la enajenación y el aislamiento; d) espacios en
los cuales los problemas locales puedan ser resueltos por medio de la identificación y utilización de los
recursos comunitarios; y e) vehículo de resolución de disputas justo a los ojos de los participantes,
respetando el potencial benéfico del conflicto. (Falsarella Foley en Oalve, Strozenberg y Mosciatti, 2014,
https://goo.gl/9fF2c1).
Asimismo, clasificamos la prevención en tres niveles:
Primaria: aquí se intenta realizar un cambio en los valores y en la cultura que legitimó el uso de la violencia
en la resolución de conflictos. Tienen un papel fundamental el sector de la educación, las familias, la
sociedad, el sistema judicial y prácticamente toda la estructura social (Fernández Alonso y Herrero Velázquez,
2003).
Secundaria: se intenta abordar los conflictos en su primera manifestación, o sea, de la manera
más precoz posible.
Terciaria: se refiere a la intervención una vez que el conflicto ya está instalado
Desde la mediación comunitaria proponemos realizar aportes relativos a:
la difusión de sus valores, estimulando la autoreflexión y la responsabilidad, y tratando de suscitar la
necesidad de establecer nuevos pactos para seguir viviendo juntos, sin exclusiones de ningún tipo, e
imprimiendo nuevos sentidos entre los cuales esté presente el orgullo de pertenecer a una sociedad.
la transferencia de técnicas y herramientas a individuos y/o grupos de individuos a fin de proveerles
habilidades y destrezas que faciliten su vida social y que, a su vez, ayuden a hacer realidad una convivencia
pacífica enriquecida por la diversidad. (Nato, Rodríguez Querejazu, s/f)
EDUCAR EN Y PARA EL CONFLICTO 12 A 18
Suele hablarse de “prevención de los conflictos” para aludir a la necesidad de actuar antes de que
exploten (crisis) y se manifiesten en su forma más descarnada. No obstante, este término, en castellano,
tiene connotaciones negativas: no hacer frente al conflicto, evitarlo, no analizarlo, no dejar que aflore todo
la que hay dentro, no ir a sus causas profundas, Hemos dicho que creemos que el conflicto es
consustancial a las interacciones humanas, ineludible e incluso positivo como una oportunidad para crecer.
Todo ello nos lleva a no poder, ni querer, hablar de prevención de conflictos. Mantenemos el término cuando
nos referimos a la guerra, a los conflictos bélicos, o a cualquier otro tipo de consecuencias destructivas. Es
decir, seguiremos hablando de, por ejemplo, prevención de conflictos bélicos. Sin embargo, por todos
los motivos mencionados hablaremos de PROVENCIÓN (término usado por J. Burton) como el proceso de
intervención antes de la crisis que nos lleve a: una explicación adecuada del conflicto, incluyendo su
dimensión HUMANA
un conocimiento de los cambios estructurales necesarios para eliminar sus causas una promoción de
condiciones que creen un clima adecuado y favorezcan unas relaciones cooperativas que disminuyan el
riesgo de nuevos estallidos, aprendiendo a tratar y solucionar las contradicciones antes de que lleguen a
convertirse en antagonismos.
En este sentido, la provención a nivel educativo va a significar intervenir en el conflicto cuando está en sus
primeros estadios, sin esperar a que llegue la fase de crisis. Se trata de favorecer y proveer de una serie de
habilidades y estrategias que nos permitan enfrentar mejor los conflictos.
IMPRIMIR 13
Se trata en definitiva de poner en marcha un proceso que cree las bases para enfrentar cualquier disputa o
divergencia en el momento en que se produzca.
Hablamos de proceso porque el desarrollo de cada una de estas habilidades está apoyado en la anterior y
porque es fundamental que se trabajen de una forma planificada y sistemática si queremos que tengan
efectividad.
En el cuadro podemos ver en la escalera de la izquierda los temas a trabajar con el alumnado y en la de
la derecha las implicaciones que tiene para el profesorado.
Las habilidades a trabajar serían las siguientes: Crear grupo en un ambiente de aprecio y confianza
Todas las personas tenemos dos necesidades humanas muy básicas: el sentimiento de pertenencia a un grupo
y el de identidad. Deseamos sentir que formamos parte de un grupo y que somos aceptados y valorados
tal y como somos. El rechazo, la falta de integración, va a ser uno de las primeras fuentes de conflicto.
Se trata de poner en práctica técnicas y juegos que nos permitan conocernos e integrarnos en un
ambiente de aprecio y confianza. Para ello utilizaremos juegos de presentación y de conocimiento que
tienen como objetivo crear grupo, buscando afinidades y cohesión.
También se realizarán dinámicas que permiten crear un clima de confianza en nosotros/as mismos y en los
demás que nos permita enfrentar los conflictos sin miedo, poniendo sobre la mesa las cosas sin
tapujos y confrontándolas, dirigiéndonos directamente a las personas con las que tenemos los problemas.
La confianza siempre la trabajamos pareja a la responsabilidad. La confianza sin responsabilidad es
ingenuidad, algo muy negativo.
