Você está na página 1de 12

Capítulo 1

Lentamente me aproximé a aquella extraña criatura que estaba tirada en el jardín de mi casa.
Respiraba e intentaba en vano levantarse. ¿Qué debía hacer? Me estaba acercando sin saber
qué era ni cómo reaccionaría. Pero mi cuerpo solo caminaba, tal parece que las dudas sobre
qué podría ocurrir no le interesaban y seguía su instinto. Trataba de ser sigilosa, pero la
criatura olfateó el aire y se percató de mi presencia. Aquello me aterró más. Con las pocas
fuerzas que le quedaban se las apañó para girarse a mi dirección y observarme bajo la tenue
luz de la luna. Y en ese momento su mano, la cual era totalmente humana, apuntó algo detrás
de mí. Con miedo de girarme quedé observando sus oscuros ojos. ¿Y si era un humano?
Aunque dudo que alguno común lograra olfatear de aquella manera.

—H…Hola, ¿estás herido?—pregunté con temor y preocupación. No quería que mi jardín


oliera a muerto. Mis plantas se convertirían en zombies al sentir al cadáver. Y luego me
perseguirían a mí y todo acabaría mal… ¿Pero qué estupideces estoy pensando en este
momento? Y lo peor, ¿por qué vienen esos pensamientos ahora?

Él—sí, era hombre porque al bajar un poco la vista, no divisé algún indicio de senos—no me
respondió, me quedó mirando fijamente a los ojos, con su mano todavía apuntando detrás
mío. Comenzó a mover sus labios, indicando que estaba hablando, pero no lo oía y la idea de
acercarme más a él, me asustaba. ¿Y si todo esto es una cámara oculta y estoy haciendo el
ridículo? Estuve unos pocos segundos con esa idea en mente y la descarté porque no era
conocida por muchos, y mis pocos amigos y amigas eran muy normales. Creo que...
¡Concéntrate, Iris! Me dije mentalmente, y con valentía caminé tres o cuatro pasos para estar
finalmente junto a...aquella cosa. El extraño visitante nocturno de jardines me hizo un
ademán dando a entender que deseaba que me acercara más y yo como una buena chica hice
lo que pidió. Al estar a su lado logré ver que tenía los cabellos color plata, y en su ojo izquierdo
una horrible cicatriz, ¿cómo se la habría provocado? No me dejó preguntárselo, ya que me jaló
de las tiras de mi chaleco y me susurró al oído:

—Eres muy linda—su voz me produjo un escalofrío y un sonrojo—. Qué lástima que seas una
simple mortal.

— ¿Qué eres?—pregunté suavemente aún en la misma posición.

—No lo querrás saber, te traería muchos problemas y eso es lo que menos quiero.

Me solté de sus manos y me levanté. Él, no obstante, seguía tirado en el césped, pero esta vez
con una sonrisa en sus labios.

—Si tienes energía para moverte, te pediría que te fueras de mi jardín, porque estás
arruinando mis queridas plantas. —dije intentando parecer segura, pero la voz me salió tan
inaudible, que dudo que me haya oído. Tenía dudas, sí, porque una parte de mí decía que esto
era peligroso, que él era peligroso, y a pesar de eso, otra pequeña parte deseaba que se
quedara conmigo. Necesitaba a alguien con quien estar y sentirme a gusto. Algo que hace
mucho tiempo no sentía. Aunque era absurdo, ya que no lo conocía de nada, y bien podría
traerme problemas.

¡Espera! La mayor duda reapareció en mi mente. Aún no me respondía qué era.

1
—No soy humano— respondió como si hubiera leído mi mente. ¡Y lo peor, lo decía así de
fácil!—. ¿Me podrías ayudar? Estoy un poco jodido.

Dudé en si ayudarlo, estaba siendo muy confiada, y desconocía por completo sus intenciones.
Con dudas aún en mente, saqué mi celular, y me disponía a llamar a una ambulancia cuando él
se levantó—aproveché esos breves segundos para admirarlo en cuerpo completo— y me
arrebató el celular de mis manos para lanzarlo lejos.

— ¡Oh! Se me resbaló, disculpa. Ahora tú tendrás que ayudarme.

¡Será desgraciado! ¡Mi hermoso celular!

