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- Ya que me habéis devuelto mi du cado, yo os devolveré

algo que os d ará much o pla cer. Y los condujo a la cave rna
do nd e el rey pudo ver a su hijo Fern ando al iado de la herm osa
ÍNDICE
Miranda.
Rogó el rey a Miranda le perdonara su pasado error. Y cua ndo
Fern ando le expresó su deseo de desposarla, su felicidad fue
completa.
ESTAS LEC1URAS
Ariel, en tanto, había desper tad o a los marineros q ue salta-
ron a tierra uniéndose a la alegría de todo s. Y al día siguien te DEL AMOR. DEL PODER YDEL FRACASO I mNN[~ GONZÁLfl . . 7

emb arcaron a Nápoles. Ariel hacía soplar la brisa que condu-


TEXTOS PRE\~OS
cía, ligera, el ba rco, h incha nd o las blancas velas. Era su últi -
lECruRAI PARA UlCEMl[R LA IlIAGlNACIÚN1 O,t\\[J\ GUILILU 13
mo servicio a Próspero. Luego, entona ndo u n canto de alegría,
A GUlI.\ DE rsnnn H.\R1 lJ1 111SIORIA DE ESTE UBRO I .IJIt \\SlUXCEl.O'i .17
quedó libre para siem pre.
IUlOm PARA LA PlliLVIlPUBl.JCACIÚX I BfRSAROO J. ~\IJ1lUM 25

El CID I ..'ú\lllo............................. .. 31
El CiD.... . ............ ... . .. ... .. . .... .... . ........................ . 33
DEITIFRRODEL CID·........· .. ...... ........ . .3'1
El CID cn~VO r:.4 ,\ IUSf,\\¡\l LOI 37
El CIO EN[IURGOS ·.. . 39
DEIPlDlD,\ DEL CID . 11
PCR Uú~ y PORGEITIEl.\ 13
UI TlERRA\ DE .\lllJXIO·..· · · 16
COXQUI11A DEVAm CiA · .. · · 16
,ij\IEN\ EN HmCIA 50
.I¡\IENAI'IIJE AL REYQUE LA DE.Sl'Oll cm El cm . 51
TRAJES IU cm YDE ,1\lm tI EL olADE ~¡I B1JDAI 55
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El CONDE UJlANOR I oo¡ J1l\.V \Ltl t1l 59 LA CRUZADA DE. LOI "t~OS I >l'(l'll\IO... .. 157
DE LO QUE u .eommó A UNHOMBRE QUE11\1 CII\G,IOO El CRIiZAIlI DE. lOS NL~01 159
DE rlrnR.~S PRE(JO~I y lE.H[X;Ó E.N El Rlo 61 R!.LlTOI DE. LOS TRES \1\01 161
DE. in QUE lUm LAS HOR.IIIG.~S PAR.~ M,l~lL\1RSE. M RElATO DE .\US..·..··· ..·..· · IM

El rRlSIO~lRD I .lÚ.vllIO · · 67
ALLlIAMA
ILPRI ~ONERO ·.......................................... 69
PARSlIAL I RllLIJ\D 1i.lli11R 169
El CONDE. ARm.ooS I . 'IllOO 71
I',\R~lAL · 171
El CO\TIE. \R.lillXlS 73
El &:QLE. lA.mASUA I RllURIJ \i.lliI1R 189
OON QU'UTIl I mu OC C!J\l:lllli 75
ElI\L'ClIiE. l\\ll\lLI · ..· 191
DE. LA ¡m OlCIÓNy l.lERmO DEl I.tMOSO HID,Ilffi Ti
DE. LA JMs IMAG.lN,ID.I AI'l\ll'lU DE. lBI IIDUNOI DE. llUl1O 85 HERM.\'N YOOROTIIEA I IIDJIE 201

DE. LO Qll SUCEDiÓ,1 OON QLWIl. eoNm:o\ CABREROS 91 HERJlm y OOROTIIU 203
lIf.J\l1.1.IN 203
U EXTRA\A,IIIJffiIRADEl C\Jl,\LLERO DL 11)\ E5PE.U\ 98
IXJRIlTlILI 212
DE. CóllO 00.1 QlillTT. aFIRMÓ. y DEl IE.\TAAIL\lD QUE. HIZO. YDE. IU .111iE.RTl. ll8

ITALIA
fRANCIA

El JUGLIR DE\1ILI1RA SL~DRA I mmoo roRAlilml1 FRA'If[ .129 UE CóMO IANfRA.IOSCO SANÓAUN Ul'ROIOOE. CUERPO YALMA I .lVÚ~lMO.. 223

EEJUGUR Ul NULlTRAIEMRA .. .. 131 m. CÓMO IAN lRANClSCO IANÓ .\ UN LE.PROIO OECUERrO y ALMA ...... 225

1................ . . . . ............ ..... .. .. 131 INGLATERRA


!l 132
El REY liAR I wmuI SHAK!.IPLlRE· 231
111 131
El REY LLlR 233
LA limDA DE. TRIll ANE. IIOLDA I AKÚ'II\10 137
LA TLIfrLITAD I ' 1lllAM SIUKEll'lARE· · 211
INMNCEI DETRIITÁN 139
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LI BElL\ DE. LOI CABEllBI DE. ORO............. . . .. 113
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......
---- -~--- -

MIGUEL DE CERVANTES

DON QUIJOTE
E

DE LA CONDICiÓN YEJERCICIO
DEL FAMOSO HIDALGO

E n un luga r de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acor-


da rme, no ha mucho tiempo quc vivía un hidalgo de los de
lanza en astillero, ada rga antigua, rocín fl aco y ga lgo corre do r.
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I
I
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4
U na olla de algo más vaca que carnero, salpicón las m ás no - •
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ches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, al- J
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~
gú n pal omino de añ adidura los domingos, cons u mían las tres
partes de su ha cienda. El resto della conclu ían sayo de velarte,
calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo,
v, los días de entresem an a de honraba con su vello rí de lo más
fi no. Tenía en su casa una ama qu e pa saha de los 40, y una
sobrina que n o llegaba a los 20, y un mo zo de cam po y plaza,
que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la
edad de nuestro hidalgo con los 50 años; era de com plexión re-
cia, seco de carn es, enjuto de rostro, gran m adrugador y amigo
de la casa . Quieren decir que tenía el sobre no m bre de Q u ijada
o Quesad a, que en esto hay algu na diferencia en los autores

0011" QnJOTE. r 77 J
que deste caso escriben: aunque por conjeturas verosímiles se y todo el cu erpo lleno de cicatrices y señales. Pero, con todo,
dej a ente nder q ue se llam ab a Q ue jan a. Pero esto im po rta po co alababa en su autor aquel acabar su libro con la promesa de
a nuestro cuen to : basta que en la narración del no se salga u n aq uel la in acababl e aventura, y mu ch as veces le vino deseo
pu nt o de la verdad . de tomar la pluma y dalle fin al pie de la letra, como allí se
Es, pues, de sabe r que este sobred icho hidalgo, los rat os prome te ; y sin duda alguna lo h iciera, y au n saliera con ello, si
que estaba oc ioso - q ue eran los más del año- , se da ba a otros mayo res y continuos pe nsamientos no se lo estorbaran.
leer lib ros de caba llería co n tanta afició n y gusto, que olvidó Tuvo muchas veces competencia con el cura de su lugar - q ue
casi de todo pu nto el ejercicio de la caza, y au n la ad m in istra - era hombre do cto, graduado en Sigüenza- , sobre cuá l ha bía
ció n de su hacienda; y llegó a tanto su curu .. •d Y desatino sido mejor caba llero: Palm erín de Inglaterr a o Amadís de
en esto, que vend ió muchas hanegas de tierra de sem brad ura G au la; mas maese Nicolás, ba rbero del m ismo pueblo, decía
para comprar lib ros de cab all erías en q ue leer, y así, llevó a su q ue ninguno llegaba al Caba llero del Febo, y q ue si algu no
casa todos cua ntos pudo hab er dellos; y de tod os, n ing u nos le se le pod ía co mparar era don Galaor, herm ano de Amadís de
parecían ta n bien co mo los que co m puso el famoso Feli eian o Ga u la, porque tenía muy aco mo dada co ndició n pa ra tod o; que
de Si lva, porque la cla ridad de su prosa y aq uellas entricadas no era caba llero melindroso, n i tan llorón como su hermano, y
razones suyas le parecían de perl as, y má s cua ndo llegab a a que en lo de la valentía no le iba en zaga .
leer aq ue llos requieb ros y cartas de desafíos, donde en muchas E n resolución , él se en frascó ta nto en su lectura, q ue se le
pa rtes halla ba esc rito: "La raz ón de la sinrazón que a mi razón pasaban las noch es leyendo de claro en claro, y los d ías de tur-
se hace , de tal manera mi razón enflaquece, qu e con razón me bio en turbio; y así, del po co dormir y del much o leer se le secó
quejo de la vuestra fermosura". Y ta mbién cua ndo lcía : " . . . el cerebro, de m an era q ue vino a perder el ju icio. Ll en ósele la
los altos cielos que de vu estra di vinidad d ivinamente co n las fantasía de todo aq ue llo que leía en los libros, así de encan-
es trel las os fortifi can, y os hacen m erec edora del merecimiento ta m ientos como de pendencias, batallas, desafío s, heridas, re-
que merece la vu estra g randeza". q u iebros, amores, to rm entas y disparates im pos ibles; y asentó-
Con estas razones perdía el pobre caballero el ju icio, y des- sele de tal modo en la imaginación que era verdad to da aq uella
velábasc por entenderlas y desentrañarl es el sentido, q ue no se máq u ina de aq ue llas so ña das in venciones que leí a, qu e para
~

lo sacara ni las entendiera el me smo Aristótel es, si resucitara él no había otra historia más cierta en el mundo. Decía él que el
para sólo ello. N o estaba muy bien con las heridas que don C id Ruy Díaz había sido muy buen caballero, pero que no tenía
Beli an ís daba y recebía, porque se imaginaba que, por gra ndes que ver con el C aballero de la Ardiente Espada , q ue de sólo un
maestros que le hubi esen curado, no dejaría de ten er el rostro revés había partido por medio dos fieros y descomunales gigantes.

