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El caso de Jacinta Francisco Marcial muestra una vez más las deficiencias del sistema
de justicia, las cuales tienen efectos que son sufridos con mayor intensidad por las
mujeres indígenas debido a la triple discriminación de que son objeto: por ser indígenas,
por ser mujeres y por ser pobres. Doña Jacinta ha sido víctima de violaciones a sus
derechos humanos debido a que los órganos encargados de impartir justicia han
vulnerado sus garantías procesales. Jacinta Francisco Marcial nunca tuvo acceso a un
intérprete o traductor y se le negó el derecho depresunción de inocencia. En su caso,
salen a relucir también las deficiencias de un modelo de justicia en el que subsisten
elementos inquisitivos, como la preponderancia de las pruebas desahogadas por el
propio Ministerio Público, qué generan desigualdad procesal. Su caso pone también de
relieve la aplicación de tipos penales como el secuestró para procesar a quienes tienen
alguna participación en manifestaciones en la vía pública. La señora Jacinta no participó
en las acciones de los comerciantes, sin embargo es claro que la respuesta punitiva del
Estado constituye una represalia a la manera en que los tianguistas se defendieron de
losabusos de los agentes de la AFI, como ha sucedido en casos similares de protesta.
En el actual contexto de temor e inseguridad, dominado por las voces que exigen
endurecer las sanciones para disminuir la delincuencia, el caso de doña Jacinta muestra
la proclividad del sistema de justicia a imputar a personas inocentes, cuya situación es
agravada por su condición étnica o de género, delitos que despiertan el mayor repudio
social. Frente a la vulneración de los derechos humanos de Jacinta Francisco Marcial, el
Centro Prodh considera que el magistrado que resolverá sobre la apelación presentada
el 22 de diciembre de 2008 tiene en sus manos la posibilidad de revertir las
irregularidades existentes en el proceso y ordenar la inmediata excarcelación de Jacinta
Francisco Marcial. En este sentido, demandamos una actuación guiada por el más
estricto respeto a los derechos humanos que restituya a doña Jacinta su libertad y
reconozca su inocencia.
El proceso que condujo a la condena por un delito inexistente estuvo lleno de fallas que
constituyeron violaciones a los derechos humanos: la PGR consignó el caso con pruebas
inventadas y contradictorias. Hubo, además, irregularidades relativas a su condición
étnica: en el momento de su detención su comprensión del español era el mínimo
indispensable para realizar operaciones prácticas, por lo que de acuerdo con las normas
internacionales de derechos humanos y la Constitución mexicana era necesario que se
le hubiera proporcionado un traductor para asistirla. Sin embargo, ningún intérprete la
asistió ni durante su declaración preparatoria, ni durante las demás diligencias del juicio.
Jacinta fue liberada el 16 de septiembre de 2009, después de que se ordenó reponer el
procedimiento y de que la PGR (que nunca tuvo pruebas) decidió presentar conclusiones
no acusatorias en su contra. Sin embargo, ella permaneció privada de su libertad, lejos
de su familia, durante 37 meses.
Como se evidenció durante la defensa del caso, Jacinta fue procesada sin el más
elemental respeto a la presunción de inocencia, el derecho a un juicio justo y los derechos
inherentes a su identidad indígena. Además, se fabricó un delito de manera dolosa. La
acusación se enfocó en señalarla y estigmatizarla como secuestradora.
Después de casi 10 años de que Jacinta fuera condenada injustamente en prisión por un
delito que no cometió, en 2016, el Tercer Tribunal Colegiado en Materia Administrativa
de la Ciudad de México confirmó que la PGR debía reparar el daño, mediante la
realización de una disculpa pública por haberla detenido, procesado y condenado
ilegalmente por el delito de secuestro que no cometió, ya que una indemnización no
resarcía por sí sola el daño ocasionado.
Reacción ONG
Amnistía Internacional (AI) y los centros de derechos humanos Miguel Agustín Pro
Juárez (Prodh) y Fray Jacobo Daciano aseguraron que no basta con la liberación de
Jacinta Francisco Marcial para saldar los pendientes de justicia en este caso, pues esta
indígena ñañú estuvo presa por más de tres años por un delito que ni siquiera sucedió.
Señalaron que las autoridades también deben excarcelar a Teresa González y Alberta
Alcántara, acusadas por los mismos hechos.
Conclusiones