No dije nada, porque seguro en vez de hablar lo golpearía y todo acabaría mal. Caminé
lentamente contando hasta 10 para relajarme, pero oí que me seguía. Aceleré el paso y llegué
a mi hermosa puerta.

Sin embargo, antes de lograr abrirla por completo, él me abrazó por detrás y posicionó su
rostro en mi cuello.

—Vamos, por favor. De verdad estoy herido. No sabes por lo que pasé para lograr llegar al
jardín de tu casa. —su voz denotaba dolor y eso, junto a que había comenzado a repartir
pequeños besos por mi cuello, fueron razones para ayudarlo. Razones bastantes idiotas, pero
razones después de todo.

—Está bien, pero deja de hacer lo que estás haciendo.

— ¿Por qué?— Dijo indiferente, mientras tomaba entre sus dedos un mechón de mi cabello.

—Solo no lo vuelvas a hacer. — Exclamé esta vez más cabreada. Me soltó de inmediato y no
me dijo e hizo nada más.

Lo mandé a que se sentara en el sillón de la sala principal y fui por el botiquín, que no estaría
aquí si no fuera por mi amiga Rin. Nunca pensé en que lo utilizaría en un tipo que llegó medio
muerto a mi jardín, había lanzado mi celular y más encima, besado mi cuello. Qué extraña es
la vida. Y peor aún, lo sanaría. Al llegar donde estaba él — ni siquiera sabía su nombre — lo
examiné para comprobar sus heridas. Tenía unos moretones por los brazos y un corte en la
ceja que aún brotaba sangre. Por la parte de sus clavículas tenía dos cortes que formaban una
X. Al parecer era un cicatrizado reciente. En la mejilla tenía un corte poco profundo, parecido
a uno hecho con una hoja de afeitar. Y unos pocos rasguños por las costillas. Creo que sobra
decir que no andaba con camiseta, y estaba totalmente descubierto y eso me provocó
nuevamente un estúpido sonrojo, ¡me estoy comportando como una colegiala de quince
años! ¡Ya tengo veintiún años!

Calma, respira y cuenta hasta diez. Y así lo hice — o intenté. Quién sabe —, me relajé y mojé el
algodón con alcohol y procedí a pasarlo por cada una de sus heridas.

— ¿Cómo te llamas?— Le pregunté ya que andaba con la duda y seguir llamándolo como “él”,
no era de mi total agrado.

—Drago, ¿y el tuyo, linda?— Me preguntó de forma coqueta y yo simplemente ignoré el


"linda" y le respondí.

2
Llevábamos un rato en silencio que decidí romper, ya que me provocaba nervios.

—No estás tan jodido. — Opiné mientras seguía limpiando sus heridas.

—No estoy tan jodido porque soy bueno en combate.

No le pregunté sobre con quién había luchado, pero al llegar a las cicatrices que formaban una
X, no lo dudé y hablé al respecto, sin embargo, Drago tensó la mandíbula e ignoró mi
pregunta. Me quedé en silencio, y me dediqué a seguir con lo que hacía.

—Estás listo, ya puedes irte de mi casa y dejarme en paz. — Lo medité un momento. ¿Quería
que se fuera? Un poco de compañía nunca está mal… No. No. No. No. Sí, estaba mal. En
especial si era él el que me acompañaría.

— ¿No quieres que me quede? Puedo servir para diversos trabajos, protección anti robos, por
ejemplo—me guiñó un ojo y otro sonrojo apareció en mi rostro—. O puedo cantarte una
canción de cuna para que duermas tranquilamente y no caigas en pesadillas.

—Estaré bien. Para los robos existen algo llamados policías y ellos me ayudarán—dije
mientras me levantaba y dirigía hacia la puerta—. Puedes marcharte sin preocupaciones.

—No lo entiendes…—su rostro cambió repentinamente de expresión y aquello me dejó


atónita—. Hay cosas peores que un simple robo. Cosas de las que no te podrás proteger, ni la
policía podrá ayudar. Me necesitas más de lo que piensas.

—A ver, Drago. Seamos realistas, ¿quieres? Toma en cuenta que apareciste de una
manera…muy poco normal en mi jardín, y te había visto jamás—me dedicó una mirada de
soslayo dándome a entender que tenía razón—, además, ahora me dices que hay cosas más
peligrosas que deben preocuparme. ¿Cómo quieres que te deje estar en mi casa?