r 78 J DU\ QI,IJOTl r 79 J
Mejor estaba con Bernardo del C arp io, porque en Ron ces- mejor que pudo; pero vio que tenían una g ran falta, y era que
valles había muerto a Roldán el encanta do, valiéndose de la no tenía n celada de encaje sino morrió n simple; mas a esto
industria de H ércules, cuando ahogó a Antco, el hijo de la tierra, su plió su industria, porq u e de cartones hizo un mo do de me-
ent re los br azos. D ecía mucho biendcl giga nte Morgante, dia cela da, q ue, encaj ada con el morrión, hacía una aparienc ia
po rq ue, co n se r de aq ue lla ge ne ració n giga ntea, que tod os de cela da entera. E s verdad que para probar si era fuer te y podía
so n soberbios y descom ed idos, él solo era afable y bien criado . es ta r a l riesgo de una cuch illada, sacó su esp ada y le dio dos
Pero, sob re todos, estaba bien con Reynaldos de Montalb án, y go lpes, yco nel primeroyen un p unto desh izo la q u e había hecho
más cuando le veía salir d e su casti llo y roba r cua ntos topaba, en una semana; y no dejó de parecerle ma lla faci lidad con que
y cuando en allende robó aq ue l ído lo de Ma ho ma que era todo la h abía hecho peda zos, y, por asegurarse de ste peligro, la tornó
de oro, segú n d ice su historia . D iera él por da r una ma no de a h ace r de nu evo, poniéndole unas barras de h ierro por dentro,
coces al traidor de Galalón, al ama q ue tenía y aun a su sobr ina de tal manera, que él quedó satisfecho de su forta leza y, sin
de a ña did ura. q ue rer hacer nueva experie nc ia de lla, la di pu tó y tu vo por cela-
En e fecto, rem atado ya su juicio, vino a da r en el m ás extra- da finís ima de encaje.
ño pensamiento quc jamás dio loco en el m u ndo, y fue que le Fue luego a ver su rocín , y aun q ue tenía m ás cuartos qu e
pareció co nven ible y necesario , así para el aumento de su honra u n rea l y má s tac ha s q ue el caba llo de G oncla, le pareció que ni
como para el servicio de su repú blica, hacerse caballero andante , el Bucéfalo de Alejandro ni Babieca el del C id con él se igu ala-
y irse por todo el m un do con sus armas y caba llo a bu scar las ba n. C ua tro días se le pasaron en im aginar qué nombre le pon-
avent uras y a eje rcita rse en tod o aq ue llo que él b abí a leído que dría; porqu e - según se decía él a sí mesm o- no era razón
los caba lleros andantes se ejercitaban, desb aciendo tod o géne ro q ue caba llo de caba llero tan fam oso, y tan bu en o él por sí, estu-
dc ag ravio, y poni éndose en ocasiones y peligro s donde, aca- viese sin nomb re cono cido; y a nsí, procuraba acornod ársele de
bándolos, cobrase ete rn o nombre y fam a. lm agin ába se el pobre ma ne ra, qu e declarase quién h ab ía sido antes que fuese de ca-
ya corona du por el valor de su brazo , por lo men os, del imperio ballero andante, y lo que era entonces; p ues estaba muy puesto
de Trapi sonda ; y así, con estos tan agradab les pen samientos, en razón que , m uda ndo su señor estado, mudase él también
llevad o del ext raño gusto que en el los sentía, se dio pr iesa a po- cl no mbre, y le cobrase famoso y de estrue ndo, como conve nía
ner en e fecto lo que deseaba. Y lo primero que hizo fue limpiar a la nueva orde n y al nuevo ejercicio que ya profesaba; y así, des-
unas armas q ue b abían sido de sus bisabuelos, que, tomad as pués de mucho s nombres que form ó, borró y quitó, añadió,
de o rín y llen as de moho, luen gos siglos había que estaba n des hizo y to rnó a hacer en su m emoria e imagina ci ón, al fin
puesta s y olvida das en un rin cón. Li mpi ólas y ade rezó las lo le vino a llam ar Rocin ante, nombre, a su parecer alto, so noro

110' QLIJOIl r8 1 J
I
y sig nifica tivo de lo que h abía sido cua ndo fue rocín, antes de ínsu la Ma lind ra n ia a quien venció en sig ular batall a el jamás
lo que ah ora era, q u e era antes y primero de todos los ro cines com o se deb e alabado caba llero D o n Q u ijot e de la Manc ha, el
del mundo. cual me m andó q uc m e presentase ante la vues tra m erced, pa ra
Puesto nombr e, y tan a su gusto, a su ca ba llo, quiso pon ér- que la vuestra g randeza di sponga de mí a su talantc' ". iO h,
sclc a sí mi smo, y en este pensami ent o duró otros oc ho días, y có mo se holgó nuestro buen caba llero cuando b ub o hech o este
al ca bo se vino a llamar D on Quijote; de don de, como q ueda d iscurso, y má s cua ndo hall ó a q uien da r nombre de su dama!
dicho, to maron ocasión los autores desta tan verdadera h isto- y fue, a lo que se cree, q ue en un lugar cerca del suyo había una
ria qu e, sin duda, se debía de llam ar Quij ada, y no Quesada, moza labradora de muy buen pa recer, de quien él un tiempo
com o otros qu isieron deci r. Pero, acordándose que el valeroso and uvo ena mo rado, aunq ue , segú n se entiende, ella jamás lo
Amad ís no sólo se había co ntentado con llam arse Am ad ís a su po ni se dio cat a de llo. Ll am ábase Aldon za Loren zo, y a ésta
secas, sino que añ ad ió el no mbre de su reino y patria, por ha- le pareció ser bien darle tít u lo de señora de sus pens am ien-
cerla famosa, y se llamó Amadís de Gau la, así quiso como buen tos, y, buscándole nombre que no desdij ese mucho del suyo y
caba llero, a ñadir al suyo el nomb re de la suya y llamarse Don qu e tirase y se encaminase al de princesa y g ran se ño ra, vino a
Qu ijote de la Mancha, con q ue, a su parecer, declaraba m uy al llam arl a D u lcinea del Toboso, porque era natural de Toboso;
vivo su lina je y pa tria, y la bonrab a co n tomar el sobreno mbre no mb re, a su parecer, m úsico y pe regri no y sig n ificativo, como
-•.
, della . lod os los demás que a él y a sus cosa s hab ía puesto .
Limpias, pues, sus arm as, hecho de l morri ón celada , pues - (U na vez a rre glados estos de ta lle s, Don Qu ijote partlo
to nombre Q su rocín y confirmá ndose a sí mi smo, se dio a en- una mañ ana, antes del día, sin prevenirde su intención a persona
tende r q ue no le faltaba otra cosa sino bu scar u na dama de algun a; pero , apenas e n el cam po, advi rtió que no era caball ero
quien enam orarse; porq ue el caballero an dante sin amo res era arma do y que no podía ni debía tom ar armas co ntra ni nguno
árbol sin hojas y sin fru to y cu erpo sin alma . D ecíase él: "S i yo, de el los, seg ú n lo defin iera claramente la ley de su o rden. Así,
po r ma los de mis pecados, o por mi buena sue rte, me encue n- pues, e n una venta que a é l pareció cast illo, como las person as
tro por a hí co n algún gigante, como de o rdina rio les aco ntece a ahí reu n idas le conociesen su locu ra, fu e arm ado caba llero an -
los caba lleros an dantes, y le derribo de un e ncuent ro, () le parto dante. Regresó Don Q ui jote a su a ldea para recoger dineros y
por mitad del cue rpo o, fina lmente, le venzo y le rindo, no será alguno9 otros menesteres indispe nsables, de cuya administra-
bien tener a quien enviarle presentad o, y que entre y se hin- ción se enca rgaban ordinaria mente los escuderos. La gloria de
q ue de rodi llas ante m i d u lce seño ra, y diga con voz h u m ilde y ser el suyo recayó en Sancho Pan za , ho mbre rú stico y de bu en
rendi da : 'Yo señora, soy el gigante C aracu liam bro, señor de la juicio, a quien la promesa de gobernar una de las tantas ínsulas

r 82 J Do' QI ,lJOTl r8 3 J
qu e ga naría Don Quijote, le indujo a seguir sus peregrinacio-
nes. Prevenid o , pues, cuando fue necesario , salió nu evament e
de su aldea, caba llero en Rocin ante y seg uido, al pa so d e un
bo rrico ru cio, por Sanc ho Panza. D e ahí en adel an te empe-
za ron a menudear sob re ellos tantas y tan regocijad as aventu-
==c--=- _
ras, q ue sólo reproducimos algunas de las muy principales, tal
como las escribió el au tor de esta ingeni osa histori a}.
DE LA JAMÁ.S IMAGINADA
AVENTURA DE LOS MOLINOS DE VIENTO

E n esto, descubrieron 30 o 40 mo lino s de viento que hay


en aquel cam po, y así como Don Qu ijote los vio, dijo a su
esc ude ro :
- La ventura va gu iando nu estras cosas mejor de lo que acer-
táramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Pan za, dó nde
se descubren 30, o pocos má s desaforados gigantes, con quien
pienso h acer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos des-
pojos co menza remos a enriquecer; qu e ésta es bue na g ue rra, y
es gra n servicio de Dio s quitar tan mala simiente de sobre la faz
de la tierra.
- ¿Q ué giga ntes ? - dijo Sanc ho Pan za.
- Aq uellos que allí ves -respond ió su amo- de los bra -
zo s larg o s, qu e los suelen tener algu no s de casi dos legu as.
- M ire vuestra merced - respondió Sancho- q ue aq uellos
'1 uc allí se pa recen no son gigantes, sino molin os de viento, y
\.. que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del
viento, hacen andar la piedra del molin o.

DUS cunen
1., I
- Bien parece - respon dió Don Q u ijotc- q ue no estás - iVálame D ios!- dijo ~ a nc ho .- ¿N o le d ije yo a vuestra
cursado en esto de las aventuras: ellos son giga ntes; y si tiene s merced que m irase bien lo que hacía, que no era n sino mo lino s
miedo, q u ítate de ah í, y ponte en oración en el espac io q ue yo de vient o, y no lo pod ía ign orar sino q uien llevase otros tales
voy a ent rar con ellos en fiera y desigu al batalla, en la cabeza?
y diciendo esto, dio de espuelas a su caba llo Rocin ante, sin -Calle, a migo Sancho - respondió Don Quijote- ; q ue
aten der a las voces q ue su escude ro Sancho le da ba, advirt ién- las cosas de la g ue rra, má s qu e otras, están sujetas a co ntinua
dole que, sin duda alguna, era n mo linos de viento, y no gigantes, muda nza; cua nto m ás que yo pienso, y es así verdad, que aq uel
aquellos que iba a acometer. Pero él iba tan puesto en que eran sabio Frestón q ue me robó el aposento y los libros" ha vuelto
gigantcs, que n i oía las voces de su escudero San cho, ni echaba estos gigantes en molinos para quitarm e la glor ia de su venci-
de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran; ante s iba di- miento : tal es la enemistad que me tiene; mas al cabo, han de
ciendo en voces altas: poder poco sus ma las artes con tra la bondad de m i espada .
- N o n fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo - D ios lo haga como puede - rcspondió Sa ncho Pa nza.
caba llero cs el que os acomete. y, ayudá ndo le a levantar, tornó a subir sobre Rocinante,
Lev antóse en esto un poco de viento, y las g randes aspa s qu e medio de spa ldado esta ba. y, hablando en la pasada aven-
..., com en zaron a mover se , lo c ual. visto por Don Q ui jot e , dijo: tura, sigu ieron el cam ino del Puerto Lápi ce, po rque allí decía
.'...
..1 - Pu es a unque m ováis más brazos que los del gigan te Don Quijote que no era posible deja r de hallarse much as y
~ Briarco, me lo h ab éis de pagar. diversas avent uras, por ser lugar m uy pasajero, sino que iba
Yen diciend o esto, y enc ome ndándose de todo corazón m uy pesaroso, por haberle faltad o la lan za; y d icién dos elo a su
a su señora D u lcinea, pid ién dol e qu e en tal trance le socorri- escudero , le dijo:
ese, bien cu bie rto de su ro del a, co n la lan z a e n el ristre, - Y" me acu erdo haber leíd o q ue un caballero espa ñol lla-
arre metió a to do galop c a Rocin ante y e m bistió co n el pri- mado D iego P érez de Vargas, habi éndosele en una batalla roto
mer molino q ue esta ba del ante; y dá ndo le una la n zad a en la espada, desga jó de un a encina u n pesado ramo o tronco, y
el aspa , la vol vió el viento co n ta nt a furia, que h izo la la n - con él hizo tale s cosas aq uel d ía y mac hacó tantos moros, que
za ped azos, llevá ndose tras sí a l caba llo y a l ca ba llero, que le q uedó por sobreno mbre Ma chuca, y así él como sus descen -
fue rodan do muy ma ltrecho por el campo. Acud ió Sa nc ho di en tes se lla maro n desde aq u el día en ad ela nte Vargas y
Pan za a soc o rrerle, a tod o co rrer de su asno, y cuan do lleg ó
ha lló que no se po d ía m en ear: ta l fue el go lpe qu e di o con WEl cura)' el barbero de la aldea aprovec haron la primera salida de Don Qu ijote
para cegar 1;15 puertas del apose nto en q ue ten ía sus libros. lo cual fue atribuido a enc an-
él Rocinante.
ta m ien to del sabio Fr est ón.

