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LITERATURA UNIVERSAL
(XXIII), y al día siguiente acude a reunirse con su padre, Laertes. Los familiares de los pretendientes
asesinados pretenden cobrar venganza, pero los dioses imponen paz.
El desenlace de la Odisea cierra todas las acciones emprendidas tiempo atrás: el regreso de Ulises devuelve la
paz al reino y recompone la familia, ámbitos que se veían amenazados por la ausencia del héroe. Ulises se nos
presenta como un héroe muy diferente a Aquiles, caracterizado tanto por el tenaz deseo de regresar a su hogar
como por su astucia e ingenio (el epíteto que suele acompañar su nombre es el de polítropon, que podemos traducir
como “rico en ardides”).
La conclusión de la Odisea lo es al mismo tiempo de la Ilíada (entendiendo ésta como “el poema de Troya”),
al ser Ulises el último de los aqueos que logra –veinte años después de su partida- retornar a su casa.
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El tema de la Orestía era ya una fuente de referencia recurrente en los ejemplos de la Odisea sobre las consecuencias
negativas de las acciones de los seres humanos, la inexorabilidad del Destino a pesar del poder de los dioses ,y la
representatividad de los hijos hacia sus padres en caso de faltar estos o de haber sufrido alguna afrenta. Sobre el mismo
tema de las Coéforas –la venganza de Orestes-, conservamos también tragedias de Sófocles y Eurípides, donde el
protagonismo recae sobre Electra, la hermana del héroe.
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d) Con los diálogos se alternan los estásimos o cantos del coro, que comentan la acción o se hacen eco de las
inquietudes del espectador. Pueden ser de origen ritual (plegaria, peán o canto de victoria, etc.), pero
también líricos o narrativos.
1.3.2. Temática de la tragedia
Aunque en nuestros días tendamos popularmente a considerar como “tragedia” aquella obra que tiene un final
desgraciado para los protagonistas, esto no era una condición necesaria –aunque sí frecuente- en la tragedia griega
clásica. El filósofo Aristóteles señaló entre sus características más importantes:
Al igual que en la epopeya, es decisiva la influencia del mito. La mayor parte de las historias
representadas eran conocidas ya por los espectadores.2
Los protagonistas de la tragedia son siempre “superiores” al espectador, es decir, al común de los
mortales: son dioses, héroes, príncipes…
Sus preocupaciones y conflictos tienen también una alta trascendencia: las relaciones entre los
hombres y los dioses, la tensión entre la ley natural y la ley positiva, lo inexorable del destino…
Son frecuentes elementos como la hybris o “soberbia” (el héroe, dotado de cualidades superiores,
puede ufanarse en ellas), la peripecia (cambio de fortuna, normalmente de la dicha a la desdicha) o la
anagnórisis (reconocimiento o descubrimiento de una verdad oculta).
El efecto que busca provocar la tragedia en el espectador es el de la catarsis o “purificación de las
pasiones por el temor y la compasión”. Podemos entender que, ante los hechos de la tragedia, el
espectador se compadece de la desgracia de personajes superiores a él y, al mismo tiempo, teme que
puedan ocurrir en su propia vida.
1.3.3. Sófocles
De la ingente producción teatral de la Grecia clásica, tan sólo conservamos completas unas pocas obras
cómicas de Aristófanes, y trágicas de Esquilo, Sófocles y Eurípides. De todos ellos, sin duda fue Sófocles (495-406
a.C.) el autor más representativo del siglo de Pericles. Sófocles introdujo cambios en la manera de componer la
tragedia que había triunfado con Esquilo: sustituyó la organización en trilogías por las tragedias aisladas, y consolidó
la costumbre de poner tres actores en escena (antes, lo más frecuente eran dos). También dio mayor importancia
a los diálogos en detrimento de los cantos del coro y empleó un lenguaje más sencillo y menos solemne que el de
Esquilo.
Si en el teatro de Esquilo era frecuente la aparición en escena de los dioses, estos desaparecen en la tragedia
sofoclea: los personajes les invocan y su participación puede ser importante, pero ningún actor interpreta un
personaje divino, lo que indicaría una situación de alejamiento entre los dioses y los hombres que, en los dramas
de Eurípides, ya será definitiva. Los héroes de Sófocles son víctimas de terribles desgracias, son condenados (con
justicia o no) por los dioses, pero no se sublevan y mantienen su esperanza en ellos para soportar la desdicha con
paciencia y dignidad. El personaje suele acabar sumido en el dolor y en la soledad, pero gana en sabiduría.