—Sé que no es la mejor manera de ganarme tu confianza, pero debes creerme. Me atrevería
incluso a decir que tu vida y seguridad dependen de mí.

Aquello me dejó sin palabras y una voz en mi interior me aconsejaba que lo dejara quedarse.
Aún tenía demasiadas preguntas sobre él, pero podría usar este momento para hacer un
amable y justo trueque. Drago me explica qué es y yo en cambio, lo dejo quedarse esta noche
en mi casa.

—Te propongo algo, Drago—él solo me dirigió una mirada con curiosidad—. Tú me confiesas
qué eres y yo te permito estar aquí por esta noche.

—Un trato razonable, pero…—sus ojos se posaron por toda la habitación para finalmente
llegar a mí— ¿y si me temes? Quedaré sin ti y sin un lugar donde ir.

—No tendré miedo. Confía en mí.

Soltó un gran suspiro y luego de unos segundos, relata: — Soy la mano derecha del Dios de la
Muerte. Cada 50 años él elige un humano para que sea su mano derecha, lo observa durante
diez años y vigila si es apropiado para el cargo. Una vez te escoge, eres privado de todo lo que
una vez tuviste. Tu identidad, familia, amigos, pareja. Yo no quería estar junto a él ni ayudarlo,
pero una vez que el Dios de la Muerte te visita, no puedes negarte. Maneja tu mente para que
aceptes y ser marcado con el sello del contrato. Al momento de ceder a tomar el cargo, no
estás consciente. Tu mente se mantiene apartada, y cuando vuelves a tener el control de ella,
te encuentras con la noticia de que ya accediste al contrato. Eres dirigido a su Reino. ¿Y sabes
3
algo? Las personas pecadoras no se dirigen al Infierno o Inframundo. Van a algo peor—se llevó
las manos a su rostro, ocultando sus oscuros ojos—. Es un juego psicológico. Hacen que vivas
el peor momento de tu vida por una eternidad. Es un castigo por haber obrado el mal. Es…Es
horrible. Uno de mis trabajos es supervisar que cada alma esté en su pesadilla. Y cada vez que
entro a una ilusión, los ojos de cada persona me ven como una salvación. Pero, ¿sabes? Soy
todo lo contrario, yo debo asegurarme de que sufran todo lo que queda de eternidad. Las
únicas compañías que ellos tendrán son la soledad y el miedo. Y sin darme cuenta, ellas se
transformaron en mis más leales amigas. Vivo con constante miedo y junto con la soledad
más horrible.

Quedé perpleja ante aquella confesión. Era un ayudante del Dios de la Muerte. Pero, fue
injustamente elegido. Un chico, joven, guapo, le quitaron todo lo que le restaba de vida. Sin
duda debió ser horrible. No obstante, mientras imaginaba por todo lo que pasó, una duda
surcó mi mente.

-Oye, Drago—él me observó dándome a entender que continuara—. Sé que sonará un tanto
estúpida mi pregunta, pero, ¿estás vivo? Digo, al ser el ayudante del Dios de la Muerte pueden
que te hayan sacrificado para recoger tu alma y depositarla en un recipiente falso.

—Tus preguntas y razonamientos son bastantes curiosos—dijo con voz burlona—. Pero
respondiendo a tu pregunta, sí, estoy vivo. Aunque lo que pensaste es medianamente
correcto. Este recipiente fue de otra persona hace años, pero ahora mi alma está depositada
en este cuerpo.

— ¿Te mataron?—pregunté con enfado.

—No exactamente. Es más complicado de lo que crees. Te relataré como fue todo.