r86 J DO ~ QW OIl r 87 J
M achuca. H cte dicho esto, porq ue de la primera encina o rob le lo qu e en ellas ha bía puesto , iba cam in ando y com iendo detrás
que se me depare, pienso desgajar otro tronco tal y tan bue no de su amo muy de su espacio, y de cua ndo en cua ndo empi-
co mo aquel que me imagino, y p ienso hacer con él ta les ha za- na ba la bot a, co n ta nto g us to, que le pu diera envidia r el m ás
ñas, que tú te ten ga s po r bien afortunado de haber merecido regalado bodegone ro de Má laga. Y en ta nto q ue él iba de aq ue lla
venir a vel las y a ser testigo de cosas que ape nas podrán ser ma ne ra m enudeando trago s, no se le aco rdaba de n inguna pro-
creídas. mesa q ue su amo le hubiese hecho, ni tenía por ningú n trabajo ,
-A la m an o de D ios -dijo Sa nc ho--; yo lo creo todo así sino po r m uc ho descanso , an dar bu sca ndo las aventuras, por
co mo vuest ra m erced lo dice; pero en derécese un poco, que pelig rosas q ue fue sen.
parece que va de medio lado, y debe de ser del molim iento de En resolución , aq ue lla noc he la pasaron en tre unos ár-
la caída. bo les, y del uno de llos desgajó D on Q uijote u n ra mo seco q uc
-Así es la verd ad - respo n dió Don Qu ijote-; y si no casi le pod ía serv ir de lanza, y pus o en él el hi erro q ue q u itó de
m e quejo del dolo r es porq ue no es dado a los ca ba lleros an- la que se le h abía q ue brad o. Toda aq uel la noche n o d urm ió
dantes quejarse de her ida algu na, aunque se les salgan las tripas Don Q u ijote, pensando en su señora Dulcinea, po r acom o-
,,
,,
por ella. da rse a lo qu e h abía leído en sus libros, cua ndo los caba lle ros
..., - Si eso es así, no tengo yo q u é replicar --respo ndió San- pasaba n sin do rm ir muc has noches en las florestas y despo-
...
-,
~f cho-; pero sabe D ios si yo me holgara q ue vuestra merced blados, e nt rete nidos con las m em o rias de sus se ño ras. No la
¡: se q uejara cu an do alguna cosa le doliera. De mí sé de cir qu e pasó ansí Sa nc ho Panza, que, como ten ía el estómago lleno, y
me he de quejar del má s peq ue ño do lo r q ue tenga, si ya no se no de ag ua de ch icoria, de un sue ñ o se la llevó toda , y no
enti end e ta mbién con los esc ude ros de los cab alleros and antes fue ra n parte para despertarle, si su amo no lo llam ara, los
eso del no quejars e. rayos del sol que le daban en el rostro, ni el ca nto de las aves,
N o se dejó de reír Don Quijote de la sim plicida d de su q ue, m uc ha s y m uy regocijadamente, la ven ida del nuevo
escudero; y así, le declaró que podía mu y bien quejarse cómo día sa lu da ban. Al levantarse di o un ti ento a la bota , y hall ól a
y cuá ndo qui siese, sin ga na o co n ella; que basta entonces no ,dgo m á s flaca q ue la noche antes, y afligiósele el co razó n, por
había leído cosa en co ntra rio en la o rden de caballería. Díjole parece rle que no llevab an ca m ino de rem edi ar tan presto su
Sa ncho que mirase que era hora de co m er. Respond ióle su ¡' d ta .,N o qui so desayu narse D o n Q u ijote, porq u e, co mo es tá
amo qu e por entonce s no le hacía men ester; que comiese él dicho , dio en sustentarse de sabrosas memorias. To rna ron a
cuan do se le a ntojase. C o n esta licencia se acomodó Sancho su co menzado cam ino del Puerto Lá pice, y a o bra de las tres
lo m ejor que pudo sobre su jumento, y saca ndo de las alforjas del día le de scubrieron.

r8 8 J DO S Ql:IJOfl r 89 J
- Aqu í --dijo en vién dole Don Quijote- podemos, her-
mano Sancho Panza, m eter las manos ha sta los cod
os en es to
que llaman aventuras . Mas adv ierte qu e , aunqu e me veas en
los mayores peligros del mundo no ha s de pone
, r m ano a tu es -
pad a pa ra defenderme, si ya no vie res qu e los que m e ofenden
son cana llas y gente baja , que en tal caso bien pue de s ayuda rme;
pero. SI fuercn caballeros, en n ingu na m anera te e S iícit .
1( 1 o ni co n-
cedi do por las leyes de caba llería ,¡ue m e ~ayudes ,~a
h ast qu e seas
armado ca ba llero. DE LO QUE SUCEDIÓ A
- Por cierto, señor - res!)()ndió Sancho
.. - , qu e vue stra DON QUIJOTE CON UNOS CABREROS'IO
m ~rced sea mu y bien o bedecido en esto ; y m ás, q ue yo d e
mIO me soy pacífico y enem igo de meterme en ruidos ni pen -
dcn cias; bien es verdad 'lue en lo que tocare a d fc 1 .
e ene e r rru per-
F ue recogido de los cabreros con bu en ánimo, y habiendo

,-
1

...,,
1 so na no tendré .m ucha cue n ta COn esas
<-
leyes , pues 1aS. l Iilvmasy
. Sancho, lo mejor quc pudo , acomodado a Rocina nte y a su
humanas pcrrrutr-n q ue cada lin o se defienda de ' . . jumento, se fue tras el olor qu e despedían de sí ciertos tasajos de
. ' q UIen qUI sIere
agravia rlc. cabra q ue hir viendo al fuego cn un caldero estaban ; y aunq ue él
-No digo yo m enos - res po nd ió D o n Q uijot e- ; pero en qu isiera en aq uel rnesm o punto ver si estaban en sazó n de tras-
esto de ayu darme Cont ra ca ba lleros has de tener a ray t .. ladarlos del calde ro al estó mago, lo dejó de hacer, porquc los ca-
<- a us na-
tu rales ímpetus. breros los quitaron del fuego , y, tendiendo por el suel o unas pieles
- D igo que así 10 haré - res po nd¡'o' Sanc h . de ovejas, aderezaron co n mu cha priesa su rústica mesa y convi-
, . '" 0 -, y que g uar-
dar e ese prcccto tan bien como cl d ía del domingo. daron a los dos, con muestras de muy buen a voluntad, con lo qu e
tenía n, Sentáronse a la redonda de las pieles seis dcllos, que eran
los que en la ma jad a hab ía, hahiendo prim ero con gros eras cere-
mo nias rogado a D on Quijote que se sentase sobre un dornajo
que vuelto del revés le pusieron, Sentóse Don Q uijote, y q uedá-
base S;ncho en pie para servirle la copa, que era hecha de cue rno.

"Esta aventura suced e a una batalla que libró Don Quijote cont ra u n gallardo viz-
caíno. de la cual salió el primero con una oreja mal herida.

DO S ccuen
Viéndole en pie su amo, le d ijo: y de caba lleros andantes, y no ha cían otra cosa que comer y
- Por que veas, Sanch o, el bien que en sí enc ierra la an- ca llar, y mirar a su s hu éspedes, que, con mucho do naire y ga na,
da nte ca ba llería, y cuá n a pi q ue están los que en cualquiera embaulaban tasajo com o el puño. Acabado e! servic io de ca rne,
ministerio d ella se eje rcitan de ve n ir breve mente a ser honra- ten diero n sobre las zaleas gran cantidad de bello tas avella na-
do s y estimados del mundo, quiero que aq u í a m i lad o y en das, y juntamente pu sieron un medio queso, má s duro que si
compañía dcsra buen gente te sientes , y q ue seas una m csrna cos a fuera hecho de arganlas a. N o estaba, en esto, ocioso el cue rno ,
co nmigo, que soy tu amo y natural seño r; q ue comas en mi po rq ue and aba a la redonda tan a menudo - ya lleno, ya
plato y. bebas po r dond e yo bebiere: porque de la caballería an- vacío , como arcaduz de noria- , qu e co n facilidad vació un
dante se pue de decir lo m esrno que del amor se dice: q ue rodas zaq ue de do s que estaba n de manifiesto. D espués que D on
las cosas igua la.
Q u ijote hubo bien satisfecho su estó m ago, tomó un puño de
- iG ra n merced ! -d ijo Sa nc ho- ; pero sé dec ir a vues tra bellotas en la mano, y, m irándolas at entamente, soltó la voz a
merced q ue como yo tu viese bien de comer, tan bien y me jor m e se m ejantes razones:
lo co me ría en pie y a mi s solas como sentado a pa r de u n em - - D ichosa edad y siglos dic ho sos aq uellos a q uie n los anti-
perad or. Y au n, si va a decir verda d, much o mejor me sabe lo guos pusiero n nombre de dorad os, y no porque en ellos el oro,
qu e corno en mi rinc ón sin melindres ni respetos, aunque sea pan qu c e n esta n uestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase
y cebolla, que los gallipavos de otras m esas donde m e sea for- en aq uella venturosa sin fatiga alguna, sino po rq ue en tonces
zoso ma scar despacio , be be r po co, limpi arm e a m enudo, no los q ue en ella vivían ign orab an estas do s pa labras de tuyo y
esto rnuda r ni toser si me viene gana, ni hacer otras cosas que la mío. Era n en aquella santa eda d toda s las cosas comunes; a
soledad y la libertad traen consigo . An sí q ue , señor mío, estas nad ie le era necesario para alca nzar su ordinario su stento , to-
ho n ras q ue vuestra me rced q ui ere darme por ser mini stro y ma r otro trabaj o que alzar la mano y alcanza rle de las robustas
ad herente de la caba llería andante, com o lo soy siendo escu de- enc inas, que liberalmente les estaban convida ndo con su dulce
ro de vuestra merced , convi érta las en otras cosas qu e me sean saz o nado frut o . Las claras fuentes y co rrie n tes ríos, en magníti-
de más cómodo y provecho; que ésta s, au nq ue las doy por bien ca abu ndancia, sabrosas y tran sparentes ag uas le s ofrecían. E n
reccbidas, las ren uncio para des de aq u í al/in del mundo. las qui ebra s de las peñas y en lo hueco de los árbo les formaban
-Con todo eso, te has de sentar; porque a qui en se hu - su, república las solícitas y discretas abejas, ofreciendo a cual-
milla, D ios le ensa lza. q u iera mano, sin inte rés alguno, la fértil cosecha de su dulcísi-
y as iéndole por el brazo, le forzó a que junto de! se sentase. mo traba jo. Los valientes alcornoques despedían de sí, sin otro
No entend ían los cabreros aquella jer igon za de escude ros artificio qu e el de su cortesía, sus anc has y livian as cortezas,