Un recurso que ha hecho bien conocido a Sófocles es el de la ironía, basada en el contraste entre la ignorancia
de la verdad o la confianza en las apariencias por parte del héroe trágico, y la realidad de los hechos de la historia
(que, recordemos, el público conoce): Edipo dicta sentencia contra el hombre que acaba resultando él mismo
(Edipo rey), Egisto se alegra ante el cadáver de Orestes, sin saber que en realidad es el de su mujer Clitemnestra
(Electra)…
Se atribuyen a Sófocles unas 123 tragedias, de las cuales sólo hemos conservado siete. Tres de ellas (Edipo rey,
Edipo en Colono y Antígona) forman parte de un ciclo en relación con la ciudad de Tebas y su familia real, los
labdácidas.
Edipo rey nos presenta a un protagonista arrastrado por su propio carácter a descubrir la verdad aun a costa
de la propia ruina: Edipo dicta severas normas contra el asesino de Layo, sin saber que se trata de él mismo. Lo
trágico no es sólo la destrucción del héroe, sino cómo ésta se encuentra en lo que prometía ser su salvación. Es un
ejemplo de maestría la reconstrucción progresiva de la historia pasada de Edipo y su familia por medio de los
relatos de distintos personajes.
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Aunque sabemos que la tragedia podía inspirarse también en episodios históricos (de este tipo sólo se conserva Los
persas, de Esquilo), y que en época tardía, Eurípides se atrevió a crear historias originales con personajes míticos, como
en Ion o en Ifigenia entre los tauros.
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El personaje de Edipo reaparece en Edipo en Colono, como el mismo vagabundo ciego que abandonaba Tebas
en Edipo rey, y que ahora debe sufrir el acoso de aquellos parientes (Creonte, Polinices) que lo repudiaron, pero
esperan obtener beneficios de él cuando un nuevo oráculo anuncia que la tierra donde sea sepultado será bendecida
por los dioses. La muerte se presenta a Edipo como la definitiva liberación de sus sufrimientos. Sófocles realiza en
esta obra, además, un elogio de su patria, Atenas (ciudad a la que pertenece el pueblo de Colono), donde Edipo es
acogido por Teseo.
En Antígona, el tema principal es el choque entre la ley humana y la ley divina, respectivamente encarnados
por Creonte, el rey de Tebas, y Antígona, la hija de Edipo, quien da sepultura a su hermano Polinices, traidor a la
patria, pese a las órdenes en contra de Creonte. Frente al inflexible carácter de Creonte, ella es un personaje que
evoluciona de la intransigencia inicial al temor y a1 dar razones de su acción, entre las cuales la principal es el amor
profesado por el hermano. Los estásimos de la tragedia glosan estos puntos de tensión trágica. También Creonte
puede percibirse como un héroe trágico, puesto que está dispuesto a cumplir con su deber aunque éste haga caer
la desgracia sobre su propia familia.
La literatura latina
Durante la época helenística, en que la cultura griega se expande más allá de sus fronteras nacionales, se afianza
entre los pueblos del mar Mediterráneo se afianza el poder de Roma. Esta ciudad del Lacio (Latium, de donde viene
el adjetivo “latino”) se irá imponiendo a los pueblos vecinos; desde el punto de vista cultural, será decisiva la
conquista de las colonias griegas del sur de Italia (la llamada “Magna Grecia”) en el siglo III a.C., y de la propia
Hélade en la centuria siguiente. Los romanos quedaron fascinados por la cultura griega y la adaptaron en el arte, el
pensamiento, la literatura y hasta la religión. De hecho, el primer escritor conocido de la antigua Roma será Livio
Andrónico, un esclavo originario de la Magna Grecia, que tradujo al latín diversas obras épicas y dramáticas.
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Recuérdese que, en el caso del teatro griego, tanto intérpretes como espectadores accedían por los párodos.
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dando vueltas a un molino, hasta que logró éxito y fortuna gracias a sus comedias.