«Lentamente, a una distancia prudente, seguía al Dios de la Muerte. Todos a mí alrededor—


que en su mayoría eran demonios y ángeles exiliados— decían u opinaban sobre qué harían
conmigo. Algunos decían que me ejecutarían, otros que me harían estar en el verdadero
Infierno. No tenía miedo. Estaba tan tranquilo, como esas veces que con mi familia salíamos a
distintos sitios a relajarnos. Todo era risas con mis dos revoltosas hermanas que, con su
locura, lograban unir a nuestros padres. Saber que no las podría ver, causaba que mi cerebro
no reaccionara de forma correcta. Tropezaba con pequeñas piedras del camino y más de una
vez, mis propios pies se enredaron. El Dios no me prestaba atención y seguía caminando.
Íbamos por un extenso camino de piedras, éstas eran de diversos colores—por lo general
oscuros—y formas. Alrededor había extensas planicies y a lo lejos se lograba divisar un gran
edificio blanco, su techo se elevaba por dentro de catorce a quince metros. Dentro estaba—
según lo que me habían informado—una fuerza demoniaca convertida en físico, llamada
Esmirha. Poseía cuerpo de mujer, pero sus piernas eran reemplazadas por una extensa cola de
serpiente, y en vez de poseer una cabeza, ésta tenía dos. Una de las cabezas—llamada
Dorgnia—poseía el cabello de un verde, tan brillante, que no podías mantener la mirada por
más de diez segundos. La segunda cabeza—llamada Fignia—tenía su cabello azul, tal como el
cielo en la noche más estrellada. Ambos rostros eran de rasgos finos, lo cual no era común en
los demonios; naturalmente, ellos al representar el mal, salían con rasgos muy bruscos. Sin
embargo, Esmirha poseía una belleza poco común, y su trabajo en aquel edificio era juzgar las
almas recién llegadas. Dorgnia era impulsiva y terca. Fignia era calmada y observadora. Podía
adivinar cuando un alma estaba mintiendo, aunque haya realizado un mínimo gesto o
cambiado su tono de voz mínimamente, que al ojo y oído humano no era perceptible, ella lo
captaba y decía si era necesario recurrir a las memorias del alma.

Le pregunté al Dios de la Muerte si tenía algún nombre u apodo y me respondió, con una voz
muy grave, que lo llamara Heddo. Él me dirigió donde estaba Esmirha. Fuera de su templo

4
había una extensa fila de almas, que esperaban ser enjuiciadas. La fila era custodiada por
criaturas de gran tamaño que poseían alas de murciélagos. Las criaturas parecían estar
formadas por lava, a excepción de sus rostros. Pasamos directamente a donde estaba
Esmirha, y ambas me miraron con cierta picardía. No entendía qué hacía allí, ¿Heddo
planeaba ejecutarme? ¿Me llevaría al verdadero Infierno?

— ¿Y quién está aquí, eh? —preguntó Dorgnia, mientras posaba su mirada en mí—. ¡Qué color
de cabello tan peculiar! Hizo buena elección, Jefe

Tomó un mechón de mi cabello—este era de color rojizo—y lo comenzó a olfatear. Fignia se


mantenía ajena a la situación.

—No te traje este chico para que olfatees su cabello. Registra sus memorias, y avisas si hay
algo fuera de lo común. —dijo enojado Heddo y se fue por donde habíamos llegado. Seguí su
caminar con mi mirada, y ya cuando no era reconocible, gire en dirección a Esmirha.

— ¿Te gustó el lugar, mortal? —Habló por primera vez Fignia—Se puede hacer complicado
acostumbrarte a todo.

—Heddo no me dejó acá para charlar con ustedes. Si terminan rápido, podrán atender más
almas.

—Cuida tu lengua, chico—dijo Dorgnia mientras emitía un sonido similar al de una serpiente
con su lengua—. Somos las segundas más temidas de acá—con su larga cola, se desplazó
hasta quedar delante de mí—No creas que por ser elegido por el Jefe nosotras te
respetaremos.

Por primera vez en todo el trayecto, logré sentir emociones. Y fue miedo. Intenté mover mis
pies para retroceder, pero estos estaban anclados al suelo. No respondían a los movimientos
que deseaba realizar. Giré mi cabeza—la única que respondía—en dirección a Esmirha y me
percaté que una pequeña parte de su cola se desprendió. De esta, brotó sangre, y de uno de
sus extremos, se formó una cabeza de serpiente. Al comienzo permaneció estática y luego de
unos pocos segundos, comenzó a desplazarse, y venía a mi dirección. Una y otra vez intenté
moverme, sin embargo, la pequeña serpiente llegó a mis pies y comenzó a descender por mis
ropas hasta llegar a mi cuello, justo debajo del mentón.