r 92 J nm cunen r "3 J
con qu e se com enzaron a cubrir las casas, so bre rústicas estacas que la ajena desenvoltura y lascivo intento las menoscabasen ,
su stentadas , no m ás que para la defen sa de las inclemen cias de l y su perdición nacía de su gusto y propia volu nta d. Y ag ora, en
ciclo. ' lodo era pa z enton ces, todo amistad, tod o conco rdia: aún estos nu estros detestables sig los, no está segura ninguna, aun-
no se hab ía atrevido la pesad a reja de! corvo arado a abrir ni q ue la ocu lte y cierre otro nuevo laberinto, como el de C reta ;
visita r las ent ra ñas piad osas de nuestr a p rimera m adre; que po rq ue a llí, po r los resquicios o por el aire, co n el celo de la
ella, sin ser forza da, ofrecía por tod as las partes de su fért il y ma ld ita solicitud se les en tra la amorosa pestilencia y les hace
espacioso se no, lo q ue pud iese harta r, sus te nta r y del eitar a dar co n tod o su recogi m iento al traste. Pa ra cuya seguridad,
los h ijos que ento nces la poseían. Enton ces sí qu e andaban las anda ndo m ás los tiempos y creciendo m ás la mali cia, se insti tuyó
simples y hermosas zaga lejas de valle en valle y de otero en otero , la o rde n de los caba lleros a nda ntes, pa ra defender las do nce llas,
en trenza yen cabello, sin más vestidos de aq ue llos que eran ampa ra r las viu das y soco rre r a los huér fan os y a los m enest e-
men ester pa ra cubrir hon estamente lo que la hon estid ad q uiere rosos. D csta orde n soy yo, hermanos cabreros, a quien ag radezco
y ha querido siempre que se cubra, y no era n sus ado rnos de los el agasajo y bu en acogim iento que ha céis a m í y a m i escu de ro .
que ahora se usan , a quien la pú rpura de Ti ro y la po r tantos mo- Q ue , a u nq ue por ley natural están tod os los qu e viven obl igados
dos martirizada seda enca recen, sino de algunas hojas verdes a favo rece r a los caba lleros andantes, tod avía, por saber que sin
de la mpazos y h iedra, entretejidas, con lo que quizá iban ta n saber voso tros esta obligación me acogi stes y rega lastcs, es ra-
pomposas y co mpues tas como van ago ra nu estras cortesanas zó n q u e, co n la volu nt ad a m í posible, os ag radezca la vues tra.
co n las ra ras y peregrinas invenciones qu e la curiosidad ociosa Toda esta larga arenga - q ue se pudiera muy bien excu-
les ha mo strado. E ntonces se dec oraban los conce ptos amo ro- sa r - d ijo nuestr o caballero, porque las bellotas q ue le d ieron
sos del alma sim ple y sencillamente, del m esm o modo y man era le tru jeron a la m emo ria la edad dorada, y a n to j óselc hacer
q ue el la los conce bía, sin buscar a rtificioso ro deo de pa labras aquel inúti l razon amiento a los cabreros, qu e, sin rcspon dellc
pa ra cnca rccc rlos, No ha bía la fra ude, e! enga ño ni la malicia pa labra , embobados y sus pe ns os, le estuv iero n escuc hando.
m ezcládose con la verda d y llan eza. La justicia se esta ba en sus Sanc ho as imes mo callaba y com ía bellotas, y visita ba m uy a
propios términos, sin que la osasen turbar ni ofen der los del
me n udo el seg undo za q ue, que, porq ue se enfriase el vino, le
favor y los del interés, q ue tanto ahora la m en oscaban , turban tenían colgado de un alcornoque.
y persiguen. La ley del encaje aún no se había ase ntado en el M ás tardó en hablar Don Q u ijote que en aca barse la cena;
e ntend im iento del juez , po rque ento nces no hab ía q ué juzga r, al fin de la cua l u no de los cab reros dij o: .
ni q u ien fuese ju zgad o. Las do ncellas y la honestidad anda ba n, - Para que con más veras pueda vues tra merced decir, se-
co mo tengo dicho, po r do ndequ iera, so las y señeras, sin tem or ñor caba llero anda nte, que le agasa jarnos co n pronta), buena
voluntad, q ue rernos darle solaz y conte nto con hacer que ca nte -Ya te entiendo, Sancho - le respondió Don Quij ote- ;
un co mpañero nuestro q ue no tardará mucho en estar aq uí; q ue bi en se me trasluc e que las visitas del za q ue piden m ás
el cual es u n zagal muy entend ido y muy enamorado, y q ue, reco m pe nsa de sueño que de música.
sob re todo, sabe Iccr y escrebir y es músico de un rabel, que no - A todo nos sabe bien, bendito sea Dios - respondió
hay más quc de scaro Sa n cho.
Ape nas había el ca brero acabado de decir esto, cua ndo lle- -No lo niego - replicó D on Q uijote-; pero aco móda te
gó a sus oídos el so n del rab el, y de allí a poco llegó el q ue lc tú donde q u isieres; que los de mi profesión m ejor par ecen ve-
ta ñía, q ue era un mozo de h asta 22 años, de muy buen a grac ia. lando quc du rmi endo , Pero, co n todo esto, sería bien, Sa nc ho,
Pregun táron lc sus cOln pañeros si había ce nado, y respondien - qu e me vuelvas a curar esta oreja, qu e me va do liendo más de
do que sí, el qu e había hecho los ofrecim ientos lc dijo : lo que es menester.
- De esta manera, Antonio, bien podrás hacernos placer de H izo Sa nc ho lo que se le m andaba, y, vien do uno de los ca-
cantar un poco, porque vea este seño r hu ésped que ten ernos que breros la herida, le di jo que no tu viese pe na; que él pondría re-
también por los montes y selvas hay quien sepa de m úsica. H é- medio con quc fácilmente se san ase . Y tomando algunas ho jas
mosle dich o tus buenas ha bilidades y deseamos q uc las muestres de romero, de mucho que por allí había, las mascó y las mezcló
y nos saq ues verdaderos; y así, te ruego por tu vida, que te sientes y co n un poco de sal, y, aplicándoselas a la o reja, se la vendó muy
cantes el romance de tu s amores, q uc te compuso el bencficiado bien, asegurándole que no había menester otra med icina, yasí
tu tío, que cn el pueblo ha parecido muy bien. fuc la verdad .
- Q ue me place -e-respondió el m ozo. (El cura yel barbero de la aldca, deseosos de aparrar a Don
y sin hacerse más de rogar, se sentó en el tronco de una Qu ijote de SllS anda nzas, acordaron que un bachiller, de no m-
de sm och ad a cnc ina, y, tcm pla n do su ra bel, de allí a poco, con brc Sansón Ca rrasco , sc disfrazase de caballero y le presentase
IHU Y buena gra cia, comen zó a cantar.
batalla bajo com pro m iso de obedece r e! vencido las órde nes de!
C ua nd o dio el ca brero fin a su ca nto, au nq ue D on Q uijo te vencedor, que si lo fuera e! bachill er ordena ría a Don Q uijote
le rogó q uc algo más ca ntase, no lo consi n tió Sa nc ho Pan za, que se retirase de la anda nte caba llería por no m enos de los dos
po rq ue estaba má s pa ra dorm ir q ue para oír canciones. Ya nsí, años. Así convenido, sucedieron las cosas como se verá adelante).
dijo a su amo:
- Bien pu cd c vuestra merced acomodarse desd e lucgo adon-
de ha dc posar esta noche; quc el trabaj o que estos buenos hom-
bres tienen tod o el día no permite que pasen las noches cantando.

DO ~ QUIJU Il r9 7 J

- ¿Adón de, San cho ? -replicó Don Q u ijote-. Vuelve los
ojos y mira, y verás allí tendido un anda nte caballero, que, a lo
que a mí se me traslu ce, no debe de estar dem asiada mente ale-
gre, porque le vi arro jar del caballo y tenderse en el suelo con
algu nas mu estra s de despecho, y al cae r le cru jieron las armas.
- Pues ¿en q ué halla vue stra merced -dijo San cho-
que ésta sea aventurar
LA EXTRAÑA AVENTURA DEL - N o quiero yo decir - respon dió Do n Q uij ote- , q ue

CABALLERO DE LOS ESPEJOS ésta sea aventura de! todo, sin o principi o dell a; qu e por aqu í
se comienz an las aventuras. Pero escucha; qu e, a lo que parece,

D ormitaba ~onQui!ote al pie de un a robusta enc ina, cua ndo


, le despert ó un ru ido que sint ió a sus espaldas, y levan -
tem plando está u na laúd o vigüela, y, segú n escu pe y se descrn-
haraza el pecho , debe de prep ararse para cantar algo.
- A buen a fe q ue es así - respo nd ió Sa ncho- , y q ue debe
tan dose con sobresalto, se puso a mira r y a escucha r de dónde de ser caballero enamorado.
pro~edía y vio que era n dos h om bres a caballo, y que el uno, - N o hay ninguno de los anda ntes que no lo sea - d ijo
dej ánd ose derriba r de la silla, dijo al otro: Don Quijote- . Y escuché m osle, que por e! hilo secaremos el
. - Apéate, amigo, y quita los frenos a los caballos, q ue, a ovillo de sus pe nsam ient os, si es q ue canta ; q ue de la ab u nda n-
rm parecer, este sitio abu nda de yerba pa ra ello s, y del silencio y cia del corazón habla la lengu a.
so ledad qu e han men ester mi s amo rosos pen sami entos. , Repl icar quería Sa nc ho a su amo ; pero la voz del Ca ballero
. El decir esto y el tenderse en el suelo todo fue a un mesm o del Bosque, que no era mu y mala ni muy bu ena, lo esto rbó, y
uempn; y a l arro jarse hi cieron ruido las arm as de q ue venía estando los dos atentos, oyeron q ue lo que cantó fue este
armado, mani fiesta seña l por donde conoció D on Quijote q ue
debía de ser caballero an da nte; y llegán dose a Sancho, q ue dor- Son eto
mía, le trabó del bra zo, y con n o peq ueño traba jo le volvió en - D adme, señora, un térm ino qu e siga,
su acuerdo, y con voz baja le dijo: conforme a vuestra volu ntad cortado;
- H ermano Sanch o, aventura tenemos. q ue será de la mía así estimado,
- D ios n os la dé bu en a - respo n dió Sancho-. y ca d ón de qu e por jamá s un pu nt o del desdiga.
está, señor mío, su merced de esa señora aventura? Si gustáis q ue callando mi fatiga