También se incluye en este apartado el trabajo de la autoestima y el aprecio a los y las demás, para
desarrollar el propio autoconcepto y el de las demás personas, haciendo hincapié más en lo positivo que
en lo negativo. La autoestima de una persona en sus inicios se va forjando con la imagen que nos devuelven
los demás. Como educadores y educadoras tenemos una gran responsabilidad en nuestras manos de hacerles
creer en ellos/as mismos o no, de posibilitarles que sean o no. No sólo trabajaremos los valores que cada cual
tiene como persona, sino también sus valores como miembro de una cultura (su identidad)
Buscar un espacio al principio del curso para crear grupo, en lugar de dejarlo a la espontaneidad, va a
ser una buena forma de provención. Podemos hacerlo sólo con el grupo-clase, o incluso dedicar unos días
para actividades de todo el centro. Tampoco es mala idea hacer algo parecido en el propio claustro, donde las
personas que llegan nuevas, muchas veces también tienen dificultades para integrarse.
FAVORECER LA COMUNICACIÓN
Una buena comunicación es fundamental en el proceso de aprender a resolver conflictos de forma
noviolenta, ya que el diálogo es una de sus principales herramientas. Poner en práctica juegos y dinámicas
que nos permitan desarrollar una comunicación efectiva, que realmente nos enseñen a dialogar y
escucharnos de una forma activa y empática.
Trabajaremos los diferentes canales de comunicación y su importancia. Por un lado tenemos el canal
verbal. Es importante trabajar y observar cómo a pesar de ser el canal más utilizado y más exacto
para uno de los apartados de la comunicación, la transmisión del mensaje, sin embargo, puede crear
muchas confusiones y malentendidos. Aprender a establecer un código común, no dando nada por
supuesto, sino verificando que realmente nos estamos entendiendo y hablamos de lo mismo y/o
entendemos de la misma forma las palabras que estamos manejando. Todo esto será especialmente
relevante en situaciones de conflicto.
A pesar de la importancia de la comunicación verbal, no hay que olvidarnos de los canales no verbales y de
cómo la comunicación no sólo tiene el aspecto de la información (el mensaje), sino también el aspecto
relacional que hace que un mismo mensaje se pueda interpretar de formas muy distintas. Son canales que nos
van a permitir mejor transmitir emociones, sentimientos, ... que muy habitualmente están detrás de las
posiciones o posturas que tomamos en muchos conflictos. Aprender a que haya una coherencia entre los dos
aspectos de la comunicación (informativo y relacional) y entre la que transmiten unos canales y otros, será
fundamental. Si las palabras dicen una cosa y los canales no-verbales dicen otra se pierde credibilidad y
confianza. El mensaje no llega y se crea más conflicto y confusión.
También será muy importante trabajar la escucha activa. Se trata no sólo de escuchar sino hacer sentir a
la otra persona que me importa lo que dice, que es escuchada. Esto podemos hacerlo tanto verbalmente
(parafraseando empáticamente, verificando, haciendo preguntas aclaratorias, …) como no-verbalmente, a
través de nuestras miradas, nuestra postura corporal, etc.
Trabajar los aspectos de la comunicación implica muchas más cosas: aprender a tomar y usar la palabra, a
expresarse, a respetar cuando la tiene otra persona, a poner en práctica técnicas que permitan un reparto
justo de la palabra, …
TOMA DE DECISIONES POR CONCENSO
Todo lo dicho anteriormente hay que ponerlo en práctica aprendiendo a tomar decisiones
consensuadas, de forma igualitaria, participativa y no-sexista. Ir más allá de las votaciones y las
mayorías, y aprender a tomar decisiones en las que todo el mundo haya tenido la oportunidad de expresarse
y sienta que su opinión ha sido tomada en cuenta en la decisión final. Para poder aprender esto hay que
ponerlo en práctica, lo que supone ceder parcelas de responsabilidad/poder y dar espacios para tomar
decisiones. Como siempre con la idea de proceso. Comenzaremos dando la oportunidad de tomar decisiones
sobre temas sencillos, para poco a poco dar la oportunidad de decidir sobre cosas cada vez más importantes.
Se trata de recuperar o estimular las asambleas de clase, un espacio para tomar la palabra y poner en práctica
todo lo comentado
TRABAJAR LA COOPERACION
Establecer un tipo de relaciones cooperativas que nos enseñen a enfrentar los conflictos entre todas las
partes, desde el descubrimiento de todas las percepciones y utilizando la fuerza de todos y todas en el
objetivo común. Técnicas que nos permitan descubrir e interiorizar que la diferencia es un valor y una fuente
de enriquecimiento mutuo. Que nos enseñen a descubrir los valores de la otra parte, que la veamos como
alguien con quien puedo colaborar, con quien puedo aprender y enseñar, y no como un enemigo a eliminar
porque piensa o es diferente a mi y puede llegar a convertirse en un obstáculo para mis fines. Desarrollar
juegos cooperativos, buscar formas de trabajo y aprendizaje cooperativo, encontrar alternativas al deporte y a
los juguetes competitivos, lograr estímulos educativos diferentes a los concursos y los premios, …
El trabajar la provención no significa, no obstante, que algunos o muchos conflictos sigan adelante en su
proceso. Por ello es importante este segundo paso, aprender a analizar, a negociar y a buscar soluciones
creativas mutuamente satisfactorias que permitan al alumnado aprender a resolver por ellos mismos sus
conflictos.
