El remodelado Memorial del 68, ubicado en Tlatelolco, es un espacio dedicado a la
conservación y distribución de contenido informativo acerca del movimiento estudiantil de 1968, un acontecimiento social sin precedentes en la historia contemporánea del país, el recinto está formado por una instalación multimedia cuyo contenido está sustentado por material de cine, video, fotografía y audio, así como por objetos y documentos que contextualizan el suceso en un horizonte historiográfico, o al menos eso pretende pues la renovación y modernización hace que el espacio pierda su intencionalidad de reflexión para colocar al espectador en una sala de museo de arte moderno, más parecido al MUAC que un lugar de concientización, más kitsch parecido a un día en Zona Maco. Aunque se trata de hacer todo el conjunto más llamativo y lúdico pierde la esencia y esa sensación de posicionarte en el momento de los hechos; para empezar la “pieza artística” que da la bienvenida al espacio, me pareció de un muy mal gusto, no te invita a la contemplatividad que una obra de arte debe propiciar, sólo es cemento con pisadas que se sostiene con mucha retórica de parte de quien la realizó. Además, a mi parecer, existe una gran desorganización, se muestran piezas dispersas, creo que hubiera podido ser mejor una secuencia cronológica, pero eso sí, la estética visual era impecable, aunque muchos eran objetos sin un sentido crítico, sólo amarillista, como los borregos dando vueltas con un himno de fondo. Pienso que lo más rescatable son dos espacios: el primero la sala interactiva que aportó el INE para hacer una muestra de la evolución de la democracia y el sistema electoral en el país y el segundo la sala que muestra artículos propios de la época, dando ejemplos de la vida tecnológica durante las movilizaciones. Pero lo que se me hizo lo peor de lo peor fue el videojuego al final del Memorial, toda la escasa atención reflexiva y critica que pudo lograr el recorrido muere al animar un mundo distócico en el cual una estudiante se enfrenta a primates-policías con botes de aerosol, es la cúspide de la falta de sensibilidad, sobre todo cuando se llega a Palacio Nacional y Gustavo Díaz Ordaz convertido en demonio ataca con bolas de fuego. Salí muy decepcionado y anhelando en antiguo memorial, en donde al menos te hacía sentir incómodo y con unas ganas tremendas de llorar, en vez del cosquilleo por una selfie que ahora ofrece la visita a este espacio de la UNAM dedicado a un movimiento que sin duda macó un antes y un después en la visión de la sociedad.