r98 J
DO ~ QUIJOTl
m ue ra, contadme ya por acabado: Pero no fue así, porque habiendo ent reoído e! Ca ba llero
si queréis q ue os la cuente en de susado de! Bosq ue q ue hablaban cerca de él, sin pasar dela nte en su
modo, haré que e! mes mo amor la diga. lam entación, se puso en pie y dijo co.: ; P ', sonora y comedida:
A prueba de contrarios estoy hecho, - ¿Q u ién va allá ? ¿Q ué gen te ? ¿Es por ventura de la de l
de blanda cera y de diamante duro, número de los contentos, o de la de! de los afligido s?
ya las leyes de amor e! alma aju sto. - De los afligidos - respondi ó Don Quijote.
Blando cua l es, o fuerte, ofrezco el pech o; - Pues lIégu ese a mí - respondió e! de! Bosque- , y hará
entallad o imprimid lo q ue os dé gu sto; cuenta qu e se llega a la mesma tristeza y a la aflicción misma.
que de gua rda rlo etername nte juro. D on Quijote, que se vio responder tan tierna y comed ida-
me nte, se llegó a él, y San cho ni más ni men os.
Co n u n íay! a rranca d o, al pa recer, de lo ínti mo de su cora- E l caba llero lam entador asió a D on Qu ijote del b razo,
zón , dio fin a su ca nto el Caba llero del Bosque, y de allí a un d iciendo:
poco, con voz doliente y last ima da, dijo: -Scn taos aq u í, señor cab allero ; que para entender q ue
- jO h la más h erm osa y la más ing rata mujer del orbe! los sois, y de los que profesan la anda nte caballería, básta me
eC ómo que será po sible, seren ísima Casildca de Vanda lia, que e! habero s hallado en este lugar, donde la soleda d y el sereno
has de co nse ntir qu e se consuma y acabe en co ntinuas pere- os h acen com pañ ía, naturales lechos y propias esta ncias de los
g rinaciones y en ásperos y duro s trabajos éste tu cautivo ca- caballeros andantes.
ball ero ? eN o basta ya que he hecho que te confi esen por la más A lo que respondió Don Quijote :
hermosa del mundo todos los caba lleros de N avarra, todo s los -Caballero soy, y de la profesión q ue decís; y aunq ue en
leo neses, todos los tartesio s, todos los castellan os, y, finalmente, mi alma tienen su propio asiento las tristezas, las desg racias y
todos los caballeros de la Ma nc ha I las desventuras, no por eso se ha ahuyentado della compasión
-Eso no - dijo a esta sazón Don Quijote- , que yo soy q ue ten go de las ajenas desdich as. D e lo qu e cantaste s poco ha
de la Manch a, y nu nca tal he confesado, no podía ni debía con- co legí qu e las vuestras son enamoradas, qu iero decir, del amo r
fesar un a Cosa tan perjudici al a la belleza de mi señora; y este que ten éis a aq ue lla hermosa ingrata qu e en vuestras lam ent a-
tal caballero ya ves tú , Sancho, q ue des varía . Pero escuc hemos: cio nes nombraste.
quizá se declarará má s. Ya cua ndo esto pasaba, estab an senta dos juntos sobre la
- Si hará - replicó Sancho- ; que térm ino lleva de que- dura tierra, en buena paz y compañía, como si al romper del
jarse un m es arreo. día no se hubieran de rompe r las cabezas.

f i oo J lmh DO euuon f I () 1 J
- Por ventu ra se - b 11
.. . ' no r ca a ero - pregu ntó el de! Bos uc a - Sea en buen ho ra - d ijo Sa nc ho-; y yo le diré a vues a
D on Q UIJote-, cso is enamorado? '1 .
m erced q uié n soy, para q ue vea si puedo entra r en docena con
- Po r desventura 10 soy - respondió D o Q ..
- n UIJo te- ' aun los m ás hab lantes escu de ros.
q ue 1os d anos que na cen de los bien co l : -
antes se deb en tener . oca dos pe nsa m Ientos Con esto se apa rta ro n los do s escude ros, entre los cuales
, por g rac ias qu e po r de sdichas. pa só un tan g racioso coloq uio como fue grave e! que pasó entre
- As I es la verda d - rep licó e! de! Bos ue- .
sus seño res.
turbasen la razón y el entendim iento los desd: ne s ' SI no n; s
E ntre m uch as razones que pa saron Don Qu ijote y e! Ca-
mucho s, parecen venga nzas. ' que sien o
ball ero de la Sel va, dice la historia q ue el de! Bosq ue di jo a Don
..- N u nca fui des de ña do de rru. sena
- ra - respondio' D
Q uijote:
Q u uote, on
- Finalm ente, señor caballero, q ui ero q ue sepáis que mi
- N o, por cierto --dijo Sa nc ho q ue allí .
po rq u . _ ' I JUnto esta ba-o desti no , o por mejor decir, mi elección, me trujo a enamorar de la
e es mi senara co rn
o un a orrega m an sa ' es m ás bl d '
b
sin pa r CasiIdea de Van da lia. Llámola sin pa r po rque no le
qu e una manteca. , an a
tiene, as í en la g rande za del cue rpo co mo en el extremo del
- ¿E
, s vues tro escud ero este
' .I - p regu ntó el de! Bos ue
~
estado y de la hermosura . E sta tal C asildea, pues, que voy co n-
- SI es - respon d,' o' D on Q uu" ote. '1 .
tand o, pagó m is buenos p ensami entos y co med idos d eseos
- N un ca h e visto yo escude ro - rep licó el d 1 B
q ue se atreva a hablar donde h abla _ e osq ue-
co n hacerme ocupar, como su madrina a H ércu les, en muchos y *I
JI
~