—Que descanses, querido Mortal. —Dijeron ambas mujeres y sentí que algo se introducía a mi
garganta. Dorgnia cubrió mi rostro y me sumí a una oscuridad.

Mis ojos lentamente se abrieron, no estaba ni en mi hogar, ni donde Heddo. A mí alrededor


era todo de un color gris oscuro. Todo estaba en silencio y había una extraña tranquilidad.
Sentía que estaba flotando, perdido en un gran vacío. Mi cuerpo no estaba, ahí no era nada.
Una simple sensación vagando entre toda esa oscuridad. No se lograba ver un final, sin
embargo, se lograba ver que alguien intentaba crear uno. Parecían manos intentando romper
aquel lugar de sospechosa tranquilidad. Una herida en el vacío. Se formó una herida en el
vacío y de ella surgieron dos manos, huesudas y blancas manos. Buscaban algo. Se pasaron
por todo el lugar, no obstante, se detuvieron al rozarme. Volvieron hacia mí y me arrastraron
hacia la herida del vacío. Era Esmirha, mas ésta poseía un gran tamaño.

—Vamos a ver qué fue de miserable tu vida, ¿te gusta la idea?—dijo Dorgnia, mientras nos
alejábamos de la herida del vacío. Y me pregunté, ¿los vacíos también sentirán dolor?

5
Toda mi vida pasaba cual cinta de película. Y estaba en el estreno de ella. Quedé embobado
observando cada momento que se visualizaba delante de mí, y no me percaté de que alguien
estaba conmigo, hasta que unas manos, negras tal carbón, uñas como agujas, me atraparon.
Me sujetaron de tal modo, que no lograba respirar y me quedaba sin oxígeno. Intenté zafarme
utilizando todas mis fuerzas, pero estas pronto acabaron y me encontré jadeando intentando
recuperar algo de oxígeno. No podía girar e intentar encarar a la dueña de las manos. Iba a
comenzar a gritar, hasta que una suave brisa comenzó a rosarme el rostro y mi grito quedó
atascado en mi garganta. Giré lo que más pude mi cabeza en dirección a donde hace un
momento estaban mis memorias, no obstante, ya no había nada, y en su lugar, se encontraba
Esmirha. Tan majestuosa, con su belleza poco inusual. Se encontraba inquieta, y su cola se
movía continuamente.

— ¿Tienes poder absoluto sobre tus memorias? —me preguntó enfadada Dorgnia, al mismo
tiempo que, con una sorprendente elegancia, se acercaba a mí.

Intenté responder, pero era ya tanta la falta de aire, que no lograba ni procesar bien las
palabras.

Ella pareció percatarse, y con un ademán ordenó a las manos que me soltaran. Caí de bruces
al suelo, e intenté regular mi respiración.

— ¡Responde! —Exclamó Dorgnia, y su grito resonó por todo el lugar— ¡Ningún mortal que ha
traído el Jefe a su Reino ha sido tan puro!

— ¿Qué? —Pregunté confundido, ¿yo, puro?—, debe ser una equivocación, yo no soy puro—
intenté explicar, pero la cólera de Dorgnia se desató y antes de vociferar en contra de mí,
Esmirha desapareció cual humo y en su lugar, Heddo se presentó.

—Al parecer llegué justo a tiempo…—dijo, inspeccionando el lugar donde nos encontrábamos.

Su llegada me sorprendió, ¿qué hacía él aquí?

—Debemos irnos, sin duda esa serpiente no hace bien su trabajo—frunció el ceño y me miró
fijamente—. Desde ahora deberás llamarme, sin excepción alguna, Heddo , ¿de acuerdo? —
me miró fijamente y yo asentí levemente—. Entonces, debemos regresar a mi Reino.

Y a nuestro alrededor ascendió una espesa niebla que nos envolvió a ambos. Permanecimos
varios segundos, hasta que esta tal como apareció, se fue sin dejar rastro.

Lo que yo no sabía, era que sin aviso previo, ya habían cambiado mi cuerpo, y jamás lo
volvería a tener.

*************************

— ¿Y qué pasó luego con Esmirha? —le pregunté a Drago, mientras me recostaba en la
alfombra y rodeaba mis rodillas con mis brazos.

—No volví a verla luego de ese suceso.