Plauto fue un autor muy representado hasta su muerte y durante los siglos posteriores. Hemos conservado
casi completas 21 comedias suyas, entre las cuales destacaremos:
Anfitrión (Amphitruo), única en su género por adaptar de manera cómica un tema mitológico
(recordemos que estos eran propios de la tragedia). Utiliza en ella el recurso de la confusión de
identidad mediante el doble, que aparecerá también en otras comedias como Los Menecmos,4 y tendrá
gran éxito en el futuro.
La comedia de la ollita (Aulularia), una de sus obras más conocidas, principalmente por el caricaturesco
personaje de Euclión, el avaro.
El soldado fanfarrón (Miles gloriosus), también famosa por el protagonista aludido en el título, finalmente
engañado y burlado.
Se trata de comedias breves, de acción veloz e ininterrumpida. Todas ellas empiezan por un prologus, discurso
a cargo de un actor que presentaba la obra de diferentes maneras: pedía silencio al público y bromeaba con él,
informaba del título y autor de la obra, del modelo griego en que se inspiraba, exponía los antecedentes de la acción
y a veces hasta anticipaba el desenlace. Esto último no debe de extrañarnos: como hemos dicho, el desarrollo de
la comedia era rápido, y se eliminaba todo lo que pudiera aburrir al espectador. El autor prefiere contar los
precedentes de la acción, y dejar que el público disfrute de la sucesión de situaciones cómicas que van a tener lugar
en el escenario: persecuciones, peleas, confusiones y engaños a cuál más enrevesado.
La de Plauto es una comedia “de carácter” en cuanto que en sus tramas lo menos importante es la historia
frente a sus personajes típicos, en quienes se ven acentuados los rasgos más cómicos y ridículos. En efecto, la
comedia plautina presenta siempre unos personajes recurrentes de acuerdo con los siguientes modelos:
El joven, apasionado y muchas veces ingenuo, que suele provocar la acción al enamorarse de una joven,
pero nunca es el protagonista puesto que es el esclavo quien debe solucionar sus problemas.
El viejo, severo, colérico y tacaño, burlado al final de la comedia. Con frecuencia es rival amoroso de su
propio hijo. Contrasta a menudo con el personaje del vecino, anciano sensato y tolerante.
El esclavo es el verdadero protagonista de la comedia, quien maneja la acción y quien le da su mayor
comicidad. El típico esclavo plautino es astuto, hábil y mentiroso, aunque leal a su amo; se le opone en
algunas comedias el personaje de un esclavo torpe e ingenuo, engañado por el esclavo astuto.
La joven que provoca el conflicto es algunas veces una joven de buena familia, y otras una prostituta
enamorada del joven o bien que, codiciosa, desea aprovecharse de él. Una situación frecuente es que se
trate de una hija de padres desconocidos, criada en poder de un lenón (dueño de un burdel), que
finalmente es reconocida como ciudadana libre y puede casarse con el joven.
Otro personaje femenino recurrente es el de la madre de familia, unas veces autoritaria y colérica y otras
una mujer virtuosa. Suele ser la esposa del viejo, a quien escarmienta con la ayuda del esclavo.
Plauto fue un autor muy alabado por el gran público, pero también por los lectores más cultos, que admiraron
su gran dominio de la lengua latina en cada situación: en sus diálogos domina perfectamente la lengua espontánea
y familiar (refranes, groserías, jergas), pero también el discurso elevado o serio.
2.1.2. Terencio y la comedia de tesis.
Menor fortuna en vida tuvo el otro gran comediógrafo latino, Publio Terencio Afro (c. 194 – 159 a.C.). Al
parecer, Terencio era un liberto africano que trató de renovar la comedia con respecto al exitoso modelo plautino.
Frente a la voluntad de entretener al público a toda costa que había manifestado Plauto, Terencio se propone
educar a sus espectadores. Las comedias de este carecen de groserías, y ni siquiera emplean un lenguaje vulgar, sino
que todos sus personajes emplean un registro culto. Asimismo, Terencio presenta en sus comedias conflictos
familiares en los que procura aleccionar al público: por ejemplo, advierte contra las consecuencias del exceso de
rigor paterno en las comedias Los hermanos (Adelphoe) y El atormentador de sí mismo (Heautontimoroumenos).
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En otros casos, la confusión de identidad se puede basar en la homonimia (Las Báquides) o en el disfraz (Cásina).