es tá ése m ío su seno r; a lo m enos, ahí di ver sos peligros, pro metiéndome al fin de cada uno que en el ,
, '1 ue es tan g ra nde com o su ad fin del otro llegar ía el de m i esperan za ; pero así se h an ido es-
q ue haya despl egad o el labio donde yo hPbl re, y no se proba rá
l' a O. labo na ndo m is trabajos, que no t ienen cuen to , n i yo sé cuál ha
- ucs a fe - dijo Sa nc ho- que h e hablad de ser el últ imo que dé principio al cu m plimiento de m is bue-
habl ar delante de otro t y , o yo, y pu edo
an .. . aun q ued es > ' no s deseos. U na vez m e ma ndó q ue fuese a desafiar a aquella
m en eall o. . e aq ui , q ue es peor
famosa gigant a de Sevilla llam ad a la G iralda, que es tan valient e
El escudero del Bos .,
, que as io por e! brazo a Sa ncho dicién dole' y fu er te co mo hech a de bronce, y sin muda rse de u n lugar, es
- v arn o no j d d , .
te t d s os . ~s a n de poda mos hablar escude rilm en - la má s movible y volta ria m uj er del mundo . Ll egué, vila y ven-
o o cuanto qUlslerem os, y deJ"em os _
n uc a estos sena res am os cíla, y h ícela estar q ueda y a raya, po rque en m ás de una se-
stros q ue se den de las astas, co ntá ndose las hi storias de su mana no soplaro n sino vie ntos nortes. Vez también hub o que
~~~:se~a~u;eahbuben segburdo que le ha de coger e! día en ellas; me mandó fuese a toma r en peso las a ntiguas pied ras de los
a er aca a o.
valient es Toros de G u isando, em pr esa m ás para enco men darse

f l0 2 J HU5A
DO~ QUl JOTL r 10 3 J
a ganapanes que a caballeros. Otra vez m e m andó que me preci-
Adm irado quedó Don Quijote de oír al Caballero de! Bos-
pitase y sum iese en la sim a de Cabra, peli gro inaudito y teme-
que, y estuvo mil veces por decirle que mentía, y ya tu vo e!
roso, y que le tru jese particul ar relación de lo que en aq ue lla
mentís en e! pico de la lengu a; pero reportóse lo mejor que
OScu ra p rofund idad se enc ierra. Detuve el movim iento a la G i-
pudo, po r hacerl e co nfesa r por su pro pia boca su mentira, y así,
ralda, pesé los Toros de G uisando, despeñeme en la sima y saqué
sosegada ment e, le dijo:
a luz lo escond ido de su abismo, y mis espera nzas, m uertas
- D e q ue vuesa merced, señor caba llero, haya vencido a
qu e muertas, y sus mandamien tos y desdenes, vivos que vivos .
los má s caballeros andantes de E spaña, y aun de todo e! mundo,
En resolución, ú ltimamente me ha m andado que di scurra por
no d igo nada; pero de que h aya vencido a Don Quijote de
tod as las provincias de E spaña y haga con fesar a todos los an-
la Manch a, póngolo en duda. Podría ser que fue se otro que le
dantes caballeros que por ella s vaga ren, qu e ella sola es la m ás
pa reciese , au nq ue hay pocos que le parezcan .
ave ntajada en hermosu ra de cua ntas ho y viven , y que yo soy el
- ¿Cómo no ? -repl icó e! del Bosqu e- . Por el cielo que
más valiente y el más bien enamorado caballero del orbe; en cuya
nos cubre que pele é con Don Quijote, y le vencí y rendí; y es
dem anda he anda do ya la ma yor parte de Españ a, y en ella he
un hombre a lto de cuerpo, seco de rostro, estirado y ave llana do
vencido mucho s caballeros que se han atrevido a cont radecirme.
de miembros, entrecano, la na riz ag u ileña y algo co rva , de bi-
Pero de lo que yo má s me precio y ufano es de haber vencido en
gotes grandes, negros y caídos. Campea debajo del nombre del
sing ula r bata lla a aquel ta n famoso caballc ro Don Quijote de la
C aba llero de la Triste Figura, y trae por escudero a un lab rado r
M an cha , y héchole confesar que cs más hermosa mi Casildea
llamado Sancho Panza; op rime el lomo y rige el freno de un
qu e su Dulcin ea; yen sólo es te vencimien-¿ hag o cue nta q ue
fam oso caballo llam ado Roc inante , y, fina lmente, tiene por se-
he vencido todos los caba lleros del mu ndo, porque cl tal Don
ñora de su voluntad a una ta l Dulcinea de l Toboso, llamada un
Quijote qu e digo los ha vencido a todos; y habiénd ole yo ven -
tiempo Aldo nza Lo renzo; como la m ía, qu e, por llama rse Ca-
cido a él, su gloria, su fama , y su hon ra se ha tran sferido y pa -
sado a mi persona . silda y ser de la Andalucía, yo la llam o C asildca de Vandalia. Si
todas estas señas no bastan para acreditar mi verdad , aquí está
y tanto el venc edor es m ás honrad o , mi espa da, que la hará dar crédito a la mesrn a incred ul idad .
C uanto más el venci do es rep utado; - Sosegaos, señor caballero - u ijo Don Q uijote- , y escu-
chad lo qu e decir os quiero. H abéis de sabe r que ese Don
aSÍ, qu e ya corren por mi cuenta y son más las innumerables Q u ijote que decís es el mayor amigo que en este mundo tengo;
hazañ as del ya referido Don Quijote. y tanto, qu c podré decir que le tengo en lugar de mi mism a
pe rso na, y que por 'Ias señ as que de él m e hab éi s dado, tan

DO~ cunen r 10 5 J
aq

puntuales y ciertas, no pu edo pensar sino que sea el mi smo -Soy más q ue conte nto de esa cond ición y conven ienc ia
q ue h abéis ven cido. Por otra pa rte, veo con los ojos y toco con - respondió Don Q uijote.
las manos no ser posible ser el rnesmo, si ya no fuese qu e com o y en diciendo esto, se fueron don de estaban sus escude-
él tien e much os ene m igos y enc anta dores -especialme nte ros, y los hallaron roncando y en la m ism a form a que estaban
un o q u e de ord ina rio le persigue- ; no haya algu no de e110s cu ando les salteó el sue ño. D espertáron los y m and áronles que
to ma do su figu ra para dejarse vencer, por de fra uda rle de la tu viesen a pu nto los caballos, porque en saliendo el sol habían
fama q ue sus altas caba llerías le tienen gra njeada y ad q ui rida de hacer los dos un a sangrienta , singu lar y de sigua l batalla; a
por todo Jo descub ierto de la tierra. Y par a confi rma ción desto , cuyas nuevas quedó Sa ncho atón ito y pasm ado, tem ero so de la
quiero tambi én que sepá is q u e Jos ta les enca nt ado res sus salud de su am o, po r las valentías que había oíd o decir del suyo
co nt ra rios no h a más de dos días que tran sform aron la figura al escu de ro del Bosque; pero, sin hablar pa labra, se fueron los
y persona de la herm osa D ulcinea del Toboso en un a aldea na dos escu de ros a buscar su ga na do ; q u e ya todos tres caba llos y
soez y baja, y desta man era habrán transform ado a D on Q uijote; el rucio se habían olido y estaba n tod os ju ntos.
y si todo esto no basta pa ra entera ros en esta verd ad que digo, E n el cam ino di jo el del Bosq ue a Sa nch o:
aq uí está el mismo Don Q uijote, que la sustentará con sus arm as -Ha de sabe r, herman o, q ue tien en por costu m bre los pe-
a pie o a caballo, o de cu alq u iera suerte q ue os ag rad are. lean tes de la Andalucía, cuando son padrino s de algu na pen -
y diciendo esto, se levantó en pie y se em p uñó en la espa da, dencia, no es tarse oc ioso s mano sobre mano en tan to qu e sus
espe ra ndo qué resolu ción tom aría el Ca ballero del Bosq ue; el ah ijados riñ en. Dígolo porque esté advertido q ue mient ras
cua l, con voz asim ismo sosega da, respondió y dijo: n uestros d ueño s riñeren , nosotros también hemos de pelea r y
- Al bue n pagad or no le duel en pren das; el que una vez, hacerno s astilla s.

señor Don Q uijote, pudo venceros tran sform ad o, bien podrá - Esa costumbre, señor escudero - respondió Sancho-, allá
tener espe ra nz a de rend iros en vuestro prop io ser. Más po rq ue puede correr y pasar con los ru fianes y peleantes qu e dice; pero
no es bien qu e los caba lleros hagan sus fech os de armas a escu - con los escuderos de los caballeros anda ntes, ni por pienso. A lo
ras, como Jos salteadores y ru fian es, espe remos el día, para q ue menos, yo no he oído decir a m i amo semejante costumbre, y
sabe de mem oria tod as las orde nanzas de la andante caba llería.
el sol vea nuestras obras. Y ha de ser con dición de nu estra ba-
C uant o más que yo q u iero q u e sea verdad y ordenanza exp resa
talla q ue el vencido h a de q uedar a la volu nt ad del ven cedo r,
el pelear los escu dero s en tan to que su s señores pelea n; pero yo
para que haga d él todo s lo que q uisiere, con tal qu e sea decente
no quiero cu m plirla, sinu paga r la pen a q u e estuv iese puesta a
a caba llero lo q ue se le orde na re.
los ta les pacíficos escud eros q ue yo aseguro que nu pase de dos

r 106 J nos QLJIJOTl r 107 J


libras de cera, y m ás q uiero pagar las tales lib ras; que sé q ue me - Eso no - respo ndió 5anc ho-; no seré yo tan descortés
costa rán men os q ue las hilas q ue po dré gastar en curarme la ni tan de sagra decido, que con q uien he comido y he bebido
cabeza, q ue ya me la cue nto por partida y divid ida en dos par- trabe cuestión algu na, por míni ma q ue sea; cuanto más que
tes. H ay más: q ue me imposibilita el reñ ir el no ten er espa da, estando sin cólera y sin enojo, éq uién diablos se ha de am añar
pu es en m i vida me la puse.
a reñ ir a secas?
- Para eso sé yo un bu en remedi o -d ijo el del Bosq ue- : - Para eso - dijo e! de! Bosque- yo da ré un su ficiente re-
yo traigo aq uí dos talegas de lien zo, de u n mesmo tama ño ; to- medio; y es q ue antes q ue come nce mo s la pelea, yo me llegaré
maréis vos la una, y yo la otra, y reñiremo s a talega zo s, con bon ita mente a vuesa merced y le daré tres a cuatro bofetadas,
armas iguales.
que dé con él a mi s pies; con las cua les haré despertar la cóle ra,
- D e esa manera, sea en buena hora - respondió Sancho-; aunque esté con más sue ño que un lirón .
porque ant es ser virá la tal pelea de de spolvoreamos que de - Contra ese corte sé yo otro - respond ió Sancho-, q ue
herirn os.
no le va en zaga: cogeré yo un garrote, y antes que vuesa merced
- N o ha de ser así - replicó e! otro- ; porque se han de llegue a despertarme la cólera, haré yo dorm ir a garrotazos de
ech ar dentro de las talegas, porq ue no se las lleve e! aire, media tal suerte la suya, que no des pierte si no fuere en el otro mundo ;
docen a de gu ijarros lind os y pelados, que pesen tanto los unos cn el cual se sabe q ue no soy yo hombre que me dejo manosear e!
co mo los otros, y de sra manera nos pod remos atulcgar sin ha- rostro de na die. Y cada u no m ire por el virote; au nq ue lo más
cerno s mal n i daño.
acertado sería dejar dormir su có lera a cada uno; qu e no sabe
- iMirad, cuerpo de m i padre - respond ió Sancho- , qué nadie el alma de nadie, y tal sue le ven ir po r la lan a q ue vuelve
marta s cebo llina s o q ué copos de algodón carda do pon e en las trasq u ilado; y D ios bendijo la paz y maldijo las riña s; porqu e si
ta legas, para no qu ed ar mo lid os los cascos y h ech os a lheria un ga to acosa do, encerrado y apretado se vu elve león , yo, q u e
los hueso s! Pero au nque se llenaran de cap ullos de seda, sepa, soy hombre, D ios sabe en lo que pod ré volverme; y así, desde
señor mío , q ue no he de pelear: pel een nuestros amos, y allá se aho ra Íntimo a vuesa me rced , señor esc udero, q ue corra por su
lo haya n, y bebamos y vivamos nosotros; q u e el tiempo tien e cue nta todo el m al y daño q ue de nu estra penden cia resu ltare.
cuidado de q uita rnos las vida s, sin q ue a ndemos bu scando - Está bien - rep licó e! del Bosquc-s-. Am anecerá Dios y
apetitos pa ra que se acaben antes de llegar su Saz ón y térmi no medraremos .
y que se cayan de maduras. E n esto, ya comenzaba n a gorjear en los árbo les m il sue r-
- C on todo - replicó el de! Bosque- . hemos de pelea r tes de pintados pajarillos, y en sus diversos y alegres cantos pa-
siq uiera medi a hora. recía q ue da ban la norabu ena y saludaban a la fresca aurora,

r IlI R J DO ~ QU IJOTl r 10 9 J
q ue ya por las pu ertas y baleones del orient e iba descubrien do Tod o lo mi ró y tod o lo notó Don Q u ijote, y juzgó de lo
la hermosura de su rostro, sacud iendo de sus cab ellos un nú - visto y mirad o q ue el ya di cho caba llero debía de ser de grandes
m ero in fini to de líqu idas p erl as, en cuyo suave licor bañ ándo- fue rzas; pero no por eso temió, como Sancho Panza; antes co n
se las yerbas, parecía asimesmo quc ellas brotaban y llovían ge nt il de n ue do d ijo al Caballero de los Espejos:
bl anco y m en ud o aljófar; los sa uces destilaban m an á sabroso , - Si la much a ga na de pelear, señor caba llero, no os gasta