Quedé pensativa luego de su respuesta; el ambiente se había tornado de algún modo frío, por
lo que me levanté y dirigía a mi habitación a buscar algo más abrigado.

6
— ¿Quieres algo para abrigarte, Drago? —él no respondió y me giré para verlo. Estaba en
mitad del salón con la mirada perdida —. ¿Estás bien?

Pareció volver en sí y me miró fijamente—Sí, estoy bien. No te preocupes.

No le dije nada y seguí mi camino, no obstante, esta vez con Drago siguiéndome y una
extraña preocupación en mí.

— ¿Y dónde se supone que está ahora tu “jefe”? — dije haciendo comillas con los dedos.

—Buscándome.

Me giré sorprendida hacia Drago— ¿Qué?, ¿Te está buscando?, ¿Viene hacia acá?, ¿Por qué te
está buscando?

— Wow. Demasiadas preguntas. Sí, me está buscando porque me escapé de él. ¿Por qué
creíste que llegué herido hasta aquí?

— ¿No piensas huir? —le pregunté atónita.

— A estas alturas no me preocupa que me encuentre. Conseguí estar un momento contigo.

— ¿Estás loco? Él puede venir.

— No, debes estar tranquila. Sé que puedo manejar esta situación.

7
Capítulo 2

—Debemos irnos —soltó Drago repentinamente—. Aquí no estamos seguros.

— ¿No que podías manejar la situación? — traspuse mis brazos mientras alzaba una ceja.

— Tal vez exageré diciendo eso; debemos irnos, ahora.

— ¿Qué? No, no nos iremos de mi hogar. Tú debes irte, a ti te buscan.

— De igual manera vendrán a buscarte. Tuve contacto contigo.

— ¿Y dónde quieres ir? —le pregunté burlescamente.

— Tú dime y yo te llevaré.

Rodee los ojos y pensé en un sitio donde ir. —Vamos al Desierto de Sahara.

— Está bien. Toma mi mano y cierra los ojos—Hice lo que ordené y esperé pacientemente—.
Ya puedes abrirlos.

Durante el lapso en que mantuve mis ojos cerrados, no sentí nada fuera de lo común, ni un
cambio de aire, o de olor. Mas al abrirlos, pude contemplar un extenso y frío desierto. No lo
podía creer. Cerré y abrí mis ojos de manera intermitente, no obstante todo seguía igual.

— ¿Sorprendida? —me susurró Drago en el oído.

Sí.

— ¿Qué otras cosas sabes hacer? —pregunté aún sorprendida.

—La verdad no sé. Esto es lo único que he perfeccionado.

Lo observé durante unos segundos, asegurándome de que esto era real, y me alejé de él para
caminar por la arena. Hacía frío, mucho, y lo peor de la situación era que no había alcanzado a
buscar mi abrigo. Giré en dirección hacia Drago, y lo que vi me dejó sin aire. Un montón de
nubes, detrás de él, se dirigían hacia nosotros a través del cielo con suma rapidez.

—Oye, Drago. —lo llamé mientras mantenía la mirada fija en el cielo.

— ¿Qué sucede? — preguntó mientras giraba hacia la dirección en que yo miraba, y luego
giraba nuevamente hacia mí, lívido—. Muy bien, debemos irnos. Dime un lugar.

—Rumania.

—Cierra los ojos y confía en mí.

8
Reaparecimos en un cerro, y a nuestro alrededor todo era árboles y vegetación, que de haber
sido de día, hubiera resultado un hermoso paisaje. Pero nos encontrábamos de noche, y todo
lucía muy lúgubre.

—Qué sitio más…acogedor y lleno de energía —Comenté sarcástica, mientras Drago


chasqueaba la lengua.

—Más abajo hay un pueblo. Vamos.

Comenzamos a descender del cerro, y durante el trayecto, a ratos miraba de reojo a Drago,
preguntándome qué otras cosas sabía hacer. En unas de mis tantas, para nada disimuladas
miradas, él me sorprendió y en su rostro apareció una sonrisa burlona. Yo aparté rápidamente
la vista, sintiendo como el calor se acumulaba en mis mejillas.