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Horacio perteneció también al círculo de Mecenas, lo cual le permitió acumular fortuna y dedicarse por
entero a la literatura, residiendo entre Roma y el campo hasta su muerte. Su vasta obra poética ejercería gran
influencia a lo largo de los siglos, y muchos de sus temas e ideas predilectos han pasado a formar parte de la historia
de los tópicos literarios, a menudo denominados con expresiones tomadas de la misma poesía horaciana. Deben
destacarse entre los mencionados temas:
El disfrute de los placeres de la vida, inspirado en la filosofía epicúrea, con una moderación que le
lleva a condenar el lujo excesivo y buscar siempre el justo medio (aurea mediocritas).
Disfrutar asimismo del presente (carpe diem), ya que la vida transcurre rápidamente (tempus fugit), y
despreocuparse de un futuro que se presenta siempre incierto ante la inconstancia de la fortuna y del
hombre mismo, que siempre desea lo que no tiene.
El elogio de una vida retirada y tranquila, desinteresada de la vida pública.
La preocupación por la guerra, y la condena explícita de la guerra civil.
La amistad.
Como podemos comprobar, estos temas coincidían plenamente con el ideal de regeneración social de
Augusto, a quien Horacio sirvió también con no pocos poemas “oficiales” y patrióticos: himnos religiosos, versos
alusivos a acontecimientos contemporáneos o que exaltan el pasado de Roma…
Por su parte, Ovidio es un poeta más joven que Horacio o Virgilio, y cuya existencia transcurrirá siempre
bajo la Pax Augusta. Perteneciente a una noble familia, rechazó seguir una carrera en la vida pública por entregarse
por completo a la literatura, donde sus obras le hicieron enormemente popular. Por causas todavía no aclaradas,
Augusto lo hizo desterrar en el 8 a.C. a la ciudad de Tomis, en las fronteras del imperio a las orillas del mar Negro
(en la actual Rumanía), donde el poeta escribió desgarradoras cartas (reunidas como Tristes y Pónticas) manifestando
su nostalgia de Roma e implorando en vano el perdón del emperador.
Fuera cual fuera el motivo real de su condena, está claro que buena parte de la obra ovidiana chocaba con las
ideas de virtud y moral pública que Augusto buscaba fomentar en Roma. Ovidio se siente fascinado por la vida
galante de Roma, por los banquetes, las diversiones y las aventuras amorosas, y a ellos les dedicó sus primeros
libros, como Amores o su conocido Arte de amar (Ars amatoria). Éste se presenta como un pequeño manual que, en
tono irónico, da lecciones a los jóvenes sobre el arte de la seducción, continuado por unos también humorísticos
Remedios de amor (Remedia amoris), en los que se trata el amor como una enfermedad contra la que propone una serie
de prevenciones o remedios.
Junto con el tema amoroso, la mitología es una constante fuente de inspiración para Ovidio. Ambos confluyen
en sus Heroidas (ficticias cartas de las heroínas de mitología a sus esposos o amantes) y aparecen asimismo
ampliamente tratados en la que está considerada máxima obra ovidiana: las Metamorfosis (Metamorphoseon). Esta se
trata de un largo poema narrativo en quince libros, sin un tema o argumento único, que hilvanan más de 250
episodios de acuerdo al motivo de las transformaciones en la forma y naturaleza de los seres: personas
transformadas en objetos, objetos transformados en personas o bien apoteosis (transformación de un mortal en
divinidad).
Este conjunto tan heterogéneo se organiza según un orden cronológico, dando inicio el poema con el origen
de la tierra y del hombre y continuando con historias referidas a los dioses, a los héroes de la mitología y a figuras
más o menos históricas. La conclusión del poema la ocupa un episodio “contemporáneo”, la apoteosis de Julio
César.
Este auténtico “catálogo de mitos” que son las Metamorfosis no debe entenderse como un simple alarde de
erudición por parte de Ovidio. Por medio del mito, el poeta continúa interesado en el tratamiento de las pasiones
(de las que son esclavos tanto los hombres como los dioses), presentando diversos modelos de conducta y sus
consecuencias, a menudo como castigos o recompensas divinos. La finalidad de las Metamorfosis es, en definitiva,
alegórica y didáctica, reforzada por unos episodios de potente imaginación y fuerza descriptiva (como la
descripción gradual y “verosímil” de las transformaciones), así como de gran emotividad.