reíanse las fuentes, murmu rab an los arroyos, alegrá ba nsc las la cortesía, por ella os pido que a lcéis la visera u n poco, porque
selvas y enriq uecía nse los p rad os con su ve n id a. Ma s ape - yo vea si la galla rdía de vues tro rost ro responde a la de vues tra
nas dio lugar la claridad del día para ver y diferenciar las cosas, di spo sición.
cu ando la prim era quc se ofreció a los ojos de San cho Pan za - O ven cido o vencedor que salgá is de sta em presa, señor
fu e la n ari z del esc ude ro del Bosq ue, q uc era tan grande, q uc caballero - respondió el de los Es pe jos-, os queda rá tiem -
cas i le h ací a som b ra a todo el cuc rp o. C ué ntese, c n efec to, po y espacio dem asiado para verme; y si ahora no satisfago a
qu e era de demasiad a gra ndeza , corva en la m itad y tod a llen a vues tro deseo, es por parecerme q ue hago notabl e agravio a la
de verrugas, de color a mora tad o, co mo de berenjcn a; ba jábale hermosa CasiIdea de Vandalia en di lata r el tiempo q ue tardare
d os de dos m ás debajo de la boca; cuya gra ndeza, color, vcrru- en alza rme la visera, sin haceros co nfesar lo qu e ya sabé is q ue
gas y encorva m iento así le afcaban el rostro, q ue en viéndole pre ten do.
Sancho, co me nzó a herir de pie y de mano, co mo niño co n - Pues en tanto q ue subimos a caba llo -dijo D on Q ui-
a lfcre cía, y p ro pu so en su cora zón de deja rse da r 200 bofeta- jote-, bi en podéis deci rme si soy yo aq uel D on Q uijote que
d as antes q uc despertar la cólera para reñi r con a q ue l vest iglo. d ifisteis haber venci do.
D on Q u ijote m iró a su contendor y hallále ya puesta y ca lada - A eso vos respondemos - dijo el de los E spejos- qu e
la celad a, de m odo q ue no le pudo ver el rostro ; pero notó que parecéis, como se parece un huevo a o tro , al mi smo caballero
era hombre membrudo, y no muy alto de cue rpo. Sobre las que yo vencí; pero segú n vos decís q ue le persigu en enca nta do -
armas traía una sobrevesta o casaca, de un a tela, al parecer, de res, no osaré afirmar si sois el contenido () no .
oro fin ísim o, se m bradas po r ellas m ucha s lun as peq u eña s - E so m e basta a m í - respon dió Don Qu ijot e- para quc
de resplandecientes espe jos, que le hacían en g ran dísima ma- crea vuestro enga ño; em pero, para sacaros dél de tod o punto,
n era ga lá n y vistoso; volá ba n le sobre la celada gra n de ca nti - venga n nuestros caballos; q ue en men os tiem po que el que tar-
da d de p lumas verdes , am arillas y blan cas; la lan za, que te nía dárades en alza ros la visera, si D ios, si mi seño ra y mi brazo
arrimada a un á rbo l, era gran dís ima y gruesa, y de u n hi er ro me valen, veré yo vues tro rostro, y vos veréis qu e no soy yo el
ace ra do de m ás de un palmo. vencido Don Quijote que pensáis.

lJ O~ QUIJOTE
Co n es to, acortando razon es, subieron a caballo, y D on - Antes creo, Sa ncho -dijo Don Q u ijote- , que te q uie-
Q uijote volvió las riendas a Roci na nte para to ma r lo que COII res enca ram ar y su bir en andam io para ver sin peli gro los toro s.
venía del campo, para volver a encontrar a su co ntrario, y lo - La verdad qu e diga - respondió Sancho-; las de safo-
mesrno hi zo el de los E spejos. Pero no se ha bía ap artado DOII rad as nari ces de aquel escudero me tienen atónito y llen o de
Quijote 20 paso s, cuando se oyó llamar del de los E spe jos, y espanto, y no me atrevo a estar junto a él.
partiendo los do s el ca min o, el de los Es pejos dijo: - E llas son tales -dijo Don Quijote- , que a no ser yo
- Advertid, señor caballero , que la cond ición de nuestra quien soy, también me asombraran; y así, ven: ayud arte he a
bat alla es q ue el vencido, com o otra vez he di cho , ha de quedar subir donde dices.
a di screción de l ve nced o r, E n lo que se detuvo Don Quijote en que Sancho subiese
-Ya la sé - respo ndió D on Qu ijote- ; con tal q ue lo q ue en el alcornoqu e, tomó el de los E spejos del ca m po lo que le
se le im pu siere y mandare al vencido han de ser cosas que no pa rcció ne cesario; y creyendo que lo mismo habría hecho Don
salgan de los lími tes de la caba llería. Q u ijote, sin esperar son de trompeta ni otra señal q ue l os aVI~
- Así se ent ien de - respond ió el de los Es pe jos. sase, volvió las riendas a su caballo -qu e no era má s hgero ni
Ofreciéronsele en esto a la vista de Don Q uijote las extra- de mejor parec er q ue Rocinante-, y a todo su corre r, q ue era
ñas narices del esc ude ro, y no se ad mi ró m en os de verlas que un med ian o trote, iba a encontrar a su enem igo; pero viéndole
Sa ncho; tanto, que le ju zgó por algún m on struo, o por hombre ocu pa do en la sub ida de Sa ncho , detuvo las rienda s y paróse en
nu evo y d e aquellos que no se u san en el mundo. Sa nc h o, la m itad de la car retera, de lo que el cab allo q ue dó agradecidí-
qu e vio partir a su amo para tomar carrera, no qui so quedar sim o, a causa de q ue ya no podía mov erse. Don Q uijote, que le
solo el narigudo temiendo qu e con sólo un pa sagon za lo con pareció que ya su enem igo venía vo lando, arrimó rc~ia mcn~e
aquellas narices en las suya s sería acabada la pendenc ia suya, las espuelas a las trasijada s ijadas de Rocinante, y le hIZOaglll-
q uedando del go lpe, o del miedo, tendido en el suelo, y fuese jar de manera, q ue cu enta la hi stori a q ue esta sola vez se con o-
tras de su amo, asido a una acion de Rocinante; y cuando le ció h aber corrido algo; porque todas las demás siem pre fuero n
pareció q ue ya era tiempo que volviese, le dijo: trotes declarados , y con ésta no vista furia llegó donde el de los
-Suplico a vues a merced, señ or mío, que antes q ue vuel - Es pe jos estaba hincando a su caballo las espuelas hasta los bo-
va a enco nt rarse me ayude a su bir sobre aquel alcornoque, de tones, sin que le pudiese mover un solo ded o del luga r donde
donde podré ver más a mi sabor, m ejor que desde el suelo, el h abía hech o esta nco de su carrera. E n esta buen a sazón y co-
ga llardo enc ue nt ro que vue sa merced ha de ha cer con este ca- yuntura h alló Don Q ui jote a su contra rio embarazado con su
ballero . caballo y ocupado con su lan za, q ue n unca, o no acertó, o no

r 1 12 J llll ~ Ql:lJOTl

tuvo Jugar de ponerla en ris tre. Don Quijote, que no miraba en
Y sacan d o la espada para poner en efecto el aviso. yIconsejO
estos inconvenientes, a salvamano y sin pel igro alguno enc ontró
.
de Sancho, llegó el escudero del de los E spejos, ya SIn as nan-
al de Jos E spejos, con tanta fuerz a, que mal de su grado le h izo
ces que tan eI C Ole habían hec ho y a g randes voces dIJO:
..
venir a l suelo por las an cas del caballo, dando tal caída, que, sin
- ' ·1 ire
' vue:sa merced Jo 'jue hace, señ or D o n Q UIJ ote; que
j\'

move r pie ni mano, dio señales de qu e estaba muerto,


és e q ue tien e a los pies es el bac h ille r San són Carrasco, su
Apen as le vio ca ído Sanch o, cua n do se de sJizó del alcorno-
am igo, y yo soy su escude ro. . .. .
q ue y a toda priesa vino donde su señor esta ba; el cua l, apeán - y vi éndole Sancho sin aq ue lla fea ldad pnmera, le dIJO .
dose de Rocinante, fu e sob re el de los Espejos, y qui tán dole las - i Y las narices,
lazadas del yel mo pa ra ver si era muerto y pa ra que le diese el A lo q ue él respondió:
aire si aca so es taba vivo, vio . . . ¿Q uién podrá dec ir lo q ue vio , - Aq u í las tengo, en la faldriq uera . .
sin ca usa r admiración, maravilla, y espanto a los que lo oyeron? y ec hando ma no a la derec ha , sacó u nas nances de pasta y
V io, dice la hi sto ria, el ro stro mesm o, la ITI CSm a figura, el mesmo . d e mascara,
barniz, ' d e la m an ifa ctura ' Iue quedan
. . de lineadas. d
aspecto, la m csm n fisooOInía, la mesm a efigie, la pe rspectiva " I
Y mtran( o le m 'ás v
J más . Sancho, con voz ad m irat iva y g ran e,
m esm a del bachill er Sa nsó n Ca rrasco; y a sí co mo la vio, en
a ltas voces dijo : d ijo: '1' ' c . I i ve
- iSanta María, y valme! eE ste no es a me cciai, m -
- iAcude, Sa nc h o, y mi ra Jo que ha s de ver y no lo has de . d I
cino y mi co m pa re . ., ' .. _
creer! ¡Ag u ija, hijo, y adv ierte lo qu e pucd e la m ag ia ; lo que --y ic órno si lo soy! - respo ndlO el ya desnangado escu
pu ed en los hechiceros y los encantadores! dcro- -r-j o rnc, C cc
·> ta
. I s O)'1 compadre y amigo Sa nc ho Panza ,
L1 cgó San cho, y COrno vio el rostro del bach illcr C a rras co, y Illc gu o s. culi re' 1o s. a rcaduces., embustes y en redos por donde soy
co me nz ó a ha cerse mil cruces y a san tig uarse otras tantas. En , . I . y en ta" nto pedid y supl icad al se ño1r vu IestIro.
aq u l vc ruc 0 ,
todo esto no da ba m ues tras de esta r vivo el derribado cab allero , amo que no toq ue, ma Itrate, h ilera. ni ma te a l C abal ero , ue os_
y Sanc ho dijo a Don Q uijote: Es pe jos, q ue o sus pies tiene , po rq uc S ll1 d uda alguna es el atrc
- Soy dc parecer, señ or mío, qu e, por sí o por no, vuestra . y ma l aconseja
vido . d o d e l bachiller San s ón C a rrasco, n ue stro
m erced binque y meta la espada por la boca a éste que parece com ~ ~m. . D
el bachi ller Sansó n Carra sco : quizá matará en él a alguno de "
En esto, vo IVIO en SI , el de los E spejo s;
' lo cua l VIsto
" por on
sus enemigos los encantadores. Quijo te , le puso la pu nta des nuda de su espada enc ima del ros-

- N o dices m aJ--Jijo Don Quijotc- ; porqu e dc Jos ene- tro, y le dijo: ,' .
m igo s, los menos. - M uerto sois, caballero, si no con fesá is que la Sin. par
Dulcinea del Toboso se aventa ja en bellez a a vuestra Casildea
r1liJ mUA
PU~ Qt:lJIITl r I 15 J

de Vandalia; y demás de eso habéis de prom eter -si de esta . I daban man ifiestas seña les dc que verda. der
respuestas e ,
ame nte
contienda y caída q uedá redes con vida- de ir a la ciudad del er a el To mé Cecia l que decía ; ma s la ap rehe nslOn que en
Toboso y presentaros en su presencia de mi pa rte, para que Sa ncho h abía hecho lo q u e su amo dijo dc que los encantado-
ha ga de vos lo q ue más en volunta d le vin iere; y si os dejare bí da do la figura del Caballero de los Espe JOSd en la
res h a tan mu ~
en la vuestra, asimi smo h abéis de volver a busca rm e --<¡u e el del bachiller Ca rrasco no le dejaba dar créd ito a la verda , que
ra stro de mis hazañas os servirá de g uía, qu e os traiga donde . esta baa muan
co n lo s OJOS mi do Finalmente
. , se q uedaron con este ,
-
engano amo y mozo, y e
1 de los Espejos y su escudero, hrnohí-
yo estuviere- , y a de cirme lo que con ella hubiéredes pasado;
nos malanda ntes , se apartaron d e D 00 Q ullo.. te y Sa ne o , con
condic iones que, con forme a las que pu simos antes de n uestra
batalla, no salen de los términos de la anda nte caballería. .mtencio
Y . ' n de buscar algún lugar do nde b izma rle, y entablarle
-Con fieso --<lijo el caído caballero- que vale más el za - las costillas.
pato d esco sido y su cio de la señora Dulc inea de! Toboso que
las barbas mal peinada s, au nq ue limp ias, de Cas ilde a, y pro-
meto de ir y volver de su presen cia a la vues tra, y daros entera y
particular cue nta de lo que me pedís.
- Ta m bién habéis de confesar y cree r -añadió Don Q u i-
jote- que aq uel caballero que vencistes no fue ni pudo ser
,1 Don Q uijote de la Manch a, sino otro que se le pa recía, como
yo confieso y creo que vos, aunque par ecéis el bachill er Sa nsón
Carrasco, no lo sois , sino otro qu e le parece, y q ue en su figura
aq uí me le han puesto mis ene migos, para que deten ga y tem-
p le el ím petu de mi cólera, y pa ra q ue use bland ame nte de la
gloria del vencimiento.
- Todo lo confie so, ju zgo y sien to como vos lo creéis, ju z-
gá is y sentís - respondió el derrenga do caba llero- . D cjad rne
levantar, os ru ego, si es q ue lo permi te e! go lpe de mi caída , q ue
asaz ma ltrecho me tiene.
Ayudóle a levantar Don Q uijote y Tomé Cecial su escudero,
del cual no apartaba los ojos Sanc ho, preguntándole cosas cuyas

DO~ cunen r 1 17 J
r 11 tí J lm h
• ...


cuantas Sanaza ro había compuesto, y que ya tenía com prados
de su prop io din ero dos famosos perro s para guardar el ga nado,
el uno llamado Barcino, y el otro Butrón, qu e se los había ven -
dido u n ganadero del Quintan ar. Pero no por esto dejaba D on