Alrededor de unos veinte minutos, lo que duró parte de nuestra bajada, me reprendí
mentalmente por ser tan obvia, y lo habría seguido haciendo, de no ser porque Drago paró mi
andar, con su brazo, impidiéndome la pasada. Le iba a cuestionar el porqué de sus acciones,
cuando me percato de que algo, o alguien, comenzaba a salir de la superficie de tierra. Sí, de la
superficie. Éste parecía comenzar a deformarse, a medida de que una figura medianamente
humana se formaba a base de la tierra húmeda. Drago retrocedió dos pasos. Primero se
formó una larga y elegante cola de serpiente, que al comienzo era de color marrón y luego de
un verde pálido. El torso, que increíblemente era de mujer se formó a continuación. Y así
hasta formar a la que suponía debía ser Esmirha. ¿Cómo podía estar segura de aquello? A
través del relato de Drago, logré plantearme una imagen visual de ella. Sorprendentemente el
cómo la había imaginado no estaba muy lejos de la realidad. A mí lado sentí como mi
acompañante tensaba su mandíbula, y miraba con recelo a Esmirha. Ambas cabezas notaron
rápidamente la mirada y su cuerpo se irguió con seguridad hacia nosotros.

— Vaya encuentro tan casual, ¿eh?— Comentó Dorgnia con una sonrisa ladeada mientras me
observaba de pies a cabeza.

Drago soltó un bufido mientras miraba desafiante a ambas cabezas— Creí que estarían
muertas. Ojalá hubiera sido así.

—Créeme, cariño, ¡estamos más muertas que vivas! Lo que ahora estás viendo no es más que
una sombra de lo que alguna vez fuimos— Drago y yo nos observamos un rato sin entender a
lo que se refería Dorgnia, luego regresamos nuestra vista a ella—. ¡Pero qué cara de idiota os
lleváis encima! El jefe al enterarse de tu escape, nos acusó a ambas sobre que te habíamos
incentivado a escapar. Bastante absurdo, ¿no? Nos encerró en lo más bajo de su fortaleza y
está consumiendo nuestra energía poco a poco. Y, Drago, el jefe está desesperado
buscándote, créeme. Solo tienes dos posibilidades, escapar el resto de tu vida, lo cual es
absurdo ya que el jefe terminará encontrándote tarde o temprano. Y tu segunda posibilidad,
la que es más razonable y no causará daños a futuros, es entregarte a él y cumplir con tu
maldito trabajo. Estaba designado que acabarías trabajando para el jefe, y lo tendrás que
cumplir. Tal y como todos los que se encuentran en el estúpido reino de él.

— ¡No pienso trabajar para él! ¡Me quitó todo lo que alguna vez me hizo feliz! —Vociferó
claramente irritado Drago, a la vez que Fignia abría los ojos y parecía finalmente entender
todo— ¿Cómo quieres que le perdone algo así a ese desgraciado?

— ¿Es ese el problema? — Interrumpió Fignia—. Deberías tener claro que el jefe nunca le quita
nada a algún futuro ayudante.

9
Drago quedó en silencio, intentando descifrar el mensaje entre líneas que le había entregado
Fignia. Yo me mantenía al margen de la situación. No me agradaba entrometerme en
problemas ajenos, menos si en estos participaban seres no humanos, no obstante esta vez me
vi forzada a hacerlo.

— ¿Qué quieres decir exactamente? — Pregunté suavemente.

— No te hagas la tonta, mortal. Tú y yo sabemos qué quise decir.

— ¿Qué quiere decir, Iris? — Me preguntó Drago a la vez que me miraba fijamente.

Cerré los ojos unos segundos y me preparé mentalmente para lo que diría a continuación. —
Cuando Heddo fue a buscarte ya habías perdido todo. Lo único que él hizo fue salvarte del
Infierno.

— Eso es incorrecto, mortal…

— Mi nombre es Iris, no mortal. — La interrumpí a medio mensaje, y la fulminé con la mirada.

Me miró con indiferencia y prosiguió. — Eso es incorrecto, Iris — pronunció mi nombre con
repudio—, Drago hubiera ido con los buenos. Sus memorias no mostraron nunca algún
momento traumático o pecado. Era extrañamente puro…—Fignia le dirigió una mirada llena
de recelo a Drago.

El cabello de Dorgnia comenzó a brillar, y eso pareció alarmar a ambas cabezas. Esta vez era
hora de la peli azul de hablar.