SEPARAR PERSONA-PROCESO –PROBLEMA
El primer trabajo a realizar será el de aprender, tanto a la hora de analizar conflictos como a la hora de
intervenir en ellos, a separar y tratar de manera diferente los tres aspectos presentes en todo
conflicto: las personas involucradas, el proceso (la forma de abordarlo) y el problema/s (las necesidades o
intereses antagónicos en disputa).
Normalmente no separamos estos tres aspectos, siendo duros o blandos con todos ellos según que la actitud
ante los conflictos sea la competición o la sumisión, respectivamente. Si optamos por ser suaves,
normalmente somos sensibles a las personas, pero somos “flojos” a la hora de defender nuestros intereses
con respecto al problema. Por el contrario, si decidimos competir/atacar, somos fuertes en defender
nuestros derechos, pero también somos duros con(tra) la persona con la que tenemos la disputa.
Personalizamos los conflictos atacando a la persona más que al problema que ambas tenemos, lo cual nos
lleva a una escalada de ataques personales, en la que a veces hasta se olvida y se deja de lado el problema
que originó el conflicto, centrando todas las energías y tiempo en atacar a la otra parte en lugar de resolver el
problema. Siempre es la otra persona la que tiene el problema y de ahí sólo hay un paso a considerar que no
es que la otra persona tenga el problema, sino que ella es el problema.
Así, son muy habituales comentarios como: alumnos conflictivos, compañeros conflictivos, … lo mismo que
es habitual hablar de problemas de disciplina, en lugar de conflictos de convivencia o de relación.
PERSONAS
Se trata de aprender a verlas como partes con las que tenemos un problema y con quienes podemos
colaborar para resolverlo. En este apartado trabajaremos fundamentalmente
PERCEPCIONES
En todo conflicto hay tantas percepciones o puntos de vista como personas hay involucradas. Tenemos que
conseguir que las partes aprendan tanto a expresar su percepción como a escuchar e interesarse por conocer
la de la otra parte. Para ello existen diversas herramientas: escribir, narrar o representar distintas versiones de
historias o cuentos; juegos de roles; trabajo con los libros de historia y l
COMO RECONOCER EMOCIONES INTENSAS
Cuando estalla un conflicto afloran muchas emociones y sentimientos. Aprender a reconocerlos y
aceptar que estamos enojados será muy importante. Hay que buscar espacios para sacar ese enojo sin que
se lo echemos encima a la otra parte de forma destructiva. Será importante reconocerlo y plantear que hasta
que no salga no es un buen momento para enfrentar el conflicto.
LA IMAGEN
En todo conflicto está en entredicho la imagen, el prestigio, de las personas que están contendiendo. El
no tener esto en cuenta, tanto a la hora de analizar como, sobre todo, a la hora de intervenir, podrá suponer
que una parte no acepte una solución por buena que sea. Las partes deben sentir que su imagen sale “airosa”.
EL PODER
En toda relación humana hay desequilibrios de poder. En los conflictos también están presentes esos
desequilibrios y cuando son muy grandes el conflicto es prácticamente imposible de resolver. Para poder
resolverlo hay que, previamente, reequilibrar el poder. Para ello hay que enseñar a tomar poder a quien está
abajo (apoderamiento) y aprender a quitar poder de quien está arriba (desobediencia).
Por un lado, se trata de trabajar la confianza en sí mismo, la autoestima, la asertividad (capacidad de afirmar
nuestras propias ideas y posiciones) y sobre todo el apoderamiento, entendido como el proceso por el
cual descubrimos nuestras bases de poder e influencia. No se podrá hacer valer derechos o necesidades en un
conflicto si no se sabe reequilibrar el poder y por lo tanto, no enseñarlo, será tanto como educar para la
sumisión y el conformismo.
Por otro lado, también es importante descubrir cuáles son las bases del poder de quien, en una
determinada situación, está arriba. En muchas ocasiones, ese poder esta basado en el sometimiento y
colaboración de quien está abajo, en su obediencia. Educar para la paz y para el conflicto significa por tanto
educar para la desobediencia. Estas palabras dan mucho miedo, sobre todo a perder la autoridad. Sin
embargo, no es la autoridad la que está en peligro sino el autoritarismo que, casi siempre, es
justamente la contrario. No se trata de desobedecer de forma ciega, sino de ser conscientes de lo que
hacemos y de por qué lo hacemos, pudiéndonos negar a ello, argumentando el por qué, proponiendo
alternativas y asumiendo las responsabilidades y consecuencias de esa desobediencia. Se trata de educar para
la responsabilidad. En palabras de Luther King debemos enseñar que “colaborar con lo que está bien debe ser
tan evidente como no colaborar con lo que está mal”.

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