Quijote sus tristezas.
Lla maron sus amigos al médico, tomóle el pulso, y no le
contentó mucho, y dijo, que por sí o por no, atendiese a la salud
DE CÚMO DON QUIJOTE ENFERMÚ. YDEL de su alma, porque la del cu erpo corría pel igro. Oyólo Don
Q uijote con ánimo sosegado; pero no lo oyeron así su ama,
TESTAMENTO QUE HIZO. YDE SU MUERTE su sobrina y su escudero, los cua les comen zaron a llorar tier-
namente, como si ya le tuvieran muerto delante. Fue el parecer

e amo las Cosa s humanas no sean eternas, yendo siempre en


declinación de sus principios ha sta llegar a su último fin,
espec ialmente las vidas de los hom bres, y como la de Do n Q ui-
del méd ico que melancolías y de sabrimientos le acababa n.
Rogó Don Qui jote que le de jasen solo, porque quería dormir
un poco. Hici éronlo aSÍ, y durm ió de un tirón, como dicen,
más de seis ho ras; tanto q ue pensaron el ama y la sobrina q ue
jote no tuvicse pr ivilegio del cielo para de tener el cu rso de la
se había de quedar en el sueño. Despertó al cabo del tiem po
suya, llegó su fin y acabamiento cua nd o él menos lo pensaba;
dic ho, y dando una gra n voz, dijo:
porq ue, o ya fu ese de la melan colía que le causaba el verse ven-
- iBend ito sea el poderoso D ios, q ue tanto bie n me ha he-
cido, o ya por la dis posició n d el ciel o, q ue así lo ordenaba ,
cho ! En fin, sus mise rico rd ias no tien en lími te, ni las abrevian
se le arraigó un a cale ntura, qu e le tuvo se is d ías en la cama, en
ni impiden los pecado s de los hombres.
los cuales fu e visitado mu cha s veces del cu ra, del bachil ler y
Estuvo atenta la sobrina a las razones del tío, y pareciéronle
d el ba rbero, sus amigos, sin qu it árselo de la cabecer a Sanc ho
má s concertadas q ue él solía decirlas, a lo me nos, en aq ue lla
Pan za , su buen escudero. Éstos, creyendo qu e la pcsad umbre
enfermedad, y pregu ntó le:
de verse vencido y de no ver cu mplido su deseo en la libertad
- ¿Q ué es lo que vuestra merced dice, seño r? ¿Tenemos
y desencanto de D ulcinea, le tenía aq ue lla suerte, por todas las
algo de nuevo? ¿Q ué misericord ias son éstas, o q ué pecados de
vías posibles procuraban alegrarle, dicién do le el bachill er q ue
los ho mbres ?
se anima se y le van tase, pa ra comen zar su pastora l ejerc icio ,
-Las misericordias -respondió Don Qu ijote- , sobrina,
para el cua l tenía ya compuesta un a égloga, q ue ma l año par a
so n las q ue en este insta nte ha usado D ios co nm igo, a quien,

f I ,. J rI¡9 J
DO~ cunen
-
c.omo di je, no la s impiden mis pecados. Yo tengo juicio ya,
eso? Y ¿agora q ue estamos tan a pique de ser pastores, para pa-
lib re y claro, SIn las sombra s caliginosas de la ignorancia q ue
sar cantando la vida, co mo unos príncipes, qu iere vuesa rner-
sobre él m e pusieron mi amarga y cont in ua leyenda de los de-
ced hacerse erm itaño? Calle por su vida, vu elva en sí, y déjese
testabl es libros de las caballerías. Ya conozco sus disparates y de cue ntos .
sus em belecos, y n o m e pesa sino que este desengaño ha lJega- - Los de hasta aquí - replicó Don Quijote- , que han
do ta n tarde, que no me deja tiempo para h acer algu na recom - sido verdad e ros en Olí daño, los ha de vo lver m i muerte, con
pen sa, leyendo otro s q ue sean lu z del alma . Yo m e siento so- ayu da del cielo, en m i provecho . Yo, seño res, sient o q ue me
brin a, a punto de m uerte; querría ha cerla de ta l m odo, 'que voy muriendo a tod a pri esa; déjen se burlas aparte , y tráigan-
diese a entender que no h abía sido mi vida tan mala , que deja- me un confesor que me co nfiese y un escriba no que haga mi
se reno m bre de loco ; que p uesto q ue lo he sido, no querría testamento; q ue en ta les trances como éste no se ha de burlar
confi rma r esta verdad en mi muert e . L la' m'¡~ m"C, anllga, a m IS
. el hombre con el alma; y así, su plico que en ta nto que cl señor
bu en os amigos: al cura, al bac h iller Sa nsó n C arrasco y a maese cura me confiesa, vaya n por el escribano.
Nicolás el barbero , q ue quiero
. ch
conresarme y accr rru' testamento. M iráronse unos a otros, ad m irados de las razones de Don
Pero de este trabajo se excusó la sobrina con la entrada de Qu ijote, y, a unq ue en duda, le quisieron creer; y una de las se-
los tres. Apenas los vio D on Q u ijote, cua ndo dij o: ña les por dond e con jeturaron se moría fue el haber vuelto con
- D ad me albricias, bu en os señores, de que ya yo no so ta nta facili dad de loco a cu erdo; porqu e a las ya di chas ra zones
Don Q uijote de la Mancha, sino Alonso Qu ijano, a quien mis añadió otra s m uc ha s tan bien dichas, tan cristia na s y con tanto
costu~bres me dieron renombre de Bueno. Ya soy enemigo de concierto, que del todo les vino a quitar la duda, y a hacer creer
Am adlS de Ga u la y de toda la in finita caterva de su linaje; ya que estaba cuerdo .
m e son odIOsas tod as las hi stori as p rofan as de la anda nte ca- H izo salir la gente el cura , y qued óse solo con él, y confesó!c.
ballería; ya co no zco mi neced ad y el peli gro en q ue m e pu sie- E l bachiller fue po r el escriba no, y de allí a poco volvió con él y
ron haberlas leído; ya, por misericordi a de Dios, escarme ntando con Sancho Pan za; el cual Sancho - q ue ya sabía por nuevas
en cabeza propia, las abo mino. del bach iller en qué estado estaba su señor- , hallando a la am a
Cuando esto le oyeron decir los tres, creyero n, sin duda, ya la sobrina llorosas, co me nzó a hacer pucheros y a derra mar
q ue algu na n ueva locu ra le había toma do . Y Sansón le dijo : lágrimas. Aca bóse la con fesión, y salió el cu ra , d iciendo:
,-IAhora , señor Don Quijote, qu e tenemos nueva que -Verdaderamente se muere, y verdaderamente está cuer-
esta desencantad a la señora Dulcinea, sale vues a merced con do Alonso Quijano el Bu eno; bien podemos en tra r para que
h ag a su te stamento.

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llU~ QIJlJOT E r 12 1 J
E sta s n uevas d ieron un terri ble em pujó n a los ojo s preña- e n esta vida es dejarse m o rir, sin m ás n i más, sin q ue nadie le
do s de ama , sobrina y de Sa ncho Pan za su bu en escude ro; de m ate, n i otras manos le acabe n q ue las de la melanco lía. Mire
tal man era, que los hizo reventa r las lágrim as de los ojos y m il no sea perezoso, sino levántese desa cama, y vámo nos al cam po
profu ndos suspiros del pe ch o; porque verda de ramente , como vestidos de pastores, como tenemos conce rtado; qui zá tras de
algu na vez se ha d icho, en ta nto D on Q u ijote fue Alonso Qui - algu na mata halla remos a la señor doña Dulcinea desencan-
jan o el Bueno, a secas, y en ta nto que fue D on Q uijote de la tada , q ue no haya más q ue ver. Si es que mu cre de pesar de
Man cha, fue siempre de apacible cond ición y de ag rada ble trato, verse vencido, éch ern c a mí la cu lpa , dici endo que por haber
y por esto no sólo era bien querido de los de su casa , sino de yo cinchado ma l a Rocina nte le de rribaron; cuanto más q ue
todos cua nt os le conocían. Entró el escribano co n los de más, y vue sa merced habrá visto en su s libros de caballerías ser cosa
después de haber he cho la cabeza del testamento y o rdenado su ordinaria derriba rse u nos caballeros a otros, y el que es vencido
alma Don Q uijote, con todas aquellas circunstanc ias cristia na s hoy ser vencedor ma ñan a.
que se req uieren , llegan do a las ma ndas, di jo : - Así es --<lijo Sansón- , y el buen Sancho Panza está
- !t em , es m i voluntad que de ciertos dineros q ue Sancho m uy en la verdad de stos casos.
Pan za , a qu ien en m i locura hic e mi escude ro, tiene, qu e porque - Señores -dijo Don Quijote- , vámonos poco a poco,
ha habido ent re él y mí ciertas cuenta s, y da res y tomares, q uie- pue s ya en los n ido s de antaño no hay pájaros hogaño. Yo fui
ro qu e no se le haga cargo de ellos, n i se le.pida cue nta algu na, loco, y ya soy cu erdo; fui Don Qui jote de la Mancha , y soy
sino q ue si sobrare alg un o desp ué s de h aberse pagad o de lo que ahora, como he dich o, Alonso Q uijano el Bueno. P ueda con
le deb o, el restante sea suyo, qu e será bien poco , y bu en prove- vuesas me rcedes mi arrepe ntim iento y mi verdad volverme a
cho le haga; y si com o estand o yo loco fu i par te pa ra da rle el la estimación que de m í se ten ía, y pros iga adelante el señor
go bierno de la ín sula, pudi era agora, estando cu erdo, da rle el de esc ribano . - Itcm , m ando toda mi hacie nda a pu erta cerrada,
un reino , se le diera, po rque la senc illez de su co ndición y fide- a A nto nia Q u ija no, mi sobrina, que está prese nte, habie ndo
lid ad de su trato lo merece. Y volviéndose a Sa ncho , le d ijo: sacado prime ro de lo m ás bien parado della lo q ue fue re me -
- Perdóname, a migo, de la ocasión q ue te he dad o de pa- nester pa ra cu mplir las m andas que dejo hech as; y la prime ra
rece r loco co rno yo, hacié ndote cae r e n el error e n el qu e yo he satisfacció n que se haga q ui ero q ue sea pagar el salario que
caído, de que hubo y hay caballeros andantes en el m undo. deb o del tiem po q ue mi am a me ha servido, y m ás 20 duca-
- IAy! - resp on d ió Sa nc h o, Ilo ran d o- . No se muera dos pa ra un vestido. D ejo po r mi s albaceasal señor cura y al
vue sa merced, seño r mío, sino tom e mi co nsejo, y viva mu chos seño r bachi ller Sa nsón Carrasco , q ue están presen tes. - Item ,
añ os; po rq ue la m ayor locura que puede hacer un hom bre es m i volu ntad que si Antonia Q u ijano, m i sobrina, quisiere

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casa rse, se case con hombre de quien primero se ha ya hecho Vien do lo cua l el cura, pid ió al escriba no le diese po r testi-
in formac ión q ue no sabe q ué cosas sean libros de caballerías; mo nio cómo Alon so Quij an o el Bu eno, llam ado com ú nmente
y en caso que se ave riguare que lo sabe, )', co n todo eso , mi Do n Q u ijote de la Ma ncha , h abí a pasado desta presente vida, y
sobrina quisiere casa rse con él, y se casa re, pierd a todo lo que mu erto naturalmente; y que el tal testim oni o ped ía para quitar
le he mand ado, lo cua l pueda n mis albaceas d istribu ir en obras la ocasió n de que algú n otro au tor q ue C ide H arn ete Benen -
pías, a su volunta d. - Item, suplico a los di ch os señores mis a l- geli le resucitase falsamente, e hiciese inacabables histori as de
bacea s q ue si la bu en a sue rte les trujere a co noce r al auto r que sus hazañ as. Este fin tuvo el ingenioso hidalgo de la Manch a,
d icen q ue compuso una histori a q ue anda po r ahí con el títu lo cuyo lugar no q u iso pone r Cide H am ete" pu ntu alme nte, por
de Segunda parte de las hazañas de Don Quijote de la Mancha, de dejar q ue todas las villas y lugar es de la Man cha conte n diesen
mi pa rte le pida n, cua n encarec ida me nte se pu ed a, pe rdo ne la ent re sí por ah ijársele y ren érselc por suyo, como contendieron
ocas ión que sin yo pensarl o le di de haber escrito tantos y tan las siete ciudades de Grecia po r H omero.
gra ndes d isparates co mo en ella escribe; porque parto de esta
vida con escrúpu lo de haberle dado motivo pa ra escribirlos.
Ce rró con esto el testamen to, y tomándo le un desmayo, se
tendi ó de largo a largo en la cama. Alborotáro nse todos, y acu-
dieron a su rem edio, y en tres días que vivió despu és de éste don-
de hizo e! testamento, se desmay aba muy a menud o. Andab a la
casa alborotada; pero, con todo , com ía la sobrina, brindaba el
am a, y se regocijaba Sancho Pan za; que esto de! heredar algo bo-
rra o templa en e! heredero la memoria de la pena que es razón
que deje e! mu erto. E n fin, llegó el último día de Don Q uijote,
después de recebidos todo s los sacramentos y despu és de hab er
abo minado con mu cha s y eficaces razon es de los libros de ca-
ballerías. H allóse e! escriba no presente, y dijo q ue nun ca había
leído en nin gún libro de caballerías que algún caballero andante
hu biese mu erto en su lecho tan sosegadamente y tan cristiano
como Do n Q uijote; el cual, entre compasiones y lágrimas de los
q ue allí se hallaron, dio su espíritu: q uiero decir que se murió.
"Supues to escritor árabe a quien atribuye Cervantes la historia de Don Qui jo te .

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