— Dejémonos de estupideces, se nos acaba el tiempo. Escuchen con atención el jefe sabe
dónde estás. Está sumido en una cólera horrible. Te está buscando por todas partes del
mundo. Debes entregarte e inventar alguna excusa mezclada con la realidad. Si le confiesas
una excusa llena de mentiras, él lo sabrá. Puede oír los latidos de tu corazón. Y te debo dar un
dato extra: si por alguna razón se te pasa por la mente asesinar al jefe, y por alguna otra razón
lo consigues, lo único que harás será arruinar el mundo. Él es el conector entre la vida y la
muerte. Si él muere, ese conector morirá con él; almas vagarán por el mundo, portales se
abrirán a través de los cielos y montañas, los cuales guiarán al Infierno.

— ¿Cómo sabes que pasará todo eso? — Pregunté realmente interesada a Dorgnia.

— No nos gustaría tropezar dos veces con la misma piedra.

— ¿Qué…?

— Te sorprendería saber cuánto tiempo llevamos viviendo en la Tierra e Infierno.

Esmirha miró preocupada una parte del bosque, mientras sus ojos se abrían
desmesuradamente. Pero al fijar la vista donde ellas observaban, no había nada ni nadie;
comprendimos que no estaba mirando en nuestro mundo, estaba mirando el suyo. El Infierno.
De su cola se desprendieron miles de serpientes, y justo en el momento en que se iba a
abalanzar hacia lo que la iría a atacar, lo que alguna vez fue ella se desplomó en el suelo.
Inerte. Había cortado obligada la comunicación con nosotros. Drago y yo quedamos estáticos
en nuestros lugares. Yo con una creciente culpabilidad en mí. No había logrado hacer nada
para ayudarla, en cambio ella había usado sus últimas energías en intentar comunicar con
nosotros. Y lo peor era que ahora tendría que pelear contra alguien en ese estado.

— Tranquila, no te carcomas la mente con eso. — Me susurró a la vez que me abrazaba. Pero
yo no estaba en esos momentos para cursilerías. No era débil de mente como para necesitar
consuelo.

10
— Estoy bien— le informé mientras quitaba suavemente sus brazos de alrededor mío—.
Deberías estar más preocupado por ti que por otras personas.

— Sinceramente ya no me importa qué me pase. —opinó mientras formaba una sonrisa en su


rostro.

— ¿Qué planeas hacer?

— Lo que se me idee en el momento— estaba mirando fijamente el lugar por donde había
desaparecido Esmirha—. Deberíamos ir a tu casa. Este lugar ya no me da confianza.

—¿ Qué? Claro que no. Es primera vez que salgo al extranjero. Merezco un paseo.

— Lo mejor sería que no. Fignia y Dorgnia no me dejaron con un buen presentimiento. ¿Quién
fue a atacarla? ¿Era Heddo? — Se pasó las manos por el rostro, denotando frustración—.
Vamos a tu casa, y pensamos mejor sobre esto. Te prometo que volveremos. Si es que
sobrevivo a esto… — Lo último lo susurró muy bajo, pero aun así logré oírlo. ¿”Si es que
sobrevivo a esto”? ¿Qué quería decir? Por mi mente pasaron miles de formas de regañarlo o
de consolarlo, pero de mi boca no salió ninguna palabra; silencio era mi único lenguaje en
estos momentos. De improvisto Drago me sujetó de mi codo, me jaló hacia él y cubrió mis
ojos con sus manos. Me sorprendí, aun así no impedí su acción. Sabía lo que haríamos.

— Deberías ir a dormir—susurró Drago en mi oído, aun sin alejarme de él.

— Sí, siento mis ojos más cansados de lo normal.

Me separé de Drago, y con paso somnoliento me dirigí a mi habitación. El ambiente en mi


hogar estaba igual al que dejamos hace un rato. Frío y solitario. Todo estaba en su lugar, tal y
como siempre estuvieron. Por un momento creí que al regresar de Rumania— qué comentario
más casual—, toda mi casa estaría desordenada, con cosas rotas, y desastres por donde
miraras.

Me dirigí a mi habitación. Los párpados me pesaban, y me costaba mantener los ojos abiertos.

11
12

Você também pode gostar